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Mensaje por Malcolm A. Lynch Vie Jun 29, 2012 10:39 am

Aquella mañana se había levantado de la cama bien temprano, o más bien se había incorporado. Era un domingo, sobre las siete de la mañana, a aquellas horas en la calle todavía reinaba el silencio. Malcolm se había llevado una mano a la frente, recordaba haber tenido una pesadilla, aunque no sabía exactamente de qué, en ocasiones odiaba su memoria. Después de unos segundos perdiendo su vista en sus pies, decidió que sería más entretenido al menos mirar por la ventana. Vivía algo apartado del resto de viviendas, y desgraciadamente el reloj del ayuntamiento no le quedaba al alcance de su visión. Aún así había muchas cosas en las que prestar su atención: el banco, la farola, el banco, la farola, el banco, la farola, el banco, la farola, el perro, el banco, la farola, el banco, la farola, el banco... Espera, ¿el perro?

Malcolm sacudió sutilmente la cabeza, pensando que era cosa de su imaginación (no sería muy raro), pero no; al parecer a una muchacha se le había escapado el perro, y pedía a gritos que alguien se lo cogiera antes de que pudiera perderlo, pues estaba fuera de control. Seguramente se trataría de un cachorro recién adquirido.

Sin pensarlo mucho, aquel muchacho, hombre, o lo que Dios quisiera que fuese, cogió su chaqueta supuestamente formal y arrugada y salió de casa para ayudar a aquella adolescente. Con un poco de suerte y la agilidad de Malcolm, llegaría a coger el perro antes de que llegara a la carretera y pudiera ser atropellado, con mucha mala suerte. Pero Lynch ya había aprendido que la suerte no se debía dejar al azar.
La chica seguía pidiendo ayuda, y Malcolm empezó a correr, dejando a la joven atrás y centrándose en el chucho. Se trataba de un cachorro de pastor alemán o algo semejante, y casi justo antes de perder ya el aliento, en el último sprint, Malcolm logró cogerle de la correa y hacerlo frenar. El animal empezó a ladrar, contento porque no era ni consciente de lo inconsciente que era.

- Gracias... - agradeció la muchacha con algo de timidez, sonriendo a Malcolm.

- No hay de qué... - contestó el joven una vez pudo coger aire para hablar, aún con un brazo en las costillas, pero con una sonrisa. Al menos había hecho algo bueno ese día. Luego frunció el ceño al ver que la muchacha se metía la mano en un bolsillo y seguidamente le entregaba unas monedas.

- Es lo único que tengo ahora para agradecerte, yo...

- ... Oh, no... Te lo agradezco, pero mi mayor recompensa es verte sonreír. Creo que tú le darás un buen uso a esas monedas. Espero que... tengas un buen día. - le dijo escuetamente, dando unos pasos hacia atrás con una gran sonrisa en el rostro, hasta darse la vuelta y comenzar a andar por la calle y el parque por el que se habían adentrado al buscar el perro. La joven se quedó algo extrañada, pero Malcolm desapareció sin más, dándole su típico aire de misterio a su ser. Sí, realmente había dos cosas más importantes que nada en aquél mundo; Emie. ¿Había dicho dos cosas? Oh, bueno... Ya se acordaría de la segunda.

Aún era muy temprano. ¿Y qué podía hacer a esas horas a parte de disfrutar de la brisa matutina? Bueno, por lo pronto se daría un paseo por la tranquilidad, en ocasiones se le hacía algo pesado ir por el centro y que alguna mirada extraña se posara en él, y habían personas muy cargantes que hablaban con él pero no se enteraban de nada. ¿Tanto costaba entender lo que decía? Ni que hablara chino...

Pensando y caminando, al final llegó hasta la zona del parque, no muy lejos del mar de Storybrooke. Le gustaba esa zona, le proporcionaba esa cierta paz que necesitaba en muchas ocasiones, el silencio, la soledad... Cosas que tanto podían volverte loco, como salvarte de la propia locura.
Después de perder su vista unos largos minutos en la arena, la alzó hasta el horizonte; siempre se preguntó lo que habría más allá, no entendía como aún no había tenido la iniciativa de comprobarlo por sí mismo... Aunque quizás... Iba más allá de lo terrenal. Miró al cielo; aún habían cosas que no tenían explicación alguna... O quizás sí...

- ¿A qué olerán las estrellas?... - preguntó en voz alta, observando como la última estrella se fundía en el cielo azul celeste al que ya se había dado paso aquella mañana de domingo.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Sáb Jun 30, 2012 5:26 am

- No sé a qué olerán las estrellas, pero si sé a que huele esto – La morena se plantó delante de Malcolm con una cesta tapada con un pañuelo a cuadros rojos. Una sonrisa plasmada en su rostro y unos cuantos mechones rebeldes escapando de la coleta que se había hecho a primera hora de la mañana. De no ser por la cesta que sujetaba con ambas manos por delante de su cuerpo, se diría que acababa de llegar de hacer footing. Algo que hacía todas las mañanas de los fines de semana. Eso o darse un chapuzón en la playa y nadar un rato.

Aquel día por ende llevaba un chándal de color melocotón que en cierto modo contrastaba con el cabello negro que tenía recogido en una coleta alta con una goma del mismo color que sus ropas. Si para algo era meticulosa era para combinar la ropa que llevaba puesta cada día. Una manía, pero al menos ella consideraba que era una buena manía. ¿Si no donde quedaba la armonía de una misma? Se quedó mirando unos segundos a su amigo antes de sentarse en el suelo, cruzando las piernas.

Sí, esa era otra de las peculiaridades de Savannah. Le daba igual sentarse en el suelo. ¿Mancharse la ropa? No importaba... Se podía limpiar, ¿no? - Iba camino de tu casa para llevártelo, pero... Te vi aquí y me acerqué – Explicó desviando la mirada al mar. Le gustaba aquella visión. Bueno, en realidad le gustaba cualquier visión que llevara consigo naturaleza. Tanta contaminación del medio natural la crispaba y el modo como trataban a la fauna aún más. – ¿Qué haces aquí tan temprano? – Claro que lo mismo se le podía preguntar a ella. Suerte que los manjares que le llevaba a Malcolm los había elaborado la tarde anterior, sino, tendría que haberse levantado mínimo a las cinco de la mañana si quería hacer la pasta, hornear, salir a correr, volver a casa, tomar la cesta e ir hasta casa de Malcolm, que además de todo vivía apartado.

A veces se había preguntado que se sentiría viviendo tan apartado. En el fondo sabía que a ella, estar más en contacto con la naturaleza, que con toda la contaminación acústica que suponía vivir en Storybrooke (no quería imaginarse en una ciudad), le habría fascinado. Se podría decir que en parte se hubiese sentido en casa. Un sentimiento que por más que lo pensaba se le antojaba raro y la hacía reír. Como en ese momento, que soltó una risita por lo bajo que terminó en una sonrisa que quedó plasmada en su rostro.

- ¿Sabes? ... A veces tengo sensaciones extrañas. Como que estaría más cómoda viviendo en una cabaña en medio del bosque. O en una zona sin tanto ruido. Sin coches, sin tecnología... como en la antigüedad. Al segundo siguiente me digo a mi misma que es una tontería. Que menudas cosas tengo en la cabeza... ¡Hasta me río de mí misma! Como ahora... – Volvió a reír unos segundos antes de ponerse seria.

De haber estado con otra persona no habría dicho eso. Ni siquiera se lo había comentado nunca a Robert. Habría dicho que estaba completamente loca.

