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Mensaje por Paula A. Mills Mar Jul 03, 2012 9:24 am


Le costaba reconocer que no tenía la más mínima pista que la ayudara con la Operación Cobra. Cuando había empezado con todo eso creía que le sería mucho más sencillo llegar a saber quien era quien, y evidentemente había querido empezar por Blancanieves y el príncipe James, que resultaban ser sus abuelos. Había probado todos los métodos (incluso había llegado a hacer una lista de las chicas morenas que había en el pueblo), pero el problema de que nadie recordara su identidad en el mundo de los cuentos era que nadie actuaba de ningún modo que pudiera darle ninguna pista.

Era por eso, precisamente, que había decidido colarse de noche en el despacho de su madre. Había dejado colocadas unas almohadas estrategicamente debajo de las sábanas y había salido por la ventana y había corrido hacía el ayuntamiento, donde había quedado con su madre y con Willow. ¿Porque ellos? Bueno... su madre era su madre, y si les tenía que salvar a todos tenía que empezar a creer, y Willow era la única capaz de seguirla en una cosa como esa, y eso en un adulto era dificil de encontrar. La mayoría creían que era solo una niña con demasiada imaginación, tal y como le gustaba recordarle la doctora Watson en sus sesiones.

No sabía que esperaba encontrar en el despacho de su madre, pero si era la Bruja Malvada (y de eso si estaba segura) debía haber pistas por algún lado, una lista de quien era quien, un libro de maldiciones o algo así. Y en su casa no había nada (se había tomado la molestia de recorrer todos y cada uno de sus rincones), así que solo le quedaba ese despacho. Y estaba segura de encontrar algo. Segura.

Se apoyó en la pared justo al lado de la puerta del ayuntamiento a esperar a su madre y a Willow, mientras comprobaba que tuviera la llave para abrir que había "tomado prestada" a su madre esa misma tarde y su vieja linterna. Se subió hasta arriba la cremallera de la sudadera vieja que llevaba y comprobó que todo su pelo estuviera escondido debajo de la gorra de beisbol que servía como complemento a su vestimenta. Si tenían que entrar en plan ladrón en el despacho de la alcaldesa, tenía que hacerse bien.

Si solo hubiera tenido más de ocho años... Podría haber prescindido de aliados. Pero evidentemente todavía necesitaba ayuda de adultos, por mucho que eso la fastidiase...


Última edición por Paula A. Mills el Lun Ago 06, 2012 9:01 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lucy A. Roberts Mar Jul 03, 2012 11:10 am


8.45 PM.
Levanto la cabeza del sofá con pereza, lo suficiente para ver la hora que era y gruñir insatisfecha, volviendo a acomodarse en su posición anterior. Llevaba veinte minutos allí, veinte minutos durante los cuales no había hecho nada más aparte fijar su mirada en el techo, como si estuviera esperando que una solución mágica para todos sus problemas apareciera de la nada. Mágica. Esa misma palabra era uno de sus problemas. Paula que creía que eran víctimas de una maldición, que nadie recordaba su vida pasada, y que ella, Lucy Anne Roberts de Boston, podría salvarlos a todos.

Por favor. Lucy Roberts no podía siquiera prepararle un pastel de chocolate a su propia hija sin ponerle fuego a toda la casa. Y no podía especialmente hacer eso en el apartamento que compartía con Fionna.

Recordar a su compañera de piso la hizo recordarse también de lo que había intentando olvidar por la última hora: la famosa fiesta de Storybrooke donde ella no había sido invitada. Y como la invitarían, si ella era la Indeseable Numero 1 de la ciudad. La gente de allí era demasiado tradicional como para darle la bienvenida tan sencillamente a alguien extranjero, a alguien que la alcaldesa no podía ver ni en foto, a alguien que no tenía trabajo, a alguien que había dado un bebe en adopción hace años…ni ella misma podía lidiar con toda la culpabilidad acumulada, era ilógico esperar que los demás no lo tomaran absolutamente en consideración.

