Base de operaciones

Frunció el ceño mientras miraba la cantidad de cosas que había en aquella tienda. Todo le parecía bueno y a la vez a todo podía sacarle alguna pega. Al final se decidió por un [bote] enorme de caramelos de goma. Había visto a Paula muy decaida durante las clases y los dulces y la compañía animan a todo el mundo... al menos eso siempre decía mamá. Recordaba que cada vez que él estaba un poco decaido ella preparaba galletas con pepitas de chocolate, o esponjosas magdalenas. A veces incluso hacía bizcochos y tarta de yogur con nueces. A mamá se le daba bien la repostería, tan bien que podría haber abierto otra tienda de pasteles en este pueblo y seguro que habría arruinado a la que hay aqui. Estan buenas las cosas que hacen, pero no tienen punto de comparación con las de mamá. Estas tienen mejor aspecto pero peor sabor. Suspiró al pensar en que nunca mas iba a volver a probarlas. Su madre estaba muerta, debía empezar a dejar de pensar en ella ya. No podía tener ganas de llorar a cada minuto.
Prefirió entonces centrarse en dar con la pequeña Paula. A la salida del colegio le había parecido que cogía el camino al parque, completamente opuesto al de la casa de la alcaldesa, asi que supuso que todavía podría encontrarla allí. Guardo bien los caramelos en su mochila y echó a andar hacia allí. No quedaba lejos, asi que todavía recordaba el camino. No solía ir allí. En su antigua casa tenían algunos juguetes de jardín porque a su madre no le parecía fiable la vieja estructura del parque. Pero a él le gustaba. De hecho, desde que vivía con su tío y sabía que era la base de operaciones de la operación Cobra, se pasaba mucho mas tiempo allí incluso que el que debería. Se había ganado una buena reprimenda del tío Zack la otra tarde cuando apareció en casa después incluso de que anocheciera. Debería empezar a ser mas puntual si no quería que acabara castigandolo o poniendole una nanny.
Vió el castillo a lo lejos y aceleró un poco mas el paso al reconocer una figura en el suelo sobre la plataforma mas alta. Dejó la mochila en el suelo, en una de las plataformas bajo la estructura y tras sacar el bote de caramelos subió rápidamente intentando hacer el menor ruido posible. Era algo complicado, pues al ser la madera tan vieja crujía lo suficiente para que la chica se diera cuenta de que no estaba sola. Puso su mejor cara de niño inocente y sonrío cuando ella hizo contacto visual con él. ¡Hola! Subió hasta quedar en la misma plataforma que ella y puso el bote de caramelos en el suelo, quitandole el precinto y después la tapa, cogiendo uno. Acabo de comprarlos, son un buen tentempié para la base de operaciones, ¿no crees? Mi tio siempre dice que se piensa mejor con el estómago lleno.

Cogió un caramelo de limón, desenvolviendolo con cuidado antes de llevarselo a la boca. Siempre le había encantado esos caramelos blanditos. Estaban envueltos como caramelos pero cualquiera tenía claro que eran gominolas. Aun asi, él los chupaba en lugar de morderlos, hasta que se quedaban sin un solo grano de azúcar, y aun asi seguía chupandolos.
Saludó a Ethan en cuanto este apareció y movió el bote de caramelos hacia él para que se sirviera. ¡Vaya con la cantidad de cuentos que traía! Esa mochila debía de pesar lo suyo. Buena idea esa, Ethan. No será lo mismo pero seguro que sirve para tener ideas. Cogió uno de los libros, de tapas de un color verde moho algo viejas y peladas. Tenía las páginas amarillentas y algunas estaban algo sueltas o con las puntas dobladas. El nombre en el lomo le había llamado inmediatamente la atención. En letras doradas y rectas rezaba "cuentos de los hermanos Grimm". Siempre habían sido sus favoritos. Andersen, Grimm y Perrault. Los cuentos clásicos.
Alzó la vista al pedazo de cristal que alzaba Paula, observandolo. Alargó la mano hasta recogerlo y lo observó con la luz atravesandolo, curioso. Cuentos con cristales, cuentos con cristales... Repasaba mentalmente todos los cuentos que su madre le había contado alguna vez. Podría ser parte de la montaña de cristal, aunque no tiene sentido... o si, no se. O de Jaime de cristal, aunque para eso debería haber alguna persona en el pueblo a la que le falta una parte del cuerpo. ¿conoces a alguien asi, Paula? La verdad es que no recordaba a nadie en el pueblo a la que le faltara nada. Y no le ocurría ningun cuento tampoco en el que fuera importante ningún cristal. Había algo que se les escapaba, seguro. Se llevó una mano al pelo, echandoselo hacia atrás para luego repeinarselo al recordar como su madre siempre le regañaba por llevar los pelos de cualquier manera. Fué pasando una a una las hojas del libro, revisando con la vista los cuentos. Nunca sabía cuando podía venirle la idea a la cabeza.

