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Mensaje por Narrador Sáb Nov 03, 2012 11:38 am

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Mensaje por Siobhan R. Mills Sáb Nov 03, 2012 11:39 am

Los rayos del sol entraban a mi cuarto, mi solitario cuarto y al fin MÍO. Me levantaba lentamente, notando la cama vacía, con mi solo peso y dejaba que las sábanas resbalaran por todo mi cuerpo. Me sentía ligera como el mismísimo aire (aunque en realidad con algún truquillo que tendría como la manga lo podría ser realmente). Aquello que me angustiaba había sido eliminado, aquello que me impedía ser feliz (todo lo que podía ser, claro) y tenía delante mía las consecuencias de aquel acto. Podía respirar tranquila, sin su presión, su constante presencia, tan molesta que había hecho desaparecer cualquier rastro de mi intimidad.

Ahora que el rey había muerto, el reino me pertenecía como esposa suya que era, como su viuda. La ceremonia había sido ostentosa, larga, muy pesada, todo para que nadie sospechase el gran "pesar" que sentía por la muerte de mi marido. La pequeña Blancanieves se me había agarrado a las faldas de mi vestido negro, moqueándolo, armando el escándalo que solamente ella podría montar. Después de todo, había sido su padre, aunque yo no podría sentir realmente ni una pizca de la tristeza que la pequeña sentía. Me mantuve impasiva, con un rostro frío, esforzándome por mantener la compostura como reina que era y dejando entrever un color rojizo en mis globos oculares, simplemente para que los invitados al entierro pudieran creer que en verdad sentía la pérdida de mi esposo. No iba a llorar, para nada. Mis lágrimas, mi corazón y mi eterna tristeza solamente pertenecerían a Daniel, solamente a él... Gracias a su recuerdo, pude interpretar mi papel de mujer apenada pero fuerte a la perfección, sintiéndome algo culpable por utilizarlo de esa manera. Mi corazón palpitaba con fuerza y excitación. Era libre, era libre al fin. Y junto con el poder que había ido ganando, nadie iba a pararme con mi venganza...

Y ahora que nadie se podría interponer en mi camino, el siguiente paso sería deshacerme de la causante de toda mi desgracia: aquella joven de negros cabellos, de piel pálida, de sonrisa abierta y de inocente (o no tanto) ignorancia. Sí, ahora sufría, pero próximamente sufriría mucho más... Sufriría tanto como yo cuando le arrancaron el corazón a Daniel y lo destrozaron hasta convertirlo en cenizas. Iba a hacer que Blancanieves sufriera tanto como lo hizo él. ¿Por qué no supo guardar el secreto? ¿Por qué no simplemente había mantenido aquella boquita suya de labios rojos cerrada? Podría haberme ido con Daniel, haber tenido una vida pobre, pero feliz a su lado. Después de todo, yo solamente buscaba la felicidad a su lado... Sin embargo mi felicidad se había visto trastocada y solamente sería feliz cuando viera a Blancanieves caer, con su corazón arrancado.

Así pues, hice mandar a un par de soldados que aparecieron ante mi presencia. Otra de las cosas de ser ahora la reina, la bella y viuda reina, era que los lacayos me respetaban, me admiraban por esa "fortaleza" que había demostrado. Aquello me cubría de gloria, me hacía sentir fuerte, hasta cierto modo, dichosa.

-Buscad por todo el reino a un hombre tan fiero y tan capaz de dejarlo todo por una misión encomendada por la mismísima Reina -sonreí amablemente, aunque seguramente de una manera algo más oscura-. Alguien valiente, sin escrúpulos, fuerte...

Los soldados así hicieron, partieron del castillo mientras la joven Blancanieves seguía enclaustrada en su habitación, llorando por la muerte de ese hombre. Y yo mientras me colocaba delante del espejo, observando que mi rostro había rejuvenecido, que mi piel iba captando de nuevo el color y que las ojeras estaban desapareciendo. Aquel hombre me había demacrado por completo; por dentro y por fuera. El espejo hablaba, aconsejaba, pero yo tenía todo demasiado bien planeado como para dejar que me confundiera, que me hiciera dudar.

Dos días tardaron los soldados en traerme a un hombre con ropajes y actitud de cazador, y así, hice que lo trajeran ante mi presencia y que lo arrodillaran ante mí. Yo me levanté del trono de metal plateado y caminé hasta él, observándolo con superioridad, con una sonrisa en el rostro, dulce, maligna, que podría deparar los peor. Era aquel medio-hombre y medio-bestia... Contaban muchos rumores sobre él, tales como que había sido criado por los lobos. Aquello hizo que me preguntara si sabría hablar nuestro idioma, gracioso, ahora mismo lo comprobaría.

-Tu nombre, cazador -me incliné hacia él, posando mis brillantes ojos azules en él. Por un momento, creí percibir el aura de una criatura salvaje, pero seguramente habría sido mi mente, mi deseo, mi excitación de ver cumplida mi venganza.-. ¿Estarías dispuesto a cumplir una misión para tu Reina?

Ahora era el momento de preparar todas mis piezas...
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Mensaje por Charlie J. Hudson Dom Nov 04, 2012 9:06 am

Abandonado por sus padres y criado por lobos, James no es que hubiera tenido una vida nada fácil, si no todo al contrario, había sido difícil y bastante dura. Había tenido que aprender a defenderse, a buscarse su propia comida para sobrevivir en aquel lugar que llamaba su hogar, el bosque y sitios parecidos. Había tenido que cazar animales para alimentarse y alimentar a los suyos, si no quería acabar muerto. En toda su vida había aprendido habilidades para defenderse de cualquier amenaza tanto para él como para su manada, que pudiera haber en cualquier momento en el bosque. Aparte de todo eso, estaba la parte que menos le gustaba, pero que tenía que hacer ya que era su fuente para sobrevivir, cazar y aunque no le hacía ninguna gracia matar animales indefensos e inocentes, aquello era lo que mantenía la reputación y el nombre de El Cazador que los demás le habían puesto. Querían verlo fracasar y encerrado en un ataúd bajo tierra, pero las ganas por vivir y salir adelante, era lo que impedía que lo que los demás querían pasara.

Aquella mañana había salido a cazar por el bosque, como de costumbre. Cuando vio a un ciervo en su campo de visión, preparó el arco y una de las flechas y le disparó, acertando en uno de los lomos del animal con la perfecta puntería con la que contaba. Se acercó hasta el animal y se arrodilló ante él cuando ya estuvo lo bastante cerca.

- Tu muerte te honra, puesto que gracias a ella, yo obtengo vida.. Perdóname.. - Iba a sacar la flecha ensangrentada del cuerpo del animal cuando oyó un gruñido y subió la mirada a pesar de que de sus ojos emanaban lágrimas,para ver al animal del que provenia. Vio que se trataba de uno de los lobos de su manada y sacó la flecha mientras que le hablaba. - No te preocupes, hoy no será uno de esos días en los que pasaremos hambre. - Aquel era uno de los lobos más fieles de su manada, el único que lo seguía a todos sitios donde James iba. Era de pelaje tan blanco como la nieve y con uno de los ojos tan rojos como el color de la sangre, era con el que más había empatizado. Se incorporó cogiendo el cuerpo del animal sin vida y lo llevó hasta donde tenía su hogar.

