Conectarse
¿Quién está en línea?
En total hay 92 usuarios en línea: 0 Registrados, 0 Ocultos y 92 Invitados Ninguno
El record de usuarios en línea fue de 165 durante el Jue Nov 21, 2024 11:27 pm
Últimos temas
Duchas frías (+18)
2 participantes
:: Storybrooke :: Urbanización :: Residencia Aldridge
Página 1 de 1.
Duchas frías (+18)
Duchas frías. Esa había sido su rutina en los últimos días. Porque sí, estaba muy bien haber arreglado las cosas con Evelyn y haber pasado de los reproches, los sarcasmos y las malas caras a los besos fogososo y a las muestras de cariño. Peeero evidentemente sus hormonas eran sus hormonas y aunque todo aquello era muy bonito, el hecho de que el yeso y el pie roto de Evelyn no les dejaran pasar a mayores era como si le ofrecieran un menú de ocho platos a alguien hambriento y luego le dejaran probar sólo el primer plato. Y como consecuencia sus hormonas se pasaban todo el día en alerta roja.
¿Pero la verdad? No cambiaria su situación actual por ninguna, aún y con la sequía sexual que sufría (que valga la ironía, era completamente voluntaria), aunque reconocer eso le convirtiera en la clase de ñoño idiota de la que siempre se había carcajeado en la cara.
Porque más allá de sus necesidades hormonales estaba aquella sensación de poder volver a respirar con normalidad, como si toda opresión que hubiera tenido sobre él en los últimos meses hubiera desaparecido, y que aquella parte que le había estado faltando volviera a estar ahí.
Estaba de mejor humor en el taller, y tanto los clientes como sus compañeros le miraban extrañados porque, aunque no lo mantenían en secreto, habían sido discretos y sus salidas en público habían sido pocas debido a que Evelyn tenía movilidad bastante reducida y como era terca como nadie se negaba en dejarse ver por el pueblo en silla de ruedas.
Aún así era su terca insoportable y sólo por ese adverbio de posesión él estaba distinto. Ya no era adicto al trabajo, sino que terminaba su jornada laboral puntualmente cuando todaba. La vida nocturna había dejado de llevar su nombre escrita en ella y de pronto se había vuelto todo un detallista.
Claro que sus detalles no eran nada del otro mundo, porque seguía teniendo el nivel social de un mecánico de pueblo, aún así ella parecía estar satisfecha con las flores o los chocolates ocasionales. Ese mismo día, al salir del trabajo, se había acercado a la floristería y había comprado una rosa. A eso era a todo lo que llegaba su pobre economía.
- ¡Ya estoy aquí! No hace falta que me eches más de menos. - fue el saludo que soltó, alzando la voz, cuando llegó a casa. Porque aunque hubiera cosas de él que si habían cambiado, el ego era algo más difícil de solucionar.
La encontró en el comedor, rodeada de facturas y otros papeles, como siempre. El tipo de cosas que no entendía ni tenía ningún interés en entender. Se acercó a ella para que no tuviera que moverse y tras besarla, demorándose unos segundos más de lo estrictamente necesario, le tendió la rosa.
- Esto es de parte de Whisky, por supuesto. Por dejarle dormir todas las noches en el sofá y fingir que no te das cuenta.
Desde luego le gustaba su situación actual... Sólo que en cuanto ese yeso dejara de incordiar entre ambos, sería mucho mejor.
¿Pero la verdad? No cambiaria su situación actual por ninguna, aún y con la sequía sexual que sufría (que valga la ironía, era completamente voluntaria), aunque reconocer eso le convirtiera en la clase de ñoño idiota de la que siempre se había carcajeado en la cara.
Porque más allá de sus necesidades hormonales estaba aquella sensación de poder volver a respirar con normalidad, como si toda opresión que hubiera tenido sobre él en los últimos meses hubiera desaparecido, y que aquella parte que le había estado faltando volviera a estar ahí.
Estaba de mejor humor en el taller, y tanto los clientes como sus compañeros le miraban extrañados porque, aunque no lo mantenían en secreto, habían sido discretos y sus salidas en público habían sido pocas debido a que Evelyn tenía movilidad bastante reducida y como era terca como nadie se negaba en dejarse ver por el pueblo en silla de ruedas.
Aún así era su terca insoportable y sólo por ese adverbio de posesión él estaba distinto. Ya no era adicto al trabajo, sino que terminaba su jornada laboral puntualmente cuando todaba. La vida nocturna había dejado de llevar su nombre escrita en ella y de pronto se había vuelto todo un detallista.
Claro que sus detalles no eran nada del otro mundo, porque seguía teniendo el nivel social de un mecánico de pueblo, aún así ella parecía estar satisfecha con las flores o los chocolates ocasionales. Ese mismo día, al salir del trabajo, se había acercado a la floristería y había comprado una rosa. A eso era a todo lo que llegaba su pobre economía.
- ¡Ya estoy aquí! No hace falta que me eches más de menos. - fue el saludo que soltó, alzando la voz, cuando llegó a casa. Porque aunque hubiera cosas de él que si habían cambiado, el ego era algo más difícil de solucionar.
La encontró en el comedor, rodeada de facturas y otros papeles, como siempre. El tipo de cosas que no entendía ni tenía ningún interés en entender. Se acercó a ella para que no tuviera que moverse y tras besarla, demorándose unos segundos más de lo estrictamente necesario, le tendió la rosa.
- Esto es de parte de Whisky, por supuesto. Por dejarle dormir todas las noches en el sofá y fingir que no te das cuenta.
Desde luego le gustaba su situación actual... Sólo que en cuanto ese yeso dejara de incordiar entre ambos, sería mucho mejor.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Evelyn no recordaba la última vez que se había sentido tan feliz, tan en paz consigo misma y, de alguna manera, todo lo demás. No tanto porque hubiera decidido perdonar a todos los que le hubieran dado la espalda y demonizado invadida por un sentimiento altruista de aquellos zen que tan de moda estaban ahora, era simplemente que, teniendo lo que al fin quería, no necesitaba de nada más.
Era muy consciente de que la suya no era una situación... convencional, por así decirlo. Que cargaban a cuestas muchos, muchos problemas que no iban a resolverse de la noche a la mañana. Que a ratos, estando con él notaba más fuerte que nunca la ausencia de ese que les faltaba dando de pataditas inquietas en su vientre, pero cuando la abrazaba al anochecer cuando estaban en la cama sentía en realidad que todo iría a estar bien. Que si estaba a su lado y al fin eran sinceros el uno con el otro ahora sí que podía comenzar a sanar sus heridas.
Sabía que muchos desaprobarían lo de ellos, y que el pedirle que se mudara con ella podía parecer precipitado. Pero comenzar de cero y regresar a un principio en el que apenas y se conocían le parecía una tontería. Se daban una nueva oportunidad, sí, pero retomando donde se habían quedado. Y resultaba que se habían quedado en un punto muy en serio...
Ni siquiera se le ocurría que tal ves Benjamin querría regresar a su departamento cuando ella dejara de usar el condenado yeso. Si por ella fuera mejor que pusiera el lugar en venta. Tenía muy buenos recuerdos del pequeño piso, con todo y que no era precisamente el lugar más acogedor, pero en su casa estaban mejor. Hasta Whisky estaba más contento. Sólo había que ver al perro que iba y venía por los pasillos y el patio encantado de la vida, meneando el rabo y tratando sin éxito de enterrar huesos debajo de la alfombra.
Cuando Benjamin llegaba ella estaba en la mesa del comedor con decenas de papeles extendidos, desde diseños para nuevos collares a ordenes de material y facturas por pagar sobre servicios y sistema de seguridad. Una cosa que se permitía cambiar estando con él era aquel perpetuo estado de estrés en el que vivía. Junto a Benjamin no había nada que le tensara ni le hiciera hervir la sangre. Incluso dejaba los trajes sastre en su enorme armario para favorecer una sencilla camiseta y un par de pantaloncillos cortos, mucho más prácticos con el enorme yeso del que esperaba ansiosa deshacerse ya. Llevaba el cabello recogido en un moño desordenado, pero eso sí, maquillada aunque fuera tan solo un poco.
- Vieras cuaaaanto me preocupaba... - Le respondió al escucharlo llegar, siendo la única vez que apartaba la vista de los reportes el tiempo que demoraba en colocarla sobre el monitor de su laptop. Aun así sonreía. Lo amaba con todo y ego de proporciones estratosféricas, era parte de lo que lo hacía ser él.
Casi se derretía cuando le entregaba la rosa. Le parecía curioso como mientras ella estaba habituada a obsequiar cosas quizá frívolas - y obscenamene caras- Benjamin lograba desarmarla de esa manera con tan solo un gesto, que era mucho más valioso venir de parte de él. A quienes se preguntaban sobre el qué le había visto cuando no era más que un mujeriego que valiera la pena echar su matrimonio por la borda, era porque no conocían esa faceta suya. Para Evelyn él era más de lo que los otro creían, más de lo que él mismo creía de sí.
- Mira que considerado Whisky. Yo que había pensado hasta mandarle hacer una cama como es debido con mi carpintero, pero oye, si a él le gusta el sofá... - Rio entre dientes, sosteniendo con cuidado la rosa entre sus dedos. Adoraba a ese perro y no podía negarle nada. Así que si quería dejar sus carísimos sillones llenos de babas y pelo, adelante. Incluso le gustaba más así, tenía que admitirlo. Un poco de desorden por aquí y por allá que dejara en evidencia que en esa casa había vida, movimiento. Que no estaba sola.
Ella también tenía sus detalles a su manera. Que en la pantalla gigante del cuarto de TV había aparecido por arte de magia una subscripción al canal de carreras y películas de machos de esas que ella no soportaba pero sabía de sobra a él le gustaban. Y ahora, para variar, el refrigerador estaba lleno. Para quien no se lo creyera, Evelyn sabía cocinar y preparaba la cena todos los días. Claro, pedir comida a domicilio era más práctico, pero aquel era algo que ella hacía por él.
... que además, manteniéndose ocupada, se mantenían más lejos de su cabeza esas imágenes en las que se sacaba el yeso y le saltaba encima. No lo decía tal cual, pero aunque obviamente lo prefiría bien aseado y arreglado, encontraba el verlo con manchas de aceite en los vaqueros y la frente perlada de sudor tan endemoniadamente varonil que...
... estúpido yeso.
Era muy consciente de que la suya no era una situación... convencional, por así decirlo. Que cargaban a cuestas muchos, muchos problemas que no iban a resolverse de la noche a la mañana. Que a ratos, estando con él notaba más fuerte que nunca la ausencia de ese que les faltaba dando de pataditas inquietas en su vientre, pero cuando la abrazaba al anochecer cuando estaban en la cama sentía en realidad que todo iría a estar bien. Que si estaba a su lado y al fin eran sinceros el uno con el otro ahora sí que podía comenzar a sanar sus heridas.
Sabía que muchos desaprobarían lo de ellos, y que el pedirle que se mudara con ella podía parecer precipitado. Pero comenzar de cero y regresar a un principio en el que apenas y se conocían le parecía una tontería. Se daban una nueva oportunidad, sí, pero retomando donde se habían quedado. Y resultaba que se habían quedado en un punto muy en serio...
Ni siquiera se le ocurría que tal ves Benjamin querría regresar a su departamento cuando ella dejara de usar el condenado yeso. Si por ella fuera mejor que pusiera el lugar en venta. Tenía muy buenos recuerdos del pequeño piso, con todo y que no era precisamente el lugar más acogedor, pero en su casa estaban mejor. Hasta Whisky estaba más contento. Sólo había que ver al perro que iba y venía por los pasillos y el patio encantado de la vida, meneando el rabo y tratando sin éxito de enterrar huesos debajo de la alfombra.
Cuando Benjamin llegaba ella estaba en la mesa del comedor con decenas de papeles extendidos, desde diseños para nuevos collares a ordenes de material y facturas por pagar sobre servicios y sistema de seguridad. Una cosa que se permitía cambiar estando con él era aquel perpetuo estado de estrés en el que vivía. Junto a Benjamin no había nada que le tensara ni le hiciera hervir la sangre. Incluso dejaba los trajes sastre en su enorme armario para favorecer una sencilla camiseta y un par de pantaloncillos cortos, mucho más prácticos con el enorme yeso del que esperaba ansiosa deshacerse ya. Llevaba el cabello recogido en un moño desordenado, pero eso sí, maquillada aunque fuera tan solo un poco.
- Vieras cuaaaanto me preocupaba... - Le respondió al escucharlo llegar, siendo la única vez que apartaba la vista de los reportes el tiempo que demoraba en colocarla sobre el monitor de su laptop. Aun así sonreía. Lo amaba con todo y ego de proporciones estratosféricas, era parte de lo que lo hacía ser él.
Casi se derretía cuando le entregaba la rosa. Le parecía curioso como mientras ella estaba habituada a obsequiar cosas quizá frívolas - y obscenamene caras- Benjamin lograba desarmarla de esa manera con tan solo un gesto, que era mucho más valioso venir de parte de él. A quienes se preguntaban sobre el qué le había visto cuando no era más que un mujeriego que valiera la pena echar su matrimonio por la borda, era porque no conocían esa faceta suya. Para Evelyn él era más de lo que los otro creían, más de lo que él mismo creía de sí.
- Mira que considerado Whisky. Yo que había pensado hasta mandarle hacer una cama como es debido con mi carpintero, pero oye, si a él le gusta el sofá... - Rio entre dientes, sosteniendo con cuidado la rosa entre sus dedos. Adoraba a ese perro y no podía negarle nada. Así que si quería dejar sus carísimos sillones llenos de babas y pelo, adelante. Incluso le gustaba más así, tenía que admitirlo. Un poco de desorden por aquí y por allá que dejara en evidencia que en esa casa había vida, movimiento. Que no estaba sola.
Ella también tenía sus detalles a su manera. Que en la pantalla gigante del cuarto de TV había aparecido por arte de magia una subscripción al canal de carreras y películas de machos de esas que ella no soportaba pero sabía de sobra a él le gustaban. Y ahora, para variar, el refrigerador estaba lleno. Para quien no se lo creyera, Evelyn sabía cocinar y preparaba la cena todos los días. Claro, pedir comida a domicilio era más práctico, pero aquel era algo que ella hacía por él.
... que además, manteniéndose ocupada, se mantenían más lejos de su cabeza esas imágenes en las que se sacaba el yeso y le saltaba encima. No lo decía tal cual, pero aunque obviamente lo prefiría bien aseado y arreglado, encontraba el verlo con manchas de aceite en los vaqueros y la frente perlada de sudor tan endemoniadamente varonil que...
... estúpido yeso.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
- ¿Así que te regalan una rosa y le mandas hacer una cama nueva? Maldito chucho que no comparte sus secretos del éxito.
Si, su humor había cambiado hasta los extremos de volver a bromear. Bromas inocentes y sin segundas intenciones lo cual era toda una novedad en él. Volvió a inclinarse hacía ella para besarla de nuevo, incapaz de mantenerse alejado. Se le hacía extremadamente sexy la forma de su cuello bajo aquel moño desordenador, y esos pantaloncitos cortos que vestía hechos a medida para torturarle.
