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Mensaje por Lilianne M. Scott Mar Jun 26, 2012 10:19 am

Storybrooke
17:24 || Bosque || William McMike <3<3

Una tarde relativamente fea. Así era como podía describir el día en transcurso. Estaba en casa, quizás una salida al bosque era la mejor opción. Sentarse en las rocas, oír el cantar de los pájaros, el crujido de las hojas al pasar sobre ellas. Una de las pocas cosas que me daba real placer era eso: la naturaleza. Decidí pasar un tiempo a solas conmigo misma en el solitario y poco habitado bosque. Tomé muy precavidamente un impermeable amarillo pollito, seguramente llovería más tarde. No necesitaba mucho más que eso, pero algo se me olvidaba... ¡MI IPOD!, entre tanta soledad había que ponerle ritmo a la cosa. Reí ligeramente, mientras negaba con la cabeza una y otra vez. Pensamientos absurdos. Tomé además los auriculares, las llaves y me dirigí hasta la puerta principal, girando entonces la manilla dorada, saliendo de mi acogedora casa casi tan rápido como un parpadeo.

Mis ligeros pies se encaminaron hacia la frondosidad del bosque, apresurando cada vez más el paso, debido a que la llovizna iba persiguiéndome. Internada ya en el lugar, me encaminé más hacia el centro, buscando yo no sé qué, porque más privacidad era imposible. Las chicharras cantaban sin parar, eso me puso algo nerviosa a pesar de que era el sonido más normal del bosque. ¿Y por qué estaba nerviosa?, usualmente cantaban cuando se ponía el sol. Era toda una contradicción, con ganas de ir al bosque, pero ahora con ganas de irme. Ya estaba allí, ¿para qué irme?. Ignoré todos los "ruidos" y me senté al pie de un árbol y saqué mis auriculares y IPod. Tenía una amplia lista de reproducción, como buena amante de la música escuchaba casi todos los géneros, pero adoraba la electrónica, el pop, el rock. Urgando entre las canciones encontré una de las más viejas que tenía, o eso suponía: Saturday de Basshunter, buen artista. La música empezó a sonar y por inercia empecé a tararear en voz relativamente alta, debido al volumen de la música, no podía escucharme: " 'Cause it's satu-Saturday ain't nobody here to take (ehe ehe ehe), 'cause it's satu, 'cause its satu-satuday everybody wants to play (ehe ehe ehe)...".

No esperaba compañía, seguramente iba a ser una tarde más sin nadie: las chicharras, la música y yo, vaya trío.


Última edición por Lilianne M. Scott el Sáb Jun 30, 2012 8:16 am, editado 1 vez
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Mensaje por William E. McMike Miér Jun 27, 2012 2:46 am

Storybrooke
Hogar de los McMike, Pasillo
16:45
- ¡William! ¡¿Qué haces todavía durmiendo?!

El viejo McMike aparece frente a la habitación de su nieto. Sus gritos hacen que una cabellera castaña se asome por la puerta. - ¿Pero qué…? - murmura el joven mientras se frota los ojos todavía dormido. - ¿Qué es este escándalo?

- ¿Escándalo? ¡Yo no armo ningún escándalo, jovencito! ¡Eres tu el que se despierta a las cinco de la madrugada para pintar! - contesta el mayor un tanto enfurruñado. En ese momento una leve sonrisa aparece en el rostro cansado de William. Su abuelo tiene razón. A esas horas se encontraba en el salón, frente al caballete. Dibujando. Pintando. Soñando. - ¡La pintura es un arte, abuelo! Como tu música. ¿O es que acaso yo me quejo cuando coges tu violín y te pones a tocar a la hora de la siesta? No, no señor. - exclama divertido mientras se vuelve a frotar los ojos con la mano derecha. - ¿Sabes qué? Me voy a pintar.