Se había pasado todo el día dándole vueltas a los recuerdos que tenía de las otras cazas, no es que le gustara lo que hacía pero no tenía más remedio que hacerlo si no quería morirse de hambre y aquel gusto no se lo iba a dar a nadie, así que por más que odiara cazar, tenía que hacerlo. Después de estar toda la tarde sin otra cosa que hacer, cuando empezó a oscurecer optó por salir a dar un paseo para despejarse de todo lo que le atormentaba. Salió acompañado del lobo blanco, caminando en dirección hasta la taberna que había cerca. Entró al establecimiento, pasando indiferente de las fijas miradas de los presentes, ya que no le importaba como le miraran o lo que pensaran o dijeran sobre él. Se dirigió a la mesa en la que solía sentarse cuando solía frecuentar el lugar y se sentó, dejándo a un lado el arco junto con las flechas. Enseguida vino la mesera que le dejo la comida y la bebida que tomaba habitualmente cuando iba a la taberna y le tiró un poco de comida al animal que estaba acostado a las espaldas de él. Mientras que se alimentaba, escuchaba las conversaciones de un grupo de gente que hablaba en voz alta, aunque escuchaba sin prestarle mucha atención ya que poco le importaba lo que pudieran decir o opinar, la gente no tenía nada que hacer que meterse en la vida de los demás. No reparó en la presencia de ninguno en especial hasta que uno de ellos se acercó a su mesa, atreviéndose de preguntarle, ¿Qué clase de hombre llora por un animal?.

- Un hombre que sea honorable, puesto que ellos poseen honor y yo también. No como la gente de tu calaña como tú. Los animales son puros de corazón y para nada egoístas ni oportunistas como las personas. - El lobo blanco se pensó que aquel tipo estaba siendo una amenaza para James y lo iba a defender, tanto que le había faltado poco para tirarsele encima. Le enseñaba los afilados dientes y le gruñia fuerte, tan fuerte como era la conexión que unía a ambos y por eso se defendían el uno al otro con dientes, uñas y garras si hacía falta. - Oye, dile que deje de amenazarme. ¿Sabes qué hago con las mascotas que me amenazan? Las cuelgo de la pared. - Le dijo aquel tipo mientras que sacaba una de sus espadas y la dirigía hacia el cuello de James. Éste se levantó y lo agarró por uno de sus hombros, haciéndole que se cayera al suelo. - No es una mascota. - Antes de que pudiera decir nada, se dio la vuelta y cogió al otro amigo del tipo que se le había echado casi encima y lo estampó contra una de las columnas que formaba la estructura de la taberna, rompiendo así el cristal de la ventana. Cogió uno de los trozos de cristal empuñandolo como si de una daga se tratase y se giró, quedándo frente a frente con el tercer amigo de ambos y al ver el panorama, el tipejo optó por salir corriendo que al fin y al cabo, había sido lo mejor por su parte. Dejó el trozo de cristal en una de las mesas y cogió sus cosas, haciéndole una señal con la mano al lobo para que se marcharan.

No andaron ni 2 km cuando se pusieron frente a ellos los lacayos de la reina, amenazándolo con que si no aceptaba la amable invitación real (Véase la ironía xD) que se atuviera a las consecuencias. No tenía más remedio que asistir a la llamada de la reina, así que acompañó a los lacayos al castillo. No dijo nada en todo el camino, si no que simplemente se limitó a mirar por una de las ventanas del carruaje en el que iba hasta que llegaron al castillo. Andaron por las diferentes estancias del gran castillo hasta llegar donde le estaba esperando ella, se quedó parado cuando estuvo frente a la escultural figura de la reina.

- Me llamo James, pero puede llamarme Cazador si lo desea, Majestad. - Le dijo inclinandose ante aquella mujer, no es que le hiciera demasiada gracia el actuar como otro siervo más que respetaba y seguía las órdenes de alguien como ella, pero no tenía otra opción si quería salir vivo de allí. - ¿Una misión? ¿Qué tipo de misión es esa? Y si lo hago, ¿Qué obtengo a cambio? - Dudó, estaba claro que si encomendaba algo a alguien, era porque debía de ser algo importante, tanto como para que la reina no se manchara las manos y mandara a los demás a hacerlo por ella, a alguien como era él, un Cazador.
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Mensaje por Siobhan R. Mills Lun Nov 05, 2012 1:07 am

Los soldados habían realizado un excelente trabajo. Me habían traído a un hombre del bosque, a un hombre fiero, que seguramente no estaría atado a nadie... Porque cuando decía a nadie, era a ninguna persona, sino más bien a esos lobos con los que siempre anduvía. Uno de mis hombres me había susurrado poco antes de entrar que le habían visto con un lobo blanco, ¿sería esa criatura importante para él? No dudaba que aquel hombre pudiera llegar a amar más a un animal que a las personas, yo pensaba de manera similar a él. Los animales eran unos seres puros, no engañaban, buscaban su conveniencia pero por su propia supervivencia. Los humanos simplemente buscaban poder, y yo ahora lo que buscaba era venganza. Y por desgracia, por mucho que amase a los animales, iba que tener que utilizar aquel hecho para mi conveniencia... Cerré los ojos lentamente, respirando profundamente, ordenando mis pensamientos. Era de ideas rápidas y por eso mismo, ya tenía todo preparado.

-Levántate entonces, Cazador. Es una misión secreta, de la que nadie debe conocer su existencia y para cuando se vea cumplida, tú también mantendrás tus labios sellados -hice el mismo gesto con las manos, como si le cerrara la boca desde esa distancia-. Sé perfectamente que para ti los animales son muy importantes, sobre todo... los lobos, ¿me equivoco? Mi marido, que en paz descanse, creó una ley de caza furtiva contra estos animales debido a los ataques que muchos aldeanos sufrían... Seguramente a ti te gustaría que esa ley fuera eliminada, ¿verdad? -alcé las cejas de manera elegante mientras volvía a sonreír, pero ni de lejos era mi sonrisa verdadera. Aquella sonrisa también se la había llevado Daniel cuando falleció, cuando lo asesinaron.

Debía concentrarme, mi mente tenía que dejar de recorrer el pasado, tenía que dejar de perderme en él. Daniel estaba muerto, no iba a volver, sin embargo ahora tenía la oportunidad de vengarle, de acabar con aquella dichosa Blancanieves. Carraspeé suavemente mientras le daba la espalda, moviendo de forma sincronizada las faldas de mi vestido y colocando las manos detrás mía. Por supuesto, aquello sería una oferta de lo más suculenta y podría simplemente negarse. Por lo que ahora tendría que venir la amenaza. No quería volver a buscar a otro hombre, no quería que los rumores comenzasen a esparcirse por el reino. Ahora o nunca, y yo estaba más decidida que nunca.

