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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Lun Jul 16, 2012 3:33 am

No era muy habitual ver a Ben trabajar con tanto empeño en algo, ni aunque ese algo tuviera que ver con la mecánica, trabajo que le apasionaba. Si, se le daba bien, pero él era de los que se escaqueaba del trabajo a la más mínima oportunidad. Sin embargo aquella tarde (casi noche) era distinto. Le habían dado plantón. A él. Y eso le enfureció lo suficiente para volver al taller mecánico cuando ya debería estar cerrado y ponerse a arreglar el motor del coche que les habían dejado a última hora de la tarde y que esperaba para ser arreglado al día siguiente. Se había metido debajo del coche con su caja de herramientas a intentar no pensar en nada.

¿Que porque se ponía así por una chica que no pensaba volver a ver más allá de esa noche? Bueno, era fácil. Ben tenía un ego demasiado grande para que se lo rompieran en mil pedazos en la cara. Era él quien dejaba plantadas a las chicas con las que, después de haber quedado, decidía que no le interesaban lo suficiente. No ellas. Nunca ellas. Y que ni siquiera lograra recordar como se llamaba con la que había quedado esa noche no mejoraba las cosas en absoluto.

- Mierda - masculló cuando la llave inglesa se le escapó de la mano cuando intentaba apretar una tuerca.

Fue entonces cuando oyó pasos en la entrada del taller. Genial. ¿Quien era el idiota que se presentaba a esas horas? Desde luego no tenía la más mínima intención de atenderle, así que ni siquiera se tomó la molestia de salir de debajo del coche.

- ¡Está cerrado! - gruñó, recuperando la llave inglesa del suelo, donde había caído. Y por su parte, eso era todo lo que recibiría su "invitado", esperaría a que se fuera para ir a rescatar la botella de whisky que tenía escondida entre las herramientas para ocasiones como aquella.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Lun Jul 16, 2012 4:02 am

Si Benjamin hubiera prestado más atención a lo que escuchaba habría podido intuir que su noche estaba por empeorar. No eran los pasos comunes que se escuchaban moviéndose sobre el concreto manchado de aceite del piso del taller. Eran pasos firmes - que por la cadencia que llevaban quien quiera que se acercara venía irritado -, pasos de stilettos altísimos que hacían preguntar como Evelyn podía andar todo el día en ellos sin fracturarse los tobillos o terminar con hinchados como los de un payaso.

Su coche era bien conocido en el pueblo, una verdadera maravilla de la ingeniería lleno de lujo. Ella hubiera preferido algo un poco menos llamativo pero su padre había insistido en que había que dar ciertas apariencias cuando se trataba con socios y proveedores. Darse a respetar, alardear un poco del éxito... ella podía hacer sus propias decisiones, gracias, pero tratándose de su padre le era imposible decir que no. Que supuestamente el capricho le iría a hacer sentir mejor después del divorcio, y bien, eso no lo negaba del todo: corría de maravilla y era una delicia tomar carretera en él sólo por correr y averiguar qué tan rápido podía llegar, aunque nunca se alejaba demasiado del pueblo porque siempre tenía un compromiso al que llegar. ¿Lo peor? Que ella misma agendaba sus reuniones de manera tan apretada, y es que si se mantenía ocupada no tenía tiempo para pensar en lo vacía que se sentía su casa cuando llegaba por las noches.

El problema con su coche era que, como todas las máquinas, también era propenso a descomposturas. Todo iba de maravilla hasta que al llegar a un semáforo se había apagado sin previo aviso. Aquello le extraño demasiado y lo volvió a echar a andar, pero después de que el teatrito se repitiera otras res veces tenía claro que era momento de llevarlo a revisar. El taller de la agencia ya estaba cerrado a esas horas y ella no podía quedarse sin coche por la mañana, así que tendría que probar con el otro taller y suplicarle a Hudson o Cunningham que le hicieran el favor.

Estaba segura de que él no estaría. ¿Trabajando hasta tarde? Por favor. Seguramente andaría perdido en algun bar de mala muerte en la zona exterior del pueblo viendo a que quinceñera idiota con identificación falsa se lograba tirar. Y más idiota era ella misma por haberse dejado encandilar... pero esa era ya otra historia. Aparcó en la entrada del taller y se bajó del coche buscando con la mirada a quien pudiera echarle la mano (a cambio de una generosa compensación por el trabajo extra, claro), pero a cambio lo que escuchaba era un gruñido enfurecido de una voz que para su mala suerte conocía muy bien.

Evelyn frunció el ceño y cruzándose de brazos se recargó contra el cofre de su coche. - No, no lo está. Necesito un mecánico y eres lo único que he podido encontrar. - Ohh maravilloso, simplemente maravilloso...
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Lun Jul 16, 2012 8:55 am

Joder.

Eso es lo único que pasó por su mente al reconocer aquella voz aguda y con aires de superioridad que le hablaba desde cerca del coche debajo del cual estaba. Porque evidentemente reconocía a aquella voz y, ¿la verdad? era la última persona a la que quería ver en el mundo...
Aún así se arrastró fuera del bajo del coche, pero lo hizo con toda la calma del mundo con el solo objetivo de irritarla. Se secó la sudor de la frente con una mano sucia de grasa de motor, importándole poco si se manchaba o no se manchaba la cara y la miró con el ceño fruncido.

- ¿Sabes? La gente a la que se le estropea el coche por la noche, suelen esperarse al día siguiente. No van por ahí creyendo que son lo suficientemente importantes como para que se les arregle el coche fuera de horas.

Claro que era consciente que estaba siendo desagradable. Aquella era precisamente su estrategia con ella. O sea, hubiera sido poco servicial con cualquiera que se hubiera presentado a esas horas en el taller a arreglar su coche, pero si ese alguien era Evelyn-princesita-Aldridge lo poco servicial se tornaba en mal educado con todas las letras.
No siempre había sido así, claro que no... De hecho Evelyn era el ejemplo en carne y hueso que evocaba en su mente siempre que tenía tentación de repetir una segunda noche con alguna de las chicas con las que salía y la cosa tenía riesgo de tornarse demasiado seria. Porque con ella la cosa se había puesto seria. Seria en mayúsculas. Y había terminado jodido.

Arrugó la nariz evitando pensar en todo eso. Era lo último que necesitaba en esos instantes. Se dio la vuelta y empezó a revolver las herramientas de una caja cercana, fingiendo que estaba interesadisimo buscando algo en su interior, esperando que ella se cansara de esperar y se marchara. Pero cuando volvió a levantar la vista, ahí seguía.

- ¿Porque no chasqueas los dedos y haces que tu papi te ponga un mecánico personal? Seguro que para evitar que te mezclaras con el populacho lo haría. Y ahora si me disculpas... - dijo encogiéndose de hombros y volviendo a estirarse en la plataforma con ruedas en la que se apoyaba para deslizarse debajo del coche. Por su parte, ahí terminaba aquella conversación.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Lun Jul 16, 2012 12:44 pm

- La mayoría de la gente a la que se le estropea el coche por la noche no tiene cosas tan importantes que hacer como yo a primera hora de la mañana siguiente. - ¿Qué, quería ponerse insoportable? Por favor, ella podía ganarle en aquel juego y con facilidad. No pretendía que se quedara en vela toda la noche por tenerle la descompostura arreglada, sólo quería que le dijera si era algo sencillo que podría tenerle lista en una hora o dos, o si en vez de eso tendría que alquilar un vehículo por la mañana para poder hacer sus arreglos: ella no tomaba taxis. Tampoco era que esperara que trabajara gratis, iba a pagar más de lo justo estando muy consciente de que era una situación extraordinaria. Si lo trataba todo como lo que era, una mera transacción comercial, tal vez podría salir de ahí lo menos afectada posible.

No se movió ni un centímetro. Se mantuvo de brazos cruzados y la mirada color miel fija de manera penetrante sobre él. Cuando al fin se giraba para mirarle de nuevo y le soltaba aquella retahíla de barrabasadas, Evelyn esbozó una media sonrisa bastante irónica. - ¿En serio? ¿En serio quieres ir por ahí? - Alzó lentamente una ceja y tras ello puso los ojos en blanco.

Seguro que la memoria le debía estar fallando por pasarse los días aspirando gasolina y las noches bebiendo whisky del ombligo de cualquier zorra, pero nunca le había echado en cara el que ella no se mezclaba con el "populacho" cuando se metía en su cama. Idiota ella por haber creído en él y por no entender que mientras para ella había sido amor, para él no fue más que una pasión. Y lo caro que le había costado...

Por lo menos hacía unos meses se había consolado con la idea de que su bebé tendría los ojos azules más bonitos de todo el pueblo. Y ahora ni siquiera eso le quedaba.

- Vas a revisar mi coche, vas a decirme que tiene y si lo puedes arreglar ahora o si lo tengo que dejar y yo te voy a pagar bien por ello para que puedas irte a emborrachar en paz. Eso, o tal vez salga de aquí con el cuento de que llegué pidiendo ayuda con mi coche y el mecánico ebrio intentó pasarse de listo conmigo. Que aunque tenga mi reputación manchada tú tienes bastante fama y yo tengo un montón de abogados de mi parte acostumbrados a mentir y que no dudarían en hacerte la vida imposible. Como tal vez debí hacer meses atrás en vez de no mencionar tu hombre y dejarte fuera del problema. Si en realidad deberías agradecerme el que sigas follando, que con el escándalo ni las monjas se hubieran detenido a darte la hora. - Y lo decía con una calma y una frialdad que resultaba escalofriante. ¿Que si sería capaz de chantajearlo así? Por supuesto. Él no se había tentado el corazón al desaparecer en cuanto la prueba había dado positivo. Ella no tendría consideraciones a cambio, si por estupidez propia y embrujo de ese hombre había echado su vida a perder.

