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Confidence for quiet
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Confidence for quiet
¿A quién se podía acudir cuando tenías tal lío descomunal en la cabeza? Muchos le habrían dicho que fuese a la psicóloga, pero Savannah era de esas personas que preferían hablar aquellas cosas con una cara amiga con la que ya hubiese intercambiado alguna confidencia antes, de modo que ya sabía que podía depositar su confianza en dicha persona. Estuvo pensando ir a hablar con Evelyn, puesto que era mujer..., pero al final decidió que hablaría con los dos. Podía irle bien tener una perspectiva femenina y una masculina de todo aquello, ¿no? Además su cabeza era un caos, un hervidero. Contradicciones volaban por todas las partes de su cuerpo. Emociones, sensaciones y ese extraño olor a bosque que le llegaba sin estar cerca del lugar, como si estuviese delante de ella.
Robert estaba en el trabajo y casi lo agradeció, no quería tener que darle ninguna explicación de a dónde iba ni porque, aunque sabía que en aquel caso no le hubiese molestado. Era amigo de ambos y se conocían desde hace mucho tiempo. Robert no tenía porque despertar aquel monstruo de los celos cuando se referían al profesor. Sacó la bicicleta del garaje y la llevo a pie hasta el asfalto antes de subirse a la misma y empezar a pedalear, recorriendo las diferentes calles de Storybrooke. Pasó por delante de la casa de Evelyn y por un momento tuvo el impulso de apretar los frenos de la bicicleta e ir a visitarla a ella. Quizá por miedo a los problemas que podían causarle ciertas visitas.
Sin embargo se quedó en eso, en un impulso momentáneo, pues la mujer siguió pedaleando hasta que llegó a su destino. El colegio. Dejó la bicicleta estacionada en aquellos cacharros hechos con esa función y tomó la cajita que había metido en la cesta que llevaba colgada al manillar. Sí, la gente también la conocía por ser de ese tipo de personas que mimaban quizá demasiado a sus amistades, pero le gustaba hacerlo. Le gustaba ver sus caras de felicidad cuando veían lo que les llevaba. Además, normalmente sabía que era aquello que les provocaba cierta debilidad, así que el noventa por ciento de las veces lo que les llevaba era un acierto rotundo.
Había llegado unos momentos antes de que sonará el timbre que anunciaba el final de las clases. Lo había calculado y todo, para no ser ninguna molestia o algo parecido, aunque en caso de haber llegado antes se habría sentado en uno de los bancos de piedra que había fuera del colegio hasta que hubiese sonado el timbre. Nada más atravesar las puertas de vidrio que daban al interior del edificio, llegó a sus oídos el bullicio del fin de las clases. Puertas empezaron a abrirse a ambos lados del pasillo dejando salir al mar de alumnos, así como pisadas por las escaleras y charlas, gritos y risas, todas entremezcladas. Sonrió mientras se abría paso entre los alumnos, pues le parecía un ambiente de lo más alegre en esos momentos. Se cruzó con algunos asiduos de la pastelería que la saludaron y pudo ver a Sebastian Jones y Thomas Tyler por allí.
Al final llegó a su destino y al aula que buscaba de la que en esos momentos salían los últimos rezagados, recordaba sus años en el instituto, o vamos, eso creía porque ahora que intentaba concentrarse en ellos no los encontraba. Sacudió la cabeza quitándose aquello de su mente antes de tocar un par de veces con los nudillos suavemente en la puerta entreabierta. Lo hizo antes de asomar la cabeza y esbozar una sonrisa – Toc, toc... ¿Se puede? – Preguntó antes de entrar completamente en el aula donde se encontraba Everett, llevando en sus manos la pequeña cajita de color blanco – Te he traído tus chocolates favoritos... Ya sabes, una mala costumbre. – Se encogió de hombros mientras se acercaba hasta él y le daba un abrazo a modo de saludo. Todo el mundo sabía que ella era así, cariñosa, efusiva..., pero que muchas veces se controlaba, sobretodo si Robert revoloteaba su alrededor – ¿Cómo has estado? Desde la fiesta de la alcaldesa no he sabido de ti. – Y sí algo sabía hacer Savannah también de una forma casi perfecta era evitar los temas escabrosos, que podían poner en un aprieto a su interlocutor, hacerle sentir mal o cualquier cosa parecida – ¡Casi temí que te hubiesen abducido los alienígenas! – Bromeó para después tenderle de una vez por todas la cajita.
Sí, había ido hasta allí por qué necesitaba hablar con alguien de lo que le estaba pasando, pero no iba a sacar el tema de buenas a primera. Eso desde su punto de vista era de mala educación.
Robert estaba en el trabajo y casi lo agradeció, no quería tener que darle ninguna explicación de a dónde iba ni porque, aunque sabía que en aquel caso no le hubiese molestado. Era amigo de ambos y se conocían desde hace mucho tiempo. Robert no tenía porque despertar aquel monstruo de los celos cuando se referían al profesor. Sacó la bicicleta del garaje y la llevo a pie hasta el asfalto antes de subirse a la misma y empezar a pedalear, recorriendo las diferentes calles de Storybrooke. Pasó por delante de la casa de Evelyn y por un momento tuvo el impulso de apretar los frenos de la bicicleta e ir a visitarla a ella. Quizá por miedo a los problemas que podían causarle ciertas visitas.
Sin embargo se quedó en eso, en un impulso momentáneo, pues la mujer siguió pedaleando hasta que llegó a su destino. El colegio. Dejó la bicicleta estacionada en aquellos cacharros hechos con esa función y tomó la cajita que había metido en la cesta que llevaba colgada al manillar. Sí, la gente también la conocía por ser de ese tipo de personas que mimaban quizá demasiado a sus amistades, pero le gustaba hacerlo. Le gustaba ver sus caras de felicidad cuando veían lo que les llevaba. Además, normalmente sabía que era aquello que les provocaba cierta debilidad, así que el noventa por ciento de las veces lo que les llevaba era un acierto rotundo.
Había llegado unos momentos antes de que sonará el timbre que anunciaba el final de las clases. Lo había calculado y todo, para no ser ninguna molestia o algo parecido, aunque en caso de haber llegado antes se habría sentado en uno de los bancos de piedra que había fuera del colegio hasta que hubiese sonado el timbre. Nada más atravesar las puertas de vidrio que daban al interior del edificio, llegó a sus oídos el bullicio del fin de las clases. Puertas empezaron a abrirse a ambos lados del pasillo dejando salir al mar de alumnos, así como pisadas por las escaleras y charlas, gritos y risas, todas entremezcladas. Sonrió mientras se abría paso entre los alumnos, pues le parecía un ambiente de lo más alegre en esos momentos. Se cruzó con algunos asiduos de la pastelería que la saludaron y pudo ver a Sebastian Jones y Thomas Tyler por allí.
Al final llegó a su destino y al aula que buscaba de la que en esos momentos salían los últimos rezagados, recordaba sus años en el instituto, o vamos, eso creía porque ahora que intentaba concentrarse en ellos no los encontraba. Sacudió la cabeza quitándose aquello de su mente antes de tocar un par de veces con los nudillos suavemente en la puerta entreabierta. Lo hizo antes de asomar la cabeza y esbozar una sonrisa – Toc, toc... ¿Se puede? – Preguntó antes de entrar completamente en el aula donde se encontraba Everett, llevando en sus manos la pequeña cajita de color blanco – Te he traído tus chocolates favoritos... Ya sabes, una mala costumbre. – Se encogió de hombros mientras se acercaba hasta él y le daba un abrazo a modo de saludo. Todo el mundo sabía que ella era así, cariñosa, efusiva..., pero que muchas veces se controlaba, sobretodo si Robert revoloteaba su alrededor – ¿Cómo has estado? Desde la fiesta de la alcaldesa no he sabido de ti. – Y sí algo sabía hacer Savannah también de una forma casi perfecta era evitar los temas escabrosos, que podían poner en un aprieto a su interlocutor, hacerle sentir mal o cualquier cosa parecida – ¡Casi temí que te hubiesen abducido los alienígenas! – Bromeó para después tenderle de una vez por todas la cajita.
Sí, había ido hasta allí por qué necesitaba hablar con alguien de lo que le estaba pasando, pero no iba a sacar el tema de buenas a primera. Eso desde su punto de vista era de mala educación.
Re: Confidence for quiet
Everett paseaba por toda la clase, ahora estaba en silencio cuando hacía dos minutos la clase era todo un escándalo. Y no, sus alumnos no estaban haciendo un examen ni nada por el estilo, tampoco los había castigado, simplemente los jóvenes estaban atentos a una pantalla blanca, donde estaba siendo proyectada Viaje a la Luna de Georges Méliès.
Era una película en blanco y negro, además de muda. Estaba basada en la famosa novela de Julio Verne De la Tierra a la Luna. El argumento era sencillo: en una conferencia de astrónomos todos se ponían de acuerdo para realizar un viaje a la Luna, astro que tanto tiempo habían estado observando. Era una de las primeras películas de ciencia-ficción que se habían hecho en la historia del cine, y simplemente era increíble. La aparición de los selenitas, como los humanos son perseguidos por esto y la escena más famosa, el cohete clavado en la cara de la Luna.
Cuando ocurrió esa escena todos los chicos comenzaron a reír bastante. Sí, era una película sencilla, corta y sobre todo entretenida. Everett pensaba que se habían ganado aquel descanso, por ese motivo había pedido prestado el proyector. Así pues, aquella era una de las películas favoritas más que nada porque era una película en blanco y negro. Ahí su daltonismo no podía engañarle, para nada.
