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Mensaje por Narrador Lun Oct 15, 2012 7:07 am

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Sirenas y tritones, vivían felizmente, en su mundo lleno de música, pudiendo salir a la superficie a jugar cuando deseasen. El Rey Tritón, enamorado de su reina, jugaba y reía con sus hijas, hasta que un día por culpa de unos malvados piratas muere su Reina, Athena…

Pero eso fue hace muchos años… alrededor de unos dieciocho años. El Rey Tritón se quedó a cargo de sus siete hijas, todas ellas le recuerdan en cierto modo a su querida Athena, pero en especial la pequeña Ariel que ahora acaba de cumplir los veintiún años. Sus ansias de libertad y de querer nadar libremente por el océano son lo que tanto le recuerdan a ella…, pero sobretodo su voz.

Athena siempre cantaba a sus pequeñas para que se durmieran, un canto que Tritón guarda en su memoria y que solo Ariel ha sido capaz de igualar. Siempre que la oye cantar se siente feliz y una sonrisa emerge en sus labios, aunque esto no significa que quiera menos a sus otras hijas. No, todas ellas tienen un pedazo de su amada Athena, todas ellas son especiales.

Lo que está claro es que a partir de la muerte de la Reina todo cambio, empezando por la ley que permitía tanto a sirenas como tritones subir a la superficie y gozar del sol que quedó prácticamente revocada de forma automática. Desde ese triste día se prohibió que cualquier tritón o sirena subiera a la superficie…, pero la pequeña de la familia real no parecía hacer demasiado caso ni a esa ley ni a las advertencias de su padre y su ayudante, el cangrejo Sebastian.

La historia se sitúa en el día en que Andrina festeja su cumpleaños. Una celebración que hubiese estado colmada de alegrías, de no ser porque durante la presentación de las hijas ante el pueblo falto la presencia de la pequeña Ariel… ¿Qué donde estaba? Desobedeciendo a su padre, por supuesto… Ariel se había alejado con su amigo Flounder a investigar los océanos y conseguir más artefactos humanos para su colección.

El Rey Tritón sin embargo estalló en ira y además de castigar a la menor de sus hijas le pidió a Sebastian que la vigilará de cerca.

Es de noche. Ariel y Flounder creen estar solos en la cueva donde ella guarda todos los tesoros que ha ido recolectando a lo largo de los años. Su mayor deseo es conocer a los humanos, ver uno de cerca y no es ni siquiera consciente de que ese deseo está a punto de cumplirse y es que en ese preciso instante la cueva queda oscurecida durante unos instantes y cuando nuestros protagonistas alzan la mirada son capaces de ver lo que parece un barco. ¿Será capaz Ariel de quebrantar la ley de Atlántida? ¿Será Sebastian que ha estado observándola capaz de detenerla en el caso de que la joven princesa decida subir?
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Mensaje por Kaileigh A. Murdock Lun Oct 15, 2012 8:42 am

Estaba cansada de hacer lo que padre decía, esa ley era totalmente absurda, ¿Cómo no íbamos a poder subir a la superfície? Yo quería conocer el mundo de los humanos, quería vivir esas aventuras que había conocido a través de todos los tesoros de barcos hundidos que había por el fondo del océano. Me encantaba salir con mi querido amigo Flounder, era mi mejor amigo, el único que me entendía y que me seguía en mis aventuras. Aquella día había faltado al cumpleaños de mi hermana, pero no podía estar allí, no quería estarlo. Quería vivir mi vida tal y como yo la quería, y no estar encerrada en aquel mundo tan aburrido.

Decidí ir a explorar el fondo del océano con Flounder en busca de grandes tesoros perdidos, pero aquella noche no había encontrado nada por lo que habíamos vuelto a la cueva de los tesoros. -Mira Flounder... mira toda esta belleza.. ¿Por qué padre no quiere que salgamos fuera? No quiere que veamos toda esta belleza... Dije acariciando el marco de un cuadro que había allí de dos bailarines. -Miralos... parecen tan felices... ¿Cómo se llama eso que tienen al final del cuerpo?... Dije repasando la zona señalada, tenían algo dónde yo tenía cola y entonces recordé cómo se llamaban. -Oh sí piernas... Yo quiero tener piernas... Quiero salir que me toque el sol... Dije agachando la cabeza apenada.

Resoplé indignada con aquella idea de no poder salir. Miré hacia arriba dónde se veía el reflejo de una luz hermosa y blanca. -Ese mundo no puede ser tan malo... Negué con la cabeza mientras el pelo flotaba en el agua. Me acerqué a un hueco dónde guardaba algo parecido a el tridente de mi padre pero en pequeño y comencé a peinarme con ello. -No lo entiendo... Dije dejando caer lo que llevaba en la mano. Miré a mi amigo completamente entristecida. -¿Tienes idea de las aventuras que podríamos vivir allí arriba? Señalé hacia la superficie. Sebastián me había intentado persuadir mil veces de que no subiera, pero necesitaba hacerlo. Algo dentro de mí me decía que debía salir y no podía permanecer más bajo el agua. -Flounder! Dije con determinación. -Esta noche saldremos a la superfície! Antes de que padre nos encuentre. Conociéndolo seguro que habrá enviado a toda la corte a buscarme. Menos mal que este rincón no lo conoce. Sonreí satisfecha de haber mantenido aquel lugar en secreto. Cogí a Flounder de las aletas y me puse a bailar con él bajo el agua y sin pensar comencé a cantar nadando en el agua -Quiero explorar sin importarme cuándo volver el exterior, quiero formar parte de él... Dije soltando a Flounder y quedandome mirando hacia la superfície.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Lun Oct 15, 2012 9:40 am

Colores:

El Rey Tritón había sido muy claro con la misión que me había encomendado: vigilar de cerca a la joven princesa. Llevaba ya bastantes años bajo su servicio; siempre me había considerado como que ejecutaba mi trabajo impecablemente. Sentía un gran respeto por él y creía que el confiaba en mi. Al menos eso me había demostrado, sobre todo últimamente. Como ayudante y consejero tenía muchas responsabilidades y, aunque otra persona creyera que vigilar a Ariel fuese una estupidez, yo me sentía realmente halagado.

Tras la muerte de su esposa el rey Tritón había perdido parte de aquella jovialidad y alegría que nos regalaba junto a ella. No había sido el mismo pese a que se esforzaba, sobre todo por sus hijas. Aunque siguiese reinando de forma justa, algunos de sus últimos decretos no eran bien recogidos por algunos. La prohibición que había erigido sobre la imposibilidad de ir a la superficie había supuesto un duro golpe para los habitantes del reino, llegando al punto de cuestionar la utilidad de aquello. Yo sabía que se debía simple y llanamente a un atroz miedo que lo acosaba. Si llegase a pasarle algo a alguna de sus hijas dudaba que fuese capaz de recuperarse nuevamente y había decidido protegerlas a toda costa. Por ello, que me encomendase el cuidado de Ariel con todo lo que eso conllevaba me parecía un honor.

La chica era un poco risueña y, a veces, demasiado risueña. Pero el rey a su edad había sido de la misma forma, por lo que había escuchado, así que no me sorprendía nada aquel carácter temperamental que mostraba la chica. Verla era prácticamente como ver a su madre; ya no solo físicamente, sino por gestos, por su voz.. A veces debía recordar que se trataba de Ariel y no de ella. sin embargo, el carácter lo había heredado de su padre, de eso no tenía la menor duda.

