NEED FOR THE SPEED FORCE! {Willow!}

Ante Ambrose se extendía Tesla Street, una de las calles más largas de Storybrooke. Ese era un buen motivo para estar allí, pero no era el principal. Tampoco era debido a que Tesla St tuviese el asfalto liso y nuevecito, importaba pero no era lo definitivo.

Lo realmente importante era su ligera pendiente, suave pero constante durante los casi quinientos metros de linea recta. En sus pies, bien bien ceñidos relucían sus patines de linea nuevos a estrenar, en ligera cuña para no deslizarse antes de tiempo.

A su espalda tres extintores de cinco kilos de CO2 atados de cualquier manera con un par de cinturones y cinta adhesiva. Unos cordeles y palanquitas rudimentarios para apretar las manijas de los tres (más o menos) simultáneamente. Y unas gafas de aviador puestas heroicamente sobre la frente.

Iba a ser legendario. Iba a ser espectacular. el paisaje se difuminaría a su alrededor en cuanto estirase de la cuerda, sus ruedas dejarían un rastro de fuego, tal vez si saltaba y encogía las piernas conseguía mantenerse en el aire metros y metros y...

Respiró hondo al tiempo que una sonrisa maníaca se extendía por su rostro. Se inclinó hacia adelante en pose aerodinámica y estiró bruscamente....

No pasó nada.

Estiró de nuevo y esta vez se desatascó la traba, tirando de los resortes de los tres extintores. Un gran cono de gas a alta presión se extendió desde su espalda, impulsándolo hacia adelante. Bastante rápido, en realidad, pero no tanto como esperaba...

Inicialmente, claro. Lo gracioso de la aceleración es que mientras se mantenga es una progresión geométrica, así que tres segundos de chorro continuo otorgaron a Ambrose varias cosas:

Primero, el récord de velocidad de Storybrooke al Ciudadano a Reacción.
Segundo, el récord Mayor Cantidad de Decibelios con Voz Humana Sin Megáfono, mención especial a Duración del Grito.
y Tercero, un espectacular giro de peonza, aparentemente en direcciones contrarias debido a un botellín que se soltó en el peor momento.

Todo culminó contra un bordillo que le mandó a volar más alto de lo que supondría la física racional y un aterrizaje -afortunadamente mullido- contra el cesped de un pequeño parquecito. Rodó por la hierba hasta chocar contra una banca y quedó unos segundos inmóvil.

Estalló a carcajadas. Le dolía respirar, demonios, le dolía pestañear fuerte ¡pero había sido cuanto esperaba y más! Consiguió ponerse en pie y descubrió así que el mundo se balanceaba bajo sus pies. Sacudió los brazos y terminó agarrándose cual borracho a un arbolito, aún riendo a mandíbula batiente incapaz de controlar el mareo y los patines.

Trataba de serenarse lo bastante para averiguar donde habían ido a parar los extintores. ¡Ah, y las gafas de aviador!

¿Que dónde habían ido a parar sus gafas de aviador? Willow tenía la respuesta a eso. Ambrose solamente tendría que mirar hacia la banca que tenía a unos cuantos metros a la derecha, donde la rubia se había sentado muy en paz a comerse un helado mientras revisaba las actualizaciones de sus redes sociales en su teléfono.

Willow no estaba en su mejor momento. Entre recuperarse del trastazo que se había llevado con Everett, los celos enfermos que sentía por todo el asunto de Khai y su niñita santurrona usurpadora de amigos, los sueños que estaba teniendo y las cosas que estaba escuchando - ¡jodidas campanitas del demonio! -, uff, lo llevaba mal, maaaaaaaal.

Estaba tratando de pasar el día a día de la manera menos estresante que podía. Nade de tensión, nada de enojarse (y todo el mundo sabía que Willow era muy propensa a los cambios de humor inesperados). Eso incluía tratar de hacer cosas relajantes como pasear por el pueblo, que vale, eso lo hacía siempre, pero con la excusa de escaquearse del trabajo, no de conseguir algo de paz mental.

