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Mensaje por Sydney J. Watson Jue Ago 02, 2012 8:06 am

La rutina de Sydney no es que hubiese cambiado especialmente desde que estaba con Everett, la única diferencia palpable eran los días que se quedaba en Caja de Cartón o cuando él se quedaba en casa. Incluso Nathanaël parecía más cordial con el profesor y ella sabía perfectamente que lo hacía por ella. Eso demostraba que a pesar de sus diferencias el chico era lo suficientemente educado y consciente para no comportarse de ninguna manera que pudiera ofender o molestar a Everett, aunque Sydney sabía que eso era algo difícil de lograr.

En esos momentos estaba sola en casa con Pedro y Romi a los cuales veía corretear desde el sofá donde estaba sentada a través de las puertas que daban al jardín. Nathanaël había salido hacia un rato puesto que Robert Monroe le había llamado. No sabía que debería ir a asesorar puesto que el pueblo era lo suficientemente tranquilo como para que nunca pasara algo realmente importante. De todos modos nunca le preguntaba a su compañero por esas cosas (al menos cuando se iba) porque no quería que se pusiera a gruñirle o algo parecido.

Fue en ese momento cuando sus ojos se desviaron hasta el reloj que se le ocurrió la idea. Sabía perfectamente que Everett estaba liado con todo aquel rollo de la convención de ciencias de la escuela puesto que hacía dos días que no se veían. Suponía que llegaba demasiado cansado después de todo el día trabajando así que se había quedado aquellas dos noches con Nate viendo películas en casa. Sin embargo en aquel momento sentía que tenía la necesidad de verle, estar cerca de él y sentirle a su lado. Como si una fuerza sobrenatural la arrastrará inconscientemente hacía el profesor. De la misma manera que algo en ella quería contarle que sus malos sueños persistían cuando no dormía con él, por temor a preocuparle y que no se concentrase en su trabajo, que después de todo era importante. Muy importante y ella sabía que era algo que le apasionaba.

Le habían indicado que se encontraba en el laboratorio. A aquella profesora no pareció extrañarle verla por allí, después de todo Sydney alguna que otra vez había ido a buscarle al colegio para hablar con él o hacer cualquier cosa juntos. De paso evitaba que el pobre se perdiese por el pueblo. En ella no era tan rara una acción como aquella, siempre había sido impulsiva y acababa haciendo aquel tipo de cosas porque le apetecía. Además… habían sido amigos durante muchos años, ¿por qué deberían pensar que las cosas habían cambiado?

Los alumnos más rezagados aún caminaban por los pasillos, algunos hablando en pequeños corros y otros trasteando en las taquillas, pero ninguno de ellos pareció reparar en su presencia lo cual ni tan siquiera le importó lo más mínimo. Vio salir a un alumno de laboratorio de ciencias hasta el que se encaminó ella, comprobando que Everett se encontraba solo. Una sonrisa inconsciente curvo sus labios al tiempo que entraba. No sabía como lo hacía, pero incluso llevando tacones era capaz de cruzar una habitación sin hacer el más mínimo ruido. Llegó hasta la zona donde estaba Everett, quedando a escaso medio metro de él, quizá menos.

- Tengo una duda que quizá me pueda responder, profesor O’Connor – Que raro se le hizo oírse a sí misma decirle “profesor O’Connor” tanto que esbozó una sonrisa divertida casi al momento de que esa frase saliera de sus labios.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Jue Ago 02, 2012 8:35 pm

Emocionado era un adjetivo que se le quedaba corto a Everett. En aquellos mismos instantes estaba más que emocionado. Le había propuesto al director del colegio público de Storybrooke la maravillosa idea de una convención de ciencias para inspirar a los alumnos a estudiar con más ánimo aquella asignatura, y además para los adultos (quienes les hacían creer a sus hijos que las ciencias no servían para nada). Cuando recibió el "sí" tuvo que reprimir un salto de alegría y una voltereta por todo lo alto delante del director. Desde aquel día había estado más concentrado de lo habitual para que la convención de ciencias fuera lo mejor posible.

Al joven profesor se ciencias se le podría considerar como una persona más o menos organizada. Preparó unas cuantas charlas para dar a los alumnos y a los adultos que quisieran asistir a la convención (que tomaría parte en el laboratorio de ciencias del colegio), además de realizar unos sencillos experimentos para demostrar que la ciencia es más que unas cuantas teorías y cálculos matemáticos (aunque a Everett todo aquello le fascinaba también). Había estado preparándolo todo poco a poco, pero conforme se acercaban los dos días indicados en los cuales iba a llevarse a cabo la convención, necesitaba más tiempo para trabajar (ya que como era de esperar, era el único encargado). Así pues, durante la semana de prepararón por supuesto que había tenido tiempo para estar con Sydney y su secreta relación, pero aquellos dos días de la convención no pudo verla ya que Everett no tenía tiempo ni siquiera para tomarse un descanso y verla, aunque sí que le había enviado mensajes.

Las dos primeras horas de la mañana había sido la charla con los adultos, a los que les explicó cómo funcionaba el método de las huellas dactilares y los extintores. Cuando acabó aquella charla, Everett notó en sus rostros como sorpresa y confusión, ya que quizás no lo hubieran entendido del todo, pero lo que se percibía claramente era un nuevo interés hacia la ciencia. Las siguientes horas de la mañana las pasó con su clase y otros niños, con los que estuvo haciendo experimentos en el laboratorio a la vez que explicaba la teoría en la pizarra. En esa ocasión había hecho el experimento del huevo flotante y el volcán submarino, unos clásicos en aquel mundillo. Como era de esperar, la participación fue grandiosa y los experimentos salieron perfectos ante el asombro de todos aquellos jóvenes.

-¡Bueno, ya nos gustaría a todos pasar la tarde aquí otra vez, pero... tenéis que ir a vuestras casas! ¡Ya casi es la hora de comer! -todos comenzaron a recoger sus cosas y Everett se dedicó a borrar la pizarra, lo que provocó que tanto su jersey como su cara se llenasen de esta.

Mientras recogía sus papeles dándole la espalda a la puerta, se permitió pensar en Sydney, ya que seguramente aquel día tampoco podría verla puesto que se pasaría toda la tarde fregando los utensilios de laboratorio y ordenando el laboratorio (aquello ahora era un absoluto caos). Suspiró algo triste por eso, por eso y por aquella persona que todavía no había encontrado. Seguía soñando con el bosque, pero con el tema de la convención aquella sensación de nostalgia había desaparecido. ¿Se habría acostumbrado acaso a aquellos sueños? Por primera vez en dos días, comenzó a pensar en sus problemas, pero aquello poco duró ya que escuchó una voz. Everett estaba tan distraído que no reconoció aquella voz, cogió unos papeles y digo aún a espaldas de la puerta:

-Noah, si quieres los papeles para el experimento del imán ingrávido aquí los tienes... -comentó casi seguro de que era ella. Se giró lentamente para entregárselos y en vez encontrarse con la joven de pelo moreno y ojos azules, se encontró con Sydney. Primero, abrió mucho los ojos por no haberla reconocido, ¿es que acaso con dos días sin verse ya se había olvidado de ella? Quizás le hubiera confundido aquel "profesor O'Connor". Fue a decir algo pero primero dejó aquellos papeles de nuevo sobre la mesa y luego fue a acercarse hasta ella. ¡Menuda sorpresa tan agradable! Comprobó primero que no había nadie por los pasillos y sintiendo que estaba haciendo algo "peligroso", la llevó con él para besarla en los labios para después decirle-. ¿De qué duda se trataba?
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Mensaje por Sydney J. Watson Vie Ago 03, 2012 10:31 am

“Noah, si quieres los papeles para el experimento del imán ingrávido aquí los tienes...”. Sabía que Everett era despistado y muchas veces se iba a su mundo. Era algo que había comprobado un millón de veces y aunque pudiera parecer tonto, era una faceta de él que ella consideraba adorable, a pesar de los “problemas” que pudiera acarrear, para ella era simplemente eso: adorable. Tuvo que aguantarse las ganas de reírse cuando Everett se volvió, no solo porque la hubiese confundido con Noah sino también por la tiza que tenía en el rostro y en la ropa.

- Tienes… - Tuvo que callarse cuando él se acercó hasta ella. Notó que comprobaba que no había nadie cerca por los pasillos. Se dejó llevar por el profesor y sus labios se curvaron en una sonrisa cuando Everett la besó, beso que ella le devolvió. – Pues… no sé… ¿Acaso tengo cara de Noah? – Le preguntó finalmente, pero la sonrisa que había en su rostro dejaba ver perfectamente que no estaba enfadada ni nada parecido. ¡Ni que se fuera a enfadar por algo así! – Pensé que quizá querrías ayuda… - Se encogió de hombros – No tenía trabajo esta tarde y pensé venir a comer contigo y de paso ayudarte con este… - Volvió la mirada hacía el caos en el que se había convertido – Caos – No había otra forma posible de describir el laboratorio en esos momentos.

Pensar que ella era horriblemente ordenada… Se le hacía irónico haber acabado con alguien que era totalmente lo contrario a ella en ese sentido.

¿Se podía saber como eran capaces de hacer algún tipo de experimento con todo aquel desorden en el laboratorio? Lo volvió a mirar unos segundos. Desde luego allí había bastante tiempo de trabajo. Los caos no se ordenaban de un momento a otro, para nada. En absoluto. Volvió la mirada nuevamente hacia Everett volviendo a esbozar una sonrisa divertida cuando vio la cara del joven llena de tiza. Dejó el bolso que llevaba colgando de uno de sus hombros encima de la mesa antes de volver con él.

- Tienes tiza en la cara… - Le comentó en ese momento mientras ella misma empezaba a limpiarle la cara suavemente con una de la manos, de una forma que asemejaban incluso caricias. Le sonrió ligeramente cuando terminó dándole un último toquecito en la nariz con el dedo índice – Ya está. Mucho mejor. – Aunque dudó durante unos segundos al final pasó también su mano por el cabello del profesor antes de romper el contacto – Y… también tienes en la ropa – Señaló después mirando al jersey que Everett llevaba puesto y sacudiéndoselo ligeramente antes de cruzarse de brazos.

Era extraño, pero desde que había entrado en aquella aula se sentía muchísimo mejor como si el simple hecho de estar en la misma habitación que Everett le quitara un enorme peso de encima, llenara algún tipo de agujero que no sabía que existía hasta que lo notaba lleno. – ¿Cómo ha ido la convención? Los mensajes no dan abasto para explicar la experiencia. – Ni para sustituir su presencia, pero eso decidió no decirlo. No era algo que ella soliera decir, claro que tampoco solía pensarlo y acababa de pensarlo. – ¡Cuéntame, que habéis hecho! – Dijo acercándose al escritorio y con cuidado de no estropear ninguno de los papeles de Everett se sentó encima, tomando el bolso y poniéndolo sobre su regazo – Espero que tengas hambre… He traído ensalada de pasta como te gusta a ti – Y es que lo que era una buena ventaja en aquella relación es que los dos tomaran el mismo tipo de comida.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Sáb Ago 04, 2012 1:06 am

Everett era sincero, apreciaba la sinceridad por encima de muchas cosas y en aquellos momentos no se arrepentía de haber sido sincero con Sydney. Llevaban relativamente poco tiempo juntos, pero había que sumársele el tiempo que llevaban siendo muy buenos amigos. Seguramente aún quedarían cosas por descubrir en aquella relación, entre ellos dos, pero aquello era lo curioso y lo maravilloso de estar juntos. Por supuesto Everett se había preocupado un poco por si Sydney se iba a molestar por su confusión con Noah, pero últimamente estaba preocupado por la muchacha y... simplemente le apareció su nombre en la cabeza. Había sido algo extraño, sin embargo no le dio importancia.

-No, por supuesto que no tienes cara de Noah, ¿quién tiene cara de Noah?

Arrugó la nariz de forma bromista. No había tensión ni nada parecido, por eso le encantaba estar con Sydney porque podía comportarse libremente tal cual era, sin necesidad de esforzarse. Ella ya conocía su forma de ser y viceversa. Al escuchar que había ido a verle, se entusiasmó tanto que no pudo evitar abrazarla tras darle un nuevo beso pero esta vez en la mejilla. Después se paró a observar su alrededor, su querido laboratorio, el cual, sí, era un caos debido a que no había tenido tiempo a ordenarlo todo. Se podía decir que por motivos de trabajo, el laboratorio era el único que mantenía ordenado y limpio, lo demás, como por ejemplo su habitación era... no una pocilga porque estaba limpio, pero sí un laberinto de cosas ordenadas donde solamente él encontraba lo que quería.

-¿Caos? Has estado en mi habitación Syd, esto es una mínima parte -bromeó ligeramente, ya que sí, estaba peor que su habitación y por eso pretendía pasarse toda la tarde recogiendo el laboratorio. Cerró los ojos un poco cuando Sydney comenzó a quitarle la tiza de la cara y del pelo. Quizás se había emocionado demasiado escribiendo y borrando la pizarra-. Gracias -después se miró su jersey-. ¡Vaya! ¡No me había dado cuenta! -y también se sacudió un poco el jersey tal y como había hecho ella antes. Aún quedaba un poco de rastos, pero nada serio.

Sin dejar de prestarle atención, se dirigió hacia la puerta hasta cerrarla y ver que la gente pasaba de largo del laboratorio. Mejor sería que nadie los fuera a interrumpir o los pillara juntos, y así nadie los molestaría tampoco si recogían el laboratorio después. De vuelta al lado de Sydney se permitió recoger unos papeles por el suelo para después tirarlos a la papelera, chasqueó la lengua observando la pizarra borrada y sonrió ante la pregunta sobre la convención.

