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Mensaje por Siobhan R. Mills Vie Oct 12, 2012 12:08 pm

Mis dedos tamborileaban rítmicamente sobre la mesa mientras que mis ojos azules permanecían fijos en la caja que tenía encima de la mesa del escritorio del despacho de mi casa. Volví a tomarla entre mis manos y abrí la cajita dejando ver aquella brújula que había pertenecido al padre de Hansel y Gretel tiempo atrás. La observé unos segundos, recordaba perfectamente aquel día en el que me crucé con aquellos pequeños de camino a ver a Rapunzel y como habían conseguido la manzana que había inducido al sueño a Blancanieves… Ni siquiera tenía aún remordimientos de consciencia por haberles dejado solos y dado el hecho de que estaban en Storybrooke habían sobrevivido perfectamente al abandono. Eso sí, de su padre no sabrían nada…

Pobres.

Sonreí de medio lado al tiempo que volvía a poner la tapa de la caja en su sitio y mi mente viajaba irremediablemente al día y momento en que había vuelto a conseguir que aquel objeto llegara a mí para unos fines que en el fondo solo sabía yo. Aún recordaba perfectamente el sonido de la campanita que Gold tenía al entrar en la tienda y como él había salido de la trastienda encontrándose con una sonrisa misteriosa de mi parte. En cuanto mencioné la brújula no pudo evitar mirarme con curiosidad sin hacer ninguna pregunta mientras la buscaba. Solo cuando se presentó detrás del mostrador con el objeto en sus manos me preguntó.

- ¿Para qué quieres esta brújula? – Me preguntó Gold mirándome con aquella sonrisa. Mis ojos se entrecerraron ligeramente mientras se la arrancaba de las manos – ¡Cuidado no vayas a romperla! Sabes que es muy valiosa para ellos – Le lancé una mirada antes de meter la susodicha brújula en el bolso que llevaba colgado de mi hombro derecho. Le sonreí maliciosamente. Sabía que con él no podía jugar y que sabía perfectamente que me traía algo entre manos.

- Por supuesto que sé lo valiosa que es esta brújula para ellos. ¿Qué crees que voy a hacer con ella? Devolvérsela a su dueño, cosa que tú no has hecho en años teniéndola aquí – Le acusé señalándole con el dedo y esbozando una sonrisa de autosuficiencia. – Pero el motivo no es de tu incumbencia…

- Quieres separarlos… No te basta con separar a una familia, que ahora quieres separarle de ella también… Eres malvada Siobhan… - No supe cómo interpretar la sonrisa en su rostro y me hizo gracia que se pusiera a garabatear en un papel que había encontrado allí.

- Muy irónicas esas palabras viendo precisamente de ti que de santo tienes lo mismo que yo – Le respondí ligeramente a la defensiva. Yo ahí seguía siendo la alcaldesa por mucho que hubiésemos hecho aquel trato en aquella mugrienta celda veintisiete años atrás – Además… No te va a afectar, ¿verdad? No sé de qué te preocupas.

- Te equivocas majestad, no me preocupa, simplemente lo comentaba – Se encogió de hombros y yo no pude evitar entornar ligeramente los ojos mientras le veía escribir como si realmente no le estuviese poniendo toda su atención a aquella conversación aunque yo sabía que era así – Ya me había empezado a preguntar cuando tardarías en entrometerte. Han sido listos y eso no te lo esperabas, ¿verdad?

Tenía razón, habían sido demasiado listos… Cuando Tabbatha me había informado de que Hansel tenía pareja no me había preocupado demasiado, ni siquiera cuando descubrí que era Mulan. ¿Por qué debía preocuparme? Debido a la maldición nadie que no hubiese sido el amor verdadero de otra persona en el mundo de los cuentos podía estar con aquella persona. Es decir… todos serían infelices porque siempre acababan emparejándose con aquella persona que no había sido su amor. Por eso mismo no me había preocupado hasta que había visto que aquello duraba demasiado, fue entonces cuando me di cuenta que se me estaba escapando de las manos.

Era lo malo de no conocer plenamente las historias de todos ellos y eso en cierto modo me frustraba porque pasaban cosas como aquellas. Por suerte nunca era tarde para separarlos yo misma de forma sutil y sin que supieran que había intervenido una tercera persona. No, todo sería simplemente algo que para ellos tenían que pasar. Aunque seguía sin entender cómo podía haber surgido aquella relación entre ambos pero estaba claro que había existido y no iba a permitir que siguiera existiendo. Debilitaba la maldición aunque fuera solo un poco y ni siquiera eso estaba dispuesta a permitir.

Finalmente me levanté tomando la caja y metiéndola en el bolso antes de partir hasta mi destino. Paula estaba en clase así que no debía de preocuparme por ella, ni siquiera si llegaba a sus oídos que había ido al colegio, después de todo Blair y yo éramos buenas amigas (lo que en ese momento me convenía bastante) y preguntas iba a haber las justas y las que yo decidiera. Después de todo lo de manipular a las personas a mi favor en aquel pueblo no era algo demasiado difícil de conseguir no para mí.

Pensar que con un simple y sencillo objeto como una brújula iba a ser capaz de manipular a dos personas me llenaba de gozo y orgullo, porque yo sabía o intuía mejor dicho, como iba a responder a ese objeto Everett de la misma manera que en cierto modo podía prever cómo iba a actuar Sydney al respecto. Solo eso conseguía que mi rostro se iluminase con una ligera sonrisa permanente y con un brillo en mis ojos azules. Con algo tan sencillo como aquello iba a conseguir que se alejasen el uno del otro… y si no lo conseguía durante el tiempo necesario (es decir que se reconciliaran enseguida) ya les prepararía otra cosa. Estaba comprobado que de alguna manera siempre volvían a caer los unos en los otros. Suerte que a mí no se me acababan los recursos ni tampoco las ideas ingeniosas.

Sino que se lo dijeran a Snow y Charming…

Para cualquier otra persona hacer lo que yo estaba a punto de hacer podía resultar un acto peligroso haciéndolo cuando había clases en el colegio y estaban no solo todos los profesores sino también todos los alumnos. Lo bueno del asunto es que estaban tan ocupados con sus cosas (dando clases y recibiéndolas) que ni siquiera se dieron cuenta de que yo entraba en el recinto y paseaba por los pasillos directa a la sala de profesores. Sabía además que Blair iba a estar ocupada un rato con un problema de la compañía del agua (de lo cual me había ocupado yo personalmente de que ocurriera, siempre sutilmente claro). Me quedé unos segundos parada delante de la puerta de la sala de profesores, mire unas cuantas veces a ambos lados asegurándome de que no había nadie (de todos modos todos estaban dando clases) antes de entrar. Una vez dentro me dirigí a los armarios de los profesores…, sabía perfectamente que todos pasaban por allí, de la misma manera que sabía que él también lo hacía. Saqué mi llave maestra del bolso (ventajas de ser quien era) y abrí el del profesor de ciencias dejando la caja dentro, ni siquiera me paré a mirar sus cosas aunque vi que había algunas cosas allí. Cerré el taquillero y volví a meter la llave en el bolso, saliendo de la misma manera que había entrado.

Nadie en los pasillos. Nadie que hubiese advertido mi presencia en aquel lugar y una sonrisa en mi rostro al tiempo que salía del colegio. Por supuesto la cajita iba acompañada de una nota que había escrito a ordenador (no era plan que por algo tan estúpido como la caligrafía fueran a descubrirme, yo era más lista que eso).

A ver si con esto dejas de perderte tanto por el pueblo y encuentras el Norte – A

Se acabaran los finales felices…
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Mensaje por Everett N. O'Connor Sáb Oct 13, 2012 4:37 am

Tras el "pequeño" incidente en el laboratorio, Everett tardó dos días exactos en limpiar, recoger todos los desperfectos del lugar, por eso mismo había cancelado las prácticas que había preparado con sus alumnos (él había sido el causante de todo aquéllo, no iba a permitir que los estudiantes realizaran los experimentos en un laboratorio sucio, con algún cristal cortante y demasiado peligroso). Costó bastante dejarlo impoluto, pero con la ayuda que le había ofrecido Vera y el conserje, todo quedó perfecto. Todo estaba tornando a la normalidad realmente: había hablado con Vera sobre su problema, Sydney se había sincerado con él contándole que antes había estado prometida y que su prometido había muerto (cosa que Everett sintió bastante, la verdad), había pagado su deuda con el señor Gold y al fin se había acostumbrado a aquel sentimiento que no le dejaba en paz. Sí, seguía necesitando buscar a alguien, pero si no sabía a quién, ¿por dónde empezar? Esperaba en cierta manera que los sueños le guiasen hasta esa persona, por lo que decidió ser paciente (como normalmente lo era).

Así pues, en cuanto ordenó los frascos en el armario de puertas de cristal, todo quedó finalizado. Orgulloso de su trabajo, Everett se lavó las manos y cerró el laboratorio con llave. Había quedado con Sydney dentro de diez minutos para que pasara a recogerle y así aprovechando, daban un paseo juntos. Era por la tarde, todavía no iba a anochecer, pero estaba a punto, además de que la temperatura no podía ser más agradable. Se dirigió hacia la sala de profesores, la cual estaba vacía ya que la jornada de trabajo había finalizado. Suspiró y mientras abría su taquilla pensó en alguna película de acción que podría ver con Sydney. Entonces, algo llamó su atención. Una caja que por la mañana no estaba. Miró a su alrededor, esperando que alguien apareciera y le diera alguna explicación y finalmente acabó cogiéndola con sumo cuidado, esperando que explotara, que fuera una broma o algo por el estilo. ¿Se habrían confundido? ¿O...? Movió la caja varias veces, escuchando que había algo dentro, algo que pesaba bastante.

Se sentó en el sofá emocionado y abrió la caja. ¡Un regalo sorpresa! ¿Qué sería? ¿Quién se lo habría hecho? Lo primero que sintió Everett nada más ver la brújula fue confusión, cogió el papel que acompañaba a aquel extraño regalo y lo leyó. Y repentinamente, estalló en una sonora carcajada. Vaya... Tenía sentido del humor y todo. Una "A" de anónimo no auguraba nada bueno, pero el profesor de ciencias supuso que sería alguien de su círculo más cercano. Quizás Matt, Syd o Charlie... Simplemente para gastarle una broma. Sacó la brújula con sumo cuidado y se quedó observándola. La verdad es que era bonita y... En cuanto su mano notó el frío tacto de la brújula, algo se activó en Everett. Algo en su interior le decía que tenía que ir al Norte, al Norte, al Norte... ¿Y por qué al Norte? ¡Allí encontraría a esa persona!

Se colgó la brújula de la muñeca con el cordón que le acompañaba y cerró la taquilla para salir de la escuela. Allí fuera tuvo que esperar a que Sydney apareciera y la saludó desde lejos, mostrándole la brújula.

-¡Muy buena Sydney! La verdad es que os lo habéis currado... Una brújula... ¿La habéis comprado en la tienda de antigüedades? -preguntó inocente el hombre. Lo que no sabía Everett era que esa sensación que había nacido en él iba a ir creciendo segundo tras segundo... Hasta que al final el deseo de ir hacia el Norte fuera imposible de soportar. ¡Tenía que seguir el Norte! ¡Ese siempre había el camino! Pero... ¿qué camino? Sonrió abiertamente a Sydney, para nada molesto con aquella broma.
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Mensaje por Sydney J. Watson Sáb Oct 13, 2012 12:14 pm

Había dejado todo en orden. Quizá demasiado, pero a pesar de ser algo torpe me gustaba tenerlo todo en orden. No tenía ni idea de donde se había ido Nathanaël y Pedro parecía haberse ido con él (en cierto modo un tanto irónico, pero cierto). Sopese durante medio minuto que hacer con Romi hasta que la llamé con un gesto de la mano haciendo que trotara hasta donde yo estaba. Sonreí antes de pasar una de mis manos por su cabeza. Ya luego decidiría con Everett si quedarnos en casa o pasar a dejarla un momento y luego ir a Caja de Cartón, después de todo como aquel que dice nos pillaba de camino.

Abrí la puerta de la casa dejando pasar primero al animal saliendo yo detrás. Aún me preguntaba dónde demonios se habría metido Nate y por estar pensando en él precisamente, pensé por un instante que no había metido en el bolso aquello que tenía para Everett, teniendo que abrir el bolso y revisándolo. Sí, ahí estaba. Perfectamente envuelto. Pudiera ser que no fuese una fecha especial, pero yo siempre había creído que no tenía porque ser una fecha puntual para poder darle un detalle a la gente que quieres y aprecias.

