Capturada con las manos en la masa [Sebastian J. Jones]

Pasarme por la biblioteca por las mañanas en horas libres es algo habitual en mi. Aún es demasiado temprano para ir a ver a mi padre, y de todas formas ya he acabado de leerle el libro que había sacado para él. A parte de venir a devolverlo pensaba sacarme otro. Tras pasar un rato por las estanterías termino escogiendo uno sobre un mundo extraño al que se accede por un armario. Siempre elijo libros de esos no solo porque me gustan y sirven para recomendárselos a mis alumnos, sino porque quiero pensar en la idea de que si mi padre muere, no se irá al cielo o al infierno (al primero espero) sino que pasará a formar parte de algún maravilloso y lejano mundo.

Al llegar a la puerta principal dejo el libro sobre la mesa escuchando a la bibliotecaria. Suelto una leve risa al oírla. - ¿Que? ¿día malo? - Lo que mas me hace gracia no es lo que dice, sino que el día acaba de empezar. Bajo la vista hacia los dulces que está comiendo y apoyo los brazos sobre el escaparate mientras chisto. - No hay como un dulce para eso. - Bajo la voz para convertirla en un susurro, con la esperanza de no hacer demasiado ruido y menos en la zona en la que estamos. No es que estén muy cerca las mesas de estudio, pero esto sigue siendo una biblioteca y el respeto ante todo.

Cuando se pega tal susto doy un bote yo también hacia atrás retrocediendo por inercia. Mi mirada se va directamente hacia el suelo al ver el pastelito caer y no se si catalogarlo como "asco" o "desperdicio". La vuelvo a mirar cuando consigue recuperar la voz y termino por reírme. - ¿fantasma? Exagerada - Sé que le he dado un susto de muerte, eso es algo que se nota a leguas, pero de ahí a catalogarme de fantasma?. En las historias siempre son los encargados de asustar a las personas, aunque nunca he entendido que tiene de gracioso pasarse el resto de la no vida haciendo algo así.

Hago una mueca dándole la razón porque yo no sé absolutamente nada de su día y si me dice que ha sido desastroso yo me fío de ella. La sigo con la mirada mientras recoge los desperdicios del suelo y permanezco apoyado contra el mostrador buscando un modo de ayudarla pero sin encontrar muchos. Hago una leve mueca tras el arreglo que hace. - Ya no se nota - Lo cierto es que hay que saber que ha pasado algo para que se note, o fijarse muy a consciencia. Recuerdo que mi madre solía arreglarlo todo con limón y sal pero no sé que tan efectivo sea sobre alfombras medio sucias por las pisadas de todo el mundo. - Y si se nota niégalo todo - No es un consejo que le andara dando a niños pequeños, pero ella no lo era en absoluto.

Ahogo una especie de risa porque el asunto me la causa. - ¿Te van a reñir mucho por esa mancha? - He visto gente a la que han despedido por menos. Algunos jefes son rematadamente bordes y presionan demasiado. Quieren personas perfectas en todas partes y eso no puede ser, los humanos somos imperfectos por naturalesa y un buen jefe debería reconocer limitaciones como esa.

Me encojo de hombros divertido todavía mientras escucho todos sus disparates. He oído peores, trabajo con niños pequeños y tienen un modo de ver el mundo bastante imaginativo, se inventan trols que roban calcetines, fantasmas extraños en sitios abiertos, y un montón de cosas bastante extrañas, así que lo que está diciendo no me sorprende en absoluto. - O lo mismo es algún gamberro queriendo ponerte trabajo extra - Dentro de la situación lo más lógico que se me ocurre es eso. Además sería mucho más habitual que cualquiera de las criaturas míticas y que probablemente no existan, que ha mencionado ella.

Me río con lo del chantaje emocional y me imagino lo que sería trabajar en este lugar. Siempre me ha gustado leer pero no se yo si serviría para estar aquí todo el día sentado en medio del silencio. Echaría de menos a mis alumnos, a sus tonterías, a sus peleas, a sus disparates... a estas alturas me he acostumbrado tanto a estar rodeado de ellos que no se como puedo vivir sin que estén a mi alrededor. - Me da que nadie podría. Digamos que eres una excepción -Este tipo de trabajos son esa clase que te pillas para poder pagarte la universidad y hacer algo que te gusta en el futuro, poco más. Porque cuando tienes posibilidades como trabajar en una cafetería incluso sirviendo mesas, es mucho más estimulante que estar aquí todo el día entre el silencio absoluto y los libros.

