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Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary Onlineyf

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Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Mar Sep 18, 2012 4:53 am

Había decidido salir a patinar un rato, y de paso llegar hasta el parque para darle de comer a las pobres palomas que deberían tener hambre. Sí, era como una cuidadora de animales, además de la abuela del pueblo, así como una guardabosques. Vamos, que era una enamorada de cualquier ser vivo que existiera en el mundo y me encantaba cuidar de todos. Cerré la herbolistería con las barras de pan bajo el brazo. Llevaba los patines puestos y la suerte es que ya me conocía el camino de mi local a la playa, con todos los obstáculos que ello implicaba, pero por suerte, aunque me conociese el camino tenía a mi bonita Sandy, mi nueva perrita labradora, en pocos días nos queríamos mucho y era una perra muy buena.

Lo mejor es que cuando llevaba los patines ataba una pequeña cuerda a un arnés que le ponía especial, para no hacerle daño. Entonces ella corría por los sitios adecuados y yo me dejaba llevar. Aunque a pesar de eso, muchas veces patinaba yo hasta adelantar a Sandy y ella corría a mi lado sin que tuviera que hacer el tremendo esfuerzo de tirar de mi. No llegaríamos muy tarde al parque aún llevaba el pan conmigo, aunque también cargaba con una mochila con agua para mi, y otra para Sandy. Al llegar al parque comencé a patinar por mi misma con Sandy al lado hasta llegar a un banco, en el que siempre me sentaba.

Comencé a llamar a las palomas mientras sacaba de la mochila un plato y lo llenaba de agua para Sandy. Después comencé a trocear el pan cerca de allí para darle de comer a los pajarillos que se acercaran. Pronto se llenó el lugar, y aunque a mucha gente no le gustaban las palomas, para mi eran unos animales más. Si ensuciaban la ciudad los que deberíamos limpiarla éramos nosotros, a pesar de todo nosotros habíamos llegado después. Acaricié con una mano a mi perrita que ya había dejado de beber agua y ella lamía mi mano.
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Mensaje por Gary B. Roland Mar Sep 18, 2012 8:47 am

Ya había doblado unas cuantas esquinas, y ese tío aún seguía persiguiéndolo por las calles. Si seguía armando escándalo, pronto alertaría a los agentes de Storybrooke y entonces sí que no tendría escapatoria. Sólo le quedaría el bosque, el perfecto lugar donde esconderse. Pero claro… Éstos eran muy listos y sabían que tarde o temprano Gary tenía que salir de ahí, y lo estarían esperando para entonces. Por suerte para él, saltando un par de muros con esa característica agilidad, el tío le había perdido de vista, aunque no sería raro que tras ello se fuera a quejarse a la comisaría del pueblo. Pero de mientras tenía tiempo para gastar.

¿Que qué hizo ese día? Robarle la cartera a un anciano, con tan mala suerte de que un hombre de no más de treinta años lo había visto todo, y le pareció tan injusto que decidió perseguir al muchacho para devolvérsela al viejo. Por el empeño que le ponía, Gary estaba seguro que el tema de la cartera no quedaría ahí, que una vez más acabaría en comisaría, pero le daba igual, ya se inventaría alguna excusa. La verdad es que ese hombre estaba bastante bien entrenado, estuvo a punto de agarrarlo de la sudadera un par de veces. Pero ¡Já! En esa ocasión también fue Gary quien ganó la batalla. Aún así no había que correr riesgos ni cantar victoria antes de tiempo, así que el muchacho siguió corriendo, ya jadeando, hasta salir del centro de Storybrooke y adentrarse a las afueras, llegando así hasta la zona del Parque, rodeado en parte por el mar. Aflojó el ritmo, pero llegó lo suficientemente lejos como para espantar a las palomas que allí se habían amontonado. No fue hasta que se salieron volando más de la mitad cuando frenó y se dio cuenta de que era debido a una mujer algo mayor que las estaba alimentando con pan. ¡Pan! ¡De ese que Gary podría devorar y devorar día tras día sin aborrecerlo! ¡Y se lo daba a las palomas! ¡Qué desperdicio!

Pero esa mujer no estaba sola; la acompañaba un perro de raza labrador, que parecía muy dócil mientras bebía lo que fuera que su ama le había puesto en un plato. Gary no se movió del sitio, y guardó sin vacilar la cartera en su bolsillo. ¿Lo habría visto? ¿Se habría percatado de su presencia? No estaba seguro de que fuera la mejor opción la de quedarse ahí con esa mujer, igual se iría a chivarse también y encima habrían más testigos de lo que había sucedido o de personas que habían visto a Gary circulando por el lugar. Intentaba pensar de quién se trataría, si la había visto alguna vez. Estaba seguro que sí, esa cara y esas ropas no eran fáciles de olvidar, pero nunca había entablado conversación con ella. Bueno, realmente no es que Gary hablara con mucha gente, la verdad. Sólo con los compañeros de clase y la mayoría de veces más que con palabras, se comunicaban a puñetazo limpio. A él sólo le interesaba lo que le interesaba: el dinero, las pertenencias de las personas, pasar un buen rato riéndose de ellas a través de bromas de mal gusto o pesadas, nada más.

La verdad es que si no se había dado cuenta debía estar ciega, o sorda, pero igual con el revuelo de las palomas Gary se había visto camuflado entre ellas. Desde luego el que seguro que se había percatado era el perro, del cual aún no sabía el sexo, pero no tenía tiempo para fijarse, debía pensar, ya, rápido. Tomó aire y despacio dio un par de pasos hacia atrás, dándose la vuelta preparado para acelerar más y salir de allí, e ir a un lugar más resguardado de la gente. Sólo esperaba que el chucho no se pusiera a ladrar como loco o algo semejante, o que aquella mujer le lanzara una maldición o algo semejante, porque tenía pinta de ser vidente o algo raro.
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Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Vie Sep 21, 2012 10:33 pm

Podía notar como el sol calentaba mi piel, y era un gusto estar allí sentada disfrutando del tiempo, de los sonidos que la naturaleza nos brindaba, del dulce aroma que provenía del parque. Se estaba especialmente a gusto y además me sentía especialmente bien por darle de comer a las palomas. Pero de pronto oí unos pasos ráudos que hicieron que las palomas volasen. Tocrí mis labios algo apenada pero no desistí en mi faena, incluso me parecía divertido que alguien jugara con ellas siempre que no las molestara mucho. Entre el ruido del voleteo de las palomas no pude adivinar hacia dónde había ido aquella persona que había aparecido corriendo, pero tampoco había oído que sus pasos hubieran avanzado. Acaricié la cabeza de Sandy que estaba muy tranquila por lo que tampoco me preocupé.

Entonces volví a oir los pasos y me giré en aquella dirección como si observara a la persona. -¿Tienes mucha prisa? Pregunté con curiosidad y una sonrisa. Di un golpecito en el banco para que me hiciera compañía si quería. Cogí un trozo de pan y le di un bocado. -Normalmente la gente le da pan duro a las palomas... y yo me pregunto que por qué... Es decir, nosotros comemos pan del día por qué no dárselo a ellas también. ¿Quieres? Está recién hecho Dije ofreciéndole un poco de pan por si quería. Entonces alcé la cabeza en dirección al cielo moviendo mis pies haciendo rodar mis patines. -He notado que tienes mucha energía... recuerdo cuando era joven y correteaba libremente. Me reí porque eso seguía haciendolo a pesar de ser ciega. Noté cómo Sandy se levantaba meneando su rabo, más que nada porque me había dado con él en la pierna y se alejaba un poco de mí, suspuse enseguida que se fue hacia esa persona. -Le has caído bien. Comenté bajando la mirada al suelo como si mirara a mi perra.
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Mensaje por Gary B. Roland Sáb Sep 22, 2012 11:47 am

Casi dio un respingo cuando oyó la voz de aquella mujer. Como temía, no le dio tiempo a salir corriendo de allí y poder ir a un lugar donde estuviera más resguardado. Pero para sorpresa de Gary, lejos de preguntarle sobre qué hacía allí o por qué estaba corriendo, le ofreció pan del que le daba a las palomas, con mucha tranquilidad. Esa serenidad que le transmitía la mujer dejó alelado por unos segundos al joven, segundos en los que asimilaba sus palabras y el perro que la acompañaba se acercaba a él. A las aves les dio tiempo a volver a su sitio. Gary iba a acercarse unos pasos, pero se frenó cuando tuvo al animal a pocos centímetros. Siempre había sido algo reacio con los animales, sobre todo con los perros, que siempre le ladraban cuando saltaba muros o se metía en jardines o casas ajenas. En un principio se retiró un poco para que no se acercara más aquél animalucho, pero escuchando a esa misteriosa mujer y luego observando la actitud del perro que movía la cola como si fuera verdad que Gary le cayó bien, decidió acercar con cautela la mano, hasta llegar a acariciarlo con sutileza y algo de desconfianza, aún. Después alzó la mirada hacia ella, que seguía sentada. Se le hacía gracioso verla con patines, nunca había visto a alguien de su edad haciendo un ejercicio semejante, ¡Ni siquiera en bicicleta!

- Supongo que no… - murmuró respondiendo a la pregunta de la mujer de la cual aún desconocía muchas cosas, decidiendo dar unos pasos, esquivando las palomas para no hacer más revuelo. El perro seguramente aún le seguía, Gary no le quitaba el ojo de encima. Había algo extraño, un aura alrededor de ella, y no sólo por las reflexiones sobre la igualdad entre palomas y seres humanos, si no por las miradas que echaba al cielo, y su estilo… Nunca había visto a alguien igual por el pueblo. ¿Sería otra oportunidad para conseguir robar algo aquél día? Tampoco era demasiado divertido quitarle cosas a dos abuelos en un solo día, era como jugar con ventaja, pero bueno… Lo importante era conseguir cosas, fuera de la manera que fuera. Si tenía la ocasión, lo haría y no desaprovecharía el momento. - Es que ellas son animales… - dijo frunciendo el ceño como si no estuviera seguro de lo que estaba diciendo - No sé, tampoco les importará demasiado que sea pan seco o tierno, ¿no? Además de ser feas y demás, y te cagan encima – en ese momento dio una patada al aire que hizo que varias palomas se fueran volando, para volver al poco rato. Decidió tomar asiento al lado de esa mujer, sin dejar de mirarla con curiosidad. Cogió un poco del pan que le ofreció con toda confianza, como de costumbre sin dar las gracias, fijándose sobre todo en su rostro. Había algo que no encajaba; ¿Por qué parecía tener la vista perdida en contados momentos? ¿Le gustaba mirar el paisaje reflexionando, o simplemente no le gustaba mirar directamente a los ojos? En tal caso mejor, sería más fácil meterle mano en el bolsillo o en la mochila que allí andaba apoyada muy tentativa.

- ¿Ah sí? ¿Le gusta patinar? Yo alguna vez he patinado, pero rompí los patines y no puedo comprarme otros, de momento… - confesó, eso le servía para entretener a la mujer mientras con disimulo se acercaba a su mochila, indicando al perro a que se apartara con un gesto de mano mientras abría la cremallera con cuidado. Seguiría entreteniéndola con palabrería - Qué curioso que una viej… que alguien de su edad haga este tipo de ejercicio. – intentó corregir con cautela para no hacerla enfadar u ofenderla. Pero eso sólo eran en situaciones puntuales como aquellas en las que intentaba hurtar usando la amabilidad, ya que Gary tenía la lengua muy larga y le daba igual usar palabras que podían ser ofensivas. - ¿Crees que le caigo bien? Nunca me he llevado bien con los perros… Igual si ladra es por eso, todos me ladran… - la advirtió para cubrirse las espaldas por si ese perro se ponía a ladrar por los intentos de hurto de Gary hacia su dueña. ¡Já! Ese perro no iba a quitarle lo que podía ser suyo…

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Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Mar Oct 02, 2012 11:35 pm

Noté cómo aquella persona se comenzaba a acercar a mi a paso lento, pero de pronto se paraba. Los pasos de Sandy me hicieron ver lo que quizás no veía y estaba pasando. Sandy se había acercado a él pero él se había frenado, quizás por miedo, para acariciarla o para algo así, pero en ese momento pude oir un leve aullido de Sandy que me indicaba lo que tanto le gustaba, que la acariciasen. Era su manera de pedirlo, yo no la veía y estaba acostumbrad a pedir las cosas con el tacto o con sonidos. -Puedes acariciarla no hace nada. Dije notando cómo Sandy respiraba con menos excitación, de una manera más calmada lo que me indicaba que aquella persona la estaba acariciando.

