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Mensaje por Michelle A. Evans Mar Jul 10, 2012 8:25 am

Hacía ya horas que había terminado en el trabajo y que se encontraba en casa haciendo las cosas que más le gustaba: cocinar, leer y cantar. Primero se propuso a experimentar en la cocina haciendo su primer intento de coulant de chocolate y debía admitir que después de todo no le había salido tan mal. Quien lo hubiese visto habría dicho que aquello lo era todo menos lo que se suponía que era porque la forma desde luego le salió algo rara pero de sabor estaba exquisito, que era lo más importante desde el punto de vista de la rubia a pesar de que dijeran que la presentación de un plato también.

Después de comerse su experimento y dejar la cocina nuevamente en orden cogió un buen libro, uno que jamás se cansaba de leer y que por muchas veces que lo hubiese leído la mantenía con la misma intriga. Algo que no se podía decir de muchos. Estuvo aproximadamente dos horas absorbida por la novela, después de las cuales encendió la torre de música mientras se disponía a limpiar la casa. Michelle era una persona que no podía estar un rato sin hacer nada y que siempre encontraba algo con lo que ocupar su tiempo y su mente.

Mientras pasaba la fregona por el salón Meredith, su gata, se escondía tras el sofá o la mesa de café preparándose para atacarla pero fallaba y salía corriendo por donde Michelle acababa de fregar, por lo que en vez de correr acababa patinando haciendo que la rubia rompiera a reír al verla. La gata no tenía remedio. Cuando la encerraba para que no paseara por lo recién limpio, ésta encontraba la forma de salir y posar sus patitas sobre el suelo reluciente dejando sus huellas. Otra persona que no fuera Michelle probablemente se hubiese enfadado con los actos del animal pero la ojiazul encontraba adorable todas las cosas hacía su mascota.

- ¿Quieres pelea? – le preguntó sonriendo pícaramente – Pues la tendrás – añadió “atacándola” con la fregona, a lo que la gata respondió primero con unos zarpazos y luego una huida a la desesperada. La muchacha rompió a reír y continuó limpiando.

Cuando hubo terminado con toda la casa se dejó caer en el mullido sofá del salón. ¿Y ahora qué? Había terminado con todas las tareas que se había propuesto y ya no tenía nada más que hacer. Como odiaba quedarse de brazos cruzados pensó en adentrarse en el bosque y hacerle una visita al particular amigo de Charlie pero cuando consultó la hora en el reloj desechó la idea al ser ya un tanto tarde. No es que temiera andar por el bosque a oscuras porque no era una chica cobarde pero no lo creía conveniente. Se levantó para andar en círculos por el salón intentando pensar en algo que hacer hasta que se le encendió una bombilla. Corrió a su habitación en busca de su bloc y un pequeño estuche de madera donde se encontraba guardado su material de pintura.

Como había decidido ir al parque y éste no se encontraba demasiado lejos de su casa la muchacha dejó la bicicleta en casa y fue caminando hasta allí. Cuando llegó comprobó que no había un alma lo cual no era nada raro porque en Storybrooke no había muchos niños y los adultos… eran adultos y no frecuentaban tanto ese sitio. Para Michelle era una ventaja porque tenía vía libre para subirse a la torre con el pequeño puente y el tobogán, ya que si hubiese niños jugando no podría haberlo hecho. Se acomodó en el centro de la torreta dejando el estuche abierto a un lado y con el bloc apoyado sobre sus piernas flexionadas. No es que aquella fuera de las mejores vistas pero sí que era aceptable para la rubia, que comenzó a dibujar el atardecer en el parque.
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Mensaje por Matthew J. Barlow Vie Jul 13, 2012 5:01 am

Tenía hambre. Se arrastraba por el suelo de su casa como una oruga. Everett no estaba en casa y era el único capaz de coger un sartén y cocinar algo sin acabar prendiendo fuego a algo. Llamaba a su amigo mientras recorría la casa, limpiando el suelo de paso y dejando su ropa arrugada y llena de polvo. Dos en uno: se lamentaba de no tener nada que comer y a la vez limpiaba. ¡Para que luego dijeran que los hombres no sabían hacer dos cosas a la vez! Nada, nadie respondía. O Everett había salido o pasaba de él. Se decantó por lo primero, veía incapaz a su amigo de hacerle el vacío.