El paseo hasta el colegio realmente no se me hacía nunca largo las veces que acordaba con Everett pasar a buscarle. Después de todo, no tenían que sospechar por ese hecho, era algo que ya habíamos hecho durante los últimos años, aunque quizá no de forma tan asidua. Al menos me aseguraba de que el día que nos veíamos allí no se perdiera de camino a casa, aunque no dejaba de resultarme gracioso que de vez en cuando en los cruces quisiera irse por el lado totalmente opuesto al que se suponía que teníamos que ir.

Nos encontramos con unos cuantos ciudadanos de camino al colegio. El tiempo era agradable aunque para cuando estaba a una manzana del colegio se podía ver el cielo teñido de colores violetas, rosáceos y anaranjados, mezclado con el azul blanco e incluso amarillo característico del cielo. Sonreí levantando la mirada hacia el cielo durante unos segundos. Romi se había quedado ligeramente atrasada pero no era algo que me fuese a alarmar, sabía que me seguiría el paso.

En cuanto doblé la última esquina que llevaba al colegio distinguí la figura de Everett y dibuje una sonrisa que permaneció en mi rostro hasta que me acerqué hasta él. Sus palabras me desconcertaron, cosa que posiblemente se notase en mi rostro. Alcé las cejas entre sorprendida y curiosa al tiempo que bajaba la mirada hasta depositarla en la brújula que Everett llevaba en la mano. – Yo… - Me había quedado sin palabras porque sentí en cuanto la vi que ya la había visto antes. Una sensación de lo más extraña. Era como si me fuera familiar…, pero, yo no recordaba haber visto ninguna brújula o tenido alguna en mi vida.

Me acerqué hasta Everett depositando un suave beso en su mejilla y dedicándole una sonrisa. – Yo no he sido Eve.– Susurré en ese momento antes de separarme de él – Aunque sí que tengo algo para ti, pero… - Noté como Romi se paraba a mi lado y baje la mirada para observarla durante unos segundos antes de que el animal se acercara a saludar a Everett – Te lo daré esta noche, cuando estemos solos y no podamos ser descubiertos por medio pueblo que luego irá contando nuestra historia como si fuéramos famosos o algo de eso – Bromeé soltando una risita – Ahora en serio. Prefiero dártelo esta noche. – Así le dejaba con el gusanillo de que sería lo que ella tan bien guardaba en el bolso, porque vamos, no era difícil intuir que fuese lo que fuese estaba allí dentro –¿Ninguna nota? ¿No ponía quién te la ha dado? Espera… - Le miré escudriñándole unos segundos – ¿Dónde la has encontrado? Es extraño…, ¿no crees? – Aunque ciertamente parecía sacada de la tienda de antigüedades de Gold, pero por algún motivo todo aquello no me daba buena espina.


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Mensaje por Everett N. O'Connor Dom Oct 14, 2012 7:54 am

El profesor de ciencias observó que Sydney iba acompañada por el pequeño y amigable Romi. Tras recibir el beso en la mejilla de ella (siempre había que guardar las apariencias, siempre había alguien observando en aquel pueblo), se arrodilló para acariciar la cabecita del perro. Everett nunca había tenido perros, tampoco gatos, él siempre había sido de tener cobayas y hámsters. Era divertido experimentar con los animalejos poniéndoles laberintos y pruebas a superar, y todavía el hombre se explicaba por qué todas sus cobayas morían antes de lo esperado. Regresó a la realidad cuando Sydney negó haberle regalado la brújula a Everett, cosa que no hizo que se preocupara. Era una sensación extraña... No conjeturaba sobre su posible origen, simplemente se alegraba de tenerlo de nuevo en su poder. Movió la cadena de la brújula sobre su muñeca y sonrió abiertamente.

-¡Qué mala eres! Bueno, vale, tu argumento me ha convencido. ¿Es el nuevo cómic de Lobezno? La verdad es que hace tiempo que llevo esperando a que venga a la tienda... -comentó por encima-. No te preocupes Syd, si no has sido tú, será cosa de Matt o Charlie. Ya sabes como son de graciosos... Apuesto por Charlie, que su sentido del humor es más... ¿currado? No sé cómo definirlo realmente -Everett no parecía preocupado por el misterio de la brújula, mientras que Sydney se mostraba totalmente contraria. ¡Era un regalo después de todo! ¿Qué mal iba a hacerle? Ninguno, era un simple objeto que le indicaba el Norte... El Norte. Everett movió su cabeza y volvió a acariciar a Romi mientras miraba a su dueña-. ¿Vamos? Me apetece pasear... ¿Qué te parece si vamos al Norte? Al fin sabré en qué dirección voy, ¡qué emocionado estoy! -y sin pensarlo apenas, tomó a Sydney de la mano y comenzó a dirigirla.

Curiosamente, el Norte los llevaba al bosque. Ese lugar con el que había estado soñando tanto tiempo el profesor de ciencias, ese lugar que no conocía en absoluto, en cambio, la brújula le dirigía hacia allí. ¡Simplemente tenían que seguir el Norte si debían volver al punto de reunión! ¿Punto de reunión? Everett movió la cabeza intentando apartar esos pensamientos tan confusos y que tanto lo apartaban de la realidad. Respiró profundamente y obviando los comentario de Sydney, él continuó hacia el Norte. ¡Al fin sabía donde estaba el Norte! No hablaba, simplemente observaba el horizonte y la brújula, asegurándose que iba en el camino adecuado. ¿Estaría allí esa persona que tanto tiempo llevaba buscando? Entonces, un ladrido de Romi lo sacó de su mundo (al que ahora le era muy fácil adentrarse). No se había dado cuenta, pero estaban en el bosque y aún cogidos de la manos.

-¡Es increíble! ¿Qué habrá más allá del bosque? Siempre me lo he preguntado... -soltó Everett mientras avanzaba y de lo que no se percató es que su mano se desprendió de la de Sydney, por lo que avanzó unos cuantos pasos solo hasta que notó su ausencia. El Norte, el Norte, el Norte...-. ¿Ocurre algo? -preguntó preocupado, intentando callar sus propios pensamientos que le advertían que debía continuar yendo hacia el Norte.
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Mensaje por Sydney J. Watson Mar Oct 16, 2012 4:02 am

¿Mala? ¿En serio? Sonreí divertida y me encogí de hombros ante su pregunta – No sé. Tendrás que descubrirlo tú mismo… - ¿Qué no me preocupará? ¿De verdad? Fruncí el ceño ligeramente al tiempo que volvía a bajar la mirada hacia la brújula. Del mismo modo que me resultaba familiar, me daba mala espina a partes iguales. Era una sensación extraña, pero creía que cuanto más lejos estuviéramos del objeto más a salvo, por mucho que fuera un objeto a primera vista inofensivo. “Incluso el objeto más insignificante puede esconder un gran poder…” No sabía muy bien de donde había salido aquel pensamiento pero me pareció incluso acertado. – No sé, Eve… - ¿El Norte? ¿Qué obsesión le había dado ahora con ir hacia el Norte? Vale que la brújula marcara el norte – ¿Por qué no…? – Pero antes de que pudiera acabar la frase me había tomado de la mano y me había empezado a dirigir.

Se me hacía extraño y estúpidamente se me escapó una sonrisa, pues aquella situación siempre era a la inversa. Siempre era yo la que le dirigía porque él no sabía encontrar el camino a casa. El problema era que le veía tan emocionado y feliz con aquello, con el saber en qué dirección iba por primera vez y posiblemente una sensación de que con una brújula no se iba a perder, que fui incapaz de llevarle la contraria durante el tiempo que estuvimos andando.

El Norte… El Norte llevaba al bosque. Yo había estado muchísimas veces allí (a veces creía fervientemente que tenía una fuerte conexión con la naturaleza que no sabía de dónde provenía) y había visto animales salvajes. Había oído la clase de animales que vivía en el bosque. Incluidos lobos. Una cosa era meterse en el bosque de día con el sol en lo alto, otra muy distinta hacerlo cuando el sol se estaba poniendo y dejaba caer sus últimos rayos sobre nosotros.

- Nada bueno… - Murmuré en respuesta a su pregunta. Llamadlo corazonada, pero por muchas veces que me hubiese adentrado en el bosque aquella vez me estaba dando muy mala espina. Además, no todas las preguntas tenían respuesta… ¿Qué había más allá del bosque? Otros pueblos, ciudades, de aquellas que veían por la televisión y mencionaban en películas y noticias. El caso es que yo al menos nunca había sentido la necesidad de abandonar Storybrooke e ir a sitios como Hollywood o Miami. Estaba muy bien en Storybrooke. El siguió avanzando, pero yo me desprendí de su mano y me quedé parada. Noté que Romi se sentaba junto a mí de la misma manera que empecé a notar el frío de la noche, que por algún motivo parecía que allí dentro se intensificaba. Me abracé a mí misma frotando unas cuantas veces mis brazos para espantar aquel frío repentino que me había invadido.

Le observé avanzar, alejarse de mí y por un momento pensé que no se iba a dar cuenta de que yo me había soltado de su mano y que iba totalmente solo. Al parecer notó mi ausencia porque se volvió hacía mí preguntándome que ocurría. Me quedé unos segundos en silencio. – Me da mala espina el bosque a estas horas, eso es todo. – Volví a frotarme los brazos antes de poner la mirada unos segundos en la brújula. ¡Menuda obsesión había cogido con ir al Norte desde que esa brújula apareció! – Eve, cariño, ¿por qué no volvemos mañana? Tenemos todo el día para venir e ir al Norte si así lo deseas, pero…, creo que será mejor que volvamos a casa, ¿no crees? – Después de todo el Norte no se iba a mover de su sitio y podíamos volver perfectamente al día siguiente y e ir donde él quisiera, pero ahora mismo había algo que no me gustaba absolutamente nada en aquel bosque.


Última edición por Sydney J. Watson el Jue Nov 08, 2012 3:21 am, editado 1 vez
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Mensaje por Everett N. O'Connor Sáb Oct 20, 2012 9:28 am

Sydney se respaldaba en la opinión de que el bosque no le gustaba a esas horas, algo con lo que Everett discrepaba abiertamente. El bosque era un lugar natural, un lugar con el que había estado soñando tanto tiempo que... que incluso pensaba que no le podía pasar nada malo. ¿Que se encontraban con un animal salvaje? Simplemente harían que no se sintiera amenazado. ¿Que se perdían? Imposible, Everett tenía en su poder esa maravillosa brújula que aquel anónimo le había regalado. El profesor de ciencias dejó escapar una mueca de indignación, de desapruebo ante las palabras de la psicóloga. ¡Volver mañana! ¡Qué locura más grande! ¡No, para nada! ¡Ellos tenían que ir al Norte ahora, ahora o nunca! Ciertamente, la actitud de Everett no tenía explicación lógica, pero no había otro tipo de explicación en aquel mundo. ¿Qué era aquella brújula? ¿De qué manera le estaba afectando? Estaba creando una obsesión enfermiza con seguir el Norte, el rumbo que marcaba aquella aguja tan bonita, porque tenía que ir allí, a su encuentro. Él no pensaba volver, y así se lo hizo informar a Sydney negándolo con la cabeza y dando dos pasos hacia atrás.

-No, yo ahora no vuelvo. ¡Estando tan cerca del posible final del bosque! ¿Realmente no quiere saber que hay más allá? Quizás el mundo acabe, probablemente no, ¿pero te lo has imaginado? ¿No entiendes que mañana no tendrá sentido ir al Norte? ¡No lo tendrá simplemente! -resopló cansado mientras alzaba los brazos como si aquello fuera palpable, capaz de deducirlo una persona corriente-. ¿No te gustaba el riesgo? Te estoy presentando un riesgo poco peligroso, en el bosque no hay nada y si lo hay, simplemente lo esquivamos (dirigiéndonos siempre al Norte, claro). ¿No entiendes que esa persona puede estar esperándome al final del bosque? ¡Puede ser, o más bien lo creo firmemente! Esta brújula... esta brújula me va a guiar, así lo parece, así lo siento en mi interior -colocó una mano abierta en su pecho para expresarlo mejor. Sentía pasión por la ciencia, pero aún más por aquella brújula. ¿O acaso estaba confundiendo cariño con pasión? ¡Todo era demasiado complicado!-. Lo siento Syd, pero si quieres volverte a casa ya, puedes irte, pero yo me quedo aquí. Siento haber hecho que vinieras a recogerme...