- ¿Ahora? - pregunta indignado Arthurus. Aquel jovencito a veces le saca de quicio, sin duda alguna, no se parece a su padre. - ¡Ahora! - deja escapar una sonrisa antes de correr algo más despierto hacia el salón. - Cuando llega la inspiración, es imposible pararla.
---
Hogar de los McMike, Salón
17:14
- ¿Todavía sigues pintando? - murmura el viejo, sentado en una cómoda butaca gris mientras lee el periódico. En realidad, lleva unos minutos sin prestarle atención a su nieto, aunque sabe que a parado un momento para cambiarse de ropa. En el fondo de su corazón, la curiosidad se va haciendo lugar.

- Por supuesto. Este va a ser uno de mis mejores cuadros. - ríe feliz. Su camisa a cuadros esta llena de manchas de pintura pues utiliza el pincel como si fuera una espada, pues le gusta imaginar que es un caballero lleno de coraje que lidera a un ejercito de valientes hombres. Muchos lo saben, ya que cuando era pequeño jugaba con sus amigos a caballeros y princesas. Él era el mejor de todos ellos, y siempre se enamoraba de Paradise, su mejor amiga.

Mientras pinta han aparecido dos manchas en su rostro, una verde en la frente y otra raya azul en la mejilla izquierda. William se sube las mangas de la camisa y se toca la frente, como esperando a que llegue una idea, pero lo único que consigue es expandir la mancha por lo que continua pintando. Al rato lanza un grito de jubilo, ha terminado su cuadro. El viejo Billy se sobresalta y da un brinco en su asiento antes de alzar la vista hacía el joven. - ¿Qué pasa? ¿Ya has acabado?- pregunta con una ceja elevada, aunque no hace falta que le conteste, al ver su rostro lleno de felicidad ya sabe su respuesta. - ¿Puedo verlo?

William asiente y su abuelo se levanta y camina hacia el caballete. Observa el cuadro con detenimiento mientras en su rostro comienza a reflejarse un deje de duda. - ¿Y este que lugar es? - pregunta extrañado. En el cuadro se veía una torre que parecía deshabitada, bellamente dibujada, como sacada de un sueño, junto a un lago de brillante color azul. Y allí, al fondo, había un castillo de piedra blanca. El hombre jamás había creído que un hogar pudiese verse tan bello como se veía en aquel cuadro, pues a pesar de notarse la antigüedad de la torre, seguía pareciendo hermoso. Y debajo, con una caligrafía pulcramente escrita decía: 'Hogar no son solo cuatro paredes, hogar es el lugar donde sabes que siempre serás feliz'.

- No lo sé, lo vi en un sueño. - sonríe alegremente. - Me voy al bosque. - deja caer antes de salir corriendo hacia la puerta y segundos más tarde ir en dirección hacia el bosque de Storybrooke. Debe ir allí, se lo dicta su alma de artista.

Al viejo McMike no le da tiempo a decirle nada ni tampoco es que lo fuera a hacer pues sabe muy bien que cuando a Billy le llega esa pasión es imposible pararle los pies. Aunque ahora que lo piensa bien, debería haberlo intentado, menudas pintas que lleva el chaval. Parece un granjero lleno de pintura, solo le falta el sombrero de paja y la espiga en la boca para ser uno de verdad. Una risa alegre se escapa de su boca gracias a ese pensamiento y gira el rostro hacia el perro que acaba de aparecer en el salón. - Odysseus, sigue a Billy y no dejes que se meta en líos. - le ordena mientras el perro alza la cabeza y parece mirarle con resignación. Siempre le envía a él a cuidar de William, no tiene a nadie más para vigilarle. - Venga, no seas cabezota, corre. - el perro le mira una última vez y echa a correr tras el chico.
---
Storybrooke, Bosque
17:24
William pasea, esta vez más tranquilo, por el bosque. Sabe que es exactamente ahí donde debe estar y por mucho que llueva a su alrededor, él no se va a marchar. Hoy a comenzado el día de manera apasionada, ya que de vez en cuando debe dejar de lado su tranquilidad para que su vida no se tan monótona. Odysseus va a su lado, cansado por la carrera que se ha dado. William le ha acariciado la cabeza al llegar y el perro le ha gruñido, a él eso le parece gracioso por muy raro que sea.

