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Will You Join Our Tea Party?
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Will You Join Our Tea Party?
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Narrador- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Will You Join Our Tea Party?
Alicia seguía frente al cruce sin saber qué dirección tomar con la diferencia de que ahora no tenía a nadie que pudiese ayudarla a guiarse por aquel extraño mundo en el que había acabado por haber seguido al conejo blanco con chaleco. Claro que antes de que aquel pájaro atrapara a los hermanos regordetes tampoco habría sido fácil decidir un camino porque estos dos no hacían más que tomar decisiones diferentes y opuestas. Tan parecidos pero tan diferentes a la vez, pensó. La joven de rubios cabellos miró ambas direcciones e intentó descifrar lo que había escrito en el decrépito árbol que hacía de poste de señalización pero no lograba leerlo de ninguna de las maneras. ¿Qué debía hacer? Ladeó la cabeza para nuevamente mirar primero un camino y luego el otro. Ninguno de los dos era demasiado atractivo, pero también era cierto que aquel lugar era totalmente desconocido y todo lo que parecía ser no era y viceversa. Era como el mundo al revés.
– Supongamos que... –
Desde que era niña siempre que comenzaba a imaginarse e inventarse alguna historia de las suyas aquellas dos palabras eran las que lo empezaban todo. Sin embargo, en esos momentos ni su imaginación era capaz de ayudarla. Trató de recordar qué pasaba a continuación en su sueño pero ninguna imagen acudía a su mente y es que, aunque el Galimatazo no le sonara de nada de sus anteriores pesadillas, la joven Alicia no pretendía seguir el mismo camino que en ellas, porque dentro de sus planes no estaba el empuñar una espada para matar a un ser extraño y peligroso. Por tanto, si en su sueño escogía el camino de la izquierda esta vez escogería el de la derecha y viceversa. Al principio creyó que era un buen plan, pero luego se preguntó si en su sueño no habría pensado lo mismo puesto que seguía siendo ella, con sus mismos pensamientos por lo que, después de todo, estaría repitiendo sus mismos pasos. No obstante, no podía quedarse todo el día frente aquel árbol esperando de brazos cruzados. Era hora de tomar una decisión, una decisión que hacía mucho tiempo que no le había sido permitida. Ahora estaba sola, sin nadie que le dijera qué debía hacer y cómo hacerlo. De pronto el hecho de tener que elegir un camino se le hacía más atractivo y no tardó en escoger una ruta. La muchacha avanzó por el camino que había escogido. ¿Qué cuál fue? Siendo como era ella no era muy difícil de adivinar. Había elegido seguir por el camino de la izquierda porque muchos habrían escogido el de la derecha (a su parecer) y Alicia no era de seguir a las masas. Eso era algo que ni su madre ni su hermana parecían ser capaces de comprender y le frustraba que no pudiesen entender que no era como ellas, ni como el resto. ¿Por qué no podían ser ellas las que cambiasen? Él nunca la habría obligado a cambiar, jamás.
Al igual que cuando cruzó el espejo y se encontró en aquel enorme y exótico jardín salido de otro mundo, ahora que se había adentrado en el camino escogido se encontraba como en un mundo totalmente nuevo. No se parecía en nada a lo que había visto hasta el momento, excepto por el hecho de que todo era maravilloso y extraño a la vez. Estaba caminando por una especie de bosque oscuro y puede que incluso algo siniestro e ignoraba a donde la conduciría pero mientras no la llevara donde se encontraba aquel animal al que habían llamado magnapresa ni a las cartas que habían capturado al conejo blanco y a los demás, no importaba. Aunque le preocupaba lo que pudiera haberles sucedido. No entendía por qué se los habían llevado ni por qué los habían perseguido. ¿Tenía todo eso que ver con el Galimatazo? ¿Con la Alicia de la que todos hablaban? Estaba tan absorta en aquellos pensamientos que no vio el tronco que se alzaba junto a ella y acabó chocándose contra éste.
– ¡Au! – exclamó al sentir una punzada de dolor allí donde el magnapresa la había herido y donde había chocado con el árbol. La muchacha bajó la vista hasta su brazo contemplando la fea herida que le había causado aquel ser. Dolía demasiado como para que todo estuviese sucediendo en un sueño, pero quizás es que sus sueños se volvían cada vez más reales. ¿Era eso posible? No estaba muy segura de ello, pero sí estaba segura de que todo lo que estaba sucediendo era un sueño y nada más – Pronto despertaré y veré que realmente se trata de un simple sueño – Un sueño que se repetía una y otra vez desde que tenía uso de razón, pese a que en esta ocasión era diferente.
– Supongamos que... –
Desde que era niña siempre que comenzaba a imaginarse e inventarse alguna historia de las suyas aquellas dos palabras eran las que lo empezaban todo. Sin embargo, en esos momentos ni su imaginación era capaz de ayudarla. Trató de recordar qué pasaba a continuación en su sueño pero ninguna imagen acudía a su mente y es que, aunque el Galimatazo no le sonara de nada de sus anteriores pesadillas, la joven Alicia no pretendía seguir el mismo camino que en ellas, porque dentro de sus planes no estaba el empuñar una espada para matar a un ser extraño y peligroso. Por tanto, si en su sueño escogía el camino de la izquierda esta vez escogería el de la derecha y viceversa. Al principio creyó que era un buen plan, pero luego se preguntó si en su sueño no habría pensado lo mismo puesto que seguía siendo ella, con sus mismos pensamientos por lo que, después de todo, estaría repitiendo sus mismos pasos. No obstante, no podía quedarse todo el día frente aquel árbol esperando de brazos cruzados. Era hora de tomar una decisión, una decisión que hacía mucho tiempo que no le había sido permitida. Ahora estaba sola, sin nadie que le dijera qué debía hacer y cómo hacerlo. De pronto el hecho de tener que elegir un camino se le hacía más atractivo y no tardó en escoger una ruta. La muchacha avanzó por el camino que había escogido. ¿Qué cuál fue? Siendo como era ella no era muy difícil de adivinar. Había elegido seguir por el camino de la izquierda porque muchos habrían escogido el de la derecha (a su parecer) y Alicia no era de seguir a las masas. Eso era algo que ni su madre ni su hermana parecían ser capaces de comprender y le frustraba que no pudiesen entender que no era como ellas, ni como el resto. ¿Por qué no podían ser ellas las que cambiasen? Él nunca la habría obligado a cambiar, jamás.