Le había comprado un helado de chocolate a una carretilla que iba dando vueltas por el parque en busca de clientes y luego se había sentado en una de las bancas. Le parecía un buen momento para revisar sus correros (y verificar si acaso Khai seguía subiendo babosadas a su muro de facebook), cuando un grito de lo más escandaloso le forzó a alzar la mirada.

Lo que veía... pues no estaba muy segura. Se veía como alguien acercándose a toda velocidad aunque no estaba muy segura de como lo hacía, ni porqué ni tampoco quién era, pero Willow hizo lo que toda persona del siglo XXI en su posición haría: tomar video con la cámara de su teléfono. Lo grabó todo, todo todo, hasta la manera en que el ricochet suicida se alzaba en el aire y aterrizaba en el pasto. Y Willow lo observó todo con una expresión de incredulidad que apenas y podía con ella, de la cual no salió hasta que los cristales de las gafas de aviador llegaron a sus pies.

- Pero qué... ¡mierda! ¿¿Estás bien?? - Y ahora sí, a acercarse como gente decente y tratar de ayudar.

Seguía abrazado a duras penas al pobre árbol, tratando de mantener tanta verticalidad como fuera posible. Un rápido inventario mental le decía que no tenía nada roto. Nada importante, al menos... Pero claro, hasta que la adrenalina del viajecito no remitiese no había forma de saber si necesitaría visitar a William. Con más o menos urgencia. Dos o tres viajes más y la visita sería obligatoria.

Aún se reía con el corazón a doscientos cuando vio la cara de pasmo de la rubia. La risa fue de nuevo explosiva. Extendió los brazos hacia ella y caminó a duras penas, levantando mucho los pies ya que los patines no rodaban sobre la hierba. Inspiró profundamente y se lanzó a una perorata entusiasmada.

- ¡Oh Willow! ¡Tienes que probarlo! ¡Es... es... el primer bocado a un helado que se derrite, la primera ráfaga del ventilador, el el el... - Se la quedó mirando con respiración agitada y una sonrisa deslumbrante. De súbito comenzó a sacarse los toscos correajes - Nononono, las palabras no alcanzan, vas a probarlo ahora mismo, te calzas los patines te pones el trasto este, subimos calle arriba y lo pruebas, en serio, es es es... -

Le entró un pinchazo de dolor en el costado. Se llevó la mano y volvió a reir

-¡Inolvidable!

Había pocas personas en el pueblo que se atreverían a hacer las mismas locuras que ella. Peor aún, había menos personas en el pueblo que harían locuras peores que las que ella hacía, y Ambrose entraba en ese segundo grupo tan reducido. Le parecía una lástima, porque si más personas tuvieran esas agallas y ese sentido de la aventura y espontaneidad, Storybrooke seguramente sería un lugar mucho más interesante. Por otro lado, si más personas fueran como Ambrose, por como se deducía por los resultados que este experimento había tenido, entonces en el hospital se volverían todos muchimillonarios.

- ¿Toooodo bien? ¿Seguro seguro seguro? ¿En que año estamos y... bah, todo eso que la gente pregunta en situaciones como esta? - Trataba de contener la sonrisilla maliciosa y divertida, pero a la vez estaba preocupada por él. ¡Tremendo trastazo se había llevado! Por lo menos no parecía estar herido ni nada, que atribuía el caminar chistoso a que con los patines no se podía evitar el parecer pato al andar.

- A ver Ambrosio, tranquilito, que creo que ahora si se te botó una canica. ¿Probar qué? - Seguía aguantandose la risa. ¿En serio quería ponerla a probar lo que hubiera sido que le hizo darse tremendo golpe? Ya ni hablar de las gafas rotas, lo que comenzaba a llamarle la atención, y demasiado, era el armatoste improvisado ese que llevaba amarrado a la espalda. Ohhhhhhh...

