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Mensaje por Nora McAllister Lun Sep 17, 2012 12:49 pm

Entro en la pastelería apartandome el flequillo sudoroso a un lado. No suelo sudar si no es en una de mis clases de entrenamiento, pero hoy esta siendo un día especialmente agetreado. Tres parejas han venido temprano al orfanato. ¡Tres! Hacía tiempo que no venía siquiera una, y de pronto tres...realmente no se si debería alegrarme o sospechar por algo tan poco frecuente. Este extraño suceso enseguida me ha hecho tener que pensar en cual de los niños podía ser mas adecuado para cada una de las parejas, algo que a veces resultaba lo mas sencillo del mundo y en otras sin embargo resultaba imposible, bien por el niño o bien por la pareja. A veces resultaba imposible encontrar compatibilidad alguna, y no me gusta dejar a los niños con cualquiera. No me gusta darles la ilusión de una familia y que luego tengan que volver al poco tiempo o tengan una mala experiencia.
Me he pasado la mañana de entrevista en entrevista sin parar un solo segundo y cuando he querido darme tiempo, por todos los dioses, casi se me había pasado la hora de cierre en la gran mayoría de los comercios. Enseguida me organicé mentalmetne y dejé a un lado los que sabía que abririan por la tarde, pero había otros que necesitaba con urgencia antes de la hora de la comida. En el orfanato no es que nos sobre el dinero, ni mucho menos, pero me gusta darles pequeñas alegrías de vez en cuando a los niños. Por una sola de esas sonrísas sería capaz de hacer lo que fuera.
Oigo la campanilla de la puerta nada mas entrar y miro al que, aparte de mi, parece ser el único cliente que tienen ahora mismo. Buenos días... aunque casi son buenas tardes ya. Le miro disimuladamente, repasando mentalmente las pocas monedas que quedan en mi monedero, visualizando el mostrador y calculando hasta donde me llega el presupuesto. De reojo, me percato que el chico esta impaciente, de brazos cruzados y dando toquecitos de nerviosismo en el suelo con la punta de su pie izquierdo. No puedo evitar sonreír levemente, aguantandome la risa. Me recuerda al pequeño Rob las mañanas de domingo, cuando sabe que preparamos chocolate para desayunar y baja a esperar antes de lo normal a la puerta de las cocinas.
Hoy es el cumpleaños de Astrid, una de las chicas mas tiernas del grupo de los pequeños. No podemos permitirnos lujos, pero cuando es el cumpleaños de alguno de los chicos me gusta conseguirle aunque solo sea eso un pequeño pastelito para que, como a cualquier niño, su cumpleaños le resulte una fecha especial.
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Mensaje por Samuel Johansson Lun Sep 17, 2012 1:51 pm

Sí, que le íbamos a hacer; al fin y al cabo estaba anclado en ese pueblucho de mala muerte, algún día tarde o temprano tenía que darse una vuelta por él. Estaba seguro que era gracias a la Alcaldesa que se podía dar un paseo por las calles de Storybrooke, de no ser por ella, aquello parecería el Bronx. Era una lástima porque el lugar era bonito, la pena era la gente que vivía en él, lo ensuciaban con su sola presencia.

Y allí iba Samuel, con la cabeza bien alta, estirando hasta el último tendón de su cuerpo, mostrando su altura real y luciendo sus extravagantes ropas con orgullo. Sólo le faltaba la alfombra roja, incluso llevaba unas gafas de sol típicas del famoseo. Algunos ciudadanos lo miraban asombrados, otros con respeto, otros cuchicheaban a sus espaldas y otras miradas parecían cuchillos invisibles que atravesaban su cuerpo. Pero él las ignoraba, a todas, porque esa gente no merecía ni que los mirara, de hecho tampoco soportaría verlos porque lo ponían malo. Necesitaba estar en un ambiente donde se supiera valorar el estatus, donde hubiera sentido del glamour y esas cosas que le iban a él. Se detuvo un par de veces para observar escaparates, logrando entrar en una de las tiendas del centro comercial para comprarse un poncho más para la colección y unos pantalones ajustados, prácticamente se podían calificar de mayas. Tampoco salió de allí, no sin antes hacerse con unas botas militares que combinaban muy bien con cierto estilo de ropa. Total; que salió con un par de bolsas o tres del lugar. El Centro Comercial era el mejor sitio donde poder comprar allí, se aseguraba de que la ropa era de marca y auténtica, no importaba el precio.

Normalmente debía velar por la seguridad de la Alcaldesa, pero Samuel tenía unas horas libres de vez en cuando para poder hacer otras actividades que no fuera la de escolta. Aunque no negaba que le gustaba su trabajo, sentía algo parecido a admiración por ella y sentía como si su vida estuviera anclada a proteger a alguien, y ese alguien era, ni más ni menos, que la Alcaldesa.