Acababa de levantarse de una larga siesta. Muy larga. Se había levantado temprano, había ido a trabajar. Ninguna novedad en el pueblo salvo una señora que había olvidado las llaves dentro de casa y le era imposible volver a entrar. Él se había quedado en el puesto jugando a las cartas con los demás, mientras que dos de sus compañeros iban a "rescatar" a la señora de su desgracia. Un día como otro cualquiera Volvió a casa temprano y se sentó frente a la ventana, mirando al bosque con añoranza. Le gustaba aquella ventana, correr las cortinas nada más levantarse y sentir el sol sobre su piel.

Y allí había permanecido tras quedarse dormido. ¿La forma en la que despertó? Patética. Se cayó de la silla al suelo y se golpeó la cabeza contra la pared. Por suerte, entre su pelo y su gorro de dormir había logrado "frenar" el golpe. Le dolió la cabeza durante unos momentos, pero era solo el golpe. Ya que estaba en el suelo, le dio pereza levantarse y fue ahí cuando empezó a recorrerse la casa en busca de su amigo y, por consiguiente, de comida.

Se levantó de golpe del suelo, cuando sintió como si su mente no estuviera así, como si viajara hacia otra parte. Con las prisas, con la cabeza dándole vueltas, tropezó con la alfombra y volvió a caer al suelo, solo que había pillado carrerilla con la tela bajo él y acabó chocando contra la puerta de la entrada. Maldita alfombra. ¿A quien se le ocurría poner una alfombra? "Ah, que fue idea mía..." pensó. Se levantó con decisión. Si no había comida en casa, saldría él mismo a buscarla. Abrió la puerta y se aventuró al exterior.

Corrió por el pueblo, en busca de algún árbol frutal hasta que cayó en la cuenta del parque. Ahí solía haber muchos árboles, con suerte daría con algún manzano o algo así. Algo que pudiera acallar los gruñidos que lanzaba su estómago. Llegó al parque a la carrera (siempre corriendo) y se acercó a uno de los árboles. Los ojos hasta la brillaron cuando dio con un manzano. Sólo necesitaba coger la manzana. Dio un salto y la atrapó entre sus manos, sonriente. Había más manzanas, pero necesitaría ser un mono para poder cogerlas. Se dio la vuelta y dio una mordida a la manzana, cayendo entonces en la cuenta de que había alguien subido en la torreta. No veía bien, pero si se trataba de una niña sola podría caerse y hacerse daño.

-¡Eh! -agitó los brazos -¡Te puedes caer!
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Mensaje por Michelle A. Evans Lun Jul 16, 2012 8:53 am

Tras trazar un par de líneas más la muchacha de rubios cabellos dejó el lápiz a un lado y alzó el bloc alejándolo un poco para ve cómo estaba quedando el dibujo. Al contemplarlo una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro aunque todavía quedaban unos cuantos retoques por dar. Volvió a colocarse el cuaderno sobre las piernas y tomó nuevamente el lápiz para continuar con el bosquejo. Normalmente no solía retratar paisajes pero desde hacía un tiempo no había parado de hacer dibujos de cosas insólitas y que eran imposibles que las hubiese visto en algún lugar, pero por alguna extraña razón se le hacían misteriosamente familiares. ¿Estaba perdiendo la cabeza? Se había planteado seriamente concertar una cita con la psicóloga de Storybrooke pero acudir a ella significaba admitir que tenía algún tipo de problema y no estaba preparada para eso, por lo que decidió dejar atrás esos dibujos y concentrarse en cosas terrenales.

A la par que ella bosquejando el sol se iba poniendo pero eso ni impidió que la joven continuase con el dibujo tal cual había visto el paisaje en el momento de empezar. Tener una gran capacidad fotográfica le venía estupendamente para recordar las diferentes tonalidades y poder entintar correctamente sus pinturas porque a lo que estaba dibujando en aquellos momentos no podría ponerle color esa misma tarde o noche. Desvió la mirada del cuaderno para asegurarse de lo que estaba haciendo cuando una voz la sobresaltó haciendo que la mano que sostenía el lápiz se moviera trazando una línea en mitad de la hoja.