Al igual que cuando cruzó el espejo y se encontró en aquel enorme y exótico jardín salido de otro mundo, ahora que se había adentrado en el camino escogido se encontraba como en un mundo totalmente nuevo. No se parecía en nada a lo que había visto hasta el momento, excepto por el hecho de que todo era maravilloso y extraño a la vez. Estaba caminando por una especie de bosque oscuro y puede que incluso algo siniestro e ignoraba a donde la conduciría pero mientras no la llevara donde se encontraba aquel animal al que habían llamado magnapresa ni a las cartas que habían capturado al conejo blanco y a los demás, no importaba. Aunque le preocupaba lo que pudiera haberles sucedido. No entendía por qué se los habían llevado ni por qué los habían perseguido. ¿Tenía todo eso que ver con el Galimatazo? ¿Con la Alicia de la que todos hablaban? Estaba tan absorta en aquellos pensamientos que no vio el tronco que se alzaba junto a ella y acabó chocándose contra éste.
– ¡Au! – exclamó al sentir una punzada de dolor allí donde el magnapresa la había herido y donde había chocado con el árbol. La muchacha bajó la vista hasta su brazo contemplando la fea herida que le había causado aquel ser. Dolía demasiado como para que todo estuviese sucediendo en un sueño, pero quizás es que sus sueños se volvían cada vez más reales. ¿Era eso posible? No estaba muy segura de ello, pero sí estaba segura de que todo lo que estaba sucediendo era un sueño y nada más – Pronto despertaré y veré que realmente se trata de un simple sueño – Un sueño que se repetía una y otra vez desde que tenía uso de razón, pese a que en esta ocasión era diferente.
Michelle A. Evans- Heroínas
- Soy : Alicia Kingsleigh
Mensajes : 69
Empleo /Ocio : Dueña del hostal y el restaurante Granny's
Localización : Storybrooke
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Will You Join Our Tea Party?
Aquel gato siempre andaba arriba y abajo por todo el mundo. Era oscuro, y todo había cambiado desde hacía mucho tiempo. Él siempre andaba al margen de todo lo que sucedía, se podría decir que, de alguna manera, no llegaba a meterse en “política”, o como quisieran llamarlo en aquellos momentos. Gracias a las capacidades de evaporación que tenía, podía escabullirse en ciertos momentos, depende de cómo le fuese en ese instante. ¿Dónde podría estar cuando alguien le buscaba? A saberlo, si total, estuviese o no, era cuestión de él si querían que le vieran. Y por eso ha tenido alguna que otra pelea, cosa del pasado, a la cual no le da demasiada importancia, pero la otra persona no lo ve igual que él. Decidió bajar de la rama en la que estaba subido y desaparecer, para que sólo él mismo pudiera saber dónde se encontraba. Se deslizó girando y girando entre las distintas ramas del árbol en el que estaba y, una vez que dejó atrás todas las hojas, frenó, observando los caminos que había a su alrededor antes de decidirse por uno cualquiera.
Voló, o flotó, o lo que sea que hiciese entre las flores, entre los árboles, dejando una pequeña estela de humo color gris verdoso a la vez que avanzaba, marcando de forma débil su camino, aunque no sabía muy bien a dónde iba a llegar. Al fin y al cabo, si caminases lo que caminases, al final siempre terminabas llegando a alguna parte. Aunque él no caminase. Observó una cabellera rubia que colgaba a ambos lados de un vestido bastante raro, y no dudó en pararse encima de una de las ramas de un árbol que estaba cerca de ella, mirándola desde arriba, dejando que su figura quedara visible para la rubia de extraños rizos que estaba delante de él. Ladeó levemente la cabeza mientras la observaba con sus grandes ojos azules, antes de empezar a sonreír poco a poco.
–¿Un sueño? –comenzó a hablar, para llamar la atención de la desconocida rubia que estaba ahí. No le gustaba que la gente le diese la espalda, pero él siempre se andaba moviéndose alrededor de las personas con las que entablaba las conversaciones. Cuando vio a la muchacha girarse para dirigirse a quien estaba hablando, el gato terminó de sonreír, mostrando unos dientes amplios, completos y que, depende de la persona que los mirase, la primera impresión que darían sería salir corriendo de aquel lugar porque no era de fiar. –Tengo una cierta impresión… -escrutó con la mirada a la joven, manteniendo la sonrisa. –…una cierta impresión, como si te hubieses encontrado con algo con lo que no deberías haberte encontrado, ¿no crees? –terminó aquella frase cambiando de lugar la dirección de sus enormes ojos, hacia el brazo de la chica, el cual mostraba unas heridas.
No sabía qué hacía aquella chica allí, ni por qué estaba herida. No sería tan torpe de haberse chocado con un árbol o una rama, porque no era porque hubiese precisamente pocas por donde estaba viniendo ella. Volvió a ladear la cabeza mientras su cola se movía de un lado a otro, de manera suave y pausada, pero sin llegar a pararse. –Esto no es un sueño, querida… –comentó, como si nada. No sabía qué se le podía pasar por la cabeza para pensar aquello, a si que siguió con su semblante sonriente, aunque ésta había disminuido bastante, hasta quedar casi desaparecida. –Pero podrías decirme qué te ha hecho eso, porque parece que te topaste con algo con garras, ¿no? –cruzó sus patas delanteras encima de la rama, recostándose encima de ellas. Una de las características del gato era su parsimonia, con la cual decía las cosas, como si fueran la cosa más insignificante del mundo. Recostó su cabeza sobre las patas que acababa de cruzar y paseó la mirada por el lugar, antes de volver a posarla encima del brazo malherido de la chica, en su pelo y en su ropa. Su cola se seguía balanceando encima de la rama, hasta que dejó que cayera por uno de los lados, esperando las respuestas de la chica a las preguntas que le había planteado.