La voz de Everett sonó apenada, enfadada, molesta. ¿Por qué tenía que ser siempre así? Nunca se había percatado hasta ese instante, pero normalmente la psicóloga siempre le hacía de parecer con lo que quería hacer. ¡Él era libre, él podía ir al bosque si así lo deseaba! ¿Por qué le era tan difícil de entender? ¿Por qué era tan aguafiestas? La quería, la quería tanto que le dolía que dudase de esa manera de él. Porque sí, Everett era un desastre, y él nunca se había percatado de esa duda que había tenido Sydney con respecto a él. Aunque hiciera "oídos sordos" conocía perfectamente la opinión que todos los demás tenían con respecto a Everett, pero aquello no le afectaba en absoluto. Lo que sí le afectaba era que Sydney sí dudara de él. ¿Por qué no podía ayudarle a cumplir ese pequeño deseo? ¿Acaso no sentía curiosidad por el "mundo exterior"? Se pasó la mano por la cara, suspirando, intentando relajarse, pero le estaba costando demasiado. Le faltaba el aire, pero eso él no se había dado cuenta de momento. Toda su concentración estaba puesta en Sydney y en la brújula, ya que cada vez sus pensamientos se desvanecían casi por completo, simplemente para que él cumpliera una sencilla acción: ir al Norte.
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Mensaje por Sydney J. Watson Lun Oct 22, 2012 8:12 am

Genial. Ahora se ponía en modo cabezota. ¿Posible final del bosque? ¿En serio? – A mí siempre me ha parecido infinito. – Solté sin pararme a pensar en lo que estaba diciendo, aunque en cierto modo era así y el caso es que siempre llegaba a un punto del bosque en el que paraba y volvía hacía atrás, como si algo me impidiera seguir hacia delante, pero nunca había sabido qué era. – ¿Por qué diablos iba a perder mañana sentido ir al Norte? ¡El Norte no se va a mover! – Me estaba empezando a exasperar, cosa que se notó ligeramente en mi tono de voz que había subido conforme hablaba. Todo aquello me estaba poniendo nerviosa – Esto no es un riesgo… - No, no lo era. En realidad no tenía ni la más remota idea de que era todo aquello, pero sí que estaba segura de que un riesgo no. Quizá una estupidez o una idea descabellada, pero, ¿un riesgo?

Bajé la mirada hasta Romi durante unos segundos antes de que Everett empezara a hablar de aquella persona que buscaba y de lo seguro que estaba de qué la brújula lo iba a guiar hasta ella. ¿Se podía saber que le había pasado? Le miré entrecerrando ligeramente los ojos y poniendo luego mi mirada en la brújula, sin embargo sus últimas palabras me dolieron haciendo que volviese a buscar sus orbes azules.

- Yo no lo siento…, sabes que paso a recogerte porque quiero y porque me gusta pasar tiempo contigo, así que no lo digas como si fuera una pérdida de tiempo o algo que me pesase… - Ahora era yo la dolida también, porque si, aquello había dolido. ¿Y qué me fuera a casa? ¿Dejándole solo? Vale…, no era un niño pequeño, pero…, siempre había sido una persona con un sentido de la orientación tan pésimo… Ni siquiera me podía creer que hubiese dicho eso de verdad.

Lo que estaba claro es que no estaba actuando como el Everett que yo conocía. El Everett que yo quería y cuando mis ojos marrones se volvieron a posar en la brújula fue cuando tuve claro que aquel chisme parecía tener algo que ver, como si de alguna manera estuviera influyendo en su mente, su forma de pensar y de actuar. Eve siempre había sido una persona racional. En cierto modo él era el racional de los dos mientras que yo era un poco más pasional, por lo que todo aquel comportamiento no era… No era Everett.

- Eve, piensa un poco, se racional… ¿No te das cuenta de que eso te está cambiando? – Le señalé la brújula que llevaba en una de las manos. Era como si le estuviera incitando de alguna manera a ir hacia el Norte, el Norte y nada más que el Norte, como si se estuviese convirtiendo en una obsesión que no le dejara pensar en nada más. Lo peor es que Michael días antes (Oh si, cuando había pasado todo aquello) me había comentado que últimamente había accidentes extraños cerca de la carretera y recordaba que Paula siempre me decía en nuestras sesiones que cuando alguien intentaba salir del límite de Storybrooke tenían accidentes. Vale que no me creyese todo aquello que decía la niña de que éramos personajes de cuentos y su madre la Reina Malvada, pero era curioso que Michael me hubiese dicho eso y Paula hubiese repetido lo mismo varias veces. – ¿Y si es peligroso ir más allá? Eso no lo sabes…

Aunque algo me decía que por mucho que insistiese y dijese Everett iba a hacer lo que le diese la gana y se dejaría llevar por aquella brújula que yo (y probablemente él tampoco) no sabía de donde había salido ni quien se la había dado, pero seguro que no le estaba haciendo ningún bien.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Jue Oct 25, 2012 6:06 am

Las palabras de Sydney eran las más racionales que le podrían soltar a ese cambiado Everett, ya que para nada se comportaba de una manera corriente, de una manera lógica, como era él. Pero aquello poco le importaba, ni siquiera se preguntaba el por qué de aquella obsesión creciente que había nacido en él. Abrió bastante los ojos, entre sorprendido y ofendido por sus primeras palabras. ¡No se lo podía creer!

-¡Pues no lo sabes Sydney! ¡No lo sabes! ¿Y si el Norte es algo relativo, siempre cambiante? ¡Tengo que aprovechar ahora que el Norte se mantiene en esta posición y acudir allí! ¿Es que no lo entiendes Syd?

Dio unos pasos hasta acercarse completamente a ella, casi pegando su cuerpo al suyo y mirándola directamente a sus ojos negros. Extraño, pero cuando retrocedió notó una presión dolorosa en el pecho, como si le estuviera advirtiendo que el camino que estaba tomando no era el correcto, que debía dar la vuelta y olvidarse de Sydney. ¿Pero cómo iba a olvidarse de ella? Después de todo era una de las personas más importantes de su vida... ¿Y la otra persona? ¿Qué papel jugaba esa persona en su vida?

-¿Estás siendo sincera? Yo creo que solamente soy una carga para ti, que soy un niño pequeño... Sé que todo el mundo piensa eso de mí, ¡pero es normal, normal! Simplemente hago oídos sordos a todo esto, pero tú, Sydney... ¿Piensas de verdad que soy tan inmaduro? -miró a Sydney cavilante, entrecerrando los ojos y cogiéndole la barbilla a ella para acariciársela y levantarla ligeramente-. No me mientas ahora, sé que piensas como todos los demás, dices que intentas entender mis problemas y los de todos los demás, pero... Lo dudo. Solamente sabes pensar para ti misma, ¿y sabes qué? Ahora quiero ser egoísta y pensar por mí y para mí por una vez en mi vida, y si digo que voy a ir al final del bosque aunque sea yo solo, así haré. Y bien sabes que cuando digo una cosa, siempre la cumplo.

Bufó, cansado de tener que dar tantas explicaciones. ¡De pensar incluso! Le dolía la cabeza, le seguía doliendo el pecho y no sabía si era por cómo se estaba comportando con Sydney o porque no estaba andando a través del bosque. ¡Debería ponerse en marcha ya mismo. Entonces ella se atrevió a mencionar la brújula, ¿qué estaba sugiriendo? ¿Que un simple objeto estaba afectando a su comportamiento? Así creía Everett también, pero sus ansias de continuar hacia el Norte le nublaban el juicio. ¿Por qué malgastaba el tiempo explicándose siquiera?

-Ahora eres tú la que no está pensando de manera racional... ¿No te puede entrar en la cabeza que simplemente quiero ir al Norte? ¿Tan difícil es de entender? ¿Tan difícil es de entender que me siga gustando coleccionar cómics aunque ya haya pasado de la adolescencia? ¿Tan difícil es entender que me guste pasar horas y horas en mi laboratorio? ¿Tan difícil es entender que por una vez en mi vida... sé qué camino seguir? -mientras hablaba, retrocedía sobre sus propios pasos, alzando a veces la voz, otras veces bajando el volumen hasta que finalmente la última pregunta se convirtió en un leve murmullo lleno de dolor. No, ella nunca podría entender aquella impotencia de no reconocer el camino, que cada mañana era como si te formateasen tu mapa mental. Miró a la brújula, observando que la brújula seguía indicando la misma dirección. Bien, de momento el Norte seguía allí-. No es peligroso, ¿por qué le tienes tanto miedo al exterior? Es un riesgo que quiero correr, ni tú ni nadie puede atarme a este suelo para siempre. Lo siento -dio media vuelta frunciendo el ceño y apretando la brújula en su mano.

Everett no lo sabía, pero aquellas últimas palabras, seguramente tendrían más repercusión de lo que a él le habría gustado. Él estaba herido, demasiado herido. Sus emociones se habían intensificado a niveles extremos, ¿pero qué más daba? Ahora solamente seguiría el norte.
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Mensaje por Sydney J. Watson Dom Oct 28, 2012 8:05 am

Fruncí el ceño molesta. ¿Cómo no lo iba a saber? ¿Qué estaba diciendo? Porque de verdad, para estar frente a un científico, totalmente escéptico, ahora mismo estaba siendo todo lo contrario. El Everett que tenía frente a mí tenía de científico lo mismo que yo, nada. Absolutamente nada. ¿Dónde había quedado aquella cabecita científica? ¿En qué parte del camino hacia el bosque había quedado opacada por aquel Everett que no era capaz de reconocer? Posiblemente si él mismo se mirase en el espejo, tampoco se reconocería, metafóricamente hablando, claro.

- Everett, sabes tan bien como yo que el norte no es algo relativo y que siempre está en el mismo lugar. ¡Eres científico! – Exclamé. Empezaba a perder la paciencia, porque en otra situación seguro que me habría dicho lo que yo acababa de decirle. El Norte no variaba, siempre estaba en el mismo lugar. Al igual que el Sur, el Este y el Oeste. – El Norte siempre va a estar ahí. Tú lo sabes mejor que nadie. - Ni siquiera podía creerme que yo, precisamente yo, le estuviera diciendo aquellas cosas a él. - ¿Sabes qué es lo que no entiendo? Como de la noche a la mañana alguien tan racional, se vuelve tan imprevisible, tan…, irracional, tan poco científico.

Bufé exasperada y me pasé unas cuantas veces la mano por el cabello, hasta que me percaté de que había vuelto a acercarse hasta donde estaba yo. ¿Habría recapacitado? Durante unos efímeros segundos tuve la esperanza de que fuera así. ¿Qué…? – ¡Claro que estoy siendo sincera! Nunca te he mentido, ¿por qué iba a empezar a hacerlo ahora? Y deja de decir idioteces sin sentido… - Dije al tiempo que me apartaba de él y del contacto que había iniciado, simplemente porque estaba molesta, dolida e incluso ofendida – ¡¿De verdad crees que me hubiese empezado nuestra relación si creyera que eres totalmente inmaduro?! ¡Cuando se quiere a una persona, se le quiere con sus virtudes, pero sobretodo con sus defectos! ¡Lo sabes tan bien como yo! Ni que yo fuese perfecta… - Murmuré eso último, antes de bajar la mirada. Había captado entre líneas perfectamente como me llamaba “egoísta”. – ¡¿Para mí misma?! ¿En serio eso crees? Vaya, pues entonces debo ser una pésima psicóloga si solo se pensar para mí misma… - Dije con cierto sarcasmo en la voz. Aquello ya había sido lo que me faltaba por oír.

Empezaba a sentirme mal y no sabía ni siquiera por qué, igual que no sabía el motivo real por el qué estaba pasando todo aquello. Se me antojaba tan extraño. Todo había ido bien y de repente las cosas se habían torcido hasta llegar a aquello. Mis ojos marrones se clavaron en Everett que empezaba a hablar otra vez y a sacar las cosas de contexto. ¿A qué venía por ejemplo aquello de los cómics? – ¿Disculpa? ¿Qué yo no estoy hablando de manera racional? ¿Dónde está Everett y qué has hecho con él? Me gustaría que me lo devolvieras – Y aunque pudiera sonar a broma estaba hablando completamente en serio – ¡Nunca he dicho nada porque sigas coleccionando cómics! ¡Ni siquiera me parece mal! Así que no se a que ha venido eso… - Era cierto, no tenía ni la más remota idea – Lo único que digo es que esta persona que tengo delante de mí ahora mismo… - Negué con la cabeza. Vale que yo no entendiera esa frustración que debía de sentir por no encontrar el camino, por perderse en un pueblo tan pequeño como era Storybrooke o no ser capaz de leer un mapa, pero siempre que le había preguntado se había mostrado tan…, despreocupado por el tema. Siempre había afrontado aquel problema que tenía con una sonrisa, así que sinceramente, no sabía por qué ahora había sacado a relucir el tema.

En realidad no entendía absolutamente NADA.

