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El dúo dinámico [Samuel Johansson]
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El dúo dinámico [Samuel Johansson]
Con el libro ya devuelto y esperando las reacciones de Paula y Lucy, me había ingeniado una rutina. Por las mañanas ayudaba a August (que gran emoción me había llevado al reencontrarme con mi padre) en el taller y a su vez, él podría cuidar de la pequeña Eva, quien había mejorado bastante su salud gracias a los cuidados de mi padre August. Por las tardes aprovechaba para pasear o salir a correr por el pueblo y el bosque, y después cuando caía la noche, me marchaba al hospital a continuar con mi horrible horario nocturno. Al final había acabado por gustarme aquel horario y todo, ya que aprovechaba para velar por los más pequeños cuando dormían y normalmente el ambiente en el hospital era más tranquilo (otra de las razones principales había sido que en ese mismo turno, me había encontrado con Gepetto, qué decir... esperaba realmente encontrarme con Pepito o con el Hada Azul en otro de esos turnos).
Al ser un día festivo, August ya me había dicho el día anterior que no hacía falta que me pasase por su taller (cuanto tiempo hacía que no tocaba ninguna herramienta), por lo que me tomé aquella mañana bastante libre. Así pues me decanté por un paseo en la moto, pero para cuando ya tenía todo preparado para marcharme y descansar de aquel ambiente tan característico de Storybrooke, me percaté de que algo no funcionaba. La moto no arrancaba. Con un bufido intenté a la desesperada hacerla arrancar, pero nada, por lo que me tuve que quitar el casco, los guantes y ver qué diablos sucedía con el motor... Me había despertado con un humor brillante, resplandeciente, pero ahora todo se había ido al traste.
Un tornillo flojo por aquí, un tubo que no conectaba en el lugar indicado... Alguien se había divertido con mi objeto más preciado, se había divertido y entretenido de lo lindo, y aquello me enfurecía. Sí, no era un experto mecánico, pero de motos sabía bastante sobre el tema y conocía mi moto como la palma de la mano y por lo tanto podía asegurar que aquello lo había provocado una mano humana, para nada inocente. Ahora mismo me estaría observando desde la lejanía, desde un escondite, riéndose de lo lindo... No quise pensar en el posible culpable, podría haber sido cualquiera, ya que aunque el pueblo fuese pequeño, habían miles de persona a las que todavía no conocía (pero ellas sí que me conocían a mí para mi desgracia). Decidí apartar el enfado que sentía de mi mente y respiré profundamente.
Fui arreglándolo todo más o menos como pude, llenándome de aceite las manos y la cara hasta que escuché unos pasos muy cerca mía, a lo que le siguió una sombra que me tapó por completo... Con ambas cejas enarcadas, alcé la vista.
-Oh, no, tú no.
Al ser un día festivo, August ya me había dicho el día anterior que no hacía falta que me pasase por su taller (cuanto tiempo hacía que no tocaba ninguna herramienta), por lo que me tomé aquella mañana bastante libre. Así pues me decanté por un paseo en la moto, pero para cuando ya tenía todo preparado para marcharme y descansar de aquel ambiente tan característico de Storybrooke, me percaté de que algo no funcionaba. La moto no arrancaba. Con un bufido intenté a la desesperada hacerla arrancar, pero nada, por lo que me tuve que quitar el casco, los guantes y ver qué diablos sucedía con el motor... Me había despertado con un humor brillante, resplandeciente, pero ahora todo se había ido al traste.
Un tornillo flojo por aquí, un tubo que no conectaba en el lugar indicado... Alguien se había divertido con mi objeto más preciado, se había divertido y entretenido de lo lindo, y aquello me enfurecía. Sí, no era un experto mecánico, pero de motos sabía bastante sobre el tema y conocía mi moto como la palma de la mano y por lo tanto podía asegurar que aquello lo había provocado una mano humana, para nada inocente. Ahora mismo me estaría observando desde la lejanía, desde un escondite, riéndose de lo lindo... No quise pensar en el posible culpable, podría haber sido cualquiera, ya que aunque el pueblo fuese pequeño, habían miles de persona a las que todavía no conocía (pero ellas sí que me conocían a mí para mi desgracia). Decidí apartar el enfado que sentía de mi mente y respiré profundamente.
Fui arreglándolo todo más o menos como pude, llenándome de aceite las manos y la cara hasta que escuché unos pasos muy cerca mía, a lo que le siguió una sombra que me tapó por completo... Con ambas cejas enarcadas, alcé la vista.
-Oh, no, tú no.
Liam D. Seery- Héroes
- Soy : Pinocho
Mensajes : 114
Empleo /Ocio : Enfermero
Localización : En el hospital o en Granny's
Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: El dúo dinámico [Samuel Johansson]
- Quizás debería ponérmelas moradas la próxima vez... Moradas, sí... De ese mismo color le quedará la cabeza al simplucho nuevón como lo coja del pescuezo – murmuró Samuel para sus adentros, mientras observaba sus uñas y se hallaba escondido disimuladamente, apoyado tras una esquina y no muy lejos de donde se encontraba el forastero, bien preocupado por su moto. Debía ser lo único decente que le quedaba, bien pondría Samuel la mano en el fuego de que era robada, pero de momento, no podía demostrar nada.
Pero la jugada le había salido a la perfección, cosa que hacía que se mantuviera la sonrisa plasmada en su rostro mientras observaba su mano despreocupadamente. ¿Qué si había sido acaso Samuel el que le había manipulado la motucha? Por favor, ¡La duda ofende!... Sólo que... Ya se sabía que el pelirosa no era muy dado a ensuciarse las manos, y menos con tanta grasa por en medio. Siempre tenía contactos, pobre diablos callejeros que por cuatro perras eran capaces de lamerle la suela de la bota, por mucho barro que hubiera en ellas. Sí, exactamente así fue como Samuel conseguía lo que quería, trabajos sucios y apaños. No iba a sacrificar su aspecto físico ni siquiera por ese... Forastero al cual ni podía ver. Mira que solía pasar de aquellos que pisaban Storybrooke, los ignoraba como si no los viera, pero encima aquél había osado rondar cerca de Siobhan, y eso sí que no se lo iba a perdonar. No lo hacía ni con un conocido, a él le toleraría mucho menos.
