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Mensaje por Narrador Vie Feb 15, 2013 12:28 am

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Mensaje por Solange F. Desmarais Vie Feb 15, 2013 1:57 am

Posiblemente pudieran pensar que limpiar todo aquel gran castillo era una faena exaustante pero nada más lejos de la realidad, al menos no para mí, estaba más que acostumbrada a dejarlo todo como los chorros del oro, tanto es así que la belleza del príncipe Adam se reflejaba por cada losa de mármol en el suelo. Era el príncipe más apuesto que había visto en la vida, debía reconocerlo. Ataviada con mi impecable traje, el cual me fascinaba por que marcaba cada una de mis curvas y llevaba un escote bastante pronunciado, dejando ver más piel de la que quizás una doncella debiera, llevaba todo el día limpiando el castillo. Claro que eso no era muy del agrado entre el resto de mujeres que trabajaban al servicio del príncipe, pero yo estaba cómoda, y era como era, a quién no le gustara pues que no mirara. Me paré unos segundos frente al espejo colocandome la cofia y admirandome. Era coqueta sí, no lo podía remediar. Justo en el momento en el que me miraba frente al espejo de aquel precioso aparador me di cuenta de que había una mancha en él. -¡Oh cielo santo! ¡Esta mancha no estaba aquí! Rodé mis ojos soltando un gran suspiro, le pasé un paño quitando la mancha hasta que el espejo volvío a quedar reluciente.

Miré el gran reloj estando en la entrada del castillo. ¡Oh! ¡Díos mío! Dentro de pocos minutos empezaría a caer el sol, me había tirado todo el día limpiando, y aún no había acabado. Me quedaba limpiar el gran comedor de nuevo para que estuviera listo cuando llegara la hora de cenar. Lo había limpiado después de comer pero debía cerciorarme de que estaba como una patena. Muchas veces me decían que limpiaba sobre limpio, pero mejor, así no dejaba que el sucio polvo se acumulara en ningún sitio ni lugar. Ningún rincón de la casa se libraba de mi y el sucio polvo era casi inexistente. La loca del plumero, quizás, pero quien más o quien menos tenía sus manías ¿no?

Quizás eso se había agravado desde el fallecimiento de la Reina, la tenía en alta estima, como suponía que todos en el castillo o al menos todos la respetaban. El hecho es que me había afectado más de lo que daba a entender y eso había hecho que mi único objetivo fuera tenerlo todo como una patena, reluciente como a ella le gustaba. Como si el mero hecho de limpiar fuera un homenaje a la madre del príncipe. El pobre se había quedado solo y en un castillo tan grande... Bueno, sólo no estaba, todos aquí le teníamos gran cariño y tratábamos de darle siemre lo mejor de nosotros, al menos por mi parte era así.

Entre tanto pensamiento los minutos pasaban y yo divagando. -¡Mon Dieu! Como no acabe de limpiar no me lo perdonaré... Murmuraba mientras abría las grandes puertas del comedor, eran bastante pesadas pero con la mañan suficiente eran fáciles de abrir. Ráuda y veloz empecé a pasar el plumero por todos los muebles, cuadros, objetos y rincones que allí habían. Cuando acabé de quitar el polvo cogí el paño que llevaba en el mandil y empecé a limpiar los candelabros que se usaban en la cena, los preferidos de la madre del príncipe Adam. Uno a uno, con suma delicadeza, como si fuera un ser animado más que un objeto, alguien a quien cuidar con todo el cariño del mundo. A veces entre tanta limpieza se me encogía el corazón pensando que me encontraba bastante sola, oh bueno, claro con excepción de Lumiére. Sí, ese mujeriego que me había robado el corazón, era todo un casanova, y a veces me sacaba de mis casillas, sobre todo cuando le veía ligar con otra mujer, pero a fin de cuentas quería a ese hombre. Y allí me encontraba yo como cada día limpiando, dejando los candelabros tan brillantes que la luz se reflejaba en ellos casi como si estuvieran encendidos pensando qué me quedaba por limpiar.
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Mensaje por Remy A. Thorne Vie Feb 15, 2013 3:01 am

Para alguien como yo que había nacido entre aquellas paredes, aquel castillo era como su propia casa. Siempre lo había considerado mi casa y así lo había hecho también mi madre, Colette Tatou hasta que había muerto unos cuantos años atrás. Igual que la Reina. Exactamente igual que ella. Levanté la mirada hacia el techo abovedado de la habitación en la que me encontraba en aquellos momentos antes de suspirar largamente. Sí, se podría decir que las cosas habían cambiado mucho desde la muerte de aquella mujer. Suerte que a pesar del cambio de humor de Adam, nuestra amistad y confidencia seguía intacta. Suponía que era lo que tenía ser amigos desde que éramos unos renacuajos, nunca mejor dicho.

Ese pensamiento en mi cabeza me hizo sonreír, apoyada como estaba ligeramente encima del palo de la fregona de Malcolm. Un sonido a mis espaldas hizo que me irguiera y volviera al trabajo pasando la fregona por el precioso suelo de mármol, pero un ladrido y la maraña de pelo de Sultán hizo que soltase la escoba que cayó con un golpe seco al suelo al tiempo que ponía mis brazos en jarra – ¡Sultán! ¡Perro malo! – Espeté al animal aunque el cariño que le profesaba hizo que casi al momento volviera a sonreír – Ven aquí, anda… - El animal vino hasta a mí obediente como era. Si Sultán estaba allí, eso significaba que Adam también estaba cerca lo cual… Bueno, me gustaba tenerle cerca, siempre había tenido a Adam conmigo y no sabía realmente como sería mi vida si no tenía a mi amigo de siempre.

Terminé de limpiar el pasillo cerrando la puerta tras de mí con el perro pisándome los talones y encontrándome con nada más y nada menos que Din Don, le habíamos apodado así entre nosotros porque siempre parecía estar obsesionado con el tiempo que empleábamos para limpiar. – Acabo de terminar de…

- ¡Lumière! ¿Qué estás haciendo? – Las gotas de sudor caían por el rostro de Din Don que por algún motivo parecía estar perdiendo la paciencia. Mi mirada se desvió hasta el final del pasillo donde se encontraba Lumière con otra de las doncellas riendo por lo bajo, o al menos hasta que el jefe de mayordomos le había llamado la atención, haciendo que caminase hasta nosotros. – Fifi está limpiando el comedor. Baje a ayudarla, Tatou. – Dijo el gobernante dirigiéndose a mí a lo que respondí asintiendo con la cabeza.

- No estaba haciendo nada, Din Don. Divertirme un poco, cosa que tú no sabes hacer – Dijo con aquella gracia que poseía. Era desde luego el único que se atrevía a hablarle en aquel tono al Gobernante. Lumière siempre se salía de las normas. – Deberías relajarte un poco… Está todo en orden… - Hizo un gesto con la mano restándole importancia a las palabras del gobernante. Yo por mi parte enfile hacia el comedor cubo y fregona en mano, para ayudar a la doncella que suspiraba precisamente por el mayordomo, al menos para mí era demasiado obvio.