Estúpido yeso...
Se apartó de ella con una idea muy clara en mente. Una ducha, y con cierta urgencia. Al menos tenía la excusa de que venía de trabajar y estaba sucio de aceite de motor y sudor. Y al menos sus hormonas quedarían en paz bajo el chorro de agua fría.
- Voy a ir a ducharme. Me ha caído un montón de aceite de motor por encima. Un coche hecho un desastre. Peor que tu montón de chatarra.
Por supuesto ya no podía seguir fingiendo que su impresionante descapotable le parecía un montón de chatarra. Conducirlo una vez había estado arreglado era una de las pocas cosas que había llegado a pedirlo, pero evidentemente aquella maravilla con ruedas traería de cabeza a cualquier hombre, y más a un mecánico.
Ya estaba a punto de abandonar la estancia con dirección al baño cuando pensó que no era justo que sólo fuera él quien andara con las hormonas permanentemente revolucionadas. Evelyn se le asemejaba a la mujer de hielo ahí sentada, rodeada de papeles y otras cosas aburridísimas, mientras él se daba una ducha fría tras otra.
Sus labios se curvaron en una sonrisa que no pronosticaba nada bueno mucho antes de girarse de nuevo hacía ella y mirarla, mientras se quitaba con toda la calma del mundo la camiseta.
- Es una lástima que lleves eso en la pierna... Iba a pedirte que te ducharas conmigo. Hay ciertas partes de la espalda a las que me cuesta tanto llegar a enjabonarme...
Y tras eso, simplemente una estudiadísima sonrisa de niño bueno, como si en realidad no hubiera dicho nada y dejando tras de si la camiseta, simplemente salió en dirección al baño, con la sonrisa un poco más acentuada en sus labios.
Si, su humor había cambiado hasta los extremos de volver a bromear. Bromas inocentes y sin segundas intenciones lo cual era toda una novedad en él. Volvió a inclinarse hacía ella para besarla de nuevo, incapaz de mantenerse alejado. Se le hacía extremadamente sexy la forma de su cuello bajo aquel moño desordenador, y esos pantaloncitos cortos que vestía hechos a medida para torturarle.
Estúpido yeso...
Se apartó de ella con una idea muy clara en mente. Una ducha, y con cierta urgencia. Al menos tenía la excusa de que venía de trabajar y estaba sucio de aceite de motor y sudor. Y al menos sus hormonas quedarían en paz bajo el chorro de agua fría.
- Voy a ir a ducharme. Me ha caído un montón de aceite de motor por encima. Un coche hecho un desastre. Peor que tu montón de chatarra.
Por supuesto ya no podía seguir fingiendo que su impresionante descapotable le parecía un montón de chatarra. Conducirlo una vez había estado arreglado era una de las pocas cosas que había llegado a pedirlo, pero evidentemente aquella maravilla con ruedas traería de cabeza a cualquier hombre, y más a un mecánico.
Ya estaba a punto de abandonar la estancia con dirección al baño cuando pensó que no era justo que sólo fuera él quien andara con las hormonas permanentemente revolucionadas. Evelyn se le asemejaba a la mujer de hielo ahí sentada, rodeada de papeles y otras cosas aburridísimas, mientras él se daba una ducha fría tras otra.
Sus labios se curvaron en una sonrisa que no pronosticaba nada bueno mucho antes de girarse de nuevo hacía ella y mirarla, mientras se quitaba con toda la calma del mundo la camiseta.
- Es una lástima que lleves eso en la pierna... Iba a pedirte que te ducharas conmigo. Hay ciertas partes de la espalda a las que me cuesta tanto llegar a enjabonarme...
Y tras eso, simplemente una estudiadísima sonrisa de niño bueno, como si en realidad no hubiera dicho nada y dejando tras de si la camiseta, simplemente salió en dirección al baño, con la sonrisa un poco más acentuada en sus labios.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
- ¿Qué quieres que te diga? Sabe cómo hacerse querer. - Respondió con una media sonrisa afilada y una expresión de suficiencia en su rostro cuando Ben – ya se podía permitir llamarlo de esa manera. Llamarlo por su nombre completo lo sentía demasiado frío e impersonal – bromeaba sobre las habilidades de Whisky. El animalillo tenía carisma, para qué negarlo. Y ahí estaba Evelyn consintiéndole con croquetas Premium, carnazas del tamaño de su fémur y cuanto juguete inútil para perros se pudiera encontrar por el pueblo. La pobre ardilla de peluche que le había comprado hacía un par de días estaba por ahí escondida debajo de una silla dando señas del maltrato al que estaba sujeta en los juegos de Whisky y más de una vez lo había visto pasar por ahí cargando el muñequito en el hocico. Le parecía simplemente adorable.
Pudo haberlo picado sobre que él le rompió el tobillo – bien, no él exactamente pero sí que había sido su manguera – y con eso había terminado consiguiendo casa nueva, pero le parecía mucho más interesante el besarlo cuando se inclinaba en busca de sus labios una vez más. Eso era lo único que podrí hacerla apartar los ojos del trabajo. Primero presionó una sonrisa contra sus labios antes de cerrar los ojos y colocar suavemente una de sus manos sobre el cuello del mecánico. Entreabría sus labios y…
No era que fuera la mujer de hielo como Benjamin sospechaba. Por dios, que a él más que a nadie le debía constar lo contrario. Era simplemente que las mujeres lo llevaban más sencillo para disimular cuestiones así, no es que si se emocionaban de más se arriesgaran a tener protuberancias sobresaliendo en zonas muy concretas de la ropa que les fuera a delatar. Aún en los casos que si ocurría se echaba la culpa al frío y ya. Y no, no estaba llevando lo del yeso de mejor manera que él. Porque para sumarse a la frustración que ya tenía sintiendo desde el primer día de sentirse una desvalida total y no poder moverse como quería, ahora se sumaba lo que la afectaba tenerlo tan cerca y tratar de idear una manera en que la logística les permitiera dar rienda suelta a lo que obviamente ambos se morían por hacer, de tal modo que el yeso no les fastidiara. Y hasta el momento no se le había ocurrido ninguna.
Así que cuando comenzaba a sentir que el beso se les iba escapando de lo que era inocente y tierno, cuando la piel comenzaba ya a cosquillearle, mejor que se apartara él y anunciada lo de la ducha antes de que se emocionaran de más. Tensó los labios, inspiró profundamente. Estúpido tobillo. ¡Que no, ya sabía que el sexo no lo era todo! Pero nadie le iba a negar que era una parte importantísima en una relación, y ella no había estado con nadie desde su divorcio ya casi 8 meses atrás.
- Uuuuuy sí, montón de chatarra al que casi le organizas fiesta de despedida cuando salió del taller. – Puso los ojos en blanco tras hacerle un gesto con la mano de que se apartara, apenas y aguantándose la risa. Que va, que sabía perfectamente que idolatraba el Mercedez . Había considerado el conseguirle uno, tal vez para su cumpleaños…
Como fuera, ella ya iba dispuesta a seguir sacando cuentas y demostrar que el Masters que tenía en negocios era por algo, hasta que lo escuchaba hablar sobre la ducha… y al alzar la mirada ahí estaba ya sacándose la camiseta. Ughh, golpe bajo…
Y el desgraciado tenía el descaro de poner en el rostro aquella sonrisa de falsa inocencia que sabía de sobra a ella le afectaba demasiado. Se removió en la silla, inquieta, y torciendo los labios en aquel mohín de Princesa Caprichosa que le había hecho merecedora de ese apodo en primer lugar, se cruzó de brazos. – ¡Pues una creería que con esos brazos que te cargas te bastaría para sostenerme y no dejarme caer mientras te ayudo! -
Pudo haberlo picado sobre que él le rompió el tobillo – bien, no él exactamente pero sí que había sido su manguera – y con eso había terminado consiguiendo casa nueva, pero le parecía mucho más interesante el besarlo cuando se inclinaba en busca de sus labios una vez más. Eso era lo único que podrí hacerla apartar los ojos del trabajo. Primero presionó una sonrisa contra sus labios antes de cerrar los ojos y colocar suavemente una de sus manos sobre el cuello del mecánico. Entreabría sus labios y…
No era que fuera la mujer de hielo como Benjamin sospechaba. Por dios, que a él más que a nadie le debía constar lo contrario. Era simplemente que las mujeres lo llevaban más sencillo para disimular cuestiones así, no es que si se emocionaban de más se arriesgaran a tener protuberancias sobresaliendo en zonas muy concretas de la ropa que les fuera a delatar. Aún en los casos que si ocurría se echaba la culpa al frío y ya. Y no, no estaba llevando lo del yeso de mejor manera que él. Porque para sumarse a la frustración que ya tenía sintiendo desde el primer día de sentirse una desvalida total y no poder moverse como quería, ahora se sumaba lo que la afectaba tenerlo tan cerca y tratar de idear una manera en que la logística les permitiera dar rienda suelta a lo que obviamente ambos se morían por hacer, de tal modo que el yeso no les fastidiara. Y hasta el momento no se le había ocurrido ninguna.
Así que cuando comenzaba a sentir que el beso se les iba escapando de lo que era inocente y tierno, cuando la piel comenzaba ya a cosquillearle, mejor que se apartara él y anunciada lo de la ducha antes de que se emocionaran de más. Tensó los labios, inspiró profundamente. Estúpido tobillo. ¡Que no, ya sabía que el sexo no lo era todo! Pero nadie le iba a negar que era una parte importantísima en una relación, y ella no había estado con nadie desde su divorcio ya casi 8 meses atrás.
- Uuuuuy sí, montón de chatarra al que casi le organizas fiesta de despedida cuando salió del taller. – Puso los ojos en blanco tras hacerle un gesto con la mano de que se apartara, apenas y aguantándose la risa. Que va, que sabía perfectamente que idolatraba el Mercedez . Había considerado el conseguirle uno, tal vez para su cumpleaños…
Como fuera, ella ya iba dispuesta a seguir sacando cuentas y demostrar que el Masters que tenía en negocios era por algo, hasta que lo escuchaba hablar sobre la ducha… y al alzar la mirada ahí estaba ya sacándose la camiseta. Ughh, golpe bajo…
Y el desgraciado tenía el descaro de poner en el rostro aquella sonrisa de falsa inocencia que sabía de sobra a ella le afectaba demasiado. Se removió en la silla, inquieta, y torciendo los labios en aquel mohín de Princesa Caprichosa que le había hecho merecedora de ese apodo en primer lugar, se cruzó de brazos. – ¡Pues una creería que con esos brazos que te cargas te bastaría para sostenerme y no dejarme caer mientras te ayudo! -
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Por la expresión de Evelyn supo que había conseguido exactamente lo que se proponía. Y no contento sólo con eso, aprovechó que ella le había hecho detenerse con sus palabras para sacarse también los pantalones, quedándose simplemente con sus calzoncillos boxer negros mirándola directamente, con su sonrisa irónica y cruzándose de brazos.
- Bueno, es que haría otras cosas con los brazos más que sujetarte si pudieras bañarte conmigo. Además, es difícil sostenerte para que no te mojes la pierna cuando en vez de una bañera tienes una piscina olímpica.
Claro que el comentario había ido con un movimiento sugerente de cejas, dejando a su propia imaginación las cosas que podría estar insinuando. Y claro que todo aquel jueguecito también le estaba afectando a él, pero a fin de cuentas en breves instantes estaría dándose una ducha fría y podría olvidarse de todo.
Tampoco es que le importara que todo en casa de Evelyn fuera tan ridículamente lujoso, como aquella bañera en la que practicamente se podía nadar y que tenía varios programas de hidromasaje. Al contrario, seguramente se pasaba más rato del estrictamente necesario entre las burbujas, y tenía una serie de imagenes mentales indecentes que esperaba poner en práctica tan pronto como le quitaran ese maldito yeso a Evelyn.
- Porqué... ¿El médico te dijo que lo de no mojar el yeso era una prohibición estricta? - de verdad que iba a darse la vuelta y a irse, pero sus hormonas y las imagenes mentales de todo aquello que podían hacer en la bañera rodeados de burbujas le hacían quedarse justo donde estaba.
Sabía que estaba siendo irresponsable cuando se suponía que se había trasladado a casa de ella en primer lugar para ayudarla en todo lo que necesitara. Pero en realidad parte de los problemas que habían tenido en el pasado habían sido a causa de su falta de responsabilidad... ¿no? Y tampoco era tan fácil cambiar. Así que si, seguiría por ese camino, intentando salirse con la suya, porque realmente no le apeteceía bañarse sólo... Y sabía por su expresión que ella tenía las mismas ganas que él.
Quien sabía si todavía podía ser una gran noche...
- Bueno, es que haría otras cosas con los brazos más que sujetarte si pudieras bañarte conmigo. Además, es difícil sostenerte para que no te mojes la pierna cuando en vez de una bañera tienes una piscina olímpica.
Claro que el comentario había ido con un movimiento sugerente de cejas, dejando a su propia imaginación las cosas que podría estar insinuando. Y claro que todo aquel jueguecito también le estaba afectando a él, pero a fin de cuentas en breves instantes estaría dándose una ducha fría y podría olvidarse de todo.
Tampoco es que le importara que todo en casa de Evelyn fuera tan ridículamente lujoso, como aquella bañera en la que practicamente se podía nadar y que tenía varios programas de hidromasaje. Al contrario, seguramente se pasaba más rato del estrictamente necesario entre las burbujas, y tenía una serie de imagenes mentales indecentes que esperaba poner en práctica tan pronto como le quitaran ese maldito yeso a Evelyn.
- Porqué... ¿El médico te dijo que lo de no mojar el yeso era una prohibición estricta? - de verdad que iba a darse la vuelta y a irse, pero sus hormonas y las imagenes mentales de todo aquello que podían hacer en la bañera rodeados de burbujas le hacían quedarse justo donde estaba.
Sabía que estaba siendo irresponsable cuando se suponía que se había trasladado a casa de ella en primer lugar para ayudarla en todo lo que necesitara. Pero en realidad parte de los problemas que habían tenido en el pasado habían sido a causa de su falta de responsabilidad... ¿no? Y tampoco era tan fácil cambiar. Así que si, seguiría por ese camino, intentando salirse con la suya, porque realmente no le apeteceía bañarse sólo... Y sabía por su expresión que ella tenía las mismas ganas que él.
Quien sabía si todavía podía ser una gran noche...
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Pero había que ver lo cabronas que podían llegar a ser algunas personas... y más concretamente, Benjamin.
¿O qué? ¿Se creía en serio que podía comenzar a desnudarse así frente a ella y marcharse tan campante? Evelyn hizo su mejor esfuerzo - casi sobrehumano - para sostenerle la mirada con aquella expresión de ceño fruncido sin permitir que su mirada se desviara ni un poco por el torso del mecánico o más allá. Y vaya que le costaba, pues ahora mismo esos largos meses de abstinencia voluntaria comenzaban a pesarle y demasiado.