Hoy, tras haber madrugado y haber hablado con el rey y hacer unas labores en la corte, busqué por todo el castillo a Ariel sin demasiado éxito. Comencé a preocuparme en exceso por haber fallado tan rápidamente pero con la suerte de que una de las cocineras la había visto salir justo en ese momento. Tras agradecérselo, nadé con mis pinzas con toda mi fuerza por los corredores hasta la salida, fijándome en como Flounder salía. Era su mejor amigo, eran inseparables. Por ello sabía que con verlo a él sería como seguirla a ella. Aminoré la marcha mientras que veía como se adentraban en la ciudad y comenzaban a perderse entre la gente. Ahí si comencé a nadar nuevamente con rapidez para no perderles la pista. Así, salimos justo cuando me fije que empezaba a oscurecer. Me sorprendí del tiempo que había pasado entonces en el castillo y me prometí a mi mismo delegar algunas tareas para tener más tiempo para seguir a la pelirroja.

Tras haber estado escondiéndome entre rocas, siguiendo la estela de Arien con Flounder, llegamos a una cueva cuya existencia desconocía. Me adentré tras ellos con cuidado, dejando una distancia prudencial para que no me viesen, hasta que llegamos a una zona donde había concentradas muchísimas cosas. Abrí los ojos como platos, sorprendido por el hallazgo. Cuando llegase al castillo debería hablar con el rey para hablarle de aquel lugar. No me parecía demasiado peligroso, pero cualquier precaución era poca. Escuché como ellos hablaban sobre salir a la superficie. Me quedé de piedra al oírlo, ya que eso con diferencia podría ser la vez que más desobedeciese a su padre y no podía permitirlo. Debía pensar en algo rápido. - Ariel.. ¿estás segura? El rey Tritón nos matará cuando se entere. - Escuché como le decía Flounder a Ariel y, de pronto, me sentí aliviado. Igual lograba convencerla de que no lo hiciese. - Aunque si quieres ir, no te voy a dejar sola. Todo lo que hagamos debemos hacerlo juntos, ¿no? - La momentánea alegría que había sentido se evaporó tan pronto como llegó.

Comencé a darle vueltas al asunto, valorando el volver al castillo para avisarle pero perdería mucho tiempo y, para entonces, no la alcanzaríamos. "No, debo detenerla aquí mismo". Pensé. Mientras cavilaba, apoyé una de mis pinzas sobre la pared pedregosa de la roca con tan mala suerte de que toqué un cuadro que había en la entrada y se desplomó hacia el vacio. Automáticamente me lancé hacia él para agarrarlo, quedando completamente expuesto a la mirada de ambos. Al agarrarlo, elevé la vista para mirarlos y les sonreí nerviosamente - Mira Ariel, es Sebastian. Estaba seguro de que había notado como alguien nos estuvo persiguiendo durante todo el día. Debí imaginar que era él - Tragué saliva y deposité con cuidado el cuadro sobre el suelo - No voy a negar lo innegable, pero en todo momento he seguido las ordenes de vuestro padre, Ariel - Dije clavando la mirada en ella dibujando un gesto completamente serio en el rostro. Había pasado mucho tiempo con ella y la quería como si fuese mi hija propia. Yo también me preocupaba por ella y no deseaba que le pasase ningún mal; estaba completamente de acuerdo con el Rey. - Ariel, tengo que pedirte que reconsideres lo de subir a la superficie. El rey no te permitiría que lo hicieses - relajé un poco la mueca y le lancé una mirada de soslayo: sabía que ahora comenzaría la discusión y, al final, no podría hacerla entrar en razón. Confiaba que por una vez me hiciese caso ya que mis intenciones eran buenas.
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Mensaje por Kaileigh A. Murdock Lun Oct 15, 2012 11:54 am

Al soltar a Flounder y ver qué decía le miré con ojitos dulces y pedigüeños, como si fuera un caballito de mar abandonado. -Vamos Flounder! Pero rápidamente y cómo era de esperar me dijo que me acompañaría por lo que lo achuché fuertemente y comencé a dar vueltas en el agua sobre nosotros mismos. -Ves, por eso eres mi mejor amigo. Si padre se enfada pues que se enfade! No puede prohibirnos subir arriba, ni él mismo conoce ese lugar. Me crucé de brazos después de haber soltado a mi querido amigo. Estaba completamente decidida y saldría me costara lo que me costara. No había nada comparado con mi deseo de salir al exterior y vivir mil aventuras, seguro que si estuviera madre conmigo lo entendería... Desde que ella había muerto mi padre se había vuelto más cascarrabias.

Miré hacia arriba una vez más dispuesta a salir nadando pero de pronto el ruido que hizo un cuadro al desplomarse hizo que me girara enérgicamente hacia la dirección exacta mientras Flounder me indicaba que estaba seguro de que nos seguían. -¡Sebastián! Exclamé con fuerza, sabía que estando él aquí no significaban buenas noticias. Le quería mucho pero él era fiel devoto de mi padre, era sus ojos y su voz cuando mi padre no podía regañarme. Menos mal que el cuadro se salvó y resoplé aliviada, si se llegara a romper... Nadé tranquilamente hacia el cuadro escuchando lo que Sebastián tenía que decirme, mientras hablaba no sabía si enfadarme por su insitencia o salir corriendo hacia la superfície para demostrarles a todos que no pasaría nada. Que los habitantes del exterior eran buenos. Resoplé en cuanto acabó de hablar mientras colocaba el cuadro en su sitio. -Voy a ir, Sebastián, le guste a padre o no. No pienso quedarme encerrada en este mundo, cuando hay mucho más qué explorar allá fuera. Miré a Flounder para que me apoyara en esto también. A veces era algo temeroso, pero otras era el pez más valiente que había en el agua y yo confiaba en él.

-Así que ya puedes ir a palacio a decirle a padre que me voy a la superfície. Dije comenzando a nadar por el lugar, aunque me preocupaba también el hecho de que Sebastián conociese aquel lugar... Seguramente se lo diría a padre y eso podía ser un verdadero desastre. -Pero por favor, no digas a nadie nada de este escondite... Me acerqué a una estátua que había allí de un príncipe muy apuesto -Sebastián... Mira... ¿no ves belleza a tu alrededor? Un príncipe así no puede ser malo... la gente de allí arriba no debe ser mala. Nadie les ha conocido, nadie puede decir que son malos sin conocerles. Le miré fijamente con tristeza en mi rostro. -Yo n-no... no seré feliz si no veo ese mundo. Acabé por decirlo, porque era verdad, no era feliz allí. -¿Por qué no lo entendéis? Dije cruzandome de brazos mientras giraba mi cara enfadada, pensaba que aquello no podía ser, aquella vida no era la que yo quería así que miré a Flounder una vez más y rápidamente nadé hacia la salida de la cueva para subir a la superfície de una vez por todas.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Lun Oct 15, 2012 2:36 pm

Lo cierto es que no se podía negar que la joven poseía mucha autodeterminación, quizás demasiada para su propio beneficio. Era capaz de ocasionarnos varios dolores de cabeza a su padre y a mí cuando se le metía algo entre ceja y ceja puesto que lograba salirse con la suya. Parte de mi envidiaba aquella despreocupación aunque seguía creyendo que traía más peligros que ventajas. Aún era demasiado joven para aceptar las cargas y los deberes que le correspondían y gozaba de gran libertad. Sin embargo, podía entender que a veces ser princesa podía suponer sentir una carga a mayores que nadie salvo alguien en su situación podría entender. - Claro Ariel, además podemos incluso regresar antes de que se entere y así no te castigaría. Así podemos ir siempre que nos apetezca - Escuché como le respondía Flounder a lo que decía la joven princesa. Aquello comenzaba a ser preocupante ya que en cualquier momento iniciarían su viaje hacia la superficie, y aquello era algo que no podía permitir que sucediese. Al fin y al cabo, para eso estaba allí.