Cuando acabó la película, todos los alumnos aplaudieron emocionados al igual que Everett. Este se acercó por detrás del proyector y lo apagó. Durante unos instantes, la clase se quedó a oscuras, pero rápidamente, tras un tropiezo, el joven profesor de ciencias encendió las luces del aula.
-Muy bien chicos... A ver, ¿qué nos está diciendo esta película? Y no, no me digáis lo de: "es posible viajar a la Luna". Esto está más bien relacionado con la historia... Viendo películas así, podéis observar la mentalidad de las personas de principios del siglo XX. ¿No créeis que es fascinante? Ahora tenemos la tecnología como para hacer grandes películas, pero como habéis comprobado, no hace falta un gran presupuesto para grabar una película buena y entretenida. Espero que lo hayáis entendido muchachos y ahora... -justo en ese momento sonó el timbre, que anunciaba el fin de las clases-. Podéis marchar, sí -y los chicos se levantaron de sus sillas para agarrar las mochilas y marcharse para poder pasar el resto de la tarde fuera, con sus amigos o estudiando en casa-. ¡Recordad que mañana tenéis que traeros las batas de laboratorio! Tengo pensado para vosotros una práctica interesante -les gritó a los últimos para que fueran corriendo la voz.
El profesor suspiró cansado y se permitió un momento para estirar la espalda. Últimamente las clases le agotaban más de lo normal por culpa de todo lo acontecido en su vida. Entonces escuchó una voz femenina que llamaba a la puerta, levantó la vista y resultó ser Savannah, gran amiga suya y pastelera de Storybrooke. Mostró un rostro emocionado al escuchar aquello de los chocolates. Everett claramente respondió al abrazo de su amiga, sí que era cierto que había mucho que no la veía.
-¡Muchas gracias Sav! Como siempre, por supuesto -y con su mano rápida arrebató de la bandeja un chocolate-. Riquísimo, como siempre. Bueno... Verás... La fiesta de la acaldesa, no sé si habrás escuchado los chismorreos, seguramente sí, trabajas en una pastelería, pero quítale importancia. Yo estoy bien, algo cansado, pero bien -dijo con una sonrisa mientras le ofrecía una silla para que se pudiera sentar-. ¿Y tú cómo te encuentras? Siempre sabes que es un placer recibir tus visitas -y como el joven era así de feliz, ni se podía imaginar el motivo por el que su amiga se encontraba allí.
Era una película en blanco y negro, además de muda. Estaba basada en la famosa novela de Julio Verne De la Tierra a la Luna. El argumento era sencillo: en una conferencia de astrónomos todos se ponían de acuerdo para realizar un viaje a la Luna, astro que tanto tiempo habían estado observando. Era una de las primeras películas de ciencia-ficción que se habían hecho en la historia del cine, y simplemente era increíble. La aparición de los selenitas, como los humanos son perseguidos por esto y la escena más famosa, el cohete clavado en la cara de la Luna.
Cuando ocurrió esa escena todos los chicos comenzaron a reír bastante. Sí, era una película sencilla, corta y sobre todo entretenida. Everett pensaba que se habían ganado aquel descanso, por ese motivo había pedido prestado el proyector. Así pues, aquella era una de las películas favoritas más que nada porque era una película en blanco y negro. Ahí su daltonismo no podía engañarle, para nada.
Cuando acabó la película, todos los alumnos aplaudieron emocionados al igual que Everett. Este se acercó por detrás del proyector y lo apagó. Durante unos instantes, la clase se quedó a oscuras, pero rápidamente, tras un tropiezo, el joven profesor de ciencias encendió las luces del aula.
-Muy bien chicos... A ver, ¿qué nos está diciendo esta película? Y no, no me digáis lo de: "es posible viajar a la Luna". Esto está más bien relacionado con la historia... Viendo películas así, podéis observar la mentalidad de las personas de principios del siglo XX. ¿No créeis que es fascinante? Ahora tenemos la tecnología como para hacer grandes películas, pero como habéis comprobado, no hace falta un gran presupuesto para grabar una película buena y entretenida. Espero que lo hayáis entendido muchachos y ahora... -justo en ese momento sonó el timbre, que anunciaba el fin de las clases-. Podéis marchar, sí -y los chicos se levantaron de sus sillas para agarrar las mochilas y marcharse para poder pasar el resto de la tarde fuera, con sus amigos o estudiando en casa-. ¡Recordad que mañana tenéis que traeros las batas de laboratorio! Tengo pensado para vosotros una práctica interesante -les gritó a los últimos para que fueran corriendo la voz.
El profesor suspiró cansado y se permitió un momento para estirar la espalda. Últimamente las clases le agotaban más de lo normal por culpa de todo lo acontecido en su vida. Entonces escuchó una voz femenina que llamaba a la puerta, levantó la vista y resultó ser Savannah, gran amiga suya y pastelera de Storybrooke. Mostró un rostro emocionado al escuchar aquello de los chocolates. Everett claramente respondió al abrazo de su amiga, sí que era cierto que había mucho que no la veía.
-¡Muchas gracias Sav! Como siempre, por supuesto -y con su mano rápida arrebató de la bandeja un chocolate-. Riquísimo, como siempre. Bueno... Verás... La fiesta de la acaldesa, no sé si habrás escuchado los chismorreos, seguramente sí, trabajas en una pastelería, pero quítale importancia. Yo estoy bien, algo cansado, pero bien -dijo con una sonrisa mientras le ofrecía una silla para que se pudiera sentar-. ¿Y tú cómo te encuentras? Siempre sabes que es un placer recibir tus visitas -y como el joven era así de feliz, ni se podía imaginar el motivo por el que su amiga se encontraba allí.
Everett N. O'Connor- Humanos
- Soy : Hansel
Mensajes : 339
Empleo /Ocio : Profesor de Ciencias
Localización : Perdido por Storybrooke
Fecha de inscripción : 29/06/2012
Re: Confidence for quiet
A veces no lograba entender como unos simples dulces podían emocionar o alegrar tanto a las personas, pero le sentaba bien y le gustaba ser ella la que despertará esos sentimientos en la persona, de la misma manera que había hecho ahora con Everett – No hay de qué. Ya sabes que no me cuesta nada traerlos – Comentó dejando la cajita sobre el escritorio del profesor mientras echaba un rápido vistazo a su alrededor.
La fiesta. ¡Oh si! Lo recordaba perfectamente. Bajó la mirada durante segundos hacia el suelo como si realmente le avergonzara a ver sido testigo de semejante bochorno para el profesor. Después de lo sucedido había oído muchas opiniones y muchos cuchicheos, suponía que era la ventaja y/o desventaja de trabajar de cara al público, porque había cosas que hubiese preferido no escuchar y se había tenido que controlar para no soltar algo. Sencillamente no soportaba que la gente se metiera en vidas ajenas y para colmo en la vida de dos de sus amigos.
- No hagas caso a lo que digan…Si no sientes nada por ella nadie te puede obligar – Se encogió ligeramente de hombros recordando su propia situación. Había empezado a pensar que si ella “sentía” algo por Robert era por obligación, no sentía que fuese un sentimiento puro y sincero, y aquello la hacía sentirse mal y la frustraba a parte iguales. – ¿Seguro que estás bien? – Le preguntó arqueando una ceja mientras le miraba de arriba abajo – No es que tengas muy buen aspecto... ¡Tienes que cuidarte! – Añadió ligeramente preocupada. Savannah siempre se preocupaba por todo el mundo y a veces en exceso. – Porque lo del cansancio es bastante obvio – Sobretodo por las bolsas oscuras que tenía bajo los ojos. Suerte tenía Everett de que Savannah no le hubiese visto días atrás o posiblemente se habría asustado la pastelera.
- ¿Yo? Pues…. – Se llevó una de las manos a la nuca unos segundos antes de tomar asiento en la silla que le ofrecía el científico. ¿Cómo explicar todo aquello que le pasaba cuando ni siquiera ella misma lo entendía? Suspiró cansada. Cansada de no entender nada. Cansada de aquellas sensaciones. Cansada de todo… ¿por qué de repente toda su vida parecía haberse puesto patas arriba? – Pues… No lo sé. He empezado a tener unas sensaciones extrañas y…
Había ido hasta allí porque sentía que tenía que compartir todo aquel hervidero que la estaba volviendo literalmente loca con alguien y ahora se encontraba con que no sabía muy bien como sacarlo todo fuera. Era como si se hubiese quedado bloqueada y sin saber como demonios sacarlo de ahí dentro. Movió nerviosa las manos encima de su regazo durante unos segundos antes de buscar la mirada de Everett.
- He empezado a sentir que cierta persona es lo que le da sentido a mi existencia, como si le conociera de antes…, como si tuviésemos que… - estar juntos pero esas palabras se quedaron atoradas en su garganta – Lo peor es que esa persona con la que me está pasando esto no es Robert… Es una locura, ¿verdad? – Lo peor era que por mucho que hubiese intentado alejarse de esa locura no lo había conseguido.
La fiesta. ¡Oh si! Lo recordaba perfectamente. Bajó la mirada durante segundos hacia el suelo como si realmente le avergonzara a ver sido testigo de semejante bochorno para el profesor. Después de lo sucedido había oído muchas opiniones y muchos cuchicheos, suponía que era la ventaja y/o desventaja de trabajar de cara al público, porque había cosas que hubiese preferido no escuchar y se había tenido que controlar para no soltar algo. Sencillamente no soportaba que la gente se metiera en vidas ajenas y para colmo en la vida de dos de sus amigos.