Y es que de sólo imaginarse la clase de cosas que podría estar haciendo entre sus brazos de no ser por su maldita pierna lastimada sentía ya un cosquilleo entre sus piernas que debía ser sumamante cuidadosa de disimular. Y es que si cedía un poco y le demostraba lo que un tan sencillo comentario era capaz de provocarle, el ego de Benjamin iba a crecer tanto que no iban a poder estar los tres en la misma habitación. Y lo dicho, no era que su egocentrismo le fuera una característica particularmente detestable, pero tampoco era su intención cederle demasiado poder al respecto o no iba a existir manera de tenerlo controlado.
- Es decir, que si no estamos teniendo sexo como adolescentes ahora mismo es porque no puedes hacer dos cosas al mismo tiempo. Vaya, qué cosas. - Chasqueó la lengua. Que viniera cuanta feminista existiera en Storybrooke a tocarle la puerta que poco le importaba, pero a ella le fascinaba saber que Benjamin tenía la fuerza para cargarla y mucho más. En una sala de juntas haciendo negocios ella era imparable, y no es que fuera una dócil criaturilla inocente y maleable en la cama, pero parte de ella se derretía cada vez que él tomaba el control y se comportaba como hombre, exigente y dominante. Una de las cosas que le habían atraído en primer lugar fue que él no era alguien que se sintiera intimidado por ella y no dudara ni un instante en retarla y tratar de hacerse del control de la situación. Evelyn sabía que para eso se necesitaba una gran confianza en sí mismo y lo que se hacía.
Pues bien, dos podían jugar ese juego. Sería algo infantil pero si iba a ponerse en aquel plan para tentarla ella no iba a quedarse atrás. - Si, tienes razón, fue una prohibición estricta. Y que fastidio, quiero decir, con lo sencillo que hubiera sido ir al hospital más tarde a que me cambiaran el armatoste... en fin. - Suspiró con falsa resignación, fingiendo por un momento que regresaba a trabajar.
- ... a decir verdad una ducha no estaría mal para refrescar. Últimamente está haciendo demasiado calor, ¿no te importa, no? - Esta vez la que se fingía inocente y con solamente nobles y puras intenciones era ella. Si quería jugar duro eso era lo que iba a conseguir, Con aquella falsa naturalidad se sacó la camiseta y la dejó caer a sus pies, quedando solamente con el sostén puesto mientras movía un par de cosas en la laptop.
- Ya está, mucho mejor, seguro que eso no te molesta, es que el calor, ya sabes... - Se fingió inocente de nuevo como dando a entender que ella no tenía nada que ver en eso, cuando la verdad era que tan solo tenerlo tan cerca una decena de imágenes demasiado poco decentes se le venía a él a la mente. Incluso se encogió de hombros con coquetería.
- Pero bueno anda, vete a duchar que dices que te hace falta... - Hora de sacar la artillería pesada. Si él creía que podía desnudarse en si casa sin que nadie detuviera mal lo llevaba. Tal vez él tuviera a su favor como arma esa sonrisa a la que Evelyn no podía negarle nada. Pues bien, Evelyn tenía sus propios ases sobre la manga. Ella no iba a ser la primera en ceder.
----
User: No se que sarta de idioteces sobre hamburguesas y wallabees estaban escritas en el post original, nunca posteen despues de una ronda d vodka-cranberrie, estoy MURIENDO de la risa xDDDDDDDDDDDDDDD
¿O qué? ¿Se creía en serio que podía comenzar a desnudarse así frente a ella y marcharse tan campante? Evelyn hizo su mejor esfuerzo - casi sobrehumano - para sostenerle la mirada con aquella expresión de ceño fruncido sin permitir que su mirada se desviara ni un poco por el torso del mecánico o más allá. Y vaya que le costaba, pues ahora mismo esos largos meses de abstinencia voluntaria comenzaban a pesarle y demasiado.
Y es que de sólo imaginarse la clase de cosas que podría estar haciendo entre sus brazos de no ser por su maldita pierna lastimada sentía ya un cosquilleo entre sus piernas que debía ser sumamante cuidadosa de disimular. Y es que si cedía un poco y le demostraba lo que un tan sencillo comentario era capaz de provocarle, el ego de Benjamin iba a crecer tanto que no iban a poder estar los tres en la misma habitación. Y lo dicho, no era que su egocentrismo le fuera una característica particularmente detestable, pero tampoco era su intención cederle demasiado poder al respecto o no iba a existir manera de tenerlo controlado.
- Es decir, que si no estamos teniendo sexo como adolescentes ahora mismo es porque no puedes hacer dos cosas al mismo tiempo. Vaya, qué cosas. - Chasqueó la lengua. Que viniera cuanta feminista existiera en Storybrooke a tocarle la puerta que poco le importaba, pero a ella le fascinaba saber que Benjamin tenía la fuerza para cargarla y mucho más. En una sala de juntas haciendo negocios ella era imparable, y no es que fuera una dócil criaturilla inocente y maleable en la cama, pero parte de ella se derretía cada vez que él tomaba el control y se comportaba como hombre, exigente y dominante. Una de las cosas que le habían atraído en primer lugar fue que él no era alguien que se sintiera intimidado por ella y no dudara ni un instante en retarla y tratar de hacerse del control de la situación. Evelyn sabía que para eso se necesitaba una gran confianza en sí mismo y lo que se hacía.
Pues bien, dos podían jugar ese juego. Sería algo infantil pero si iba a ponerse en aquel plan para tentarla ella no iba a quedarse atrás. - Si, tienes razón, fue una prohibición estricta. Y que fastidio, quiero decir, con lo sencillo que hubiera sido ir al hospital más tarde a que me cambiaran el armatoste... en fin. - Suspiró con falsa resignación, fingiendo por un momento que regresaba a trabajar.
- ... a decir verdad una ducha no estaría mal para refrescar. Últimamente está haciendo demasiado calor, ¿no te importa, no? - Esta vez la que se fingía inocente y con solamente nobles y puras intenciones era ella. Si quería jugar duro eso era lo que iba a conseguir, Con aquella falsa naturalidad se sacó la camiseta y la dejó caer a sus pies, quedando solamente con el sostén puesto mientras movía un par de cosas en la laptop.
- Ya está, mucho mejor, seguro que eso no te molesta, es que el calor, ya sabes... - Se fingió inocente de nuevo como dando a entender que ella no tenía nada que ver en eso, cuando la verdad era que tan solo tenerlo tan cerca una decena de imágenes demasiado poco decentes se le venía a él a la mente. Incluso se encogió de hombros con coquetería.
- Pero bueno anda, vete a duchar que dices que te hace falta... - Hora de sacar la artillería pesada. Si él creía que podía desnudarse en si casa sin que nadie detuviera mal lo llevaba. Tal vez él tuviera a su favor como arma esa sonrisa a la que Evelyn no podía negarle nada. Pues bien, Evelyn tenía sus propios ases sobre la manga. Ella no iba a ser la primera en ceder.
----
User: No se que sarta de idioteces sobre hamburguesas y wallabees estaban escritas en el post original, nunca posteen despues de una ronda d vodka-cranberrie, estoy MURIENDO de la risa xDDDDDDDDDDDDDDD
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
De acuerdo... No esperaba ese tipo de golpe bajo por parte de Evelyn, ni él, ni sus hormonas, que dieron un vuelco al verla quitarse la camiseta. Desde luego era la vez que la veía con menos ropa desde hacía meses, porque en esas últimas semanas habían estado evitando esa clase de contactos, tanto físicos como visuales, por motivos prácticos. Si debían mantener abstinencia voluntaria durante unas semanas más, pues mejor evitar la tentación.
Los pasos que tenían que llevarlo al baño se detuvieron y se giró para enfrentar a Evelyn con ambas cejas levantadas y una sonrisa formándose en sus labios. Y esta vez no era una de sus sonrisas inocentes, sino más bien la que no presagiaba nada bueno.
Del mismo modo que se había alejado de ella se volvió a acercar. A la mierda con su propósito de desesperarla y que por una vez fuera ella la que necesitara una ducha fría con urgencia, y desde luego a la mierda con lo de que el yeso no podía mojarse. Seguramente podrían inventar alguna historia sobre como terminó cubierto de agua de arriba a bajo. Y ya que estaba, a la mierda con lo de ser responsable y cuidar de ella. Evelyn ya estaba mayor, y si quería jugar a ese juego, que aceptara las consecuencias.
- Pues creo que la temperatura va a subir bastante más... Quizás deberías quitarte más ropa...
Aquello fue todo lo que dijo antes de inclinarse para besarla. Un beso en condiciones, no uno a medias por medio a que sus hormonas se emocionaran más de la cuenta y tuviera que salir corriendo con un vergonzoso bulto en sus pantalones que le delatara como un hombre adulto con las hormonas de un quinceañero revolucionado.
Se separó de sus labios sólo para pasar ambos brazos por las axilas de la chica y levantarla a pulso de la silla. Y ahora que hiciera otro comentario gracioso sobre la fuerza de sus brazos si encontraba motivos.
- ¿Que decías antes, acerca de mis brazos y lo de poder cargarte? - dijo con sorna antes de volver a besarla con vehemencia.
¿La única parte mala? Que al tener las manos ocupadas no podía acariciarla como era debido, así que para solucionar aquel pequeño detalle se dirigió al baño con Evelyn entre sus brazos, hasta dejarla sentada encima del mármol que rodeaba los grifos, apoyando la espalda contra el espejo, colocándose él mismo entre sus piernas y dirigiendo sus labios hasta el escote que ella misma había dejado al descubierto.
------------
U: No llegué a leer lo de las hamburguesas xDDDD A saber de que escribiste xDDDDDDDD
Los pasos que tenían que llevarlo al baño se detuvieron y se giró para enfrentar a Evelyn con ambas cejas levantadas y una sonrisa formándose en sus labios. Y esta vez no era una de sus sonrisas inocentes, sino más bien la que no presagiaba nada bueno.
Del mismo modo que se había alejado de ella se volvió a acercar. A la mierda con su propósito de desesperarla y que por una vez fuera ella la que necesitara una ducha fría con urgencia, y desde luego a la mierda con lo de que el yeso no podía mojarse. Seguramente podrían inventar alguna historia sobre como terminó cubierto de agua de arriba a bajo. Y ya que estaba, a la mierda con lo de ser responsable y cuidar de ella. Evelyn ya estaba mayor, y si quería jugar a ese juego, que aceptara las consecuencias.
- Pues creo que la temperatura va a subir bastante más... Quizás deberías quitarte más ropa...
Aquello fue todo lo que dijo antes de inclinarse para besarla. Un beso en condiciones, no uno a medias por medio a que sus hormonas se emocionaran más de la cuenta y tuviera que salir corriendo con un vergonzoso bulto en sus pantalones que le delatara como un hombre adulto con las hormonas de un quinceañero revolucionado.
Se separó de sus labios sólo para pasar ambos brazos por las axilas de la chica y levantarla a pulso de la silla. Y ahora que hiciera otro comentario gracioso sobre la fuerza de sus brazos si encontraba motivos.
- ¿Que decías antes, acerca de mis brazos y lo de poder cargarte? - dijo con sorna antes de volver a besarla con vehemencia.
¿La única parte mala? Que al tener las manos ocupadas no podía acariciarla como era debido, así que para solucionar aquel pequeño detalle se dirigió al baño con Evelyn entre sus brazos, hasta dejarla sentada encima del mármol que rodeaba los grifos, apoyando la espalda contra el espejo, colocándose él mismo entre sus piernas y dirigiendo sus labios hasta el escote que ella misma había dejado al descubierto.
------------
U: No llegué a leer lo de las hamburguesas xDDDD A saber de que escribiste xDDDDDDDD
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Ahh, touché, mon amour. Que como había esperado el revelar algo de piel volvía a darle a ella la ventaja. Lograba leer a la perfección la expresión que Ben sostenía en su rostro y a él claramente le gustaba lo que veía. Si la mirada que sostenía no era suficiente para delatarlo, entonces solo había que deslizar los ojos más hacia abajo, en donde sus boxers. La sonrisa afilada y altanera de Evelyn no se hizo esperar.
No se dejó amedrentar por amenazas sobre temperatura a la alza, si ha decir verdad eso era justo lo que buscaba. Trato de dar su mejor esfuerzo en mantener una expresión estoíca cuando él se acercaba, acechándola con aquella sonrisa maliciosa, sin estar muy segura de si lo había conseguido o no, porque eso ya no importaba si al momento en que volvía a besarla sabía de sobra que no iba, ni querría, escaparse de esa.
Al diablo con todo lo demás. Si habían podido ponerle un yeso por primera vez podrían cambiárselo por uno nuevo. No le importaba lo que costara ni tampoco lo que pudieran decirle, por permitirse ser feliz un par de horas no iba a dañarse el tobillo de por vida. Por eso lo rodeó con sus brazos y lo besó sin contenerse ni un poco, explorando esa boca que ya conocía de memoria pero que siempre conseguía hacerla estremecer como si fuera la primera vez que la probara.
Ahogó un gritito de sorpresa cuando la levantaba, curvando sus labios en una sonrisa en medio de aquel beso hambriento. - Cállate y bésame. - De nuevo su manía de ordenar, nunca pedir, pero dentro del contexto funcionaba de maravilla. Aquellos despliegues de fuerza y dominación le excitaban lo indecible y eso lo transmitía en la manera en que le sujetaba el rostro y le besaba con frenesí, alternando entre los labios y el cuello del mecánico.
El trayecto hacia el baño le había parecido eterno, a cada paso que demoraban perdía un poco más la cabeza. Ella misma abrió las piernas para que se acomodara entre ellas y volvió a echarle los brazos al cuello para atraerlo hacia sí. Entreabrió los labios para dejar escapar un gemido pues apenas sentir esos labios sobre sus pechos toda ella se arqueó, impaciente. Había extrañado demasiado esa sensación, el de tener su boca y sus manos recorriéndola entera, el sentirse deseada, el saber que lo enloquecía. Con nadie más se había entendido de aquella manera en un sentido tan físico. Aquella química que creaba fuego cada vez que estaban juntos sucedía solamente con él; ni con William se había sentido nunca así ni tampoco con James cuando las cosas habían ido bien entre ellos, porque sí, en algún momento lo había querido, de lo contrario nunca se hubiera casado con él. Benjamin siempre le había tratado como algo más, le hacía sentir mujer, no un mero adorno con el cual alimentar su ego y verse bien ante los demás para aplacar complejos de inferioridad.
- ¿En serio creías que ibas a poder desnudarte frente a mí sin que nada pasara? - Su risa se entremezlclaba con ligeros jadeos cuando ella enterraba los dedos en su oscura cabellera y acariciaba su espalda, animándolo a continuar. Ella misma se llevó las manos a la espalda para desabrochar el seguro de su sujetador y sacó los brazos por debajo de los tirantes para poder deshacerse de la prenda que ahora mismo le parecía lo más detestable posible.
- Venga genio, dime cual es tu idea... - Susurró a su oído antes de dirigir los labios al lóbulo de su oreja y atraparlo, tirar de él y jugar con él con su lengua mientras que sus manos se dedicaban a volver a descubrir ese cuerpo que tan bien conocía; cada zurco en su musculatura, cada lunar, cada pequeña cicatriz. Era suyo, así como ella le pertenecía a él.