Seguía con sus gafas y tecleando con el móvil por la calle. Había tropezado por el camino con un estúpido niño que no miraba por donde andaba. NO, Samuel NUNCA se equivocaba, siempre eran los demás los que hacían las cosas mal, eso debía quedar más que claro. Le advirtió al niño que como volviera a chocar con él se echaría una partida de bolos con su cabeza la próxima vez. Una vez quedó claro y el niño cabezón salió de su vista, acabó de enviar el SMS y se guardó el móvil en un bolsillo. Pensaba que ya nada más iba a llamar su atención y que había acabado de ver todo lo mínimamente interesante que podía tener el pueblucho, hasta que unos pasteles llamaron su atención desde el escaparate de la pastelería. Por un momento pensó en el gusto que le daría de invitarle a unos pastelitos a ese pocaflauta de Liam Seery, disfrutando de cada bocado que le diera a éstos que, por supuesto, estarían envenenados. No quería verlo circulando más por la casa de Siobhan, ni siquiera por el pueblo. ¿Quién se creía que era? No era más que un maldito forastero, ¿de dónde se sacaba tantas confianzas? Anda, una patada en el trasero y a Madagascar a plantar flores, que seguro que eso se le daba bien.

Se quitó las gafas llevándolas hasta su cabeza. Acercándose al escaparate para apreciar mejor los productos. La verdad es que no entraba en sus planes comer plastas de harina con colorines hechos por manos de pueblis. Pero bueno, por probar... Luego si no le gustaba ya tendrían su "recompensa". Se decidió a entrar, haciendo sonar las campanillas. ¿Y qué fue con lo primero que se topó? Una voz que invadió de mala manera sus cuidados oídos, voz de una ciudadana alegre, posiblemente de las peores que te podías encontrar por Storybrooke. Frunció el ceño mirándola de arriba a abajo con recelo, antes de cruzarse de brazos esperando a que se pidiese algo.

- Buenas tardes ciudadana. Cada día me sorprendo más de lo que veo; ¿Ahora tenéis hasta tiempo libre? Pensaba que vivíais para trabajar - preguntó sin pudor, para nada disimulaba su tono altivo y lo orgulloso que se sentía de estar un eslabón por encima de la gente trabajadora - ¿Siempre rebosas tanta.... alegría? Debe ser agotador aguantarte toda la jornada. ¿Vas a pedir algo o me tiene que salir barba? He de decir que no voy a dejar que me crezca, así que va, ¡rapidito! - exigió con un gesto con la mano, mientras miraba él también de reojo el mostrador, pensando qué cogerse - Quiero comprobar que uno sobrevive después de morder esa masa. Tú serás la perfecta cobaya.
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Mensaje por Nora McAllister Mar Sep 18, 2012 12:13 am

Veo con paciencia como el chico me observa de arriba a abajo con una mirada que claramente denota desprecio y altanería, pero no digo absolutamente nada. Me resulta bastante indiferente lo que los demás piensen de mi. Siempre ha sido asi y no va a cambiar ahora. Yo estoy contenta y feliz con mi vida, con los resultados que de esta surgen y con lo que me toca vivir. Me gusta hacer lo que hago. Que los demás opinaran como gustasen. Alzo las cejas en cuanto oigo que se dispone a hablar, aunque no resulte precisamente una persona agradable. Raro y borde, buena combinación para mandarlos de una patada en el culo a perderse en el bosque. Sin embargo, mantengo mi apariencia educada y me contengo de mandarlo a freir churros. Al contrario de los nada que hacer en la vida, me gusta vivir de lo que trabajo y ser de los afortunados que pueden mezclar su tiempo libre y su trabajo sin que esto cause gran diferencia, pero gracias por la preocupación. Si se creía superior iba listo... atado a las necesidades de la ropa y la elegancia que, desde su punta de vista, resultaba tremendamente hortera, digno de un circo de los malos, lleno de payasos sin pizca de gracia. Lamento informarte de que, para tu desgracia, mi alegría es contagiada por mi entorno, lo que implica que hay mucha mas gente alegre rodeandote y vas a tener que aguantarte. ¿Qué es esto?¿Una convención de emos reunidos todos en un mismo ente? Por dios...
Remiro de nuevo todo el mostrador y me decidí por [uno] que sé que le encantará a Astrid. Adora las mariposas. Se sale un poco del presupuesto, pero esta vez correrá de mi parte. Mientras yo sea la directora ningun niño se quedará sin pastel de cumpleaños, por pequeño que sea. Le sonrío educadamente a la mujer en cuanto me tiende el pastelillo debidamente envuelto y le pago unas cuantas monedas a cambio, girandome a mirar al chico con la mejor de mis sonrisas. Tendrás que encontrar a otra cobaya, me temo que yo no pienso ponerme a desayunar aqui para satisfacer tu curiosidad. Por cierto, ese rosa ya no se lleva. Sonrío todavía mas y con las mismas salgo de la pastelería.
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Mensaje por Samuel Johansson Jue Sep 20, 2012 8:20 am