Esperó un rato tras esa esquina distraídamente, deleitándose con las vistas, viendo como ese tipo se extrañaba porque la moto no parecía responderle. ¿Se habría dado cuenta de la manipulación? Bueno, a Samuel eso tampoco le importaba, la cuestión era divertirse un rato y jugar con ese pajarito desconcertado. Con un poco de suerte, en dos días ya estaría de vuelta justo por donde había venido... Aunque por lo que habían llegado hasta sus oídos, hacía trabajillos en el hospital de Storybrooke. Ugh, que repugnancia le daba ese lugar. Si ya de por si estando sanos, los pueblis le daban repelús... Sólo de verlos enfermos, se ponía él enfermo también. No, no, contra más apartado de esa gente, mejor. Sólo que... a veces era inevitable, y en aquél caso, con el forastero, sería un encuentro por propia decisión y premeditación, y bastante divertido, a su modo de ver.
Una vez creyó que era el momento oportuno, Samuel se lamió un poco los dedos, recolocándose el cabello con sutileza -debía estar siempre radiante y glamuroso, fuera a donde fuera- , y decidió caminar tranquilamente hacia Seery, como quien no quiere la cosa, con sigilo hasta quedar a sus espaldas, con una sonrisa ladeada que el hombre no tardaría en ver.
- Oh, sí, yo sí. ¿Tan poco deseas mi presencia, forastero? – comentó con sorna y diversión, mientras lo observaba desde las alturas. Si de pinos andantes con complejo de cerezo se hablaba, Samuel era único en su especie - Vaya, vaya, vaya... ¿Problemas con tu pequeña... Em... Scooter? Qué pena... ¿Un cable roto, quizás? – seguía preguntando con ese tono de voz irónico y divertido. Dio unos pasos alrededor de Liam y su moto, observando ésta última como si tuviera cierta curiosidad - ¿De qué desguace lo robaste? Sin ánimo de ofender, todo sea dicho.
No, estaba claro que Samuel no estaba ahí sólo por casualidad, algo que seguramente intuiría el forastero, ni tampoco había venido a examinar su moto, pero quizás sí a examinar un poco la vida de Seery. ¿Por curiosidad? Nah, por supuesto que no. Lo que más le interesaba era sacarle las faltas, un punto flaco por el que poder atacarle y obligarlo a apartarse de Storybrooke o, al menos, de la Alcaldesa. No tardaría a ir al grano del asunto, esto sólo había sido el principio de la conversación, y viniendo de Samuel, había sido como echarle flores a Liam. Ahora vendría lo bueno, más valía que Seery se fuera preparando porque cuando alguien se le cruzaba entre ceja y ceja, pocas veces ese alguien se quedaba intacto.
Pero la jugada le había salido a la perfección, cosa que hacía que se mantuviera la sonrisa plasmada en su rostro mientras observaba su mano despreocupadamente. ¿Qué si había sido acaso Samuel el que le había manipulado la motucha? Por favor, ¡La duda ofende!... Sólo que... Ya se sabía que el pelirosa no era muy dado a ensuciarse las manos, y menos con tanta grasa por en medio. Siempre tenía contactos, pobre diablos callejeros que por cuatro perras eran capaces de lamerle la suela de la bota, por mucho barro que hubiera en ellas. Sí, exactamente así fue como Samuel conseguía lo que quería, trabajos sucios y apaños. No iba a sacrificar su aspecto físico ni siquiera por ese... Forastero al cual ni podía ver. Mira que solía pasar de aquellos que pisaban Storybrooke, los ignoraba como si no los viera, pero encima aquél había osado rondar cerca de Siobhan, y eso sí que no se lo iba a perdonar. No lo hacía ni con un conocido, a él le toleraría mucho menos.
Esperó un rato tras esa esquina distraídamente, deleitándose con las vistas, viendo como ese tipo se extrañaba porque la moto no parecía responderle. ¿Se habría dado cuenta de la manipulación? Bueno, a Samuel eso tampoco le importaba, la cuestión era divertirse un rato y jugar con ese pajarito desconcertado. Con un poco de suerte, en dos días ya estaría de vuelta justo por donde había venido... Aunque por lo que habían llegado hasta sus oídos, hacía trabajillos en el hospital de Storybrooke. Ugh, que repugnancia le daba ese lugar. Si ya de por si estando sanos, los pueblis le daban repelús... Sólo de verlos enfermos, se ponía él enfermo también. No, no, contra más apartado de esa gente, mejor. Sólo que... a veces era inevitable, y en aquél caso, con el forastero, sería un encuentro por propia decisión y premeditación, y bastante divertido, a su modo de ver.
Una vez creyó que era el momento oportuno, Samuel se lamió un poco los dedos, recolocándose el cabello con sutileza -debía estar siempre radiante y glamuroso, fuera a donde fuera- , y decidió caminar tranquilamente hacia Seery, como quien no quiere la cosa, con sigilo hasta quedar a sus espaldas, con una sonrisa ladeada que el hombre no tardaría en ver.
- Oh, sí, yo sí. ¿Tan poco deseas mi presencia, forastero? – comentó con sorna y diversión, mientras lo observaba desde las alturas. Si de pinos andantes con complejo de cerezo se hablaba, Samuel era único en su especie - Vaya, vaya, vaya... ¿Problemas con tu pequeña... Em... Scooter? Qué pena... ¿Un cable roto, quizás? – seguía preguntando con ese tono de voz irónico y divertido. Dio unos pasos alrededor de Liam y su moto, observando ésta última como si tuviera cierta curiosidad - ¿De qué desguace lo robaste? Sin ánimo de ofender, todo sea dicho.
No, estaba claro que Samuel no estaba ahí sólo por casualidad, algo que seguramente intuiría el forastero, ni tampoco había venido a examinar su moto, pero quizás sí a examinar un poco la vida de Seery. ¿Por curiosidad? Nah, por supuesto que no. Lo que más le interesaba era sacarle las faltas, un punto flaco por el que poder atacarle y obligarlo a apartarse de Storybrooke o, al menos, de la Alcaldesa. No tardaría a ir al grano del asunto, esto sólo había sido el principio de la conversación, y viniendo de Samuel, había sido como echarle flores a Liam. Ahora vendría lo bueno, más valía que Seery se fuera preparando porque cuando alguien se le cruzaba entre ceja y ceja, pocas veces ese alguien se quedaba intacto.