Voló, o flotó, o lo que sea que hiciese entre las flores, entre los árboles, dejando una pequeña estela de humo color gris verdoso a la vez que avanzaba, marcando de forma débil su camino, aunque no sabía muy bien a dónde iba a llegar. Al fin y al cabo, si caminases lo que caminases, al final siempre terminabas llegando a alguna parte. Aunque él no caminase. Observó una cabellera rubia que colgaba a ambos lados de un vestido bastante raro, y no dudó en pararse encima de una de las ramas de un árbol que estaba cerca de ella, mirándola desde arriba, dejando que su figura quedara visible para la rubia de extraños rizos que estaba delante de él. Ladeó levemente la cabeza mientras la observaba con sus grandes ojos azules, antes de empezar a sonreír poco a poco.
–¿Un sueño? –comenzó a hablar, para llamar la atención de la desconocida rubia que estaba ahí. No le gustaba que la gente le diese la espalda, pero él siempre se andaba moviéndose alrededor de las personas con las que entablaba las conversaciones. Cuando vio a la muchacha girarse para dirigirse a quien estaba hablando, el gato terminó de sonreír, mostrando unos dientes amplios, completos y que, depende de la persona que los mirase, la primera impresión que darían sería salir corriendo de aquel lugar porque no era de fiar. –Tengo una cierta impresión… -escrutó con la mirada a la joven, manteniendo la sonrisa. –…una cierta impresión, como si te hubieses encontrado con algo con lo que no deberías haberte encontrado, ¿no crees? –terminó aquella frase cambiando de lugar la dirección de sus enormes ojos, hacia el brazo de la chica, el cual mostraba unas heridas.
No sabía qué hacía aquella chica allí, ni por qué estaba herida. No sería tan torpe de haberse chocado con un árbol o una rama, porque no era porque hubiese precisamente pocas por donde estaba viniendo ella. Volvió a ladear la cabeza mientras su cola se movía de un lado a otro, de manera suave y pausada, pero sin llegar a pararse. –Esto no es un sueño, querida… –comentó, como si nada. No sabía qué se le podía pasar por la cabeza para pensar aquello, a si que siguió con su semblante sonriente, aunque ésta había disminuido bastante, hasta quedar casi desaparecida. –Pero podrías decirme qué te ha hecho eso, porque parece que te topaste con algo con garras, ¿no? –cruzó sus patas delanteras encima de la rama, recostándose encima de ellas. Una de las características del gato era su parsimonia, con la cual decía las cosas, como si fueran la cosa más insignificante del mundo. Recostó su cabeza sobre las patas que acababa de cruzar y paseó la mirada por el lugar, antes de volver a posarla encima del brazo malherido de la chica, en su pelo y en su ropa. Su cola se seguía balanceando encima de la rama, hasta que dejó que cayera por uno de los lados, esperando las respuestas de la chica a las preguntas que le había planteado.
Tennessee A. Abernathy- Seres Mágicos
- Soy : Gato de Cheshire
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Empleo /Ocio : Panadero y pastelero
Localización : La panadería *-*
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: Will You Join Our Tea Party?
La joven sufrió un pequeño sobresalto al escuchar una voz a su espalda y enseguida se dio la vuelta para enfrentarse a quien quiera que fuese aquel que había hablado. Lo más normal al ver aquellos ojos felinos y esa sonrisa, que para según quien podría resultar incluso endemoniada, hubiese sido echar a correr y poner tierra de por medio. Sin embargo, Alicia se quedó quieta en el sitio observándolo entre curiosa y desconfiada. Había creído que pronto despertaría pero al parecer seguía soñando cosas aún más extrañas. ¿Desde cuando sonreían los gatos? A Dinah, la pobre Dinah, jamás la había visto sonreír y eso que había vivido miles de aventuras con aquella gata que ahora apenas se movía de lo mayor que estaba.
– Sigo soñando… – murmuró decepcionada. Estaba ya cansada de caminar por aquel inhóspito bosque que parecía no acabar nunca y no llevarla a ninguna parte, lo cual era improbable porque todos los caminos llevaban a algún lugar. La muchacha miró intrigada al gato preguntándose cuál sería esa cierta impresión que tenía y se sorprendió al ver que su impresión no iba mal encaminada. Desde luego no había esperado encontrarse con un gato que flotaba en el aire y que además sonreía mostrando sus blancos y afilados dientes, tal y como no se había esperado tampoco los sucesos que habían tenido lugar anteriormente – Creo que tiene usted razón señor Gato, pero no es nada raro siendo este un sueño; mi sueño – No. No era de extrañar que aparecieran animales y flores parlantes en sus ensoñaciones pues siempre había tenido una imaginación desbordante que en su hogar podían tachar de inadecuada. Mas ella no podía evitarlo y de alguna forma, de esa manera escapaba de la asfixiante sociedad en la que le había tocado vivir. En su mente todo podía ser como ella deseaba que fuesen las cosas y todo era mucho más divertido que en la cruda realidad.
– Por supuesto que es un sueño. Solo eres una ilusión que ha creado mi mente – respondió indignada ante la negación del gato. ¿Por qué todos le negaban las cosas? Primero la acusaban de ser una falsa Alicia y ahora de que todo aquello no era un sueño. Alicia comenzaba a pensar que era como estar en casa, como cuando su madre la obligaba a vestirse con las medias y los corsés apretados que apenas te dejaban respirar y como cuando te decían qué hacer y qué decir en cada preciso momento. Por eso mismo agradeció que el felino preguntase por la herida de su brazo y dejara atrás el tema de los sueños y no sueños – Me lo hizo el ma… manga, no, no era manga. ¿El magnapresa? Creo que así fue como lo llamaron – Lo cierto es que en ese momento no recordaba al cien por cien el nombre de aquella bestia que los había atacado por sorpresa, pero tampoco importaba demasiado o eso creía ella – Pero no me duele. Bueno puede que un poco, pero no debe preocuparse porque en cuanto despierte estaré bien – añadió para que no se le ocurriese atosigarla acerca de lo arañazos. Nunca le había gustado que le enumeraran las mil y una razones por las que debía correr para que le desinfectasen y le hicieran una cura cada vez que se hacía una herida de nada. Aunque en aquel caso en particular los arañazos no habían resultado ser ninguna tontería – ¿Puedo hacerle una pregunta? Me gustaría salir de aquí pero no sé qué camino debo seguir – Y es que, como ya se ha comentado anteriormente, a Alicia no le apetecía seguir deambulando por el bosque sin rumbo.
