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Mensaje por Lorianne S. Signoret Vie Oct 12, 2012 6:03 am

Era un día de la semana corriente, como otro cualquiera pues eso era lo que pensaba Lori mientras que se había levantado cuando había sonado el despertador. Como todos los días, se preparaba para ir a trabajar pues esta semana le tocaba el turno de mañana y aunque no es que le gustara madrugar mucho, pero su trabajo era una de las cosas que le satisfacian y se sentía cómoda trabajando como joyera en el centro comercial del pequeño pueblecito. Se había pasado a las 07:15 por la panadería de Sav y Becca, como todos los días acostumbraba a hacer y después de tomarse su desayuno matutino en el establecimiento, salía caminando hacia su puesto de trabajo. Le gustaba pasear a tempranas horas de la mañana, sentir la suave brisa que corría a esas horas y adoraba como la brisa movía su pelo de un lado a otro, además de que había muy poca gente a esas horas de la mañana por el pueblo, eso era otra de las cosas que agradecía.

La mañana en el trabajo había ido como siempre, no es que no tuviera trabajo ni cosas que hacer, pero es que tampoco es que estuviera desbordada, tenía lo normal de todos los días. Dejó de estar detrás del mostrador cuando el reloj marcó la hora de comer y salió disparada al almacén para coger sus cosas y marcharse a toda prisa, ya que quería ir a ver a Mike al trabajo para que comieran juntos y si no se daba prisa podía pasar dos cosas; una, que ya tuviera planes para comer con alguien y dos, que tuviera tanto trabajo que no pudiera. Así que Lori se debía de dar prisa si quería comer con su primo.

Antes de pasarse por el hospital, decidió pasarse por Granny's para decirle a la abuelita que preparara dos hamburguesas completas con patatas, era el menu que siempre pedía cuando iba con su primo. Pero de camino al restaurante se encontró con un pequeño percance, iba a telefonear a su primo antes de ir, pero se le resbaló el móvil de las manos y se cayó al suelo, esturreándose cada una de las partes del aparato por el suelo. Cuando fue a recogerlo y fue a subir la mirada, se encontró con una caja de cartón que estaba frente a ella en medio de la acera. ¿Qué debía de ser aquello? Basura no era porque estaría en el contenedor, la gente de Storybrooke no era tan descuidada ni tan maleducada como para dejarlo en la calle. Se acercó hasta la caja y pudo comprobar que se trataba de varias crias de conejo. ¡Pobrecillos! ¿Quién había podido tener la valentía de haberlos dejado allí tirados?

Lori no se podía quedar con ellos, así que no tuvo más remedio que coger la caja y dirigirse hacia la protectora de animales. Estaba claro que ella no era como las otras personas, ella tenía corazón y le era inevitable no ayudar a esas criaturitas. Cuando llegó abrió la puerta como podía y dejó la caja en el mostrador, esperando a que saliera alguien a atenderla. Mientras que esperaba miraba a los pequeños conejos con lástima, pensando en que si no les encontraran sitio qué sería de ellos y no pudo resistirse a coger en brazos a uno de ellos que le parecía especial, como si tuviera algo que los demás no tenía.

Conejo *--*:
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Mensaje por Aidan G. Cumberbatch Lun Oct 22, 2012 11:10 am

Cualquier persona que se despertara día tras día sabiendo que esa jornada iba a ser exactamente idéntica a la anterior seguramente se levantaría apesadumbrada y lamentándose por el hecho de que nada nuevo ocurriría en su día, en su vida monótona haciéndola más emocionante y animada. Eso es lo que le pasaría a una persona cualquiera pero, Aidan no era cualquiera. Él era el chico más feliz del mundo llevando la vida que llevaba, haciendo lo mismo (o casi) cada día a la misma hora sin siquiera un segundo de retraso. Y al contrario que los demás, si algo nuevo sucedía desbaratándole todos sus planes, por muy bueno que pudiese ser ese acontecimiento, el muchacho se ponía de malhumor pudiendo incluso quedarse el día entero sin probar bocado encerrado en su habitación. Antes, cuando era más joven, si algo le impedía llevar a cabo su rutina tenía rabietas incontenibles y no había manera de que alguien se le acercara para calmarlo, ni siquiera su padre. Actualmente ya no se ponía rabioso pero sí que le entraba la ansiedad.

Después de su parada habitual en la panadería de Savannah y Rebecca para comprar su merienda, se encaminó hacia la protectora de animales. Si alguien lo saludó por el camino, no lo sabía, ya que caminaba concentrado en sus cosas, con la cabeza inclinada y los hombros hacia delante sin prestar atención al ambiente que lo rodeaba. Aunque si se daba el caso de que se cruzaba con alguien que le era conocido, sí que respondía brevemente al saludo pese a que no levantaba la mirada para saludar a la persona ni detenía su paso. Simplemente hacía un movimiento con la mano sin pararse. No podía pararse si quería llegar en hora al trabajo y seguir con su esquema tan bien estructurado.

Al llegar al trabajo lo primero que hizo, como era costumbre en él, fue saludar a sus compañeros y luego dejó sus cosas en una salita de la que disponían para la hora de la comida y descanso. Sacó un cuaderno de la mochila y se dirigió a la zona donde se encontraban los animales para cambiarles el agua y ponerles de comer. Aidan gozaba de una muy buena memoria pero aún así abrió el cuaderno donde tenía apuntado notas sobre los animales que allí albergaban. El primero en la lista rezaba "Molly, pienso tres veces al día, cambio de agua frecuente, limpieza diaria de la jaula", al igual que la mayoría de notas, ya que la mayoría de animales eran perros o gatos y sus necesidades eran más o menos las mismas. A la par que leía el cuaderno iba haciendo aquello que estaba escrito. El joven sonrió de medio lado cuando uno de los perros comenzó a lamerle la mano. A Aidan le gustaban los perros porque uno podía saber siempre en qué estaban pensando y porque tan sólo tenían cuatro estados de ánimos: alegre, triste, concentrado y enfadado. No engañaban y eran fieles. Esa era una de las razones por las que había decidido ser ayudante en la protectora, porque le gustaban los animales y porque era algo que su padre le dejaría hacer, no como la universidad. El muchacho acababa de cerrar la puerta del kennel y se disponía a abrir la jaula contigua para continuar con su trabajo cuando escuchó a alguien entrar. En lugar de dejar lo que estaba haciendo y atender a quien fuera que hubiese entrado, el joven continuó con lo suyo. Él no solía atender a las personas, de eso ya se encargaba Emilie pero pasaron los minutos y no parecía que su compañera fuese a aparecer.