- A ver, a ver, explíiiicame... -

Unos instantes más tarde ya estaba con una sola pierna alzada, cual karate kid en minuto 114 de film y sacándose el segundo patín con una sola mano. En la otra sostenía los correajes. A saltitos volvió con la explicación.

-Si si si, estoy bien, estamos en 1918 y los red sox acaban de ganar la liga... Alzó el puño al cielo, aún a brinquitos - ¡Festejad, festejad infelices! pasarán casi noventa años hasta que repitais! ¡MUAHAHAHAHA! Terminó de sacarse el patín con algo parecido a un paso de baile y ya por fin se los pudo ofrecer a Willow.

- A ver, es una idea que tuve el otro día. Si, la tuve viendo el Coyote y el Correcaminos, pero eh, ¿quien soy yo para decirle a mi musa cómo hacer su trabajo? - Ya cuando la muchacha tomó los patines cogió el rudimentario arnés y comenzó a ajustar los extintores, en especial el maldito que se había soltado un poco y añadido desplazamiento lateral y rotatorio a lo que se suponía iba a ser un trayecto lineal - Entonces, con este magnífico juego de cinturones y correas sujetamos estos trastos a tu espalda, tienes esta cuerda que se ata aquí y tirando esto hace claclick aquí, y entonces si todo sale bien sales despedida hacia adelante...

Suspiró con una sonrisa, con una mirada que haría la envidia de cualquier quinceañera enamoradiza, carpeta forrada con foto del ídolo incluido. - Es como volar, Willow, tal cual como volar... Excepto en la parte en la que de verdad vuelas, entonces es más bien todo verde-azul-verde-azul-veeeeerde crash-bing-bang y luego un universo de dolor. Pero no pasa nada porque al final viene una chica preciosa que se preocupa por ti y tú se lo agradeces dejándole probar el invento. Bueno, qué... ¿Te lo pruebas o te lo pruebas?-

Si había intentado mantener la compostura de alguna manera, la perdía por completo viéndolo dar de pasos de Break Dance para sacarse los patines. Entre que no podía controlar la risa que trataba de escapársele y que mantenía los labios bien apretados precisamente para evitar carcajearse en la cara del entusiasta del té, lo que se producía era un ruido muy extraño mientras negaba con la cabeza y se cubría los labios con un par de dedos.

- ¿Qué? ¿Sigues el beisból? No puede ser, si debe ser el deporte más aburrido y lento que hay. - 9 entradas interminables, ¡la locura! Y no, para ella el golf no contaba como deporte, mejor aclararlo antes de que algún entusiasta se apresurara en protestar al respecto.

- ¡No me digas que estas tomando consejos de ingeniería de ACME Co.! - Ahí si ya que no pudo aguantarse la risa y la dejó salir abiertamente, estirando la mano hasta hacerse del arnés improvisado al que había que responsabilizar por la pequeña proeza en contra de todas las leyes de la física. Inmediatamente Willo lo sostuvo frente a ella, comenzando a examinarlo por cada ángulo con un detalle casi obsesivo. - Pues claro que esta cosa se te iba a reventar, si parece que la pegaste con chicles masticados y pegamento de lapicito. No no no, ¡eso no se hace! - Y cualquiera diría que sabía exactamente de lo que hablaba... ¿cómo sabía ella de uniones y pegamentos y qué materiales eran mejores que otros? Pues... ni idea, pero lo sabía y ya, no se quebraba la cabecita con eso.

Ahora, lo siguiente que Ambrose describía, eso sí que acaparó su atención por completo. Como volar, decía. Como volar. Al acto una sonrisa inmensa (y bastante maliciosa) le cruzaba el rostro, volviendo a contemplar el armatoste con un interés renovado. ¿En seeerio?...