Era patética, tirada allí en el sofá de una casa que no era suya, en sus jeans y sweater favorito, después de haber comido una insana cantidad de helado de chocolate. No quería admitir que no le había gustado que no la hubieran invitado; de hecho, se había prometido que actuaria como si no le importase en absoluto, pero poner eso en práctica era mucho más difícil de lo que ella había pensado en un principio. Y allí estaba, demasiado perezosa como para levantarse a tomar un libro y ponerse a leer. Justo cuando había pensado que podía acumular suficiente energías para hacer eso, su teléfono móvil sonó, sobresaltándola y haciéndola correr hasta la mesa del comedor para ver de quien se trataba. Era un mensaje de texto de Paula, quien le pedía que viniera lo antes posible al ayuntamiento, y que era cuestión de vida o muerte.

Su mente empezó a trabajar a mil por hora, considerando todas las posibilidades que su hija se hubiese lastimada en esa dichosa fiesta o que estuviese realmente en peligro. Antes de que pudiese pensar con claridad, se había recogido el pelo, puesto sus botas y salido de la puerta rumbo a su coche mientras se ponía su chaqueta de cuero. Manejo mucho más rápido que la norma permitida y estaba segura que si la viera el sheriff, le daría una buena multa por eso, pero en aquellos momentos, eso era lo mínimo que le importaba.

Aparco al otro lado de la calle, intentando no dejar el coche en un lugar muy visible para los invitados a la fiesta, y se apresuro a llegar a la puerta donde tendría que encontrarse Paula, rezando a cualquier poder mayor que ella estuviese exagerando las cosas en su cabeza.-¿Paula? ¿Estás aquí? –pregunto en voz baja, intentando por lo menos que ella la escuchara si se encontraba en los alrededores. Era oscuro y no se le había ocurrido llevar una linterna, por lo que, simplemente saco el teléfono móvil, intentando observar los alrededores con la suave luz que emitía la pantalla.
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Mensaje por Willow Swartz Mar Jul 03, 2012 4:58 pm

Paula creía que le creía. Ese era un pequeño detalle que valía la pena tener en cuenta. Le seguía el juego cuando le escuchaba contarle su teoría sobre este mundo de cuentos de hadas en el que según ella todo Storybrooke había vivido una vida que no recordaban, y que ahora todos estaban atrapados en el pueblo por causa de una maldición. No tenía el corazón para decirle que todos esos cuentos se los habían traído los Europeos y que bajo esa lógica quedaría un poco extraño que los hubieran maldecido e ido a tumbar a un pueblito abandonado en pleno Maine, Estados Unidos de América, porque realmente no creía que los Grimm hubieran tenido eso en mente nunca. Pero es que se ponía tan mona sosteniendo que era la nieta de Blanca Nieves y su príncipe (sabía que todas las niñas querían ser princesas en algún momento, pero no las nietas de ellas) y luego le decía que descubriría quien había sido la rubia antes que... pues era una niñita con mucha imaginación, ¿cómo iba a romperle sus fantasías? Si quería creer todas esas cosas, que las creyera. Si quería decirle bruja a su mamá, que se lo dijera, que igual no tardaba en entrar a la adolescencia y entonces Siobhan Mills aparte de bruja le parecería un ogro.

Habiendo dejado eso claro, es comprensible que Willow casi muere de un infarto cuando Paula le contaba que iba a meterse a media noche a la oficina de la alcaldesa junto a su mamá - su mamá mamá y quería que la ayudara.

Sabía que la madre biológica de Paula había llegado al pueblo y había toda una revolución al respecto. A ella la verdad era que ni le emocionaba ni le molestaba: que hubiera llegado, claro, no que le siguiera la corriente a una niña de 8 años cuando le proponía cometer allanamiento. A la oficina. De. La. Alcaldesa. Mal por Lucy Roberts por no tener la cabeza de decirle que no, mal mal mal.

Así que iba por que 1), quería asegurarse que nadie metiera la pata, 2), lo de Paula y los cuentos de hadas era lindo y tierno cuando era sólo cosa de fantasía infantil. Ahora se estaba poniendo peligroso. Pero los niños eran niños y por mucho que le dijeran que ya se dejara de eso, no iba a ceder hasta que no tuviera evidencias de que se equivocaba. Esperaba que si después de esa locura suicida no encontraba nada de lo que buscaba en el despacho de Mills pues entonces comenzaría a desisitir en sus maquinaciones.

Anímicamente, Willow seguía hecha un desastre después del rechazo de Everett, pero esa noche era la primera desde entonces en que había dejado de sentir lástima de sí misma porque estaba realmente preocupada por la niña.

