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Mensaje por Lena J. Duchannes Mar Nov 27, 2012 9:58 am

Lena había estado esperando ansiosa que llegara aquella noche. Desde hacía mucho tiempo –no sabía cuánto exactamente– Katia y ella pasaban una tarde-noche de cada mes en casa de la una o la otra en lo que acabaron denominándolo “Noche de chicas” y la cual se había convertido casi ya en un ritual. Y es que por nada del mundo se perdían esa noche que era sólo para ellas porque era un día muy especial, al menos para la rubia. La auxiliar de veterinaria se había convertido en una gran amiga, se podría incluso decir que eran algo así como hermanas, y su amistad se vio todavía más fortalecida cuando el padre de Katia murió un año atrás quedándose totalmente sola. Lena había estado apoyándola cuando atravesó aquellos duros momentos pese a que probablemente la muchacha hubiese preferido a estar a solas. Ella apenas lograba recordar a sus padres, cosa que la apenaba muchas veces aunque siempre se mostrara alegre y risueña, y Katia era probablemente la única persona del pueblo que estaba al tanto. No obstante, no era momento de ponerse melancólica y triste, ni mucho menos. Esa noche sería para reír.

Mientras metía el pijama en una mochila e iba en busca de su neceser con el cepillo y la pasta de dientes la muchacha se preguntó que más podría llevar a casa de su amiga. Ella ponía la casa, la bebida y la comida; Lorianne, que era la otra integrante del club seguramente traería esos muffins tan buenos que preparaba siempre. La joyera le caía muy simpática y sus dulces estaban de muerte. Había sido todo un acierto que Katia la invitase un día a unirse a ellas para presentarlas mutuamente, pues Lorianne era una joven bastante agradable y habían congeniado enseguida a pesar de que no tuviesen la misma confianza entre ellas como con Katia, que había sido el lazo de unión. Y sin embargo, esa noche hablaban de todo aquello que las preocupaba, alegraba y confundía sin el menor temor a ser juzgadas o señaladas con dedo acusador por haber cometido una estupidez de las grandes, de aquellas que luego acababas arrepintiéndote durante mucho tiempo. Con ellas todo era espontáneo y no había que callarse las cosas porque lo máximo que hacían era dar consejos para no volver a tropezar con la misma piedra. Eran fantásticas y por ello Lena se sentía tan agradecida. Amistades así no se encontraban fácilmente y menos en un pueblo como Storybrooke.

Y al final se había quedado sin saber qué llevar. Echó un vistazo a la habitación de invitados para comprobar que no se dejaba nada y que todo estaba en su sitio, ya que al no estar en su propia habitación intentaba ser aún más ordenada si cabe. Durante la inspección de aprobación se percató de la funda de su guitarra y pensó en que no sería mala idea llevarla consigo por si les daba por cantar o algo. Así pues, se colgó la funda la espalda, cogió la mochila entre sus manos y salió de la habitación dirigiéndose al salón donde se encontraban Siobhan y Paula. Al menos ellas también podrían disfrutar de una noche madre e hija como debían de pasarlas antes de que ella se instalara en su hogar durante una temporadita, aunque ciertamente había notado cierta tensión entre ambas. Al parecer desde la llegada de su madre biológica Paula se le había rebelado a Siobhan. Tras despedirse de ellas y desearles una buena noche salió del caserón de la alcaldesa y se encaminó resuelta hacia la casa de Katia. Al llegar ni se molestó en llamar al timbre sino que se acercó al buzón y cogió la llave de reserva que escondía allí su amiga, lo cual demostraba lo mucho que se conocían y confiaban la una en la otra.