Su cara de disgusto y asco se iba intensificando a medida que esa ciudadana, porque para él no tenía otro nombre, eran todos igual de pobres en ese pueblo, iba hablando y desmintiendo todo lo que hasta ahora había dicho Samuel.

- ¿Afortunada? ¿Así es como te calificas a ti misma?... Inaudito – respondió algo sorprendido, sonsacando una sonrisa incrédula mientras le lanzaba una mirada a la dependienta, como si la chica estuviera loca o dijera algo que no tenía para nada coherencia. De hecho, para Samuel no la tenía – Pues que pena, perderse media vida trabajando, sin disfrutar de los lujos y tiempo libre que hay en la vida… Ah no, que tú eres del pueblo – se echó unas carcajadas. No es que Johansson tuviera tampoco una vida de lujos, de hecho no recordaba la última vez que salió del pueblo, ni se había preguntado hasta ahora el por qué de no haber salido de allí en una buena temporada, ni que fuera por vacaciones. Pero bueno, como todos solían juzgar por las apariencias, seguro que nadie se daría cuenta de que Samuel exageraba de vez en cuando al describir su propia vida. Trató de no darle importancia a lo de “los nada que hacer en la vida”. Sabía que se refería a personas como él, pero no iba a darle el gusto de sentirse identificado. Además, él aprovechaba mejor su vida, estaba muy seguro de ello. Respondió con ironía- Y de nada, puedes sentirte afortunada de que encima soy buena persona y me preocupo.

Entornó la mirada cuando dijo que contagiaba su alegría a su alrededor, para su desgracia. Pues sí, tenía razón: para su desgracia. Aunque tampoco cambiaría mucho del asco que ya les tenía a los pueblis. Decidió darse la vuelta con despreocupación para volver a fijarse en el escaparate. Se inclinó un poco hacia delante para apreciar mejor las pastas, ya que altura a Samuel no le faltaba, ignorando un poco a la chica, pero aún así, se dirigió a ella, sin quitarle la vista a los pastelitos.

- Bueno, debo ser la excepción entonces… Seguiré siendo y estando igual te tenga delante o no. Da la casualidad de que soy alguien lo suficientemente inteligente como para no dejarse influenciar por margaritas de campo… - dijo eso último lanzándole una mirada de reojo, ya que ella también andaba entretenida mirando algunos pasteles al parecer, decantándose por uno con aires un poco infantiles. Espera, ¿un pastel de niña?... ¿Eso es lo que uno iba a comerse en una pastelería o por el camino? Frunció el ceño y entonces se le aclararon las dudas cuando ésta se explicó. A penas le dio tiempo a responder nada que esa… insolente le tomó el pelo, nunca mejor dicho, y salió de la tienda. ¿En serio? ¿Se estaba quedando con él?.. Eso no iba a quedar así.

Se decidió por un trozo de pastel de cereza, por probarlo dudaba que pasara algo, y sin perder tiempo, lo guardó en una de las bolsas y salió de la tienda a paso ligero. No hacía falta decir que Samuel tenía unas piernas demasiado largas, pero aún así la chica ya le llevaba unos metros adelantado. Además, no era su intención ir detrás de ella como un acosador, ¡Por favor! ¡Detrás de una ciudadana! No, por Dios. Pero conocía atajos… Y nadie le decía cosas contra su pelo y se quedaba tan fresca. Oh, no. Aceleró el paso, casi corriendo de vez en cuando, por suerte las botas eran cómodas, hasta que llegó a un callejón por el que se coló. La verdad es que daba cierto asco, pero no era la primera vez que se familiarizaba con callejuelas similares. Se asomó al final de la esquina, y fue entonces cuando vio a la chica caminando, no aún muy lejos de la panadería. Samuel era bastante rápido cuando quería, no hacía falta decir que tenía experiencia como espía y agente. Estuvo esperando el momento oportuno en el que la joven estuviera a la altura de la esquina y fue entonces cuando la asaltó como si de una serpiente se tratara.

