Típico. [Serena W. Lawrence]

Mi amor, había estado tanto esperando el regreso de su querido, que cuando se cansó de esperar...

Muchos eran los factores que me llevaron a perderme en el bosque aquél día. El cielo encapotado, el oscuro corazón del bosque aún más tenebroso si te salías del camino y mi interior más negro que que el humo de un cigarro por la noche. Pero allí estaba, si señor. Era un día cualquiera cuando decidí abandonar mi casa, ya que me saturaba, y salir a dar una vuelta.

El camino del bosque fue la única salida que me estaba permitida para evadirme de todo en aquél instante. Y caminando, caminando, llegué al borde del bosque. En... una hora, dos, el cielo fue abriendo su oscuro techo y dejando ver el sol. Y ver un cartel dónde ponía Límites de Storybrooke. ¿Quién me mandaría? Nada más dar un paso, el cordón de la zapatilla se me desató. Y se quedó enganchada en un tronco caído. Así de raro. La cosa es que tropecé, el zapato quedó sobre el tronco mientras yo rodaba cuesta abajo una pendiente de unos quince metros.

Caí de culo, y me quedé sentado por la sorpresa con una cara de enfado de niño pequeño. Caída tonta. Ahora estaba sentado, habiendo dejado uno de mis zapatillas en lo alto de la colina, cual zapatito de Cenicienta y buscaba mi armónica, que se me había caido del bolsillo. "No salgáis de Storybrooke, es peligroso"
-Y tanto... -pensé para dentro, rechistando y rebuscando en el hierbajo...

Y por fin un minuto libre. Libre de presiones, agobios, de obligaciones y de gente.
El aire fresco, el aroma de las flores y del aire libre del bosque, y sobre todo la compañía de T.T me hacían sentir especialmente bien.
Había estado yendo a ese bosque para pasear a T.T desde que me alcanzaba la memoria y no había momento del día que deseara con más ansia.

En esa ocasión los quehaceres se habían alargado demasiado. Tía Brigitte había decidido que sería día de LIMPIEZA GENERAL, y como la pobre está tan mayor me tocó limpiar toda la casa a mi solita, claro está, después de cuidar de las flores del invernadero.
El sol aún marcaba el cielo con sus luminosos rayos, pero esta vez no tenía mucho tiempo para pasear si quería volver a casa antes del anochecer.

Adoraba el crujir de mis pasos en las hojas que, muertas, habían caído de los enormes arboles del bosque y el cantar de los pájaros que sin cesar, alegremente piaban. Decidí acompañarlos con una alegre melodía que me había enseñado tía Brigitte, o al menos eso creía.
Sería estupendo poder compartir esto con algún amigo más, alguno que no andara a cuatro patas. Pero me era imposible, siempre me había resultado imposible.

Fue entonces cuando una pequeña liebre se cruzó en nuestro camino y, como un loco empedernido, T.T fue corriendo a perseguirla.- Espera T.T, no podemos alejarnos del pueblo, nos podemos perder. Por favor T.T para- le gritaba y le gritaba sin parar mientra corría tras de él para intentar frenarlo. Demasiado tarde, cuando logré agarrar su collar ya nos habíamos alejado lo suficiente como para no saber donde estaba, solo era capaz de ver árboles, más árboles y un cartel que decía Límites de Storybrooke. ¡Genial!

De pie y sacudiendome el trasero, escuché al lejos unos pasos y unos gritos. Alguien llamaba a algo que corría más que ella, por lo que pude percibir en su voz. Por fin con mi armónica en la mano, me giré y comencé la ascensión hacía lo alto de la colina y donde debía estar el sendero.

De un salto, por fin acabé por donde me había caído. Vi colocada la zapatilla torcida en el tronco y al agarrarla, miré tras ella. Había alguien. La miré a los ojos y puse cara de circunstancia. Yo saliendo de entre el forraje, buscando un zapato... que malpensaría aquella joven. Aunque no es que estuviera en un bonito sitio para hacer senderismo, me dije.