Justo cuando iba a mostrarme, gracias a mi carencia de suerte y a un pequeño accidente en el que casi rompo un cuadro, acabé encontrándome en medio de aquella estancia junto a las dos personas que vigilaba en secreto. Pude sentir las miradas de sorpresa de ambos ya que, pese a haberle escuchado a Flounder sus sospechas, aquello seguramente no se lo habrían esperado. Y más teniendo en cuenta que había escuchado todo su plan. Tras colocar el cuadro pude ver como Ariel se relajaba algo y dejaba de estar tan tensa. - Siento lo del cuadro, no era mi intención casi romperlo - Dije mientras la observaba antes de que tuviese la oportunidad de empezara discutirme que seguiría con su plan. Como había sospechado, lejos de darme la razón y atenerse a mis consejos. Suspiré profundamente, intentando no perder la compostura. - Y será mejor que no intentes detenernos porque de todas todas, lo vamos a hacer igual. Y aunque intentes avisar al Rey, nosotros ya estaríamos demasiado lejos - Flounder me había interrumpido antes de que comenzase a hablar y sus palabras me resultaron tan impactantes que tuve que parpadear varias veces para volver a orientarme. No sabía de donde había venido aquel coraje, pero parecía que el deseo de Ariel y estar junto a ella le daba un carácter mas fuerte.

No me consideraba un cangrejo que no supiese contestar, de hecho siempre me habían dicho que tenía el don de la palabra. Sin embargo, allí me hallaba con una sensación extraña de no saber que hacer ni como solucionar aquel problema. Sabía que, pese a lo que dijese, Ariel iba a seguir con su plan y eso hacía que me frustrase. Iba a fallarle al rey en la misión que me había encomendado. La miré de reojo cuando me pidió que no le dijese nada a su padre sobre aquel escondite y volví a suspirar. ¿Que había hecho yo para estar en aquella situación? - Bueno.... será nuestro pequeño secreto, lo prometo. Pero he de pedirte que reflexiones sobre tu decisión, por favor. - Dije en un tono de ruego, nadando para quedarme a la altura de sus ojos y mantener la mirada. Parecía no comprender que le decíamos las cosas para su seguridad, no para limitarla de ninguna forma.

Nadé hacia donde ella había ido y me fijé en la estatua de la que hablaba. Entendía, en cierta forma, su deseo de conocer el mundo exterior que nos rodeaba pese a los peligros que albergaba. Después de todo tampoco había tenido demasiadas oportunidades de verla. Esperé a que terminase de hablar para volver a hacerlo yo, intentando conseguir que se replantease su plan. - Entiendo lo que quieres decir, Ariel. Te conozco desde siempre, he ayudado a criarte - Dije con un tono más cariñoso. al fin y al cabo, era eso. Era más que la princesa de nuestro reina, para mi era un ser querido y por ello entendía también las preocupaciones de su padre - Pero de la misma forma que deseas ir porque no lo has visto jamás... Sí hay peligros, y muchos. ¿No puedes entender que te decimos estas cosas porque nos preocupamos por tu seguridad? ¿Por que no queremos que te pase nada? - Acaricié con mi pinza derecha su mejilla tiernamente y, por unos segundos me dejé llevar por los recuerdos - Estoy seguro de que tu padre, cuando te mira, ve a tu madre. Os parecéis mucho más de lo que puedas imaginarte. Teniendo en cuenta que también eres la más pequeña, es normal que quiera protegerte tanto. Que te impida ir no es un capricho para coartarte de tu libertad. Sino más bien.. una póliza de seguros para asegurarse de que no te ocurre nada como a tu... Madre - Al pronunciar aquella última palabra me quedé unos instantes sin voz, embargado por los recuerdos de ella. Había sido una reina excepcional y, sobre todo, una buena amiga. Era con diferencia una de las personas con el corazón más puro que había conocido; y en aquello también se parecía Ariel a su madre. Tenían aquel aire de pureza, de obstinación pero sin el deseo jamás de hacerle daño a nadie. - Tu padre solo quiere protegerte para que no te ocurra nada. Por favor... hazle caso. Ven al castillo conmigo, no le diré nada de la escapada de hoy, ya me inventaré una excusa si ha notado tu ausencia. Y déjame hablar con él para que te permita un día ir a la superficie, si hace falta te acompañaré yo mismo.
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Mensaje por Kaileigh A. Murdock Mar Oct 16, 2012 1:22 am

La idea de Flounder me pareció una genial idea. Abrí los ojos realmente emocionada. -Eres genial Flounder! Exclamé entusiasmada por su idea. Claro podríamos irnos y volver sin que mi padre se enterara. Así nadie se enfadaría y siempre podía alegar que me había distraído nadando por el océano como me pasaba muchas veces. Si es que tenía claro que Flounder era el mejor compañero de aventuras que podía tener. No sabía cómo podría convencer a padre para que derogara aquella absurda ley que nos retenía a todos bajo el mar. Me gustaba el mar, pero la sed de aventuras y curiosidad podía conmigo y me empujaba a salir, quería experimentar lo que era sentir el sol sobre mi piel.

Miré a Sebastián y negue con la cabeza ante su disculpa restandole importancia, no se había roto así que no pasaba nada. -No te preocupes. Sonreí levemente pero pronto mi sonrisa se borró al volverle a escuchar. Era cabezota como él solo, y lo peor es que pensaba como mi padre por lo que sería imposible hacerle entrar en razón sobre el exterior. Asentí con energía al escuchar a Flounder, me encantaba cuando sacaba ese carácter valiente y aventurero. -Bien dicho! Le apoyé en sus palabras.

-No, no y no! Dije ante su petición. -Pienso salir y nada va a impedirmelo. Aseguré nuevamente, y lo aseguraría tantas veces como hiciera falta, por más que él se quedara mirandome para hacerme entrar en razón como él creía. Mi vida la iba a vivir como yo quisiera. -No lo entiendes! Si lo entendieras no me pedirías que no me fuera. Dije apartando la mirada enfadada. -Me decís esas cosas porque sois unos cobardes, yo no soy así, soy valiente y no me importan los peligros, porque no me pasará nada. Además allí arriba no puede haber nada malo. Resoplé negando con la cabeza. No, no era ese el motivo, no podían engañarme, sólo me quería convencer para que mi padre estuviera contento. Sentí su pinza en mi mejilla y le miré fijamente aún enfadada. -¿Tu crees? Dije con algo de tristeza por el recuerdo de mi madre. -Pues si le recuerdo a ella sabrá que no tiene nada que hacer. Madre no le temía a nada. Me aparté de él perdiendo el contacto no quería escucharle más, no quería sabía que enseguida por temor a mi padre se lo contaría todo. Así era Sebastián, un cobarde. -NO! Grité antes de salir nadando de allí seguida de Flounder.

