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Mensaje por Sydney J. Watson Miér Jul 11, 2012 3:17 am

Si alguien le hubiese dicho a Sydney que iba a acabar dándole vueltas a sueños y sensaciones sin sentido les habría dicho que estaban todos locos. El caso es que había empezado a tenerlos y no se quitaba la sensación de encima de que realmente habían ocurrido, solo que no sabía muy bien donde ubicarlos dentro de su vida. Además eran tan extraños… A veces se levantaba con la sensación del sabor a sangre en la boca, puesto que esos sueños estaban llenos de muertes, sangre y lágrimas.

Con todo ello no se sentía con ganas de intentar ayudar a nadie así que había decidido tomarse una semana de vacaciones, después de todo podía permitírselo, pero al contrario de lo que hacía normalmente la gente, aprovechar y salir todos los días, ver a todos los amigos y hacer ocio puro y duro, ella se quedó en casa toda la semana, dándole vueltas a aquellos sueños y a las extrañas sensaciones que tenía últimamente. Incluso había apagado el móvil todos aquellos días y no había respondido al teléfono cuando llamaban.

Y eso que sabía que encerrarse y darle vueltas a las cosas no era lo mejor…

Lo que si que había hecho cada mañana, había sido ir a correr por el bosque, la misma ruta que había hecho desde que recordaba y lo curioso es que le hubiese gustado saber porque había empezado a hacerlo, pero no lograba llegar a ese rinconcito de su mente donde estaba alojado dicho recuerdo. A veces volvía a intentarlo, por intentar, pero estaba prácticamente convencida de que por mucho que la frustrase, no iba a recordarlo.

Al menos correr la ayudaba a despejarse. Aquella mañana llegó seguida de Pedro que le pisaba los talones. Miró al animal unos segundos con una sonrisa en el rostro y después abrió la puerta para entrar en la casa, aunque como de costumbre el perro se le adelantó y salió corriendo en dirección a la cocina a por comida y agua. Ella por su parte se dio una ducha de agua fría, se secó y peinó perfectamente el largo cabello oscuro, se vistió y luego se dirigió a la cocina a hacerse una taza de café caliente. Entretanto Pedro ya se había tumbado en la cesta que tenían en el salón y la seguía con la mirada, sobretodo cuando su dueña volvió a salir al porche.

Siempre le habían gustado los porches, sobretodo por las mañanas, en el amanecer y cuando atardecía. Sentía que toda la tranquilidad estaba allí. Además a esas horas de la mañana no había casi nadie por la calle a quien se le ocurriera molestarla y no creía tampoco que Nathanaël fuese a levantarse tan pronto, a no ser claro, que Pedro empezase a ladrar como un loco, cosas que a veces hacía cuando se le cruzaban los cables.

Al menos por el momento solo estaban ella y su taza de café a la que aprovechó para darle un sorbo mientras se decía a sí misma que tenía que dejar ya aquel encierro… No quería acabar apartada de todo el mundo por un miedo estúpido como el que tenía a esos sueños, pero eran tan reales… Sacudió la cabeza enérgicamente y se dedico a escuchar los sonidos que la envolvían a esas horas de la mañana.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Miér Jul 11, 2012 8:38 am

Everett seguía buscando y buscando a esa persona que tanto le quitaba el sueño. Sí, aquella persona que era tan importante en su vida, de quien no sabía nada de nada, simplemente el hecho de que ocupaba un lugar muy importante en su corazón, en su vida. Además aquéllo que había sido la causa de su problema con Willow (el beso en la fiesta de la alcaldesa, su posterior desaparición de su vida y el hecho de que mucha gente le mirase de manera extraña, y su encuentro en la playa cogido de la mano de Sydney), había que añadirle el hecho de que Sydney (una de sus mejores amigas y persona por la cual estaba empezando a sentir algo extraño) había desaparecido desde aquella noche en la playa. Se podría decir que Everett no estaba pasando por su mejor momento. Estaba completamente confuso, tan confuso que se perdía más que la mayoría de las veces. Cuando pretendía ir al taller de su amigo Charlie, acababa desayunando en Granny's y cuando tenía la intención de llegar pronto al trabajo, no sabía cómo, pero acababa en el puerto.

Al parecer su sentido de orientación iba a estar bastante ligado a su estado de ánimo, porque aquello era un descontrol total. Everett era un chico paciente y alegre, pero todos aquellos sentimientos enfrentados le estaban volviendo loco. ¿Loco? ¿Locura? Aquello le recordaba a Sydney y la volvía a llamar al móvil y después a su casa. Ya había hablado con Matthew, su compañero de piso y su mejor amigo, él le escuchaba, le animaba, pero necesitaba hablar con la psicóloga. Era un sexto sentido que le incitaba a hablar con ella, algo muy extraño.

Aquel día se había levantado a las cinco de la mañana quitando el hecho de que era fin de semana (no tenía que ir a la escuela). Se fue a correr, dejándole una nota a Matthew informándole que no sabía la hora de regreso. Corría y corría, se perdía, no paraba, se dejaba llevar por aquella sensación hasta que se olvidaba por completo de ella. Pero en cuanto centraba su atención en cualquier cosa, por diminuta que fuera, aquella sensación resultado de muchas otras regresaba. Aumentaba el ritmo, esperando que aquello le extasiara por completo. Se sentía cada vez peor. Los mareos, el hambre y el cansancio hacían que diera vueltas y más vueltas. ¿Se podía sentir una persona como que no estaba en ninguna parte? Si se podía, así era como se sentía Everett. ¿Estaba en Storybrooke? ¿O en cualquier otro lugar?