-Em... esto...-la miré trabado. En parte por vergüenza, en parte por indiferencia.-Hola.-dije únicamente. En sus brazos, un perro me miraba con cara de pocos amigos.-¿Qué haces aquí?-dije finalmente. Si que era nulo para hablar.

De cuclillas junto al cartel abracé a T.T intentando relajarlo con mil y una caricias.
-No te preocupes bonito, no ha pasado nada-. Miré a mi alrededor una y otra vez buscando indicios de algo conocido, pero nada, seguía estando como empecé, perdida y abrazando desesperadamente al chucho que me había llevado a estar en esa situación.

Un ruido que ascendía de la colina la cual se encontraba tras el cartel me puso alerta. Abracé con mucha más intensidad a T.T, mas no se que esperaba al hacer eso, si utilizar al perro como escudo o tele-transportarme a mi casa.
Aunque tenía la cara bien hundida en el pelaje de T.T pude ver a un chico aparecer poco a poco por la inclinada colina, el cual llevaba un zapato en la mano. ¿Qué hacía con un zapato en la mano?

Lo conocía, claro que lo conocía. Bueno, eso de que lo conocía era bastante relativo, podríamos decir que ya sabía de su existencia. Lo que tiene vivir en un pueblo como Storybrooke es que conoces a todo aquel que habita en él, y lo que tiene el ser una chica como yo es que solo conoces su cara por no ser capaz de hablar con nadie.

Intenté responder a su pregunta, pero como siempre algo parecido a angustia o dolor apretaba mi pecho y me impedía hablar. "Hola, verás iba paseando a mi perro cuando ha salido tras una liebre y nos hemos perdido?" intentaba decirle. ¡Vamos, ánimo, tú puedes!, pero no, ni una sola palabra salía de mi boca. Mi única reacción fue sacar una cuerda guardada en la mochila que colgaba a mi espalda, atar al perro y salir por patas (nunca mejor dicho).
Lo único que estaba causando mi maldita timidez era que nos perdiéramos más, lo intuía.

La chica, sin premiar palabra, se puso en pie, se giró y comenzó a andar con su perro amarrado en la correa. La miré dubitativo. ¿La habría asustado? No, había salido despacio de los matorrales y me había mirado durante un rato. ¿Me consideraría peligroso? Si era así, andaba equivocada.

Entonces me percaté de que tomaba la dirección de la derecha, se estaba adentrando más en el bosque. La salida no era por allí.-Oye, chica, no es por ahí...-pero era tarde, se había adentrado y no me oiría.

Maldije por lo bajo. Si no regresábamos pronto, se haría cada vez más tarde, y no habría forma de salir de allí. Y encima, los de Storybrooke no se darían ni cuenta... Maldita sea.

Comencé a andar a paso ligero por dónde la veía caminar entre los árboles. Acabariamos de nuevo en el suelo, lo presentía.

-¡Hey! ¡¡No es por ahí!!-no sabía si me escuchaba.

Cada vez, todo estaba mucho más oscuro. Y cada vez, recordaba menos por dónde me estaba metiendo. Perdidos... de perdidos al río, como quién dice...

Avanzaba cada vez más y más, sin poder parar, arrastrada por T.T que al parecer sentía la misma necesidad que yo de huir de aquel lugar y de distanciarnos de aquella persona sin razón ni motivo alguno, solo por ser una persona.
A cada paso dado la velocidad de ellos también iba en aumento, cada vez más y más rápido nos adentrábamos en el bosque.

El chico seguía tras nosotros, insistía e insistía que no debíamos tomar ese camino, que nos estábamos equivocando y que no era el apropiado, o eso intentaba expresar con sus "por ahí no". Pero estaba aturdida y era incapaz de cambiar de dirección.

Cada vez estaba más mareada, más fatigada y lo que era aún peor más perdida. Los pies apenas los sentía, tenía la sensación de que estaba flotando, andando por las nubes en un lugar desconocido y del que cada vez más sentía que no habría retorno, que no sería capaz de salir de allí y que no volvería a casa.