¡¡Holaaaaa!! – saludó efusivamente mientras cruzaba el umbral y cerraba la puerta tras de sí. Sin esperar a que fueran a recibirla a la entrada, la muchacha se adentró en la casa dirigiéndose allí donde procedían las voces de las chicas – ¿Preparadas para nuestra noche?
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Mensaje por Katia L. Vodianova Dom Dic 02, 2012 12:07 pm

¡Noche de chicas! Lena y ella llevaban celebrando aquello desde quien sabe cuando; una vez al mes quedaban en casa de alguna de las dos para pasar la noche, hablar de sus cosas y relajarse. Aunque le sacara dos años a la rubia, Katia y ella habían llegado a hacerse muy buenas amigas y Katia la quería tanto que haría cualquier cosa por ella. Aquellas noches se habían vuelto un ritual, y al poco tiempo de empezar con aquella tradición, un miembro más se añadió al club, otra de las mejores amigas de Katia: Lorianne. Lori era dos años mayor que Katia, y en este caso la edad tampoco había afectado en nada, al fin y al cabo, ¿qué eran dos años, ya fueran más o menos, si aquellas personas eran las mejores amigas que una pudiera desear? Realmente nada, simples números. Además, aquella noche era especial, pues no era otra noche de chicas cualquiera. Desde que había muerto su padre, Katia había estado viviendo sola, y la verdad es que aquella casa se le hacía inmensamente grande para ella sola. Por eso, en cuanto se enteró de que Lori estaba buscando un piso, no dudó en ofrecerle que se mudara con ella. Así que aquella noche iba a ser la primera que la rubia y la morena pasarían como compañeras de piso.

Habían llevado el colchón de la que ahora era la habitación de Lori a la de Katia -pues la de esta última era más grande- y lo habían puesto en el suelo, a los pies de la cama de Katia. Dos de ellas dormirían en la cama de la rubia, pues era una cama doble, y la restante dormiría en el suelo; así, cuando se fueran a dormir no estaría una sola en una de las habitaciones. Durante aquella tarde, Katia había estado ayudando a Lori a instalarse en la casa, ayudándola a llevar sus cosas y explicándole como solía funcionar ella. Cuando acabaron con eso empezaron a prepararlo todo para la noche. Por la mañana Katia había ido a comprar lo necesario para la noche: algo para hacer de cena y un par de botellas del mejor vino que se había podido permitir. Estaba bastante ilusionada con aquella noche y, aunque no solían beber vino -pues el vino bueno se les escapaba de su presupuesto- aquella noche se lo merecía. Se alegraba de volver a estar con alguien en casa, pues aunque la soledad tenía sus partes buenas, una casa tan grande para ella sola se le hacía bastante poco acogedora.

Katia no era precisamente una gran cocinera, pero sabía apañárselas y, no está de más decir que tampoco lo hacía mal. Se había metido en la cocina poco antes de que la tercera integrante del grupo llegara, dispuesta a hacer algo con lo que había comprado para preparar la cena. No iba a hacer un plato digno de restaurante de cinco estrellas, claro, pero seguía necesitando su tiempo para cocinar. Había pensado en hacer un revuelto de setas y unos filetes con patatas, al fin y al cabo, aquello iba bien con el vino tinto que había comprado, y no necesitaba mucha elaboración. Lori estaba con ella en la cocina, sacando las cosas que usarían para cenar -cubiertos, platos, copas...-. Escucharon como la puerta se abría y Katia sonrió ampliamente, Lena ya estaba allí. -¡En la cocina! - gritó Kat para que Lena supiera donde estaban y no se volviera loca buscándolas, aunque seguramente las hubiera estado oyendo desde fuera, pues, por lo menos Katia, tenía un tono de voz bastante alto. - Más que preparadas, esta noche va a ser épica. - contestó sonriente, girándose levemente para ver a Lena aparecer por la puerta de la cocina, pues ella estaba frente a la vitrocerámica, y no quería quitarle el ojo de encima a lo que estaba cocinando, por si acaso.
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Vie Ene 04, 2013 12:55 pm

Llevaba una semana bastante ajetreada entre el trabajo y la mudanza, no tenía tiempo casi para nada. Después de estar viviendo desde que tenía uso de razón hasta esa última semana en casa de su prima, Lori había decidido que era hora de buscarse una vivienda y aunque no podía permitirse comprarse una casa ella sola porque el sueldo que ganaba en la joyería no le daba como para tanto, había puesto un anuncio en el periódico ofreciéndose para buscar una vivienda compartida. No tardó mucho en encontrar una casa, ya que una de sus mejores amigas le había dicho que estaba buscando compañera para alquilarle una de las dos habitaciones que tenía libre.

