Esto no es un picnik. {Jaden y Noah}

La rubia no podía estar más cabreada. Su revisión con Syndey había sido algo más que un desastre, y para variar, cuando salía airada de la consulta, con su andar altanero, un estúpido coche la había salpicado. Odiaba eso, odiaba meter los pies en los charcos, y por supuesto, odiaba mojarse del agua sucia que quedaba en la calzada después de haber llovido. Había maldecido por lo bajo, después de llamar de todo al conductor de aquel coche. No era una joven que tuviera mala suerte, pero con el mal humor que llevaba aquella mañana lo mejor era no provocarla...

Una vez llegó a casa, tiró todas sus cosas sobre el sofá de mala manera, y fue a darse una ducha para quitarse la porquería que le había salpicado. De nuevo seguía maldiciendo, y se prometió a sí misma que si volvía a encontrar con aquel coche, se encargaría de rajarle todos y cada uno de los neumáticos. Una vez salió, toda limpia y reluciente, tomó sus materiales de dibujo (las acuarelas y el papel especial para ello) y salió dando un portazo. Vale, si, estaba enfadada, pero hacía un día perfecto para pintar, y se dirigió al bosque. Sabía que allí era el mejor lugar, dónde estaría tranquila, y tenía bastante buena iluminación... Amaba ir a pintar al bosque. Andaba, pisando las hojas que crujían bajo sus botas de suela gruesa, buscando un buen lugar para poder dejar el botecito de agua y sus pinturas, necesitaba algún tronco caído, o alguna piedra, aunque en falta de ello, optó por sentarse en el suelo. Por suerte, no estaba demasiado húmedo, no lo suficiente como para dejar una mancha de tierra en sus pantalones, y abrió el bloc.

No sabía qué narices pintar, pero cerró los ojos, y dejó que el viento meciera las hojas de los árboles. Empezaría a hacer trazos sobre el papel, y algo saldría, siempre acababa saliéndole algo, quizás sería un dibujo de las hojas amarillentas, de las nubes, el pueblo entero, o qué sabía ella, tenía en casa hojas llenas de rayas sin ningún sentido pero que en su propia mente los entendía, y sabía que tenían un significado especial para ella. Bufó algo frustrada, porque no sabía qué color coger, o que hacer. Estaba falta de inspiración, aunque estuviera en su lugar favorito, aunque necesitara pintar, y acabó por encenderse un cigarrillo. Todo se vería mejor con algo de nicotina dentro de ella.

Tal vez dos aspirinas lograrían mantener el sueño hasta tarde, pero aquello era tan poco probable que simplemente desistió de aquel pensamiento. No, la idea de haber bebido toda la noche no era la causa de su trasnocho, tampoco en la de estar en una fiesta o algo parecido; lo cierto era que había pasado todas sus noctívagas horas arreglando cierta camioneta en el taller. Aquello fue como una especie de “reto” por así llamarle, no le gustaba que los clientes se fueran insatisfechos con alguna avería en su auto que no pudiera resolver, pero esa temprana mañana podría jactarse de decir que había culminado su trabajo justo a tiempo para su entrega, era alguien bastante terco.

Se subió a su viejo Cherokee del 89, su mugriento color le daba un aspecto de desgastado pero nada que no fuera cierto, se había encargado de preservar su motor –tan bueno- que le podía hacer competencia a los de nuevo año; claro, con ciertas desventajas, aunque el tema de la competencia quería dejarlo a un lado, quería por fin descansar un poco. Condujo a toda velocidad por las calles, se fijó en el frio clima con nubes grises y tonos pálidos e incluso, mojo a una chica de cabellos rubios completamente –que aunque no fuera su intención- le había logrado sacar una sonrisa luego de ver por el retrovisor las maldiciones que esta desplegaba de sus labios ¿Las estaría gritando? poco le importaba, él solo quería llegar a su departamento y cerrar los ojos para reponerse de su trabajo.

Estaciono, salió a toda prisa y subió dos pisos pensando solamente en la almohada que le depararía. Pero cuando entro y por fin pudo echarse en su cama, abrió los ojos de forma inesperada, como olvidando algo de suma importancia –¿Bobby?- pronuncio en voz alta, tomo aire y se levantó rápidamente buscando en cada rincón del departamento por el nombre del perro. Los minutos dejaron en claro lo que había pasado, sus manos peinaron sus cabellos y su rostro parecía estallar de furia. Odiaba los perros, ¿Pero que tanto? La oferta de su vecina por cuidarlo un fin de semana a cambio de 40 billetes verdes no sonaba mal, claro, si tan solo hubiera estando pendiente… La voz de su vecina hacia ecos en sus pensamientos: “Tienes que amarrarlo bien, a Bobby le gusta escaparse principalmente al bosque… creo que lo aprendió de mi marido” aquella ocurrencia le había causado cierta gracia en el momento, pero ahora no, estaba obligado a conducir unos minutos más, bajo el somnoliento estado en busca de un pulgoso animal, así era como él los llamaba.