Sin percatarse apenas, estaba delante de la casa de Sydney. Tragó saliva y bastante mareado tocó al timbre, esperando que Sydney le abriera y no Nathanäel. Aunque viendo las horas que eran quizás lo molestase. Se apoyó con la mano sobre el marco de la puerta y respiró profundamente. El aspecto del joven era penoso: completamente sudado, con barba de varios días, ojeras en la cara y los ojos enrojecidos. Además se notaba que se había descuidado bastante. Se estaba volviendo loco, así pues, ¿qué mejor que acudir a una loquera?
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Mensaje por Sydney J. Watson Jue Jul 12, 2012 1:52 am

Sydney creía estar mal y despistada, pero cuando vio pasar a Everett y ni verla se quedó unos segundos en la posición que su cuerpo había adoptado al volverse con las cejas ligeramente alzadas. ¿Se había vuelto transparente o algo? Porque vale, justo cuando él había llegado estaba mirando hacia otro lado pero en cuanto había oído el crujir típico de la madera al ser pisada se había vuelto y le había visto. Él en cambio había ido hasta allí, cruzado la calle y ni la había visto.

Se levantó de los escalones dejando la taza de café sobre una de las sillas que tenían en el porche, y se acercó con cautela hasta su amigo, pues no quería sobresaltarle, dándose cuenta prácticamente enseguida de que no tenía muy buena pinta. Hasta diría que lo veía pálido, casi tan blanco como el mármol. Tenía que admitirlo, se asustó. Se asustó de verle así, tan mal. Con aquella palidez, esas ojeras, los ojos rojos y la sensación de que parecía un vagabundo más que su amigo – Eve... Estoy aquí... – Le dijo tocándole el antebrazo con la mano, pero antes de hacer nada más se acercó hasta él y le abrazo, sin importarle que estuviese empapado en sudor o lo que fuera. ¿Por qué tenía que importarle cuando el que le importaba era él? Y verle de aquella manera la había dejado hecha polvo en menos de diez segundos, haciendo que se olvidara incluso de sus sueños que parecían acosarla – ¿Qué te pasa? Sabes que me puedes contar cualquier cosa... Cualquier cosa... – Por supuesto que lo sabía. Alargó el abrazo unos segundos más antes de separarse de él. De haber estado con su estado anímico de siempre le hubiese soltado alguna broma sobre su aspecto, pero ni ella misma se encontraba enteramente bien.

Volvió a por la taza de café que había dejado sobre la silla y después abrió la puerta principal invitando a Everett a entrar. Pedro fue el primero que apareció corriendo y meneando feliz el rabo olisqueando al profesor antes de dar unas cuantas vueltas alrededor de Sydney que guió a Everett hasta uno de los sofás hasta que se sentó. – Tienes una pinta horrible… - Le comentó agachada frente a él buscando sus ojos azules. Se mordió ligeramente el labio inferior. Estaba a punto de preguntarle por qué no la había llamado o algo, cuando recordó que ella misma se había encerrado en casa durante toda la semana. A diferencia de él, sin embargo, cualquiera diría que simplemente se había tomado unas vacaciones – Voy a… - Volvió ligeramente la mirada a la cocina antes de levantarse y dirigirse a la misma.

Cuando volvió junto a Everett llevaba otra taza en las manos que le tendió al joven antes de sentarse a su lado. Miró unos segundos hacia las escaleras, esperando oír algún ruido, pero no, al parecer Nathanaël seguía durmiendo – Te sentará bien… - Susurró después de unos segundos en silencio bajando la mirada hasta el contenido de su propia taza. Dejó escapar un suspiro de entre los labios y sin saber muy bien porque soltó: - Lo siento.

O tal vez si que sabía por qué pedía perdón, al ser obvio que él parecía haber necesitado ayuda precisamente cuando ella había pasado por aquello… Por algo que había olvidado prácticamente del todo desde el momento en que le vio con ese aspecto.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Jue Jul 12, 2012 5:29 am

Everett apoyó la cabeza sobre la puerta, con la intención de dejarla ahí hasta que alguien abriera la puerta. Quizás así consiguiera dormir algo y que aquel bosque, que aquella sensación se marchara de allí. Entonces escuchó una voz y movió la cabeza lentamente. Era Sydney, la persona que estaba buscando, allí estaba en el porche, durante todo el tiempo. ¿Cómo había sido que él ni siquiera se había dado cuenta? La miró, abrió la boca para hablar, pero de ella no salió palabra alguna. No sabía cómo explicar todo lo que sentía. Sydney le abrazó y Everett respondió a aquel abrazo apretándola un poco más contra su cuerpo. Necesitaba saber que estaba ahí, que su cabeza no le estaba jugando malas pasadas. Porque después de lo que había vivido, no sabía en qué creer y tenía la extraña sensación de que Sydney ahuyentaría a sus "demonios".

Él se percató de que Sydney se encontraba igual que él. Era raro en ella mostrarse tan seria, siempre era activa, sonriente y en aquellos momentos Everett la veía tan... ¿gris? Como decaída, compungida. Everett intentó hablar, explicarle lo que le pasaba, pero, ¿sabía él lo que le pasaba? Se encogió los hombros, se echó el pelo mojado hacia atrás, tosió levemente del esfuerzo y cuando iba a moverse para entrar a casa de Sydney se percató de que tenía las piernas como inmovilizadas, dormidas. Mientras las despertaba con un par de golpes, volvió a encogerse de hombros y dijo con una voz débil:

-N-No lo sé. Realmente no sé qué es lo que me pasa. Me he perdido como... no sé las veces que me habré perdido. Creo que todo el mundo tiene unos límites... -intentaba explicarse la mejor manera posible, pero ¿qué más podía decirle?

Se internó en casa de Sydney tras invitarle ella y por unos momentos, no sabía dónde se encontraba, solamente fue durante un segundo, un segundo que lo dejó completamente descolocado. Negó con la cabeza, intentando olvidar esa sensación y se fue apoyando sobre las paredes, respirando entrecortadamente hasta llegar al sofá, donde sentó lentamente. Notó su cuerpo flotando debido al esfuerzo al que se había visto sometido. Sonrió levemente ante el recibimiento de Pedro y suspiró.

-Gracias... -dijo mientras cogía la taza que le ofrecía su amiga-. Estos últimos días... han sido horribles... Matt te lo puede contar. Estoy completamente desquiciado desde que... desde lo sucedido en la fiesta. ¿Por qué siento estas ganas tremendas de gritar el nombre de una persona porque no la tengo a mi lado? Es... es horrible. Creo que me estoy volviendo loco incluso -mientras hablaba, miraba fijamente su taza, acariciándola con ambas manos y después, alzó la mirada-. No he podido contactar contigo y he... he acabado aquí -hizo una pausa para beber un sorbo-. Tú tampoco te ves demasiado bien, ¿qué es lo que ocurre? -casi como en un acto reflejo, sostuvo la taza con una mano para que la otra fuera a parar con una de las manos de Sydney, para cogérsela y acariciársela.
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Mensaje por Sydney J. Watson Jue Jul 12, 2012 9:10 am

Límites.

