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Mensaje por August P. Anderson Mar Sep 04, 2012 9:53 am

La llegada de Eva a mi vida había supuesto un cambio radical de la misma, pero no iba a quejarme, siempre había querido tener un hijo, alguien que legarle el legado de sus conocimientos y dejarle lo poco que tenía. Cuando Arthur se había presentado en mi casa con aquella pequeña, diciendo que la iban a dar en adopción y pensó que yo sería un buen padre, mi corazón se llenó de orgullo y de alegría. Que alguien creyera que a mi edad aún podía ser un buen padre me hacía bastante feliz.

Aún así me costó unos cuantos días acostumbrarme a la pequeña y saber “manejarla” una cosa era lo que se leía en los libros y se veía en películas y novelas y otra cosa bien distinta era tener a un bebé a tu cargo, desde luego no tenía nada que ver una cosa con otra. Una cosa era segura: aquella pequeñaja me había conseguido que cada día fuese toda una aventura y es que con una niña en casa como que todo cambiaba.

Aprovechaba las horas de descanso diurnas de la pequeña Eva para trabajar en el taller que llevaba años, bastantes años llevando yo completamente solo. Aquella misma mañana me habían dejado un antiguo reloj que se había estropeado para repararlo y, ¿para qué mentir? Mantener la mente ocupada mientras reparaba aquel tipo de objetos me encantaba, pero sobretodo me producía una gran satisfacción ver el trabajo final y la sonrisa que se solía mostrar en el rostro de aquellos que volvían a recuperar su estimado objeto, pero ahora, reparado.

Figaro se había estado merodeando por el taller toda aquella mañana observando con suma atención cada uno de mis movimientos. Incluso a él, parecía que le había llamado la atención la llegada de Eva a nuestras vidas, puesto que había dejado de molestar con tanta insistencia a Cleo, el pequeño pez que poseía y ahora el felino se dedicaba a husmear cerca de la cuna de la niña, con curiosidad. Si no le había llamado la atención, había sido precisamente porque sabía que no le iba a hacer ningún mal a la pequeña.

Cuando levanté la mirada y vi que eran cerca de las cinco de la tarde, decidí cerrar el taller hasta la mañana siguiente y me adentré en la casa para prepararme la cena a mí, a la pequeña y a Fígaro por supuesto. En cuanto había visto que iba a la cocina, había saltado de la mesa donde había estado sentado observando al suelo para seguirme casa adentro maullando detrás de mí. - Ahora mismo, Fígaro. Un poco de paciencia. - Le dije al animal mientras le preparaba la comida y se la dejaba en el suelo cerca de la puerta. Fue a engullir como un loco, como si fuera el último día que fuese a comer aquello.

Sonreí ligeramente antes de moverme hasta la habitación donde había puesto a la pequeña Eva que me miró directamente a los ojos con aquellos orbes azules que poseía. Levantó un poco las manitas, lo justo para una niña que acababa de cumplir el mes de vida. La tomé en brazos y aunque juraría que estaba un poco caliente no le di más importancia y procedí a darle su dosis de leche. No me costaba en absoluto tener que adaptar mi horario (y menos aún el del trabajo) para alimentar y cuidar a la pequeña.

El problema vino cuando entrando la noche la pequeña había empezado a llorar y no había habido manera humana de calmarla, además del hecho de que parecía que la temperatura corporal le había subido más de lo que debía. La envolví en su manta y me dirigí hacia el hospital, que en esas circunstancias pues era lo más lógico que se podía hacer. La mujer que me atendió me sonrió afablemente antes de pedirme que me sentara hasta que me atendieran. Le hice caso, nunca había sido una persona que fuera contra las normas. Es más, estaba a punto de sentarme cuando una cabellera rubia me llamó la atención - ¿Willow? ¿Qué haces tú aquí? - Le pregunté visiblemente preocupado por la muchacha. Sí, esa era otra de mis cualidades, me preocupaba por el prójimo.
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Mensaje por Willow Swartz Miér Sep 05, 2012 4:00 am

