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Hat Trick - Parte I
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Hat Trick - Parte I
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Narrador- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Hat Trick - Parte I
El dinero, las riquezas… Realmente uno llega a creer que es lo máximo a lo que puedes aspirar, a toda costa haces cualquier cosa para llegar a ello, ya que es equivalente al poder, ¿Y quién no desea ser poderoso en la vida?... Pero la vida siempre da lecciones, siempre nos hace cambiar el rumbo, muchas veces de una forma inesperada. Tal es así que uno llega a comprender el significado de un abrazo, de un beso, de una caricia, cosas que no se pueden pagar con dinero, gestos que te llenan el alma de tal manera que lo demás ya no importa. Y así fue para Malcolm, así fue como ahora se encontraba en plena naturaleza, viéndola y disfrutándola como nunca antes, sin cadenas, sin angustia, y simplemente ensanchando una sonrisa cada vez que sus ojos se dirigían a aquella cosa enana que sujetaba una cesta más grande que él.
- ¿Quieres que te la lleve? – preguntó, aunque el niño negó con la cabeza como si el simple hecho de preguntarle aquello ya le molestara – Eres testarudo, ¿eh? Me pregunto a quién habrás salido.
Sin apaciguar la sonrisa que decoraba su rostro, Malcolm continuó caminando, mirando al frente e incluso alzó la vista para dar con aquellas altas copas de los árboles. Todo era tan distinto, tan distinto a como había vivido hasta el momento... Pero no cambiaría nada, consideraba que en aquellos momentos no tenía nada que desear, nada que echara de menos, aunque sus vidas no fueran las más ricas del mundo precisamente, pero era en esa clase de momentos cuando entendía que el dinero en ocasiones, no lo era todo, ni le hacía tanta falta como había creído en algún momento de su vida...
Miró a un lado suyo, y allí estaba ella, quizás en sus cosas, buscando de esas famosas setas de las que sacaban el provecho suficiente para subsistir, con su típica gracia de siempre y, de no haber sido por esa mujer, seguramente Malcolm no sería quien era ahora. Fue como una luz de esperanza en aquél bucle de negrura que lo envolvía desde hacía años, fue en gran parte gracias a ella que entendió cual era el auténtico significado de la felicidad, de redirigir su vida por el camino más sano... Y allí estaba su sombrero, guardado como si ya no existiera, en un rincón de la casa. Era una marca del pasado, y la razón por la que aún no se había desprendido de él era porque... Bueno, confeccionarlo no había resultado algo excesivamente fácil, nada más verlo metido en esa caja recordaba todo el esfuerzo que había puesto en él, un esfuerzo por el cual no podía tirarlo a la basura. Conseguir un sombrero como aquél era casi como un privilegio, aparte de ser único. Pero una promesa era una promesa, y se quedaría en ese rincón cogiendo polvo y siendo ahora propiedad de las arañas, a pesar de que se había llegado a sentir muy unido a él, le hacía sentir útil y poderoso, pero como ya se había mencionado antes, eso ahora para Malcolm no tenía ni la más mínima importancia.
- ¿Sabes lo que es Escosamuza? – volvió a hablar mientras hacían camino de vuelta a casa, dirigiendo sus ojos de nuevo al niño. Éste lo miró con curiosidad, negando sutilmente con la cabeza. Malcolm empezó a explicar de una forma bastante teatral, moviendo los brazos a pesar de tener una cesta en el brazo – Verás; es una cosa, una cosa muy rara, no tiene ni forma, ni color... ¡Ni siquiera tiene cara! – en ese momento se giró de repente hacia el niño con brusquedad, rugiendo como si fuera un auténtico monstruo con la intención de asustar al jovencito – Y se esconde, vigilándote siempre, detrás de cada árbol, detrás de las cortinas... Y vendrá a por ti si eres un niño malo .
Intentó aguantar la cara de ser algo muy serio y considerarlo como algo de temer, pero no tardó en echarse unas carcajadas y coger al niño entre brazos antes de que comenzara a sentir temor de verdad, y luego seguramente vendría la riña por parte de su mujer.