Sacando fuerzas de donde ya no las tenía marché lo más rápido que pude a la oscuridad del bosque y ya casi sin aliento intenté ocultarme en el espeso follaje.
-No hagas ruido, si tenemos suerte se marchará- dije mientras agarraba el hocico de T.T con todas mis fuerzas.

Maldije por lo bajo al ver como la chica se perdía de vista. Sé que soy un ser antisocial, y que puedo intimidar. Pero hasta el punto de que una chica prefiera perderse en el bosque por la noche a volver conmigo... era surrealista.

Empecé a caminar pues ya notaba mis huesos un dolor intenso por la caída de antes y el trote que tenía dado y me quedé escuchando. La chica había dejado de correr. Mi buen oído sabía que era imposible que de su velocidad y la distancia que estaba, ella se alejara hasta ser incapaz de oírla. De todas formas, en el bosque no había más ruido que el nuestro corriendo por ahí.

Supe que estaría escondida. Y sabía que si volvía a seguirla, acabaría encontrandome más perdido aún. Debía buscar una forma de hacerla salir. Esperé pacientemente, estabilicé mi respiración y caminé hacía delante. Ningún ruido. Vi un tronco tirado en el suelo lleno de musgo y me senté. Estaba húmedo al tacto.

-Somos un poco mayores para jugar al escondite.-comenté en voz alta, lo suficientemente alta para que la escuchara. En vez de otear mi alrededor, miré hacía arriba. Así no daría la impresión de estar buscándola.-Oye, sé que soy un tanto... solitario. No por ello voy a hacerte daño. Y mi conciencia no me dejaría tranquilo si salgo del bosque sabiendo que he dejado a una chica y su perro perdidos por el bosque.-resoplé mientras recuperaba el aliento. Estaba un poco oxidado ya en lo que a deporte y movimiento se refieren.

Conseguí relajar mi respiración para que no pudiera si quiera oírla.
¿Jugar al escondite? No claro que no, ni si quiera recuerdo haber jugado nunca a eso. Yo solo seguía mis instintos, que aunque algo extraños, me pedían huir de la humanidad. Este caso fue algo más extremo de lo habitual.
Seguía escuchando su voz demasiado cerca de donde estaba. Realmente parecía que no se iba a ir y eso me preocupaba porque era exactamente lo que yo quería, ¡Qué se fuera!
Varias cosas pasearon por mi cabeza cual presa en busca de un plan de huida factible:
1. Salir corriendo
2. Quedarme ahí hasta que se aburriera y de verdad se marchara
3. Despistarlo y poner en marcha la primera idea, salir corriendo
Pero, fuera lo que fuese debía de hacerlo rápido porque el cielo estaba cada vez más oscuro y yo demasiado perdida. Eso quería decir que la segunda opción no era de las mejores, y debido a mi falta de oxígeno la primera tampoco lo era. Pero ¿Cómo podía despistarlo?

De pronto, lo vi todo claro. ¿Y si lo ahuyentaba?
Entre su ubicación y la mía (más cerca de la suya que de la mía) pude divisar a ese simpático animalillo que es capaz de desprender un estupendo olor cuando se siento amenazado, una mofeta. Quizás si pudiera hacer que se viera en peligro, el fétido olor de la mofeta haría que se fuera sin pensarlo, y la poca distancia que nos separaba de ella me daría una ventaja para que no viera la dirección que yo tomara.

Mis manos buscaron de forma nerviosa algo para poder tirarle a la pobre mofeta y que no le hiciera daño. Palpé el suelo sin cesar hasta que mis dedos dieron con una pequeña piedra. Alcé la cabeza de entre los arbustos, cogí un pequeño impulso y lancé la piedra.
Bingo. Como esperaba, la piedra cayó cerca de la mofeta, sin tan solo rozarla, y ella temerosa alzó su cola y soltó su maloliente gas. Ahora solo tenía que contar hasta diez y salir corriendo.

Durante un breve fragmento de tiempo, no hubo ruido alguno en el lugar. Luego, un par de ruidos de hierba me alertó justo a tiempo de ver como una piedra o algo pesado salía disparado para caer junto a mi... y junto a una mofeta que se asustó y levantó la cola.

