It's girls night!

Llevaba ya varias semanas sintiéndose mejor, y eso se notaba en muchas cosas: hablaba más, sonreia, salia de casa todos los días y sobretodo había mejorado su aspecto. Había vuelto a ganar peso, las ojeras bajo sus ojos habían desaparecido (aunque las pesadillas todavía resistían algunas noches) y volvía a poner cuidado en como lucía en conjunto. Y tenía días de querer agradecerles a las personas que la habían apoyado durante el tiempo que no había sido ella misma. Si no lo había hecho era porque no quería abusar de la generosidad de Lucas, y no consideraba prudente organizar una cena con las chicas en la que era su casa.

Al final se dejó convence para hacerlo, porque a fin de cuentas, ya le había dicho que podía hacer como si estuviera en su propia casa, así que había ido a comprar, había avisado a Sutton que había prometido que se encargaría de decirle a las otras chicas mientras ella se encargaba de preparar la comida.

Cocinar también suponía un paso adelante en su proceso de recuperación. En las últimas semanas había estado comiendo lo primero que se le había puesto por delante, sin prestar la más mínima atención a lo que era. Encerrarse a cocinar era ya mucho, e incluso tararear alguna canción que había aprendido quién sabe donde. Sentía que hacía siglos que no cantaba.

Para cuando oyó el timbre que correspondía a su parte de la mansión de los Gilbert, ya estaba poniendo las últimas cosas en la mesa, en el instante que pensaba que tal vez se había excedido de mucho con la cantidad de comida.

- ¡La puerta está abierta! - dijo para que quién fuera que hubiera llamado entrara sin problemas.

Si hay una cosa negativa de ser madre soltera es el hecho de que quedar con las amigas por la noche es más complicado. Agradezco al menos no tener ya turnos nocturnos y poder pasar las noches con Vincent. El resto del día, pues bueno… iré turnándome entre la mañana y la tarde. Es algo que he llegado a sobrellevar, del mismo modo que sobrelleve el embarazo en el último curso de carrera. Lo recuerdo todo como si fuera ayer, igual que a él dejándome sola… Totalmente sola sin nadie que me ayudase a llevar adelante a un bebé recién nacido. ¿Miedo? ¿De verdad había sido eso lo que le había llevado a cruzar la puerta, dejarme con un embarazo de ocho meses y el corazón hecho pedazos? Me seguía doliendo hoy día, aunque al menos me había llegado el mayor regalo, porque estos ojos azules que ahora me devuelven la mirada son en muchos sentidos una bendición.

- Pórtate bien, ¿vale? – Le digo antes de dejar un beso en su frente y arroparle en la cama una última vez antes de salir por la puerta. Obviamente, no voy a dejarle solo en casa, por lo que mi propia vecina se encargará de echarle un ojo – Te debo una Maureen. – Le digo a la mujer mientras caminamos por el pasillo y ella empieza a restarle importancia. “Es solo un favor y el niño es un encanto. Su padre no sabe lo que se pierde”. Esbozo una sonrisa de cortesía ante esas palabras, en realidad el tema del padre de Vincent lo considero tabu. Pocas veces viajo a aquellos días de mi vida a pesar de ser perfectamente capaz de hacerlo con nitidez, pocas veces quiero recordar todas aquellas promesas que rompió en un abrir y cerrar de ojos. Es demasiado doloroso y prefiero dejarlo ahí… Simplemente como algo que pasó y ya.

Me paro unos segundos frente al espejo de la entrada donde ya he dejado mis cosas antes de subir a despedirme de Vincent, donde me miro una vez más. Realmente no me he hecho nada especial, solo me he peinado el ahora cabello castaño y puesto un poco de rímel en las pestañas. Me vuelvo nuevamente a la mujer dándole las gracias justo cuando suena el timbre. – ¡Phoebe! – Exclamo nada más abrir la puerta y no puedo evitar echar un vistazo al reloj de pulsera de oro blanco que llevo en una de mis muñecas. – Tan puntual como siempre. – Alcanzo a decir antes de coger el bolso, colgármelo en uno de los hombros y despedirme de Maureen antes de cerrar la puerta a mi espalda. – ¿Qué tal te va con Lucas? – Le pregunto mientras comenzamos a caminar y es entonces cuando caigo en la cuenta de que precisamente la cena es en casa de Lucas. – Espero que no se le ocurra estropearnos la noche de chicas. – Cosa que dudo demasiado y lo digo simplemente en broma. Posiblemente la muchacha lo haya notado casi al instante, me conoce lo suficiente como para saber ese tipo de cosas.