– Sigo soñando… – murmuró decepcionada. Estaba ya cansada de caminar por aquel inhóspito bosque que parecía no acabar nunca y no llevarla a ninguna parte, lo cual era improbable porque todos los caminos llevaban a algún lugar. La muchacha miró intrigada al gato preguntándose cuál sería esa cierta impresión que tenía y se sorprendió al ver que su impresión no iba mal encaminada. Desde luego no había esperado encontrarse con un gato que flotaba en el aire y que además sonreía mostrando sus blancos y afilados dientes, tal y como no se había esperado tampoco los sucesos que habían tenido lugar anteriormente – Creo que tiene usted razón señor Gato, pero no es nada raro siendo este un sueño; mi sueño – No. No era de extrañar que aparecieran animales y flores parlantes en sus ensoñaciones pues siempre había tenido una imaginación desbordante que en su hogar podían tachar de inadecuada. Mas ella no podía evitarlo y de alguna forma, de esa manera escapaba de la asfixiante sociedad en la que le había tocado vivir. En su mente todo podía ser como ella deseaba que fuesen las cosas y todo era mucho más divertido que en la cruda realidad.
– Por supuesto que es un sueño. Solo eres una ilusión que ha creado mi mente – respondió indignada ante la negación del gato. ¿Por qué todos le negaban las cosas? Primero la acusaban de ser una falsa Alicia y ahora de que todo aquello no era un sueño. Alicia comenzaba a pensar que era como estar en casa, como cuando su madre la obligaba a vestirse con las medias y los corsés apretados que apenas te dejaban respirar y como cuando te decían qué hacer y qué decir en cada preciso momento. Por eso mismo agradeció que el felino preguntase por la herida de su brazo y dejara atrás el tema de los sueños y no sueños – Me lo hizo el ma… manga, no, no era manga. ¿El magnapresa? Creo que así fue como lo llamaron – Lo cierto es que en ese momento no recordaba al cien por cien el nombre de aquella bestia que los había atacado por sorpresa, pero tampoco importaba demasiado o eso creía ella – Pero no me duele. Bueno puede que un poco, pero no debe preocuparse porque en cuanto despierte estaré bien – añadió para que no se le ocurriese atosigarla acerca de lo arañazos. Nunca le había gustado que le enumeraran las mil y una razones por las que debía correr para que le desinfectasen y le hicieran una cura cada vez que se hacía una herida de nada. Aunque en aquel caso en particular los arañazos no habían resultado ser ninguna tontería – ¿Puedo hacerle una pregunta? Me gustaría salir de aquí pero no sé qué camino debo seguir – Y es que, como ya se ha comentado anteriormente, a Alicia no le apetecía seguir deambulando por el bosque sin rumbo.
Michelle A. Evans- Heroínas
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Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Will You Join Our Tea Party?
Aquella chica rubia que tenía delante era bastante extraña, ¿cómo iba a ser aquel lugar un sueño? Cuando el gato oyó de nuevo aquellas palabras salir de los labios de la muchacha no pudo volver a evitar sonreír, a la vez que sus pupilas negras y alargadas se hacían más grandes. El gato ladeó la cabeza levemente, escuchando con atención la teoría de la chica, por la cual sólo decía que el animal era un producto de su imaginación y que sólo estaba soñando. Al final optó por ignorar la mayoría de las cosas que había oído, no sabía por qué creía que estaba soñando, y tampoco la iba a preguntar por el momento, aunque eso no significase que a Cheshire le interesara poco aquello. -Está bien que creas que soy parte de tu imaginación… –estiró sus patas por la rama, antes de terminar la frase, como sólia hacer siempre. Partía las frases cuando hablaba, podría ser para llamar la atención de la persona a la que hablaba o simplemente para que le hicieran caso un tiempo limitado, quién sabría lo que en realidad estaba dentro de la extraña cabeza de aquel gato -… aunque deberías pensar si aquello termina de ser del todo verdad -
Volvió a desviar los ojos de la chica hacia su brazo, saltando de la rama y evaporándose. Dejó que parte de su cuerpo se hiciera visible para la niña, colocándose a uno de sus lados, no muy lejos de ella, observando su herida con una mirada muy poco disimulada. Bufó levemente, de manera que la chiquilla no pudiera oírle, mientras seguía flotando al lado de ella. -¿El Magnapresa? –se acercó lentamente al brazo, girando sobre sí mismo, aunque ella sólo pudiese ver una parte de él girando, y sin apartar los ojos de la sangre que recubría la marca de las garras que aquella bestia había hecho sobre su piel. - Deberías dejarme echar un vistazo… –comentó, como si nada, porque más que una petición era como una orden. Además, él ya estaba haciendo lo que le daba la gana, que en aquel momento era mirar la herida como si fuera lo más interesante del submundo. Aunque por una parte aquella chica sí que lo era.
Levantó la mirada de nuevo, del brazo a la chica y de la chica al brazo, es todo lo que había mirado desde que se había topado con ella, desde que se había decidido a dar una vuelta por el submundo, mirando a ver qué había de nuevo, aunque supiese que nada. Su cabeza seguía girando sobre sí misma sin que los ojos azules que había en ella apartasen la mirada de los de la chica eso sí, sin dudar que tenía una gran sonrisa en su cara. -Creo que deberías hacer algo con ese brazo… –dejó de dar vueltas lentamente, para hacer que sus palabras surgieran el mismo efecto que antes. -Como curarlo, por ejemplo. Si no, al final se te terminaría poniendo feo y raro… –asintió brevemente mientras recobraba la visibilidad de todo su cuerpo al completo y se dedicaba a dar unas vueltas alrededor de ella, ni cerca ni lejos, a una distancia intermedia, para que no se sintiese agobiada. Volvió a sonreír cuando dijo que cuando se despertaría estaría bien. A sí que al final para ella todo esto sí que era un sueño, se estaba tomando al pie de la letra las órdenes de su cerebro de que aquello no es real, que no le podía estar pasando. Pues sí que estaba pasando, y todo era real. Pero Cheshire no dijo nada, sería mejor que, poco a poco, ella se diese cuenta de que no era un sueño.
