Mi pastel favorito

Off: es decir, cualquiera puede entrar *-*
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Pues era Lunes, el primer día de la semana y uno de los más odiados tan bien. Para cualquiera, el simple hecho de saber que tenía que trabajar le hacía enfadarse. Claro, no era que él fuera una excepción del resto del mundo, también se levantaba con malos ánimos y eso que su trabajo tenía una dulce ancianita que le permitía muchas cosas, desde llegar a las 9 en vez de las 8 (claro que, por respeto a ella siempre trataba de llegar lo más puntual posible),así como también tener un break entre la mañana y la tarde; sin embargo, nada más por el simple hecho de tener la frase "Hoy trabajo", le taladraba la cabeza.

Pero había una solución, había algo que siempre le ponía de buen humor camino al trabajo. Con el simple hecho de recordar, se le iluminaba el rostro y olvidaba que era un apestoso Lunes. Así que se bañó, se vistió con unas ropas decentes y pues, si fuese una persona más formal se echaría el cabello hacia atrás, pero no era su estilo, así que solo estaba vistiendo con buenas ropas y aseado, así que con eso completaba el look del día.

Él no era mucho de cantar, pero había una canción que le acompañaba perfectamente el día de hoy.

- I used to think maybe you loved me, now I know that its true, and I don't want to spend all my life , just in waiting for you, now I don't want u back for the weekend not back for a day , no no no. I said baby I just want you back and I want you to stay ♪ ♫ - Se acercaba el coro, así que mientras caminaba por la calle y las demás personas lo miraban como un demente, aspiró más aire para cantarla a todo pulmón - I'M WALKING ON SUNSHINE WOOOOOO, I'M WALKING ON SUNSHINE WOOOOO - Seguro aterrorizó a otras ancianas por ahí y muchas madres esquivaron la acerca y alejaron a su hijos de él, pero no, no importaba en absoluto porque se estaba acercando al lugar que le hacía iluminar su rostro y poder cantar una canción tan ridícula, tan temprano y con tanta energía.

Así que en lo que entró a la tienda, terminó la frase faltante de la canción
- and don't it feel good!! HEY - Finalizó abriendo la puerta y la campanita de que había un nuevo cliente se hizo notar. Se quedó un rato congelado en una pose de bailarín de Broadway por unos cuantos segundos y luego volvió a la normalidad, caminando y silvando de lo más simpático. Fue entonces que se sentó cerca de la barra y ahí, ahí estaba el ser que le hacía más liviano los Lunes: Savannah Monroe.

- Savannah, ¿Alguien te ha dicho que al probar uno de tus pasteles, es como probar un pedazo de cielo donde precisamente tú eres un ángel? - Le dijo sonriendo a la morena - Si nadie lo ha hecho, pues ya lo dije... Jaja, dame lo de siempre, querida mía -

Lunes. Para la mayoría eso era un horror pero para mi no. El hecho de trabajar desde casa era toda una maravilla por lo que podía levantarme a la hora que quería, comer cuantas veces quería, dormir si quería...en fin, era todo un regalo del cielo pues sin duda la situación no podría ser mejor para mi. Aun así yo solia levantarme muy temprano por la mañana, sin importar el día.

Así fue en esa ocasión. Me levante a penas los primeros ayos del sol iluminaron mi habitación, tome un baño en mi maravillosa bañera y me vestí. Aunque no tenia nada importante que hacer intente ponerme lo mas decente posible, no era para nada mi estilo eso de andar por allí desarreglada. Así que me vestí con una falda negra, una camiseta rosa de tirantes y zapatillas. Luego me peine y recogí mi cabello aun húmedo en la parte superior de mi cabeza. Una vez hube terminado con mi ritual diario de preparación baje a la cocina en busca de algo que desayunar pero aparentemente había olvidado ir ala tienda por provisiones y no había mas que pizza fría de la noche anterior y un pedazo de queso.