Aún así no deja de resultarme curioso que precisamente sea a casa de Lucas a donde nos dirigimos.

La GRAN ventaja de Storybrooke es que es fácil llegar a todos sitios sin necesidad de coger el coche o cualquier otro vehículo, por lo que no nos lleva demasiado tiempo llegar hasta la mansión de Lucas, que aunque haya pisado ya alguna vez las últimas semanas con Vincent para visitar a Grace (aún recuerdo aquel “¡Vaya! ¡Qué grande!” del pequeño lleno de sorpresa) no deja de sorprenderme lo grande que es, y eso que ni de lejos es tan rico como Gold… Gold, a quién le tengo que pagar la renta del mes, suerte que tengo un buen trabajo que me permite pagarle a tiempo.

Toco al timbre igual que todas las veces anteriores, pero en esta ocasión la voz de Grace llega hasta nosotras casi de inmediato. Miro unos segundos a Phoebe sonriendo antes de entrar en la casa. Si la conozco es por haber ido ya, sino, muy posiblemente me habría perdido. O quizá no, nunca se sabe. Mis pasos me llevan hasta el comedor donde esta Grace aún colocando algún que otro plato. – Vaya… - Me quedo unos segundos parada en el umbral de la puerta admirando la gran cantidad de platos que ha preparado nuestra amiga. – Cuando dijiste lo de hacer la comida iba en serio… - Añado. Me acerco hasta una de mis mejores amigas y depositó un beso en su mejilla al tiempo que acarició suavemente su espalda con una de las manos. – ¿Cómo estás? ¡Te veo muy bien! – Y es que aunque yo no haya pasado por lo mismo que ella, puedo hacerme a una idea…

¿Haberle perdido a él? Dolía, pero era superable. Era algo con lo que había tenido que vivir, sobrellevar y superar con el tiempo, pero…,¿perder a Vincent? ¿A esa personita que había compartido cuerpo conmigo durante nueve meses? ¿De quién había sentido la vida dentro de mí muchos antes de que abriese los ojos? Perderle a él era una cosa, pero perder a Vincent hubiese sido algo realmente muy diferente. No solo habría tenido que volver a recoger los pedazos de mi corazón y reconstruirlo, sino que también habría tenido que hacerlo con mi propia alma y eso…, eso es algo que no se puede arreglar tan fácilmente como un corazón. – Tiene una pinta deliciosa todo esto… - Aspiro el aroma que me llega de todas esas delicatesen que parece habernos preparado Grace al tiempo que digo aquellas sinceras palabras y no puedo evitar pensar una vez en la suerte que tengo muy a pesar de todo.

No recordaba la última vez que se había dedicado a ella misma. Que se había permitido simplemente darse un respiro y relajarse. Lo pensaba muchas veces, era cierto, pero nunca se decidía a hacerlo porque siempre aparecía una cosa u otra que requeria de su atención. Y asi era como dia a día todos eran diferentes pero igual de ocupados. Tanto que ni siquiera recordaba lo que era dedicar un dia entero a perder el tiempo, o dedicarselo a ella misma que tampoco estaría de mas. Por eso, cuando aquella tarde su ayudante mas cercana la había agarrado de las muñecas y se había puesto seria con ella no había podido negarle la luna si se la hubiese exigido. Le había plantado cara y le había dicho las cuatro cosas que ella pensaba siempre pero se negaba a admitir y mucho menos a hacer. Que necesitaba su propio espacio, quererse a ella misma, preocuparse por su aspecto y su salud, por su vida privada. Amigos, amor, su propia casa que hacía tanto tiempo que no la pisaba que incluso tenía telarañas en las esquinas. Cierto, todo cierto. Por eso cuando le había dicho de ir en su lugar a esa "fiesta de chicas" no había sido capaz de decirle que no.
Había llegado a casa e irremediablemente se había dedicado a pasear por toda la casa con la escoba en alto. Lo de las telarañas había resultado ser cierto, maldita sea. ¿Cómo podía ser tan eficaz mientras del orfanato se tratase y tan desordenada y despistada consigo misma? Ni siquiera sabía a que tipo de fiesta iba. Sabía que era solo de chicas. Y que era en una de las alas de la mansión Gilbert. Ni siquiera sabía si tenía que arreglarse mucho, aunque le sonaba vagamente el haber oido que no era nada muy formal. Y menos mal. Dudaba de tener siquiera algo decente que ponerse. Hacía siglos que no paseaba por el centro para comprarse algo de ropa. Al final se decidió por unos tejanos y una camiseta sencilla, cogiendo su cazadora mas abrigada. Ultimamente estaba haciendo frio y ella ya se cansaba de tiritar. Era vieja y estaba bastante usada. No podía ponersela en su papel de directora porque le daba una imagen demasiado juvenil e informal, pero era sin lugar a dudas su favorita.
Se pegó una buena ducha para despues vestirse y arreglarse el pelo. Era tan poco amiga de perder el tiempo que, cuando vió que del tiempo que no se cuidaba tenía las puntas abiertas sacó unas tijeras del tocador y en unos minutos tuvo el pelo tan sano como si se lo cuidara semanalmente. Se vistió y se arregló, poniendose unos botines con un tacón medio para darle un aspecto un poco mas arreglado a su atuendo y salió por la puerta con el movil en un bolsillo y las llaves en la otra. Bastaba que sucediese algo en el orfanato y ella no estuviese disponible, pese a que había prometido que se iba a tomar la noche libre.
Llegó al lugar y suspiró, tomando aire un par de veces antes de llamar a la puerta con la mejor de sus sonrisas.