- ¿Si nada te ata aquí por qué no te has ido antes? ¿Por qué haces esto ahora? ¿Por qué me haces esto ahora? – Nunca pensé que preguntar aquello pudiera doler tanto y hacerte sentir tan culpable a la vez si la respuesta era la que pasaba por mi cabeza en aquellos momentos – ¡Si tantas ganas tienes de ir al Norte! ¡Vete! ¿Qué te lo impide? ¿Qué es lo que te está deteniendo? Porque… que yo sepa aún no te he atado y arrastrado de vuelta… - Aunque recordé perfectamente algo que me dijo meses atrás…, sin embargo estaba más que claro que no era la misma persona a la que yo tanto quería, que había algo que le estaba haciendo cambiar y que no me gustaba nada. Bajé la mirada hacia Romi, demasiado cansada de intentar hacerle entrar en razón, pero sabiendo al mismo tiempo que me iba a arrepentir de dejarle ir solo.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Lun Oct 29, 2012 9:39 am

Los argumentos de Sydney por muy buenos que fueran, no guardaban el menor sentido en la cabeza de Everett. ¿Acaso un científico no tenía derecho a pensar de aquella manera? ¿Acaso un científico no podía divagar? ¡La ciencia no había nacido de la lógica! ¡Sino del instinto! ¿Y que era el instinto sino el enemigo de la lógica?

-¡Pues ahora no quiero ser científico toda la vida! ¡Estoy harto! ¿Me escuchas? ¡Harto! Estoy harto de esforzarme, de preparar todo tipo de eventos para transmitir mi ilusión y ver esa misma ilusión destrozada porque en este maldito pueblo nadie sabe apreciarla. Estoy harto de que la gente me señale, me conozca por cosas que han ocurrido a mi alrededor, por cosas que he hecho. Estoy harto de que me tomen por lerdo, por inútil -apretó el puño que no sujetaba la brújula (porque por nada del mundo iba a destrozar aquel objeto que se había convertido de un momento para otro en algo tan preciado para él)-. A lo mejor cambiando de actitud, la gente deje de señalarme, se olvide de mi presencia definitivamente -quería tirarse de los pelos por la rabia que sentía. ¡Eso no era propio de él! No recordaba haberse enfadado tanto, no sabía cómo comportarse ante tanta impotencia en su interior. ¡Era todo tan extraño y tan nuevo para él!-. ¿Idioteces sin sentido? Seguro que eso es lo que piensas de mí siempre... "El buenazo de Eve de nuevo con sus tonterías y sus locuras..." Hay veces que en mi interior hay una batalla, una batalla extraña, y luego están los sueños, su ausencia, el bosque, ¡tú! ¿Sabes que te digo, eh? Puedes largarte si quieres, al igual que a mí ya nada me ata a este suelo, a ti no te ata nada ni nadie en el bosque. Vuelve a tu casa, llévate a Romi y sigue con tu vida... Pensaba que podía confiar en ti, pero veo que no pudo ser, que todavía no te conocía del todo, ni tú a mí. Lo siento Sydney.

Y con esas últimas palabras, Everett giró por completo, dándole la espalda a la que era y seguiría siendo su mejor amiga, su pareja. Hubo algo en su interior que gritó, que gritaba más bien que se diera la vuelta y que besara apasionadamente a Sydney, porque realmente la quería, era su otra mitad, sin embargo ese magnetismo que lo atraía hacia el Norte era superior. Era mágico, porque había algo (su instinto) que le sugería que se iba a encontrar con ella, con esa persona tan importante con ella, esa persona que tenía que proteger de cualquier mal. Ni siquiera volvió a girar para darle una última mirada a Sydney, continuó andando a un ritmo rápido, incesante, seguro. Le dolía dejar a Sydney así como así, y a otros buenos amigos suyos, puesto que desconocía el viaje, el tiempo que le iba a tener que dedicar.

Era de noche y los sonidos que acompañaban a Everett no era para nada agradables, y la iluminación de la luna no ayudaba mucho para que Everett pudiera observar correctamente la brújula. La flecha no se movía, seguía indicando aquel lugar y Everett seguía así, así, así... Y así fue como el joven profesor de ciencias dio un paso en falso, cayendo por un derrumbamiento de tierra (o algo parecido, era demasiado oscuro), golpeando finalmente su cabeza contra una roca. En esos cortos instantes entre la consciencia y la inconsciencia, en esos instantes en los que estaba cayendo, en esos instantes en los que todo se ralentizaba, la brújula se separó de la mano de Everett y volvió a ser él, preguntándose por qué estaba cayendo, por qué le dolía todo el cuerpo. El choque contra la roca fue decisivo. Notó como algo se rompía, como algo dejaba de pertenecerle y durante esos instantes, recordó las palabras que le había ofrecido con tanta crueldad a Sydney. Y a su vez, el recordar a Sydney hizo que su imagen apareciera en su mente, pero una imagen distorsionada, era ella, pero a la vez no, puesto que su nombre era diferente también. También le pareció verla a ella.

Pero pronto todo se apagó.

Y allí quedó el cuerpo inerte de Everett, o más bien su cuerpo insconsciente. Su respiración era pausada, tenía los ojos cerrados y de su cabeza manaba bastante sangre, la cual se mezclaba con la tierra y las hojas del bosque. Tic, tac... Su vida colgaba de un hilo, no muy grueso, pero tampoco muy fino.
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Mensaje por Sydney J. Watson Mar Oct 30, 2012 11:03 am

- Perfectamente, pero no hace falta que me grites a mí. - Que le gritase al vacío, que le gritase a aquellas personas que despreciaban su trabajo, que le tomaban según él por lerdo e inútil, que le señalaban y le conocían por cosas que habían ocurrido él cerca, pero, ¡que no me gritase a mí! ¿Qué culpa tenía yo? ¿Se creía que sobre mí no decían nada? ¿Qué no me señalaban? ¿Qué no me relacionaban con acontecimientos? No, de repente parecía que todo el mundo giraba en torno a él y nada más que él. Estaba comportándose de una forma totalmente egoísta y egocéntrica. Si él estaba harto yo también estaba harta. Harta de oír sus quejas, de oírle decir cosas sin sentido, fuera de contexto… ¡Estaba harta de aquella situación! De tener la posibilidad de cambiar el pasado, desde luego cambiaría aquel día. Le diría que no podía pasarme por el colegio, que tenía cosas qué hacer, todo fuera por ahorrarme ese mal rato y el malestar que me estaba causando.

Levanté los brazos en señal de derrota, dispuesta a irme. Si quería perderse en el bosque, que se perdiera, ya nos llamaría a Matt o a mí cuando se diera cuenta. Ah, no, cierto que nunca llevaba el móvil encima (aún me preguntaba para qué lo tenía, pero bueno…) en ese caso, ya se buscaría la vida. Estaba demasiado dolida y cabreada (sí, se podría decir que tanta estupidez me había llegado a cabrear) como para preocuparme por cosas como aquella que en un estado normal me hubiesen preocupado. ¿Acaso no se daba cuenta de que por su boca no salía más que un sinsentido? Me daba cuenta de que por mucho que intentase razonar con él no iba a conseguir absolutamente nada, pero por nada del mundo esperaba aquellas últimas palabras.

Algo se rompió dentro de mí. En mi cabeza incluso tuve la sensación de oír cómo se hacía añicos emulando el sonido de un jarrón de cristal que cae contra el suelo y esparce todo su contenido por el mismo. Así me quedé yo en ese momento, totalmente desecha y sin ser capaz de articular una sola palabra, ni siquiera cuando se dio la vuelta y se empezó a alejar de mí o cuando noté como mis ojos empezaban a escocer y algo me decía que le siguiera, que volviera a intentar hacerle entrar en razón… Simplemente me quedé en el mismo punto hasta que desapareció de mi vista.

Dolía. Dolía que te dejaran de aquella manera…, pero más dolía tener la sensación de que no había sido la persona a la que tú tanto querías la que te había dejado, sino otra que ni tan siquiera parecías conocer. Bajé la mirada hasta encontrarme con Romi antes de darme la vuelta y volver por donde había venido, sintiendo que con cada paso que daba ese vacío que había sentido durante mucho tiempo y había desaparecido volvía a abrirse. – Mañana seguro que viene a buscarnos como cada día… - Esbocé una triste sonrisa. No sabía si de verdad creía en lo que acababa de decir o simplemente quería que fuera cierto. Todo estaba demasiado confuso en mi mente.

No sé realmente cuánto tiempo caminé antes de notar que Romi volvía a dirigirse hacia el interior del bosque. La miré unos segundos, esperando que simplemente fuese porque había algo que había captado su atención y quería investigarlo, hasta que me di cuenta de que seguía caminando – ¡Romi! – Capté su atención puesto que enseguida se volvió a mirarme, aunque solo por unos segundos – ¡Romi vuelve! ¡Tenemos que irnos a casa! – La alenté aunque parecía no estar dispuesta a hacerme el más mínimo caso. ¿Qué tenía hoy todo el mundo con el bosque?

Al final me resigné y decidí seguirle o más bien alcanzarla, el problema era que el bosque de noche te podía jugar muy malas pasadas y aún así era como si yo supiera exactamente dónde poner los pies o donde estaban los obstáculos, como si me hubiese movido por el bosque toda mi vida o tuviese una habilidad especial, lo cual no dejaba de sorprenderme. – ¡Romi! – Volví a llamarla cuando noté que pisaba algo. Dejé de prestarle atención a Romi que había empezado a ladrar insistentemente para bajar la mirada al suelo y encontrarme con la brújula que había llevado Everett en su mano. La cogí sin parar a pensar, mirándola durante unos segundos. Me resultaba familiar, sin embargo lo raro era que con lo extrañamente obsesionado que parecía haber estado con la brújula ahora la hubiese dejado allí sin más. El dolor y el enfado, dió paso a otro sentimiento muy diferente, una mezcla de preocupación y angustia. – ¡Eve! ¡Eve! – Grité antes de levantarme. Oí a Romi acercarse hasta mí y cogerme el bajo del abrigo tirando de mí – ¿Qué pasa Romi? – Estaba siendo desde luego el día más raro de mi vida. Me metí la brújula en el bolsillo del abrigo mientras el animal me arrastraba de forma insistente. Me hubiese enfadado con ella de no ser porque a los pocos segundos entendí todo: porque me había llevado hasta allí y porque estaba llevándome de forma tan insistente.

No grité, no lloré simplemente dejé caer el bolso al suelo a medio metro de él y me acerqué hasta el cuerpo inerte de Everett, sintiendo como cada parte de mi cuerpo temblaba. Me dejé caer de rodillas a su lado. Quería gritar, quería sacar todo lo que estaba sintiendo dentro, pero simplemente de mi boca no salía sonido alguno, era como si mis cuerdas vocales no quisieran colaborar. Me llevé unos segundos una de las manos a la boca, antes de extender mis manos que temblaban sin que yo pudiera ejercer control alguno sobre ellas, para con toda la fuerza de voluntad con la que contaba en ese momento tomarle el pulso.

No sentí ni una pizca de alivio cuando pude notarlo, débil pero existente. Toda aquella sangre que empezaba a mezclarse con la tierra y las hojas secas y que incluso manchaba mis manos me recordó a su muerte. Me pasé una de las manos por el cabello antes de soltar el primer grito desde que había llegado hasta Everett. Reaccioné más deprisa de lo que hubiese esperado, como movida por un instinto de supervivencia, de SU supervivencia, sacando el móvil del bolso.

Matthew. Fue la primera persona en la que pensé y el primero número que marqué. Apagado. ¿En serio? ¿Apagado? ¡No me lo podía creer! Llamé a casa – Vamos… - Murmuré perdiendo los nervios a medida que oía los tonos de llamada y que nadie respondía al otro lado. Las primeras lágrimas manaron de mis ojos al tiempo que con mi mano libre tomaba con fuerza la de Everett, como si aquel contacto pudiera mantenerlo conmigo. En realidad deseaba fervientemente que ese contacto le mantuviese conmigo. ¿Dónde se había metido Nate? Había olvidado por completo que cuando salí de casa Pedro y él no estaban.