- No hagas caso a lo que digan…Si no sientes nada por ella nadie te puede obligar – Se encogió ligeramente de hombros recordando su propia situación. Había empezado a pensar que si ella “sentía” algo por Robert era por obligación, no sentía que fuese un sentimiento puro y sincero, y aquello la hacía sentirse mal y la frustraba a parte iguales. – ¿Seguro que estás bien? – Le preguntó arqueando una ceja mientras le miraba de arriba abajo – No es que tengas muy buen aspecto... ¡Tienes que cuidarte! – Añadió ligeramente preocupada. Savannah siempre se preocupaba por todo el mundo y a veces en exceso. – Porque lo del cansancio es bastante obvio – Sobretodo por las bolsas oscuras que tenía bajo los ojos. Suerte tenía Everett de que Savannah no le hubiese visto días atrás o posiblemente se habría asustado la pastelera.
- ¿Yo? Pues…. – Se llevó una de las manos a la nuca unos segundos antes de tomar asiento en la silla que le ofrecía el científico. ¿Cómo explicar todo aquello que le pasaba cuando ni siquiera ella misma lo entendía? Suspiró cansada. Cansada de no entender nada. Cansada de aquellas sensaciones. Cansada de todo… ¿por qué de repente toda su vida parecía haberse puesto patas arriba? – Pues… No lo sé. He empezado a tener unas sensaciones extrañas y…
Había ido hasta allí porque sentía que tenía que compartir todo aquel hervidero que la estaba volviendo literalmente loca con alguien y ahora se encontraba con que no sabía muy bien como sacarlo todo fuera. Era como si se hubiese quedado bloqueada y sin saber como demonios sacarlo de ahí dentro. Movió nerviosa las manos encima de su regazo durante unos segundos antes de buscar la mirada de Everett.
- He empezado a sentir que cierta persona es lo que le da sentido a mi existencia, como si le conociera de antes…, como si tuviésemos que… - estar juntos pero esas palabras se quedaron atoradas en su garganta – Lo peor es que esa persona con la que me está pasando esto no es Robert… Es una locura, ¿verdad? – Lo peor era que por mucho que hubiese intentado alejarse de esa locura no lo había conseguido.
Re: Confidence for quiet
Savannah era como la gran mamá de todo Storybrooke, era amable y muy cariñosa, ¿a quién no le caía bien? Everett dudaba que alguien le guardase rencor u odio a la joven. Savannah era una buena amiga de Everett, la apreciaba muchísimo, la conocía bastante y por ese mismo motivo sabía que algo ocurría cuando la vio entrar a la clase. Era extraño que fuera a visitarle a esas horas, muy extraño en ella. ¿Quizás había tenido problemas con Robert? El joven también conocía y podía fardar de tener una buena relación con el sheriff de Storybrooke, ya que siempre que se perdía cerca de su oficina, le preguntaba por su casa. Sí, por mucho que lo dijeran, era un buen hombre aunque tuviera ciertas maneras de lo más extrañas...
Everett se sentó en su silla mirando a Savannah mientras hablaba. Así de comprensiva era ella, y en sus palabras había parte de razón pero, ¿cómo podía haber estado tan ciego durante tanto tiempo? Se sentía bastante estúpido y con todo aun a flor de piel, no quería sacar a relucir su reciente relación con Sydney. No le gustaba que la gente del pueblo hablase sobre su vida, prefería pasar desapercibido, llamando la atención lo justo (y sin pretenderlo él). Se rascó las ojeras que su amiga había mencionado. Si bien era cierto que desde que había hablado con Willow y Sydney se encontraba algo mejor, todavía le costaba conciliar el sueño, porque aquella sensación todavía no se había desvanecido. Necesitaba buscar a esa persona... Buscarla, buscarla... Era lo único en lo que era capaz de pensar. ¿A quién? No lo sabía, pero sentía que la había abandonado, que los habían separado a la fuerza.
-E-Estoy bien, tranquila Sav... Simplemente que últimamente duermo muy poco, estoy siempre pensando en proyectos para hacer en clase y... las noches se me pasan volando -sonríe-. Obviamente me ha afectado también todo lo que ha pasado pero... Poco a poco se está solucionando. Gracias por tu preocupación de verdad -añadió para finalizar y entonces cogió uno de los dulces que Savannah le había preparado. La conversación dio un giro radical en cuanto Savannah comenzó a desahogarse poco a poco con Everett, él se mantuvo callado todo el tiempo que ella habló, porque se estaba sincerando y sus palabras eran muy importantes, le estaba diciendo exactamente como se sentía. Cuando acabó, en vez de coger otro dulce (ya le estaba empezando a doler la barriga), se cruzo de brazos y se echó sobre el respaldo de la silla. Sus palabras parecían que describieran su propia situación, pero prefirió no decirlo, estaban hablando de ella, y no de él-. ¿Has hablado de esto con alquien más? Es que... Todos se están sintiendo algo raros y... es raro, muy raro Sav. Debes estar tranquila, no podemos controlar nuestro corazón. No es una locura. Robert es un buen hombre, pero no es un hombre hecho a tu medida, es un buen amigo pero... No es un hombre para ti. Quizás es de eso de lo que te has dado cuenta, sé que te habrás esforzado para que todo vaya bien pero... No sé qué decirte realmente. Yo me guío por lo que me dicen mis sentidos y mi corazón. ¿Puedo saber quién es esa persona Sav? -preguntó con una sonrisa, no quería ver a su amiga cona quel semblante. Lo único que Everett deseaba para sus amigos era que fueran felices, ¿y si resultaba que Savannah no lo era al lado de Robert? Podían dejarlo perfectamente, como personas civilizadas que eran.
Pensó en la película que recién había visto y se permitió durante unos instantes mirar el proyector.
Everett se sentó en su silla mirando a Savannah mientras hablaba. Así de comprensiva era ella, y en sus palabras había parte de razón pero, ¿cómo podía haber estado tan ciego durante tanto tiempo? Se sentía bastante estúpido y con todo aun a flor de piel, no quería sacar a relucir su reciente relación con Sydney. No le gustaba que la gente del pueblo hablase sobre su vida, prefería pasar desapercibido, llamando la atención lo justo (y sin pretenderlo él). Se rascó las ojeras que su amiga había mencionado. Si bien era cierto que desde que había hablado con Willow y Sydney se encontraba algo mejor, todavía le costaba conciliar el sueño, porque aquella sensación todavía no se había desvanecido. Necesitaba buscar a esa persona... Buscarla, buscarla... Era lo único en lo que era capaz de pensar. ¿A quién? No lo sabía, pero sentía que la había abandonado, que los habían separado a la fuerza.
-E-Estoy bien, tranquila Sav... Simplemente que últimamente duermo muy poco, estoy siempre pensando en proyectos para hacer en clase y... las noches se me pasan volando -sonríe-. Obviamente me ha afectado también todo lo que ha pasado pero... Poco a poco se está solucionando. Gracias por tu preocupación de verdad -añadió para finalizar y entonces cogió uno de los dulces que Savannah le había preparado. La conversación dio un giro radical en cuanto Savannah comenzó a desahogarse poco a poco con Everett, él se mantuvo callado todo el tiempo que ella habló, porque se estaba sincerando y sus palabras eran muy importantes, le estaba diciendo exactamente como se sentía. Cuando acabó, en vez de coger otro dulce (ya le estaba empezando a doler la barriga), se cruzo de brazos y se echó sobre el respaldo de la silla. Sus palabras parecían que describieran su propia situación, pero prefirió no decirlo, estaban hablando de ella, y no de él-. ¿Has hablado de esto con alquien más? Es que... Todos se están sintiendo algo raros y... es raro, muy raro Sav. Debes estar tranquila, no podemos controlar nuestro corazón. No es una locura. Robert es un buen hombre, pero no es un hombre hecho a tu medida, es un buen amigo pero... No es un hombre para ti. Quizás es de eso de lo que te has dado cuenta, sé que te habrás esforzado para que todo vaya bien pero... No sé qué decirte realmente. Yo me guío por lo que me dicen mis sentidos y mi corazón. ¿Puedo saber quién es esa persona Sav? -preguntó con una sonrisa, no quería ver a su amiga cona quel semblante. Lo único que Everett deseaba para sus amigos era que fueran felices, ¿y si resultaba que Savannah no lo era al lado de Robert? Podían dejarlo perfectamente, como personas civilizadas que eran.
Pensó en la película que recién había visto y se permitió durante unos instantes mirar el proyector.
Everett N. O'Connor- Humanos
- Soy : Hansel
Mensajes : 339
Empleo /Ocio : Profesor de Ciencias
Localización : Perdido por Storybrooke
Fecha de inscripción : 29/06/2012
Re: Confidence for quiet
- Siempre pensando en el trabajo... ¿Cómo es que los hombres nunca parece que desconectéis de el? Con lo poco que nos cuesta a nosotras... – Bromeó, aunque en su caso siendo que la apasionaba cocinar separarlo era complicado. Cuando llevabas una casa siempre estabas cocinando y haciendo las diferentes tareas domésticas, pero la comida era algo que el marido siempre esperaba cuando llegase a casa. Savannah era la típica mujer americana que complacía al marido en ese aspecto, alejada de otras mujeres que preferían ocupar el tiempo haciendo otras cosas. – Si no te hubiese afectado habría sido motivo de preocupación – Eso le recordó precisamente a la conversación que había tenido con Malcolm. Si a Everett aquello no le hubiese afectado se podría haber llegado a la conclusión de que carecía de corazón y que era una persona poco empática con los demás. Él era precisamente lo contrario. – A lo mejor tendrías que pedirle a Sydney que te de algo para ayudar a dormir... o quizá te pueda ayudar de alguna manera. Dicen que es buena en su trabajo.
