Muchos puntos para un patoso (Sutton)

Miró por última vez la fea herida que se había hecho hacía apenas una hora. No pudo evitar marearse y se obligó a cerrar los ojos para no seguir viendo esa carnicería. Pocos eran los hombres -muy machos todos- que se mareaban al ver su propia sangre, pues bueno, Timmo era un de aquellos pocos que al verla se sentían lo suficientemente débiles como para que su cabeza se ausentara. Aún no podía creerse ni como se la había hecho y tampoco podía dejar de culparse por ello.

Sus compañeros no habían parado de decirle durante el viaje hasta el hospital que había sido un accidente y que no tenía ninguna culpa. Pero él sabía que era mentira, todo había pasado porque había estado más atento a la radio que a su propio trabajo. Y ahor tenía un bellísimo recuerdo de ello. Solo esperaba que la broncaza que le iba a echar su jefe no fuera para tanto... O a lo mejor ni siquiera le decía nada, para torturarle aún más psicológicamente.

Lo curioso era que la herida ahora ni siquiera le dolía, y eso que le estaban metiendo una aguja por dentro. La anestesia hacía auténticas maravillas.

De un lado a otro, así es como me encuentro la mayor parte del día en el hospital. Es un auténtico frenesí en el que apenas puedes parar para tomarte un respiro. La media hora de descanso se me hace condenadamente corta y siento que necesito más, porque la actividad a la que me veo expuesta todo el día es realmente agotadora. Eso si, llevo unos cuantos días que no hago dobles turnos ni turnos nocturnos, así que en realidad no es que me pueda quejar demasiado por ello.

- Esto es para la habitación 103 – Indico con amabilidad a una de las enfermeras nuevas que parecen ir perdidas. En realidad, es la sustituta de Grace Sullivan, pero para mí la palabra sustituta se me hace muy fea y prefiero llamarla directamente la nueva enfermera. No sé, a mí no me gustaría que me llamasen “la sustituta”. Le sonrío durante unos segundos antes de volver a mis propias tareas. Es la hora de repartir los medicamentos así que uno a uno me voy pasando por las habitaciones vigilando que se tomen la medicina y no hagan ningún desastre con ellas y que todos los aparatos, sueros a los que están conectados funcionen correctamente. En el caso de los sueros, por supuesto, si esta vacío lo cambio por uno nuevo.

Todo en mi son sonrisas y buenas palabras para los pacientes y una vez termino la ronda me paseo con tranquilidad por el pasillo. Estoy haciendo esto cuando una enfermera se acerca hasta a mí. Parece un poco alterada y aunque al principio no consigo entender ni una palabra de lo que me está diciendo al final lo consigo.

Ha terminado hace poco los estudios y aún es bastante insegura en ciertos aspectos así que por esa vez no me importa tomarle el relevo. Un trabajador del Granny's que parece haberse cortado con uno de los cuchillos de la cocina. No evito mostrarme sorprendida y si no fuera porque sé perfectamente que hay gente bastante torpe una risa estaría saliendo de mis labios, pero no, no me gusta reírme de las desgracias de los demás.

Camino con prisa pero con calma hasta la sala de urgencias. Me encuentro con unos cuantos compañeros a quienes saludo con un movimiento de cabeza, la mano o unas pocas palabras, las que me permite el momento de intercambiar. Llego a la sala de urgencias y me dirijo presta hasta donde me ha indicado la jovencita que está el chico. Me ha dado los datos justos y necesarios, así que antes de tomar el historial médico del chico (es algo que reviso por pura manía, pero encuentro importante de hacer) le dedico una mirada y le sonrío.

- ¿Timothy Williams? Yo soy Sutton.- Preguntó con amabilidad y sin borrar la sonrisa que hay en mi rostro. Me responde afirmativamente y yo me dedico a explicarle lo que voy a hacer a continuación. Anestesiar la zona donde voy a ponerle los puntos y el proceso de los mismos. Es algo que hago siempre, es una costumbre, pura rutina, pero siempre he pensado que cuanto más les hables y les expliques sobre la situación más tranquilos estarán – Puede que notes entrar la aguja, pero no pasa nada. Simplemente mantente tranquilo y no te muevas o podría quedar peor de lo que ya esta – Le digo con tranquilidad. Mi tono de voz es afable y amable, tranquilo e intento transmitirle esa tranquilidad a él. - Siento curiosidad... ¿Cómo ha pasado? Creía que los cocineros sois expertos con los cuchillos y todo eso – Y no me estoy mofando de él en lo absoluto, simplemente siento cierta curiosidad por el incidente del muchacho. - Al menos no ha sido demasiado profundo y no tardará mucho en sanar, has tenido suerte, sobretodo porque tampoco has roto ninguna artería importante – En ese caso ni habría llegado al hospital.