- ¡Eh! Pero no es ninguna mentira, eh... Desde bien jovencito siempre creí que existía, recuerdo estar siempre tapado con las mantas como si ellas me fueran a salvar la vida. Me pregunto qué tendrán las mantas para hacernos sentir tan seguros. Pimienta, quizás – comentó esta vez dirigiéndose a ella mientras seguía cargando al niño entre brazos – Por cierto, ¿te has hecho algo en el pelo? – preguntó sin más, y era posible que la respuesta fuera negativa, pero así era Malcolm, haciendo preguntas y diciendo cosas insospechadas y en el momento menos oportuno – Desde luego el muchacho ha heredado el... Darizantismo que tanto te caracteriza – afirmó con total seguridad, con una sonrisa que denotaba la poca idea que Malcolm tenía sobre cuánto podría llegar a cambiar su vida... Una vez más.
- ¿Quieres que te la lleve? – preguntó, aunque el niño negó con la cabeza como si el simple hecho de preguntarle aquello ya le molestara – Eres testarudo, ¿eh? Me pregunto a quién habrás salido.
Sin apaciguar la sonrisa que decoraba su rostro, Malcolm continuó caminando, mirando al frente e incluso alzó la vista para dar con aquellas altas copas de los árboles. Todo era tan distinto, tan distinto a como había vivido hasta el momento... Pero no cambiaría nada, consideraba que en aquellos momentos no tenía nada que desear, nada que echara de menos, aunque sus vidas no fueran las más ricas del mundo precisamente, pero era en esa clase de momentos cuando entendía que el dinero en ocasiones, no lo era todo, ni le hacía tanta falta como había creído en algún momento de su vida...
Miró a un lado suyo, y allí estaba ella, quizás en sus cosas, buscando de esas famosas setas de las que sacaban el provecho suficiente para subsistir, con su típica gracia de siempre y, de no haber sido por esa mujer, seguramente Malcolm no sería quien era ahora. Fue como una luz de esperanza en aquél bucle de negrura que lo envolvía desde hacía años, fue en gran parte gracias a ella que entendió cual era el auténtico significado de la felicidad, de redirigir su vida por el camino más sano... Y allí estaba su sombrero, guardado como si ya no existiera, en un rincón de la casa. Era una marca del pasado, y la razón por la que aún no se había desprendido de él era porque... Bueno, confeccionarlo no había resultado algo excesivamente fácil, nada más verlo metido en esa caja recordaba todo el esfuerzo que había puesto en él, un esfuerzo por el cual no podía tirarlo a la basura. Conseguir un sombrero como aquél era casi como un privilegio, aparte de ser único. Pero una promesa era una promesa, y se quedaría en ese rincón cogiendo polvo y siendo ahora propiedad de las arañas, a pesar de que se había llegado a sentir muy unido a él, le hacía sentir útil y poderoso, pero como ya se había mencionado antes, eso ahora para Malcolm no tenía ni la más mínima importancia.
- ¿Sabes lo que es Escosamuza? – volvió a hablar mientras hacían camino de vuelta a casa, dirigiendo sus ojos de nuevo al niño. Éste lo miró con curiosidad, negando sutilmente con la cabeza. Malcolm empezó a explicar de una forma bastante teatral, moviendo los brazos a pesar de tener una cesta en el brazo – Verás; es una cosa, una cosa muy rara, no tiene ni forma, ni color... ¡Ni siquiera tiene cara! – en ese momento se giró de repente hacia el niño con brusquedad, rugiendo como si fuera un auténtico monstruo con la intención de asustar al jovencito – Y se esconde, vigilándote siempre, detrás de cada árbol, detrás de las cortinas... Y vendrá a por ti si eres un niño malo .
Intentó aguantar la cara de ser algo muy serio y considerarlo como algo de temer, pero no tardó en echarse unas carcajadas y coger al niño entre brazos antes de que comenzara a sentir temor de verdad, y luego seguramente vendría la riña por parte de su mujer.
- ¡Eh! Pero no es ninguna mentira, eh... Desde bien jovencito siempre creí que existía, recuerdo estar siempre tapado con las mantas como si ellas me fueran a salvar la vida. Me pregunto qué tendrán las mantas para hacernos sentir tan seguros. Pimienta, quizás – comentó esta vez dirigiéndose a ella mientras seguía cargando al niño entre brazos – Por cierto, ¿te has hecho algo en el pelo? – preguntó sin más, y era posible que la respuesta fuera negativa, pero así era Malcolm, haciendo preguntas y diciendo cosas insospechadas y en el momento menos oportuno – Desde luego el muchacho ha heredado el... Darizantismo que tanto te caracteriza – afirmó con total seguridad, con una sonrisa que denotaba la poca idea que Malcolm tenía sobre cuánto podría llegar a cambiar su vida... Una vez más.