Sí, todo el mundo tenía unos límites. Ella siempre se lo había dicho a sus pacientes, pero hasta el momento en que le había pasado a ella, realmente no había entendido plenamente la sensación. Una cosa era intentar ponerse en situación para ayudar a la otra persona y otra haber pasado por aquella situación y entenderlo a la perfección. – A veces perderse no es sólo una cuestión de saber dónde está tu casa. A veces perderse conlleva no saber en qué punto de tu vida estás o qué es lo siguiente que tienes que hacer. En esos momentos también estas perdido. – Respiró hondo levantando la mirada que fue a parar en el televisor – Sólo hay que... volver a encontrar el camino a casa o a la persona que te puede volver a reconducir hasta la misma.

No le sorprendió en absoluto que dijera que estaba completamente desquiciado desde lo ocurrido en la fiesta. Una parte de ella ya se lo había imaginado cuando le había visto de aquella manera tan lamentable. Posiblemente se hubiese precipitado en la decisión que había tomado o quizá era él, quién necesitaba tiempo para aclararse la cabeza y ahora que lo había hecho ella no le hacía caso. Hizo de tripas corazón, no iba a alejarle de ella si estar era lo que él deseaba, no era tan mezquina.

- ¿Te arrepientes de tu decisión? – Le preguntó notando como se le formaba un nudo en la garganta. Quería y no quería saber la respuesta a aquello – A veces tomamos la decisión equivocada y luego nos damos cuenta. Es normal. – Se encogió ligeramente de hombros antes de darle otro sorbo al café – Somos humanos, estamos genéticamente predispuestos a equivocarnos. Todos. Solo tienes que encontrar la forma de arreglar, aunque no tiene porque ser fácil... ¿O es otra cosa?

Sintió un peso en su corazón mientras le oía hablar y no pudo evitar cruzar sus miradas cuando le dijo que había intentado contactar con ella. Se sintió horriblemente culpable. Quizás de no haberse recluido en sí misma esa semana, Everett no habría llegado hasta esa situación. Apartó la mirada para que no viese el temblor de sus ojos marrones, ni ese brillo tan característico que anuncia lágrimas. Empezaba a sentir que estaba llegando a su límite y eso que pensaba que con los sueños y esas sensaciones extrañas ya lo estaba rozando... – Lo siento. Yo... – Respiró hondo al notar como la voz se le quebraba y esperó a estar segura de que no iba a volver a flaquear.

No era de aquellas mujeres que mostraban sus debilidades, más bien al contrario. Ante los demás siempre mostraba su faceta más fuerte aunque por dentro se estuviese muriendo de tristeza o de dolor.

- Estoy bien. Solo he tenido unos sueños muy raros últimamente. Necesitaba desconectar un poco... – Volvió a levantar la mirada hacia él sin el rastro de las posibles lágrimas en sus ojos marrones – Everett, si hubiese sabido que necesitabas ayuda, yo... Lo siento mucho. – Notó la mano del joven tomar una de las suyas y las caricias, sonrió de forma inconsciente ante aquel contacto y le dio un suave apretón.

¿Por qué decirle algo más sobre lo que le pasaba? ¿Por qué decir que creía haber matado a alguien? ¿Por qué decir que creía haber perdido a alguien muy importante que ni recordaba? No creía que hiciera falta, al menos por el momento, aunque sabía que él posiblemente intuiría que había algo más que sueños muy raros.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Vie Jul 13, 2012 6:49 am

¿Perderse? Desde que tenía memoria, Everett siempre se había perdido, siempre se había encontrado así, pero jamás le había dado importancia. A él le conocían por ser un tanto despreocupado, alegre, de apariencia feliz y maniático con sus cosas. Con las palabras de Sydney comprendió entonces lo perdido, lo solo que se sentía, esa sensación de malestar, esa necesidad de buscar a... ¿a quién tenía que buscar? Se sentía estúpido por pensar así, por permitir que aquello le afectara tanto. ¿Por qué no podía seguir todo como había sido hasta ahora? No, todo había cambiado y no sabía por qué. Le dio un ligero apretón, esperando sentirse mejor, y en cierto modo deseaba sentirse así, porque estaba con Sydney. ¿Cómo se las ingeniaba para decir unas palabras tan sabias que siempre le ayudaban? Aquello le fascinaba de Sydney, de entre otras cosas.

-Hay veces que me digo a mí mismo que debería ir al bosque y perderme allí, para no volver jamás aquí... Pero tranquila, no estoy tan loco como para hacer eso. Tengo muy buenos motivos para no hacerlo -bebió un poco más de su taza e intentó que su voz no sonara quebradiza. Parecía mentira que dos personas que se sentían terriblemente mal se hubieran juntado en una misma habitación-. ¿Si me arrepiento de mi decisión? Si te refieres a lo ocurrido en la fiesta de la acaldesa... Estaba confundido, así tan de golpe... Quiero decir, ella me atraía, pero no era "esa" persona. Además, necesito buscar a alguien, necesito buscarla y protegerla, ¿de qué? No lo sé. Y eso me está volviendo loco -sonrió forzosamente-. Aunque son muchas cosas... Todas se me han juntado de golpe. Menuda coincidencia, ¿eh? Estoy confundido sobre lo que siento hacia una persona -la miró a aquellos ojos negros que tanto conocía y tosió levemente. Aquello de hablar tanto le estaba matando, el cansancio le estaba matando.

Agachó la mirada al igual que ella, y cuando se sintió más preparado la volvió a mirar. Parecía temblar y así, Everett supo al cien por cien que su amiga no estaba bien, sino todo lo contrario. Y al igual que ella siempre estaba para ayudarle, Everett siempre estaría para ayudar a Sydney. Entonces le habló de esos sueños raros y el joven no pudo evitar preocuparse. Dejó la taza sobre la mesilla del café y le cogió ambas manos. Ya sabía por qué estaba tan decaída, eran aquellos sueños, como los suyos...