Lo que Will no sabe o finge no saber, es que lleva dos manchas en el rostro, un pincel lleno de pintura que gotea encima de la oreja derecha y que además va descalzo. Sus manos van dentro de los bolsillos del mono vaquero mientras da vueltas y vueltas con una sonrisa pintada en la cara. No le duelen los pies por no llevar zapatos y aunque le dolieran tampoco se quejaría, le gusta la naturaleza y por eso disfruta tanto gracias a ella.

Una música demasiado alta hace que se pare de repente y gire sobre sus pies. Esta más que seguro que en el lugar de donde proviene la música hay alguien aburrido, cosa que queda demostrada cuando llega dando alegres saltos al sitio exacto donde se encuentra a una jovencita morena a la que conoce bastante bien. No esta seguro de si es ella o no la que canta, pero aún asi sonríe. - ¡Bravo, Lily! ¡Bravo! - exclama riendo mientras aplaude entusiasmado cerca de los arboles.
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Mensaje por Lilianne M. Scott Miér Jun 27, 2012 8:14 am

Storybrooke
17:24 || Bosque || Wiliam McMike <3<3

Escuché unos pasos que se dirigían rápidamente hacia a mí pero decidí ignorarlos, tal vez hoy me había levantado algo paranoica. Seguí en lo mío, como si fuese la mejor cantante del mundo. Mi cuerpo se movía "al son de la música", divertida para decir verdad. Poco después escuché algo parecido como: "¡Bravo, Lily! ¡Bravo!, no pude apreciar bien la voz, la música estaba demasiado alta. De pronto, la canción y todo sonido pareció silenciarse en mi cabeza. ¿Quién hablaba?. Estaba asustada. Halé mis auriculares y estos cayeron suavemente en mis piernas. Fruncí el ceño y giré la cabeza lentamente hacia el cuerpo inmóvil que parecía aplaudir mi horrible intento de canto. Toda la seriedad y la cosa pareció desvanecerse un segundo después de haber volteado. William... William....... Apareció una pequeña sonrisa en mi rostro, fue un gran alivio en realidad. Giré la cabeza y apoyé mis manos en el suelo, haciendo crujir las hojas, levantándome de un brinco. Me sacudí un poco y caminé hacia él. —¿Qué te da derecho a asustarme de esa manera?—pregunté casi indignada, con puchero y todo. Luego, extendí mis brazos para darle un pequeño empujón, aunque, para ser honestos; no fue muy útil.

Le miré a los ojos, noté unas pequeñas manchas de pintura en su rostro. Sabía perfectamente que su pasión toda la vida había sido la pintura. Negué con la cabeza, riendo. Me acerqué un poco e intenté quitarle la mancha de pintura de la frente. Era muy alto, demasiado, tuve que ponerme de puntitas. —Ya te dije que no comieras más pintura, mira como te pusiste...—bromeé. La pintura ya estaba seca, calculaba que probablemente estaría pintando media hora antes de estar en el bosque. También me fijé en el pincel que estaba detrás de su oreja, se lo quité y sacudí un poco para quitar cualquier exceso de pintura.

Él usualmente no vestía de esa manera, lo que me extrañó un poco. Bajé la mirada y su camisa estaba llena de pintura, continué descendiendo y observé que no tenía zapatos. —¿Qué?, ¿acaso te has portado tan mal que te echaron de casa y no te dio tiempo de agarrar un par de zapatos?—pregunté, manteniendo esa sonrisilla pícara en mis labios. —Te prestaría mis zapatos, pero en realidad no creo que te queden—comenté alzando una ceja. Yo calzaba aproximadamente 37/38 -lo que sería en talla americana un 3 ó un 4-. A veces me molestaban y me decían que tenía un pie enano, a lo que yo replicaba: tengo pies de princesa. Muy inteligente.