¿Habría bastado eso para que captara el mensaje? Se apartó entonces del coche un par de pasos y chasqueó los dedos. Si iba a llamarla princesa consentida que obtenía lo que quería con un solo gesto pues iba a actuar acorde. Y que fuera rápido, que ninguno de los dos quería estar en presencia del otro por mucho tiempo.

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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Mar Jul 17, 2012 2:20 am

Apenas llegaba a su sitio debajo del coche de nuevo cuando oyó la amenaza. Volvió a rodar fuera mientras la miraba con el ceño fruncido, incorporándose de nuevo en la plataforma pero sin levantarse del suelo.

- ¿En serio quieres ir por ahí? - preguntó copiando la pregunta que ella le había hecho antes.

Porque no podía creer lo que oía. ¿Ahora después de todo el tiempo que había pasado llegaba ella a reclamarle lo sucedido? Lo había esperado cuando el drama del embarazo explotó y tuvo que divorciarse de su marido, o cuando le llegaron los resultados del test de paternidad del bebé de Evelyn conforme llevaba parte de su genética. Incluso cuando ella tuvo ese aborto por culpa del estrés. Pero Evelyn no había dicho nada. Nada que le implicara a él, por lo que las malas lenguas del pueblo nunca habían sabido quien había sido la otra parte implicada en todo aquello. Claro que había rumores, pero los rumores no perjudicaban a nadie y menos a él que hacía oídos sordos a todo lo que no le interesaba.

Y ahora... Esto. ¿Por no querer arreglarle el coche fuera de horas cuando se suponía que estaba fuera de su horario laboral iba a destapar definitivamente todo el asunto?
Le repateaba tener que ceder a su estúpido chantaje, pero realmente no quería complicarse la vida, y menos por algo de hacía tanto tiempo.

Se levantó de nuevo tirando la llave inglesa con violencia dentro de la caja, dejando claro que hacía eso completamente en contra de su voluntad y se cruzó de brazos mirándola.

- Sólo un par de cosas para que te queden claras, princesita. Nadie te obligó a meterte en mi cama, así que deja de actuar como si fuera así. Y deja de hacer suposiciones sobre mis planes de alcohol y sexo para esta noche. No tienes ni idea. - claro que no le gustaba tener que ceder, y si una cosa tenía clara es que no iba a poner las cosas fáciles y a ser todo sonrisas y amabilidad. - ¿Donde tienes ese montón de chatarra?

Llamar montón de chatarra al Mercedes Benz descapotable que conducía Evelyn le dolía casi en el corazón. Adoraba ese coche, pero se aseguraba que eso no tenía nada que ver con los buenos momentos que habían pasado en él, aparcado en las afueras de Storybrooke. No tenía nada que ver con eso, solo apreciaba la buena mecánica de ese modelo exclusivo. Si, eso era.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Mar Jul 17, 2012 3:15 am

Se encogió de hombros con indiferencia. No, la verdad no era que disfrutara tener que recurrir a esas tácticas pero no le dejaba mucha opción. Además, él era el que había comenzado con aquella actitud de indignación y grosería. ¿Y él de que se quejaba si fue quien mejor parado salió de todo el problema? Sin líos, sin compromisos ni responsabilidades y sin “mocoso” del qué tener que hacerse cargo como se lo había dejado claro al momento de decirle que ella se las arreglaba sola.

No lo necesitaba a él para sacar adelante a ese bebé. Tenía dinero de sobra para dale los mejores médicos y los mejores colegios de toda la región y no había esperado de Benjamin que se ofreciera a pasarle parte de sus ingresos para mantenerlo. Pero ese era su hijo, un pedacito de ellos dos y que si bien no llegaba de la manera más convencional u oportuna a sus vidas, a pesar de cuanto complicaba la situación y de lo tenso que se volvió todo, ella lo había amado desde el momento en que supo que habría un diminuto corazón latiendo dentro de ella en cosa de unas semanas. Le había roto el corazón que Benjamin se lavara las manos como lo hizo y desapareciera así. Seguro que se había sentido hasta aliviado cuando perdió a su hijo –porque ella estaba segura que era un niño y lo iba a llamar Daniel – y es que si todo hubiera continuado con normalidad ahora mismo estaría sintiendo pataditas en su vientre.

Por eso le hacía hervir la sangre el tenerlo tan cerca y peor aún, que le recalcara eso que ya sabía: que nadie le había obligado a hacer estupideces. No, la locura había sido completamente culpa suya. Por idiota que se había dejado hipnotizar por la manera en que la miraba y le sonreía, en la que estando a su lado se olvidaba de cualquier problema y en como todo era perfecto cuando la hacía suya y la besaba al terminar. Cosas que nunca había sentido con su ex esposo, ni siquiera con William. Si en algún momento le hubiera dicho que no quería ser más un secreto ni tampoco tener que compartirla con nadie más, habría dejado ella a su esposo en el instante y no al revés, que había sido ella la botada cuando el engaño salió a la luz. Así de idiota era, y así de mucho la había lastimado y lo seguía haciendo cuando la llamaba Princesita, porque no podía evitar recordar esos días en los que la llamaba justo así susurrándole al oído mientras la tocaba.

- ¿Qué? ¿Se supone que saliendo de aquí vas a leerle a los ancianos del hospital o algo así? – Le sostuvo la mirada desafiante, sin dejarse amedrentar porque no iba a darle el gusto de saber lo mucho que le afectaba tenerlo cerca, porque era orgullosa y no importaba cuantas heridas tuviera, su dignidad iba primero.

Tomó las llaves de su coche y se las dejó caer en las manos con desdén. – Aquí en la esquina. Más respeto. Vale diez veces lo que tú. – No importaba lo que le costara verlo a la cara porque hacerlo traía de vuelta todos esos sentimientos de vergüenza y desconsuelo, pero no iba a ser ella quien apartara primero la mirada.
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Mar Jul 17, 2012 10:42 am

El cinismo de Evelyn parecía no tener fin, y él se limitó a fruncir un poco más las cejas ante su comentario de si iba a leerles a los ancianos del hospital. Le gustaba salir, le gustaba beber y le gustaba coquetear descaradamente con chicas, eso estaba claro, pero no quería decir que se pasara el día de excesos y juergas. Ella sabía a la perfección que también disfrutaba de los paseos por la playa con su perro Whisky (nombre original donde los hubiera), y que a pesar de no ser el mejor dueño del mundo, no descuidaba al animal. Así que por raro que pareciese, Ben podía tener planes tranquilos para esa noche (que el hecho de que los tuviera fuera a causa de que su cita le hubiera dado plantón no tenía importancia).

- Dame las llaves. - dijo simplemente. Una órden directa, sin "por favor", sin ningun tipo de delicadeza.

No se llevó ninguna herramienta y metiéndose las manos en los bolsillos, dejando clara la actitud que pensaba adoptar frente al coche salió del taller en la dirección que ella le había indicado. No le costó identificar el coche, llamaba tanto la atención como, seguramente, la misma Evelyn, con sus modelitos de diseño y sus zapatos de tacón de aguja.

A decir verdad, ese toque de distinción en su aspecto fue lo que le llamó la atención en primer lugar. Y a decir verdad lo seguía haciendo, pero no estaba en situación de ponerse a pensar lo atractiva que se le hacía en su traje de ejecutiva agresiva. No con la situación actual que había entre ellos, y no con él vistiendo su mono de trabajo y manchado de grasa de la cabeza a los pies.
Y aunque una pequeña parte de él sabía que Evelyn tenía toda la razón del mundo de mostrarse desagradable y arisca con él, por idiota, estúpido y inmaduro, la voz perdia fuerza ante la de su parte insensible que gritaba a voces que no le había quedado otra elección. ¿Que hubiera hecho él con un hijo si a duras penas podía cuidar bien de un perro? Hubiera metido la pata y tanto Evelyn como el bebé hubieran tenido que pagar por ello, así que lo mejor había sido alejarse.

Abrió el capó y empezó a comprobar las diferentes partes del motor y pronto quedó claro que no era ningún leve fallo sino que era una avería seria en la que debía reemplazar un par de piezas del motor. Volvió a bajar el capó y miró a Evelyn con una media sonrisa, dejando claro que no eran buenas notícias.

- Empezaré por las buenas notícias. Es una avería grave pero se soluciona cambiando un par de piezas que da la casualidad que tengo en el taller. La mala notícia es que como eres una mujer ocupada, Storybrooke no puede sobrevivir sin ti, necesitas el coche mañana por la mañana y no tengo ninguno de repuesto para prestarte, hay que arreglarlo hoy. Esto me llevará un par de horas y vives lejos como para irte andando en esos tacones... Así que, adivina que princesita. Eso nos deja a ti, a mi, a tu precioso montón de chatarra y a dos horas apasionantes por delante.

En su voz no había ni una pizca de emoción. ¿La verdad? No pasaba tiempo con ella a solas desde antes de que las cosas se fastidiaran y se fueran al carajo, y la perspectiva no podía dejar de ponerle un tanto nervioso.