Samuel Johansson- Seres Mágicos
- Soy : Genio de Agrabah
Mensajes : 24
Empleo /Ocio : Escolta de la Alcaldesa
Localización : Cerca de la Alcaldesa
Fecha de inscripción : 06/08/2012
Re: El dúo dinámico [Samuel Johansson]
¿Por qué de entre todas esas dichosas personas de Storybrooke me tenía que topar siempre con los peores? No es que la gente de Storybrooke fuera mala, ni mucho menos... Bueno, algunos sí, ya que tanto como los "personajes" buenos como los malos habían sido afectados por la maldición. Y claro, justo me tenía que topar con lo peor de lo peorcito... Primero fue James, luego la alcaldesa (origen de todo el mal que rodeaba aquel pueblo) y por último... esa... ¿persona? que al parecer servía a la Reina como su leal lacayo. Por desgracia, y dada mi edad cuando tuve que marcharme de mi verdadero mundo no tuve la oportunidad de conocer a la mayoría de esas personas, y por supuesto, desconocía la identidad verdadera de Johansson. Podía suponer muchas cosas... Era ingenioso, tenía poder por lo que en el otro mundo también tendría un gran poder y por último, aquel gusto de estilo tan raro y original suyo. Yo no es que fuera un experto en estética, ni mucho menos (me costó mucho adapatarme a aquel hecho cuando aparecí aquí, pero tras los muchos años vividos, había visto lo suficiente de aquel mundo como para poder asegurar que aquel tipo vestía y actuaba de una manera muy diferente a los demás. ¿Sería esa una señal que me advertía que REALMENTE era distinto a los demás?
El tiempo hablaría... Esperaba, porque no podía malgastar tiempo. Había que romper la maldición y Lucy se empeñaba en mantener esa venda sobre sus ojos... Aunque bueno, al menos no se había marchado de Storybrooke, seguramente por Paula, hecho que todavía me daba esperanzas para poder quitarle al fin esa venda.
Fruncí el ceño molesto, mostrando abiertamente esa misma molestia. Después de todo, lo poco que había tratado a aquel tipejo no se había mostrado agradable conmigo, sino más bien tratándome como si fuera algo inferior. Desconocía el origen de esa manía que me tenía, pero existía, que era lo que más me preocupaba. Alcé una ceja después para volver a posar mi mirada sobre la moto para después responder.
-¿Acaso no es obvio? A mí me gusta tanto tu presencia, como a ti la mía, vamos, nada de nada -tuve que respirar y contar hasta 10 para no estallar, porque seguramente buscaba eso, que estallase. Mi moto no se podía comparar con una scooter, ¡aquello era una blasfemia!-. Más bien han jugado al cubo de rubik con la moto, colocando cables donde no eran, moviendo demasiadas cosas sin encajarlas del todo... -cuando escuché su pregunta, de nuevo, tuve que repsirar profundamente y contar esta vez hasta 20. Me repetía a mí mismo que guardase la compostura, ¿y si perdía los cabales? En aquel pueblo todos se enteraban de todo y lo que menos me convenía era que se esparciese la noticia de que "el forastero es un hombre violento." ¡Lo que me faltaría! Pero aquel "hombre" me sacaba de mis casillas. Me saqué un pañuelo de la chaqueta para limpiarme las manos debido al aceite que soltaba la moto, sin embargo, volví a guardar el pañuelo sin recoger la suciedad y me levanté del suelo. Sonreí abiertamente, intentando esconder mis intenciones, para después revolverle el pelo con una de las manos sucias, ese pelo rosa, tan extraño como original-. ¿De qué tienda de disfraces te compraste est peluca? Sin ánimo de ofender, claro, ups.
El tiempo hablaría... Esperaba, porque no podía malgastar tiempo. Había que romper la maldición y Lucy se empeñaba en mantener esa venda sobre sus ojos... Aunque bueno, al menos no se había marchado de Storybrooke, seguramente por Paula, hecho que todavía me daba esperanzas para poder quitarle al fin esa venda.
Fruncí el ceño molesto, mostrando abiertamente esa misma molestia. Después de todo, lo poco que había tratado a aquel tipejo no se había mostrado agradable conmigo, sino más bien tratándome como si fuera algo inferior. Desconocía el origen de esa manía que me tenía, pero existía, que era lo que más me preocupaba. Alcé una ceja después para volver a posar mi mirada sobre la moto para después responder.
-¿Acaso no es obvio? A mí me gusta tanto tu presencia, como a ti la mía, vamos, nada de nada -tuve que respirar y contar hasta 10 para no estallar, porque seguramente buscaba eso, que estallase. Mi moto no se podía comparar con una scooter, ¡aquello era una blasfemia!-. Más bien han jugado al cubo de rubik con la moto, colocando cables donde no eran, moviendo demasiadas cosas sin encajarlas del todo... -cuando escuché su pregunta, de nuevo, tuve que repsirar profundamente y contar esta vez hasta 20. Me repetía a mí mismo que guardase la compostura, ¿y si perdía los cabales? En aquel pueblo todos se enteraban de todo y lo que menos me convenía era que se esparciese la noticia de que "el forastero es un hombre violento." ¡Lo que me faltaría! Pero aquel "hombre" me sacaba de mis casillas. Me saqué un pañuelo de la chaqueta para limpiarme las manos debido al aceite que soltaba la moto, sin embargo, volví a guardar el pañuelo sin recoger la suciedad y me levanté del suelo. Sonreí abiertamente, intentando esconder mis intenciones, para después revolverle el pelo con una de las manos sucias, ese pelo rosa, tan extraño como original-. ¿De qué tienda de disfraces te compraste est peluca? Sin ánimo de ofender, claro, ups.
Liam D. Seery- Héroes
- Soy : Pinocho
Mensajes : 114
Empleo /Ocio : Enfermero
Localización : En el hospital o en Granny's
Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: El dúo dinámico [Samuel Johansson]
La verdad es que la respuesta de Seery no le pilló por sorpresa, pero ésta desde luego avivaba más el fuego del odio que sentía hacia él. Pronto pondría las cartas sobre la mesa, Liam ya había metido demasiada mierda a modo de ver de Samuel, y le dejaría las cosas bien claras, lástima que no pudiera meterle un petardo en el culo, encenderlo y que se fuera volando, literalmente, del pueblo. Bueno, imaginárselo le consolaba un tanto. Y no sólo eso, a Johansson no le pasó desapercibida esa inspiración profunda por parte de Liam, seguramente para intentar tranquilizarse. Eso, eso, mejor que aprovechara las bocanadas de aire porque luego no lo dejaría ni respirar.