-Bastante bien, muy bien. Ha venido más gente de la que esperaba, aunque aún quedaban plazas libres -rió feliz por el éxito-. Lo hemos pasado bien y la verdad es que ha merecido la pena haberlo preparado todo, ¡seguro que los chavales vendrán con más ganas para estudiar! -lo esperaba de verdad. Cogió un taburete para sentarse en frente de Syd y se cruzó de brazos pensativo-. Vamos a ver... Primero he contado por encima la historia de la ciencia y como actúa ésta en nuestras vidas, y luego hemos ido a la parte práctica y más divertida... Los experimentos y eso... Tenía unos proyectos preparados para los adultos y otros distintos para los estudiantes -Everett posó los ojos en el bolso de ella y abrió los ojos agradecido-. ¿Ensalada de pasta? ¡Gracias! Estaba hambriento y mi comida de hoy iba a ser algo de la máquina expendedora... ¿Y cómo te ha ido a ti todo? Me gusta oírtelo decir en vez de leerlo por mensaje -se rascó la barba y sonrió abiertamente. De momento todo estaba yendo estupendamente.
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Mensaje por Sydney J. Watson Sáb Ago 04, 2012 12:00 pm

Cierto. Su habitación era otro pequeño caos en el mundo, pero… - Me estoy empezando a adaptar al caos de tu habitación. El otro día ya no me tropecé cinco veces cuando me levanté para ir al baño. ¡Solo tres! – Lo dijo en un tono bromista que se complementó con la sonrisa de su rostro – Quizá el problema sea que yo soy un poco, demasiado ordenada.

Que no se había dado cuenta de que llevaba restos de tiza en la cara y la ropa era obvio, pero también era algo muy normal tratándose de él. En el caso de que se hubiera dado cuenta de aquello, entonces habría sido cuando Sydney se habría preocupado. Eso hubiese sido lo extraño y anormal, no el hecho de que ni se hubiese percatado – De nada – Le respondió al tiempo que sus orbes castaños se fijaban en la pizarra intentando imaginar toda esa cantidad de operaciones que a sus ojos eran complicadísimas y él hacía en un abrir y cerrar de ojos. Eso y los dibujos. Si competían en un juego con preguntas de ciencias estaba muy claro quien de los dos ganaría.

- ¿Qué experimentos habéis hecho? – Y sí, así era ella. Siempre estaba preguntándole y poniendo interés en las cosas que hacía. No porque fuese su amigo, ni porque ahora además fuesen parejas. Simplemente le encantaba saber más de todo y él era una gran fuente de información, al menos en lo que a ciencias se refiere – Algún día me tienes que enseñar alguno más… - Porque ya le había enseñado alguno a lo largo de los años y ella siempre se había quedado ligeramente anonadada.

Era fascinante. La forma como hablaba de ello, la sonrisa que tenía plasmada en su rostro, el brillo en sus ojos azules y la felicidad que transmitía. Se palpaba en el ambiente lo mucho que él amaba las ciencias, pero lo más fascinante de todo aquello era que conseguía que la persona que le escuchaba sintiera curiosidad y que incluso le fascinara (aunque no siempre tanto como a él. Era imposible) ese mundo en el que se movía el profesor aunque en un principio no te gustasen en absoluto las ciencias. Ella podía tirarse horas escuchándole que no se aburrirá – Habría venido yo también pero temía distraerte con mi presencia – Bromeó al tiempo que se inclinaba hacia delante y pasaba los brazos por el cuello de Everett acercándose a él – No puedes hacerte una idea de lo orgullosa que estoy de ti – Murmuró antes de depositar un casto beso en los labios del profesor – Muchísimo – Sonrió cuando sus labios aún estaban rozándose antes de separarse completamente de él - ¡Me encanta verte tan feliz! – Exclamó tan entusiasta e impulsiva como siempre, con aquella vitalidad que la caracterizaba, muy alejada de la Sydney que se había encontrado Everett la mañana que decidió sincerarse. Decidieron sincerarse.

Lo único que quedaba de aquella Sydney eran los sueños que acudían a su cabeza. Se bajó de la mesa sentándose en la silla de profesor que había allí antes de sacar el tapper de su bolso y lo colocó encima de la mesa entregándole un cubierto a él y quedándose uno ella – A ver si es verdad que tenías tanta hambre… - Le dijo divertida dándole permiso a ser el primero en empezar a comer – Bien, como siempre. Aún no ha venido a verme nadie que este tan loco como para preocuparnos – Bromeó soltando una risita – En realidad, a veces solo es gente que necesita desahogarse y no tiene con quien hacerlo o simplemente no tienen a quien les entiendan… y, bueno, como ya te dije ayer, tuve sesión de película en casa con Nate. – Se quedó unos segundos pensativa – Y me enteré de que Grace Sullivan al parecer ha tenido un lío con uno de tus compañeros… No recuerdo ahora como se llamaba… Lo tengo en la punta de la lengua – Unos segundos de silencio - ¡Sebastian Jones! ¡Eso es! Yo no entiendo como la gente hace esas cosas, yo no seré capaz. Antes te diría que algo va mal y…, ya sabes.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Lun Ago 06, 2012 1:42 am

Everett a veces deseaba por preguntarle más sobre el trabajo de Sydney, pero claro, debía mantener los secretos de sus pacientes bien guardados y esa era la base del trabajo de un psicólogo. Por eso mismo, él siempre preguntaba cosas superficiales, intentando no meterse demasiado, para preservar la intimidad de la gente que acudía a Sydney. Ellos tenían su vida y Everett la suya. Pero le sabía bastante mal no poder preguntarle más, cuando ella mostraba tanto interés por su trabajo, por sus experimentos... Aunque, menos mal que tenían otros temas de conversación (tenían miles). Se rascó la cabeza y después extendió los brazos bastante orgulloso:

-¡Con los estudiante hemos hecho un volcán submarino y el experimento del huevo flotante! La verdad es que el segundo experimento es cuanto menos curioso... Cuando han visto el huevo flotar levemente, todos se han ido amontonando para observar el fenómeno. Luego no paraban de bromear con que si se comían ese huevo exactamente, si luego irían a adquirir habilidades especiales... -rió bastante, ya que aquello le recordaba a los típicos orígenes de los superhéroes. ¿Mr. Volador, por ejemplo?-. ¿Te imaginas que un día de éstos acude a tu consulta uno de mis estudiantes con extraños síntomas, argumentando que puede volar? ¡Como en los cómics! -sonrió nuevamente cuando escuchó la petición de ella. Se acordó del primer experimento que habían hecho juntos, cuando todavía no eran pareja. Sydney se había pasado por ese mismo laboratorio a hablar con él, mientras que Everett estaba realizando unas pruebas para unas prácticas del día siguiente. Sydney mostró bastante interés y ambos montaron todo-. ¡Claro! Podemos hacer experimentos en casa, me sé un par sencillos y que tienen que ver bastante con la cocina. Como yo digo, la química es como la cocina, más o menos claro, los ingredientes marcan una gran diferencia.

Alzó las cejas ante su comentario y por aquel beso que no se esperaba, pero que recibió estupendamente. Sí, quizás Sydney le hubiera distraído o quizás no, pero lo hecho, hecho estaba y ahora era feliz teniéndola allí, en aquellos momentos. Desde luego, después de aquella mañana en la que Everett había acudido extasiado y completamente destrozado a casa de Sydney, todo había ido viento en popa. La sensación de ir en busca de alguien seguía viva, permanecía latente pero parecía que hubiera aminorado, que simplemente molestaba cuando estaba solo. Aún así, necesitaba buscarla, tal y como le había dicho a Sydney, pero la psicóloga le había entendido perfectamente. Le agarró una mano con suavidad y se quedó mirándola:

-¿Y tú? ¿Eres feliz?