---
U: UNA BARRABASADA XDDDD Algo sobre hamburguesas preparadas por Wallabis interfiriendo en su felicidad JAJAJAJAJA debi tomarle screenshot...
No se dejó amedrentar por amenazas sobre temperatura a la alza, si ha decir verdad eso era justo lo que buscaba. Trato de dar su mejor esfuerzo en mantener una expresión estoíca cuando él se acercaba, acechándola con aquella sonrisa maliciosa, sin estar muy segura de si lo había conseguido o no, porque eso ya no importaba si al momento en que volvía a besarla sabía de sobra que no iba, ni querría, escaparse de esa.
Al diablo con todo lo demás. Si habían podido ponerle un yeso por primera vez podrían cambiárselo por uno nuevo. No le importaba lo que costara ni tampoco lo que pudieran decirle, por permitirse ser feliz un par de horas no iba a dañarse el tobillo de por vida. Por eso lo rodeó con sus brazos y lo besó sin contenerse ni un poco, explorando esa boca que ya conocía de memoria pero que siempre conseguía hacerla estremecer como si fuera la primera vez que la probara.
Ahogó un gritito de sorpresa cuando la levantaba, curvando sus labios en una sonrisa en medio de aquel beso hambriento. - Cállate y bésame. - De nuevo su manía de ordenar, nunca pedir, pero dentro del contexto funcionaba de maravilla. Aquellos despliegues de fuerza y dominación le excitaban lo indecible y eso lo transmitía en la manera en que le sujetaba el rostro y le besaba con frenesí, alternando entre los labios y el cuello del mecánico.
El trayecto hacia el baño le había parecido eterno, a cada paso que demoraban perdía un poco más la cabeza. Ella misma abrió las piernas para que se acomodara entre ellas y volvió a echarle los brazos al cuello para atraerlo hacia sí. Entreabrió los labios para dejar escapar un gemido pues apenas sentir esos labios sobre sus pechos toda ella se arqueó, impaciente. Había extrañado demasiado esa sensación, el de tener su boca y sus manos recorriéndola entera, el sentirse deseada, el saber que lo enloquecía. Con nadie más se había entendido de aquella manera en un sentido tan físico. Aquella química que creaba fuego cada vez que estaban juntos sucedía solamente con él; ni con William se había sentido nunca así ni tampoco con James cuando las cosas habían ido bien entre ellos, porque sí, en algún momento lo había querido, de lo contrario nunca se hubiera casado con él. Benjamin siempre le había tratado como algo más, le hacía sentir mujer, no un mero adorno con el cual alimentar su ego y verse bien ante los demás para aplacar complejos de inferioridad.
- ¿En serio creías que ibas a poder desnudarte frente a mí sin que nada pasara? - Su risa se entremezlclaba con ligeros jadeos cuando ella enterraba los dedos en su oscura cabellera y acariciaba su espalda, animándolo a continuar. Ella misma se llevó las manos a la espalda para desabrochar el seguro de su sujetador y sacó los brazos por debajo de los tirantes para poder deshacerse de la prenda que ahora mismo le parecía lo más detestable posible.
- Venga genio, dime cual es tu idea... - Susurró a su oído antes de dirigir los labios al lóbulo de su oreja y atraparlo, tirar de él y jugar con él con su lengua mientras que sus manos se dedicaban a volver a descubrir ese cuerpo que tan bien conocía; cada zurco en su musculatura, cada lunar, cada pequeña cicatriz. Era suyo, así como ella le pertenecía a él.
---
U: UNA BARRABASADA XDDDD Algo sobre hamburguesas preparadas por Wallabis interfiriendo en su felicidad JAJAJAJAJA debi tomarle screenshot...
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Por supuesto que se olvidó del pequeño e insignificante detalle que suponía el yeso de la pierna de Evelyn, más cuando ella se sacó del todo el sujetador y le dejó via libre a sus pechos, cosa que sus labios no tardaron en aprovechar. Porque sólo ella tenía esa capacidad de hacerle perder toda capacidad de razonar algo coherente, pensando sólo en tenerla más y más cerca. Por eso cuando Evelyn le preguntó por la idea que tenía sonrió contra la suave piel de su escote, acercando los labios a uno de sus pezones, todavía sin rozarlo.
- Bueno, creí que estaba claro. Pretendo desnudarte y llevarte a la piscina olímpica que tienes por ducha... ¿Te hago un dibujo?
Claro que no podía olvidar el sarcasmo, y menos en momentos como ese en el que se sabía teniendo el control absoluto de la situación. Dios sabía que eso era exactamente lo que le gustaba y lo que necesitaba para alimentar a su ego.
Su lengua trazaba caminos invisibles por su piel, evitando las zonas más sensibles de la chica sólo con el fin de provocarla. Bajó por entre sus pechos para llegar a su abdomen, deteniéndose un momento en su ombligo, mientras sus manos reseguían sus piernas. Fue entonces cuando una de ellas no tardó en toparse con el yeso.
Por supuesto... Se había olvidado de él... Y a eso era a lo que se refería ella hacía unos minutos.
- Claro... Te referías al maldito yeso... - dijo apartando los labios de su abdomen y volviendo a la posición erguida entre sus piernas, mirándola con una media sonrisa - Es que cierta joyera ligera de ropa y con un cuerpo de escándalo me estaba distrayendo y no prestaba atención...
Hizo una pausa sólo para inclinarse a besarla una vez más. Un beso igual de subido de tono que los anteriores mientras sus manos acariciaban sin vergüenza alguna la parte interior de sus muslos.
- Creía que eras tu la que sabía que hacer... Pero si no tienes ninguna idea dimelo y te llevo a la cama. Dejarémos la ducha para cuando tus huesos se junten. Yo no estoy como para ponerme a pensar ahora mismo... - volvió a sonreir antes de volver a besarla, a la espera de plan alternativo.
- Bueno, creí que estaba claro. Pretendo desnudarte y llevarte a la piscina olímpica que tienes por ducha... ¿Te hago un dibujo?
Claro que no podía olvidar el sarcasmo, y menos en momentos como ese en el que se sabía teniendo el control absoluto de la situación. Dios sabía que eso era exactamente lo que le gustaba y lo que necesitaba para alimentar a su ego.
Su lengua trazaba caminos invisibles por su piel, evitando las zonas más sensibles de la chica sólo con el fin de provocarla. Bajó por entre sus pechos para llegar a su abdomen, deteniéndose un momento en su ombligo, mientras sus manos reseguían sus piernas. Fue entonces cuando una de ellas no tardó en toparse con el yeso.
Por supuesto... Se había olvidado de él... Y a eso era a lo que se refería ella hacía unos minutos.
- Claro... Te referías al maldito yeso... - dijo apartando los labios de su abdomen y volviendo a la posición erguida entre sus piernas, mirándola con una media sonrisa - Es que cierta joyera ligera de ropa y con un cuerpo de escándalo me estaba distrayendo y no prestaba atención...
Hizo una pausa sólo para inclinarse a besarla una vez más. Un beso igual de subido de tono que los anteriores mientras sus manos acariciaban sin vergüenza alguna la parte interior de sus muslos.
- Creía que eras tu la que sabía que hacer... Pero si no tienes ninguna idea dimelo y te llevo a la cama. Dejarémos la ducha para cuando tus huesos se junten. Yo no estoy como para ponerme a pensar ahora mismo... - volvió a sonreir antes de volver a besarla, a la espera de plan alternativo.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
- No, idiota… – Cualquier protesta de nada serviría porque de todas formas no era capaz de articular palabras de manera coherente. Había querido decirle sobre qué iban a hacer con su pierna y el estúpido yeso que ahora mismo estaba odiando más que ninguna otra cosa sobre la faz de la tierra y que le hacía pensar que dos semanas antes de la próxima visita agendada que tenía con el ortopedista era demasiado tiempo. No iba a resistir tanto sin poder tocarlo y estando consciente de eso era que ni siquiera lo iba a intentar. Necesitaba besarlo, tocarlo, sentirlo en ella y reclamarlo como suyo una vez más. Pero su intento de explicarse no llegaba a nada puesto que un suspiro le robaba la voz al notar esos labios tan cerca de su piel, provocándola tan solo con el roce y la calidez de su aliento.
Se aferró a la encimera de mármol fino, y el frío del espejo contra el cual apoyaba la espalda otorgaba un intenso contraste al calor que sentía crecer cada vez más en su interior. Seguía sorprendiéndole tanto como la primera vez la forma en la que Benjamin con tan dolo una mirada y un gesto era capaz de tenerla temblando entre sus brazos a la expectativa de su tacto.
Y le encantaba esa manera en que se hacía dueño de la situación. Como aunque ella tratara de retomar el control él siempre conseguía sobrepasarla, y la retaba y la desafiaba y hacía con ella lo que quería hasta que no le quedaba más que rendirse a lo que su cuerpo le suplicaba y a lo que él le exigía. Tal vez por eso había dejado de amar a James. Necesitaba a alguien seguro, confiado, sin temor, y en el forense había visto todo eso alguna vez, pero conforme el tiempo pasó… tal vez la magia se había perdido, pero al final aquella manía que tenía de tomarlo todo como afrenta personal Evelyn lo interpretaba como un complejo de inferioridad tal que la frustración que le provocaba no los orillaba a otra cosa más que pelear. Y uno no llega hasta donde ella estaba teniendo miedo a las confrontaciones.
Mantenía los dedos enterrados en el cabello oscuro de Benjamin, acariciando su cabeza conforme iba descendiendo. Aunque como intuía, al recordar el pedazo de roca que tenía envolviéndole media extremidad iba a regresar de nuevo a la realidad. – ¿Y qué creías? No es que necesite un diagrama sobre cómo funciona el sexo, Einstein. - Una risilla sarcástica se le escapó de los labios al escucharlo y le miró con una media sonrisa afilada y aquel rastro de altanería tan propio en su mirada.
- Sigue diciendo eso y quizá tengas suerte… – Su sonrisa adquirió un tono más seductor tras que le dijera que ella lo tenía distraído y se acercara a besarla. La manera en que acariciaba sus muslos no le tenía indiferente y Evelyn para corresponderle colocó la mano sobre su sexo y por encima de sus bóxers, acariciándolo sin ninguna clase de pudor. Y sentir así, tan cerca endurecido ya provocó una corriente eléctrica que se extendió veloz por todo su cuerpo, haciéndola suspirar y culminar con un mordisco en los labios del mecánico.
- Estás loco si en verdad crees que vamos a dejar esto para después. Llévame al hospital luego y diremos que me resbalé en la piscina. – Y qué importaba si no le creían que igual iba a pagarles para que le cambiaran el armatoste. Estarse un par de horas con el yeso húmedo no le iba a matar. Todo lo contrario a tener que esperar más para poder estar con él.- Pero te necesito ya… – Negándose a medir consecuencias besó su cuello, subiendo poco a poco hacia su oído para atraparlo en sus labios y tirar de él suavemente mientras seguía tocándolo sin vergüenza alguna y deslizaba su mano por dentro de los bóxers negros.
Se aferró a la encimera de mármol fino, y el frío del espejo contra el cual apoyaba la espalda otorgaba un intenso contraste al calor que sentía crecer cada vez más en su interior. Seguía sorprendiéndole tanto como la primera vez la forma en la que Benjamin con tan dolo una mirada y un gesto era capaz de tenerla temblando entre sus brazos a la expectativa de su tacto.
Y le encantaba esa manera en que se hacía dueño de la situación. Como aunque ella tratara de retomar el control él siempre conseguía sobrepasarla, y la retaba y la desafiaba y hacía con ella lo que quería hasta que no le quedaba más que rendirse a lo que su cuerpo le suplicaba y a lo que él le exigía. Tal vez por eso había dejado de amar a James. Necesitaba a alguien seguro, confiado, sin temor, y en el forense había visto todo eso alguna vez, pero conforme el tiempo pasó… tal vez la magia se había perdido, pero al final aquella manía que tenía de tomarlo todo como afrenta personal Evelyn lo interpretaba como un complejo de inferioridad tal que la frustración que le provocaba no los orillaba a otra cosa más que pelear. Y uno no llega hasta donde ella estaba teniendo miedo a las confrontaciones.
Mantenía los dedos enterrados en el cabello oscuro de Benjamin, acariciando su cabeza conforme iba descendiendo. Aunque como intuía, al recordar el pedazo de roca que tenía envolviéndole media extremidad iba a regresar de nuevo a la realidad. – ¿Y qué creías? No es que necesite un diagrama sobre cómo funciona el sexo, Einstein. - Una risilla sarcástica se le escapó de los labios al escucharlo y le miró con una media sonrisa afilada y aquel rastro de altanería tan propio en su mirada.
- Sigue diciendo eso y quizá tengas suerte… – Su sonrisa adquirió un tono más seductor tras que le dijera que ella lo tenía distraído y se acercara a besarla. La manera en que acariciaba sus muslos no le tenía indiferente y Evelyn para corresponderle colocó la mano sobre su sexo y por encima de sus bóxers, acariciándolo sin ninguna clase de pudor. Y sentir así, tan cerca endurecido ya provocó una corriente eléctrica que se extendió veloz por todo su cuerpo, haciéndola suspirar y culminar con un mordisco en los labios del mecánico.
- Estás loco si en verdad crees que vamos a dejar esto para después. Llévame al hospital luego y diremos que me resbalé en la piscina. – Y qué importaba si no le creían que igual iba a pagarles para que le cambiaran el armatoste. Estarse un par de horas con el yeso húmedo no le iba a matar. Todo lo contrario a tener que esperar más para poder estar con él.- Pero te necesito ya… – Negándose a medir consecuencias besó su cuello, subiendo poco a poco hacia su oído para atraparlo en sus labios y tirar de él suavemente mientras seguía tocándolo sin vergüenza alguna y deslizaba su mano por dentro de los bóxers negros.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
No era ningún secreto que Benjamin tenía el más simple de los mecanismos en lo que a sexo se refería. No hacía falta la gran cosa para que la parte de su cerebro que pensaba con cordura se apagara y dejara salir sus instintos más básicos. Y desde luego sentir como la mano de Evelyn se colaba hacia el interior había conseguido ese efecto al instante. Soltó un gruñido entrecortado al notar sus carícias.
Si a ella no le importaba presentarse al hospital con una excusa tan mala como haber caído a la piscina, a él menos todavía. Sobretodo cuando ella le reclamaba que lo necesitaba de inmediato. Aquellas eran el tipo de cosas que alimentaban a su ego.
- No te recordaba tan ansiosa, princesa. - le dijo con sorna, usando a propósito el adjetivo, con una sonrisa. Porque sabía que las situaciones subidas de tono eran en las que a ella no le importaba que la llamara así.
Evidentemente no hablaba en serio. Sabía lo ansiosa que era ella. Cuando había estado casada con el idiota de Downey se había presentado en más de una ocasión a mitad de la noche en su apartamento, diciéndole que no podía esperar al día siguiente. Y a él le encantaba que lo hiciera, porque le daba morbo y emoción a lo que sea que tuvieran cuando era todo lo que podían esperar.