Me alegró oir la voz de aquel joven muchacho, sonreí haciendo rodar mis patines un poco. Sandy se tumbó a mis pies, apoyó su cabeza en mi patín mientras que el resto del cuerpo lo extendía hacia aquel muchaco. -¿Y por que sean animales tienen que comerse nuestras sobras? Pregunté girando mi cara hacia el joven muchacho con una dulce sonrisa. -Te aseguro que si a Sandy le das las sobras de la comida o pan duro dejará la comida ahí. Me reí porque era imposible darle algo que no fueran expresamente para ella. Evidentemente de lo que más se alimentaba era de pienso, pero a veces le daba de mi comida. -No son feas, y tendrán que hacer sus cosas como todo el mundo, no tienen lavabo y no pueden pensar si lo hacen encima de alguien o no... Dije disculpando a las pobres palomas. Oí el revoloteo de las palomas y no pude evitar reirme un poco. Noté como se sentaba a mi lado y cogía un trozo de pan. Me había caído bien aquel jovenzuelo.

-¿Bromeas? Me encanta, es genial sentir el viento en la cara. Lo de que no tuviera patines me puso algo triste, no me gustaba que la gente no tuviera cosas que quería o le gustaban. -¿Qué pie tienes? Pregunté con curiosidad sin decir nada más, tenía una idea y la llevaría a cabo. Sandy levantó la cabeza y se puso de pie, en ese momento pude notar cómo el ruido de la cremallera indicaba que estaban abriendo mi mochila. No dije nada, Sandy solía ponerse a alerta pero si le hacía un gesto solía quedarse tranquila por lo que lo hice. Era un gesto disimulado, así que me rasqué la cabeza. Segundos después Sandy volvía a tumbarse. -Joven, las arrugas son simplemente la muestra del tiempo que has vivido no de la edad que sientes que tienes. Me encogí de hombros mientras sonreía. No pude evitar sonreir más cuando dijo aquello, él se pensaba que me intentaba engañar. ¡Menudo pillo! Ahora me caía mejor, pero yo me guardaba un truco bajo la manga. -¿A que mola mi mochila? Pregunté divertida intentando no reirme, quería que pareciera todo una simple curiosidad. -Podrías pasarmela porfa. Quiero enseñarte algo. Dije sonriendo aún, aguantando lo que podía. -No tiene mucho valor, pero... quizás te guste. Me encogí de hombros, yo también había sido una pilla como él, por eso me caía bien.
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Mensaje por Gary B. Roland Vie Oct 12, 2012 1:15 am

Escuchó las palabras de aquella mujer, sin cesar en sus intentos por abrir completamente la mochila sin que ella lo notase. ¿Se estaba dando cuenta de que acababa de toparse con una hippie de esas? ¿Por qué parecía importarle tanto los animales? Gary ni tenía tiempo de pensar en ellos, en su casa con su padre y él ya eran suficientes, el dinero no llegaba para más y mucho menos se imaginaba dándole comida de la buena a los bichejos, éstos podían espabilarse solos. Pero bueno, suponía que cualquier ser que se topara con la mujer sería un privilegiado, porque parecía tratarlos muy bien.

- Los perros son demasiado listos, siempre desean lo mejor... Y al mismo tiempo son animales raros, pues ni siquiera son capaces de sobrevivir solos o siendo salvajes, la mayoría no aguantan demasiado tiempo – contestó frunciendo el ceño y sin dejar de observar la mochila. – Bueno, quizás para usted no son feas... Pero tontas sí que lo son un rato. Lo mejor de todo es asustar con ellas a las personas, sobretodo chicas, que dicen que parecen ratas aladas y salen huyendo cagadas en cuanto les acercas una paloma de esas – dijo soltando unas carcajadas recordando alguna vez que había hecho eso en el patio de la escuela, con las niñas tontas corriendo como alma que lleva al diablo y chillando, suplicando a Gary que no les acercara el bicho alado. Tenía cierta maña para atraparlas, aunque admitía que muchos eran los intentos frustrados y más de una vez se comió el suelo intentando coger una con las manos.

A medida que ésta iba hablando, se daba cuenta que se había topado con una “vieja” bastante peculiar. Que si patinaba, que si su actitud era de una joven de veinte años, que si no le miraba directamente a los ojos en ningún momento... De hecho se le antojaba como si ya la hubiera conocido antes, o como si le recordara a alguien.

-Treinta y ocho – respondió a su pregunta sobre la medida del pie, seguramente ésta no apreciaría el ceño que cada vez se le iba frunciendo más, ralentizando sus intenciones de robarle. Igual lo mejor era hurtarle lo que tuviera que hurtarle de una buena vez y salir pitado de ahí. ¿Y si no estaba bien de la cogota? No es que le diera miedo, en absoluto, pero tenía un perro a su cargo y no tenía ganas de probar un mordisco de éste, aún no sabía de qué podía ser capaz, aunque pareciera una perra bastante tranquila. Ahí andaba, tumbada en el suelo y sin parecer inmutarse a pesar de estar cerca de las pertenencias de su ama e incluso tocándolas como si fueran conocidos de toda la vida. - ¿Por qué lo pregunta?... – dijo extrañado.

Dio un bote cuando la mujer se refirió a su mochila. Bien, ¿Y con qué cara se supone que tenía que mirarla Gary ahora? Se había dado cuenta de su intento de robo, estaba seguro... O igual sólo fue casualidad que se refiriera a ella. El joven se quedó mudo, pensando qué responder hasta que al fin decidió que lo mejor era abrir la boca, no era plan de tener dos denuncias en un mismo día.

- Sí, la verdad es que es... Bastante molona – titubeó a la hora de responderle. La verdad es que para alguien de su edad sí que era una mochila bastante aceptable, lo normal era que llevaran un bolso o el saco de la compra con las verduras dentro. La observó atentamente cuando ésta le pidió que se la pasara, y así hizo. Pero en esta ocasión, Gary tenía los ojos bien clavados en la mujer, casi ni prestaba atención al resto y eso era bien raro en él. También pensaba en si quizás aquello era una trampa para cazarlo de alguna manera, pero Gary era un joven que con un poco de pataleo podía deshacerse incluso de los enemigos temidos como los chicos callejeros con los que a veces se topaba en Storybrooke. Sería todavía más fácil librarse de esa vieja si a ésta se le ocurría hacerle algo. Pero entonces fue cuando se dio cuenta, ¡Al fin se dio cuenta! ¿Cómo no había caído antes? Incluso abrió sutilmente la boca por la sorpresa.

- ¡Usted es ciega! – exclamó sin importar si eso podía ofenderla, no solía tener en cuenta ese tipo de detalles - Pero entonces... Entonces... ¿Cómo ha sabido que yo...? – no, no podía ser tan tonto como para confesar que le estaba robando, así que dejó la pregunta a medio hacer. Pero lo cierto es que le parecía increíble, con lo cauto que había intentado ser y ella... Estaba seguro que se había dado cuenta; no sabía cómo, pero se había dado cuenta. Gary miraba con curiosidad la mochila al alegar que quería enseñarle algo, pero no podía evitar mirar de vez en cuando hacia el suelo. ¿Por qué se sentía un poco mal después de haber intentado abrirle la mochila? Si al fin y al cabo había robado a unos cuantos viejos hasta la fecha y nunca se había arrepentido.
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Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Miér Oct 17, 2012 9:39 pm

No pude evitar reirme dulcemente ante el comentario sobre los perros de aquel jovencito que tenía a mi lado. Con la mirada al frente contesté manteniendo una sonrisa igual de dulce en mi rostro. -Por eso son domésticos, además para perros salvajes ya están los lobos, todo en la naturaleza está pensado, todo es como debe ser. Me encogí de hombros, aunque el ser humano se empeñase en cambiar todo a su antojo cosa que me enfadaba bastante y yo no era de las que se enfadaban con rapidez, pero que jugaran de aquella manera con la Madre Naturaleza era impensable, abominable a mi parecer. -¿Tontas? Bueno, yo no diría tanto jovencito, si fueran tan tontas no saldrían volando cuando alguien les lanza una patada, o pasa corriendo a su lado. Todo el mundo piensa que es por que se asustan, pero nada que ver, es para que no les hagan daño. ¿O acaso tu no corres cuando hay algún peligro? Dije con suavidad mientras giraba mi cara hacia dónde provenía la voz del muchacho. -¿Ratas aladas? Eso es ilógico, si son pájaros, como iban a ser ratas aladas... ¿Tu les ves cola de rata? Ay, la gente es tan incomprensiva... Suspiré con cierto halo de tristeza en mi voz, cosa que repuse rápidamente -¿Así que te gusta asustar a las niñas? Me reí pensando en mis tiempos mozos cuando yo asustaba a los niños porque pensaba que eran tontos. Era como si algunos patrones no cambiaran nunca.

-Um... demasiado grande... Torcí mis morros, ¿y si le compraba unos? Ahora que sabía el número de pie quizás podría hacerlo. Sí, decidido lo haría. -Porque te iba a dar unos patines que tengo en casa, pero no te estarán bien. No le dije nada más acerca de mis intenciones, quería que fuera una sorpresa para él, la próxima vez que nos vieramos. Así también tendría un compañero con el que patinar y divertirme un rato.

Pude notar el bote que dio a mi lado, pero me mantuve algo seria, riendome por dentro. El chico se quedó callado, demasiado rato, tenía que aprender a mentir sobre la marcha sin que se notase tanto... -Ya lo creo. Dije sin más mientras volvía a sonreir alegremente. No pude evitar carcajearme en cuanto le oí hablar sin tapujos, me encantaba la espontaneidad de los jovencitos como él. No me ofendía nada en absoluto porque era la verdad. -Claro chico, no tengo la mirada perdida porque esté loca Me reí nuevamente y entonces al escucharle de nuevo giré mi cabeza como si le mirara. Tenía la mochila encima mientras la abría le sonreía. -¿Que como he podido saber que la estabas abriendo? Porque verás... Dije abriendola lentamente como él estaba haciendo anterior mente. -¿Escuchas el ruido? Con el jaleo que había si no tenías el oído muy desarrollado no se oía muy bien. -Soy ciega pero no sorda. Volví a sonreirle. Abrí del todo la mochila y rebusqué en ella lo que quería enseñarle. Saqué varios colgantes de gemas, cada una correspondiente a un signo zodiacal. -Dime chico, ¿qué signo eres? Le pregunté sin más, la verdad es que no me importaba que me hubiera abierto la mochila, quizás sus intenciones fueran robarme, pero tampoco era quién para juzgarle, no sabía el motivo por el que lo hacía. -¿Me vas a contar por qué querías robarme? Le pregunte con amabilidad.
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Mensaje por Gary B. Roland Miér Oct 31, 2012 8:55 am

- Sí, es que algunas son demasiado tontas, hace gracia ver como chillan y corren con cualquier tontería, como cuando les pongo una araña en el cajón del pupitre. Ahí sí que directamente mueren de histeria – comentó riendo con algo de maldad al recordar alguna de esas veces en las que lo había hecho. Eran pocas las ocasiones en las que Gary veía un bicho y no decidía usarlo para hacer maldades con él. Al joven le parecía un miedo bastante irracional, sólo había que saber cómo manejarlos, y fijarse en sus detalles como los colores que tenían, los ojos... Eran como aliens si los observabas con detenimiento.

No pudo más que encogerse un poco de hombros ante las explicaciones de la mujer, pues ya veía que no había manera de convencer a esa mujer, aunque tampoco era la intención de Gary intentar infundirle sus ideas, él simplemente ignoraba bastante el tema de los animales, pocas veces se llevaban bien, especialmente con los domésticos tales como perros o gatos.

Seguía observando meticulosamente a la mujer. Normalmente la miraría más con el rabillo del ojo, disimulando, pero aprovechando que la mujer podía ver poco o nada, no disimulaba demasiado en girar su cara hacia ella. No recordaba haber tenido abuela... Su padre y él estaban algo apartados de la familia, que al parecer vivían fuera de Storybrooke. ¿Sería algo parecido a eso, tener una?... Reflexionaba sobre la cuestión mientras la seguía mirando, cada vez más extrañado y sorprendido por lo que decía.

- ¿En serio? ¿Regalarme unos patines? ¿No me está vacilando? – pronunció incrédulo, sin acabar de creérselo. Es decir, estuvo a punto de robarle la mochila o lo que tuviera de valor dentro de ella, ¿Y le ofrecía unos patines? Que aunque estuvieran usados, para Gary era todo un regalazo. Los robos sobre ruedas eran los mejores. Igual y se había equivocado; Tal vez la mujer no tenía ni idea de que había intentado hurtarle. - Sepa que odio que me tomen el pelo. – pero a pesar de su cabreo, no podía evitar seguir sintiendo algo de culpabilidad por sus actos.

Sonrío un poco cuando comentó sobre la mirada perdida. Había dado de lleno en las sospechas de Gary sobre la locura en un primer momento, y parecía que no se lo tomaba a mal. Tenía bastante sentido del humor, algo que le faltaba al joven, precisamente. Hacían un dúo un tanto particular. Se podría decir que comenzaba a dejar de lado esas intenciones de robarle a la mujer; ahora sentía curiosidad, mucha curiosidad, empezaba a pensar que guardaba muchos secretos dentro de su ser, a parte de sus filosofías sobre la fauna y la naturaleza.