Cogió el cubierto que le tendía y se quedó mirando el tapper encima de la mesa. Decidió acercar más su taburete a la mesa para poder alcanzar. Pinchó una espiral blanca y se lo llevó a la boca. En su punto, muy bueno. Enseñó el pulgar, intentando decirle que estaba como siempre, buenísimo y que además, con la hambre que tenía, sabía mejor. Pinchó una lechuga mientras escuchaba a Sydney y asintió varias veces.

-Claro, desahogarse. Todos necesitamos desahogarnos de vez en cuando -bien lo sabía Everett. Repentinamente, cuando le contó lo de Grace y su compañero de trabajo, no pudo evitar atragantarse por la sorpresa. ¿Cómo se había enterado? Quería decir que... él no se había enterado de nada aun trabajando en un lugar tan público. Aunque tampoco era de extrañarse, Everett siempre iba pendiente en su mundo, respetando de los demás-. ¿Sebastian con Grace? Vaya... Creía que el matrimonio Sullivan iba bien, aunque claro, yo poco sé... Que curioso, muy curioso. Entonces, ¿engañaron al señor Sullivan, al médico? Bueno, como siempre diré, la verdad siempre por delante...¡Y bueno Syd, no seas gafe, ahora no! -no se tomó muy en serio sus últimas palabras puesto que ahora no quería pensar en nada de eso. Ahora estaban bien, mejor no pensar demasiado en el futuro y sus infinitas posibilidades.
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Mensaje por Sydney J. Watson Miér Ago 08, 2012 4:46 am

Todo aquel entusiasmo la hacía sonreír como si de alguna manera Everett consiguiera transmitirle todo aquello que estaba sintiendo de una forma directa. A ella misma le dolía no poder hacer lo mismo, no poder transmitir todo lo que sentía cuando la gente acudía a ella, no poder contar su día a día de la misma manera en que lo estaba haciendo él. Parecía como si no quisiera compartir nada con él, cuando en realidad era todo lo contrario, quería compartirlo todo con él.

- El segundo lo conozco – Apuntó con una sonrisa en el rostro y también río con la ocurrencia del joven – Como aparezca uno de ellos, diciendo algo semejante, te echaré la culpa a ti – Espetó usando un tono de broma, pero apuntándole con el dedo índice mientras hablaba – Lo peor es que la gente está así de loca… ¡Algunos creían a raíz de leer Harry Potter que podían volar con una escoba! ¡Por Dios! – Se llevó una mano a la frente, porque seguía sin entender como era que a la gente le costaba tanto separar la realidad de la ficción. – Eso de que la cocina es como la química, aclara muchísimas cosas – Bromeó, puesto que precisamente la cocina era uno de los campos que a Everett se le daba especialmente bien. Ella misma había podido comprobarlo.

“¿Y tú? ¿Eres feliz?” aquella pregunta sumado al hecho de que le agarraba la mano con suavidad la dejó totalmente descolocada. Se quedó mirándole unos segundos en silencio sin saber que decir – Sí, claro que soy feliz – Contestó aunque no demasiado convencida, incluso la sonrisa en su rostro se notó ligeramente forzada – Lo soy Eve, te tengo a ti – Y esta vez la sonrisa que esbozó fue totalmente sincera y para nada forzada – Es solo que…- Se llevó la mano al cabello echándoselo hacia atrás – Esos sueños siguen acudiendo a mi cabeza y no logro quitármelos de ahí… Hasta me da la sensación de que cuando tengo esos sueños me levanto cansada, como si no hubiese dormido absolutamente nada – Quizá porque tenía la sensación de que eran tan vívidos que casi parecía que los estuviese viviendo al mismo tiempo que los soñaba – Acabaré medicándome a mí misma – Sonrió, en realidad no era tan mala idea si lo pensaba bien, al menos lograría dormir mejor de lo que lo hacía últimamente – Se me pasará, seguro – Dijo con decisión buscando no preocupar demasiado a Everett.

Eso si que era sorpresa, estuvo a punto de hacer algún movimiento para ayudarle, cuando volvió a hablar – Eso parece. Me lo contó Nate…, se enteró estando en la comisaría. A mí no es que me sorprenda demasiado, relación relámpago, boda en un visto y no visto, embarazo… Como que era todo demasiado precipitado. Aún así no me parece bien engañar a tu marido y menos cuando esperas un hijo suyo, pero ella verá… Si ahora le escriben cosas obscenas en el coche o le hacen algo a su casa que no se extrañe. Estamos en un pueblo – Se encogió de hombros. ¿No era por eso que ellos habían decidido mantenerlo de forma secreta? Aunque Sydney tenía claro que tarde o temprano los secretos salían a la luz.

Solo entonces se animó a pinchar ella también la ensalada llevándose la comida a la boca y comprobando que como le había dicho Everett por gestos estaba bastante bien – Oye Eve… ¿Te apetece quedarte hoy en casa? – Y con “en casa” obviamente se estaba refiriendo a su casa. – Te he extrañado estos días…
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Mensaje por Everett N. O'Connor Miér Ago 08, 2012 9:51 pm

Sí, Everett bien entendía las ocurrencias de aquellos lectores de la saga del joven mago. Cuando llegó el libro a sus manos y leyó la parte de las escobas mágicas, lo primero que pensó era que se iba a fabricar una para él. Everett no creía en la magia, sino en la ciencia. No recordaba muy bien qué edad tenía cuando comenzó a leer los libros, tampoco qué recursos tenía, pero sabía claramente que hizo unos planos sobre aquella escoba voladora. En teoría, Everett no iba a utilizar una escoba normal, de esas de plástico, sino las que se utilizaban en el pasado, con un palo de madera lo suficientemente resistente como para aguantar el peso de una persona normal. Después se las ingenió para pensar en la construcción de dos turbinas que funcionarían como cohetes e impulsarían a Everett sobre el cielo. Claramente, ese proyecto nunca lo llevó a cabo, pero recordó que los planos seguían estando en su habitación y cada vez que los miraba le entraba una extraña nostalgia.

Se cayó su comentario al escuchar la respuesta de Sydnet ante su inocente pregunta, porque era eso, inocente. Ahora que los dos amigos eran algo más, a Everett le gustaría saber si era afirmativa o negativa la respuesta. ¿Qué sería lo que ocurriría si la respuesta era negativa? Bien, Everett se esforzaría al máximo para que todo marchara mejor. Quizás se entristeciera, pero prefería la verdad que unas palabras compasivas. Al fin, lo escuchó. En primera instancia, Sydney no parecía muy convencida, pero poco a poco la sinceridad se esclarecía en su rostro. Después le habló de sus sueños, aquellos que le impedían dormir con normalidad. Le apretó ligeramente la mano, al igual que él, ella también sufría por culpa de su mente. Desconocía una solución a su problema, por eso mismo estaba seguro que debía buscar a esa persona, a esa persona. Everett le dio un ligero apretón en la mano y sonrió apenado.