- ¿No te han dicho alguna vez que es de mala educación dejar a las personas con la palabra en la boca?... –la interrumpió, manteniendo las bolsas sujetas por su brazo para tener las manos libres, para cruzarse de brazos, impidiéndole un poco el paso a la ciudadana. Desde luego que no se iba a librar tan fácilmente, a Samuel no se le podía vacilar con tanta facilidad… Y como se pasara más de la cuenta… Veríamos quién de los dos se iba a quemar.

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Mensaje por Nora McAllister Sáb Sep 29, 2012 3:26 am

Salgo de la tienda decidida a olvidar el encuentro con el egocéntrico pelirosa del cual no conocía ni el nombre... y dudaba que quisiera conocerlo en algun momento.
Echo a caminar en dirección al orfanato con la bolsa del pastelito colgando cuidadosamente de mi mano. No quiero que se estropee ni un poquito. No recuerdo mis cumpleaños de cuando era niña, pero seguro que había un gran pastel y un montón de velas que soplar. Y me aseguro de que cada familia que se lleva a un niño tiene para darles al menos eso. Observo a un grupo de tres pasar corriendo con un montón de libros en brazos y un bote entero de caramelos y me rio. Uno de ellos es del orfanato, y realmente me alegra que hagan amigos de fuera. Alguna vez nos ha pasado que adoptan a un niño y pese a querer irse y tener una familia no quiere dejar el orfanato porque al final termina siendo como una familia enorme con un montón de hermanos. Es duro, pero también es fortificante. Siempre habrá alguien que te quite la comida, o que te robe los juguetes o que te empuje en la fila para llegar antes. Pero a la vez siempre habrá alguien que del mismo modo te defienda. Incluso puede que la misma persona en el orfanato se ria de ti pero fuera sea tu mayor aliado.
Recuerdo entonces que todavía tengo que llamar a Vick para la adopción del pequeño Mike. Llevo mi mano libre a mi bolsillo y me maldigo interiormente. He vuelto a olvidarme el teléfono. Como se haya quedado sobre la mesa seguro que tenemos que hacer una investigación a fondo para averiguar quien lo tiene. Y eso que tienen bien claro que no tienen que entrar en el despacho... pero que vas a decirles, si hay un solo ordenador en el centro y encima esta viejo y funciona mal. Es normal que la tecnología los atraiga y quieran probar. Algunos tenían amigos fuera con videoconsolas y no se separaban de ellas hasta el punto de que teníamos que hablar con los padres de los amigos para que no les permitieran jugar demasiado tiempo, al menos a nuestros chicos. A sus propios hijos que les permitieran lo que ellos consideraran oportuno.
Estoy perdida en mis pensamientos cuando de una esquina vuelve a aparecer el chico de la pastelería, el estirado del pelo rosa, cruzado de brazos y tan erguido que le sacaba perfectamente dos cabezas. Nunca le había intimidado la gente, mucho menos por ser alta. Sonrio amablemente como hago con todo el mundo, incluso cuando este chico no me parece para nada agradable. No pensé que tuvieramos mas que hablar, lamento si te ha quedado algo por decir. Si me disculpas, tengo algo de prisa. Pero vamos, si necesitas hablar estoy en el orfanato practicamente todos los días, llamame y tomamos un café, ¿eh? Lo esquivo y sigo con mi camino, sin perder la sonrisa en ningún momento. Giro la cabeza un segundo hacia él cuando estoy ya a unos pasos. Por cierto, se te han manchado los zapatos.
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Mensaje por Samuel Johansson Sáb Oct 06, 2012 1:36 am

Lo que más le reventaba era la tranquilidad con la que actuaba y hablaba aquella mujer. ¿Acaso no tenía respeto por nada? Samuel no tenía intención de moverse, y en vistas tampoco iba a dejarla ir así como así, con esos aires de espabilaba que llevaba. Aún así no debía abusar, debía ser disimulado si no quería meterse en problemas, que seguro esa gente era capaz de inventar cualquier excusa para meterlo en líos, como denunciarlo por acoso. Más quisieran ellos que los acosaran, pena le daban en realidad.

Tal vez había dejado que esa ciudadana diera unos pasos y se alejara de él uno o dos metros, pero poco más iba a caminar sin ser interrumpida. Samuel se giró hacia ella mientras la escuchaba con los ojos entornados, aún con los brazos cruzados e imaginando mil maneras en las que podría torturar a esa... Puebli.

- Sí, están manchadas y es por tu culpa – le respondió después de observarse las botas y luego matar a la joven con los ojos, aquellos ojos que irradiaban odio con la misma facilidad que con la que un insoportable payaso sonreía. Al parecer tenía uno de esos especímenes delante mismo de sus cuidadas narices - No hagas que se me pase por la mente la espléndida idea de que me pagues los productos de limpieza para hacerlas brillar de nuevo. Igual tu propia lengua serviría – dijo eso último entre dientes.