Al salir de la cueva nadé hacia arriba sin parar, nadaba mucho más rápido que Sebastián, por lo que le sería dificil alcanzarme, y entre que iba a avisar a alguien o no yo habría llegado a la superficie con Flounder. Al fin, al fin vería el mundo exterior, estaba realmente emocionada, incluso nerviosa por ver aquello que mi padre tanto insistía en prohibirme. No podía ser tan malo.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Mar Oct 16, 2012 6:03 am

Mi vista se alternaba entre Ariel y Flounder, sorprendido cada vez más por las palabras que salían de sus bocas. Entendía que eran jóvenes y que, en la mayoría, siempre residía aquella semilla de aventura y desacatar las órdenes y las peticiones de los padres. Pero aquello me parecía excesivo. Y más teniendo en cuenta que no era un mero capricho, sino una decisión basada en hechos y sufrimientos pasados y que se había tomado para, entre otras cosas, evitar que se repitiese la historia. Pero Ariel era una joven muy terca que parecía hacer oídos sordos a lo que le decíamos. Esta chica solo sabía meterse en problemas y, solo esperaba que jamás cometiese uno por el que se arrepintiese. Con suerte recapacitaría antes de llegar a tales extremos. Además que notaba que la preocupación que su padre profesaba hacia ella enturbiaba su tranquilidad y su sueño. Pero... ¿qué iba a hacer sino? ¿Encerrarla? Él jamás sería capaz de ello; bueno, ni él ni nadie desde luego. Por ello, simplemente deseaba con fuerza que se diese cuenta de sus errores y terminase pronto con ellos.

Escuché sus negativas con resignación, cerrando los ojos intentando calmarme un poco. A veces lograba sacarme de mis casillas. - Ariel... - Dije con un tono pausado aunque con un deje de reproche. Sí, era una princesa pero entre ella y yo jamás había habido un trato de cortesía. Nos conocíamos desde siempre, habíamos vivido muchas cosas juntos y ese elemento social lo aparcábamos mientras que no estuviésemos en un acto especial. Por ello me tomaba tantas libertades con ella. cuando dijo aquello de su padre, llamándolo cobarde sentí que una furia que habitaba en mi cuerpo dormido comenzaba a despertar. No podía negar que la quería pero el respecto, la admiración que sentía por su padre no tenía parangón. No después de lo que había sufrido, por todo lo que había pasado y como había logrado que nuestro reino permaneciese a flote - Jamás vuelvas a decir eso de tu padre, ni delante mía ni de nadie - Sentía como si los ojos fuesen a salírseme de las cuencas. - No tienes ni idea de lo que hablas, eres muy joven para comprender todos los sacrificios que ha hecho tu padre y todo a lo que se ha enfrentado. Él es la persona más valiente que conozco. Y no puedes confundir valor con desobediencia, porque tu te atienes a esto último. No eres más valiente que el por cometer más locuras, sino más imprudente - dije en un tono muy cortante y frío. Tan si quiera había gritado, sino que lo había dicho de forma tranquila y en voz baja. A veces cuando alguien lograba enfurecerme lo suficiente, aquella era la forma de demostrarlo. Y pese a ser tan pequeño solía imponer bastante respeto. Pero el haber dicho eso de su padre y de su madre, había logrado que perdiese ligeramente el control.

Suspiré intentando recuperar a la compostura pero sin apartar la mirada de Ariel. Hasta que flounder no apareció junto a ella, como acariciándola con una aleta y habló, podría decirse que incluso me había olvidado de su presencia - Ariel... vámonos, no le hagas caso. Él no nos comprende ni lo hará nunca - En ese momento me entraron ganas de coger a Flounder con mis pinzas y despedazarlo. De hecho, lo fulminé con mi mirada. Justo en ese momento escuché la gran negativa de Ariel y justo salió nadando a gran velocidad de allí. Observé como Flounder hacía lo mismo y me quedé 10 segundos parado, sin saber que hacer. Finalmente, decidí ir tras ella ya que no podía volver al castillo sin ella y menos si llegase a pasarle algo.

Comencé a nadar tras ellos para no perderles la pista dirección la superficie sin dejar de maldecir por lo bajo. en esos momentos la idea de meterla en un calabozo no me parecía tan descabellada. Pese a nadar lo más rápido que podía, yo no poseía ni cola ni aletas como Ariel Y flounder así que poco a poco vi como se alejaban más y más, aunque por suerte la superficie estaba próxima y allí se detendrían. Una vez atravesé la capa de agua y saqué la cabeza al exterior, miré hacia ella mientras me cruzaba de pinzas (?) - Ya hemos llegado, has visto el cielo, la noche.. y las estrellas... - No pude evitar desviar la mirada hacia el para observar aquellas cosas que había mencionado. - ¿podemos regresar ya? Sin ti, no voy a volver hasta allí así que...
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Mensaje por Kaileigh A. Murdock Miér Oct 17, 2012 9:53 pm

En pocos minutos, estábamos en la superficie. Por el camino había estado llorando por las palabras que Sebastián me había dirigido. Me había hecho sentir mal por lo que había dicho, pero no podía comprender las ganas tan inmensas que tenía de salir, de descubrir aquel mundo. Claro que consideraba que mi padre era valiente, y claro que comprendía que quisiera protgerme, pero por protegerme no podía mantenerme en una burbuja como lo estaba haciendo. Eso no nos iba a devolver a madre... Pero claro, cuando yo decía algo era una niña que no comprendía nada, loca e imprudente. Estaba cansada de ser lo que todos creían que era, y ahora les iba a demostrar a todos que era valiente, y que aquí arriba no había ningún peligro, NINGUNO.

Asomé la cabeza fuera del agua quedando maravillada por las lucecitas llamadas estrellas y por la luna tan redonda y brillante que reinaba el cielo. Nadie en el mundo podía sentir lo que yo estaba sintiendo aquella noche. Era tan maravilloso. A los pocos minutos de que Flounder y yo salieramos fuera apareció Sebastián. Sonreí de forma alegre mientras le miraba totalmente emocionada. -¡Has decidido venir! ¡Ya sabía yo que en el fondo te gustan las aventuras como a mi! Dije con inocencia, ya que ni se me había pasado por la mente que posiblemente estuviera para vigilar lo que hacía. Me daba igual, estaba demasiado emocionada como para pensar en nada malo ahora. -¿Pero como? ¡No! Por supuesto que no vamos a volver aún. Miré a Flounder y me reí por la pregunta tan tonta que había dicho Sebastián. Conociendome como me conocía, ahora ue había conseguido salir, ¿de verdad pretendía que nos fuéramos ya? No.

De pronto mientras me reía vi algo a lo lejos, algo que yo reconocía porque siempre me los encontraba hundidos en el agua. -¡Mirad un barco! Y este navega. ¡Vamos, acerquémonos un poco! ¡Vamos Flounder! Es como los que vemos hundidos, pero este flota, no es emocionante! Dije con entusiasmo mientras comencé a nadar bajo el agua para acercarme un poco. Sacaba la cabeza de vez en cuando para ver a qué distancia estaba. Tampoco podía dejar que me vieran así como así. A una distancia prudencial me quedé mirando la majestuosidad del barco, totalmente impresionada. -Qué bonito... Dije embobada.
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Mensaje por Steffan N. Cartwright Dom Oct 21, 2012 7:41 am

Desde que nació una alegría se había quedado en el pueblo. El Rey Frederikk conoció a Antoinette, una dulce princesa de un lejano reino durante un paseo en el bosque. Fue flechazo a primera vista y en poco tiempo se casaron. La felicidad era palpable pero fue desvaneciendose poco a poco gracias a la aparente imposibilidad de embarazarse de la ojiazul. Tardaron seis años en concebir al esperado bebé. 101 cañonazos anunciaron un Junio de hace dos décadas el nacimiento del primogénito, heredero de la corona y el dueño de todo el reino. Fue llamado Eric, su cabello era de color del carbón y había heredado los bellos ojos de su madre.