Y en el momento que notó como ella mordisqueaba el lóbulo de su oreja supo que se había terminado la tregua para las delicadezas. Sin previo aviso la tomó para levantarla del mármol donde la había sentado y se dirigió a la bañera. La dejó sentada en el borde antes de entrar él al interior, comprobando que de esa forma sus pechos quedaban justo a la altura de sus labios. Sonrió antes de tomar sin ningún tipo de cuidado uno de sus pezones, trazando círculos con su lengua a su alrededor mientras su mano derecha recorría el interior de sus muslos hasta ir a parar justo encima de su sexo, acariciándolo por encima de la tela. Alargó esa carícia unos instantes antes de decidir que no era, ni de lejos suficiente, y tal y como había hecho ella antes, deslizó los dedos por debajo de la fina tela de lencería, dejando que uno de ellos entrara en su húmeda intimidad.
Hasta ese momento no se daba cuenta de lo mucho que había hechado esto de menos. Si, estos últimos días habían estado bien y el poder estar cerca de ella le había dado una tranquilidad que no recordaba haber experimentado en mucho tiempo. Pero dios sabía que donde realmente funcionaban, sin discusiones, sin eternas burlas y disputas, era en la cama (o en su defecto, en la bañera). Ben simplemente había olvidado lo bien que se amoldaban en ese aspecto, y realmente era un gusto poder volver a comprobarlo.
Sus dientes se cerraron entorno al pezón que había estado chupando, dándole un suave mordisco, antes de dirigirse al otro pecho, trazando un camino de besos por la suave piel de su escote. Sabía que aquel cuerpo le pertenecía, y a partir de ahora se aseguraría que fuera siempre de ese modo.
- No dejes que vuelva a comportarme como un estúpido y te aleje de mi... - le dijo en un susurro ronco antes de volver a pegar los labios en su pecho, mientras el dedo que había deslizado en su interior se movía cada vez más rápido, acariciando con avidez todo lo que encontraba a su paso.
Si a ella no le importaba presentarse al hospital con una excusa tan mala como haber caído a la piscina, a él menos todavía. Sobretodo cuando ella le reclamaba que lo necesitaba de inmediato. Aquellas eran el tipo de cosas que alimentaban a su ego.
- No te recordaba tan ansiosa, princesa. - le dijo con sorna, usando a propósito el adjetivo, con una sonrisa. Porque sabía que las situaciones subidas de tono eran en las que a ella no le importaba que la llamara así.
Evidentemente no hablaba en serio. Sabía lo ansiosa que era ella. Cuando había estado casada con el idiota de Downey se había presentado en más de una ocasión a mitad de la noche en su apartamento, diciéndole que no podía esperar al día siguiente. Y a él le encantaba que lo hiciera, porque le daba morbo y emoción a lo que sea que tuvieran cuando era todo lo que podían esperar.
Y en el momento que notó como ella mordisqueaba el lóbulo de su oreja supo que se había terminado la tregua para las delicadezas. Sin previo aviso la tomó para levantarla del mármol donde la había sentado y se dirigió a la bañera. La dejó sentada en el borde antes de entrar él al interior, comprobando que de esa forma sus pechos quedaban justo a la altura de sus labios. Sonrió antes de tomar sin ningún tipo de cuidado uno de sus pezones, trazando círculos con su lengua a su alrededor mientras su mano derecha recorría el interior de sus muslos hasta ir a parar justo encima de su sexo, acariciándolo por encima de la tela. Alargó esa carícia unos instantes antes de decidir que no era, ni de lejos suficiente, y tal y como había hecho ella antes, deslizó los dedos por debajo de la fina tela de lencería, dejando que uno de ellos entrara en su húmeda intimidad.
Hasta ese momento no se daba cuenta de lo mucho que había hechado esto de menos. Si, estos últimos días habían estado bien y el poder estar cerca de ella le había dado una tranquilidad que no recordaba haber experimentado en mucho tiempo. Pero dios sabía que donde realmente funcionaban, sin discusiones, sin eternas burlas y disputas, era en la cama (o en su defecto, en la bañera). Ben simplemente había olvidado lo bien que se amoldaban en ese aspecto, y realmente era un gusto poder volver a comprobarlo.
Sus dientes se cerraron entorno al pezón que había estado chupando, dándole un suave mordisco, antes de dirigirse al otro pecho, trazando un camino de besos por la suave piel de su escote. Sabía que aquel cuerpo le pertenecía, y a partir de ahora se aseguraría que fuera siempre de ese modo.
- No dejes que vuelva a comportarme como un estúpido y te aleje de mi... - le dijo en un susurro ronco antes de volver a pegar los labios en su pecho, mientras el dedo que había deslizado en su interior se movía cada vez más rápido, acariciando con avidez todo lo que encontraba a su paso.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Una sonrisa apareció en sus labios al instante en que le llamaba Princesa. La única persona que le había llamado así alguna vez había sido su padre. No era secreto para nadie que Evelyn había sido una chiquilla sumamente mimada y consentida, pero vamos, ella nunca se había jactado de ser una persona dulce y gentil. Para eso estaban las personas como Savannah o la mujer de William. El suyo siempre había sido otra clase de carácter. Uno que no importaba en que faceta, siempre se amoldaba a aquel de Benjamin. Incluso aquel sobrenombre se lo había ganado de manera irónica haciendo referencia a lo autoritaria y caprichosa que era, y aún así, había caprichos que él nunca se había negado a cumplirle, como aquellas llamadas en los momentos menos oportunos pidiéndole verse, o ahora mismo, que no le importaba lo que pudiera pasar con el condenado yeso o qué tan difícil iría a ser quitárselo una vez empapado. Lo único para lo que tenía razón en ese instante era lo mucho que lo deseaba y lo necesitaba.
Sería su Princesa cada vez que se lo pidiera, una que se aferraba a su cuello cuando la cargaba para apresurado llegar a dónde querían. Aquella tina de baño con una cantidad tan ridícula de programas que ni siquiera había logrado probar todos era uno de los objetos favoritos que tenía en esa casa. Sencillamente la adoraba, y ahora estaba a punto de hacerlo un poco más. Mientras él la tocaba ella trataba de alcanzar a ciegas la llave para abrirla y que el agua comenzara a correr. Por supuesto, era terriblemente difícil concentrarse cuando tenía la boca del mecánico centrándose en sus pechos de una manera que sencillamente le hacía perder la razón. Entrecerró los ojos pues el estremecimiento que le invadía era demasiado fuerte, pero no quería perder de vista nada de lo que hacía.
Un gemido venció su autocontrol en cuanto sintió ese dedo que se deslizaba dentro de ella moverse y empezar a explorarla. Se mantuvo sujeta al borde de la tina mientras abría más las piernas para que él hiciera lo que le placiese y echaba la espalda un poco hacia atrás, ofreciéndole aquello que buscaba con sus labios. Sentía que la temperatura de la habitación iba aumentando, no sólo por el agua caliente que empezaba a llenar la tina sino por aquella reacción explosiva que se producía siempre que estaban juntos.
Se abandonaba por completo a lo que esas manos le provocaban. Él tenía razón. Su cuerpo le pertenecía, y no solo eso sino ella entera. Cada centímetro de su piel, cada pensamiento y cada suspiro le pertenecían. Estaba loca por él y no tenía ni caso tratar de negarlo. Por eso se perdía a causa de la excitación que le embargaba, es que él mismo podía constatar en la fluidez con que sus dedos se deslizaban en su interior.
Hubo un instante en el que cerró los ojos y tras abrirlos... no estaba en aquel lujoso baño recubierto de mármol y enormes espejos que abarcaban lo largo y ancho de todo un muro. Vio una habitación que parecía estar echa de piedra, pero ataviada con lujosas telas y el dosel de una cama que brillaba como hecho de oro. Escuchó el crepitar de unas llamas y aunque confundida, el ronco susurro de Ben le trajo de vuelta al aquí y ahora.
Le tomó el rostro entre ambas manos y lo hizo erguirse a pesar de lo mucho que le gustaba sentir sus labios de esa manera. Y la mirada en sus ojos ambar era una de devoción pura, de un amor tan profundo que quemaba por dentro y una ternura que quizá contrastaba demasiado con la desesperación con la que sus cuerpos les pedían que se fundieran en uno solo.
- No voy a perderte otra vez. - Y aquella era una delcaración tan certera como que su nombre era Evelyn Dominique Aldridge, heredera de la fortuna de Dominic Aldridge. Lo amaba y ese amor era tan intenso que iba más allá de un dolor que por poco la mataba y le había hecho sentir que nunca más podría volver a ser feliz, que se merecía lo que había pasado por ser una mala persona. Pero ahora mismo no importaba nada más que el que estaban juntos y el resto del mundo era insignificante en comparación.
Lo besó con urgencia y adelantó su cuerpo apenas lo suficiente como para meterse dentro de la tina. No iba a mentir, el yeso húmedo era una sensación desagradable sobre su piel pero no era nada que no pudiera ignorar cuando su mente y su cuerpo tenían otros propósitos. A ciegas volvió a buscar la llave para cerrarla y tras besar el pecho de Ben lo empujó a que se sentara. Pronto uno de los programas de hidromasaje comenzó y algunas sales aromáticas se liberaban haciendo espuma. Ella también se sumergió en el agua hasta alcanzarlo y buscó sus boxers por debajo del agua para tirar de ellos, acercándose peligrosamente a su pecho para besarlo de nuevo y subir hacia su cuello.
- No vas a necesitar eso. - Le susurró cuando al fin se deshacía de la prenda y la sacaba de la tina sin cuidar mucho de a donde caía. Ella tampoco necesitaba más ropa y empujándose en el agua hasta quedar sobre él buscó sus labios y se sentó sobre sus piernas, aunque por la manera en que se movía buscando su sexo no hacía otra cosa más que invitarlo a terminar de desnudarla de una vez.
Sería su Princesa cada vez que se lo pidiera, una que se aferraba a su cuello cuando la cargaba para apresurado llegar a dónde querían. Aquella tina de baño con una cantidad tan ridícula de programas que ni siquiera había logrado probar todos era uno de los objetos favoritos que tenía en esa casa. Sencillamente la adoraba, y ahora estaba a punto de hacerlo un poco más. Mientras él la tocaba ella trataba de alcanzar a ciegas la llave para abrirla y que el agua comenzara a correr. Por supuesto, era terriblemente difícil concentrarse cuando tenía la boca del mecánico centrándose en sus pechos de una manera que sencillamente le hacía perder la razón. Entrecerró los ojos pues el estremecimiento que le invadía era demasiado fuerte, pero no quería perder de vista nada de lo que hacía.
Un gemido venció su autocontrol en cuanto sintió ese dedo que se deslizaba dentro de ella moverse y empezar a explorarla. Se mantuvo sujeta al borde de la tina mientras abría más las piernas para que él hiciera lo que le placiese y echaba la espalda un poco hacia atrás, ofreciéndole aquello que buscaba con sus labios. Sentía que la temperatura de la habitación iba aumentando, no sólo por el agua caliente que empezaba a llenar la tina sino por aquella reacción explosiva que se producía siempre que estaban juntos.
Se abandonaba por completo a lo que esas manos le provocaban. Él tenía razón. Su cuerpo le pertenecía, y no solo eso sino ella entera. Cada centímetro de su piel, cada pensamiento y cada suspiro le pertenecían. Estaba loca por él y no tenía ni caso tratar de negarlo. Por eso se perdía a causa de la excitación que le embargaba, es que él mismo podía constatar en la fluidez con que sus dedos se deslizaban en su interior.
Hubo un instante en el que cerró los ojos y tras abrirlos... no estaba en aquel lujoso baño recubierto de mármol y enormes espejos que abarcaban lo largo y ancho de todo un muro. Vio una habitación que parecía estar echa de piedra, pero ataviada con lujosas telas y el dosel de una cama que brillaba como hecho de oro. Escuchó el crepitar de unas llamas y aunque confundida, el ronco susurro de Ben le trajo de vuelta al aquí y ahora.
Le tomó el rostro entre ambas manos y lo hizo erguirse a pesar de lo mucho que le gustaba sentir sus labios de esa manera. Y la mirada en sus ojos ambar era una de devoción pura, de un amor tan profundo que quemaba por dentro y una ternura que quizá contrastaba demasiado con la desesperación con la que sus cuerpos les pedían que se fundieran en uno solo.
- No voy a perderte otra vez. - Y aquella era una delcaración tan certera como que su nombre era Evelyn Dominique Aldridge, heredera de la fortuna de Dominic Aldridge. Lo amaba y ese amor era tan intenso que iba más allá de un dolor que por poco la mataba y le había hecho sentir que nunca más podría volver a ser feliz, que se merecía lo que había pasado por ser una mala persona. Pero ahora mismo no importaba nada más que el que estaban juntos y el resto del mundo era insignificante en comparación.
Lo besó con urgencia y adelantó su cuerpo apenas lo suficiente como para meterse dentro de la tina. No iba a mentir, el yeso húmedo era una sensación desagradable sobre su piel pero no era nada que no pudiera ignorar cuando su mente y su cuerpo tenían otros propósitos. A ciegas volvió a buscar la llave para cerrarla y tras besar el pecho de Ben lo empujó a que se sentara. Pronto uno de los programas de hidromasaje comenzó y algunas sales aromáticas se liberaban haciendo espuma. Ella también se sumergió en el agua hasta alcanzarlo y buscó sus boxers por debajo del agua para tirar de ellos, acercándose peligrosamente a su pecho para besarlo de nuevo y subir hacia su cuello.
- No vas a necesitar eso. - Le susurró cuando al fin se deshacía de la prenda y la sacaba de la tina sin cuidar mucho de a donde caía. Ella tampoco necesitaba más ropa y empujándose en el agua hasta quedar sobre él buscó sus labios y se sentó sobre sus piernas, aunque por la manera en que se movía buscando su sexo no hacía otra cosa más que invitarlo a terminar de desnudarla de una vez.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
En esos instantes no sabía porqué había sido tan estúpido de joder las cosas la otra vez. La necesidad de alejarse de ella, del compromiso y del bebé habían sido tan extrañamente imperativas que había seguido su intuición sin poner en duda nada de lo que su subconsciente le mandaba hacer. En esos momentos, sin embargo, veía las cosas con claridad. Se sentía preparado para lo que fuera, y desde luego ya no iba a huír, porque tenía claro que ella era justamente lo que quería en su vida. Lo único bueno que le había pasado jamás.
Desde que la había conocido a ella, ninguna de las demás con las que había salido había llegado siquiera a rozar la forma en la que se sentía estando con ella. Sí, todas eran divertidas y atractivas a su manera, pero aquello que tenían ellos iba mucho más allá de eso. Era una atracción que los empujaba el uno contra el otro constantemente, de forma casi enfermiza, y aún cuando había sido él quien se había alejado, siempre había estado pendiente de lo que ella hacía o a donde iba.
Sabía que la quería, sólo que había sido demasiado cobarde para aceptarlo hasta que ella lo amenazó con dejarle para siempre. A decir verdad ahora ya no le importaba sentir por ella todas aquellas cosas de las que se había reído la mayor parte de su vida, porque se sentía bien.
Volvió a la realidad del baño cuando ella le empujó para obligarle a quedar sentado dentro de las burbujas que empezaban a fomarse en la bañera, y ella aún y con yeso se movía de una forma que lo hacía volver loco.