-Me encantaría ayudarte a salir de aquí. Pero sabes que por mucho que camines, al final vas a terminar llegando a algún lado –Decidió parar de dar vueltas alrededor de ella, para detenerse justo delante. -Pero antes me gustarían un par de cosas, si me permites vendarte el brazo, ya que no te duele, sería un placer para mi –sacudió una de sus patas, haciendo aparecer una tela del mismo color que su pelaje, antes de acercarse del todo a ella y atársela alrededor de la herida. Así al menos estaría mejor que sin nada por encima. -¿Por qué nombre puedo llamarte? –terminó de hacer un nudo, atando ambos extremos de la tela, antes de quedarse esperando la respuesta de la chica.
Volvió a desviar los ojos de la chica hacia su brazo, saltando de la rama y evaporándose. Dejó que parte de su cuerpo se hiciera visible para la niña, colocándose a uno de sus lados, no muy lejos de ella, observando su herida con una mirada muy poco disimulada. Bufó levemente, de manera que la chiquilla no pudiera oírle, mientras seguía flotando al lado de ella. -¿El Magnapresa? –se acercó lentamente al brazo, girando sobre sí mismo, aunque ella sólo pudiese ver una parte de él girando, y sin apartar los ojos de la sangre que recubría la marca de las garras que aquella bestia había hecho sobre su piel. - Deberías dejarme echar un vistazo… –comentó, como si nada, porque más que una petición era como una orden. Además, él ya estaba haciendo lo que le daba la gana, que en aquel momento era mirar la herida como si fuera lo más interesante del submundo. Aunque por una parte aquella chica sí que lo era.
Levantó la mirada de nuevo, del brazo a la chica y de la chica al brazo, es todo lo que había mirado desde que se había topado con ella, desde que se había decidido a dar una vuelta por el submundo, mirando a ver qué había de nuevo, aunque supiese que nada. Su cabeza seguía girando sobre sí misma sin que los ojos azules que había en ella apartasen la mirada de los de la chica eso sí, sin dudar que tenía una gran sonrisa en su cara. -Creo que deberías hacer algo con ese brazo… –dejó de dar vueltas lentamente, para hacer que sus palabras surgieran el mismo efecto que antes. -Como curarlo, por ejemplo. Si no, al final se te terminaría poniendo feo y raro… –asintió brevemente mientras recobraba la visibilidad de todo su cuerpo al completo y se dedicaba a dar unas vueltas alrededor de ella, ni cerca ni lejos, a una distancia intermedia, para que no se sintiese agobiada. Volvió a sonreír cuando dijo que cuando se despertaría estaría bien. A sí que al final para ella todo esto sí que era un sueño, se estaba tomando al pie de la letra las órdenes de su cerebro de que aquello no es real, que no le podía estar pasando. Pues sí que estaba pasando, y todo era real. Pero Cheshire no dijo nada, sería mejor que, poco a poco, ella se diese cuenta de que no era un sueño.
-Me encantaría ayudarte a salir de aquí. Pero sabes que por mucho que camines, al final vas a terminar llegando a algún lado –Decidió parar de dar vueltas alrededor de ella, para detenerse justo delante. -Pero antes me gustarían un par de cosas, si me permites vendarte el brazo, ya que no te duele, sería un placer para mi –sacudió una de sus patas, haciendo aparecer una tela del mismo color que su pelaje, antes de acercarse del todo a ella y atársela alrededor de la herida. Así al menos estaría mejor que sin nada por encima. -¿Por qué nombre puedo llamarte? –terminó de hacer un nudo, atando ambos extremos de la tela, antes de quedarse esperando la respuesta de la chica.
Tennessee A. Abernathy- Seres Mágicos
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Re: Will You Join Our Tea Party?
Alicia comenzaba a enojarse a de verdad y es que aquel gato parecía que se estuviera mofando de ella, cosa que no le agradaba en absoluto. ¿Cómo no iba a ser verdad? Era precisamente ella la que se encontraba viviendo aquel sueño y no era la primera vez que se encontraba inmersa en uno tan extraño como ese. Ya había soñado en más de una ocasión con el conejo blanco vestido con chaleco que tan apurado se veía siempre con su reloj de bolsillo y al cual perseguía siempre hasta una madriguera. Una madriguera por la que ella misma caía y caía hasta que despertaba sobresaltada en su cama. La única diferencia ahora era que en esta ocasión no se había despertado y continuaba soñando con un lugar singular y unos personajes todavía más peculiares. Así pues, la joven decidió no contestar al felino para que la conversación no acabase en disputa. Ella no era dada a discutir pero cuando le negaban las cosas una y otra vez salía a la luz su tozudez y podía soltar cualquier barbaridad por aquella boca tan bonita que poseía.
La rubia observó cómo el gato saltaba de la rama donde había estado todo ese tiempo, y se evaporaba como si nada dejando solamente visible una parte de todo su cuerpo. El enojo pasó a la admiración por tales características del gato risón y pensó que ojala su gata hubiese poseído esos poderes. La de veces que podrían haber cometido travesuras a costa de los amigos de su hermana sin que éstos supieran quién estaba detrás de todo. Nunca le habían gustado demasiado, eran tan estirados, tan esnobs.
– Por supuesto – accedió ante la petición del felino de echar un vistazo a los arañazos. Aunque esto no había hecho falta pues el animal ya se encontraba examinando las heridas con aquellos grandiosos ojos azules. Guardó silencio mientras éste observaba su brazo y no volvió a hablar hasta que él lo hizo. Como no podía ser de otra forma, el gato le aconsejó que hiciera algo con la herida porque podía ponerse rara y fea, lo cual Alicia tradujo como infección. La muchacha se apresuró a asegurarle de que se encontraba bien pese al tamaño de los arañazos y que no le haría falta curarse el brazo debido a que todo lo que estaba ocurriendo era un sueño y, en consecuencia, eran heridas que desaparecerían en cuanto despertara.