Nora:

La última vez que la rubia se había decidido a hacer algo ella sola o con alguien había sido hacía bastante tiempo, a si que ahora que se le había presentado la oportunidad, ¿por qué no hacerlo? Se preparó a conciencia para la noche que se le presentaba, aunque tampoco pretendía llamar la atención, eso era una cosa que tampoco le gustaba del todo. Por no decir que no le gustaba nada. Normalmente se dedicaba a estar en el hostal y en la casa, a si que no solía ver a otras personas, a no ser que la hubiese llamado Sue para que cuidase un rato de Vincent, sobre todo cuando ella se iba a trabajar al hospital.

Miró el reloj de la cocina mientras acababa de secar unos platos y los guardaba en uno de los armarios. Ya se iba acercando la hora de marcharse a por su amiga, no le gustaba legar tarde, nunca le había gustado. Sería porque alguna vez tuvo algún imprevisto por demorarse algo más de lo debido. Se secó las manos en un paño que había al lado del fregadero y salió de la cocina, a tiempo para vestirse, prepararse un poco y salir de casa. Con unos pantalones, una camiseta y una chaqueta iría bastante bien, a si que fue corriendo a la entrada. Se calzó unas zapatillas planas y con un poco de labial de color claro, se vio perfecta para irse. No pudo evitar ruborizarse delante del espejo, porque pocas veces tenía la suerte de poder salir a la calle así, por simple que fuera. Agarro un bolso y salió.

Iba controlando el tiempo con un antiguo reloj de muñeca, y, aunque iba bien de tiempo, apresuró el paso. Antes de darse cuenta estaba frente a la puerta de Sutton y había llamado ya al timbre. Bajó la mirada a sus pies, y se echó a un lado cuando notó que la puerta se abría delante de ella, le sonrió a su amiga, se puso a su lado y comenzó a andar. Se le volvieron a encender las mejillas cuando oyó hablar de Lucas, ¿por qué le seguía pasando aquello? Le hacía parecer una adolescente sin remedio, de aquellas que se ruborizaban y empezaban a soltar risitas tontas cuando mencionaban a sus amores o algo por el estilo. Levantó la mirada al cielo, sonriente, y luego hacia Sue. - Pues bien, no me puedo quejar lo más mínimo, querida. –y bien era poco. Alzó las cejas y se rió por el comentario de su amiga, la verdad es que sería gracioso que en medio de la cena apareciera Lucas… sería bastante divertido. Era curioso que se dirigieran a la casa de Lucas… y antes de que se pudiera dar cuenta sus mejillas se habían vuelto a teñir de rojo.

La casa era… enorme. Ya la había visto otras veces, pero eso no era inconveniente para que la que chica se asombrara cada vez que la veía. Por el amor de Dios, era increíblemente grande, ni si quiera donde vivía ella tenía punto de comparación. Y eso que ella pensaba que donde vivía ya era un lujo para lo que cobraba trabajando en el hostal… y podía dar gracias. Por unos segundos contuvo el aliento, y se quedó atrasada, parada en la calle, pero antes de que Sutton pudiera darse cuenta de que no la seguía, se apresuró a alcanzarla de nuevo. La timidez de Phoebe podía llegar hasta límites insospechados, y cuando la voz de Grace sonó a través de las paredes de la casa, la rubia se quedó sin saber cómo actuar, aunque se obligó a si misma a tranquilizarse, no podía estar así siempre. Además, no es que fuera nueva, Grace era su amiga, a si que no tendría por qué preocuparse.