Michael. Fue la siguiente persona en la que pensé… ¿A la tercera va la vencida? Un tono. Otro tono. Empezaba a desesperarme. ¿Por qué cuando se necesitaba a alguien no cogía el teléfono? ¿Por qué? Y entonces sin más oí su voz al otro lado del teléfono y de golpe sentí un alivio inmediato muy a pesar de mi situación, de su situación. – ¿Michael? – Dije con voz entrecortada, ni siquiera me iba a molestar en fingir que no estaba llorando, en fingir que no estaba histérica y que a cada segundo el miedo me atenazaba con más fuerza. Miedo a perderle. – Necesito…, necesito tu ayuda, por favor… Ev…, Everett ha tenido un accidente y hay…, hay tanta sangre que… - Me volví a interrumpir a mí misma incapaz de seguir hablando – No sé qué hacer… - Acabé diciendo antes de pasar a decirle donde estábamos, más o menos, porque estando en el bosque era difícil darle una ubicación exacta.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Miér Oct 31, 2012 12:03 pm

Estaba nadando en el mar. Hacía mal día, el cielo estaba encapotado y comenzaban a caer las primeras precipitaciones. Sentía en mi ser toda la libertad que aquella extensión azul grisácea me ofrecía. Me hacía sentir más vivo que nunca. Casi ni era consciente de que mi cuerpo estaba siendo azotado por unas gotas que comenzaban a caer ya con más fuerza. Parecía que se iba a desatar la tormenta del siglo pero aquello no me importaba. No en la situación en la que me hallaba al menos. Ninguna preocupación abrumaba mi mente, todo lo demás había dejado de existir. Notaba cada fibra de mi cuerpo, como mi corazón palpitaba con fuerza claramente excitado por aquello. Deseaba con todas mis fuerzas que aquello no acabase nunca. Era como si mi vida fuese el mar, como si perteneciese a él y, en realidad, una parte de mi sí deseaba que una ola me arrastrase y me atrajese a sus profundidades, no dejándome salir nunca más.

En ese momento como si una fuerza sobrenatural hubiese leído mi pensamiento, se alzó ante mi una imponente ola. Al principio, luché para resistir la corriente aunque fueron unos escasos segundos. Acto seguido me dejé engullir por aquella fuerza que, me permitió ver antes de arrastrarme al fondo, la orilla a lo lejos que se iba desvaneciendo. De pronto todo se volvió oscuridad, hasta que me di cuenta de que era porque había cerrado mis ojos. Cuando los abrí me encontré casi rozando el fondo del mar. Mi pulmones luchaban por respirar aunque cada vez que intentaba regresar a la superficie la corriente me alejaba de ella. Ante mi sorpresa, cuando no pude aguantarlo más y respiré, la sensación de estar aspirando agua y ahogándome parecía no llegar. Más bien era como si pudiese respirar bajo el agua. Mi cuerpo dejó de estar tan tenso y sentí la emoción de aquel descubrimiento. Continué buceando como si me tratase de un pez para descubrir las maravillas que allí se hallaban escondidas. De pronto, dejé de sentir mi cuerpo como tal justo en el momento de que un molesto ruído comenzaba a sonar cada vez más fuerte..

Cuando abrí los ojos vi que el sonido procedía de mi móvil. Desganado, saqué el brazo del calor de las sábanas preguntándome quien me había llamado. - Diga... - Dije con voz todavía semidormida. Al otro lado del teléfono sonó la voz de Sydney que parecía bastante alterada, como si estuviese llorando. Aquello fue lo que necesitaba para volver a posar los pies sobre la tierra y alejar aquella molesta sensación de pesadumbre que cernía sobre mí. - ¿Qué ha ocurrido? - me limité a preguntar preocupado por mi amiga. Al escuchar sus palabras me levanté de un salto de la cama y comencé a recoger la ropa que tenía tirada en la cama, la que había llevado a trabajar y me había puesto antes de dormir aquella merecida siesta. - Sydney, tranquila. Necesito que me escuches y que te tranquilices. Quiero que intentes hacer presión sobre sus heridas mientras no llego. Comparte tu ubicación conmigo desde el móvil y voy ahora mismo. - Colgué el móvil y abrí uno de los armarios de mi habitación para coger un maletín con material quirúrgico que siempre tenía preparado para emergencias.

Tras salir de casa, cogí el coche en dirección al bosque. Cuando vi que no podía avanzar más en mi vehículo, me bajé a prisas y comencé a correr, móvil en mano siguiendo el punto que marcaba el móvil. Al llegar y ver el panorama, me aproximé rápidamente mientras empezaba a valorar las heridas - ¿Qué ha ocurrido? - pregunté serio mientras me colocaba a su lado. Me refería evidentemente a como se había hecho las heridas, no a la situación que les había llevado a estar así.
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Mensaje por Sydney J. Watson Dom Nov 04, 2012 12:36 pm

Me necesitaba tranquila y con la cabeza fría, así es como me necesitaba Michael y en especial Everett que era la persona cuya vida estaba pendiendo de un hilo. Asentí tontamente sin darme cuenta de que eso Michael que estaba al otro lado del teléfono. En cuanto colgué el teléfono hice lo que me había pedido y compartí mi ubicación con él, esperando que no tardase demasiado en llegar. La ventaja con la que contaba ahora Everett, era precisamente que Storybrooke era un pueblo pequeño por lo que recorrerlo desde una punta hasta la otra no llevaba demasiado tiempo.

¿Tranquilizarme? No, aquella parte no la llevaba tan bien desde luego. Tanta sangre solo me estaba trayendo a la mente malos recuerdos y un desenlace que no quería que repitiese. No podía evitar las lágrimas y una parte de mí no quería evitar que siguieran manando de mis ojos, porque en esos momentos sentía que era la única manera que tenía de manifestar la angustia que sentía, de sacarla fuera de mi cuerpo. – Everett… - Murmuré aferrando con más fuerza la mano de él que tenía entre una de las mías – No te puedes ir. ¿Me oyes? No puedes irte y dejarme aquí. Ni dejar a Matt y a… todos tus alumnos. – Lo decía con toda la firmeza con la que era capaz de hablar a través de las lágrimas. Era todo lo que se me ocurría – No quiero que te vayas… Te necesito conmigo...

Me había olvidado incluso de aquellas palabras que tanto me habían dolido y que me había dicho hacia apenas unas pocas horas. Era como si todo aquello hubiese desaparecido de las páginas que conformaban mi mente y se hubiese quedado en blanco. Una página en blanco por llenar. Por mucho que me hubiese dolido en aquellos momentos, eso había dejado de tener importancia. Ni siquiera estaba segura de que lo fuera a recordar hasta que mi mente se volviese a calmar y llenase esa página en blanco con los recuerdos dolorosos de esa tarde a los que por supuesto acabaría sumando la situación que estaba viviendo en esos precisos instantes.

Realmente no supe cuanto tiempo pasó hasta que oí ruido de pisadas acercarse a mí. En realidad la primera en darse cuenta fue Romi, cuyas orejas se alzaron y que alcanzó a Michael antes de que llegase hasta mí haciéndome aquella pregunta. Posiblemente debido a todo el remolino de sentimientos que me invadía en esos momentos no fui capaz de contestar en el acto. No sabía si estaba en shock o qué, pero… me costó ordenar mis recuerdos y pensamientos dentro de mi cabeza. – No…, no lo sé… - Alcancé a decir sin poder evitar que más lágrimas nacieran de mis ojos marrones. Seguía sintiendo aquel temblor incontrolable invadirme el cuerpo entero.

Nuestro secreto. Nuestro secreto ya me daba igual. ¿Qué importancia podía tener eso ahora? Ahora mis prioridades habían cambiado. Estaba claro que no iba a poder seguir ocultándolo. Menos en la situación en la que nos encontrábamos en ese preciso momento. Bajé mi mirada hasta las manos unos segundos, completamente llenas de sangre, de su sangre y me estremecí. – No sé qué le ha pasado… Debe de haberse tropezado y haberse caído… Yo…, yo no estaba con él – Conseguí decir intentando controlar los sollozos e intentando respirar hondo pero sin conseguir mi objetivo. – No puedo perderle. No puedo perderle a él también… - Simplemente ahora me daba cuenta de que me costaría demasiado superar nuevamente algo así. Me aferraría a cualquier rayo de esperanza que atisbara, a cualquier pequeño resquicio que me dijera que todo iba a salir bien. – Hemos tenido una… una discusión horrible – Más lágrimas, empezaba a sentir que incluso me dolía el pecho por todo aquello. Es más, inconscientemente me llevé una de mis manos hasta ese lugar – Y yo…, yo me fui… me iba a casa, pero Romi volvió… Supongo que de alguna manera supo que le había pasado algo… - Levanté la mirada para buscar la de Michael, necesitaba con desesperación que me dijera que todo iba a ir bien… que me tranquilizara, que Everett iba a salir de esa…
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Mensaje por Michael C. Tallhart Mar Nov 06, 2012 10:11 am

Una de las partes complicadas de nuestra profesión eran situaciones como aquellas. Lo más importante para un buen diagnóstico, ergo un buen tratamiento se basaba fundamentalmente en la historia clínica. Lo más adecuado era cuando el propio afectado nos la transmitía el mismo y, cuando no podía ser de esa forma, el familiar o la persona que estuviera con esa persona en aquel momento. Pero en situaciones de accidentes en los que la gente se ponía demasiado nerviosa y que no lograba ni pensar con claridad, aquello se dificultada demasiado y, con ello, se dificultaba mi trabajo. Por una milésima de segundo casi me permito el lujo de mostrar asombro ante la situación actual de Sidney. normalmente solía ser una persona racional que sabía afrontar todo tipo de situaciones, al menos aquella era la impresión que me había estado transmitiendo desde que la había conocido. Pero la Sidney que se hallaba ante mi era completamente diferente, como si fuese otra distinta. Unos días atrás me había dado cuenta de los pequeños grandes cambios que había estado incorporando en su día a día sin llegar a percibir la profundidad de estos, pues también parecían haber afectado a su forma racional de pensamiento.

No me hizo falta ser demasiado avispado para percatarme de que, fuese lo que fuese, aquel joven era la causa de todo. ¿Un novio, quizás? Aunque si lo fuese, la siguiente pregunta sería ¿por que no me lo has dicho antes? No entendía el motivo de ocultar una relación, sino que más bien se me antojaba un comportamiento infantil e incomprensible propio de una etapa bastante más involucionada a la que vivíamos ambos y, según mi primera valoración, Everett también. Si estuviésemos en otra situación probablemente hubiese dejado que aquella pregunta hubiese sido articulada por mis labios. En cambio, tras valorar que no era ni el lugar ni el momento dejé que el viento arrastrase aquellos pensamientos para centrar toda mi atención en aquel varón que se encontraba ante mi, malherido.

Me acerqué hasta el cuerpo con cuidado comenzando a valorarlo. Palpé con cuidado su muñeca en busca de pulso. Suspiré aliviado al notar que sí que lo tenía solo que apagado. Había perdido bastante sangre, no la suficiente como para plantearse una transfusión pero si como para que me preocupase un poco. Acto seguido rescaté una linterna de mi bolsillo y me acerqué hasta su rostro para levantarle, intentando no moverlo, uno de sus párpados para valorar el reflejo fotomotor. Al fijarme como su pupila se contraía exhalé otro leve suspiro de alivio. Aquello unido con las percepciones que había sacado al principio sobre que todavía respiraba por los movimientos de su caja torácica, pausados y rítmicos que me hacía valorar que no había insuficiencia respiratoria, y la posterior medición de su pulso en las carótidas que resultó ser normal, me permitió tomarme un minuto para pensar cual sería la mejor forma de actuar. Comencé a organizar la escasa información que tenía en el cerebro para efectuar las siguientes preguntas - Sydney, céntrate. Ahora necesito que pienses porque esto es muy importante. ¿entonces no has visto cómo ha caído, no? - parecía ago demasiado aparatoso para haber sido una simple caída. No me cuadraba demsiado aunque sabía, por sus heridas, que tampoco le habían sido causadas por alguien - ¿No has tocado el cuerpo, verdad? Es decir, no lo has movido ¿no? ¿Sabes si tiene alergia a algún medicamento o a algo importante? - Yo ya me había girado hacia mi maletín para coger una bolsa de suero y una aguja. Necesitaba que le metiesen algo de volumen plasmático en ese momento ya que comenzaba a temer que cayese en bradicardia cardíaca por la pérdida de sangre y asistolia. Pese a que su pulso ahora rápido, cuando no llegase suficiente sangre al corazón que bombear este se pararía, y ahí si estaríamos jodidos.

Exploré uno de sus brazos buscándole una vena en donde colocarle la vía, procedimiento que realicé con cuidado tras haberme asegurado de limpiarle la zona con un antiséptico. Después conecté la bolsa de suero y se la acerqué a Syd - Ahora quiero que te levantes y sujetes esta bolsa sin apretarla, ¿De acuerdo? ¿Puedes hacerlo? Y con tu mano libre llama al hospital para que manden una ambulancia lo más rápido posible - Me acerqué de nuevo al maletín y comencé a coger muchas gasas para hacer presión en una herida que tenía en el costado que parecía la que peor pinta tenia, intentando frenar así la hemorragia para que aguantase hasta que pudiésemos llegar al hospital y meterlo en quirófano.
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Mensaje por Sydney J. Watson Lun Nov 12, 2012 5:31 am

Nunca te das cuenta hasta que estás en la situación, que cuando es la vida de una persona y la que quieres que corre peligro tu razonamiento se pierde totalmente, como si nunca hubiera existido. Normalmente mantenía la cabeza fría en aquel tipo de situaciones, porque sabía que era lo mejor que podía hacer, eso o dejaba que todo lo que sentía de alguna manera se canalizase en algo positivo. Aquella vez, no obstante, me estaba siendo completamente imposible. Las similitudes en mi cabeza y todos los recuerdos mezclados en ella no me dejaban pensar con la suficiente claridad. Recordaba aquella angustia que había sentido y el dolor de la pérdida que me había acompañado durante tanto tiempo y que había acabado haciéndome más fuerte.