Unos pasos a mis espaldas me advirtieron de que había alguien que caminaba tras de mí y casi de inmediato noté uno de los brazos del mayordomo pasando por encima de mis hombros. Le fulminé con la mirada al tiempo que me apartaba de él. – Deja de perder el tiempo, Lumiére, s'il vous plaît – Esbocé una sonrisa afilada antes de abrir las enormes puertas que llevaban al comedor donde se encontraba Fifi limpiando los candelabros favoritos de la Reina. – Din Don me ha dicho que bajase a echarte una mano. – Le dije con una ligera sonrisa en el rostro. No me caía mal en absoluto. – Me encargaré de pasar la fregona por el suelo. – Dije al momento mientras dejaba el cubo en el suelo y metía la fregona en el mismo. Me paré unos segundos a observar el enorme comedor, recolocándome entre tanto el delantal blanco del uniforme.

Un nuevo ladrido me anunció que Sultán también me había seguido hasta allí. – Este perro parece que me tuviera manía. – La irritante (para mí) voz de Lumière volvió a inundar mis oídos y el comedor. – Querida… - Cerré los puños con fuerza unos segundos antes de caer en la cuenta de que por suerte no se estaba dirigiendo hacía mí. – ¿Aún quitando el polvo? ¡Vas a adoptar forma de plumero como sigas con esa obsesión! ¿Por qué no lo dejas un rato y hacemos algo divertido? – Pude ver incluso como usaba aquel gesto y guiño seductor que a mí más que otra cosa me provocaban arcadas.

Aunque lo de que iba a adoptar forma de plumero había tenido su gracia.
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Mensaje por Solange F. Desmarais Lun Feb 18, 2013 3:16 am

Las voces y los pasos por toda la estancia no se hicieron esperar. Las puertas del comedor se abrieron una vez más lo que hizo que despertara de mi atontamiento. Alcé la mirada viendo a la hermosa Tatou, claro, no tan hermosa como yo, pero lo era. -Muchas gracias, la verdad es que este castillo me parece más grande cada día, o es eso o que me hago más vieja. Reí suavemente llevando el candelabro a la mesa nuevamente mirando a Tatou de nuevo. -Está bien, yo me encargo del resto. Murmuré cogiendo el plumero para pasarlo nuevamente sobre los muebles que allí habían. No eran muchos, pero suficientes. Me gustaba sobre todo el que tenía toda la vajilla expuesta. Era una bajilla preciosa ribeteada en oro, nunca se usaba, era casi como un tesoro.

Enseguida Sultán apareció por el lugar viendo como se acercaba a Tatou mientras que aquel acento francés hacía que mi cuerpo mariposeara como una completa estúpida enamorada de un completo casanova. Agrh! Odiaba sentirme así, pero es que era tan... Un suspiro salió de mi inconscientemente, claro que no le iba a dejar las cosas fáciles, me gustaba demasiado pelear. -Mon cher... Dije pasando el plumero seductoramente por su pecho. -Como sigas derrochando tantas energías, tu fuego interior quedara consumido en... Pasaba ahora el plumero por su cuello humedeciendome los labios sensualmente -Nada Le di un plumerazo en la barbilla y me giré caminando sensualmente, contoneando mis caderas para ir a limpiar el siguiente rincón.

Enseguida la Señora Potts apareció seguida de su hijo quien daba vueltas alrededor suyo pidiendole algo que no pude escuchar hasta que no entraron en el comedor por la puerta de la cocina. -Anda mamá dejame ir a jugar al jardín.. aún no es de noche... Se quejaba el pequeño rubito. La Señora Potts andaba con pasos cortos pero rápidos. -Querido, pronto se hará de noche, y sabes que no me gusta que juegues fuera del castillo cuando no hay Sol. Dijo la mujer con dulzura. Era como una madre para todos en realidad. Dirigí mi mirada hacia ellos y sonreí. -Señora Potts aún hay Sol, y seguro que Chip vendrá en cuanto caiga el Sol. Además me parece que Sultán también busca un compañero de juegos. Sonreí mientras no dejaba de pasar el plumero.

De vez en cuando dirigía mi mirada hacia Lumiére, de manera divertida y pícara, me gustaba provocarle, aunque aún más me gustaba que viniera detrás mío como el perro siempre iba detrás de Tatou. -Está bien.. puedes salir a jugar, pero en cuanto el Sol empiece a caer entras. La mujer le dio un beso en la mejilla a su hijo el cual le dio un abrazó y corrió llamando a Sultán para salir fuera. Miré a la señora sonriendo. -Son niños, deben jugar. Además así podemos ocuparnos mejor de nuestras tareas sin que se aburra. Comenté devolviendole una sonrisa amable.

-¡Cielo Santo! Debo ponerme a preparar la cena para el señor. Murmuró caminando a paso ligero como siempre hacia la cocina nuevamente. Me giré mirando a Lumiére de nuevo poniendo mis brazos en jarras. -Tú no piensas hacer nada? Le dije sonriendo de lado. -Lúmiere, no sé si el príncipe te tiene aquí para que ligues con todas o para tenerte paradito como esos candelabros Dije poniendo un mechón de pelo detrás de mi oreja. -Aunque si fueras tan bello como ellos, creeme que me encantaría encender tus velas Dije riendo después de guiñarle el ojo. Luego miré a Tatou con una sonrisa divertida haciendola cómplice para que también se metiera con el joven apuesto. -A que quedaría bien sobre la mesa, calladito y con las manos quietas? Le pregunté a la rubia.
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Mensaje por Remy A. Thorne Miér Feb 20, 2013 1:20 pm

- No hace falta que me des las gracias. Es mi trabajo. – Igual que lo era el de ella y el del resto del servicio del castillo, aunque yo a veces no me lo tomaba como un trabajo estrictamente dicho, no al menos mi cabeza. – Creo que simplemente nos parece más grande a cada día que pasa… - A veces los pasillos de ese lugar se me antojan realmente eternos aunque todo se hace más llevadero si piensas en las cosas positivas de trabajar en un lugar como ese. Asentí con la cabeza al tiempo que movía el cubo por encima del suelo de mármol con la ayuda de uno de mis pies antes de meter la fregona en su interior y escurrirla, para luego empezar a pasarla por el suelo.