Así que trabajaba para el orfanato. Trataba de recordar su rostro, que podía sonarle más que otros, quizás ocupaba un rango más alto que el de simple cuidadora en ese centro. Despreocuparse tanto tampoco era bueno, debía quedarse con las caras de la gente del lugar, por si las moscas, pues nunca sabías a quien se le podía ir la cabeza en un momento u otro. Pero Samuel nunca había reparado en el Orfanato, en todo caso estaba más al día a lo que se refería el instituto y la escuela primaria donde estudiaba la hija de la alcaldesa, esa rebelde culo inquieto que pocas veces paraba en casa, por mucho que la Alcaldesa Mills la castigara. Igual que ésta última, Samuel también le había cogido tirria a la forastera aquella, esa tal Lucy... ¿Desaparecida hasta que llegó a Storybrooke y ahora pretendía arrebatarle la hija a Siobhan? Esos intrusos y nuevos en el pueblo venían con los humos demasiado subidos, se pensaban que esto era un guateque o algo, que podían venir a cambiar las cosas así como así. Pues no. A trabajar como hormigas y a dejar al resto en paz.

- No sé qué te hace pensar que podría tener interés en llamarte y mucho menos aún en compartir un rato tomando café contigo – dijo con tono despreciativo mientras se acercaba a ella recortando las distancias - Así que tú trabajas en un orfanato, en el orfanato de Storybrooke intuyo. Y ese pastel no es para ti, más bien para un niño del centro, también intuyo. Venía a advertirte de que vayas con cuidadito, ciudadana, que no te recomiendo hacerme enfadar porque puedo llegar a tener muy mala uva. Así que ya sabes, cuidadito, no vaya a ser que ese niño tenga que esperar más tiempo del debido para comerse el pastel – sí, podía incluso decirse que se trataba de una sutil amenaza, mirando de reojo la tarta o lo que Dios quisiera que fuese lo que había comprado en esa pastelería, que Samuel aún no se fiaba de nada de lo que estuviera hecho por manos de los “Storybrookianos”. - Supongo que a pesar de ser una ciudadana como muchas tantas del pueblo, tienes un nombre, ¿cierto? ¿Cómo te llamas? – preguntó, tardando poco en volver a estar frente a la mujer. ¿Qué por qué le interesaba así de repente eso? Bueno, como anteriormente se había dicho, tener la información muchas veces significaba tener el poder, no quería olvidar las caras, ni los nombres, ni siquiera los accesorios de la persona que osara tratarlo de aquella manera, gente molesta que le hablaban como si fuera cualquier puebli más, que se burlaba de Samuel en su propia cara. Oh, no, ni modo. Y bien cierto era aquello de que podía llegar a ser bastante jodido si lo molestaban, y que era mejor no tenerlo como enemigo. ¿Qué si era como un chihuahua que ladraba mucho y hacía poco? Oh, Samuel no lo creía así, precisamente. Era experto en las venganzas sutiles, a pesar de que le costaba aplicar aquel dicho de que “la venganza se sirve en un plato frío”, pero trataba de seguirlo a rajatabla. No iba a negar que la forma de proceder de la Alcaldesa le influenciaba mucho, pero así era, se sentía atado a ella, cual perrito faldero.
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Mensaje por Nora McAllister Miér Oct 10, 2012 9:20 pm