¿Pero qué? – dijo observando el trazo disgustada.

Se puso en pie y se asomó para ver quién era el hombre que la había sorprendido de aquella manera. En cuanto descubrió que era Matthew, el bombero del pueblo, la muchacha no pudo hacer más que sonreír.

¡Hey Matthew! – saludó aún sonriente – ¿Tan patosa me ves como para caerme? Aunque es toda una suerte que seas tú porque si de verdad caigo, me rescatarás ¿verdad? Eso es lo que hacéis los bomberos – bromeó la joven. Entonces apoyó los brazos en la barandilla con la mala suerte de que su cuaderno se deslizó hacia el vacío. Enseguida trató de atraparlo pero sus dedos apenas consiguieron rozarlo. Después de mascullar una maldición se agachó para recoger el estuche y bajar las escaleritas.

¿Y cómo estás? ¿Todo bien? No os he vuelto a ver ni a ti ni a tú amigo desde la fies…

La muchacha no alcanzó a terminar la frase debido a que ladeó la cabeza hacia Matthew mientras le hablaba dejando, en consecuencia, de prestar atención a dónde ponía el pie con la mala suerte de que el pie resbaló y acabó cayendo al suelo. No obstante, lejos de correr a ponerse en pie por la vergüenza Michelle comenzó a reír a carcajadas demostrando de ese modo también que daño no se había hecho.

- Al final ha quedado demostrado que algo torpe sí que soy – dijo una vez consiguió parar de reír.
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Mensaje por Matthew J. Barlow Jue Jul 26, 2012 10:02 am

Al fin reconoció a la joven. La había dejado un poco tirada en la fiesta de la alcaldesa, pero todo tenía su explicación y ella lo sabía. No había podido dejar partir solo a su amigo sabiendo como era. La verdad es que se había divertido bastante charlando con la joven, cosa que además le proporcionó entretenimiento en la aburrida fiesta. Porque si, era una fiesta aburrida, pero había ido por la comida. Sonrió desde abajo y dio una mordida a la manzana. Entonces, la imagen de Michelle se volvió confusa, su pelo rubio se tornó más oscuro, la imagen de otra persona pareció sustituirla, al igual que el parque ya no era el parque, sino una terraza de suelo blanco. A medida que la joven caía, fue incapaz de moverse. Los pies no le respondían y se sentía anclado en el suelo, mirando con impotencia como se golpeaba contra el suelo. Cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza confundido. ¿Qué pasaba? No lograba comprender. ¿La falta de comida le hacía imaginar cosas?

Al volver a abrir los ojos, de nuevo se topaba con Evans y suspiró de puro alivio, pero sin poder dejar de pensar en lo que había ocurrido. Su cuerpo estaba en el parque, pero su mente seguía cavilando, tratando de buscar una explicación a eso. Últimamente pasaba tan frecuentemente que temía estarse volviendo loco. Todo le daba mala espina. "Vuelve al presente, Matt". Dio un salto en el sitio y corrió hacia donde la joven se carcajeaba de la caída. No pudo evitar contagiarse y echar a reír también, poniéndose de cuclillas a su lado. Se atragantó con su propia saliva y con un trozo de manzana que aún quedaba en su boca. Tosió varias veces y se golpeó el pecho con el puño cerrado. Se puso en pie y le tendió caballerosamente una mano a la joven. De nuevo aquella sensación, como si hubiera pasado por una situación parecida antes.

-¿Te encuentras bien? ¿Puedes ponerte en pie? ¿Te duele algo? ¿Estás bien? oh, eso ya lo había dicho. Perdona por tanta pregunta -soltó una risita, que se transformó en una mueca arrepentida -¡Ha sido mi culpa! Lo siento tanto, de verdad.
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Mensaje por Michelle A. Evans Vie Jul 27, 2012 11:53 pm

Michelle cogió la mano que le tendía el joven para ayudarla a ponerse en pie y una vez se hubo incorporado comenzó a sacudirse los pantalones para quitarse la suciedad y la arena pero se detuvo cuando Matthew comenzó a preguntarle si se encontraba bien o si le dolía algo. A la rubia le causó gracia la preocupación del bombero y que se disculpara por hacerle tantas preguntas en tan poco tiempo.

