Caída y salida [Rebecca K. Campbell]

Era por la mañana, la brisa fresca que recorría por las calles de Storybrooke se agradecía bastante, sobre todo Everett, quien se encontraba corriendo como hacía todas las mañanas antes de ir a la escuela. Llevaba un ritmo bueno, ni muy rápido ni muy lento, el perfecto para recorrerse el pueblo entero y no acabar completamente cansado. ¿De dónde había sacado aquella costumbre? no lo sabía del todo bien, pero siempre lo había hecho, correr y correr, y siempre perderse para volver a encontrarse. Ya estaba amaneciendo y la luz del sol molestó en los primeros instantes al joven, que tuvo que protegerse sus claros ojos con la mano mientras seguía corriendo. Siguió corriendo cuando de repente, no encontró suelo bajo sus pies y se encontró completamente rodeado por el agua. Sacó la cabeza del agua para soltar una bocanada de aire y se percató de que se encontraba en el puerto de Storybrooke. ¿Desde cuándo? Era lo único que se podía preguntar, una y otra vez.

Nadó hasta el muelle y salió tan tranquilo del agua, porque así era Everett. Se adaptaba de una manera asombrosa a los problemas, sabía sacarle solución a todo. Se sentó sobre el borde del muelle, notando que su chándal se pegaba completamente a su cuerpo por culpa del agua. Nunca recordaba el camino a casa, siempre se perdía y por eso muchos conocidos suyos le sugerían llevar un mapa con él. Ante aquellas bromas, él lo único que sabía hacer era sonreír a modo de respuesta. Suspiró observando como el sol iba saliendo lentamente, se dio para él unos pocos minutos y al final, decidió levantarse para intentar secar su ropa. Agarró su camiseta blanca y la estrujó tanto como pudo, un charco se creó bajo sus pies y viendo que no se le podría dar más solución, comenzó a caminar hasta su casa. ¿Dónde estaba?

-¡Necesito inventar una máquina que me lleve directo a casa! ¡Sí! -gritó para sí mismo ya que por aquellas horas en realidad, nadie paseaba por las calles del pueblo.

La joven de cabello azabache se había despertado demasiado temprano y ese dia su turno en la pastelería empezaba en la tarde. Aburrida y frustrada, decidió salir a caminar para sacudirse el sueño que tenía encima. No saco a sus perros ya que los flojos seguían dormidos en el jardín. Simplemente salió con un bonito vestido color verde, su bolsa habitual y una chamarra de mezclilla. El clima parecía favorable, las lluvias habían cesado y el sol salía con fuerza cada mañana. Si se apresuraba, lograría ver el amanecer.

Comenzó caminando por la plaza, paso enfrente de casi todos los locales cerrados. Suspiro, aun adormilada y comtinuo hasta llegar a playa. Sonrió solo para si, dejando que la brisa matutina moviera su cabello y jugara con su vestido. Un ligero olor a sal y a calor le produjo cosquillas en su nariz. Ese era uno de sus lugares favoritos donde podía contemplar el agua fluir, sin preocuparse de los demás. Sumando a eso, era una hora en la que nadie se acercaba al muelle.

Para poder admirar el paisaje del amanecer, camino sobre el viejo y largo muelle. La vista era preciosa, digna para pintarla o fotografiarla o las dos. Se quedo parada unos minutos y escucho como un joven gritaba algo. Volteo, arqueando una ceja y se acerco a el. - estaría mejor la tele transportación - comento en un tomo alto para que la escuchara, aunque seguía caminando hacia el, el único humano que parecía estar despierto cerca de ella.

Everett metió las manos en sus bolsillos, dispuesto a encontrar el camino a casa aunque fuera a tardar más de lo normal. Se plantó frente al amanecer y respiró profundamente, esperando relajarse o más bien calentarse, porque a esas horas de la mañana hacía bastante frío sobre todo si estabas completamente mojado. De repente, justo cuando pensaba que estaba completamente solo, alguien habló e hizo que Everett se girara sonriente. Era una chica que había dicho algo de la teletransportación. Se pasó la mano por su barba castaña de hacía varios días, estaba pensativo, replanteándose cuál opción de las dos era mejor.