Había conocido a William cuando tenía apenas tres o cuatro años. Toda una vida. Era un gran amigo, con el que podía bromear de esa manera, era algo totalmente normal. Era mi mejor amigo, lo sabía absolutamente todo de mi, y yo de él. A veces que me contara de sus romances y esas cosas no era tan agradable, teniendo en cuenta que me atraía y era el hombre de mis sueños. Negué con la cabeza y parpadeé un par de veces muy rápido, borrando cualquier pensamiento de ese tipo de mi cabeza. Tenía que preguntarle algo, el silencio era lo más incómodo del lugar, o bueno, quizás su camisa de botones, que tenía abiertos al menos dos de ellos. —Y dime, ¿qué haces acá?, el día está bien feo—dije entre dientes. Desvié un poco la mirada y noté la presencia de Odysseus, el perro de su abuelo, que al parecer lo seguía a todas partes, era increíble. Me agaché y acaricié la cabeza del perro, "saludándolo". —¿Cómo está el perrito más lindo?, añuñú—toda una loca obsesionada por los animales.


Última edición por Lilianne M. Scott el Sáb Jun 30, 2012 8:22 am, editado 2 veces
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Mensaje por William E. McMike Vie Jun 29, 2012 11:06 am

Storybrooke
Bosque
17:24
Había una vez, un chico que alegraba siempre el corazón.

La sonrisa de William se ensancha. Lilianne parece asustada y él piensa que eso es divertido porque esta muy seguro de que cree que es un acosador o algo por el estilo, cuando en realidad es culpa suya que lo piense, pues ha sido él quién ha gritado su nombre y aplaudido su pésimo intento de entonar a la perfección la canción que escucha en su IPod. A pesar de ello, William adora a Lily, por muy mal que cante, por muy enamoradiza que sea, por muy loca que este. La adora, la quiere con locura, y es por eso que a veces la trata como si fuera su hermanita pequeña. Aunque tengan la misma edad, aunque se conozcan desde muy niños.

El chico observa como sus auriculares caen y gira el rostro hacia él para luego caminar hacia donde se encuentra. - Tranquila, yo tampoco se cantar. - dice riendo justo antes de que ella le de un leve empujón que no consigue moverle ni un centímetro del lugar.

- Eres una de mis mejores amigas, tengo todo el derecho del mundo para asustarte. - deja caer mientras se apoya en el árbol más cercano cruzándose de brazos. Entonces la mira de nuevo. A veces piensa que Lily es bonita, pero cuando lo hace, intenta alejar ese pensamiento de su cabeza rápidamente. Es su amiga, no puede comenzar a sentir cosas por ella. Si lo hiciera y no saliera bien, su amistad quedaría reducida a cenizas y no podría recuperarla jamás. No podría ver la bella sonrisa de Lilianne cada día. No podría escuchar la suave risa que solía escaparse de sus labios. Y eso no lo soportaría.

Al parecer acaba de darse cuenta de que lleva una mancha en la frente ya que Lily se ha acercado a quitársela. William ríe con ganas al escuchar su comentario sobre la pintura y se agacha un poco para que pueda borrarle del todo esa raya verde. De repente hace un intento de ponerse serio. - ¿Como osáis decir que yo como pintura? - dice tapándose la boca para hacerse el indignado, aunque no tarda mucho tiempo en echarse a reír de nuevo.

- ¡Oh vaya, mi pincel! ¡No sabía donde lo había dejado! - exclama sorprendido al ver como se lo quita de una de las orejas. El joven William es un pelín olvidadizo. Hay días en los que se pone camisas viejas de su abuelo porque no encuentra las suyas, otros tantos en los que escucha música clásica porque no sabe donde esta su reproductor y algunos en los que pierde las llaves y no puede entrar en casa hasta que el viejo Billy no aparezca. - ¡Que va! ¡Me los han robado unos duendes! - responde mirando sus pies y más tarde los de Lily. En comparación con los de ella parecen gigantes y eso produce que se le escape una encantadora sonrisa antes de cogerla suavemente de las manos para quitarle el pincel y volver a colocárselo en la oreja. Tarda más de lo debido en soltarla, pero intenta que no se note mucho haciéndole una pregunta. -¿Has visto que guapo voy? - suspira mientras le enseña el mono vaquero y la camisa de cuadros. Por muy raro que parezca, es suyo, lo compró hace unos días en la tienda de antigüedades simplemente porque le hizo gracia.