Malcolm A. Lynch- Hechiceros/Magos
- Soy : Co-Fundador del Foro
Mensajes : 359
Localización : Storybrooke
Fecha de inscripción : 25/06/2012
Re: Hat Trick - Parte I
Noto crujir las hojas secas y las ramas bajo mis pies mientras camino por el bosque. Unos cuantos pasos por delante va Vincent, con la cesta que tanto se ha empeñado en llevar y que desde luego casi le dobla en tamaño. A mi otro lado, Malcolm, la persona que me ha salvado la vida en muchos sentidos y la que ahora junto a nuestro pequeño, la llena por completo. Es extraño como puede cambiar la vida de un día a otro por acontecimientos que ni siquiera eres capaz de preveer y que no te esperas.
¿Qué si echo de menos mi antigua vida? ¿Qué si me gustaría volver a vivir como antes? No voy a mentir diciendo que no; que ni la extraño ni me gustaría volver a vivirla. Por supuesto que echo en falta mi antigua vida, mi forma de vida, mi casa, mis posesiones, pero… tuvimos que mudarnos. Tuvimos que irnos. ¿Ley de vida? ¿Destino? Lo que está claro es que ahora mismo tengo todo lo quiero, todo lo que necesito. Realmente no necesito nada más.
¿El poder? ¿El dinero? Nada de eso mueve el mundo, no. Lo que mueve el mundo es el amor y de eso estoy desbordada tanto de parte de Malcolm como de parte de Vincent que ahora mira con curiosidad a su padre. He desconectado totalmente de la conversación. Mi mente ha viajado de forma inconsciente a la vida que dejé atrás, como si estuviese viendo una película. Es parte de la peculiaridad de mi mente, esa memoria fascinante que tengo que hace que todos los momentos se graben a fuego en mi mente y no sea capaz de olvidarlos.
Por eso sé que nunca olvidaré lo mucho que amo a Malcolm y a Vincent y que ellos son ahora mi mundo.
- ¡Malcolm! – Consigo decir con un toque de regañina en la voz al tiempo que frunzo el ceño ligeramente. He oído las últimas palabras de lo que le estaba diciendo al pequeño al que acaba de coger en brazos. – Deja de contarle esas cosas…, luego tiene malos sueños. Además…- Esta vez mi sonrisa va dirigida al pequeño que me mira con sus enormes ojos azules. Iguales que los míos.- Es el niño más bueno de todo el mundo… ¿verdad?
- ¡Verdad! ¡Soy bueno papá! No va a venir... – Frunce el ceño concentrándose, incluso entrecerrando los ojos ligeramente. – El Ecosamucha. – El hecho de que no la ha dicho de la misma manera que Malcolm hace que una risa cantarina salga de entre mis labios. Esa es la verdadera felicidad.
- Al menos sabemos qué hacer para evitarlo – Le guiño un ojo a Vincent que responde con una sonrisa antes de pasarme la cesta que agarraba después de llamar mi atención con un “mamá” para así poder cogerse al cuello de su padre. – ¿Pimienta? Yo diría que… - Me quedo pensativa unos segundos, incluso alzo mis ojos azules hacia el cielo – Hadas. Polvo de hadas… Es la magia más poderosa de todas y ellas… ellas son las que tejen nuestras mantas, por eso no hacen sentir seguros y protegidos.
- ¡Las hadas son buenas! Vuelan y tienen alas y... una valita mágica - Exclama el pequeño con alegría y esos ojillos que tiene brillando.
- Sí, varita. Tienen una varita, Vincent. -Esbozo una suave sonrisa mirándolos a ambos y a punto estoy de echar un vistazo a mí alrededor para ver si encuentro alguna de aquellas setas gracias a las que subsistimos cuando Malcolm me hace esa pregunta. Me llevo una de mis manos automáticamente al cabello. Rubio, dorado. – No, ¿por qué? ¿Lo ves diferente? – Aunque con el paso de los años he aprendido que Malcolm hace ese tipo de preguntas sin sentido alguno, que sin embargo siempre consiguen arrancarme una sonrisa, como esta vez.