-¡Creo que me gusta más tu elección! Sí... Además, así me ahorraría el simple hecho de andar y perderme... -viendo que ella se estaba acercando a él, Everett dio unos cuantos pasos hasta que llegó hasta ella. Sonrió abiertamente y le tendió la mano-. Vaya, eres una de los únicos seres humanos capaces de despertarse a estas horas del día y poder pensar racionalmente. Soy Everett O'Connor, no sé si nos conoceremos de antes, pero soy profesor en la escuela y... bueno, si te soy sincero no se me da bien recordar los rostros y sus respectivos nombres. ¿Sueles pasear por aquí o ha sido el destino que te ha hecho despertar antes? -a veces Everett empleaba palabras propias de la poesía de tanta que leía. Había veces que compañeros suyos bromeaban con que leía poesía para poder ligar con más chicas, pero nada de éso, simple y llanamente, disfrutaba con la poesía. Se pasó la mano por el pelo completamente mojado y estornudó. Esperaba no resfriarse, ya que aquéllo significaría no acudir a la escuela, por lo tanto no ver a sus alumnos y no poder ayudarles.

Le gustaba estar plantado allí, delante del mar, del puerto y del sol. Era cálido, muy cálido.

La chica sonrió amablemente, sintiendose bien de su idea. Se aceró hasta que ambos se toparon frente a frente y estrecharon sus manos. - Además no tendrías que cargar una máquina a todos lados, simplemente con tu voluntad y energía aparecerías y desaparecerías- comentó y sus ojos se iluminaron - podrías hacer travesuras y desaparecer al instante - agregó más antretenida y con una sonrisa más ancha.

El chico parecía que agregaría algo pero estornudó, Rebecca notó que estaba empapado y sacó de su bolsa una bufanda color azul marino, tendiendosela. - Salud y toma esto, si no te resfriarás - comentó y frunció el ceño, recordando lo que el chico había dicho antes de estornudar. Rió por lo bajo, pasando una mano por su largo cabello azabache que se movía libremente al viento, seguramente se le enredaría y tardaría horas y dejarlo como antes...pero no le preocupaba eso por el momento. Negó suavemente con su cabeza.- No exactamente. Suelo ser un lirón en cuanto se refiere a dormir y vaya, me despierto tarde - comentó con una ligera risa que se fundía con el leve sonido de las olas. - Supongo que el destino quiso despertarme a esta hora para estar aquí, viendo tan magnìfica vista -explicó, encogiendo sus hombros, y viendo el bello y extenso mar ante sus ojos.

Le sonrió y asintió suavemente. Era profesor, con razón no lo conocía...al no haber estado en Storybrooke desde su infancia, cursó toda su educación en NY hasta que por azares de la vida llegó a ese pequeño pueblito con aura extraña. No obstante, su rostro sí se le hacía familiar, seguramente él había ido a comprar café o pastelillos a su negocio en varias ocasiones. En fin, decidió presentarse para no dejar confusiones. - Soy Rebecca Campbell, trabajo en la pastelería.- explicó amablemente mientras se acomodaba su bolsa en su hombro izquierdo. Bostezó como león y, sonrojada ante tal demostración de sueño, rió de nuevo. -¿ Tú si sueles pasear por aquí a esta hora?- le preguntó curiosa.

Cuando la joven le ofreció una bufanda, Everett sonrió abiertamente, agradeciéndoselo muchísimas veces. La verdad es que ya empezaba a notar que el frío se colaba en sus huesos, una mala señal, puesto que conllevaría a la enfermedad y para nada quería ponerse enfermo. ¿Cómo podría dar clase si tenía cuarenta de fiebre? Negó varias veces con la cabeza olvidándose de éso y enrrollándose como podía con la bufanda. Sentía pena por aquella prenda de ropa, era bonita, le gustaba y no quería mojarla con agua del mar, ya que la sal desgastaba más rápidamente la ropa. Se sorprendió bastante al saber que aquella chica no solía acudir mucho al puerto a esas horas de la mañana, a él le encantaba madrugar, no le costaba despertarse a esas horas, ya todo se había convertido en parte de su rutina. Aunque en aquellos últimos días se había estado preguntando por qué hacía todo éso, con qué propósitos hacía ese día a día. Parecía como si no tuviera motivaciones o sueños, como si los hubiera olvidado. Miró el horizonte, el cielo cambiando de color, colores que no sabría definir debido a su daltonismo. Suspiró alegre y miró a la chica.