- No se supone que no se come en la biblioteca?. - Comento como el que no quiere la cosa, apoyándome sobre la encimera con una media sonrisa asomada en mis labios. Hay un montón de reglas para estar en este lugar y creo que ese es una de ellas. La mayoría las personas se las pasan por el forro de las narices pero lo cierto es que es la primera vez que veo a alguien que trabaja dentro del sistema, rompiendo las reglas del mismo.

Estoy a punto de discrepar con lo del fantasma pero como parece tan emocionada por su versión de los hechos decido dejarla. - pues vale, está bien. Que sea un fantasma o un duende - Decidir que quien le cambia los libros es una criatura extraña que nace de a saber que ser muerto y es incorpóreo, no hará que los libros dejen de estar en su lugar.

Cuando la escucho hablar sobre la biblioteca no puedo evitar mirar a mi alrededor e intentar imaginarme lo que ella dice que ve. No me bastan más que dos palabras salidas de su boca para entender con gran certeza lo mucho que le gusta estar aquí. Incluso lo hace parecer más maravilloso de lo que probablemente es. Es el mismo amor que yo profeso por mi escuela, no puedo verme en un sitio mejor. - Para... estás a punto de darme envidia - Comento al final a modo de broma cuando parece interrumpirse probablemente porque considera que está hablando de más. He tenido alumnos que suelen hacer eso, tienen ese tipo de padres que les mandan a callar cuando hablan demasiado en casa creándoles trastornos psicológicos graves que apenas saben de donde salen. - Donde yo trabajo es solo un colegio. Resulta soso al lado de tu palacio - Bajo la voz y la transformo en un susurro inclinándome hacia ella levemente sobre la estantería.

Me río sin poder evitarlo cuando dice lo de su pastelito porque aquel puchero me pilla desprevenido. Hace mucho tiempo que no encontraba chicas como ella, dispuestas a convivir sin problema con su niño interior y casi en completa armonía. - Cómo por mi culpa se te ha caído al suelo, no me voy a chivar - No pensaba hacerlo antes tampoco pero así queda as bonito. - ¿No has desayunado? - Es bastante temprano como para que a cualquiera le de hambre (si no tiene algún trastorno extraño alimenticio), a menos claro está que se haya saltado la comida mas importante del día. - Eso no se hace - vuelvo a susurrar como si fuese un regaño. He visto a gente desmayarse por no comer. Aunque claro, eran niños y suelen gastar demasiada energía a lo largo del día por lo que sin desayuno están algo así como fundidos desde el principio.

Hago una leve mueca y asiento, eso es algo que no le puedo discutir. No se exactamente como he terminado clase, ni siquiera recuerdo que fuera lo que quisiera ser de pequeño pero de todas maneras ¿cuantas personas terminan siendo lo que querían ser de mayores?. Muchos niños de hoy sueñan con convertirse en astronautas, en bomberos, o en héroes y heroínas; supermodelos, actrices famosas o cantantes de éxito pero lo cierto es que muchos de esos mundos con los que sueñan tienen las plazas de entrada limitadas. Yo solo recuerdo ser profesor, y tener la sensación de que he nacido para esto. Me gusta madrugar incluso cuando no he dormido solo para ir a verlos, escuchar sus delirios, sus problemas, ayudarles, salvarles de sus propios líos y mil cosas más. - Pero lo del palacio me da un poquito de envidia - Añado tras pensármelo con detenimiento. Como dicen por ahí, en sitios mas grandes y lujosos siempre se es mas feliz. A veces discrepo con esa última insinuación pero no entraré en detalles ahora mismo.