-No creo que sea bueno que te automediques... Es como si yo ahora me pusiese deberes a mí mismo... ¡Oye, suena bien! -dijo consiguiendo desviar un poco el tema-. Entre tus sueños y los míos podríamos escribir el guión de la película, ¿te parece bien?

Sugirió como si fuera un proyecto que realmente iban a llevar a cabo. Everett decidió entonces dejar de lado aquel tema ya que tendrían otros momentos para hablarlo. Lo importante ahora era alimentarse, charlar un poco y después recoger el laboratorio, que por muy pocas ganas tuviera de limpiarlo, nadie lo iba a hacer por él. Tosió levemente al escucharla hablar sobre la mujer de Sullivan. ¿Pintarle el coche? ¿De verdad la gente hace esas cosas?

-No sabía que vivir en el pueblo conllevaba tantos riesgos... Quiero decir, sabía lo de los chismorreos y por ese mismo motivo... Bueno, nadie sabe que estamos juntos... -pinchó de nuevo en la ensalada de pasta y estuvo comiendo tranquilamente, saboreando la comida, pensando en sus palabras-. Es como una aventura todo esto, ¿no crees? -dijo mirando por encima de su hombro, asegurándose de que la puerta seguía cerrada. Ahora con el tema de los Sullivan se volvería un poco más paranoico, solo un poco más. Entonces Sydney le preguntó si se podría quedar en su casa (la que compartía ella con Nathanaël). Dudó durante unos instantes, observando su alrededor. Sí, él también la había echado de menos-. Claro, Nate ya está acostumbrado a verme por allí, ¿no? Simplemente tendré que avisar a Matthew para que no me espere a cenar y ningún problema -se acercó hasta que sus labios llegaron a su frente para besárselo-. Eso sí, de momento, tenemos trabajo que hacer... ¿Cómo he podido causar tanto estropicio?
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Mensaje por Sydney J. Watson Vie Ago 10, 2012 11:54 am

Era increíble lo que un simple apretón de mano podía provocarle, que con solo con aquel gesto una inmensa paz la llenase. Era una sensación placentera y totalmente maravillosa. Cada vez que la tocaba, la acariciaba, le recorría una sensación que no había sentido nunca con nadie, como si le diera una corriente eléctrica que recorría todo su cuerpo, haciendo que cada parte del mismo se estremeciera. La hacia sentirse plena, sin vacío alguno en su interior, como si fuera todo lo que necesitaba. ¿Qué más daban sus diferencias si se sentía de aquella manera a su lado? Todo eso dejaba de tener importancia cuando él estaba con ella.

- No creo que tuviese las mismas consecuencias – Bromeó a pesar de lo serio del comentario, puesto que ponerse a sí mismo deberes no era ni de lejos lo mismo que automedicarse. – Una película de terror en todo caso – Porque sus sueños distaban mucho de ser algo de color de rosa. Es más, no entendía a que venían tantos sueños de batallas, sangre, dolor… y algún resquicio de felicidad y orgullo propio. No le entraba en la cabeza que podía estar maquinando su subconsciente.

Ella si que lo sabía, posiblemente porque no vivía en su mundo como Everett en muchas ocasiones y una parte de ella le envidiaba por ello, porque habría hecho lo que fuera por poder escaparse un rato con su cabeza a otra parte, pero sencillamente no era capaz. Ella sabía bien los riesgos que tenía vivir en un pueblo pequeño donde la mayoría de la gente se conoce porque lo veía cada día en sus pacientes, en las cosas que ocultaban a los demás para no ser juzgados, cosa que en un sitio como Storybrooke pasaba a menudo y quizá incluso con demasiada facilidad. – Bueno, olvidas a Nathanaël y Matthew – Que era más que obvio que lo sabían, no solo porque Nate les hubiese pillado aquella mañana en la que se confesaron sino también porque pasaban la noche en una casa u otra y eso era difícil de ocultar. Y luego estaba ella, que había quedado más que claro que lo sabía. Sonrió ligeramente cuando Everett mencionó que todo aquello era como una aventura, pero no soltó ningún tipo de comentario como habría hecho normalmente, se limitó a mirar al vacío durante unos segundos.

Segundos en los que pensó. Pensó en sí tenía que decirle aquello o seguir ocultándoselo. No le gustaba no ser sincera, pero creía que era un tema peliagudo y no se sentía bien mencionándolo. No después de todo lo que había pasado, pero… Si tardaba mucho en decírselo y se enteraba por medio de otra persona quizá la perjudicada de todo aquello iba a acabar siendo ella y no… por nada del mundo quería…

Eso si que no.

Se humedeció los labios antes de volver la mirada hacia aquellos ojos azules. Antes de que él se acercase hasta ella y la besará en la frente, un gesto que podía parecer insignificante pero a ella la hizo sonreír e incluso que le diera un apretón con la mano que mantenían entrelazadas.

- Eve, cariño… Willow lo sabe. – Dicho, incluso sintió que se quitaba un peso de encima – Hace unos días me la encontré perdida en el bosque y… No pude dejarla allí sola, tan…., desorientada como se encontraba. Sentí que tenía que ayudarla y… en un momento determinado me dijo que quería que supiera que no iba a darnos problemas. - ¿Tan obvios eran acaso? – Quizá somos más obvios de lo que nos pensamos, después de todo solo nos vio juntos en la playa y no… - Sus ojos marrones se desviaron hacia sus manos unidas. ¿Con algo tan simple como aquello había sabido antes que ellos mismos lo que pasaba allí? Un espasmo de risa escapó de entre sus labios. La vida era así de curiosa después de todo, siempre se decía que los que veían la imagen desde fuera la veían de una forma diferente a los que formaban parte de la misma. – Perfecto, pues… - Sonrió lentamente al tiempo que intentaba recordar las palabras de Everett antes de que depositara aquel beso en su frente. – Yo diría que si, que se está acostumbrando…, pero es una persona extraña – Y realmente curiosa a su modo de ver. – Así que no te lo tomes como algo personal.

Sus ojos recorrieron entonces el laboratorio y el caos que había formado allí – Pues… No lo sé. Tú sabrás. Tanto experimento conlleva tener que usar muchas cosas, ¿no? Además, piensa una cosa, si no causarás tanto estropicio ya no serías tu mismo y si no fueses tu mismo yo no estaría aquí contigo. Ni siquiera te querría, precisamente por esto, por ser como realmente eres y no dejar que nada ni nadie cambie eso, es por lo que te quiero, Eve.