- ¿Ahora te das cuenta de que ha heredado mi Darizantismo? Ya estabas tardando… – Bromeo al tiempo que aparto una de las ramas antes de detenerme y mirar el contenido de la cesta que llevo en mis manos. La pobreza ya no es nada nuevo para nosotros, tampoco nos supone un problema tan grande. Estamos acostumbrados y consideramos otras cosas más importantes que aquello. – ¿Crees que serán suficientes para mañana? – El día de la semana que vamos hasta el mercado e intercambiamos una parte de lo que conseguimos a lo largo de la semana para poder comprar otros víveres. – Siempre podemos buscar un poco más…- Porque aunque mi memoria fuese perfecta las setas tardaban en crecer y me había ido dando cuenta de que no siempre crecían en el mismo sitio.
¿Qué si echo de menos mi antigua vida? ¿Qué si me gustaría volver a vivir como antes? No voy a mentir diciendo que no; que ni la extraño ni me gustaría volver a vivirla. Por supuesto que echo en falta mi antigua vida, mi forma de vida, mi casa, mis posesiones, pero… tuvimos que mudarnos. Tuvimos que irnos. ¿Ley de vida? ¿Destino? Lo que está claro es que ahora mismo tengo todo lo quiero, todo lo que necesito. Realmente no necesito nada más.
¿El poder? ¿El dinero? Nada de eso mueve el mundo, no. Lo que mueve el mundo es el amor y de eso estoy desbordada tanto de parte de Malcolm como de parte de Vincent que ahora mira con curiosidad a su padre. He desconectado totalmente de la conversación. Mi mente ha viajado de forma inconsciente a la vida que dejé atrás, como si estuviese viendo una película. Es parte de la peculiaridad de mi mente, esa memoria fascinante que tengo que hace que todos los momentos se graben a fuego en mi mente y no sea capaz de olvidarlos.
Por eso sé que nunca olvidaré lo mucho que amo a Malcolm y a Vincent y que ellos son ahora mi mundo.
- ¡Malcolm! – Consigo decir con un toque de regañina en la voz al tiempo que frunzo el ceño ligeramente. He oído las últimas palabras de lo que le estaba diciendo al pequeño al que acaba de coger en brazos. – Deja de contarle esas cosas…, luego tiene malos sueños. Además…- Esta vez mi sonrisa va dirigida al pequeño que me mira con sus enormes ojos azules. Iguales que los míos.- Es el niño más bueno de todo el mundo… ¿verdad?
- ¡Verdad! ¡Soy bueno papá! No va a venir... – Frunce el ceño concentrándose, incluso entrecerrando los ojos ligeramente. – El Ecosamucha. – El hecho de que no la ha dicho de la misma manera que Malcolm hace que una risa cantarina salga de entre mis labios. Esa es la verdadera felicidad.
- Al menos sabemos qué hacer para evitarlo – Le guiño un ojo a Vincent que responde con una sonrisa antes de pasarme la cesta que agarraba después de llamar mi atención con un “mamá” para así poder cogerse al cuello de su padre. – ¿Pimienta? Yo diría que… - Me quedo pensativa unos segundos, incluso alzo mis ojos azules hacia el cielo – Hadas. Polvo de hadas… Es la magia más poderosa de todas y ellas… ellas son las que tejen nuestras mantas, por eso no hacen sentir seguros y protegidos.
- ¡Las hadas son buenas! Vuelan y tienen alas y... una valita mágica - Exclama el pequeño con alegría y esos ojillos que tiene brillando.
- Sí, varita. Tienen una varita, Vincent. -Esbozo una suave sonrisa mirándolos a ambos y a punto estoy de echar un vistazo a mí alrededor para ver si encuentro alguna de aquellas setas gracias a las que subsistimos cuando Malcolm me hace esa pregunta. Me llevo una de mis manos automáticamente al cabello. Rubio, dorado. – No, ¿por qué? ¿Lo ves diferente? – Aunque con el paso de los años he aprendido que Malcolm hace ese tipo de preguntas sin sentido alguno, que sin embargo siempre consiguen arrancarme una sonrisa, como esta vez.