De un momento a otro pasa de ser una especie de niña encerrada en el cuerpo de una adulta para comportarse como si me odiara. Me lo pienso un momento, es probable que sea bipolar. No sería ni la primera que conozco ni probablemente fuera la última. Levanto mis manos en señal de rendición porque si se cabrea por ello no le voy a insistir. - No era una riña, era un comentario. Es muy insensato - Si hay algo que insisto en clase siempre es en que el desayuno es la comida más importante del día. Para los niños supongo, a los adultos parece darles lo mismo. En edad de crecimiento saltarse comidas puede suponer la diferencia entre crecer bien, y desnutrirse por el camino lo que puede desarrollar enfermedades terriblemente peligrosas. - Pero vale, tienes razón. Eres suficientemente adulta como para matarte de hambre si se te antoja - Dejo el tema porque parece tocarle la moral y lo cierto es que para rabietas ya tengo a mis alumnos.

Extiendo mi mano sobre el mostrador empujando el par de libros que he sacado de la estantería hacia ella para que los pase por el lector. Suelo venir por estos lares muy a menudo para cambiar los libros que voy terminando de leer a mi padre en el hospital durante mis horas libres, a este paso pronto me quedaré sin opciones.

Cuando se disculpa hago un gesto con mi mano para restarle importancia. No puedo decir que me de exactamente igual pero la mayoría de las veces por las que me preocupo por alguien, es en gran parte por culpa del trabajo. Me pagan por preocuparme, aunque a veces lo use de excusa para no admitir que en realidad me implico con mis alumnos cuando les veo atravesar malas rachas. - No hay por qué disculparse. Tienes razón - Hago un par de gestos con mis manos alrededor de mis mejillas. - Estoy cuidando de niños todo el rato que a veces se me queda el chip encendido incluso fuera del colegio - Pongo mi vista sobre ella cuando dice que no está acostumbrada a que intenten cuidarla y no se cómo tomarlo. Al principio me da un poco de pena, es decir... todo el mundo necesita de alguien que se preocupe por él, pero por otro lado no parece molestarle demasiado.

Al final me decanto por no hacer ningún comentario al respecto porque me parece que ni siquiera consigue aclararse ella misma. Suelto una risa cuando asume cosas que estoy pensando, porque lo cierto es que la gente suele hacerlo muy a menudo sin fundamento y es algo que no entiendo. - ¿Cómo sabes que estoy pensando? - Alzo una ceja aún con un tono de voz divertido. - ¿Que? ¿a parte de bibliotecaria eres adivina y no me lo has dicho? - Nada mas lejos de la realidad. La palabra infantil no se me había pasado ni un solo instante por la cabeza, yo estaba pensando más en otra: "bipolar", pero obviamente soy un caballero y sé de buena tinta que esas cosas no se dicen. - Lo que si debo admitir es que eres bastante peculiar - Por no decir rara directamente. - Pero eso es bueno. Últimamente todas las personas son muy iguales y eso es aburrido -

En ocasiones, sin darme cuenta, utilizo los mismos tonos que con mis alumnos para mis conversaciones diarias. Es algo que hago por naturaleza y sin pensar. Su comentario respecto al libro me hace salir de mis pensamientos. Bajo la vista hacia éste y luego hacia ella. - Yo solo he conseguido empezarlo - Éste libro en especial tiene algo diferente a todos los que me he llevado con anterioridad. Mi mano pasa suavemente por la portada como si quisiera sentir el relieve de los dibujos estampados. - Mi padre hizo una apuesta conmigo cuando yo era pequeño, me dijo que me compraría un pony si me leía este libro - Ahogo una risa, es evidente que no tengo pony, y con ello también evidente que no fui yo quien ganó. - Supuse que tal vez... - La idea de leerle un libro relacionado con un recuerdo me hace pensar que tal vez así consiga traerle de vuelta de donde sea que esté, pero cuando vuelvo a pensarlo para explicarme me doy cuenta de que es una niñería. Suelto un arisa y hago una mueca. - Es una gilipollez. Pero bueno... si es un buen libro tendré que leermelo.

Ahogo una risa cuando me halaga. Hay mucha gente que me considera un buen maestro aunque en lo que a mi respecta para algunas cosas soy torpe todavía. Agradezco de todos modos el gesto y asiento un poco. - Ya, pero a veces olvido que no todos son niños todavía - Siempre he pensado que hay que tener la capacidad para distinguir cuando es un buen momento de dejar de enseñarles y esperar a que recorran solos el camino, cometan sus propias equivocaciones pero sean capaces de levantarse y seguir adelante. Siempre estaré ahí, para ayudarles en lo que haga falta, pero hay un momento en el que voy a tener que dejarlos marchar si quiero que se conviertan en las personas sabias, inteligentes y seguras que quiero formar.