- Vaya, ¿Ahora nos dedicamos a ir a cursillos de telepatía? Increíble – dijo sonriendo en un claro acto de hipocresía, dirigiendo de nuevo su mirada al cacharro que tenía por moto. En realidad se veía bastante buena, pero ni siquiera en sus pensamientos Samuel iba a dejar de ser subjetivo. – Se nos han puesto rebeldes los niños, ¿eh? Deberías saber que hay mucho gamberro suelto por Storybrooke... ¡Ah, no! Que tú eres forastero... – pronunció con bastante sorna en la voz y con un tono de hostilidad. Sólo faltaba espetárselo en la oreja, y cogerlo de ésta misma para llevárselo a rastras del pueblucho. Lástima que Samuel se conocía bastante bien las leyes y normas sociales, y tampoco quería manchar su carrera por un idiota -demasiado listo- como le parecía Liam.
Observó ahora los gestos de Seery, como se cogía uno de sus sucios pañuelos del bolsillo –le daba completamente igual si estaba limpio; con tan sólo haber estado en la chaqueta del forastero, ya se consideraba sucio– y con intenciones de limpiarse la grasa de las manos, aceite o lo que fuera que perdieran él o su moto. Pero lo que el escolta no se esperaba, es que se levantara y con una de sus asquerosas manos le revolviera el cabello, ese que tanto trataba de mantener en su sitio día tras día, usando los mejores champús y productos para mantenerlo impecable. ¿Pero cómo podía ser tan despreciable? Encima de forastero, jeta. Lo primero que hizo Samuel en acto reflejo fue poner su peor cara de asco y llevarse una de sus propias manos al pelo, intentando ponerlo en su sitio de una pasada pero no le pasó desapercibido el aceite que había quedado impregnado en él, apreciando luego de pasarse la mano, el brillo que quedaba en ésta. Fue un momento de lentitud mientras trataba de no cogerlo del cuello ahí mismo y estamparle su bonita cara en la “scooter”. Apretó los dientes y la última pregunta de Seery fue el colmo. Sin poder gesticular una palabra que no fuera un insulto, Samuel se limitó simplemente en un rápido movimiento, a coger a Liam de las solapas de su chaqueta hasta acercarlo bruscamente hacia él, quedando así frente a frente a muy poca distancia.
- Cuidadito conmigo, forastero, si no quieres que te patee el trasero ahora mismo y vuelvas de nuevo a las chabolas de las que vienes en menos tiempo del que ha durado nuestra bonita conversación – le amenazó entre dientes antes de volver a soltarlo de las solapas con la misma brusquedad. No era conveniente que alguien pudiera verlos en aquel estado, tanto a uno como a otro les perjudicaría la imagen.
Lo que más llegaba a reventar a Samuel es que no tuviera el poder suficiente como para poder echarlo, ni siquiera estaba seguro de que la misma Alcaldesa pudiera. Y lo que era peor: si se hacía “amiguito” de ella, las probabilidades de que dejara Storybrooke eran todavía más remotas. Como ya se había dicho, si aquel tipo se hubiera mantenido al margen, seguramente Samuel ni le habría prestado atención, pero el muy pelota tenía que entrometerse donde no lo llamaban, pues, por lo que tenía entendido, no era conocido de la Alcaldesa antes de llegar allí, o quizás se le estaba ocultando algo y el idiota aquí al final iba a ser Johansson. No, no iba a permitir que eso fuera así.
- Bien, vamos al grano. – se decidió, intentando mantener un tono más sereno, pero notablemente molesto y un tanto amenazante, ya se sabía que su altura le ayudaba también en esos temas - ¿Conoces a la Alcaldesa Mills? Porque te he visto rondar cerca de ella últimamente. No me gustan los tipos que vienen aquí por primera vez y se piensan que esto es Jauja y se pasean como chucho por su casa. Y ya van dos – sí, ni mucho menos le pasó desapercibida la visita y encima instalación de esa tal Lucy Roberts que no hacía más que marear a la Alcaldesa y su hija. ¿Pero qué diablos? - ¿Qué coño es esto, una secta?
- Vaya, ¿Ahora nos dedicamos a ir a cursillos de telepatía? Increíble – dijo sonriendo en un claro acto de hipocresía, dirigiendo de nuevo su mirada al cacharro que tenía por moto. En realidad se veía bastante buena, pero ni siquiera en sus pensamientos Samuel iba a dejar de ser subjetivo. – Se nos han puesto rebeldes los niños, ¿eh? Deberías saber que hay mucho gamberro suelto por Storybrooke... ¡Ah, no! Que tú eres forastero... – pronunció con bastante sorna en la voz y con un tono de hostilidad. Sólo faltaba espetárselo en la oreja, y cogerlo de ésta misma para llevárselo a rastras del pueblucho. Lástima que Samuel se conocía bastante bien las leyes y normas sociales, y tampoco quería manchar su carrera por un idiota -demasiado listo- como le parecía Liam.
Observó ahora los gestos de Seery, como se cogía uno de sus sucios pañuelos del bolsillo –le daba completamente igual si estaba limpio; con tan sólo haber estado en la chaqueta del forastero, ya se consideraba sucio– y con intenciones de limpiarse la grasa de las manos, aceite o lo que fuera que perdieran él o su moto. Pero lo que el escolta no se esperaba, es que se levantara y con una de sus asquerosas manos le revolviera el cabello, ese que tanto trataba de mantener en su sitio día tras día, usando los mejores champús y productos para mantenerlo impecable. ¿Pero cómo podía ser tan despreciable? Encima de forastero, jeta. Lo primero que hizo Samuel en acto reflejo fue poner su peor cara de asco y llevarse una de sus propias manos al pelo, intentando ponerlo en su sitio de una pasada pero no le pasó desapercibido el aceite que había quedado impregnado en él, apreciando luego de pasarse la mano, el brillo que quedaba en ésta. Fue un momento de lentitud mientras trataba de no cogerlo del cuello ahí mismo y estamparle su bonita cara en la “scooter”. Apretó los dientes y la última pregunta de Seery fue el colmo. Sin poder gesticular una palabra que no fuera un insulto, Samuel se limitó simplemente en un rápido movimiento, a coger a Liam de las solapas de su chaqueta hasta acercarlo bruscamente hacia él, quedando así frente a frente a muy poca distancia.