Emilie. Emilie – llamó el joven en tono monótono – Ha venido alguien Emilie. Tienes que ir – Tras decir esto continuó llenando el comedero de comida y cuando terminó se percató de que la chica seguía sin dejarse ver. Aidan volvió a llamarla esta vez un poco molesto porque no quería ir él. Él prefería estar allí con los perros, ése era su trabajo. No obstante, no le quedó más remedio que acudir a la zona de la tienda. Su vista enseguida se dirigió a la caja que habían dejado sobre el mostrador, una caja que contenía varios conejos. El muchacho alargó el brazo para acariciar a uno de ellos – Hola Lorianne – saludó sin apartar la mirada de los animales. Al joven no le hacía falta mirarla para saber que se trataba de ella. Signoret acudía de vez en cuando a la protectora y reconocía el aroma que desprendía la mujer – No sé donde está Emilie. He llamado pero no responde. No sé donde está – Aidan dejó de acariciar a los conejos y comenzó a tamborilear los dedos en el aire, algo que solía hacer con bastante frecuencia. Sobre todo cuando estaba agitado, concentrado o enfadado.

¿Ya no te gustan? – preguntó mirando momentáneamente a la caja con los conejos antes de fijar su vista en la nada. Aidan había aprendido que todas las personas que les llevaban animales eran personas a las que ya no les gustaban esos animales que traían y se los dejaban a ellos.
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Mar Oct 23, 2012 4:28 am

Siguió acariciando a uno de los conejos que había cogido en brazos mientras que esperaba a que alguien la atendiera, pero aunque parecía que no había nadie en el lugar, Lorianne no era de las típicas personas que se impacientaban, ella más bien tenía mucha paciencia hasta un cierto límite. Miró el reloj que llevaba en una de sus muñecas y al comprobar que hora era, decidió darse por vencida sobre el ir a comer con su primo, al menos por ese día, ya que podía intentarlo los demás días. Suspiró y cuando alzó la mirada para dejar al conejo de nuevo en la caja, se encontró con la presencia de Aidan, uno de los ayudantes de la protectora.

- Buenos días, Aidan. - Le dijo sonriéndole aunque él no la viera porque tenía la vista fijada en la caja que contenía los conejos. - No te preocupes, seguro que tú puedes ayudarme. - No es que conociera mucho a Aidan como para pedirle ayuda, pero sí que lo conocía de frecuentar la protectora cuando tenía tiempo libre y se pasaba a estar un rato con la agradable compañía de los animales, así que como él entendía más de animales que Lori, era el indicado para ayudarla. - No, no son míos. Los he encontrado en la calle, la verdad que no sé de quién son, pero ese alguien no tiene corazón en dejarlos en medio de la calle, como si fueran basura. - Ella odiaba a las personas que maltrataban a los animales y a los que no tenían reparo en abandonarlos y deshacerse de ellos. Ella los amaba, los adoraba y si no fuera porque su casa no era una lujosa mansión con terrenos para tener establos y demás terrenos para que muchos animales corretearan por allí, tendría todos los animales que pudieran caber en la estancia.

- Los he traído aquí porque yo no puedo hacerme cargo de todos y no sabía donde llevarlos ni a quién dárselos para que se quedaran con ellos, así que los he traído hasta aquí para que al menos tengan un lugar mientras que encuentren dueños. - Le dijo mirando a los conejos que parecía que la miraban dedicándole miradas de pena. Suspiró y alargó el brazo para acariciar a varios de ellos, deteniéndose en el que antes había cogido, el cual parecía que se había convertido en su favorito. - Son tan monos, que si pudiera me los quedaba todos pero no puedo, mi casa no es que pueda ser un zoológico y si acaso me puedo quedar con uno como mucho. - Sonrió levemente y se quitó del brazo, la bolsa que llevaba cargando todo el tiempo desde que había salido de trabajar, pero que en ese tiempo había olvidado que llevaba a causa de que portaba la caja con los conejos y había estado fijándose por donde andaba y la dejó encima del mostrador al lado de la caja. Sacó la pequeña caja que portaba en la bolsa y se la acercó a Aidan. - Iba a comérmelos, pero ¿qué tal si los compartimos en la hora de comer? Y si no tienes descanso aún pues te los guardas y luego te los comes. Son de chocolate. - Sonrió divertida.
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Mensaje por Aidan G. Cumberbatch Mar Oct 30, 2012 10:08 am

No me preocupo – respondió el muchacho con total sinceridad. Ciertas personas no se tomaban demasiado bien las cosas que Aidan decía porque a veces decía cosas en los momentos menos oportunos o que no estaban bien vistas. Muchos otros creían también que lo hacía con malicia cuando en realidad el muchacho tan sólo expresaba sus pensamientos tal cual los pensaba. Él era incapaz de ver que algunas cosas no debían mencionarse porque podía ofender a la otra persona y hacerla sentir incómoda, así como tampoco saber expresar las cosas del modo correcto. Por esa razón el muchacho podía parecer una persona fría y seca a la cual le importaba poco lo que pudiera ocurrirles a los demás y, en cierta manera era así. Aidan no era capaz de ponerse en la piel de la otra persona, pues no podía imaginarse el estado anímico del otro, ni leer sus emociones tal y como eran capaces de hacer el resto de personas ya fuera en mayor o menor medida.

Y el caso es que era cierto que no estaba preocupado ni se preocuparía por el hecho de que su compañera de trabajo no estuviera en su puesto. Aidan había acudido a la zona de la tienda donde solía encontrarse Emilie solamente para hacerle saber a la persona que había entrado que ésta no estaba y que no podrían atenderla porque ese trabajo le correspondía a ella. Él ni siquiera tendría porque haber ido hasta allí, ya que ese no era su trabajo. Él solo se encargaba del cuidado de los animales y nada más. De no haber sido por la caja que contenía a los conejos seguramente el chico hubiese dado media vuelta para volver a sus tareas, o tal vez fue por el hecho de que la mujer le dijo que él podía ayudarla. Nadie jamás le pedía ayuda para nada. Era como si creyeran que por ser diferente no fuera capaz de hacer lo mismo que ellos o mejor. Por eso, y a pesar de que su rostro seguía sin denotar expresión alguna, Aidan estaba contento. Si Lorianne le había dicho que podía ayudarla quería decir que le veía capaz de algo más y eso era más responsabilidad, lo que significaba más independencia por su parte. Por lo que en lugar de volver con los animales que seguían en la protectora a la espera de un dueño permaneció allí con Lorianne observando los roedores que había traído consigo la castaña.

¿Los has robado? – preguntó haciendo una mueca cuando la joven respondió diciendo que los conejos no eran suyos. Pero entonces ella continuó hablando diciéndole que se los había encontrado en la calle y que por eso los había traído. También dijo que la persona que los había abandonado no tenía corazón – ¿Está muerto? – Una persona sin corazón no podía vivir porque el corazón era el órgano que impulsaba la sangre a todo el cuerpo y si ella decía que no tenía corazón es que la persona estaba muerta, lo cual le llevó a pensar en cómo se habría quedado esa persona sin su órgano principal del aparato circulatorio.