Fue entonces que apareció Sultán, seguido de Lumière que empezaba a piropear a la muchacha de cabellos castaños que al contrario que yo le seguía el juego, y es que era demasiado obvio que su corazón de muchachita daba botes cada vez que le veía. Yo entendía bastante sobre ello a pesar de haberme callado esos sentimientos durante años. ¿De verdad era posible que lo que sentíamos de pequeños… que aquella unión tan fuerte se convirtiera para ambas partes en amor? No lo sabía y aunque quería saber la respuesta, al mismo tiempo me asustaba, me daba miedo…

Pude ver el placer dibujado en el rostro del mayordomo mientras pasaba la fregona por el suelo, cuando las plumas del plumero de Fifi pasaron por su pecho – ¿Nada? ¿La nada existe? No creo que… - Negó con la cabeza – Mi fuego es inapagable, mon amour – Esa sonrisita de seductor francés volvió a dibujarse en sus labios y yo no pude evitar rodar los ojos, pero antes de que pudiera decir nada, la jefa de cocineros y su pequeño hijo aparecieron en el comedor. Mis ojos se ponen casi de inmediato en el niño que revolotea alrededor de su madre pidiéndole dejarle salir.

Mis ojos pasaron entonces a Sultán que se había quedado sentado cerca de las puertas. Era perfectamente conocedora de que ese animal se llevaba bien con todo el castillo y que Chip no es ninguna excepción. Sonreí dulcemente al tiempo que escuchaba a Fifi hablando con la señora Potts. – Fifi tiene razón, seguro que Sultán estará encantado de salir un rato a los jardines a jugar – Una sonrisa dulce pero que puede que escondiera algo de falsedad se vio dibujada en mis labios. Era difícil realmente saber que estaba pasando por mi cabeza a cada momento del día, pero tampoco es algo que vaya a compartir con vosotros, al menos no de momento.

Entretanto el Casanova Lumière volvió a intercambiar miradas con Fifi – Tengo que ir a comprobar que todo está en orden para la cena del señor. Si me disculpan… - Hizo una especie de reverencia que se quedó en eso cuando escucho las palabras de Fifi – Acabo de decir… - Empezó a chapurrear dándose cuenta de que con la charla con la cocinera, mi compañera se había perdido parte de su “discursito”. Una pequeña sonrisa atravesó mi rostro que se borró mientras seguía pasando la fregona por las losas de mármol que adquirían un brillo especial gracias al contacto con el agua y el jabón. – He dicho que ahora mismo iba a dirigirme abajo a comprobar que todo está en orden para la cena del señor. – Repitió esbozando esa típica sonrisa suya entre medio socarrona y divertida. No, no sabía que veía Fifi en él. No contestó a aquella especie de provocación surgida de mi compañera, aunque sí que mantuvo la sonrisa de galán. – Y yo dejaría encantado que tú fueras la que encendiera mis velas…

¿Puedo decir que me entraron arcadas? Tuve que virar el rostro para que no pudiera ver la expresión en mi rostro, aunque tan pronto como oí mi apellido salir de boca de Fifi volví la mirada hacia ella. Suerte que soy mujer y siempre he podido estar pendiente de más de dos cosas a la vez. – Por supuesto… Sería un adorno perfecto para colocar encima de una de esas preciosas chimeneas que tiene el amo… - Esbocé una media sonrisa, percatándome de que muchas ideas empezaban a dibujarse en mi mente.

El mayordomo nos miró una vez a cada una antes de volver a hacer una teatral y exagerada (a mis ojos) reverencia y salir del comedor, no sin antes tomar una de las manos de Fifi y besársela en el dorso – Mademoiselle – Tan pegajoso como siempre. Seguí con mi tarea, fregando el suelo, asegurándome de que las pisadas de Lumière estaban lo suficientemente alejadas de donde yo me encontraba.

- Puedo preguntar…,¿qué ves en él? – Le pregunté con una ligera sonrisa apoyando parte de mi peso en el palo de la fregona mirándola directamente. Es algo que por mucho tiempo que pase dudo que me entre en la cabeza fácilmente. No sé… - Es que…, se me hace tan pegajoso. – Tan lapa que es que parecía que no te pudieras deshacer de él ni un segundo, y esa actitud de Casanova que arrastraba con él no me gustaba en lo absoluto. – Al menos si fuera un candelabro mantendría la boca cerrada. – No pude evitar ese comentario, por un momento salió a la superficie la verdadera yo, aquella a la que no le importaba decir lo que pensaba sobre aquellos que la rodeaban.
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Mensaje por Solange F. Desmarais Vie Feb 22, 2013 12:41 am

Hice un gesto con la mano restandole importancia. -Vamos, es de bien nacido ser agradecido Dije sonriendo, normalmente con una chica tan bonita como Tatou me habría puesto a la defensiva, sobre todo por que era bastante celosa, pero ella y yo habíamos congeniado bastante aunque claro, también teníamos nuestras diferencias. -Adam se debe sentir muy solo... Murmuré mirandola de reojo mientras seguía con mi trabajo. Por más que estuviera rodeado de servicio, bueno, éramos eso, meros "empleados", sí con los años éramos casi como una família, pero Adam realmente estaba solo.

¿Y qué le iba a hacer? Si era una tonta enamorada de un casanova, me molestaba claro, por que lo mismo que me decía a mi se lo podía decir a cualquiera y nunca me resultaba claro que aquellas palabras fueran verdaderas. Por eso a veces me mostraba tan escéptica con él aunque me gustaba el coqueteo que teníamos. Oh por favor, era una mujer atractiva y que sabía de sus encantos, ¿Por qué no usarlos? Posiblemente pensaran que una chica como yo podía aspirar a mucho más que a un simple mayordomo, pero... era tan guapo... Agité mi cabeza intentando no sucumbir ante esos pensamientos. Me reí suavemente al oirle, una risa irónica. -Querido, la nada existe en tu cerebro Dije picandole de nuevo mientras le miraba a los ojos. Me acerqué a su oído para susurrarle. -No hay nadie más que yo que sea capaz de apagar ese fuego. Le dije sensualmente para separarme después. Enseguida aparecieron Potts y su hijo, así que desvié mi atención a ellos.

En cuanto Tatou habló, el perro empezó a menear el rabo indicando que tenía razón. Claro que había escuchado a Lumière, pero no le había hecho caso, tenía cosas más importantes que hacer, como era el caso, hablar con la señora Potts. -Pues te veo muy parado, mon cher Aquella sonrisa me tenía ganada, de verdad, pero no iba a ser tan fácil como las demás del castillo, por mucho que él supiera que me volvía loca. -Los deseos a veces pueden ser peligrosos Le guiñé el ojo de manera divertida.

Sinceramente, me daba igual lo que el resto pensara de aquella relación tan... bueno, de ni contigo ni sin ti, básicamente. -Aunque mejor sería guardarlo en un cajón no sea que cualquier... mujercita quisiera llevarselo. Y ahí estaba, un comentario despechado y celoso por la personalidad de Lumière. Lo peor no es que él intentara coquetear con todas, lo peor es que todas le hacían caso, o casi todas, quizás por eso Tatou me caía bien, por que no caía en las zarpas del casanova.