Alzó las cejas al oir a su amiga, dejando el libro abierto sobre sus piernas cruzadas, llevandose una mano a la barbilla. ¿Podía ser sobre Blancanieves? Si que era cierto que la maldición era cosa de Blancanieves, pero podía haber tantas cosas en la vida de una persona que no aparecerían en un relato... Aunque cierto era que si la madre de Paula lo había escondido debía ser algo importante. ¿De que podría tratarse?
Dejó que los chicos buscaran el libro sobre Blancanieves y se tumbó hacia atrás en la madera, cerrando los ojos, recordando por un momento a su madre. No era precisamente el de Blancanieves el cuento que mas le contaba, a él le encantaban otros como Robin Hood, La isla del tesoro, El libro de la selva o Las mil y una noches. Pero si que era cierto que, como todos los cuentos, alguna vez si se lo había contado. Se concentró en el recuerdo de su madre. En su voz dulce y siempre cargada de cariño, incluso cuando se enfadaba. Recordó aquellos momentos en que, antes de arroparlo, se tumbaba con él en la cama y le contaba historias hasta que se dormía. Muchas veces creía incluso que se las estaba inventando y mas tarde descubría que no era asi. Se levantó antes de seguir recordandola. No quería ponerse triste ni mucho menos acabar llorando frente a sus amigos. Se suponía que él era el mayor, no podía ir lloriqueando por ahí como un niño pequeño.
Se queda con la mirada fija en el libro en las rodillas de Paula, cogiendo otro de los Gummys y desenvolviendolo sin prisas, metiendoselo en la boca para chuparlo hasta dejarlo sin un solo gramo de azúcar. No prestaba demasiado atención, todavía tenia la mente puesta en cuando su madre le había contado ese cuento, pero aun asi miraba las páginas como si solo con eso se le fuera a ocurrir la respuesta. Y de una forma u otra, acabó llegandole una idea. Oye, oye, oye, parad un momento. Puso una mano sobre el libro para que Paula tomara una pausa, mirandolos a ambos todavía con el caramelo en la boca, mordiendolo para no hablar mal y tragandoselo. ¡Blancanieves!¡Los enanitos le construyeron un ataud de cristal! En la película salía como si simplemente fuera una cúpula, ¿pero quien dice que en la realidad no fuera mas elaborado?¡Podría ser una parte del ataud de Blancanieves! Realmente no se le ocurrian muchas opciones mas, aparte de que fuera uno de esos objetos que no son tan trascendentales como para formar parte de la historia escrita... y entonces si que lo tenían complicado.

Se queda mirandola fijamente, con un codo apoyado sobre una de sus dobladas rodillas y la mano directamente bajo su barbilla, concentrado. Ya es dificil de por si que un adulto crea en la magia... como para creer en cuentos de hadas y maldiciones cuando eres totalmente escéptico como lo es ella. Es muy cerrada Paula. No es que la conozca mucho, pero la ha visto por el pueblo. Y ha oido cosas, en este pueblo es casi mas importante tener oidos que tener ojos. Bueno, como en cualquier pueblo supone. No recuerda haber estado nunca en ningún otro. Y yo no es que haya vivido mucho de eso, pero dicen que contra mas palos te da la vida mas dificil es tomar en cuenta las cosas bonitas. O eso dicen mis tios. Que si estas enfadado con el mundo se te pasan las cosas buenas y no las ves. No puede soportar la idea de que no se rompa la maldición. No sabe si le gusta o no su antigua vida, su vida real, pero le gusta la de ahora. Pero ese pensamiento es egoista, muy egoista. ¿Y que pasa con todas las parejas de principes y princesas?¿Y las hadas?¿Y los padres y los hijos que estan por ahí separados sin saberlo? Todos tienen derecho a volver a ser felices.
Quizá en vez de insistir tanto con la maldición deberíamos ir mas despacio. Quizá solo hay que tomarlo con calma y dejar que ella pueda estar también calmada, que deje de estar tan seria y enfadada con el mundo. Entonces empezaría a ver las cosas bonitas, ¿no? Y a creer. Se encoje de hombros y desvía un poco la mirada. Acaba de acordarse de su madre. Ella siempre decía que las cosas pequeñas son las mas bonitas, y que casi siempre pasaban desapercibidas para la gente. Pero él había aprendido a verlas. Y Ella siempre se las enseñaba. La gran mayoría de cosas bonitas de su madre estaban relacionadas con él. La chispa que brillaba en sus ojos cuando le daba alguna sorpresa o hacían algo que le apetecía mucho, el bigote de chocolate que se le quedaba cada vez que lo bebía con ansias en invierno o los pelos de recién despertado que siempre se le quedaban en punta y que intentaba aplastar con una mano mientras que con la otra se frotaba los ojos. La echa de menos, mucho, pero no puede dejar que le sigan picando los ojos cada vez que la recuerda, no delante de sus amigos.