Y justo le preguntó si había hablado de aquello con alguien más. ¿Lo de Malcolm contaba? Había sido la primera persona con la que sin darse siquiera cuenta se había abierto, contándole sin importarle absolutamente si quedaba como una loca todo aquello de las sensaciones, los deja vus, las lagunas mentales que parecían poblar su cabeza... Y no había hablado de las imágenes del bosque porque entonces hasta Malcolm hubiese pensado que estaba totalmente desquiciada.
Intentaba quitarle hierro al asunto, decirse a sí misma que era una mala pasada de su consciencia y que pronto todo volvería a la normalidad pero... – Las agujas del reloj de la biblioteca se movieron... – Musitó de repente sin contestar realmente a la pregunta de Everett – Hable de todo esto con Malcolm – Ladeó ligeramente el rostro haciendo que sus cabellos cayeran hacia un lado mientras posaba su mirada en la ventana que tenía Everett detrás de él – De las sensaciones y los deja vus, pero no de lo de esa persona – Añadió negando con la cabeza. ¡Solo faltaba que ahora empezaran a tacharla de adultera por el pueblo! Solo pensarlo un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Lo peor no era eso, no. Lo peor era que la otra persona estaba en la misma situación, pero aún si cabía teniendo en cuenta que Grace esperaba un hijo. ¡Grace era su amiga! – ¿Cómo estás tan seguro de que Robert no está hecho para mí? – Preguntó de repente. Acababa de procesar las palabras de Everett y caído en la cuenta de lo que parecía significar eso. ¿Se había dado todo el mundo cuenta de que aquello no era lo que el destino tenía para ella? ¿Todos menos ella misma? Porque recordaba que Malcolm había dicho algo parecido...
Tus sentidos y tu corazón. ¿Y qué hacías cuando ni siquiera entendías a tu propio corazón? Su cabeza y sus sentimientos estaban llenos de confusión ni siquiera ella – No sé realmente que quiere mi corazón. Sólo sé que siento como si de repente me hubieran quitado una venda de los ojos y hubiese encontrado lo que buscaba... Algo que ni siquiera estaba buscando – Empezaba a ponerse nerviosa y sentía como algo atenazaba en su garganta. La culpa por simplemente tener aquellos pensamientos en su cabeza la estaba empezando a perseguir – Hemos estado muchas veces antes en la misma habitación, compartiendo conversaciones... y hasta ahora todo era normal. No había nada. ¿Por qué de repente ha tenido que cambiar? – Suspiró ligeramente frustrada dándose cuenta que ya solo le quedaba un dato por darle a su amigo – No sé qué vas a pensar de mí cuando te diga de quien se trata... ¡Que soy una destroza hogares! – No sabía a dónde dirigir su mirada, pero desde luego, intentaba evitar que se posará en la de Everett – Se trata de... William Sullivan – El nombre del susodicho lo dijo con un tono de voz tan bajo que ni siquiera estuvo segura de si la había oído, pero por nada del mundo iba a mirarle directamente. Se sentía rastrera solo por haber confesado aquello.
Y justo le preguntó si había hablado de aquello con alguien más. ¿Lo de Malcolm contaba? Había sido la primera persona con la que sin darse siquiera cuenta se había abierto, contándole sin importarle absolutamente si quedaba como una loca todo aquello de las sensaciones, los deja vus, las lagunas mentales que parecían poblar su cabeza... Y no había hablado de las imágenes del bosque porque entonces hasta Malcolm hubiese pensado que estaba totalmente desquiciada.
Intentaba quitarle hierro al asunto, decirse a sí misma que era una mala pasada de su consciencia y que pronto todo volvería a la normalidad pero... – Las agujas del reloj de la biblioteca se movieron... – Musitó de repente sin contestar realmente a la pregunta de Everett – Hable de todo esto con Malcolm – Ladeó ligeramente el rostro haciendo que sus cabellos cayeran hacia un lado mientras posaba su mirada en la ventana que tenía Everett detrás de él – De las sensaciones y los deja vus, pero no de lo de esa persona – Añadió negando con la cabeza. ¡Solo faltaba que ahora empezaran a tacharla de adultera por el pueblo! Solo pensarlo un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Lo peor no era eso, no. Lo peor era que la otra persona estaba en la misma situación, pero aún si cabía teniendo en cuenta que Grace esperaba un hijo. ¡Grace era su amiga! – ¿Cómo estás tan seguro de que Robert no está hecho para mí? – Preguntó de repente. Acababa de procesar las palabras de Everett y caído en la cuenta de lo que parecía significar eso. ¿Se había dado todo el mundo cuenta de que aquello no era lo que el destino tenía para ella? ¿Todos menos ella misma? Porque recordaba que Malcolm había dicho algo parecido...
Tus sentidos y tu corazón. ¿Y qué hacías cuando ni siquiera entendías a tu propio corazón? Su cabeza y sus sentimientos estaban llenos de confusión ni siquiera ella – No sé realmente que quiere mi corazón. Sólo sé que siento como si de repente me hubieran quitado una venda de los ojos y hubiese encontrado lo que buscaba... Algo que ni siquiera estaba buscando – Empezaba a ponerse nerviosa y sentía como algo atenazaba en su garganta. La culpa por simplemente tener aquellos pensamientos en su cabeza la estaba empezando a perseguir – Hemos estado muchas veces antes en la misma habitación, compartiendo conversaciones... y hasta ahora todo era normal. No había nada. ¿Por qué de repente ha tenido que cambiar? – Suspiró ligeramente frustrada dándose cuenta que ya solo le quedaba un dato por darle a su amigo – No sé qué vas a pensar de mí cuando te diga de quien se trata... ¡Que soy una destroza hogares! – No sabía a dónde dirigir su mirada, pero desde luego, intentaba evitar que se posará en la de Everett – Se trata de... William Sullivan – El nombre del susodicho lo dijo con un tono de voz tan bajo que ni siquiera estuvo segura de si la había oído, pero por nada del mundo iba a mirarle directamente. Se sentía rastrera solo por haber confesado aquello.
Re: Confidence for quiet
De pronto una llamada lo había obligado a salir del trabajo… bueno, salir solo del hospital mejor dicho. Técnicamente seguía en su trabajo y solamente había cambiado de locación. Las emergencias eran algo que no se podían evitar y en el fondo agradecía el hecho que no había estado demasiado ocupado como para no poder postergar lo que estaba haciendo, la llamada había resultado mucho más preocupante. Se trataba de una emergencia en el colegio involucrando niños, nadie sabía muy bien de qué se trataba. Aparentemente la enfermera había hecho todo lo posible pero un par de niños presentaban síntomas similares, fiebre, nauseas y demás situaciones un poco más extrañas que una enfermería de escuela no estaba preparada a afrontar. Solo sacó algunas pastillas, unas inyecciones y algunas cosas más que creyó necesitar y fue apurado hacia el colegio.
Llegó rápido y fue directamente a la enfermería donde estaban los pequeños. Los revisó con cuidado, tomándose su tiempo con ambos a pesar que estaba casi seguro que sería lo mismo para ambos casos; al final fue la dificultad para respirar en combinación para con lo demás le dio la solucion. Una alergia.
Y no, no era algo leve, si se hubiera tardado más hubieran podido entrar en un shock anafiláctico y eso ya era casi esperar lo peor. Curiosamente se arreglaba con una inyección y más fue el escándalo de los chicos por miedo a la aguja que otra cosa, pero fue por su bien y las consecuencias de no haberlo hecho hubieran sido nefastas. Hablando con las profesoras les recomendó que les dijeran a las mamás que les dieran toda una lista de las cosas a las cuales sus hijos eran alérgicos para evitarlas en la merienda que les daban en el colegio, así ya no se repetían casos parecidos.
Felicitó a la enfermera por su buen criterio de haberlo llamado y se disponía a irse cuando algo le llamó la atención. No, bueno, no era algo sino alguien. Le pareció verla de perfil, varios metros más allá y en un pasillo distante dentro de una aula de clases ¿Qué hacía ahí?. Pretendió negar la opción con rapidez pero el pensamiento incesante y que le daba casi como martillo en la mente de “y si es ella ¿por qué no fuiste o te acercaste?” podía más. En realidad pudo más y William retrocedió sobre sus pasos para ir donde estaba. Mientras se acercaba pudo notar que había alguien más por ahí ya que se escuchaban cosas que a sus oídos serían murmullos. Pero no iba a interrumpir nada ¿no? Era solo cuestión de saludar y si se podía podrían conversar un poco.
No supo exactamente por qué pero sintió que quería pasar un rato más con ella, el tiempo que se tomaba en el desayuno ya no resultaba suficiente, ella estaba mucho más en sus pensamientos… en realidad sí sabía por qué sentía eso, era precisamente por el efecto cada vez más intenso que tenía Savannah sobre él. Quería poder pasarlo por alto, pero no, no se podía. Con ella todo era tan natural, tan bueno… como si así debía ser. ¿Le pasaba a ella algo parecido? Iba a tener que hablar con ella sobre eso. Al acercarse hasta le pareció oír su nombre en boca de ella en apenas un murmullo cuando estuvo cerca del salón, bien podía estar volviéndose loco. Sacudió un poco la cabeza para luego tocar un par de veces la puerta anunciando su llegada.