Tardó un poco en darse cuenta de que, si cerraba los ojos y respiraba lentamente, no se mareaba tanto como antes. Vale, quizás así empezaba a parecer un exagerado hipocondríaco que iban a los hospitales para conseguir recetas de calmantes ¡Pero él tenía un tajo kilométrico en el brazo! El mareo estaba más que justificado, ¿No? Ya sabía que no. La voz de su hermano pronto le inundó y le llamó tonto, que los hombres no lloraban ni se mareaban por tonterías así. Se movió nervioso y la enfermera que se estaba encargando de coserle le habló.

Sutton. La verdad es que nunca la había visto, pero era normal en él, porque al fin y al cabo, su vida se resumía en ir a trabajar y volver a casa. Nunca se había caracterizado por ser una persona muy sociable, ni mucho menos fiestera. Cada uno era como era, siempre había preferido la compañía de su perro y sus juegos, porque sabía que ellos nunca se meterían con él. Bueno, los videojuegos online a lo mejor, pero hacía tiempo que ya era un maestro en el “world of warcraft” y ya nadie se atrevía a decirle nada.

- ¿Eh? P-pues porque me he di-di-distraído –respondió nervioso. Genial, ahora ya sabía que era tartamudo, ¿para qué había abierto la boca? Y lo peor era que, ahora que sabía que ella lo sabía (válgase la redundancia), se estaba poniendo aún más nervioso. Cosa que empezaba a notarse en su rubor.

Por educación debería de seguir hablando, pero no era capaz de ello. Las palabras no le salían. Solo esperaba que aquella mujer no pensara que era aún más raro de lo que aparentaba… Que ya era bastante.

Una cosa es segura, el rostro del muchacho no lo voy a volver a partir de este momento, de la misma manera que no voy a olvidar los gestos que haga. De esta manera sé que si me vuelvo a encontrar con él y repite ciertos gestos o expresiones de su rostro podré sacar un patrón de su persona y llegara incluso un momento en que me adelante a muchas cosas que hará. Una ventaja de la memoria que poseo pero al mismo tiempo una desventaja. ¿Por qué? Nada en mi vida resulta novedoso con respecto a otras personas cuando conozco sus patrones. Por otra parte es una ventaja por el hecho de poder anticiparme a ellos sobretodo cuando se trata de algo negativo.

Le sonrió. Lo noto nervioso y eso hace que una amable sonrisa salga de forma natural y espontánea en mis labios – Entiendo... - De haber sido una persona menos tímida y cohibida ya le habría saltado con el típico comentario sobre mujeres y si justo había pasado una linda muchachita por delante de su cocina - ¿De qué trabajas? - Le pregunto a pesar de saberlo perfectamente, pues la misma enfermera me ha dicho que era un trabajador del restaurante, más especificamente: cocinero. - Bueno, al menos debe consolarte el hecho de que estos accidentes a veces pasan.

Ni siquiera hago comentario alguno sobre el hecho de que es tartamudo, no soy de ese tipo de personas que se mofan de las otras por hechos como aquel, más bien lo contrario: soy las que los defiende y protege. Por eso posiblemente siempre me hayan gustado tanto los niños y proteger aquella inocencia pura que poseen cuando son pequeños, como un tesoro.

Me quedo callada mientras haga mi trabajo antes de volver a poner la mirada en el muchacho unos segundos – Lo positivo de esto es que estoy segura al cien por cien de que no has venido al hospital en mucho tiempo, por lo que no eres un patoso o un desastre – Sonreí amablemente. Mi bendita memoria había conseguido saber eso con tan solo un rápido vistazo a su historia. Hacía mucho tiempo que no iba al hospital – Y yo nunca me equivoco en esas cosas... Tengo muy buena memoria. Ni siquiera seré capaz de olvidar esta conversación. Voy a recordar cada una de las palabras que te estoy diciendo el resto de mi vida – Esa era otra faceta mía, era capaz de abrirme, pero sobretodo con muchísima más facilidad a las personas que hablaban poco y quizá relataba indirectamente (o no tan indirectamente) mi trastorno para incitarles, para que sintiesen curiosidad y sin darse apenas cuenta empezaran a soltarse y a hablar.

¿Una técnica? Quizás. El caso era ver si esta vez también me va a funcionar.