-¿Sueños raros? Syd... Sabes que puedes contármelo. Después de todo, tú eres la psicóloga de Storybrooke, pero hasta la psicóloga necesita contarle sus pesares a alguien. Y... No lo sientas. No debería depender tanto de ti, más lo siento yo, que hago que te preocupes tanto por mí... Pero...

Pero es que siempre me siento bien a tu lado. Everett no fue capaz de decir esas palabras y se las tragó en su garganta. Le gustaba ser sincero con sus sentimientos, pero, ¿cómo se podía ser sincero cuando tenías un bullicio de ellos en tu interior y no sabías diferenciarlos?
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Mensaje por Sydney J. Watson Vie Jul 13, 2012 11:19 pm

- ¿Verdad? – Fue algo espontáneo. De alguna manera se sentía ligada al bosque y la naturaleza más que a los lugares civilizados, como si en su interior hubiese algo guardado que llevaba esperándola muchos años. Además, ¿quién no deseaba perderse durante un tiempo en algún sitio? Posiblemente cada persona deseara un sitio totalmente diferente, pero era algo universal (o prácticamente universal) el querer alejarse durante un tiempo de todo. – Pero ni se te ocurra hacerlo, a veces no sé qué haría sin ti – Tan pronto como salió eso de su boca pensó que quizá ni era el momento idóneo para decir semejante cosa y se llevó una mano al cabello buscando alguna distracción.

“Buenos motivos para no hacerlo”. Por unos segundos se preguntó qué motivos podían ser esos, pero por suerte Everett contestó a su pregunta. Sintió como el nudo en su garganta de súbito se hacía más presente, pero sabía que lo mejor era salir de dudas y pasar aquel mal trago. Escuchó con atención las palabras de su amigo sintiendo un repentino alivio cuando dejó claro que no se había arrepentido y sin embargo volvió a sentir un sentimiento de angustia cuando le confesó que estaba confundido sobre lo que sentía hacia una persona. Sin especificar, prefirió ignorar aquello (en parte) y no preguntar sobre el tema. – Quizá deberías intentar… no pensar demasiado en ello. Sé que es difícil, pero a lo mejor aunque este ahí en una parte de tu mente no tendrás la sensación de que te estás volviendo loco. No estás loco y no me permitiré que te vuelvas loco. – Y lo decía bien en serio. – Además quizás solo tengas esa sensación porque se te han juntado muchas cosas de golpe y sientes que estás llegando a tu límite personal y te has colapsado.

Calma. Debería haber mantenido la calma y haber controlado sus emociones para que Everett no se diese cuenta de lo que le pasaba, porque era obvio que ahora había intuido que ella tampoco estaba bien del todo y no quería ser el centro de atención en ese momento. No quería que la conversación derivase a sus problemas, porque los consideraba secundarios, como siempre. Dejó la taza sobre la mesa con la idea en la cabeza de quitarle importancia a sus sueños y cambiar de tema, pero Everett no parecía dispuesto a dejarla.

Se sintió bien en el momento en que él tomó sus dos manos y no pudo evitar sonreír. Sintió una sensación agradable recorrer todo su cuerpo ante aquel contacto con el profesor que la animaba a contar todo aquello que la agobiaba en esos momentos. Bajó la mirada hacia las manos de ambos, notando como sus cabellos caían por delante de su rostro, tapándoselo al menos durante unos segundos antes de que volviese a levantar la mirada. Sabía que tendría los ojos vidriosos pero ya poco le importaba. Soltó una de las manos del profesor y la lleva hasta una de sus mejillas sonriendo levemente – Eve… Yo… - Rompió el contacto y le soltó la otra mano antes de levantarse del sofá y dar unos cuantos pasos por el salón. Se pasó nerviosa una de las manos por el cabello oscuro desde las raíces echándolo hacía atrás antes de volverse de nuevo hacia Everett – Tengo la sensación de haber perdido a alguien importante para mí… Y esos sueños son tan raros y confusos. Son una mezcla de imágenes que no consigo enlazar ni entender, pero…, cada mañana me levanto con un dolor en mi interior que no logro entender y me está matando. Por eso me he quedado en casa toda la semana. No quiero que la gente me vea así… Tan…

¿Hundida? Notó alguna lágrimas correr por sus mejillas y se pasó casi de inmediato las manos para secárselas, al tiempo que respiraba profundamente para calmarse. – Y no me pidas que no me preocupe por ti. Me preocupo por ti porque me importas. Me importas de verdad. – Y le mataba verle en aquel estado en que había llegado a casa haciendo que sintiera que tenía que hacer lo que estuviera en su mano para ayudarle y que volviera a ser el de antes, y sí, en cierto modo tenía que ver con lo que sentía por él.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Sáb Jul 14, 2012 7:07 am

Siempre era agradable escuchar a Sydney y sus sabios consejos. Definitivamente, ahora, Everett comprendía definitivamente por qué acudía la gente a su consulta aunque no se encontrara del todo mal mentalmente. Se había colapsado, tenía razón, pero sentía que si podía liberarse de una carga, decírselo abiertamente y acabar con todo, quizás esa sensación de malestar acabase ya mismo. ¿Y si se lo decía allí mismo, en el estado en el que ambos se encontraban? No, sabía que iba a ser un golpe demasiado duro. Él era paciente, prefería que Sydney se encontrase mejor, que él mismo intentase encontrarse mejor mentalmente. Se sentía terriblemente mal por acudir a ella y verla tan... tan así. No era ella, echaba de menos a la Sydney que tanto le gustaba, pero al igual que él, seguramente ella también habría colapsado.