- Tu compensación económica por mis horas extras, y por las molestias, podría empezar por un poco de comida. No he cenado.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Mar Jul 17, 2012 11:44 am

No se movió un solo centímetro ni agachó la mirada. Le entregó las llaves que colgaban del finísimo llavero de cristal y se mantuvo así, orgullosa y la cabeza en alto, hasta el momento en que le daba la espalda para salir del taller e ir a revisar el coche. No fue hasta que él salía del taller que Evelyn recuperó el aliento, se pasó los dedos por el cabello de su frente recorriendo desde las raíces hasta las puntas y negando con la cabeza se cubrió el rostro.

Dolía pensar en lo que había hecho. No había querido lastimar así a su ex esposo pero la verdad era que en ningún momento se había detenido a pensar en las consecuencias. En parte, porque estaba acostumbrada a salirse con la suya siempre, a tener lo que quería cuando lo quería y si no se lo daban al chasquear los dedos entonces ella se encargaba de conseguirlo, pero nunca nadie le decía que no a Evelyn Domnique Aldridge. No obstante, lo principal siempre había sido que Benjamin conseguía cegarla. Si lo tenía a él a su lado todo lo demás dejaba de importar. No era sólo por su obvio atractivo físico, si hubiera sido tan solo eso ni siquiera se habría planteado el conservar al bebé, esa era la verdad. Maldito el día en que por un neumático pinchado había llegado a ese mismo taller y lo había visto por primera vez justo así, manchado de grasa de pies a cabeza, pero su sonrisa había hecho toda la diferencia entre el sentirse a gusto en su presencia y el querer marcharse cuanto antes.

De cualquier manera, el sentirse así era justo lo que se merecía, ¿cierto? Claro que había sido muy fácil hablar pestes y cosas peores de los hombres que eran infieles junto a sus amigas y en teoría el hacer que su ex esposo firmara aquel acuerdo prenupcial antes de casarse había sido para protegerse a sí misma y sus bienes en caso de que algo así pasara. Por supuesto, en aquellos escenarios hipotéticos ella siempre era la engañaba, no la que engañaba. Eso la volvía a ella la peor persona, ¿no es así? Porque una buena persona no es infiel. Una buena persona no se saca la argolla de bodas para meterse a la cama de otros hombres. Sabía que no era la persona más tierna o dulce, ¿pero de eso a ser malvada?

Había sido un error, uno que no podía olvidar. Por eso que la perspectiva de quedarse ahí por demasiado tiempo le parecía de lo peor. Cuando le escuchaba regresar recuperó toda la compostura y la arrogancia en su mirada. Nada de lo que tenía que decirle le agradaba. – ¡Que! ¡Si el trasto es casi nuevo! - ¿Y ahora resultaba que tenía una avería seria? Que mierda.

Para su mala suerte, tenía toda la razón. Si, necesitaba su coche a primera hora de la mañana. Cierto, también vivía demasiado lejos como para caminar. No, no le daba nada de confianza tomar taxis a aquellas horas, sola. Todo indicaba a que iba a tener que esperar. Suspiró. La cosa no hubiera llegado a más de no ser porque insistía en llamarla de aquella manera que le perturbaba tanto. Se acercó la distancia que les separaba con un paso firme y decidido y cuando lo tuvo de frente se inclinó hacia adelante como leona a punto de soltar un zarpazo, apuntándole con un dedo que casi tenía ya enterrado en el pecho del mecánico. – ¡No vuelvas a llamarme así! ¿Quedó claro? ya no me puedes llamar Princesita. – Y mejor que se le metiera en la cabeza si iban a quedarse ahí. No iba a dejarlo que se siguiera burlando ni tampoco echando sal sobre sus heridas.

Le sostuvo la mirada con fiereza antes de retroceder un par de pasos y sacar el teléfono de dentro de su bolsa. Llevaba prácticamente la guía telefónica entera guardada en aquel aparatito. Si lo que quería era comer para comenzar a trabajar no le quedaba otra alternativa, ¿cierto? Entre más rápido estuviera eso listo más pronto podría ella marcharse y no volverlo a ver jamás. Además sí, tenía hambre también, aunque su plan original había sido llegar a su casa a servirse algún cereal o poner el microondas alguna de esas comidas congeladas. Sabía cocinar, pero ni tenía el tiempo de hacerlo ni, ¿francamente? Hacerlo para una sola persona. Era deprimente.

- Quiero dos rollos de atún para el taller de la Calle 2da. – Dio la orden a través del teléfono mientras seguía andando en dirección opuesta a Benjamin. ¿Qué porqué sushi? Era más rápido que una pizza o cualquier otra tontería que trajeran a domicilio. No, no tenía nada que ver que sabía que lo de él eran los pescados y mariscos…

Volteó a mirarlo, y en silencio le dirigió una mala mirada y un gesto que lo apuraba a ponerse a trabajar de alguna vez.

Aquella iba a ser una larga noche…
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Miér Jul 18, 2012 2:37 am

Antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía tenía a Evelyn encima, echa furia por lo de llamarla "princesita". Y si no respondió inmediatamente fue más por lo de tenerla más cerca de lo que la había tenido los últimos meses que porque le impresionara su amenaza. No fue hasta que ella se alejó que no se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración y aquella reacción le hizo fruncir los labios. No quería seguir por ese camino. No con ella y desde luego no conforme estaban las cosas.

- No sabía que necesitaria un permiso especial para llamarte así. Que yo recuerde no te importaba mucho.

Si, y aquel comentario acompañado de expresión inocente era, en realidad, lo más cínico del mundo. ¿Iba a ser él el único que estaría en tensión porque ella decidía acercarse más de la cuenta a intentar intimidarle. Así que la mención de los momentos en los que él la llamaba "princesita" era su forma de devolverle el golpe bajo. Y con eso terminaba todo lo que pensaba decirle esa noche. Le arreglaría el coche, si. Pero nadie le obligaría a hablar.

Se dio la vuelta y empezó a buscar las cosas que necesitaba mientras intentaba recuperar la compostura. Escogió las dos piezas que necesitaba y todas las herramientas que debería utilizar mientras la oía hablar por teléfono pidiendo la comida. Rollitos de atún. Eso si que le hubiera dado para otro comentario sarcástico, porque al fin y al cabo ¿no acababa ella de pedir una de sus cenas más recurrentes cuando se veían a escondidas y no podían salir a comer a ningún lado?
Sin embargo estaba decidido a no hablar. ¿Ella no quería que la llamara princesita? Bien, no iba a llamarla ni de esa forma ni de ninguna otra.

Ya con todo lo que necesitaba se dio la vuelta para ver que ella seguía ahí parada sin hacer nada más que mirarlo mal. Conocía demasiado bien aquella mirada como para sentirse intimidado y, de hecho, su propósito de mantenerse en silencio se rompió nada más verla.

- ¿Que haces todavía ahí poniendo cara de bulldog? ¿O es que crees que el coche va a entrar dentro del taller por arte de mágia? No puedo arreglarlo en la calle y si subo yo te mancharé de grasa la tapiceria, y no quiero oír tus quejas luego.

Rebuscó en el bolsillo de su mono de trabajo y sacó su cajetilla de cigarrillos. No es que fuera adicto a la nicotina, ni mucho menos, simplemente era un vicío al que de vez en cuando recurría. Ahora simplemente encendería uno para dejarle claro a Evelyn que no iba a estresarse para hacerle aquel arreglo. ¿Por él? Pues tenían toda una noche por delante. Como la previsión de aquella noche antes de que le dieran plantón era la de no dormir demasiado, al día siguiente había tenido la precaución de pedir turno de tarde. Así que no tenía la más mínima prisa.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Miér Jul 18, 2012 6:19 am


¿Qué no le importaba tanto? ¿¿Qué no le importaba tanto?? Tan sólo que insinuara tal cosa junto con aquella cínica sonrisa de falsa inocencia le hacía hervir la sangre al punto que por poco y se lanzaba a darle una bofetada tan fuerte que le habría quedado marcada en el rostro por días.

- Entonces la memoria te debe estar fallando.

Claro que le afectaba, claro que le dolía y claro que le mataba de rabia imaginarse que pudiera llamar de la misma manera a cualquier otra que se quitara las bragas para él. Que por esos meses en los que habían estado juntos ella en realidad fue su Princesa y él siempre la trató como tal, no con esa crueldad de ahora. ¡Cómo lo odiaba en ese instante! Y peor aún se odiaba a sí misma por enamorarse como una idiota de quien no debía

Su intención era la de buscar una silla en donde sentarse y esperar en silencio, tan lejos de él como le fuera posible. Apartados, en silencio, e ignorándose mutuamente por el tiempo que hiciera falta. Por suerte llevaba en el coche varios papeles que revisar y así no moriría de ansiedad esperando a que terminara con la reparación y ella pudiera marcharse. Por eso que la llamara para meter el coche le hizo fruncir el ceño. No, por dios, que la dejara ya en paz. Que moviera él lo que tuviera que mover y si lo manchaba lo mandaba lavar o en el último caso mandaba cambiar la tapicería. Apretó los labios por pura tensión y sin decir nada le arrebató las llaves. Total, tenía que recoger las cosas para ponerse a trabajar, pensó.