-¡Mierda!-maldije al tiempo que daba un santo enorme desde donde estaba sentado hasta alejarme de allí. Escuché como el gas apestoso del animal se desprendía por el lugar y conseguí esquivarlo a tiempo. Tal cual llegué tras un árbol, me quedé pegado a él, respirando tranquilo.

De casualidad a mi derecha localicé los ojos brillantes del perro que me miraba en silencio, mientras una mano le sostenía la boca. La chica no se había percatado de mi presencia. Suspiré cansado. Tenía la trayectoria perfecta. Si volvía a huir de mi en dirección contraria, acabaría volviendo a la zona del cartel. Algo es algo, ¿no?

-Oye, deberás buscar algo mejor para la próxima.-carraspeé posteriormente para hacerme de notar y que supiera que estaba bien cerca. Movía ficha ella.

Por fin, mi plan había funcionado. Al ver la piedra y a la mofeta el chico salió corriendo, tal y como yo lo había planeado. Nadie es capaz de aguantar ese pésimo olor. Yo hubiese sido la primera que hubiese salido corriendo si hubiera estado en su situación, claro está.

Me sentí tan orgullosa de mí misma que me concedí el placer de tomar dos segundos para coger aire bien fuerte y que este pudiera llegar a mis necesitados pulmones.
Entonces un ruido me alerta que tras de mi hay algo o alguien. Y ese alguien me habla. ¿Que mi plan había qué?
Espanto, vergüenza, decepción y muchas cosas más es lo que sentí en ese mismo instantes. El instante en que los marrones ojos del chico que llevaba persiguiéndome ya un rato se clavaron en mi como mil cuchillos afilados.
Me miraba satisfecho. Claro que pude comprender su satisfacción, pues era la misma que yo había sentido hacía apenas unos segundos cuando pensé que había ganado, pero no. Mi satisfacción se desvaneció justo en el momento en que lo vi tan cerca de donde me encontraba y seguía desvaneciéndose ahora que seguía ahí mirándome.

De pronto sentí un intenso calor que hacía arder mi cuerpo por dentro, mi respiración comenzó a agitarse y de la forma más valiente que jamás imaginé que yo pudiera soportar solté a T.T , me puse en pie y lo miré a los ojos.
-Pero ¿Qué quieres? ¿Todavía no te has cansado de correr? ¿No ha sido suficiente el olor de la mofeta? ¿Por qué sigues aquí? ¿Por qué?-.
No podía ser. Sí si si si...Había conseguido articular palabra mirando a alguien a los ojos y sin tartamudear. Había conseguido sacar un coraje jamás imaginado en mi.

El silencio se apoderó de la situación y fue entonces cuando la furia se apagó, comenzaron a temblarme las piernas y volví a sentarme porque no era capaz de sostenerme en pie. RIDÍCULO.

Por fin se percató de mi presencia. En lugar de huir o alejarse de mi, se pone de pie, se gira hacía mi, me encara y me grita.

No puedo más que abrir los ojos sorprendido y dejar escapar una sonrisa de ingenuidad y preocupación por haberla molestado.

-Por si no te has dado cuenta, es de noche. Y estamos fuera de Storybrooke. Ahora mismo estamos perdidos, tú por correr y yo por seguirte.-lo digo con tono amable pero firme, que vea que voy en son de paz pero con las cosas claras.-Y tú perro es lo único factible que veo para salir de aquí antes de que nos de una hiptermia.

Empezaba a hacer frío, y la noche ya brindaba cobijo a las sombras que nos rodeaban. El sol se había ocultado y el cielo se tornaba cada vez más azulado. Las estrellas ya iluminaban el cielo entre aquellas ramas otoñales y viejas. Sentía que debía salir de allí y volver a Storybrooke. Era una necesidad. Sabía que no podía abandopnar Storybrooke sin... ¿sin qué? De todas formas, quería volver con la chica.

Esperé pacientemente a ver si se relajaba y comprendía que sin ella no podría salir de allí. Que dependía de ella y que no le haría nada. Quizás tuviera una vena malvada y me abandonara a mi suerte en mitad del bosque. Pero no podía impedirme seguirla Por lo menos tenía que pedírselo de buenas antes de recurrir a la persecución... de nuevo.