Ni siquiera ella cuando procesó lo que acababa de decirle podía creérselo. No era del tipo de personas que iban diciendo esas cosas por allí. Lo demostraba, si, de muchas maneras pero pocas veces lo decía y tenía que admitir que a pesar del ligero calor que le había invadido en las mejillas (signo de que se había puesto roja) se sentía bien y feliz. Sobretodo feliz cosa que la sonrisa en su rostro dejaba bastante claro.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Sáb Ago 11, 2012 1:29 am

Sí, en cierto modo Everett se había olvidado de Nathanaël y Matthew, pero porque él ya contaba con ellos. Le parecía lo más normal del mundo que su mejor amigo conociese la relación sentimental en la que se había visto metido. A él no podía ocultarle algo de tan calibre. Primero porque eran casi como hermanos (de los que se metían en muchos líos), segundo porque sabía que él mantendría el secreto y tercero porque sería imposible ocultárselo si Sydney iba a ir a su casa de vez en cuando. Por otro lado se encontraba Nathanaël, con quien mantenía una relación cordial que esperaba que poco a poco mejorara ya que era un amigo bastante cercano de la psicóloga (era un tanto arisco, pero Everett sabía que era una buena persona). Pero sabía que podían confiar en él, más que nada porque sabía mantener la distancia de la pareja, no preguntaba ni nada por el estilo, algo que al menos, el profesor agradecía.

Pinchó de nuevo en la ensalada de pasta y observó a la morena sonriente. Sí, Everett era una persona enamoradiza, pero lo bueno de eso era que rara vez sentía dudas sobre sus sentimientos hacia otra persona. Y en aquellos instantes sabía perfectamente que querá a Sydney, prácticamente, le gustaba todo de ella. Su mirada, su sonrisa, su forma de ser, su inteligencia... Sobre todo además, su paciencia, porque con Everett había que ser muy paciente (motivo por el cual el resto de sus relaciones habían sido un fracaso absoluto). Era feliz, y aunque todavía no se sintiera completo por culpa de que no podía encontrar a esa persona, era feliz estando al lado de Sydney. No podía pedir más de ella.

Repentinamente, Sydney le dijo algo que le trastocó por completo, más que nada porque no se esperaba aquellas palabras en un momento así. ¿Willow lo sabía? Por unos instantes se sintió culpable cuando su antigua alumna se presentó para darle aquel pequeño ratoncito que ahora adornaba su escritorio, cuando tuvo que ocultarle de la mejor manera posible que Sydney se encontraba en Caja de Cartón, concretamente en su habitación. Después de lo que había sucedido, era un golpe demasiado duro y por eso había preferido callar. Pero la rubia era inteligente, y quizás... lo supuso... ¿Cuándo lo pudo haber supuesto? Sydney y Everett se comportaban igual que antes cuando se veían por la calle, y más íntimamente en sus casas, donde no habían miradas curiosas. Justo, Willow los había visto juntos en la playa y no estaban juntos. ¿Acaso supo percibir la química que los envolvía?

-¿Cómo está Willow? Quiero decir... Se perdió en el bosque y... -no podía evitar preocuparse, así era él. Suspiró agradecido-. Ha madurado, me alegro por ella. En verdad es una buena chica, demasiado efusiva, pero la mayoría de las veces tiene buenas intenciones... -todos se estaban comportando de maneras extrañas. Incluso Matthew, pero no había tenido tiempo suficiente para hablarlo con él, cosa que no quitaba que estuviese preocupado por su mejor amigo-. Nathanaël es una persona extraña, pero no es malo -rió-. Intenta parecerlo para ahuyentar a la gente, pero... no, a mí al menos no va a conseguir que ahuyentarme -soltó mientras volvía a pinchar en la ensalada de pasta. Poco a poco iba notando el estómago cada vez más lleno.

Se levantó de su asiento, se quitó la tiza que percibió a su alrededor y tosió ligeramente. Mejor sería empezar y salir del aula lo antes posible, antes de que se les hiciera tarde. No convenía pasar más tiempo del necesario en tu lugar de trabajo, por mucho que le gustase a Everett el laboratorio. Entonces escuchó las palabras de Sydney, y por unos instantes se quedó callado, sin saber muy bien qué decir. Era una confesión abierta en toda regla. Una sonrisa bien grande se formó en su rostro y tomó el de Sydney entre sus manos y la besó con pasión.

-Yo también te quiero Syd, eres especial, diferente. Eres mi mayor inspiración -esas palabras, aunque pocas, eran muy importantes para Everett. ¿Qué era un científico sin una musa? Esperó a que Sydney terminase de comer para ponerse manos a la obra para recoger todo el laboratorio. Sería un trabajo entretenido, pero lo haría con entusiasmo puesto que la tenía a ella a su lado.
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Mensaje por Sydney J. Watson Dom Ago 12, 2012 6:00 am

Entendía que se preocupase por la muchacha, sobretodo si habían mantenido una buena relación durante los años de instituto de la rubia en el colegio de Storybrooke. Sydney seguía manteniendo la postura de que él no se te tenía que sentir culpable por no haberse dado cuenta de lo que le pasaba a Willow. Era despistado, no era de ese tipo de personas que se daban cuenta con facilidad de lo que ocurría a su alrededor y bueno, ella que se suponía que sabía leer a las personas, no había sabido nada de lo que sentía Everett hasta que el mismo se lo dijo.

- No te preocupes. Está bien… - Sonrió ligeramente al físico al tiempo que pinchaba en la ensalada pero sin llevarse el cubierto a la boca. En esos momentos echo en falta los palillos con los que a veces jugueteaba en casa mientras hablaba. Podía variar de tipo de cubierto pero por alguna razón se sentía más cómoda comiendo con unos sencillos palos que no con el tenedor. – No tenía nada que ver contigo, es decir, no estaba mal por eso, pero…, se pondrá bien. La ayudaré – Le miró a los ojos unos segundos antes de llevarse al fin lo que había pinchado con el tenedor a la boca, masticó con tranquilidad antes de tragar y volver a hablar – A todos nos toca madurar en algo momento. – Musitó escuchando lo que decía sobre Nate y no pudo evitar reír ligeramente cuando comentó que a él no conseguiría ahuyentarle – ¡Más te vale que no consiga ahuyentarte! – Bromeó dándole un toquecito carioso en el brazo con la mano donde sostenía el tenedor, después de haberlo soltado. – Hablo en serio – Añadió intentando mantener una expresión seria en su rostro, pero apenas pudo mantenerla medio minuto que ya estaba sonriendo otra vez.

Sonreír se había convertido en algo fácil y sencillo cuando Everett estaba cerca de ella.

No sabía que esperarse ante aquellas palabras que había dicho. Seguía sintiendo sus mejillas arder y aquellos segundos de silencio la mataron hasta que vio aquella enorme sonrisa en el rostro del profesor. Iba a levantarse pero ni tan siquiera le dio tiempo a hacerlo cuando notó las manos del profesor tomando su rostro y como la besaba. Se estremeció durante unos pocos segundos al tiempo que respondía a aquel beso con la misma pasión que le había inyectado el profesor. Esbozó una sonrisa cuando oyó sus palabras, sabiendo lo importante que era para Everett tener una inspiración y que fuese ella precisamente “su mayor inspiración” había conseguido que sonriese y que una felicidad la embargase por completo.