Tap tap tap tap, el golpetear de sus manos contra sus muslos al ritmo de una melodía que llevaba pegada en la cabeza el día entero, sin poder recordar donde la había escuchado, pero así como muchas de las cosas que le estaban pasando prefería ya optar por no buscarle significado. Lirín lirán lirili liran lirón. Ni siquiera con los audífonos puestos y escuchando su propia música podía sacarse dicha tonadilla de dentro. Pero bueno, la música tampoco hacía que las campanitas se callaran de una condenada vez. Comenzaba ya a resignarse…

Era oficialmente ya paciente de Sydney. Esperaba que aquello la ayudara, pero definitivamente si su situación no mejoraba iba a llegar un día al hospital exigiendo que le hicieran cuanto análisis fuera necesario para saber qué era lo que tenía en la cabeza. Que total, ya le debía media alma al Señor Gold, dejaría la otra mitad en deuda al Hospital. Y hablando de deudas era justo eso porque estaba ahí, sentada en la sala de espera del hospital a aquellas horas de la noche.

Sus finanzas iban mal. Mal mal mal mal. Azula se había ido de casa y con eso la mitad de los ingresos que tenían. Y el trabajo seguía llegando al taller, sí, pero Willow estaba demasiado distraída y dispersa últimamente, con todas las preocupaciones que tenía, como para rendir a sus 100%. Iba preocupada, mucho. La renta del mes la había pagado a tiempo, sí, pero se las había visto negras para completar. Arthur Gold no era conocido por ser un casero que pudiera llamarse comprensivo…

Así que cuando la habían llamado del Hospital para dar el servicio rutinario a sus máquinas había marchado a primera hora del día. Nada de repartir el trabajo a lo largo de toda la semana como acostumbraba, no. Todo en una sola ronda para acabar el mismo día, porque necesitaba el pago ya. No había sido sencillo. La cantidad de virus que había encontrado eran de miedo, y no había manera de hacer entender a según qué enfermeras que NO, más barras de herramientas instaladas en sus exploradores NO son mejores. ¡La cantidad de malaware que había tenido que sacar!

Iba molida. Mentalmente exhausta y sus neuronas no eran más que un batidillo viscoso en su cabeza, pero había terminado todo. Ya había avisado a Alex de ello y que estaba a la espera de su cheque. Esa noche no la pasaría con él porque estaba que moría de cansancio y el taller quedaba más cerca del Hospital que el Crib. Por eso esperaba sentada al estilo indio en una de las sillas de la sala de espera, su música a todo volumen a esperas de que algo de lo que tenía grabado le resultara lo suficientemente pegajoso como para relegar la tonadita misteriosa a un rincón ignorado en su cabecita. Se le notaba inquieta. Además de lo agotada que iba los hospitales le ponían de nervios. Mucha mala vibra. Mucha gente tensa. Mucho blanco desesperante por todos lados. Así que jugaba con los botones de su chaqueta –de Alex técnicamente , ya estaban entrando a otoño y comenzaba a refrescar – o enroscaba los dedos en el cordón de sus audífonos con tal de distraerse. Eso hasta que vio llegar al señor Anderson con un bultito bien arropado entre los brazos que no podía ser nadie más que Evita. Al quitarse los audífonos y escuchar a la niña llorar le quedó confirmado, sip, era Eva.

- ¡Señor Anderson! - ¡Claro que le sorprendía verlos ahí y con la bebita llorando desconsolada! ¿Había pasado algo? Había conocido a Eva hacía un par de semanas cuando se había pasado por el taller del carpintero a ofrecerse a ayudar a serruchar cosas, que aquello siempre ayudaba a ponerle la mente en blanco y tranquilizarse. Así se había enterado de cómo la había adoptado, y ni qué decir que Willow estaba extremadamente contenta por él. ¡Buenas noticias! ¡Las primeras que escuchaba después de un mes desastroso! Lo había llenado de pregunta tras pregunta sobre la niña, desde cómo se llamaba a cuanto tenía, si lloraba mucho y cada cuanto comía, pero lo primero primero que había querido saber fue: ¿Y ya se ríe?

