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Dear Isobel
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Dear Isobel
Dear Isobel*
I thought it was funny when you missed the train
When I rang you at home they said you’d left yesterday
I thought it was strange when your car was found
By the tree in ennis where we used to hang around
I thought it was funny when you missed the train
When I rang you at home they said you’d left yesterday
I thought it was strange when your car was found
By the tree in ennis where we used to hang around
Gritos. Había gritos en su mente que lo acorralaban en una esquina, como si se tratara de un niño pequeño que esta viendo una pelea feroz sin poder hacer nada al respecto. Giraba la cabeza y su recuerdo le acechaba, repitiendo la escena una y otra vez. Al principio, pensaba que no era del todo tan grave, que pronto se solucionaría; pero ya a esa altura no se habían dirigido palabra alguna. Pero cada vez que intentaba aumentar el optimismo, esa escena rodaba en su mente, como si se tratara de alguien atrapado en una guerra y visto en necesidad de lavar su cerebro. Pestañeaba, por unos momentos no estaba, pero cuando abría sus ojos, ahí se encontraba nuevamente.
Silencio. Eso fue lo que quedó luego de un enorme estruendo. Había llegado más rápido el estruendo, pero el silencio era lo que se prolongaba. De pronto se levantaba y las mañanas se hacían más grises que el día anterior. Tenía un rayo de luz y color en su vida, pero el monocromático gris parecía que le absorbiera la vida.
Silencio. Eso fue lo que quedó luego de un enorme estruendo. Había llegado más rápido el estruendo, pero el silencio era lo que se prolongaba. De pronto se levantaba y las mañanas se hacían más grises que el día anterior. Tenía un rayo de luz y color en su vida, pero el monocromático gris parecía que le absorbiera la vida.
Dear Isobel,
I hope you’re well and what you’ve done is right
Oh it’s been such hell, I wish you well,
I hope you’re safe tonight
It’s been a long day coming and long will it last
When it’s last day leaving,
and I’m helping it pass
By loving you more
I hope you’re well and what you’ve done is right
Oh it’s been such hell, I wish you well,
I hope you’re safe tonight
It’s been a long day coming and long will it last
When it’s last day leaving,
and I’m helping it pass
By loving you more
Y de pronto, su despertar se transformó en una película vieja que se ve una y otra vez sin descanso. Sus despertares solían ser interesantes sin saber muy bien qué pasaría al terminar el día, pero ahora tenía claro como iba a terminar todo. Vivía en un deja vu sin desgastarse, que se hacía más fuerte con el pesar de los días. Iba a los lugares que solían ir juntos, pero solo podía percibir un halo que se iba apagando, como cuando una estrella muere en el espacio y queda flotando a la deriva, completamente sola e insegura. Lo único que podía hacer era simplemente seguir adelante.
Pronto comenzaba a ver, que muchas cosas dejaban de tener sentido. Si estaba de pie, seguramente era por una caricia o abrazo de quien es ahora su pareja... pero aún sentía un vacío dentro de sí. Había confiado ciegamente que el amor le podría bastar y no era cierto. Había comprendido que la felicidad no solo era amor, se componían de muchas otras cosas más: unidad, sonrisas, lágrimas pero siempre y cuando tengan hombros donde caer libremente. Un beso no bastaba.
Había concluido que... la extrañaba profundamente, y todo lo que con ella se había llevado.
Pronto comenzaba a ver, que muchas cosas dejaban de tener sentido. Si estaba de pie, seguramente era por una caricia o abrazo de quien es ahora su pareja... pero aún sentía un vacío dentro de sí. Había confiado ciegamente que el amor le podría bastar y no era cierto. Había comprendido que la felicidad no solo era amor, se componían de muchas otras cosas más: unidad, sonrisas, lágrimas pero siempre y cuando tengan hombros donde caer libremente. Un beso no bastaba.
Había concluido que... la extrañaba profundamente, y todo lo que con ella se había llevado.
And who he would become,
all the things he’d have done
Would he have loved you and not let you down
And would he be stronger than his father
Don’t punish yourself, leave it well alone
all the things he’d have done
Would he have loved you and not let you down
And would he be stronger than his father
Don’t punish yourself, leave it well alone
Sus pensamientos viajaban. Había tantos lugares a los que arribar. Pero quizá en cada uno de ellos había un pedazo de ella desquebrajado. Al principio lo negaba, negaba todo, a pesar de que ya sabía que extrañaba su presencia como el mar extraña la luna que le mesa. No podía quedarse así. Su querida le había dado bandera verde para reconstruir el camino que había perdido con ella.
Una llamada. Esa era la diferencia entre ese horrible sentimiento que lo sucumbía y volver a poner las piezas en su lugar. Pero cada vez que tocaba el teléfono, sus manos temblaban y sus oídos en vez de escuchar su voz, solamente el pitido del artefacto le inundaba. No se sentía preparado para afrontar aquella situación, por lo que dejó el objeto en su lugar.
Pero el destino trabaja en líneas torcidas. Y así fue como una vez retractado, su celular comenzaba a sonar y a vibrar. Esa melodía... así como la de todos sus contactos, tenía una melodía que les distinguía. Así que... era ella. ¿Su oportunidad?, seguro, pero el miedo le invadía de una forma atroz, quien sabe, puede que en lo profundo de su ser, las palabras que ella había dicho ese entonces pudieran ser proféticas y no quería que se cumplieran. Quizá, esa era la razón de todo su miedo... y no contesto.
De haber sabido que ella le necesitaba en ese momento. Que su amiga estaba sufriendo y por ende ella necesitaba un poco de valentía para resistir el día, habría levantado el celular, le habría hablado, no hubiera pensado en nada y hubiera ido tras ella en el lugar donde se encontrase; pero el orgullo y el miedo son venenosos, que si se dejan mucho tiempo corroen todo lo que tienen en su paso y los convierte en las armas mortales más poderosas y dañinas de todas.
Una llamada. Esa era la diferencia entre ese horrible sentimiento que lo sucumbía y volver a poner las piezas en su lugar. Pero cada vez que tocaba el teléfono, sus manos temblaban y sus oídos en vez de escuchar su voz, solamente el pitido del artefacto le inundaba. No se sentía preparado para afrontar aquella situación, por lo que dejó el objeto en su lugar.
Pero el destino trabaja en líneas torcidas. Y así fue como una vez retractado, su celular comenzaba a sonar y a vibrar. Esa melodía... así como la de todos sus contactos, tenía una melodía que les distinguía. Así que... era ella. ¿Su oportunidad?, seguro, pero el miedo le invadía de una forma atroz, quien sabe, puede que en lo profundo de su ser, las palabras que ella había dicho ese entonces pudieran ser proféticas y no quería que se cumplieran. Quizá, esa era la razón de todo su miedo... y no contesto.
De haber sabido que ella le necesitaba en ese momento. Que su amiga estaba sufriendo y por ende ella necesitaba un poco de valentía para resistir el día, habría levantado el celular, le habría hablado, no hubiera pensado en nada y hubiera ido tras ella en el lugar donde se encontrase; pero el orgullo y el miedo son venenosos, que si se dejan mucho tiempo corroen todo lo que tienen en su paso y los convierte en las armas mortales más poderosas y dañinas de todas.
Dear Isobel,
I hope you’re well and what you’ve done is right
Oh it’s been such hell, I wish you well,
I hope you’re safe tonight
It’s been a long day coming and long will it last
When it’s last day leaving,
and I’m helping it pass
By loving you more
I hope you’re well and what you’ve done is right
Oh it’s been such hell, I wish you well,
I hope you’re safe tonight
It’s been a long day coming and long will it last
When it’s last day leaving,
and I’m helping it pass
By loving you more
Y cuando las cosas se calman para volver a la normalidad, al gris de siempre, a la gélida brisa que siempre acechará los días, viene el arrepentimiento. Había desperdiciado la única oportunidad que tenía que ese lazo resurgiera y fuera todavía más fuerte que nunca. Pero no era así. Y cuando ya la soledad dejaba de ser su mejor amiga, como toda arma de doble filo, se ponía en su contra, haciendo que empezara a colapsar internamente, ya no podía resistirlo ni un segundo más.
Las oportunidades llegan, pero si no se sabe como tomarlas, se van y nunca vuelven... al menos la que te había llegado en ese momento. Así que, tenía que hacer algo y movilizar las cosas, porque de lo contrario, la soledad dejará de reconfortarte, para transformarse en una inmensa oscuridad.
Tenía que ir directamente hacia el problema.