Arrugo un poco el gesto cuando dice que también le pasa, sabiendo que no es la única, ni soy el único ni tampoco nosotros dos. - Suele pasar. Es de seres humanos preocuparse demasiado - Río cuando dice que la tratan como a una niña porque conozco esa sensación. Mi mejor modo de conectar con mis alumnos es en mayormente comportándome como ellos, eso indica que las decisiones precavidas están al margen siempre todo lo posible. Esto al final acarrea que terminen tratándome como un niño más, incluso cuando hay cosas que ellos saben hacer (Como girar trompos y hacer un montón de malabares lanzándolos al aire sin matarse) que al final hasta terminan enseñándome ellos a mi.

Bajo mi vista al libro ante su comentario. Debe ser una de las pocas personas que no lo sabe. Este pueblo es muy pequeño, casi todo el mundo se entera de todo, pero siempre hay rincones donde se escapan algunas cosas. - ¿Muerto? - Completo la frase y niego, aunque en principio es para decirle que no me importa en absoluto la pregunta, pero además también para asegurar que "muerto" no es exactamente lo que le pasa. - Está inconsciente en el hospital. Nadie sabe que le pasa ni como despertale así que... - Dejo la frase a medias sin poder verme capaz de acabarla. Siempre he tenido miedo que se quede así para siempre y hace tanto tiempo que no habla conmigo que le echo de menos demasiado... tanto como para hablar de él como si ya no estuviera aquí. - Lo de hablar de él como si se hubiera... - Hago un gesto con mi mano sin añadir lo de "muerto" por un absurdo miedo a que se haga real. - ... es por... supongo que costumbre. Lleva mucho tiempo así y a veces me da la sensación de que es un estado permanente - Hago una mueca dando el tema por terminado, no me gusta hablar de él, mi truco es esconder lo obvio para no verlo y que no me haga daño. - De todas formas dicen que leerles les ayuda. No se como exactamente pero... bueno, por intentarlo...

PD: No te preocupes, ya me ha pasado y entiendo perfectamente lo que es no notar que te han contestado, lo vuelve todo muy confuso

Aunque parezca una tontería, el que ella me diga también lo que ya me han dicho muchas personas en el pasado me reconforta. Abro la tapa del libro que he sacado y jugueteo con el borde puntiagudo con mi dedo índice, pinchándolo suavemente como si eso me consolara de alguna forma. Suelo hacerlo mientras mis pensamientos vagan por sitios absurdos donde al final terminan cogiendo el mismo camino de siempre, hacia la desesperación. Alzo mi vista hacia ella y esbozo una sonrisa. - Cierto. Además la esperanza es lo único que no debe perderse - Suelo oírlo mucho de los enanos con los que trabajo y más que nada porque me paso la vida diciéndoselos yo. La esperanza es lo único más fuerte que el miedo, si se pierde estamos desprotegido ante todas las maldades del mundo.

Miro el reloj y suspiro dando un leve bote provocado ante la sorpresa de la hora que es. - Se me hace tarde. Y tengo que trabajar. Te dejo - Hago un gesto con mi cabeza inclinándola elegantemente a modo de despedida. - Ha sido un placer - Agarro mi carnet, el libro y todo lo que pueda dejarme por ahí y que sea mío empezando a caminar hacia la salida, girándome una última vez hacia ella parándome suficiente tiempo como para que por un instante parezca que me he quedado congelado en el acto. Esbozo media sonrisa con cierta parsimonia. - Y sigo diciendo que deberías parar a comer - Esta vez mi voz se nota un tanto irónica porque probablemente lo que yo pienso al respecto a ella no le importa y es algo que ya me ha dejado claro antes, pero aún así lo suelto consciente de ello.

Doy un leve golpe en la madera de la puerta dando aquellas palabras por terminadas y con un último gesto de mi mano salgo de allí.