No se había ido de la casa del carpintero hasta que le enseñara la manera adecuada de cargar a una bebita tan chiquitita, y teniéndola en los brazos Willow casi se derretía de amor. Los niños le encantaban, aquello no era sorpresa para nadie, pero había algo en esos ojitos azules y mejillas sonrosadas que le decía que tenía que protegerla y cuidarla ante todo. ¿Sería igual con todos los bebés? Con Paula sentía una conexión muy grande, pero Eva era la primer recién nacida que conocía. Quería oírla reír ya ya ya, aunque tal vez era muy pequeñita para eso todavía. Podía ser que se sentía de esa manera porque al final los niños siempre eran lo más preciado y a quienes se tenían que proteger. Lo otro era que su reloj biológico hubiera empezado a hacer tic tac cuando le faltaban unas semanas para cumplir los 20. ¡Escalofrío! Nooo nononono, muy pronto para eso.

- Yo estoy esperando un cheque, ¿y usted? ¿Qué le pasa? ¿Qué tiene? – Se puso de pie y se acercó hasta él, observando a la bebita arropada que no dejaba de llorar. – No, no llores, shhhh… - Le susurró dulcemente sin atreverse ni a tocarla. Si de ella dependiera, ni un solo niño lloraría.
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Mensaje por Liam D. Seery Vie Sep 21, 2012 5:42 am

-Seery, ¿qué haces aquí? Tu turno empieza dentro de una hora... -preguntó la recepcionista rechoncha, con la que tantas noches había conversado cuando el hospital se encontraba vacío y los niños dormían.

-Me aburría y tenía la sensación de que ibais a necesitar mis servicios antes de tiempo -expliqué mientras me dirigía a la habitación con las taquillas para dejar mi mochila y ponerme mi uniforme como enfermero. Poco a poco me había ido acostumbrando a mis nuevos turnos en el hospital, tanto que me había ido convirtiendo en un ser nocturno. Sí, a ese problema más o menos resuelto, había que sumársele a aquella pequeña "transformación". No me suponía ningún problema ir siempre con pantalón largo y con los calcetines altos para evitar miradas curiosas. Pero era un aviso, la amenaza que se iba acercando, cosa que me ponía muy nervioso, quizás demasiado. Por eso mismo, dormía menos de lo normal (rara vez dormía las ocho horas recomendadas, los problema siempre me llegaban de improvisto). Pero así había aprovechado a "modificar" levemente el libro de cuentos de Paula... Había escuchado ya que la pequeña estaba fatal por el "robo" de su libro, y yo me sentía fatal, pero era necesario que tanto Paula y Lucy conocieran mi historia, la mía y la de mi padre.

Choqué de una manera bastante desgraciada contra la puerta al recordar a la ballena y al hada azul, a Pepito Grillo incluso. ¿Qué aspecto tendría en Storybrooke? Me llevé la mano a la cabeza algo mareado y sonreí como un tonto. Se podía decir que me encontraba bastante animado, con ganas de trabajar y pasar el resto de la noche en el hospital. Por las mañanas me había dedicado a aprender a fabricar las páginas de un libro, a escribir sobre ellas y aprovecha que por las noches no había nadie más en el hostal (Lucy dormía plácidamente) para llevar todo el material que iba a necesitar. Y ya estaba preparado. Ahora el problema era hacérselo llegar, por supuesto, sin que supiera que había sido yo.

Regresé con una sonrisa de oreja a oreja al ver la silueta borrosa de la recepcionista, que me miraba raro, para después entregarme las hojas de los pacientes de emergencias.

-¿Te has vuelto a chocar contra la puerta? Tienes la frente roja... Los tachados son los que ya han pasado, tienes que empezar por el señor Anderson -me señaló su nombre completo con un boli en la hoja-. ¿De acuerdo? Que vaya bien Seery. ¡Ah sí, dale este cheque a la señorita Swartz! -me tendió un cheque con un pago-. Es una muchacha rubia, con el pelo corto, seguramente la reconocerás...