Atendió cuando le enseñó el truco de la cremallera, dando a entender que podía oír cuando la abrían. Gary frunció el ceño concentrándose; al principio le costaba bastante, hasta que al fin si prestaba la suficiente atención, algo podía oír.

- Em... Sí, lo puedo oír – mintió un poco, pues odiaba quedar mal ante los demás, el orgullo lo tenía por las nubes - Aunque reconozco que tiene buen oído... – desde luego, así que más valía que antes que robarle a ella, se centrara en otras señoras mayores. Miró las joyas que sacó de la mochila, pensando en la de pasta que podría haber sacado de eso si se lo hubiera hurtado, de hecho aún podía tener la oportunidad, pero algo le hizo quedarse quieto en el sitio. - Aries – respondió de forma escueta, pensando si quizás haría brujería con ellos o algo semejante. Dudaba mucho que un colgante de esos fuera a terminar en sus manos - ¿De dónde ha sacado estos collares? ¿No será usted alguna hechicera, bruja o vidente...? – preguntó de nuevo sin pelos en la lengua, nunca acabando de fiarse del todo, hasta que su voz tomó un tono algo más arrepentido ante la última pregunta de la mujer – Yo... – comenzó sin saber bien qué decir, pues no entraba dentro de sus costumbres pedir disculpas - Me parecía divertido... pero... – sí, realmente no tenía un motivo claro del por qué lo hacía, era como su entretenimiento, como su padre que gastaba horas en el casino como un ludópata. Su progenitor tenía ese vicio, y Gary el de robar. Simplemente quería conseguir algo más de lo que podían ofrecerle en casa. - Me gusta robar, sorprender a la gente, burlarme de los policías cuando éstos me persiguen... Oiga – se inclinó un poco hacia delante, como si lo que fuera a decir a continuación debiera quedarse entre los dos y nadie más pudiera saberlo - Si vienen unos policías por aquí... ¿Les dirá que me ha visto? – preguntó como si deseara un no por respuesta. Además, aprovechando el momento de cierta intimidad, preguntó - ¿Quién es usted?...
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Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Miér Oct 31, 2012 11:04 am

No pude evitar reirme a carcajadas ante lo que decía de las niñas, debía reconocer que cuando yo era una cría tenía el vago recuerdo de haber hecho algunas trastadas, cosas de críos. -Pues yo me acuerdo que me gustaba asustar a muchos niños. Solía buscar ratas de campo que son mucho más grandes y cuando iban a bañarse al lago y estaban a punto de salir, las dejaba en sus zapatillas. Tenías que ver las caras... Dije como si yo las hubiera visto alguna vez. No las había visto pero por los gritos que pegaban me las imaginaba. Tenía la manía de hablar como si tuviera visión, pero eran cosas que me salían solas porque las había adquirido cuando quería ser como todos.

El chico parecía dudoso de mi palabra por lo que fruncí el ceño girando mi cara hacia él como si le mirara. -Oye jovencito! Nunca he faltado a mi palabra. No te tomo el pelo, a mi también me da rabia que lo hagan. Aseguré mientras asentía una sola vez, de manera enérgica y decidida. -Los que tengo en casa no te irán, pero prometo comprarte unos, es genial patinar, así tendría un compañero de patinaje! Dije totalmente emocionada ante la idea de patinar con alguien ya que a veces se me hacía aburrido. -Sabes lo que hago? Le pongo un arnes a Sandy y ella tira de mi, buah, es genial! Tienes que probarlo! Exageré mis movimientos simplemente por el hecho de la emoción que me daba la sensación que tenía cuando patinaba con Sandy.

Tendí la mano hacia el lado del chico buscando su cabeza, con cuidado atiné con ella y le revolví el pelo, aunque podía ser que no le gustara. -Hombre, tengo que tener oído, ya que no veo ni tres en un burro. Volví a reirme mientras rebuscaba en el bolsillo las piedras. Cuando oí su signo empecé a palparlas todas hasta dar con la suya, he de decir que lo hice gracias a la pequea plaquita que marcaba que era aries. -Oh aquí está, el jaspe rojo. Lo desenredé de los demás colgantes, guardé el resto y ese se lo tendí a él. -Me gusta esta piedra. Para tí. Sonreí amablemente entregandosela. Volví a reir a carcajada limpia negando con la cabeza. -No te preguntaré si parezco una bruja porque sé que lo parezco Reí más suave calmandome un poco. -No, no soy bruja, solo soy una anciana que le gustan estas cosas. Me encogí de hombros, me gustaba que fuera así de sincero y directo.

La respuesta a mi pregunta fue cuanto menos enternecedora por un lado, pero sabía que no era ese el motivo real. Tenía buen oído y como no podía ver las emociones en el rostro me había acostumbrado a "verlos" en la voz. Algo pasaba, algo que se escapaba a mi conocimiento y que no quería preguntar por si dañaba al chico, así que hice ver que me creía que lo hiciera por diversión. -No seré yo quien te juzgue chico. Me encogí de hombros, todo el mundo decía que estaba mal robar, pero ¿y si aquel chico tuviera que hacerlo para comer? ¿Estaba mal? ¿No sería mucho peor que se muriera de hambre? Su tono volvió a cambiar, esta vez para soltar algo en confidencia. Me reí nuevamente, con cariño eso sí. -Jovencito... ¿Cómo les voy a decir que te he visto si no veo? Le guiñé un ojo dandole a entender que no diría nada, sería su cómplice. -Pero si alguna vez necesitas algo, aquí estoy, vale? Sonreí amablemente de nuevo. -¿Yo? Digamos que soy la abuela de Storybrook Me volví a reir. -Eso sí, no soy una abuela como las demás que solo hacen ganchillo, eso es para viejas momias. Yo soy de las que se lanzan en tirolina! Dije con pose orgullosa. -Me llamo Akeiyla, aunque para los amigos soy Ake. ¿Y tu jovencito? Pregunté curiosa por conocer el nombre del chico que me había caído en gracia.
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Mensaje por Gary B. Roland Miér Nov 14, 2012 4:52 am

Podía entender en cierta manera el por qué esa mujer sentía como empatía por los animales. Al parecer la mujer se había criado en el campo, o eso parecía al escuchar sus historias con los niños y la manera en lo que los asustaba. Decía que se bañaban en un lago... A saber de qué época sería. Ciertamente Gary se extrañó, no solía conocer chicas así que llevaran el mismo estilo de vida que él llevaba, por no decir que nunca las había conocido, hasta que esa mujer le contó sus historietas. ¿De verdad había sido así de joven? No podía creérselo.

- Pero eso las niñas no lo hacen – afirmó con total seguridad después de que la mujer se explicara con aires divertidos, como si estuviera recordando su infancia, pero Gary seguía sin creerlo - Normalmente siempre están cuchicheando sobre las compañeras, o tirándoles papelitos a los chicos, o comprando ropa, o... ¡Yo que sé! Cosas que soléis hacer las mujeres y niñas – añadió totalmente convencido, tanto, que incluso se podía apreciar un sutil tono de exigencia en su voz, como si lo que hubiera dicho aquella mujer fuera del todo erróneo. Aunque tenía que admitir que aquello de las ratas era una idea de lo más ingeniosa y Gary ahora se moría de ganas por probarlo.

Escuchó las palabras de la mujer con escepticismo, pero la energía con la que hablaba le transmitía algo de confianza. ¿Por qué tendría la necesidad de mentir? Sólo podía haber un motivo: beneficiarse de algo que pudiera ofrecerle Gary, tal vez compañía. La verdad es que era tentativo, pues, no sólo era algo tan sencillo como eso, sino que encima la mujer le había prometido comprar unos patines. Más valía que su padre no los viera si esa promesa se cumplía, o le obligaría a devolvérselos. Nunca podía evitar pensar en el “qué dirán” si lo veían con una mujer mayor al lado... ¿Parecería un idiota o blandengue?

- Suena interesante... ¿Vives sola con tu perra? – dedujo en el tiempo que habían estado conversando, ya que parecía que gozaba de la compañía del animal, a parte de la estrecha relación que al parecer mantenían, cosa que aún no cabía dentro de la limitada mente de Gary.

Observó expectante la mano con la que parecía que la mujer buscaba algo, pensando en qué sería lo que quería hacer, hasta que acabó revolviéndole el cabello. Gary arrugó la nariz ante tal gesto, pero no le dijo nada, igual que se quedó callado cuando bromeó diciendo que no veía ni tres en un burro. Parecía que Gary sólo se llegaba a reír de verdad cuando veía alguna clase de crueldad o injusticia, o incluso maldad. Pero aparte de eso, simplemente la mujer lo dejaba bastante asombrado a cada momento, como cuando le dio en mano el colgante.

- ¿Cada signo tiene una piedra? – preguntó con curiosidad, mirando la reluciente gema en la mano, más un símbolo grabado en ella que tendría que ver seguramente con el hecho de ser Aries, y gracias a ello, intuía, la mujer había podido reconocerlo del resto de colgantes de su mochila - ¿Y crees en todo esto? No sé, es raro... El horóscopo es como saber tu cumpleaños, todos sabemos el nuestro, pero nunca he llegado a pensar en que existe y todo esto, para mí que lo de las revistas y periódicos se lo inventan – dejó caer después de que la mujer negara ser una bruja y, por el contrario, asintiera al hecho de que creía en esa clase de “magia”. Desde luego sus vestimentas ya te hacían pensar que era una persona un poco misticista - ¿Es una piedra valiosa este... Jaspe Rojo? – preguntó con curiosidad. Sí, desde luego que era bastante incorrecto preguntar cosas semejantes cuando te acababan de regalar algo, casi dando a entender que perfectamente podía ir a venderlo. Pero el día ni la conversación había terminado aún, así que todo podía pasar, como mirar algo enternecido a la mujer. Conseguir aquello en Gary no era fácil, pero encontraba demasiada comprensión por parte de la mujer, y alguna clase de sabiduría que era capaz de transmitirle, su experiencia y más estando de alguna manera incapacitada. Eso, más su broma sobre los policías y que ella “no podía verlo” a la que Gary correspondió con una risa, hicieron que el joven acabara confiando un poco más en ella.

- Gracias... – musitó casi de forma inaudible, aunque ella ya le había demostrado hasta que punto podían llegar sus capacidades. Pocas veces le habían ofrecido ayuda, por no decir nadie... Bueno, casi nadie. El orgullo muchas veces le impedía seguir los consejos que le pudieran dar, pero ya decían que el río seguía su curso, ¿no?

Soltó unas carcajadas cuando dijo lo del ganchillo, como si de repente Gary se hubiera abierto más que hasta hacía unos minutos, en los cuales no confiaba ni un mísero porcentaje en aquella desconocida.

- Entonces eres una abuela guay – asintió - ¿Akeiyla? – pronunció con algo de dificultad, suponía que era cuestión de costumbre – Que nombre más extraño, es la primera vez que lo escucho. Yo soy Gary. Mi segundo nombre es muy feo, así que no lo diré, y mi apellido mucho menos – comentó, aunque lejos de ser por desconfianza, que en pequeña escala sí la tenía todavía, básicamente era por lo que había afirmado; ambos los odiaba, y le parecían feos. - A veces pienso que sería mejor no tener un nombre.
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Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Mar Dic 11, 2012 7:17 am

Me reí al oir que el chiquillo decía que las niñas no hacían eso. -Pero eso son las niñas de ahora que son unas debiluchas Negué con la cabeza riendome aún más. Muchas se criaban entre algodones lo que a mi parecer hacía que perdieran ese amor por la naturaleza, por divertirse y se centraban más en las típicas cosas que hacían las niñas descerebradas. Oh, no era malo, claro que no, pero eso les daba un espíritu más remilgado, aunque claro, eran otras épocas. En mi tiempo las niñas y los niños teníamos que trabajar y eso endurecía el espíritu. Claro que no pensaba que los niños tuvieran que trabajar, pero si estar más en contacto con el campo y ensuciarse más, experimentar lo divertido de la naturaleza y no todas esas tecnologías. -Por que no saben disfrutar de la naturaleza como se hacía antes. Me encogí de hombros. -En mi época si te rompías un pantalón tu madre te lo remendaba o si no lo llevabas roto hasta que pudieras comprarte otro. Comenté recordando como una vez llevé rota una falda por el culo durante medio año. -Pero te doy toda la razón, ahora las niñas hacen esas cosas, pero qué voy a decir yo, solo soy una pobre vieja y loca Me reí a carcajadas nuevamente. -Si quieres te cuento el secreto para cazar a una rata Sonreí direccionando mi cara hacia el muchacho.