Las oportunidades llegan, pero si no se sabe como tomarlas, se van y nunca vuelven... al menos la que te había llegado en ese momento. Así que, tenía que hacer algo y movilizar las cosas, porque de lo contrario, la soledad dejará de reconfortarte, para transformarse en una inmensa oscuridad.
Tenía que ir directamente hacia el problema.
It’s been a long day coming and long will it last
When it’s last day leaving,
and I’m helping it pass
By loving, loving you more
When it’s last day leaving,
and I’m helping it pass
By loving, loving you more
Se encontraba ahí parado, al frente de su casa, sintiendo que era la única cosa que podía hacer para arreglar la situación. Las cosas sabía de antemano que no volverían a ser como antes, pero tenía cierta ilusión de que si lo fueran... era su último deseo.
Estaba nervioso, seguramente tendría unos 15 minutos allí parado decidiendo si hacerlo o no. Respiraba profundamente, mientras todo en él se mezclaba... hasta que a la final tomó el coraje que habría necesitado tiempo atrás y tocó la puerta, con manos temblorosas, pero lo había hecho.
- ¿Hay alguien en casa? - Dijo.
Estaba nervioso, seguramente tendría unos 15 minutos allí parado decidiendo si hacerlo o no. Respiraba profundamente, mientras todo en él se mezclaba... hasta que a la final tomó el coraje que habría necesitado tiempo atrás y tocó la puerta, con manos temblorosas, pero lo había hecho.
- ¿Hay alguien en casa? - Dijo.
Última edición por Mordekhai B. Fletcher el Mar Ago 14, 2012 4:16 pm, editado 1 vez
Mordekhai B. Fletcher- Humanos
- Soy : Flynn Rider (a.k.a Eugene)
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Empleo /Ocio : Cocinero del Granny's
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Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Dear Isobel
A Willow le había llegado el momento de enfrentarse y aceptar a que había cosas que no importara cuanto tratara de evitar, o de solucionar, eran sencillamente imposibles de arreglar. Cosas horribles y dolorosas, de la clase que uno espera nunca tener que enfrentar, y que al momento de que aparecen frente a ti no hay manera alguna de encarar de manera en que no salgas herido. Sin protección, sin resguardo, tan sólo cerrar los ojos y aguardar a la embestida del toro que llega contra ti. Y con suerte, si rezas con demasiada fe, la cornamenta no va a atravesarte de costado a costado como si fuera una lanza.
El último domingo había sido el día más brutal en su vida y eso era algo que no había podido asimilar aún. Había tenido que aceptar que no estaba tan preparada para comerse al mundo como siempre había dicho, que había situaciones que le sobrepasaban y de las que no podía salir airosa como siempre hacía con una risa o algún chiste. Grace no la había engañado a ella, sino a William. Y no fue ella quien tuvo que despertarse a la noticia de que el bebé que había estado llevando en su vientre por tantos meses, aguardando con tanta ilusión, había muerto apenas nacer. Pero lo sentía todo como si a ella misma le hubiera tocado vivirlo, y es que por más que tratara de aparentar que no era así, ella era en el fondo un espíritu sensible y frágil, que se engrandecía cuando aquellos a quienes quería eran felices, y que se desgarraba al atravesar por cosas tan dolorosas.
Antes de marcharse del hospital se había detenido frente a los cuneros. Era extraño, pues nunca había convivido personalmente con ningún bebé. Paula era la única niña a la que podía decir era cercana, pero fuera de ella ninguno otro. Ni hermanitos ni sobrinitos, ningún chiquillo que pudiera justificar aquella afinidad e instinto de protección que sentía hacia ellos. Suponía que en parte se debería a que ella misma muchas veces actuaba más como niña que como la adulta que se suponía que era.
Algo se había roto dentro de ella cuando abrazándose a sí misma se quedó observando a los recién nacidos por largos minutos que a ella le parecieron eternidades. Dormían, y lloraban, pero ninguno de ellos reía, y lo que dolía aún más era saber que ninguno de esos llantos pertenecía a la nenita Sullivan. Y aquella realidad le había sumergido en un estado de gris perpetuo. Gris. Bastante irónico tratándose de ella que hasta la carrocería de su motocicleta había mandado pintar para agregar color y brillo. Porque una parte de ella, una que era incapaz de explicar, necesitaba con todas sus fuerzas el escuchar a esa bebita reír...
La verdad era que se sentía más desamparada que nunca. Algo le habían arrebatado de raíz desde lo más hondo de su ser. No era sólamente que Willow percibiera todo gris y sin vida, era que ella misma se veía de esa manera. Más pálida, más perdida, más ausente. Se sentía sola como nunca, y el regresar a su departamento, vacío desde que Azula se había marchado, no hacía otra cosa más que recordárselo. Odiaba el silencio que había allá adentro, era incapaz de soportarlo. Y por eso había estado pasando todas las noches desde entonces con Alex.
Ahora mismo lo que la sostenía era él. Y es que esa tristeza que sentía no se comparaba a nada que hubiera vivido jamás. Ni siquiera al golpe tan duro que lo de Everett había sido para ella. No podía dormir. No quería comer. Y había estado tomando más píldoras de las quizá estrictamente necesarias de esas que Sydney le había dado. "Antidepresivos", le había dicho a Alex, por que ocultárselo habría resultado imposible. Mejor que lo supiera de una vez, y si acaso quería dejarla por demente...
Se había metido de lleno al trabajo puesto que era lo único que conseguía darle un poco de paz mental. Desarmadores y tornillos y repuestos por todos lados, no sólo de computadoras sino de decenas de objetos más; un televisor, un teléfono celular, una máquina de coser y hasta una bicicleta. Seguro que a sus clientes les daría muchísima más desconfianza de saber que nunca había estudiado nada en realidad que avalara el que estaba capacitada para meter mano en sus pertenencias. Lo de ella era puramente empírico. Suponía que tenía alguna clase de don místico en el cual no quería profundizar demasiado.
Escuchó que llamaban al timbre del taller por medio de la bocinita que había instalado cerca de su mesa de trabajo para poder escuchar mejor. No eran las horas usuales para recibir clientes, y estaba segura que el Señor Gold no podría ser porque la renta del mes ya la había pagado - y la verdad que para completarla se las había visto bastante difícil. Si no era una buena época para ella tampoco para el negocio.
Así que fue hacia la puerta de cristal. Sus movimientos ya no eran para nada los de la ágil y graciosa bailarina llena de energía que parecía flotar en vez de andar. Eran torpes y pesados, todo a causa de los químicos que saturaban su cuerpo en esos momentos. Y aquel sopor era notorio en su mirada que ya no resplandecía como antes.
No mentiría, al ver a Khai en el marco de la puerta dudó sobre que hacer. Abrir o dejarlo allá afuera. Dejarlo pasar o fingir que ni lo había notado. Correr y abrazarlo o darle la bofetada más fuerte que había dado en toda su vida...
Tan sólo, en silencio, quitó el seguro de la puerta y cruzada de brazos dio un paso a un costado para permitirle entrar.
- ... oh, mira. Te acuerdas de mí. - Musitó. Claro que lo resentía, demasiado. El peor momento de toda su vida, y ella lo había llamado... y seguramente por estar con esa ni siquiera lo había notado...
... de repente se sentía tan, tan diminuta...
El último domingo había sido el día más brutal en su vida y eso era algo que no había podido asimilar aún. Había tenido que aceptar que no estaba tan preparada para comerse al mundo como siempre había dicho, que había situaciones que le sobrepasaban y de las que no podía salir airosa como siempre hacía con una risa o algún chiste. Grace no la había engañado a ella, sino a William. Y no fue ella quien tuvo que despertarse a la noticia de que el bebé que había estado llevando en su vientre por tantos meses, aguardando con tanta ilusión, había muerto apenas nacer. Pero lo sentía todo como si a ella misma le hubiera tocado vivirlo, y es que por más que tratara de aparentar que no era así, ella era en el fondo un espíritu sensible y frágil, que se engrandecía cuando aquellos a quienes quería eran felices, y que se desgarraba al atravesar por cosas tan dolorosas.
Antes de marcharse del hospital se había detenido frente a los cuneros. Era extraño, pues nunca había convivido personalmente con ningún bebé. Paula era la única niña a la que podía decir era cercana, pero fuera de ella ninguno otro. Ni hermanitos ni sobrinitos, ningún chiquillo que pudiera justificar aquella afinidad e instinto de protección que sentía hacia ellos. Suponía que en parte se debería a que ella misma muchas veces actuaba más como niña que como la adulta que se suponía que era.