Su mente perdió toda capacidad para razonar con claridad, y notando como ella hacía desaparecer sus bóxers, él supo que tenía que hacer lo mismo. Su lencería de encaje, aunque le encantaba, no hacía más que molestar.
Dejándose llevar por la pasión del momento rompió la fina tela de la prenda, rasgándolas del todo, y tirándola fuera del agua con una sonrisa inocente.
- Hay que ver, con todo el dinero que tienes y la mala calidad que tiene la ropa interior que compras... Se rompe con nada.
Se inclinó hacía delante para besarla mientras ella seguía con esos movimientos que lo provocaban hasta el punto en que ya no pudo aguantar más. Las caricias estaba bien, pero habían sido demasiadas semanas viviendo en esa casa, durmiendo en la misma cama y teniendo contacto demasiado cercano cumpliendo con toda aquella abstinencia.
La tomó por la cintura y tiró de ella hacía abajo, guiando con una mano su miembro hasta su interior al tiempo que de su garganta salía un gruñido de placer.
Llevó sus labios hasta la piel de su cuello, besando y lamiendo la piel mientras empezaba a mover las caderas a un ritmo rápido y constante.
Desde que la había conocido a ella, ninguna de las demás con las que había salido había llegado siquiera a rozar la forma en la que se sentía estando con ella. Sí, todas eran divertidas y atractivas a su manera, pero aquello que tenían ellos iba mucho más allá de eso. Era una atracción que los empujaba el uno contra el otro constantemente, de forma casi enfermiza, y aún cuando había sido él quien se había alejado, siempre había estado pendiente de lo que ella hacía o a donde iba.
Sabía que la quería, sólo que había sido demasiado cobarde para aceptarlo hasta que ella lo amenazó con dejarle para siempre. A decir verdad ahora ya no le importaba sentir por ella todas aquellas cosas de las que se había reído la mayor parte de su vida, porque se sentía bien.
Volvió a la realidad del baño cuando ella le empujó para obligarle a quedar sentado dentro de las burbujas que empezaban a fomarse en la bañera, y ella aún y con yeso se movía de una forma que lo hacía volver loco.
Su mente perdió toda capacidad para razonar con claridad, y notando como ella hacía desaparecer sus bóxers, él supo que tenía que hacer lo mismo. Su lencería de encaje, aunque le encantaba, no hacía más que molestar.
Dejándose llevar por la pasión del momento rompió la fina tela de la prenda, rasgándolas del todo, y tirándola fuera del agua con una sonrisa inocente.
- Hay que ver, con todo el dinero que tienes y la mala calidad que tiene la ropa interior que compras... Se rompe con nada.
Se inclinó hacía delante para besarla mientras ella seguía con esos movimientos que lo provocaban hasta el punto en que ya no pudo aguantar más. Las caricias estaba bien, pero habían sido demasiadas semanas viviendo en esa casa, durmiendo en la misma cama y teniendo contacto demasiado cercano cumpliendo con toda aquella abstinencia.
La tomó por la cintura y tiró de ella hacía abajo, guiando con una mano su miembro hasta su interior al tiempo que de su garganta salía un gruñido de placer.
Llevó sus labios hasta la piel de su cuello, besando y lamiendo la piel mientras empezaba a mover las caderas a un ritmo rápido y constante.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Sentir la fuerza en sus manos, suficiente para rasgar las costuras de la delicada prenda que aún vestía, lograba excitarla de maneras como nunca antes. Se mordió los labios al sentir el tirón y si Benjamin sonreía con falsa inocencia excusándose por su travesura, la sonrisa en el rostro de Evelyn era todo menos pudorosa. Chasqueó la lengua y se dejó hacer, disfrutando de aquel cosquilleo expectante entre sus piernas pues sabía que no iban a resistir mucho más, ninguno de los dos.
- Si vas a estar por aquí tal vez hasta debería dejar de usarla. – Y que hiciera con el trozo de encaje lo que quisiera, dejarlo flotando en la tina o lanzarlo por allá con desdén como el resto de sus ropas. Lo besó con esa misma urgencia que el mostraba, ahora sí, libres de cualquier obstáculo que les impidiera sentirse el uno al otro como tanto habían deseado hacer. A la mierda el yeso, el miedo y las viejas heridas. No tenía ninguna duda de que era Benjamin esa parte de su corazón sin la cual no podía estar.
Se había sumido por completo en su trabajo después de que tragedia tras tragedia había caído sobre ella. Evitado a toda costa el taller y hasta los restaurantes a los que sabía el frecuentando, haciendo de oídos sordos a los rumores de que había vuelto a sus viejas costumbres y reemplazarla por alguna de las chiquillas estúpidas de aquellas que abundaban en el pueblo. Pero ahora que estaba entre sus brazos volvía a sonreír de nuevo, a sentirse feliz, a brillar como la gema exótica que sabía que era.
Un claro gemido escapó de su garganta cuando la tomaba por las caderas y la empujaba hacia él para quedar enterrado en su intimidad. Se inclinó hacia adelante, ladeando la cabeza para ofrecerle la tersa piel que se extendía por su cuello y se sujetó de la orilla de la tina para poder apoyarse de ahí y tomar impulso ya que sus piernas no eran tan ágiles como lo serían sin el yeso. El que por la posición que adquiría para sostenerse así el rostro de Benjamin quedara a la altura de sus pechos era un beneficio colateral al que pretendía sacarle todo el beneficio posible.
Cada vez que se moví levantaba agua y espuma. El agua caliente contra la piel era simplemente deliciosa y el perfume a flores e incienso que desprendían las salas conseguían relajarla de una manera en que en su mente no existía nada más que Benjamin, sus labios en sus pechos, sus manos en su espalda, su sexo reclamándola como suya una vez más aunque nunca hubiera dejado de serlo. Y los sutiles suspiros que hasta el momento se habían manifestado en su voz se volvían ansiosos jadeos y gemidos ardientes que no se contenía en dejar libres para que hicieran eco en la habitación.
- Eres mío… – Susurró a su oído. No eran celos, aunque si un toque de posesividad, ese mismo que hacía que corazón doliera tan solo por imaginarse un mundo en el que volviera a perderlo. Una vez había sido suficiente y no más, e iba a asegurarse que esta vez las cosas funcionaran. Que estuvieran juntos, que iniciaran una vida ellos dos y esta vez consiguieran su final feliz. El “Te Amo” se quedó a media voz porque una intensa descarga de placer puro le inundó por completo, haciéndola arquear la espalda y cerrar los ojos con fuerza.
Cuando los abrió aparecía en su rostro una sonrisa de goce puro. No había prestado demasiada atención al muro de espejos, no hasta ahora que un idea aparecía en su cabeza de manera insistente. Volvió a besarlo con brusquedad, mordiendo sus labios antes de echarse hacia atrás en el agua y hacerle un gesto que le siguiera. Se acomodó del lado de la tina que daba a los espejos y giró para dejar apoyada su espalda contra el pecho del mecánico, ambos pudiendo verse reflejados.
- No vas a negarme que nos vemos bien, ¿verdad? – Rio provocándole, girando apenas lo necesario para poder besarlo, antes de inclinarse hacia adelante y, sujetándose a la orilla de la tina, otorgarle una visión más que sugerente de su cuerpo y de lo que estaba rogando que hiciera, la manera en que lo deseaba.
- Si vas a estar por aquí tal vez hasta debería dejar de usarla. – Y que hiciera con el trozo de encaje lo que quisiera, dejarlo flotando en la tina o lanzarlo por allá con desdén como el resto de sus ropas. Lo besó con esa misma urgencia que el mostraba, ahora sí, libres de cualquier obstáculo que les impidiera sentirse el uno al otro como tanto habían deseado hacer. A la mierda el yeso, el miedo y las viejas heridas. No tenía ninguna duda de que era Benjamin esa parte de su corazón sin la cual no podía estar.
Se había sumido por completo en su trabajo después de que tragedia tras tragedia había caído sobre ella. Evitado a toda costa el taller y hasta los restaurantes a los que sabía el frecuentando, haciendo de oídos sordos a los rumores de que había vuelto a sus viejas costumbres y reemplazarla por alguna de las chiquillas estúpidas de aquellas que abundaban en el pueblo. Pero ahora que estaba entre sus brazos volvía a sonreír de nuevo, a sentirse feliz, a brillar como la gema exótica que sabía que era.
Un claro gemido escapó de su garganta cuando la tomaba por las caderas y la empujaba hacia él para quedar enterrado en su intimidad. Se inclinó hacia adelante, ladeando la cabeza para ofrecerle la tersa piel que se extendía por su cuello y se sujetó de la orilla de la tina para poder apoyarse de ahí y tomar impulso ya que sus piernas no eran tan ágiles como lo serían sin el yeso. El que por la posición que adquiría para sostenerse así el rostro de Benjamin quedara a la altura de sus pechos era un beneficio colateral al que pretendía sacarle todo el beneficio posible.
Cada vez que se moví levantaba agua y espuma. El agua caliente contra la piel era simplemente deliciosa y el perfume a flores e incienso que desprendían las salas conseguían relajarla de una manera en que en su mente no existía nada más que Benjamin, sus labios en sus pechos, sus manos en su espalda, su sexo reclamándola como suya una vez más aunque nunca hubiera dejado de serlo. Y los sutiles suspiros que hasta el momento se habían manifestado en su voz se volvían ansiosos jadeos y gemidos ardientes que no se contenía en dejar libres para que hicieran eco en la habitación.
- Eres mío… – Susurró a su oído. No eran celos, aunque si un toque de posesividad, ese mismo que hacía que corazón doliera tan solo por imaginarse un mundo en el que volviera a perderlo. Una vez había sido suficiente y no más, e iba a asegurarse que esta vez las cosas funcionaran. Que estuvieran juntos, que iniciaran una vida ellos dos y esta vez consiguieran su final feliz. El “Te Amo” se quedó a media voz porque una intensa descarga de placer puro le inundó por completo, haciéndola arquear la espalda y cerrar los ojos con fuerza.
Cuando los abrió aparecía en su rostro una sonrisa de goce puro. No había prestado demasiada atención al muro de espejos, no hasta ahora que un idea aparecía en su cabeza de manera insistente. Volvió a besarlo con brusquedad, mordiendo sus labios antes de echarse hacia atrás en el agua y hacerle un gesto que le siguiera. Se acomodó del lado de la tina que daba a los espejos y giró para dejar apoyada su espalda contra el pecho del mecánico, ambos pudiendo verse reflejados.
- No vas a negarme que nos vemos bien, ¿verdad? – Rio provocándole, girando apenas lo necesario para poder besarlo, antes de inclinarse hacia adelante y, sujetándose a la orilla de la tina, otorgarle una visión más que sugerente de su cuerpo y de lo que estaba rogando que hiciera, la manera en que lo deseaba.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
El que Evelyn ladeara la cabeza ofreciéndole acceso libre a la fina piel de su cuello, y que tomara la postura en que sus pechos, la cosa más deseable que podía imaginarse en esos momentos, quedaban justo frente a sus ojos fue toda una invitación a la fiesta que no pensaba desaprovechar.
Se quedó unos instantes más mordisqueando la piel de su cuello antes de dirigir sus labios hasta sus pechos, que no perdió la oportunidad de besar y recorrer hasta el último rincón con su lengua, mientras mantenía el movimiento de sus caderas.
Por entre sus labios entreabiertos se intercalaban gruñidos y suspiros placenteros. Ni siquiera sabía como había estado semanas sin sexo, o meses enteros sin ella, así que no pudo estar más de acuerdo con la afirmación de Evelyn sobre que era suyo. Lo era del mismo modo que ella era suya, y haría todo lo que estaba en su mano para que aquello no volviera a cambiar. No todo el mundo conseguía una segunda oportunidad y desde luego sabía que una tercera estaba completamente fuera de discusión.
- Seré siempre tuyo... - fue todo lo que alcanzó a decir, con voz entrecortada y dos tonos más grave.
Al notar como los jadeos de ella aumentaban de frecuencia, acentuó sus movimientos, haciendo que ella culminara su placer, curvando los labios en una sonrisa al oír su último gemido, contagiado por la sonrisa que mostró ella al volver a abrir los ojos que había cerrado llevada por el placer del momento.
Y no habría dudado en continuar exactamente del mismo modo porque sus hormonas reclamaban culminar todo aquello con urgencia cuando ella se hechó hacía atrás, invitándole a hacer lo mismo, y durante unos momentos quedaron tumbados en la bañera, él debajo y ella recostada en su pecho. Sin pensarlo demasiado la rodeó con los brazos, viéndose en el reflejo del espejo.
- Cualquiera se vería bien a tu lado.
Iba a agregar algo, sólo que su mente se quedó completamente en blanco cuando vio como se inclinaba hacía delante provocándole de aquella forma. Y evidentemente no tardó en inclinarse él también hacía delante y volver a deslizarse en su interior, abrazándola desde detrás, aprovechando para besarle la espalda.
Inició esta vez un ritmo aún más rápido que antes, dejándose llevar por su propio placer que sabía estaba próximo a estallar. Y en efecto, unos minutos después notó la conocida sensación con la que, acompañada por un par de gemidos más fuertes que los anteriores, sirvió para liberar todo el placer que había ido acumulándose en su interior desde que se habían metido en la bendita bañera.
Se apoyó en la espalda de Evelyn mientras intentaba regularizar el ritmo de sus respiraciones, mientras sus brazos continuaban rodeándole la cintura.
- Te quiero.
Y al final aquellas dos palabras salieron. Tan naturales y sin previo aviso... Nunca las había dicho en voz alta a nadie. Absolutamente a nadie, ni siquiera a ella en ningún momento de los altibajos de su relación. Había respuesto de forma afirmativa cuando ella le había preguntado si la había amado alguna vez, pero nunca le había dicho directamente así tal cual "Evelyn, te amo", a pesar de tener la certeza de que esa afirmación era cierta.
No dijo nada más, simplemente se quedó ahí abrazándola desde su espalda, esperando que los latidos de su corazón y su respiración volvieran a normalizarse. De hecho, ya estaba todo dicho...
Se quedó unos instantes más mordisqueando la piel de su cuello antes de dirigir sus labios hasta sus pechos, que no perdió la oportunidad de besar y recorrer hasta el último rincón con su lengua, mientras mantenía el movimiento de sus caderas.
Por entre sus labios entreabiertos se intercalaban gruñidos y suspiros placenteros. Ni siquiera sabía como había estado semanas sin sexo, o meses enteros sin ella, así que no pudo estar más de acuerdo con la afirmación de Evelyn sobre que era suyo. Lo era del mismo modo que ella era suya, y haría todo lo que estaba en su mano para que aquello no volviera a cambiar. No todo el mundo conseguía una segunda oportunidad y desde luego sabía que una tercera estaba completamente fuera de discusión.
- Seré siempre tuyo... - fue todo lo que alcanzó a decir, con voz entrecortada y dos tonos más grave.
Al notar como los jadeos de ella aumentaban de frecuencia, acentuó sus movimientos, haciendo que ella culminara su placer, curvando los labios en una sonrisa al oír su último gemido, contagiado por la sonrisa que mostró ella al volver a abrir los ojos que había cerrado llevada por el placer del momento.