Fueron necesarios un par de intentos para poder echar a andar el coche, situación que no hacía más que sumarse a su frustración. Una, dos, tres veces metió la llave a la ranura de ignición y en ningún momento el motor se encendió hasta que exasperada dio un golpe a la consola y para la cuarta vez al fin lograba encenderlo. Por lo menos en ella el estereotipo de las mujeres como malas conductoras no se cumplía, así que con apenas un par de movimientos arrancaba y acomodaba el coche dentro del taller a la perfección. Por algo tenía tantas multas por exceso de velocidad en su haber (que poco le importaban la verdad).

Le lanzó entonces las llaves de vuelta al bajarse del coche, pero antes de ello abrió el baúl para sacar de adentro su maletín y una caja de plástico de mediano tamaño. Tomó ambas cosas y cerró el baúl. Sabía que por ahí había una mesa que podía usar y con la iluminación del taller le bastaba para ver bien.

Sin embargo, alguien debería haberle dicho que los tacones de aguja y los pisos de concreto agrietados de los talleres, repletos de canaletas de desagüe y con herramientas esparcidas por doquier no se llevaban muy bien. Entre todo aquel nudo de sensaciones negativas que se arremolinaban en su pecho y lo ofuscada que se sentía en general, había pasado por alto la manguera enrollada con descuido que en mal momento fue a pisar. Caverna de hombres a fin de cuentas, ¿qué tanto iban a preocuparse por el orden y la seguridad?

Perdió el equilibrio como era de esperar andando en tan altísimos zapatos. Tropezó y cayó, torciéndose el tobillo de paso. ¡Perfecto, lo que le hacía falta! Para sumar a la indignación, la rabia y la frustración ahora tenía su vestido manchado, las rodillas raspadas y el tobillo doliéndole horrores. Se llevó ambas manos a él como si así pudiera hacer algo para contener el dolor. – ¡¡Es que no puedes guardar mejor tus herramientas!! – Para colmo los contenidos de su bolso y su portafolios estaban también todos regados por el suelo por la caída, así como una docena de collares y brazaletes resplandecientes que se habían escapado de la caja forrada en espuma y seda que se había abierto de par en par.

- No vayas a tocar eso. – Siseó entre dientes aún sujetándose el tobillo y sin atreverse a ponerse en pie. La orden no era precisamente porque no quería tener sus manotas sucias y llenas de grasa cerca de las piezas de joyería, sino que se trataba de oro: 32 kilates. Los Aldridge no vendían basura.
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Miér Jul 18, 2012 10:13 am

Levantó la mirada a tiempo para ver como aquellos delicados zapatos de altísimo tacón que parecían completamente fuera de lugar en el taller iban de cabeza a enredarse en la manguera que Charlie había olvidado guardar antes de marcharse a toda prisa a quien sabe a donde. En cualquier caso, cuando quiso darse cuenta Evelyn ya estaba en el suelo y todos los trastos que había sacado del coche esparcidos por el suelo del taller. Y aún cuando sabía que reirse en esos instantes era lo pero que podía hacer, lo que si no pudo evitar fue que sus labios se curvaran en una sonrisa burlona. Por suerte ella parecía estar demasiado ocupada gritando como histerica para verlo.

Con un suspiro apagó el cigarrillo contra un trozo de chatarra que había sobre la mesa que quedaba justo a su derecha antes de acercarse a Evelyn y agacharse a su altura, evitando acercarse a las joyas que habían quedado en el suelo, resaltando de forma casi absurda entre las manchas de grasa, los trozo de chatarra y las herramientas mal guardadas.

- Déjame ver. - fue todo lo que dijo mientras apartaba las manos de ella del tobillo. Se estaba hinchando y por la cara que ponía ella cuando se lo tocó, dolía bastante. Y él tuvo que hacer esfuerzos por concentrarse solo en eso y no en lo suave que era la piel que tenía bajo los dedos. Le quitó el zapato y le movió el tobillo hacía todas direcciones - No parece roto pero deberías ir a que te lo viera un médico.

No es que fuera un experto en medicina ni mucho menos, pero si que sabía algo de tobillos rotos. Él se había roto el suyo un día intentando pasarse de listo con la moto así que sabía bastante bien de que iba la cosa. Aquello no parecía más grave que una torcedura, pero debía doler.

- Agárrate de mi cuello, no vas a poder andar. Te llevaré a urgencias. – dijo en tono neutro, haciendo un esfuerzo para que no se le notara lo mucho que le afectaba su cercanía, ni que la pregunta acerca de si le dolía mucho se había quedado a medio camino, atascada en su garganta. Pero eso habría sido ponerse demasiado en evidencia. Si ella no iba a ser amable, ¿porque tenía que serlo él? - Cerraré con llave y así tus pedruscos quedarán a salvo hasta que vengas luego a recogerlos.

Sin embargo había esa molesta parte de su subconsciente que le decía que él se lo debía. En el fondo sabía que todo había sido su culpa. Él había puesto todo su empeño en seducirla aún cuando sabía que estaba casada, había roto su costumbre de no repetir dos noches con una misma chica, alargando aquel romance prohibido que tenía con ella durante varios meses y luego, cuando ella se había presentado con aquel embarazo le había dado la patada, como si aquello hubiera sido igual que nada para él. ¿La realidad? Había sido real para él, más real que ninguna otra cosa en su vida. Pero había sido estúpido e inmaduro como siempre que las cosas se ponían demasiado serias en su vida, y lo había enviado todo al diablo. Y ahora tenía que vivir con las consecuencias.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Jue Jul 19, 2012 12:49 am

Suerte para ambos que no lo había visto sonreír cuando se cayó, porque con tal de lastimarlo de gravedad se habría puesto en pie a como pudiera ahora si terminando de arruinarse el pie. Ni el umbral del dolor de Evelyn ni su resistencia a golpes así era la gran cosa. Resultaba ser bastante delicada en ese aspecto, pues nunca le habían inculcado nada para tratar de hacerla una mujer de acción o más dura, y ella siempre había estado de acuerdo para eso. Aquello de aguantar caídas y moretones no era lo suyo.

No quería aceptar su ayuda ni mucho menos tenerlo a tan corta distancia, y aún así el tobillo le dolía lo suficiente como para hacerle creer que en verdad no tenía otra opción. ¿Se habría roto algo? Esperaba que no. Así que protestó entre dientes cuando le quitaba el zapato y la hacía mover el pie en círculos o hacia enfrente y atrás, frunciendo el ceño a causa del dolor.

- Llamaré a William o a Lucas para que vengan por mi. - Fue su réplica pues que ni quería a verlo a él a los ojos ni por mucho que mantuviera la vista clavada sobre la torcedura iba a dejar de dolerle. No estaba particularmente entusiasmada con el tener que pedirle el favor a uno de sus amigos puesto que ambos estaban muy enterados de la historia entre ella y Hawthorne, William trabajaba todo el día y los ratos libres eran para estar con su esposa. ¿Y Lucas? Lo quería como a un hermano, pero Benjamin era un tema delicado entre ellos dos, en el que Evelyn no se explicaba cómo seguía frecuentándolo aún a pesar de lo que le había hecho a ella. ¿Y la lealtad? ¡Dónde quedaba!

La cuestión era que, estando los dos tan al tanto de lo que había pasado entre ellos dos, no quería tener que rendirles explicaciones sobre qué estaba haciendo el taller precisamente con él a solas. No le iban a creer que había ido hacia allá por cosa de una inocente y muy poco oportuna descompostura mecánica. No quería tener que aguantar miradas ni responder preguntas. Ya le era bastante difícil sin tener que pasar por aquello...

Lo estaba considerando seriamente, ir con él. Pero ser consciente de que se lo planteaba le convenció subitamente que esa era la peor de las ideas. Si lo que quería era distanciarse de él y deberle favores iba absolutamente en contra de esa muy necesitada distancia. - No, ya te dije que no, que voy a llamar a alguien, ¡ahora suéltame! - Queriendo dejar en claro que no quería ni siquiera que la tocara colocó las manos sobre las de él con toda la intención de apartárselas de su tobillo, pero nunca había esperado que el simple gesto de volver a sujetar sus manos iba a hacerla sentir como si tuviera meses enteros de estar conteniendo el aliento y no volvía a respirar con libertad hasta ese instante en que sentía su piel sobre la propia.

¿Había sentido solo ella esa descarga de electricidad al tocarlo? Como si por el solo hecho de sentirlo así de cerca sus sentidos despertaran de un letargo del que no era consciente que estaba sumida. En ese momento sus ojos color miel se encontraban con los azules de él y juró que la tensión que ya de por sí existía a su alrededor aumentó el doble. Sus ojos descendieron hacia sus labios, cosa que nunca debió haber hecho porque sin poder evitarlo se inclinaba un poco, tan solo un poco hacia él, como si pretendiera poner fin a esa espacio que quedaba entre ellos. Percatándose de lo que hacía trató de disimular volteando el rostro antes de añadir un punto más a su lista de estupideces.

¡Es que había perdido la cabeza! ¿Por qué, en nombre de cualquier cosa a la que hubiera que encomendarse, le cruzaba por la cabeza la apremiante necesidad de probar sus labios de nuevo y besarlo como si la vida se le fuera en ello. Como si lo hubiera extrañado, como si aun significara algo para ella. Lo que había ahí mismo era una fuerza magnética incapaz de ignorar, uno que venía a significar muchos problemas y el más grave de todos era su propia debilidad. No podía negarla, ni callarla ni intentar asfixiarla y eso no podía ser así. Ese hombre se había desecho de ella y de su bebé como si no fueran más que basura. No había enviado ni un miserable SMS cuando había perdido al niño del que era padre. Nada. En lo que a ella respectaba todo entre ellos había terminado y lo único que quedaba era un resentimiento que se atrevía a decir rallaba en el odio genuino. ¿En realidad se preguntaba porque lo trataba con tanto desprecio? Esas eran las consecuencias: para él, que Evelyn no quisiera ni siquiera tener que deberle un viaje en coche. Para ella, saberse aún enamorada de la persona que más daño le había hecho y por la que más daño hizo a otras personas. Lo suyo tenía que ser ya un nivel clínico de patetismo, uno en el que no le quedaba ni siquiera autorespeto.