Algo se había roto dentro de ella cuando abrazándose a sí misma se quedó observando a los recién nacidos por largos minutos que a ella le parecieron eternidades. Dormían, y lloraban, pero ninguno de ellos reía, y lo que dolía aún más era saber que ninguno de esos llantos pertenecía a la nenita Sullivan. Y aquella realidad le había sumergido en un estado de gris perpetuo. Gris. Bastante irónico tratándose de ella que hasta la carrocería de su motocicleta había mandado pintar para agregar color y brillo. Porque una parte de ella, una que era incapaz de explicar, necesitaba con todas sus fuerzas el escuchar a esa bebita reír...
La verdad era que se sentía más desamparada que nunca. Algo le habían arrebatado de raíz desde lo más hondo de su ser. No era sólamente que Willow percibiera todo gris y sin vida, era que ella misma se veía de esa manera. Más pálida, más perdida, más ausente. Se sentía sola como nunca, y el regresar a su departamento, vacío desde que Azula se había marchado, no hacía otra cosa más que recordárselo. Odiaba el silencio que había allá adentro, era incapaz de soportarlo. Y por eso había estado pasando todas las noches desde entonces con Alex.
Ahora mismo lo que la sostenía era él. Y es que esa tristeza que sentía no se comparaba a nada que hubiera vivido jamás. Ni siquiera al golpe tan duro que lo de Everett había sido para ella. No podía dormir. No quería comer. Y había estado tomando más píldoras de las quizá estrictamente necesarias de esas que Sydney le había dado. "Antidepresivos", le había dicho a Alex, por que ocultárselo habría resultado imposible. Mejor que lo supiera de una vez, y si acaso quería dejarla por demente...
Se había metido de lleno al trabajo puesto que era lo único que conseguía darle un poco de paz mental. Desarmadores y tornillos y repuestos por todos lados, no sólo de computadoras sino de decenas de objetos más; un televisor, un teléfono celular, una máquina de coser y hasta una bicicleta. Seguro que a sus clientes les daría muchísima más desconfianza de saber que nunca había estudiado nada en realidad que avalara el que estaba capacitada para meter mano en sus pertenencias. Lo de ella era puramente empírico. Suponía que tenía alguna clase de don místico en el cual no quería profundizar demasiado.
Escuchó que llamaban al timbre del taller por medio de la bocinita que había instalado cerca de su mesa de trabajo para poder escuchar mejor. No eran las horas usuales para recibir clientes, y estaba segura que el Señor Gold no podría ser porque la renta del mes ya la había pagado - y la verdad que para completarla se las había visto bastante difícil. Si no era una buena época para ella tampoco para el negocio.
Así que fue hacia la puerta de cristal. Sus movimientos ya no eran para nada los de la ágil y graciosa bailarina llena de energía que parecía flotar en vez de andar. Eran torpes y pesados, todo a causa de los químicos que saturaban su cuerpo en esos momentos. Y aquel sopor era notorio en su mirada que ya no resplandecía como antes.
No mentiría, al ver a Khai en el marco de la puerta dudó sobre que hacer. Abrir o dejarlo allá afuera. Dejarlo pasar o fingir que ni lo había notado. Correr y abrazarlo o darle la bofetada más fuerte que había dado en toda su vida...
Tan sólo, en silencio, quitó el seguro de la puerta y cruzada de brazos dio un paso a un costado para permitirle entrar.
- ... oh, mira. Te acuerdas de mí. - Musitó. Claro que lo resentía, demasiado. El peor momento de toda su vida, y ella lo había llamado... y seguramente por estar con esa ni siquiera lo había notado...
... de repente se sentía tan, tan diminuta...
Willow Swartz- Seres Mágicos
- Soy : Campanilla
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Empleo /Ocio : Técnica reparadora ordenadores
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Dear Isobel
Ya no había vuelta atrás. Las cosas estaban hechas y ahora solo le tocaba esperar, esperar a que el azar hiciera de las suyas. Esa era una de las coas que no le gustaba de dejar las cosas a la deriva, puesto que a la final están íntimamente ligadas con el azar, mucho antes de que tomen un camino. Era por eso que las niñas lanzaban una piedra en el piso antes de tan siquiera poner un pie o cruzar la línea que había sido dibujada en el piso por una tiza, mientras juegan a la rayuela. Cualquier cosa que aconteciera tomaría un rumbo y simplemente rezaba para las las cosas fueran como antes... y si no fuesen así, al menos lo más parecido y fiel a lo que se tenía aquello.
Era los minutos más largos de su vida, parecía como si el tiempo quisiera detenerse a propósito, por lo que comenzaba a pensar de que quizá ese día no era el ideal como había pensado horas atrás antes de tomar la decisión que podría cambiar cualquier cosa. Y tal como había hecho en su lecho de soledad, muchas ideas se le pasaron por su cabeza, haciendo que la ansiedad de la espera fuese todavía más insoportable de lo normal.
No estaba bien, nada estaba bien, todo se desmoronaba a su alrededor y la única esperanza que tenía era volver a construir algo a base de arena. Pero ahí estaba parado, todavía incluso sorprendido de que estuviera ahí. Fue entonces, cuando escuchó como el seguro se iba abriendo de una manera muy poco audible desde adentro. No supo por qué, pero sintió en ese preciso instante que su corazón había dado el palpitar más grande de su vida. De pronto toda esa ansiedad y todo ese nerviosismo se había transformado en emoción.
Y ahí salió Willow. No supo cómo reaccionar ante lo que vio frente a sus ojos. Su expresión. Su tono de voz. Su todo... estaba demasiado apagado incluso para ser ella misma. No era tampoco que la esperaba radiante y con todas las de ganar, como siempre la tendría en su mente, pero aquello era algo que simplemente nunca había visto ni en sus peores momentos. Intuyó de pronto que algo más había pasado y algo mucho más grave de lo que estaban atravesando. Sin embargo, a pesar de todo, quería abrazarla con tanta fuerza.
Ahora su habla... la había perdido. No sabía qué decirle, así que simplemente se rascó la cabeza.
- H-Hola - Dijo simplemente - ¿Podemos hablar? -Bueno, de hecho ya lo estaban haciendo - ... La verdad es que... siempre te he tenido presente -
Era los minutos más largos de su vida, parecía como si el tiempo quisiera detenerse a propósito, por lo que comenzaba a pensar de que quizá ese día no era el ideal como había pensado horas atrás antes de tomar la decisión que podría cambiar cualquier cosa. Y tal como había hecho en su lecho de soledad, muchas ideas se le pasaron por su cabeza, haciendo que la ansiedad de la espera fuese todavía más insoportable de lo normal.
No estaba bien, nada estaba bien, todo se desmoronaba a su alrededor y la única esperanza que tenía era volver a construir algo a base de arena. Pero ahí estaba parado, todavía incluso sorprendido de que estuviera ahí. Fue entonces, cuando escuchó como el seguro se iba abriendo de una manera muy poco audible desde adentro. No supo por qué, pero sintió en ese preciso instante que su corazón había dado el palpitar más grande de su vida. De pronto toda esa ansiedad y todo ese nerviosismo se había transformado en emoción.
Y ahí salió Willow. No supo cómo reaccionar ante lo que vio frente a sus ojos. Su expresión. Su tono de voz. Su todo... estaba demasiado apagado incluso para ser ella misma. No era tampoco que la esperaba radiante y con todas las de ganar, como siempre la tendría en su mente, pero aquello era algo que simplemente nunca había visto ni en sus peores momentos. Intuyó de pronto que algo más había pasado y algo mucho más grave de lo que estaban atravesando. Sin embargo, a pesar de todo, quería abrazarla con tanta fuerza.
Ahora su habla... la había perdido. No sabía qué decirle, así que simplemente se rascó la cabeza.