Hice una ligera mueca de desilusión antes de sonreír. El no tener nada que comer solo podía significar una cosa ¡ debía ir a la pastelería! Eso la hizo sonreir, porque si bien ella era muy buena repostera jamas pensaba poder superar a Savannah y Rebeca quienes eran unas diosas de los postres, sin exagerar.

Así que sin dudarlo un momento mas tomo su bolso salio de la casa en dirección a la pastelería donde ya se congregaban grupos de personas ansiosas por algo que endulzara su mañana. Mientras esperaba a que la atendieran empezó a rebuscar en su cartera su billetera, pero era tal su desastre que parecía una tarea imposible. Mientras luchaba con unas llaves y un paquete de dulces golpeo accidentalmente a la persona a su lado con el codo. De inmediato soltó la cartera sobre la barra y se volvió avergonzada. "Oh Dios mio, no sabes cuanto lo siento, no era mi intención" dijo visiblemente sonrojada.

Al contrario de lo que le pasaba a todo el mundo, a Savannah los lunes no se le hacian especialmente tediosos. Volver a trabajar después de dos días de descanso, era algo que Savannah agradecía, sobretodo por el hecho de que mientras trabajaba se sentía muchísimo más libre y más tranquila, así como también más cómoda que en casa, donde parecía que Robert vigilase cada uno de sus movimientos. Lo peor es que no le gustaba demasiado pensar aquello sobre Robert.

Pero no podía evitar sentir cierto alivio cuando salía por la mañana, sobretodo del lunes, de camino a la pastelería. Aquella mañana en concreto decidió hacer el camino en bicicleta, dejándola estacionada a pocos metros de la pastelería en un pequeño callejón que había. De todos modos en Storybrooke pocos robos había y todos se conocían. Quizá incluso demasiado bien, por lo que las medidas de seguridad no es que fuesen realmente excesivas.

Curiosamente aquella mañana llegó antes que Rebecca y decidió empezar a hornear el pan. También tuvieron la habitual visita de William, que parecía alegrarle extrañamente las mañanas y después empezaron a llegar los clientes habituales. Los que se quedaban a desayunar, los que simplemente compraban el pan y cuatro dulces, intercambiaban cuatro palabras con Rebecca y ella y se iban, los que encargaban tartas de cumpleaños por adelantado para algún día de aquella semana. Lo típico de prácticamente cada día.

Y luego llegaba él con sus piropos de cada día que lograban sonrojar a la morena y que la hacían sonreír. No se los tomaba en serio a pesar de saber (o intuir) que él si que los decía en serio – Buenos días Khai… ¿Cómo amaneciste? – Le preguntó con una sonrisa en los labios – - Si fuera un ángel no te cobraría los pasteles – Contestó guiñándole un ojo y riendo por lo bajo al tiempo que limpiaba un poco la barra- Lo de siempre. Un Brownie con crema batida – Respondió apuntándolo en la libreta que llevaba en uno de los bolsillos. Prefería hacerlo porque como fuera mucha gente a la pastelería en un momento determinado se le podían pasar algunos pedidos.

Y en ese momento gracias a todos los Santos que lo hizo, porque justo ocurrió el incidente entre Khai y Kat Primrose delante de sus ojos. Bajó la mirada unos segundos para esconder una sonrisa. Lo mismo que le había pasado ahora a la muchacha con Khai le había pasado a ella bastantes veces.

- Buenos días señorita Primrose – La saludó con una sonrisa, con la muchacha no tenía aún la suficiente confianza como para tutearla, así que prefirió llamarla por el apellido - ¿Qué deseas tomar? …. – Volvió unos segundos la mirada de nuevo a Khai. – No te preocupes querido, enseguida te traigo lo tuyo.