Cuando pasó su mano por su mejilla y observó su rostro, Everett comprendió lo que le pasaba o se hizo más o menos una idea. Y cuando se separó de él y Sydney comenzó a hablar, Everett no pudo evitar abrir la boca sorprendido. La nostalgia que sentía... Era tan parecida a la suya. A Everett le resultaba imposible empatizar más con su amiga. Y cuando vio unas lágrimas saliendo de los ojos de ella, se levantó rápidamente del sofá, y a pesar de que sus extremidades se quejaron de una manera terrible, fue hasta ella y la abrazó contra él. No quería verla así, para nada. Odiaba que la gente sufriera de ese modo y si estaba en su mano ayudarla de cualquier manera, él lo haría. Pasó su mano por su larga cabellera, intentando tranquilizarla. Era una mujer fuerte y entendía que no quisiera que los demás vieran su otra faceta. Así era Sydney y no le reprocharía nada.

-Tú también me importas de verdad Sydney, muchísimo, no te imaginas cuanto. Me mata verte así... -se separó un poco de ella y posó ambas manos en su rostro-. La persona que impide que me vuelva loco eres tú, Syd. La persona que me ata a este lugar y hace que no me vaya al bosque a perderme, eres tú. Llevo tantos días confundido con tantas cosas y cada día me percataba de lo que sentía hacia ti. Hay algo que nos une, lo sé. Y... de algún modo, necesitaba decírtelo, para saber si es mutuo o no. Así que por favor Syd, no llores. Sea lo que sea que nos esté pasando, podemos descubrirlo juntos -y sin pensarlo apenas, sin planteárselo siquiera, sin esperar la respuesta de su amiga, la besó en los labios delicadamente.
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Mensaje por Nathanaël O. Holmes Dom Jul 15, 2012 11:03 am

El día anterior había sido agotador ni ganas había tenido de sentarse a cenar pero Sydney estaba pasando por un mal momento, por lo que preparó una cena para dos siendo el plato principal el favorito de la psicóloga. Nathanaël no entendía qué era lo que le sucedía a su amiga pero como ella no le había comentado nada en toda la semana él tampoco quería preguntarle acerca de lo que rondaba por su cabeza por no inmiscuirse en su vida pese a la confianza que se tenían. Después de cenar le propuso ver su película favorita, la cual él aborrecía, pero todo fuera por hacerla sentir un poco mejor.

Cuando al fin llegó la hora en que pudo marcharse a su habitación se dejó caer en la cama con el pensamiento de que nada más tocar la almohada caería rendido al sueño sin embargo, su mente no quiso dejarle descansar hasta altas horas de la madrugada. La razón era que quería ver a su compañera tan enérgica y alegre como siempre pero él se veía incapacitado para ayudarla ya que era un tanto especial y no sabía muy bien cómo tratar a las personas y menos todavía hacerlas sonreír. ¿Qué podía hacer por Sydney? ¡Qué complicado era! Y entonces la cabecita de Pedro asomó por la puerta de la habitación dándole una idea al joven, que pudo por fin descansar con una sonrisa dibujada en los labios.

Al haberse acostado tan tarde y no tener que ir a trabajar al día siguiente no tenía pensado madrugar pero la mascota de su compañera no parecía compartir su misma opinión. Unos golpecitos sobre su abdomen y luego el sentir algo húmedo en su mejilla hicieron que Nathanaël abriera los ojo encontrándose un par de ojitos que le miraban. ¡Maldito fuera! Se levantó de golpe intentando deshacerse de las babas de perro y fulminando con la mirada al chihuahua. Acto seguido abandonó la habitación y comenzó a bajar las escalera hablando a voces para que Sydney (que ya debía de estar despierta) lo escuchara.

¡SYDNEY! ¿CUÁNTAS VECES HE DE DECIR QUE NO QUIERO QUE TU RATA ENTRE EN MI DORMITORIO POR LAS NOCHES?

Nathanaël fue con paso decidido al salón – comedor – cocina donde esperaba encontrarse a Sydney pero se paró en seco nada más entrar en la estancia. Efectivamente Sydney estaba allí pero no esperaba encontrársela acompañada y menos había esperado tener que ver aquello porque a pesar de que se habían separado justo cuando hizo acto de presencia, él no era tan tonto como para no saber lo que estaba sucediendo allí.

Umm creo que he interrumpido algo… – permaneció ahí parado sin saber muy bien qué hacer a continuación aunque lo más lógico era saludar al invitado ¿no? - Buenos días… Everett

Tras saludarlo se metió en la cocina para prepararse algo para desayunar. Puso la cafetera en marcha, sacó su taza favorita de uno de los muebles y también un bol que llenaría de cereales que habían comprado hacía dos días. Mientras se hacía el café se giró para quedar de frente a los otros dos.

No os preocupéis por mí yo iré… arriba

Podía ser una persona desagradable y todo lo que quisieran los vecinos de Storybrooke pero sabía cuando debía marcharse de un lugar o situación. Además, quería que Sydney supiera que no quería a molestarles aunque realmente no debía sentirse culpable por la intromisión ya que él no tenía ni idea de que Everett iba a hacerle una visita.
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Mensaje por Sydney J. Watson Lun Jul 16, 2012 4:52 am

Suspiró aliviada como si por el simple hecho de haberse sacado todo eso de dentro se hubiese quitado un enorme peso de encima, y en realidad así era. La noche anterior durante la cena que Nate le había preparado (tenía que admitir que pese a todo era un sol de persona y se había desvivido por verla sonreír aquella semana tan extraña) en algún que otro momento había sentido la necesidad de soltar todo aquello que le había dicho ahora a Everett, pero simplemente no había querido estropear el trabajo de Nate con sus problemas y sus sueños raros y acosadores.

Se dejó abrazar por Everett y durante ese lapso de tiempo sintió que todo lo demás dejaba de ser tan importante. Incluidos los sueños, como si el simple contacto con él los alejase de su mente aunque fuese solo por unos segundos. Le devolvió el abrazo aferrándose al joven mientras notaba como pasaba una de sus manos por su cabello, enredando sus dedos entre sus mechones de pelo. Sonrió estando en aquella posición, una sonrisa escondida para él.