- Por cierto... ¿No sientes curiosidad por saber que te he traído esta vez? – Una sonrisa divertida apareció en su rostro mientras extendía la mano hasta el pañuelo a cuadros, incluso tomándolo por una de sus puntas, como si fuese a destaparlo y mostrar su contenido. Lo hizo lentamente y aunque todo indicaba que Malcolm iba a saber que había. Al final soltó la punta, con sus ojos marrones clavados en él, esperando una respuesta. Como le divertía crear suspense...
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Mensaje por Malcolm A. Lynch Mar Jul 03, 2012 10:59 am

Una voz lo despertó de sus pensamientos, se había quedado alelado observando el infinito, e incluso por un momento pensó que una voz omnisciente le había respondido, hasta que miró con los ojos algo más abiertos de lo habitual a Savannah, que se había plantado frente a él. No esperaba verla allí, pero ensanchó una sonrisa ya más relajado, pues la presencia de aquella conocida y hermosa mujer siempre le era grata. Observó la cesta que llevaba entre manos, cubierta por un pañuelo tipo picnic a cuadros. Se alegró de que se tomara su tiempo para estar con Malcolm, sentándose incluso al lado de éste. El joven no sabía exactamente por qué, pero no se cansaba nunca de mirarla a los ojos, y esa sonrisa que solía portar con ella descongelaba hasta al más frío de los corazones.

- Oh, vaya, gracias... Sabes que me encantan tus dulces, me alegran el día... Es como si me dieran un poco más de... - iba a decir algo importante, pero realmente se había atascado y no lo recordaba. Frunció el ceño mientras tenía los ojos clavados en la cesta, y las palabras no salían - Ahm.. de... no recuerdo... Bueno, ya sabes que no soy especialmente bueno en decir cosas bonitas - sonrió con algo de nerviosismo. Bajó la mirada pero luego la volvió a alzar hacia los oscuros ojos de Savannah - Pero... Te portas tan bien conmigo... - sonrió con algo de melancolía, pero se animó ante la pregunta de su amiga - Hoy me desperté temprano, salí a la calle al ver a una chica que estaba en apuros debido a que su perro había huido, y después de recuperar su mascota decidí dar un paseo, hasta que terminé aquí. Me gusta la brisa marina que se respira, me hace sentir bien, como los árboles cuando las brichas tejen su tela de mendriga en ellos. - afirmó convencido, aunque no sería extraño que Savannah estuviera dándole vueltas a qué demonios era un "bricha". - ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí a estas horas? He de afirmar con rotundidad que el chándal que llevas color melocotón junto con tu cabello y el peinado que luces, queda estupendo.

Si había algo en lo que Malcolm lucía de ser experto, era en moda y confección, o eso creía él mismo, pues para el resto de la gente, el estilo y sentido de la moda que tenía era de lo más hortera y bizarro. Así estaba; más solo que la una. Aunque no era del todo cierto; teniendo amigas como Savannah, ¿quién necesitaba pedir más?

Se le contagió la gran sonrisa de la joven, a la cual decidió escuchar. Bueno, Malcolm ya sabía más o menos como era la vida que ella parecía anhelar. En parte tenía razón, pues no había cosa más agradable que vivir sin ruido de la gente, ni coches, respirar aire puro... Y descansar un poco de tanta tecnología. Pero la verdad es que le sorprendió un tanto que Savannah confesara tal cosa.

- ¿Te molesta la ciudad? - preguntó curioso - A veces es recomendable reírse de sí mismo, la seriedad nunca es buena - ¡y que se lo dijeran a él! - ¿Pero sabes qué? No me parece una idea tan descabellada. En ocasiones es bueno desconectar, aunque estar conectado tampoco va mal, vivir apartado trae sus consecuencias.

Observó como Savannah dirigía una de sus manos al pañuelo que cubría la cesta, el cuál tomó por una de las puntas y empezó a deslizarlo sutilmente. Creía que iba a destaparla, pero una vez más la señorita Monroe parecía volver a sus misterios, cosa que a Malcolm le gustaba, hacía ejercitar mucho más su propia mente intentando adivinar.

- ¿Cupcakes de Cocacola? ¿Muffins de crema de Pipicolo? ¿Pastel de Escozamusa?... ¿O quizás bizcocho de mostaza? - le sonrió anchamente mientras alzaba la mirada hacia Savannah, inventándose los ingredientes que había mencionado o hacía combinaciones imposibles para la gente con gustos normales. Bueno, eso para el resto de la humanidad, porque para él todo lo que había dicho tenía demasiado sentido como para no ser verdad o imposible. - Sea lo que sea, seguro que está delicioso. - afirmó con total seguridad - Por cierto, ¿nunca te has preguntado por qué la espuma del mar es blanca?
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Mensaje por Savannah L. Hastings Vie Jul 06, 2012 9:28 am

- ¿De amor? – Muchas veces habían dicho que el sentimiento con el que se hacía un alimento se transmitía a la persona que lo ingería. Por lo tanto si te ponías amor y ternura en lo que cocinabas al final todo aquello lo transmitías a tus comensales. Savannah quería creer que era así y que por eso al salir de la pastelería todo el mundo tuviese una sonrisa en el rostro, como si se tratase de una especie de magia.- Quizá tendrías que practicar eso de decir cosas bonitas y acabaría saliéndote natural – Ella es que nunca había tenido problema alguno en decir cosas bonitas. Todas las que decía las sentía muy dentro de ella.

Le enterneció sobremanera que Malcolm le dijera aquello y no pudo evitar posar una de sus manos sobre una de las del muchacho con una cálida sonrisa en el rostro – ¿Por qué debería portarme mal contigo? No veo motivo alguno – A ella poco le importaba lo que la gente iba diciendo de él. Tenía sus cosas raras, pero, todo el mundo tenía sus tonterías, ¿no? Eso no era motivo para dejar a nadie de lado. Ella siempre había sido “buena” con todo el mundo. Después de eso se limitó a escuchar atentamente lo que llevaba de día Malcolm, arqueando una de las cejas ante la palabra “brichas”. ¿Qué demonios...? Mejor no preguntar. Después de todo aquel joven tenía tantísima imaginación que siempre conseguía hacerla sonreír con sus peculiares palabras que parecía inventarse en el mismo instante en el que salían de sus labios. – He salido a correr un poco antes de venir a verte... – Se limitó a responder soltando una risilla cuando dejó caer que el color melocotón de su chándal conjuntaba con su cabello – Vaya, gracias señor Lynch. Muy amables sus palabras.

¿Sí le molestaba la ciudad? – Bueno..., no es eso, pero hay momentos en los que me gustaría poder escapar de tanto barullo. Tengo la sensación de haber vivido alguna en el bosque por un largo período de tiempo, pero no logró recordar cuándo ni dónde. Es como si tuviese un enorme agujero negro en mi memoria – Y no había cosa que la frustrase más en esos momentos que eso, esa horrible laguna mental. Lo más extraño de todo es que parecía haberse empezado a formar en el momento en que el reloj de la biblioteca de Storybrooke volvió a moverse. En el preciso momento en que dejaron de ser las ocho. Qué raro... ¿Por qué no había pensado nunca antes que era raro que siempre fuesen las ocho? Siempre había pensado que el reloj estaba simplemente roto. Otra vez, dándole vueltas a cosas sin sentido. Sacudió la cabeza. Era mejor quitarse todo eso de la mente. – ¡Exacto! Necesito desconectar. Vacaciones... – murmuró – En una casita a orillas de la playa donde no tener otra cosa que hacer que puro ocio.

Sonaba tan relajante que cuando cerró los ojos casi pudo ver esa imagen idílica en su cabeza como si la tuviese allí delante, como si realmente estuviese en aquella casita a orillas de la playa.