- Cuidadito conmigo, forastero, si no quieres que te patee el trasero ahora mismo y vuelvas de nuevo a las chabolas de las que vienes en menos tiempo del que ha durado nuestra bonita conversación – le amenazó entre dientes antes de volver a soltarlo de las solapas con la misma brusquedad. No era conveniente que alguien pudiera verlos en aquel estado, tanto a uno como a otro les perjudicaría la imagen.
Lo que más llegaba a reventar a Samuel es que no tuviera el poder suficiente como para poder echarlo, ni siquiera estaba seguro de que la misma Alcaldesa pudiera. Y lo que era peor: si se hacía “amiguito” de ella, las probabilidades de que dejara Storybrooke eran todavía más remotas. Como ya se había dicho, si aquel tipo se hubiera mantenido al margen, seguramente Samuel ni le habría prestado atención, pero el muy pelota tenía que entrometerse donde no lo llamaban, pues, por lo que tenía entendido, no era conocido de la Alcaldesa antes de llegar allí, o quizás se le estaba ocultando algo y el idiota aquí al final iba a ser Johansson. No, no iba a permitir que eso fuera así.
- Bien, vamos al grano. – se decidió, intentando mantener un tono más sereno, pero notablemente molesto y un tanto amenazante, ya se sabía que su altura le ayudaba también en esos temas - ¿Conoces a la Alcaldesa Mills? Porque te he visto rondar cerca de ella últimamente. No me gustan los tipos que vienen aquí por primera vez y se piensan que esto es Jauja y se pasean como chucho por su casa. Y ya van dos – sí, ni mucho menos le pasó desapercibida la visita y encima instalación de esa tal Lucy Roberts que no hacía más que marear a la Alcaldesa y su hija. ¿Pero qué diablos? - ¿Qué coño es esto, una secta?
Samuel Johansson- Seres Mágicos
- Soy : Genio de Agrabah
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Empleo /Ocio : Escolta de la Alcaldesa
Localización : Cerca de la Alcaldesa
Fecha de inscripción : 06/08/2012
Re: El dúo dinámico [Samuel Johansson]
-Sí, soy forastero, de fuera -recalqué esas palabras de igual modo que Johansson había pronunciado las suyas.
Desconocía por completo el origen de esa hostilidad suya hacia mí. Creía recordar que ese "hombre" iba detrás de la alcaldesa siempre o algo parecido, ¿una obsesión hacia esa mujer quizá? Podría ser, Siobhan tenía esa capacidad extraña para seducir a los hombre (por desgracia yo lo había comprobado pero bien, y en cierto sentido, no me arrepentía del todo, cosa que hacía que quisiera darme cabezazos contra la pared más cercana). Supuse que al igual que a la Reina, a Johansson tampoco le gustarían los cambios en el pueblo, aunque a Lucy de momento no le había hecho nada (y mejor que no le hiciera nada, puesto que si cambiaba de idea, le rompería la boca), había centrado toda su atención y sus esfuerzos en hacerme la vida imposible. ¡Ya tenía suficiente con mi estúpido horario en el hospital, con la completa negación de la Salvadora a creer en la maldición y con mi continua (e inevitable) transformación que ahora venía el graciosillo de turno a estropearme uno de los pocos placeres de los que podía disfrutar!
Me querían fuera del pueblo, por supuesto. Después de todo, era un constante riesgo para ellos, y el hecho de que todavía no me hubiera ido les ponía aún más en alerta. Pero más peligrosa era Lucy, sin creer siquiera... La pieza clave aquí sería Paula, que por suerte para mí, ella al menos sí que creía en la maldición como bien me había contado. Tenía que saber su opinión acerca de la historia añadida por mí, mi historia, una historia que todavía no tenía final.
Supe desde el primer momento que no tendría que haberme enfrentado a Johansson, pero él se lo había buscando cuando se le había ocurrido meter a mi moto entre todo esto. Así pues, dejé salir toda mi "maldad", algo de ira que estaba guardando debido a la situación y por eso mismo, no me preocupó apenas cuando me agarró de la chaqueta y nos encontramos cara contra cara. Horripilante, su aspecto era horripilante, como si no fuera de aquí, aunque bueno, ninguno era de aquí, ¿no? Dejé escapar una risa con la suficiente sorna para hacerle cabrear, para acabar finalmente con una sonrisa irónica y mis ojos clavados en los suyos, no le tenía miedo, yo ya había dejado de tenerle miedo al mundo exterior.
-¿Cuidadito contigo? ¿Patearme el trasero? ¿Piensas ensuciarte las manos? ¿Tú? Por favor, si seguramente apenas puedas levantar una piedra del suelo, seguro que incluso te tropiezas con las hormigas, ¡pobres de ellas! -se me oscureció la mirada cuando mencionó a la Reina, algo confuso, pero para nada sorprendido ya que afirmaba mis pensamientos-. Ahora sí que la conozco, verás, como nuevo ciudadano de este maravilloso pueblo, mi deber es informar a la Alcaldesa Mills de algunos fallos que pueden mejorarse en la administración del hospital, por ejemplo -el primer pensamiento que se me cruzó por la mente fue: ¿sabría que me había ido a su casa a cenar y después ocurrió lo que ocurrió? Entonces mencionó de forma indirecta a Lucy y enarqué ambas cejas-. Sí, una secta cuyo nombre secreto es: "Conquistemos Storybrooke". Pero no se lo digas a nadie, ¿eh? La señorita Roberts y yo estamos compinchados para echar a la Alcaldesa Mills del poder y así llegar nosotros a la alcadía, ¿qué te parece nuestro magnífico plan? -seguramente con lo estúpido que era Johansson, llegaba a creerse aquella ironía y todo.
Apoyé mis manos sucias sobre las suyas y conseguí que me soltara, después de todo, no quería tanto acercamiento con él. Incluso su aliento me molestaba.
Desconocía por completo el origen de esa hostilidad suya hacia mí. Creía recordar que ese "hombre" iba detrás de la alcaldesa siempre o algo parecido, ¿una obsesión hacia esa mujer quizá? Podría ser, Siobhan tenía esa capacidad extraña para seducir a los hombre (por desgracia yo lo había comprobado pero bien, y en cierto sentido, no me arrepentía del todo, cosa que hacía que quisiera darme cabezazos contra la pared más cercana). Supuse que al igual que a la Reina, a Johansson tampoco le gustarían los cambios en el pueblo, aunque a Lucy de momento no le había hecho nada (y mejor que no le hiciera nada, puesto que si cambiaba de idea, le rompería la boca), había centrado toda su atención y sus esfuerzos en hacerme la vida imposible. ¡Ya tenía suficiente con mi estúpido horario en el hospital, con la completa negación de la Salvadora a creer en la maldición y con mi continua (e inevitable) transformación que ahora venía el graciosillo de turno a estropearme uno de los pocos placeres de los que podía disfrutar!