Me despedí de ella con una mano y me dirigí al pasillo de emergencias, donde había gente de pie, y otra sentada, esperando a su turno. Varias personas dirigieron varias miradas hacia mí y me coloqué delante de la puerta de una de las salas de emergencia, la que iba a utilizar yo, por supuesto. Entonces avisté una caballera rubia y corta, esa debía ser Swartz y se me encendió una bombilla. ¡Era ella! ¿Campanilla? Me acerqué con unos pasos, sin percatarme de su acompañante, un hombre que me daba la espalda.

-¿Señorita Swartz? Melinda me ha dicho que te dé esto, supongo que será el pago por algo... -le tendí el papel y entonces me giré para encontrarme con él. No, no podía ser. ¿Me lo encontraba justo en aquel sitio? Y mi mirada cayó por el bebé que llevaba entre brazos. No sabía cómo sentirme, pero debía actuar con naturalidad, con naturalidad ante todo. Tosí levemente intentando volver a como era-. Bueno... siento haberos interrumpido, tengo que llamar a un tal señor Anderson -miré la lista-. August Anderson, con Eva... -vale, mi poder de deducción daba asco en esos momentos.
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Mensaje por August P. Anderson Lun Oct 08, 2012 4:14 am

¡Vaya, que a la joven de rubios cabellos no le pasaba nada! Suspiré inconsciente aliviado de que no fuera nada, pues siempre que se veía a alguien en el hospital, pues uno se temía lo peor. Era imposible no pensar en ciertas cosas estando en un lugar como aquel. Miré a mi alrededor unos segundos antes de volver a posar mi mirada en Willow. Podía recordar con una sonrisa aquella visita en que la chica risueña había conocido a la pequeña Eva. Sabía que posiblemente a muchos les extrañase que una persona tan mayor como yo fuera a ocuparse de un bebé, pero... simplemente estaba haciendo un favor a Gold y quería hacerlo de la mejor manera posible.

Al parecer ella estaba allí esperando un cheque lo que significaba que... – ¿Tuviste trabajo? - Le pregunté con una afable sonrisa al tiempo que mecía entre mis brazos un poco más a Eva. Era casi seguro que la pequeña tenía algo, porque normalmente no me había costado tantísimo calmarla, quizá alguna que otra vez más minutos que otros días, hasta llegar al cuarto de hora de diferencia, pero para nada como aquella noche. Intercambié una mirada entre Willow y la pequeña Eva antes de asentir levemente – Pues... no lo sé. La verdad es que..., hasta poco después de la cena estaba bien. La notaba un poco caliente, pero ya sabes, con los bebés esas cosas pasan puntualmente y no quiere decir nada – Me encogí ligeramente de hombros. Me había documentado sobre los cuidados que necesitaba un bebé entre otras cosas... También sobre sus curiosidades. Era todo un universo nuevo para mí aquello de cuidar de un bebé y tener una responsabilidad para con ella. – El caso es que empezó a llorar y la he notado más caliente, así que he decidido traerla...

Estaba casi seguro de que no sería nada grave. Aquellas cosas eran normales en los pequeños, por lo que realmente no es que estuviese preocupado de esa manera en que casi se roza hasta la histeria, no, para nada, pero era obvio que me preocupaba lo que le pudiera pasar a la pequeña Eva. Estaba más bien tranquilo, aunque si que era verdad que se podía ver cierta preocupación en mi rostro y en la forma en como miraba de vez en cuando a ver si venía alguien a atendernos.

- Será un cólico o cualquier cosa de estas... Nada grave, seguro – Y no, no estaba intentando convencerme, estaba casi seguro de ello, pero para todo aquello siempre era mejor acudir al médico, ¿no? Después de todo ellos eran los expertos, ellos habían estudiado para eso. Sonreí ante el gesto de Willow de acercarse a la pequeña, pero sin siquiera parecer atreverse a tocarla – ¿Quieres tomarla un poco? - Le había enseñado (o ella más bien se había empeñado) en saber como tomarla y parecía no haberse quedado tranquila hasta que había sabido exactamente como coger a Eva en brazos. Le sonreír ligeramente mientras le tendía con cuidado a la pequeña – A lo mejor tu consigues que se calme... Las mujeres tenéis ese instinto dentro de vosotras.