Le extraña que comience a negar con la cabeza y a parpadear pero no le dice nada, seguro que son cosas de chicas y él no se quiere meter en algo así. Es por eso que deja de apoyarse en el árbol y descruza los brazos de nuevo, acercándose a ella. - Mi corazón me ha dicho que hoy debía estar aquí. En el bosque. Contigo. - le susurra cerca de su oído. Todo lo que ha dicho es cierto, pues estaba convencido de que la encontraría aquí. Y asi se lo ha hecho saber. Porque William es, por encima de todas las cosas, sincero.

Se aleja un poco de ella mostrandole una sonrisa llena de cariño, le gusta estar en su compañía, con Lily se siente bien. Y es por eso que a veces, sin querer, ocurre lo que ahora mismo, intenta quererla de una manera distinta, pero no lo consigue del todo. Sí, le atrae. Sí, la quiere. Pero no como le gustaría, la quiere como a una hermana, como a su mejor amiga. Porque eso es exactamente lo que ha sido, es y será siempre. Su mejor amiga.

Fija su vista por primera vez en Odysseus, ya se había olvidado de él. El pobre perro ha estado sentado a su lado durante toda la conversación pero no ha hecho nada más. Odysseus, el pequeño perrito de dos diferentes castaños. El animalito que en realidad tendría que ser más grande que él y que no es más que una bolita de pelo que babea, mueve la colita y ladra contento. Porque William todavía no entiende que Ody ya viviera cuando él todavía no había nacido y ahora, después de diecinueve años, continuara siendo igual de enano y perfecto. - Se encuentra genial, aunque mi abuelo sigue diciendo que quiere ir a la escuela. - ríe a carcajada limpia mientras comienza a caminar sin rumbo fijo, esperando que Lily le siga el ritmo.

Hoy se encuentra distinto pues es la primera vez que no dibuja un paisaje o algún habitante de Storybrooke, hoy ha pintado una torre, un lago y un castillo. Eso es extraño. Muy extraño. Y es por eso mismo que se nota distinto, precisamente en el día de hoy, se ve más alegre y encantador. Hace suspirar a cada chica que encuentra, hace sonreír a cada niño triste que se cruza. Es un bendito milagro. Y dime, ¿qué haces acá?, el día está bien feo. La pregunta de Lily no le ha sorprendido pero aun asi la mirada de William se oscurece durante un instante y continua asi cuando vuelve a hablar.
- He pintado un castillo, Lilianne. - suelta la frase mirándola a los ojos antes de despeinarse el cabello con la mano izquierda. Aquellos que no conocieran a William le dirían: Muy bien, chaval, o quizás, ¿Has pintado un castillo? Felicidades, amigo. ¡Menudos tontos! Todo aquel que le conoce sabe que Will jamás ha pintado algo que no tuviera que ver con Storybrooke. Jamás. Hasta hoy. Y eso es una señal, esta seguro. No sabe si sera que algo bueno o malo va ocurrir, pero su imaginación ha ido más allá de su hogar, se ha metido en los cuentos de hadas que tanto le gustaba escuchar de niño. Se ha metido en esas historias que hace años que no ha leído. Esas historias que le hacían soñar e imaginarse que vivía en un mundo lleno de fantasía.
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Mensaje por Lilianne M. Scott Sáb Jun 30, 2012 9:42 am

Storybrooke
17:24 || Bosque || William McMike <3<3

El muchacho dejó salir algunas palabras de sus labios, las cuáles no entendí luego de unos segundos más tarde. Reí. No era una buena cantante, eso lo sabía, no tenía que recordármelo. —Ah bueno, muchas gracias—dije, rodando los ojos. Por más que lo intentara, no podía enojarme con él, era increíble. William se había convertido en mi todo, de todas la maneras que existen, de todas las formas posibles.

Él volvió a hablar, ésta vez arqueé una ceja, haciendo una mueca con la boca. —Eso no es justo..—hice puchero y luego continué. —eso no te da derecho, Billy—concluí mi reproche. Nunca le llamaba así, era muy extraño. Usualmente le diría William, o le llamaría de cualquier otra manera, pero no Billy. ¿Por qué no?, así le decía William a su abuelo. Una manía mía. Miré sus avellanados ojos por varios largos segundos, casi embobada, perdida en su mirada. Luego, al parecer me había cortado la inspiración. William se agachó un poco para que pudiese quitarle la mancha de la cara. Me resultaba gracioso aquello, la enorme diferencia de altura entre ambos, aunque a la vez se me hacía algo tierno.