Dejé que tomara mi mano y la besara. -Au revoir Comenté sin más viendo como salía, quedandome con el plumero en la mano mientras acariciaba sus plumas algo embobada. La voz de Tatou me sacó de mi ensoñación e hizo que la mirara. -Pues... querida... dejame decirte que ni yo misma lo sé Suspiré acabando de quitar el polvo del aparador. -Bueno, me gusta que me vaya detrás. Claro que va detrás de todas Comenté estrujando las plumas del plumero. Me tuve que reír con su comentario, asintiendo fervientemente. -A veces me gustaría que fuera diferente... Hay una parte de mi que quiere creerse sus palabras, pero otra... es que no puedo creerle, es lo mismo que le dice a todas. Me encogí de hombros mientras miraba cómo fregaba. -¿Y tú? Hay muchos hombres en este castillo... ¿Ninguno te llama la atención? Pregunté dejando de limpiar ya que todo estaba listo.
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Mensaje por Remy A. Thorne Sáb Mar 02, 2013 1:34 am

Sí, yo también intuía que Adam se sentía bastante solo desde que había fallecido su madre hacía poco menos de dos meses, a pesar de que nos tenía a todos los del servicio. Teniendo en cuenta que algunos llevábamos allí desde que habíamos nacido podíamos considerarnos parte de la familia de Adam, ¿no? Asentí levemente a las palabras de Fifi porque no creía que fuese necesario añadir nada a aquello que había dicho sobre Adam, todos sabíamos o intuíamos lo solo que se sentía.

En los momentos en que coqueteaba tan descarada con Lumière me limitaba a hacer mi trabajo y pasar la fregona por el suelo, después de meter la misma en el cubo y escurrir para que no quedase el suelo como un charco. Tantos años haciendo este tipo de tareas domésticas, había conseguido que todos mis movimientos al respecto fuesen prácticamente automáticos. Además no me interesaban los intereses románticos de los demás ni los flirteos que se traían aquellos dos. Mi mirada marrón fue hasta Sultán que salió trotando detrás de Chip seguramente de camino a los jardines del enorme castillo.

¡Vaya! Eso si que era… raro. No saber ni siquiera tú misma porque te sientes tan atraída por alguien, y encima un casanova de pocamonta. La miré unos segundos atónita antes de volver a cambiar la expresión de mi cara a una neutra – ¿En serio? Bueno, quizás sean sus dotes de seductor… - Aunque era más que obvio que conmigo en concreto aquellas dotes seductoras del mayordomo no habían colado, no habían servido absolutamente para nada. No, no era ese tipo de persona la que conseguiría que yo cayera rendida a sus pies. – Bueno, sinceramente… - Sopesé mis palabras llevándome incluso el dedo índice al mentón pensativa, aunque yo ya sabía lo que iba a decir, tenía las ideas bastante claras en mi cabeza. Posiblemente solo estuviera haciéndome la interesante o como si realmente tuviera que pensar bastante antes de contestarle. – No creo que vaya a cambiar. Siempre ha sido así… ¿qué crees que le cambiaría? – Le pregunté mirándola fijamente – Bueno, a lo mejor si se enamora de alguien lo suficiente… - Sí quizás acababa enamorado hasta las trancas de ella, pues quizá sí que cambiaría lo suficiente.

Lo que me sorprendió y aún no sé si para bien o para mal fue aquella pregunta que me hizo a mí. Bueno, en realidad en cierto modo me estaba devolviendo la pregunta. Esbocé una pequeña sonrisa que me daba un aire inocente, muy alejado de lo que realmente era. De inocente no tenía un pelo, así como tampoco era una “niña buena” como todo el mundo creía, claro que, esa era la imagen que daba de mí misma porque me convenía. No estoy diciendo que fuera una bruja, y una persona cruel y retorcida, pero igual que en el mundo existen las escalas de grises, yo no era la chica perfecta que todo el mundo creía conocer. Tenía mis complejos y mis inseguridades, como todo el mundo.

- Pues… Es posible, pero… no me gusta demasiado hablar de ello. – No, no era la típica persona que se abría cual libro y hablaba de sus sentimientos abiertamente, para nada. Esbocé una sonrisa tímida (un tanto ensayada, si) antes de volver a meter la fregona en el cubo, aunque esta vez para no volver a sacarlo, puesto que después de todo el día trabajando se podría decir que había terminado. Ni siquiera veía la hora para cenar, pensamiento que hizo que mi estómago se revolviera reclamando alimento. – Me conoces… soy reservada. – Vamos, no era mentira, ¿verdad?
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Mensaje por Nathanaël O. Holmes Dom Mar 03, 2013 10:49 pm

Los ánimos en el castillo no eran los mismos tras el fallecimiento de la Reina. Hacía años que no reinaba un aura tan lúgubre en palacio, para ser más exactos, desde que el Rey muriera cuando yo apenas era un crío. No era mucho lo que lograba recordar de aquella época y lo poco que recordaba era desalentador. Los sirvientes murmuraban con expresión contrariada y el aspecto de Madre cambió radicalmente. Todavía puedo ver lo pálida que se tornó su piel y sus ojos ensombrecidos que solo parecían brillar cuando me veía, pues yo era todo lo que le quedaba. Desde aquel entonces procuré cuidarla y velar por ella a pesar de que a esa edad debía disfrutar de mi infancia. Aunque con el paso de los años la Reina recuperó parte de su aspecto y es que siendo la soberana de todo un reino debía sobreponerse a la pérdida de su esposo. Y eso es lo que tocaba que hiciera yo ahora sin embargo, no me sentía con fuerzas. Pensé que ella seguiría estando a mi lado durante muchos años más, pero al parecer el destino no lo quiso así y me arrebató a la única familia que me quedaba.

Su muerte era algo que todos en el castillo vieron venir después de que contrajera la enfermedad que finalmente acabó con ella. El único que parecía conservar la esperanza de que se recuperara era el príncipe, es decir, yo. Cada día que pasaba le decía que no debía preocuparse pues pronto se recuperaría y todo volvería a la normalidad. Me decía que era para animarla y que no se dejara vencer. No obstante, era para convencerme a mí mismo de que se pondría bien. Era yo el que no quería ver lo que sucedía en realidad a pesar de que en el fondo de mi ser era consciente de que mi madre, la Reina, pronto nos abandonaría. Incluso ella sabía que no saldría de aquella y trataba de consolarme sabiendo que yo me resistía a aceptar la verdad. Recuerdo cómo me enfadé con ella cuando intentó volver a venderme aquella estúpida idea de que las personas al morir se convertían en estrellas y te cuidaban desde el cielo, esa historia que me había contado por primera vez cuando murió el Rey. Entendía que pudiese contarme aquello cuando era niño pero ahora que ya era adulto me pareció ridículo que intentara calmar mi alma con esas historias. Yo sabía que una vez se fuera, no regresaría y me dejaría solo. Tal vez ese sentimiento de abandono que me invadió fuese egoísta pero todos los humanos nos aferramos a la vida y a aquellos a los que amamos cuanto podemos y yo no quería dejar marchar a la mujer que lo había sido todo para mí.