Se quitó el otro zapato para poder apoyarse mejor e intentó ella sola ponerse en pie. Obviamente, como Benjamin había dicho, no pudo apoyarse para alzarse. ¿Entonces así eran las cosas? ¿O dejaba que la cargara o se quedaba tirada ahí en el suelo? Que analogía más cruel para el desastre que estaba hecha, si la última vez que se había sentido feliz y a salvo fue justamente entre sus brazos, y ahora era como si le hubieran arrancado una parte de su corazón que lo único que había dejado era un hueco.

Nunca había llorado en frente de él pero se sentía a punto de hacerlo. Agachó la cabeza y por lo menos su expresión quedaba oculta tras su cabello. No quería que la viera así. - ...¿te preocupaste alguna vez por mí? - Necesitaba saberlo. Antes de subirse con él a un coche e ir a donde fuera, siquiera al hospital, necesitaba saber que por lo menos en algún momento había sido algo más que la mujer estúpida que le cumplía sus caprichos de sexo cuando le apetecía.
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Jue Jul 19, 2012 2:33 am

Cuando Evelyn intentó obligarle a apartar las manos de su tobillo, aquella descarga de electricidad le tomó completamente desprevenido, lo que hizo que apartara las manos como si se hubiera quemado. Incluso volteó a mirar a su alrededor para ver si Charlie se había dejado algún cable suelto que pudiera haberse enredado cerca de él y haberle pasado la corriente. Pero ahí no había nada...
Volvió a mirar a Evelyn mientras poco a poco asimilaba lo que eso quería decir. Durante unos instantes se miraron fijamente en silencio y de no ser porque tenía clarísimo que ella nunca haría eso, le pareció que se inclinaba con intención de besarlo.

Y era precisamente esa sensación, que le oprimía el pecho y que no sentía con ninguna de las otras lo que le hacía actuar como un estúpido cuando estaba con ella. No siempre, claro, pero si tendía a tomar peores decisiones cuando eran cosas que la involucraban a ella.
¿Que significaba eso? Pues era algo que ni siquiera quería pararse a pensar. No por nada tenía claro desde hacía tiempo lo inmaduro y cobarde que era para esos temas. No quería complicaciones y seguir por ahí era, sin duda, complicarse y mucho.

Negó con la cabeza cuando ella insistió en que llamaría a alguien más para que la fuera a acompañar al hospital. ¿Por qué diablos no podía poner nunca las cosas fáciles? Cerró los ojos un momento y bufó intentando tranquilizare, no sólo por sus palabras sino por todo lo que había sentido tan solo unos instantes atrás.

- William tiene a una mujer embarazada en casa y tiene que estar con ella y Lucas una camarera rubia para conquistar. Te llevaré yo y no quiero oír ni una palabra más al respecto. - dijo, y agradeció mentalmente que aún y con todo, su tono sonara indiferente, como si nada de todo aquello le estuviera afectando.

La hubiera tomado en brazos, perdiendo la paciencia y sin querer esperar que ella decidiera pasarle los brazos por detrás del cuello para que le fuera más sencillo el levantarla de no ser por la última pregunta de Evelyn.
Y de nuevo aquella irritante parte de su subconsciente que le hacía sentirse mal. ¿En serio había sido lo suficientemente capullo como para que ella creyera que en ningún momento había significado nada para él?

Alargó las manos para obligarla a subir el rostro y poder mirarla directamente a los ojos, sin estar del todo seguro de lo que estaba haciendo.

- Soy consciente que quizás no te lo demostré como debería. Pero me preocupaba por ti. Me preocupo por ti.

"Muy bien Ben, ahora si que parece que se te ha fundido el cerebro del todo.", fue todo lo que dijo su parte autocrítica, seguramente el último fleco de cordura que le quedaba mientras sus manos continuaban actuando con vida propia mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja mientras una pequeña parte de él pensaba en como le hubiera gustado que no hubiera habido nada más allá de ellos y las paredes del taller.

- Lo siento. - no añadió nada más, pero sabía que ella entendería que esa disculpa era por todo lo sucedido. Era consciente que aquel 'lo siento' llegaba tarde. Demasiado tarde, seguramente. Pero de algún modo se lo debía. Se lo debía porque todo había sido su culpa. Porque a pesar de todo ella no le había puesto en evidencia delante de todo el pueblo, y porque sabía que ella lo había pasado mal.

Y entonces si que sin añadir nada más la levantó del suelo, comprobando lo poco que pesaba. Menos de lo que recordaba. ¿Eso también era su culpa? La idea hizo que frunciera el ceño pero no hizo ningún comentario al respecto. Ya había hablado más de la cuenta, pero al menos se sentía un poco más en paz consigo mismo.

- ¿Podrás ir en moto? Es el único transporte que funciona en este taller. - preguntó intentando recuperar la normalidad.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Jue Jul 19, 2012 6:28 am

Aquello de cerrar los ojos o apartar la mirada cuando alguien te toma el rostro de esa manera era propio de las niñas, y ella tenía mucho de haber dejado de serlo. Era orgullosa como pocas personas y aquel aire de arrogancia y altanería que había a su alrededor no era tan solo una pantalla, era la absoluta realidad. No era una mujer dulce y encantadora como lo era Savannah, ella era caprichosa y de carácter difícil, autoritaria y poco paciente. Pero eso no significaba que no tuviera un corazón que supiera como amar y al que herían con la misma facilidad que al del resto de las personas.

Por eso no apartó la mirada de la de él y trato de mantenerse firme, que menos mal ya estaban ambos en el suelo o seguramente las rodillas le habrían temblado un poco. Contuvo el aliento cuando le obsequiaba aquel gesto de acomodarle el cabello, algo que era innegablemente dulce a pesar de venir de él. ¿Qué si se quedaba más tranquila sabiendo que le importaba por lo menos un poco? No mucho. Porque a esa pregunta luego venían los “qué tanto”, los “por qués” y todas esas cosas que se habían quedado sin resolver por la manera en que se acabaron las cosas entre ellos.

Por lo menos no creía que le mintiera ya que no tenía ningún motivo para hacerlo. Teniendo esa respuesta se sentía un poco (no demasiado) menos estúpida por decidirse a aceptar su ayuda. Lo que no había esperado de ninguna manera fue esa disculpa que llegaba a pesar de no habérsela pedido porque tenía asumido que jamás iba a llegar.

No iba a llorar por más que sintiera la opresión en su pecho y el nudo en su garganta. ¿Es que tanto le costaba el decirlo que tuvo que esperar hasta entonces? ¿Meses después de que todo hubiera acabado? Quizá si se lo hubiera dicho antes, si le hubiera mostrado que ella no había sido insignificante para él, las cosas serían distintas. Tal vez lo de ellos igual se hubiera acabado pero en términos distintos, y no estaría preguntándose si lo había amado más de lo que lo odiaba ahora o viceversa. Tal vez hubieran sido capaces de por lo menos llevar las cosas en paz. ¿Amigos? No lo creía. Pero recordaba a la perfección como esas noches en el hospital aferrada a William y llorando desconsolada lo único que había deseado era que Benjamin estuviera con ella.

Se mantuvo en silencio, ni aceptando ni rechazando sus disculpas, ni tampoco oponiendo resistencia cuando la cargó. Echó los brazos a su cuello para sujetarse mejor. No tenía razón de ser pero se sentía reconfortada mientras la tenía sujeta así entre sus brazos, y sentirse de esa manera no hacía otra cosa que remorderle la conciencia mientras que buscaba con desesperación algún motivo lógico para justificar lo que pasaba, uno que no fuera el que no se tenía amor propio e insistía en tropezar con la misma piedra.

- Supongo. – Nunca se había subido a una motocicleta. Ella había crecido con choferes y cuando se hartó de eso exigió un coche propio. A William nunca le había dado por tener motocicleta y su ex marido las consideraba una ridiculez. Benjamin tenía la suya desde hacía tiempo, pero por obvias razones nunca habían podido salir a pasear en ella por las calles del pueblo. – Sólo alcánzame mis llaves y mi teléfono… – Y que cerrara con candado, por supuesto. Le producía una sensación extraña el observar los brazaletes de oro grabado a apenas centímetros de las manchas de aceite en el pavimento.

Se acomodó como pudo tras de él en el asiento de la motocicleta, que no era la cosa más fácil debido a la falda entallada que vestía. Se sentía nerviosa, por supuesto, y sin tener muy claro de donde sujetarse dudó en abrazarse a su cintura como había visto a gente hacer por el pueblo, porque aunque no le dejara muy en paz hacerlo, parecía lo más lógico para no perder estabilidad.