- Ohhhh lo probaré, ¡lo probaré! ¡Pero vamos a hacer las cosas bien ahora, oh si! ¿Tú tienes manera de volver a recargar los extintores, eh? - Porque había que ser humildes, y Willow podría saber un montón de cosas sobre un montón de temas, pero la mecánica de esos artefactos no entraban en su extensísimo repertorio. - ¡Anda anda! ¡Dime que sí! Es más, si buscamos los cristales de tus gafas hasta te las arreglo también! - Y repentinamente, se sentía tan emocionada, que hasta era capaz de ignorar las campanitas que escuchaba tan constantemente.

Ambrose ya estaba gateando por la hierba en busca de los cristales, palpando sin cesar entre las largas briznas esmeralda.

- ¡Un respeto para el beisbol! Es el mejor invento para la siesta desde la almohada de plumas!- Encontró por fin el cristal fugitivo y lo alzó al cielo... Estaba algo rayado, pero nada irresoluble. Se acercó a Willow y examinó el arnés con el orgullo algo magullado herido... - Eh, ¿Qué tienes que decir sobre la manufactura? lo he hecho lo mejor que he podido, en el instituto rellené mal las optativas y cogí economía doméstica en vez de Taller, ¿qué pasa? - Preguntó desafiante. Acto seguido se irguió firme cual soldado ante bandera - ¡Y no me arrepiento! ¡Gracias a ese error descubrí el té! -

Tal vez fuese por el tono de voz y esa mirada al frente un poco acuosa, pero uno podría verle escuchando un himno imaginario. Volvió al aquí y ahora y le dió un papirotazo a uno de los botellines, arrancándole un ¡Ting! musical.

- No, qué va, no puedo recargalos. Pero son baratos por internet. Estos bichos vienen de china y me han costado dieciséis dólares por cabeza y fíjate, les quedará un poco más de media carga a cada uno - Examinó a Willow de pies a cabeza de tal forma que de ser otra persona tal vez la muchacha podría haberse enfadado. -Pero tú eres mucho, mucho más ligera que yo... - La miró serio a los ojos durante un instante... ¿Estaba calculando -toscamente- el efecto de la aceleración en una masa menor? ¿Valoraba los riesgos? ¿trataba de extrapolar las posibles heridas, fracturas y tal vez contusiones cerebrales a las que tal vez se enfrentaría la desprotegida rubia?

- ¡Por Dios Willow! ¡Vas a ir mucho más rápido que yo! ¡Genial genial genial! ¡Vamos, no perdamos tiempo!- Y así, derrochando entusiasmo y sin preocuparse por ir descalzo o las posibles lesiones permanentes de su amiga, echó a andar hacia el principio de la calle.

- Un consejo, como el chorro sale de tu espalda hacia atrás tienes que tenerla recta, en un momento me agaché de cuclillas, así como para tener más aerodinámica y casi doy la voltereta - Rió -Eso si, las rodillas flexionadas y... A ver... si, ajustamos las correas, eso de que el extintor girase por su cuenta casi me chafa la experiencia, ¡tsk!

- No, no lo es. No me vas a decir que tú te puedes estar tres o cuatro horas sentado observando a un montón de gente sin hacer nada más que lanzarse pelotas, ¡es aburridísimo! Y los beisbolistas además se ven ridículos con mallas, nadie puede verse masculino vistiendo pantaloncitos apretaditos. - ¡Amén por eso! Se le veía bastante divertida dando su exposición de motivos sobre por qué el amado deporte era un aburrimiento total, pero por poco suelta una carcajada estridente cuando Ambrose se volvía todo indignado a defender su manufactura amateur. Que para esas cosas es mejor acudir con los profesionales – como ella – o luego uno se rompía los huesos – como él había estado a punto de hacer.