- H-Hola - Dijo simplemente - ¿Podemos hablar? -Bueno, de hecho ya lo estaban haciendo - ... La verdad es que... siempre te he tenido presente -
Mordekhai B. Fletcher- Humanos
- Soy : Flynn Rider (a.k.a Eugene)
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Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Dear Isobel
Willow clavó su mirada en la de él. No como antes, con aquella mezcla de complicidad que estaba presente siempre que planeaban algo, o cuando se molestaban uno al otro hasta hartarse pero siempre sabiendo que en realidad no podían estarse separados. Esa distancia que había entre ellos tenía que ser la vez que más fuerte se había peleado con alguien en toda su vida, y dolía. Dolía demasiado. Lo peor es que parecía que él no se daba cuenta de lo mucho que la había lastimado ni por qué. ¿Y es que qué estaba esperando? ¿Que le diera palmaditas en la espalda y le animara a ir a recostarse sobre los rieles a esperar a que el tren le pasara por encima? Ella estaba convencida que su capricho con Nereida era eso, un capricho, y que no iba a terminar bien. Pues si él no lo veía alguien tenía que decírselo. Qué va, le hubiera gustado que alguien hubiera tenido las agallas para decirle de frente que lo suyo con Everett no tenía ni pies y cabeza, aún y sabiendo como era ella y que no lo iba a tomar nada bien. Pero tal vez una advertencia, el ser consciente que alguien más había visto lo que ella no, le hubiera ayudado a lidiar mejor con la dolorosa desilusión.
- Ya estamos hablando. - Replicó de mala gana, casi leyéndole el pensamiento. Aquello último que le dijo iba directo a pincharle el corazón, a echar sal en sus heridas. ¿Qué siempre la tenía presente? ¿En serio?
- Ah. - Respondió escuetamente. - Perdón, pensé que después de mandarme al demonio y no contestar mis llamadas igual y eso había cambiado. - Porque debía quedar claro que quien había explotado primero había sido él. ¿Que habían sido pesados con el tema? Pues sí, pero no más pesados de lo que eran los unos con los otros cuando metían la pata. Como la vez que ella se había pegado la borrachera de su vida y los videos que documentaban sus idioteces habían quedado grabados en las tarjetas de memorias de sus celulares. Claro que le había jodido, pero se había aguantado, y después de eso nunca se había vuelto a correr una juerga igual. Eso era lo que se hacía: aguantabas, aceptabas, aprendías. No los mandabas a todos a la mierda como si fuera cualquier cosa.
Y es que si había algo que Willow no soportaba, era que le hicieran sentir que no valía. Que no contaba.
Le dejó entrar y una vez que pasó cerró la puerta tras de sí, cambiando el letrerillo que colgaba para declarar el taller oficialmente cerrado por el día. Que no creía que cualquier cosa que viniera a hablarle mereciera la pena ser interrumpida. Así que se mantuvo de brazos cruzados, mirando fijamente el suelo a la espera de que le dijera o hiciera algo, sin estar muy segura de si debía dejarlo ahí, invitarlo a pasar a la trastienda, subir al departamento o qué.
- Ya estamos hablando. - Replicó de mala gana, casi leyéndole el pensamiento. Aquello último que le dijo iba directo a pincharle el corazón, a echar sal en sus heridas. ¿Qué siempre la tenía presente? ¿En serio?
- Ah. - Respondió escuetamente. - Perdón, pensé que después de mandarme al demonio y no contestar mis llamadas igual y eso había cambiado. - Porque debía quedar claro que quien había explotado primero había sido él. ¿Que habían sido pesados con el tema? Pues sí, pero no más pesados de lo que eran los unos con los otros cuando metían la pata. Como la vez que ella se había pegado la borrachera de su vida y los videos que documentaban sus idioteces habían quedado grabados en las tarjetas de memorias de sus celulares. Claro que le había jodido, pero se había aguantado, y después de eso nunca se había vuelto a correr una juerga igual. Eso era lo que se hacía: aguantabas, aceptabas, aprendías. No los mandabas a todos a la mierda como si fuera cualquier cosa.
Y es que si había algo que Willow no soportaba, era que le hicieran sentir que no valía. Que no contaba.
Le dejó entrar y una vez que pasó cerró la puerta tras de sí, cambiando el letrerillo que colgaba para declarar el taller oficialmente cerrado por el día. Que no creía que cualquier cosa que viniera a hablarle mereciera la pena ser interrumpida. Así que se mantuvo de brazos cruzados, mirando fijamente el suelo a la espera de que le dijera o hiciera algo, sin estar muy segura de si debía dejarlo ahí, invitarlo a pasar a la trastienda, subir al departamento o qué.
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: Dear Isobel
Era un tanto irónico como la conexión entre ellos aún estaba vigente a pesar de la distancia. Si echaba una mirada al pasado, se encontraba una Willow y un Khai riéndose maravilladamente de cómo nombraban una cosa al mismo tiempo, o cuando uno completaba la oración del otro. Ahora sentía que aquello estaba tan atrás como si hubiera pasado una década.
Y así como si su corazón se tratara de una almohadilla para colocar las agujas, así le llegaron las palabras de Willow. Apretó el puño y un brillo de melancolía apareció en sus ojos; no podía soportar la nueva imagen que estaba recibiendo de la rubia que alguna vez colmaba a todos por su personalidad. Sentía que estaba en otro lugar, en otro mundo... sentía que esa no era la Willow que alguna vez conoció, sobre todo con toda esas palabras ariscas que salía de su boca hacia su persona. Ni siquiera con las persona que usualmente no le solían agradar las palabras dirigidos hacia ellos detonaban tanto dolor.
Se contuvo todo lo que pudo para que sus ojos no se cristalizaran más de lo debido, y en ese momento, solo quería correr a abrazar a la rubia. Su aura transmitía tanta tristeza que estaría disponible en ser su recipiente, que se descargara en él, para que aunque sea un poco de su brillo volviera a su lugar. Lo sentía casi como si fuera su propio dolor, su pecho lo palpaba. Quería abrazarla, con tanta fuerza y determinación, para simplemente decirle "Todo va a salir bien", pero no podía hacer eso. ¿Por qué no contestó el teléfono?... quizá era una de las preguntas que más repercutirían en su mente.
- Yo... - No puedo vivir sin ti le hubiera gustado decir - ... sé que, una disculpa no resolverá nada y... - Quiero que vengas otra vez a mis brazos donde perteneces -... no sé, bien por donde empezar... - El maldito ba
lbuceo no le permitía ni siquiera articular bien sus frases - ... ¡¡Will perdóname!!, en serio lo siento, soy un maldito imbécil que no te merece como amigo... si es que esa palabra todavía existe entre nosotros - Explotó de repente, como todo lo que había venido estado haciendo últimamente. Pero a diferencia de las veces pasada, esta vez necesitaba ese empujón para decir lo que sentía.Y así como si su corazón se tratara de una almohadilla para colocar las agujas, así le llegaron las palabras de Willow. Apretó el puño y un brillo de melancolía apareció en sus ojos; no podía soportar la nueva imagen que estaba recibiendo de la rubia que alguna vez colmaba a todos por su personalidad. Sentía que estaba en otro lugar, en otro mundo... sentía que esa no era la Willow que alguna vez conoció, sobre todo con toda esas palabras ariscas que salía de su boca hacia su persona. Ni siquiera con las persona que usualmente no le solían agradar las palabras dirigidos hacia ellos detonaban tanto dolor.
Se contuvo todo lo que pudo para que sus ojos no se cristalizaran más de lo debido, y en ese momento, solo quería correr a abrazar a la rubia. Su aura transmitía tanta tristeza que estaría disponible en ser su recipiente, que se descargara en él, para que aunque sea un poco de su brillo volviera a su lugar. Lo sentía casi como si fuera su propio dolor, su pecho lo palpaba. Quería abrazarla, con tanta fuerza y determinación, para simplemente decirle "Todo va a salir bien", pero no podía hacer eso. ¿Por qué no contestó el teléfono?... quizá era una de las preguntas que más repercutirían en su mente.
- Yo... - No puedo vivir sin ti le hubiera gustado decir - ... sé que, una disculpa no resolverá nada y... - Quiero que vengas otra vez a mis brazos donde perteneces -... no sé, bien por donde empezar... - El maldito ba
Mordekhai B. Fletcher- Humanos
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Re: Dear Isobel
¿Que si una disculpa serviría de algo? Ni idea. Las palabras para ella muchas veces no valían nada, lo que le movía en realidad eran las acciones, los resultados. Así que bien podía ponerse a pedirle mi y un perdones, pero eso no quitaba lo mucho que la había lastimado. Y si, tal vez si tanto decía que las palabras no valían tanto ni siquiera tendría porque haberle dolido el que la mandara a volar de esa manera, pero el que la hubiera declarado como algo insignificante en su vida había sido un golpe duro. Y es que en la lógica de Willow, si según Khai su mocosita mosca muerta era lo único que funcionaba en su vida, entonces todo lo demás, ella incluida, venían a significar una mierda.
