Bake Sale!

Si se trataba de tomarse las decisiones tal cual eran al pie de la letra, ella en realidad no era profesora. No tenía planta docente ni formación como maestra y en realidad no tenía mucho que pudiera enseñar. Lo que le pagaban por formar parte de aquel plan de actividades extracurriculares y enseñar baile a las niñas del colegio era, por decirlo de alguna manera, una cantidad simbólica, puesto que no cubría para mucho. Y aún así, a Phoebe le encantaba dedicar sus tardes a ello.

Le encantaba tratar con niños. Cuando menos con ellos no tenía que preocuparse de lo que pensaran sobre ella o si acaso comenzaría a balbucear sin sentido o los aburriría con su plática poco interesante. Con ellos bastaba sonreírles y a cambio ellos le sonreían de vuelta. Cero pretenciones y malas intenciones. Claro que siempre había algún niño travieso que daba problemas y dolores de cabeza, pero ni aún así se desanimaba.

Entonces, cuando se avisaba que la escuela llevaría a cabo una venta de pastelillos para recaudar fondos para el programa de artes, se había ofrecido sin dudarlo a ser voluntaria. Serían un par de días sumamente atareados porque había que preparar y armar los puestos, sin hablar de que tendría que ponerse a hornear mucho, así que entre sus responsabilidades en el trabajo y en casa su agenda iría demasiado apretada, pero estaba convencida de que valdría la pena.

Por eso estaba en la explanada frontal del colegio, aquella en la que el principal punto de atención era el astabandera, con una cinta de medir y una libreta apuntando dimensiones, que había que buscar la manera de acomodar todos los puestos de todos los grupos de manera que tanto los niños como los vendedores y los compradores estuvieran cómodos. Después de todo, entre más felices todos, más pasteles venderían, ¿no era así?

La temida colecta de fondos anual. Para mi era un terrible dolor de cabeza tener que lidiar con las locuras de las ventas que se llevaban a cabo día tras día con la intención de conseguir algo mas de dinero para la escuela. Usualmente le gustaba ayudar con lo que pudiera aunque la venta no era lo suyo, sin embargo este año había sido elección del consejo vender pastelillos, ¡pastelillos!. Como si no fuera suficientemente malo tener que vivir entre los gritos de las vendedoras y los clientes ahora se suponía que yo debía hacer pastelillos. Lo mas cerca que había estado de algo con nombre de ingrediente era Cacahuate y él era mi mascota.

Sin duda aquello prometía ser todo un reto y aunque no me cansaba de decirle a mis estudiantes que ninguna montaña era muy grande aquel problema panquecilloso parecía colosal, sabroso, pero colosal. El problema estaba justo en mi poca habilidad culinaria, en otras palabras en la inexistencia de esa habilidad. Así que decidí dejarle ese trabajo a otros antes de que algún inocente muriera envenenado y me apunte para ayudar a montar los puestos.

Así que ese día llegue preparado y en cuanto recibí las indicaciones del organizador de eventos me dirigí a la zona frontal donde se suponía que alguien me diría donde podría empezar a montar las mesas. En cuanto llegue allá vi a una chica rubia con una libreta y una cinta de medir que parecía tener problemas. Me le acerque con curiosidad preguntándome si era de ella quien recibiría indicaciones. "Emm, disculpa, ¿necesitas ayuda?" pregunte mientras me acercaba sigilosamente a su lado.

Valdría la pena mencionar que Phoebe no tenía muy en claro el cómo comenzar a medir ni como dividir los espacios. Ni siquiera tenía muy claro el cuánto debería abarcar cada puesto para ser cómodo pero no creía que pudiera ser tan difícil de descifrar, ¿verdad? Además ella estaba acostumbrada a resolver problemas de todo tipo y con mucho ingenio, seguramente algo se le iba a ocurrir, ¡sí! ¡Arriba ese ánimo!

Por supuesto, siempre cualquier clase de ayuda era siempre bienvenida, y uno trabajaba mucho mejor acompañado que por su cuenta o eso era lo que pensaba. Así que cuando escuchaba que alguien le llamaba y le preguntaba si necesitaba que le echaran una mano Phoebe volteó al instante y asintió sonriente.

- Sí, de hecho sí, la verdad es que no tengo idea de lo que hago. - Acotó junto con una pequeña risita mientras se llevaba la mano que tenía librea a la nuca. No conocía al joven, pero la verdad era que no conocía a todos los maestros; cosas de los horarios, cosa de no socializar demasiado. Su timidez no era ningún secreto, pero si ambos estaban ahí para colaborar con la escuela creía poder manejarlo. Además, mientras la persona con la que tratara no fuera Lucas, le era mucho más sencillo o parecer idiota.

- Comencé a tomar medidas pero... no estoy muy segura de si lo estoy haciendo muy bien. ¡Ah! ¡Que grosera! Mi nombre es Phoebe. - Se acercó a estecharle la mano, adornando su rostro con esa bonita y sincera sonrisa que tenía.

La muchacha rápidamente empezó ha hablar conmigo sonriente. Parecía agradable, tierna...como un pastelillo. A veces me preguntaba si era el único que pasaba demasiado tiempo perdido en su mundo como para conocer a los demás habitantes del pueblo. Storybrook no era grande y todo el mundo conocía a todo el mundo o al menos eso decían, pero a veces me sentía como si en realidad yo era el único perdido, como si en realidad no conociera a nadie. No era una sensación de aislamiento, en realidad era mas bien... cómodo.

Había gente en el pueblo que simplemente me daba mala espina, gente que, sin explicación aparente, me hacia ponerme en tensión. Mi teoría era que todos nos conocíamos de alguna antigua vida.

Despeje mi mente de esas ideas soñadoras y le devolví la sonrisa a la chica frente a mi. "Mucho gusto Phoebe, soy Tristan" tome su mano y la bese. Era mi costumbre, una costumbre chapada a la antigua como muchas otras de mis actitudes o actividades. No me resultaba tan extraño aunque a otras personas si, usualmente se limitaban a mirarme extrañados y eso me causaba cierta diversión.

Cuando ella me explico su problema yo me volví a ver el amplio espacio donde se debían colocar las mesas pensativo. Yo no era un gran organizador, mi casa entera era un perfecto ejemplo de ello, pero realmente quería ayudarla. Llamenlo instinto de caballerocidad si quieres pero no me gustaba ver a una mujer en problemas y definitivamente no podía quedarme sin hacer nada. "Pues...creo que podríamos colocarlas..." dude un segundo y me rasque la cabeza confuso "No, lo siento, soy un desastre con la organización, no tengo ni idea de como ayudarte" le dedique una sonrisa de disculpa.