Pero no solamente me pesaba la muerte de la Reina, sino también el hecho de que ahora el bien del reino recaía sobre mis hombros. Siempre supe que tarde o temprano aquello sucedería aunque creí que sería más bien tarde y a raíz de la abdicación de la Reina, no a razón de su fallecimiento. No me veía capacitado para dirigir el reino y todavía menos sin su sabiduría, pero no podía posponer durante mucho tiempo más mi coronación, pues el pueblo necesitaba un monarca que los guiase. Din Don me lo había repetido muchas veces tras el trágico suceso pese a que sabía que no accedería a celebrar dicho evento hasta que pasaran los días de luto establecidos por la muerte de la Reina. Y aunque lo más sensato quizás hubiese sido coronarme rey lo antes posible para evitar problemas con el trono y con reinos vecinos, me pareció horrible hacerlo cuando la Reina acababa de fallecer, por lo que nadie en palacio quiso discutírmelo. Ahora, sin embargo, me encontraba en mis aposentos pensando que había llegado la hora, pero necesitaba hablarlo con esa otra persona que tan especial era para mí. Ella me había aceptado no por lo que era, sino por quién era, lo cual significaba mucho para mí. Siempre me había apoyado en todo momento y también me había aconsejado cuando acudía a su persona con alguna de mis dudas. También era cierto que podía acudir a Lumière, el único que se atrevía a hablarme como ningún otro sirviente de palacio se atrevía, pero la cuestión que debía tratar era mejor que lo consultara con Remy. Lumière diría que estaba loco, lo conocía demasiado bien como para saber lo que me respondería. En cambio, Remy se lo tomaría mucho más enserio y eso es lo que necesitaba en aquellos momentos, alguien que fuera consciente de la seriedad del asunto.

Salí de mi habitación y recorrí los largos pasillos sin ningún destino concreto. La joven podía encontrarse en cualquier rincón del castillo, por lo que allí por donde pasaba me detenía a observar si la veía. Suerte que en un momento dado me encontré con uno de los sirvientes y pude preguntarle por la ubicación de Tatou, ya que de otra forma hubiese podido pasar perfectamente la tarde entera buscándola habitación por habitación. Tan pronto como me informó de que se encontraba en el comedor, dirigí mis pasos hacia dicho lugar. A medida que me acercaba pude escuchar voces femeninas que provenían del comedor. No necesitaba asomarme para tener la certeza de que eran las voces de Fifi y Remy las que podía oír, porque a pesar de tener muchas personas en el servicio algunas voces eran inconfundibles, como era el caso.

Buenas tardes, señoritas – saludé intentando ofrecerles una sonrisa sincera, pero ésta murió antes siquiera de aparecer en mi rostro. Antes siempre solía lucir una sonrisa para todos pero hacía ya un mes que no lo hacía. Ni reía, ni sonreía. En mi rostro ya nunca había ni una pizca de la alegría que anteriormente podría haberme caracterizado – Espero no molestarlas. De ser así… – Dejé la frase a medias cuando mis ojos azules se posaron en los candelabros. Me acerqué a ellos y me detuve para examinarlos mejor. Nunca supe el por qué eran los favoritos de Madre y ahora, bueno ahora nunca lo sabría. Dejé escapar un suspiro al tiempo que me volvía hacia las doncellas y entonces reparé en el cubo y la fregona que había junto a Remy. Mis ojos se dirigieron primero al suelo, al suelo que yo había pisado y el cual estaba fregado, y luego a Remy – Discúlpame Remy, no me había fijado. Lo siento – dije atropelladamente volviendo sobre mis pasos intentando no estropearlo más de lo que ya lo había estropeado.

El castillo era un lugar enorme por lo que había mucho que limpiar e intuía que le dedicarían mucho tiempo para que todo quedara impoluto. No supe qué más decir. Nada de lo que pudiese añadir a mi disculpa arreglaría el hecho de que había echado a perder parte de su trabajo, un trabajo que no era muy agradecido. Además, sabía que tampoco me lo recriminarían como lo harían con otro, lo cual hacía que me sintiese todavía peor. Normalmente solía fijarme en aquellos detalles pues la Reina me había enseñado a ser cortés con todas las personas pese a que no tuvieran nuestro mismo estatus y a no infravalorarlas. Sin embargo, las últimas semanas parecía tener la cabeza muy, muy lejos de allí y apenas me percataba de lo que hacía el resto de personas.

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Mensaje por Solange F. Desmarais Mar Mar 05, 2013 11:47 am

Vi su expresión de incredulidad en su rostro cuando dije que ni yo misma sabía por qué me sentía atraída. ¿Acaso los sentimientos deben ser etiquetados? Es decir, ¿debía saber exactamente lo que me atraía para saber que me atraía? No creía pues que fuera tanto el qué, si no el cómo. Posiblemente les dijera a todas lo mismo, posiblemente les dedicara los mismos gestos a todas, incluso posiblemente él no se hubiera fijado en mí más allá de una costumbre propia. Y aún así, a pesar de mi carácter fuerte, decidido, de jurar mil veces que jamás me volvería a enamorar... Allí estaba la imbécil de Fifí enamorada de un mujeriego. Miré a Remy fijamente con el plumero entre mis manos acariciando aún sus polvorientas y suaves plumas. -No lo sé, pero él es así y por más que yo... Carraspeé un tanto nerviosa -Quiero decir por más que me atraiga, eso no va a cambiar, pero da igual, no aspiro a nada más que limpiar este castillo una y otra vez como si no pudiera hacer otra cosa... Miré al suelo fijamente viendo mi reflejo en él. -¿Alguna vez has deseado irte de aquí y en ese mismo momento has sentido que no puedes? Observé su pose de pensativa, aún a sabiendas de que ella era una chica con las ideas claras, alguien difícil de predecir y adivinar cual será su siguiente gesto, más bien reservada, al contrario que yo. -Nada. Murmuré entristecida por el hecho de que daba igual lo que pasara, él siempre babearía por una mujer bella.

-Ya... quizás yo hable demasiado. Sentencié dándome la vuelta limpiando lo poco que quedaba por limpiar cuando de pronto justo después de terminar su frase entró el príncipe. Como de costumbre al verle hice una genuflexión, seguía siendo el príncipe a pesar de que llevara casi tantos años como él en el castillo y nunca se me olvidaba que estaba por encima de todos, aunque él no nos hiciera sentir como pobres sirvientes, lo éramos y eso era otra de las cosas que jamás iba a cambiar. -No molesta, nunca lo hace. Murmuré viendo cómo se acercaba a los candelabros mírandolos, y ciertamente me preocupó oirle suspirar, aún así por la mirada de después supe que la que sobraba allí era yo.