Además de haberle ofrecido su casa, Katia la había integrado en su club de chicas junto a su amiga Lena, que era la otra integrante del club. Había sido todo un acierto que se juntaran y que Lori se mudara con la rubia, puesto que las 3 habían congeniado tan bien que compartían todas las cosas, ya fueran íntimas o no. Se habían hecho tan amigas que incluso habían empezado a tener por costumbre el pasar una noche al mes juntas en la casa de Katia o Lena, aunque debido a que la casa de la otra rubia estaba en reformas, últimamente lo hacían en la casa de Katia.

Todo aquello le hacía una ilusión enorme y no había ningún segundo en el que no tuviera la sonrisa dibujada en la cara por el gran acontecimiento que era para la castaña, había conseguido independizarse de la casa de su prima que asabercuantotiempo llevaba viviendo con ella, su trabajo como joyera en el centro comercial cada vez le iba mucho mejor y el sueldo que ganaba, lo ahorraba para alguna que otra cosa que tuviera que pagar o algo de necesidad que tuviera que comprar. Siempre le gustaba tener dinero de más por si en algún momento le hacía falta, se podía decir que Lorianne era una buena ahorradora.

Después de estar casi toda la tarde-noche encargándose de la mudanza con la ayuda de Katia, por fín habían terminado con el traslado de las cajas a casa de la rubia. Sonrió aliviada, estaba exhausta de estar todo el día empaquetando las cosas que le faltaban para después haberlas llevado en el coche de Alex hasta la que iba a ser desde ese momento, su nueva casa. Miró sonriendo a Katia mientras que se dirigía hasta el umbral de la puerta donde estaba su amigo esperando con lo último que le quedaba por dejar en la vivienda, Lori cogió lo que él llevaba en sus manos y siguió a Katia a la cocina que era donde se encontraba en ese momento la auxiliar. Una vez allí dejó lo que portaba en sus manos encima de la encimera.

- Espero que guste lo que he hecho, será perfecto para esta noche. - Sabía muy bien de lo que hablaba, ya que había escogido una de sus recetas favoritas y sabía que era una de las que más triunfaban en fiestas de pijamas del estilo de las que ellas tres hacían.

Miró como su amiga iba de un lado a otro de la cocina, cogiendo recipientes, ingredientes y demás cosas, iba a preparar la cena y como más de una vez Lori había insistido en ayudarla ya que la cocina se le daba de maravilla, como cabía de esperar por respuesta departe de la rubia, negó con la cabeza a la castaña. Ya que no podía ayudarla a cocinar, Lori había pasado a su segunda opción: ayudarla con la mesa; Así que iba y venía de un lado a otro de la cocina al comedor, llevando tenedores, cuchillos, cucharas, copas y demás enseres que utilizarían para cenar.

- Ya que no me dejas ayudarte a cocinar, al menos sirvo de ayuda y pongo la mesa. - Se disponía a colocar unas bonitas servilletas bordadas a mano en la mesa cuando oyó que la última integrante del grupo hacía honor con su presencia y rápidamente volvió a la cocina a ver si hacía falta que llevara más cosas. - ¡¡¡LEEENAA!!! - Le dijo entusiasmada al verla entrar por la cocina. - Te estábamos esperando, Kat nos deleitará con uno de sus mejores platos y nos hincharemos a pudding de chocolate que traje recién hecho. - Sonrió mirando a la rubia que acababa de llegar.
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Mensaje por Lena J. Duchannes Lun Ene 14, 2013 2:29 am

Lena sonrió al escuchar la voz de Katia provenir de la cocina imaginándosela trajinando en ella preparando la cena para esa noche. Ponía la mano en el fuego a que la rubia se había negado rotundamente a que Lorianne la ayudase a cocinar, pues muchas veces ella misma se había ofrecido a echarle una mano para que no tuviera que ocuparse de la cena al completo y había obtenido siempre un no como respuesta. Claro que en algunas ocasiones Lena había hecho oídos sordos y se había metido en la cocina a preparar alguna cosa, ya que al fin y al cabo Katia no se molestaba por ello.