Condujo nuevamente, ahora su destino frenaría en tierra levemente mojada, donde giro las llaves y apago el motor –¡Bobby!- grito fuertemente, una y otra vez mientras se adentraba entre los árboles, los minutos corrían y al parecer el fiel amigo de la vecina no se dignaba por aparecer. Recorrió unos metros más, estaba vez sin fuerzas ni ánimos de grita, y a su lejanía diviso una mota de cabello amarillenta, características del Golden Retriever a quien esperaba. Corrió con fuerzas hacia su origen, haciendo todo un alboroto que tuvo que frenar al captar la atención de la chica mientras fruncía el ceño al darse cuenta que no era lo esperado. “Lo siento” tal vez fueran las palabras típicas del cualquiera al casi asustar a una chica en plena soledad, pero no, Jaden no era de esos -¿Qué no es un delito menor fumar en un área verde en… mmm todo los Estados Unidos?-

Echó una bocanada de humo, y cerró los ojos , dejando que la brisa meciera las hojas de los altos árboles, y también su largo cabello rubio. Era una brisa fresca, típica de octubre, que era el mes en el cual estaban en aquel momento. Pese a ello, Lilith no tenía frío, apenas requería de la ropa, por lo menos en ese entre tiempo, en invierno solía abrigarse un poco más pero tampoco demasiado, ella era una joven calurosa, calurosa empedernida, cuanta menos ropa llevara mejor, más cómoda estaría. Se colocó las mangas de la chaqueta, arremangadas, también por si empezaba a pintar, que no se manchasen. Dejó su cigarillo posado sobre sus labios, y comenzó a dibujar unos trazos azul cielo muy tenues sobre el papel granulado especial para acuarela. El pelo de repente se le antojaba molesto, dejó el pincel que tenía en un recipiente con agua, y cogió otro, para hacerse un improvisado moño con él. Su mal humor había comenzado a remitir. Pensó que la verdad, se estaba bien en el bosque, que podría mandar al pueblo, a los médicos y a sus revisiones a paseo y vivir por ahí.

Oyó una voz detrás suya, y se apartó el cigarrillo de los labios para contestar.- Las leyes americanas me importan un bledo.-Dijo secamente, echando de nuevo el humo. Si no te gusta no mires. Nadie te pidió que vinieras- Continuó, mientras de nuevo, cogía el pincel del vasito con agua dónde lo había dejado, y volvía a pintar, esta vez con tonalidades más oscuras, azul marino, y oscureciéndose poco a poco hasta llegar al negro. Eran simples rayas al azar, pero dentro de la mente de la joven Lilith algo de sentido tenían... Y además, lo pintaba ella, y a ella le gustaba, ¡Que narices! Sólo le importaba lo que pensaba ella misma de sus propios cuadros.-Puedes irte por dónde has venido, aquí sobras.

De nuevo oyó otra voz, y resopló fastidiada. Había venido al bosque para estar sola, no para montar una fiesta, asíque dejó su bloc sobre el suelo de mala manera, y se levantó.-Pero bueno, ¿que os pensáis? ¿Que he montado aquí una meriendola o que?- Dijo secamente. Vamos, dos tipos a los que no conocía de nada, y uno de ellos con un perro.-Oye, dile a tu chucho que no se me acerque.- Miró al animal y lo señaló, por su acaso alguno de los dos era el dueño del chucho, y tenía que atarlo o algo. No era que no le gustasen los animales, pero odiaba cuando se ponían a olisquearla como si fuera una especie de chuleta andante o algo así, por eso, prefería advertir que si el perro se acercaba a ella... Bueno, mejor que no lo hiciera. Después de cruzó de brazos, escrutándolos con la mirada-¿Qué hacéis todavía aquí? Y tú por favor, descuélgate la cosa esa de la espalda, pareces retrasado, y me dan ganas de golpearte con ella.- Se refería al segundo chico que había aparecido, al que traía consigo un odioso chucho, que además, llevaba una guitarra. Oh, por favor, que no viniera a tocar, porque Lilith lo iba a echar a patadas como se le ocurriera venir a estorbar su paz y tranquilidad, odiaba aquella gente que se pasaba la vida de un lado a otro canturreando y haciendo estúpidos ritmos y musiquitas, porque al final la acababan embotando el cerebro.