- Pues menos mal que eres tetero y no soldador…. Je, tetero. ¿Esa palabra existe? – Eso último lo dijo ya más como pensando en voz alta que por continuar la conversación. Su mente ya viajaba a otros lugares, en los que el pobre arnés estaba hecho como dios mandaba, con correas de nylon reforzadas y dobles costuras en las uniones para poder sostener el peso de los extintores sin que estos se zafaran, porque tenía en su teléfono un video muy curioso y recién grabado sobre lo que ocurría en esa situación.

- ¿Y exactamente cuántos compraste, eh? 16 verdes por cabeza… ¿qué? ¿Tenías en mente empezar tu negocio de taxis cohete por el pueblo? – Que había que ver, a ella se le ocurrían muchas locuras para pasar el tiempo en esos días especialmente aburridos en Storybrooke, pero eran tontería en comparación a las cosas que él llevaba a la práctica.

Se dio cuenta que la miraba detenidamente. No, a Willow nunca le incomodaba que la miraran, si de hecho disfrutaba que la hicieran, pero divertida como estaba imitó los movimientos de Ambrose, recorriéndole también con la mirada como examinándolo aunque sin saber ni qué debería estar buscando.

Justo entonces llegaba el momento de la claridad, ¡que le quería animar para probar ella misma el aparatejo de una vez! Se dejó mover sin oponer demasiada resistencia, porque no creía que fueran a llegar muy lejos antes de que el asfalto caliente le hiciera ver al castaño que eso de caminar descalzo por la calle no era la mejor idea de todas. – Pero el arnés está vencido. – Agregó entre risas aunque Ambrose parecía estar bien convencido de lo que hacía. No debería eso de inspirarle mucha confianza considerando que lo acababa de ver tendido en el suelo después de tremendo golpe, pero tenía que confesar que sentía muchísima, muchísima curiosidad por lo que se sentiría…

¿Se iría a atrever?

- … ten el 911 en marcado rápido. – Agregó con una sonrisa bastante maliciosa, extendiendo el brazo para que le ayudara a colocarse el aparato

-Tetero... Tetero... Lo soy, aunque diría que no existe, pero suena bien. Aunque se me viene a la cabeza otra palabra de la cual podría venir la raiz y no es té... - guardó silencio y durante un instante la miró con una ceja enarcada y media sonrisa. Willow estaba sola con esa broma, ya que ese era un chiste que Ambrose no iba a molestarse en explicar. Sutileza, esa era la clave.

- ¿Mmm? He comprado diez. Tres me parecía un buen número para empezar, pero el próximo día encontraré la forma de enganchar cinco... Aunque... puede que les ponga mangueras a esos dos de más, y las lleve atadas a lo largo de los brazos, entonces podría cambiar de dirección en mitad del "vuelo" solo con dirigir las palmas en dirección contraria.... -

Curiosamente, no dio señal de que le importase el asfalto ardiente. No era un superhéroe, ni siquiera un tipo duro... Estaba demasiado excitado, demasiado concentrado en esto como para que el mensaje de sus pies "eh, cerebro, aquí abajo la cosa quema". Ya luego, cuando se le pasase todo tendría que poner los pies en agua fría un buen rato y tal vez echarse una crema, pero hasta entonces...

Cielo Santo, Willow estaba a punto de probar un jetpack de $50, un invento que casi mata a su inventor en la primera prueba... ¿Cómo no estar emocionado?

- Si, pero mira el lado positivo, me lo puse a mí mismo así que no pude revisarme la espalda, pero ahora todo saldrá bien, ya verás - comentó con una gran, gran sonrisa -A ver, pasa los brazos por aquí... ahora levántalos... Vaya W, ¿Te han dicho alguna vez que tienes figura de bailarina? - La halagó mientras ajustaba los correajes de la widowmaker del inocente aparato de recreo.

- ¿Marcar el 911? ¿Por qué? ¿Qué puede salir mal?