- ¿Ahora te das cuenta de que ha heredado mi Darizantismo? Ya estabas tardando… – Bromeo al tiempo que aparto una de las ramas antes de detenerme y mirar el contenido de la cesta que llevo en mis manos. La pobreza ya no es nada nuevo para nosotros, tampoco nos supone un problema tan grande. Estamos acostumbrados y consideramos otras cosas más importantes que aquello. – ¿Crees que serán suficientes para mañana? – El día de la semana que vamos hasta el mercado e intercambiamos una parte de lo que conseguimos a lo largo de la semana para poder comprar otros víveres. – Siempre podemos buscar un poco más…- Porque aunque mi memoria fuese perfecta las setas tardaban en crecer y me había ido dando cuenta de que no siempre crecían en el mismo sitio.
Sutton N. Faraday- Humanos
- Soy : Mad Hatter's Wife
Mensajes : 108
Empleo /Ocio : Enfermera y madre a tiempo completo
Localización : Storybrooke - Maine - United States of America
Fecha de inscripción : 05/09/2012
Re: Hat Trick - Parte I
Y como si de un dejà vu se tratase, ya podía oír cómo Sutton pronunciaba su nombre en ese tono de sutil reprimenda por lo que le estaba diciendo a su hijo, pero Malcolm solía hacer poco caso o simplemente se reía. Pero cuando sacó unas carcajadas fue cuando el pequeño pronunció a su manera aquél nombre que incluso Malcolm ya había olvidado, era así como funcionaba su mente, con ideas disparadas que lo abandonaban tan rápido como habían aparecido en su mente. Estaba muy contento con la vida actual, sin lugar a dudas, y cada vez que ojeaba al muchacho que aún sostenía entre manos, estaba más seguro de que lo que decía Sutton siempre sería verdad: Vincent sería siempre una persona humilde de corazón y una buena persona. Jamás permitiría que algo llegara a perturbar su vida, tal y como habían perturbado la suya tiempo atrás. Él nunca pasaría por ese calvario, y de eso se encargaría Malcolm personalmente, junto con la madre del muchacho.
- ¿Escosamucha? ¿Pero de dónde sacas tú esas palabras? – preguntó dejando escapar algunas carcajadas acompañando a las de Sutton. – Bueno, estoy seguro de que… - ‘… en el País de las Maravillas hay bichos mucho más extraños’. ¿En serio iba a decir eso? Cierto era que en ocasiones le habían contado cosas a Vincent sobre aquél mundo, aunque Malcolm seguía siendo muy reacio en cuanto a hablar sobre ese tema con su hijo. Había reflexionado sobre ello y no quería tampoco que el pequeño llegara a sentir una curiosidad irrefrenable por Wonderland - que siempre serás un niño bueno, Vincent – corrigió y asintió revolviéndole el pelo al jovencito con la otra mano libre – Además, corren rumores por ahí de que a los niños malos también les crece la nariz. ¡Una nariz como esta! – afirmó en el mismo momento en el que pellizcaba su pequeña nariz y hacía ver que se la había robado y que la tenía entre los dedos. No sería raro que a su corta edad llegara a creérselo, aunque también era cierto que el jovenzuelo no era nada tonto y a veces podía llegar a sorprender.
Siempre había algo que provocaba que ensanchara una sonrisa, y eso era ver a Sutton cada vez que reflexionaba, como si quisiera buscar con sus ojos azules y grandes cualquier cosa que pudiera inspirarla, y curiosamente la mayoría de veces conseguía una respuesta. Era una mujer con mucha sabiduría y experiencia. Cierto era que ambos podían tener sus diferencias, pero de alguna manera u otra, se complementaban, y de esa fusión nació Vincent, seguramente heredando lo mejor de cada uno… Se suponía.
- No, lo veo igual que siempre, por eso he preguntado – respondió respecto al cabello de Sutton cuando ésta le devolvió la pregunta. Y no, no estaba siendo irónico, en absoluto, y reitero, de verdad que no. – No te preocupes, tenemos bastante para vender mañana. Suerte tendrán los clientes de que estas setas no sean como las de Wonderland. Creo que por hoy ya hemos cumplido. ¿No lo crees tú así también, Víctor? – le preguntó a su hijo, echando después una ojeada a las cestas tal y como Sutton había hecho antes que él. – Has hecho un buen trabajo pequeñajo. Mira, ya casi llegamos a casa – afirmó señalando delante de ellos, donde ya se alzaba su humilde casa en una zona más limpia de árboles entre bosques. Miró entonces a Sutton, directamente a los ojos. Aún quedaba un tramo, sólo unos escasos metros, y le pareció que era el momento idóneo para acercarse a ella y besarla. Bueno, realmente cualquier momento era bueno para hacer aquello, tras lo cual Malcolm ensanchó una sonrisa sin dejar de mirarla hasta que dirigió sus ojos a Vincent, que seguía aferrado a él. Teniéndolos a ellos dos, ¿quién necesitaba más? Bueno, y esas setas gracias a las cuales sobrevivían.