Aquí estarán bien. Yo les doy de comer y beber y también los limpio y Simone los cura – El muchacho no dijo nada más. Parecía que no escuchaba a la joven que le estaba hablando pero sí que le prestaba atención aunque no la mirase ni asintiera con la cabeza. Cuando terminó de decir todo lo que tenía contar Aidan comenzó a buscar algo y al cabo de un minuto encontró aquello que buscaba y lo puso sobre el mostrador, junto a la caja – Tienes que escribir en los papeles – Al menos eso es lo que le había visto hacer a su compañera las pocas veces que había estado presente cuando entregaban un animal a la protectora. Desvió la mirada de los papeles y se centró en una pequeña caja que Lorianne acababa de extraer de una bolsa – La hora de descanso es dentro de una hora y veintisiete minutos y ya tengo mi merienda. ¿Pero puedo llevármelos a casa? Me gusta el chocolate
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Lun Nov 05, 2012 7:34 am

- No, jamás robaría algo y menos animales. - Negó con la cabeza por ambas cosas, por lo de si los había robado y por si el dueño de los conejos había muerto. - No está muerto, de hecho no sé quién es el dueño. Los encontré en medio de la calle pero cerca no había nadie y ni siquiera habían dejado ninguna nota. - Miró apenada a los pequeños animales, puesto que no le gustaba que no tuvieran dueño y menos, dejarlos en un sitio como la protectora en vez de en una casa. Lori sabía que en la protectora los trataban muy bien, tanto como si fueran suyos pero aún así, los animales no tenían dueño y eso era más triste aún.

Solía frecuentar casi a diario el lugar y se paseaba de una jaula a otra quedándose un rato en una y otro rato en otra, le gustaba sentirse querida y qué menos que por los animales que eran leales y puros de corazón. - Lo sé, lo veo a menudo cuando me pasó por aquí, jamás dudaría del buen trabajo que haceis con ellos. - Sonrió levemente mientras que prestaba atención a lo que el muchacho le decía. Vio como sacaba unos papeles y se acercó un poco más hacia adelante para ver de qué se trataban. Era un formulario para dejar los animales en la protectora. Cogió el bolígrafo que Aidan le había dejado junto a los papeles y empezó a rellenar las hojas. - Si claro, para eso los traje. Puedes comértelos cuando quieras. - Terminó de rellenar el formulario y se lo acercó a Aidan para que lo comprobara. - Ya está todo rellenado, espero que encuentren pronto dueños porque es una pena que nadie se puedan quedar con ellos y estén solos ahora mismo. -
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Mensaje por Aidan G. Cumberbatch Dom Nov 25, 2012 10:48 am

El muchacho se quedó más tranquilo al oírle decir que no los había robado. De haber sido así tendría que haber avisado al sheriff porque robar estaba mal y todo aquel que robaba o incumplía cualquier otra ley debía ir a la cárcel. En cuanto a que la persona que había abandonado a los animales, saber que no había muerto no le hizo sentirse mejor ni peor sino sentirse confuso por las palabras dichas por la mujer, pero entonces comprendió que había utilizado una especie de metáfora. Que hubiese dicho que no tenía corazón no significaba literalmente que no lo tuviera, de ahí que el hombre siguiese con vida. Seguía mareándole que la gente hablara de esa forma pero pronto encontró el momento de que no invadiera su mente confundiéndolo del todo y se centró en darle un formulario que Lorianne debía rellenar.

La primera vez que se lo había visto hacer a Emilie fue un martes por la mañana. Para ser más precisos, eran las 11:30 de la mañana y sabía la hora exacta porque él lo llevaba todo cronometrado. En su agenda tenía apuntado todo lo que debía hacer durante la jornada puesto con la hora y los minutos al lado, y pocas eran las veces en las que no se cumplían a la hora justa. Le gustaba saber siempre qué hora era. Recordaba de aquel día además, qué ropa llevaba puesta la chica y el cliente al que estaba atendiendo. Emilie llevaba unos vaqueros, como casi siempre, y una camiseta básica de un tono grisáceo, y estaba apoyada sobre el mostrador con las piernas cruzadas dándole indicaciones a la otra persona. Ésta otra persona también llevaba pantalones vaqueros pero no eran como los de Emilie porque era un hombre. También llevaba una camisa a cuadros. Aidan le había preguntado cinco veces si podía ayudarlo con uno de los perros hasta que Emilie le dijo, textualmente, “Ahora no Aidan. Espérate cinco minutos”. Y él esperó los cinco minutos a pesar de que la chica había despachado al cliente a los dos minutos, ya que era el tiempo que le había dicho que esperara. Y Aidan era capaz de recordar todo eso y mucho más debido a que su memoria era realmente buena y no importaba el mucho tiempo que hubiese pasado desde momento que tenía que recordar. Su memoria era como una película y fácilmente podía rebobinar hacia una escena en concreto y pausarla describiendo con todo detalle lo que había pasado en aquel momento y qué es lo que allí había.

Gracias. Eres muy amable – La palabra amable no es que le dijera nada porque a él le costaba mucho saber las intenciones del resto de personas, pero era algo que su padre solía decir cuando alguien le daba un regalo así que creyó que estaría bien decirlo – ¿Y puedo compartirlo con mi padre? A él también le gusta el chocolate – añadió cogiendo la cajita que contenía los muffins. Tenía la intención de dejar la caja junto a su merienda, en la sala de descanso, pero dudó. No estaba seguro de haber terminado con Lorianne y tampoco estaba seguro de si podía dejarla sola en la tienda. Además, ella acababa de terminar de rellenar los papeles así que el siguiente paso era coger la caja que contenía los conejos y llevarlos a uno de los kennels hechos para ellos. Al final volvió a dejar la cajita sobre el mostrador – No están solos porque están todos juntos. Además, hay más animales allí así que tampoco estarán solos. Y también estamos Emilie, Katia y yo con ellos a ratos – Así que no, no iban a estar solos por mucho que Lorianne pudiese pensarlo. Claro que el sentido de soledad de Lorianne no era el mismo que el de Aidan en aquel caso. El muchacho permaneció indeciso unos segundos más hasta que se le ocurrió una idea que podría haber resultado descabellada si no fuera porque Lorianne era una persona más o menos conocida para él – ¿Quieres pasar a dejar los conejos conmigo? Así puedes decirles adiós en persona – aventuró.