-Entonces, habiendo descubierto este tesoro, ¡deberías venir más a menudo! Te sentirás como en casa... Bueno, vale, eso ha sonado un poco extraño, pero a mí me tranquiliza venir aquí -explicó el joven sin dejar de sonreír. Finalmente, la chica se presentó y fue justamente cuando se le encendió la bombilla en la cabeza. ¡Claro! Él iba mucho a la pastelería y por éso le sonaba tanto su cara. Everett era muy amigo de Savannah, con quien compartía muchas recetas de comida, y seguramente el joven habría visto a aquella muchacha de nombre Rebecca detrás del mostrador o por alguna otra zona de la pastelería-. ¡Un placer entonces Rebecca! La verdad, yo suelo ir mucho a la pastelería. Maldita cabeza la mía que no se acuerda de nada, solamente de lo justo -se señaló con el dedo índice la cabeza y pasó después a rascarse la barba de varios días-. Sí, más bien, me recorro todo Storybrooke corriendo cada mañana para comenzar bien el día. Me relaja bastante y me prepara físicamente y mentalmente. Aunque como puedes comprobar... Hoy no ha sido mi gran día -se refería exactamente a su estado completamente mojado.

- No suena extraño- aclaró la chica mientras amarraba su cabello en una trenza floja de lado de su hombro izquierdo. Inhaló aire y sacó en un solo suspiro lleno de pacible alegría y sopor playero. Meditó un momento, pensando en que todo es extraño y no a la vez...cada persona puede maravillarse con las simplezas de la vida y , otras, dificilmente creen que cada momento merece atención. Mordió su labio inferiory asintió lentamente. - Yo me siento como en casa en el bosque...y aquí también. - explicó a la vez que comenzaba a caminar junto a Everett hacia el final del muelle hecho de madera cuando Storybrooke acababa de "nacer". - La naturaleza en sí misma es un tesoro extraordinario - musitó mientras se agachaba a recoger una concha multicolor que reposaba frente a sus pequeños pies.

Cuando confirmó sus visitas a la pastelería, la memoria de Becca le mostró su rostro, a Savannah y cómo platicaban. Tronó sus largos dedos con una sonrisa de suficiencia. - Lo sabía. Eres amigo de Savie...Sí, sí te reconozco - musitó entrecerrando sus ojos verdes, verificando ese rostro, uno bastante atractivo, a decir verdad. - Meh, no te preocupes. Mi memoria también es de teflón: nada se le pega- confesó a la vez que se reía un poco ya que esa cualidad le traía algunos problemas de comunicación con los demás.


Lo escuchó atentamente y abrió sus ojos por un momento. Al parecer, era un chico bastante activo y al menos ya tenían cosas en común. Se le quedó mirando y Becca sonrió ligeramente- No has parado de sonreír. Eso me agrada - comentó . Sí, ese chico le daba buena vibra. Y sí, el hecho de que él no parara de sonreír le contigaba las ganas de hacerlo a ella. En fin, era una cosa graciosa y bastante saludable: las sonrisas deberían ser obligatorias. Negó con la cabeza. - Espero poder despertarme temprano de nuevo- comentó, ya que esta vista era merecedora de todos los paseos mutinos.