Eso era algo de lo que estaba totalmente seguro. La conexión de las mujeres con los niños, sobre todo cuando eran tan pequeños, era muy diferente y más natural que la de los hombres. Eché un nuevo vistazo alrededor antes de volver a poner la mirada en la joven Swartz – ¿Sabes si llevan mucho retraso o algo? - Me atreví a preguntar, porque tampoco era plan de estar allí con una niña pequeña toda la noche, ¿no? Y parecía que lo había preguntado en el momento oportuno porque entonces “El forastero” como le conocía todo el pueblo se acercó hasta donde estábamos nosotros tendiéndole el cheque a la joven rubia a la que sonreí dulcemente durante unos segundos.

Oí mi nombre salir de labios del joven (para mí todos en aquel pueblo eran jóvenes a mí lado) y volví de nuevo la mirada hacia él – Somos nosotros, ella es Eva. – Expliqué al tiempo que me levantaba. Vale, era extraño que una persona anciana como yo estuviese a cargo de un bebé, pero, ¿y qué? No por eso era menos capaz que los más jóvenes. – Y yo August, claro. – Añadí quizá un poco tarde mientras le miraba con cierta curiosidad, algo normal en un pueblo donde durante muchos años no había llegado nadie de fuera y de repente hubiese dos forasteros que encima parecía que tuviesen en mente quedarse allí – Dicen que usted llegó desde bastante lejos en moto… ¡Debe de ser todo un aventurero! – Reí unos segundos antes de volver a mirarle – Y valiente, por quedarse en un pueblo de mala muerte siendo joven y pudiendo disfrutar de la vida – Aunque claro eso se lo podía aplicar a todas las personas de aquel pueblo por debajo de los treinta años.
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Mensaje por Liam D. Seery Mar Oct 23, 2012 6:26 am

Tragué saliva, intentando mantener la compostura por supuesto. ¡Tanto tiempo buscándolo! ¡Tanto tiempo recordando las últimas palabras que me había ofrecido! Había veces incluso que había pensado su rostro, cómo era su agradable sonrisa y en sí, un gran abrazo de los suyos que te levantaba la moral. Ese era el carpintero del que Paula me había hablado, el señor Anderson, un viudo al parecer y no sabía más. ¿Pero qué quería saber de esta vida suya que todo era una simple invención de Siobhan? No quería conocerla, después de todo nunca la había vivido y yo recordaba la verdadera, quién era realmente.

Ahogué las ganas de querer abrazarlo, de pedirle perdón por los tantísimos errores que había cometido en el pasado, lo único que quería escuchar era un "no pasa nada". Había estado casi toda mi vida solo, sabiendo que el resto de mis conocidos, compañeros estaban presos de esta maldición. ¿Cuántas noches me había pasado sin dormir? ¿Cuántas pesadillas había sufrido? Lo tenía delante mía y no podía decirle cuánto lo había echado de menos, seguramente eso era lo que más dolía. Porque no podía, yo simplemente era un desconocido, un forastero en Storybrooke. No nos unía nada.

Carraspeé ligeramente, volviendo a ser quién era, Liam Seery, y miré los grandes ojos de Eva. Sonreí abiertamente, preguntándome el origen de la pequeña y si llevaría aquellos veintiséis años con Gepetto.

-Hola Eva, ¿estás enferma? -pregunté como si el bebé pudiera responerme-. Un placer señor Anderson, soy Liam Seery y por el momento su enfermero de guardia.

Entonces escuché sus palabras, o más bien halagos. ¿Aventurero? Mi vida había sido toda una aventura, pero no de las buenas. Si recordase quién era en realidad, no me habría tomado aquel halago tan bien (después de todo, los padres solo veían lo bueno de los hijos), pero no pude evitar sonreír ligeramente agradecido. Negué con la cabeza restándole importancia.