Estoy bien, estoy bien. ¿Crees que si me hubiese roto algo me habría estado riendo?

Menuda pregunta. Casi todas las mujeres se echaban a reír después de una caída o un golpe estúpido por mucho daño que pudiesen haberse hecho con ello. Los hombres al contrario enseguida se ponían en pie y se aseguraban de que nadie les hubiese visto hacer el ridículo. Por tanto, sí que era posible que se hubiese hecho algo aunque no era el caso. Tampoco es que hubiese caído de una gran altura, pues se había tropezado en uno de los últimos escalones.

¿Tu culpa? Pero que tonterías dices – dijo haciendo un gesto con la mano – Ni que me hubieses empujado. Fui yo la que debería haberse fijado donde pisaba y no quedarme mirándote – Y ahora que lo pensaba mientras le había estado hablando y preguntando cómo estaban él y su amigo desde la escalera, el joven se había quedado un poco raro, como en trance. ¿O se lo habría imaginado ella? – ¿Y tú? ¿Estás bien?

Tras preguntarle y mientras esperaba una respuesta por su parte, fue a recoger su cuaderno de dibujo, el cual estaba a un par de metros. La muchacha regresó junto a Matthew a la par que comprobaba que algunas de las hojas se habían arrugado. Una de ellas era la de los dibujos extraños que había estado haciendo semanas atrás, en ella había dibujado un conejo con un chaleco, la cabeza de un gato sonriente… ¿Desde cuándo eran capaces de sonreír los gatos?

Lo sé, son raros. No digas nada – dijo cerrando el cuaderno antes de que él viese nada más y se preguntara cosas extrañas sobre ella.

Nunca se los había enseñado a nadie. Era una tontería porque no era nada malo tener una imaginación desbordante pero había algo extraño en todo aquello y sentía que algo no marchaba bien y estaba segura de que era a causa de esos dibujos y las pesadillas que había empezado a tener hacía unos días.
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Mensaje por Matthew J. Barlow Dom Jul 29, 2012 5:03 am

Algunas veces no lograba a comprender del todo la actitud de las personas que le rodeaban. No es que fuera idiota, aunque muchas veces confiaba en aquellos en los que no debía y se tragaba todo lo que le decían, como cuando un hombre le dijo, por la calle, que si le daba una moneda no volvería a pasar hambre. Y al final ese día acabó pasando más hambre de la normal, puesto que la moneda que había cedido amablemente creyendo en las palabras de aquel buen hombre (con el que no se había vuelto a cruzar por la calle y mejor que siguiera siendo así), era la moneda con la que pensaba comprar una barra de pan para matar la fatiga. A veces podía ser muy estúpido y luego, en otras circunstancias, demostrar una gran madurez y sentido de la responsabilidad.

-Reír por no llorar, eso es lo que se suele decir, ¿no es así? ¡Pero yo no lo entiendo! Hay chicas que sonríen y dicen que están bien cuando en realidad están mal. ¡Y otras dicen estar mal y en realidad están bien! Sois demasiado complicadas -asintió a la par que hablaba, tratando de afianzar aún más sus argumentos, de darles más consistencia. Se rascó la cabeza, allí donde tenía el sombrero. La tela le picaba un poco, sería por el sudor-. Bueno, te distraje, aunque fuera porque me preocupaba, ya sabes. ¡Mi atractivo distrae! -bromeó carcajeándose. La pregunta le pilló un poco por sorpresa, creía que había pasado desapercibido, aunque era extraño ver a alguien tan hiperactivo como lo era Matt parado en una esquina, con la mirada perdida. A él le había parecido que aquellas imágenes apenas tomaban segundos de su tiempo, cuando en realidad habían pasado minutos-. Estoy...

Se quedó atontado, mirando los dibujos en el cuaderno de dibujo de Michelle. Qué extraño era todo. Parecía tan…¿tétrico? Bueno, por lo menos no era el único al que su imaginación le jugaba malas pasadas y lo hacía volar hacia mundos e imágenes extraños. Quizás la alcaldesa los había drogado a todos con aquellos canapés tan exquisitos y por eso ahora se imaginaban cosas raras. ¡Eso debía ser! O quizás el cansancio por el trabajo, el no comer tanto como deseaba… Se golpeó con ambas manos las mejillas y miró a la rubia con una sonrisa.