No se había puesto ropas especiales ni ocultado el cabello rubio con sombreros ni pelucas ni cualquier otro truco. Salío de su casa tan tranquila y caminando como si nada ocurriera en verdad, sin cargar con nada más que una mochila en la que llevaba una de sus laptops y varios otros juguetes suyos más. Igual y eran útiles para asegurarse que Monroe no iba a llegar a encerrarlas a todas y luego Mills (la adulta) la quisiera exiliar del pueblo. Porque, bueno, no era por alardear, ¿pero quién creían que había configurado la red del ayuntamiento? ¿Esa que conectaba a todas las máquinas? ¿Incluyendo las de seguridad? Pfffft...

Así que cuando llegó (todavía para más descaro, masticando un chicle), veía una silueta que identificó como la tal Lucy Roberts tratando de iluminarse el camino con la luz del teléfono. Ay pero las cosas que se tenían que ver... Se acercó silenciosa hacia ella, llegando por su espalda. Sacó una linterna de su mochila y la iluminó con ella. Quería llamar su atención, sí, pero también alarmarla un poquito.

- Probaaaablemente deberías apagar eso. Willow. - Se presentó y le sonrió mientras le tendía la linterna, que la lucecita del móvil no le iba a servir de nada. Willow se veía relajada, para nada nerviosa ni tensa. Casi como si hubiera hecho eso antes. ¿Una locura? Tal vez sí, tal vez no.
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Mensaje por Paula A. Mills Miér Jul 04, 2012 9:52 am

Cuando había quedado claro que nadie iba a pasar a esas horas por delante del ayuntamiento a menos que estuviera esperando a alguien se relajó un poco. Empezó a juguetear con la linterna, apagandola y encendiendola, impaciente esperando la llegada de su madre y Willow. Estaba deseando entrar en el despacho, porque estaba convencida de que encontraría alguna prueba definitiva para demostrarle a Lucy que todo lo que le había contado era cierto.

Al final vio como Lucy, que la buscaba con la luz de la pantalla del mobil (cuanto tenía que aprender su madre biologica si tenía que salvarlos a todos...) y Willow, que llegaba justo tras ella, se acercaba a hablar.
De un saltito se acercó a ellas.

- Llegais tarde. - les dijo completamente seria, porque evidentemente para Paula todo aquello era de vital importancia - He traido las llaves. Se las he tomado prestadas a mi madre. ¿Si las usamos se activará la alarma?

Que ella se tomara muy en serio todo eso y que se enfadaba muchisimo cada vez que alguien la trataba como una niña no quitaba el hecho que, en realidad, era una niña, y todavía había muuuuuuuchas cosas que no sabía.

Al final miró con una sonrisita a Lucy. Willow sabía exactamente lo que iban a hacer, pero con su madre biologica había evitado entrar en detalles. Así que se alegraba de que hubiera venido, aún sin información y sin nada más que un mensaje de texto diciendole que se encontraran ahí (obviando el hecho que quizás había exagerado un poco las cosas diciendole que era un tema de vida o muerte).

- Me alegro que hayas venido. Te voy a enseñar que no me invento lo de los personajes de cuento. - le dijo con una sonrisa antes de mirar a Willow un instante - Todavía no sé quien eres Willow, pero te informaré tan pronto lo descubra.
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Mensaje por Lucy A. Roberts Miér Jul 04, 2012 11:15 am

El pánico empezaba a hacerse presente, y Lucy, con sus 26 años recién cumplidos, no tenía ni la más mínima idea de que hacer. No había ninguna señal de Paula en los alrededores, no podía ver absolutamente nada con la diminuta pantalla de su humilde Nokia XpressMusic y sobre todo, no sabía qué haría si su hija se encontrara en algún peligro en concreto; no sabía cómo lidiar con la situación, y tampoco sabía cómo explicaría todo si alguien pasara por allí y la viera en ese estado de total desastre.

Y hablando de gente descubriéndola, no llevo mucho para que algún poder mayor decidiera que bastante le había ido bien. Cuando estaba por intentar marcar el numero con el cual Paula le había enviado el mensaje, escucho los pasos de alguien acercándose en su dirección, y posteriormente, una voz femenina que le sugería quitar el teléfono, mientras la iluminaba con su linterna al mismo tiempo, poniéndolo difícil para que Lucy reconociera de quien se tratara. No que pudo reconocerla cuando la chica se había presentado y le había pasado a ella también una linterna. No tenía idea a quien tenía en frente, ni tampoco sabía que exactamente hacia la chica allí. –Un placer, Lucy. –se presento ella también medio distraída, encendiendo la linterna y mirando alrededor, ahora realmente temiendo por la situación de Paula. No quería preguntárselo a la chica para no levantar sospechas, y tampoco porque no sabía realmente que preguntar.