Jamás en la vida le hubiese preguntado a un extraño que le acompañara porque desconfiaba de ellos, pero Lorianne no era del todo una extraña y no le daba miedo y confiaba un poco en ella. Por otra parte, su padre siempre había dicho que las personas que respetaban a los animales eran buenas personas así que Lorianne debía ser buena persona porque se ponía triste teniendo que dejar a los conejos en la protectora aún cuando ni siquiera eran suyos – Y también puedes pensar cuál de ellos te llevarás – Porque recordaba que había dicho que podía quedarse con uno como mucho. Así pues, dejó que ella cogiera la caja con los conejos, mientras él cogía la de los muffins y se dirigió a la parte que entraba a formar parte de la protectora de animales propiamente dicho pasando olímpicamente del formulario que le había hecho rellenar minutos antes.
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Lun Nov 26, 2012 4:47 am

- No hay de qué, encantada lo hago. - Dijo sonriéndole y le asintió con la cabeza cuando le preguntó si podía compartir los muffins con su padre. - Claro que puedes compartirlos con tu padre, para eso los hice y los traje, para que te los comas y los compartas con quien quieras. - Le volvió a dedicar una amplia sonrisa. Lori tenía por costumbre cocinar dulces siempre, era una de sus mayores pasiones y le gustaba compartir todo los postres que hacía con los demás. Y poco le importaba que ella no probara ni un sólo bocado, puesto que siempre podía hacer más y comer los que quisiera.

Vio como Aidan cogía la caja de los muffins que minutos antes Lori le había dado y ésta dudó sobre que hacer, si irse del establecimiento o permanecer allí jugando con los animales como cada día acostumbraba a hacer. Ya que parecía que Aidan se iba a volver a meter dentro del establecimiento a seguir con su trabajo y la castaña no quería molestarle si tenía cosas que hacer, aunque suponía que no sería una molestia ya que las veces que había ido a la protectora, también había estado Aidan trabajando y el chico no le habá dicho ninguna de las veces que lo estaba molestando con su presecia. Es más, Lori pensaba que los que trabajaban allí agradecían su presencia, porque era una o la única que se pasaba día a día a estar con los animales, ya que no era muy común en los demás habitantes el estar a diario mirando o jugando con los animales que habían allí, ya fuera por trabajo o otras cuestiones.

- Lo sé, pero lo de que estén solos más bien lo decía porque no tendrán dueños ni hogar en el que estar, simplemente permanecerán aquí hasta que encuentren dueño y nunca se puede saber cuando puede pasar eso, ya que no todo los habitantes de este pueblo son tan solidarios y caritativos como yo y las demás personas que le gusten los animales. Hay mucha gente que los abandona y se deshacen de ellos, como la persona que los ha dejado en esta caja en la calle. - Acarició a varios de los conejos mientras que le hablaba a Aidan y sonrió para sus adentros. Le hacía sentirse tan llena la compañía de los animales que no podía explicar esa sensación que tenía cuando estaba frente a algun animal. - ¿De verdad? ¿Enserio que puedo pasar dentro? - Dijo entusiasmada y en su rostro se veía la sorpresa que se había llevado cuando oyó salir de la boca del muchacho la invitación de entrar con él dentro donde se encontraban los demás animales que cuidaban. Asintió con la cabeza a su invitación. - ¡Claro, me encantaría! - Dijo emocionaba mientras que inconscientemente se acercaba a donde estaba Aidan y le daba un abrazo involuntario de agradecimiento. - ¡Muchas gracias, Aidan! Eres un sol. - Después de decirlo, se separó de inmediato del chico, puesto que había sido un acto reflejo pero muy apresurado y Lorianne estaba pensando en que a lo mejor él se lo podría tomar mal y no quería ofenderle con el gesto que había hecho. Al separarse agachó su cabeza y bajó la mirada hacia el suelo, coloreándose así sus mejillas de un color rosado al sentir algo de vergüenza. - Lo siento Aidan, no pretendía ofenderte. Pero me ha hecho mucha ilusión tu proposición. - Le sonrió levemente.

Imitó el gesto de él, cogiéndo también la caja de los conejos y siguiendo a Aidan detrás de él hacia dentro del establecimiento. Miraba de vez en cuando al suelo por si hubiera algún obstáculo en el suelo con el que se pudiera tropezar y caminó ligera sin dejar de perder de vista al muchacho. - ¿De verdad crees que me puedo quedar con uno? Es decir, no es que se me de bien cuidar las cosas, ya que hasta las plantas se me mueren. Y no sé muy bien si se me dará bien cuidar de una mascota, ya que nunca he tenido ningún animal en casa. Más que nada por miedo a que se me muriera.. - Le dijo algo apenada. Estaba claro que Lori no era para nada perfecta y no todo se le daba bien, siempre había cosas que no se le daban bien o que no se entendía. Aunque los animales le encantaban, eso no quería decir que fuera una excelente cuidadora, pero ella seguía pensando que con calma y paciencia siempre se podía conseguir hacer bien las cosas. - ¿Tú qué crees -
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Mensaje por Aidan G. Cumberbatch Lun Dic 10, 2012 11:26 am

Pero ellos no estarán tristes porque mientras esperan a que venga alguien que quiera ser su dueño, éste será su hogar – Y mientras les dieran de comer y cariño aquellos que trabajaban en la protectora los animales estarían estupendamente y no tendrían miedo de que los volvieran a abandonar porque allí jamás abandonaban un solo animal. Se los quedaban a todos y cada uno de ellos hasta que, como bien había dicho él, alguien se llevaba a alguno para ofrecerle un nuevo hogar. Además, allí se tenían los unos a los otros, mientras que si venían personas a llevárselos, los pobres se separarían y nunca más volverían a verse. Eso no le gustaba nada a Aidan. La familia debía permanecer unida es lo que solía decir su padre adoptivo. Pero al parecer, eso no se aplicaba a los animales.

El muchacho no había estado muy seguro en si debía invitar a Lorianne a pasar hacia la zona donde se encontraban los perros y gatos que estaban bajo el cuidado de la protectora, pero cuando lo hizo tampoco esperaba aquella reacción por parte de la castaña. Si hubiese sabido lo que haría a continuación Lorianne, jamás se le hubiese ocurrido tal proposición. Primero la chica pareció cuestionar la veracidad de su invitación, lo cual desconcertó a Aidan – Claro que es verdad. Yo nunca digo mentiras, eso está mal – replicó el joven sin entender por qué muchas veces cuando se le decía algo a una persona ésta preguntaba si era cierto o no, como si creyera que se le estaba mintiendo.