¿Casa en el bosque? Sí, a veces a Everett le habría gustado vivir en el bosque, pero aquel miedo a perderse y a no ser encontrado. En cierto sentido siempre tenía esa sensación y por ese motivo por aquellas calles siempre se sentía más seguro. Se pasó la mano por el cabello mojado, moviéndolo en distintas direcciones, esperando que se secara un poco, aunque con la temperatura de esas horas fuera algo difícil. Miró a Rebecca sonriente y le dijo:

-Estoy de acuerdo contigo. La naturaleza tiene un algo... casi como magia, pero la magia no existe, así que yo prefiero definirlo como fuerzas físicas que nos maravillan. La gravedad, la electromagnética... -fue enumerando con los dedos las distintas fuerzas físicas que actuaban en la naturaleza, pero viendo que quizá se estuviera yendo a un tema demasiado científico decidió callar y reír-. Es al menos mi teoría para entender el mundo que nos rodea.

Soltó una carcajada cuando Rebecca comparó su memoria con la del teflón, sí, la de Everett era igual, de pocas cosas se podía acordar, incluso compañeros suyos le habían dicho que se apuntara las cosas en hojas sueltas o en agendas para no olvidar nada. ¡Pero siempre se olvidaba de comprarse una agenda! Estornudó una vez y se rascó la nariz cuando Rebecca le nombró a Savannah, la miró alegre y asintió varias veces.

-¡Sí! Es amiga mía, me ayuda bastante con las recetas para cocinar... e incluso le llevo a probar distintos dulces que hago ya que mi compañero de piso rara vez se ofrece voluntario a ello -se le daba bastante bien cocinar, eso nadie lo podía negar. Rebecca le dijo un cumplido a lo que respondió con una gran sonrisa, a él le había caído bien, parecía una chica simpática, sincera y con mucha imaginación (algo que daba mucho juego en las conversaciones)-. Tú eres muy imaginativa, supongo que por eso eres pastelera... Esas tartas que preparáis a veces parecen obras de arte... Despertarse pronto es bueno -volvió a estornudar y se dio cuenta de que sería mejor que fuera regresara a su casa-. Por casualidad... ¿No sabrás donde vivo, verdad?

Rebecca asintió a cada fuerza enlistada por Everett. diantres, eran cosas normales y fáciles para chicos del instituto pero para desgracia de la veintañera, esos conceptos apenas y destellaban en su memoria. Había sido una estudiante excelente, sobre todo en las materias que tenian que ver con el arte, literatura y biología. Física, Cálculo y esas torturas no eran de sus predilectas. No obstante, como lo estaba explicando s nuevo amigo, parecía una teoría que sería correcta aquí y en China. - Una fuerza que da vida- musitó abriendo sus brazos, dejando que el aire se filtrara entre su suéter. Bajaron cuidadosamente las escaleras de madera ya corroida por el difícil clima playero y siguieron caminando.

- Oh si, lo que ella cocina es exquisito. Me imagino que has de cocinar muy bien. Deberíamos organizar una nosotros tres, cada uno cocina algo especial...- murmuró Katherine al momento que la bombilla de su cerebro se encendió. Chasqueó sus dedos sutilmente, frunciendo ligeramente su nariz. -Imaginate que festín...- musitó con una sonrisa que reflejaba su glotonería y su buen paladar. No se caracterizaba por estar en dietas, para ella esa palabra era prohibida. Su delgadez se debía puramente a su metabolismo privilegiado y a años practicando ballet.

Ri´dulcemente mientras pateaba una conchita de mar en medio de su camino. - Gracias, aunque a veces la imaginación se me escapa - comentó humildemente. Eso era uno de los problemas que más le moletaban y afectaban, se hizo presente a partir de...bueno, el rompimiento con Charlie. Esbozó una sonrisa ligera y tomó un aspecto extrañado cuando escuchó lo que el ojiazul le preguntaba.

¿Qué? Ladeó la cabeza, frunciendo el ceño y mirándolo fijamente. - ¿no recuerdas donde vives?- preguntó y en su voz se adivina una poco de preocupación. Eso le había pasado hace poco tiempo, justo antes de sus lagunas mentales. Solía sentir que estaba en otro cuerpo, en otro mundo lejos de su vida normal y cotidiana. Otros pensamiento rondaron su mente. ¿Estaría enfermo? ¿se habría golpeado la cabeza?- Mordio su labio interior con fuerza, cosa que hacía cuando se preocupaba. Suspiró. - No...no sé donde vives, lo siento. Si quieres podemos ir a la pastelería, tomamos un café y esperamos que llegue Savannah, seguramente ella sabe - opinó rebecca con una sonrisa cálida y amable al pobre chico que iba a su lado y daba muestras de no saber cuál era su hogar.

