Diario del ensoñamiento

Y cuando cerraba los ojos, soñaba con un bello atardecer, yo estaba a tu lado, tú estabas a mi lado y nada ni nadie nos iba a separar...

Pero por desgracia aquello era un sueño.

Siempre he vivido aquí, no tengo más memorias, más recuerdos, pero después de todo, ¿qué más da? Nadie viene a buscarme, pero sé que esto no es un sueño, sé que esto es la vida real y que hay más gente en ese mundo exterior.

Mi mundo es sencillo. Una habitación de cuatro paredes, una ventana en la parte superior que me permite conocer ese mundo exterior donde existe la luz. La luz... Es algo que me es tan familiar, tan desconocido al mismo tiempo que cuando pienso en ella siento dolor en el pecho, mucho dolor.

Odio pensar que hay más mundo aparte de mis cuatro paredes, ¿pero qué puedo hacer cuando no hay escapatoria? Lo he intentado, lo hemos intentado, pero estamos encerradas. Porque hay más como yo... Encerrados sin conocer los motivos, las razones, ni siquiera el tiempo que llevamos aquí dentro.

¿Toda una vida? ¿Un día? ¿Un mes?

¿Quién soy? Un nombre retumba en mi mente. Astrid, Astrid... Astrid... ¿Quién es Astrid? ¿Es ese reflejo que veo en los platos de la comida, o es simplemente una idea que recorre la realidad?

Escribo para mantener la cordura, si es que tengo. Ni siquiera recuerdo dónde he aprendido a coger el lápiz de esta manera tan risueña tan ágil... Pero lo que en verdad me gusta es pintar. No sé por qué, pero siempre tengo pinturas a mi alrededor y coloreo cualquier parte, por aburrimiento y porque necesito sacar estas imágenes de mi cabeza.

Me hago demasiadas pregutas y necesito plasmarlas al papel, para después releerlas y asegurarme de que sigo existiendo, de que no me he desvanecido. Me gusta escuchar pensamientos ajenos en mi cabeza, porque sigue significando de que no estoy sola, para nada.

Y vuelvo a cerrar los ojos y me imagino la nada... Sin embargo, deja de serlo cuando escucho tu voz.

Spoiler:

El sonido del mar desapareció de mi mente en cuanto me dejé caer... ¿Dónde estabas tú para socorrerme?

Grito de dolor, pero no quiero gritar de esa manera. Duele, duele, duele muchísimo. La mano derecha, completamente quemada. Ahogo las lágrimas, ¿cómo voy a poder dibujar, escribir con la mano así? Me retuerzo en el suelo, llevándome la mano al pecho. No quiero llorar, no quiero gritar, no quiero hacerla sentir culpable. Una voz retumba en mi cabeza, una voz que pide disculpas y así me siento responsable por todo, por ser tan débil y por no poder recordar. Todo es cruel, y todo se derrite.

A los siguientes días, semanas me voy recuperando, lentamente porque mi cuerpo no da más de sí. Puedo volver a dibujar, a pintar, a expresar todo lo que sueño, todo lo que vivo. Después de todo, al final estoy completamente convencida de que todo esto es un sueño, pero este sueño ahora es mi realidad.

-Ruby... ¿Por qué existe el dolor? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué cuando lloro tú también lloras?

Las letras se deforman, al igual que la realidad. Hablo con Ruby, comparto mis pensamientos y sentimientos con ella, y viceversa. Ella también se siente encerrada, confundida, porque... porque todo es diferente, no como antes. ¿Es que había existido un antes? Todo eran simples conceptos, como Ruby y yo. Pronto, poco a poco, me voy sincerando con ella. Estoy harta de esta vida, harta de no existir realmente y que cada vez me resulte más fácil llorar.

Y el tiempo dejaba de existir a nuestro alrededor. Cuando el tiempo dejaba de existir, la realidad se desmoronaba, desvelándose otra nueva.