Sin embargo, no fue eso lo que trastocó al muchacho de oscuro cabello. Lo que realmente le perturbó fue que Lorianne se acercará a él efusivamente y lo abrazara. Él odiaba que lo tocaran, incluso el mínimo roce con otra persona lo ponía nervioso, por lo que de los abrazos mejor ni hablar. Por eso mismo, el abrazo de Lorianne hizo que se quedara rígido en el sitio y no la escuchara cuando ésta se disculpó por su acto impulsivo. No la escuchaba porque había comenzado a enumerar mentalmente los números primos para intentar relajarse y olvidarse de lo sucedido. Sydney le había dicho en varias ocasiones que si sucedía algo que no le gustaba y que le hacía enfadar o ponerse nervioso, tenía que contar hasta diez, veinte o hasta el número que fuese necesario para tranquilizarse y así no pegar a nadie para no hacerle daño. Porque su primer acto reflejo cuando alguien lo tocaba era darle un empujón o pegarle, cosa que estaba mal hecha según Sydney y su padre. Una vez se hubo calmado cogió la caja con los muffins que le había regalado Lorianne – No me gustan los abrazos – dijo, y cruzó la puerta de la tienda que daba a la parte donde se encontraban los animales. Todo ello en silencio y algo apartado de la muchacha, no fuera que volviera a abrazarle de forma inesperada. También sin decir palabra se fue a la sala donde se sentaban a descansar y merendar para dejar los muffins a buen recaudo. Cuando salió de allí se reencontró con Lorianne y comenzó a caminar en dirección a los kennels hasta detenerse frente a un parque especial para roedores tales como conejos o cobayas.

Puedes meterlos aquí. Ésta será su nueva casa hasta que encuentren otra – fue lo único que dijo antes de volverse a ir y dejar allí a Lorianne. Sin embargo, volvió a los pocos minutos con comida y agua para los animales – El heno es su comida favorita aunque también hay que darles pienso, ¿quieres dárselo tú? – preguntó dejando el heno entre ambos para que la castaña pudiese cogerlo y dárselo a los animales. Mientras, él colocaba el bebedero con agua fresca. Al terminar se quedó observando a los animales que inspeccionaban el nuevo lugar en el que se encontraban y se preguntó si se sentirían igual de confusos que él cuando las cosas eran nuevas o no estaban en el lugar de siempre – ¿Ya sabes cuál te quedarás? Yo quiero un perro. Se lo pediré a mi padre por Navidad porque así no podrá decirme que no, pero tiene que ser uno de aquí. ¿Quieres verlos? Son muy buenos y son fáciles de entender – añadió mientras esperaba algún tipo de respuesta por parte de la joven girándose hacia ella aunque sin mirarla a los ojos.
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Lun Dic 17, 2012 3:34 am

Quizás no tendría que haberle dado el abrazo a Aidan, porque de saber antes que se pondría así ni se le hubiera pasado por la cabeza, pero es que así era Lori y más cuando le proponían o le decían algo que le hacía mucha ilusión. No podía evitar ser tan cariñosa y menos con las personas que le caían bien como el muchacho, pero en esos momentos estaba pensando en que para la próxima evitaría ser tan cariñosa, al menos con el auxiliar de la protectora.

- Ya te dije que lo siento, no volverá a ocurrir. - Le dijo mientras que lo seguía hasta dentro del establecimiento.

Siguió dándole vueltas a todo cuando Aidan se había metido en una sala, que al parecer de Lori no debía de ser otra que la sala de descanso, puesto que era una de las pocas puertas que habían dentro y la otra era la que daba a la sala con los animales. Tenía un debate en su cabeza, pensando en que hubiera sido mejor que hubiera dejado a los conejos allí y se hubiera ido después, porque así al menos no hubiera pasado todo lo demás y se habría ahorrado el tener que quedar mal ante el auxiliar. Pero por otra parte no era tan malo, ya que había ayudado a los pequeños animales con los cuales se encontraba ahora prácticamente en sus brazos, sujetando la caja y sonriendo mientras que los miraba. Eran tan bonitos que la castaña no se podía resistir a acariciarlos, le encantaban los animales y los pequeños aún más todavía. Cuando vio salir a Aidan lo siguió hasta donde él se detuvo y pudo comprobar que la había llevado hasta donde estaba el lugar de los roedores, dejó la caja en el suelo y fue sacándolos uno a uno y acomodándolos en la zona donde tenían que estar mientras que Aidan volvía a desaparecer de su vista. Al parecer al muchacho le gustaba aparecer y desaparecer al mismo tiempo, seguro que el misterio era una de sus pasiones. Aunque no le dio mucha importancia a eso, ya que ella estaba acompañada de los animales y en ningún momento se iba a sentir sola.

Hizo un amago de una pequeña sonrisa cuando él volvió con comida y agua para los pequeños roedores y le asintió levemente con la cabeza a la pregunta de si quería darles de comer. - Claro, así practico para dárselo al que me quede. - Cogió el heno que él había dejado cerca y fue dándoselo a cada uno de los conejos. - Sí, este. - Le dijo al mismo tiempo en que con el dedo señalaba al que minutos antes lo había tenido en brazos, era su favorito aunque los otros también le gustaban. Pero aquel conejo en especial parecía que también la había elegido a ella porque todo el rato en que lo había tenido en sus brazos, el conejo no había parado de olfatearla cosa que los otros si quiera le habían hecho mucho caso a la castaña. - Parece que le caído bien. - Dijo sonriendo levemente y le volvió a asentir cuando dijo que los perros eran buenos y fáciles de entender. A su parecer todos los animales eran buenos y puros de corazón, aunque la demás gente que no le gustaban los animales no pensaran lo mismo.

- Mejor otro día, creo que es mejor que me vaya. No quiero seguir molestando.. - Acarició al conejo que pensaba llevarse, sin dirigirle en ningún momento la mirada a Aidan. No quería que volviera a pasar nada que le molestara al muchacho, así que si lo mejor era irse, eso haría.
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Mensaje por Aidan G. Cumberbatch Sáb Dic 29, 2012 8:27 am

Después de colocar el bebedero para los conejos se quedó observándolos unos segundos y luego miró cómo Lorianne le daba un poco de heno a cada uno de ellos. No entendió demasiado bien por qué dijo que aceptaba darles de comer para practicar, ya que Aidan no creía que fuese tan complicado dar de comer a unos animales como para tener que ensayar; aunque también era cierto que había personas que no sabían hacer nada y tardaban mucho en aprender una cosa, desde su punto de vista, simple. Por ejemplo, las matemáticas. Para él no guardaban ningún tipo de misterio y se le daban muy bien y, sin embargo, la mayoría de las personas eran incapaces de resolver problemas que eran de lo más sencillo. Ignoraba la clase de persona que Lorianne en ese aspecto porque no es que hubiesen hablado demasiado, pero tampoco la creía tonta.