Asentí ante su pregunta. -Sí, Sandy me hace mucha compañía. En cuanto la nombré la perra se acercó a mi subiendose a mis piernas por lo que llevé una mano a su cabeza para luego darle un trozo de pan y que se entretuviera comiendolo. -Buena chica. La verdad es que la tengo desde hace poco, pero hijo, entre que no veo un alma y que estoy sola, acabo hablando con las paredes... y me han comentado que eso no es muy bueno... Me reí dando una palmada porque me encantaba reirme, y que mi risa un tanto excéntrica inundara el lugar. Era divertido, me gustaba ser así de alocada.

Al entrgarle la piedra pude notar su curiosidad en la voz, lo que me alegró, no había nada mejor que un niño con curiosidad, cuando lograbas hacer que tuvieran aquella sensación conseguías toda su atención. -Sí, cada piedra te aporta algo, la tuya será tu amuleto, te protegerá. Y sabes un truco, por la noche debes meterla en un vaso de agua fría para que recargue energía. Aunque esto sonaba mucho más fantasioso de lo que parecía yo creía en el poder de las gemas, así que no me parecía tan raro. -Pero no es lo mismo el horóscopo que las piedras, el horóscopo es como el tiempo, nunca se sabe con exactitud, ¿A que los hombres del tiempo muchas veces se equivocan? Sin embargo, ¿has oído a alguien quejarse de los huesos y que diga que va a llover, y llueve? Las piedras son algo así, no se trata de una predicción, si no de la energía que te transmite, al igual que el mal tiempo a los huesos. Negué con la cabeza con cierta pesadumbre por chafar la ilusión del chico. -No te darán mucho por él si quieres venderlo, no es una piedra preciosa. Le dije sin tapujos, yo se lo había regalado, ahora era él el que podía hacer lo que quisiera con ella.

Sonreí amablemente haciendo que miraba al cielo. -No me des las gracias, no tienes por qué, pero es muy amable de tu parte. ¿Pero puedo saber por qué te buscan? Pregunté con curiosidad, no por saber lo que había hecho si no por el motivo que había detrás, el hecho de por qué se veía en aquella situación. Sonreí bajando la mirada nuevamente hacia el chico, aunque no le viese. -Eso intento, aunque los adultos me toman por loca... ¿Tu te crees? Bah, no saben divertirse, se han vuelto unos muermos todos! Me quejé mientras volvía más tarde a reirme porque oí cómo pronunciaba mi nombre con dificultad. -Llamame Ake, es más fácil y más corto. Reí con alegría nuevamente al escucharle hablar. -Mi madre que tenía un mal día Bromeé con diversión en mi voz mientras me rascaba una mejilla por que me picaba. -Bueno, no te preocupes, Gary está bien. ¿Cómo te gustaría llamarte? Le pregunté con curiosidad mientras me levantaba poniendole el arnés a Sandy. -¿Quieres chocolate? Me apetece comer pipas con chocolate ¿Lo has probado alguna vez? Le comenté divertida sabiendo que me diría que no, casi nadie había probado una mezcla tan excéntrica.
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Mensaje por Gary B. Roland Mar Ene 01, 2013 8:21 am

Nunca, en su corta vida, Gary hubiera imaginado jamás que una abuela -como consideraba él a aquella señora-, pudiera ser capaz de atraer su atención hasta el punto de no abrir la boca en más de un minuto y escuchar atentamente todo lo que decía. ¿Cómo podía ser que en cierta manera estuvieran de acuerdo en temas como el de las niñas? Desde luego Akeiyla había roto sus esquemas, la casilla en la que solía enmarcar a todas las mujeres mayores y lo aburridas que le podían parecer.

- A mí me gusta vagar cerca del bosque – afirmó. Realmente nadie le había preguntado, pero en ocasiones le gustaba decir las cosas por las que se sentía orgulloso, quizás porque de alguna manera sentía la necesidad de que los demás le aplaudieran, cosa que normalmente no solía suceder – Me subo a los árboles, y no me importa romperme los pantalones, por mucho que mi padre me diga, me da igual. Si fuera por él tendría que quedarme en casa haciendo deberes y estudiando, mientras él... – se sinceró con un tono que dejaba entrever la frustración o incluso rabia, aunque no llegó a terminar la frase. No iba a decir que su progenitor se pasaba las tardes y parte de la noche jugando al casino o lo que fuera que hiciera, ¿verdad? Dentro de lo que cabía, debía mantener una reputación, aunque no la tuviera. – No te creas que no sé cazar ratas, ¡Ni que fuera la primera vez que lo hago!... Pero bueno, puedo escuchar... – nah, realmente exageraba, pero no era novedad que su orgullo estaba por las nubes. De verdad tenía curiosidad por saber cómo lo hacía ella en sus tiempos.

La observó y se preguntó si aquella ceguera influiría en el hecho de que pareciera una mujer diferente, especial en comparación al resto ¿O tal vez hubiera sido igual teniendo visión? Decían que aquella clase de discapacidades, tarde o temprano, solían cambiar a las personas. Le surgió la pregunta si aquella mujer habría nacido ciega o le habría sucedido algo en la vida y fue algo gradual.

Miró a la perra en cuanto se hizo referencia a ella. Parecía bastante mansa e inofensiva, aunque muchos podían llegar a sorprender si veían a su amo en peligro. Se vio un poco contagiado por la risa de la mujer, y no era para menos con el humor con el que se tomaba los asuntos que para la mayoría de gente sería preocupante.

- Bueno, estar solo tampoco es tan malo, a mí me gusta, puedes hacer lo que te dé la gana, sin que nadie te mande ni te regañe y bah... – comentó con despreocupación moviendo incluso un poco los pies enérgicamente. – Pero sí, hablar con las paredes es algo que suelen hacer los locos.

No iba a negarlo; pensar que Akeiyla estaba loca era una de las cosas que a Gary se le había pasado por la cabeza más de una vez desde que habían empezado la conversación. Era una de las escasas veces en las que alguien había conseguido retenerlo más de cinco minutos y había logrado captar su interés.

- ¡Qué chorrada! – exclamó al oír lo de la piedra y cómo debía conservarla en agua para que le trajera más suerte. A pesar de su aparente incredulidad, observaba la gema con mucha curiosidad, la cual yacía en su mano, de un color bastante peculiar y llamativo. Después de todo tenía dudas en su interior. Akeiyla parecía creer firmemente en lo que le explicaba, sobre la energía que podían llegar a transmitir aquellas piedras. ¿Estaba loca, o de verdad podían tener alguna clase de poder? Pero claro, él siempre debía mostrar estar por encima de los demás y parecer el más listo y coherente, a veces consiguiendo justo lo contrario de lo que pretendía, ya que la prepotencia se veía muy marcada en su tono de voz.

Increíble, pero una vez más, la mujer había deducido bien: la idea de que Gary pudiera vender aquél colgante. No iba a negar que se decepcionó un poco, pero tampoco tenía tan clara esa idea. Sus ojos no se despegaban de la mística gema, la cual atrapó entre sus dedos, y tras abrir de nuevo la mano y tomar la decisión, se llevó el colgante al cuello y se lo colgó. Que la mujer no pudiera ver le daba una cierta ventaja y no llegaba a avergonzarse sobre sus momentos de reflexión, cosa que seguramente cambiaría si Akeiyla gozara de vista. Aún así no era nadie a menospreciar, por lo pronto había intuido muchas cosas que había hecho o incluso pensado Gary.

Al tiempo que la mujer alzaba el rostro hacia el cielo, el joven bajó la mirada al suelo por la pregunta que le acababa de hacer. Se preguntaba el cómo debía sentirse cuando se estaba ciego; ¿Lo vería todo negro? ¿Percibiría los rayos de sol o la luminosidad al alzar la vista al cielo? ¿Lo vería todo blanco?... Era extraño.

- Ehm... – comenzó dubitativo, hasta que finalmente, se decidió – Le robé la cartera a un viejo en la calle. Un tío me estuvo persiguiendo durante un tramo, pero logré ser más rápido que él – le costaba evitar ese orgullo que siempre quería mostrar, aunque hablara en un tono como si estuviera algo arrepentido o, por el contrario, le preocuparan las consecuencias, cosa que pocas veces solía pasar. Tal vez aquella charla con Akeiyla le había hecho recapacitar – Y posiblemente me estén buscando por el pueblo.

También eran raras las veces en que explicaba lo que había hecho, ni siquiera lo hacía en comisaría cuando los policías lo exigían, pero la mujer le transmitía la suficiente confianza como para hacerlo y, de alguna manera, desahogarse. Tenía la sensación de que no iba a traicionarlo, y además era dinámica y divertida, logrando poder sonsacarle una sonrisa a Gary después de aquella confesión.

- La verdad es que sí, los abuelos son unos muermos... Bueno, no todos – sonrió haciendo clara referencia a ella. – Te llamaré Ake entonces – decidió tras sacar unas risas por la referencia a su madre. Nunca antes le había oído hablar así a alguien, pero eso la hacía especial, molaba hablar con una persona que no fuera tan susceptible y que pudiera entender las bromas. – Curiosa tu madre, en vez de soltar palabrotas decide poner nombres raros a sus hijos – carcajeó.

- La verdad es que no he pensado nunca en ello – respondió reflexionando sobre los nombres que le gustaría tener o le parecían guays, pero no acababa de caer en ninguno. – Tal vez... ¿Jack? – frunció el ceño. Podía ser un nombre común, pero siempre le había parecido molón, como muy callejero - ¿Tú que nombre me pondrías? – preguntó con curiosidad – A pesar de todo, te queda bien el nombre. Tienes cara de tener un nombre raro, como de bruja – expresó sin tapujos mientras se levantaba también, dispuesto a seguir a Akeiyla – No he probado nunca pipas con chocolate, ¿Seguro que sabe bien eso? – preguntó dejando entrever su duda y frunciendo el ceño. Se quedó reflexivo hasta que decidió hacerle una pregunta que le rondaba en la cabeza desde hacía un buen rato, dispuesto a empezar con el paseo y esperando no ser interrumpido por agentes y tener que volver a echar a correr – Y... ¿Ya naciste así? Quiero decir, ciega... – preguntó con curiosidad aunque con precaución.
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Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Vie Ene 04, 2013 2:22 am

Aquel chiquillo me enternecía, pese a aquella aura de niño duro, fuerte y rudo se encontraba un chiquillo desconfiado y temeroso. Mi percepción era esa, tenía la certeza de que la mayoría de gente que se mostraba de aquella manera fría y distante es por que en el pasado, o en la actualidad habían sufrido de tal modo que habían puesto una coraza tan fuerte como las murallas de los palacios de cuentos de hadas. Eran duras pero no inexpugnables, y por eso aquel jovencito me había llegado tan rápido, por que una persona mayor podía defenderse con todo, pero un niño, por más espavilado que fuera seguía siendo un niño.

-El bosque es tan fantástico, es un lugar tranquilo, lleno de paz a la vez que puede ser un lugar lúgubre y tenebroso. Ambas caras en una misma moneda. Es como cada uno de nosotros, todos tenemos una doble cara. Aunque algunos tenían más de una, y no por ello debíamos desconfiar, puesto que una cara podía ser la amable y otra la defensiva cuando te molestaban. Todos éramos humanos, todos teníamos sentimientos y todos éramos vulnerables. -Me alegra que te guste el bosque, no hay nada mejor que estar en conexión con la naturaleza. Aseguré con una sonrisa en mi rostro, la que mantenía casi toda la charla con aquel joven. Reí fervientemente al saber que se subía a los árboles sin temor alguno. -Yo también me subo Comenté con total certeza. Noté en su voz la frustración y rabia que sentía. -Aunque tu padre no sea lo mejor del mundo, tiene razón en una cosa. Los estudios son muy importantes, ya sé que es un rollo y no es lo más divertido del mundo, pero creeme que a veces puedes descubrir cosas muy interesantes que te pueden ser útiles. El saber es poder querido. Le comenté con tranquilidad mientras dirigía mi cara hacia él poniendome unas gafas de sol que llevaba en la mochila puesto que muchas veces odiaba que me miraran a los ojos. Simplemente por el hecho de que no podía devolver aquella mirada. Como ya dije, todos somos vulnerables. -Es tan sencillo como acostumbrarlas a comer cada día sin que les pase nada sin activar la trampa pero con ella montada. Mira, por ejemplo, coges una papelera lisa, pones el cebo y un hilo en medio. Preparas una rampa en el lateral para que suba y listo. Dejas que coma varios días, para que se acostumbre, luego el día que quieras capturarla pones aceite en la papelera y el hilo para que resbale y caiga. Y ya es tuya, pero eso sí, nada de hacerle daño. Comenté sonriendo, no me gustaba hacer daño a los animales y cuando solía hacer aquellas trampas siempre dejaba al final a la rata libre.