Estaba muy acostumbrada a ver siempre a William sonriente, siempre lo estaba, por lo que su torpe intento de estar serio no me hizo pensar que lo estuviese ni por un segundo. Tenía una risa muy contagiosa, poco después reí con él. —Bueno, con tantas marcas de pintura en la cara... ¿qué más podría pensar?—le dije. Sí, solo tenía dos manchones, pero era super exagerada con todo.

Me sobresalté un poco bastante (valga la redundancia) ante su exclamación, por lo que llevé una mano a mi pecho, respirando repetidas veces con un ritmo acelerado. —¡Me asustaste de nuevo!—reí. —Vaya que eres despistado William, dime, ¿qué harías sin mi?— me acerqué un poco y le apreté las mejillas frunciendo un poco mis labios. Me separé de él y dejé caer mis manos también, que se posaron a mis costados. El que no conociera al muchacho diría que es todo un casanova, pero en realidad no lo es. Que le gusten las chicas es algo normal, pero jamás ha tenido novia, para mi suerte, gracias a Dios. Ver a mi mejor amigo con una chica no sería nada agradable.

Los duendes no existen, chiquitín... creo que ya te estás volviendo loco—me encogí de hombros esperando su reacción. Me di cuenta que observaba mis pies y los suyos, como comparándolos. Sonreí ligeramente, aún era un niño, siempre había pensado eso, estaba encerrado en el cuerpo de alguien mucho mayor. Así y todo, lo quería como a nadie, y como nadie más iba a hacerlo. Sentí como sus manos tomaban las mías, arrebatándome el pincel. Justo en ese momento se me paralizó el corazón. No sabía por qué lo había hecho, pero sabía que me había encantado. Los tres o cuatro segundos más lindos de ese día. —Tú siempre vas guapo, pero hoy me impactaste..—bromeé, esbozando una sonrisa en mis labios, dejando escapar consigo una risilla nerviosa. Estaba vestido horrible. Feo. O más bien, la ropa era fea.

Vi como se acercaba a mí. Y ahí fue cuando se me terminó de paralizar el corazón, todo al rededor pareció detenerse, el mundo dejó de girar. "Mi corazón me ha dicho que hoy debía estar aquí. En el bosque. Contigo.", me susurró muy cerca. Llevé una de mis manos hasta su cuello, acariciándole suavemente con un sutil roce. Como si él no supiese que esa es mi mayor debilidad. Que me susurren cosas lindas al oído. Suspiré al él alejarse de mi y dejé que mi mano se deslizara por su hombro. —¿C..co...conmigo?—pregunté ruborizada. Mis ojos brillaban, como si estuviese a punto de llorar. Brillaban de la emoción. Esto ya debía ser normal, William siempre era lindo conmigo, pero, eso había sido probablemente lo más tierno que él me hubiese dicho.

Mis ojos se dirigieron hacia sus labios. Tenía una sonrisa muy linda, perfecta. Era triste que él no me viese como algo más que su mejor amiga. No es malo tampoco, solo... triste.

Odysseus estaba tan tranquilo y quieto que era casi imperceptible su presencia. Le había preguntado al can qué cómo estaba. Ni que me fuese a responder. Pronto William habló por el. —Muy chistoso, William—le miré fijamente, riendo un poco después. Sin ningún motivo aparente empezó a caminar hacia otro sitio, por lo que le seguí de cerca, creí que eso quería.

"He pintado un castillo, Lilianne", le escuché decir. Fruncí el ceño y se borró toda señal de felicidad o dulzura de mi rostro. —¿Un castillo?... qué raro; ¿has soñado con castillos últimamente?—no supe que más preguntar, nunca había pasado. William siempre pintaba retratos, paisajes, todo sobre Storybrooke, y allí, donde vivíamos no había castillos.