-En cambio... Si no aceptas esta misión, tu amigo sufrirá lo suficiente como para que acabes aceptando -claramente me refería a su lobo blanco, el cual se había quedado en las puertas del castillo-. ¿Me has entendido, Cazador? Y ahora, por favor... Acompáñeme -paré a los guardias con la mano, ya que necesitaba que estuviéramos James y yo solos. Caminé a su lado por los largos y solitarios pasillos del castillo, callada, sin decir nada y seguramente aumentando la expectación del joven hombre. ¿Sería capaz de cumplir la misión? No me fiaba de los hombres del castillo, me gustaba hacer las cosas por mí misma, sin embargo en esto había tenido que confiar en las manos de otros, algo que me incomodaba. Pero sin lugar a dudas, sí, podía observar que tras mi oferta y mi amenaza podría ser capaz de acabar con Blancanieves, de arrancarle el corazón, tal y como hicieron con él-. Necesito que acabes con una doncella de este castillo, ¿por qué? No necesito que preguntes o que pienses, simplemente que actues. Ella irá al bosque contigo, tú la escoltarás y cuando observes que es el momento oportuno, le arrancarás el corazón y me lo traerás aquí -habíamos entrado en una sala circular, en la cual, justo en el centro, había un cofre de madera, sencillo pero hermoso. Lo cogí y lo abrí, indicándole que exactamente, tendría que traerme el corazón de Blancanieves en su interior-. Solamente su corazón, nada más.
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Mensaje por Charlie J. Hudson Mar Nov 13, 2012 7:39 am

Se incorporó a la posición inicial en la que antes había estado y la miró fijamente, sin quitar en ningún momento la vista de ella. No quería perderse ningún detalle ya que nunca sabía con qué pie cojeaba la susodicha reina. Había oído hablar sobre ella y algunas cosas eran menos buenas que otras, pero quería comprobar por el mismo de lo que ella era capaz de hacer y hasta donde podría llegar.

Se mantuvo callado, prestando atención especialmente a cada palabra que salía de los labios de aquella mujer, estaba claro que las dudas que James había tenido cuando había llegado al castillo, en esos momentos se estaban resolviendo. Le había mandado a él puesto que si ella lo hiciera o alguno de sus lacayos, todo el reino iría en su búsqueda. Por eso lo había elegido a él, a alguien que fuera capaz de matar, ya fuera a un animal o una persona, aunque en ese caso James no es que fuera muy partidario de eso.

- Los lobos son la única familia que tengo y lucharé por ellos con uñas y dientes si hace falta. - Le asintió con la cabeza cuando dijo que si le gustaría que la ley de la caza furtiva fuera eliminada.

Mantuvo la mirada y la expresión seria ante ella y apretó los puños cuando mencionó que si se negaba, las consecuencias que tendrían sus actos iban a ser peor. - Él no tiene nada que ver en esto, así que si alguien tiene que pagar por ello, entonces seré yo. - volvió a asentir y la siguió andando a paso lento junto a ella.

No se dirigieron la palabra mientras paseaban, ya que James le estaba venga dar vueltas a las cosas y a la "oferta" que minutos antes le había ofrecido. A ella nunca le había hecho falta mandar a alguien lejano, siempre había hecho uso de los lacayos de su ejército, ¿por qué ahora si la necesitaba?. Desconocía el motivo pero si sabía la causa, aquello debía de ser algo importante.

- Yo mato por mí, ¿por qué iba a hacerlo por vos? Ya tenéis un ejército, ¿por qué no le encomendáis tal misión a ellos? - La siguió hasta la sala en la que habían entrado, siempre con mucha cautela porque no sabía con qué se podría encontrar en ningún momento. Vio como cogía un cofre de madera que había en el centro de la sala y lo abría, mostrándoselo vacío en su interior. Eso quería decir que debía de traerle algo dentro de el recipiente rectangular y ese algo era lo que había llevado a optar por aquella misión importante.

- No me interesa ser una mascota tuya que esté encerrada en una jaula. Pero si lo hago, a cambio quiero que se proscriba la caza de lobos, nadie podrá cazarlos y deberán de ser protegidos. Si es así, no habrá problema en que cumpla esa misión. Servidor a su disposición, Majestad. - Se inclinó de nuevo. - Decidme, ¿cual es el nombre de esa doncella? ¿Quién es quién queréis que mate? -
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Mensaje por Siobhan R. Mills Dom Nov 18, 2012 10:19 am

Sonrié complacida al escuchar las seguras y "amenazantes" palabras del Cazador. Podía llegar a comprender aquella estima que tenía por los lobos (unos animales salvajes y sangrientos a ojos de muchos), ya que en cierta manera yo habria luchado de esa manera por Daniel... No, debía enderezarme, debía mostrarme fría, incompasiva, después de todo si no amenazaba a aquel hombre nunca obtendría lo que tanto tiempo había estado anhelando: la muerte de Blancanieves. Sin embargo, por mucha empatía que pudiera tener con el Cazador sus insistentes preguntas me molestaron, ¿no había entendido nada de mis palabras? Noté que un mechón rubio se me había caído y que ahora acariciaba mi mejilla, por lo que aproveche ese instante para tranquilizarme y volver a colocármelo detrás de la oreja mientras respiraba como si no ocurriera nada malo.

-¿No me habéis entendido cuando he dicho que ahora no sois una cabeza pensante? Dejad de preguntar y aceptad mi oferta si deseáis de verdad que vuestros amigos no sean cazados nunca más... Por lo tanto, no es mi deber saciar vuestra curiosidad, simplemente necesito que otra persona se "manche" las manos -tantos años escondiendo mis verdaderos sentimientos fueron lo suficiente como para poder esconder una sonrisa diabólica de mi rostro, que sin embargo a ojos del Cazador parecería amable incluso. En eso me había convertido: en una bella rosa con unas espinas venenosas, que impedía que incluso el ser más poderoso se le acercase-. Si cumplís de verdad tu misión, yo cumpliré mi palabra. Después de todo, soy vuestra Reina... El nombre de la doncella es Blancanieves, una muchacha de cabellos negros, oscuros y piel pálida. Pronto la conoceréis... -le tendí grácilmente la caja para que la agarrase para después volver a salir de esa sala. Por supuesto, aquella era uno de mis aposentos más privados y no me gustaba que gente como él estuvieran ahí dentro durante mucho tiempo-. Y no intentéis engañarme Cazador, ya que como os he dicho, soy vuestra Reina y al final acabaré sabiéndolo todo.

Fueron un par de días de preparación, simplemente esperando al momento adecuado, a que la dichosa niñita desease marchar al bosque, a recoger setas o cualquier cosa poco importante. En ese momento aparecí yo como su madrastra "preocupada", pidiéndole que llevara escolta al bosque y ahí apareció James, ataviado como un soldado del castillo. Por supuesto, llevaba la caja con él y lo más importante: Blancanieves no sospechaba nada de nada, no iba a poder predecir el amargo futuro que le esperaba. Tan amargo como mi pasado, tan amargo como todo lo que había tenido que soportar por culpa de ella. La odiaba, sí, porque me había arrebatado mi felicidad y yo ahora le iba a arrebatar su brillante futuro.

Los despedí desde la sala del trono con una sonrisa amable, dirigiéndole por última vez una mirada a James, asintiendo y esperando que cumpliera con mis órdenes, porque si no las llegaba a cumplir... Mi ira sería terrible y le haría sufrir de maneras inimaginables para él. Así pues, me quedé sentada en el trono durante un largo rato, observando como se marchaban, la niñita casi dando saltos de alegría y con una cesta entre sus brazos...

-Hasta nunca, Blancanieves...
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Mensaje por Charlie J. Hudson Lun Nov 26, 2012 12:57 pm

- A su disposición, Majestad. - Volvió a repetir cuando le dijo que si cumplía con su misión, ella cumpliría con su palabra. Cogió con ambas manos la caja que segundos antes había cogido ella en sus manos y cuando ya la tuvo, le echó una ojeada al pequeño cofre. Y caminó detrás de ella, siguiendo el camino por el que antes habían venido. - No temáis, cumpliré mi palabra y en mi vuelta os traeré lo que tanto ansiáis. No os defraudaré, Majestad. - Volvió a hacer una pequeña reverencia y cuando volvió a erguirse, tomó la mano de la mujer, besando así el dorso de ésta a modo de despedida.