Fue un niño travieso y muy inteligente, audaz e inquieto. Educado en casa, pasaba las tardes jugando en el océano o en el bosque, siempre del tingo al tango sin parar por un segundo. Sus padres veían en él determinación y potencial, por lo que le enseñaron a ser humilde: Eric salía al pueblo como si fuera hijo de un obrero cualquiera, no hacia distinciones de ningún tipo y se mantenía cercano con sus subordinados. Cada habitante comenzó a apreciarle. Y él comenzó a entender que un día sería rey, que esas personas dependerían de él.

A su edad ya estaba consciente de eso. Lo ignoró durante su adolescencia, donde la rebeldía típica se veía alimentada por las aventuras, salidas y demás con sus amigos Philipp, Charming, etc. Por el momento estaba en equilibrio aparente. No obstante, sus padres comenzaron a presionarlo. "Encuentra una esposa" indicó su padre. "Te haría bien. Hay princesas que morirían por ti" susurró su madre con su habitual voz suave. "Sentar cabeza es lo mejor, Señor" dijo su mayordomo. "Todo el pueblo desea verte casado" dijo la nana. Y Steffan los contradecía en vano, era como hablar con las paredes.

No ansiaba casarse.

Sentía la vitalidad en su cuerpo, las ansias de comerse al mundo, la motivación para vivir otras cosas alejadas de su "deber". Tenía veinte años, una vida por delante. Algún día se casaría, eso era seguro. Simplemente no quería apresurar las cosas, estar con una chica que no amara. Al menos no era el único, sus amigos estaban pasando por la misma presión. No estaban solos a pesar de sentir la soledad junto a ellos transmitida por la preocupación de sus padres.

Fue un día soleado. El mar estaba apacible, las olas bañaban con total paciencia la arena. las gaviota revoloteaban por todo el cielo, el cual estaba de un color azul intenso. Encerrado en su recámara con la vista perdida en el horizonte, Eric apenas y podía darse cuenta del inmenso bullicio en el pueblo. Se vistió casualmente y, desperezándose, salió para cabalgar. Le habían dado instrucciones para que se fuera querían que todo fuera una sorpresa.

Pasó todo el día en el bosque, en medio de la naturaleza acompañado por su caballo. Vació su cabeza de todo lo que lo preocupaba. días pasados conoció a una princesa muy hermosa llamada Celeste. Era amable, dulce, cariñosa. Sus padres inmediatamente hablaron con los reyes para entablar relaciones, para ver los beneficios posibles si casaban a sus hijos. Nathaniel odiaba esa posibilidad, ser casado a la fuerza. La joven era casi perfecta pero no existía conexión entre ellos. Si llegaba a haberla, sería efímera. No deseaba vivir con eso.

Regresó al atardecer siguiendo la línea que marcaba el fin de la arena. Tardó lo necesario en llegar al castillo por la puerta que daba al mar. Saludó a quien se encontró y fue directamente a su habitación para alistarse. Su madre había dejado en su cama el traje de gala: pantalones bombachos, camisa rigida, saco color vino...Asqueado, torció la boca y decidió vestirse como siempre solía hacerlo. Una camisa de algodón, sus pantalones ya usados, una gabardina negra. Apresuró el paso y se dirigió al barco real, el cual seguía anclado al muelle.

Noche de fiesta, noche teñida de un negro lúgubre. Los fuegos artificiales se veían muy bien desde la proa del barco gracias al cielo despejado y el fondo oscuro. Cualquiera sonreiría, se pondría feliz al ver semejante espectáculo enfrente de sus ojos. La luna parecía sonreir, todo el reino festejaba el vigésimo cumpleaños de Eric. En calles había un bullicio alegre, el barco estaba a rebosar, lleno de su tripulación y sus familiares.

El ojiazul estaba sentado en el borde el barco acariciando su fiel perro Max, un pastor inglés bonachón que lo seguía a todos lados. Había saludado ya a todos los que estaban a bordo. Eric sonrió sutilmente al ver los ojos de su perro y suspiró. - No soy el único aburrido, eh?- preguntó mientras se ponía de pie para estirar sus brazos. Era irónico el asunto: se estaba celebrando su cumpleaños, todo el pueblo había echado la casa por la ventana para demostrar el afecto que le tenían al príncipe. Él lo agradecía de corazón aunque prefería que invirtieran todo ese dinero en sus casa, en su comida, en la escuela de sus hijos. Sentía que su nacimiento no ameritaba tanta fiesta.

Comenzó a andar por el barco con max pisándole sus talones, balanceando su cabeza al ritmo de la música que inundaba el ambiente. . Sumergido en sus pensamientos, apenas y notó el afable abrazo de su mayordomo quien comenzó a parlotear sobre la magnifica celebración, la felicidad en todos los presentes y la emoción palpable. Rodó sus ojos sin pensar, sacudió su cuerpo y decidió disfrutar el momento.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Miér Oct 24, 2012 10:56 am

Escuché las palabras de Ariel con los ojos abiertos como platos; a veces no sabía si es que se estaba metiendo conmigo o es que era demasiado ingenua para ver que solamente la había seguido por la promesa que le había hecho a su padre y, por supuesto, para protegerla a ella. Me preocupaba demasiado como para permitir que se expusiese a aquellos peligros sin estar yo delante. Puede que no fuese gran cosa pero el Rey Tritón confiaba en mi y necesitaba hacer eso por él para devolverle aquella confianza depositada. – Creo que no has entendido bien los motivos, pero da lo mismo. - Cuando escuché sus negativas a regresar tan pronto suspiré y decidí dejarlo correr. Sabía que pese a todo lo que dijese no me iba a hacer el mínimo caso.

Seguí con la mirada los ojos de Ariel hasta que me fije en algo que se aproximaba entre las tinieblas de la noche. Me asusté un poco, no pude negarlo, cuando escuché el énfasis que Ariel ponía para acercarse – No creo que… - Pero era demasiado tarde, ambos se pusieron a nadar para aproximarse más. Aquello se me escapaba de las manos y hacía que cada vez se reavivasen más mis recuerdos por la madre de Ariel.

Me puse a nadar tras ella, siguiéndole el ritmo a Flounder hasta que nos acercamos a una distancia prudencial de la embarcación. Nadé hasta quedarme al lado de Ariel para susurrarle al oído. – Deberíamos de retroceder un poco, por favor… - dije acariciando su hombro con una de mis pinzas para llamar su atención – En… - No sabía si Ariel había conocido alguna vez toda la historia de su madre, pero no podía permitirme que le ocurriese lo mismo que ella – En un barco como este… capturaron a tu madre. Alejémonos un poco para impedir que nos vean. – dije en tono de ruego. Me fijé nuevamente en el barco y pude vislumbrar unas luces en la parte superior. Parecía que había gente pese a las altas horas que eran. Me pareció escuchar un ruido (guau, guau) que se perdía en la noche sin saber muy bien de donde procedía y volví a girar mi vista hacia la pelirroja con ansia; con suerte entraría en razón y me haría caso.
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Mensaje por Kaileigh A. Murdock Vie Oct 26, 2012 7:41 am

Le miré con curiosidad al ver cómo aquel pequeño cangrejo abría los ojos. ¿Había dicho algo fuera de lugar? Torcí mis labios cuando dijo que no había entendido sus motivos, la cuestión es que estaba allí por lo que me seguiría sí o sí, de algún modo y otro había conseguido que viniera, por lo que la reprimenda también iba a ser para él si nos pillaban. Pero siempre podría pedirle que no dijera nada porque así padre no se enfadaría con nadie.