Me querían fuera del pueblo, por supuesto. Después de todo, era un constante riesgo para ellos, y el hecho de que todavía no me hubiera ido les ponía aún más en alerta. Pero más peligrosa era Lucy, sin creer siquiera... La pieza clave aquí sería Paula, que por suerte para mí, ella al menos sí que creía en la maldición como bien me había contado. Tenía que saber su opinión acerca de la historia añadida por mí, mi historia, una historia que todavía no tenía final.
Supe desde el primer momento que no tendría que haberme enfrentado a Johansson, pero él se lo había buscando cuando se le había ocurrido meter a mi moto entre todo esto. Así pues, dejé salir toda mi "maldad", algo de ira que estaba guardando debido a la situación y por eso mismo, no me preocupó apenas cuando me agarró de la chaqueta y nos encontramos cara contra cara. Horripilante, su aspecto era horripilante, como si no fuera de aquí, aunque bueno, ninguno era de aquí, ¿no? Dejé escapar una risa con la suficiente sorna para hacerle cabrear, para acabar finalmente con una sonrisa irónica y mis ojos clavados en los suyos, no le tenía miedo, yo ya había dejado de tenerle miedo al mundo exterior.
-¿Cuidadito contigo? ¿Patearme el trasero? ¿Piensas ensuciarte las manos? ¿Tú? Por favor, si seguramente apenas puedas levantar una piedra del suelo, seguro que incluso te tropiezas con las hormigas, ¡pobres de ellas! -se me oscureció la mirada cuando mencionó a la Reina, algo confuso, pero para nada sorprendido ya que afirmaba mis pensamientos-. Ahora sí que la conozco, verás, como nuevo ciudadano de este maravilloso pueblo, mi deber es informar a la Alcaldesa Mills de algunos fallos que pueden mejorarse en la administración del hospital, por ejemplo -el primer pensamiento que se me cruzó por la mente fue: ¿sabría que me había ido a su casa a cenar y después ocurrió lo que ocurrió? Entonces mencionó de forma indirecta a Lucy y enarqué ambas cejas-. Sí, una secta cuyo nombre secreto es: "Conquistemos Storybrooke". Pero no se lo digas a nadie, ¿eh? La señorita Roberts y yo estamos compinchados para echar a la Alcaldesa Mills del poder y así llegar nosotros a la alcadía, ¿qué te parece nuestro magnífico plan? -seguramente con lo estúpido que era Johansson, llegaba a creerse aquella ironía y todo.
Apoyé mis manos sucias sobre las suyas y conseguí que me soltara, después de todo, no quería tanto acercamiento con él. Incluso su aliento me molestaba.
Liam D. Seery- Héroes
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Re: El dúo dinámico [Samuel Johansson]
Si había un detonante que podía despertar la desesperación y agotaba la paciencia de Johansson, eso era la chulería, ironía o prepotencia en las personas con las que hablaba. Y ese tipejo lo tenía prácticamente todo, tres por uno y aún serían más si contábamos el estorbo que le resultaba al rondar cerca de Siobhan y sabe Dios la clase de relación que tenían entre ellos. Aún así, Samuel sentía que todavía estaba a tiempo de evitar cualquier contacto excesivo entre ese par, a no ser que tramaran y tuvieran algún plan entre manos, cosa que procuraría averiguar.
Y sí, se estaba pasando de listo. ¿Acaso se estaba burlando de él? Estaba rozando la línea, la fina línea que en la mente del pelirosa separaba entre lo que era un ser despreciable como lo eran la mayoría de pueblis, y ser alguien al que perseguir y hacer la vida imposible hasta saciar sus ganas de venganza y rencor, y su mirada no escaqueó en demostrar el odio que empezaba a sentir por aquél forastero al que apenas conocía pero ya tenía prácticamente sentenciado. Sólo si se alejaba de la alcaldesa, sólo entonces y quizás, podría librarse de Samuel.
Trató de escuchar todo lo que Liam le explicaba sin alterarse, sin abrir la boca que tan difícil le resultaba mantener cerrada, incluso podía percibirse un ligero tic que le había entrado en el lado derecho del labio, indicando la ira que se estaba acumulando en su interior, en el asco que le daba y las ganas que empezaba a tener por acabar con la existencia de ese ser. Pero debía calmarse sí, debía calmarse… o su vida iba a acabar pareciendo un show. Y el show es lo que tenía que ahorrar a ojos de cualquier ciudadano que pasara por allí en el momento más inoportuno. Lo soltó finalmente de las solapas de la chaqueta, también incentivado por Liam, clavando cada vez más sus ojos en los de él, como si a través de ellos pudiera intuir si éste estaba siendo sincero o por el contrario mentía como un vil bellaco. Se mantuvo unos largos segundos en silencio, reflexionando. ¿Y si era verdad que Seery simplemente estaba volcado en su trabajo en el cual necesitaba a la Alcaldesa? Aún así había algo que no le acababa de encajar. Que Samuel recordara, nadie del hospital solía acercarse tanto a Siobhan como lo había hecho él, ya fuera por respeto o porque poco más se podía hacer.