Las sábanas se le habían pegado a Rebecca, la joven pastelera que andaba rápidamente por las calles en su bicicleta. Era la tercera vez que llegaba tarde en quince días gracias al insomnio que le estaba aquejando. Apenas y pudo meterse a la ducha rápidamente, tomar una manzana y un licuado ya hecho para emprender el camino de 15 minutos hacia la pastelería. Recordó que era Lunes y gruñó suavemente, un poco disgustada ya que significaba el inicio de una semana larga. Todas las semanas eran así, todos los meses...en fin, no le quedaba de otra que sonreír y dedicarse al negocio, además Savannah le alegraba el día.

Estacionó su bicicleta en su lugar habitual, enfrente de la entrada del local. Agarró su bolsa, la cual estaba en la canastilla blanca que tenía su bici, y observó su reflejo en las puertas de cristal. Sin maquillaje, se veía aún más joven. Su cabello negro estaba algo despeinado y húmedo, sus mejillas habían agarrado un tono rosado gracias al ejercicio de venir en bicicleta y sus ojos reflejaban un aura adormilada. Bostezó por última vez y empujó esas puertas, notando la presencia de Khai y de Kat.

Les sonrió amablemente. - Bueeeeenos días- saludó mientras les daba un beso en la mejilla de cada uno. Avanzó hasta donde estaba su mejor amiga y la apachurró fuertemente. - Perdón por llegar tarde, me quede dormida- comentó en tono de disculpa mientras sonreía distraidamente y caminaba hacia el perchero, donde dejó su chamarra y al estante donde dejaban las bolsas.

Agarró su delantal y se lo puso a la vez que amarraba su cabello en una gruesa trenza francesa. Cruzó ligeramente sus brazos y alzó sus cejas. Notó el olor del pan horneado, la dulzura de los ingredientes y el orden de la cocina. Llegaba a tiempo para poner manos a la obra y no dejar a Savie con toda la carga. - ¿En qué ayudo?- preguntó sonriente a su amiga, mientras le daba un ligero codazo. A decir por su mirada y sonrisa ligera, William ya había hecho su aparición matutina. dejando ese tema de lado, le sonrió de nuevo a Khai y a Kat, los primeros clientes de la mañana.

Podría ser una desgraciada completa en el amor pero algo no cambiaba, ¡y ese algo era que tenía que comer! No importaba lo deprimida que estuviera o que últimamente le había dado por ver en internet todas esas películas que a Grace tanto le gustaban y de las que ella tanto se había burlado, cuando el estómago reclama atención es obligación de uno escucharlo y punto final.

A Willow los lunes en particular no era que le hicieran desear con desesperación que fuera otro día. Tendría que ver, seguro, con que teniendo su propio negocio hacía lo que quería cuando quería, y si le daba la gana cerrar a medio día para ir a perder un par de horas en la playa no había nadie que le dijera que no. Ella nunca paraba, siempre en constante movimiento, siempre dando esa impresión de que debajo de las ropas llevaba oculto un mecanismo de cuerda que alguien se encargaba de girar en secreto para tenerle siempre con los ánimos al 100. No iba a engañarse a sí misma ni engañar a nadie más, seguía herida y mucho. El brillo en sus ojos no era el mismo que antes, pero a cada día que pasaba parecía estar recuperando un poquito más de sí misma. Si no pensaba en Everett lograba sobrellevar el día sin aquella aura de tristeza que le había envuelto las últimas semanas. Y ocurría que la mejor manera de no pensar en él era trabajando.

Lo otro que le ayudaba a no pensar en lo que le hacía daño era el ejercicio. ¡Suficiente de estar en la cama autocompadeciéndose! Esa mañana en cuanto despertó se recogió el cabello y enfundada en unos shorts y un top corto y salió a correr un par de kilómetros por el pueblo (evitando, por supuesto, algunos lugares que consideraba de alto riesgo Everettil).

Eventualmente el hambre comenzaba a hacer de las suyas. Y quizá era irónico que, habiendo salido a ejercitarse, lo primero que se le viniera a la mente fuera un pastelillo de donde Savannah y Rebecca. Ohhh si, aquello sonaba tan bien como iba a saberle, así que sin demorar salió corriendo hacia allá.