Ni siquiera pudo salir de los límites del castillo, ya que la reina había mandado dejar un aposento para él hasta su marcha con aquella doncella, que tenía por nombre Blancanieves. Por más tiempo que pasaba en las estancias del castillo a las cuales no le prohibían el acceso, más vuelta le daba a las cosas. No podía parar de pensar que lo que iba a hacer era una locura y para nada era común en James, pero es que por otro lado, aquello le podía abrir puertas de libertad, tanto a él como a su manada. Era algo bueno porque ya no tendría que andar con mil ojos para proteger a los lobos, podrían vagar libremente por todos los sitios que quisieran sin tener el temor de que los podrían cazar. Iban a ser libres y aunque aquello lo obtuvieran a un precio muy alto que tenía que pagar, lo haría porque no tenía otra opción si no quería ver acabada su manada, su familia.

Había pasado dos días desde su llegada al castillo y esperaba que pronto se acabara esa dura espera, puesto que cuanto antes acabara esa condena para él, más fácil sería todo. Quería que terminara, que se acabara esa amenaza que le invadía, quería poder respirar tranquilo sin tener que aguantar los constantes remordimientos de conciencia que llevaba teniendo desde el primer momento que había pisado el suelo del castillo. No tardó mucho en cumplirse sus deseos de que acabara la espera, puesto que uno de los lacayos de la reina, lo mandó a que se presentara ante su presencia, no sin antes darle aquella indumentaria tan peculiar que llevaban las mascotas reales. A regañadientes se lo puso y salió en camino hacia la sala del trono, llevando con él, el dichoso cofre que días atrás le había entregado la reina.

Se presentó ante ella como uno más de su colección y esperó a que el plan que la misma reina había ideado, se cumpliera. Así que se mantuvo firme hasta que la doncella que le había descrito Siobhan, apareciera ante ellos. Siguió el protocolo e hizo acto de sus buenos modales cuando Blancanieves apareció y tras dedicarle algunas palabras, emprendieron la marcha hacia el bosque y los quehaceres de la doncella.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Miér Nov 28, 2012 12:49 pm

Cuando alguien es tan fuerte y tiene una salud tan férrea su muerte te pilla totalmente desprevenida, de una forma que ni siquiera eres capaz de concienciarte de ella al menos en un principio. Al menos eso me pasó a mí cuando me comunicaron que mi padre había muerto, una persona que el día anterior había estado mejor que nunca, con toda su vitalidad. ¿Un ataque al corazón? No era capaz de asimilar aquello. Ni siquiera lo asimilé del todo hasta el día del funeral. Un acto que se me hizo del todo necesario y que mu al contrario que Siobhan no aguanté entera. Me derrumbé, pero supuse que era algo normal cuando toda mi vida me había sentido tan unida a mi padre en especial después de la muerte de mi madre años atrás. Sus palabras de consuelo también me sirvieron para algo, aunque yo tarde mucho más en abandonar el lugar que ella, que casi daba la sensación de quisiera irse de allí, huir lo más lejos posible.

Posiblemente era por mí. Era más que consciente de que nunca había sido feliz desde el día en que su padre mandó matar a Daniel, después de que yo misma en un acto totalmente inocente y sin querer causar ningún mal, le confesara en secreto a este que su hija tenía un amor verdadero. Incluso le dije que debería dejar que se casara con él y no con mi padre, pues solo él parecía hacerla feliz. Después de todo había sido la propia Siobhan la que cuando yo era apenas una niña me había dicho que era el amor verdadero… y aún así años más tarde yo había dejado de creer que algo existiera. Quizá por mi traición hacia ella, quizá por la relación que habían tenido mi padre y ella. Quién sabe.

Lo único que sabía seguro es que el amor verdadero era algo en lo que había dejado de creer por completo.

Realmente no calculé el tiempo que me quedé allí antes de volver a mi habitación, antes de dejarme caer sobre la cama y romper a llorar por enésima vez desde que había recibido la noticia de la muerte de mi padre y realmente tardaría mucho en sanar aquella herida, estaba completamente segura, del mismo modo que empezaba a sentirme insegura entre aquellas paredes. Me empezaban a parecer una cárcel.

El palacio de verano vino a mi mente al tercer día después del funeral de mi padre mientras me preparaba para salir al bosque. Estaba segura de que alguno de los caballeros de mi padre me acompañaría, nunca me dejaban salir sola y aunque ahora Siobhan fuese la reina eso no iba a cambiar. Hay cosas que nunca cambian. Las altas murallas de aquel palacio se manifestaron en mi mente haciéndome sonreír sutilmente, me encantaba pasar los veranos allí, me encantaban esas altas murallas que de alguna manera lograban que el palacio pareciera una cuna. Una estupidez para muchas personas quizás pero a mí se me antojaba algo especial. Además allí era donde tenía mis mejores recuerdos, algunos de ellos incluso con mi madre de la que recordaba más bien poco.

No pude más que extrañarme cuando me encontré con el caballero que me escoltaría/acompañaría por el bosque aquella tarde. No recordaba… haberle visto en palacio antes. Además de que…, empezaba a sentir una presión extraña en el pecho a la que decidí no darle importancia. Decidí disfrutar del bosque, aquel que no conocía, al contrario que el que recordaba al palacio de verano. Podía recorrerlo con los ojos cerrados.

Miré de reojo unas cuantas veces al hombre que me acompañaba en aquellos momentos antes de detenerme y meter una de mis manos en la bolsa llevaba colgando. Saqué dos manzanas de la misma tendiéndola una a él al tiempo que le daba un mordisco a la mía, examinándole con suspicacia y lentamente, muy lentamente. Es más, me tomé mi tiempo para decir mis siguientes palabras, realmente las había pensado muy detenidamente. – No eres un caballero de mi corte, ¿verdad? - Le pregunté mirándole una vez más de arriba abajo. Realmente no me fiaba un pelo y mucho menos de Siobhan. Suponía que aún me tenía guardada alguna por lo de Daniel. Pudiera ser que cuando era más pequeña y más joven me pudiera engañar fácilmente, pero ahora que yo misma había madurado había empezado a ver las cosas de diferente manera. Empezando por la fría relación entre Siobhan y mi padre y terminando por el hecho de que sabía que de alguna manera ella me odiaba por haberle arrebatado a lo único que había amado.

Por haberle arruinado la vida.

¿Pero qué iba a saber yo siendo apenas una niña de todas aquellas cosas que ahora comprendía tan bien? – Cada uno de los caballeros de mi padre me han dado sus condolencias. Menos tú… - Me quedé unos segundos en silencio que aproveché para darle otro bocado a la manzana antes de volver a hablar. – Es más…, ni siquiera te recuerdo y los conozco a todos. A todos y cada uno de ellos… - Ladeé la cabeza hacia uno de los lados, haciendo que mis cabellos oscuros resbalaran por mi hombro – Te ha pedido ella que me acompañaras, ¿verdad?