-¡Savannah! ¡Si eras tú! Me pareció verte y no quería quedarme con la duda. Hola Everett ¿Qué tal todo? ¿Los interrumpo?-
Seguro que debió haber empezado por eso último pero probablemente la amplia sonrisa que tenía en el rostro era mucho más elocuente y la razón se hacía mucho más clara. Ella.
William P. Sullivan- Realeza
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Re: Confidence for quiet
Everett se controló bastante bien cuando Savannah mencionó inocentemente a Sydney. Ambos habían decidido mantener su relación en secreto, para estar lejos de los chismorreos de la gente, para poder disfrutar de verdad de su relación. ¿Podría confiar en Savannah y contarle aquello? No, de momento no, ahora estaban hablando de sus problemas, y no de los del profesor. Savannah le necesitaba como oyente y como consejero, no le iba a saltar ahora con sus problemas. Así pues, lo único que pudo hacer fue rascarse la barba y mirar a otro lado para que no se notara que se había puesto un poco nervioso.
-Sí... Bueno, ya hablé con ella y me recomendó algo para poder dormir. Pero no surte efecto -rió mientras se echaba el pelo hacia atrás. De nuevo, volvió a centrar su atención en su amiga. La escuchó, intentó ponerse en su situación y asentía varias veces. ¿A qué se refería con las agujas del reloj? Everett acudía al lugar varias veces a la semana si conseguía no perderse en busca de nuevos libros que leer, pero jamás se había fijado en el reloj. Alzó las cejas sorprendido y preguntó-. ¿Es que han arreglado el reloj?
Entonces mencionó a Malcolm, el joven ayudante del señor Gold. ¿Deja vús y sensaciones? Exactamente estaba describiendo su problema, ¿debería decírselo? ¿Debería su amiga saber que Everett no dormía por aquellas sensaciones? Sin apenas darse cuenta, su mano se dirigió a una de las de Savannah y le dio un ligero apretón, como si haciendo eso le estuviera diciendo que a él le estaba sucediendo lo mismo, exactamente lo mismo. ¿Lo podría entender su amiga?
-¿Robert? Pues... él es una persona complicada y se nota que los dos estáis tensos... Al menos públicamente, no sé cómo estarán las cosas en tu casa, no voy preguntando por ahí, prefiero que vengas tú y que me lo digas. ¿Conoces la frase de: haz lo que te pide el cuerpo? No tienes que hacer exactamente eso, pero algo parecido... Quizás ahora sea un golpe duro, pero piénsalo: ¿estás segura de querer pasar el resto de tu vida al lado de Robert? -cada vez le costaba más hablar a su amiga y él respiró profundamente, llegando al clímax de aquella extraña conversación-. Tú no eres una destroza-hogares, para nada. Eres una buena persona, una persona maravillosa, ¿me oyes? No pienses eso de ti, no te lo voy a permitir.
Su voz sonó por primera vez seria y dura. Si sentía aquello por William... ¿Acaso se podía luchar contra sus sentimientos? Él ya lo había comprobado y era imposible, y había veces que te salía bien y otras mal. William Sullivan, el médico de Storybrooke y marido de Grace... la enfermera embarazada creía recordar Everett. Iba a decirle algo, a animarla, a que dejara de pensar así de ella, pero justo en ese momento, como si lo hubiera llamado el diablo, apareció el susodicho. ¿Qué haría en su clase? Era todo tan extraño. Everett se sentía confundido y no sabía qué decir. Miró a Savannah y le indicó que tenía a alguien detrás suya con la mirada, y se levantó y como buen anfitrión (después de todo se encontraban en su clase) le ofreció una silla al doctor.
-¡Doctor Sullivan! ¡Qué placer tenerlo aquí en mi aula! ¿Qué le ha traído por aquí? Bueno... -miró la cajita de chocolates que le había preparado Savannah y la cogió-. ¿Queréis? -se estaba poniendo demasiado nervioso. Everett se creía mejor actor-. Estábamos hablando de cosas irrelevantes, ¿no? -miró a Savannah pidiéndole perdón, intentando decirle que podrían continuar con su conversación en cualquier otro momento, que era su amigo y ahí estaría para apoyarle.
-Sí... Bueno, ya hablé con ella y me recomendó algo para poder dormir. Pero no surte efecto -rió mientras se echaba el pelo hacia atrás. De nuevo, volvió a centrar su atención en su amiga. La escuchó, intentó ponerse en su situación y asentía varias veces. ¿A qué se refería con las agujas del reloj? Everett acudía al lugar varias veces a la semana si conseguía no perderse en busca de nuevos libros que leer, pero jamás se había fijado en el reloj. Alzó las cejas sorprendido y preguntó-. ¿Es que han arreglado el reloj?
Entonces mencionó a Malcolm, el joven ayudante del señor Gold. ¿Deja vús y sensaciones? Exactamente estaba describiendo su problema, ¿debería decírselo? ¿Debería su amiga saber que Everett no dormía por aquellas sensaciones? Sin apenas darse cuenta, su mano se dirigió a una de las de Savannah y le dio un ligero apretón, como si haciendo eso le estuviera diciendo que a él le estaba sucediendo lo mismo, exactamente lo mismo. ¿Lo podría entender su amiga?
-¿Robert? Pues... él es una persona complicada y se nota que los dos estáis tensos... Al menos públicamente, no sé cómo estarán las cosas en tu casa, no voy preguntando por ahí, prefiero que vengas tú y que me lo digas. ¿Conoces la frase de: haz lo que te pide el cuerpo? No tienes que hacer exactamente eso, pero algo parecido... Quizás ahora sea un golpe duro, pero piénsalo: ¿estás segura de querer pasar el resto de tu vida al lado de Robert? -cada vez le costaba más hablar a su amiga y él respiró profundamente, llegando al clímax de aquella extraña conversación-. Tú no eres una destroza-hogares, para nada. Eres una buena persona, una persona maravillosa, ¿me oyes? No pienses eso de ti, no te lo voy a permitir.
Su voz sonó por primera vez seria y dura. Si sentía aquello por William... ¿Acaso se podía luchar contra sus sentimientos? Él ya lo había comprobado y era imposible, y había veces que te salía bien y otras mal. William Sullivan, el médico de Storybrooke y marido de Grace... la enfermera embarazada creía recordar Everett. Iba a decirle algo, a animarla, a que dejara de pensar así de ella, pero justo en ese momento, como si lo hubiera llamado el diablo, apareció el susodicho. ¿Qué haría en su clase? Era todo tan extraño. Everett se sentía confundido y no sabía qué decir. Miró a Savannah y le indicó que tenía a alguien detrás suya con la mirada, y se levantó y como buen anfitrión (después de todo se encontraban en su clase) le ofreció una silla al doctor.
-¡Doctor Sullivan! ¡Qué placer tenerlo aquí en mi aula! ¿Qué le ha traído por aquí? Bueno... -miró la cajita de chocolates que le había preparado Savannah y la cogió-. ¿Queréis? -se estaba poniendo demasiado nervioso. Everett se creía mejor actor-. Estábamos hablando de cosas irrelevantes, ¿no? -miró a Savannah pidiéndole perdón, intentando decirle que podrían continuar con su conversación en cualquier otro momento, que era su amigo y ahí estaría para apoyarle.
Everett N. O'Connor- Humanos
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Re: Confidence for quiet
- Pues vaya, es raro, ¿no? – Preguntó en referencia a que la psicóloga sí que le había dado algo pero no había surtido efecto. De todos modos ella no podía hablar, porque ni siquiera se había acercado a hablar con la susodicha. No, ella se había ido a refugiar en sus amigos y confidentes, empezando por Everett. Sonrió inconscientemente con lo del reloj, definitivamente Everett siempre iba despistado por el mundo – No lo sé, de repente un día empezó a funcionar otra vez... Extraño, ¿verdad? – Preguntó pasándose uno de los mechones de cabello moreno detrás de la oreja. – Supongo que sí, que al final se decidieron a arreglarlo pero no lo sé seguro – Se encogió de hombros. Era algo que le seguía resultando raro y extraño, aunque más pasar cada día por delante de la Biblioteca y ver que las agujas se movían.
Sí, Robert era una persona complicada y últimamente difícil de mantener contento. Además esa manía que tenía de querer saber dónde estaba en cada momento empezaba a ponerla nerviosa, a agobiarla y solo hacía que su situación con él fuese aún más incómoda. Era como si estuviese metida en un continuo circulo vicioso del que le era imposible salir, a no ser que... De alguna manera lo que le estaba diciendo Everett le abrió los ojos más de lo que él se pudiera siquiera imaginar – No, no lo veo... Es como si algo me dijera en mi interior que no debo seguir con ello, que es mejor que lo deje estar... pero, ¿cómo? – Porque no creía tener el valor suficiente como para decirle que hasta allí habían llegado. ¿O acaso lo tenía y no se había dado cuenta?