- ¡Ambrose! ¡Eres un guarro! - Casi muere de la risa cuando el castaño hacía alarde de sus juegos de palabras. Ella, en su cabecita inocente, jamás habría pensado en las perversas implicaciones pseudoetimológicas de la palabra tetera. Para colmo la expresión que sostenía en su rostro era sencillamente imperdible, lo que llevaba a que se le hiciera aún más loco y gracioso todo y eso no hacía otra cosa más que alimentar su risa. Ahora ya no iba a poder mirar las teteras de la misma manera sin acordarse de él. Ni sabía porqué le sorprendía, que aunque Ambrose fuera alguien -dentro de lo que cabía- tranquilo, seguía siendo hombre, y tener cromosomas XY implicaba pensar en boobs una vez cada 9 minutos, o algo así había leido alguna vez.

- ¿Te gastaste 160 pavos en extintores? - ¿Por eso? Casi le daban ganas de decirle que si su afán era el de tirar el dinero pues que mejor se lo regalara a él, pero honestamente Willow no era nadie para desechar las ideas locas, y la imaginación era justamente una de las cosas que más le gustaban de las personas. Que fueran creativos, que fueran aventureros. La gente sin imaginación podría ser la que no se rompía ni un hueso nunca, pero era también la más aburrida.

- Bueno bueno bueno, a ver, ¡ya! Préstame los patines. - Que le iban a quedar grandes, pero igual. Si es que en cuanto a estatura y tamaño no era la gran cosa. Menudita, no muy alta, pero quien quiera que le conociera sabía de sobra que compensaba con carácter lo que le faltaba en centímetros. Se puso los patines acomodándoselos y ajustándolos tanto como pudiera, temiendo que se le fueran a salir en algún momento pero confiaba en que todo iba a salir bien. ¡Oh vamos! ¡Que la gente en Jackass hacía cosas peores y seguían vivos! ¿Qué tan mal podían ir las cosas?

- ¿Está todo bien ajustado? - Preguntó tratando de mirar por su espalda a ver qué tanto hacía, aunque al escuchar el cumplido inmediatamente sus ojos parecieron brillar más y la sonrisa le ensanchaba. Para Willow un halago nunca llegaba en mal momento ni en situaciones apropiadas.

Ya para rematar, que se preguntara en voz alta todo inocente que para qué tener el número de emergencias a la mano era lo que le faltaba para coronar la situación como la más bizarra y curiosa que había tenido en mucho mucho tiempo. - ¿Ya está? ¿¿Ya está?? Dime como me acomodo y echa esta cosa a andar... y ¡OH! ¡Toma video! ¡Todo todo todo todo! - Ya contagiada de todo su entusiasmo le hizo entrega de su preciado bebé, porque definitivamente, esto era algo que quería tener registrado. - ¡Estoy lista! - En 5, 4, 3, 2...

- ¿Guarro yo? ¿Por qué? Soy un tetero de buena ley, de hecho vivo de eso. Quémásquisiera - dijo eso último entre toses, dejando en el aire -tal vez no tanto- acerca de en qué acepción pensaba.

Caminaba a su lado riendo ante sus ocurrencias... $160 no eran nada para él, un hombre cuyo único vicio era legal y no sólo eso, si no su forma de ganarse la vida... Ya que le había resultado llamativo a la rubia decidió guardarse un dato para un momento clave....

Ya al principio de Tesla^ST comenzó a ajustar correajes, encarar extintores... revisaba cada detalle sin saber muy bien qué estaba haciendo. Los patines le quedaban enormes, pero para compensar era muy ligera así que si se caía sólo tendría qu... Oh, eso era importante...

- Willow, cuando te caig... Ehem, quiero decir, si te caes - Graaaaaan sonrisa -acuérdate de hacerte bola y rodar, ¿si? Te abrazas las rodillas, metes la cabeza en el hueco y ruedas, ¿si? Y no busques las paredes, busca cesped. Las paredes son mala idea -. Dijo esto desde el fondo del corazón. Puede que fuese el primer intento con extintores, pero Ambrose había probado con decenas de medios rodantes y/o autopropulsados y esa era una lección que había aprendido a fuego y sangre: En caso de caida, hazte bola y rueda.