-¡Extraños pero bonitos! Son únicos entonces, ¿no lo ves así? Tengo curiosidad -qué raro, Matt curioso-, ¿cómo te vinieron a la mente las ideas para hacer esos dibujos? Es decir, cuando dibujas en qué piensas. ¿En qué pensaste para acabar dibujando eso? No sé si me explico, pero yo también me imagino cosas extrañas últimamente. Mi teoría es que la alcaldesa metió algo en los canapés y nos hace efecto con retraso -al final no pudo aguantarse las ganas de reír y estalló en carcajadas-. Hablaba en serio hasta lo de los canapés, perdona.
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Mensaje por Michelle A. Evans Sáb Ago 04, 2012 6:04 am

Se preguntó si Matthew realmente pensaba lo que acababa de decir o si simplemente decía aquello por quedar bien y no ofenderla o molestarla. ¿Únicos? Michelle bajó la vista al bloc de dibujo mientras cavilaba sobre las palabras dichas por el bombero. No lo había cuestionado desde aquel punto de visto y él tenía razón, eran únicos, pero aún así había algo que la inquietaba y tal vez fuese esa la causa de su turbación. Alzó la mirada sorprendida por el interés de Matthew hacia sus peculiares ilustraciones pero pronto cambió su expresión a una pensativa mientras apretaba el cuaderno contra su pecho. ¿En qué pensaba cuando los dibujaba? Si le respondía que a veces le salían sin más, ¿pensaría algo raro? Bueno, ¿y qué más daba lo que pensara?

- ¿Te imaginas cosas? – murmuró confusa antes de unirse (sin poder evitarlo) a las carcajadas de Matthew – Entonces tú te llevarás la palma de las alucinaciones

La muchacha mantuvo la sonrisa en el rostro durante un rato antes de volver a ponerse seria. Le gustaban aquellas ocurrencias y salidas que tenía el bombero y que le restaban seriedad a lo que estuvieran tratando además de hacerlo todo más ameno. Consiguió que olvidara por un pequeño lapso de tiempo las cosas que le rondaban por la cabeza y la tenían preocupada en ciertos momentos del día.

- ¿De verdad quieres saber lo de mis bocetos y dibujos? - Se volteó dándole la espalda encaminándose hacia unos bancos que había dispuestos en el parque, desde donde los padres podían vigilar a sus pequeños mientras éstos jugaban, y se sentó - Te sonará raro, incluso puede que una locura pero… no sé realmente como es que los dibujo. Es decir, hay veces en las que parece que mi mano toma el control y traza lo que quiere. ¿Una tontería verdad? – esbozó una sonrisa nerviosa y bajó un poco la cabeza quedando parcialmente oculto su rostro por el cabello – Siento que son como una parte de mí y por eso nunca se los enseñé a nadie. Eres el primero en verlos

Que Matthew los hubiese visto fue un accidente porque ella los guardaba con recelo a pesar de que desconocía el motivo. Intuía que de una u otra forma eran importantes para ella y que había algo suyo en ellos pero, ¿por qué? Esa era la cuestión. Quizás debiera hablarlo con Charlie. Puede que fuera un ligón y un rompecorazones pero a Michelle le caía bien a pesar de ello y confiaba en él al igual que él confiaba en ella y, sabía que Charlie se fiaba de ella porque sino jamás le hubiese contado lo de su peculiar mascota del bosque. Entonces, ¿por qué no le había dicho nada a él y sí a Matthew?