Ya lo creo que será épica, además es doblemente especial – dijo al entrar en la cocina y haciendo referencia a que era también el día en que definitivamente se instalaba Lorianne en casa de Katia. Estaba segura de que a su amiga le sentaría bien tener a alguien más en casa tras la muerte de su padre, pues sabía que se había sentido sola desde entonces y que la casa se le habría quedado grande y vacía. Definitivamente, la presencia de Lorianne le haría mucho bien – ¿Pudding de chocolate? ¿Por qué me lo has dicho? Ahora me pasaré toda la noche en agonía esperando que llegue la hora de hincarle el diente – dijo entre risas a Lorianne. Lo cierto es que la castaña hacía unos postres buenísimos, lo cual le hizo preguntarse en más de una ocasión porque no se había dedicado a la repostería como Rebecca o Savannah.

¿Hay algo que pueda hacer? – preguntó aún sabiendo cual sería la respuesta. Lorianne había dispuesto la mesa y ya no quedaba nada más que poner en ella y Katia estaba terminando de cocinar por lo que tampoco necesitaba ayuda allí, pero a Lena no le gustaba quedarse de espectadora. La hacía sentirse inútil, así que para no quedarse en medio de la cocina y entorpeciendo se dirigió al salón, donde dejó las cosas que había traído consigo.

Miró a su alrededor en busca del aparato de música y los CDs que tenía su amiga. Podía parecer osado toquetear las pertenencias de otros pero Katia y ella eran muy amigas y no veían con malos ojos que la otra le cogiese libros, discos o cualquier cosa de ese tipo. Uno de los dichos que tenían era “Tu casa es mi casa” y, de hecho, Lena ya lo había demostrado abriendo la puerta del hogar de los Vodianova sin siquiera tocar al timbre. Después de examinar unos cuantos discos escogió el que creía que era el favorito de la rubia y lo introdujo en el aparato de música ajustando el volumen a uno no muy alto para que no interfiriera en su conversación, sino a uno en el que se oyera de fondo.

¿Ya habéis desempaquetado alguna cosa? – preguntó desde el salón encaminándose hacia la habitación que se suponía ocuparía Lorianne de ahora en adelante, mas no necesitó que ninguna de sus amigas respondiera, ya que al asomarse a la habitación comprobó que todo seguía en cajas y que apenas habían dispuesto la habitación – ¡Pero qué vagas sois! – exclamó más para sí misma que para las otras, ya que muy posiblemente solo oirían que estaba diciendo algo pero no el qué. Regresó a la cocina con expresión de asombro – ¡Lorianne! Creí que cuando llegara estaría tu dormitorio listo ¿o acaso estabais esperando para encargármelo a mí? – mentó seriamente y con los brazos cruzados, aunque a los pocos segundos comenzó a reír.
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Mensaje por Katia L. Vodianova Lun Mar 18, 2013 2:21 am

Lorianne y ella se habían pasado toda la tarde llevando cajas de un lado a otro, aunque, por suerte, el maletero del coche de Alex era bastante grande, y también podían meterse cajas en la zona de los asientos traseros. Aquella era la primera vez que la rubia hacía, o ayudaba a hacer más bien, una mudanza, y esperaba no tener que repetirlo nunca; ¡ahora entendía por qué la gente detestaba tanto las mudanzas! Aun así, estaba feliz de que su amiga se trasladase con ella, y la ayuda de Alex les había venido de perlas, pues había algunas cajas que eran demasiado pesadas y ambas chicas hubieran tardado el doble en realizar la mudanza sin ayuda de este. Katia observó cómo Lori dejaba una bandeja sobre la mesa de la encimera y no pudo evitar relamerse los labios al pensar en lo que había preparado su amiga. – Los famosos postres de Lorianne Signoret. Amiga mía, te voy a tener cocinando dulces todos los días, y acabaré poniéndome como una foca. – bromeó Katia, aunque la idea de tener dulces las 24 horas del día en casa a su disposición le resultaba realmente tentadora, y es que a la rubia le encantaban los postres.