Sonrió abiertamente y sin tapujos cuando Everett le dijo aquello de que era una persona maravillosa y asintió con un movimiento de cabeza – Gracias por decirme eso... – Porque esas palabras de su amigo la hacían sentirse menos desgraciada y menos culpable por todo lo que pasaba en su mente y su corazón. – ¿Cómo piensas impedirme que lo piense, pero? ¿Metiéndote en mi cabeza? – Bromeó dándole un ligero apretón al chico en la mano como si con aquel gesto pudiera agradecerle de una forma mucho más grande lo que había hecho en esos momentos por ella – Te agradeceré siempre lo que acabas de hacer. Me has abierto los ojos. – Confesó y aunque hubiese deseado hacer algo más solo alcanzo a abrazarle y dejar un beso en la mejilla del profesor.
Justo había vuelto a su posición cuando una voz se hizo presente en el aula. Una voz que consiguió que algo parecido a una corriente eléctrica le recorriese el cuerpo entero y estuvo casi segura de que su piel se había vuelto mucho más blanca de lo que ya era de por sí. Seguro que había palidecido nada más reconocerle. – ¡William! – Exclamó levantándose y volviéndose hacía él, intentando controlar todo el revoltijo de emociones que le provocaba tenerle allí y tan cerca. De alguna manera era como si... Se quitó ese pensamiento de la cabeza incluso antes de acabar de procesarlo del todo, antes de que llegase siquiera a formarse de una forma entera dentro de su cabeza. – ¿Cómo estás? – No supo cómo pudo ser capaz de controlar su voz el caso es que lo logró, al contrario que Everett al cual veía nervioso. Demasiado nervioso. Inconscientemente se acercó a Everett y le pasó una de sus manos repetidamente por la espalda para tranquilizarlo – Sí, no hablábamos de nada en especial – No iba a decirle que justo estaban hablando de él y de todo lo que ella sentía hacía él – ¿Cómo que estás aquí? ¿Se ha puesto mal algún alumno? – Preguntó casi de inmediato.
Se había dado cuenta de la mirada que le había echado su amigo y no pudo menos que sonreírle. Una de esas sonrisas que pretendían transmitir tranquilidad. Una forma de decirle que no debía preocuparse de que hubiese pasado aquello.
Lo peor es que a pesar de todo le alegraba ver a William y con lo que su mente había decidido tras la pequeña conversación con Everett, era casi como si se hubiese quitado otro peso de encima. Como si el hecho de sentir que en cierto modo su vida estaba ligada a la de William ya no la hiciera sentir tan culpable ni rastrera como antes de entrar en aquella aula.
Sí, Robert era una persona complicada y últimamente difícil de mantener contento. Además esa manía que tenía de querer saber dónde estaba en cada momento empezaba a ponerla nerviosa, a agobiarla y solo hacía que su situación con él fuese aún más incómoda. Era como si estuviese metida en un continuo circulo vicioso del que le era imposible salir, a no ser que... De alguna manera lo que le estaba diciendo Everett le abrió los ojos más de lo que él se pudiera siquiera imaginar – No, no lo veo... Es como si algo me dijera en mi interior que no debo seguir con ello, que es mejor que lo deje estar... pero, ¿cómo? – Porque no creía tener el valor suficiente como para decirle que hasta allí habían llegado. ¿O acaso lo tenía y no se había dado cuenta?
Sonrió abiertamente y sin tapujos cuando Everett le dijo aquello de que era una persona maravillosa y asintió con un movimiento de cabeza – Gracias por decirme eso... – Porque esas palabras de su amigo la hacían sentirse menos desgraciada y menos culpable por todo lo que pasaba en su mente y su corazón. – ¿Cómo piensas impedirme que lo piense, pero? ¿Metiéndote en mi cabeza? – Bromeó dándole un ligero apretón al chico en la mano como si con aquel gesto pudiera agradecerle de una forma mucho más grande lo que había hecho en esos momentos por ella – Te agradeceré siempre lo que acabas de hacer. Me has abierto los ojos. – Confesó y aunque hubiese deseado hacer algo más solo alcanzo a abrazarle y dejar un beso en la mejilla del profesor.
Justo había vuelto a su posición cuando una voz se hizo presente en el aula. Una voz que consiguió que algo parecido a una corriente eléctrica le recorriese el cuerpo entero y estuvo casi segura de que su piel se había vuelto mucho más blanca de lo que ya era de por sí. Seguro que había palidecido nada más reconocerle. – ¡William! – Exclamó levantándose y volviéndose hacía él, intentando controlar todo el revoltijo de emociones que le provocaba tenerle allí y tan cerca. De alguna manera era como si... Se quitó ese pensamiento de la cabeza incluso antes de acabar de procesarlo del todo, antes de que llegase siquiera a formarse de una forma entera dentro de su cabeza. – ¿Cómo estás? – No supo cómo pudo ser capaz de controlar su voz el caso es que lo logró, al contrario que Everett al cual veía nervioso. Demasiado nervioso. Inconscientemente se acercó a Everett y le pasó una de sus manos repetidamente por la espalda para tranquilizarlo – Sí, no hablábamos de nada en especial – No iba a decirle que justo estaban hablando de él y de todo lo que ella sentía hacía él – ¿Cómo que estás aquí? ¿Se ha puesto mal algún alumno? – Preguntó casi de inmediato.
Se había dado cuenta de la mirada que le había echado su amigo y no pudo menos que sonreírle. Una de esas sonrisas que pretendían transmitir tranquilidad. Una forma de decirle que no debía preocuparse de que hubiese pasado aquello.
Lo peor es que a pesar de todo le alegraba ver a William y con lo que su mente había decidido tras la pequeña conversación con Everett, era casi como si se hubiese quitado otro peso de encima. Como si el hecho de sentir que en cierto modo su vida estaba ligada a la de William ya no la hiciera sentir tan culpable ni rastrera como antes de entrar en aquella aula.
Re: Confidence for quiet
Le pareció notar cierta complicidad de miradas entre Everett y Savannah pero quizás eran solo cosas suyas, del hecho de lo sorpresiva que había sido su llegada. Esa mirada y luego todo parecía bien, parecía normal. El profesor se paraba a saludar y Savannah también volteó a hacerlo…Si, Savannah. Verla una vez más aunque sea haya sido producto de una coincidencia lo alegró mucho y le sonrió con amplitud. Los desayunos en su pastelería y los encuentros ocasionales de cada cierto tiempo cada vez se le hacían mucho más cortos, necesitaba más de estar con ella, más de la recurrencia de su presencia en aquellos momentos. Hasta había llegado tarde al trabajo y algunas veces a casa con Grace por extender la conversación y plática del día con ella por lo menos algunos minutos más. Extrañamente nunca se le hacía suficiente.
Y ahora estaba con ella ahí, en un lugar en el que no hubiera pensado encontrarla. La miró fijamente por un rato sin dejar de sonreír cuando Everett empezó a hablar. William arqueó levemente la ceja por parecerle un poquito raro el nerviosismo del profesor, que vamos, no era que lo conocía demasiado bien pero a pesar de eso se le hizo algo curioso su comportamiento. Siempre lo había notado como una persona tranquila y paciente (vaya que si debía serlo para tratar con niños todo el tiempo) por lo que algo no le cuadraba del todo. De igual forma tomó uno de los chocolates que supuso debían ser creación de Savannah por lo que tomó uno dando las gracias y sabiendo que debía estar delicioso. Y además le dijo buenas noticias, al parecer no interrumpía y si podría quedarse un rato más. Excelente.
Savannah confirmaba lo que decía Everett por lo que se sentó en la silla que le había ofrecido el profesor con mucha más seguridad que en efecto no estaba molestando. Miró a Savannah tratando de ver si es que el nerviosismo también era compartido por ella. Y si, le había parecido un poco nerviosa, pero solo al principio y después si con toda la naturalidad del mundo. Claro, podían ser solo nociones propias que no tenían nada que ver con la realidad. Seguro su llegada había sido solo una sorpresa y ya, no obstante agradecía internamente el poder ver a Savannah. Y claro, la pregunta que ambos le hicieron era la más lógica, se veía venir.
-Pues si, vine porque justamente un par de niños presentaban síntomas similares y que la enfermera no tenía del todo claro qué era así que me llamó. Hizo bien ¿no? Al final era solo cosa de alergias pero mejor prevenir…-
Comentó bastante satisfecho que no haya sido nada grave sino más bien algo que en realidad era fácil de solucionar, y en parte podía sonar tonto pero también agradeció internamente a los niños que gracias a ellos y su alergia ahora estaba ahí. Ahora pensaba quedarse por lo menos un rato más, no le apetecía regresar al hospital todavía.
-¿Y tu, Savy? No pensé en encontrarte aquí, una buena casualidad sin dudas-
Si, lo de Everett era obvio, lo de ella no tanto. Sabía que eran amigos, pero ir a la escuela en plenas clases hacía la visita un poco más extraña.
William P. Sullivan- Realeza
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Re: Confidence for quiet
Las miradas que se lanzaban confirmaban las palabras de su amiga. Sí, había algo entre ellos dos, pero Everett no sabría especificar el qué. Sabía, claro, que ninguno de los dos había mostrado sus sentimientos abiertamente. Everett comprendía la situación: los dos casados, Savannah con el "peligroso" sheriff y William con la enfermera Sullivan quien además estaba embarazada. ¿Quién podría afrontar una situación así?