Sin más salí nadando acercándome a aquel barco que me parecía majestuoso allí surcando los mares. -Cómo me gustaría subir a uno de esos... Musité cuando salí del agua estando cerca de él. Una vez más Sebastián me había seguido junto con Flounder. Los tres estábamos admirando aquel trasto enorme de madera. ¿Cómo podría flotar algo tan grande? ¿Cómo se manejaba? Quizás con la rueda esa que muchas veces había visto en los barcos hundidos. ¿Pero cómo con una rueda se podía manejar aquello? Cada vez me parecían más increíbles los humanos.

Me giré mirando a Sebastián negando con energía haciendo mover mi melena sobre el agua. -Anda Sebastián, si no estamos cerca! Dije quejandome nuevamente queriendo acercarme más y más. Entonces Sebastián tocó mi hombro y siguió hablando sobre mi madre y su historia. Resoplé suspirando -Y no crees que si subió a la superfície es por que quería conocer a estos humanos... Me quedé pensativa, el hecho de que la capturaran no es que me agradara del todo, pero quizás a mi me escucharían. -Quiero cumplir su deseo Dije empeñandome aún más en esa idea que Sebastián consideraba loca.

De pronto escuché un golpe seco y unas luces, lo que me quedé fascinado. -Has visto eso Flounder! Exclamé alzando la voz demasiado quizás. -Qué colores más bonitos. ¿Qué es eso Sebastián? Es maravilloso... Dije casi quedando embobada por tal espectáculo de luces aunque el sonido me aturdía un poco, pero la luz era maravillosa. Pura magia, increíble, no tenía palabras para explicar lo que me pasaba por dentro. Aquello solo hacía que quisera conocer aquel mundo cada vez más, sabía que era algo maravilloso. Por inercia me iba acercando poco a poco al barco, como si me llamara.
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Mensaje por Steffan N. Cartwright Miér Oct 31, 2012 2:30 pm

El viento mecía con suavidad el barco, la noche inundaba los alrededores y el mar se veía apacible. Los multicolores fuegos artificiales cesaron para dar paso al clásico brindis. Toda la tripulación se acercó riendo, abrazados unos con otros, juntandose alrededor del pensativo principe ojiazul que aún bailaba con su perro Max. Sonrió abiertamente y suspiró, mirando el cielo que estaba sobre él. Era s primer cumpleaños a bordo de un barco, generalmente lo celebraba en el palacio con bombos y platillos, fanfarrias y fiestas exageradas. Esa vez convenció a sus padres de hacer algo más privado y tranquilo. Aceptaron a regañadientes y dejaron a Eric ir solo a festejar a su manera.

Poco a poco fueron entregando sus presentes. Era muy común en la realeza los regalos extravagantes. Cuando tenía un año, recibió una cuna hecha completamente de oro con zafiros incrustados que formaban su nombre. A sus tres años le regalaron su corcel que hasta la fecha, era su caballo principal. A sus cinco años le dieron unos castillos en Francia, a sus ocho unos terrenos y a los diez, carruajes y bastante dinero. Era normal. Su querida tripulación cooperó le regalaron una nueva silla para su corcel. Otros le regalaron unas botellas de vino. Y, como siempre, Eric agradecía con un sincero abrazo.

Sumergido en sus pensamientos, apenas y notó el afable abrazo de su mayordomo quien comenzó a parlotear sobre la magnifica celebración, la felicidad en todos los presentes y la emoción palpable. Rodó sus ojos sin pensar si estaba siendo grosero y gruñó por lo bajo. Su afable mayordomo siempre exageraba en todo y presentía que su regalo sería bastante bizarro. Entretenido y con la curiosidad brillando en sus ojos, alzó sus cejas observando fijamente al hombre de cabellos grises. – SILENCIO. Es un gran honor para mi entregarle a vuestro príncipe un regalo muy grande y muy costoso. - habló con voz sonora el viejo mayordomo. Y develó una gran estatua del príncipe en pose guerrera. Habían exagerado sus facciones parecía esculpido por dioses del Olimpo. Eric era un muchacho atractivo pero en ese bloque de piedra parecía...modelo o algo así.

Examinó con atención su estatua y se rascó la cabeza. –Viejo, no tenías que haberte molestado – murmuró dándole un fuerte palmada en su espalda. Él había sido una figura semi paterna durante toda su vida, lo consideraba como su mejor amigo, consejero y cuidador. Pero a veces exageraba. – Está…impresionante.- Atinó a decir en tono dubitativo al darle una última mirada a su tremendo regalo de cumpleaños. – Imagine, Príncipe, lo maravilloso que sería si este hubiera sido su regalo de bodas -la voz ronca del anciano fue interrumpida por Eric. - Ay, no me digas que estas molesto conmigo por no enamorarme de la Princesa Celeste. – murmuró con paciencia infinita. Volvió a observar con suma atención su estatua y suspiró. Observó cómo Max le gruñía al bloque de mármol, frío y serio. No se parecía nada a él. El capitán dió la orden de lanzar más fuegos artificiales y Eric simplemente sonrió, sin hacerle mucho caso a lo que decía su mayordomo.

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Mensaje por Michael C. Tallhart Mar Nov 06, 2012 9:45 am

Por más que parecía intentar convencerla de que se alejase de aquel peligro que se alzaba ante nosotros, ella parecía más irremediablemente atraída por el influjo que el barco causaba sobre ella. Comenzaba a desesperarme aquella situación, aquella falta de sensibilidad por su parte para con la muerte de su madre. Parecía no recordar el dolor que aquel incidente había causado sobre nuestro rey y, sobre todo, no hacía mas que mostrarse irrespetuosa, rebelde y egoísta. Sí, egoísta. Por desatender los consejos de alguien que no quería ganar nada con lo que decía más que su propia seguridad y por no pensar en las repercusiones que aquello podría acarrearnos.

En medio de mi enfado, el cual todavía continuaba acumulando, un extraño ruido muy elevado comenzó a sonar al tiempo que el cielo parecía iluminarse de colores. Me quedé unos segundos absorto ante aquello completamente perdido. No había escuchado jamás sobre la existencia de aquellas luces en el cielo y no sabía lo que podrían significar, aunque la belleza de sus formas no parecían indicar que se tratase de algún tipo de amenaza para nosotros. Más bien, la mayor amenaza tan si quiera era el barco en sí, sino Ariel. - No lo sé, la verdad es que en mi vida había visto tal cosa... - Acerté en decir sin ser plenamente consciente todavía de mis actos, tan si quiera sin moverme y dejando que la marea me arrastrase a su voluntad.

Cuando reaccioné fui consciente de que Ariel estaba cada vez mas y más cerca de aquella embarcación, por lo que me vi obligado a reiniciar el nado hacia ella nuevamente - ¿Pero me quieres explicar que es lo que pretendes? - Alcance a preguntarle cuando me hallaba a su altura en el mar - ¿Quizás que los miembros de la tripulación se lancen al mar y comiencen a bailar contigo? ¿ Qué se queden observando hacia ti sin hacer absolutamente? - dije, ahora si, furioso y mostrándolo exteriormente elevando mi tono de voz mientras la miraba con perplejidad - ¿Tan egoísta eres para no apreciar la preocupación que sentimos la gente a la que le importas que solo puedes pensar en tus propios deseos? - Había alcanzado un punto de mal humor que comenzaba a rebosarme y el efecto de las primeras palabras que había lanzado como dardos comenzaban a pasarme factura, comenzando a arrepentirme de ellas pese a que seguía creyendo que no eran erróneas. - Deberías de aprender la diferencia entre valor y estupidez; el exceso de la primera en una proporción desmedida conlleva a cometer la segunda y quizás sea algo que debas aprender.. o recordar, si es que ya te lo había dicho una vez, en esta situación. Por que si algo te sucede aquí, no solo te afectará a ti, sino a más personas... y ¿para qué? Si es que se me permite preguntarlo.
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Mensaje por Kaileigh A. Murdock Miér Nov 14, 2012 2:38 am