Y no habría dudado en continuar exactamente del mismo modo porque sus hormonas reclamaban culminar todo aquello con urgencia cuando ella se hechó hacía atrás, invitándole a hacer lo mismo, y durante unos momentos quedaron tumbados en la bañera, él debajo y ella recostada en su pecho. Sin pensarlo demasiado la rodeó con los brazos, viéndose en el reflejo del espejo.
- Cualquiera se vería bien a tu lado.
Iba a agregar algo, sólo que su mente se quedó completamente en blanco cuando vio como se inclinaba hacía delante provocándole de aquella forma. Y evidentemente no tardó en inclinarse él también hacía delante y volver a deslizarse en su interior, abrazándola desde detrás, aprovechando para besarle la espalda.
Inició esta vez un ritmo aún más rápido que antes, dejándose llevar por su propio placer que sabía estaba próximo a estallar. Y en efecto, unos minutos después notó la conocida sensación con la que, acompañada por un par de gemidos más fuertes que los anteriores, sirvió para liberar todo el placer que había ido acumulándose en su interior desde que se habían metido en la bendita bañera.
Se apoyó en la espalda de Evelyn mientras intentaba regularizar el ritmo de sus respiraciones, mientras sus brazos continuaban rodeándole la cintura.
- Te quiero.
Y al final aquellas dos palabras salieron. Tan naturales y sin previo aviso... Nunca las había dicho en voz alta a nadie. Absolutamente a nadie, ni siquiera a ella en ningún momento de los altibajos de su relación. Había respuesto de forma afirmativa cuando ella le había preguntado si la había amado alguna vez, pero nunca le había dicho directamente así tal cual "Evelyn, te amo", a pesar de tener la certeza de que esa afirmación era cierta.
No dijo nada más, simplemente se quedó ahí abrazándola desde su espalda, esperando que los latidos de su corazón y su respiración volvieran a normalizarse. De hecho, ya estaba todo dicho...
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
((Pues ya te ayudo a desahogar tu ñoñería que ando igual *-*))
---
La manera tan intensa en que sentía aquel placer que iba inundándola poco a poco cada vez que él se empujaba hacia ella era tal que que por un instante le hizo sentir primeriza, como si todo aquel mundo y las posibilidades que se abrían ante ella, todo a causa de lo que Benjamin le provocara, le acabara de ser develado y todo fuera tan sobrecogedor que apenas y conseguía atinar a cerrar los ojos y dejarse llevar. Nada de resistir, nada de permitir que las decenas de preocupaciones que llevaba encima o los fantasmas de heridas pasadas fueran a inmiscuirse y teñir con incertidumbre y arrepentimiento eso que tenían.
Porque más allá de la forma en que su cuerpo se amoldaba a las manos del mecánico y como lo recibía cada vez que se deslizaba entre sus piernas, estaba el calor embriagante que dejaba en su pecho escucharlo decir con voz ronca que era y sería por siempre suyo. Y esa seguridad era algo que no podía compararse a nada que hubiera experimentado antes. Era estar completa de una manera que iba más allá de esa que tenía al sentir como enterraba los dedos en su cadera y como besaba su espalda cuando se inclinaba sobre ella. Era algo demasiado poderoso e inconmensurable, tanto que era aterrador al mismo tiempo que fascinante.
Todo su cuerpo se impulsaba hacia adelante por la manera en que él se movía, buscando que sus cuerpos se fundieran. Cada estocada le llevaba un paso más próximo a su propio límite y ella tenía que sujetarse con más fuerza al borde de la tina para sostenerse, temiendo que sus propias piernas pudieran fallarle en cualquier momento. A veces volteaba por encima de su hombro para ver en sus ojos aquel fuego del que nunca se cansaba, pero entonces un gemido que la hacía vibrar entera le forzaba a agachar la cabeza y simplemente dejarse llevar.
No podía contenerse más y tampoco tenía intenciones de hacerlo. No demoró mucho más antes de llegar a la cima de su propio placer y dejar que el gemido que lo anunciaba se extendiera por la habitación haciendo eco, dejando en sus labios el rastro de una sonrisa. Entonces sentía a Benjamin alcanzar su propio límite y junto en ello esa cálida sensación que inundaba su interior. Apenas así recuperó conciencia de que ninguno de los dos había tomado sus precauciones y se habían dejado llevar por lo que sentían como un par de adolescentes con problemas hormonales. De alguna manera ese hombre conservaba la capacidad para hacerla olvidarse de todo y volverse una irresponsable, pero no eso conseguía alarmarla ni convencerla de que lo mejor era olvidarlo. No podía. Lo llevaba ya demasiado adentro de su corazón como para intentar combatir sus sentimientos por él.
Evelyn quería hacer las cosas bien esta vez, pues la segunda oportunidad no era solamente para él sino para sí misma. Nada de esconderse ni de mentir, nada que pudiera compartir ese lazo que compartían porque aun era frágil y había que repararlo primero para poder comenzar a reconstruir. Había querido un futuro con él y a pesar de que esos meses en los que estuvieron separados no había sentido por él más que rencor por él, una parte de ella nunca había abandonado ese anhelo. Y durante los pocos meses que había cargado a su hijo en el vientre esa misma parte de ella miraba el teléfono a cada hora, perdiéndose en la dolorosa fantasía que nunca se cumplió en la que él la llamaba para decirle que le perdonara, que quería que estuvieran juntos los tres: ella, él y su bebé.
Y sintiéndolo apoyarse en su espalda, escuchando su respiración agitada y la manera en que sus manos la recorrían con algo que podía llamar ternura, sintió que tal vez podían alcanzar esa vida aún. No ahora, claro. Dejar que lo que había entre ellos siguiera evolucionando a su propio ritmo, creciendo y tomando fuerza, y es que no iba a mentir, aún temía que al ver cómo todo iba adquiriendo más seriedad él se arrepintiera y volviera a marcharse.
Por eso escucharlo decirle lo que nunca antes, dos palabras que de él nunca habían venido, le robó el aliento por un instante. Por que podía haberlo intuido en cada flor que le había obsequiado o la forma en que la abrazaba por las noches y le besaba el hombro o la cabeza cuando creía que estaba dormida, pero a veces escuchar las palabras era tan necesario como vivir las acciones.
Giró en la tina teniendo sumo cuidado con su pierna pues quería poder mirarlo a la cara, que el ámbar en sus ojos se encontrar con el océano en los de él. Su respiración era aún agitada y le costaba hablar, pero aún así su mano buscó la de él por debajo del agua, entrelazando sus dedos.
- Dilo otra vez... - Y no sabía si sonreír con coquetería o mantenerse seria, si había sido una orden o una súplica, pero en verdad necesitaba volverlo a escuchar. No, no era un "Te Amo" dicho con todas las letras a pesar de que ambos estaban seguros de que esa era la verdad. Podía ser ella la primera en decirlo pero le daba miedo hacerlo. No era la clase de persona cálida o dulce que podía soltarlo sin mayor problema. Y sabía que él tampoco lo era, pero por eso mismo, si un "Te quiero" era lo más que podía pedir en ese momento, entonces quería y necesitaba volverlo a escuchar.
---
La manera tan intensa en que sentía aquel placer que iba inundándola poco a poco cada vez que él se empujaba hacia ella era tal que que por un instante le hizo sentir primeriza, como si todo aquel mundo y las posibilidades que se abrían ante ella, todo a causa de lo que Benjamin le provocara, le acabara de ser develado y todo fuera tan sobrecogedor que apenas y conseguía atinar a cerrar los ojos y dejarse llevar. Nada de resistir, nada de permitir que las decenas de preocupaciones que llevaba encima o los fantasmas de heridas pasadas fueran a inmiscuirse y teñir con incertidumbre y arrepentimiento eso que tenían.
Porque más allá de la forma en que su cuerpo se amoldaba a las manos del mecánico y como lo recibía cada vez que se deslizaba entre sus piernas, estaba el calor embriagante que dejaba en su pecho escucharlo decir con voz ronca que era y sería por siempre suyo. Y esa seguridad era algo que no podía compararse a nada que hubiera experimentado antes. Era estar completa de una manera que iba más allá de esa que tenía al sentir como enterraba los dedos en su cadera y como besaba su espalda cuando se inclinaba sobre ella. Era algo demasiado poderoso e inconmensurable, tanto que era aterrador al mismo tiempo que fascinante.
Todo su cuerpo se impulsaba hacia adelante por la manera en que él se movía, buscando que sus cuerpos se fundieran. Cada estocada le llevaba un paso más próximo a su propio límite y ella tenía que sujetarse con más fuerza al borde de la tina para sostenerse, temiendo que sus propias piernas pudieran fallarle en cualquier momento. A veces volteaba por encima de su hombro para ver en sus ojos aquel fuego del que nunca se cansaba, pero entonces un gemido que la hacía vibrar entera le forzaba a agachar la cabeza y simplemente dejarse llevar.
No podía contenerse más y tampoco tenía intenciones de hacerlo. No demoró mucho más antes de llegar a la cima de su propio placer y dejar que el gemido que lo anunciaba se extendiera por la habitación haciendo eco, dejando en sus labios el rastro de una sonrisa. Entonces sentía a Benjamin alcanzar su propio límite y junto en ello esa cálida sensación que inundaba su interior. Apenas así recuperó conciencia de que ninguno de los dos había tomado sus precauciones y se habían dejado llevar por lo que sentían como un par de adolescentes con problemas hormonales. De alguna manera ese hombre conservaba la capacidad para hacerla olvidarse de todo y volverse una irresponsable, pero no eso conseguía alarmarla ni convencerla de que lo mejor era olvidarlo. No podía. Lo llevaba ya demasiado adentro de su corazón como para intentar combatir sus sentimientos por él.
Evelyn quería hacer las cosas bien esta vez, pues la segunda oportunidad no era solamente para él sino para sí misma. Nada de esconderse ni de mentir, nada que pudiera compartir ese lazo que compartían porque aun era frágil y había que repararlo primero para poder comenzar a reconstruir. Había querido un futuro con él y a pesar de que esos meses en los que estuvieron separados no había sentido por él más que rencor por él, una parte de ella nunca había abandonado ese anhelo. Y durante los pocos meses que había cargado a su hijo en el vientre esa misma parte de ella miraba el teléfono a cada hora, perdiéndose en la dolorosa fantasía que nunca se cumplió en la que él la llamaba para decirle que le perdonara, que quería que estuvieran juntos los tres: ella, él y su bebé.
Y sintiéndolo apoyarse en su espalda, escuchando su respiración agitada y la manera en que sus manos la recorrían con algo que podía llamar ternura, sintió que tal vez podían alcanzar esa vida aún. No ahora, claro. Dejar que lo que había entre ellos siguiera evolucionando a su propio ritmo, creciendo y tomando fuerza, y es que no iba a mentir, aún temía que al ver cómo todo iba adquiriendo más seriedad él se arrepintiera y volviera a marcharse.
Por eso escucharlo decirle lo que nunca antes, dos palabras que de él nunca habían venido, le robó el aliento por un instante. Por que podía haberlo intuido en cada flor que le había obsequiado o la forma en que la abrazaba por las noches y le besaba el hombro o la cabeza cuando creía que estaba dormida, pero a veces escuchar las palabras era tan necesario como vivir las acciones.
Giró en la tina teniendo sumo cuidado con su pierna pues quería poder mirarlo a la cara, que el ámbar en sus ojos se encontrar con el océano en los de él. Su respiración era aún agitada y le costaba hablar, pero aún así su mano buscó la de él por debajo del agua, entrelazando sus dedos.
- Dilo otra vez... - Y no sabía si sonreír con coquetería o mantenerse seria, si había sido una orden o una súplica, pero en verdad necesitaba volverlo a escuchar. No, no era un "Te Amo" dicho con todas las letras a pesar de que ambos estaban seguros de que esa era la verdad. Podía ser ella la primera en decirlo pero le daba miedo hacerlo. No era la clase de persona cálida o dulce que podía soltarlo sin mayor problema. Y sabía que él tampoco lo era, pero por eso mismo, si un "Te quiero" era lo más que podía pedir en ese momento, entonces quería y necesitaba volverlo a escuchar.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Nunca se le había dado bien hablar de sus sentimientos, y era precisamente por eso que se había pasado gran parte de su vida adulta fingiendo que no los tenía. Y seguramente por eso mismo había sido el culpable que todo se jodiera la primera vez entre ellos. Y esa era la razón por la que no dejaría que volviera a ocurrir.
Había terminado aceptando que lo que dijera o hiciera cuando estuviera con ella no tenía porque afectar a su reputación de tipo duro en el pueblo por el simple hecho de que aquello era su privacidad y el resto del mundo no tenía porque saber lo que pasaba o lo que se decía. Y sorpresa, había descubierto que mostrándose tal y como sentía que debía hacerlo con Evelyn estaba mucho más en paz consigo mismo. Como si aquello era exactamente lo que su subconsciente había esperado que hiciera desde hacía mucho tiempo.
Cuando ella le pidió que volviera a repetir lo que le había dicho, levantó las manos que ella había hecho que entrelazaran debajo del agua para depositar un beso en sus nudillos, tomándose unos instantes para sonreír. El momento de pasión descontrolada había pasado y seguramente lo más sensato hubiera sido ser responsables e ir de inmediato al hospital a que le cambiaran el bendito yeso, pero por alguna razón, se resistía a abandonar todavía la bañera.
Se inclinó hacía delante para separarle unos cuantos mechones mojados y colocarlos detrás de la oreja antes de susurrarle, lo suficientemente bajito para que pareciera un secreto pero suficientemente alto para que ella pudiera oírle con claridad.
- Te quiero, princesa.
Y fue entonces cuando ocurrió algo extraño. A medio camino entre esa declaración y el momento en que cerró los ojos dispuesto a besarla otra vez, una imagen apareció frente a sus ojos. Evelyn vestida con un extraño vestido medieval que en realidad si la hacía parecer una princesa, rodeada de figuras enormes de oro, una de las cuales destacaba sobre las demás por ser una cabeza de dragón inmensa.
Abrió los ojos y se separó de ella sin llegar a besarla, con la sorpresa dibujada en el rostro. Sin embargo la visión de la verdadera Evelyn, del baño y de la lujosa bañera le devolvieron la cordura, haciendo que se riera por lo bajo de su propia estupidez. Llevaba todo el día sin comer, y eso sumado al esfuerzo que acababan de hacer había dado como consecuencia que empezara a alucinar por falta de azúcar o algo así.
- Me vuelves tan loco que hasta imagino cosas. Tendrás que pagarme la terapia con Sydney. - bromeó, esta vez si inclinandose a besarla, sin sentir la necesidad de darle más explicaciones por su reacción que de seguro no le habría pasado desapercibida.
Se hechó hacía atrás en la bañera, llevándose a Evelyn con él, haciendo que se recostara contra su pecho, intentando alargar ese momento, su momento, el mayor tiempo posible.
La estrechó entre sus brazos de tal forma que quería impedir que se le escapara nunca, porque ya no podía concebir la vida sin ella.