Por ese mismo motivo, Savannah se encontraba en aquel estado y por eso mismo, el profesor había intentado ayudarla en la mejor manera posible, diciéndole unas palabras sinceras y lo que en verdad pensaba. ¿Que quizás eso solamente traería problemas y más problemas? Bueno, bien se sabía que Everett era un joven bastante despistado, con visión de futuro y buenas intenciones, pero que no podía estarse callado, sobre todo cuando uno de sus amigos tenía un problema. "Me has abierto los ojos" le había dicho, y entnces comprendió lo que Savannah pretendía hacer. ¿Debería pararla? No, él ya le había dicho lo que pensaba y ahora todo era decisión de la pastelera. Además, solamente quería que fuera feliz, ¿para qué estar engañándose?
Everett pensó que él lo había estado haciendo con esa persona, sin embargo se llenó de valor para sincerarse y todo había marchado bien. Sí, si hubiera salido mal, se habría resignado bastante, quizás no hubiera estado en su mejor momento pero... A lo mejor lo habría superado, los dos eran personas adultas. Y regresando al presente... El joven sonrió cuando William aceptó uno de los chocolates que la misma Savannah había preparado, por supuesto, seguramente se habría dado cuenta de que eran suyos. ¿Quién no conocía los dulces de Savannah y Rebecca?
Asintió algo preocupado cuando el doctor comentó que había ido al colegio a causa de unos niños enfermos. La bombilla de Everett se le encendió enseguida, sí, los recordaba, eran de sus alumnos más jóvenes. Tosían como si estuvieran constipados, pero no era nada de eso puesto que no hacía ni frío ni calor. Se balanceó un poco sobre su silla, algo más tranquilo. No paraba de gritarse que necesitaba relajarse, que debía parecer como si antes de que él viniera no estuvieran hablando de los sentimientos de Savannah hacia William. Y claro, Everett no se podía sacar de la cabeza que lo único que estaba haciendo allí era molestar, y que por otro lado era la mejor excusa que tenían los dos para seguir estando en el aula. Carraspeó ligeramente ya que notó la garganta un poco seca debido al chococalte y dijo:
-¿Y ya se encuentran mejor Mark y Lili? La verdad es que me preocuparon un poco cuando vinieron a clase ayer por la mañana -aquel día no había tenido clase con ellos, y por eso no sabía qué había sido de ellos. William por supuesto preguntó después la razón por la que Savannah se encontraba allí. Everett por primera vez se mantuvo tranquilo y guardó la compostura-. Es que... Savannah a veces me pasa sus recetas porque estoy aprendiendo a cocinar, es como la química, ya sabes, y me ha traído estos estupendos dulces con la vana excusa de que tenga que preguntarle por la receta -llevó su mano de nuevo a la caja y se llevó un chocolate a la boca. Ya había superado su límite de dulces por día, notaba su estómago algo resentido y contuvo sus ganas de vomitar.
Por ese mismo motivo, Savannah se encontraba en aquel estado y por eso mismo, el profesor había intentado ayudarla en la mejor manera posible, diciéndole unas palabras sinceras y lo que en verdad pensaba. ¿Que quizás eso solamente traería problemas y más problemas? Bueno, bien se sabía que Everett era un joven bastante despistado, con visión de futuro y buenas intenciones, pero que no podía estarse callado, sobre todo cuando uno de sus amigos tenía un problema. "Me has abierto los ojos" le había dicho, y entnces comprendió lo que Savannah pretendía hacer. ¿Debería pararla? No, él ya le había dicho lo que pensaba y ahora todo era decisión de la pastelera. Además, solamente quería que fuera feliz, ¿para qué estar engañándose?
Everett pensó que él lo había estado haciendo con esa persona, sin embargo se llenó de valor para sincerarse y todo había marchado bien. Sí, si hubiera salido mal, se habría resignado bastante, quizás no hubiera estado en su mejor momento pero... A lo mejor lo habría superado, los dos eran personas adultas. Y regresando al presente... El joven sonrió cuando William aceptó uno de los chocolates que la misma Savannah había preparado, por supuesto, seguramente se habría dado cuenta de que eran suyos. ¿Quién no conocía los dulces de Savannah y Rebecca?
Asintió algo preocupado cuando el doctor comentó que había ido al colegio a causa de unos niños enfermos. La bombilla de Everett se le encendió enseguida, sí, los recordaba, eran de sus alumnos más jóvenes. Tosían como si estuvieran constipados, pero no era nada de eso puesto que no hacía ni frío ni calor. Se balanceó un poco sobre su silla, algo más tranquilo. No paraba de gritarse que necesitaba relajarse, que debía parecer como si antes de que él viniera no estuvieran hablando de los sentimientos de Savannah hacia William. Y claro, Everett no se podía sacar de la cabeza que lo único que estaba haciendo allí era molestar, y que por otro lado era la mejor excusa que tenían los dos para seguir estando en el aula. Carraspeó ligeramente ya que notó la garganta un poco seca debido al chococalte y dijo:
-¿Y ya se encuentran mejor Mark y Lili? La verdad es que me preocuparon un poco cuando vinieron a clase ayer por la mañana -aquel día no había tenido clase con ellos, y por eso no sabía qué había sido de ellos. William por supuesto preguntó después la razón por la que Savannah se encontraba allí. Everett por primera vez se mantuvo tranquilo y guardó la compostura-. Es que... Savannah a veces me pasa sus recetas porque estoy aprendiendo a cocinar, es como la química, ya sabes, y me ha traído estos estupendos dulces con la vana excusa de que tenga que preguntarle por la receta -llevó su mano de nuevo a la caja y se llevó un chocolate a la boca. Ya había superado su límite de dulces por día, notaba su estómago algo resentido y contuvo sus ganas de vomitar.
Everett N. O'Connor- Humanos
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Re: Confidence for quiet
No había ido demasiado desencaminada con su pregunta, William confirmó que había habido unos niños que habían estado mal y que por eso mismo se encontraba en esos momentos en el colegio. Savannah se permitió un momento de bajar la guardia y sonrió. Realmente seguramente habría sido una suerte que William o cualquier médico en otro caso hubiese ido a atender a los pequeños, sobretodo porque sobretodo siendo en niños, lo que a primera vista parecía una tontería podía ser algo realmente serio. – Bueno, menos mal que te llamaron y pudiste ayudarlos – Añadió sonriendo ligeramente y echándose la melena hacia atrás. Al menos aquella vez a pesar de la tensión, no era tan pesada al menos en su caso, puesto que a Everett le había comentado sobre sus sentimientos y sensaciones hacia William así como también lo mal que se sentía al respecto.
Ahora sin embargo tenía otro problema, a pesar de no sentirse incómoda por la presencia de William, se sentía incómoda con respecto a Everett, que debía de sentirse fuera de aquel cuadro. Le miró unos segundos antes de que William hiciera aquella pregunta. Estaba a punto de contestarle cuando Everett se le adelantó contestando con algo que hizo que Savannah le mirase extrañada por unos segundos. ¿Cocinar? Muchas preguntas pasaron por su mente pero sobretodo unas cuantas en concreto. – Cierto, le estoy ayudando con eso… Ya sabes a todo el mundo le encantan nuestras recetas – Dijo encogiéndose de hombros.
¿Y ahora? Ahora sentía que por mucho que le gustara estar con William, hablar con él y compartir sus opiniones con respecto a diferentes cosas, pero sentía que si se quedaba mucho más tiempo allí, con alguien que era consciente de todo, acabaría bajando la guardia de todo y exponiéndose totalmente al médico, cosa que por motivos éticos y morales no quería hacer. Ella estaba casada, por mucho que Everett le hubiese abierto los ojos con respecto a su situación momentos antes, su situación seguía siendo la misma que antes de entrar por aquella puerta. Incluso ni siquiera había digerido completamente las palabras de su amigo ni tomado una decisión al respecto. Necesitaba tiempo y aún así, no iría tras de William sabiendo que estaba casado y a punto de tener un bebé.
- Es más…. – Intercambió una mirada con Everett antes de mirar su reloj de pulsera. Eran casi las cuatro de la tarde, así que… No, la excusa que se estaba elaborando en su mente no era del todo descabellada – Hoy voy a ayudarle con la cena, ya sabes… Enseñarle una de mis recetas en vivo. ¡Cómo los programas de la tele! – Sonrió ligeramente al tiempo que se levantaba con tranquilidad – Había venido a traerle los dulces y hablar un poco antes de acompañarle a comprar las cosas e ir a su casa a enseñarle a hacer el plato – Se colocó bien el bolso sobre el hombro – Seguro que tú también tienes trabajo que hacer…, mejor no te entretenemos más – Y le costó decir aquello porque quería hacer justo lo contrario a lo que estaba haciendo – Eve, ¿necesitas algo más o…? – Empezó a preguntarle mirando al muchacho.
Y si era una excusa, pero si le pedía que hiciera algo como lo que acababa de inventarse, Everett sabía perfectamente que lo haría, era su amiga. – Mándale saludos a Grace de mi parte y bueno, mañana nos veremos. – Porque sabía que iba a ir como cada mañana a la pastelería.
Ahora sin embargo tenía otro problema, a pesar de no sentirse incómoda por la presencia de William, se sentía incómoda con respecto a Everett, que debía de sentirse fuera de aquel cuadro. Le miró unos segundos antes de que William hiciera aquella pregunta. Estaba a punto de contestarle cuando Everett se le adelantó contestando con algo que hizo que Savannah le mirase extrañada por unos segundos. ¿Cocinar? Muchas preguntas pasaron por su mente pero sobretodo unas cuantas en concreto. – Cierto, le estoy ayudando con eso… Ya sabes a todo el mundo le encantan nuestras recetas – Dijo encogiéndose de hombros.