Al momento de preguntarle si ya sabía cuál de todos los conejos se quedaría finalmente Lorianne respondió señalando a aquel que había mantenido en brazos cuando el chico fue a avisarla de que Emilie no estaba y no podía atenderla – Éste – repitió Aidan ladeando la cabeza para fijar la vista en el roedor. El joven no dijo nada cuando Lorianne comentó que parecía haberle caído bien al animal, ya que él no estaba seguro de que lo conejos llegaran a ese nivel de comprensión como creía que hacían los perros y tampoco quería desilusionarla si realmente pensaba eso. Entonces él comentó que le gustaría tener un perro y le preguntó también si quería verlos. Había esperado que aceptara su invitación, ¿qué motivos tenía para decir que no? Como él decía, los perros eran muy buenos y no eran complicados como los humanos, pero Lorianne rechazó la invitación diciendo que otro día tal vez pudiese ser – ¿Qué otro día? – preguntó el muchacho esperando que dijera una fecha concreta –él siempre lo tenía todo bien programado– pero entonces escuchó el resto de la frase y se quedó confundido – ¿Molestando?

Desconocía la razón por la cual la castaña decía eso de que no quería seguir molestando porque de haber estado molestándolo no la habría llevado hasta allí ni habría seguido con ella, sino que se habría marchado a hacer lo que tenía que hacer y muy posiblemente le habría dejado claro que su presencia era molesta e indeseada, pero que él recordase –y su memoria era muy buena, por no decir infalible– no le había dicho nada de eso porque no le molestaba en absoluto. El joven permaneció en silencio pensando en ello. En ocasiones su padre le intentaba hacer comprender que a veces decía o hacía cosas que eran inapropiadas y que las personas de su alrededor podían molestarse, como él cuando tocaban sus cosas y no las dejaban en su sitio. ¿Se había enfadado Lorianne? No parecía demasiado alegre y en aquel momento evitaba mirarlo, cosa que a él le gustaba porque le resultaba incómodo cuando las personas miraban a la cara (razón por la que él no lo hacía), pero que según había observado las personas solían hacerlo a veces cuando estaban tristes o molestas y no querían saber nada de uno.

Aidan rebobinó sus recuerdos hasta el momento en que escuchó a Lorianne entrar en la tienda. Había estado llamando a Emilie para que atendiera a Lorianne y como no aparecía, finalmente fue él a avisar a la chica de que Emilie no estaba. Después de eso la castaña había dicho que no se preocupara porque seguramente él podría ayudarla y le había explicado lo ocurrido con los animales, él le había hecho rellenar unos papeles mientras que ella le ofrecía un paquete que contenía muffins. A continuación, lo que ocurrió fue que la invitó a pasar con los roedores en lugar de llevárselos él y que ella se marchara, y entonces Lorianne lo abrazó. El abrazo le hizo sentirse incómodo y ella pareció percibirlo cuando se apartó pero él le hizo saber que no le gustaban los abrazados. Después de eso habían ido a la zona donde se encontraban los animales sin decir palabra y desde entonces Lorianne parecía haber cambiado en su actitud. Luego, una vez instalaron los conejos en el lugar donde quedarían hasta que lo adoptaran, Aidan había dejado que Lorianne les diera de comer heno le preguntó cuál se quedaría y si quería ver a los perros. Y eso era lo último que sucedió desde que Lorianne entrara a la tienda porque lo siguiente era que ella había dicho que lo mejor sería que se marchara porque no quería seguir molestando. Por lo tanto, había dos posibilidades por las cuales Lorianne quisiera marcharse y estuviera menos contenta: La primera que se había enfadado con él por haberse molestado con el abrazo que le había dado y la segunda, que no le gustaban los perros y prefería irse a verlos.

¿No te gustan los perros? – Para Aidan era incomprensible que a alguien no le agradasen los canes, porque a él le gustaban mucho y tenía serias dificultades para entender que no todo el mundo compartía sus mismos gustos, debido a que le era complicado imaginar que las otras personas eran un individuo con sus propios pensamientos y gustos, pero con los años fue aprendiendo. Luego de escuchar su respuesta le preguntó la siguiente cuestión – ¿Estás enfadada porque no me gustó el abrazo?
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Miér Ene 09, 2013 9:30 am

- No sé, tal vez otro día que tenga libre y pueda pasarme por aquí. - Después de lo que antes había pasado tampoco es que tuviera muchas ganas de ir constantemente a la protectora como acostumbraba a hacer a diario, siempre y cuando podía. La próxima vez se iba a pensar más el visitar la protectora si estaba Aidan, antes de entrar comprobaría si el muchacho estaba y si no estuviera entonces sí que entraría, ya que no quería pasar por la misma situación que estaba pasando desde que había puesto un pie dentro del establecimiento. - Sí, no quiero molestarte si tienes que hacer tu trabajo. No quiero que te echen la bronca por estar entreteniéndote conmigo. No me gusta molestar cuando está la gente trabajando. - Una parte de lo que estaba diciendo era cierto, pero la verdad es que por otra parte prefería irse porque no quería seguir sintiéndose mal como se estaba sintiendo en ese momento, por el comportamiento que estaba teniendo él con ella. ¿Acaso no se paraba a pensar cómo le podía sentir lo que decía a Lori? No, definitivamente no se había puesto a pensar cómo se estaba sintiendo la joyera.

- Si me gustan los perros. - Le dijo seria, no tenía ganas de sonreír ni mucho menos de fingir una sonrisa falsa. Qué más daba ahora si le gustaba los perros o los gatos o cualquier otro animal, lo único que podía importar en ese momento era el cómo se sentía Lori. Porque cualquiera que la conociera o no, sabía cuando le pasaba algo y cuando no, porque su cara era como un libro abierto y enseguida se notaba su estado anímico. Pero estaba claro que al auxiliar de la protectora no sabía diferenciar el estado de la joyera. Negó con la cabeza ante la última a pregunta de Aidan. - No es por eso, pero no importa. Será mejor que me vaya, tengo cosas que hacer.. - Dicho esto se iba a encaminar hacia la salida de la tienda, cuando no había dado un paso su vista se fijó en algo pequeño que iba andando por el suelo. - ¡¿Pero qué..?! ¡No, no! - Sus ojos se pusieron como platos al ver que los pequeños roedores que ella había dejado segundos atrás en el sitio donde tenían que estar, ahora caminaban de un sitio a otro de la habitación donde estaban los animales. Se agachó para cogerlo y se giró en dirección a Aidan. - ¡¡Pero cógelos, no te quedes ahí parado!! -Le dijo a Aidan mientras que ella intentaba coger a los demás.