Eso no quitaba que tuviera mis momentos vulnerables y al parecer el que estaba viviendo se había convertido en uno de ellos, en uno de esos momentos en que mi parte racional se iba de vacaciones y lo que era pensar con la cabeza era lo que menos hacía. Aún así cuando oí las palabras de Michael diciéndome que me centrase, me sequé con el dorso de la mano las lágrimas y inspiré profundamente, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener las lágrimas dentro de los ojos y no sacarlas.

Al parecer lo conseguí.

- No, no lo he visto. No estaba aquí. – Eso ya lo había dicho, ¿no? Bueno, pues entonces corroboraba que no había estado allí en ese momento. Negué con la cabeza ante su siguiente pregunta. Aquello era de sentido común y ni siquiera el hecho de estar histérica y al borde del colapso habían hecho que hubiese tocado el cuerpo, movido de lugar, mejor dicho. – No, no lo he movido… - Y por unos momentos me pregunté si habría sido capaz de hacerlo, contestándome a mí misma segundos más tarde. – No, no tiene alergia a ningún medicamento o cualquier otra cosa – Respondí percatándome de que había respondido a todos las preguntas con un “no”, algo que me habría sacado una sonrisa en otra situación diferente a la que estaba viviendo en esos momentos. Incluso parecía que me estaba tranquilizando, como aquella mañana en que los recuerdos de él habían acudido a mí cabeza de una forma horrible que me hizo entrar en un estado extraño que ni yo misma era capaz de explicarme. De alguna manera ahora era como si la sola presencia de Michael a mi lado hubiese conseguido que me calmase de súbito, de la misma manera que aquella mañana al entrar en contacto con Everett todo había desaparecido y había sido reemplazado por una tranquilidad transitoria y el poder hablar por primera vez en muchos años de mi prometido.

Mis ojos siguieron los movimientos de Michael en quien tenía depositada mi entera confianza en esos momentos muy a pesar de haberle ocultado detalles de mi vida. Ahora sabía que tendría que contárselo, después de eso no me quitaba otra. Si no se lo contaba me sentiría bastante rastrera. Mis ojos pasaron del brazo de Everett donde le había puesto la vía a la bolsa que me tendía Michael en esos momentos – Sí, puedo hacerlo. – Dije con determinación al tiempo que la cogía y sin apretar tal como me había dicho él, me levantaba y la sujetaba en alto.

Me había olvidado por completo de la brújula hasta que volví a meter la mano que ahora tenía libre en el bolsillo del abrigo para hacer lo que me había pedido Michael. Notar el tacto de aquel objeto me hizo recordar que había sido eso lo que nos había metido en el bosque en primer lugar. Me entraron ganas de cogerlo con fuerza y tirarlo lo más lejos posible, consumida por la rabia que despertaba en esos momentos. Si no hubiese sido por aquella dichosa brújula, posiblemente Everett no hubiera dicho de entrar en el bosque, pero por otro lado algo me empujaba a mantenerla “a salvo”. Marque el número y en cuanto cogieron di las indicaciones, mi voz seguía temblando al igual que parte de mi cuerpo, pero el hecho de tener a alguien allí que sabía lo que hacía me hizo sentirme más tranquila. – Se pondrá bien, ¿verdad? – Y aunque quisiera oír una respuesta afirmativa lo que más deseaba en ese momento era oír la verdad. No quería que me la ocultasen tras una falsa mentira que pudiera hacerme sentir mejor o algún tipo de esperanza. Si tenía que enfrentarme a algo prefería hacerlo ya que esperar demasiado… - Gracias, Mike. – Menté después de unos segundos de silencio y lo decía de verdad. Quien sabe que habría hecho de no haber podido contar en esos momentos con su ayuda.

Eso sí, el espacio de tiempo entre aquel gracias y el momento en que oí las sirenas de la ambulancia anunciando que llegaban se me hizo eterno. Realmente eterno. Lo más curioso de todo es que me había olvidado incluso del frío que me había entrado poco después de entrar en el bosque, poco antes de empezar a discutir con Everett, cosa que solo recordé cuando me volvió a azotar en ese preciso instante cuando una brisa de aire helada llegó hasta donde nos encontrábamos nosotros.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Jue Nov 15, 2012 8:11 am

Odiaba aquel tipo de casos médicos en los que nadie sabía como habían tenido lugar los accidentes de los pacientes por el simple hecho de no saber cosas importantes como el tipo de lesión. Ya que si tuviese la certeza de que la columna no corría peligro, podría moverlo sin problema. En cambio así, debía actuar con un cuidado inusual para no provocarle ningún tipo de lesión. Aún así, su aspecto parecía peor de lo que realmente estaba. con suerte la ambulancia llegaría pronto y podríamos hacer algo más por él, si nadie lo hubiese encontrado a tiempo entonces si que podría haber sido un gran problema. Por suerte, Sydney parecía haber estado en el lugar y el momento oportuno. Everett había tenido mucha suerte ya que, por mis cálculos, si hubiesen tardado dos horas más su estado sería demasiado precario para intentar algo más. Suspiré aliviado cuando dijo que no lo había movido y asentí distraídamente mientras seguía valorando sus constantes y examinando el cuerpo. Comencé a valorar sus pulsos periféricos, para asegurarme que no tenía ninguna hemorragia interna y que llegaba suficiente sangre para mantenerlas oxigenadas y todo parecía estar estable.

Aprovechando que Sydney había cogido la bolsa de suero y había dicho que podría hacerse cargo de aquello, me encargué de valorar su cuerpo para intentar localizar el origen de aquella sangre que discurría por el terreno fangoso. Procurando no moverlo demasiado, localicé la primera detrás de su cabeza, a la altura del occipital. Parecía una herida poco importante en cuanto profundidad y que no debía ser la causante de aquel importante sangrado. Sin embargo, lo más importante era hacer un TC craneal para valorar si había daño cerebral. Fruncí del ceño concentrado mientras seguía buscando la causante de todo aquello. Entonces fue cuando me fijé en su brazo izquierdo, donde parecía concentrarse mayor cantidad de sangre. Pude ver un corte limpio aunque, al estar sucio por la tierra podría tratarse de una malinterpretación. AL fin y al cabo, una caída normal no podía producir aquello - ¿Estás segura de que estabais solos? Esto... no parece producido por una caída cualquiera - Exclamé hacia ella sin mirarla mientras sacaba del maletín una compresa y algo de esparadrapo para colocarle un vendaje comprensivo que facilitase que el sangrado se fuese deteniendo.

Cuando pensé que ya había hecho lo fundamental, me fijé en otra herida a la altura de su riñón derecho que parecía tratrarse de otro corte limpio. Procedí de la misma forma que en el caso anterior. Aquello sería suficiente. Extraje del bolsillo mi móvil y empecé a escribir un mensaje al encargado del laboratorio de hematología para que nos reservasen unas bolsas de sangre O- para transfundir. Había perdido parte de su volumen y, aunque no fuese importante, dudaba que con el suero fuese del todo suficiente. Solo aparté la vista del cuerpo inmóvil de Everett ante la pregunta de Sydney. Pude ver nuevamente la preocupación en su rostro y me tomé unos segundos para responderle con total seguridad - Tiene un traumatismo craneoencefálico a nivel del occipital y dos cortes algo feos. Si te preguntas si va a sobrevivir a esto, mi respuesta es un sí - La miré fijamente aunque sin sonreír - Pero... no puedo saber si hay alguna lesión cerebral hasta que no le hagamos ninguna prueba de imagen y se despierte. Además.. el corte del hipocondrio derecho no estoy seguro si pudo haber afectado al riñón o al hígado, está demasiado cerca de ellos y sangra mucho. Pero te prometo que haré más de lo que esté en mi mano para solucionarlo. - Dije finalmente para tranquilizarla -No te pongas en lo peor porque es una posibilidad remota, pero mi deber es informarte.

Escuché el sonido de la sirena de la ambulancia aproximándose, cosa que hizo que me levantase abruptamente y comenzase a recoger todo mi material para guardarlo. Pronto llegaron los paramédicos con una camilla y me miraron sorprendidos al reconocerme - Varón, 26 años de edad. No se sabe como ha tenido el accidente por lo que no se puede descartar lesión medular. Presenta traumatismo cráneo-encefálico a nivel temporal, lesión en la parte posterior de antebrazo derecho y en hipocondrio derecho con hemorragias activas. He aplicado compresión manual para favorecer hemostasia y le he empezado a infundir una bolsa de suero para remontar el pulso ya que sonaba débil a la auscultación cardíaca. Pulsos periféricos rítmicos y simétricos, por lo que descarto isquemia en extremidad. Voy a llamar a la unidad de radiología para que vayan preparando la sala del TC y ya he reservado dos bolsas de 0-. - tras aquella exposición se acercaron a él para intentar subirlo sobre la camilla y miré hacia Sydney - Ve con ellos en la ambulancia, yo llevo el coche y dejaré en casa a Romi mientras que estás allí, no te preocupes. Si llegáis antes que yo, di en el hospital que eres mi amiga.

Me acerqué al perro acariciándole en la cabeza con cuidado. - Vamos amigo, pasarás un tiempo en mi casa - Hasta el animal parecía preocupado. Mordí mi labio inferior mientras comenzaba a encaminarme a mi coche. Allí, le abrí la puerta trasera para que entrase y comencé a conducir hacia mi casa lo más rápido que podía. Si me obligaban a parar, siempre podría explicarle mi situación y que era de vital importancia para evadir la multa. Paré un segundo en casa para dejar a Romi dentro, dejándole en un plato algo de carne que tenía en la nevera que me había sobrado de la comida, y volví a montar en el coche rumbo al hospital. Había llegado a la par que Sydney en la ambulancia ya que antes de aparcar pude ver como bajaban de la ambulancia la camilla de Everett. Me bajé del coche y me acerqué corriendo hacia ella. - ¿Sabes algo más?
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Mensaje por Sydney J. Watson Dom Nov 18, 2012 7:15 am

Traumatismo craneoencefálico y que sobreviviría aquellas heridas, por supuesto, pero lo que no estaba claro es si había alguna lesión cerebral. Me llevé el puño de mi mano libre al rostro a la altura de la boca mientras intentaba asimilar las palabras de Michael. Porque realmente era difícil de asimilar algo así sobretodo si era relacionado con alguien a quien querías tanto como yo a Everett. Aún así aquella promesa de Michael hizo que una fugaz sonrisa apareciera en mi rostro. – Lo sé. – Por supuesto que sabía que él haría todo lo que estuviera en su mano para ayudarle, para ayudarla a ella, aunque fuese porque se había dado cuenta de cuan importante era Everett para mí. Era obvio que dadas las circunstancias se había percatado de ese hecho y ni siquiera me importaba, del mismo modo que estaba segura de que no me importaría en absoluto a partir de aquel momento.

El sonido de las sirenas de la ambulancia fue lo que me sacó del ensimismamiento en el que me había visto introducida inconscientemente después de todo lo ocurrido. Suponía que en cierto modo y en mayor o menor grado estaba en un estado de shock que no me dejaba actuar con total normalidad. Lo que si noté en ese momento es que de alguna manera para mí todo lo que ocurría a mí alrededor se había ralentizado en cierto modo. Mi mirada paso de Mike a Everett y por último a los paramédicos que se acercaban con la camilla. Escuché a medias toda la información que Michael les daba, en cierto modo muy lejos de allí, y solo “volví” en el momento en que uno de los paramédicos me pidió la bolsa de suero que yo aún sujetaba.

- Puedes dejarla en mi casa… - Dije un poco tarde, pues Michael se movía más rápido que yo y ya se había acercado hasta Romi que le siguió obediente. Estaba claro o al menos para mí, que había sido gracias a ella que había llegado a tiempo para que el estado de Everett no empeorase hasta que fuese irremediable. Sabía desde ya que no olvidaría aquello, que si Everett salía de aquello, no podría olvidar que había sido gracias a Romi que había sobrevivido, que había sido ella la que le había salvado la vida.