“Me mata verte así...” Y a ella le mataba por dentro verle como estaba él en esos momentos. “Tú también me importas de verdad, Sydney, muchísimo. No te imaginas cuánto” rebobino en su cabeza al tiempo que él tomaba su rostro entre sus manos. No opuso resistencia alguna, incluso aunque hubiese querido. De todos modos no tuvo mucho tiempo para pensar en las palabras de su amigo cuando otras con un significado totalmente inesperado para ella salieron de sus labios. Por supuesto que había notado aquella especie de conexión cuando estaban juntos, pero había pensado que era algo de lo que solo ella se daba cuenta, o que simple y llanamente eran todo imaginaciones suyas, sin embargo ahora todo se tornaba real. No apartó de sus ojos azules su mirada marrón que ahora brillaba, pero de una manera muy diferente a momentos antes.

Estaba dispuesta a decirle que sí, que era algo mutuo. A decir todo lo que estaba pasando por su cabeza en esos momentos pero Everett ni le dio la oportunidad antes de besarla y ella hubiese correspondido dejándose llevar totalmente y respondiendo de esa manera a todas las dudas del profesor de no ser por las palabras a voces que llegaron de la escalera. Se separaron, como es obvio aunque Sydney permaneció unos segundos a escasos centímetros de él escudriñándole con los ojos y con una ligera sonrisa en los labios antes de que Nathanaël apareciera en la estancia.

No sabía si con eso bastaba (estaba prácticamente segura de que no) pero era obvio que estando allí Nathan no iba a decir o hacer según qué cosas. Incluso bajó la mirada hacia el suelo cuando Nathanaël comenzó a hablar, siempre había tenido un lado tímido que aunque estaba prácticamente superado surgía en momentos como aquel. – Buenos días Nathan – Le saludó levantando la mirada y sonriéndole.

No podía echarle la culpa por haber aparecido en el momento más inoportuno, porque él no podía anticipar lo que pasaba en el piso de abajo y porque vivía en la misma casa que ella. Esas cosas podían pasar perfectamente. – Si no quieres que el perro entre en tu habitación cierra la puerta por las noches. Tampoco cuesta tanto... ¡Por amor de Dios! – Comentó recordando lo que había ido gritando a voces desde arriba – Además, ¿qué culpa tengo yo de que el perro te adore? – Le dijo divertida – Se queja mucho pero luego es el primero que lo saca a pasear... – Le explicó después a Everett desviando su mirada hasta él. Sabía que seguramente se estaría muriendo por dentro por no saber que pensaba ella de todo lo que le había dicho antes de que apareciera su compañero de piso, pero también intuía que prefería esperar a estar a solas nuevamente antes que se lo dijera delante de él, ¿no? En un momento determinado en que Nathan volvía a estar de espaldas se aventuró a tomar la mano más cercana que tenía de Everett e hizo lo mismo que él había hecho antes: se la cogió y la acarició suavemente con la suya durante unos segundos antes de soltársela.

Lo que le faltaba era hacer peor a Nate por haber bajado justo en aquel momento.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Miér Jul 18, 2012 12:41 am

Realmente Everett esperaba que Sydney correspondiera a sus sentimientos, o que simplemente le empujara hacia atrás cuando la besó suavemente en los labios. Ocurrió lo primero, ya que ella respondió al beso y en esos momentos aquella sensación tan terrible que sentía se fue alejando de él y de su cabeza. Estaba reconfortado, tranquilo, como si hubiera solucionado un gran problema (cuando en realidad solamente le había dicho a su amiga lo que sentía por ella). Cuando parecía que todo iba a ir a más, escuchó la voz estridente de Nathanaël, el compañero de piso de Sydney, el ayudante del Sheriff de Storybrooke. Sydney se separó de él y Everett se quedó mirándola alzando una ceja, de mientras los pasos de Nathan que bajan eran cada vez más fuertes. Claro que el joven tenía cierta vergüenza, y la verdad era bastante casualidad que justo cuando se estaban desando el ayudante bajara. "Ya podría haber bajado cuando estábamos hablando para hacernos compañía" pensó Everett algo bromista consigo mismo.

Calló una carcajada al comprender las palabras de Nathan, ya que al parecer no le gustaba demasiado el perro de Sydney. Lo saludó con la mano cuando finalmente bajó al salón y respondió al buenos días del mismo modo, sonriente, algo molesto por haberles cortado el rollo pero sin rencores (después de todo, él vivía allí y Everett conocía los riesgos de haber ido tan por la mañana a casa de Sydney). Mientras discutían, él aprovechó para mirarse las zapatillas de correr y percatarse de que tenía los cordones desatados, ¿cuándo había ocurrido eso? Era extraño que todavía no se hubiera dado un tortazo con el suelo, con lo patoso que solía ser él... Se rascó la barbilla algo pensativo y regresó a la realidad cuando Sydney le dijo algo de que en realidad Nathan quería al perro puesto que era el primero en sacarlo a pasear.

-Después de todo, Nathanaël siempre tuvo sentimientos. Eso es lo que al menos rumorean mis alumnos en clase -dijo bromista. Sí, el compañero de Sydney era bastante conocido por su frialdad e ironía, pero Everett sabía que era buena persona (lo podía intuir). Repentinamente (ya que Everett había entrado en una especie de trance en los que se solía meter él solo) notó la mano de Sydnet acariciando la suya, y se permitió sonreír, pero aquello duró solamente unos segundos-. Siento haber venido tan pronto a tu casa Nathan -dijo con su mismo tono de voz Everett mientras estiraba un poco los brazos-. Venía de correr y como no, me perdí -¿quién no conocía al desorientado de Everett?-. ¿Y cómo estás Nathan? Te veo bastante bien como para estar recién levantado -claramente, su tono no había cambiado, seguía igual de alegre y sin reproche. Después de todo, Everett había sido el invasor.

Últimamente el joven envidiaba mucho a los que podían dormir. Recordó a Matthew, al dormilón y comilón de Matt tendido sobre su cama y durmiendo a pierna suelta, mientras que Everett no podía pegar ojo.
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Mensaje por Nathanaël O. Holmes Miér Jul 18, 2012 5:43 am

¿Y por qué tenía que ser él el que cerrase la puerta de su habitación y no ella quién le enseñase al perro que no debía meterse en ella? De no haberse encontrado con aquellos dos en el salón tan juntitos y de sorpresa habría comenzado una discusión con su estimada compañera. Porque era como si siempre le diera la razón a la otra parte y nunca a él, cosa que en más de una ocasión le había llevado a no volverle a dirigir la palabra en todo el día. Además, ¿tan difícil era que se pusieran de acuerdo en una sola cosa?