- Me gusta tu Darizantismo, sí. ¿Y quién necesita una de esas hadas teniéndote a ti? – pronunció – Uh, pero que ambiente más ampastoso, ¿no? Que Víctor se va a aburrir – se rió antes de volver a retomar el camino que los llevaría de vuelta a casa, donde podrían reunir todas las setas que habían conseguido recoger aquellos días, que según sus cálculos serían suficientes para ir a venderlas al día siguiente.
- ¿Eres feliz, Sutton? – podía parecer una pregunta simple, obvia, incluso tonta, pero necesitaba oír una respuesta. No sería la primera vez que hacía referencia al tema, pero tenía que volver a leerlo de sus labios, y saber que, a pesar de ser todo lo que Malcolm podía darle, ella se sentía bien. Sus vidas habían cambiado bastante a lo largo del tiempo, y no quería que respondiera un “sí” sólo por complacerlo. La miraba como pocas veces, de una manera más seria que como había hablado hasta ahora, como si fuera totalmente consciente de lo que había preguntado y le pidiera a través de sus ojos a Sutton que fuera completamente sincera con él.
- ¿Escosamucha? ¿Pero de dónde sacas tú esas palabras? – preguntó dejando escapar algunas carcajadas acompañando a las de Sutton. – Bueno, estoy seguro de que… - ‘… en el País de las Maravillas hay bichos mucho más extraños’. ¿En serio iba a decir eso? Cierto era que en ocasiones le habían contado cosas a Vincent sobre aquél mundo, aunque Malcolm seguía siendo muy reacio en cuanto a hablar sobre ese tema con su hijo. Había reflexionado sobre ello y no quería tampoco que el pequeño llegara a sentir una curiosidad irrefrenable por Wonderland - que siempre serás un niño bueno, Vincent – corrigió y asintió revolviéndole el pelo al jovencito con la otra mano libre – Además, corren rumores por ahí de que a los niños malos también les crece la nariz. ¡Una nariz como esta! – afirmó en el mismo momento en el que pellizcaba su pequeña nariz y hacía ver que se la había robado y que la tenía entre los dedos. No sería raro que a su corta edad llegara a creérselo, aunque también era cierto que el jovenzuelo no era nada tonto y a veces podía llegar a sorprender.
Siempre había algo que provocaba que ensanchara una sonrisa, y eso era ver a Sutton cada vez que reflexionaba, como si quisiera buscar con sus ojos azules y grandes cualquier cosa que pudiera inspirarla, y curiosamente la mayoría de veces conseguía una respuesta. Era una mujer con mucha sabiduría y experiencia. Cierto era que ambos podían tener sus diferencias, pero de alguna manera u otra, se complementaban, y de esa fusión nació Vincent, seguramente heredando lo mejor de cada uno… Se suponía.
- No, lo veo igual que siempre, por eso he preguntado – respondió respecto al cabello de Sutton cuando ésta le devolvió la pregunta. Y no, no estaba siendo irónico, en absoluto, y reitero, de verdad que no. – No te preocupes, tenemos bastante para vender mañana. Suerte tendrán los clientes de que estas setas no sean como las de Wonderland. Creo que por hoy ya hemos cumplido. ¿No lo crees tú así también, Víctor? – le preguntó a su hijo, echando después una ojeada a las cestas tal y como Sutton había hecho antes que él. – Has hecho un buen trabajo pequeñajo. Mira, ya casi llegamos a casa – afirmó señalando delante de ellos, donde ya se alzaba su humilde casa en una zona más limpia de árboles entre bosques. Miró entonces a Sutton, directamente a los ojos. Aún quedaba un tramo, sólo unos escasos metros, y le pareció que era el momento idóneo para acercarse a ella y besarla. Bueno, realmente cualquier momento era bueno para hacer aquello, tras lo cual Malcolm ensanchó una sonrisa sin dejar de mirarla hasta que dirigió sus ojos a Vincent, que seguía aferrado a él. Teniéndolos a ellos dos, ¿quién necesitaba más? Bueno, y esas setas gracias a las cuales sobrevivían.