- ¡Casi! – Exclamó mientras se disponía a descubrir el misterio que había bajo aquellos cuadros rojos y blancos – Tarta de queso y otra de limón. No te quejarás eh! Además también hay cruasanes, para desayunar. A estas horas vienen perfecto con una taza de café, ¿no crees? – Aunque conociendo a Malcolm a saber con que se tomaba el desayuno – No me digas que ya has desayunado... – Sonó ligeramente suplicante. Como si estuviese suplicando que su respuesta fuese negativa. Claro que todo aquello quedó ligeramente en el olvido ante tan inesperada pregunta por parte de su interlocutor. La joven viró casi de inmediato la mirada hacía el mar – Pues... La verdad es que no lo sé. Supongo que es uno de esos misterios que no podemos explicar de la naturaleza. Lo mismo pasa con los colores... ¿Por qué tienen que llamarse blanco o rojo? ¿Por qué esos nombres? – Se encogió ligeramente de hombros – Aunque seguro que lo de las olas tiene una explicación científica. Lástima que te has encontrado con la chica equivocada... No entiendo de ciencias – Dijo soltando una risita.


Última edición por Savannah L. Monroe el Sáb Jul 07, 2012 11:01 am, editado 1 vez
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Mensaje por Malcolm A. Lynch Sáb Jul 07, 2012 10:51 am

No pudo evitar sorprenderse ante la palabra de Savannah... 'amor'. ¿Era eso exactamente lo que quería decir Malcolm? No estaba del todo seguro, pero quizás... quizás... Era algo que a él le falta. Igual su amiga estaba en lo cierto, pues si no fuera por ella poco amor tendría Malcolm en su vida. Era extraño, recordaba haber tenido eso... Y gente que lo quería o al menos apreciaba, pero le quedaba todo tan lejano, tan extraño... Recordaba vagamente. Pero realmente se ruborizó cuando Savannah posó una de sus manos en la de él, no solía tener mucho contacto físico con la gente. Esas manos tan finas... A las que había visto trabajar miles de veces, amasando en la pastelería y panadería, nunca se cansaba de ver como Savannah realizaba sus pasteles y demás, era el pequeño placer del día, y lo mejor ya era probarlos.

- Ya, supongo... - respondió en un tono de voz bajo, sonriendo sutilmente hacia su amiga, respecto a que practicando al final le saldría decir cosas bonitas sin demasiado esfuerzo. Malcolm no tenía muchas esperanzas, pero aparcó ese tema para escuchar el día que había tenido Savannah. Una vida muy sana, todo había que decirlo, que complementaba con su trabajo y el azúcar que insuflaba a todos los habitantes de Storybrooke que decidieran hacer una parada en su local.

- ¿Ah sí?... Yo en ocasiones también tengo muchas lagunas en mi mente - dijo como si no creyera las palabras de Savannah, aunque realmente intuía a lo que ésta se refería. Él también tenía muchas veces esa sensación, y tenía esperanzas de que pronto todo encajara, como las piezas sueltas en un gran puzzle que llevaba tiempo inacabado. La cesta al fin fue destapada, y la felicidad se plasmó en el rostro de Malcolm - ¡M! Pues mira que suelo desayunar, pero debe ser cosa de don Petrifo que hoy no he tenido la oportunidad. El destino así lo ha querido... ¿Puedo coger uno? Tienen una pinta irresistible - preguntó antes de cogerse un croissant. Y escuchar la respuesta de Savannah - Yo tampoco, las ciencias son bien curiosas ¿eh? Una vez llegué a leer que las flores tienen unos ciento cincuenta y tres muflones al año. Increíble, ¿no te parece?.

Pero Malcolm bajó la mirada con melancolía, recordando lo que hacía unos instantes había compartido Savannah, sobre sus "agujeros negros" en la mente. Le dio un bocado degustando el croissant mientras parecía reflexionar, mirando al frente.

- ¿No te parece extraño? - pronunció observando al mar. Tras unos segundos de silencio, dirigió sus ojos color miel hacia su amiga - El reloj del ayuntamiento, ¿no es curioso? Tiempo sin funcionar, y justo hace unos días, como si de algo mágico se tratase, las oxidadas agujas comienzan a moverse. A mí me parece cuanto menos fruclante. - volvió a mirar al mar, mientras seguía reflexionando - ¿Has tenido sensaciones o situaciones semejantes, en las que no recordaras cosas, o tuvieras alguna clase de dejà vu?

Preguntó con aires misteriosos, mordisqueando el croissant que Savannah le había traído, sin dejar de mirar al suelo de arena, alzando de vez en cuando sus ojos hacia el horizonte.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Lun Jul 09, 2012 6:14 am

Le notó ¿decaído? cuando respondió con ese “Ya, supongo...” y ladeo la cabeza para poder observarle mejor o al menos intentarlo. No le notaba demasiado convencido de poder lograr semejante hazaña, pero ella estaba convencida de que si le ponía el suficiente empeño acabaría lográndolo – ¡Claro que lograras! ¿Sabes quiénes son las personas que no lo consiguen? Esas que no tienen corazón, que están vacíos por dentro... Pero tú, tú tienes corazón, sino... Sino tuvieras corazón no te preocuparías por la gente, no tendrías sentimientos de ningún tipo, no habrías ayudado a la muchacha a buscar a su mascota perdida. Sólo por eso, yo ya sé que podrás conseguirlo... – Sonrió tiernamente al muchacho antes de romper el contacto que los unía en esos momentos a través de sus manos y llevarse dicha mano al largo cabello moreno.

Vaya... Así que no era la única con lagunas mentales. Bueno, ni siquiera sabía por qué demonios había pensado que era la única a la que le ocurría, dado el hecho de que todo lo que le ocurre a una persona, le ocurre a otras tantas en el mundo y en el mismo pueblo – Que extraño... – Se limitó a decir. Seguía pareciéndole raro que aquel vacío en su cabeza hubiese aparecido así sin más. Se sentía tentada de preguntarle a Robert si había tenido algún accidente que no recordase, pero cuando lo pensaba en serio, llegaba a la conclusión de que era mejor no decirle nada, pues acabaría pensando que se había vuelto medio majara o algo por el estilo. – ¿Increíble? A veces creo que más que eso..., la naturaleza es sabia. Parece entender los cambios mejor que nosotros mismos – Y otra vez decidió omitir la pregunta sobre los muflones. Seguro que se refería algo relacionado con el polen o la reproducción de las plantas, ¿no?

¿Extraño? Más bien le parecía una gran coincidencia que todo aquello que les estaba pasando y haciéndoles sentir tan extraños con ellos mismos y su alrededor, hubiese empezado justo cuando el reloj había vuelto a funcionar. Un reloj que siempre había marcado la misma hora. Frunció ligeramente el ceño – Sí que es curioso, realmente curioso. Todo parece haber cambiado desde entonces. Es como una coincidencia demasiado... No sé, no creo en las coincidencias. Siempre he pensado que si pasa algo, es por algún motivo en concreto. ¿Tú qué piensas? – Le preguntó mientras estiraba uno de los brazos y cogía uno de los cruasanes de la cestita que había traído con ella. Mientras escuchaba la siguiente pregunta del muchacho aprovechó y le dio un buen bocado, respondiendo en el momento en que tragó y aprovechando ese tiempo para pensar en la respuesta, posando los ojos en el mismo punto que Malcolm: el mar.

- ¿Dejà vus? .... Hay veces que me encuentro ahora con alguien por la calle o en la pastelería y tengo la sensación de que le conozco de antes, pero no de la forma que lo conozco ahora, de una forma diferente. Tengo la sensación de que hay algo más ahí que mi memoria no alcanza a ubicar entre mis recuerdos. Como si faltasen piezas... pero... ¿Es una locura, verdad? Eso no puede ser... No es posible. ¿Por qué me iba a pasar algo así? No tienen ningún sentido.