Y estaba segura que no había sido lo único que le había pedido.
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Mensaje por Charlie J. Hudson Mar Dic 04, 2012 7:36 am

No es que aquella misión le hiciera demasiada gracia, pero todo aquello lo incomodaba de una forma algo exagerada. Para nada quería matar a aquella hermosa doncella, ni siquiera se atrevería a ponerle una mano encima, ni a ella ni a otro ser humano que fuera inocente. Él solo mataba animales para sobrevivir y alguna vez que otra, si no tenía más remedio, había tenido que defenderse ante alguna que otra alimaña que habitaba por aquellos lugares donde el cazador solía frecuentar, pero más bien había sido por su bien.

Andaba callado, sin dirigirle la palabra a aquella muchacha que portaba una larga cabellera oscura del color del carbón, labios rojos como el color de la sangre y de piel pálida, todas aquellas cosas hacían que cualquier hombre que la viera se quedara prendado de ella y aunque no es que fuera amor a primera vista, él también se quedaba embobado contemplándola. Se tiró levemente del cuello de aquel horrible "disfraz" que llevaba, era muy incomodo llevarlo ya que lo agobiaba bastante y le daba mucha calor, no podía entender como aquellas ratas de cloaca lo podían llevar sin quejarse ni un segundo. Aparte de todo eso, la armadura pesaba demasiado como para llevarla y no es que fuera muy ágil cuando tuviera que actuar o correr. Se quitó el casco, para poder aliviarse un rato del peso que portaba en la cabeza y que el aire pudiera aliviarlo en cierto modo. Vio como ella sacaba de un saco dos manzanas y le tendía una al mismo tiempo. James dudó varios segundos, no es que no le gustara la fruta pero aquella amabilidad por parte de la joven no se la merecía, ya que él iba a acabar con su vida y ella estaba siendo amable con él, ¿acaso era tan inepta de no darse cuenta de lo que pasaba? Si ella conocía a todos los lacayos de la corte real, debía de saber que James no pertenecía a su corte, de que era nuevo por aquel grupo y de que nunca ambos se habían visto las caras. Pero parecía que la inocente muchacha no se percataba de nada, aquello quería decir que la misión de la reina estaba dando resultado, muy a pesar de él.

- No, gracias. - la miró desconfiado mientras que ella se comía la manzana. La pregunta que segundos después le hizo, no le había pillado desprevenido, ni siquiera era por sorpresa. Sabía que si era lista, rápida y observadora, descubriría que él no pertenecía a su corte y que algo raro pasaba. Siguió con el plan hacia delante y en su rostro se podía seguir viendo una expresión fría. - ¿Por qué decís eso? - Le dijo haciéndose el indiferente mientras escuchaba lo que le decía ella. - Aceptad mis condolencias.. - Hizo una pequeña reverencia en señal de disculpa, así que la doncella como había dicho la reina, se trataba de la hija del rey, el cual había muerto. - Creo que no hace falta que os lo diga, sabéis perfectamente por qué estoy aquí.. -
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Mensaje por Savannah L. Hastings Jue Dic 06, 2012 10:42 am

Le miré con gesto extrañado mientras lo examinaba con tranquilidad. – Ni siquiera pareces sentirte cómodo dentro de eso – Señalé la armadura que llevaba y el casco que sujetaba con una de sus manos. Negué con el rostro tranquilamente. Sabía perfectamente que pasaba allí y una parte de mí incluso creía sinceramente que me lo merecía, por haberle quitado al amor de su vida de su lado, por haberla traicionado, por haberla hecho infeliz. Todo por no haber sabido guardar un secreto, pero aún así…

Ella tampoco se merecía mi perdón. Se podría decir que acababa de abrir los ojos y sabía perfectamente que le había pasado a mi padre. Había sido ella. Le había castigado. Nos había castigado a los dos. Quién sabe si por aquella infelicidad que la había rodeado todo aquel tiempo o por aquella forma de tratarla. Por supuesto que me había dado cuenta de que mi padre siempre me favorecía a mí, siempre me hacía destacar y brillar como una estrella en el cielo oscuro de la noche por encima de la que era su mujer, por encima de Siobhan. Yo siempre había sido la niña de sus ojos y eso ni siquiera la mujer que me había salvado aquella noche lo había cambiado.

Me podía hacer muchas ideas en la cabeza de cómo había matado a mi padre, habían dicho que había sido una picadura de algo lejano y recordé al genio. ¿Podría ser qué…? Era eso o magia oscura que había usado ella. La misma que había visto usar durante tantos años a su padre, Henry. Me escondía debajo de la cama o detrás de las cortinas en su habitación y le observaba hacer magia, como los hechizos salían directamente del libro de hechizos. Era obvio pensar que Siobhan hubiese heredado el amor de su padre por aquel tipo de arte.

- Tarde… Ya te has delatado – Le dije cuando me ofreció sus tardías condolencias y aunque no hubiese sido por aquel detalle lo habría sabido de todos modos. Habría sabido que él no pertenecía a mi corte, que no era uno de los nuestros. Había crecido con aquella gente, me habían protegido, me habían escoltado, habían escuchado mis problemas infantiles, habían reído conmigo cuando no era más que una niña… - Aún así, conozco a todos y cada uno de los hombres que han servido durante estos años a mi padre. Ella debería saberlo. – Una clara referencia a la persona que lo había enviado conmigo al bosque. Le di otro mordisco a la manzana, con tranquilidad, quizá demasiada tranquilidad. – ¡Oh! Por supuesto que sé porque estás aquí… Me quiere… - Miré hacia uno de los lados. Cerré los ojos. Noté la brisa del bosque dar suavemente contra mi rostro, noté el olor de los árboles, de la hierba e incluso oí el sonido de las ramas agitándose producido por el viento. Respiré hondo antes de volverme nuevamente hacia él. – Muerta. – Sentencié como si sentenciara mi propia muerte.

Pensé rápido. Estaba en un bosque totalmente desconocido para mí pero que en cambio aquel hombre que tenía delante de mí conocía perfectamente. Me encontraría tarde o temprano pero quizá no era mala idea intentar tomarle cierta ventaja, aunque fuese solo un poco. No iba a morir sin luchar, sin intentar escapar, desde luego…

Pensé. Pensé. Pensé.

Mi rostro se quedó imperturbable a pesar de la idea que acababa de formarse en mi cabeza. Dejé caer la manzana al suelo, pude oír como rodaba por la tierra, su ruido al caer al suelo. Me acerqué hasta él quedando a escaso medio metro. Le miré, con mis ojos marrones, escudriñando su mirada. – ¿Qué parte desea de mí? – Porque estaba claro que Siobhan no iba a creer simplemente al cazador cuando llegase al palacio. No, ella quería una prueba del éxito de la misión.

Fingí ver algo a espaldas de él, entrecerrando incluso los ojos como si intentase verlo mejor, como si no me lo creyese. – Eso… ¿eso es un… lobo? – Pregunté al final en un fingido pero creíble hilo de voz y actúe con rapidez, dándome la vuelta, esperando que hubiese caído en aquella treta, que se hubiese vuelto, que hubiese empezado a buscar al lobo, dándome tiempo a correr, alejarme y meterme entre la maleza, intentando huir lo más lejos posible de él.