¿Y ahora? Ahora sentía que por mucho que le gustara estar con William, hablar con él y compartir sus opiniones con respecto a diferentes cosas, pero sentía que si se quedaba mucho más tiempo allí, con alguien que era consciente de todo, acabaría bajando la guardia de todo y exponiéndose totalmente al médico, cosa que por motivos éticos y morales no quería hacer. Ella estaba casada, por mucho que Everett le hubiese abierto los ojos con respecto a su situación momentos antes, su situación seguía siendo la misma que antes de entrar por aquella puerta. Incluso ni siquiera había digerido completamente las palabras de su amigo ni tomado una decisión al respecto. Necesitaba tiempo y aún así, no iría tras de William sabiendo que estaba casado y a punto de tener un bebé.
- Es más…. – Intercambió una mirada con Everett antes de mirar su reloj de pulsera. Eran casi las cuatro de la tarde, así que… No, la excusa que se estaba elaborando en su mente no era del todo descabellada – Hoy voy a ayudarle con la cena, ya sabes… Enseñarle una de mis recetas en vivo. ¡Cómo los programas de la tele! – Sonrió ligeramente al tiempo que se levantaba con tranquilidad – Había venido a traerle los dulces y hablar un poco antes de acompañarle a comprar las cosas e ir a su casa a enseñarle a hacer el plato – Se colocó bien el bolso sobre el hombro – Seguro que tú también tienes trabajo que hacer…, mejor no te entretenemos más – Y le costó decir aquello porque quería hacer justo lo contrario a lo que estaba haciendo – Eve, ¿necesitas algo más o…? – Empezó a preguntarle mirando al muchacho.
Y si era una excusa, pero si le pedía que hiciera algo como lo que acababa de inventarse, Everett sabía perfectamente que lo haría, era su amiga. – Mándale saludos a Grace de mi parte y bueno, mañana nos veremos. – Porque sabía que iba a ir como cada mañana a la pastelería.
Re: Confidence for quiet
Seguro que disimuló lo más que pudo la mueca de cierta desconfianza por la curiosa complicidad que el profesor y Savannah parecían mostrar. Y eso era más por el hecho de tratar de esconder algo que quizás si existía o quizás no pero que con el esfuerzo que se ponía en disimular más parecía decantarse por la primera opción. Se mantenía esa especie de complicidad camuflada, bien camuflada sin dudas, pero aparentemente existente al fin de cuentas. Como era de esperarse Everett si que sabía como se llamaban los niños que habían caído enfermos y pues claro, nadie querría ver a pequeños en ese estado, lo otro, lo de la excusa si parecía algo mas inverosímil.
Pero vamos, quizás el doctor se estaba poniendo demasiado paranoico o solo imaginaba cosas como últimamente le pasaba cuando tenía a Savannah cerca o cuando pensaba en ella en los momentos en que no la tenía cerca.
-Si, claro, llegué en el momento preciso, afortunadamente ya están bien. Y pues ya se que cuando quiera aprender a cocinar pues me podrás enseñar tu, Savy ¿no?-
No era algo que viera en el futuro cercano pero el hecho de pasar algo más de tiempo con ella era un pensamiento lo suficientemente profundo y significativo para él como para planteárselo cuando no lo hubiera hecho de alguna otra manera, si es que ella no fuera la maestra. Le sonrió mientras se estiraba en su silla esperando poder quedarse algún rato más ahí, con los dos hablando de lo que sea.
Lo que Savannah decía sobre las recetas de la tele se oía hasta divertido, entretenido. Clases particulares mientras uno tiene la oportunidad de comer cosas deliciosas, no estaba nada mal. Everett era un suertudo. Pero apenas un segundo después de ello las cosas cambiaron de un momento a otro dramáticamente. El bolso en los hombros de Savannah daban la primera señal.
¿De verdad se iba tan pronto?. Will trató de enmascarar el rostro de decepción lo mejor que pudo esperando ser exitoso en ese sentido. Era una mezcla de mala suerte con mal timing, pero en fin, ¿qué se podía hacer? Insistir a que se quedara le pareció demasiado evidente ya que tal invitación debía ser por parte de Everett en todo caso, como el “anfitrión” de ellos. Asentía con resignacion pero manteniendo una sonrisa para ella al despedirse. Y si, ella tenía razón seguramente se verían el día siguiente en lo que se había convertido en la mejor rutina que se le había ocurrido hasta la fecha.
Le daría sus saludos a Grace y probablemente le contaría a su esposa la anécdota cuando llegara a casa en la noche, les daría algo de qué hablar y de paso Will también podría recordar un poco el encuentro, brevísimo pero encuentro al fin, que había tenido con Savannah, ocupando de esa manera ya casi la totalidad de sus pensamientos.
William P. Sullivan- Realeza
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Re: Confidence for quiet
-¡Puedes confiar en Savannah! Es muy buena profesora, y lo más importante, tiene mucha paciencia para los alumnos desastrosos como yo. ¿Te acuerdas de aquella vez en la que casi exploto la cocina con una simple tarta?
Everett miró a Savannah, sí, eso había ocurrido de verdad un día en el que el profesor se le plantó delante del mostrador y le "exigió" amablemente que le enseñara a preparar una mezcla entre bizcocho y tarta. No es que a Everett se le diera mal la cocina, era un buen alumno, que aprendía deprisa. Lo que ocurrió en verdad fue que en aquellos momentos tuvo una especie de flash que lo desconcertó por completo y sintió por unos instantes que no sabía lo que estaba haciendo. Causó un gran revuelo y obviamente, después fue el encargado de limpiarlo y recogerlo todo. Aún recordaba la cara de asombro de Savannah cuando aquello ocurrió, aún así después le perdonó como buena persona que era. Claro que no le estaba enseñando de manera oficial el "bello" arte de la cocina, pero había sido una buena excusa de por qué Savannah se encontraba hablando con el profesor de ciencias.
Asintió levemente al reconocer aquella mirada de Savannah y cuando la escuchó asintió con más seguridad. Comprendía que en aquellos momentos estuviese nerviosa, tras aquella confesión y que justo apareciera él... Por ese mismo motivo se levantó de la silla, diciendo con el cuerpo que acompañaría a William hasta la puerta del aula. Sí, prácticamente su amiga estaba echando al doctor, y aquello a lo mejor le confundiría aún más. Pero Savannah debía pensar y pensar, en lo mejor para ella. Y quizás con aquella excusa consiguiera y todo aprender una nueva receta gracias a su amiga. Sonrió algo apenado a William, ya que aunque Everett se hubiera sentido durante unos instantes fuera de lugar, le habría gustado haberles dejado solos. Pero claro, Savannah lo había dejado muy claro.
-Con la cena, exacto. ¡Tienes que enseñarme a hacer una tarta con galletas y chocolate! Me encanta el dulce -comentó por encima para después colocarse entre William y Savannah-. Bueno, ¿nos vamos? Tengo que cerrar el aula.
Y en esos momentos pensó en prepararle algo especial a alguien especial... Quizás una tarta de manzana. Y puede que después, intentara hablar con Savannah y contarle todo aquello, ¿se lo podría contar o no? Estaba cansado y no podía pensar correctamente.
Everett miró a Savannah, sí, eso había ocurrido de verdad un día en el que el profesor se le plantó delante del mostrador y le "exigió" amablemente que le enseñara a preparar una mezcla entre bizcocho y tarta. No es que a Everett se le diera mal la cocina, era un buen alumno, que aprendía deprisa. Lo que ocurrió en verdad fue que en aquellos momentos tuvo una especie de flash que lo desconcertó por completo y sintió por unos instantes que no sabía lo que estaba haciendo. Causó un gran revuelo y obviamente, después fue el encargado de limpiarlo y recogerlo todo. Aún recordaba la cara de asombro de Savannah cuando aquello ocurrió, aún así después le perdonó como buena persona que era. Claro que no le estaba enseñando de manera oficial el "bello" arte de la cocina, pero había sido una buena excusa de por qué Savannah se encontraba hablando con el profesor de ciencias.
Asintió levemente al reconocer aquella mirada de Savannah y cuando la escuchó asintió con más seguridad. Comprendía que en aquellos momentos estuviese nerviosa, tras aquella confesión y que justo apareciera él... Por ese mismo motivo se levantó de la silla, diciendo con el cuerpo que acompañaría a William hasta la puerta del aula. Sí, prácticamente su amiga estaba echando al doctor, y aquello a lo mejor le confundiría aún más. Pero Savannah debía pensar y pensar, en lo mejor para ella. Y quizás con aquella excusa consiguiera y todo aprender una nueva receta gracias a su amiga. Sonrió algo apenado a William, ya que aunque Everett se hubiera sentido durante unos instantes fuera de lugar, le habría gustado haberles dejado solos. Pero claro, Savannah lo había dejado muy claro.
-Con la cena, exacto. ¡Tienes que enseñarme a hacer una tarta con galletas y chocolate! Me encanta el dulce -comentó por encima para después colocarse entre William y Savannah-. Bueno, ¿nos vamos? Tengo que cerrar el aula.
Y en esos momentos pensó en prepararle algo especial a alguien especial... Quizás una tarta de manzana. Y puede que después, intentara hablar con Savannah y contarle todo aquello, ¿se lo podría contar o no? Estaba cansado y no podía pensar correctamente.
Everett N. O'Connor- Humanos
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