Con los segundos que pasaban, lo único que Lucy conseguía era preocuparse más y más, hasta que de un rincón oscuro, una diminuta figura dio un pequeño salto, situándose en la zona iluminada por su linterna, haciendo que ella pudiese identificarla como su hija. Solo podía ver parte de su rostro, ya que llevaba una capucha puesta, pero en primera vista, no veía algún daño irreparable, y tampoco parecía sentir algún tipo de dolor, hechos que consiguieron calmarla tan solo un poco, antes de que empezara a hablar a la velocidad de la luz, casi sin hacerle caso a lo que su hija decía. –Por Dios, Paula, ¿Cómo se te ocurre salir sola en medio de la noche? ¿Tienes idea de todo lo que podría haberte pasado? También aquí hay gente peligrosa…no me quiero ni imaginar. –estaba hablando a mil por hora, y tampoco estaba muy segura si la pequeña había seguido alguna parte de su corto discurso. Se había puesto en su altura mientras decía todo eso, observándola detenidamente como si quisiera estar del todo segura que no se desmayaría en sus brazos el siguiente momento.

Y después se dio cuenta de lo que su hija había dicho. Algo sobre llegar tarde y comprobar que estaba en lo cierto sobre los personajes…-Espera un minuto. No estabas en ningún peligro serio ¿verdad? –pregunto, arqueando una ceja dudosa, antes de que toda la situación empezara a aclararse en su cabeza. No podía estar por hacer lo que ella pensaba que estaba por hacer. –Ni lo pienses, Paula. NO podemos entrar en la oficina de tu madre a escondidas. –dijo en tono firme, incorporándose y dándose la vuelta para enfrentar a Willow. -¿Tu sabias de su idea y la has seguido hasta aquí? ¿Acaso quieres terminar presa? –hablo en voz baja, esperando que Paula no la escuchara, pero en tono bastante enojado.
Comprendía perfectamente como para su hija todo era una aventura, todo lo que una niña que pensaba como ella soñaba hacer: descubrir alguna rara maldición y la verdad para salvarlos a todos. Sin embargo, Willow no tenía ocho años, y ella debía haberle puesto fin a la situación antes de que hubieran llegado donde ya se encontraban.
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Mensaje por Willow Swartz Miér Jul 04, 2012 3:12 pm

Paula aparecía de la nada, aprovechándose de que era pequeñita y que se escondía con facilidad, riñéndolas por haber llegado tarde a cometer su pequeño delito. En otras circunstancias le habría parecido hasta tierno su enojo, pero ahí Willow no estaba para nada divertida.

Eso cambió al momento en que quedaba más que claro que Lucy Roberts, la forastera, no tenía ni la más mínima idea de lo que venía a hacer ahí. Primero se ponía a examinar a Paula con una minuciosidad casi médica para asegurarse que no estaba herida en ninguna manera y luego venía un discurso que lo miraran por donde lo miraran, destilaba instinto maternal por todos lados. Frunció ligeramente el ceño cuando decía aquello de que en Storybrooke había gente peligrosa. Pues no, no la había (salvo quizá el Señor Gold, pero esa era otra clase de peligro) y ahí uno podía andar a media noche por la calle en paz pero ponerse a discutir el punto no hubiera venido muy al caso.

Cuando la periodista finalmente armaba todas las piezas del rompecabezas y se escandalizaba, como era lo lógico, ahí si tuvo que morderse la lengua para no reírse entre dientes. ¡Ah, Paula! ¡Pequeño diablillo! ¿Así que la había llevado hasta allá con engaños? Si la pequeña Mills era mucho más lista de lo que le daban crédito.