Cuando Lori había cogido al que parecía ser el último de los que ella había visto, miró a Aidan aunque fueron dos segundos los que su vista había estada fijada en él, porque segundos después cuando el muchacho se acercó a su lado a dejar los roedores que él había atrapado, Lori desvió la mirada para ver que estaban todos en su sitio. Una idea paso fugazmente por su cabeza y alargó la mano para coger una cantidad de heno para después tirársela a modo de broma al auxiliar. - Deberías de estar más simpático y amable, no me gusta que estés serio ni borde. Señorito me enfado porque no me gustan los abrazos. - le dijo riéndose sin dejarlo de hacer en ningún momento. Esperaba que el muchacho no se enfadara con ella y que ésta vez fuera algo más amable que lo que antes había sido.
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Mensaje por Aidan G. Cumberbatch Sáb Ene 26, 2013 2:34 am

¿Me avisarás? Así lo sabré – De ese modo no se llevaría ninguna sorpresa ni tendría que cambiar nada de su agenda porque ya estaría allí bien apuntado que Lorianne se pasaría por la protectora a hacer una visita. Y no es que le fuera a molestar concretamente que la castaña se pasara por allí sin avisar, porque le desconcertaría incluso si lo hacia su padre, el cual apenas ya pasaba a ver qué tal le iba. Todo se debía a su obsesión, por decirlo de alguna manera, de querer hacer siempre lo planeado y no salirse de lo estipulado.

Después de que Aidan preguntara aturdido por qué decía que estaba molestando y mientras este recordaba todo lo que le había dicho a la castaña buscando el momento inexistente en que dijo algo así, Lorianne explicaba que no quería que le dieran una reprimenda por entretenerse con ella y que no le gustaba molestar a las personas cuando estaban en el trabajo. El muchacho no dijo nada al respecto porque no sabía qué decir y empezaba a tener sospechas de que la chica se había molestado con él por algo que pudo haber dicho sin haberse dado cuenta como tantas veces antes. Así, el joven le hizo las dos preguntas que podían ser las razones del posible enfado –no estaba del todo seguro de que aquella fuese la emoción que estaba experimentando– de Lorianne. Para su contento, a la joyera sí que le agradaban los canes, lo cual era lógico según él por las aptitudes que les atribuía a aquellos animales. Por otra parte, el hecho de que hubiese rehusado el abrazo que le había plantado tampoco era la causa de tan repentino cambio según sus palabras, por lo que Aidan le restó importancia y dejó de darle vueltas al asunto para no acabar mareado.

Recuerda que tienes que avisarme antes de venir. Adiós – dijo levantando un poco la mano y moviéndola en señal de despedida. Acto y seguido Aidan se dispuso a seguir con lo que debía hacer cuando oyó a Lorianne decir algo, lo que hizo que el joven diese media vuelta sin comprender. Entonces ésta le gritó y bajó la mirada para encontrarse con que uno de los conejos que Lorianne había traído correteaba a sus anchas y no solo ese, sino todos. El muchacho se quedó parado tratando de entender qué hacían fuera porque él creía haber dejado bien cerrado el sitio donde se alojaban aquel tipo de animales, pero cuando uno de los conejos pasó dando saltitos a su lado intentó atraparlo para devolverlo a su sitio. No obstante, éste fue mucho más rápido que el chico y salió corriendo dejándole con las manos vacías. De haberse tratado de perros tan solo con llamarles habría bastado para reunirlos pero los conejos no eran perros y como no eran perros no obedecían e iban donde querían. Tardaron unos cuantos minutos en atraparlos a todos y encerrarlos en el parquecito, siendo Aidan quien cogió al último de todos. El muchacho estaba comprobando que esta vez estuviese todo bien cerrado para que no volviese a ocurrir ese incidente cuando de pronto Lorianne le tiró heno. El chico se llevo las manos a la cabeza para comprobar si tenía heno en el pelo y así era. No entendió muy bien por qué la chica había hecho esto pero como ella reía a él se le contagió un poco su risa y la imitó tirándole también algo de heno. Sin embargo, cuando Lorianne volvió a abrir la boca Aidan tornó a su posición habitual.

No sé, no sé cómo estar simpático o amable – él apenas entendía el concepto de esas palabras. Tampoco era consciente de que muchas veces era brusco o cortante porque no era capaz de ponerle el énfasis adecuado a las frases, ni de acompañar sus palabras con gestos que ayudaran a hacer comprensible sus ideas y pensamientos – Tengo autismo de alto funcionamiento, treinta y dos en la escala CARS. Mi cerebro tiene una organización diferente – añadió repitiendo las palabras que le dedicó su padre la primera vez que le preguntó por qué era diferente. Luego se quedó un rato en silencio preguntándose qué era aquello tan gracioso que había hecho reír a Lorianne, si se trataba de un chiste que había hecho porque no le gustaban los abrazos –y que él no entendía- o si se reía de él por el simple hecho de no agradarle esto último. Había observado que a las personas les gustaba darse besos y abrazos. Su padre también solía dar muchos abrazos y al principio a Aidan no le gustaba nada que intentara rodearle con los brazos, aunque le había enseñado que de una persona querida un abrazo no era tan malo así que ya no le molestaba que su padre quisiera abrazarlo antes de que uno de los dos se fuese a algún sitio – Levanta la mano derecha y abre los dedos formando un abanico – dijo levantando su mano izquierda y abriendo los dedos. Esperó a que Lorianne le hiciera caso y juntó sus dedos con los de ella – Cuando quieras abrazarme haremos esto porque a mí no me gustan los abrazos – Y sonrió feliz de que se le hubiese ocurrido algo para que la chica pudiese abrazarlo cuando quisiera sin necesidad de rodearle con los brazos, ya que a él le incomodaba el contacto.
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Sáb Feb 16, 2013 5:01 am

Se estaba riendo tanto que le estaba empezando a doler la barriga y se había tenido que colocar una de sus manos sobre ésta, como intentando que no se le saliera o le dejara de doler. Alargó una de sus manos para ayudar a Aidan a quitarse el heno del pelo, cuando el muchacho le devolvió la broma pillándola desprevenida. Abrió la boca en señal de sorpresa y puso los ojos en blanco a modo de enfado aunque segundos después se volvió a reír, mostrándole al auxiliar que ella solo estaba de broma y a pesar de como era Aidan, ella se estaba divirtiendo. Pero su risa cesó cuando escuchó decir al muchacho que no sabía como estar simpático o amable y que tenía autismo de alto funcionamiento. La verdad era que Lori había visto algo diferente en Aidan pero para nada se podía llegar a imaginar que tendría autismo o que le costara asimilar o entender cada palabra y acción que las demás personas que se podían considerar normales, entendían a la perfección. Suspiró, bajando la mirada hacia el suelo a modo de vergüenza.

- Lo siento, no sabía nada de eso. Siento si en algún momento te he ofendido o he dicho alguna cosa que te haya podido sentar mal. - Se disculpó aunque no sabía con exactitud si habría dicho algo que a ojos de él estaba mal visto o le habría podido herir. - Pero en ningún momento he querido decir las cosas para ofenderte.. yo simplemente soy amable contigo porque me caes bien y me pareces una persona diferente a las demás, pero no es por lo que te pasa, si no porque me tratas diferente a los otros y me siento bien con tu presencia. - Subió la mirada para dar con los pequeños roedores que minutos atrás habían estado recogiendo y en su cara se le dibujó una sincera sonrisa. Todo lo que estaba diciendo era de corazón y por mucho que los demás pudieran pensar que todo lo que decía la castaña eran tonterías, lo decía de verdad.