O quizás tenía un sentido que ella aún no estaba preparada para descubrir.
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Mensaje por Malcolm A. Lynch Dom Jul 15, 2012 4:24 am

Alzó la mirada hacia los oscuros y entrañables ojos de Savannah, mientras le dedicaba aquellas palabras que realmente le calaron. Trataba de disimularlo, pero su miraba cantaba la de tiempo que nadie le hablaba en ese tono, ni le decía esas cosas que podían llegar hondo en un corazón roto como el de Malcolm, si es que lo tenía como afirmaba Savannah con rotundidad.
Se limitó a mirarla, con una mezcla de compasión, emoción y tristeza. Lo habían perdido, lo habían perdido todo... Pero aún había un rayo de luz en la partida, mantenía la esperanza de que fuera lo que fuera que les faltara, pudieran recuperarlo y ganar el juego, tal y como debía ser, y que el culpable tuviera lo que mereciera.

De repente, sonrió:

- Está muy bueno - afirmó alzando sutilmente el brazo con el que sostenía el croissant. No quería nublar aquél encuentro, aunque era invitable sentir algo de impotencia cada vez que hablaba con un vecino, o sus amigos en Storybrooke. ¿Por qué? Quizás sólo eran paranoias de Malcolm, seguramente, sólo con saber su historial y su día a día. Su mirada se intensificó hacia Savannah ante la pregunta de ésta. - Yo que pienso... - bufó ladeando una sonrisa, mirando el croissant que reposaba en su mano, o mejor dicho, la parte que quedaba de él. Pensaba tantas cosas que ni sabía por dónde empezar. Era una de las pocas veces que mantenía con alguien una conversación profunda como la dirección que estaba tomando aquella, ni siquiera con Savannah hasta ese momento, con la cual normalmente hablaban de cosas cotidianas o cuánto tiempo debían estar las magdalenas en el horno para que estuvieran en su punto.

- Yo también lo pienso, el azar es muy caprichoso, tanto como las coincidencias, y realmente éstas últimas escasean. - tenía tantas ganas de decir lo que se le pasaba por la mente, pero no creía que Savannah fuera a escucharle, ya bastante tiempo le estaba dedicando, trayéndole dulces de los que creía Malcolm no merecía. ¿Qué había hecho él para merecerlo? Tendría que ser Malcolm quien le hiciera favores o le recompensara a Savannah, no al revés.

- No sé, es todo tan confuso, tal y como dices... Pero... En ocasiones tener sentido común nos pone una venda en los ojos. Quizás deberías hacer caso a esos sentimientos que te surgen. Quien sabe si son verdad... Quién sabe si de verdad sí conoces a esas personas mejor de lo que tú misma crees - comentaba con seriedad después de terminarse el croissant, incluso parecía otra persona a la habitual, uno ya no sabía como era Malcolm de verdad; si era alguien con buenas u oscuras intenciones, o si su aparente falta de cordura era sólo una tapadera. Savannah en cambio era una persona más transparente, Malcolm no tenía duda alguna.

Volvía a sentir esa clase de impotencia al oír las últimas palabras de su amiga. Había intentado que no se notara en su respuesta, pero... Si pudieran recordar... Si se dieran cuenta que aquello no era normal, si tan sólo hubiera una prueba. Quizás, algún día.
Su mirada hacia Savannah era penetrante. Los invadió un silencio, en un principio agradable, después adoptó un aire misterioso. Malcolm comenzó a acercarse hacia Savannah, lentamente, sin apartarle la intensa mirada, como si quisiera penetrar en aquellos ojos oscuros como lo estaban ahora sus recuerdos. Y la abrazó, rodeándola con los brazos, y apretándola progresivamente con suavidad.

- Eres tan amable, tan inocente, tan buena, me recuerdas a ella - le susurró al oído, y con suspense volvió a apartarse después de dedicarle un cariñoso beso en la mejilla con la misma lentitud, dejando alguna que otra pregunta en el aire en la mente de Savannah, seguramente. En el proceso, seguía clavando sus ojos en los de su amiga, sin pensar que quizás la desconcertaba por su tono de voz, bastante distinto al de la persona habitual que solía ser Malcolm, como ese tonto que no se enteraba de nada. No, ahora su tono era como una persona que cavilaba algo en su mente.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Miér Jul 18, 2012 8:33 am

Los labios de Savannah se curvaron lentamente en una sonrisa ante las tres palabras que le había dirigido Malcolm. Siempre le alegraba oír aquel tipo de palabras, la hacía sentirse orgullosa de lo que cocinaba y la complacían, pero cuando venía de parte de una persona que estimaba, a la que le tenía aprecio, el sentimiento que le provocaba aquello era aun mayor. Era más sobrecogedor y en cierto modo la plenitud era mayor – Muchas gracias... – Ladeó ligeramente el rostro sin borrar la sonrisa de su rostro.

Curiosidad. Eso era lo que sentía por lo que pensara su amigo sobre aquello que ella había mencionado. El azar, las casualidades, las coincidencias, que parecían tejer un entramado de hechos que por separado podían carecer de lógica, pero que cuando se unían tenían un sentido prácticamente completo. – Escasas pero llenas de sentido y de algo que te empuja hacía ellas... Se podría decir que en cierto modo están conectadas al destino. Después de todo no es el destino que el maneja el azar a su antojo. ¿O es que cuando nacemos ya estamos predestinados a tener una vida? ¿Y en el caso del amor? ¿Hay persona para cada uno de nosotros? – Se quedó pensando unos segundos en ello. Más concretamente estaba pensando en Robert y en ella misma – ¿Qué pasa si la persona a la que estabas destinada mueres y conoces a otra? ¿Estabas destinada a esta primera persona o es la segunda la que es parte de tu destino? – Volvió a quedarse callada unos segundos antes de soltar una carcajada y hacer gestos con una de las manos, restándole importancia a todo lo que acababa de soltar – Mejor no me hagas caso, menuda sarta de tonterías acabo de soltar...

Aunque en el fondo no pensaba que fuesen tonterías, pero sí que podían confundir ligeramente a Malcolm.

- Muy en el fondo todos estamos locos... – Esbozó una pequeña sonrisa al tiempo que se pasaba una mano por el largo cabello oscuro – Pero... Sigue siendo muy extraño. Han surgido de súbito, sin avisar, de repente... - ¿Aunque no pasaba eso siempre? – Es como si de alguna manera hubieran estado dormidos durante mucho tiempo en alguna parte de mí y ahora hubieran despertado... – Era lo más extraño que le había pasado nunca, porque tenía claro desde hacía tiempo que su matrimonio con Robert no era precisamente feliz, pero... ¿qué eran esos sentimientos que habían empezado a invadirla ahora sin razón de ser? Sin lógica alguna.

El silencio que los envolvió no le molestó, en absoluto. Muchas veces el silencio la hacía sentirse más cómoda que cien palabras llenando aquel espacio tan preciado, porque el silencio era algo precioso que la gente no sabía valorar.

Notó como Malcolm se acercaba a ella lentamente, de una forma casi agónica podría jurar, sin apartarle la mirada y durante unos pocos segundos sintió una punzada de temor, antes de que el joven la rodeara con sus brazos y la apretase contra él, haciendo que ella correspondiera al abrazo pasando sus brazos por su espalda.

“Eres tan amable, tan inocente, tan buena, me recuerdas a ella”. Ella. ¿Ella?¿Quién era ella? Se dejó besar por el joven en la mejilla esbozando una sonrisa involuntaria dirigida exclusivamente a él, mientras por su cabeza seguía rondando aquella pregunta. ¿Quién era esa misteriosa ella? Y antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba haciendo la pregunta salió de entre sus labios y fue expresada en voz alta – ¿De quién...? ¿A quién te refieres con ella, Malcolm?
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Mensaje por Malcolm A. Lynch Lun Jul 23, 2012 4:25 am

La podía entender, podía entender sus lagunas, su sensación tan extraña que parecía tener y que Savannah guardaba dentro de ella. Malcolm no estaba seguro si quizás no era el primero con el que compartía esos sentimientos, pero aún así se sentía afortunado de que alguien como Savannah pudiera confiar lo suficientemente en él para confesarle sobre sus dejà vu y sus aparentes pensamientos "extraños". Pero en el fondo, Malcolm se alegraba de todo eso que parecía removerse dentro de su amiga, ese peculiar desconcierto. Daba la sensación que algo estaba a punto de cambiar, de hecho, los cambios ya se habían hecho presentes.