- No sé porqué de entre todos los idiotas del pueblo fuiste a escogerme a mi, ni porque me diste una segunda oportunidad... Pero esto es lo mejor que me ha pasado nunca, y todo lo demás me da igual.
Porque esta vez estaba convencido que no iba a huir, por muy serias que se pusieran las cosas. Estaría con ella pasara lo que pasara y que viniera cualquiera a intentar impedirlo
- Debería llevarte al hospital y contarles lo torpe que eres por resbalarte dentro de la bañera... - dijo dibujando una sonrisa, sin embargo no se movió. Continuó rodeándola con los brazos intentando alargar ese momento.
Había terminado aceptando que lo que dijera o hiciera cuando estuviera con ella no tenía porque afectar a su reputación de tipo duro en el pueblo por el simple hecho de que aquello era su privacidad y el resto del mundo no tenía porque saber lo que pasaba o lo que se decía. Y sorpresa, había descubierto que mostrándose tal y como sentía que debía hacerlo con Evelyn estaba mucho más en paz consigo mismo. Como si aquello era exactamente lo que su subconsciente había esperado que hiciera desde hacía mucho tiempo.
Cuando ella le pidió que volviera a repetir lo que le había dicho, levantó las manos que ella había hecho que entrelazaran debajo del agua para depositar un beso en sus nudillos, tomándose unos instantes para sonreír. El momento de pasión descontrolada había pasado y seguramente lo más sensato hubiera sido ser responsables e ir de inmediato al hospital a que le cambiaran el bendito yeso, pero por alguna razón, se resistía a abandonar todavía la bañera.
Se inclinó hacía delante para separarle unos cuantos mechones mojados y colocarlos detrás de la oreja antes de susurrarle, lo suficientemente bajito para que pareciera un secreto pero suficientemente alto para que ella pudiera oírle con claridad.
- Te quiero, princesa.
Y fue entonces cuando ocurrió algo extraño. A medio camino entre esa declaración y el momento en que cerró los ojos dispuesto a besarla otra vez, una imagen apareció frente a sus ojos. Evelyn vestida con un extraño vestido medieval que en realidad si la hacía parecer una princesa, rodeada de figuras enormes de oro, una de las cuales destacaba sobre las demás por ser una cabeza de dragón inmensa.
Abrió los ojos y se separó de ella sin llegar a besarla, con la sorpresa dibujada en el rostro. Sin embargo la visión de la verdadera Evelyn, del baño y de la lujosa bañera le devolvieron la cordura, haciendo que se riera por lo bajo de su propia estupidez. Llevaba todo el día sin comer, y eso sumado al esfuerzo que acababan de hacer había dado como consecuencia que empezara a alucinar por falta de azúcar o algo así.
- Me vuelves tan loco que hasta imagino cosas. Tendrás que pagarme la terapia con Sydney. - bromeó, esta vez si inclinandose a besarla, sin sentir la necesidad de darle más explicaciones por su reacción que de seguro no le habría pasado desapercibida.
Se hechó hacía atrás en la bañera, llevándose a Evelyn con él, haciendo que se recostara contra su pecho, intentando alargar ese momento, su momento, el mayor tiempo posible.
La estrechó entre sus brazos de tal forma que quería impedir que se le escapara nunca, porque ya no podía concebir la vida sin ella.
- No sé porqué de entre todos los idiotas del pueblo fuiste a escogerme a mi, ni porque me diste una segunda oportunidad... Pero esto es lo mejor que me ha pasado nunca, y todo lo demás me da igual.
Porque esta vez estaba convencido que no iba a huir, por muy serias que se pusieran las cosas. Estaría con ella pasara lo que pasara y que viniera cualquiera a intentar impedirlo
- Debería llevarte al hospital y contarles lo torpe que eres por resbalarte dentro de la bañera... - dijo dibujando una sonrisa, sin embargo no se movió. Continuó rodeándola con los brazos intentando alargar ese momento.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Duchas frías (+18)
Ahí lo tenía, con un sólo gesto Benjamin era capaz de derretirla por completo. Una tenue y, había que llamarla por lo que era, dulce sonrisa se dibujó en sus labios cuando le besara las manos de aquella manera tan tierna. Había tenido que endurecerse para desenvolverse con éxito en el mundo en el que se movía, esa era la verdad. No se podían hacer negocios mostrando corazón blando y eso era algo que había tenido muy claro desde siempre. Si tenía que confesarlo en cierta manera envidiaba a Lucas y a Caleb por poder hacer lo que les viniera en gana sin tener que ceder al peso que su apellido representaba. No veía al rubio haciéndose cargo de los negocios de los Gilbert en un futuro muy cercano, y de Caleb ni hablar. Pues aquel no era un lujo que sentía pudiera darse con su padre y lo que los Aldridge habían estado construyendo por tantos años. Sentía presión por probase a sí misma y al imponente Dominic Aldridge que tenía madera para tomar las riendas de lo que fuera necesario. Era duro, pero una parte de ella siempre había creído que su padre hubiera preferido un hijo varón para que tomara su lugar tras su retiro que cada día estaba más cerca, y que se hubiera quedado más conforme si Evelyn se hubiera dedicado simplemente a ser una bonita dama de alta sociedad sin nada más que hacer que organizar fiestas benéficas para matar el tiempo.
Sabía que no era una persona de aquellas de exhuberante simpatía que caían bien a todo el mundo y tenía tiempo de haberlo aceptado. Los amigos que tenía, por pocos que fueran, le constaba que eran genuinos puesto que se habían quedado a su lado aún y cuando no lo había merecido. Y trataba, por ellos, de ser un poco menos dura, un poco menos autoritaria, un poco menos inflexible... a pesar de haber cometido sus errores no era una persona de mal corazón, pero qué decir, Evelyn era un gusto adquirido al que había que hacerse con el tiempo.
Con Benjamin nunca había sentido la necesidad de tratar. Con él todo era natural y se le daba sin esfuerzo y le hacía convencerse cada vez que miraba su reflejo que estaba bien ser como era. Que podía bajar la guardia sin miedo y que de alguna manera que nunca había podido explicar, él la entendía mejor que nadie. Mejor que incluso William, y aquello era ya demasiado decir.
Así que estaba bien que todo en su interior vibrara dichoso al escucharlo. "Te quiero, princesa." Suya, suya y de nadie más. Eso lo tenía muy claro. Porque cada parte de ella le pertenecía y se amoldaba a la perfección a sus manos y sus caricias. Inclinó el rostro un poco cuando le peinaba los húmedos mechones oscuros buscando prolongar aquel roce cuanto pudiera, sintiendo como en su pecho se extendía una calidez y una cala interior como nunca había experimentado.
Cerró los ojos al sentir que se acercaba al besarla, aunque al no sentir sus labios sobre los de ella abrió los ojos para encontrarse a Ben con una expresión de confusión en el rostro poco usual. Estuvo por preguntarle si estaba bien cuando el mismo se adelantaba y le respondía. No le dio realmente importancia, pues no creía que se tratara de nada de gravedad.
- Pues si terapia es lo que quieres creo que lo podemos arreglar. - Bromeó con él también, su voz siendo apenas un susurro mientras ahora sí, se acercaba a besarla. Y ella le rodeó al instante, de manera suave, el cuello con los brazos para sentirlo tan cerca como le fuera físicamente posible. Podría quedarse así, besándolo por siempre, y en realidad no necesitaría de nada más para sentirse completa. No importaba donde ni en qué circunstancias su lugar estaba entre sus brazos, y esa era la única verdad que necesitaba.
Se dejó llevar mientras se acomodaban en la bañera, sintiéndose finalmente en paz consigo misma y convencida de que esta vez si lo iban a lograr, de que había encontrado eso que buscaba. Tal vez no lo mostrara abiertamente ni diera la imagen de ser una soñadora romántica, pero no había que ser físico nuclear para deducir que si se había casado una vez era porque en verdad creía en el amor y la idea de encontrar a su alma gemela. Había perdido la fe en ello cuando todo se volvió oscuro y doloroso, pero ahí mismo, recostada sobre el pecho del hombre al que amaba, volvía a tener esa fe y se sentía capaz de enfrentarse a todo y a todos por él.
- ¿Realmente no lo sabes? - Rio bajito mientras dibujaba en su pecho círculos con la punta de sus dedos, incorporándose apenas lo necesario para poder mirarlo a los ojos, siendo esta vez ella quien le acariciaba el rostro con ternura y apartaba de su frente algunos mechones de cabello negro y húmedo. - Tú me completas. Me quitaste una venda de los ojos y me hiciste sentir todo como en realidad debe de ser, no como esperaban que fuera para mí. Después de estar contigo hasta los colores parecen más vivos... - Y no le importaba escucharse tan cursi como aquellas niñas enamoradizas que tanto le habían hartado durante el colegio o la universidad, porque esas confesiones eran para él y para nadie más. La manera en que había manejado las cosas no había sido la correcta, de acuerdo, pero Benjamin le había hecho sentir por primera vez el valor en su vida para seguir lo que su corazón le decía que quería, no ceder a lo que otros esperaban de ella. Por él se sentía valiente y capaz de todo, incluso de enfrentar todos aquellos miedos que le frenaban para no abrirse por completo.
- No tienes que decir nada ahora... - Le susurró con suavidad, colocando un dedo sobre sus labios. - Pero deberías saber que yo te amo... - Y ahí la tenían, la primera en decirlo tal cual era. Sin trucos, sin tratar de esconderlo o disimularlo entre otras palabras, ni tampoco sentir miedo a que sus sentimientos no fueran correspondidos con la misma intensidad. Y decirlo en voz alta, sin ninguna otra distracción entre ellos y así, con todas sus letras, le hacía sentir tan ligera que hasta le preocupaba comenzar a levitar en cualquier momento...
Sabía que no era una persona de aquellas de exhuberante simpatía que caían bien a todo el mundo y tenía tiempo de haberlo aceptado. Los amigos que tenía, por pocos que fueran, le constaba que eran genuinos puesto que se habían quedado a su lado aún y cuando no lo había merecido. Y trataba, por ellos, de ser un poco menos dura, un poco menos autoritaria, un poco menos inflexible... a pesar de haber cometido sus errores no era una persona de mal corazón, pero qué decir, Evelyn era un gusto adquirido al que había que hacerse con el tiempo.
Con Benjamin nunca había sentido la necesidad de tratar. Con él todo era natural y se le daba sin esfuerzo y le hacía convencerse cada vez que miraba su reflejo que estaba bien ser como era. Que podía bajar la guardia sin miedo y que de alguna manera que nunca había podido explicar, él la entendía mejor que nadie. Mejor que incluso William, y aquello era ya demasiado decir.
Así que estaba bien que todo en su interior vibrara dichoso al escucharlo. "Te quiero, princesa." Suya, suya y de nadie más. Eso lo tenía muy claro. Porque cada parte de ella le pertenecía y se amoldaba a la perfección a sus manos y sus caricias. Inclinó el rostro un poco cuando le peinaba los húmedos mechones oscuros buscando prolongar aquel roce cuanto pudiera, sintiendo como en su pecho se extendía una calidez y una cala interior como nunca había experimentado.
Cerró los ojos al sentir que se acercaba al besarla, aunque al no sentir sus labios sobre los de ella abrió los ojos para encontrarse a Ben con una expresión de confusión en el rostro poco usual. Estuvo por preguntarle si estaba bien cuando el mismo se adelantaba y le respondía. No le dio realmente importancia, pues no creía que se tratara de nada de gravedad.
- Pues si terapia es lo que quieres creo que lo podemos arreglar. - Bromeó con él también, su voz siendo apenas un susurro mientras ahora sí, se acercaba a besarla. Y ella le rodeó al instante, de manera suave, el cuello con los brazos para sentirlo tan cerca como le fuera físicamente posible. Podría quedarse así, besándolo por siempre, y en realidad no necesitaría de nada más para sentirse completa. No importaba donde ni en qué circunstancias su lugar estaba entre sus brazos, y esa era la única verdad que necesitaba.
Se dejó llevar mientras se acomodaban en la bañera, sintiéndose finalmente en paz consigo misma y convencida de que esta vez si lo iban a lograr, de que había encontrado eso que buscaba. Tal vez no lo mostrara abiertamente ni diera la imagen de ser una soñadora romántica, pero no había que ser físico nuclear para deducir que si se había casado una vez era porque en verdad creía en el amor y la idea de encontrar a su alma gemela. Había perdido la fe en ello cuando todo se volvió oscuro y doloroso, pero ahí mismo, recostada sobre el pecho del hombre al que amaba, volvía a tener esa fe y se sentía capaz de enfrentarse a todo y a todos por él.
- ¿Realmente no lo sabes? - Rio bajito mientras dibujaba en su pecho círculos con la punta de sus dedos, incorporándose apenas lo necesario para poder mirarlo a los ojos, siendo esta vez ella quien le acariciaba el rostro con ternura y apartaba de su frente algunos mechones de cabello negro y húmedo. - Tú me completas. Me quitaste una venda de los ojos y me hiciste sentir todo como en realidad debe de ser, no como esperaban que fuera para mí. Después de estar contigo hasta los colores parecen más vivos... - Y no le importaba escucharse tan cursi como aquellas niñas enamoradizas que tanto le habían hartado durante el colegio o la universidad, porque esas confesiones eran para él y para nadie más. La manera en que había manejado las cosas no había sido la correcta, de acuerdo, pero Benjamin le había hecho sentir por primera vez el valor en su vida para seguir lo que su corazón le decía que quería, no ceder a lo que otros esperaban de ella. Por él se sentía valiente y capaz de todo, incluso de enfrentar todos aquellos miedos que le frenaban para no abrirse por completo.
- No tienes que decir nada ahora... - Le susurró con suavidad, colocando un dedo sobre sus labios. - Pero deberías saber que yo te amo... - Y ahí la tenían, la primera en decirlo tal cual era. Sin trucos, sin tratar de esconderlo o disimularlo entre otras palabras, ni tampoco sentir miedo a que sus sentimientos no fueran correspondidos con la misma intensidad. Y decirlo en voz alta, sin ninguna otra distracción entre ellos y así, con todas sus letras, le hacía sentir tan ligera que hasta le preocupaba comenzar a levitar en cualquier momento...
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
:: Storybrooke :: Urbanización :: Residencia Aldridge
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Jue Nov 14, 2013 11:52 pm por Invitado
» fairy tales returns elite
Vie Oct 18, 2013 9:50 am por Invitado
» Ciudad Silenciosa (Cazadores de Sombras RPG) ~ Afiliación Elite
Dom Ago 04, 2013 4:28 am por Invitado
» ¡REVIVAMOS STORYBROOKE!
Sáb Ago 03, 2013 9:00 am por Evelynn Stratford
» Creando Mundos [Normal]
Vie Ago 02, 2013 2:37 pm por Invitado
» Registro de nombre y apellido
Lun Jul 29, 2013 12:46 pm por Adah S. Hunter
» Registro de Empleo
Lun Jul 29, 2013 12:45 pm por Adah S. Hunter
» Registro de avatar
Lun Jul 29, 2013 12:41 pm por Adah S. Hunter
» Adah Samantha Hunter {ID}
Lun Jul 29, 2013 12:37 pm por Adah S. Hunter