Phoebe se desprendió de su chaqueta y de su bolso, y los dejó en un perchero de la entrada, no le apetecía estar cargando con ello toda la noche. Abrió los ojos como si fueran dos enormes platos, como aquellos a los que se había quedado mirando. ¿Todo aquello lo había hecho ella sola? Pues wow. Se acercó a Grace y la abrazó, mientras notaba como su timidez iba desapareciendo con cada paso que daba en la casa. -Oh Grace, es impresionante… y qué bien huele, linda –sonrió con dulzura y apretó una de las manos de la chica con una de las suyas.

Se apartó con delicadeza y se acercó a la mesa, observando cómo estaba dispuesta y preparada, mientras el asombro iba creciendo dentro de ella.

¡It's a girl's night!

Así terminaba el mensaje enviado por Grace. Rebecca sonrió sutilmente mientras terminaba de secarse el cabello, ya que había tomado una ducha. Se alegraba de que su amiga estuviera mejor día a día, recuperando su hermosa sonrisa y las ganas de vivir. Asimismo, se sintió halagada al ser considerada por la señorita Sullivan para integrarse a la noche de chicas.

Terminó de vestirse. Cogió una botella grande vino tinto que tenía guardada desde hace muchas navidades atrás, se puso una gabardina de color gris oxford y salió de su casa. Tomó el primer taxi que vió (por fortuna iba libre) y le dió la dirección de la Mansión Gilbert, el taxista alzó sus ojos, lanzó un chiflido y empezó a manejar.

El trayecto fue rápido. Diez minutos y Rebecca ya estaba alzándose de puntillas para tocar el timbre. Cruzó sus brazos mientras esperaba. Hundió su pequeña nariz en el cuello de su blusa, debido al aire frío que comenzaba a hacerse presente. Observó como Grace salía de la casa, la cuál despedía un aroma exquisito y parecía poseer una nueva energía.

- Buenas Noches, preciosa - saludó sonriente y bromista. Ensanchó su sonrisa al ver que Grace le correspondía el gesto.

Las chicas llegaron practicamente todas a la vez. Phoebe con Sutton y practicamente al mismo tiempo Nora. Y la última, aunque perfectamente puntual, Rebecca. Grace sonrió sin poder evitarlo al ver que a pesar de todo, estaban allí, tal y como lo habían estado incluso en los momentos en que las cosas habían ido peor. Les devolvió el saludo una tras otra, con una sonrisa, dejándoles claro que si, en efecto, estaba mejor.

- Ojalá pudiera hacer más. Esto no es nada comparado con lo que habéis hecho vosotras, al no mirarme como la mayoría en este pueblo, como si fuera el peor ser en el mundo. Estoy mejor... Algo así. Y quería agradeceroslo aunque sólo fuera preparando la cena.

Ojalá les hubiera podido decir el motivo principal por el que estaba mejor. El tiempo había ayudado, por supuesto, y había ciertas heridas que estaba segura que no terminarían de sanar jamás, pero ahora se sentía con fuerzas de vivir con ellas y seguir adelante. Todo había sido por él, pero no era el momento para contarlo. No con todo el pueblo todavía medio pendiente de lo que hacía o dejaba de hacer, no quería volver a incrementar las habladurías sobre ella y, de rebote, sobre William. Le debía una temporada tranquila para que ambos pudieran cerrar su vida en común antes de añadir más factores a aquella ecuación.

- Y... Nada más. Sólo terminaré el discuristo diciendoos que gracias por venir y... Que espero que tengáis hambre, aunque si sobra algo seguro que Lucas puede terminar con las sobras. Ya sabes que parece un pozo sin fondo - dijo con una sonrisa mirando a Phoebe en particular. Tomó asiento alrededor de la mesa y les indicó a las chicas que hicieran lo mismo - Bueno, contadme cosas. ¿Que cotilleos hay en Storybrooke? ¿Como estáis vosotras? He estado realmente desconectada de todo. - y estaba más que claro el porque lo había hecho. No quería escuchar las habladurías que había alrededor de ella. No le hubiera hecho ningún bien. Ahora sin embargo esperaba escuchar los típicos cotilleos que circulaban por el pueblo, los que siempre conseguían arrancarle alguna sonrisa, incrédula de oír en lo que perdía el tiempo la gente.

Poco a poco llegan todas. Nora es la siguiente que aparece por la puerta. Le sonrío levemente al tiempo que asiento con la cabeza – Buenas noches Nora. – La miro unos segundos antes de volver la vista al frente, aunque eso no es que dure demasiado porque Rebecca, la pastelera, aparece justo en ese momento – Buenas noches Becca. – Y tenía razón en lo que le había dicho a Grace, se la veía perfectamente, aunque yo me hacía una idea de cómo debía sentirse realmente por dentro. Una pérdida de esa índole no se supera ni tan fácilmente, ni tan rápido. No, aquello necesitaba tiempo para sanar del todo, aunque era un paso realmente importante que hubiese hecho todo eso.