Sin más volví a hacer una reverencia, pero esta vez de despedida. -Si me disculpa, debo seguir limpiando, y esto ya está impoluto. No creo que me necesiten por aquí más. Dije mirando al príncipe fijamente observando como retrocedía en sus pasos para no estropear lo que había fregado. Siempre tan educado, a diferencia de Lumière... Suspiré antes de salir por la puerta aunque antes de cerrar los portones volví a interrumpir el momento. -¿Cierro las puertas señor? Pregunté con ambas hojas en las manos esperando su respuesta antes de marcharme a hacer otra cosa, en otro lugar. Había mentido soberanamente al decir que debía seguir limpiando, todo estaba ya reluciente así que no tenía más que hacer en cuanto a eso. Para eso estaba allí, ni debía inmiscuirme en los asuntos del príncipe ni molestar con mi presencia, así me había educado mi madre, antigua doncella del castillo y encargada de la limpieza del mismo. Por más que Adam no fuera un príncipe común, era un príncipe.
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Mensaje por Remy A. Thorne Lun Mar 11, 2013 4:21 am

¿De verdad que no aspiraba a más que limpiar aquel castillo una y otra vez? A veces me parecía que la gente no tenía aspiraciones en la vida o se conformara con lo que habían tenido toda la vida, me parecía mentira que hicieran eso. Deberían tener algún tipo de aspiración, algún tipo de sueño. Me tentaba la curiosidad de preguntarle si realmente no tenía ningún sueño de toda la vida, pero decidí no preguntar finalmente porque no quería llevarme más decepciones en aquel momento… Aún me retumbaban las palabras de Fifi “no aspiro a nada más que limpiar este castillo una y otra vez como si no pudiera hacer otra cosa…” Me tuve que contener incluso de poner los ojos en blanco solo de recordar aquellas palabras de la chica del plumero. – Pues, nunca lo había pensado, pero no creo que nada me impida irme de aquí en el momento en que decida que la etapa de mi vida en la que debía estar en este castillo ha terminado.

Una muy sutil sonrisa apareció en mi rostro cuando dije aquellas palabras. No, nada me impediría irme a otro lugar. ¿Por qué iba a sentir que no podía irme de allí? ¿Sentirme encerrada? Nunca. Me consideraba más bien un espíritu y alma libre que no se iba a quedar encadenada a un sitio de por vida y menos por voluntad propia, cosa que creía que había dejado bastante clara con mis anteriores palabras.

Por suerte me vi salvada por la presencia de Adam que acababa de cruzar el umbral de las puertas del comedor. Incliné ligeramente la cabeza hacia delante en una reverencia silenciosa. A pesar de la estrecha amistad que teníamos siempre guardaba las apariencias y mostraba todo el protocolo y los modales que conocía. No quería que pensaran que era una doncella descarriada o algo parecido. – En absoluto molesta, señor. – Siempre me hacia gracia dirigirme a él de aquella forma siendo que era mi mejor amigo desde la cuna prácticamente. Le seguí con la mirada mientras se acercaba hasta los candelabros, los mismos que Fifi acababa de limpiar, los favoritos de la Reina.

Le observé en silencio mientras él seguía con la mirada puesta en los candelabros antes de que la desviara hasta nosotras. Fue entonces cuando pareció percatarse del cubo de agua que tenía junto a mí y la fregona que yo aún seguía sosteniendo con una de las manos. Le sonreí débilmente cuando se disculpó. – No te preocupes, en serio. No pasa nada. - ¿Por qué me iba a enfadar por eso? Me había pasado muchas veces que alguien abría una puerta y Sultán entraba exultante y pisaba todo lo que acababa de limpiar, así que en cierto modo estaba acostumbrada. – Me pasa constantemente – Aunque también era verdad que tenía mis trucos para que el trabajo fuera más fácil la segunda vez.

Mi mirada color miel se dirigió entonces hasta Fifi que se disculpa. Arqueé una de mis cejas visiblemente sorprendida ante el hecho de que dijera que tenía que seguir limpiando. Era casi la hora de la cena y ya no teníamos mucho más trabajo que hacer, así que realmente no entendía por qué aquella reacción por parte de la muchacha – Fifi no hace falta que… - Pero la muchacha ya se había dirigido hasta las grandes puertas e incluso le preguntaba a Adam si debía cerrarlas. Miré al príncipe de soslayo con una media sonrisa en el rostro, esperando a que fuera él quién respondiera a la doncella y diera el primer paso. ¿Por qué había bajado hasta allí si aún no era la hora de la cena? Esa pregunta rondaba mi cabeza. Últimamente apenas salía de su habitación y cuando me encontraba con él un rato y hablábamos de nuestras cosas dejando de lado el trato amo-doncella era en la biblioteca, la enorme biblioteca del castillo. Ese lugar que tanto le había apasionado siempre y que en cierto modo nos había unido mucho durante nuestra infancia y adolescencia.
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Mensaje por Nathanaël O. Holmes Dom Mar 31, 2013 2:24 am

Cuando vi los candelabros todo a mí alrededor pareció desaparecer, por lo que no presté atención a las doncellas decir cuando dijeron que no molestaba. No hacía falta que lo hiciera pues aquella era siempre su respuesta por mucho que mi presencia o la de la Reina, cuando ésta seguía con vida, pudiera incomodarles o parecerles de todo menos oportuna. Aquel era uno de los inconvenientes de pertenecer a la realeza, que solamente unos pocos, los más osados, se atrevían a decir todo aquello que les pasaba por la cabeza sin miramientos. La gente del pueblo creía que ser rey o príncipe era todo lujo y comodidad, lo cual no es que fuera mentira, pero también había otros aspectos muy importantes y que la mayoría ignoraba y era capaz de comprender.

Mis ojos reflejaron el alivio que sentí en el momento que Remy sonrió. Fue una sonrisa débil pero fue suficiente para saber que realmente no se había molestado por mi descuido. Sin embargo, al oír el resto arqueé una ceja – ¿Cómo que constantemente? Eso no debería ocurrir. Ninguna debería estar acostumbrada a ello – dije dirigiendo mi mirada a Fifi. La doncella había mencionado que no se la precisaba más en aquella sala y que seguiría continuando con su trabajo en otra parte. Aquello me cogió por sorpresa, puesto que Fifi era tan eficiente que dudaba que hubiese algún recoveco del castillo sin limpiar. Antes de que pudiese abrir la boca la doncella ya se encontraba en la puerta, aguardando a que le diera permiso para cerrar las grandes puertas del salón – No se preocupe Fifi, puede dejarlas abiertas – había pensado en decirle que no hacía falta que se marchara, pero algo me decía que igualmente se iría ¿por qué sino habría dicho que aún le quedaba por limpiar? Y tras decirle aquello Fifi volví a mirar a Remy preocupado por si había hecho algo que hubiese molestado a la doncella, puede que a ella si le fastidiara el hecho de que otros estropeasen su trabajo. O tal vez fuese que le incomodara mi presencia – ¿Hice algo inadecuado? Me cuesta creer que le quede algo por limpiar tratándose de Fifi

Esperaba que Remy tuviese la respuesta a mi pregunta. Puede que fuera una joven reservada pero estaba seguro de que conocía bien a sus compañeras de trabajo así que conocería el motivo por el cual Fifi se había marchado de aquel modo. Todo me llevaba a pensar que había interrumpido a las muchachas, quizás estaban hablando de algo importante que sólo ellas entendían y yo había bajado en el momento justo para importunarlas. Necesitaba hablar con Remy para aclarar mis ideas y, ante todo, hacer lo correcto; sin embargo, no me quedaba tranquilo pensando que Fifi pudiese tener algún tipo de problema, por lo que decidí que ya hablaríamos más tarde. Aún quedaban horas para que terminara el día.