Subí mis gafas de sol con un dedo riendome por lo anterior contado, tenía una risa divertida y contagiosa. Desde luego que aquel chico me estaba alegrando el día de una manera que no pensaba que me iba a pasar. Y me hacía pensar que no tenía familia, que nunca había tenido hijos y tampoco tendría nietos, que me encantaba la risa de los niños y que ahora me arrepentía de no haber tenido descendencia. Pero por otro lado me alegraba por que ¿Quién iba a aguantar a esta vieja y loca ciega?

-Sí, pero cuando ya has hecho todo lo que te da la gana se vuelve aburrido. Aunque he de reconocer que ponerme a patinar en la tienda mientras bailo y limpio a ritmo de hard rock tiene su parte divertida. Dije sin parar de reir recordando el día que había venido August a verme a la tienda y a por algo para su resfriado. -Eeeeh! No me ofendas! Le solté de golpe mirandole con una sonrisa. -Yo estoy loca y no hablo con las paredes! Volví a reir enérgicamente mientras no dejaba de moverme en el banco producto de la risa.

Alcé el dedo índice y lo meneé como si fuera un aviso. -Chico... hazme caso, sé de lo que hablo, yo he llevado siempre conmigo mi piedra y nunca me ha pasado nada malo. Alcé una ceja usando un tono de voz misterioso incluso tanto como si fuera una loca hechicera de una tribu africana de esas que llevan un plato en los labios o cosas raras. ¡Lo que se deben ahorrar en vajilla! Vamos que cuando una de las hijas se casa puedes eliminar la vajilla del ajuar.

El silencio inundó el ambiente, exceptuando el ruido de los demás, pero el chico se quedó callado, incluso yo misma por muy sorprendente que fuera me había quedado callada, pensativa sintiendo la luz caer sobre mi cara. La sentía sobre mi piel y aquello me hizo preguntarme qué color tendría la vida. Mi piel, mis ojos, sabía que era afroamericana por el tacto de mi pelo y por que la gente me lo había dicho, pero si no podría haberme imaginado toda la vida que tenía la piel rosa y me hubiera quedado tan tranquila. Sin embargo muchas otras no quería ver nada, me había montado mi propio mundo en la cabeza como para ahora abrir los ojos un día y ver lo que realmente era, podría llevarme una decepción.

Bajé mi rostro hacia el chico mostrando la sonrisa. -Oh, seguro que ese viejo lo merecía. No eran las palabras que una mujer adulta y responsable debía decirle a un chiquillo, pero yo ni quería ser adulta ni quería ser responsable con según qué cosas. -Mira, hay mucha gente que tiene dinero y ni si quiera es capaz de darle unas monedas a un pobre que mendiga en la calle. Y no tienen el menor de los remordimientos. La gente es insensible y de vez en cuando está bien darles ese castigo. Se creen intocables por tener dinero. Arg... Dejé ese último quejido con rabia porque gracias a muchos de esos ricos los humanos destruían la naturaleza para avanzar en lo que ellos llamaban progreso sin darse cuenta de que los verdaderos Neanthertales eran ellos. -Si quieres te muestro un escondite en el bosque que va de perlas. Suelo ir a meditar mucho. Dije sonriendo tendiendole mi ayuda una vez más.

-Todo el día medicandose y comiendo plátano porque su pobre dentadura no dá para más Dije emulando la voz de un abuelo, temblorosa y frágil. -Mira que dientes! Le sonreí de oreja a oreja mostrandole mis blancos dientes bien cuidados. -Y todos míos. Comenté orgullosa. -Uuuuuy, si las soltaba... cuando alguna vecina la enfadaba le hacía un traje nuevo. Mis carcajadas empezaron a resonar por el lugar de nuevo. -Mira, me acuerdo una vez cuando la hija de la vecina y yo estábamos a un día de hacer la comunión, la tonta del bote me empezó a enfadar, la cogí del pelo y me llevé un mechón dejandole calva de esa zona. Me reí con ganas, no es que fuera agresiva pero de pequeña era como un toro bravo. -La madre vino a quejarse de que lo que le había hecho, y como mi madre no la soportaba cuando cerró la puerta me dijo que había hecho muy bien. Mi madre era toda una sargento. Dije con cariño, porque realmente se lo tenía.

Torcí mis labios pensativa al oirle sonriendo al final cuando dijo Jack. -¿Te parece si usamos nombres en clave? Yo te llamo Jack y tu me llamas AK2 No sabía ni de dónde había sacado ese pseudónimo pero me pareció divertido. -Jack mola, me gusta, suena muy bien. De verdad que con aquel chiquillo las risas no se podían hacer esperar. Me encantaba. -¿Tengo pinta de bruja? Le pregunté divertida con una sonrisa en mi rostro de manera dulce. -Nunca me he visto al espejo así que no sé que aspecto tengo Me encogí con simpleza sin darle importancia a eso. -¿Qué no has probado las pipas con chocolate?! Exclamé como si fuese algo increíble. -Ay, ay, ay... eso no puede ser. Es una tradición mía. Saben de escándalo! Aseguré con tal certeza que parecía una verdad universal. -Ciega y loca, de nacimiento, quizás por eso mi madre me puso ese nombre, por que es un nombre de loca Reí con fuerza mientras Sandy tiraba un poco de mi mostrandome el camino a seguir. -¿Puedo preguntar por qué tu padre no está contigo? Quizás no había sido la mayor pregunta hecha con el mejor tacto, pero ya que estabamos de confesiones me sentí con la libertad de preguntar.
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Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary Empty Re: Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary

Mensaje por Gary B. Roland Mar Ene 22, 2013 12:29 pm

Off: Buenísimo el post, me reí mucho con lo de las negras y la vajilla y con lo de estar loca, todo sea dicho xDD

Bueno, ya le había costado imaginarse a aquella mujer haciendo patinaje con la ayuda de su perra, pero… Eso ya debía ser una tomadura de pelo ¿Akeiyla? ¿A su edad? ¿Subiéndose a los árboles? Por no decir con su estado de ceguera.

- Estás de broma – afirmó dejando entrever algo de su duda y sorpresa en la voz. Empezaba a creer que quizás iba en serio, no sería la primera vez en esa conversación que la mujer negra lo dejaba con los ojos más abiertos que un plato. Conexión con la naturaleza… Bueno, no es que Gary tuviera un gran espíritu ni sentimiento como para ponerle o prestarle atención a esos temas como hacían los hippies, pero… Tal vez era el momento de descubrir nuevas cosas y formas de ver la vida. – Doble cara… Nunca he creído tener doble cara – dijo con el ceño fruncido, tratando de recordar. Era cierto que muchas veces se hacía el fuerte, sólo para que los otros no le perdieran el respeto. ¿Sería a eso a lo que se refería Akeilya? Aquello no lo iba a admitir con tanta facilidad - ¿Y por qué te subes a los árboles, si no ves nada? – preguntó extrañado y con curiosidad. Sentir la naturaleza, seguro que tendría algo que ver con eso, pero Gary no acababa de caer en la cuenta. Él se subía muchas veces para tener buenas vistas, sentirse alto, poderoso, con todo controlado desde ahí arriba… Aunque ahora que lo pensaba, siempre terminaba allí, era como si algo lo atrajera una y otra vez hasta esos lares, donde incluso, en más de alguna ocasión, había guardado cosas o las había enterrado, por no fiarse de guardarlas en casa y que su padre las encontrara. - ¿Tú tienes doble cara? – preguntó bajando un poco el tono de voz, mostrando su confidencialidad, pues tenía constancia de que no era algo que la gente soliera ir respondiendo así como así, pero tenía la intuición de que Akeilya le saciaría la curiosidad. Así de paso sabría un poco más de la persona con la que estaba conversando.

Escuchó a la mujer cuando habló de los estudios y la importancia que podía cobrar en la vida de uno. Saber era poder… No era algo ilógico, a decir verdad, pero… Por mucho que quisiera, siempre acababa aburriéndose en las clases.

- ¡Ya ves tú! ¡En lo que me va a servir a mí estudiar a los Romanos y sus formas de batallar! O los vaqueros del antiguo oeste… - comentó mirando el suelo con el ceño fruncido, pero alzó la vista al percibir como la mujer se llevaba unas gafas de sol a los ojos. - ¿Te molesta el sol? – preguntó extrañado, pues no estaba seguro aún de la razón por la que había hecho eso, pero tampoco creía que fuera un gesto al que darle demasiada importancia.

- Probaré de hacer eso la próxima vez – asintió, pareciéndole meramente interesante la manera en que Akeilya cazaba aquellos roedores. Era un método lento, pero seguro – Hasta ahora siempre había probado cazarlas corriendo detrás de ellas o acercándome con cuidado. Dicen que si te muerden pueden transmitirte enfermedades y demás, pero reconozco que alguna vez me mordieron y no me ha pasado nada – se encogió de hombros, a pesar de que seguramente la mujer no podría percibirlo. Seguramente era debido a que se trataban de rodeadores salvajes y de bosque, con una manera de alimentarse muy distinta a como lo hacían las que estaban entre la basura de la ciudad. – Supongo que sabías que habías capturado una rata con la trampa mediante el sonido, ¿verdad? – dedujo con suspicacia.

Si pudo haberse reído por un momento al imaginarse a aquella viejuna mujer limpiando su tienda llena de artilugios extraños como piedras coloridas e incienso con música rock sonando en la radio, (una de las imágenes más bizarras que le había venido a la mente en años), al segundo siguiente tuvo prácticamente que tragarse esa misma sonrisa cuando Akeilya se giró hacia él muy seria mientras le decía que no le ofendiera, hasta que soltó una de esas bromas que le hizo reír de nuevo al unísono con ella. Por mucho que sus pupilas no atinaran, aquellos ojos daban mucho más miedo que otros que había visto y que veían con normalidad. No los había observado directamente, pero sí podía vislumbrarlos sutilmente tras los oscuros cristales de sus gafas, tenían algo especial que no había visto antes. Y sí, eran capaces de asustarlo… ¡Pero sólo un poco!...

- Entonces eres una loca rara – matizó con una risa más calmada - ¿Vendes cosas en tu tienda como el colgante que me has dado? ¿No venderás bolas de cristal y esas cosas también, no? – sí, no había manera de quitarse esa idea de la cabeza de que la brujería acompañaba a aquella mujer, por alguna extraña razón era la primera impresión que se había llevado de ella y era la que se iba a quedar. Tampoco es que la forma en la que le hablaba Akeilya ayudara a eliminar esa imagen que tenía, sólo con escuchar cómo le hablaba sobre el amuleto y el cómo a ella no le había sucedido nada malo mientras lo llevaba puesto. En efecto, a Gary se le habían puesto los pelos de punta con sólo oír su misteriosa voz. – Vale… Lo llevaré puesto… Pero sólo por un tiempo, ¿eh? – dejó claro, aunque seguramente no cumpliría esas palabras y se lo dejaría puesto más tiempo. Al fin de cuentas, había sido un encuentro muy poco común.

Pero, realmente, no creía que se hubiera llevado más sorpresa en ese mismo encuentro, que el momento en que oyó las palabras de la mujer, con las que parecía darle la razón a Gary por el robo a un viejo. Abrió los ojos como platos, incrédulo, y en silencio escuchó las palabras de Akeilya. Creía recordar que era la única que lo apoyaba, que en cierta manera lo comprendía, ¿O sería todo un papel? La sinceridad que se plasmaba en su voz era lo que le hacía creer que realmente ella pensaba así. La escuchaba, mientras poco a poco bajaba el rostro, sacando de su bolsillo cuidadosamente la cartera robada. Intentó no hacer ruido, pero sabía que la percepción de esa mujer era sorprendente. Tenía razón en todo lo que decía, pero… No había una gran fortuna en aquella cartera. ¿Era remordimiento lo que estaba sintiendo dentro de él?... Igual aquél hombre no era tan rico, tal vez ese viejo no merecía ser robado pero, era divertido, ¿o no?... Bueno…

Su mente salió momentáneamente de su confusión cuando Akeilya le propuso enseñarle un escondite. Gary guardó la cartera de nuevo en el bolsillo de la sudadera y asintió.

- ¿En serio conoces un buen escondite? Me interesa. Conozco unos cuantos, pero nunca va de más… Y esas cosas.

Su historieta sobre su madre, la vecina y el encontronazo en la comunión lo habían distraído totalmente de cualquier pensamiento que rondara su mente, haciendo que soltara unas enormes carcajadas, aquellas en las que se dejaban entrever el espíritu travieso de Gary.

- ¡Me hubiera molado mucho haber visto eso! ¡Seguro que lloró como una pánfila cuando le dejaste medio calva!... Jo, tu madre era genial, a mí mi padre me hubiera cogido de la oreja y me hubiera castigado sin salir dos semanas de casa – dijo con cierta frustración sólo de pensarlo. A pesar de que afirmara que su madre era como una sargento, estaba seguro de que era mil veces mejor que su padre.