– Lo sé, sería muy extraño caminar y no llegar a ningún destino. Pero puedes ayudarme diciéndome a dónde llevan los caminos – insistió la joven, pues no creía que le fuese a costar tanto proporcionarle dicha información. Aunque visto lo visto, empezaba a pensar que todos en ese lugar querían obstaculizarle el paso de alguna u otra forma ¿o eran imaginaciones suyas? – ¿Un par de cosas? – preguntó volviendo a prestarle total atención después de haber estado divagando mentalmente. Alicia estiró el brazo para permitir que le vendara el brazo y después de que lo hiciera se quedó contemplando maravillada la tela que había hecho aparecer de la nada y que ahora cubría la herida hecha por el Magnapresa. ¿Qué más podría hacer aparecer? – Perdón – se disculpó al haberse quedado absorta mirando la venda y olvidando que le había preguntado su nombre – Puedes llamarme Alicia. ¿Cómo puedo llamarte yo a ti? No me parece muy cortés dirigirme hacia ti como Gato y supongo que te habrán dado un nombre – Alicia jamás había conocido un gato sin nombre y ella misma había procurado que los mininos que Dinah dio a luz tuviesen un bonito nombre con el que poder dirigirse a ellos.
La rubia observó cómo el gato saltaba de la rama donde había estado todo ese tiempo, y se evaporaba como si nada dejando solamente visible una parte de todo su cuerpo. El enojo pasó a la admiración por tales características del gato risón y pensó que ojala su gata hubiese poseído esos poderes. La de veces que podrían haber cometido travesuras a costa de los amigos de su hermana sin que éstos supieran quién estaba detrás de todo. Nunca le habían gustado demasiado, eran tan estirados, tan esnobs.
– Por supuesto – accedió ante la petición del felino de echar un vistazo a los arañazos. Aunque esto no había hecho falta pues el animal ya se encontraba examinando las heridas con aquellos grandiosos ojos azules. Guardó silencio mientras éste observaba su brazo y no volvió a hablar hasta que él lo hizo. Como no podía ser de otra forma, el gato le aconsejó que hiciera algo con la herida porque podía ponerse rara y fea, lo cual Alicia tradujo como infección. La muchacha se apresuró a asegurarle de que se encontraba bien pese al tamaño de los arañazos y que no le haría falta curarse el brazo debido a que todo lo que estaba ocurriendo era un sueño y, en consecuencia, eran heridas que desaparecerían en cuanto despertara.
– Lo sé, sería muy extraño caminar y no llegar a ningún destino. Pero puedes ayudarme diciéndome a dónde llevan los caminos – insistió la joven, pues no creía que le fuese a costar tanto proporcionarle dicha información. Aunque visto lo visto, empezaba a pensar que todos en ese lugar querían obstaculizarle el paso de alguna u otra forma ¿o eran imaginaciones suyas? – ¿Un par de cosas? – preguntó volviendo a prestarle total atención después de haber estado divagando mentalmente. Alicia estiró el brazo para permitir que le vendara el brazo y después de que lo hiciera se quedó contemplando maravillada la tela que había hecho aparecer de la nada y que ahora cubría la herida hecha por el Magnapresa. ¿Qué más podría hacer aparecer? – Perdón – se disculpó al haberse quedado absorta mirando la venda y olvidando que le había preguntado su nombre – Puedes llamarme Alicia. ¿Cómo puedo llamarte yo a ti? No me parece muy cortés dirigirme hacia ti como Gato y supongo que te habrán dado un nombre – Alicia jamás había conocido un gato sin nombre y ella misma había procurado que los mininos que Dinah dio a luz tuviesen un bonito nombre con el que poder dirigirse a ellos.
Michelle A. Evans- Heroínas
- Soy : Alicia Kingsleigh
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Empleo /Ocio : Dueña del hostal y el restaurante Granny's
Localización : Storybrooke
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Will You Join Our Tea Party?
El animal no podía evitar sonreír cuando oía las palabras que salían de la boca de la muchacha, de verdad creía que estaba en un sueño y sobre todo, que si la sacaba de aquel lugar volvería a despertarse. Pobre ingenua. Comenzó a dar vueltas sobre sí mismo mientras esperaba la respuesta de la chica, que se había quedado mirando la venda con la cual acababa de taparle la herida que tenía en el brazo. Su sonrisa y sus ojos observaban a la chica desde distintos ángulos, hasta que volvió a hablar. Aquello hizo que Cheshire tuviera que parar de dar vueltas como solía hacer siempre que se aburría mientras esperaba algo y se borrara brevemente la sonrisa de sus labios, mientras sus ojos se hacían más grandes de lo que ya eran. Se acercó a ella flotando, quedándose a escasos centímetros, procesando lo que acababa de oír.
-A… ¿Alicia? –volvió a moverse sobre sí mismo un par de veces, antes de recuperar su sonrisa y apartarse rodeándola, poniéndose detrás de ella y comenzando a alejarse en la dirección que marcaba el camino -¡Alicia! –exclamó, a una distancia considerable de donde se encontraba la rubia, mientras se paraba en seco y se giraba para mirarla. -Vamos, Alicia, tienes que seguir tu camino. –con lo contento que se había puesto el gato después del tiempo que había esperado oír de nuevo ese nombre, había ignorado por completo la pregunta de la chica respecto a su nombre. Para él la frase que había pronunciado se había cortado después de que Alicia dijera cómo se llamaba. Tenía que llevar a Alicia a otro lugar, además, no podían quedarse ahí todo el día ni modo. ¿En serio era Alicia? El gato no era muy dado a creerse todo lo que le decían, ya que más bien prefería mantenerse al margen de todo lo que pasaba, a si que decidió no cuestionar más el asunto y ayudarla, puede que al fin y al cabo, si era Alicia fuese su salvación.