Puso los ojos en blanco, sin descruzarse de brazos sin tener muy en claro si su actitud era a la defensiva para rebatir cualquier cosa que fuera a decirle, o la más propia de alguien que pretendía protegerse de más puñaladas. Se mecía inquieta hacia adelante y hacia atrás, incapaz de apartar la mirada del suelo y sintiendo que su frustración crecía con cada balbuceo que él daba. Eso hasta que él explotaba. Y volátil como era ella, cual cerilla a la que acababan de frotar para encenderse, prendió fuego en un santiamén.
Lo enrojecido de su rostro resaltaba aún más a causa de esa palidez casi enfermiza que había adquirido en cuestión de días, así como la mirada cristalina en sus ojos claros. ¿Que si era un imbécil? ¡Claro que lo era! Y es que ella seguía sosteniendo que no había hecho nada malo y de ahí nadie la iba a sacar, testaruda como sólo ella podía ser. - ... si... cómo que si es, ¿¿si aún existe entre nosotros?? ¿¿Es que te operaron del cerebro en las semanas que tienes desaparecido?? ¡A mi no me vengas a preguntar eso! ¡Tú fuiste el que se puso en pose de señorita ofendida y me dijo que me largara a ya sabrás donde! ¡Así que me imagino que si la amistad todavía vale de algo pues lo sabrás tú! ¡Señor Enloquezco-cuando-me-dicen-lo-que-no-quiero-escuchar! - No importo cuan pequeña era y lo débil que se sentía, aún así avanzó los pasos necesarios hasta él para clavarle los dedos en el pecho, poder mirarlo bien y su mirada de lágrimas contenidas, no muy distintas a las de ella en apariencia aunque tal vez si en trasfondo, porque ella, además de estar dolida, estaba furiosa.
- Porque de repente todo es Nereida Nereida Nereida, y a mi que me parta un rayo, ¿no? Y es que claro, como ella ha sido lo úuuuuunico bueno que te ha pasado jamás, pues que le den a Willow, total, que en algún momento le van a llegar los chismorreos del pueblo. - Y no cambiaba ni un milímetro su postura, de que aquello que tenía con Mellington era una estupidez total. Tan sólo pensar en ella con Khai, su Khai, le hacía hervir la sangre y removía sus entrañas con una rabia inexplicable que no tenía razón ni lógica, pero no por eso ardía con menos intensidad.
- Yo, por lo menos, no te he dejado de considerar mi amigo. Pero no te voy a dar de palmaditas en la espalda si te vas a meter tu solito a la boca del león. No me cae bien. No me gusta para ti. Tú necesitas una mujer en que apoyarte, no una mocosa a la que vas a tener que llevar de la manita cuando las cosas se pongan feas. Eso me tocó aprenderlo el domingo pasado. ¡Pero claro! ¡Te habrías enterado de eso SI HUBIERAS CONTESTADO EL MALDITO TELÉFONO SI TE LLAMO UNA Y OTRA VEZ! - Y ahí estaba. Nunca había sido buena conteniendo sus emociones y no iba a empezar ahora. ¿Qué estaba dispuesto a dejar que se descargara con él? Ahí la tenía, exponiendo todo lo que pensaba a pesar de que arrastraba las palabras, cubriéndose el rostro con las manos cuando sentía los primeros sollozos formarse en su garganta.
Puso los ojos en blanco, sin descruzarse de brazos sin tener muy en claro si su actitud era a la defensiva para rebatir cualquier cosa que fuera a decirle, o la más propia de alguien que pretendía protegerse de más puñaladas. Se mecía inquieta hacia adelante y hacia atrás, incapaz de apartar la mirada del suelo y sintiendo que su frustración crecía con cada balbuceo que él daba. Eso hasta que él explotaba. Y volátil como era ella, cual cerilla a la que acababan de frotar para encenderse, prendió fuego en un santiamén.
Lo enrojecido de su rostro resaltaba aún más a causa de esa palidez casi enfermiza que había adquirido en cuestión de días, así como la mirada cristalina en sus ojos claros. ¿Que si era un imbécil? ¡Claro que lo era! Y es que ella seguía sosteniendo que no había hecho nada malo y de ahí nadie la iba a sacar, testaruda como sólo ella podía ser. - ... si... cómo que si es, ¿¿si aún existe entre nosotros?? ¿¿Es que te operaron del cerebro en las semanas que tienes desaparecido?? ¡A mi no me vengas a preguntar eso! ¡Tú fuiste el que se puso en pose de señorita ofendida y me dijo que me largara a ya sabrás donde! ¡Así que me imagino que si la amistad todavía vale de algo pues lo sabrás tú! ¡Señor Enloquezco-cuando-me-dicen-lo-que-no-quiero-escuchar! - No importo cuan pequeña era y lo débil que se sentía, aún así avanzó los pasos necesarios hasta él para clavarle los dedos en el pecho, poder mirarlo bien y su mirada de lágrimas contenidas, no muy distintas a las de ella en apariencia aunque tal vez si en trasfondo, porque ella, además de estar dolida, estaba furiosa.
- Porque de repente todo es Nereida Nereida Nereida, y a mi que me parta un rayo, ¿no? Y es que claro, como ella ha sido lo úuuuuunico bueno que te ha pasado jamás, pues que le den a Willow, total, que en algún momento le van a llegar los chismorreos del pueblo. - Y no cambiaba ni un milímetro su postura, de que aquello que tenía con Mellington era una estupidez total. Tan sólo pensar en ella con Khai, su Khai, le hacía hervir la sangre y removía sus entrañas con una rabia inexplicable que no tenía razón ni lógica, pero no por eso ardía con menos intensidad.
- Yo, por lo menos, no te he dejado de considerar mi amigo. Pero no te voy a dar de palmaditas en la espalda si te vas a meter tu solito a la boca del león. No me cae bien. No me gusta para ti. Tú necesitas una mujer en que apoyarte, no una mocosa a la que vas a tener que llevar de la manita cuando las cosas se pongan feas. Eso me tocó aprenderlo el domingo pasado. ¡Pero claro! ¡Te habrías enterado de eso SI HUBIERAS CONTESTADO EL MALDITO TELÉFONO SI TE LLAMO UNA Y OTRA VEZ! - Y ahí estaba. Nunca había sido buena conteniendo sus emociones y no iba a empezar ahora. ¿Qué estaba dispuesto a dejar que se descargara con él? Ahí la tenía, exponiendo todo lo que pensaba a pesar de que arrastraba las palabras, cubriéndose el rostro con las manos cuando sentía los primeros sollozos formarse en su garganta.
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: Dear Isobel
¿Acaso no se daba cuenta si por la razón principal por la que se encontraba en esos momentos era por ella?.. No, no se daría cuenta porque precisamente se había comportado como un imbécil esas últimas semanas, convencido que él tenía toda la razón en el asunto. Claro, que no quería renunciar tan fácil a lo que dificultosamente había ganado, pero con el simple hecho de que se había cegado, de que había dado la espalda a los que más quería y se preocupaban por ellos, era algo que él mismo se reprochaba y le desgarraba profundamente el haberlo tomado a pecho, para luego que se transformara en algo tan grande como estar al borde del abismo, a punto de perder quizá a una de las personas más importantes de su vida.
Y simplemente no se podía sostener de una sola rama. Incluso, sentía en esos momentos que el romance era tan débil, un hilo a comparación de una sólida amistad. Pero por desgracia, Khai había entendido aquello demasiado tarde: ya Willow estaba a punto de caramelo con él. Tan solo con verla a los ojos, con esa expresión de furia le dolía... es que comprendió que sin los seres que más amaba, su mundo no era nada. Sus ojos se cristalizaban tan rápido, es que simple y llanamente no soportaba verla así y saber que una buena parte por la que estaba así era gracias a él. ¿Hasta donde había llegado su egoísmo que había demacrado a tal punto a la rubia?, no lo soportaba. Sentía como sus lagrimales se llenaban y estuviera luchando contra él para derrochar un mar de lágrimas.
Por supuesto que quería a Nereida, pero el amor que le tenía a Willow era algo especial y se sentía tan culpable, tan idiota, tan... responsable de haber dejado algo tan fuerte al borde del abismo. No era cierto, lo único bueno de su vida no era Nereida... su fortuna comenzaba con Willow e Ian.
- No es cierto... - Su voz estaba totalmente quebrada - Ella... ella... no... - No pudo terminar la frase, era demasiado doloroso para él, ya que de verdad la quería, la quería como no había querido a nadie; pero Willow, era caso aparte, quizá incluso más profundo de lo que alguna vez ha tenido sentimiento con alguien. Esa profundidad que solo se conseguía cuando se habían vivido muchas cosas entre ellos. Y lo estaba perdiendo así como así.