- A ti no te da miedo jugar con fuego, ¿verdad? Porque parece que estás jugando con la hoguera entera – dijo entrecerrando sutilmente los ojos, como si estuviera intentando deducir después de aquellos años que recordaba haber entrenado para agente, y no sólo físicamente - ¿Te crees muy listillo, no? Veo que tener trato con la alcaldesa Mills te ha subido mucho los humos, una cresta y ya estarías hecho todo un gallito. ¿Sabes lo que les pasa a los ratoncitos que meten las… narices donde no les llaman? Se les quema, se les chamusca… Y luego van llorando por ahí y lamentándose por no haber retirado esa nariz cuando tenían oportunidad… - explicaba, tratando de mantener un tono de voz bajo, pero amenazante. No hacía falta decirlo más alto, la distancia entre ambos era la suficiente como para escucharse mutuamente sin tener apenas que hablar “normal” – Supongo que no hay que ser demasiado listo para saber a lo que me refiero… No quieres ser uno de esos ratoncitos, ¿Me equivoco, Seery? Además… - se acercó en esos instantes a la moto de Liam. Seguramente éste último no lo vería con buenos ojos, de manera que Samuel simplemente pasó un dedo por encima de su “preciosa Scooter”. – Tu moto es demasiado… Bonita y valiosa para un pobre como tú… Sería una pena que se ensuciara, se estropeara o desapareciera misteriosamente, ¿No te parece? Yo que tú la cuidaría, me conformaría con ganar la mierdecilla que se pueda ganar en ese repugnante hospital, y simplemente haría mi vida… A mí me parecería un estupendo plan, mucho mejor que ese tan enrevesado que me has explicado y que no se va a llevar nunca a cabo… – amenazó empleando un tono que incluso parecía amistoso, como si realmente lo recomendara, aunque claramente el odio que empezaba a sentir era irreprimible.
Cierto era que Samuel tenía sus contactos, aquellos perros de calle, pobres-diablos que por cuatro chavos se prestaban a “trabajar”, pero no siempre era tan fácil y el poder que realmente tenía el escolta sobre Storybrooke era mínimo, por no decir prácticamente nulo. Aún así siempre mantenía una máscara, una máscara de ser alguien que podía conseguir lo que quisiera y que se veía con libertad de amenazar y llevar a cabo sus amenazas, aunque en muchas ocasiones no era así. De ahí que, en el fondo de su ser, había un enorme hueco, un complejo que seguramente no podría llenarse nunca, pues sólo vivía por las apariencias. Si derribara aquél muro que alzaba entre los demás y él, seguramente sería un ciudadano como cualquier otro en el pueblo, pero aprovechaba su cercanía para con la Alcaldesa para aparentar lo que realmente no era. Pero siempre que pudiera, como en esa ocasión, luciría como si de un mafioso se tratase.
Y sí, se estaba pasando de listo. ¿Acaso se estaba burlando de él? Estaba rozando la línea, la fina línea que en la mente del pelirosa separaba entre lo que era un ser despreciable como lo eran la mayoría de pueblis, y ser alguien al que perseguir y hacer la vida imposible hasta saciar sus ganas de venganza y rencor, y su mirada no escaqueó en demostrar el odio que empezaba a sentir por aquél forastero al que apenas conocía pero ya tenía prácticamente sentenciado. Sólo si se alejaba de la alcaldesa, sólo entonces y quizás, podría librarse de Samuel.
Trató de escuchar todo lo que Liam le explicaba sin alterarse, sin abrir la boca que tan difícil le resultaba mantener cerrada, incluso podía percibirse un ligero tic que le había entrado en el lado derecho del labio, indicando la ira que se estaba acumulando en su interior, en el asco que le daba y las ganas que empezaba a tener por acabar con la existencia de ese ser. Pero debía calmarse sí, debía calmarse… o su vida iba a acabar pareciendo un show. Y el show es lo que tenía que ahorrar a ojos de cualquier ciudadano que pasara por allí en el momento más inoportuno. Lo soltó finalmente de las solapas de la chaqueta, también incentivado por Liam, clavando cada vez más sus ojos en los de él, como si a través de ellos pudiera intuir si éste estaba siendo sincero o por el contrario mentía como un vil bellaco. Se mantuvo unos largos segundos en silencio, reflexionando. ¿Y si era verdad que Seery simplemente estaba volcado en su trabajo en el cual necesitaba a la Alcaldesa? Aún así había algo que no le acababa de encajar. Que Samuel recordara, nadie del hospital solía acercarse tanto a Siobhan como lo había hecho él, ya fuera por respeto o porque poco más se podía hacer.
- A ti no te da miedo jugar con fuego, ¿verdad? Porque parece que estás jugando con la hoguera entera – dijo entrecerrando sutilmente los ojos, como si estuviera intentando deducir después de aquellos años que recordaba haber entrenado para agente, y no sólo físicamente - ¿Te crees muy listillo, no? Veo que tener trato con la alcaldesa Mills te ha subido mucho los humos, una cresta y ya estarías hecho todo un gallito. ¿Sabes lo que les pasa a los ratoncitos que meten las… narices donde no les llaman? Se les quema, se les chamusca… Y luego van llorando por ahí y lamentándose por no haber retirado esa nariz cuando tenían oportunidad… - explicaba, tratando de mantener un tono de voz bajo, pero amenazante. No hacía falta decirlo más alto, la distancia entre ambos era la suficiente como para escucharse mutuamente sin tener apenas que hablar “normal” – Supongo que no hay que ser demasiado listo para saber a lo que me refiero… No quieres ser uno de esos ratoncitos, ¿Me equivoco, Seery? Además… - se acercó en esos instantes a la moto de Liam. Seguramente éste último no lo vería con buenos ojos, de manera que Samuel simplemente pasó un dedo por encima de su “preciosa Scooter”. – Tu moto es demasiado… Bonita y valiosa para un pobre como tú… Sería una pena que se ensuciara, se estropeara o desapareciera misteriosamente, ¿No te parece? Yo que tú la cuidaría, me conformaría con ganar la mierdecilla que se pueda ganar en ese repugnante hospital, y simplemente haría mi vida… A mí me parecería un estupendo plan, mucho mejor que ese tan enrevesado que me has explicado y que no se va a llevar nunca a cabo… – amenazó empleando un tono que incluso parecía amistoso, como si realmente lo recomendara, aunque claramente el odio que empezaba a sentir era irreprimible.
Cierto era que Samuel tenía sus contactos, aquellos perros de calle, pobres-diablos que por cuatro chavos se prestaban a “trabajar”, pero no siempre era tan fácil y el poder que realmente tenía el escolta sobre Storybrooke era mínimo, por no decir prácticamente nulo. Aún así siempre mantenía una máscara, una máscara de ser alguien que podía conseguir lo que quisiera y que se veía con libertad de amenazar y llevar a cabo sus amenazas, aunque en muchas ocasiones no era así. De ahí que, en el fondo de su ser, había un enorme hueco, un complejo que seguramente no podría llenarse nunca, pues sólo vivía por las apariencias. Si derribara aquél muro que alzaba entre los demás y él, seguramente sería un ciudadano como cualquier otro en el pueblo, pero aprovechaba su cercanía para con la Alcaldesa para aparentar lo que realmente no era. Pero siempre que pudiera, como en esa ocasión, luciría como si de un mafioso se tratase.