Cuando la psicóloga hizo aquel comentario sobre él y el perro, le dedicó una de sus miradas de “odio” y continuó con lo que estaba haciendo, pero el inesperado invitado le siguió el juego a la doctora como si aquello hiciera tanta gracia y si la hacía, Nathanaël no la veía.

- ¡Oye que sigo aquí y os oigo! – exclamó.

Tomó la jarra de la cafetera y vertió el café en su taza a la par que hacía un gesto con la mano para restarle importancia al asunto cuando Everett pidió disculpas por la visita tan temprana a su hogar. ¿Qué le iba a hacer? Los amigos de Sydney podían hacerle una visita siempre que quisieran aunque a él pudiese molestarle, lo había superado hacía ya tiempo. No podía prohibirle a su compañera que invitara a sus amistades al igual que ella no podía recriminárselo a él, aunque no hubiese estado de más avisar antes.

Si quieres te presto al perro para que te ayude con tus problemas de orientación y de paso a mí no me levanta por las mañanas – sugirió observando al perro que volvía a recostarse en su cesta como si nada.

Salió de la cocina con el desayuno y se dirigió hacia las escaleras pero antes de volver a marcharse se detuvo para responder a Everett. A Nathanaël le sorprendió que dijera que lo veía bien estando recién levantado porque él se sentía agotado y todo gracias a la rata que lo había despertado.

- Supongo que me ha venido bien que Sydney no pasara consulta durante estos días. Siento no poder decir lo mismo de ti – Y es que Everett sí que parecía cansado y preocupado. Nathan se preguntó si el desánimo de Sydney tenía que ver con el profesor porque ninguno de los dos se veía demasiado bien, pero tampoco quería darle importancia porque no era asunto suyo. Si la psicóloga no quería contarle nada por él perfecto, lo prefería porque no sabría qué decirle a la mujer.

- Bueno os dejo solos. Siento la intromisión – se encaminó hacia las escaleras pero antes de poner el pie en un peldaño se volvió hacia su compañera – Sydney, cuando se marche me gustaría hablar contigo – tras decir esto se despidió de Everett y subió las escaleras para encerrarse en su habitación.
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Mensaje por Sydney J. Watson Jue Jul 19, 2012 3:12 am

Escondió una sonrisa ante la broma que hizo Everett sobre lo que decían sus alumnos, aunque Sydney era más que consciente de que aquello era verdad. Ella sabía perfectamente que Nathanaël tenía sentimientos, sino, no se habría desvivido por ella de la manera en que lo había hecho la anterior siendo que odiaba esa comida posiblemente y aborrecía la película. Aún así se limitó a negar con la cabeza ante aquella exclamación que sonaba casi como si estuviese indignado y cruzó los brazos por debajo del pecho en una posición que sabía que indicaba claramente que estaba a la defensiva.

Ahora era ella la que se quedó callada mientras ellos intercambiaban cuatro palabras manteniendo los brazos en la misma posición. Incluso se alejó de Everett y caminó hasta las puertas correderas que llevaban al jardín trasero. Podía verse a sí misma reflejada en el cristal y aunque no mostraba un aspecto tan deprimente y preocupante como el de Everett la verdad que se notaba que le pasaba algo nada más mirarse. Se llevó una mano a una de sus mejillas pasándosela por la misma con suavidad antes de volver a cruzar los brazos y volverse cuando oyó de boca de Nate las palabras “Os dejo solos. Siento la intromisión”.

Silencio. No dijo nada, pero la última frase hizo que le lanzará una mirada asesina de un microsegundo antes de que desapareciera escaleras arriba – A veces suena como si fuera mi padre – Murmuró y no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa. Relajó la postura y dejó que sus dos brazos cayeran a ambos lados de su cuerpo al tiempo que buscaba su mirada. ¿Y ahora qué? No era una persona a la que se le diera bien expresar sus sentimientos, ni siquiera le gustaba la idea de aferrarse a alguien. Tenía tanto miedo a perderle... a hacerle daño... a qué le hicieran daño... y al mismo tiempo sentía que le necesitaba de esa manera. De la manera que él le había demostrado que la quería. A su lado. Necesitaba sentir su presencia. Encontrarse con aquel azul tan característico. Con ese timbre de voz.

Sonaba un poco irónico todo en su cabeza siendo que ella era precisamente psicóloga y la gente muchas veces sacaba a relucir sus sentimientos delante de ella. No pudo evitar reír ligeramente ante aquel pensamiento. Para nada se estaba riendo de él, se estaba riendo de ella más bien – ¿Cómo he podido estar tan ciega? – Preguntó en voz alta. Era una pregunta retórica, pero quien sabía si el físico iba a darle una respuesta – Quiero decir... Normalmente se lo que pasa por las cabezas de la gente. Incluso sabía que a Willow le pasaba algo extraño contigo, intuía que... – Se quedó callada unos segundos. Realmente no quería sacar a relucir ese tema – Y sin embargo... – Levantó la mirada hacía él con un brillo extraño en los ojos, que para nada tenía que ver con el brillo de lágrimas, locura o drogas, y una sonrisa en los labios – ¡No pude verlo en ti!