Remy – dije cogiéndola de la mano. Ahora que estábamos solos podía hablarle como a la amiga que era para mí, sin tener que utilizar el trato príncipe-doncella. No es que me avergonzara de que fuese parte del servicio del castillo y por eso la tratase de otra forma cuando había presentes otras personas, sino porque sabía lo que podrían pensar de la joven Tatou si nos escuchaban hablar de forma tan familiar y también que luego cuchichearían a sus espaldas. Nunca quise que esas cosas le sucedieran, así que decidimos guardar las apariencias y comportarnos según el protocolo en público. Hace unos años todo aquello me gustaba y me parecía emocionante porque podían pillarnos en cualquier momento como a dos niños traviesos haciendo de las suyas, pero ahora parecía más bien que estuviésemos haciendo algo incorrecto y me preguntaba cómo se sentiría Remy al respecto – Me gustaría poder hablar contigo, mas creo que primero deberías hablar con Fifi, la he notado extraña... En cualquier caso, después de cenar saldré a dar una vuelta por los jardines de modo que si me buscas, allí me encontrarás... Pero recuerda, no es necesario que lo hagas si no te apetece pues no es ninguna orden – la solté de la mano y aguardé a que dijera algo antes de abandonar el salón.
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Mensaje por Solange F. Desmarais Lun Abr 01, 2013 1:00 am

Y a pesar de lo que el príncipe había dicho las cerré quizás con demasiada fuerza dando un pequeño golpe. Me encaminé hacia la puerta que daba al jardín para ir a buscar a Chip que jugaba con Sultán. -Chip, hora de entrar vamos, te llevaré con tu madre. Murmuré viendo como el niño tal y como había dicho vino corriendo con Sultán detrás. Dejé que pasaran aunque antes le sacudí la ropa para quitarle la arena que pudiera haber cogido. Le peiné un poco y hice que se descalzara para que no ensuciara el suelo con los zapatos. Cogí los zapatos y los dejé entrar. El pequeño intentó abrir el portón del comedor para acceder a la cocina pero no pudo. Cerré la puerta y me acerqué al comedor. Abrí las puertas nuevamente sin atender a las palabras de ambos. -Perdón, es que Chip ya ha terminado de jugar. Dije dejando que el pequeño pasara y le acompañé a la cocina. Sultán se quedó con el príncipe y Remy. Enseguida preparé un barreño para lavar al perro. Salí al comedor cargando con éste y les oí hablar, escuchando cómo Adam le decía a Remy que hablara conmigo. -No es necesario. No me sucede nada. Así que tranquilo. Caminé por la sala y silbé a Sultán. -Será mejor que lo limpie, ha estado jugando fuera y no quiero que lo vaya ensuciando todo. Salí por la puerta cargando con el barreño mientras Sultán me seguía, al perro le encantaba cuando le lavaba, era realmente divertido. Caminé a buscar el jabón para poder limpiarle. Con el barreño ya en el suelo me dispuse a limpiar a Sultán. Al poco vi aparecer a Lumière con el que mantuve una pequeña charla y al acabar volví al comedor con todo para dejarlo en su sitio. -Adam, ¿podría salir a dar un paseo? Me gustaría poder ir al pueblo. Le dije esperando que me diera su permiso puesto que me apetecería salir y despejarme.
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Mensaje por Remy A. Thorne Dom Abr 14, 2013 10:56 pm

Se me antojaba encantador en varios sentidos cuando mostraba aquella ingenuidad e inocencia en todo lo que tenía que ver con nuestro trabajo. Realmente a pesar de vivir en el mismo castillo en el que vivíamos nosotros no parecía enterarse de lo que nos pasaba cuando limpiábamos – Bueno, cuando se trata de Sultán sí que puede pasar… - Me encogí de hombros esbozando una pequeña sonrisa. Suerte que con mis pequeños trucos y ases que me sacaba de la manga el trabajo no se me llegaba a hacer nada pesado. Juraría que muchas veces (por no decir siempre) era la primera en terminar con las tareas en el castillo.

Un nuevo encogimiento de hombros por mi parte fue la respuesta a aquella mirada que me dedicó Adam referida a lo que había pasado con Fifi. ¿Inadecuado? Negué con la cabeza con una ligera sonrisa adornando mis labios. – Para nada… Es Fifi. A lo mejor piensa que va a molestar… - No sé, en realidad podían pasar tantas cosas por la cabeza de aquella muchacha que realmente no sabía muy bien que pensar.

Mentiría descaradamente si dijera que no me gustaban aquellos momentos en los que dejaba de ser una doncella, una criada más, para ser simplemente la amiga de Adam. Se notaba en aquella especie de intimidad y sensación de confidencia que se creaba alrededor de nosotros. Algo totalmente invisible pero aún así palpable que se dejaba notar con gestos como el que tenía conmigo en ese momento de tomarme de la mano y llamarme por mi nombre. – Por supuesto. – Asentí ligeramente con la cabeza y ladeé la misma cuando mencionó a Fifi pero antes de que pudiera decirle nada ella misma respondió. La miré bastante sorprendida mientras luego se alejaba seguida de Sultán a quién iba a darle un baño después de que hubiese estado jugando aquel rato por los jardines.

- Ya sé que no es una orden… - Bromeé ligeramente llevándome una de las manos a tapar mis labios cuando solté una pequeña carcajada – Deberías de pensar que me tomo todo lo que me dices como si fuera una orden que tengo que cumplir o me echarás del castillo. Se diferenciar perfectamente cuando me hablas como el señor del castillo y cuando lo haces como mi amigo de siempre… Así que, no te vuelvas a preocupar por eso, ¿vale? – Siempre había conseguido separar la vida personal de la profesional a pesar de que en nuestro caso era un tanto complicado, pero también tenía su parte de divertido. De todos modos a aquellas alturas intuía que casi todo el mundo sabría que éramos amigos a pesar de que me trataba de la misma forma que a ellos cuando estábamos rodeados de otra gente.

En realidad no me hubiese importado lo que hubieran tenido que decir el resto. Ese tipo de cosas no me afectaba en absoluto, pero algo dentro de mí siempre me había dicho que a Adam en cierto modo le hubiese afectado que yo me hubiese visto en esa desagradable situación.