Seguía mirando a Savannah a los ojos, ya a un poco más de distancia, la misma que había entre ellos dos previo a que le diera el abrazo. Realmente nunca había tenido una reflexión parecida a la que soltó su amiga. Sí... ¿El destino ya estaba escrito, o era algo que podía cambiar? O directamente quizás no existía.
Le hizo gracia la afirmación de ésta sobre que todos estaban locos en el fondo. Quizás tenía razón, o tal vez era una manera de decir que cada persona era un mundo. ¿Qué era lo "normal"? ¿Qué era lo "correcto"? ¿Quién tenía el derecho de decirte lo que hacías bien o hacías mal? Realmente sólo la naturaleza podría tener ese poder. En ocasiones Malcolm se asombraba de como el propio ser humano era capaz de asfixiarse a sí mismo, creando sistemas que llegaban a entrar en una especie de burcle difícil de romper y salir de él, como era por ejemplo el sistema monetario. Si no tenías nada, bien eran capaz de dejarte morir, suerte que aún existía gente con buen corazón y algo de moral, gente como Savannah.

- Ella - hizo un amago de risa al decir aquello. Bajó la mirada hacia sus propias manos, con una de las cuales tocó la madera sobre la que estaban sentados - Ella ahora es... el aire, ahora ella es la madera que toco... - alzó la vista hacia el mar, sobre el cual un rostro se dibujó en su mente - Ahora ella es el mar y el cielo... Ahora sólo ella puede estar en mi mente, y sólo hay una persona capaz de hacerme olvidar... - ahora volvió a mirar a Savannah, con una sinceridad pocas veces plasmada antes en los ojos de Malcolm. Su mano cuidadosamente fue en busca de la de Savannah, y una vez se ajuntaron, sutilmente la apretó. - Sav... Quizás el destino no está en conformarse con lo que pensamos que está escrito, si no que lo que está escrito es exactamente lo que nuestro corazón dice que es lo correcto, me atrevería a decir que más que un simple lector de ese gran libro llamado "Vida", somos su escritor, y tenemos la pluma entre nuestras manos. Sólo hace falta mojarla en tinta y empezar a escribir. Sólo tú tienes derecho a llevar las riendas de tu vida e historia, Savannah, la vida es... demasiado corta como para estar sometida a una condena por la cual no naciste para cumplir. - ¿Pensar que había tan sólo una vida y había que vivirla? Un tópico del que Malcolm no estaba muy seguro. Mientras decía esas palabras, se daba cuenta que él mismo también debía aplicarse el cuento, tal vez era el momento de cambiar y dar la vuelta a todo cuanto había ido mal en su vida. Sorprendentemente soltó unas risas para aliviar tensiones - Además, nunca se sabe cuando vas a perder la cabeza, así que nunca va mal escuchar de vez en cuando al corazón... - "Aunque muchas veces nos meta en líos de los que cuesta salir" pensó para sí mismo. - Sav, todavía no te he dicho cuánto te quiero. -soltó, hablando con una sinceridad inédita. Así era él de imprevisible.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Sáb Jul 28, 2012 6:57 am

Savannah puso toda su atención en Malcolm cuando empezó a hablar de ella. Sentía tremenda curiosidad por saber quién sería esa persona. Por qué tenía que ser una persona, ¿no? Aunque Malcolm parecía tener un concepto muy diferente sobre quien era ella, como si esa persona o lo que fuera, se hubiese ido y ahora simplemente estuviera en todos sitios. El cielo, el mar, la tierra que pisaban, la madera que tocaban e incluso en el aire que les agitaba los cabellos. - ¿Olvidar lo que pasó? – Se aventuró a preguntar. Daba aquella sensación de que fuese quien fuese había sido alguien muy especial en la vida del chico y ya no estaba allí en cuerpo presente.

Entrelazó sus manos con las de él devolviéndole el suave apretón cuando el se lo dio y dedicándola una fina sonrisa desde su posición posando luego los ojos en el mar y el cielo, que ya en la distancia parecían fusionarse en una sola casa. Completamente azul. Esa clase de visiones eran una de las muchas maravillas del mundo, de la naturaleza.

El destino otra vez. ¿Quién lo decidía? ¿Era algo preescrito? – ¿Tú crees? - ¿Ellos tenían el poder de cambiar el destino? ¿De escribir su propia historia? Ellos tenían la pluma entre sus manos y el bote de tinta que mojaban cada día, para empezar a escribir una historia. Una historia sobre una vida, una persona, unos sentimientos. Hechos. Emociones. Tragedias. Felicidad… pero que al final era lo mismo en todos los casos: Vida. Una vida que no era nunca el simple transcurrir de los días, no, porque en la vida de todo el mundo pasaban cosas. Siempre subían y bajaban por cuestas, algunas veces de una forma más fácil, otras veces era más complicado, pero con cada día que pasaba iban superando todo.

Siempre que fueras lo suficiente fuerte. Siempre que la vida no se te acabase demasiado pronto o tú mismo decidieras que terminaba. Cada cosa que te pasaba y no acababa contigo al final te hacía más fuerte y todo en su conjunto formaba parte de aquel libro del que le hablaba Malcolm.

- Hay que vivir cada día como si fuese el último. No importa que pase mañana, hemos tenido un hoy. – Acabo diciendo la mujer sin dejar de sujetar la mano de Malcolm entre la suya con cierta fuerza, como si ese gesto le sirviera para algo más, como si le estuviese transmitiendo algo – En eso te doy la razón, cualquier día te puedes despertar y haberte vuelto completamente loco – Bromeó la morena poniendo los ojos en blanco durante unos segundos antes de soltar una risita por lo bajo – Lo peor es no darse cuenta de que te ha pasado, de no ser consciente - ¿O quizá era peor ser consciente de que te estabas volviendo loco? – Bueno, en realidad no lo sé. Las dos opciones son malas en definitiva.

La mujer sonrió ampliamente ante las últimas palabras de Malcolm y no pudo evitar que sus ojos adquiriesen un brillo mágico ante ello. Le abrazó como había hecho él antes, con fuerza y apoyando su cabeza en uno de los hombros del muchacho al tiempo que susurraba – Yo también te quiero muchísimo Malcolm… Eres una persona maravillosa y muchísimas veces me alegras el día.

Sobretodo en aquellos días en que se encontraba tan confusa y mal a causa de su situación con Robert que empezaba a creer fervientemente que era insostenible.
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Mensaje por Malcolm A. Lynch Jue Ago 02, 2012 10:55 am

Clavó una vez más sus ojos en los de Sav cuando ésta hizo referencia a "olvidar lo que pasó", como si tratara de indagar inocentemente. Pero... ¿Cómo iba a explicarle que...? A él mismo ya le costaba asimilar, no quería ni pensar una persona ajena. Sabía que Savannah no iba a ofenderle, que era muy comprensiva, pero pensaba en esa ocasión que era mejor que siguiera tal y como estaba, porque si abría la boca sí que lo tomarían por loco, pero loco de psiquiatra. Pensarían que ni Sydney podría solucionarlo. En vistas, decidió sonsacar una leve sonrisa y miró al horizonte, el mismo que su amiga estaba observando y apreciando.