Terminó de prepararla y tomó la cuerdecita que empezaría la "ignición". Curioso término teniendo en cuenta que eran extintores, pensó distraido. Cogió el móvil de Willow, que era al suyo lo que el halcón milenario a un volkswagen beetle del 58. Se preparó para grabar y comenzó una cuenta atrás...

- 5, 4, 3... Por cierto, me gasté $1800 en una catapulta de verdad que montaré en la playa... GO! - Ese era el dato que se guardó para un momento clave. Apenas terminó la frase...

Tiró de la cuerdecita poniendo en marcha los extintores y comenzó a grabar la primera Mujer a Reacción de Storybrooke.

- Si me caigo... - Le miró suspicaz, con el entrecejo levemente fruncido y los labios tensos en un mohín de niña caprichosa. ¿Por qué sería que las palabras del tetero no le daban la más mínima confianza? Pero en fin. Sería muy idiota - más de lo que ya era al aventurándose a probar el atropellado experimento - si después de haberlo visto darse tremendo trastazo, ella no estuviera consciente de que corría bastante riesgo de darse un buen golpe. Tal vez incluso más fuerte, porque era mucho más pequeña y ligera que él, ergo, volaba más algo y aguantaba menos maltratos. Ahora, con suerte, la silueta más compacta y aerodinámica le jugaría a su favor. Pero claro, solo había una manera de averiguarlo, ¿verdad?

- Rueeeedo y me hago bolita. Va. - Levantó ambos pulgares de manera despreocupada, como si en realidad no se tomara en cuenta el consejo que bien podría marcar la diferencia entre algunos moretones y una fractura, pero así era ella. Que diera la impresión de que las cosas le entraran por una oreja y salieran por la otra al instante no quería decir que siempre - ojo, siempre - lo hicieran.

Así que se preparó. Se acomodó como Ambrose le indicaba, esperando alguna señal o cualquier cosa que le indicara que podía ya lanzarse - literalmente - a la aventura, aunque la manera en que esta llegaba le sacaba completamente de balance. La mirada de atónita incredulidad le duró tan solo un parapadeo, porque ni siquiera terminaba de procesar lo de las estratosféricas cantidades que el buen Ambrose gastaba en un hobbie (¡y lo que haría ella con 1800 dólares!) cuando la física hacía de lo suyo y el impulso a su espalda en cuestión de un segundo le empujaba hacia adelante con velocidad intensa.

Demoró en espabilar, sí. Su primer reflejo fue el del temor, porque aquello era algo nuevo y peligroso y que le hizo sentir deseos tremendos de prenderse del poste de luz más cercano hasta que aquello pasara y repetirse hasta el cansancio que cuando una parte de sí misma le decía que una idea era mala entonces había que escucharla. No obstante había otra que, cuando las piernas le dejaron de temblar, se encontró disfrutando de aquella sensación sobremanera...

El viento contra su cara sacudiéndole el cabello, las manos extendidas, el rostro en algo, y la cristalina risa que no demoró en estar presente. ¡Le encantaba! ¡Estaba feliz! Que ir a velocidades fuertes (peligrosas, vamos) era algo que siempre le había gustado y por ello se había encaprichado en comprar una motocicleta, pero aquello era algo como nunca había probado. Una libertad que no se podía experimentar de ninguna otra manera... si, libre era la palabra...

Y por la manera en que se movía cualquiera juraría que no era la primera vez que lo hacía...

O eso hasta que, como no, perdía el control de la trayectoria. Y allá iba a darse de cara contra un árbol, apenas teniendo oportunidad de seguir el buen consejo de hacerse bolita y rodar. Ya sentía el golpe, ya lo sentía...

... aquello iba a doler por la mañana.