- ¿Pero sabes qué es lo más extraño? Hace unos días que empecé a tener una especie de pesadilla. Persigo un conejo blanco, el mismo de mis dibujos y entonces caigo en un agujero oscuro y veo a todas esas extrañas criaturas de aquí - mentó señalando su cuaderno - ¿Crees que será cosa de mi subconsciente o es que perdí la cabeza? -
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Mensaje por Matthew J. Barlow Dom Ago 12, 2012 3:19 pm

Admiraba la capacidad de los demás que tenían para crear cosas, sobre todo la de Michelle. Sabía que no era fácil dibujar simplemente teniendo una idea en la mente. El dibujo era algo complicado que aún no era capaz de entender del todo. Veía a otras personas dibujar y para ellos parecía tan fácil que una vez se había animado a intentarlo. Había tratado de dibujar a Everett y lo único que había logrado había sido cabrearse, arrugar varios folios. Al final le entregó a su amigo un monigote de esos, con el cuerpo, las manos y los pies de malo y una cabeza redonda y circular. Se sabía que era Everett porque le había dibujado una probeta en la mano y porque había puesto su nombre al principio del folio. Por lo demás, un absoluto fracaso.

-Sí, me imagino cosas. No sé si estoy perdiendo la cabeza o es que estoy cansado y me quedo momentáneamente dormido. La cosa es que cuando duermo, estando en mi cama, también tengo sueños extraños que se repiten. Llevo una semana soñando que estoy en una montaña, rodeado de nieve y no puedo escapar por mucho que camine. Entonces el cielo se me echa encima y me despierto. ¿Crees que puede tener algún significado? Quizás Everett y yo tenemos que poner aire acondicionado en casa, o poner más mantas en la cama o vigilar la nevera. ¡Puede que se vaya a romper!-. Empezó a soltar conjeturas al azar, dejando volar su imaginación. Asintió enérgicamente y la siguió de cerca, quedándose un momento de pie frente a ella, escuchándola atentamente. La vio tan apenada, tan confundida que finalmente se sentó a su lado en el banco y le pasó un brazo por los hombros-. No es una tontería, Michelle. Y no me parece una casualidad que tanto a ti como a mi nos pasen estas cosas. Y Everett también me ha comentado algo sobre él. No sé qué está pasando, no logro entender nada de esto, pero nada es una tontería aquí. Porque si lo tuyo es una tontería, lo mío lo es aún más y tengo fe en que no es así. Todo seto tendrá algún motivo.

Volvió a cerrar la boca rápidamente, pero no se apartó de ella, tampoco retiró su brazo. Pero sí que giró la cabeza levemente para mirarla. No le gustaba ver a su amiga así por cosas como esta. Entonces, que le nombrara su pesadilla fue el colmo. Demasiada coincidencia que él soñara cosas extrañas, que a Everett también le pasaran cosas extrañas. Y se sentía a veces estúpido porque nada le parecía un sueño. Igual que el día que estaba con Willow, Everett y Sydney en la playa y echó a correr de vuelta a casa porque se había dejado la tetera al fuego. Y al final no había ni tetera, ni fuego. Porque la única cosa parecida a una tetera que tenían en casa era demasiado antigua para usarla, puesto que Matt la había comprado en la tienda, encantado por su color. Y era de adorno.

-De las dos cosas es más probable que sea la primera. Pero eso es decir que todo está en tu cabeza y tal y por lo que me cuentas…No sé qué decirte, quizás debamos hablar con otras personas, contarles lo que pasa a ver qué dicen. Puede que Sydney…como es de esas que te miran el coco- se golpeó la cabeza cómicamente-, pueda ayudarnos.
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Mensaje por Michelle A. Evans Vie Ago 24, 2012 6:55 am

Así que Matthew también soñaba cosas extrañas. Eso no se lo había esperado aunque era una tontería porque no iba a ser ella la única que sufriera pesadillas ¿verdad? Pero lo más curioso de todo es que decía que lo suyos también solían repetirse. Eso era lo que le resultaba a Michelle tan perturbador. Se podían tener miles de sueños o pesadillas pero raramente soñabas lo mismo más de una noche tal como le estaba ocurriendo a ella y ahora al parecer también a Matthew. La rubia no sabía qué pensar sobre todo aunque en cierta forma, saber que a alguien más le pasaba lo mismo era un alivio para la muchacha porque significaba que la otra persona comprendería mejor lo que se sentía. La incertidumbre, el notar que algo no va bien.