Aparté ramas y arbustos bajos empezaron a arañarme los brazos, pero eso no impidió que en ningún momento dejase de correr. Incluso me agaché varias veces para evitar alguna que otra rama. No miré hacia atrás, no me molesté en hacerlo esperaba haber conseguido una mínima ventaja con aquel intento de distracción. Sabía que tarde o temprano me encontraría pero quizás…

La esperanza es lo último que se pierde.
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Mensaje por Charlie J. Hudson Dom Dic 16, 2012 9:38 am

- Muy astuta, debo decir que vos habeis sido una de las presas que más rápidamente a atado cabos sin necesidad de más pistas. - Tal y como él había pensado minutos atrás, ella era lista, rápida y observadora, aunque pareciera inocente y que no se enteraba de nada. Con casi ninguna pista había descubierto que él no pertenecía a su corte y que había sido encomendado por Siobhan para realizar una misión, aquella misión que tanto uno como el otro, tenían claro. Matarla a ella.

Estaba claro que por mucho que James no quisiera hacer tal burrada, debía de cumplir esa misión ya que estaba en sus manos la vida de su manada, su familia y por supuesto, su propia vida. Y costara lo que le costase, no tenía más remedio que realizarla, por mucho que le pesara. Vio como la muchacha portadora de cabellos negros tiró la manzana al suelo y ésta rodaba, sintió a pocos metros su presencia y le clavaba sus ojos en los de él. - Vuestro corazón. - Le dijo sécamente sin quitar en ningún segundo la mirada de la de ella. La verdad que no entendía muy bien para qué quería la reina el corazón de ella, con que le trajera su cuerpo sin vida bastaba o eso al menos pensaba James, pero si resultaba ser que la oscura mujer era una psicópata y se dedicaba a hacer vudú o era caníbal y le gustaba comerse corazones humanos, eran cosas que James prefería no pensar. No le gustaba que todos esos pensamientos estuvieran de un lado a otro de su cabeza, el pensar en tan solo una cosa de ellas, le hacía tener escalofríos.

La vio poner caras raras, parecía que le pasaba algo pero conforme le fue hablando, iba viendo que de lo que se trataba es que parecía que estaba viendo algo a las espaldas de James. - ¿Un lobo? ¿Dónde? - No tuvo opción que darse la vuelta si quería ver lo que ella había visto y así hizo, se giró quedándo de espaldas a ella. Buscó con la mirada hacia todas direcciones a ver si veía al lobo que ella le había dicho, podía ser que el lobo que ella había visto fuera el lobo blanco de su manada, pero no podía ser del todo cierto puesto que según le había dado a entender la reina, lo tenía bajo su custodia hasta que él le entregara el corazón de la muchacha. Siguió varios segundos más mirando a ver si salía el lobo. - ¿Seguro que lo habéis visto? Creo que teneis mal la vista o que vuestra mente os jugó una mala pasada.. aquí no hay nada.. - Se giró al ver que no había nada y en ese momento se respondió al por qué le había estado hablando y no había recibido ninguna respuesta por parte de ella. - ¡Maldición! No puede ser que me haya tragado semejante mentira como esta.. - Dijo mientras que se encaminaba a buscarla.

Con la pequeña daga que llevaba escondida en el cinturón que llevaba en su cintura, fue apartando las ramas y cualquier obstáculo plantío que se cruzara por su camino. Una de las ventajas que tenía James es que conocía perfectamente el bosque y se había aprendido de pe a pa todo el lugar gracias a que se había criado en aquel sitio, así que para el cazador no habían sitios que no se conociera del frondoso bosque. Caminó poco rato más hasta que en una de las veces que apartaba varias ramas con su daga, dio con ella. - ¿Acaso pensabais que podíais escapar de alguien que se conoce perfectamente un sitio como este? No por más que corráis o por mucho que intentéis escapar, podréis salir victoriosa. -
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Mensaje por Savannah L. Hastings Mar Dic 18, 2012 8:58 am

Sabía perfectamente donde me estaba metiendo. Sabía que no conocía aquel bosque y que el probablemente lo conocería como la palma de su mano. Sabía tantas cosas que mi mente se estaba nublando no dejando pensarme en una concreta y al mismo tiempo sin dejar que el pensamiento de correr y alejarme desapareciera de mi mente. Estiré los brazos hacia adelante moviéndolos como si estuviese nadando como si creyese que con aquel movimiento fuera a conseguir correr más rápido. Alejarme con más prisa del cazador. En un momento dado noté como algo me arañaba la piel de los brazos descubiertos pero ni siquiera me paré a mirarlo, no cuando sentía que mi vida dependía de lo mucho que corriese y de lo que me distanciara de él.

Noté que el vestido se enganchaba en alguna rama baja del bosque y sin pensarlo dos veces, pensando solamente en mi supervivencia tire de el con fuerza notando como se rasgaba. ¿Qué importaba en aquel momento un vestido ligeramente rasgado cuando yo tenía que sobrevivir a aquella… carrera? Me di la libertad y el respiro de mirar durante una milésima de segundo por encima de hombro comprobando que nadie me seguía antes de volver la mirada nuevamente al frente, justo a tiempo para ver un tronco caído sobre el cual tuve que saltar. De milagro aterricé con los dos pies en el suelo y no me tropecé ni pisé mi vestido cayendo finalmente al suelo. Perdí durante unos momentos el equilibrio, eso sí, pero casi al momento lo volví a recuperar.

¿Cuánto tiempo estuve corriendo por el bosque? No tengo una respuesta totalmente correcta para responder esa pregunta puesto que a mí todo aquello se me estaba haciendo eterno y posiblemente no pasase más de media hora hasta que sentí que mis pulmones no podían más y que mis piernas empezaban a resignarse. Parar, el cuerpo me pedía que parase y la mente en cambio me pedía que siguiera corriendo…

El caso es que también era muy probable que estuviese corriendo en círculos como una estúpida.

Lo peor de todo aquello era la paranoia que se instalaba en mi mente inconscientemente y me hacía escuchar sonidos allá donde no los había, haciendo que en ese preciso instante en que me había quedado parada en medio del bosque me volviese sobre mí misma con una ligera histeria anidando dentro de mí como si en cualquier momento y de cualquier punto de aquel espeso bosque fuera a aparecer alguien o algo y me matara.

Fuera a aparecer él.

El ruido de ramas partiéndose detrás de mí hizo que todo mi cuerpo se tensara y que un escalofrío lo recorriera por completo. Era él, estaba segura. Tanto que en vez de echar a correr otra vez como me decía la cabeza, me quedé allí plantada, como si el miedo hubiese tomado la forma de raíces invisibles y me hubiese agarrado con fuerza los pies no dejando que me moviese de aquel punto. Me volví, con el miedo plasmado en mis ojos marrones y me lo encontré, con su seguridad, con la daga en la mano y mirándome directamente. Dirigiéndome aquellas palabras.

No, no había pensado, había actuado por instinto, había echado a correr porque necesitaba tiempo, necesitaba ventaja, necesitaba esperanza, pero realmente no me había parado a pensar fríamente. – No pensaba nada. – Dije con sinceridad al tiempo que daba unos cuantos pasos hacia atrás intentando alejarme de él lo más posible. - Entonces… ¿Por qué no me matas de una vez? ¿A qué esperas? … ¿O no es tan fácil como parece? Alguien que protege con tanto fervor a los animales… ¿es capaz de arrancar el corazón de un humano? ¿Solo porque una arpía se lo ha pedido? ¿Una asesina? – En mi voz se podía notar la rabia que sentía en ese momento hacia Siobhan a pesar de que en muchas ocasiones había querido pedirle perdón, a pesar de que en el fondo en ese momento supiera sus motivaciones, lo que la movía… Si la tuviera delante en ese preciso momento le pediría perdón. – Bueno, si vas a hacerlo, quiero que le mandes un mensaje a la Reina de mi parte antes… - Menté levantando ligeramente la cabeza.