Hoy todo estaba saliendo bien, tenía que decirle lo que sentía. Habían pasado aproximadamente 10 años desde que había empezado a sentir cosas por William, diez largos años en los que había callado mis sentimientos por él. No estaba segura de que pasaría luego, no sabía que ocurriría, pero si tenía claro algo, iba a ser honesta con él y ya no tendría por qué ocultarlo más. Iba a hacerlo. —William... tengo que decirte algo..—murmuré, esperando que lo hubiese escuchado. Si lo que estaba a punto de hacer arruinaba nuestra amistad, sería lo peor que pudiese pasar. Lo quería demasiado, pero ya era hora de que él supiese de que lo veía como algo más, de que era el hombre de mis sueños, aunque yo no fuese la chica indicada para él.
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Mensaje por William E. McMike Lun Jul 02, 2012 2:56 pm

Storybrooke
Bosque
17:26
Tú crees que el amor es sencillo, que el corazón es como un diagrama.

El joven McMike se agarra suavemente al brazo de su amiga mientras caminan con tranquilidad por las sendas del bosque. Hace caso omiso a la primera reacción de Lily y más tarde la mira sorprendido. Asi es como le decían en la escuela: El pequeño Billy. Nunca le había llamado de esa manera. Y ella lo sabía, más siempre se dirigía a él por William o incluso por Will, pero jamás por Billy.- Oh, vaya. Creo que estas enferma. - murmura mientras le pone una de sus grandes manos en la frente haciendo como que le toma la temperatura para retirarla poco después. Una pequeña elevación se vislumbra en sus labios. Esta sonriendo. Disfrutando de ese pequeño momento junto a su mejor amiga. Siendo feliz.

A veces le cuesta mirar a Lily y ver que ya es toda una mujer que poco a poco va creciendo, porque él es un hombre y la mayor tentación de un hombre antes de las cervezas y el fútbol son las mujeres. Por eso hay veces en las que evita mirarla, porque sabe que puede caer. Porque a veces la sonrisa de su amiga le pierde, a veces tiene ganas de hacerla reír hasta que los músculos de su boca tiemblen, a veces tiene ganas de pasar con ella todo el día y otras en cambio solo quiere besarla. Aunque al instante deja de sentir esas cosas por ella porque en realidad, sabe que no esta enamorado de Lily, porque no siente el dulce revoloteo de las mariposas en el estómago. Y piensa, ¿y si es al contrario? ¿Y si ella esta enamorada de ti? Entonces tienes un buen problema, amigo.

Rehuye durante un instante su mirada pero luego sacude la cabeza y fija su vista en los castaños ojos de su amiga.- ¿Dos? ¿En serio? Pues no sé. Quizás podrías pensar que mi abuelo me odia y cuando se enfada me tira cubos de pintura. - dice antes de que salga de su boca esa risa contagiosa que es tan característica en él. Luego intenta quitarse la otra mancha restregándose la mano por toda la cara, haciendo que sea una imagen digna de ver.- ¿Ya? No me queda nada, ¿verdad? - pregunta bajando la voz, esta intentando escuchar el sonido de los pájaros sobrevolando el bosque, pero al parecer el ruido de los árboles moviéndose al compás del viento lo ocultan.

Vuelve a reír tras el sobresalto de Lily y continua caminando con ella cogida del brazo. Es agradable estar así junto a la adorable Lilianne durante al menos un día a la semana, aunque a veces no sea posible.- Eres muy asustadiza, Anne. ¿Que haría sin ti? ¡Vivir aventuras! - exclama dejando ver esa sonrisa fácil en su bello rostro. Esta vez se la ha devuelto, la ha llamado Anne. En general sabe que la mayoría de la gente la llama Lily pues es el primer apodo que te sale cuando escuchas su nombre, pero él ha decidido decirle de una manera diferente en este momento.