Dio un par de volteretas hacia adelante mientras pensaba una y otra vez en la frase. “Puedes llamarme Alicia.” La palabra Alicia recorría cada lugar de su mente, hasta que el resto de la frase irrumpió también dentro de ella ”¿Cómo puedo llamarte yo a ti? No me parece muy cortés dirigirme hacia ti como Gato y supongo que te habrán dado un nombre” -Efectivamente… Alicia. No me apasiona que me llamen Gato, pero tampoco es algo que me moleste sobremanera. Mi nombre es Cheshire, aunque eso ahora no tiene mucha importancia –Cheshire desapareció y avanzo unos metros más, hasta que dejó que sus ojos y dientes apareciesen de nuevo, mirando desde la distancia a Alicia. A pesar de que el gato siempre le daba todas las vueltas posibles a las conversaciones, ahí se estaba empezando a terminar la suya, iba a enseñarle el camino a la niña, tal y como le había pedido nada más se habían cruzado. -Te voy a enseñar el camino, como tú querías. Te voy a llevar con el Sombrerero, pero nada más
Siguió avanzando totalmente invisible para ella, hasta que llegó a un árbol que estaba cerca de un claro del bosque o sitio en el que se encontrasen. Desde hacía ya algunos años todo aquel lugar era prácticamente igual. Se apoyó en el suelo, y miró a Alicia, que seguía en el mismo sitio en el que la acababa de dejar. Se volvió visible, porque si no la iba a terminar volviendo loca entre tantas desapariciones y suspiró. -¿Vienes o no? Vamos –se quedó esperándola, con su característica sonrisa que enseñaba todos sus dientes.
-A… ¿Alicia? –volvió a moverse sobre sí mismo un par de veces, antes de recuperar su sonrisa y apartarse rodeándola, poniéndose detrás de ella y comenzando a alejarse en la dirección que marcaba el camino -¡Alicia! –exclamó, a una distancia considerable de donde se encontraba la rubia, mientras se paraba en seco y se giraba para mirarla. -Vamos, Alicia, tienes que seguir tu camino. –con lo contento que se había puesto el gato después del tiempo que había esperado oír de nuevo ese nombre, había ignorado por completo la pregunta de la chica respecto a su nombre. Para él la frase que había pronunciado se había cortado después de que Alicia dijera cómo se llamaba. Tenía que llevar a Alicia a otro lugar, además, no podían quedarse ahí todo el día ni modo. ¿En serio era Alicia? El gato no era muy dado a creerse todo lo que le decían, ya que más bien prefería mantenerse al margen de todo lo que pasaba, a si que decidió no cuestionar más el asunto y ayudarla, puede que al fin y al cabo, si era Alicia fuese su salvación.
Dio un par de volteretas hacia adelante mientras pensaba una y otra vez en la frase. “Puedes llamarme Alicia.” La palabra Alicia recorría cada lugar de su mente, hasta que el resto de la frase irrumpió también dentro de ella ”¿Cómo puedo llamarte yo a ti? No me parece muy cortés dirigirme hacia ti como Gato y supongo que te habrán dado un nombre” -Efectivamente… Alicia. No me apasiona que me llamen Gato, pero tampoco es algo que me moleste sobremanera. Mi nombre es Cheshire, aunque eso ahora no tiene mucha importancia –Cheshire desapareció y avanzo unos metros más, hasta que dejó que sus ojos y dientes apareciesen de nuevo, mirando desde la distancia a Alicia. A pesar de que el gato siempre le daba todas las vueltas posibles a las conversaciones, ahí se estaba empezando a terminar la suya, iba a enseñarle el camino a la niña, tal y como le había pedido nada más se habían cruzado. -Te voy a enseñar el camino, como tú querías. Te voy a llevar con el Sombrerero, pero nada más
Siguió avanzando totalmente invisible para ella, hasta que llegó a un árbol que estaba cerca de un claro del bosque o sitio en el que se encontrasen. Desde hacía ya algunos años todo aquel lugar era prácticamente igual. Se apoyó en el suelo, y miró a Alicia, que seguía en el mismo sitio en el que la acababa de dejar. Se volvió visible, porque si no la iba a terminar volviendo loca entre tantas desapariciones y suspiró. -¿Vienes o no? Vamos –se quedó esperándola, con su característica sonrisa que enseñaba todos sus dientes.
Tennessee A. Abernathy- Seres Mágicos
- Soy : Gato de Cheshire
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Empleo /Ocio : Panadero y pastelero
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Re: Will You Join Our Tea Party?
La joven Alicia observó el cambio de actitud del gato cuando hizo mención de su nombre, pues pasó de dar vueltas y más vueltas sobre sí mismo a detenerse en seco y se acercaba cada vez más y más a ella. Lejos de apartarse por miedo a lo que pudiese hacerle, Alicia continuó con los pies pegados al sitio. Después de todo cualquier cosa que hiciera aquel gato no iba a ser real así que no había motivos para preocuparse. ¿Por qué pensaba que pudiera hacerle algo? Bueno, teniendo en cuenta que los primeros habitantes de tan extraño lugar la habían tratado tan cortésmente ya no sabía que esperarse. Además, por alguna razón desconocida todos reaccionaban ante su nombre. Pero lejos de cuestionarle la veracidad de su nombre, el gato se situó detrás suya obligándola a darse la vuelta y lo observó alejarse por el camino marcado.
La muchacha arqueó una ceja atónita por lo que acababa de escuchar. “Vamos, Alicia, tienes que seguir tu camino”. ¿No era eso acaso lo que ella le había preguntado antes, el camino a seguir? Y él había ignorado por completo su pregunta respondiendo solamente que por mucho que caminara, en algún momento llegaría a algún lado. Un consejo que para Alicia no era de ninguna ayuda. Y ahora, sin embargo, el gato se ofrecía de pronto a guiarla a través del bosque sinuoso. ¿Qué les pasaba a todos los personajes de su sueño? Por mucho que intentara encontrarle algún sentido a sus actos, lo único que podía asegurar era que el nombre de Alicia despertaba algo en todos ellos.