Pero de pronto un quejido salió de su boca al escuchar como ella había sufrido aquel día en el que se acobardó y no pudo levantar el teléfono. Ahora gracias a él, ella estaba profundamente herida y él no pudo hacer nada para evitarlo, sabiendo que podía haberlo hecho. Esquivó la mirada hacia otro lado mientras su mandíbula le temblaba, quería decir algo, pero no le salía absolutamente nada. De todo era lo que más le partía el corazón... si tan solo hubiera podido regresar en el tiempo. No pudo más, su revoltijo de sentimientos hicieron más presión a las lágrimas contenidas hasta que comenzaron a caer.
- Ese día... ese... día... y-yo... - Hizo un sonido extraño, como una especie de exhalo, pero con una connotación de dolor entre medio. Una especie de gemido de dolor. Eso le dolía tanto, no podía ni pensar cuanto estaba sufriendo ella. Ahora tenía una herida, y de las peores, que son las que no se pueden borrar fácilmente. Y todo gracias a él -... yo te... intenté llamar... - Cerró el puño y dejó que más lágrimas salieran de él. Su expresión era de culpa total - ... pero no pude hacerlo... Entonces... me llamaste y yo.... - Levantó su puño a la altura de su cabeza, de manera que puso sus nudillos en la frente lentamente -... no pude contestarte...¡AAAAAAAHHHHHHHHH! - Exclamó fuertemente casi rozando en un grito - Si tan solo ese día... hubiera tenido un poco de valentía... Will... te juro que hubiera ido y te hubiera acompañado no importa que pasara... ¡PERO NO LO HICE! ¡¡¡¡NO LO HICE!!!!!! Y AHORA... Y AHORA ESTÁS ASÍ, CUANDO PUDE HABERLO EVITADO Y NO LO SOPORTO - Rompió en llanto y a su vez dio un golpe a la pared tan fuerte que algunos cuadros que estaban al lado de él dieron un ligero brinco. No le importó el dolor a pesar de que abrió y cerró la mano con dificultad, seguro se había roto uno o dos huesos de los dedos, ¡No le importaba!. Se dirigió a Will entre lágrimas - No encuentro palabras para describir cuan arrepentido estoy de todo -
Y simplemente no se podía sostener de una sola rama. Incluso, sentía en esos momentos que el romance era tan débil, un hilo a comparación de una sólida amistad. Pero por desgracia, Khai había entendido aquello demasiado tarde: ya Willow estaba a punto de caramelo con él. Tan solo con verla a los ojos, con esa expresión de furia le dolía... es que comprendió que sin los seres que más amaba, su mundo no era nada. Sus ojos se cristalizaban tan rápido, es que simple y llanamente no soportaba verla así y saber que una buena parte por la que estaba así era gracias a él. ¿Hasta donde había llegado su egoísmo que había demacrado a tal punto a la rubia?, no lo soportaba. Sentía como sus lagrimales se llenaban y estuviera luchando contra él para derrochar un mar de lágrimas.
Por supuesto que quería a Nereida, pero el amor que le tenía a Willow era algo especial y se sentía tan culpable, tan idiota, tan... responsable de haber dejado algo tan fuerte al borde del abismo. No era cierto, lo único bueno de su vida no era Nereida... su fortuna comenzaba con Willow e Ian.
- No es cierto... - Su voz estaba totalmente quebrada - Ella... ella... no... - No pudo terminar la frase, era demasiado doloroso para él, ya que de verdad la quería, la quería como no había querido a nadie; pero Willow, era caso aparte, quizá incluso más profundo de lo que alguna vez ha tenido sentimiento con alguien. Esa profundidad que solo se conseguía cuando se habían vivido muchas cosas entre ellos. Y lo estaba perdiendo así como así.
Pero de pronto un quejido salió de su boca al escuchar como ella había sufrido aquel día en el que se acobardó y no pudo levantar el teléfono. Ahora gracias a él, ella estaba profundamente herida y él no pudo hacer nada para evitarlo, sabiendo que podía haberlo hecho. Esquivó la mirada hacia otro lado mientras su mandíbula le temblaba, quería decir algo, pero no le salía absolutamente nada. De todo era lo que más le partía el corazón... si tan solo hubiera podido regresar en el tiempo. No pudo más, su revoltijo de sentimientos hicieron más presión a las lágrimas contenidas hasta que comenzaron a caer.
- Ese día... ese... día... y-yo... - Hizo un sonido extraño, como una especie de exhalo, pero con una connotación de dolor entre medio. Una especie de gemido de dolor. Eso le dolía tanto, no podía ni pensar cuanto estaba sufriendo ella. Ahora tenía una herida, y de las peores, que son las que no se pueden borrar fácilmente. Y todo gracias a él -... yo te... intenté llamar... - Cerró el puño y dejó que más lágrimas salieran de él. Su expresión era de culpa total - ... pero no pude hacerlo... Entonces... me llamaste y yo.... - Levantó su puño a la altura de su cabeza, de manera que puso sus nudillos en la frente lentamente -... no pude contestarte...¡AAAAAAAHHHHHHHHH! - Exclamó fuertemente casi rozando en un grito - Si tan solo ese día... hubiera tenido un poco de valentía... Will... te juro que hubiera ido y te hubiera acompañado no importa que pasara... ¡PERO NO LO HICE! ¡¡¡¡NO LO HICE!!!!!! Y AHORA... Y AHORA ESTÁS ASÍ, CUANDO PUDE HABERLO EVITADO Y NO LO SOPORTO - Rompió en llanto y a su vez dio un golpe a la pared tan fuerte que algunos cuadros que estaban al lado de él dieron un ligero brinco. No le importó el dolor a pesar de que abrió y cerró la mano con dificultad, seguro se había roto uno o dos huesos de los dedos, ¡No le importaba!. Se dirigió a Will entre lágrimas - No encuentro palabras para describir cuan arrepentido estoy de todo -
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Re: Dear Isobel
Irónicamente, aquellos cuadros que colgaban de los muros eran en su mayoría fotografías en las que Khai aparecía. Era, después de todo, su taller y en él Willow podía hacer y deshacer como le placiera. El edificio podría pertenecer legalmente a Arthur Gold – y en alguno de sus sueños y ambiciones esperaba poder comprarlo algún día, pero por dentro de los muros todo era su esencia, desde los colores con los que había pintado hasta la afelpada alfombra que tenía tendida en el suelo, esa que había encontrado en una venta de segundas y que cuando el taller cerraba y ella tenía trabajo por hacer disfrutaba de recorrer con los pies descalzos solo para sentir el agradable cosquilleo.
Se sobresaltó al escuchar el golpe, sí. Había una parte de ella, por pequeñita que fuera, que encontraba reconfortante el que pareciera estarlo tan mal como ella. No por ser mezquina ni estar esperando alguna clase de venganza de aquellas que nacían cuando si no podías ser tú feliz tampoco querías que la otra persona lo fuera. No era ese el caso, sino que si a él también le dolía tanto era porque le importaba. Las lágrimas y la frustración en la voz podían fingirse, pero de él nunca lo creería falso. Khai no iría a mentirle con tal de darle por su lado. Le miraba mal, se fastidiaba y hacía bromas pesadas, a veces le ignoraba cuando se ponía demasiado insistente o pesada con algo, pero nunca le había mentido.
No le gustaba verlo llorar. A nadie, a decir verdad. Por alguna razón mucho menos a un hombre. Suponía que debería ser porque para romper en llanto y que dejara de importar el orgullo viril era que se debía estar pasándolo muy mal en verdad. Tampoco creía que Khai pudiera haber hecho algo por evitar lo que había ocurrido. Vamos, él de nada era responsable en aquella escena de matrimonios rotos y padres descorazonados. Tenerlo ahí no habría impedido que William moliera a golpes al cabronazo, ni hubiera salvado a la bebita de los Sullivan, pero para ella habría significado mucho el no tener que estar ahí sola mientras todo se desenvolvía, envuelta en una sábana y abrazando sus rodillas como niña asustada, porque así era como se había sentido.