Everett no pudo evitar toser cuando Rebecca dijo que él debía de cocinar muy bien, acabó riendo por aquella afirmación que parecía tan tajante. Pero sí, la propuesta de Rebecca le pareció maravillosa y por ese motivo abrió los brazos y exclamó:

-¡Claro! Contad conmigo si alguna vez queréis hacer éso, aunque tampoco cocino de maravilla, como ya he dicho estoy practicando, aun me queda mucho camino por recorrer. Supongo que lo bueno de trabajar en una pastelería es que tienes muchos dulces a tu servicio, y mucha comida para zampar -Everett no era una persona tan glotona como su compañero de piso, comía lo justo y necesario, cuando tenía gana. Lo que más intentaba evadir eran los dulces ya que cuando comía de más sentía un extraño dolor de barriga. Aquella sensación se esfumó enseguida en cuanto Rebecca se percató de la magnitud de la rpegunta de Everett. Sonrió tranquilo y se pasó la mano por la cara, la cual ya estaba seca-. No lo recuerdo... Quiero decir, sé como es mi casa, el tipo de casa, pero... los alrededores... Me resulta imposible encontrar mi casa y en sí cualquier otro sitio de Storybrooke. Soy un caso -rió despreocupado. Había llevado así toda su vida, o al menos así recordaba. ¿Para qué preocuparse cuando siempre encontraba una solución o un alma caritativa que se acordaba del lugar? Negó con la cabeza recordando aquella vez que se pasó por lo menos tres horas buscando su casa, y descubrió que había pasado por lo menos diez veces por delante de la puerta. Sin lugar a dudas, Everett era un digno caso de investigación, típico caso de problema paranormal. Porque Storybrooke no era un pueblo grande, y el joven lo sabía-. No me gustaría molestar pero creo que no me queda alternativa...

Comenzó a andar, escuchando el chapoteo de sus zapatillas, de toda su ropa mojada. Estornudó y pronto se alejaron del puerto.

[Off rol: Siento el post tan corto T^T ¿Te parece bien que cerremos? :3 Ya se conocen e_e]

Rebecca le miró hacia arriba, cosa que solía hacer debido a su pequeña estatura. Cuando era niña, ese hecho de su persona solía molestarla demasiado, cuando era adolescente había deseado tener la largas piernas de una modelo de 1.80...pero afortunadamente, aprendió a amarse como era. Total, su 1.53 de estatura no estaban taaaaaan mal. Suspiró audiblemente, algo consternada por lo que Everett preguntaba. ¿Tendría lagunas mentales como ella? Las de Becca consistían en dejavus esporádicos, visiones sobre bosques, castillos...sólo se lo había confesado a William, el pintor. Mordió ligeramente su labio inferior a la vez que pasaba una mano por su vestido que parecía alzarse demasiado con el viento matutino.

- No te preocupes - comentó, tanto para Everett como para ella misma. Volvió a sonreirle simpáticamente y al llegar a piso de cemento, se puso sus zapatos de tela, cómodos y diminutos. - Ya encontraremos tu casa...después de que pruebes unas galletas con las que hemos estdo experimentado Sav y yo- comentó alegre y dando unos pequeños brinquitos a su lado.

Chasqueó su lengua con ademán ligero, tranquilo y despreocupado. Alzó sus cejas suavemente. - ¿Molestias? Qué va, para nada. Fue un gusto encontrarte en un lugar tan peculiar a una hora tan...temprana. - comentó con su sonrisa inborrable, mientras caminaba junto a él hacia el negocio de becca y Sav para descubrir donde vivía aquel chico ojiazul de sonrisa permanente. Una mañana como todas...si, a no ser de ese peculiar ser humano imaginativo que acababa de conocer.

OFF
[ Claro ^^¿Cierra tu o yo? un gusto conocer a Everrett c: y no te preocupes por lo corto del post, lo que importa es lo que hay en el xDD]