– Ojalá pudiese conocer a esa tal Alicia – murmuró la joven antes de echar a andar tras el gato. Debía de ser alguien importante porque por cómo hablaban y pronunciaban su nombre se notaba la admiración que sentían y se molestaban soberanamente cuando alguien se llamaba igual, como era su caso. Pero, ¿qué culpa tenía ella de llamarse igual? Y hablando de nombres, el gato todavía no había mencionado el suyo. La rubia estuvo a punto de volver a preguntarle por él, por si el felino había vuelto a hacer caso omiso a su pregunta, pero él se le adelantó – ¿Cheshire? – Jamás se le hubiese ocurrido ponerle ese nombre a un gato, pero en su opinión, a aquel gato en concreto le quedaba bien – ¿Y qué tiene importancia ahora? – preguntó con curiosidad la joven pero en ese instante el gato desapareció para volver a aparecer a unos cuantos metros de distancia, aunque realmente solamente aparecieron sus ojos azules y su boca – ¡Vaya! A menudo he visto un gato sin sonrisa, pero una sonrisa sin gato... ¡Es la cosa más curiosa que he visto en mi vida! – exclamó Alicia.
La joven seguía parada a causa de la sorpresa por lo que acababa de presenciar y también porque no sabía dónde se había metido su guía, el cual había vuelto a desaparecer. Porque a pesar de estar siguiendo un camino, quién sabía si de repente no habría que torcer hacia la derecha o hacia la izquierda. En cuanto el gato volvió a hacerse visible la muchacha asintió con la cabeza y se apresuró para darle alcance.
– ¿Quién es el Sombrerero? ¿Y por qué me llevas hasta él? – preguntó. No entendía nada y cada vez sentía que comprendía menos. ¿Por qué solamente iba a acompañarla hasta ese Sombrerero y nada más? ¿Y por qué no despertaba ya del sueño? Las preguntas rondaban por su cabeza sin descanso y ella no era capaz de hallar las respuestas, pero en cuanto divisó el final del bosque y vio la explanada que se alzaba a sus pies, dejó de prestar atención a sus preguntas y a Cheshire. La joven avanzó con cautela observando el entorno, el cual no era muy acogedor. Desde que había atravesado el espejo lo único que parecía tener vida era el jardín, el resto tenía un aspecto deprimente. De hecho, en aquellos momentos divisaba un molino que estaba bastante maltrecho. ¿De verdad iban a encontrar un ser viviente en un lugar como aquel? – ¿Es aquí donde se encuentra? – Su pregunta se vio respondida cuando, a medida que avanzaban, se comenzaron a escuchar ruidos y voces además de vislumbrarse una larga mesa ocupada por dos individuos ¿o eran tres?
La muchacha arqueó una ceja atónita por lo que acababa de escuchar. “Vamos, Alicia, tienes que seguir tu camino”. ¿No era eso acaso lo que ella le había preguntado antes, el camino a seguir? Y él había ignorado por completo su pregunta respondiendo solamente que por mucho que caminara, en algún momento llegaría a algún lado. Un consejo que para Alicia no era de ninguna ayuda. Y ahora, sin embargo, el gato se ofrecía de pronto a guiarla a través del bosque sinuoso. ¿Qué les pasaba a todos los personajes de su sueño? Por mucho que intentara encontrarle algún sentido a sus actos, lo único que podía asegurar era que el nombre de Alicia despertaba algo en todos ellos.
– Ojalá pudiese conocer a esa tal Alicia – murmuró la joven antes de echar a andar tras el gato. Debía de ser alguien importante porque por cómo hablaban y pronunciaban su nombre se notaba la admiración que sentían y se molestaban soberanamente cuando alguien se llamaba igual, como era su caso. Pero, ¿qué culpa tenía ella de llamarse igual? Y hablando de nombres, el gato todavía no había mencionado el suyo. La rubia estuvo a punto de volver a preguntarle por él, por si el felino había vuelto a hacer caso omiso a su pregunta, pero él se le adelantó – ¿Cheshire? – Jamás se le hubiese ocurrido ponerle ese nombre a un gato, pero en su opinión, a aquel gato en concreto le quedaba bien – ¿Y qué tiene importancia ahora? – preguntó con curiosidad la joven pero en ese instante el gato desapareció para volver a aparecer a unos cuantos metros de distancia, aunque realmente solamente aparecieron sus ojos azules y su boca – ¡Vaya! A menudo he visto un gato sin sonrisa, pero una sonrisa sin gato... ¡Es la cosa más curiosa que he visto en mi vida! – exclamó Alicia.
La joven seguía parada a causa de la sorpresa por lo que acababa de presenciar y también porque no sabía dónde se había metido su guía, el cual había vuelto a desaparecer. Porque a pesar de estar siguiendo un camino, quién sabía si de repente no habría que torcer hacia la derecha o hacia la izquierda. En cuanto el gato volvió a hacerse visible la muchacha asintió con la cabeza y se apresuró para darle alcance.
– ¿Quién es el Sombrerero? ¿Y por qué me llevas hasta él? – preguntó. No entendía nada y cada vez sentía que comprendía menos. ¿Por qué solamente iba a acompañarla hasta ese Sombrerero y nada más? ¿Y por qué no despertaba ya del sueño? Las preguntas rondaban por su cabeza sin descanso y ella no era capaz de hallar las respuestas, pero en cuanto divisó el final del bosque y vio la explanada que se alzaba a sus pies, dejó de prestar atención a sus preguntas y a Cheshire. La joven avanzó con cautela observando el entorno, el cual no era muy acogedor. Desde que había atravesado el espejo lo único que parecía tener vida era el jardín, el resto tenía un aspecto deprimente. De hecho, en aquellos momentos divisaba un molino que estaba bastante maltrecho. ¿De verdad iban a encontrar un ser viviente en un lugar como aquel? – ¿Es aquí donde se encuentra? – Su pregunta se vio respondida cuando, a medida que avanzaban, se comenzaron a escuchar ruidos y voces además de vislumbrarse una larga mesa ocupada por dos individuos ¿o eran tres?
Michelle A. Evans- Heroínas
- Soy : Alicia Kingsleigh
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