Ya hacía camino con Akeilya y su perra, que parecía bastante animada por la forma en la que movía la cola. No recordaba haber estado tan entretenido desde hacía tiempo. ¿Sería ella su primera amiga por el pueblo? Si cualquiera le hubiera dicho hacía unos días, ¡Ayer mismo! Que se iba a llevar tan bien con una mujer de edad y que iba a charlar con ella sin apenas intentar una segunda vez robarle el bolso, ni él mismo se lo hubiera creído.

- ¿AK2? Pareces un robot sacado de la Guerra de las Galaxias, mola. Te llamaré así, es incluso más sencillo que tu propio nombre – contestó divertido, la idea se le antojaba divertida mientras caminaba junto a la mujer – Sí, llevas ropas anchas y… Con estampados… ¿Cómo te imaginas a ti misma? – preguntó de nuevo con curiosidad al saber que nunca antes se había visto en un espejo. Para Gary era como un mundo aparte, diferente, todo se debía ver muy distinto… Y completamente desconocido, incluso la forma de percibir las cosas o personas del entorno, y quería saber. – Espero no morir en el intento – bromeó respecto al tema de las pipas con chocolate, realmente inédito. E inevitable volver a soltar una carcajada al oírle decir que su nombre era un nombre de loca – Vivir contigo debe ser la monda. Mi padre es una momia, un zombie – corrigió, y justamente Akeilya preguntó por él. Gary bajó un poco la mirada, pero trató no sonar demasiado afectado, así que alzó la vista y tomó aire para que su voz, que era lo que seguramente percibiría la mujer, mostrara despreocupación respecto al tema – Bueno, está muy ocupado en sus cosas… Trabaja y eso… Y luego le encanta gastar su dinero. Bueno, "nuestro" dinero. Desde que tengo uso de razón siempre ha sido así… Después de la muerte de mi madre ha querido cambiar, ser más responsable, bueno, “va de que es un tío responsable”, pero sigue siendo un imbécil – comentó sin tapujos, sin acabar de concretar y con cierta frialdad cuando nombró a su madre, pues, curiosamente, no recordaba muy bien su relación con ella, a pesar de que Gary ya tenía los años suficientes como para recordarla antes de que su progenitora muriera, recordaba incluso las discusiones entre ella y su padre cuando llegaba ebrio a casa – Pero ¡Bah! Que le den.
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Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary Empty Re: Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary

Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Miér Ene 23, 2013 2:08 am

Off: ajajajaja es que me inspiras Wink Me encantan estos dos *____*

Cuando me subía a un árbol sentía como si fuese joven, como si los años no pasaran en balde, y aunque no tenía ni la mitad de agilidad que cuando era algo más joven, conseguía subirme, era como mantenerme en forma, demostrarme a mí misma que por más vieja que se fuera no era un impedimento para hacer las cosas que te gustaban. -¿De broma? ¡Jovencito, soy capaz de hacer el pino puente a mi edad, incluso de hacer el pino y caminar con las manos! Le dije exclamando a la vez que me levantaba y en un movimiento me ponía cabeza abajo y daba unos cuantos pasos con las manos para volver a ponerme de pie, de espaldas a él. En ese momento Sandy se me acercó para guiarme de nuevo hasta el banco y sentarme junto al chico. -¿Ves? No es tan difícil, alguna vez haremos una competición de a ver quién sube al árbol más alto. Le dije riendo, no estaría de más y me divertiría mucho. Aquel jovencito me hacía sentir muy viva.

Giré mi cara nuevamente en dirección al chico al escucharle. -Todos la tenemos, todos ocultamos algo que nos hace daño y ponemos buena cara. Aunque he de decirte que tú eres más transparente que el mismisimo agua. Asentí segura de lo que decía mientras Sandy apoyaba su gran cabeza sobre mis piernas y yo la acariciaba. -Incluso yo, te confesaré que no siempre estoy feliz, y que hay días que desearía ver, pero nací así y no hay remedio, hay cosas que aunque duelan hay que ponerles buena cara y aprender. Le comenté en un tono dulce, como si fuera su abuela y le estuviera dando un consejo, que se lo estaba dando claro. Reí con su pregunta con ganas, me encantaba la curiosidad de aquel chiquillo. -Por eso mismo, porque no veo nada y no tengo miedo de las alturas, como no veo el suelo Mi risa se intensificó un buen rato para luego mirar al frente. -Bueno, pues no sé, me siento aún más en sintonía con la naturaleza, como si fuera una mona, el color lo tengo, me falta el pelo Bromeé de manera divertida nuevamente. Ojalá todo el mundo se riera como yo lo hacía, te quitabas diez años de encima. -Claro! Dije a su pregunta asintiendo fervientemente. Acto seguido le miré me estiré de las orejas y saqué la lengua. -Tengo esta que es de chalada y luego... Le miré con la misma cara pero sin tirar de mis orejas y sin sacar la lengua, sonriendo como si fuera el gato de Alicia en el País de las Maravillas -Tengo esta que es de chalada y media Volví a reir esperando que él lo hiciera también.

-¿Cómo que no te va a servir? Nunca se sabe cuando puedes tener un combate! Y los Romanos eran grandes estrategas. ¡Eh! Y los vaqueros eran hombres decididos, aunque eso de empuñar un arma de fuego no me agrade mucho, pero mira todos forman parte de nuestro pasado y sin ellos no seríamos lo que somos, así que dejame decirte que tú tienes un poco de vaquero, de romano no porque no llegaro a América, pero de vaquero sí. Eres valiente y decidido. Dije antes de ponerme las gafas de sol escuchando su pregunta. Suspiré puesto que no quería mentirle pero tampoco quería llevar la conversación a unos tonos tristes. -Es que no me gusta que la gente vea mis ojos. Le confesé en un murmuro sonriendo levemente intentando quitarle hierro al asunto.

-Si pero claro yo no puedo correr detrás de ellas, no las veo Me encogí de hombros sonriendo un poco escuchandole atentamente. -Claro, piensa que viven entre la basura normalmente, son deshechos, pero las de campo son completamente sanas. Había que tener cuidado con ciertos animales, algunos podían ser peligroso, pero bueno para todo había un buen remedio. -Ves, eso es que eres un chico fuerte, no como la mayoría de niños que ahora lloran por todo. Dije medio quejicosa por ese hecho, y la culpa era de las madres que los tenían como en burbujas. -Exacto, al caer las pobres se daban un pequeño golpetazo, nada fuerte pero las podía oir. El chico demostraba ser además inteligente, sería un gran hombre el día de mañana.

Me encantaba escucharlo reir, la risa de un crío era lo más divertido y alegre que se podía escuchar nunca. Siempre había pensado que un niño o adolescente nunca debía dejar de reir ni ser infeliz por que eran los seres más maravillosos del mundo mundial. -Vaya... y yo que pensaba que con ser loca ya era rara Me reí con suavidad mientras negaba con la cabeza. -Sí jovencito, forman parte de algunos remedios naturales, las piedras también las encuentras en la naturaleza ¿no? ¿Bolas? Bonita forma de llamarme bruja Volví a reir con ganas mientras llevaba mi mano a su hombro apretandolo con suavidad. -No, eso se lo dejo a las verdaderas brujas... yo sólo soy una vieja herbolistera. Aunque siempre me había gustado saber de magia y esas cosas. Sonreí cuando dijo que lo llevaría puesto y asentí con firmeza -Así me gusta. Tú llevalo, lo pruebas y ya verás como al final te lo dejarás puesto por que te ayuda. Aseguré con total convencimiento ante lo que decía, si bien aquella clase de cosas no eran una ciencia cierta lo real es que ayudaban y mucho.

Sabía que decirle aquellas cosas a un joven no eran éticamente correctas, y que robar no estaba bien, pero no podía dejar de pensar en toda la gente que lo pasaba mal, que no tenía dinero mientras los ricos se lucraban aún más de esa pobreza. El silencio que ahora reinaba me dejaba escuchar con mayor perfección pero hasta el más mínimo crujido de la piel despegandose al abrir la cartera pude notar. No sabía por qué se había puesto a mirar la cartera pero no dije nada, quería que también tuviera su espacio sin tener que intervenir yo. Mientras acariciaba pacientemente a Sandy. -Quizás lo conozcas... Pero te llevaré. Esperaba que no lo conociera, y de haberlo hecho seguramente habríamos coincidido más de una ocasión así que no, seguramente no sabía del lugar.

-Sí lloró, y según me contaron mis amigas se le notaba la calvície aunque le hubieran hecho un apaño. Comenté toda orgullosa, siempre me había enorgullecido por saber defenderme de los ataques ingratos de la gente. -Mi madre no era tan genial, cuando me pegaban y subíallorando encima me pegaba ella por no saberme defender. Nunca he recibido un cariño por su parte y además siempre hacía poca comida. Ay con lo que me gusta comer! Exclamé bromeando nuevamente para hacer menos importante aquel asunto.

-¡Eeeh ya decía yo que me sonaba a algo! Exclamé cuando él sacó la relación entre el apodo y la película. Le hice un gesto con la mano como si mis dedos se asemejasen a una pistola a la vez que chasqueaba la lengua. -Mmmm... Pues yo me imaginaba como una top model, pero viendo lo que dices... ahora entiendo por qué piensas que soy una bruja Era taaan divertido pasar tiempo con Jack, ojalá le hubiera conocido antes y a pesar de que era un niño sabía que tenía mucho que aprender de él. Caminábamos hasta acercarnos a uno de esos puestos de chuches ambulantes que vendían de todo para comprar las pipas peladas y el chocolate.

-Tengo mis días, no te creas que es fácil estar de buen humor siempre. Sonreí tiernamente mientras le escuchaba hablar sobre su padre, al parecer el hombre no le daba el cariño que debía darle, ni la atención que Jack merecía. -Bueno, pues cuando te canses de él mi casa será tu casa. Concluí a lo que él dijo sin entrar en detalles de lo que le sucedía, cuando quisiera contarme más cosas estaría ahí para escucharle. Justo al decir eso Sandy se paró y empezó a atusarme lo que significaba que estábamos ya en el puesto. -Pongame dos paquetes de pipas peladas y dos tabletas de chocolate. Ah y dos botellas de agua. Tenemos una excursión que hacer! Dije toda entusiasta ladeando la cabeza hacia Gary. Descolgué mi mochila y busqué el monedero para pagarlo todo. -¿Te parece si nos vamos al bosque y nos escondemos un rato?
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Mensaje por Gary B. Roland Sáb Feb 02, 2013 2:01 pm

Decir que sus ojos se habían quedado como platos al observar cómo, efectivamente, la mujer mostraba su enorme agilidad haciendo el pino y para más inri, caminar con las manos, era quedarse corto. Sin palabras le había dejado. Gary era bastante elástico, pero a su edad aquello no tenía ni la mitad de mérito que el que tenía Akeiyla ahora alias Ak2. El asombro en esa ocasión era tal que por mucho que tratara de disimularlo, era imposible. Ya le parecía increíble cuando ella le hablaba sobre sus aventuras, pero verlo lo era aún más, porque ya no era cuestión de creerla o no, ya es que era algo que no se podía negar, sin trampa ni cartón.

- Wow... – murmuró al tiempo que Akeiyla volvía a sentarse en el banco, con la ayuda de su perra Sandy, muy atenta a su dueña – Me apunto... ¿Pero no tendré yo más ventaja que tú, AK2? ¡No quiero excusas cuando gane! Te dejaré empezar un minuto antes que yo... No, eso es demasiado tiempo, eres ágil... Te daré treinta segundos de ventaja – comentó, como si quisiera negarse a sí mismo que aquella mujer tan peculiar podía llegar a ser igual de eficaz que él, o incluso más teniendo en cuenta sus palos en las ruedas como lo era su incapacidad para ver cuánto tuviera a su alrededor. Empezó a pensar en la suerte de la que disfrutaría uno por tenerla como abuela.

Gary se quedó ciertamente alelado, con sus ojos clavados en el rostro de la morena mujer, escuchándola mientras parecía convencida de que él era alguien transparente, incluso comparándolo con el agua. No estaba muy convencido de ello, pero cierto era que escuchar semejantes palabras en boca de alguien hacia su persona se antojaba algo bastante agradable. No todos los días, por decir ninguno, recibía halagos de alguien que apenas acababa de conocer, pero lo actitud afable, divertida y osada de Akeiyla hacía que se estuviera ganando un hueco en su rebelde corazón. Se mantuvo callado, simplemente escuchando sus palabras. Ahora le costaba imaginar a AK2 sumida en melancolía, pensando en cómo sería el mundo, poderlo ver con sus propios ojos. Debía ser una situación bastante triste si uno se detenía a pensarlo de aquella manera, aunque hubiera nacido así, siempre se quedaría con la duda. Y es que era imposible pensar que pudiera estar triste alguna que otra vez, cuando la veía reír y él se sentía contagiado, estirando sus orejas y poniendo caras de, efectivamente, loca, pero la mejor loca que había conocido en lo que llevaba de vida. Se tuvo que llevar una mano a la barriga en esa ocasión, sin reprimir la risa y las carcajadas que bien podían resonar por el lugar. Entonces recordó algo, una vez pudo coger aire para poder hablar.