El mal humor de Sebastian empezaba a moestarme, no era una inconsciente, ni tan siquiera me estaba mostrando tanto como para que me pudieran ver, ni estaba haciendo un ruido infernal como para que me pudieran oir. No, no nos iban a ver ni mucho menos, además en caso de que me vieran era más rápida que ellos, había escapado una y mil veces de todos los peligros que me había encontrado buscando aquellos maravilloso tesoros que guardaba en mi cueva secreta. Dejando de lado las palabras del pequeño y cascarrabias cangrejo me acerqué al máximo al barco, cogiendome a un saliente de madera para alzarme sobre un hueco y ver lo que había allí arriba. Me agarré fuertemente al suelo de la cubierta viendo cómo aquellos hombres tocaban unas cosas raras de las que salía una hermosa música, tan alegre y divertida que me daban ganas de seguir el ritmo. ¿Qué daño podían hacer aquellas personas?

Estaba realmente fascinada, sonriendo de oreja a oreja y con mis ojos totalmente abiertos, observando aquella fiesta que había allí arriba. ¡Cómo me gustaría poder moverme como ellos y tener piernas! Entre aquellos hombres había algo, un animal, supuse que era uno terrestre porque no se parecía a ninguno de los que convivían conmigo bajo el mar o que hubiera podido ver antes. Emitía un sonido bastante raro, como un "uau" o algo así. Parecía estar disfrutando como todos allí, bailando y cantando en su idioma. Hasta que de pronto se paró, como si hubiera notado algo raro en el barco. Paseaba su cabeza por el suelo encaminandose hacia mí. Cuando me dí cuenta me aparté enseguida a un lado mirando al frente para que no me viera. Me fui asomando poco a poco y aquel animal estaba allí. No me esperaba que lo siguiente que hiciera fuera pasar su lengua por mi cara, fue una sensación rara, pero estaba acostumbrada a la humedad. No pude evitar reirme y aunque llevada por la curiosidad iba a acariciarlo, una voz empezó a llamarlo.

Seguí al animal tocandome la mejilla hasta ver que alzancaba a un chico, un chico muy apuesto, con unos bonitos ojos azules y una sonrisa encantadora. Enseguida sentí cómo me embobaba mirandole, era tan guapo... Pero una voz demasiado conocida me despertó de mi enosoñación. Era Scuttle, aquel pájaro llegaba en el peor momento. Me giré apartandolo con la mano pero simplemnte se apartó un poco. Seguí observando al chico de los ojos azules quedando encantada con tal hombre. Apoyé mis brazos en el suelo y mi cabeza en éstos observando tranquilamente.
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Mensaje por Steffan N. Cartwright Dom Nov 18, 2012 2:29 pm

– Eric, todo el reino quiere verte felizmente casado con la mujer de tus sueños. – explicó el mayordomo con total sinceridad mientras palmeaba la espalda de él. El ojizul negó con la cabeza, avanzando hacia el barandal del barco. Recargó sus brazos sobre este y alzó sus cejas. Era como hablar con una pared: nunca lo escuchaban, siempre lo consideraban demasiado inexperto. –Debe estar por algún lado. Sólo que todavía no le encuentro.- murmuró con un dejo de esperanza en su voz. No sabía por qué pero tano sus padres como los padres de sus amigos estaban aferrados con casarlos a la brevedad posible. No entendía la prisa. Si se casaba sería con alguien que en realidad amara. Además, tenía sólo 20 años. Era muy joven para estar pensando en esas cosas. Encogió sus hombros, se dio la vuelta y más animado, continuó. – Cuando la encuentre, sentiré como si algo me golpara, como un rayo. - comentó enérgicamente, golpeando con fuerza su palma izquierda con su mano derecha.

Hay que tener cuidado con lo que uno dice. En ese preciso momento, el apacible clima se había transformado en una feroz tormenta sin precedentes. El aire golpeaba con fuerza el barco, las olas parecían estar poseídas por el diablo. El capitán perdía el control del barco a pesar de los esfuerzos de la tripulación por mantenerlo todo en orden. No contaban con el fuego que había comenzado en las velas, fruto de un rayo que golpeó el mástil principal.

El Príncipe comenzó a ayudar en el acto, sacó los botes auxiliares y evacuó a los presentes. Era de los pocos que se ponía en e lugar de sus subordinados sin rechistar. Uno por uno, fue colocándolos en los respectivos botes para que emprendieran la marcha. No podían controlar el barco, la tormenta,; El fuego era ya una gran masa de color naranja que devoraba toda la madera que encontraba enfrente, el calor era abrasador, la desesperación inundaba el ambiente.

Eric logró saltar desde el barco, aterrizando en el bote que se tambaleaba. No obstante, regresó preocpado. Faltaba Max, su fiel perro. Subió las escalerillas del barco hasta llegar a cubierta donde comenzó a llamar a su canino. Max se acercó alarmado y, sin pensarlo, lo cargó y lo aventó hacia el pequeño bote que ya estaba en el mar. Midió la distancia, observó la mirada azorada y llena de preocupación de su mayordomo, tomó un ultimo impulso…

Y él no alcanzó a saltar.

El mástil había caído a pocos metros de él. Algunos pedazos de madera chamuscada lo golpearon, dejándolo inconsciente. El fuego se había tragado la estructura que mantenía al barco en flote y había hecho explotar barriles de polvora, ocasionando su naufragio. Los sobrevivientes vieron con impotencia y tristeza cómo el océano se tragaba el magnífico barco y , con él, a su valiente príncipe.

Eric estaba vivo, para fortuna de todos. Sin embargo, estaba insconciente. El oleaje se lo había tragado. Moriría en pocos minutos si no volvía a respirar. En un santiamén, su festejo de cumpleaños podría convertirse en su funeral.
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Mensaje por Michael C. Tallhart Mar Nov 27, 2012 10:28 am

Ariel estaba visto que no me haría ningún tipo de caso y en aquella situación yo ya no podía hacer nada más. Por más que me esforzaba en hacerle ver el error en sus actos, la pelirroja parecía no hacer otra cosa más que girar su vista hacia otro lado y era, francamente, una actitud irresponsable y desesperante que había agotado mi paciencia. Estaba claro que allí no pintaba nada más, sobre todo cuando empecé a ver como se acercaba todavía más peligrosamente al barco intentando subirse. Yo era incapaz de hacerlo y, pese a todo lo que dijese, haría lo que quisiera. Opté por lo mejor, que fue irme de allí, regresar a palacio lo más rápido posible y avisar al rey Tritón. Si a mi no me escuchaba, su padre la haría entrar de nuevo en sus cabales.

Antes de iniciar el trayecto, observé como se comenzaba a desatar una tormenta sobre nuestras cabezas. Lo cierto es que ya había sentido como las mareas fluían con más fuerza bajo nosotros y aquello quizás dificultaría mi llegada hasta palacio. Pese a ello, tenía que esforzarme para intentar llegar a tiempo a comunicarle lo que estaba ocurriendo a nuestro rey e interviniera. Me zambullí y comencé a nadar tan rápido como podía hacia mi destino. En mi mente se agrupaban los recuerdos de la reina junto con los últimos minutos que ahora había pasado con Ariel. Sinceramente, no podía llegar a comprender su comportamiento sabiendo lo que le había ocurrido a su madre, pero ahora no era tiempo de pensar en aquello. Con suerte llegaríamos para salvarla en caso de que fuesen unos forajidos y la capturasen.