- Bonito paisaje - afirmó, antes de que Savannah diera su opinión respecto al destino. Apreciaba la calidez del gesto de su mano con la suya, el apretón cariñoso que le estaba dando, y realmente se agradecía, aunque Malcolm se sintiera vacío por dentro, pero, ¿Qué más se le podía pedir a alguien que ni siquiera era familia suya? Sí, eran amigos, pero Savannah incluso se estaba portando mejor que lo haría una amistad en aquel momento. Malcolm siguió sonriendo levemente cuando habló sobre la "locura". Cuánta razón tenía, realmente parecía que tuviera experiencia en el tema incluso, pero esperaba que no fuera así, porque no era algo muy agradable - De hecho lo que hagamos hoy determinará quienes seremos en un futuro - apostilló dirigiéndose a Savannah.

Poco después, la joven abrazó a Malcolm suavemente. Notó su rostro apoyado en su hombro mientras expresaba también cuanto significaba Malcolm para ella. No iba a negar que esperaba una respuesta positiva, pero le sorprendió bastante que dijera que era una persona "maravillosa". "Si supieras, Savannah..."
Tomó aire y él también la apretujó con sus manos. Realmente necesitaba aquellos gestos, pero ni él mismo se daba cuenta de ello. No recordaba haber tenido un momento así desde hacía tiempo, y disfrutó del silencio mientras parecía notar incluso el palpitar del corazón de la joven de oscuros cabellos. Una vez volvieron a separarse, más animado hizo un amago de risa.

- No digas cosas tan profundas, que los demás quedamos mal - dijo de broma, mirándola a los ojos pero luego apartando rápidamente el contacto visual buscando la cesta, antes de que se le notara algo de ternura en la cara. Era bastante receloso con sus sentimientos y poco mostraba de su verdadero carácter, era una manera de protegerse, pero era un handicap que le costara tanto de ocultar sus emociones. - ¡Voy a cogerme otro croissant, que están muy bonipistosos! Veamos... Cogeré .. ¡este! - cogió uno después de pensar y observar dentro de la cesta. - Y... cuéntame... ¿Todo va bien en la tienda y demás? Aunque es una pregunta absurda pensando en lo manitas que eres en esto. Recuerdo que alguien me dijo una vez... Que al final, lo que cuenta, son los momentos felices que hemos tenido en la vida. - concluyó mirándola con sinceridad y dándole un bocado a la pasta - ¿Qué te parece si damos una vuelta por aquí? No quiero entorpecerte en tu ejercicio diario, y a mí no me irá nada mal, o los pichonetes me comerán por las noches - afirmó dispuesto a coger la cesta para estirar un poco las piernas.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Dom Ago 12, 2012 12:23 am

La morena clavó sus ojos marrones en el paisaje que tenían ante ellos cuando Malcolm hizo aquella afirmación. Si que era bonito. A Savannah le gustaba como la luz, las primeras luces de la mañana se reflejaban en el agua, que asemejaba un enorme e infinito espejo que se extendía ante sus ojos. Los colores del sol tiñendo el cielo con miles de matices y el paisaje a lo lejos. La playa con su blanca arena y el puerto, donde estaban amarrados los barcos que se movían suavemente debido al casi imperceptible oleaje del mar.

“Lo que hagamos hoy determinará quienes seremos en un futuro” cuanta verdad en una simple frase. Savannah asintió totalmente convencida. Todas las decisiones que se tomaban desde luego te iban formando como persona, tejiendo esa historia de tu vida – Exacto… Y no importa si son correctas o no. Somos humanos y hemos de cometer fallos. - ¿Acaso lo suyo con Robert había sido uno de esos fallos, errores?

No lo sabía, tampoco es que quisiera poner a pensar ahora aquello tan seriamente. Arrugó la nariz molesta consigo mismo por haber dejado que su cabeza llevase hasta ella esos pensamientos. Precisamente esos. Sacudió la cabeza ligeramente antes de volver sus ojos marrones a Malcom – ¡No puedo evitarlo! – Esbozó una enorme sonrisa al tiempo que hacía que sus hombros se chocaran en un gesto cariñoso – Soy una persona profunda. Eso no se puede cambiar – Siguió con su mirada los gestos de Malcolm en su búsqueda de otro cruasán, sonriendo abiertamente cuando le dijo lo buenos que estaban – Por supuesto. Va igual de bien que siempre…, ya sabes: trabajo, hacer pasteles, pan, todo tipo de dulces. Encargos. Desayunos… - Y visitas especiales.

El recuerdo que se coló en aquel momento en su mente fue muy distinto al que había sacado de la misma hacia unos minutos de la misma. Últimamente los pensamientos y los recuerdos en lo que estaba involucrado William aparecían con más frecuencia en su cabeza y por mucho que hubiese intentando evitarlo, ya había aprendido que era prácticamente imposible. Siempre, en algún momento del día volvían a aparecer.

¿De verdad al final contaban los momentos felices? Se quedó pensativa. No recordaba muchos momentos felices ahora mismo, como si tuviese una nebulosa en la cabeza que le impidiera llegar a ellos, pero sabía que estaban ahí, en alguna parte, podía sentirlo. – Pues espero acumular más momentos felices, porque sino… Que triste – La mujer sonrió brevemente mirando a Malcolm.

¿Dar una vuelta por allí? La joven echó un vistazo hacia el lugar, recorriéndolo de un lado a otro con la mirada al tiempo que asentía ligeramente – Me parece bien, de todos modos no has entorpecido nada – Comentó levantándose y haciendo ademán de coger la cesta que había dejado delante de ellos, justo antes de que Malcolm hiciera lo mismo, haciendo que ella se quedarse parada unos segundos. – Puedo llevarlo yo misma, Malcolm… - Se quedó esperando su reacción, tampoco quería “cortarle” del mismo modo que no quería hacerle sentir mal o insignificante – ¿Por dónde quieres que vayamos? – Iba a dejarle elegir a él, puesto que después de todo había sido él quien lo había propuesto.
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Mensaje por Malcolm A. Lynch Mar Sep 04, 2012 9:56 am

Vaciló en su gesto por coger la cesta, al ver que Savannah también hizo el amago para agarrarla, afirmando que ya podía llevarlo ella. Malcolm no es que fuera una persona testaruda, así que retiró la mano y la dejó a su disposición.

- Adelante, si te cansas de llevarla la puedo cargar yo sin problema. Al fin y al cabo tú hiciste las pastas - contestó con una sonrisa, llevándose las manos a los bolsillos de su chaqueta. Por alguna extraña razón fue un momento un poco raro, pero no quiso darle mayor importancia. Miró a su alrededor ante la pregunta de Savannah - Pues... podemos dar una vuelta cerca de la orilla que da al mar, la brisa por aquí es agradable... - propuso. Había una especie de cala ahí mismo, con una orilla rocosa donde las pequeñas olas rompían al llegar a la arena. Empezó a dar los primeros pasos, seguro de que Savannah lo seguiría de cerca - No pierdes el tiempo tú, ¿eh? Hasta ejercicio haces por las mañanas... ¿O sólo los fines de semana? - preguntó en un intento por sacar un tema que ayudara a dejar la mente en blanco y fuera agradable. Malcolm fruncía el ceño de vez en cuando, como si estuviera por momentos embobado en sus propios pensamientos y la voz de su amiga se convirtiera en una especie de eco. Recuerdos, ideas, pensamientos que nublaban de mala manera su cabeza, y no sabía si eran buenos o malos. Debía tranquilizarse y centrarse en la conversación, olvidando todo lo demás; a ver si sería verdad que tenía problemas mentales. Era curioso, pero dependiendo de la situación y la compañía, Malcolm actuaba de una forma u otra, pasando de ser una persona totalmente cuerda por momentos, y en otros como si estuviera pirado. Era verdad que muchas veces se lo hacía, y que le gustaba ver las caras de la otra gente o perturbarles la cabeza, pero... En ocasiones ni se daba cuenta de ello, y eso daba mucho que pensar.

