Heres comes the sun

Ahí viene el sol. pensó Becca mientras estiraba sus brazos al momento de abrir sus ojos. Eran la 1 de la tarde y un aguacero había caido en el pueblo, obligando a la mayoría a parar sus actividades para poder resguardarse de la inminente lluvia, la cual había dejado a Savannah y a Katherine encerradas en su local. Por eso Campbell se había tomado una pequeña siesta. Savie la despertó informándole que habia cesado la lluvia.

Dirigió una mirada a la calle empapada y a los árboles llenos de gotitas cristalinas y sonrió. Su estómago le recordó que no habían comido, por lo que llamaron a un local de comida que estaba cerca de la plaza- Habían pedido comida japonesa, una de las favoritas de Becca así que a ella le tocó ir por el pedido. Faltaba media hora para que se loe ntregaran pero sentia unas ganas de salir bastantes poderosas así que se adelantó.

Abrochó su chamarra tejida y salió. Sonrió para sí al sentir el frío aire que enredaba su cabello suelto. Decidió caminar sobre las calles que ahora parecían charcos. Iba tarareando una simple canción que había escuchado días antes n la radio. Amaba ese sentimiento de felicidad por las cosas más sencillas que ofrecía la vida. Así que llegó a la plaza e pocos minutos y se quedó parada contemplándola sin decir nada. Apenas y habian tres o cuatro almas más ahí. El aguacero habia espantando a todos, cosa que no se explicaba la chica de veintrés años con alma de niña.

Y esa alma de niña se apoderó de ella durante unos minutos por lo que corrió con todas sus fuerzas y, antes de llegar a un gran charco que se había formado en medio de la plaza, brincó. El agua salpicó por todos lados, empapó los pantalones de la morena e hizo que unos niños que pasaban enfrente de ella hicieran lo mismo. Sus madres los regañaron y le lanzaron una mirada de desaprobación a Campbell, la cual simplemente encogió sus hombros sin poder disculparse por que no lo sentía. ¿Acaso no veían? El sol había llegado. No había nada de que preocuparse.