Age of Dragons (Game of Thrones) - Afiliación Normal

Y el cielo estalló en mil pedazos y la ceniza cubrió las nubes, tintándolas de tonos grisáceos que parecían contagiar con su desolación allá dónde iban. La tierra tembló alrededor del mundo y miles de personas notaron como sus cuerpos, al igual que sus almas, se encogían de temor. Cien años habían pasado de tal cataclismo y aún se hablaba del horror de esa semana provocado por la explosión de, lo que se pensaba, la mezcla de fuego con la soberbia del pueblo de Antigua Valyria. Explosión que había eliminado ese anciano pueblo que, en tiempos de antaño, lo habían dominado todo. Solo una familia había sobrevivido a tal cataclismo, una familia antigua como el mismo fuego, que cabalgaba sobre dragones y podía controlar las mismísimas llamas.

Al principio, no hubo reacción ante su llegada. Poblando una pequeña isla rocosa que nadie más quería, eran unos señores en medio de una marea de ellos, señores que todos querían dominar sobre los otros. Sus dragones, encima de las gárgolas de Rocadragón y sus raras costumbres no eran bien aceptadas, pero tampoco rechazadas. Lejos estaban cuando Valyria estalló en llamas, lejos de la muerte de antepasados y familiares. Lejos del dolor. En un lugar ajeno, extranjero, dónde sus costumbres eran tomadas por extrañas y su aspecto, diferente.

Cien años habían pasado y un nuevo sentimiento crecía en el pecho del joven y apuesto Aegon, un sentimiento de poder que se extendía por su cuerpo y cosquilleaba en la punta de sus dedos. Un poder que, a su parecer, era capaz de conseguir. En un Poniente dividido en siete Reinos, gobernados por Siete Reyes, Aegon sabía que sería capaz de unificarlos bajo su mandato. Su separación sería su ruina.

No tardó mucho en unirse a los Tully, una casa poderosa en los Ríos, vasalla del Rey Harren el Negro. Parapetrado en su inmensa Fortaleza, Harrenhal, Harren no imaginaba que el peligro, lejos de provenir de la tierra, vendría del cielo en forma de dragones. Quemado en fuego valyrio, ardiendo hasta los huesos, nada quedó de él o su familia que pudiera ser recuperado y ofrecido al Dios Ahogado. Aegon, en agradecimiento a la familia Tully y su ejército, les cedió las tierras bajas de los ríos.

Paralelamente, el hermano bastardo de Aegon, Orys, se enfrentaba al Rey Tormenta, en una batalla que recordarían los hijos de sus hijos, una batalla que enfrentó al más puro fuego con el rayo, una batalla que Argilac Baratheon, también denominado Argilac el Arrogante, perdió, después de meses de enfrentamientos. Bastión calló con él y fue Orys el que lo tomó por la fuerza, autodenominándose Señor de las Tormentas. Tal título cogió fuerza ante el casamiento de él con Lyra Baratheon, hija de Argilac.

La guerra lo destroza todo, convierte a los hombres en monstruos y a los animales en bestias y arrasa toda vida a su paso. Pero pese a las batallas ganadas, Aegon aún no ha ganado la guerra. En el sur, dos antiguas casas se unen para parar los pies al conquistador, mientras que el Norte prepara sus fuerzas para marchar contra los dragones. Batallas, sangre y ceniza se mezclan en el horizonte. Unos saldrán victoriosos y tantos miles morirán, pues en el juego de Tronos, o ganas o mueres.

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