- Me gusta tu Darizantismo, sí. ¿Y quién necesita una de esas hadas teniéndote a ti? – pronunció – Uh, pero que ambiente más ampastoso, ¿no? Que Víctor se va a aburrir – se rió antes de volver a retomar el camino que los llevaría de vuelta a casa, donde podrían reunir todas las setas que habían conseguido recoger aquellos días, que según sus cálculos serían suficientes para ir a venderlas al día siguiente.
- ¿Eres feliz, Sutton? – podía parecer una pregunta simple, obvia, incluso tonta, pero necesitaba oír una respuesta. No sería la primera vez que hacía referencia al tema, pero tenía que volver a leerlo de sus labios, y saber que, a pesar de ser todo lo que Malcolm podía darle, ella se sentía bien. Sus vidas habían cambiado bastante a lo largo del tiempo, y no quería que respondiera un “sí” sólo por complacerlo. La miraba como pocas veces, de una manera más seria que como había hablado hasta ahora, como si fuera totalmente consciente de lo que había preguntado y le pidiera a través de sus ojos a Sutton que fuera completamente sincera con él.
Malcolm A. Lynch- Hechiceros/Magos
- Soy : Co-Fundador del Foro
Mensajes : 359
Localización : Storybrooke
Fecha de inscripción : 25/06/2012
Re: Hat Trick - Parte I
Los ojos azules de Vincent me buscan, puedo sentirlos mirarme aunque yo ni siquiera le esté mirando. – Acabas de decirla tú, cariño. – Respondo a la pregunta que Malcolm le ha hecho al pequeño, aunque en realidad que olvide haber soltado una palabra extraña no es algo que me venga de nuevo. Se podría decir que es una de las cosas que le hacen especial y diferente a los demás. Siempre le ha caracterizado eso, lo ha hecho diferente. Es uno de los encantos de Malcolm, desde luego, y una de las cosas que siempre consiguen arrancarme una sonrisa. Le miro de reojo cuando corta aquella frase. Soy completamente consciente del recelo que tiene de hablarle a Vincent sobre el Submundo, algo que aunque no comparto enteramente, entiendo perfectamente. Es algo parecido a la promesa que me hizo poco antes de que naciera Vincent. Cualquier otro se lo hubiese tomado como algo hormonal y fruto del hecho de estar a punto de dar a luz mezclado con los posibles miedos al ser madre primeriza, pero no… Malcolm se lo había tomado tan en serio como se lo había dicho yo, no como una broma pasajera de una embarazada.
Vincent se lleva una de sus manitas a la cara cuando Malcolm afirma que a los niños malos les crece la nariz y finge quitarle la suya, pero en el momento en que se da cuenta de que su nariz sigue en su sitio y su padre no ha sido capaz de robársela, cosa que provoca que estalle en unas pocas carcajadas –¡No has conseguido robarla, papá! – Dice entre risas y en mi rostro es imposible que no aparezca una sonrisa. Mi mirada se vuelve a perder en algún punto indeterminado al tiempo que mi mente vuelve a retroceder. Muchas veces me pregunto cómo estará mi familia, cómo estarán ellos, ya que desde que llegamos hasta este lugar no he vuelto a saber de ellos. ¿El rencor? Desaparecido. En alguna ocasión Malcolm ha alegado que poseo demasiada bondad sobre todo para con aquellos que realmente no se la merecen: mi familia es de esas personas.
Y he aquí otras de las cosas peculiares de Malcolm, hacer preguntas solo por preguntar algo, aunque “lo vea igual que siempre” él es capaz de preguntarte si le has cambiado algo, por el mero hecho de preguntar. ¿Curiosidad? Realmente no lo sé. Aprendes a vivir con esas preguntas y con los cambios que le hace a las palabras y los nombres, aunque me he dado cuenta a través de los años que curiosamente mi nombre es el único que no ha cambiado nunca. No sé que tendré como para que no lo haya hecho nunca, pero en cierto modo me hace sentirme especial y por qué no, única de un modo diferente.