- Me alegro de que te vaya bien en el trabajo y demás. Y no te preocupes; estoy seguro de que a partir de ahora empezarás a acumular más momentos felices... Te los mereces, Sav - respondió, primero dibujando una sonrisa mientras miraba a la mujer, y luego bajó su vista hasta una piedra que había en el suelo, la cuál pateó con sutileza. Intentaba disimular, pero se sentía alguien despreciable, se le antojaba que Savannah a su lado era como un ángel. - Estoy seguro de que tienes más recuerdos y momentos felices de los que crees - comentó como si nada, sin levantar el rostro de la arena de la orilla por la que caminaban. Suspiró con sutileza un par de veces, intentando aliviar el agobio que le empezaba a aprisionar el pecho, una extraña tensión que le invadía por segundos. Quizás sí estaba perturbado, pues sólo tenía ganas de gritar, pero cada día se enfrascaba en su rutina, tejiéndose una imagen en ese pueblo, encarcelado en él, y sólo gracias a gente como Savannah llegaba a aguantar ahí enclaustrado, haciendo "vida".

Iba caminando lentamente, con las manos en los bolsillos, cabizbajo mientras escuchaba a su amiga, pero se seguía nublando con sus pensamientos. Incluso Savannah podría haberle llamado por su nombre en un tono de voz no demasiado alto, y Malcolm ni se hubiera dado cuenta. Pero, como si acabara de despertar por sí solo, el joven sacó las manos de los bolsillos, se giró hacia Savannah y la cogió de los brazos, incluso pudo haberla zarandeado sutilmente y pillarla por sorpresa.

- ¡Sav! - alzó la voz, mirándola a los ojos con dureza, frunciendo el ceño y vacilando a la hora de abrir la boca, como si quisiera decirle algo, pero las palabras no querían salir. Aguantó así unos largos segundos; no quería asustar a Savannah con aquél gesto, aunque seguro que lo miraría raro, apoyada por los rumores que podían llegar a oírse por el pueblo y de los que Malcolm no hacía caso, o más bien ignoraba. ¿Se le había ido la cabeza? ¿Qué era lo que quería decirle exactamente a su amiga? ¿Por dónde empezar?... ¡Quería decirle tantas cosas! Pero no debía confundir su cariño, igual ella sólo le seguía la corriente, como muchos habitantes, tal vez era una falsa confianza. En ese momento se desataba una intensa batalla dentro de su mente y su ¿corazón? que le era casi imposible de que no se notara por sus ojos, que no dejaban de clavarse en los de Savannah, queriendo descifrar qué escondían, encontrar la verdad. ¿Estaba siendo cruel al juzgar a la mujer?... ¿Sería verdad que Malcolm no era una persona tan inocente como pudiera aparentar? Sólo estaban ella y él allí, y nadie más...
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Mensaje por Savannah L. Hastings Mar Sep 18, 2012 9:42 am

Sonrió. Savannah siempre había sido una persona de fácil sonreír, incluso a pesar de sus problemas matrimoniales siempre podías encontrar una sonrisa en su rostro. Una sonrisa exclusiva para ti – No me va a suponer tener que cargar con ella – Al fin y al cabo ya la había llevado hasta allí, ¿no? Un poco más cargando con ella desde luego no la iba a matar.

Una vuelta por la orilla, la costa, le parecía perfecto. Asintió al tiempo que se colocaba la cesta por delante del cuerpo, sujetándola con ambas manos y empezaba a caminar junto a Malcolm. Notaba la brisa ya contra su rostro y una sonrisa genuina asomó en su rostro pálido al tiempo que se colocaba uno de los mechones que empezaban a agitarse a causa de la misma brisa – Solo los fines de semana y los días que abrimos más tarde, sino, tendría que madrugar muchísimo entre semana – Rió por lo bajo. No es que le costase madrugar, en absoluto, pero si podía aprovechar horas de sueño mejor que mejor, ¿no? Aunque eso sí, también era de ese tipo de mujeres que aprovechaban cualquier momento para hacer algo útil, por poner un ejemplo, estar ahora con Malcolm y pasear por la playa no lo consideraba un tiempo desaprovechado, más bien todo lo contrario. Balanceó durante unos segundos la cesta, por primera vez en días se sentía relajada, aliviada y sin ese sentimiento de estar siendo vigilada todo el tiempo, como si tuviese unos ojos clavados justo en la nuca. Inconscientemente se llevó una de las manos hasta allí y se la masajeó suavemente.

El trabajo: era su otra válvula de escape en toda aquella situación que estaba viviendo. Era su refugio, aunque Robert alguna que otra vez se pasaba por allí, el simple hecho de tener a Rebecca con ella bajo el mismo techo hacía esas visitas muy diferente. No quería ni siquiera parar a imaginarse como sería de no tenerla a ella.

Ella también la sensación, la extraña corazonada de que en poco tiempo empezaría a acumular más momentos felices, ¿cómo? No tenía la menor idea, pero estaba casi segura de ello. Sonrió ligeramente al tiempo que asentía – Supongo que si, que me los merezco – Aunque fuera por aguantar tanto tiempo en el infierno de matrimonio en el que se había visto metida, pero al contrario que Malcolm, ella no estaba tan segura de tener más recuerdos y momentos felices de los que creía.

Le daba la sensación de que los últimos años había vivido en un bucle infinito de felicidad, sin nada que la llenase realmente ni de una forma plena. Había vivido como una autómata, con una rutina fija y creyendo albergar unos sentimientos en su corazón que no existían, pero... nada era fácil y su situación tampoco, por supuesto. No contestó, se limitó a andar sintiendo ya como la arena hacia que sus pies se hundieran. ¿Para qué hablar? No pensaban igual, tan sencillo como eso y empezaba a pensar que era difícil hacerla cambiar de opinión en ese preciso instante.

Tan absorta estaba en sus pensamientos y recuerdos que ni tan siquiera pudo anticipar los movimientos del chico, que de un momento a otro la tenía cogida por los brazos y la zarandeaba sutilmente. La había pillado totalmente por sorpresa. ¿Qué demonios...? Le miró fijamente viendo la expresión en su rostro. ¿Se había enfadado con ella? ¿Por qué? ¡Si no había abierto la boca! ¿Se le había ido simplemente la cabeza? Había alzado incluso la voz, algo nada normal en Malcolm, al menos ella le recordaba siempre como una persona medianamente tranquila. - ¿Qué? ¿Qué pasa? - Preguntó en un susurro sin atreverse a levantar la voz.

Tenía la certeza que de haberlo hecho se habría notado el miedo en su voz, porque... ¿para qué mentir? Malcolm acababa de asustarla y el susto aún no se le había pasado.
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Mensaje por Malcolm A. Lynch Sáb Sep 29, 2012 12:29 pm

Malcolm siguió vacilando, pensando en qué decir y lo que sería mejor para los dos, en qué influiría aquello que quería compartir con Savannah en su relación. No quería romper esa amistad que los unía, pero por otro lado creía que en caso de que diera de lado a Malcolm, a él tampoco le afectaría. Ya creía que tenía los sentimientos más enterrados que las raíces de un árbol centenario. Así que tampoco pasaría nada, ¿no? Sólo sería una ciudadana más con la que no hablaría, una amiga menos… ¿Qué más daba a esas alturas? Por no decir que era prácticamente su única amistad.

- Sav, es que deberías saber que… Q-que yo… Que tú… – titubeó a la hora de intentar explicarse, y contra más tardaba más dudaba de ello. Al parecer al fin se decidió: soltó suavemente los brazos de Savannah, y bajó la mirada hasta el suelo. - Lo siento Savannah, no era mi intención asustarte… – se disculpó reprimiendo varios suspiros. Bien, ¿Y ahora qué podía decir para disimular?... - Lo… Lo siento, de veras. Por favor, olvida esto, no sé qué me pasa. Debe ser verdad que… Se me va la cabeza a veces.