Asentí a las indicaciones de Michael antes de ir detrás de los paramédicos y subir con ellos. Ni una sonrisa, nada apareció en mi rostro mientras veía al que se había quedado atrás conmigo maniobrar con algunos de los instrumentos que tenía allí. No me decía nada y yo tampoco le decía nada a él, porque no quería interrumpir su trabajo o distraerle. Sabía perfectamente cuales podían ser las repercusiones de un error en esos momentos y no estaba dispuesta a jugármela. El viaje se me hizo corto, cosa que tampoco era de extrañar siendo que Storybrooke no era precisamente un pueblo grande, sino más bien lo contrario. Lo que sí me sorprendió fue que al bajar Michael llegase precisamente. ¿Acaso habíamos tardado más de lo que se me había antojado? – No, nada. Todo igual que antes. – Vamos, eso en realidad era algo que me imaginaba. No me habían dicho nada. Mientras no empeorara…

Viré la mirada hacia Michael cuando entramos en el hospital. Estaba perfectamente al tanto de lo que estudiaba y que a Everett ahora se lo tendrían que llevar a cirugía… Le miré unos segundos dudando entre cual de las dos cosas pedirle – Ve con él, seguro que te sentirás más útil – Sonreí débilmente – Yo esperaré. – Obvio que iba a esperar allí, intentaría ponerme en contacto otra vez con Matt y con Nate a ver si localizaba a alguno de los dos, pero ni loca iba a irme de allí… aunque tuviese que quedarme esperando toda la noche.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Mar Nov 27, 2012 12:44 pm

Decir que tenía pocas dudas por todo lo que había pasado, era decir poco. Pese a haber escuchado a Sydney, todo me parecía demasiado extraño. Las heridas que aparecían en Everett no parecían tener relación con una caída fortuita. Y tampoco es que entendiese demasiado bien que hacían en aquella parte del bosque, tan alejados de Storybrooke. Aunque objetivamente, aquello era lo de menos. Tenía que estar atento a lo que ocurría ante mis ojos, centrarme en el estado de Everett que, pese a no ser demasiado grave, no estaba fuera de peligro del todo. No quería cometer ninguna imprudencia ya que Sydney parecía demasiado afectada por sus estado. Toda aquella reacción desmedida ante el malestar del joven, hizo que sospechase que no eran simplemente amigos aunque aquello no era un dato que importase demasiado para su estado de salud y en aquel momento no era el oportuno para preguntarlo.

Una vez que dejé a la perra en mi casa y conduje de nuevo al hospital, me encontré de nuevo a una Sydney muy preocupada e inquieta. Me dolía ver a mis amigos en aquel estado y, por supuesto, todo lo que estuviese en mis manos lo haría para poder solventar aquella situación. Sydney parecía haber leído en aquel momento mi mente, ya que lejos de pedirme que me quedase junto a ella mientras estaba en cirugía me pidió que fuese con él. Yo asentí y la abrazé, estrechándola con fuerza entre mis brazos. Al separarme, le di un beso en la frente y le acaricié con cariño la mejilla - Te prometo que todo va a salir bien, estaré en primera fila para asegurarme. En cuanto sepa algo, saldré a comunicártelo - Sin más dilación, me giré y me perdí por la puerta que iba al quirófano ante la mirada de alguna enfermera que debía de ser nueva, pues había intentado detenerme para que no entrara en el área quirúrgica sin estar con el uniforme. Pese a ello, mi mirada fría y amenazante parecía haberla disuadido de hacer aquello.

Mientras le hacían la TC, yo pude ir hasta los vestuarios a cambiarme para aprovechar aquel tiempo muerto. Pese a que tardarían un poco, me di toda la prisa posible para estar en el quirófano mientras que lo acondicionaban para asegurarme de que no faltaría nada en la intervención. Una vez que lo llevaron hasta allí y lo sedaron, comenzamos el equipo quirúrgico a actuar. Limpiamos y suturamos todas las heridas, incluyendo la vena hepática que parecía haberse rasgado; había tenido suerte de que el hígado actuara como comprensivo para evitar que se desangrase, ya que aquella herida podría haber sido mortífera. Cuando terminamos, pude respirar aliviado. Tras eso, fui hasta mi despacho para ver en el ordenador el resultado de todas las demás pruebas que habían hecho. Habían pasado dos horas desde que había dejado a Sydney sola, así que intenté darme toda la prisa posible.

Antes de salir pude como dejaban la camilla de Everett en rehabilitación para vigilar sus constantes mientras los efectos de la anestesia desaparecían de su organismo. Con paso firme caminé hacia la sala de espera y miré a todo el mundo hasta que encontré a Sydney. Hice un gesto con el rostro, llamando su atención, para que me acompañase y la conduje hasta una habitación para el personal que se hallaba vacía. Cuando cerré la puerta, la miré sonriente - Está todo bien. En la operación fue todo sobre ruedas, en la TC no se han observado daños cerebrales ni en ninguna otra parte. Simplemente tenía ligeramente rasgada la vena hepática pero se la hemos suturado sin problemas ni ningún tipo de complicación. Ahora ya si que puedo decirte al... 95 % de seguridad que está fuera de peligro y que sería extraño que tuviese alguna secuela.

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Mensaje por Sydney J. Watson Vie Nov 30, 2012 3:07 am

Promesas. Ese tipo de promesas solían ser las que se rompían con más facilidad, porque en esas situaciones y circunstancias la vida no era algo fácil de controlar precisamente. No era fácil llevar un control sobre la vida del otro, siempre había variantes, imprevistos algunas veces positivos otras veces negativos, pero ahí estaban ocultos y aparecían cuando menos te los esperabas. Te hacían actuar en cuestión de segundos, tomar decisiones y apelar con las consecuencias de los actos que llevases a cabo en ese momento. De lo que si estaba segura es que iba a hacer todo lo que pudiera y estuviera en su mano y que en cuanto supiera algo me lo comunicaría. Estaba claro.

Asentí con la cabeza sutilmente, porque por mucho que lo intentara las palabras se me habían quedado atoradas en alguna parte de la garganta. Daba la sensación de que si intentaba hablar se me quebraría la voz y acabaría llorando nuevamente y era algo que por el momento quería evitar a toda costa. Quería mantenerme cuanto más entera posible, mejor. Miré a mí alrededor durante unos largos segundos después de perder la vista a Michael, antes de sentarme en una de las sillas de la sala de espera. Pasé mi mano por mi rostro antes de llevar ambas manos a las rodillas. Sabía ya de antemano que aquello se me iba a hacer largo, realmente largo. Suspiré largamente y me preparé para esperar.

Volví a intentar llamar tanto a Nate como a Matt, pero ambos parecían estar fuera de cobertura. ¿Tendría Matt turno de noche y yo no lo sabía? Se me pasó por la cabeza la idea de llamar a Zackery a ver si estaba localizable y sabía donde estaba Matt, pero… Era todo demasiado complicado. Incluso me pregunté si no habría intentado contactar el hospital con Matt, pues era obvio que nosotros dos éramos los números que salíamos en su ficha para las emergencias. Durante las siguientes dos horas, me levanté, me volví a sentar, me volví a levantar, caminé de aquí para allá en la sala de espera e incluso acepté aquella tila que me trajo una de las enfermeras que debió de verme bastante nerviosa. ¿Quién no lo estaría en mi situación? En ese momento me había limitado a sonreírle a la mujer y aceptar aquello que me traía. Realmente tenía la sensación de que había pasado una eternidad hasta el momento en que vi aparecer a Michael. El corazón me dio un vuelco e incluso se podría decir que empecé a ponerme más nerviosa de lo que ya estaba anteriormente.

Seguí al chico hasta una habitación sin saber que esperar hasta que vi aquella sonrisa en su rostro. Los malos augurios desaparecieron de mi cabeza. Suspiré aliviada mientras me llevaba una de las manos al pecho. – ¿En serio? He pasado tanto miedo… - Miedo de perder a esa persona tan importante en mi vida. Ni siquiera iba a tenerle en cuenta las burradas que me habia soltado aquella noche en el bosque, ni el daño que me había hecho. El simple hecho de que pudiera haberlo perdido hacia que todo aquello hubiese desaparecido en mi mente, hubiese quedado relegado a un segundo plano, donde no tenía más importancia de la necesaria. – No sé…, no sé como agradecerte esto… - Susurré quedamente sin llegar a creérmelo totalmente. En sí, era demasiado para asimilar, pero al menos me aliviaba enormemente saber que había un porcentaje muy alto de que no tuviera secuelas y que no habían visto daños cerebrales.

Me quedé unos segundos parada en aquella posición, en aquel punto de la habitación justo antes de acortar la distancia que me separaba de Michael y abrazarle. Era una forma de darle las gracias, porque realmente en ese momento las palabras no me salían. No sabía que decirle para agradecerle lo que acababa de hacer por mí, por Everett, así que con aquel gesto realmente resumía todo, absolutamente todo lo que sentía. Me habría sentido realmente culpable si algo le hubiese pasado a Everett y le hubiese perdido.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Miér Dic 05, 2012 11:40 am

La mejor parte de mi trabajo era precisamente aquella: hablar con los acompañantes cuando todo durante la cirugía salía a pedir de boca. Ver en sus rostros dibujada aquella alegría conseguía que se sintiese como propia, que tu trabajo y esfuerzo sirviese para algo. Pero era cuando esas personas eran tus amigos cuando la satisfacción era plena. Ver en el rostro de Sidney aquel agradecimiento implícito dibujado en sus gestos supuso para mi el mejor de los regalos, saber que todo el tiempo y el esfuerzo que había supuesto mi carrera realmente servían para algo. Parecía en una nube y yo me sentía de igual forma al empatizar con ella. En numerosas ocasiones me habían dicho que aquello no era bueno porque pese a que en los buenos momentos fuese como un bálsamo, en los malos podía llegar a destruirte. Sin embargo, jamás había sido capaz e cerrar aquella ventana hacia los sentimientos de los demás sino que más bien dejaba que me embriagasen por completo.

Sonreí ante su pregunta mientras sonreía como lo haría un niño en la mañana de navidad al ver los regalos. - Ahora no tienes porqué preocuparte, deberemos hacer un par de pruebas más, mantenerlo bajo vigilancia ya que el protocolo de traumatismo craneoencefálico exige mantenerlo en constante vigilancia durante al menos 24 horas, pero al menos no se aprecian lesiones físicas por el momento. Puedes aliviarte un poquito - dije mientras juntaba mucho mis dedos pulgar e índice y la miraba cariñosamente. Realmente me alegraba de que todo hubiese salido bien en la cirugía, que Sydney estuviese así de feliz. Pese a haber algún par de dudas sueltas sobre aquella desproporcional preocupación por Everett si solo eran amigos, no tenía ganas de hablar sobre aquello porque sabía que ella así lo deseaba. - No tienes por qué, Sydney, es mi trabajo.. Es mi vocación - reforcé aquello último dándole énfasis- Además, ver tu rostro de felicidad ya me parece suficiente recompensa - Dije con sinceridad ya que así lo sentía. al fin y al cabo, ¿era la mejor parte de mi trabajo no? Según pronunciaba las palabras de que parecía que no tendría secuelas había visto como su cara se iluminaba todavía más si aquello era posible, y aquello hacía que me sintiese a gusto conmigo mismo. el esfuerzo había merecido la pena sobradamente.

Fue entonces cuando vi como se acercaba hacia mi y me abrazaba. Hice lo propio estrechándola entre mis brazos con fuerza mientras utilizaba la interjeción "Chis" para indicar que se tranquilizase. Entendía su preocupación, pero al menos ya estaba fuera de peligro que era lo que más apremiaba. Comencé a acariciar cariñosamente su espalda con mis manos mientras en mis labios se volvía a dibujar una amplia sonrisa. Dejé que transcurriesen unos segundos en silencio porque aquel gesto lo expresaba todo y no quería que se rompiese con esa brevedad. - Cualquier cosa que necesites, estaré aquí Syd - hablaba con completa honestidad, no era lo mítico que se decía pero no se sentía y sabía que ella era consciente de aquello. Me separé unos centímetros para mirarla a los ojos con la sonrisa todavía en mis labios - Y sino, con decir que eres amiga mía intentarán que estés lo más cómoda posible, eso te lo aseguro - Le di un golpe cariñoso en la nariz con mi dedo índice intentando arrancarle una sonrisa.
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Mensaje por Sydney J. Watson Vie Dic 07, 2012 3:48 am

Conocía por encima todos aquellos protocolos, posiblemente debido a los años que había trabajado en el hospital y que oías todas aquellas cosas prácticamente todo el día. Asentí con la cabeza, visiblemente más tranquila que antes, al menos por el momento. Aún tenía que contactar con Matthew, en ese momento se estaba convirtiendo en mi prioridad. No quería que el bombero se enterase por boca de terceros cuando yo estaba literalmente metida en todo aquello de forma muy directa. Era la que había estado allí, la que había llamado a Michael. – Se pondrá bien… - Murmuré en voz baja intentando autoconvencerme de ello. Siempre podían surgir complicaciones y… ¡Mejor no pensar en eso!