Contuvo un suspiro. Pegó la mejilla a su espalda. Era extraño pensar que aquella sería la primera vez que salían juntos en público, sin esconderse.
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Vie Jul 20, 2012 2:32 am

No había esperado una muestra abierta de gratitud, pero tal vez una sonrisa, un asentimiento de cabeza... Algo que le pudiera servir como muestra que Evelyn había oído su disculpa. Sabía que aquel 'lo sient0' debería haber llegado mucho antes pero, ¿eso la hacía merecedora de ese silencio?
No quiso hacer ningún más comentario al respecto porque suficiente tensión había ya en el ambiente. Al menos ella había accedido a acompañarle al hospital sin oponer más resistencia y dejando de mencionar las posibles alternativas, dejando claro que él era la última persona a la que recurriría para nada.

Seguramente tenía toda la razón del mundo para pensar así. ¿Que no le había demostrado que era inmaduro y que en cuanto la cosa se ponía difícil él desaparecía?
No quiso hacer caso a aquella molesta opresión que parecía haberse instalado en su barriga y simplemente ayudó a Evelyn a subir a la moto.

La brisa de la noche le acarició la cara y le ayudó a despejar un poco las ideas conforme iba acelerando por las calles de Storybrooke, mientras notaba como ella se aferraba a su cintura.
Inconscientemente desvió la moto por la ruta larga para llegar al hospital, y solo le quedaba esperar que ella tuviera los ojos cerrados o no notara el ligero cambio de ruta, porque realmente no estaba en condiciones de poder explicarlo. Porque ni él mismo sabía porque de pronto se encontraba pensando en lo agradable que era aquello. Estar en la calle con ella, aunque ir en su moto no se podía considerar exactamente "estar en la calle". Pero antes de eso siempre se habían visto a escondidas en su piso, nada de paseo, nada de aire libre, y mucho menos, nada de moto.

Unos minutos más tarde aparcaba delante del hospital, y tal como había hecho para subir, la ayudó a bajar, entrando con ella en brazos hasta la recepción a pesar de sus protestas. Pronto un enfermero les vio y les acercó una silla con ruedas para que ella pudiera sentarse y, eso si, dejó que fuera ella quien diera sus datos y su tarjeta sanitaria.

- Si quieres puedo esperar fuera... O vuelvo al taller a recoger tus cosas y me llamas cuando termines. - porque si algo tenía claro después de todo lo que había sucedido era que seguramente a Evelyn le debía apetecer lo mismo estar a su lado que tragarse un cactus. - O... Puedo quedarme. - dijo como última opción, casi en un susurro.

Era curioso que desde que se había disculpado y había reconocido frente a ella que se preocupaba por ella que se sentía más inseguro, como si las ganas de ser borde y sarcástico se hubieran esfumado. ¿Lo peor? Que era su escudo de protección frente a ella y no tenía ni idea de como hacerlo volver.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Vie Jul 20, 2012 6:32 am

Si había sido consciente o no de que alargaba el camino rodeando por calles que no hacías más que retrasarlos no lo tenía muy en claro. Es decir, conocía el pueblo a la perfección y tan sólo percatarse en qué calles doblaba bastaba para darse cuenta que estaba alargando el asunto. Pero estaba demasiado concentrada en los pensamientos que cruzaban por su mente y el cómo se sentía abrazada a su espalda, tan natural que resultaba desgarrador. Si lo de ellos se hubiera desarrollado de otra manera quizá hubieran podido hacer eso mucho tiempo atrás. Si él alargaba más el camino con la intención oculta de poder pasar un poco más de tiempo así, ella se apretaba con más fuerza a su espalda bajo la excusa de que tenía miedo de caerse. Nunca admitiría otra cosa en voz alta.

Claro que protestaba cuando la tomaba en brazos de nuevo para entrar al hospital. Lo dramático del gesto le parecía de lo más absurdo y bochornoso, que sí, el pie le dolía horrores, pero lo único que le hacía falta para volver todo aún peor era el que lo único que le venía a la cabeza era Whitney Houston cargando. Se sujetaba a su cuello con un brazo y con el otro se cubría el rostro llena de vergüenza, qué cosas.

Obviamente apenas verla entrar los enfermeros iban a entrar en revolución. Una ala entera del hospital la habían donado los Aldridge, de la misma manera que los Gilbert la suya. Era lo que hacían los asquerosamente ricos como ellos para demostrar que se preocupaban por la comunidad y que estaban dispuestos a devolver algo de lo que tenían en abundancia. O esa era la excusa que daban cuando en realidad el plan era hacer caridad a cambio de exenciones de impuestos. Evelyn se sabía afortunada, que gozaba de privilegios que los demás no tenían, y no renunciaría a su fortuna porque le hacía la vida demasiado cómoda. Pero era cierto también que a cambio de eso el precio que tenía que pagar en cuanto a sus relaciones era caro. Desconfiar siempre de quién te ve como persona o como fajo de billetes. La notoriedad que obtenías la desearas o no. Si hubiera sido una pueblerina cualquiera no correrían a atenderla en el hospital, pero a nadie le hubiera importado demasiado su divorcio tampoco.

- No es la gran cosa. Me caí y el tobillo me duele mucho, no sé si esté roto o qué, pero puedo esperar lo que haga falta. – Se hizo la fuerte frente a la enfermera porque no iba a quedar como una inútil que se estaba muriendo por un tropiezo, su orgullo se lo permitía. Y además, aunque esperaba que de hecho se cumplieran sus ordenes tras un chasquido de dedos, tenía la suficiente cabeza y sentido común para ver que aún en la sala de urgencias había prioridades dentro de las emergencias, y por mucho dinero que tuviera su pie no era más importante que alguien con un infarto o alguna cosa similar.
Ahora, quedarse en la sala de esperar la inquietaba, claro. El estar en el hospital, de hecho, porque inmediatamente lo relacionaba con la última vez que había estado ahí. Quería creer que no era nada más cosa suya, que cualquier persona cuerda lo encontraría perturbador porque después de todo uno nunca va al hospital a causa de buenas noticias, salvo el ala de maternidad, claro.

No había esperado en ningún momento que Benjamin fuera a ofrecerse a quedarse con ella si era claro lo mucho que se despreciaban, ¿o no era así? Se quedó con el haz lo que quieras en la boca cuando le planteaba el salir o ir a por sus cosas. Esa última opción que le decía casi en un susurro avergonzado le tomó por completa sorpresa, tanto como para clavar su mirada sorprendida en la de él. ¿La verdad? No quería quedarse ahí sola.
Asintió porque decirlo en voz alta era demasiado vergonzoso. Aquella estaba resultando la noche más mortificante y extraña de su vida. En el hospital, descalza y con su tobillo lastimado, en una silla de ruedas al lado de Benjamin. Esa era su vida.
Y se hizo el silencio denso…

- … supongo que no era la noche que tenías planeada. – Ella por lo menos ya no sabía si mejor reír o qué.
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Vie Jul 20, 2012 10:06 am

Decir que aquella noche no era como la había planeado era quedarse corto. Muy corto. Hubiera sido así de haber podido quedarse toda la noche reparando el coche averiado, o hasta cuando su cita no le hubiera dado plantón pero hubiera resultado una aburrida sin medio gramo de cerebro. ¿Pero estar en un hospital con Evelyn Aldridge? Eso estaba, simplemente, fuera de cualquier posibilidad.

Habían esperado en silencio en la sala de espera llena de urgencias. De vez en cuando Ben la miraba por el rabillo del ojo para comprobar que su expresión de enfado iba en aumento conforme iban pasando los minutos. Cuando el silencio se le había hecho completamente insoportable hasta se había levantado hasta la maquina expendedora y había sacado unos M&M's, porque evidentemente el plan de comer rollos de atún había desaparecido por completo y su estómago empezaba a protestar.

Cuando por fin habían atendido a Evelyn, él se había esperado fuera. No quería que los médicos y enfermeras se hicieran una idea equivocada y, además, no sabía cuanta ropa iban a quitarle para examinarla y no quería darle excusas para que pudiera arrancarle los ojos.
Casi una hora más tarde la veía salir, con la pierna escayolada hasta la rodilla y con cara de muy pocos amigos. Y aunque era consciente de que era una muy mala idea, no pudo evitar que sus labios se doblaran en una ligera sonrisa.

- Estaba seguro de que andar con esos tacones era peligroso. Por fin una confirmación para mi teoría. - y por dentro dio gracias a los cielos por poder volver a ser sarcástico. Ni que fuera un poco se sentía mucho más seguro con esa actitud. Y Ben no era del tipo de chico que se sintiera inseguro con demasiada frecuencia.

Y la humillación no terminaba ahí. Evidentemente con esa escayola no podía devolverla a su casa montada en la moto, y como todos ahí parecían perder la cabeza para contentar a la princesita Aldridge, al instante tenía una ambulancia en la puerta, a la que él accedió a subir con ella nada más por fastidiar.
Con ayuda de los empleados del hospital que también fueron en la ambulancia consiguieron dejarla cómodamente instalada en el sofá de su apartamento, y no fue hasta que ambos se quedaron solos que Ben pudo pensar en lo que significaba estar en casa de Evelyn.

Evidentemente nunca había estado ahí. Ella estaba casada para cuando estaban juntos, así que verse a escondidas en su casa era algo que quedaba completamente fuera de discusión. Así que durante unos instantes paseó la vista a su alrededor, descubriendose en una casa que iba completamente acorde con la persona que vivía en ella. Si alguna vez había habido algún rastro que demostrara que ahí también vivía su ex-marido, desde luego para entonces no quedaban ni las trazas. La esencia de Evelyn estaba tan plasmada en la decoración sobria y elegante y el orden casi meticuloso con el que todo estaba colocado que no pudo más que sonreír.