Pero si no es una tontería, ¿entonces qué es? – la rubia no pudo evitar mostrarse sorprendida al escuchar que a Everett, el compañero de piso del bombero, le sucedían cosas del estilo – Al final tendrás razón y todo con lo de tu teoría de la alcaldesa y su comida. ¡Tendríamos que investigarlo! – dijo soltando después una carcajada. Aunque pudiese parecer que a ratos se lo tomaba en broma, en realidad no era así. Últimamente su pesadilla era la que ocupaba su mente durante la mayor parte del día distrayéndola de las tareas que debía llevar a cabo y cuantas más vueltas le daba, más confusa se sentía. Había intentado ocuparse en otras cosas para dejar de pensar en ello pero no acabó por funcionar del todo.

¿Hablar con la psicóloga? – Esa opción no se le había ocurrido antes pero de ser así tampoco estaba segura de haber acudido a ella. No es que pensara que los psicólogos eran personas que tan sólo trataban a los locos pero acudir a ella significaría que realmente creía tener un problema y no se sentía preparada para ello – Tal vez debiéramos pero… no todavía – Por lo menos ella esperaría. ¿Y si estaban haciendo una montaña de un grano de arena?

Durante el rato que siguió, Michelle permaneció en silencio contemplando el brillo de las primeras estrellas que aparecieron en el cielo y escuchando el ritmo constante de su respiración y la de Matthew, el único sonido que se oía en todo el parque. La paz que envolvía al parque en aquellas horas del ocaso también la envolvió a ella haciendo que por primera vez en muchos días se sintiera a gusto, sin ningún asunto que le turbara la cabeza. Adoraba ese silencio pero se veía en la obligación de interrumpirlo momentáneamente – Gracias. Gracias por escucharme y no tratarme de loca aunque sólo sea porque tú también pasas por lo mismo – En ese momento recordó unas palabras que la hicieron sonreír – Aunque ¿sabes qué? Una vez escuché decir que las mejores personas son aquellas que perdieron la cabeza. Quizás la persona que lo dijo esté en lo cierto y después de todo estar un poco demente nos venga bien
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Mensaje por Matthew J. Barlow Vie Ago 24, 2012 7:50 am

Entendía sus dudas, pues Matt también las tenía. Se despertaba por las mañanas totalmente confundido, sin saber si lo que había soñado era cierto o no. También se levantaba a veces con la cesación de que aún seguía soñando y temía cometer alguna locura por eso. Vamos, en los sueños crees poder volar y no temes tirarte a un vacío porque sabes que no vas a morir. Y siendo tan temerario como lo era él, podría ocurrir una desgracia. Puede que todo lo estuviera llevando al nivel más peligroso, pero es que todo resultaba tan extraño, como si se hubiera vuelto loco que temía por él y por los demás. Saber que era no era el único ayudaba, pero eso le hacía sentir mal. ¿Por qué? Pues porque él no quería beneficiarse del mal ajeno, no quería sentirme mejor sabiendo que había gente igual o peor que él, eso no le gustaba nada. Lo detestaba. Por eso había decidido hacerse bombero, para ayudar en todo lo posible y mejorar la vida de las personas, no para perjudicárselas o regodearse de las cosas malas que les pasaban.

-¡Eso es, todo es una trampa! Seguro que nos están grabando o algo- dijo y se unió a sus risas. Sin embargo, se puso luego más serio y la miró fijamente-. Tendremos que descubrirlo, aunque la verdad no tengo ni idea de cómo empezar o qué hacer. Seguro que contarnos los sueños entre nosotros ayudaría, ¿no crees? Espera, ¿tienes mi número de teléfono? Si quieres te lo apunto y puedes llamarme cuando quieras, por si necesitas desahogarte, que alguien te escuche-. Se ofreció amablemente. No era un deber para él, puesto que realmente quería ayudarla. Le gustaba ayudar a los demás y más si era una persona cercana a él. Ya consideraba a Michelle como una amiga y lo que hacían los amigos era ayudarse los unos a los otros. Sonrió comprensivo-. Pues hablemos entre nosotros. De todos modos es mi mejor amiga y le comentaré lo que me ocurre a mí, ¿vale? Ya te diré lo que me dice. Tenemos el mismo problema, así que si me ayuda a mí, también tiene que serte de ayuda a ti.