Ahora me quedaba esperar si realmente iba a ser capaz o tendría que decir mis últimas palabras, un mensaje dirigido a la mujer a la que le había arrebatado lo que más quería, aunque fuese de una forma indirecta. Había sido culpa mía, ¿no?
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Mensaje por Charlie J. Hudson Sáb Ene 05, 2013 8:20 am

¿Entregarle un mensaje? Aquella mujer quería su muerte y ella en vez de maldecirla o dedicarle palabras de odio e insultos, lo único que quería hacer era mandarle un mensaje. ¿Acaso se había vuelto loca? Sí, en definitiva se le había ido la cabeza mientras que corría por el bosque, intentando escapar de alguien que se conoce el bosque como la palma de su mano, alguien habilidoso como James.

- ¿Un mensaje? Los trucos no os servirá y si estáis tratando de evadiros de la muerte, creerme que no os servirá de nada. -

Estaba claro que James no era capaz de matar a ningún humano, pero no tenía otra alternativa si quería que su manada sobreviviera y salvarse también su propia vida. No había tenido otra alternativa que aceptar aquella misión que esa mujer tan oscura le había encomendado, por mucho que a él no le hiciera gracia hacerlo pero no había otra opción.

- Está bien, dejaré que digáis vuestras últimas palabras para la reina. -

Siguió de pie en el mismo sitio que minutos atrás cuando había dado con ella y la miró seriamente, prestando atención a lo que la joven le iba diciendo como mensaje para su asesina. Se estaba quedando perplejo con las palabras que salían de la boca de ella, no entendía porqué le estaba pidiendo perdón si era la reina la que la quería ver muerta, en todo caso tendría que ser de al revés. ¡¿Qué la perdonaba?! ¿Pero que tontería era esa? Nadie que fuera a ser asesinado perdonaba a su asesino, y el que lo hacía era porque se le habían cruzado totalmente los cables como le estaba pasando a ella. Cuando terminó de decirle todo lo que le estaba dedicando a la malvada mujer, James no dijo nada. Simplemente se quedó callado, titubeando entre dejarla marchar o realizar el deseo de Siobhan y tras varios segundos dudando entre una opción otra, eligió la primera muy a su pesar.

- ¡Corred! Antes de que cambie de parecer.. -
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Mensaje por Savannah L. Hastings Mar Ene 15, 2013 12:47 pm

- No es un truco. – Espeté. En mi voz rabia. Rabia contenida por el simple hecho de que ese cazador que ahora me miraba atentamente se creyese que iba a usar otro truco para intentar escapar de él cuando era obvio que no tenía escapatoria alguna. No había forma de escapar de él, podía ganar minutos, quizá unas cuantas horas pero estaba visto y comprobado que tarde o temprano acabaría encontrándome. Me daría caza. – Es obvio que voy a morir. Simplemente quiero que le transmitas lo que voy a decir…

Suspiré y me quedé en silencio. Estaba ordenando mis pensamientos en mi cabeza. Después de todo, por mucho que hubiésemos pasado, muy en el fondo, Siobhan había sido la única madre que había conocido, pero era demasiado obvio que para ella yo solo era una piedra en su zapato. Una molestia de la que era mejor deshacerse si quería seguir andando por el mundo.

Al final pareció decidir que no estaba mintiendo y todo aquello no se trataba de otra artimaña para intentar huir inútilmente en aquel bosque que él conocía mucho mejor que yo. Asentí levemente al tiempo que me llevaba unos segundos una de las manos a la frente y cerraba, concentrándome en todo lo que quería expresar, pero era obvio que no podía extenderme demasiado o él no recordaría cada palabra de lo que decía. Obviamente con que mandase el “mensaje” bastaba.

- Dile que… lo siento. Siento haberle complicado la vida, siento que mataran al amor de su vida por no saber guardar un secreto. Dile que siento que haya sido infeliz, que espero que encuentre el amor algún día como se merece, que encuentre un Daniel que le corresponda y no se frío con ella ni anteponga a su hija… - Respiré hondo. Sacar todo aquello no era fácil y en realidad hubiese deseado poder hacerlo en persona y no tener que hacerlo a través de un intermediario. – Dile también que gracias por haber sido mi figura materna estos años, que aunque ella nunca lo supo realmente, para mí fue la única madre que recordaré plenamente… y sobretodo dile que la perdono. La perdono por mandarte a por mí, por mandarme cazar…

Bajé la mirada. Me sentía tan liberada…, era como si me hubiese sacado una espina que llevaba muchísimo tiempo clavada en una parte de mi cuerpo, de la que yo ni había sido consciente y… al sacármela había comprendido que siempre había estado allí. Una molestia insignificante de aquellas a las que no les das importancia y realmente la tienen. Mantuve la mirada en la hierba, tan verde, tan llena de vida, completamente segura de que de un momento a otro sentiría un segundo de dolor y luego nada. El dolor se habría ido y él se haría con mi corazón para llevarlo hasta la reina, hasta aquella que lo había pedido expresamente.

Y entonces ese grito que hizo que levantase la mirada completamente anonadada. ¿Me estaba diciendo que corriese? ¿En serio? Escudriñé su rostro y lo único que pude ver fue decisión. La decisión de dejarme ir y salvarme la vida… - Gracias – Murmuré antes de darme la vuelta. Di unos cuantos pasos vacilantes, esperando aún que en cualquier momento me clavase una daga por la espalda precisamente en el momento en que yo menos me lo esperaba, pero no pasó nada. Absolutamente nada. Mis pasos aceleraron por puro instinto y solo cuando estuve a unos cuantos metros de distancia me paré en seco.

Siobhan nunca perdonaba a los que la traicionaban y él acababa de hacerlo perdonándome la vida. Siobhan nunca se creería que yo simplemente me había escapado, no cuando había mandado al mejor cazador del reino a por mí. Me di la vuelta. Seguía allí y aunque quizá estuviese cometiendo un error, volví sobre mis pasos.

- Tienes que venir conmigo. No te perdonará. Te matará… No mereces la muerte, no después de… - Me quedé callada mirándole directamente al tiempo que le tendía una de mis manos, invitándole a que me la tomase y huyese conmigo. Estaba invitándole a salvar también su vida – Desobedecerla salvándome la vida.
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Mensaje por Charlie J. Hudson Sáb Feb 16, 2013 3:10 am

Aquella decisión que había tomado, le había costado mucho decidirse ya que fuera una cosa o fuera otra, él iba a salir mal parado. Pero que poco le importaba ya su propia vida, estaba en peligro la vida de la doncella a la que había estado acompañando y si corría peligro era por su culpa, él había sido el que la había llevado hasta el bosque, hasta su lecho de muerte y había sido encomendado para que ejerciera de su verdugo. Por mucho que el no estuviera de acuerdo con aquella "misión", las cosas eran así y ahora que le había dicho que huyera, no había marcha atrás. Tenía que acarrear con las consecuencias que su elección suponían y si tenía que dar su vida por la de ella, no tenía otra alternativa.