Se había quedado literalmente sin palabras, pero en aquellos momentos su mirada podía decir más que mil palabras. Terminó de comer mientras Everett empezaba a recoger y luego se unió al físico. En aquel tiempo aprendió a distinguir las pipetas de las probetas, que era (o mejor dicho cómo era) una placa de petri, que eran los vasos de precipitado y las gradillas entre otras muchas cosas. Había empezado a hacer todo aquello con el cabello suelto, pero al cabo de un rato se lo había tenido que recoger en un moño un tanto desordenado, pues el pelo en el rostro realmente molestaba a ratos.

Colocó la última pipeta que había limpiado en la gradilla antes de poner esta última con cuidado en la estantería que le había indicado antes Everett, porque sí, pudiera ser que aquella tarde hubiera aprendido a distinguir diferentes materiales del laboratorio, pero seguro que en unos días los había olvidado absolutamente todo, después de todo no era su campo – Bueno, ya está. – Echó un vistazo por la ventana dándose cuenta de que empezaba a oscurecer y no pudo evitar fruncir el ceño – Si que causaste estropicio, si. ¿De verdad hemos tardado tanto? – Preguntó sin poder creérselo aún – Bueno… ¿Te apetece dar una vuelta o…? Lo que tú quieras a mi me irá bien – Dijo al final esperando una respuesta por parte del físico cayendo en la cuenta de que si al final iba a su casa, además de tener que avisar a Matt y ella tendría que hacer la cena, pero bueno, eso no era ningún tipo de problema.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Lun Ago 13, 2012 6:46 am

Mientras recogían, cada objeto que Sydney atrapaba en sus manos le peguntaba por el nombre y su utilidad. Everett, sintiéndose aún un profesor, contestaba a su preguntas, añadiéndoles además información extra. Le habló del tubo de ensayo, del frasco cuentagotas, del cristalizador, de la placa de matri y de los distintos matraces que habían tenido que lavar. La verdad es que disfrutaba hablar de todo aquello, sobre todo si era Sydney puesto que con ella la atención estaba asegurada. Con cada material de laboratorio, el profesor de ciencias le hablaba de una corta anécodta que había ocurrido o de un experimento que había hecho con él. El tiempo pasó rápido mientras recogían todo lo del suelo, limpiaban las zonas de laboratorio y colocaban todos los materiales en sus respectivos sitios. Entonces, Everett sonrió y le dijo a Sydney que se acercase con la mano. Fue entonces cuando le enseñó un cultivo de hongos que había hecho en una placa de petri cerrada. Seguramente, la psicóloga lo único que podría observar sería una gran mancha verde sin significado alguno, pero quería enseñárselo, sabía que aquello no le daría asco. Después de todo los hongos se encontraba en todos lados aunque la gente no se parara a pensar en ello.

Guardó la placa de petri en su sitio y se espolsó un poco las manos para dar por concluido el trabajo. Se cruzó de brazos para observar el gran trabajo que había hecho la pareja y respiró alegremente. Sí, ya habían terminado, el tiempo había pasado volando y el que habían pasado juntos había sido fantástico. Everett también frunció el ceño cuando se percató de lo tarde que era, pero estalló en una carcajada alegre para luego dirigirse hacia su escritorio y coger su mochila y el bolso de Sydney para después tendérselo.

-Es que cuando te lo pasas bien el tiempo pasa a la velocidad de la luz, ¿nunca te has dado cuenta? Lo llego a saber antes y te digo que vengas conmigo las otras veces que me he tenido que quedar a limpiar el laboratorio. ¡Ha sido muy divertido! -repuso con una gran sonrisa para después regalarle un corto beso en los labios-. Gracias por ayudarme, estoy muy agradecido. Realmente si hubeira tenido que hacer todo el trabajo solo, habría salido muy tarde de la escuela, ¡incluso me habrían encerrado dentro! Pero ahora ya podemos irnos... -le agarró la mano a Sydney mientras la sacaba del laboratorio, cerrada la puerta con la libre y sacaba las llaves del pomo. Ahora ya nadie podría destruir el arreglo que habían hecho con el laboratorio. Alzó una ceja pensativo y dijo-. ¿Por qué no vamos paseando hasta mi casa? Contigo seguro que no me perderé, además es un buen paseo andando -sonrió.

Sin lugar a dudas, había sido un gran día.
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Mensaje por Sydney J. Watson Lun Ago 13, 2012 11:32 pm

Por supuesto que ponía atención a todo lo que iba diciéndole e incluso se le hacía gracioso que sacara su faceta de profesor incluso con ella cerca. Le gustaba aquella faceta en él y ella sabía perfectamente que en más de una ocasión ella sacaba su faceta de psicóloga cuando estaba con sus amigos. Por eso aunque en efecto, no hubiese visto más que una mancha verde, puso toda su atención en aquello que Everett le mostró.

La carcajada que soltó cuando se dio cuenta de lo tarde que era, se le contagió de manera automática y no dudo ni un segundo en tomar el bolso que le tendía – Gracias. – Aunque sabía que no tenía porque decirlo. Le sonrió con calidez antes de volverse una vez más a mirar al laboratorio y ver el resultado que habían conseguido. Realmente parecía muy diferente al laboratorio que estaba vuelto patas arriba donde había entrado solo unas horas antes. – Sí, y justo esos momentos a veces son los que desearías que pasaran más lento, que duraran eternamente – Al menos a ella le pasaba. A veces aunque pudiera sonar estúpido, sentía que cuando se separaba de él para volver a casa y se acostaba totalmente sola, le faltaba algo que solo lograba obtener cuando él estaba cerca, cuando podía mirarle a los ojos o simplemente sentir su presencia en la misma habitación. Ni siquiera necesitaba hablar con él o intercambiar palabras, una mirada en muchas ocasiones le era suficiente. Era suficiente incluso para sacarle una sonrisa. – No hay de que, puedo venir siempre que quieras a ayudarte, ya sabes que no me importa… Me gusta pasar tiempo contigo – Hicieran lo que hicieran: leer, charlar… lo que fuera. Dejó que la agarrara de la mano y se dejó guiar fuera del aula por el profesor. Observó a su alrededor, había un casi profundo silencio y había que ver lo vacío que parecía aquel lugar a esas horas, totalmente lo contrario a la jornada escolar. Era un detalle que siempre se le había hecho muy curioso.

- Me parece buena idea – Respondió sonriendo y apretando ligeramente más la mano de Everett entre la suya. Un simple gesto que la hacia sentirse mucho mejor – Además, casi prefiero saber que llegas de una pieza. – Se quedó parada en medio del pasillo de modo que Everett también tuvo que pararse puesto que iban cogidos de la mano. Posiblemente la estuviese mirando con la interrogante en el rostro pero ella ni siquiera estaba pendiente de él.

Se plantó justo delante de él, sin soltarle la mano y mirándole directamente a esos ojos azules tan cálidos que poseía. – Lo digo en serio. Everett, si te llegase a pasar algo no sé si sería capaz de soportarlo… Ahora mismo… - Como si se moviera a cámara lenta, Sydney se inclinó a una velocidad agónica hacía Everett para volver a besarle de suave y delicadamente. Se separó del profesor durante unos segundos antes de abrazarle, pasando sus brazos alrededor de su cuello y hundiendo su rostro en él. Notó como alguna lágrima se escapaba de sus ojos marrones. – Nunca pensé que se pudiera querer tanto a alguien – Susurró sintiendo como el olor a laboratorio que desprendía el físico y la embargaba por completo. Ni siquiera le importaba lo más mínimo estar en medio del pasillo y que en cualquier momento pudiera aparecer otro profesor que se había quedado hasta tarde por allí.