Al entrar por la puerta las campanillas que colgaban del marco sonaron haciéndola sonreír. Aquel sonido siempre le había gustado. Y justo al ver a Khai su sonrisa se ensanchó más. No le importo mucho que hubiera otro cliente, y además con las dueñas ya tenía bastante confianza, así que aprovechándose que a aquellas horas el chico aún seguía a medio dormir la mayoría de las veces, tomó algo de impulso y saltó sobre él, colgándose de su espalda por los hombros y enlazando las piernas alrededor de su cintura.

- Buenos díiiiiiias mis amores. ¡Y hola! - Saludó entonces a la morena para no quedar como una grosera total pero pronto su atención regresó por completo a lo que fuera que estuvieran horneando y oliera tan condenadamente delicioso. Besó la mejilla de Khai y entonces señaló hacia la puerta que llevaba a la cocina. - ¡Savy! ¡Becca! Échenme en una bolsita todos los croissants rellenos de queso crema que tengan. ¡Y muffins de arándanos para Azula también! - Ahhh si ella era una compañera de piso (y una amiga en general, venga) muy considerada, no importaba que muchos le llamaran demente desquiciada.

Pues sí, cada que llegaba a ese lugar sentía que las cosas cambiaban para bien. Y ahí estaba Savannah, con su sonrisa que hacía cada día un trocito lastimado de su corazón se reparara. No le importaba si era mayor que él, con tan solo verla tenía su día hecho.Sonrió ante la respuesta de la chica, que le decía que si fuera un ángel no le cobraría. Puso una mano que sostenía su cabeza para que la imagen de que ella le ponía tonto se completara.

- No importa Savy, yo creo que si estuviéramos en el cielo, los demás ángeles y almas bondadosas igual te comprarían, ya que estos pasteles de verdad lo valen - Respondió al tiempo que le daba un mordisco a su Brownie, para llenarse un poquito de su labio superior con la crema, que después pasaría por su dedo índice para limpiarse. Y es que no bromeaba, esos pasteles eran para morirse.

No se dio cuenta de quien llegaba, puesto que estaba tan ocupado observando cada detalle de su brownie, junto con la muchacha que al voltear una chica tropezó con él e hizo que su cartera terminara en la barra. Se disculpó y parecía algo nerviosa.

- No te preocupes, estoy bien. Y calma, ¿Eh? que apenas empezamos el día - Le dijo, mientras le devolvía la cartera y alcanzaba a darle otro mordisco, para sentir el grandioso chocolate recorrer su boca. Miró el reloj, sabía que en 20 minutos tenía que abrir donde Granny, pero algo le decía que ella también se había acostumbrado a abrir tarde los Lunes, puesto que sabía de su "parada especial".

Tras esto, llegó Rebecca, quien estaba comenzando a preguntar qué le había pasado ya que por supuesto, estaban siempre las dos juntas.
- Hey, Becca, ¿Qué onda?, ¿tuviste un Domingo muy rudo? - Preguntó socarrón, pero era parte de las rutinas y parte de él, aparte que con Becca tenía mucha confianza para hacer esas cosas.

Ya casi faltaba poco para terminar su dichoso brownie, cuando llega Willow, tan entusiasta como siempre era y pues, tan confianzuda como siempre era. Le saludó como correspondía y luego rió un tanto de sus maneras, sin duda era única y le alegraba de sobremanera que ese día en especial estuviera de buen ánimo, ya que su historia con Everett no solo le afectó profundamente, sino que causó un gran revuelo por los conocidos de ella y la mayoría de Storybrooke (cosas que odiaba del pueblo), aunque claro, el reprendido de la situación fue el chico, dándole su apoyo a Will.

- Hey Will, si te acabas todos los pasteles, más tarde tendré que ir a tu piso para ir a comer - Le dijo sonriendo, mientras miraba con lástima su último bocado de su postre. Luego miró a la hermosa morena y le puso cara de cachorrito, que en más de una ocasión le había salvado de aprietos, lo cual nombró ese gesto en particular "su arma secreta" - ¿Otro por favor? a riesgo de ponerme hiperactivo.