- ¿Con las llaves? Nah, con eso nos sacamos el problema de las alarmas. Las cámaras, bueno, eso ya es otra cosa. Pero no te preocupes, que Willow viene preparada. - Le guiñó un ojo a la niña, cosa que seguramente horrorizaría aún más a Lucy, y se sacó la mochila del hombro. Por poco y le gana la carcajada cuando le prometía averiguar pronto quién era ella en su fantasía del cuento de hadas maldito. - Pues mira Paula, que por las cosas que hago por ti, más te vale que me descubras como la heredera rica de un reino enorme y prometida con un príncipe que parezca modelo de Abercrombie. - Eso, y que además tuviera una espada de unos 18 centímetros, mínimo. Ya puestos a pedir locuras...

Cuando Lucy la confrontaba ella apenas alzaba las cejas levemente y luego miraba a Paula con una mezcla de seriedad y su usual desfachatez. - ¿Sabes qué? Tú estás enana, no te van a ver. Asómate por allá y dinos si ves al velador cerca. Yo me voy a poner a con las cámaras. - Y espero hasta que Paula se fuera, porque mientras siguiera creyendo que le creía y que la ayudaba en su misión, no iba a ponerse a llevarle la contraria. ((Me tomo la pequeña libertad para agilizar.)) Cuando al fin se quedaba un poco a solas con Lucy, suspiró.

- Mira, al principio lo de los cuentos de hadas era tiernito, ¿ok? Pero creo que la cosa ya se salió de control, obvio si aquí estamos, y se nota que ni todas las sesiones con la loquera le han sacado esa idea de la cabeza. Paula es muy obstinada, no va a dejar el tema hasta que se convenza ella sola y para eso necesita pruebas. ¿Asi que qué problema? Estamos con ella, la cuidamos, y cuando vea que no hay fetos de cerdo en conserva ni libros de vudú en el despacho de su maa... la alcaldesa, se le termina el teatro. Que descubra que Papá Noel no existe, ya sabes. - Se encogió de hombros. A ella todo eso le sonaba muy lógico.

Se sentó entonces en el piso contra un muro cercano, sacó la laptop de su mochila y le enchufó la tarjeta de banda ancha. Básicamente lo único que necesitaba era la IP de la computadora que controlaba las cámaras de seguridad. Miró de reojo a Lucy por encima de la laptop. - Si te quedas más tranquila ve a echarle un ojo. Esto no va a tardar. Apago las cámaras, entramos ella revuleve un rato y ve que no hay nada, salimos y le damos el discurso, tadáaaa... - ¿Por qué complicarse tanto?
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Mensaje por Paula A. Mills Jue Jul 05, 2012 7:37 am

Ups... Lucy parecía enfadada. Quizás se había pasado un poco de la raya al enviarle que era un asunto de vida o muerte. Puso pucheros y aquella cara de pena que siempre usaba para intentar salirse con la suya sin que la regañaran demasiado, esperando que funcionara (de hecho solo había una persona con la que fracasaba estrepitosamente, y era su madre adoptiva).

- Bueeeeno, tecnicamente... No. No estoy en ningún peligro serio. ¡Pero si que es una emergencia! Tienes que creer que existe una maldición para salvarnos a todos, ¡díselo Willow! - terminó poniendo más pucheros, antes de marcharse a cumplir con lo que la rubia le había pedido.

Ver si el velador estaba cerca. Eso si podía hacerlo. Dio un saltito y se colgó de una de las ventanas, entrecerrando los ojos para ver el interior. Todo estaba oscuro y en calma. Nada de veladores a la vista.

- No hay nadieeee. Yo creo que ni hay vigilancia porque a fin de cuentas nadie está tan mal de la cabeza como para intentar entrar en el despacho de mi madre. - dijo como tal cosa, cuando en realidad acababa de afirmar que ellas tres debían estar mal de la cabeza por lo que iban a hacer.

Bajó de un salto de la ventana donde se había colgado, a esperar a que Willow les diera la señal de que podían entrar. Desde luego había sido un acierto invitarla a ella en aquella expedición.

- Bueno, quizás tengas suerte y resultes ser Cenicienta o Bella Durmiente, Willow. Las dos tienen principes guapos. Vaya, supongo que seran guapos. No hay principes feos ¿verdad? Blancanieves seguro que no. Ella es de pelo oscuro... - dijo sus teorias en voz alta en lo que esperaba que se desconectaran las alarmas. Desde luego no era buena idea que el sheriff llegara, las arrestara y luego avisara a su madre de lo que habían estado haciendo. Estaria castigada hasta ser mayor de edad...
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