¿De verdad se puede llegar a ser tan desabradable, grosero y malsonante? Parece ser que si. Contra mas palabras salen de la boca del hombre mas antipatía siento hacia él, aunque por supuesto me contengo de mostrarlo. Es algo que he aprendido con los chicos con el pasar de los años. O aprendes a controlar tus emociones o te comen viva. La gente tiende a asociar a los niños con la bondad y la inocencia, pero todo ese desconocimiento sobre la vida y los sentimientos los puede hacer ser a la vez la cosa mas dulce sobre la tierra y al mismo tiempo la mas cruel. Muchas veces, sin darse cuenta, son mas bien la segunda. Crueles como nadie. Me giro con una ceja alzada, sin perder la compostura en ningun momento. Yo no tengo ningun tipo de responsabilidad sobre donde pones los pies. Si no sabes caminar sin mancharte es tu problema. Si tanto interés tienes en mantenerlos impolutos ponlos en una vitrina de cristal y no en tus pies.
Vuelvo a girarme, pues quiero llegar al orfanato pronto, pero parece que este "tipo" no tiene intención de dejarme marchar.
Se planta frente a mi de nuevo y eso provoca en mi una mirada desafiante. ¿Pero este quien se ha creido?¿Un justiciero de la moda? Maldito egoista que solo piensa en si mismo... ¡Los demás tenemos prisa y cosas que hacer! No puedo evitar soltar una leve carcajada ante sus deducciones, manteniendo una media sonrisa y dando un par de palmadas, fingiendo estar impresionada. Vaya, ¿has deducido todo eso tu solito? Que inteligente... a la próxima te doy un gomet y todo. Por favor.... las complicaciones de su deducción eran menores a la suma de dos mas dos. Si eso era una amenza puede usted metersela por donde le quepa. No tengo tiempo para andarme con tonterías. ¿Quiere limpiarse los zapatos? Llevelos a una tintorería. Y si lo que quiere es compañía pruebe a llamar a la atención al cliente de la línea telefónica, le pondrán una agradable melodía acorde a su estilo, no se preocupe. El entretenimiento está asegurado.
Intento esquivarlo una vez mas, pasando por su lado y continuando con mi camino, pero una vez mas me intercepta haciendo que empiece a plantearme la posiblidad de soltar una salta de improperios y alguna que otra bofetada. ¿Por qué debería darte mi nombre?¿Acaso te has presentado tu con el tuyo? Si tan insignificante y mundana te parezco no creo que te reporte nada el saberlo. Que disfrutes del día. Lo esquivo una vez mas no sin dificultad y sigo caminando, esta vez a un paso un poco mas rápido. Solo estoy a dos manzanas del orfanato, con algo de suerte y viendo el ritmo que llevo con las interrupciones del pelirosa, solo me quedan unos seis días para llegar allí.
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Mensaje por Samuel Johansson Miér Oct 17, 2012 8:00 am

¡Ni siquiera se dignó a decirle su nombre! ¡Pero que poco respeto! Ni por las buenas. Estaba empezando a cogerle verdadero asco a aquella mujer, ¿en serio tan rápido había calado a Samuel? Bueno, no es que él fuera disimulando sus reproches y actitudes despreciativas hacia los habitantes de Storybrooke, incluso a los que eran desconocidos, como era el caso. Por un lado pensaba en dejarla ir, que no merecía la pena discutir y ponerse al nivel de esa ciudadana prepotente que iba de sabihonda, pero por otro lado odiaba que tuvieran la última palabra, y encima de aquella manera. Lo peor de todo era pensar en qué iba a responderle, lo estaba dejando como un completo imbécil, y si respondía sólo haría que seguirle el juego y encima le debatiría de nuevo sus palabras con las “brillantes” respuestas que tenía para todo. Por lo pronto se limitaba a escucharla, aún delante suya, mientras la examinaba de arriba a abajo de forma escrupulosa y notándose el brillo de odio en sus ojos.

Dejó que pasara por su lado cuando terminó parte de su cháchara, sin molestarse en darse la vuelta mientras ésta caminaba, dirigiendo su mirada al frente, sin fijarse en nada, teniendo la mente en esa joven mientras se mordía el labio reflexionando. “Ojalá se atragante ella y sus niños intentando comer ese maldito pastel” no pudo evitar pensar mientras seguía de espaldas a ella, dejándole margen de camino. Pero no pasó mucho tiempo hasta que se dio la vuelta sobre sus talones, y alzó ligeramente el tono de voz para que la mujer lo escuchara.

- Samuel – pronunció en un tono bastante misterioso, como si se lo hubiera pensado mejor y decidiera que no tenía razones para ser tan borde con la joven desconocida, aún - Samuel Johansson – incluso sonsacó una sonrisa, aunque era inevitable que siempre fuera una sonrisa turbia, como si algo planeara en su mente, ya por costumbre. - Igual no hemos empezado con buen pie. – alegó, esperando que la ciudadana hiciera lo mismo por inercia, presentarse. En ocasiones ser impulsivo no era la mejor opción, debía pararse a reflexionar, tomar aire y calmarse. Sí, exacto, esa era la cuestión. Eso no quitaba que siguiera pensando que él valía mucho más que los habitantes de Storybrooke, pero saber de ellos no tenía por qué ser una mala idea. ¿Invitarla a tomar algo? No, no estaba en sus planes eso de rebajarse al nivel así como así, no al menos de forma tan directa. Aún no se le quitaba de la cabeza lo manchadas que estaban sus botas, y a no ser que se fuera un cerdo o cochinillo, a él por lo pronto no le gustaba ir como un andrajoso.