Katia no había tardado mucho en ponerse a preparar la cena, pues para cuando acabaron con todo el transporte de cajas (que no con la mudanza, pues todas las pertenencias de la morena seguían aún en las cajas) ya era casi la hora a la que habían quedado con Lena, y además, Katia se moría de hambre. No había dejado que Lori la ayudase con la cena, por mucho que cocinase bastante mejor que Katia; pero es que a la rubia le gustaba cocinar para aquellas ocasiones. Así pues, al ver que su amiga no la dejaba ayudarla a cocinar, Lori había optado por colocar la mesa, algo a lo que la rubia sí que no había puesto objeción. En cuanto escuchó la voz de Lena una gran sonrisa iluminó su cara, y cuando la vio aparecer por la puerta de la cocina dejó lo que estaba haciendo y se lanzó a darle un abrazo de oso. – Totalmente de acuerdo contigo. – Katia negó levemente con la cabeza, volviendo al fuego para controlar el revuelto. – Ya no queda nada que hacer, a esto le queda poco.

Cuando comenzó a sonar la música sonrió ampliamente, y segura de que Lena había escogido aquel disco porque sabía que era su favorito. Al escuchar la pregunta de Lena desde el salón no pudo evitar reírse, y lanzarle una mirada cómplice a Lorianne, pues ambas sabían lo que la rubia se encontraría al llegar a la habitación en la que ahora se alojaría Lori. Una gran montaña de cajas. – ¿Realmente piensa que en una tarde lo íbamos a tener todo listo? – le pregunta a la morena, sin que Lena la oiga. –¡Eso sí que es tener confianza en nosotras! – dice riendo divertida. Cuando Lena regresó a la cocina, Katia seguía todavía riendo, mientras escuchaba lo que su amiga decía. – Lena, nos has pillado.

Sacó el revuelto de la sartén, y cuando fue a llevarlo a la mesa, resbaló con algo que había en el suelo y calló de bruces. Adiós plato y adiós comida. Ese algo había resultado ser un charquito de agua, que parecía ir en aumento y nacía en la fregadera. – Mierda. – masculló por lo bajo, poniendo los ojos en blanco, ¿es que siempre tenía que haber algo que no funcionase como debía en aquella casa? Al parecer sí. Siempre había sido su padre el manitas de casa, y el encargado de que todo funcionase; Katia, en cambio, no tenía la más mínima idea de cómo reparar nada, y siempre tenía que recurrir a mecánicos, fontaneros, electricistas y demás cada vez que algo se estropeaba.
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Mensaje por Mordekhai B. Fletcher Vie Mar 22, 2013 7:42 am

Ese día en particular la clientela estaba como siempre: fluida y con mucho movimiento. Para Khai no era ninguna sorpresa estar más tiempo en la cocina que en cualquier otra parte, la verdad era que no le molestaba su trabajo, pero tenía que admitir que en más de una ocasión se sofocaba literalmente en él y es que los vapores de aire caliente que se acumulaban casi siempre en el lugar hacía de vez en cuando que el trabajo se viera más pesado de lo habitual.

Por suerte nadie se había aventurado con un plato extraño y de difícil preparación, que las podía hacer, sí, pero tardaba más y muchas veces las personas se enfadaban con el tiempo en que se tardaba. Pero ese día las cosas querían resultar prácticas: desayunos, hamburguesas y pizzas, fue lo más común del momento, por lo que Khai se pudo agilizar más rápido que otros días ya que en gran medida, todos esos alimentos estaban prefabricados, por lo que su toque en ellos era tan solo una cuarta parte. Sin embargo, quien sabe por qué sería pero de tanto el movimiento que se tuvo en el lugar que se agotó de igual forma.