Se sentía agobiado en ese momento, y cada vez estaba más convencido de que había metido la pata por la cara de Savannah. Se notaba que se había asustado y que la había pillado por sorpresa. Normal, cualquiera hubiera actuado así, pero quizás Malcolm estaba más susceptible con toda la fama que cargaba encima y pensaba que además ésta podía llegar a creer que Malcolm podía hacerle daño un día de estos. Maldita confianza que volvía a su cabeza. Empezaba a creer que estrechar vínculos con ella no era la mejor opción, que se había equivocado, que no iba por buen camino si quería seguir teniendo una vida calmada y sin perturbaciones.

Dio unos pasos alejándose de Savannah y se acercó a la orilla donde morían las sutiles olas que venían del mar, mirando las piedrecitas de las que estaba compuesto ese suelo. Se metió las manos en los bolsillos, y al final alzó el rostro para mirar el horizonte. ¿Por qué le importaba tanto lo que ella pensara? Debía dejar de calentarse la cabeza de una buena vez. Sí, quizás la solución estaba en olvidarla, no podía seguir así, lo mejor era que se distanciara. Sería lo mejor para los dos de cara a un futuro. Bueno, para ella no estaba seguro, pero para él sí sería mucho mejor, ahí es cuando se daba cuenta que era un completo egoísta.
Tomó aire decidiendo cuál sería su próximo movimiento, hasta que al fin se dio la vuelta y dio unos pasos decidido, caminando hasta llegar al lado de Savannah, mirándola de una manera bastante severa.

- ¡Se acabó Savannah! – rompió el hielo con una dureza y seguridad plasmada en sus ojos. Seguramente se quedaría bastante sorprendida, pero Malcolm se había hecho la idea de que lo mejor era la soledad; no quería comerse la cabeza, ya tenía bastante con el día a día, y en el futuro nunca se sabía lo que podía pasar - Creo que no soy una persona que merezca tenerte como… Amiga. No quiero hacer o decir cosas de las que luego me pueda arrepentir, eres demasiado buena conmigo y no me lo perdonaría nunca. Lo mejor será que nos distanciemos, hay cosas que aún no tengo demasiado claras. – trató de aguantarle la mirada lo más que pudo, clavada en sus oscuros ojos por unos largos segundos mientras decía aquello y él mismo trataba de ordenar su mente, estar seguro de lo que estaba diciendo y que no era otra más de las tantas veces que soltaba cosas por su bocaza sin pensar. - Además, ¿Qué dirán de ti si te ven merodeando conmigo? No, de ninguna manera, no quiero mancharte la reputación. No sé desde cuando empezó nuestra relación a crecer hasta llegar a esta amistad, pero… Es mejor que lo cortemos antes de que sea demasiado tarde y nos podamos llevar decepciones. Me emocioné mucho durante estos años yendo a la pastelería, me encanta pasar tiempo contigo, incluso ayudarte si puedo en la elaboración de los dulces pero… No, no. Ha sido un placer este paseo y sabes que me han encantado tus pastas… - No es por interrumpir este momento tan intenso, pero no te recuerdo haber hablado con tanta sensatez y sin decir una tontería en medio de cada frase desde hace un tiempo considerable, Malcolm” – Lo siento.

Tras volver a disculparse, comenzó a dar pasos, con intención de dejar a Savannah atrás, antes de que comenzará a arrepentirse. El tema de comerse el coco lo dejaría para cuando llegara a casa. Seguro que Savannah estaría más que sorprendida por aquél gesto y las palabras, pero quizás algún día lo entendería, o no.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Miér Oct 24, 2012 12:20 pm

Entrecerró sus ojos, escudriño la mirada del muchacho, intentaba ver más allá de lo que él le estaba mostrando o le dejaba ver. Era como si de alguna manera quisiera ver a través de aquellas ventanas, que era lo que le pasaba a Malcolm. Cuál era el motivo por el cual repentinamente la había cogido por los brazos y le había dicho aquello de aquella manera tan sorpresiva dejándola helada en el sitio. Asustada.

No entendía nada.

Y cuando él empezó a hablar entendió aún menos. El joven sólo consiguió que Savannah alzara una ceja visiblemente sorprendida, confusa y extrañada. Eran demasiadas sensaciones corriendo en ese preciso instante por su cuerpo como para quedarse solo con una en concreto. ¿Qué él, que ella, qué? Notaba el titubeo en la voz del chico y no pudo evitar preguntarse si lo que le iba a decir era algo que debería, ¿asustarla?, ¿sorprenderla?. Ni ella misma lo sabía realmente. – Pues… lo conseguiste – Dijo con voz susurrante. ¡Obvio que la había asustado! No todos los días alguien actuaba de súbito de la manera en cómo había actuado Malcolm con ella en ese momento. De una forma tan… ¿rara?

Le observó alejarse, siguiéndole con sus orbes marrones mientras él se acercaba a la orilla. Ella en cambio se quedó donde estaba, con sus ojos clavados en él y abrazándose a sí misma con sus brazos, frotándoselos con las manos de forma inconsciente de tanto en tanto. La espera se le hizo eterna, pero no quería presionarle para que hablara, por mucho que le pudiera la curiosidad y hasta en cierto punto la paciencia. Malcolm hablaría, diría lo que tenía que decir cuando se sintiera preparado. En el momento oportuno. Ni antes ni después. Respiró hondo varias veces, mientras notaba como el nerviosismo se asentaba en la boca de su estómago como si de alguna manera su cuerpo fuese capaz de vaticinar algo horrible que su mente y su consciencia no era capaz de prever.

“Se acabó Savannah”. Abrió los ojos por la sorpresa sin entender realmente a qué se refería con aquel “se acabó” las mismas palabras que ella misma había dicho infinidad de veces que tendría que acabar diciéndole algún día a Robert y no parecía atreverse a pronunciar, como algo muy en el fondo de su ser se lo impidiera de una manera u otra. Era extraño… Además, aquella severidad con la que la estaba mirando Malcolm, se podía hasta decir que la asustaba más que el anterior gesto del muchacho, que si, había sido sorpresivo, pero las miradas…

Las miradas podían matar…
Las miradas te podían hacer sentir cosas extrañas…
Las miradas eran las ventanas al alma de la persona…

¿Qué sarta de GILIPOLLECES estaba soltando? ¿Cómo que no se merecía tenerla como amiga? ¿Qué había de malo en él? ¿De raro? ¿Qué eran esas cosas que podía hacer o decir de las que luego se pudiera arrepentir? En el fondo todas las personas hacían acciones o decían cosas de las que podían arrepentirse, pero ahí estaba la “gracia” de la vida. Tomar riesgos. Sin riesgo no había recompensa.

¿Acaso creía que a ella le importaba lo que el resto del pueblo pudiera pensar si la veían merodeando con él? ¿Qué le importaba su reputación? Sintió como algo dentro de ella se rompía, algo muy pequeño pero igual de doloroso, porque una de las personas sobre las cuales depositaba su confianza le estaba diciendo adiós. Le estaba diciendo adiós de una manera que ella no hubiese imaginado.

Aquello no se lo había esperado, desde luego.

“Lo siento” Esas serían las últimas palabras que Savannah oiría de boca de Malcolm antes de que se empezara a alejar de ella, dejándola confundida… porque en las palabras del joven había habido continuas contradicciones que ella aún no había sido capaz de procesar o asimilar, aunque si se pregunto una cosa: Sí decía que le daba miedo decir o hacer algo de lo que se arrepintiera…

¿Se arrepentiría de haber tomado aquella decisión?
Savannah L. Hastings
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