Invecil. Me sentía tan invecil, ridícula, penosa, antipática, podía quedarme sin adjetivos y aún me seguía quedando corta. Nunca pensé que pudiera sentir tantas cosas a la vez. Y entre todos aquellos sentimientos estaba también el de arrepentimiento, por haberme comportado de esa manera con el chico, que solo quería ayudar y el de nerviosismo porque nunca me había enfrentado con nadie de esa manero, lo que también me acercaba al de orgullo porque aunque con dificultades lo había hecho.

Lo miro de reojo, sigue ahí de pie contemplándome. Nunca me hubiera podido imaginar que el día acabaría así, pero ya que había llegado hasta aquella situación, ¿Por qué no sacar un poco más de valor?
Con la mirada fija en el suelo y cada vez más ruborizada alcé una mano hacia donde él se encontraba esperando una ayuda de su parte para poder levantarme.
- Serena...Mi nombre es Serena- Si, si si si si. Lo había vuelto a hacer. Esta vez tuvo menos mérito que la otra y aún así seguía con el mismo nerviosismo y malestar que me causa el relacionarme con los de mi especie ( por así llamarlos), pero lo había vuelto hacer. Y aunque para muchos pueda resultar lo más natural del mundo, el dirigirle la palabra sin más a una persona que no fueran ni mis tíos ni mi perro, para mi era un gran avanza y un mérito. Quizás cuando consiguiera salir de aquí no volvería a hablarle, pero por ahora era lo mejor- Tienes razón...deberíamos...deberíamos salir de aquí. Ya está oscureciendo- aún me sorprendía que yo fuera capaz de decirle todo eso a una persona.

Lo que más me preocupaba era que T.T no fuera capaz de guiarnos hasta el pueblo y más ahora que cada vez el cielo estaba más y más oscuro. Lo que más temía era que tuviese que pasar una noche en el bosque, a la intemperie, sin que mis tíos supieran nada sobre mi paradero y sobre todo, con un desconocido. Así que - Serena reza todo lo que sepas para poder encontrar el camino de vuelta- me dije a mi misma.

Tendí su mano para levantarla y la solté en cuanto estuvo de pie. Parecía como intimidada, o como si yo fuera un leproso al que si miraba le pegaría mi autismo personal o algo. Omití ese detalle hasta que vi que me hablaba sin apenas mirarme. Y hablar era relativo, porque dijo escasas dos frases.

Di un paso atrás para contemplarla en la penumbra.-¿Te pasa algo? ¿He hecho algo que te molestase? Aparte de correr detrás de ti y aparentar ser un violador o algo, claro.-intenté romper el hielo con ella. Necesitaba que se pusiera en movimiento, o que el perro lo hiciese.

La única salida en caso de no hacer eso era... miré el suelo. Por donde habiamos pisado habiamos dejado marca. El suelo estaba lleno de hojas de colores otoñales y mojadas, lo cual significaba que se quedaban las pisadas. Pero era muy oscuro, muy dificil volver en aquella penumbra usando aquella salida. Falsa alarma.

Me acerqué a acariciar al perro y le sonreí. Adoraba a los animales. Aunque yo solía darle miedo a los animales. Pero a este le caía bien, no sabía por qué.

-Puedes llamarme Leo. Los que me conocen me llaman así.-Los pocos... ciertamente.

Tan rápido como pude sentir que sus manos rozaban las mías y me ayudaban a levantarme, también pude sentir como se deshacía de ellas igual de rápido o incluso más- Gracias- dije aún sin mirarlo.

Me acerqué a T.T . Por mi mente pasaban mil y un pensamiento pero sobre todo el como salir de allí. Mis ojos recorrieron el lugar una y otra vez buscando indicios de algo conocido, un árbol distinto, una huella que hubiésemos marcado en la húmeda arena o cualquier otra cosa, no obstante al igual que la primera vez solo podía ver árboles, árboles y más árboles y para mi desgracia todos iguales.