- Espero que disfrutéis de ese... Cumpleaños – añadió, separando sus brazos que hasta ahora habían estado cruzados y se llevó una de las bolsas que sujetaba con una mano al hombro, de esta manera le molestaría menos al caminar, quedándole así sólo una mano libre la cual jugueteaba con las llaves del descapotable. Parecía como si la actitud de Samuel hubiera cambiado bastante respecto a hacía unos minutos, parecía más sereno y como si lo anterior sólo se hubiera tratado de una broma - ¿No tienes coche? – preguntó, tal vez obviando la respuesta. - Quizás algún día tengas el inmenso placer y regalo de probar los asientos aterciopelados. No me has caído... Mal del todo - comentó con calma, aunque con una sonrisa un poco ladeada, asintiendo sutilmente con la cabeza, dispuesto también a dar unos pasos y alejarse de la mujer. Sí, había sido algo así como una sutil invitación. Los rencores eran los rencores, no se olvidaban tan fácilmente, pero habían maneras y maneras... Y era mejor así que no enojarse y contraer una úlcera de estómago.
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No se puede dejar pasar un día especial [Samuel] Empty Re: No se puede dejar pasar un día especial [Samuel]

Mensaje por Nora McAllister Mar Dic 11, 2012 2:21 am

Camino a paso rápido, no queriendo sufrir otra de las interrupciones. Empiezo a hartarme y no me gustaría perder la paciencia, algo no demasiado difícial. Acelero un poco mas mi paso y por un momento me permito pensar que ha desistido y va a dejarme en paz. Hasta que vuelvo a escuchar su voz e inintencionadamente me irrito de nuevo. Aun asi, lo que dice me sorprende. Me paro en el sitio y me giro levemente, viendo esa sonrisa de superioridad. Mantiene las manos en los bolsillos y la mueca de su rostro es mucho mas apacible.
Decido darle el beneficio de la duda pese al mal humor que me ha puesto en el cuerpo y me giro completamente, mirandole. Quizá no. Sigo mirandole. Su pose sigue siendo prepotente y arrogante. Resulta todavía mas sorprendente el hecho de que me dé buenos deseos para el cumpleaños de la pequeña. Separa sus brazos y toma una pose mucho mas informal, pero su mirada sigue destilando el mismo desprecio. No es fácil engañarme, trato con muchos tipos de persona a diario y sé ver las intenciones. Sin duda lo disfrutaremos. Siempre son una fecha especial. Oh, y ahi otra vez. Ese desprecio de "yo lo tengo todo y tu, estupida mundana, no tienes nada y ni siquiera lo saborearás jamás, ni por asomo de un golpe de suerte". Que desagradable. Se da media vuelta asegurando que no le caigo mal del todo y eso parece que en su idioma debe de sonar similar a una especie de halago. Que hombre mas raro. Deberías saber, para tu información, que no eres el primero que prueba unos asientos asi. Que dirija un orfanato no me hace diferente al resto de las personas, y que no me importe un carajo la moda no quiere decir que no haya tenido la oportunidad de degustar los lujos. Que no los prefiera a la austeridad no significa que no pueda tenerlos a mi alcance si los quisiera. No es precisamente cierto, pero tampoco es como si, al tratar con tantas personas, no hubiese tenido un gran abanico de posibilidades donde experimentar. Y por cierto... me llamo Nora. Me doy media vuelta sobre mis talones del mismo modo que él y echo a andar de vuelta hacia el orfanato. Si no me doy prisa se va a calentar el pastelito y no estará igual de bueno ni de bonito.
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No se puede dejar pasar un día especial [Samuel] Empty Re: No se puede dejar pasar un día especial [Samuel]

Mensaje por Samuel Johansson Sáb Dic 29, 2012 12:32 pm

Sin duda, aquél había sido uno de los encuentros más extraños que había tenido paseando por el pueblo. Bueno, realmente no es que hubiera interactuado demasiado con los pueblis (como solía llamarlos él) precisamente, pero comparado con esos pocos pues… Sí, la sensación que se le había quedado en el cuerpo era algo extraña.

Había logrado captar la atención de la joven tras presentarse con su nombre de una forma bastante inusual. Se notaba en la forma de moverse que ya empezaba a irritarse, e incluso la desconfianza se le plasmaba en el rostro cuando miraba a Samuel, pudo apreciarlo, pero el pelirosa no le dio la suficiente importancia. Además, no era la primera que le lanzaba ese tipo de miradas, y ya estaba prácticamente inmunizado. A pesar de ello, Nora parecía mantener la calma o al menos intentarlo al mismo tiempo que contestaba a Samuel. Mucho carácter es lo que tenía la mujer, y eso era algo que pocas veces el escolta aguantaba en otras personas, chocaba mucho porque él también era una persona que se encendía con mucha facilidad, aunque, a la hora de la verdad… ¿Tendría realmente Samuel personalidad, o tan sólo era mera apariencia? Era algo que ni siquiera él podía responder porque ni se había preguntado eso. Simplemente vivía el día a día, sin reflexionar más que lo justo y pensar en temas que incumbían a la alcaldesa, a SU alcaldesa. Ella sí que sabía de moda y de vida con estilo, y no aquellos ciudadanos de pacotilla que no le llegaban ni a la suela. Es más: no le daban el renombre que merecía Storybrooke y Mills. Ella dándolo todo por el pueblo, y ellos siendo cada día más mediocres. Sí, señores, esa era la opinión sin tapujos que Samuel tenía al respecto, y pocas veces, (como ya se habrá notado), lo disimulaba.