Le sonrei agradecida al chico a mi lado por perdonar mi torpeza. "En serio lo siento, usualmente no suelo ser tan torpe por la mañana" reí antes de, ¡finalmente!, encontrar mi billetera y volverme a Savannah. "Mmm, yo tomare un chocolate caliente con doble crema batida y esos deliciosos milhojas que haces por favor" suspire emocionada. Solo en Storybrook el no tener que comer en casa podía hacer a una persona tan feliz como a mi en estos momentos. Como decía siempre mi abuela, no hay nada que una buena dosis de azúcar no pueda remediar. En ese momento note la presencia de Rebeca y le dedique una deslumbrante sonrisa. "Buenos días Rebeca, hace un día precioso afuera ¿no crees?" hoy estaba de muy buen humos aunque en realidad esto no se difería mucho de mi humor usual.

Pero había algo de magia en el olor a pan recién salido del horno y a café que llenaba la cafetería. Amaba aquel lugar, es mi lugar favorito en el pueblo y si no amara mi trabajo quizás yo habría trabajado allí. Pero mi piano era mi vida y no lo cambiaría por nada, tampoco sabia si tendría suficiente talento para trabajar con esas maestras de la repostería. Y yo no era la única que lo pensaba. Había algo maravillo en ellas y en la forma que nos alegraban la vida a todos.

Savannah le dedicó una enorme sonrisa al muchacho – Vaya…, con tantos halagos acabarás consiguiendo que me lo crea de verdad. Casi parece que los pasteles sean algo celestial o parecido – Dejó escapar una risita de entre sus labios para voltear hacía Kat Primrose que después de disculparse ante Khai había pasado a hacer su pedido - Chocolate caliente con doble crema batida y un milhojas – Recitó la mujer en voz alta antes de darse la vuelta y acercarse a la cafetera poniéndola en marcha para preparar el chocolate a la muchacha.

Tomó un platillo y lo colocó en la barra delante de Kat con un milhojas que había colocado con cuidado encima – Ahora te pongo el chocolate – Le indicó justo cuando entraba Rebecca ligeramente acelerada dando un beso en la mejilla a cada uno de los presentes. Cuando le tocó a Savannah ella sonrió – No te preocupes… No tienes jefa. La suerte de ser la dueña del sitio – Le susurró divertida mientras terminaba de preparar el chocolate de la muchacha y se lo posaba delante a la muchacha – Aquí tienes. Chocolate caliente con doble crema batida. Que aproveche. – Le sonrió a la chica y volvió a girarse a Rebecca que estaba dejando sus cosas y poniéndose el delantal.

¿Qué en que podía ayudarla? Savannah acababa de meter hacía unos minutos el pan en el horno para que se fuera haciendo, pero no creía que aún fuera momento de sacarlo – El pan se está horneando – Le informó acercándose a ella – Y… bueno, tenemos unos cuantos pedidos. Lo típico de siempre, ya sabes. Los he apuntado en el tablón – Comentó señalando con la cabeza el tablón donde apuntaban cada mañana los pedidos que les hacían así como cuando y donde debían entregarlos o si iban a buscarlos.

La campanita de la puerta volvió a devolverla a la panadería girándose para ver entrar la característica melena rubia de Willow que fue directamente a colgarse de Khai cosa que consiguió que Savannah pusiera los ojos en blanco a la par que sonreía ligeramente - ¡Buenos días Willow! – Le dijo mientras volvía a acercarse hasta donde estaba Khai, ahora con Willow colgada de su espalda – ¿Estás segura de que los quieres todos? – Preguntó quedándose ligeramente anonadada por la petición de Willow, tanto que intercambio una mirada con Rebecca antes de volver a ponerla en Willow – Es mucho…

Vamos, eso pensaba ella.