Tras una breve pausa dramática, miré al chico el cual seguía a mi lado y que parecía haber pensado que mi huida se debía a un temor hacia su persona- No...No...No te preocupes. No eres tú soy yo- vaya frase más típica y sobre todo ridícula.
Se deslizó junto a mi y comenzó a acariciar a T.T. El perro estaba más tranquilo de lo normal, nunca se encontraba tan quieto cuando un desconocido intentaba acariciarlo, jamás le hizo daño a nadie pero tampoco mostraba que fuera de su agrado.
Mi poca costumbre con el contacto humano hizo que la cercanía del chico me coloreara aún mas las mejillas de un intenso colorado y que el corazón comenzara a palpitar a una velocidad extremadamente exagerada cuando llegó hasta mi nariz el dulce aroma de su perfume.

Con las manos algo temblorosas por la falta de costumbre de una compañía duradera, acaricié a T.T para captar toda su atención. Cuando este me estuvo mirando me coloqué de pié frente a el y colocando el pulgar y el índice bajo la lengua di un silbido de alarma que hizó que T.T comenzara a olisquear la zona dando así comienzo el primer plan para la vuelta a casa.

Verla en aquella situación me causaba algo de ternura. La pobre chica parecía cortada. Yo tendría que tener una horrible cara y parecer un vagabundo para haberla asustado saliendo arrastras de esa colina llena de hierba, hojas y tierra.
Tendría que empezar de cero para ganarmela y que confiara un mínimo en mi. Al menos no me había amenazado con su perro.

Aviso a su perro con un silbido y este comenzó a olisquear el suelo. Miré hacía una dirección y según mi orientación, me decía que era hacía ella, pero seguiria al perro, que por suerte, apuntaba más o menos en ese camino.

-Bueno, Serena. Espero que confies algo más en mí e intentemos salir de aquí.-Avancé un poco junto al perro y oteé el horizonte oscurecido.-Si no, espero que no te importe pasar la noche de acampada.-sonreí para romper el hielo.

Caminé y empecé a ir lentamente a un lado del perro, caminando con cuidado para no tropezar con ninguna raíz ni ninguna piedra mal colocada. Me giré hacía la chica y le guiñé un ojo aunque no sabia si lo vería para que caminara.

Más adelante, ya en silencio, suspiré agotado. Habíamos corrido mucho- Y ahora oía los ruidos de búhos, aves nocturnas y... ¿había sido eso un lobo? Debíamos salir. Ya.

De forma inmediata T.T obedeció mi orden y comenzó a olisquear cada rincón del bosque en busca de una salida. A veces me sorprendía de lo bueno, inteligente y fiel que podía llegar a ser aquel chucho.
Volví la mirada hacia aquel chico, Leo. El pobre estaba hecho unos trapos, lleno de tierra de haber salido de entre los hierbajos. Por un momento llegué a sentir ternura, pero de nuevo se apoderó de mi ese agobio y nerviosismo.

El perro comenzó a avanzar y Leo fue tras él. Al parecer tenía la intención de que tomáramos algo de "confianza" para hacer el camino más ameno. Se había cruzado con alguien un poco difícil para eso, pero yo haría todo lo posible, al fin y al cabo había sido la única persona a parte de mis tíos que había tenido una conversación de más de dos palabras conmigo.
Mi preocupación fue en aumento cuando insinuó el pasar una noche a la intemperie. Era una opción que ya había estado barajando pero el simple hecho de que fuera él el que lo insinuara y mostrara su idea en voz alta me preocupaba más, pues lo hacía más real.

Me guiñó un ojo, y yo, yo con cara de invecil fui tras él. Realmente debía sacar fuerzas y ser amigable y simpática y relacionarme un poco más, sino el camino se iba a hacer muy largo, silencioso e incomodo.
Lo volví a mirar y pude ver que guardaba algo en una de los bolsillos del pantalón. -Bu...Bu...Bueno y ¿Qué es eso que llevas ahí?- Seguía tartamudeando pero algo era algo. Poco a poco. Lo miré de reojo y sonreí.