Notaba cómo la joven lo examinaba con la mirada. Lo mejor era que Samuel no supiera lo que pasaba por la mente de Nora, porque seguramente toda la amabilidad del momento se esfumaría en un cerrar y abrir de ojos y la situación se pondría bastante fea. Por lo pronto, la hipocresía seguía haciendo hueco en la escueta conversación.
Una vez más esa tal Nora trató de debatir sus palabras, afirmando que si hubiera querido, habría podido llevar un nivel de vida mucho superior al que llevaba ahora. Ese tipo de gestos no le resultaban precisamente muy… Simpáticos para Samuel, pero simplemente se limitó a mirarla de una forma bastante descreída, como si no acabara de creer lo que decía. La miró de arriba abajo meticulosamente, imaginándose con frivolidad la envidia que seguramente esa joven sentía por Samuel. Era muy posible que no fuera la realidad, pero sí era así en la mente del escolta.

- Sí, ya… - pronunció dejando claro que no se había acabado de tragar sus palabras. Aún así mantenía una sonrisa ladeada en el rostro, muy sutil, y se colocó las gafas de Sol – Pues un placer, supongo, Nora.

Ensanchó un poco más esa sonrisa, esa que nunca perdía el brillito de malicia. Pero parecía que el ambiente se había calmado bastante en comparación a como habían empezado a conversar, pero, ¡Ah! Aquello aún no había acabado. Samuel se dio la vuelta prácticamente al mismo tiempo que ella y sólo el ruido de los tacones interrumpía el silencio que se había formado, un silencio bastante inquietante. Una vez giró la esquina por la que había venido, Samuel empezó a acelerar el paso, directamente hacia su coche en el que entró sin tan siquiera usar la llave, era la ventaja de ser un patilargo y tener un descapotable. Metió la llave haciendo el giro de muñeca oportuno para arrancar el motor, cambiando las marchas para poder salir del aparcamiento y mirando que no hubieran muchos coches a su alrededor. No tenía tiempo que perder, lo había calculado todo demasiado bien, hasta en los pies del asiento del copiloto tenía justo lo que necesitaba para ponerle la guinda a ese encuentro, y no, no se trataba del trozo de pastel que había comprado, el cual ahora reposaba en los asientos de atrás.

- Maldito ciudadano de m… ¡Aparta! – se quejó al ver que un coche vacilaba al pasar por su lado, y no hacía más que hacerle perder el tiempo. Pero tras unos minutos, Samuel finalmente pudo salir y darle al acelerador. Con un poco de suerte, Nora estaría caminando justo por la zona cercana a la carretera. Y no tardó en verla. Se aseguró de que no hubiera apenas gente por allí caminando, y más de lo mismo con los coches, no le interesaba que lo vieran y mucho menos identificaran. No podía vacilar teniendo el trabajo que tenía y la responsabilidad. - ¡Eh! ¡Ciudadana Nora! – alzó la voz para llamar su atención, frenando el descapotable de un suave color grisáceo (para ciertos asuntos era mejor pasar desapercibido) para ir a un ritmo lento y equivalente al de ella. Había tenido la cautela de ponerse una chaqueta con gorro que no dudó en usar para ocultar su llamativo pelo y las gafas de sol seguían puestas sobre sus ojos. – Estuve pensando que te faltaba algo, ¿Sabes? No sé, algo para que me caigas del todo bien. Y cuando me metí en el coche, se me ocurrió lo que podía ser. ¿Tienes alguna ligera idea? – preguntó dejando unos segundos de margen por si la chica quería responder. Pero poco tardó en sacar esa botella de champagne que tenía en el asiento del copiloto y la agitó antes de hacer saltar el tapón con la intención se salpicar a Nora, todo lo más rápido posible para que la mujer no asimilara lo que iba a hacer y así le costara esquivarlo. Samuel no pudo más que soltar unas carcajadas, dejando la botella en un hueco específico para las bebidas.

- Ahora sí, una puebli como Dios manda – comentó entre carcajadas, cambiando de marchas y dándole de nuevo al acelerador. Ahora sí que el día había sido redondo.

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