Así que por el estado en que se encontraba hoy no quería que se culpara. Ese no era el problema entre ellos. Lo que les había hecho pelearse era que Willow estaba convencida de que él no la escuchaba y que lo que estaba haciendo con la mocosa de Mellington era suicidio. En eso su opinión no iba a cambiar. No comprendía como de la noche a la mañana estuviera tan vuelto loco por ella cuando, a su juicio, apenas y se conocían. El cambio en su relación con Alexander había sido repentino, sí, pero ellos habían sido amigos por mucho mucho tiempo. Se conocían y sabían bien quienes eran. Podría acusarla de mil cosas, de ser una coqueta y provocadora que se tomaba a los hombres con frivolidad, pero no era así. Cuando entraba en una relación lo hacía con todo y cuando menos ninguna de sus antiguas parejas podría acusarla de lo contrario.
Y es que si de algo estaba segura Willow era de que Nereida no lo conocía como ella lo hacía. Las cosas tontas, como que tenía un par de bóxers del Hombre Araña que eran totalmente infantiles pero él decía eran de la suerte. Las pequeñas, como que cuando ordenaba pizza se fingía alérgico a los champiñones porque los odiaba y así se aseguraba de que no tomaran mal su orden so riesgo de que pesara en la conciencia del pobre cocinero matar a alguien de shock anafiláctico. Las dolorosas, como tener que tenderlo sobre su sofá y quedarse al pendiente de él toda la noche tras tener que haberlo sacado casi a rastras del bar, ahogado en licor y drogas, todo cortesía de la gangrena tóxica que había sido Indiana Keiliff en su vida. Willow si lo sabía, y había estado ahí en cada carcajada, cada lágrima y cada mañana de resaca y remordimiento. Así que quizás estaba mal, pero se sentía con todo el derecho de emitir juicios y decir con todas las letras: No me parece. No me gusta. No quiero ver que te lastimes. Se sentía en su derecho de celarlo y protegerlo y no dejar que ninguna otra mujer se acercara a arrebatárselo, no a menos que fuera la indicada, esa que supiera que era buena para él. Apenas así cedería y dejaría de pelearlo como leona, cuando le constara que con quien quiera que estuviera iba a cuidarlo tan bien (no mejor) como ella lo hacía. Era su Khai, suyo, y aunque la gente no pudiera verlo por encima de la irresponsabilidad y las locuras que eran inherentes de su juventud, lo de ellos era mucho, mucho más profundo, porque se entendían a un nivel que cada uno sabía disimular a su manera; ella con risas, él con su actitud relajada, pero los dos se protegían el uno al otro porque entendían bien entre ellos lo que era mirarte al espejo y preguntarte: ¿Soy lo suficientemente bueno?…
Pensarlo con Nereida le enfurecía. No tenía ni lógica ni fundamento, y en realidad la niña era querida en el pueblo, ¿así que porqué tanto problema? Racionalmente entendía que no tenía sentido, pero Willow no escuchaba a su razón sino a su instinto, y este le decía: No. No eres de fiar. A él no te le vas a acercar.
Al final el que tomaba la decisión era él. Si quería estar con la mocosa iba a hacer lo que le diera la regalada gana, pero ella no tenía que estar de acuerdo, ni fingir que se alegraba y que iba a volverse amiguita de ella. Lo que a Willow le correspondía era estar ahí cuando el golpe de realidad llegara (porque estaba convencida de que iba a llegar) y volver a cuidarlo como siempre había hecho. Porque Khai no podía solo, la necesitaba, de la misma manera en que ella lo necesitaba a él y necesitaba a todos sus amigos. Porque eran sus pilares, las rocas en las que se apoyaba, y acababa de ver que en cuestión de un parpadeo todo podía irse a la mierda de la manera menos esperada.
Embistió contra su pecho, no golpeándolo, sino rodeándolo con sus delgados brazos con tanta fuerza como era capaz. Y rompió a llorar con amargura, sacándose todo eso que llevaba enterrado en cada sollozo cuando ocultaba el rostro en la curvatura de su cuello. No quería estar peleando ni verlo salir lastimado. No quería compartirlo con alguien que a su parecer no era más que un capricho. Pero tampoco quería que por mostrarse tan en contra como en realidad estaba fueran a distanciarse, porque ahora mismo moría de miedo, y aquel vacío, aquel gris que sentía, no era algo que pudiera atravesar sola. Ella siempre lo había cuidado. Era ahora cuando necesitaba que cuidara de ella.
- … creo que estoy enferma… – Susurró muy bajito, casi sin voz. Porque decirlo así a lo alto le aterraba, si se lo callaba y tomaba las pastillas y hacía como que ignoraba los gritos y los disparos y aquellas escalofriantes campanillas, el bosque que veía en sueños, entonces no era tan real. Pero no podía sola, no podía…
Se sobresaltó al escuchar el golpe, sí. Había una parte de ella, por pequeñita que fuera, que encontraba reconfortante el que pareciera estarlo tan mal como ella. No por ser mezquina ni estar esperando alguna clase de venganza de aquellas que nacían cuando si no podías ser tú feliz tampoco querías que la otra persona lo fuera. No era ese el caso, sino que si a él también le dolía tanto era porque le importaba. Las lágrimas y la frustración en la voz podían fingirse, pero de él nunca lo creería falso. Khai no iría a mentirle con tal de darle por su lado. Le miraba mal, se fastidiaba y hacía bromas pesadas, a veces le ignoraba cuando se ponía demasiado insistente o pesada con algo, pero nunca le había mentido.
No le gustaba verlo llorar. A nadie, a decir verdad. Por alguna razón mucho menos a un hombre. Suponía que debería ser porque para romper en llanto y que dejara de importar el orgullo viril era que se debía estar pasándolo muy mal en verdad. Tampoco creía que Khai pudiera haber hecho algo por evitar lo que había ocurrido. Vamos, él de nada era responsable en aquella escena de matrimonios rotos y padres descorazonados. Tenerlo ahí no habría impedido que William moliera a golpes al cabronazo, ni hubiera salvado a la bebita de los Sullivan, pero para ella habría significado mucho el no tener que estar ahí sola mientras todo se desenvolvía, envuelta en una sábana y abrazando sus rodillas como niña asustada, porque así era como se había sentido.
Así que por el estado en que se encontraba hoy no quería que se culpara. Ese no era el problema entre ellos. Lo que les había hecho pelearse era que Willow estaba convencida de que él no la escuchaba y que lo que estaba haciendo con la mocosa de Mellington era suicidio. En eso su opinión no iba a cambiar. No comprendía como de la noche a la mañana estuviera tan vuelto loco por ella cuando, a su juicio, apenas y se conocían. El cambio en su relación con Alexander había sido repentino, sí, pero ellos habían sido amigos por mucho mucho tiempo. Se conocían y sabían bien quienes eran. Podría acusarla de mil cosas, de ser una coqueta y provocadora que se tomaba a los hombres con frivolidad, pero no era así. Cuando entraba en una relación lo hacía con todo y cuando menos ninguna de sus antiguas parejas podría acusarla de lo contrario.
Y es que si de algo estaba segura Willow era de que Nereida no lo conocía como ella lo hacía. Las cosas tontas, como que tenía un par de bóxers del Hombre Araña que eran totalmente infantiles pero él decía eran de la suerte. Las pequeñas, como que cuando ordenaba pizza se fingía alérgico a los champiñones porque los odiaba y así se aseguraba de que no tomaran mal su orden so riesgo de que pesara en la conciencia del pobre cocinero matar a alguien de shock anafiláctico. Las dolorosas, como tener que tenderlo sobre su sofá y quedarse al pendiente de él toda la noche tras tener que haberlo sacado casi a rastras del bar, ahogado en licor y drogas, todo cortesía de la gangrena tóxica que había sido Indiana Keiliff en su vida. Willow si lo sabía, y había estado ahí en cada carcajada, cada lágrima y cada mañana de resaca y remordimiento. Así que quizás estaba mal, pero se sentía con todo el derecho de emitir juicios y decir con todas las letras: No me parece. No me gusta. No quiero ver que te lastimes. Se sentía en su derecho de celarlo y protegerlo y no dejar que ninguna otra mujer se acercara a arrebatárselo, no a menos que fuera la indicada, esa que supiera que era buena para él. Apenas así cedería y dejaría de pelearlo como leona, cuando le constara que con quien quiera que estuviera iba a cuidarlo tan bien (no mejor) como ella lo hacía. Era su Khai, suyo, y aunque la gente no pudiera verlo por encima de la irresponsabilidad y las locuras que eran inherentes de su juventud, lo de ellos era mucho, mucho más profundo, porque se entendían a un nivel que cada uno sabía disimular a su manera; ella con risas, él con su actitud relajada, pero los dos se protegían el uno al otro porque entendían bien entre ellos lo que era mirarte al espejo y preguntarte: ¿Soy lo suficientemente bueno?…
Pensarlo con Nereida le enfurecía. No tenía ni lógica ni fundamento, y en realidad la niña era querida en el pueblo, ¿así que porqué tanto problema? Racionalmente entendía que no tenía sentido, pero Willow no escuchaba a su razón sino a su instinto, y este le decía: No. No eres de fiar. A él no te le vas a acercar.