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Mensaje por Kaileigh A. Murdock Vie Nov 30, 2012 5:55 am

De pronto mientras estaba admirando a los humanos bailar, cantar y disfrutar de aquella fiesta las nubes se tornaban negras como la noche, el mar que antes era apacible y tranquilo parecía como cuando mi padre se enfadaba, fiero y orgulloso. Se levantó una bocanada de aire que movía mi pelo casi sin dejarme ver. Me solté del barco en cuanto empezó a zarandearse. Los gritos de la gente quedaban ahogados ante el sonido de las olas del mar que era casi como un rugido. Incluso comenzaron a caer rayos que estaban haciendo añicos el barco dejando fuego por todos lados dónde caía. De verdad que tenía miedo, pero no por mí si no por los humanos que allí estaban.

Me puse a una distancia prudencial viendo cómo Sebastian se iba sin más, suponía que tampoco podía hacer mucho más, pero seguramente iría a avisar a mi padre de lo que yo estaba haciendo. Resoplé rodando mis ojos y me escondí viendo cómo empezaban a evacuar a la gente en otras embarcaciones más pequeñas. El barco grande se estaba desmoronando por completo quedando poco a poco hecho añicos, llenando el mar de escombros y partes de aquella gran embarcación.

La gente estaba salvada y no corría demasiado peligro, seguía escondida bajo el mar viendo lo que sucedía en la superfície. De pronto el chico cayó sobre uno de los botes, pero sin entender por qué volvió a subir a lo que iba quedando de barco. El chico volvió a saltar con aquel animal que antes me había visto pero no alcanzó a saltar al bote. Lo miré alarmada y preocupada con el corazón en vilo por lo que iba a pasar a continuación, el mástil del barco cayó dando un gran golpe. De pronto hubo unos grandes estruendos al punto de parecer rayos. El barco comenzó a naufragar mientras los supervivientes se alejaban de aquella zona.

Me hundí en el agua nadando con rapidez hacia los restos del barco dónde el chico estaba inconsciente hundiendose en el agua sin moverse. ¿Había muerto? Eso me entristeció pero a la vez me hizo envalentonarme para acercarme a toda prisa hacia el cuerpo del hombre. Agarré su cuerpo como pude y me dirigí con rapidez hacia la superfície aún había tormenta y me costaba bastante mover el cuerpo con aquel oleaje pero poco a poco y gracias a mi fuerza de voluntad por salvar a aquel chico lo acerqué hasta la orilla arrastrandolo para alejarlo un poco del agua. El chico no reaccionaba y yo empecé a ponerme nerviosa. No se me ocurrió nada más que empezar a cantarle, como si eso fuera a servir de algo.

Para mi sorpresa el chico empezó a moverse, por lo que antes de que abriera los ojos del todo y me pudiera ver bien me moví lanzandome al agua nuevamente, para que no viera que no formaba parte se su mundo. Me alejé hasta esconderme detrás de una roca viendo si se despertaba o no, y si estaba bien.
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Mensaje por Steffan N. Cartwright Vie Dic 14, 2012 12:59 pm

Angustiante
.

Esa palabra definía lo que sentía el príncipe. Primero que nada, estaba semiconsciente. Una opaca nube de confusión nublaba sus sentidos. Preguntas como ¿Qué paso? ¿Dónde estoy? Cruzaron su mente. Obtuvieron una rápida respuesta al abrir sus ojos: un naufragio acababa de ocurrir y estaba en medio del mar enfurecido por la tempestad.

Sus ojos color océano no daban crédito a lo que veía: pura agua salada que Escocia sus sentidos. El agua entro en sus fosas nasales, la sal se coló a su garganta y la conciencia lo abandono.

Así, el primogénito y futuro rey estaba a la merced del destino. Por unos momentos, su respiración cesó. Su cuerpo se abandonó a ritmo de las olas que lo movían con fuerza. Estaba a 30,50 metros debajo de la superficie. No tenía fuerzas para nadar. El air en sus pulmones se agotaba. Las ganas de vivir no eran suficientes, la cabeza le punzaba gracias a un golpe, podía sentir lo tibio de la sangre.

Cerro sus ojos. Por su mente pasaron los momentos más felices de su corta existencia. Lamento profundamente que su vida acabara así. Cerro sus ojos, su boca se abrió, dando paso a unas burbujas de lo último que quedaba en sus pulmones.

Su corazón latía más despacio.

Sólo que una fuerza comenzó a empujarlo hacia la orilla de la playa. Estaba inconsciente pero una hermosa chica lo tenía bien sujeto. Así, después de unos minutos angustia tes y decisivos. La sirena logro sacar al joven a la arena.

Al tener contacto con el aire, su cuerpo expulso el agua tragada. Estaba vivo. Su corazón latía muy, muy despacio acostumbrándose a la nueva oportunidad que le estaba siendo otorgada.

Fue entonces que escuchó la voz más melodiosa que jamás había escuchado.

-Quiero que sepas que bien estás
Quisiera poder quedarme a tu lado
Me gustaría tanto verte feliz...-


Parpadeó, tratando de alejar la confusión que enturbiaba su vista. Aún así, fue capaz de distinguir unos bellos ojos, un cabello hermoso y una mano que le tocaba la mejilla con suma ternura. ¿Qué estaba pasando?

-Y disfrutar bajo el sol
Tu compañía sin condición
Yo volveré, ya lo verás, por ti vendré-


La dulce voz era lo más exquisito que hubiera escuchado jamás. Era una voz de soprano, clara y limpia, fuerte y suave como terciopelo. Lamentablemente, no podía saber quien estaba cantando semejante pieza: su mirada seguía sin poder enfocar bien lo que tenía enfrente, su corazón latía con más fuerza y su respiración se entrecortaba.

La voz se desvaneció, acto seguido sintió unos lengüetazos en todo su rostro. Sacudió su cabeza y trato de ponerse de pie sin éxito, quedando sentado en la arena con la mirada perdida, abrazando a su fiel perro Max que parecía estar igual de preocupado que su mayordomo, quien se acercaba a toda prisa.

-¡Señor Eric! ¡Gracias al cielo! ¡Pasamos toda la mañana buscándole! ¿Se encuentra bien?- pregunto todo rápidamente, ofreciéndole su brazo para que el príncipe se apoyara. No obstante, el muchacho negó con la cabeza esbozando una sonrisa gigante.

-¿No viste una chica? Era...hermosa y estaba cantando...tenía la voz...más bonita...- murmuró mientras daba unos pasitos hacia delante, tratando de buscarla con la mirada. Su mayordomo refunfuño y lo guió hacia el camino que daba al castillo. - debió de haber tragado mucha agua de mar, su alteza. Venga, el doctor tendrá que examinarlo y...- Eric siguió a su mayordomo sin rechistar.

Todo le daba vueltas. Sólo de una cosa estaba seguro: una hermosa voz había cantado a su oído, voz perteneciente a un doncella que seguramente había pasado la noche en vela, cuidandolo a la orilla de la playa. En ese instante supo que tenía que encontrarla, agradecerle por haber salvado su vida, conocerla...

Triste es saber que a escasos metros,sobre una roca bien escondida, la dueña de esa voz miraba con tristeza a Eric partir hacia su hogar. Su voz volvió a salir:


-No sé qué hacer, cuándo será
Pero yo debo aquí regresar
Siento que sí, puedo formar parte de él-


Tan cerca pero tan lejos.
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