Y seguía pareciéndole tan raro, aunque por otra parte era lo más normal del mundo – Yo pensaba que… No sé, pasabais tanto tiempo juntos, se os veía tan bien juntos, que pensé… ¡Yo que sé que pensé! – Vale, en realidad si que lo sabía, el problema es que ella simplemente se habría quedado al margen. Se acercó de nuevo hasta donde se encontraba Everett. De repente había visto con aquel beso de su amigo la claridad que no había visto durante tantos meses. Esta vez fue ella la que besó al profesor intentando alargar el momento todo lo que pudo y apoyando luego si frente contra la de él – Es mutuo. Claro que es mutuo – Susurró y quizá el no podía verlo pero sus labios se curvaron en una sonrisa – ¿Y ahora...? – Preguntó con el mismo tono de voz susurrante pero con un deje divertido en el tono.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Vie Jul 20, 2012 8:05 am

Las últimas palabras de Nathanaël parecieron más una orden que una sugerencia. Era como si el compañero de piso de Sydney se hubiera convertido repentinamente de su padre. Sí, aquella transformación le había resultado bastante graciosa a Everett quien se despidió del ayudante del sheriff con una sonrisa nerviosa y con la mano. Realmente no sabía lo que iba a pasar a continuación. Recordaba... Había ido a su casa porque se encontraba completamente agotado tanto físicamente como mentalmente, había descubierto que Sydney también se encontraba con problemas parecidos, habían estado hablando, Everett la había besado, Nathanaël había hecho acto de aparición y Everett se había quedado sin su respuesta. Necesitaba escucharla de los labios de Sydney. Sí, le había respondido al beso, y sin embargo, como científico que era necesitaba una comprobación, algo que pudiera observar y no imaginar.

Entonces Sydney comenzó a hablar, a hablar sobre la relación de él y Willow. Sí que era verdad que pasaban bastante tiempo juntos después de que ella acabara el instituto. Era una de sus mejores alumnas y la había ayudado con su negocio (se sentía con la obligación). Además, se sorprendió bastante cuando le comentó su afición hacia los cómics, ¡justo como él! Por eso a partir de ahí le comenzó a pasar algunos de sus cómics favoritos y hablaban de otras aficiones que resultaron tener en común. Claramente, al haber dejado de ser su alumna podía permitirse una relación todavía más cercana. Había veces que pensaba que confundía aquella atracción que le tenía con el cariño que sentía hacia ella. ¿Sydney sabía lo que le ocurría a Willow? Claro, ella sabía leer a las personas, él simplemente empatizaba, nada más lejos, le resultaba imposible.

No sabía adónde quería dirigirse con sus palabras, temía que todo aquello condujese a un rotundo no, pero bueno, al menos lo habría intentado, ¿no? Ya había recibido muchas negativas, él había dado muy pocas, la vida continuaba y podría vivir con ello. Entonces observó su mirada, tan extraña pero igual de cautivadora. A ojos de Everett la mirada de Sydney era completamente oscura, pero realmente cálida.

-¡Claro que pasaba tiempo con ella! Ella me gustaba, pero... en distinto modo y por desgracia, lo único que hacía era avivar sus esperanzas y yo sin darme cuenta. ¿Por qué no tengo tu habilidad? -comenzó a decir Everett, autocompadeciéndose. ¿Por qué las mujeres lo hacían todo tan complicado? Iba a continuar hablando, pero sus labios callaron cuando Sydney le besó. Al igual que ella, él intentó alargar el beso lo máximo, disfrutándolo tanto como se lo permitió ella. Y cuando escuchó sus palabras... Gloria bendita. ¿Cómo debía comportarse ahora? Se sentía libre, algo más ágil. Seguía cansado, pero menos. En su rostro blanquecino se vislumbró una enorme sonrisa-. ¿Y ahora? Supongo que a comenzar algo que ambos queremos, ¿no? Quiero decir, somos dos personas adultas, maduras... Una relación, sí, ¿cuánto tiempo hacia que una mujer me daba una afirmativa? -acarició la mejilla de Sydney con su mano y entonces una duda surgió-. ¿Crees que deberíamos mantenerlo en secreto? -el pueblo hablaba demasiado y no quería que por chismorreos aquello que quería se echara a perder. A eso se refería.
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Mensaje por Sydney J. Watson Dom Jul 22, 2012 11:25 am

Su habilidad.

No era algo que hubiese adquirido con el tiempo ni con la práctica. Había días que pensaba que simplemente era algo innato y en cierto modo le hizo gracia que Everett hiciera aquella pregunta precisamente, sobretodo porque había ocasiones en las que no le gustaba poder leer tan fácilmente a todo el mundo. Frustraba no descubrir algunas cosas por las situaciones…, aunque al menos podía decirse a sí mismo que lo de Everett era algo que no se había esperado.

Sí, supuso que tenía razón en aquello de que debían iniciar lo que ambos querían. Ella quería pero no pudo evitar que aquel nudo en su estómago se formase. Era aquella sensación de miedo. Miedo a salir dolida o que él acabase mal. A que de alguna forma las cosas que le pasaran a ella le salpicaran. Esos sentimientos contradictorios eran lo peor contra lo que había lidiado siempre de su forma de ser y siempre los opacaba, dejándose llevar por aquel que más fuerza tuviese en su interior.

- ¿Estás seguro de que es lo que ambos queremos? – Bromeó como si de repente hubiese recuperado su sentido del humor y hubiese dejado de estar tan mustia. En parte había recuperado algo del buen humor que siempre revoloteaba a su alrededor, pero seguía sintiendo un gran peso en algún recodo de su interior, más ligero que aquella mañana cuando se había despertado pero seguía allí. No sabía si se la iba a poder quitar con facilidad pero estaba dispuesta a intentarlo. Agarró la mano de Everett con la que le acarició una de las mejillas entrelazando sus dedos con los de ella en el preciso instante en que él le hacía aquella pregunta.

- Pues... Yo diría que con todo lo que ha pasado sería lo mejor. Además odio que se metan en mi vida – Torció ligeramente el gesto antes de sonreír ampliamente. – Aunque en este pueblo es difícil guardar un secreto y más uno de este tipo – Ambos sabían que tenía razón, a veces parecía que no podías dar un paso en tu vida que todos a tu alrededor se enteraban y lo peor es que al ser un pueblo tan pequeño siempre era demasiado obvio que se cogían bandos en todas las situaciones. No quería ni pararse a pensar en cuales se crearían si se descubriese todo aquello, muy a pesar de que ninguno de los dos había hecho nada malo.- Por lo pronto... Yo pienso disfrutar de esto, no sé tu... – Dijo al final mientras volvía al sofá donde habían estado antes y tomaba nuevamente la taza mirándole con una media sonrisa antes de darle otro trago al café.

Hubiese sido bastante estúpida de no querer disfrutar de aquello, ¿no?
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