Pero ya todo estaba empezando a disminuir y con ello las horas. Pronto, llegó el momento de cerrar el lugar, recoger su abrigo (aunque francamente había estado tanto tiempo en un lugar caliente que lo único que quería en ese momento era sentir algo de aire fresco) e irse. Por su gran tiempo, dedicación y esfuerzo, principalmente a Khai le habían encargado la tarea de cerrar y abrir el restaurant… era algo así como una especie de ascenso, tal vez no tanto económicamente porque seguía ejerciendo su labor como cocinero, pero sí de manera “honoraria”. Por lo que pronto estaba cerrando dicho lugar cuando sintió en su bolsillo la vibración de su celular; principalmente se extrañó un poco por aquello, debido a que últimamente sus amigos preferían salir en la tarde o sino visitarlo de una vez, sin llamadas a su casa. De todas maneras decidió contestar. Fue otra gran sorpresa cuando escuchó la voz, un tanto desesperada de Lorianne ya que según lo que había entendido era que su amiga había estropeado la comida y no tenían más nada que comer.

Así que una vez más abrió la puerta para calentar y hacer unas hamburguesas que sobraban de ese día, igual había toda una alacena repleta de comida por lo que no hubo demasiado inconveniente por aquello. Una vez listo todo, fue hasta la casa a donde había indicado su amiga. De esa forma se dirigió hacia la puerta y tocó un par de veces.

- ¡Entrega inmediata! – Dijo bromeando mientras sostenía la caja en donde transportaban las hamburguesas, especialmente diseñada para que se prolongara el calor y así, esperar a que le abrieran.
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Jue Mar 28, 2013 6:00 am

- Era una sorpresa y las sorpresas no se dicen. Además siempre puedes coger un trozo sin que Katia te vea, si no lo devoraréis entre las dos y no me dejaréis ni las migajas. - Susurró por lo bajo a Lena para después hacer un puchero por lo de que sus amigas se podrían comer el postre y no dejarle nada a ella. Aunque a los pocos segundos no pudo aguantarse la risa y rió levemente a carcajadas, haciéndole ver que estaba de broma. Siempre había buen rollo entre las tres porque desde el primer momento en que se habían conocido, habían congeniado a la perfección y las risas junto con las bromas siempre estaban de por medio. - Será un placer para mí el estar haciendo lo que más me gusta, además así podré pagar mi parte del alquiler. - Volvió a reír por la broma mientras que después negaba con la cabeza a Lena a su pregunta de si había algo que hacer. Aunque la respuesta debía de saberla desde todo el tiempo que Lena conocía a Katia, la castaña se lo volvió a repetir. Desde que Lori había conocido a Katia, también sabía que la rubia no dejaba hacer casi nada a ninguna de las dos, pero por más que le dijera que no podía hacer nada, Lorianne iba a insistir de todas las formas posibles y no se iba a dar por vencida. Así que cocinaría, limpiaría, ordenaría y haría lo que quisiera cuando quisiera; siempre estando en el límite que Katia pusiera, eso lo tenía más que claro. Ya que no iba a hacer nada que pudiera molestar a la rubia, además de que era su casa y tendría que cumplir las normas que su amiga le pusiera, aunque Lori sabía perfectamente que si Katia tuviera algo que decir a Lori, algunas veces se las callaba por no molestar a la castaña y eso no le gustaba a Lori porque sabía que tenía toda la confianza para decirle las cosas buenas y malas.