Al final el que tomaba la decisión era él. Si quería estar con la mocosa iba a hacer lo que le diera la regalada gana, pero ella no tenía que estar de acuerdo, ni fingir que se alegraba y que iba a volverse amiguita de ella. Lo que a Willow le correspondía era estar ahí cuando el golpe de realidad llegara (porque estaba convencida de que iba a llegar) y volver a cuidarlo como siempre había hecho. Porque Khai no podía solo, la necesitaba, de la misma manera en que ella lo necesitaba a él y necesitaba a todos sus amigos. Porque eran sus pilares, las rocas en las que se apoyaba, y acababa de ver que en cuestión de un parpadeo todo podía irse a la mierda de la manera menos esperada.
Embistió contra su pecho, no golpeándolo, sino rodeándolo con sus delgados brazos con tanta fuerza como era capaz. Y rompió a llorar con amargura, sacándose todo eso que llevaba enterrado en cada sollozo cuando ocultaba el rostro en la curvatura de su cuello. No quería estar peleando ni verlo salir lastimado. No quería compartirlo con alguien que a su parecer no era más que un capricho. Pero tampoco quería que por mostrarse tan en contra como en realidad estaba fueran a distanciarse, porque ahora mismo moría de miedo, y aquel vacío, aquel gris que sentía, no era algo que pudiera atravesar sola. Ella siempre lo había cuidado. Era ahora cuando necesitaba que cuidara de ella.
- … creo que estoy enferma… – Susurró muy bajito, casi sin voz. Porque decirlo así a lo alto le aterraba, si se lo callaba y tomaba las pastillas y hacía como que ignoraba los gritos y los disparos y aquellas escalofriantes campanillas, el bosque que veía en sueños, entonces no era tan real. Pero no podía sola, no podía…
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: Dear Isobel
Ya la distancia entre ellos lo estaba matando, hacía que cada latido de su corazón se fuera apagando si pasaba otro minuto más sin la presencia de Will en su vida. Ella había sido y siempre sería la persona más importante en todo su mundo, y quizá no estaría vivo si no fuera por ella. No sabría que hubiera pasado con él si ella no hubiera estado para apoyarlo cuando le había dicho acerca de la oferta de trabajo que le había dejado gracias a Violette sobre su nuevo trabajo, seguro no hubiera tenido la suficiente confianza de aceptarlo y estuviera en otro trabajo mediocre; no sabría que hubiera pasado si no le hubiera dado una cachetada cuando él le dijo que a pesar de todas las cosas malas que le había injertado Indiana Keiliff quería estar con ella, ni mucho menos que hubiera pasado con él si hubiera continuado con aquella vida de medicamentos ilícitos y alcohol. Incluso tonterías como lo era cuando una vez se le olvidó las llaves de su casa y nadie estaba ahí, fue Willow la que le dejó pasar la noche mientras Charlie llegaba de viaje y Ophelie se terminara de mudar.
Había tantas cosas por las cuales le debía a Willow y por un momento creyó tener la razón sobre sus actos, por un momento pensó que estaba haciendo lo correcto... y todo terminaba al traste solo por defender una idea. Tenía miedo, mucho miedo de que ella tuviera la razón a la final, pero por su miedo se acobardó de muchas cosas más y podía perderla en cualquier segundo. Era su familia, él pertenecía a ella y viceversa, no podía echarlo a perder de tal manera, pero ahí estaban, enfrentados, dolidos. Sus lágrimas seguían cayendo con desespero, su mano derecha estaba abollada por el golpe y su corazón pequeñito, desgastándose por una estupidez que pudo haber terminado mejor, que pudo haber terminado en solo una anécdota más sobre resacas que ellos tenían. Simplemente no la soportaba verla así.
Y de esa manera, el pequeño cuerpo de Willow se acercó a él para enlazarle sus brazos en un abrazo. Su boca le tembló y sus lágrimas eran todavía más densas que las anteriores.
- Lo siento... lo siento.... lo siento.... lo siento - No paraba de repetirlo con voz quebrada, mientras le rodeaba de igual forma de manera firme y protectora, como si en cualquier momento ella se pudiera ir de su vida y más nunca regresar. Exhaló nuevamente una especie de alarido mientras ella también lloraba descargando todo lo que tenía. Cuando pensaba que las cosas habían estado seguras, se había dado cuenta que no, que no era así. Pensaba que al tener una profunda relación con alguien eso lo hacía invencible por siempre, pero no era así; ya se daba cuenta que tenía que cuidarla todavía más, ya que mientras más grande, más fuerte era la caída. Se prometió a sí mismo no volver a alejar de manera tan egoísta e infantil algo tan grande como lo que tenía con ella.
Le dio en ese momento un beso en la frente de manera espontanea, mientras todavía lágrimas caían en su rostro. Sin embargo, lo siguiente que le dijo, aunque de manera muy sutil, le sacudió como si hubiera estrellado contra un árbol. Willow estaba enferma... su Willow estaba enferma. Le abrazó con un poco más de fuerza, comprendía inmediatamente que ahora era él que tenía que velar por ella y dejarse de estupideces que no valían la pena.
- Saldremos de esta.... - Le dijo, no sabía cómo pero lo haría, se lo juró -... No te perderé... no otra vez - Cerró los ojos, mientras intentaba dejar de llorar. No sabía exactamente cómo iba a hacerlo pero cuando ella cuidaba de él, las cosas se daban para eso, rogó al cielo o a cualquier divinidad de que las cosas sean de la misma manera que con él a cargo.
Había tantas cosas por las cuales le debía a Willow y por un momento creyó tener la razón sobre sus actos, por un momento pensó que estaba haciendo lo correcto... y todo terminaba al traste solo por defender una idea. Tenía miedo, mucho miedo de que ella tuviera la razón a la final, pero por su miedo se acobardó de muchas cosas más y podía perderla en cualquier segundo. Era su familia, él pertenecía a ella y viceversa, no podía echarlo a perder de tal manera, pero ahí estaban, enfrentados, dolidos. Sus lágrimas seguían cayendo con desespero, su mano derecha estaba abollada por el golpe y su corazón pequeñito, desgastándose por una estupidez que pudo haber terminado mejor, que pudo haber terminado en solo una anécdota más sobre resacas que ellos tenían. Simplemente no la soportaba verla así.
Y de esa manera, el pequeño cuerpo de Willow se acercó a él para enlazarle sus brazos en un abrazo. Su boca le tembló y sus lágrimas eran todavía más densas que las anteriores.
- Lo siento... lo siento.... lo siento.... lo siento - No paraba de repetirlo con voz quebrada, mientras le rodeaba de igual forma de manera firme y protectora, como si en cualquier momento ella se pudiera ir de su vida y más nunca regresar. Exhaló nuevamente una especie de alarido mientras ella también lloraba descargando todo lo que tenía. Cuando pensaba que las cosas habían estado seguras, se había dado cuenta que no, que no era así. Pensaba que al tener una profunda relación con alguien eso lo hacía invencible por siempre, pero no era así; ya se daba cuenta que tenía que cuidarla todavía más, ya que mientras más grande, más fuerte era la caída. Se prometió a sí mismo no volver a alejar de manera tan egoísta e infantil algo tan grande como lo que tenía con ella.
Le dio en ese momento un beso en la frente de manera espontanea, mientras todavía lágrimas caían en su rostro. Sin embargo, lo siguiente que le dijo, aunque de manera muy sutil, le sacudió como si hubiera estrellado contra un árbol. Willow estaba enferma... su Willow estaba enferma. Le abrazó con un poco más de fuerza, comprendía inmediatamente que ahora era él que tenía que velar por ella y dejarse de estupideces que no valían la pena.
- Saldremos de esta.... - Le dijo, no sabía cómo pero lo haría, se lo juró -... No te perderé... no otra vez - Cerró los ojos, mientras intentaba dejar de llorar. No sabía exactamente cómo iba a hacerlo pero cuando ella cuidaba de él, las cosas se daban para eso, rogó al cielo o a cualquier divinidad de que las cosas sean de la misma manera que con él a cargo.
Mordekhai B. Fletcher- Humanos
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