- AK2... ¿Tú crees que pueda haber otra vida más allá de esta? – le preguntó de repente, en un tono más sereno. Quizás no era correcto sacar el tema estando en presencia de una mujer de edad, pero como muchas tantas veces, hablaba sin haber pensado antes – Nunca he creído en esas historias, estoy seguro de que una vez morimos, nos comen los gusanos y esas cosas asquerosas... Pero, en caso de que existiera, cosa que dudo mucho, ¿Crees que tal vez podrías ver cómo es la vida por primera vez? Ya sabes; Los árboles, las farolas, el parque, el mar... – matizó. ¿Se estaba ablandando? Era posible. Empezaba a sentir algo de compasión por Akeiyla, aunque no quisiera demostrarlo demasiado porque tenía la intuición de que no era lo que ella quisiera hacer sentir en los demás, precisamente. Se hacía incluso costoso intentar ponerse en su situación, Gary se desesperaría como nunca antes, él que siempre necesitaba de sus cinco sentidos en plenitud para poder huir y hacer todo lo que le viniera en gana en ese pueblo. Y cuando pensaba en esas cosas, creía que igual Akeiyla tenía razón, y algo de sangre vaquera tendría. Frunció el ceño pero no parecía una idea muy desacertada.

- Me gustan los vaqueros. ¿Tú no tienes nada de eso en la sangre? ¿Vienes de África? – se atrevió a preguntar sin tapujos. Tenía entendido que habían negros esclavos que habían logrado mezclarse con los americanos nativos, pero era posible que muchos de esos esclavos decidieran mantener su sangre negra. – Tengo entendido que en esas tierras se vive casi como un prehistórico. Cazan, viven en tribus, danzan alrededor de un fuego... Aunque eso me recuerda un poco a los indios – recordó, tomándose más tiempo de lo que era habitual en ese último pensamiento. Los indios también molaban, aunque hubieran sido los enemigos de los norte americanos... Se sentía un poco extraño en ese momento, como con la cabeza demasiado liada como para pensar, así que decidió dejar el tema a un lado.

- Pues yo he visto ojos peores – respondió con la misma despreocupación que parecía mostrar Akeiyla al responder la curiosidad de Gary sobre sus gafas de sol. Y no era mentira, al fin de cuentas, desde el punto de vista del adolescente, sus ojos eran peculiares e incluso fascinantes. Podría ser peor, ¿no? Como decía ella misma, había que verle el lado positivo a las cosas – A mí me molan, son únicos – y aún destacaban más con su oscura piel.

- Son unos nenas – reafirmó cuando se referían a que los niños de hoy en día eran prácticamente intocables, igual que el hecho de que enseguida se achantaban y se echaban para atrás cuando determinada situación se ponía fea. Al mismo tiempo, trató de no darle demasiada importancia al halago de que “era un chico fuerte”, como si fuera algo evidente para él. Pero la cuestión era... ¿Realmente sería verdad, o sólo se lo hacía? – Se... ¡Yo hasta el final! Cuando quiero hacer una cosa la hago, por mucho que se pongan en medio o me lo quieran impedir o la cosa pinte más negra que la noche. ¡Aquí sólo el más fuerte sobrevive! – exclamó con motivación. – Un día trataré de cazarlas con una venda en los ojos, supongo que no será tan difícil – dijo pensativo, con algo más de inseguridad que la que apenas mostraba al principio. Nada sería parecido a lo que seguramente ella sentía, pero quería saber si él mismo pasaría la prueba. Por muy gallito que quisiera parecer, estaba convencido en el fondo de que no sería algo tan fácil como aparentaba.

Escuchó lo que tenía que decir sobre las piedras, aún sin creérselo mucho. Así que era propietaria de una herboristería. Tal vez no era una bruja, pero siempre se solía poner entredicho también la efectividad de las plantas como auténtica medicina.

- ¿Cómo sabes que me lo dejaré puesto, eh? ¿Lo ves en tu bola de cristal? – bromeó refiriéndose a la piedra que ahora colgaba de su cuello, aprovechando el momento en que ella intuía que Gary la consideraba prácticamente como una bruja, de las de toda la vida. Bueno, quizás sin su escoba y con una nariz mucho más mejorada que las típicas de libro, pero podía asegurar que si quisiera, Akeiyla podría dar más miedo que todas ellas. Sólo tenía que imaginársela en un ritual de vudú con un caldero humeante delante de la susodicha, en mitad de la noche mientras canturreaba en un idioma inentendible. – Por cierto, ¿No venderás somníferos en esa tienda tuya, verdad? Creo que a mi padre le vendría bien un poco de vez en cuando… - y le emocionaba la idea si se detenía a pensarlo. Un poco de eso en el café matutino (o quién sabe, en su cerveza), y a dormir la mona. Vía libre para hacer lo que le viniera en gana.

Tal vez fue la cálida mano de la mujer en su hombro lo que hizo que tomara más confianza, y que incluso comprobar el interior de la cartera de aquél hombre no le supiera del todo mal. No pudo evitar un respingo al notarla, ya que solía pasarse el día en plena tensión, como si cualquier cosa que lo rozara fuera para atacarlo. Pero agradeció el gesto una vez lo asimiló. ¡Cómo le gustaría que si su padre lo tocaba, fuera para darle un apretón en el hombro!…

Fue el momento en que Akeiyla le propuso enseñarle aquel lugar cuando se levantó del sitio y puso rumbo junto a ella y Sandy al susodicho lugar.
- Me conozco casi todos los rincones de Storybrooke – afirmó con seguridad – A ver si me sorprendes – le retó, pues de momento aquella mujer lo había dejado más de una vez con la boca abierta. Frunció el ceño cuando la escuchó hablar sobre los últimos matices de la historieta de la muchacha a la que casi arrancó la cabellera y su propia madre. La verdad es que no se esperaba que su progenitora se pudiera comportar así con Ake, entendió que cuando le había dicho que era una militar, lo decía de verdad. Trató de reír cuando dijo que le gustaba comer, pero se quedó en una simple sonrisa. Ya llevaba unas cuantas en las que trataba de quitarle hierro al asunto, pero comenzaba a conocer parte del pasado de la misteriosa mujer, y no parecía que hubiera sido precisamente fácil. - Sí que era exigente… ¿No pensaste en huir de casa?- opinó, como él había pensado muchas veces en hacer.

- ¿De verdad? – un brillo parecido a la ilusión pasó por sus ojos en el instante en que AK2 le invitó a su casa siempre que Gary deseara ir. La verdad es que tenía curiosidad por saber cómo sería su espacio personal - ¿No tienes miedo de invitarme a tu casa? No sé, lo digo por mi fama… Bueno, de hecho ya sabes que me gusta robar – preguntó extrañado, más como una prueba y por saber que respondería, que por hacerlo, pues de primeras no tenía intención de hacerse con algo que perteneciera a Akeiyla sin su previo aviso, después de haberla conocido más allá de las apariencias.

- Sí, ¡Y no nos cobre de más! – añadió una vez llegaron al puesto donde AK2 decidió comprar las pipas y el chocolate, dirigiéndose al dependiente. Luego miró a Ake – Me parece bien. Quiero esconderme hasta que se calme el ambiente en el pueblo, seguro que me están buscando… - pensó por un momento en dejar la cartera en algún lado, o incluso entregarla a la policía, pero estaba seguro que aún así, se metería en un lío. Cogió la comida que el hombre les ofreció mientras Akeiyla trasteaba en su monedero, ya tenía las manos suficientemente ocupadas palpando el posible dinero que tuviera ahí dentro.
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Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary Empty Re: Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary

Mensaje por Akeiyla V. Seldomridge Dom Feb 03, 2013 12:50 am

Muchas veces incluso yo misma me preguntaba cómo era capaz de hacer algunas cosas, de atreverme a hacerlas sin ver un pimiento. Y la respuesta que me daba a mi misma era que... desgraciadamente estaba loca. No, no, no es que fuera valiente, no, es que siempre había sido una cabra loca, inconsciente cuando el peligro era para conmigo. La cosa cambiaba si algo podía hacer daño a otra persona. Entonces me volvía alguien protector y responsable. A nadie le gusta ver sufrir a un ser querido. Aunque al sentarme pude darme cuenta de que mi respiración era un tanto agitada, su asombro me llenaba de orgullo. Era como demostrar que a mi edad no se tenía por qué estar tejiendo calceta, odiaba a esas viejas. Y entonces me reí algo fanfarrona pero evidentemente bromeando -Pequeño Jack puedo ganarte con los ojos cerrados Usé esa frase típica porque realmente era divertido, había gente que odiaba que otros nos riéramos de nosotros mismos, pero vamos, si no te ríes de tí mismo es que no te aceptas como eres. -No necesito treinta segundos, es más, te daré a ti un minuto de ventaja Dije picándolo un poco de manera divertida mientras mantenía aquella sonrisa. Aunque el momento se estaba tornando algo melancólico con mis habladurías y no quería, por que Jack no se merecía que estropeara un momento divertido con cosas de vieja tonta y aburrida. Esos momentos me los guardaba para mi, en mi casa y en mi soledad, aunque a la pobre Sandy ya le había tocado tener que aguantarme más de una noche. Evidentemente era humana y como tal era lógico caer en ese tipo de sentimientos, pero no me gustaba ni hacerlo constantemente ni de vez en cuando, prefería tomarme las cosas tal cual, como habían llegado. Por eso empecé a hacer la payasa como de costumbre para reirnos y dejar atrás esa melancólia estúpida que no servía para nada. ¡Que dulce sonido eran sus risas! Ni la mejor música era comparado al escandalo de una risa y más si era de alguien menor.

De pronto la risa cesó y aquella pregunta me sorprendió, yo tenía unas creencias que sin lugar a dudas, como bien decía Jack... eran así como de bruja, y ahora con esa pregunta más lo iba a pensar, pero no me importaba, de hecho me divertía que la gente pensara que lo era. Respiré hondo antes de contestar y me apoyé en el respaldo del banco. -Bueno, yo creo que sí, pero no en el sentido de que te mueres y vas al cielo. Dirigí mi cabeza en su dirección. -Estoy de acuerdo que no somos más que el pasto para los gusanos.... Entonces su pregunta me heló, sí, por que nunca me había planteado esa posibilidad y por unos segundos me quedé pensando en cómo sería ver y... bueno noté la humedad en mis ojos pudiendome controlar para que Jack no se diera cuenta. Sonreí llevando mi mano a su cara habiendo palpado antes su hombro hasta llegar a ella. -Si pudiera ver no sería lo mismo, me sentiría rara, no sería la loca que soy... se perdería la magia y el misterio... Yo tengo la suerte de poderme imaginar las cosas como a mi me gustan y no como son, así que si algo no me gusta me lo imagino de otra manera. Me reí sacando un pensamiento un tanto infantil de la manga... evidentemente me encantaría poder ver, pero ese hecho, esa falta no implicaba que no fuera feliz conforme estaba. -Y volviendo a lo anterior, yo creo en la reencarnación. Por eso supongo que no le tengo miedo a la muerte. Asentí con seguridad ante las palabras que estaba soltando con plena confianza.

-Exacto, yo de vaquera tengo poco, la verdad. Sí, bueno, yo nací aquí, creo... no recuerdo muy bien... no sé llevar toda la vida aquí hace que pierdas la noción del tiempo... Dije rascandome la cabeza algo confusa, no sabía si era algo más propio de la edad o que, pero habían cosas que no recordaba, aún así tampoco le daba demasiada importancia. -Pero mis padres si lo eran. Eso sí que lo tenía claro y más por los recuerdos que anteriormente le había estado explicando a Gary, aunque tampoco tenía muchos más, la verdad. -Sí, así es, y son los más felices del mundo... en realidad ya me gustaría a mi vivir así en plena naturaleza y disfrutando de ella no matandola como hacen en los grandes países. Acabé mi frase con rabia, bastante. Eso de que se hicieran destrozos en la naturaleza para hacer avances en la civilización... era abominable. Si notostros somos hijos de la naturaleza... era como matar a tu propia madre.

-¿De verdad? Dije ahora yo asombrada por la sentencia de Jack, no podía creer que nadie tuviera los ojos peor que yo. Nunca los había visto pero según alguno conocidos y sus descripciones me los imaginaba realmente espantosos. -Eso sí, son únicos, me gusta como piensas socio! Le dije sonriendo, la verdad es que había sido un regalo encontrarme aquel día con Gary, intuía que con él iba a pasar grandes momentos que con otra persona no iba a pasar nunca y es que la niña que yo llevaba dentro se moría por salir a cada cinco minutos y no siempre podía, menos rodeada de gente adulta y seria y blah, blah, blah, aburrida.