Siguió esperando a poder hacer alguna cosa cuando Lena se fue de la cocina al salón y después encendía el reproductor de música, pues empezó a oír una de las canciones favoritas de Katia y sabía que era así porque se lo había dicho una y miles de veces la rubia y las veces que había visitado su casa, también la había escuchado. Cuando Katia iba de un lado a otro de la cocina para buscar lo que le hacía falta, Lori aprovechaba para remover la comida que Katia estaba preparando o para intentar hacer alguna otra cosa en lo que pudiera ser de ayuda. Oyó lo que Lena dijo de si habían empezado a desempaquetar las cosas y aunque ésta no estuviera a la vista de ellas, Lori negó con la cabeza para después mirar a Katia y ver que ella también la estaba mirando de forma cómplice. - Tiene demasiada, pero es normal somos sus ositas. Aunque tampoco somos como el corre caminos de los dibujos animados como ella se cree y no tenemos diez manos como los pulpos. - Se rió cuando se estaba imaginando tales cosas y siguió removiendo la comida, aunque poco le duró pues Katia llegó hasta donde Lori estaba y la apartó amablemente de los fogones. - Esperábamos a que nos ayudaras, ya que siempre nos echas una mano y te complace tanto el ayudar a los demás, que a tus ositas no iba a ser menos, ¿no? - Se cruzó de brazos mientras lo decía, a modo de enfado. Pero su falso enfado acabó pronto al ver lo que le sucedió a Katia segundos después.

Fue hasta el lado de su amiga para ayudarla a levantarse mientras que Lena recogía el estropicio que Katia había formado. - Se supone que la torpe aquí soy yo, ¡no intentes quitarme el puesto!. Pero si insistes te lo daré, sólo tienes que decirlo. - Le decía entre risas la castaña, aunque más bien lo hacía para animar el ambiente que se había creado por el derramamiento de la comida. No iba a pasar nada siempre podrían comerse alguna cosa rápida que hiciera Lori, Katia o Lena; incluso el pudding que Lorianne había traído. Pero una idea pasó fugazmente por la cabeza de Lori. - Ya que nos hemos quedado sin el delicioso manjar de Katia, aun tenemos recursos. - Fue hasta el sofá donde había dejado su bolso y sacó de él su móvil, marcando cuando ya lo tuvo en sus manos, el número de su amigo Khai. Se alejó un poco de las chicas pues quería darles otra de sus sorpresas y que no se enteraran, aunque seguro que de algo pillarían. Sabía que a las dos rubias le gustaban las hamburguesas de Granny's porque alguna que otra vez habían optado por cenar o comer fuera y ese era un sitio en el que habían estado probando esas deliciosas hamburguesas. La verdad que el chico se esmeraba haciéndolas y que de ricas estaban. - ¡Broo! Soy Lori, ¿estás trabajando? - Se alegraba tanto de escuchar su voz, ya que hacía tiempo que no se veían ni hablaban; puesto que tanto uno como el otro habían estado muy ocupados con el trabajo y a Lori se le sumaba el jaleo de la mudanza y demás papeleo. - Digamos que nos hemos quedado sin cena, así que nuestra salvación eres tú. ¿Te importaría traernos tres de nuestras hamburguesas favoritas? ¡Pero que no se te olvide otra para ti! Que ya que haces el favor, cenarás con nosotras y de postre hice pudding de chocolate. Te esperamos. - Era lo menos que podían hacer ya que gracias a Khai tendrían cena, así que por lo menos se quedaba a cenar con las chicas y pasaría un rato agradable; de eso no cabía duda. Le dio la dirección de donde estaban antes de colgar y volvió a donde estaban las dos rubias con una sonrisa de lado a lado. - ¡Solucionado, tenemos cena! -

Terminó de limpiar el charco que se había formado cuando Lena y Katia aun lo estaban limpiando y a los veinte minutos o así escuchó el timbre, a lo que salió disparada hacia la puerta. La abrió y cuando vio a Khai lo primero que haría sería tirarse a darle un abrazo pero como vio que iba cargado de las cajas que contenían las hamburguesas, ayudó a cogerlas y se apartó a un lado de la puerta para que pasara él. - ¡Ha llegado nuestra salvación! - Le dijo a las chicas mientras que llevaba las cajas a la mesa y Khai pasaba a la estancia.
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