Esta vez le suelta el brazo y se para durante un breve instante alzando los brazos al cielo con una sonrisa.- ¡Si que existen! ¡Y no estoy loco! Pregúntale a la pequeña Paula y verás como tengo razón. - murmura un tanto enfurruñado mientras baja los brazos y la mira de nuevo con verdadera curiosidad. -¿Verdad que sí? Se lo compré al señor Gold hace unos días en la tienda de antigüedades, pobre hombre, a la mayoría de los adolescentes ya solo les gustan las cosas nuevas. - le comenta bajando la mirada hacía su ropa de hoy. En realidad esta horrible, debería haberse cambiado. Aunque como suele decir: Cuando llega la inspiración, es imposible pararla. Y él ha encontrado su inspiración en el bosque, a encontrado a su Lily. A su amiga del alma.

Un suspiro, con una lentitud digna de las tortugas, se escapa involuntariamente de sus labios al notar el roce de las manos de Lilianne en su cuello. No puede hacerle algo así, eso le vuelve completamente loco. Aunque no esta muy seguro de si ella lo sabe o no.¿C..co...conmigo?, escucha la tímida pregunta de la chica y alza su mirada castaña hacía ella.

Se acerca de nuevo hasta el lugar donde se encuentra Lilianne y le coge el rostro entre ambas manos con la misma suavidad con la que le había agarrado el brazo antes de comenzar a caminar.- Contigo. Solo contigo - susurra mirándola directamente a los ojos. Y entonces se da cuenta de su error, de su grave error. Lo ha visto, ha visto el amor en la profunda mirada de su mejor amiga. Y no esta seguro de como reaccionar a eso, pues le hipnotizan y a la misma vez le advierten que debe alejarse de ella para no hacerle daño, por la misma razón le suelta el rostro con lentitud y se aleja unos pasos en dirección a la hierba que crece frente a unos arbustos.

El joven se sienta en la hierba observando al perro que le sigue a todas partes desde que era muy niño. - Es verdad. Mi abuelo cada día esta más loco, creo que a cada año que pasa se olvida de como era con ella. - murmura bajando entristecido la mirada. Pocas veces William deja de ser un jovencito alegre y le invade la melancolía, pero esta vez le ha tocado recordar. Y recordar es algo doloroso. - Mi abuela Cyrene le hacía feliz. Ella era su vida, la única que lograba darle un poco de cordura a sus actos. Y sin ella para mi abuelo no hay nada, Cyrene se llevó al cielo la mitad de su corazón. - la fuerza de Will se debilita por momentos. Su sensibilidad esta ganando esta batalla pues hay lágrimas desafiantes esperando caer a toda velocidad por sus mejillas, pero él no deja que caigan pues se las restriega furioso con la mano. Hace cinco años que su abuela desapareció del mundo de los vivos y el viejo Billy todavía no se ha recuperado de su pérdida, pero en vez de hablar sobre ello y comenzar a llorar, aquel hombre hace como si no se hubiera ido, como si continuara con él. A veces le escucha hablar solo en la cocina o decirle cosas al perro cuando piensa que nadie mira.

Alza los ojos brillantes hacía Lily y esboza un intento de media sonrisa, cosa que no consigue del todo.- Sí, he soñado con un castillo de piedra. Y con una torre vieja y deshabitada junto a un lago hermoso. - suspira débilmente mientras se muerde un poco las uñas de la mano derecha . Esta nervioso, ha soñado más cosas. Ha soñado cuentos. Cuentos de esos que tanto les gustan a él y a Paula.- He visto rostros hermosos, coronas brillantes y palacios de cristal. - dice entusiasmado alzando un poco más la voz mientras la mira intensamente. Él siempre a sido soñador, creativo, muy imaginativo también. Pero jamás sueña ni pinta cosas que no hay en Storybrooke.

Su mirada se posa en los árboles que hay a su alrededor. Ama este lugar, pero a veces siente que no encaja bien en este pueblecito lleno de gente amable y buena. Le acaricia el pelaje a Odysseus que va saltando de un lado para otro desde que ha nombrado sus sueños. -¿Sí? Yo también debo decirte algo... - pregunta mirándola con una sonrisa que iluminaría el mundo si no hubiera sol mientras caminan de regreso a casa. Quiere decírselo ya, quiere decirle que cree haberse enamorado. Cree haberse enamorado de una de sus mejores amigas. Cree haberse enamorado de Abigail, la bibliotecaria.
William E. McMike
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