Torcí mis labios cuando dijo que eran unas nenas, entendía a que se refería pero por bromear un poco le llevé la contraria. -¡Oye! ¡Qué no todas las nenas somos unas nenas para que a los blandengues les llames nenas! Exclamé divertida casi en un trabalenguas. Pero tenía razón, a muchos niños se les mimaba demasiado y luego cuando crecían y salían al mundo exterior se daban de bruces contra el suelo. Quizás muchas veces Jack podía darselas de fuerte. Intuía, aunque él no lo creyera, que pensaba en algunas ocasiones que no era tan fuerte como aparentaba ser, pero para mi ese mismo hecho ya indicaba que una persona era fuerte, puesto que conocía la sensación, y no era fácil sobrellevar según que cosas con tal entereza y menos cuando eras niño. Por lo poco que me había comentado, no es que tuviera un padre que ejerciera como tal y eso no era nada fácil. -¡Ese es el espíritu! Sonreí ante su siguiente comentario pues me parecía muy loable que quisiera hacer lo de la venda. Entonces se me ocurrió una idea que me parecía chachigenialosa. -¡Socio! ¡Se me ha ocurrido una idea! ¿Por qué no te entreno? Claro que dicho así no sabría ni a qué me refería -Podríamos quedar todas las tardes en el bosque para entrenarte a ser ciego, te ponemos una venda en los ojos y así reforzarás tus otros sentidos de tal modo que aunque te pillen desprevenido puedas notar lo que la vista muchas veces no te alcanza a ver. Dije entusiasmada ante mi idea. -Algo así como los entrenamientos que hacen algunos luchadores de artes marciales Le dije con aquella sonrisa que me salía cuando estaba ilusionadísima con una de mis locas ideas que a mi no me parecían tan locas.

Tuve que reirme con ganas con sus preguntas. -Lástima que me la haya dejado en casa, pero no, lo intuyo, eres demasiado curioso como para dejar la piedra a un lado sin saber si es verdad lo que digo o no. Le dije con una sonrisa tierna, llena de dulzura. Poco después fruncí el ceño ante su idea, no es que me agradara que fueran aprovechando los remedios naturales de aquel modo y esta vez no pude darle mi aprobación. -Si los vendo pero sintiendolo mucho no puedo vendértelo para algo así, yo sé que es un fastidio aguantar a tu padre, pero... no estaría bien, siento aguarte la fiesta Me encogí de hombros sintiendolo de verdad. -Ya sabes que cuando no quieras aguantarlo a mi solo tienes que venir a buscarme. Le dije para que al menos no se sintiera defraudado en el sentido de que no podía darle el somnífero, al menos me tenía para evadirse un rato de su padre.

Noté su tensión cuando puse la mano en su hombro pero luego se tranquilizó y eso me hizo sentirme bien puesto que significaba que me tenía confianza, me alegraba mucho por ello. -Será dificil sorprenderte con esto eh Dije risueña nuevamente. -Para serte sincera, sí, muchas veces, pero nunca tuve un lugar a dónde ir, así que me tocó aguantar a la sargento Comenté riendo para no darle mayor importancia, al fin y al cabo aquello me había hecho ser más fuerte a día de hoy.

-¡Claro! Exclamé ante su pregunta, no ofrecía mi casa a cualquiera. -¿Somos socios no? Entre socios no se hacen esas cosas, ¿O es que no conoces el código de los ladrones?[/color] Le pregunté mirandole fijamente, yo tampoco lo conocía la verdad, pero él debería conocerlo. -Si quieres ser un buen ladrón deberías conocerlo Ladeé mi cabeza aún sonriendo. No, no estaba bien que le incitara a robar, en absoluto, pero por eso añadí -Pero, me gustaría proponerte algo... sabes que robar no está bien... y no, tranquilo que no te daré la charla, pero ¿Por qué no eres como un Robin Hood? Eso sería lo mismo solo que haces el bien en cierto modo. Murmuré con aquella propuesta, no sabía si alguna vez se lo había planteado pero así me parecía más loable, por que odiaba que los ricos hicieran lo que les diera la gana sólo por tener dinero. -Además, si a mi me pides algo te lo voy a dar, ya lo sabes. O sea que si vienes a casa y te gusta algo, tú pídemelo.

Tuve que reír de nuevo ante su comentario al tendero. -Eso.. que por que sea ciega no se vaya a pensar que soy tonta eh! Añadí notando en la voz del hombre cierto aire de avergonzamiento lo que me hizo reir aún más. Pobre, no sabía con quién había ido a topar. ¡Menudos dos! Cuando tuve el dinero contado se lo di al hombre y me dispuse a tomar rumbo al bosque con Jack. -Sandy, ya has oído, a nuestro refugio Comenté como si la perra pudiera entablar una conversación o algo por el estilo. Oh, ojalá hablara, eso sí sería estupendo.

-Allí tengo muchas cosas, casí como si fuera mi segunda casa, tengo hasta comida Dije divertida puesto que en mis ratos libres me pasaba allí muchas horas, incluso había pasado noches en aquel lugar. Notaba la calidez del sol llegar a mi piel, la verdad es que empezaba a tener bastante calor a pesar de ser octubre, pero en otoño ya se sabía que las temperaturas iban y venían como placían, así era de mágica la naturaleza. -Qué calor... menos mal que allí se estará fresquito. Dije colocandome bien la mochila. -Abre las pipas corre Le dije divertida mientras le tendía la mano para que me diera el chocolate y así ir abriendolo yo.
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Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary Empty Re: Dando de comer a las palomas espantadas por un chiquillo travieso - Gary

Mensaje por Gary B. Roland Sáb Mar 16, 2013 5:53 am

- ¡Já! ¡Un minuto de ventaja! Estás demasiado segura, Ak2... Empezaremos por igual, ¡Pero si pierdes luego no me vengas diciendo, eh! - bromeó con orgullo - Tengo una idea: me pondré un pañuelo en los ojos y estaremos ambos con la misma ventaja - rió por el juego de palabras de la mujer, pero también pudiendo apreciar que Akeiyla volvía a su estado de siempre, dicharachera, dejando a parte los temas más sentimentales. A veces las personas más alegres eran las que más podían esconder en su interior, precisamente porque no solían exteriorizarlo. No sabía por qué, pero Gary tenía esa sensación. Igual era todo lo contrario, y simplemente la mujer olvidaba sus malos recuerdos la mayoría del tiempo dejándolos a un lado, pero... Eso le daba a él que no sería algo tan fácil de descubrir, pero no imposible.

Se quedó quieto cuando notó la mano de Akeiyla en su hombro, ascendiendo hasta su rostro. Podía parecer una tontería, pero pocas personas le habían puesto la mano encima de aquella manera, si lo hacían era para liarse a hostias o, en el caso de su padre, pegarle algún que otro bofetón por no asistir a clase o que lo hubieran castigado en el despacho del director. Así que de algún modo, se sintió extraño. Pero centrándose en los ojos de la mujer... ¿Pudiera ser que notara un lijero enrojecimiento que antes no estaba? No era algo fácil de saber, pues de ser así seguro que la mujer trataría de disimularlo. Nos comerían los gusanos... Eso era algo en lo que Gary también solía creer, aunque aún hubiera un tanto de duda en su interior y no acababa de comprender por qué. Pero no fue hasta que pusieron rumbo a ese "lugar" cuando empezó a darle vueltas a ese tema realmente.

- Visto así no parece algo tan dramático. Lo de estar ciego, quiero decir - aclaró - Debe ser interesante ver las cosas como tú deseas verlas... ¿Cómo me has imaginado a mí? - preguntó con curiosidad. Había pensado ponerse esa venda en los ojos no sólo para una competición en el árbol, si no para llevarla durante días incluso. Al menos cuando estuviera con Akeiyla. ¿Solidaridad? ¿Nuevas experiencias? ¿Ganas de comprender? ¿Curiosidad? Se podía interpretar de muchas maneras, pero cada vez se sentía más atraído por la idea. No sabía si eso llegaría a molestarla o no, ya que él tenía la oportunidad de ver "la realidad" tal y como era y aún así estaba dispuesto a ponerse un pañuelo en los ojos, pero... Todo cambió cuando fue ella misma quién propuso algo semejante. Un entrenamiento, eso sonaba más que tentativo.- ¿Y en qué crees que te reencarnarás si es cierto que nos podemos reencarnar?

Por un momento se imaginó a Akeiylia bailando la conga alrededor de una hoguera. Era cierto que vivían con más armonía para con el entorno, la fauna, la naturaleza en sí. Gary no sabía si él mismo era más destructivo que cuidadoso, pero si se detenía a pensar, más que matar a todos esos insectos o ratas que cogía, él simplemente las dejaba cerca de las nenazas para que se asustaran, porque además sabía que los bichos vivos asustaban más que estando muertos, así que se podría decir que no, no destruía, él simplemente utilizaba de vez en cuando... Y lo de ella allí tenía un nombre: Hippie. O así se hizo Gary la idea. Uh, ahora que lo pensaba... Protegía la naturaleza con ímpetu a juzgar por sus gestos, era dueña de un herbolario... ¿También fumaría con una cachimba como los hippies? A lo mejor con las propias hierbas que vendía. No es que le pareciera una fumada pero... Bueno, un poco loca y eso pero...

Frunció el ceño cuando AK2 afirmó diciendo que no todas las nenas eran unas cobardes, pero acabó por sonreír cuando animó a tratar de cazar ratas con los ojos vendados. Fue entonces cuando le propuso lo del entrenamiento que sin duda, a Gary le encantó con tan sólo oír la idea.

- ¡Acepto! Creo que serás la primera "profesora" que me caiga bien - afirmó con ánimo y seguridad, mientras seguían caminando, nunca perdiendo ojo a su alrededor, por supuesto. No olvidaba lo que había hecho hacía tan sólo un rato y que la billetera seguía en su bolsillo. También echó una ojeada a Sandy, el perro de Akeiyla. - Ya.. Entiendo - pronunció como si le hubiera caído un jarrón de agua encima cuando Ak2 se negó a prestarle somnífero o algo con lo que poder manipular un poco a su padre, pero se volvió a animar cuando se ofreció para hacerle compañía siempre que lo necesitara. Por un lado siempre quería aparentar como que no se necesitaba más que a sí mismo para pasarlo bien o desquitarse, pero la verdad es que... Sentía que algo le faltaba, algo que se iba yendo a medida que cogía confianza con la exótica mujer. Escuchó todos sus ofrecimientos, incluso la propuesta de robar para luego favorecer a quienes lo necesitaban. - ¿Como Robin Hood? Bueno, una de las razones por las que robo es para beneficiarme yo. Mi padre no es que me dé una fortuna precisamente cada mes pero... ¿Si hiciera lo que dices, obtendría alguna clase de beneficio a cambio? - su mente empezó a recular con mucha rapidez, intentando buscar la manera en que poder hacer algo "bien" y a su vez conseguir algo para él mismo. - Serás a la única a la que se lo pida - se rió - Al resto de la gente le tomo las cosas "prestadas" sin avisar.

Se rió cuando bromearon con el pobre hombre kiosquero, el único que no se enteraba de nada a juzgar por su cara de desconcierto.

- Un par de días más comprando aquí, y el tendero también se volverá loco – aseguró entre risas. Escuchó a Ake hablar sobre el famoso refugio. Al parecer la mujer pasaba bastante tiempo allí. ¿Por qué sería? ¿Por estar rodeada de naturaleza o algo así? Empezaba a imaginar que su casa debía parecer un invernadero o algo así. Si tenía que imaginarse cosas de la vida de AK2, siempre sería de una manera más bien bizarra, empezando porque esa mujer no era normal, pero tal vez era eso lo que la hacía especial. – Mejor, no me gustan los días de frío o lluvia, la sensación de estar mojado, puagh – se sinceró y enseguida se puso a abrir el paquete de las pipas, dándole a cambio el chocolate a Ake – No empieces antes que yo ¿eh? Que yo sí que te veo – bromeó sintiéndose ya con más confianza, y la mujer parecía ya tener asimilado su “problema”, de tal manera que incluso era capaz de bromear sobre ella misma.

Cada vez parecían más cerca del bosque, seguramente no andarían lejos. Pero entonces divisó a un hombre de lejos y frenó sus pasos de golpe. Lo había reconocido; No era un policía, ni el hombre que lo había estado persiguiendo... ¡Si no el mismísimo abuelo a quién le había robado la cartera! Miró a Akeiyla.

- Dame un momento, ¡No tardo! – exclamó dándole un momento el paquete de pipas y empezó a correr en dirección al hombre que no se hallaba más de unos cuantos metros allá de donde ellos estaban. No tardó ni cinco minutos hasta que volvió hasta AK2 y tomó las pipas de nuevo. – Ya podemos seguir con el camino – comentó en un tono bastante más alegre que el que había mantenido hasta ahora.
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