Mis ojos vuelven a pasar otra vez por toda la comida y pienso en lo que habría dicho Vincent, incluso él, aunque no quiero hablar nunca del tema, siempre siento que una parte de él sigue conmigo y que jamás se apartará de mi corazón. Es un dolor permanente. Una forma de recordarme que perteneció a mi vida, que fue parte de ella. Y es algo que aunque intento alejar de mi mente de vez en cuando vuelve a aparecer en especial cuando…

Mis pensamientos sobre la persona que parece despertar esos recuerdos se ven interrumpidos cuando Grace empieza a hablar. – Bueno, en realidad no tendrías que haber hecho nada, así que esto ya es más que suficiente para nosotras. – Al menos pienso yo en estos momentos. Si la hemos tratado como siempre y no la hemos criticado (bueno, yo un pelín al principio) es porque somos sus amigos y realmente no tiene por qué agradecernos nada, al menos a mí. – No hacía falta, pero es un gesto precioso…

No miento. Nunca lo hago. Siempre digo lo que pienso en el momento… sea bueno o malo, aunque obviamente prefiero dar buenas noticias o decir cosas positivas sobre todo en el ámbito de mi trabajo. Ver una sonrisa en los niños y los pacientes, así como también sus familias, siempre es algo que se agradece más de lo que muchas personas pueden llegar a creer.

¿Hambre? – No he comido desde que he salido del hospital… - Digo en un murmullo, sobretodo la última palabra, pues no quiero meter en la cabeza de Grace ahora malos recuerdos pronunciando su lugar de trabajo. Nuestro lugar de trabajo. Tomo asiento invitando a Pheebs a sentarse al lado mía justo cuando Grace hace esa pregunta. – ¿Cotilleos? Bueno… No me he enterado de muchas cosas. Supongo que sabrás lo del accidente de O’Connor, ¿no? Algo bastante extraño… - Me quedo pensativa unos segundos. – Bueno eso y la paranoia que parece haberle entrado a Siobhan con todo eso de que ha aparecido la madre biológica de Paula. Parece que vaya histérica por todos lados y la ha tomado con la pobre chica. – Asiento con la cabeza al tiempo que me encojo de hombros. – Por lo demás… siempre voy del hospital a casa para estar con Vincent… - Miro a las otras chicas esperando que ellas tengan algo más que añadir y entonces fijo la mirada en Rebecca. Ella lo sabrá. – ¿Qué paso al final entre los Monroe, Rebecca? – Había oído rumores, pero la chica morena es la más cerca a Savannah y lo sabrá mejor que yo y el resto de los que estamos sentados a la mesa, desde luego.

Por lo pronto, sobre Ferdynand y yo, no voy a decir nada… No, mejor me lo mantengo para mí misma por el momento.

Se sentía francamente incómoda. Hacía mucho tiempo que no se reunía con nadie sin que tuviera algo que ver con el orfanato o alguno de los chicos. Su vida era trabajo, trabajo y trabajo desde antes de que pudiera recordar. Las chicas no tenían ninguna culpa por su incomodidad. Simplemente había pasado demasiado tiempo desde la última vez que decidió relajarse. Las conocía... o bueno, sabía quienes eran todas ellas, pero apenas las había tratado. Las enfermeras las que mas, quizá por él hecho de que era fácil que un niño se hiciera daño y tuviera que acabar en el hospital. No es como si tuviese demasiado que contar... mi vida se reduce bastante al orfanato ahora mismo, no tengo tiempo de pararme a pensar en lo que pasa mas allá de los chicos... aunque es imposible no escuchar a mi ayudante, ella si se entera de hasta quien se ha cortado las uñas de los pies. Se me escapa una risa leve y esquiva. Siempre que Mary empieza a hablar de esa forma tan rápida y obsesiva para contarme quien ha hecho qué o que diantres se le ha roto al vecino de la esquina mi mente desea mandarla callar pero por no ser descortés simplemente desconecta, haciendole alguna pregunta con el último nombre que escucha de tanto en tanto para parecer interesada en el tema. Como si no tuviese bastante jaleo con los niños ya. De hecho había uno muy pequeño que la tenía especialmente preocupada. Sin embargo no creía adecuado preguntarles a ellas.. no sabiendo lo que le había ocurrido a Grace. Sería un muy desafortunado comentario.