- Me parece perfecto. Lo de la… vuelta por los jardines después de cenar, así al menos podré quitarme estas ropas y ponerme otra cosa. – Sonreí brevemente al tiempo que bajaba la mirada encontrándome con el uniforme de doncella – Seré más yo… - Sería más la chica que él conocía desde siempre – Pues entonces… ¿Nos vemos después de la cena? – Se me hacía curioso vernos después de la cena, sobretodo si me ponía a recordar nuestra infancia y como nos veíamos después de comer. Después de la cena nuestras madres siempre nos mandaban a la cama. Casi parecía que lo hacían adrede, para fastidiarnos.

Justo en ese preciso instante volvía Fifi – ¿Qué tal se portó Sultán durante el baño? – Aunque suponía que bastante bien, a aquel animal le encantaba que le bañasen. La miré unos segundos antes de bajar la mirada – Bueno, voy a ayudar con la cena, señor. – Hice una ligera reverencia a Adam (cosa que aún me causaba gracia) antes de dirigirme a las puertas de salida del salón.
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Mensaje por Nathanaël O. Holmes Dom Abr 21, 2013 1:06 am

¿Fifi molestar? Nunca hubiese imaginado que la doncella pudiese creer que su presencia era molesta o indeseada. Yo jamás había dado muestras de alejarme de los sirvientes del castillo es más, los trataba como a iguales tal y como me inculcó la Reina. Y en caso de rehuir a alguno de los criados ese era el jefe de servicio Din Don. El pobre a veces me ponía de los nervios, siempre tan estricto y controlándolo todo minuciosamente. Ser perfeccionista y quererlo tener todo en perfectas condiciones no era algo malo de por sí, pero Din Don podía llegar a resultar todo un maníaco. Unas vacaciones no le vendrían mal, nada mal.

Posé mis ojos azules en Remy. Había echado de menos su compañía, los momentos que compartíamos a solas siendo simplemente dos personas amigas sin ninguna clase de diferencia, donde la barrera amo-criado era apenas existente. Esos momentos en los que podíamos ser nosotros mismos sin ningún tipo de remordimiento. Me pesaba el hecho de haberla apartado de mí estos últimos días aunque sabía que comprendía que necesitaba espacio para llorar la muerte de la Reina, que ante todo era mi madre, y para reflexionar sobre los acontecimientos que tendrían lugar en el reino próximamente. Mis ojos emitieron un breve destello ante la respuesta de la doncella, pues a pesar de intuir que no rechazaría la invitación de pasar tiempo juntos después de la cena, sabía que también era posible que se negara en caso de estar ocupada o demasiado agotada como para permanecer despierta a esas horas.

Esperé a que dijera algo más pero quien habló no fue ella sino Fifi. Al oír su voz me sobresalté ligeramente, ya que no esperaba que la doncella volviese al salón. Además, yo seguía sosteniendo la mano de Remy y temí que Fifi pudiera malinterpretar nuestros gestos. No obstante, la doncella no pareció percatarse o quizás lo fingió pues en su mirada no había rastro de sorpresa o suspicacia – Está bien Fifi. Disculpa – si ella decía que no le pasaba nada, no iba a insistirle. A mí tampoco me gustaba cuando querían sonsacarme las cosas y aunque mi preocupación persistiese, respetaría la decisión de Fifi. Seguí con la mirada a Fifi cuando volvió a desaparecer tras las puertas del gran salón cargando con el barreño en el que solían bañar y acicalar a Sultán.

Yo sólo quería… ya sabes, dejarlo claro por si acaso – la risa de Remy me hizo esbozar una pequeña sonrisa. Ella parecía ser la única persona capaz de arrancarme una sonrisa y hacerme sentir un poco mejor en estos días tan oscuros que estábamos viviendo. Me sentía afortunado de tenerla a mi lado. Sin embargo, sus siguientes palabras volvieron a ensombrecerme el semblante. No pensé que su trabajo como doncella de palacio pudiese hacerla sentirse mal, inferior. Era cierto que su trabajo pudiese no ser agradecido y que por su posición los trataran como meros plebeyos pero en realidad su labor era tan importante como cualquier otra aunque no lo creyeran así – Tú siempre serás tú, Remy. No importa la vestimenta que lleves – tenía que dejarle eso claro. Ella era tan persona como yo, todos en el castillo lo eran. Observé cómo se despedía con una reverencia. Yo le respondí con una leve inclinación de la cabeza y tras marcharse ella, regresé a mi habitación hasta que llegase la hora de la cena.

~
De nuevo me encontraba en el salón, pero en esta ocasión la mesa estaba cubierta por un mantel blanco marfil y una exquisita vajilla estaba dispuesta sobre ella además de dos bandejas cubiertas. Lo cierto es que si hubiese sido por mí no habría bajado a cenar, últimamente no tenía mucho apetito y a veces incluso dejé la comida intacta pero no quería que la señora Potts, a la cual consideraba como a una segunda madre, me regañara por no alimentarme correctamente. Y tampoco quería hacerle un feo. La mujer se dejaba la piel en la cocina y la verdad es que sus platos eran exquisitos. Así que a pesar de no tener mucha hambre hice el esfuerzo de terminarme la comida que habían preparado exclusivamente para mí y tan pronto como acabé me retiré de la mesa. Las comidas y las cenas se habían vuelto lúgubres, pues mis ojos constantemente se posaban en la silla que antes siempre había estado ocupada por la Reina y me recordaba que ya no estaba con nosotros.

Tras encomendarle al sirviente que se encargaba esta noche de retirar los platos que le transmitiera mis agradecimientos por tan deliciosa cena a la señora Potts y a todo el servicio de cocina, crucé las puertas que llevaban a los jardines. Nada más poner un pie fuera del castillo pude sentir la brisa de la noche. Cerré los ojos y antes de proseguir me permití el disfrutar de unos segundos de aquel momento. Últimamente apenas había salido de la habitación y casi no recordaba qué era el aire fresco. Conforme avanzaba por el camino que conducía a los jardines mi mente volvió a ponerse en marcha. Creía que la decisión que había tomado era la correcta pero antes de hacer algo y no poder dar marcha atrás, necesitaba consultarlo con la joven Tatou.

Cuando llegué a la zona de los rosales distinguí la figura de Remy. La muchacha había cambiado su uniforme de doncella por un vestido que aunque sencillo, era hermoso. Mis labios se curvaron en una sonrisa al verla allí de pie contemplando las rosas. Las rosas siempre fueron las preferidas de la Reina y por ello los jardineros del castillo les ponían especial cuidado – Cada día se ven más hermosas – dije acercándome a ella esperando no haberla sobresaltado. Tras intercambiar una mirada con Remy me incliné sobre el rosal y arranqué con suma delicadeza la rosa más bella del lugar – La flor más hermosa para la muchacha que consigue aplacar su belleza – dije entregándole la rosa a la doncella con el cuidado de que no se hiriera con las espinas que poseía el tallo. Estaba seguro de que a Madre no le habría importado que cortara una de sus flores y menos si era para mi buena amiga Remy.
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