Ladeó la cabeza hacia un lado cuando escuchó salir de la boca de ella un pequeño gracias y se quedó inmóvil mientras observaba como se daba media vuelta y huía de aquel sitio. James esperaba que por lo menos encontrara el camino de vuelta, que supiera salir de aquel frondoso bosque que a diferencia de ella, él se conocía como la palma de su mano. Tenía la esperanza de que aquella malvada mujer no diera con el paradero de Blancanieves, de que ella fuera capaz de huir a otro lugar donde Siobhan no la encontrara. Un lugar donde pudiera hacer su vida y ser feliz, sin temor a ser buscada por algún que otro cazador.

Iba a encaminarse de nuevo, a volver sobre sus pasos que antes había dado y acarrear con las consecuencias que su elección traerían. A plantarle cara a Siobhan y aunque aquel final no le gustara, tenía que asegurarse de que su peludo amigo junto a su manada, iban a ser libres. De que la malvada mujer cumpliría con la promesa a cambio de su vida. Pero la voz de ella le hizo girarse y dejar a un lado sus pensamientos.

- ¿Ir con vos? No puedo huir, está en juego la vida de mi familia. No puedo marcharme y dejar que ella acabe con ellos, los matará. No puedo permitirlo. - No podía dejar que Siobhan acabara con su manada, ellos no tenían la culpa de que James hubiera aceptado el malvado plan que tenía la reina reservado para la muchacha.
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Mensaje por Savannah L. Hastings Lun Mar 04, 2013 6:47 am

Estaba de espaldas a mí cuando me volví y por unos segundos, que se me hicieron larguísimos, creí que iba a permanecer así y que se iba a alejar de mí haciendo caso omiso a las palabras que acababa de pronunciar y que acabaría encontrándose con el terrible destino que le impusiera Siobhan una vez que supiera que no era mi corazón el que le había llevado, sino el de cualquier animal (era cazador, ¿no?) o simplemente sin ninguno. Como fuera el destino que le esperaría no era otro que acabar con su corazón en manos de Siobhan…

Siobhan y su colección de corazones. Pensarlo me producía escalofríos, me preguntaba incluso si llevaba la cuenta de los corazones que tenía guardados. ¿La tendría? Como fuera era todo tan retorcido y tan macabro que mejor no llevar a mi mente a ese tipo de pensamientos que de buenos, no tenían nada.

- Sí, conmigo. – Por supuesto. Era la única persona que estaba ahora allí, ¿no? La única persona con la que podía huir en esos preciso instantes. Bueno, en realidad o conmigo o completamente solo. Había quedado más que claro que conocía perfectamente el bosque, muchísimo mejor que Siobhan y todos sus esbirros, eso de seguro, no tenía ninguna duda al respecto. El caso era que si huía no lo encontraría de buenas a primeras y aquello era lo importante en aquel momento. Por eso posiblemente me extrañaron sus palabras. ¿Cómo alguien con familia se había ofrecido para algo así…? Se había dejado convencer…, claro que casi tan pronto como aquella duda y aquella pregunta había surgido en mi mente hallé la respuesta. Siobhan y sus artimañas hacían que cualquier persona cediera a ese tipo de peticiones. ¿Quién se negaba a la suprema? Nadie. Solo un loco. – ¿Su familia? – Sí soy sincera no había pensado en aquella posibilidad y en que Siobhan los hubiera amenazado.

Maldecí por lo bajo al tiempo que también bajaba mi mirada hasta encontrarme con el suelo. Como empezaba a odiar a aquella mujer… Parecía que incluso disfrutaba hiriendo y llevando a otras personas a la mismísima miseria. No entendía como podía haber gente así en el mundo, la verdad. – ¿Y si… la pusiéramos a salvo también? – Sopesé. Tenía demasiado claro que no le iba a dejar volver, no iba a dejar que por mí culpa muriera otra persona inocente… - ¿Sería eso posible? – Porque quizá Siobhan los tenía prisioneros o algo parecido y…, para que mentirme a mí misma, ponerlos a salvo no era una opción demasiado viable.
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Mensaje por Charlie J. Hudson Jue Mar 14, 2013 10:53 am

Mientras escuchaba lo que la doncella le decía, James se recostó un poco sobre la corteza del árbol que tenía al lado e iba asintiendo levemente con la cabeza a cada pregunta que Snow le hacía. Estaba claro que ella no sabía que la familia de la que él hablaba no eran personas tal como cualquiera se pensaría, pero no podía decirle que eran lobos porque el contar algo así a quien fuera quien fuese, traería un problema. El problema que venía desde hace un tiempo, en el que la gente quería darle caza a los lobos porque según lo que había escuchado, los lobos eran los culpables de que sus ganados desaparecieran y de incluso la muerte de algún que otro pueblerino. Pero James para nada estaba de acuerdo con eso, ya que podía ser cierto que otros lobos lo hicieran, pero con los que él se había criado no eran capaces de hacer tal cosa. Estaba seguro de ello, ya que eran fieles y puros de corazón.

- Creo que sé como podemos salvarlos y estoy seguro de que ellos sabrán ponerse a salvo también. - Mientras había estado escuchándola, se le habían agolpado varias ideas en la cabeza con las que pudiera poner a salvo a su manada. Contaba con la ventaja de que conocía a cada uno de los animales con los que se había criado, perfectamente y sabía que lo rastrearían hasta dar con él, porque al igual que James sentía un vació cuando no estaban a su lado, ellos sentirían lo mismo por él; así que irían a buscarlo, de eso no cabía duda. - Huiremos juntos, te enseñaré todo lo necesario para sobrevivir en un lugar como el bosque y en todo ese tiempo pensaré en alguna forma para ponerlos a salvo. - Cambió a la posición que segundos antes estaba y ando varios pasos hacia delante, alejándose unos pocos centímetros de ella. Sacó la daga y se volteó un poco para mirar a Snow. - Vamos, tenemos mucho camino que recorrer para que la reina no dé tan fácilmente con nosotros, de hecho tardará bastante de eso estoy más que seguro. No es fácil dar con un cazador tan habilidoso y tan bien conocedor de sitios profundos como este. -

Esperó hasta que ella estuvo a su lado y caminó más rápido, poniendo atención a que la doncella siguiera sus pasos. Marcó un árbol y otro con la daga, haciendo una señal que sólo reconocerían los de su manada, ya que los lobos tenían una gran dependencia en las señales, ya fueran olorosas o simples marcas. Las detectaban virtualmente desde grandes distancias y podían distinguirlas perfectamente mejor que los ojos de los humanos. Cuando vio que era bastante, detrás de un árbol un poco escondido, para que pasara desapercibido a los ojos de cualquier persona que por allí pasara, pero que a los ojos de los lobos no lo sería; dejó su colgante, el que había llevado desde que era niño. Un colmillo blanco que encontró un día por el bosque, lo guardó porque le había gustado desde el primer momento que lo había visto y ahora era uno de sus tesoros más preciados y que guardaba con más recelo. Pero sentía que tenía que dejarlo, así los lobos tendrían una pista más para dar con él.

Después siguió con lo que tenía que hacer, adentrándose en el profundo bosque para llegar hasta donde hiciera falta, no quería que Siobhan diera con ellos; no al menos mientras Snow estuviera con él, si tuviera que dar con él que lo diera pero a solas. Iba a instruir o algo por el estilo a la doncella sobre todo lo que tuviera que saber para sobrevivir en el bosque, la cuidaría y la protegería hasta con su propia vida si hiciera falta. No podía hacer menos ya que había ido a buscarla para matarla y aquello debía de compensarlo de alguna forma.
Charlie J. Hudson
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Soy : El Cazador
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