-Un poco lejos sí, la verdad es que siempre he preferido las motocicletas a los automóviles. El poder sentir el viento chocar contra tu cara, es una sensación de lo más agradable, ¿entiende de motos señor Anderson? -sí, me costaba bastante llamarlo por aquel nombre, pero no podía hacer más. Guié a mi padre August hasta la sala de consulta que me había tocado y cerré la puerta tras nosotros-. Bueno, nunca me quedo en un lugar fijo, quién sabe, en cuanto me aburra de este lugar puede que me vaya, pero de momento ha llamado bastante mi interés... -sonreí a medias-. Coloque a Eva en la camilla por favor... ¿Podría especificarme los síntomas que le ha notado? -le pregunté mientras me colocaba todos los aparatos a mi completa disposición-. Eva no supera el mes, ¿me equivoco? Supongo que no será nada grave, pero será mejor comprobarlo... ¿Es su nieta, hija...? Perdone la indiscreción, pero como comprenderá no deja de ser curioso... -dije con el tono más amable posible.

Desde luego, necesitaba saber varias cosas ya que era extraño que una persona como Gepetto hubiera acabado con un bebé tan pequeño. Tenía mis sospechas sobre algo, algo en mente, algo muy escurridizo, pero todavía era demasiado pronto. Además, tenía demasiado cercano el trabajo mental con el libro de Paula, estaba bastante agotado, así que paciencia sobre todo, aún cuando ya no notaba los cosquilleos en mi tobillo.
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Mensaje por August P. Anderson Vie Oct 26, 2012 3:22 am

- Sí, lo sé. Todo el mundo en este pueblo sabe ya su nombre. Aquí las noticias vuelan. – Sonreí amablemente al joven. Si yo hubiese sabido en aquel momento quien era realmente…, pero había cosas que no podía saber, mi mente no relacionaba a aquel joven con… Bueno, a lo mejor ni le habría reconocido, ¿no? - Eso parece… - Respondí entonces a su anterior pregunta de si la pequeña estaba enferma.

Escuché las palabras del joven, mi juventud estaba tras una nebulosa en mi cabeza por lo que no recordaba demasiado la verdad – Pues creo que soy al contrario que usted. Siempre he preferido los automóviles, me parecen más seguros – Aunque a lo mejor a fin de cuentas era una tontería, pero por algún motivo siempre había pensado, con una motocicleta era mucho más fácil tener un accidente grave, sobre todo cuando uno era un inconsciente que iba sin casco.

Seguí al joven enfermero hasta la sala de consulta que parecían haberle adjudicado aquella noche. Guardia. No estaba muy seguro de que fuese el mejor de los turnos, siempre había oído decir a otras enfermeras que las guardias podían hacerse eternas y aburridas mientras que en los turnos normales/habituales siempre había trajín y cosas por hacer. Claro que, eso muchísimas veces también dependía de cada persona. Había personas a las que les gustaba más trabajar en jornadas “normales” y otros que preferían hacer los turnos nocturnos y las guardias, desde luego, no sería la primera vez que me encontraba con uno de estos casos.

Hice lo que me indicaba el joven Seery dejando a la pequeña sobre la camilla. La verdad que era excesivamente extraño que hubiese empezado a llorar de aquella manera, porque en el tiempo que llevaba conmigo, se podría decir que se había mostrado bastante tranquila y sumisa. No es que hubiese llorado demasiado por las noches, posiblemente por eso se había activado mi alarma en la cabeza que me indicaba que algo no iba demasiado bien con la pequeña. – Pues hace unas horas que la empecé a notar caliente, pero no le di demasiada importancia – Ya se sabía que en los pequeños a veces que les subiera un poco la temperatura tampoco era motivo para alarmarse de inmediato, después de todo su temperatura corporal no era igual a la de los adultos – Hasta que le subió la temperatura y empezó a llorar sin parar… - Aunque en ese momento parecía haberse calmado.

La miré unos segundos antes de hacer un gesto con la mano restándole importancia a lo que había comentado Seery – Está a punto de cumplir el mes. La abandonaron, así que antes de que acabase en el orfanato me pidieron si quería hacerme cargo de ella. – No es que tuviese nada en contra del orfanato, menos aún del de Storybrooke, pero era bien sabido que no es que hubiesen sido nunca el mejor ambiente para que creciera una persona – Mi mujer y yo siempre quisimos tener un hijo y nunca lo conseguimos… - Añadí sin saber por qué y sin saber que aquello a él le sonaría de algo.