Su vocación. Le entendía perfectamente cuando decía aquello, yo tenía mi vocación ayudando a los demás y ver como el rostro de una persona cambiaba a lo largo de las sesiones y como la confianza en ellos iba creciendo te parecía una recompensa más que suficiente. En muchas ocasiones más incluso que el dinero que ganabas haciendo ese trabajo. Cuando veías todo aquello en la otra persona te dabas cuenta de que el esfuerzo y empeño que habías puesto en aquella persona y su tratamiento valía la pena.

Aquel “Chis” de Michael se coló en mis oídos. Sentía la fuerza con la que me estrechó aquella forma de acariciar mi espalda con cariño que hizo que me sintiera reconfortada. – Lo sé. – Sabía que estaría allí y que podría contar con él. –Hoy me lo has demostrado con creces. – No sabía como se lo iban a agradecer tanto Everett como ella, y posiblemente también Matthew y las demás personas que tenían algún aprecio hacia el profesor de ciencias.- ¿Me favoreces? – Bromeé tras aquellas palabras del joven. Sí, de repente durante aquel lapsus de tiempo sentí que hasta podía bromear aunque fuese solo aquella vez y en ese preciso momento. Esbocé una tímida sonrisa tras el gesto de Michael que se borró rápidamente. A pesar de las buenas noticias seguía preocupada. Preocupada por él, por lo que había pasado…

Intentaba no pensar en aquellas crueles palabras que me había dirigido en el bosque como si nunca hubiesen existido, pero era difícil. Me habían dolido aquellas palabras por parte de Everett, claro que todo lo ocurrido luego lo había dejado en un segundo plano. Me decía a mí misma que no estaba hablando en serio y que me hubiese pedido perdón al día siguiente, seguro. – Estoy enamorada de él. – Confesé esbozando una sonrisa. Al final había decidido decírselo a mi amigo, abrirme un poco y no seguir manteniendo aquello dentro de mí. Sacar aquel secreto. De todos modos en mi opinión a lo mejor había sido algo más o menos evidente para Michael aquella noche. – No…, no te tomes a mal que no te lo dijera antes es que…- Me separé de Michael y me eché el cabello hacia atrás. Al hacerlo pude notar la sangre reseca que tenía en algunas partes del cabello fruto de mi contacto con la sangre de Everett. – Pasó poco después de la fiesta de la alcaldesa y de que Willow le besará públicamente y… Ya sabes como es la gente en este pueblo. – Me encogí de hombros. Todo el mundo sabía que los chismorreos en aquel pueblo eran uno de los puntos del dí. – Sobretodo con lo que había pasado en la fiesta y que luego resultase que yo…

Bajé ligeramente la mirada al suelo antes de volver a buscar los ojos claros de Michael. – No se lo hemos dicho a prácticamente nadie. Temíamos que si se enteraba todo el mundo, con todo lo ocurrido acabase rompiéndose. Las habladurías afectan más de lo que parece… - Dejé escapar un largo suspiro de entre mis labios. El habérselo dicho de una vez a Michael en cierto modo hizo que tuviese la sensación de que me había quitado un gran peso de encima.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Mar Dic 25, 2012 3:52 pm

Al haber escuchado mis palabras, lejos de que pareciese haberse tranquilizado, simulaba un poco absorta en sus preocupaciones. Era completamente lógico, ya que en esas situaciones no sabíamos como iba a ser finalmente el despertar del paciente aunque en el caso de Everett no parecía que fuese haber muchos más problemas. Sin embargo, hasta que despertarse no podíamos estar al 100% seguros y tampoco quería asegurarle del todo que estaba bajo control porque no quería que si después ocurría algo... Fuese más impactante. Prefería mantener resquicios de dudas no para que los acompañantes sufriera, sino para prepararlos para posibles complicaciones inesperadas. Más en el caso de sydney, que por nada en el mundo deseaba que sufriese ningún mal.

Cuando reclamé su atención, intentando desviar un poco el temor que sentía y las dudas, sentí que había causado efecto. La abracé más cariñosamente aún con aquellas palabras que me había dirigido y le di un beso sobre su frente, como si de una hermana pequeña se tratase. - ¿Hoy? Mmmmm... cuando salgamos de este ambiente hostil creo que te haré pagar esas palabras - Dije frunciendo el ceño, fingiendo estar molesto. Finalmente esbocé una sonrisa y le acaricié la mejilla. - Pues si ya lo sabes, espero que lo hagas. Solo dime lo que necesites y haré funcionar mis habilidades - arqueé las cejas varias veces seguidas y solté una risa cantarina que inundó el lugar. - Aunque suene mal, trabajar aquí tiene sus ventajas. Siempre le hacen más caso a alguien de la "casa", digamos que lo tratan mejor. Sé que no debería ser así... pero es algo que se escapa de mi control. y mira, si puedo usarlo para asegurarme de que esté bien controlado las 24 horas y que tu estés cómoda, no dudes en que lo haré sin problemas - aquél casa lo había pronunciado mientras marcaba las comillas con mis dedos. Me daba rabia que las cosas en el hospital fueran así, ya que deberían ser especialmente cuidadosos con todo el mundo. Pero siempre existían aquellas diferencias y un residente no podía hacer nada para cambiarlo. - ¿Aún lo dudas? aguantarme tendría que tener alguna ventaja, ¿no crees? - intentaba hacerle aquellas bromas para que desconectase más y se tranquilizase. No me gustaba verla tan... mal.

Sentí como el ambiente en la estancia se volvía algo más tenso y percibí la mirada de la morena. Me crucé de brazos, esperando lo que quería decir. Suponía que debería de no ser demasiado fácil. Cuando comenzó a hablar, no mostré en ningún momento sorpresa por sus palabras. La dejé hablar para que se desahogase sin que estuviese haciéndole preguntas sin parar. Que soltase todo a ver si así lograba sentirse mejor, aquello era algo que debía hacer como médico pero, en realidad, en ese momento estaba con ella en calidad de amigo. Mismos comportamientos con distintos matices, ya que el médico aunque sea algo fuerte de decir, no se preocupaba por aquellas "nimiedades" mientras que yo la escuchaba con toda mi atención y agradecía aquel gesto. - Bueno, te mentiría si te dijera que me sorprende. No quería decirtelo antes para no estropearte el discurso - me reí por lo bajo mientras sacudía ligeramente la cabeza. - Lo cierto es que cuando vi tu reacción por Everett, lo que sufrías.. he visto demasiado en el hospital como para saber discernir cuando dos personas son amigas y cuando.. son algo más. Me lo acabas de confirmar, aunque ya tenía esa sospecha. - Aquel día, desde luego, no había sido difícil de suponer. Y aunque no la hubiese conocido, seguramente de entrada abría pensado que entre Syd y Everett había algo. De eso no cabía duda. - Y no tienes que disculparte, Syd. Soy tu amigo, no tu diario. Estoy para escucharte cuando lo necesites, no para que te sientas obligado a ello. Evidentemente no me lo voy a tomar a mal, solo te voy a desear lo mejor.. y recordarte que para lo que necesites, estoy 24 horas disponible. Créeme, esto de hacer guardias me ha a costumbrado a desperrtarme, responder, y quedarme dormido otra vez ipso facto. el insomnio ha sido completamente erradicado de mi vida.

Me giré hacia una alacena que había en aquella habitación y abrí las puertas, descubriendo una cafetera, un microondas, botellas de agua, leche, infusiones... Vaya, de todo lo que te podías imaginar para las horas de descanso. - ¿quieres algo? Yo creo que me voy a tomar.. un te verde - Eché agua en una taza, colocando un sobre de la infusión en el interior y la calenté. - No te preocupes, mis labios están sellados. Es una decisión vuestra, y cuando estéis preparados.. Bueno, pues lo estaréis. Tenéis todo mi apoyo.
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Mensaje por Sydney J. Watson Lun Dic 31, 2012 9:01 am

Fruncí ligeramente el ceño con aquellas palabras por parte de Michael del mismo modo que hizo él antes de esbozar una ligera sonrisa. Posiblemente todas aquellas expresiones que estaba mostrando ahora no eran más que una forma de dejar salir todos aquellos nervios que estaban dentro de mí y no salían de ahí de otra manera. – ¿Con intereses? – Añadí con un ligero tono de broma. Realmente todo aquello solo era una forma de protegerme a mí misma, de crear una especie de escudo a mí alrededor.

El caso es que aunque lo sabía y estaba segura de ella no me gustaba aprovecharme de aquellas “ventajas” de las que me hablaba Michael. Me sentía…, no sé, no me gustaba sentirme privilegiada por el simple hecho de que el trabajase en el hospital. – Lo tendré en cuenta. – Me limité a decirle porque tampoco era plan decirle que no me gustaba en exceso aprovecharme de todo aquello, aunque era algo que él posiblemente ya supiera, después de todo me conocía bastante bien. – Todas las personas se merecen el mismo trato. – Musité aunque yo misma tenía claro que eso… - Aunque ya sé que ni es así, ni es tan fácil de cambiar la forma de hacer las cosas dentro del hospital. ¿Aguantarte? – Puse los brazos en jarras en un acto casi totalmente involuntario ante aquellas palabras – Aguantarle es una placer doctor Tallhart – Dije con un deje de broma en la voz. Realmente todo aquello estaba ayudándome… o más bien reforzando el escudo tras el que escondía mi verdadero estado de ánimo en aquellos momentos.

¿Era yo o el ambiente se estaba poniendo más tenso? Noté que se cruzaba de brazos, pero yo simplemente no podía apartar la mirada de él y pude notar perfectamente cómo ni un mínimo atisbo de sorpresa asomaba en su rostro. Sí…, hasta yo misma supe antes de que dijera nada que esa noche había sido demasiado obvio que el lazo que nos unía a Everett y a mí era mucho más fuerte que el de una simple amistad. – No me sorprende… He sido muy transparente esta noche. – Pues Everett y yo ese tiempo habíamos estado con otras personas presentes y habíamos sido capaces de disimular y pasar por ello sin que nadie se percatase de lo ocurrido. Aquella noche, había sido tan horrible, tan inesperado y me había dolido todo tanto (el hecho de que me dirigiera aquellas crueles palabras sumado a lo ocurrido) que no había podido fingir, lo había olvidado… ¿Cómo iba a pensar en aquella promesa cuando su vida estaba en juego? ¿Cómo? Simplemente no había podido ni querido. Lo que sentía por él era mucho más grande que una promesa que nos habíamos hecho mutuamente.

Sus palabras me aliviaban. Muchas veces me imaginaba en mi propia cabeza que mis amigos más cercanos entrarían en cólera cuando supieran que había ocultado así durante un tiempo, por lo que el hecho de que me dijera que no tenía nada por lo que disculparme me hizo sentirme bastante aliviada hasta el punto de que incluso sonreí. – Eso sí que lo he comprobado. – Apunté recordando la llamada y como enseguida parecía haberse espabilado. – No tenía a nadie más a quien acudir – Confesé y al parecer había tomado la decisión correcta, pues Michael había sido la opción más sensata en la situación en la que me había encontrado. Eso sin embargo no eliminaba la frustración que sentía por no poder ponerme en contacto, en especial con Matthew. – Yo creo que el insomnio está a punto de entrar en mi vida. – Bajé mis ojos marrones hasta que mi mirada se encontró con el suelo. Desde luego aquella noche estaba cien por cien segura de que no conseguiría dormir absolutamente nada.

Levante la mirada cuando oí que abría unas puertas posándola en su espalda y en lo poco que veía de la alacena que había abierto. Le miré con curiosidad, no sabía con qué me podía sorprender pero enseguida lo más obvio en ese momento se hizo paso a través de las palabras del joven residente. – Para mí otro, si no te importa… - Fue lo que alcancé a decir a pesar de que el mismo me había preguntado si quería algo y ese “¿quieres algo?” sobraba. Moví mí mirada unos segundos antes de alcanzar una de las sillas de la sala de descanso donde estábamos y dejarme caer sobre ella. Estaba totalmente exhausta y agotada, más mental que físicamente aunque eso no evitaba que sintiera un enorme cansancio sobre mis hombros. – Gracias… - Le dediqué una mirada cuando me mostró su apoyo, tanto a mí como a Everett y el hecho de que no diría nada. Confiaba en él, sabía que no me estaba diciendo ninguna mentira. Apoyé mis codos sobre la mesa llevándome las manos hasta las sienas y echándome el cabello hacía atrás. En esos momentos tenía la sensación de que hacía por lo menos dos días que me había levantado. Incluso la absurda discusión con Everett en el bosque se me antojaba lejana.
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