- Lo siento… Últimamente estoy un poco rara. – Sonrió ligeramente y se llevó una mano a los ojos para secarse los restos de las pocas lágrimas que habían salido de sus ojos. Volvió a entrelazar sus manos y reemprendieron sus pasos hacia la salida del colegio. Era una suerte que fuese tan tarde puesto que había menos gente paseando por las calles. – Creo que necesitaba esto. Estar contigo, de esta manera… - Y saber que aquella noche no iba a dormir sola y aquellas pesadillas no iban a volver a aparecer en su cabeza simplemente la aliviaba de una manera que era imposible describir – ¿Tienes pensado algo para mañana? Es sábado…, por mí como si no nos levantamos en todo el día – Dijo con cierta picardía al tiempo que echaba un vistazo alrededor, dándose cuenta de que no había moros a la costa.

Se quedó unos segundos pensativa, meditando cual era el camino que deberían coger en esos momentos para ir a casa de Everett y Matthew. Justo lo había decidido cuando notó que él tiraba de su mano para llevarla por otro lado, que además era un camino que ni siquiera llevaba directamente a su casa y tendrían que hacer mil y un rodeos. Ahora entendía porque se perdía tanto, realmente su sentido de la orientación era pésimo – Eve…, mejor vamos por aquí. – Le instó sin decirle realmente que se hubiesen alejado demasiado del camino a su casa. Él mismo sabía que se perdía, lo que ella no podía hacer era coger y recordárselo cada vez. No le parecía algo demasiado bonito por su parte. Igual que él no le decía nada sobre sus cosas…, aunque prácticamente ella se lo decía todo.

Lo que no podía decirle a Eve era el porque de que se sintiera tan aliviada por no tener pesadillas, no podía coger y decirle así sin más que cuando las tenía se levantaba con esa sensación de pérdida tan grande que le dolía el corazón o que quizá por una ilusión óptica o incluso alucinaciones podía ver sangre en sus manos, algo que lejos de tranquilizarla la ponía nerviosa. El caso es que cuando desviaba la mirada y volvía a mirarlas cualquier resto de aquel espeso líquido color carmín había desaparecido de ellas.

- Eve… ¿Tú crees que puede que en realidad sea mala persona? Quiero decir… ¿qué puede haber maldad en mí? ¿Una parte qué no conozca y esté corrompida? – Algo oscuro que ni tan siquiera ella misma conociera de ella, algo que solo saliera en ciertas ocasiones…, porque sino, no podía explicarse aquella serie de sueños raros que había empezado a tener poco antes de que pasara todo aquello con Willow, sus sentimientos quedasen aclarados… - Tengo miedo de no ser realmente quién creo que soy… o cómo yo creo que soy.

Una buena persona que se preocupa por los demás.
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Mensaje por Everett N. O'Connor Mar Ago 14, 2012 4:47 am

Cuando Sydney paró y obligó a Everett a pararse también en mitad del pasillo, el silencioso pasillo con unas cuantas luces encendidas que sin embargo daban un aspecto un tanto siniestro. Sus palabras le dejaron un poco descolocado, ya que no se lo esperaba. ¿Pasarle algo? ¿A él? La única posibilidad de que le pudiera pasar algo sería en el laboratorio y en todo caso, perderías las cejas o se quemaría alguna parte del cuerpo, pero nada grave. Y aunque él supiera todo aquello, no pudo evitar preocuparse, ¿y si le pasaba realmente algo? Según las mismas palabras de Sydney ella no podría soportarlo, ¿y él? Él tampoco podría soportar verla sufrir... Sintió de nuevo sus labios sobre los suyos propios, lo que le produjo una sensación agradable. Cada momento con ella era especial, diferente. Realmente era una suerte todo, ya que el historial amoroso del joven profesor era toda una desgracia, pero él seguía de pie y al fin había encontrado a "esa" persona. Estaba absolutamente convencido.

Everett pasó sus brazos alrededor del cuerpo de Sydney para abrazarla también y sintió su respiración sobre su cuello. Este le pasó una mano por su larga melena morena para acariciárselo y notar el suave tacto bajo sus manos. Respiró profundamente.

-Ni yo, pero eso es lo maravilloso de la experiencia, que nos enseña todo lo que no nos podríamos imaginar. ¿No crees? -entonces cuando se separaron, se percató de las lágrimas de Sydney. ¿Por qué lloraba?-. Tranquila, todos estamos raros últimamente. Es normal preocuparse pero... No sé, es mejor no pensarlo y carpe diem -sonrió para después depositarle un beso en la frente-. Yo también, te he echado de menos. ¿Algo para mañana? Vamos a ver... he conseguido una nueva colección de cómics de Marvel, pero vamos, si tú me lo pides, yo encantado paso el sábado entero contigo en la cama -su relación no era algo físico, sino alcanzaba otros tipos de niveles. Claro que disfrutaban del sexo (al menos él), pero compartían más tiempo juntos que lo gastaban en hablar y en hacer las cosas que les gustaban, e incluso pasarlo con otra gente, con sus mejores amigos.

Salieron de la escuela, de la solitaria escuela a esas horas de la noche, y después fueron cogidos de la mano por las calles nocturnas de Storybrooke. Everett se había olvidado por completo del "trato" que habían hecho (si se podía decir así), ya que no estaban guardando las distancias y podrían encontrarse con cualquiera por la calle. Pero le daba lo mismo, simplemente quería llegar hasta Caja de Cartón para saludar a su mejor amigo y anunciarle que no pasaría la noche allí. En una bifurcación, Everett tomó el camino de la derecha sin pensarlo cuando escuchó la voz de Sydney que le dijo que era por allí. El profesor rió nervioso debido a su garrafal error. Le parecía tan extraña aquella faceta suya, la de perderse en un pueblo en el que... ¿había vivido toda la vida? ¿Estaba seguro de ello? Suspiró intentando no preocuparse puesto que iba con la perfecta guía y simplemente se dejó llevar. Entonces le hizo unas palabras que lo desconcertaron aún más que en el pasillo de la escuela.

-¿Sydney? ¿Tú? ¿Mala persona? ¿Maldad en ti? Si quieres te hablo del ying y el yang, pero es obvio que no somos ni buena personas ni malas, hablando con propiedad. Pero tu parte "malvada" no gobierna sobre la otra, de eso estoy seguro -frunció el ceño cuando dijo sus últimas palabras-. No sabemos quiénes somos hasta que nos morimos Syd, cambiamos, nos modificamos... Somos un río que no deja de fluir, pero... mejor será que nos dejemos estos temas filosóficos. Tú eres Sydney Watson, la loquera de Storybrooke, una mujer que ama el riesgo y que es vegetariana.

Y pensando que así había concluido bien la conversación, continuaron con el camino hasta Caja de Cartón...
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