Levantó su mano derecha y abrió los dedos, tal y como le dijo Aidan, sin dejar de mirar perpleja todos los movimientos que él hacía. Ya que no quería volver a sentirse mal por lo que ella pudiera hacer y como pudiera hacer sentir al muchacho. Le sonrió fingidamente cuando le dijo que cuando quisiera abrazarlo hiciera eso y tras unos segundos después de que juntaran sus manos, Lori apartó delicadamente su mano de la de él. Llevando sus manos hasta sus brazos para abrazarlos como a modo de protegerse.

- Está bien.. pero quiero que sepas que estoy para ayudarte a todo lo que no entiendas o comprendas y te ayudaré también en cuanto a lo de ser amable y demás. Si quieres claro.. - Estaba claro que no lo iba a hacer si él no estaba de acuerdo, por nada del mundo iba a hacer algo en contra de alguien.
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Mensaje por Aidan G. Cumberbatch Sáb Mar 30, 2013 10:10 am

Yo no lo siento – respondió el muchacho ante la disculpa de Lorianne. Y, en efecto, así era. Aidan no pensaba que lo que le ocurría fuese algo malo ni se sentía mal consigo mismo, al contrario. Poseía una mente prodigiosa que le permitía rememorar todas las cosas vividas tal y como sucedieron sin saltarse ningún detalle, era un genio en matemáticas y las ciencias era otra cosa que se le daba bastante bien, cosa que muchos no podrían decir. Por tanto, para él no era tan malo ser como era. Además, todas las personas del mundo tenían necesidades especiales pues algunos necesitaban de cristales especiales para ver bien, mientras que otros precisaban el tomar pastillas para controlar algún tipo de enfermedad y, luego estaba la dificultad de aprendizaje. Aprender idiomas no era fácil así como la teoría de la relatividad. Así pues, tanto unos como otros tenían alguna que otra dificultad en su vida, no siendo él el único – Con tu presencia – repitió.

Fue entonces cuando ideó la forma en que pudiese abrazarse y se la contó a Lorianne, la cual le siguió el juego. En el momento que la joven apartó su mano, él hizo lo propio y aunque pareciera que no estaba mirando ningún punto en concreto se estaba fijando en que la chica se llevó sus manos a los brazos como si tuviera frío o algo – ¿Te duele? – preguntó el muchacho acercándose ligeramente a ella aunque procurando que siguiera existiendo espacio entre ellos. No sabía por qué Lorianne había hecho eso y lo único que se le ocurrió es que algo le pasara.

La doctora Watson me ayuda. Es buena, me gusta – Sydney Watson era de las pocas personas en las que confiaba y que no le incomodaba su presencia. Aidan pensó en lo que le acababa de decir la joyera – ¿A conducir también? Papá no me deja conducir, pero yo quiero conducir – Esa era una de las pocas preguntas que hacía una y otra vez aún sabiendo cuál era la respuesta y es que Aidan muchas veces deseaba poder sentarse en el asiento piloto de un coche y conducirlo tal y como lo hacían el resto de personas. Era un fascinación que tenía y una de las muchas cosas que no le permitían realizar, pero tal vez Lorianne sí que le dejase porque había dicho que le ayudaría a ser amable y demás, y eso de demás implicaba todo lo demás, por tanto el ayudar a conducir estaba incluido en ese demás según el cerebro del chico – Se enfada cuando me siento en su asiento del coche mientras le espero. Se enfada porque cree que voy a conducir, pero nunca lo hago porque no me ha dado permiso – le explicó el chico como si aquello pudiese interesarle a Lorianne.
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Mensaje por Lorianne S. Signoret Lun Abr 08, 2013 2:21 am

No supo que decir cuando el auxiliar dijo que no lo sentía como Lori, así que lo que hizo la castaña fue quedarse callada e inmóvil en el mismo sitio que estaba. En ningún momento ella lo había dicho para que le sentara mal ni para que le molestara, simplemente se lo había dicho para que supiera que porque él fuera diferente los demás, eso no era un problema para la castaña. Ella iba a seguir visitándole, hablandole y relacionandose con él igual que desde todo el tiempo que lo hacía, hasta iba a ayudarle en todo lo que estuviera en el alcance de la joyera. Le asintió con la cabeza cuando él volvió a repetir lo que minutos antes Lori le había dicho, reafirmando lo que ella pensaba.

Fue entonces cuando él la vio abrazarse sus brazos, lo que le hizo preguntarle si le dolía lo que estaba haciendo. - No me duele, sólo tengo un poco de frío. - Le dijo mientras que le asentía con la cabeza al mismo tiempo en que le hablaba. Lo vio acercarse un poco más a ella, y Lori lo imitó; acerándose más a él y volviendo a repetir el gesto que le había dicho el muchacho para cuando quisiera abrazarlo. Pero ésta vez no quitó su mano como había hecho antes, sino que la había dejado puesta sobre la de él mientras que le seguía contestando a todo lo que Aidan le decía. - Sí, a mi también me ha ayudado mucho y me sigue ayudando cuando puede. Pero quiero que sepas que conmigo también puedes contar, si está al alcance de mi mano, claro. - Le sonrió asintiéndole con la cabeza a lo que le había preguntado sobre si le ayudaría a conducir. - Pero será nuestro pequeño secreto, nadie debe de saber lo que hacemos; si no se lo dirán a tu padre. ¿Y a que no quieres que se acabe enfadando porque se entere? - Se rió divertida y le echó una mirada cómplice al auxiliar, como si de algo planeado se tratase o como si estuvieran planeando robar un banco; aunque su plan más bien era algo temerario el dejar a alguien que no sabía conducir y que no había cogido nunca un coche, porque podrían acabar estrellados pero ya estaba Lorianne para intentar que no ocurriera. - Pero será otro día, porque ahora debo irme, Aidan. - Se dirigió al pequeño parque de los roedores, donde habían dejado los conejos y se fijó en el que se había vuelto su favorito desde que lo había traído a la protectora. - Creo que he hecho un amigo, así que no puedo resistirme a llevarmelo a mi casa. ¿Me ayudas a coger las cosas para llevarmelo? -

No tardaron mucho tiempo en coger al conejo, ponerlo en una jaula, llenarla de comida con agua y cubrir el suelo de la jaula con paja para que estuviera cómodo. Cuando ya estaba todo listo, Lorianne se despidió del joven auxiliar y salió de la tienda dirigiéndose a su casa junto a Mr. Whiskers, el conejo que había adoptado como mascota.
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