- Bonita casa. - dijo, esta vez sin ninguna pizca de burla en la voz. Desde luego era mucho mejor que su piso, húmedo, pequeño y con poca luz - ¿Donde tienes la cocina? Necesitas comer algo.

¿Que si sabía cocinar? Obviamente no. Sus habilidades culinarias se limitaban a los sandwitches sencillos y alguna que otra comida básica. Pero suponía que podría llegar a ser capaz de preparar algo comestible. Al fin y al cabo se les había frustrado la cena, ella debía estar hambrienta y no podía andar hasta la cocina para prepararse nada. Solo estaba siendo amable. Si, eso era...
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Sáb Jul 21, 2012 10:04 am

La paciencia era una virtud de la que Evelyn no gozaba, tan crudo como eso. Además del silencio tenso que existía entre ella y Bejamin estaba el que nadie se acercaba a pasarla a revisión. Y venga, que estaba muy consciente de que había dicho que no le importaba esperar lo suyo si había prioridades más urgentes, pero no podía haber tanta gente en Storybrooke muriéndose todos al mismo tiempo, simplemente no. Tenía hambre, estaba cansada, le dolía todo e iba malhumorada, no tenía coche y todos sus materiales de trabajo se habían quedado hechos un lío y marinándose en aceite de motor. ¿Qué demonios le podía salir peor ahora?

Pues esa respuesta la tuvo cuando, una vez que al fin le hicieran pasar a que le revisaran y tras unas cuantas radiografías, le informaban que tendría que llevar la pierna enyesada por un mes. Yeso. Un mes. YESO. Un mes. Ahí si ya no pudo más y tuvo que coger la almohada de la camilla en la que la habían acostado para pegarla a su rostro y ponerse a gritar sin causar más escándalo. ¡¡Pero que frustración!! ¡¡Qué iba a hacer con la pierna inmovilizada un mes!! ¡¡Tenía muchísimas cosas que hacer!! ¡Ni siquiera iba a poder conducir! Estúpidos tacones Jimmy Choo, estúpido taller zona de desastre, estúpido coche averiado, estúpido Benjamin que conseguía ponerla como idiota, de nuevo, con tan solo pararse junto a ella. ¡Al diablo con todo el mundo que esto no era justo!

- ¡¡Pues a menos que quieras saber que tan peligrosos son como armas punzocortantes ni una sola palabra!! - ¡Y todavía tenía el descaro de burlarse de ella cuando la llevaban de vuelta a la recepción en una silla de ruedas, ¡una condenada silla de ruedas! Más humillada no podía sentirse. ¿Y ahora cómo iba a desplazarse? ¿En muletas? Ni tenía idea de cómo usarlas. Es más, ni siquiera tenía zapatos planos en su armario, porque no creía que usar muletas en tacones fuera a ser la mejor idea. La vida iba a complicársele horrores y la sonrisita burlona de Benjamin no ayudaba, ni tampoco la insistencia del personal del hospital de que ellos la llevaban hasta su casa, y todo el mundo opinaba o decía una cosa distinta a lo que Evelyn tenía en mente y ella estaba ya al borde de una explosión que iba a dejar una nube de hongo tras de ella.

Cuando al fin llegaban a su casa ella permaneció de brazos cruzados en el sillón de brazos cruzados y labios apretados como una niña caprichosa sin querer ni voltear a ver a nadie. Su dinero no iba a sacarla de esta, porque intentar sobornar a sus huesos a soldarse más rápido de nada le iba a servir. Buscar soluciones Evelyn, no perder la cabeza, no importaba lo mucho que le costara mantener la calma y el que ofuscada como estaba ignoraba el impacto que estaría teniendo para Benjamin estar ahí, no muy distinto al que había tenido ella al subirse a la motocicleta y abrazarse de él.

- Fondo a la izquierda. – Espetó de mala gana esperándose en cualquier momento algún comentario sobre que se había quedad con hambre y sin rollo de atún por hacerle compañía porque no quería estar sola con los médicos, como si tuviera seis años o algo así. Que se sirviera lo que quisiera, que de cualquier manera no iba a encontrar mucho más que algo de leche, fruta, yogures, y la nevera repleta de comidas para descongelar. Comía la mayor parte del tiempo sola y le parecía muy deprimente cocinar sólo para ella, así que ni se preocupaba por tener la alacena abastecida.

El reproche nunca llegó porque, si escuchaba bien, estaba preocupándose por que ella necesitaba comer. Evelyn alzó una ceja. Como muchas otras cosas de esa noche, aquello no lo había visto venir. Bueno, no hacía ni un par de horas le había dicho que aunque no se lo creyera seguía preocupándose por ella, ¿verdad?

Desesperada se pasó las manos por el cabello. ¡Noche infernal que se negaba en terminar! – ¡Qué se supone que voy a hacer sola con la pierna hecha un asco inmóvil por cuatro semanas! No puedo ni levantarme yo sola! ¡¡Me voy a volver loca!! - ¿Regresarse a la casa de su padre en lo que sanaba? ¡NO! ¡Ni hablar!
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Dom Jul 22, 2012 10:25 am

Estaba ya en la cocina con el ceño fruncido por la escasez de alimentos decentes (sin tener en cuenta de que su propia nevera tenía un aspecto mucho más precario que la de Evelyn) cuando la oyó despotricar en el salón. Sonrió durante unos instantes, aprovechando que ella no podía verle. La verdad, desde que habían salido del hospital había estado esperando por eso. Porque Evelyn Aldridge sin poder moverse durante un mes era algo completamente impensable.

No contestó inmediatamente, se entretuvo a cortar un par de kiwis, un plátano, una manzana, y un puñado de fresas a trozos pequeños, para echarlas en un bol y mezclar ahí tres yogures que estaban a punto de caducar. Vale, no era la gran cena, pero sinceramente era todo lo elaborado que podía llegar a preparar alguien como él. Salió con el bol y dos cucharas grandes de nuevo al comedor, donde Evelyn seguía poniendo mala cara.

- Pues solo tienes dos opciones. - 'princesita' había estado a punto de agregar, pero logró contenerse en el último momento. Sospechaba que de no haberlo hecho ella habría cumplido con su amenaza de mostrarle cuan afilados podían llegar a ser aquellos tacones sobre los que solía contonearse - O vuelves a casa de tu papi, que seguro que pone a un sirviente solo para que te cuide, o pides a alguien que se mude a vivir contigo para que te ayude. Y deberías aprender a usar unas muletas.

Se sentó justo en el sillón contiguo, tendiéndole una cuchara y acercándole el bol con una medio sonrisa de disculpa por la sencillez de la cena que le ofrecía. Y de nuevo ese silencio se instaló entre ellos. Simplemente que una cosa era un tenso silencio en una sala de espera de hospital llena de enfermos y otra muy distinta era estar en tensión, sentados a solas en el comedor de la chica.

- No, no era la noche que tenía planeada. A decir verdad la noche que tenía planeada se torció mucho antes de que tu llegaras al taller. Esto... O sea, no es tan horrible estar aquí. Seria peor seguir en el taller a solas arreglando ese coche. - dijo, refiriéndose a un comentario que había hecho ella mucho antes de llegar al hospital, como si en vez de un par de horas hubieran pasado apenas unos minutos. Pero necesitaba algo, cualquier cosa, para llenar ese silencio. Estar en su casa ya era suficientemente raro como para añadirle algo más.

Pensó en marcharse. Le diría que iba a arreglar su coche, o a recoger las cosas que habían quedado tiradas en su taller, o cualquier otra cosa. Pero por alguna extraña razón parecía haber un extraño magnetismo que le obligaba a quedarse sentado justo donde estaba.

- Supongo que el coche ya no te corre tanta prisa... - agregó además, sin ninguna malicia, aunque tal y como estaba ella, quien sabía como iba a tomarse el comentario...
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Lun Jul 23, 2012 5:58 pm

Ya estaba a punto de reclamarle como harpía el por qué demonios no le contestaba cuando le hablaba, cuando se recordó que no tenía ni porqué hacerlo si ni en buenos términos estaban, ¿qué no? Y al final, según le había dado a entender estaba en la cocina buscando precisamente algo para traerle de comer a ella. Así que lo mínimo que podía hacer era tratar de mantener sus neurosis bajo control y no ser demasiado repelente, ¡pero es que la frustración que sentía era una como jamás había experimentado!

Lo único que consiguió hacerle descruzar los brazos fue el que tenía que comenzar a enviar correos electrónicos para avisar de la situación, y no, no le importaba la hora que fuera. Si pudiera levantarse hubiera cogido la tablet, pero no, no podía, así que a teclear como loca sobre la pantalla táctil de su teléfono y ni preocuparse por errores a causa del autocorrector. Necesitaba que su gente supiera que, primero, no iba a poder ir a trabajar mañana, segundo, los papeles que se habían quedado en el taller no irían a estar listos cuando lo pensaron y tercero, que necesitaban idear una manera de hacer que las cosas funcionaran, porque ella en definitivo no iba a quedarse cuatro semanas encerrada haciendo nada.

Apartó la mirada del teléfono tan solo cuando Benjamin se acercaba con la fruta. Miró el bol, lo miró a él, para colmo sonriéndole de esa estúpida manera a la que nunca le había podido negar nada. Cabronazo. Dejó el teléfono de lado y tomó una de las cucharas.