Después de todo nuestras vidas tampoco habían cambiado tanto, al menos la mía en lo que a esos pequeños detalles se refería. De todos modos el cuidar de Eva se suponía que solo iba a ser algo temporal hasta yo era perfectamente consciente de que una persona tan mayor como yo no podía cuidarla todo el tiempo que pudiera necesitar, pero también me merecía una oportunidad.
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Mensaje por Liam D. Seery Lun Oct 29, 2012 9:01 am

Me sorprendieron las primeras palabras que me había dirigido, habían sido un tanto desconcertantes... ¿Es que incluso todo Storybrooke sabía como me llamaba? Conocía el apodo que me habían puesto como El Forastero, ¿pero había estado circulando mi nombre y todo? Me sorprendía a qué velocidad se podía esparcir la información, ¡era increíble! Pero en vez de indignarme, me sentí contento de que mi padre (o más bien el señor Anderson en este mundo) me conociera, incluso supiea mi nombre, me alegraba, me llenaba muchísimo, tanto que estaba comenzando a ver con otros ojos esta noche.

Comentó que a él le gustaban más los automóviles que las motos, algo que no me extrañó en absoluto. Él siempre había intentado llevar una vida segura, sin demasiadas complicaciones (bueno, por demasiadas había pasado cuando a mí me dieron vida y todo lo que pasó después). Esperé a que August colocara a la pequeña Eva sobre la camilla, mientras esta se retorcía algo intranquila debido a la separación entre el hombre y ella. Tranquilicé a la pequeña acariciándole la cabeza calva con una mano y siseándole, poco a poco posó sus grandes ojos sobre mí y sonrió, como solamente los niños sabían hacer. Por eso mismo me encantaba subir a la planta de pediatría y perder las noches allí, velando por los niños. Me recordaban mi pasado, o más bien el pasado que podría haber tenido de no ser como era realmente. August comentó que la había notado caliente hasta que había empezado a llorar: una señal de alarma, claro. Los bebés no tenían otro modo de comunicarse, y aunque los lloros podían significar cosas tan diversas (comida, caca, soledad...) cuando te las apañabas para cumplir con todas, la última opción era enfermedad.

Posé mi frente contra la de Eva (que en esos instantes parecía enorme comparada con la suya) y comprobé que sí, que había cierta diferencia de temperatura. Después le acaricié a modo de cosquillas en la zona del tronco, también tenía la temperatura algo alta en el lugar. Por lo que pude observar, solamente tenía eso, por lo que supuse que sería simplemente el manifiesto con su primera toma de contacto fuera del hospital y fuera de su casa. Escuché la historia de la niña: un mes y había sido abandonada... Terrible. Y sí, me alegraba que mi padre hubiera sido la persona escogida. Aunque ahora tuviera otro nombre, su personalidad seguiría intacta, por lo que por experiencia propia podía afirmar perfectamente que sería un padre perfecto para la niña. Me alegraba, me alegraba realmente y por otro lado, sentí una punzada en el corazón cuando comentó el hecho de que su mujer y él siempre habían querido tener un hijo, pero nunca lo habían conseguido. Tragué saliva, para después inspeccionar los oídos de la pequeña.

-Ha hecho bien, los orfanatos no son nada recomendables para los bebés -y si no que me lo dijeran a mí, que había tenido que dejar a Lucy en uno de esos, o más bien... Se la habían llevado, delante de mis narices-. Es una pena, pero ahora tiene la oportunidad de cuidar de este angelito... Tiene la temperatura algo elevada, no tose demasiado y sus oídos están intactos... Sugiero que al regresar le dé un baño de agua para relajarla y no obligarla a comer, cuando tenga hambre ya le avisará -sonreí abiertamente mientras le abrochaba la rebequita que llevaba con ella-. Ah sí, y nada de antitérmicos y de hincharla a ropa, eso solamente le hará aumentar la fiebre... -la cogí en brazos y me quedé quieto al ver que me agarraba un mechón del pelo con sus manitas y jugueteaba con él. Bueno, le había caído bien, una buena señal-. ¿Y puedo saber a qué se dedica? ¿O ahora está jubilado? Es simple curiosidad, lo siento... -no había podido evitarlo.
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Mensaje por August P. Anderson Dom Nov 04, 2012 10:21 am