Samuel Johansson- Seres Mágicos
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Re: El dúo dinámico [Samuel Johansson]
El tic en su labio derecho hizo que yo sonriera mucho más abiertamente, al parecer Johansson aguantaría poco más y pronto perdería su paciencia. Oh sí, entonces tendría un maravilloso espectáculo que observar: a un hombre con el pelo rosa recorriendo Storybrooke solatano todo tipo de barbaridades. Porque una cosa tenía clara, no iba a dejar que se acercara a mí ni a mi moto (una de las pocas cosas a las que tenía aprecio en este mundo). Mantuve la compostura, al igual que él y escuché cada una de sus palabras, después de todo, aquello era como una batalla campal, una discusión escondida en "educadas" palabras. Era entretenido, pero a la vez peligroso. Quería acabar con esto cuanto antes, porque no me convenía continuar hablando con alguien como Johansson ya que sabía que tarde o temprano, yo también perdería los papeles o puede que se me escapara algo (incluso un hombre como yo tenía su límite de paciencia).
-¿Yo? ¿Miedo al fuego? No tengo miedo a quemarme, recuerda que soy enfermero y me puedo curar incluso a mí mismo... Y si estoy jugando con la hoguera entera es porque vosotros lo habéis querido así. Yo no he venido aquí a jugar, como muchos de vosotros los cuales tenéis demasiado tiempo libre -yo también entrecerré los ojos para combatir su mirada, después de todo, yo no me iba a dejar amedrentar por alguien como él-. No es el trato con la alcaldesa lo que me sube esos supuestos humos, es un respeto hacia mí mismo, que ya tenía antes de venir aquí, por si no lo sabías. Yo no soy ninguna de tus cobayas de Storybrooke, de esos plebeyos como tú los denominas. No soy de aquí -aquello sonó extrañamente sincero- por lo que deberías dejar de tratarme con tanta confianza. ¿Amenazas? Muy bonito... ¿A eso te dedicas Johansson? ¿A espantar a los nuevos habitantes del pueblo de tu amada alcaldesa? Eso explica el por qué nadie pisa el pueblo... Con solamente verte los espantas -solté con una sonrisa irónica y en su mismo tono de voz. Si no quería gritar, yo no iba a ser quién para alzarle la voz, después de todo, estaba haciendo un esfuezo sobrehumano para no perder los cabales. Me crucé de brazos y le miré con superioridad-. No soy ningún ratón, soy una persona y como toda persona, puedo ser peligroso... No infravalores a los de tu alrededor, porque te puedes llevar un buen chasco, señor Johansson -y comenzó a amenacarme de otra manera, refiriéndose a mi moto. Alcé una ceja ante sus palabras. A cada segundo que pasaba, me iba confirmando que se podía superar su nivel de gilipollez-. Al menos me dedico a algo de provecho, no como otras personas que se dedican a jugar como si fueran simples críos, espantando turistas, nuevas personas y... molestando, sí, como las moscas.
Me daba realmente pena, por lo que simplemente me giré, negando su existencia, haciendo como si ya no estuviera allí. Agarré la moto y tras comprobar que todo parecía en orden, suspiré. Al menos había conseguido arreglarlo. Así pues, me puse el casco y tras dirigirle una última mirada a Johansson, al hombre del pelo rosa, me subí a la moto y salí echando leches de allí. No porque me hubiera "acobardado", sino porque mi paciencia ya había alcanzado ese famoso límite y yo no estaba en esa situación donde me podía permitir perder los papeles con alguien con tanta "reputación" y "poder" en el pueblo. Tenía otros asuntos de más importancia, así que... simplemente intenté olvidarme de él.
-¿Yo? ¿Miedo al fuego? No tengo miedo a quemarme, recuerda que soy enfermero y me puedo curar incluso a mí mismo... Y si estoy jugando con la hoguera entera es porque vosotros lo habéis querido así. Yo no he venido aquí a jugar, como muchos de vosotros los cuales tenéis demasiado tiempo libre -yo también entrecerré los ojos para combatir su mirada, después de todo, yo no me iba a dejar amedrentar por alguien como él-. No es el trato con la alcaldesa lo que me sube esos supuestos humos, es un respeto hacia mí mismo, que ya tenía antes de venir aquí, por si no lo sabías. Yo no soy ninguna de tus cobayas de Storybrooke, de esos plebeyos como tú los denominas. No soy de aquí -aquello sonó extrañamente sincero- por lo que deberías dejar de tratarme con tanta confianza. ¿Amenazas? Muy bonito... ¿A eso te dedicas Johansson? ¿A espantar a los nuevos habitantes del pueblo de tu amada alcaldesa? Eso explica el por qué nadie pisa el pueblo... Con solamente verte los espantas -solté con una sonrisa irónica y en su mismo tono de voz. Si no quería gritar, yo no iba a ser quién para alzarle la voz, después de todo, estaba haciendo un esfuezo sobrehumano para no perder los cabales. Me crucé de brazos y le miré con superioridad-. No soy ningún ratón, soy una persona y como toda persona, puedo ser peligroso... No infravalores a los de tu alrededor, porque te puedes llevar un buen chasco, señor Johansson -y comenzó a amenacarme de otra manera, refiriéndose a mi moto. Alcé una ceja ante sus palabras. A cada segundo que pasaba, me iba confirmando que se podía superar su nivel de gilipollez-. Al menos me dedico a algo de provecho, no como otras personas que se dedican a jugar como si fueran simples críos, espantando turistas, nuevas personas y... molestando, sí, como las moscas.
Me daba realmente pena, por lo que simplemente me giré, negando su existencia, haciendo como si ya no estuviera allí. Agarré la moto y tras comprobar que todo parecía en orden, suspiré. Al menos había conseguido arreglarlo. Así pues, me puse el casco y tras dirigirle una última mirada a Johansson, al hombre del pelo rosa, me subí a la moto y salí echando leches de allí. No porque me hubiera "acobardado", sino porque mi paciencia ya había alcanzado ese famoso límite y yo no estaba en esa situación donde me podía permitir perder los papeles con alguien con tanta "reputación" y "poder" en el pueblo. Tenía otros asuntos de más importancia, así que... simplemente intenté olvidarme de él.
Liam D. Seery- Héroes
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