- No, ni hablar, no me regreso con mi padre. - Y eso era definitivo. Lo amaba con locura, ¿cómo no hacerlo si era su padre? Pero la relación entre ellos era difícil. Mucho más después del divorcio y que no dejara de repetirle lo decepcionado que estaba de ella por haberse prestado a ese tipo de comportamientos tan escandalosos, porque él la habría criado de mejor manera.

Y con la otra opción... ¿a quién iba a pedirle que se mudara con ella? ¿A William? ¿Y que dejara a su esposa embarazada de seis meses por un mes? ¿O a Savannah, para que se pusieran las cosas más tensas entre ella y Robert? ¡Oh! ¡A Lucas! ¡Con el que iba a terminar peleando la mitad del tiempo! Si es que el chico tenía una paciencia de santo para seguir persiguiendo las faldas de la meserucha rara que no hacía más que darle negativas, pero sabían muy bien como sacarse de quicio uno al otro.

- Supongo que... contrataré a una enfermera o algo. - Suspiró cansada y se llevó una cucharada de fruta a la boca. ¿Qué más opciones tenía? No era que le sobraran amigos dispuestos a hacerle un favor así. Y los pocos que le quedaban después del escándalo tenían vidas suficientes complicadas de por sí. ¿A quién más se lo iba a pedir?

Benjamin no era el único al que esos silencios tensos enervaban. Antes, nunca había existido oportunidad de silencios entre ellos, porque apenas la conversación se empezaba a enfriar, cosa que en verdad no les pasaba a menudo porque siempre tenían algo de qué hablar... pues comenzaban a arrancarse las ropas y besarse como si no hubiera mañana. Y eso, obviamente, no iría a volver a pasar jamás...

Ni siquiera sonrió cuando le decía que no era tan malo estar en la sala de su casa. Obviamente había remodelado todo una vez su ex se mudó (bendito abogado que le había conseguido la casa a ella, que de hecho le gustaba bastante) para que no quedara ni rastro de él en la alacena, porque de otra manera era demasiado deprimente. Los cuadros, las alfombras, los colores, todo era ella reflejado. De cierta manera Benjamin estaba halagando su gusto. Lástima que no tenía tan buen ojo para los hombres como para la decoración de interiores.

- "¿Ese coche?" Vamos, si te encanta y morías de ganas por meterle mano. - Y aquello era lo más parecido a un chiste que iba a hacer. Y de nuevo el silencio... la tensión que existía entre ellos era tan palpable que bien podría alcanzarla con tan solo estirar los dedos...

- Pues no, la verdad ya no. - Respondió tabién en voz baja, sin mirarlo, antes de volver a coger otro bocado de fruta. La verdad que moría de hambre y se había quedado con el antojo de los estúpidos rollos de atún. En fin...

Silencio. Silencio. Silencio. - ... supongo que... gracias por acompañarme al hospital. - Agregó en voz baja sin intenciones de ser grosera, pero incapaz de mirarlo a la cara, por lo que volteaba el rostro a cualquier otra parte que no fuera Benjamin. Por lo menos eso le concedería, que se había portado bien con ella, a pesar que la historia entre ellos estaba en su totalidad plagada de espinas.
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Mensaje por Benjamin J. Hawthorne Mar Jul 24, 2012 10:35 am

¿Que Evelyn contrataria a una enfermera para que la cuidara las cuatro semanas que debería estar sin apoyar el pie en el suelo? Bien. Perfecto. Nada debería haberle importado menos. Pero el caso es que no lo hacía, y una vez más se maldijo por ello.
Había estado completamente tranquilo y en paz con su vida durante los meses en los que no la había visto y en los que sólo había sabido de ella por lo que oía por el pueblo, pero aquella noche todo parecía demasiado extraño.

- Sí, supongo que vas a estar muy feliz con una enfermera especializada a cuidar ancianitos. Yo lo haré.

Aquella frase había salido de su boca mucho antes de que pudiera llegar a morderse la lengua. ¿Que lógica tenía que él se acabara de ofrecer a mudarse a vivir a su apartamento para ayudarla con el día a día? ¿Y el taller? ¿Y su vida? (sobretodo su vida nocturna a la que debería renunciar totalmente), pero ahí estaba. Y más que un ofrecimiento era un hecho. Una afirmación que no dejaba lado a replicas.

'¿¡Y ahora qué, Ben!?' le recriminó la voz de su subconsciente que tenía toda la razón del mundo. ¿Él viviendo con ella? Una completa locura. Sin embargo se sentía un poco culpable de la falta de opciones de Evelyn respecto a los amigos que se podrían mudar con ella. Cuando había explotado todo el escándalo mucha gente le había vuelto la espalda y él, simplemente no había movido ni un dedo para mejorar las cosas.
Y si había algo que sabía de propia experiencia es que estar escayolado sin poder moverse no era nada agradable o divertido y que si tenía que tener a un completo extraño viviendo en su casa sería peor. Si ella preferiría tener a ese desconocido o a él entre sus cuatro paredes ya no lo sabía, sin embargo estaba decidido a no escuchar ninguna de las quejas que seguramente vendrían a continuación.

- Condiciones: No cocino, así que espero que no le pongas pegas a lo precocinado que solo tiene que calentarse. No pienso dormir en el sofá, así espero que tengas habitación para invitados. Y puedo poner lavadoras pero no plancho bajo ningún concepto. Lo demás lo concretamos sobre la marcha. - dijo con una seguridad en la voz que no sentía en absoluto.

Sentía como si se estuviera internando en un terreno pantanoso y no supiera ni en que dirección debía andar. Desde luego la perspectiva de seguir en el taller reparando el coche se le hacía muchisimo más atractiva para ese entonces. Quizás se estuviera volviendo loco y por eso tenía episodios de doble personalidad que le hacían actuar como si fuera el protector de la chica. Como si, de algún modo, fuera el responsable de todo lo malo que le ocurría y debía compensarla.

Menuda estupidez.
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Mensaje por Evelyn D. Aldridge Miér Jul 25, 2012 10:11 am

- ¿Qué? ¿Alguna otra mejor idea, genio? – Puso los ojos en blanco respondiendo lo primero que se le vino a la cabeza. Obviamente era su mejor opción, o eso le parecía. No tenía caso que volviera a repasar el por qué ninguno de sus amigos podría ayudarle en esa ocasión si todos tenían sus propios compromisos y problemas. Lo que le quedaba era hacer lo de siempre: comprar la solución. Así que si tenía que pagar a una enfermera o dos o hasta a un asistente personal para que hiciera sus encargos así lo haría. Que total, algún quinceañero con intenciones de comprarse un iPod o alguna cosa de así debería estar dispuesto a recoger su tintorería.

Casi se le va el alma al suelo cuando Benjamin anunciaba que él lo haría. ¿Él? ¡Él! De todas las personas en Storybrooke…

Le miró primera con una extrema incredulidad, porque jamás habría imaginado eso de él, no con la forma que le había tratado desde que se separaron, y más concretamente, esa noche en especial. De acuerdo, la había llevado al hospital, pero eso era el mínimo de decoro que cualquier ser humano medio decente demostraría con alguien que está herido, ¿qué no? De eso, a ofrecerse a quedarse con ella por un mes entero…

Y lo más importante, ¿lo quería ella ahí? Para recordarse día a día de los errores que había cometido y las cosas horribles que había hecho y el cómo se había convencido estúpidamente de que tal vez había un futuro para ellos. Tendría que ser idiota para exponerse así a eso, a lastimarse de manera tan gratuita. Idiota y masoquista, no había más.

El problema era que… ¿tenía alguna otra opción? Contratar personal o aceptar su ayuda… ayuda que, todo sea dicho, le debía. Por todo lo que le había hecho pasar. ¡Con un demonio! ¡Que se había roto el pie a causa de sus herramientas mal guardadas!

Para colmo todavía se ponía a darle de condiciones de a lo que ella tendría que ceder para tener el honor de dejarlo vivir en su casa ayudándole con la lesión por la que, sí, lo culpaba. ¿Las comidas precalentadas? Ella comía siempre fuera, y cuando no, ahí estaba su congelador repleto de ellas. ¿Qué no dormiría en el sofá? Había tres habitaciones principales en esa casa además de la suya, y una habitación de huéspedes. ¿Qué no iba a limpiar? Tenía gente que venía diario a encargarse de eso…

- Mis condiciones: Nada de quejas. Tú te acabas de ofrecer a esto. – Y la verdad, esa parte infantil y vengativa que todos teníamos contemplaba lo que sería el comportarse hasta los límites de lo caprichoso e insoportable, que si iba a hacer eso para compensarle todos los malos ratos que la había hecho pasar, que le costara. – Nada de irte de fiesta hasta la madrugada del día siguiente, mi casa no es hotel. Y sobre todo, nada de mujeres, ¿lo oyes? – No, eso no estaba dispuesto a discutirla. Como cualquier otra zorra se acercara a 30 metros de su propiedad iba a echarle encima al Sheriff por allanamiento. No podía controlar con quien se viera en otros lados, pero en su casa no. Y por eso mismo, ella no se acercaría en lo absoluto a la habitación que el tomara…

… si acaso encontrara manchas de lápiz labial en los cuellos de su camisa, moriría.

- … Whisky puede dormir aquí adentro. – Y lo que adoraba a ese perro…

¿Se lo estaba planteando en serio? ¿Iba a aceptar?

Por alguna razón sentía que acababa de firmar un pacto con el diablo.
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