No sé porque me imaginé la reacción de la buena de Ake si se enteraba de aquello. Aquella mujer siempre estaba diciendo que las medicinas químicas acabarían por fastidiarnos del todo y que cuando tuviese algún problema de aquel tipo. Estaba casi seguro de que entre aquellas mil hierbas que tenía hubiese encontrado, pero había pensado que eran horas intempestivas como para acudir a ella, eso y que siempre había depositado mucha confianza en la medicina tradicional y aún no me había llevado ningún tropiezo por acudir a ella. Me llevé una mano a la nuca mientras el joven Seery examinaba a la pequeña Eva, que parecía bastante tranquila a pesar de estar en “manos” ajenas. Desde luego cada persona era un mundo ya desde pequeños, pues recordaba haber oído a mi mujer decir alguna vez que los hijos de sus amigas habían tenido un miedo de un tipo un tanto irracional a los médicos y enfermeros desde pequeños. ¿Sería acaso la bata blanca?

Sonreí levemente al recordar aquellas cosas. Antes de que el joven Liam hiciera aquel comentario sobre los orfanatos y los bebés. – Suelen ser unos sitios demasiado fríos para unas personitas tan pequeñas – Y me estaba refiriendo a “fríos” en el sentido de que no recibían el mismo cariño ni la misma atención que si tenían a una o dos personas ocupándose de ellos, en lugar de tener que ocuparse de un montón de niños más y encima de diferentes edades. – Además de que suelen ser pocas personas y demasiados niños. Al menos por lo que yo he oído. – Me encogí ligeramente de hombros. También había oído cosas horribles (ojo, y también maravillosas) sobre las casas de acogida y las familias que acogían a niños huérfanos y los integraban en su familia (o al menos lo intentaban en muchos casos).

Me hizo gracia que usara la palabra angelito. Sí, era una buena niña, pero eso no quería decir que no hubiese día que diese guerra, como cualquier niño de su edad, de la misma manera que cada día te sorprendía con algo nuevo. Ya fuese descubriendo algo nuevo en su entorno o haciendo un gesto o una carantoña nueva. Ya fuese una sonrisa o un espasmo de la misma. Me había dado cuenta de que a esa edad hacían miles de descubrimientos diarios. Cada día con un bebé era como una nueva aventura.

Asentí ante sus indicaciones y me sentí bastante aliviado de que la pequeña no tuviera nada. Aunque bueno siempre decían que más valía prevenir que curar, ¿no? Por eso mismo me había acercado al hospital, aunque fuese por una nimiedad prefería asegurarme que hacer lo contrario y luego todo fuera a peor. – Gracias joven. – Le agradecí con una sonrisa acompañando mis palabras al tiempo que bajaba la mirada hasta la niña que parecía bastante cómoda en brazos del enfermero.

Levanté la mirada hacia el joven enfermero ante sus últimas preguntas. Era curioso que preguntase eso pero ni de lejos me molestó u ofendió – No, aún no me he jubilado, aunque hago lo que puedo. – Después de todo ya no tenía ni la edad ni la misma facilidad que hacía unos años. Sumándole a eso que me encargaba de una niña pequeña pues… La única ventaja era tener un negocio propio y ser de los pocos habitantes de Storybrooke que parecían no haber caído en las garras de Gold. Aquel hombre se hacia de respetar. Había oído que había desahuciado a unos cuantos de sus inquilinos por no cumplir con los pagos. Tratos como los llamaba él. Desde luego le gustaban demasiado los tratos – Soy carpintero. Tengo el taller bajo mi casa, así que no tengo que trasladarme demasiado y trabajo cuando puedo. Menos es nada Te debió de gustar bastante nuestro pueblo para quedarte aquí… ¿Desde dónde has venido? Si no es meterme demasiado en tus asuntos – Añadí al final esbozando una amable sonrisa.
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