La acompañó en silencio, mirando las estrellas, deseando poder volar para sentirse aún más cerca de ellas. Siempre había querido volar, surcar el cielo como un pájaro. Sinónimo de libertad, de no estar limitado por los obstáculos. La miró con una sonrisa amable cuando empezó a hablar y aprovechando que tenía aún su brazo sobre los hombros de ella, la estrechó contra sí, riendo. Siempre le había resultado fácil hacer amigos, pero realmente se sentía bastante cercano a la rubia y había llegado a confiar en ella más rápido que lo que lo haría con cualquier otra persona, desde que la había visto en la fiesta.

-¡No tienes por qué darlas? Somos amigos, ¿o no? Puede ser -rió- Pero prefiero mantener mi cabeza sobre los hombros. Porque necesito pensar y esas cosas. Y necesito la cabeza para comer, ya sabes. Ojalá fuera una cucaracha. ¡Sobreviven sin cabeza hasta que mueren de hambre!
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Mensaje por Michelle A. Evans Mar Sep 11, 2012 11:54 pm

La muchacha no estaba muy segura de si compartir sus dudas y sus sueños extraños ayudaría a esclarecerles el misterio o al contrario incrementaría su incertidumbre. Porque si una cosa tenía clara Michelle era que esos sueños, pesadilla o lo que fuesen no eran muy normales y que Matthew y su compañero también sufrieran alucinaciones tampoco entraba dentro de lo normal a no ser que los tres tuvieran una gran imaginación o algún que otro problema. Tal y como le había dicho el bombero momentos antes era muy posible que todo lo que viera y soñara se debiera a su subconsciente. Quizás le pasaba algo que no lograba identificar y su mente lo interpretara con esos sueños. ¿O no era eso posible? Lo mejor, decidió la rubia era dejar de darle vueltas a la cabeza porque si no acabaría loca de verdad.

¿De verdad harías eso por mí? – No podía mostrarse más sorprendida. Cuando se había negado a ir (de momento) a pedirle cita a la doctora Watson para comentarle su pequeño problema y los quebraderos de cabeza que le daba algunos días, creyó que Matthew intentaría convencerla de que era lo mejor y sin embargo, se ofreció a hablar él mismo con ella sobre sus propios problemas y comentarle entonces qué le había dicho o aconsejado la psicóloga – Pues ya me dirás cosas si hablas con ella. Aunque quizás para entonces ya se nos haya pasado – Ella al menos esperaba que no tuvieran que llegar al punto de tener que recurrir a Sydney.

En el momento que rompió el silencio que se había establecido para agradecerle sus palabras el hombre, que la había rodeado anteriormente con su brazo, la estrechó contra él riéndose pero la joven lejos de intentar apartarse se dejó abrazar. Tal vez si se hubiese tratado de otra persona se hubiese distanciado porque ella no estaba acostumbrada ni era muy dada a abrazar y dejarse abrazar. No al menos con aquellos a los que apenas conocía. Sin embargo con Matthew era diferente, pues a pesar de que tampoco es que se conocieran de mucho antes se había convertido en alguien importante en su vida. Ya no lo veía como un mero conocido sino como un buen amigo, por eso contestó de inmediato cuando le dijo si eran o no amigos.

¡Por supuesto que lo somos! Es decir, yo te considero un gran amigo – No importaba que prácticamente se acabaran de conocer porque en ese breve lapso de tiempo él le había demostrado ser una buena persona y alguien de confianza, algo que ella valoraba muchísimo – Cierto, ¿qué haría el pobre de Matthew si no pudiera comer? – bromeó la muchacha y es que jamás se le olvidaría la matanza de los canapés. Pero su sonrisa cambió a una expresión de aversión cuando mencionó a las cucarachas. No es que ella fuera del tipo de chicas que nada más ver un bicho gritaba como una loca desquiciada pero según que insectos la repugnaban y uno de ellos eran las cucarachas – ¿Una cucaracha? ¿Enserio? Perderías mucho en esa forma, ¿lo sabías? A mí me gustaría ser un pájaro. ¿Te imaginas qué se sentirá al volar? Debe de ser magnífico. Surcar los cielos, sentir el aire en la cara y poder contemplarlo absolutamente todo desde el cielo
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