Víctor. Mis labios se curvan en una sonrisa, porque ahí está el ejemplo de que incluso a nuestro hijo le cambia el nombre. El pobre niño está acostumbrado pero no evita que frunza el ceño mientras mira directamente a su padre – ¡Mamá! – Me mira unos segundos como si yo pudiera arreglar ese gran problema y me limito a encogerme de hombros con una sutil sonrisilla en el rostro – ¡Papá! No me llamo Victor, me llamo Vincent. ¡A mamá no le cambias el nombre y es más raro! – Siempre con esa falsa indignación porque al igual que yo está más que acostumbrado a esa peculiaridad de su padre. Mis ojos también se fijan en la casa que se alza en esa zona más limpia y despejada en mitad del bosque. Quizá no era igual que nuestra casa de antes, ni que nuestra anterior vida pero era suficiente, al menos para mí.
Me topo con la mirada de Malcolm justo en el momento en que acorta las distancias para besarme provocando que en mi rostro aparezca una nueva sonrisa. – ¡Vincent, papá! – Se vuelve a quejar provocándome un nuevo amago de risa. Es posiblemente por cosas como las que estoy viviendo ahora mismo que no volvería a mi antigua vida, porque no necesito más que a las dos personas que tengo ahora a mi lado.
- Bueno, quizás tú no necesites una hada, porque gozas de la suerte de tenerme a mí, pero… - Me quedo pensativa unos segundos llevándome uno de los dedos incluso a la barbilla – Es posible que mucha gente en el mundo necesite a una Hada Madrina. – Cierto, ¿no? En realidad tampoco es que sepa demasiado de ellas, pero he oído hablar sobre sus supuestos poderes y que ayudan a la gente que lo necesita pero que al mismo tiempo de alguna manera se lo merecen. En su mayoría son rumores pero cuando el río suena agua lleva, así que supongo que algo de verdad habrá en todo eso. - ¿Otra vez la misma pregunta? – Es algo imposible no preguntar. Soy capaz de recordar cuantas veces me ha preguntado lo mismo en los últimos cinco o seis años, como también recuerdo que todas esas veces le he respondido exactamente lo mismo, usando otras palabras pero con el mismo significado. – Por muchas veces que me hagas la misma pregunta siempre vas a recibir la misma respuesta y lo sabes. Soy feliz siempre y cuando os tenga a Vincent y a ti conmigo. No necesito nada más. – Y soy capaz de repetírselo las veces que haga falta (en realidad ya se lo he repetido las suficientes veces). Estiro los brazos cuando estamos a ya unos cuantos pasos de la puerta para coger a Vincent en brazos que enseguida enreda una de sus manos entre unos cuantos mechones de mi rubio cabello.
Con la cesta colgando aún de mi otro brazo entro en casa, que si, aunque no esté tan llena de lujos como la de antaño hace su propósito y eso es lo importante. – ¿A qué ayudas a mamá a colocar las setas dónde las guardamos antes de ir al mercado? – Pregunto al pequeño una vez lo he dejado en el suelo del hogar. Asiente con rapidez y sin esperar ni un solo segundo corre hasta la cesta que he dejado sobre la mesa y coge unas cuantas de esas setas que nos sirven de subsidio. Me llevo una de las manos de forma totalmente inconsciente hasta el cabello mientras sigo con mi mirada los movimientos del pequeño antes de acercarme a ayudarle sin darme cuenta de que Malcolm se ha quedado atrás.
Algo totalmente inusual y extraño.
Vincent se lleva una de sus manitas a la cara cuando Malcolm afirma que a los niños malos les crece la nariz y finge quitarle la suya, pero en el momento en que se da cuenta de que su nariz sigue en su sitio y su padre no ha sido capaz de robársela, cosa que provoca que estalle en unas pocas carcajadas –¡No has conseguido robarla, papá! – Dice entre risas y en mi rostro es imposible que no aparezca una sonrisa. Mi mirada se vuelve a perder en algún punto indeterminado al tiempo que mi mente vuelve a retroceder. Muchas veces me pregunto cómo estará mi familia, cómo estarán ellos, ya que desde que llegamos hasta este lugar no he vuelto a saber de ellos. ¿El rencor? Desaparecido. En alguna ocasión Malcolm ha alegado que poseo demasiada bondad sobre todo para con aquellos que realmente no se la merecen: mi familia es de esas personas.
Y he aquí otras de las cosas peculiares de Malcolm, hacer preguntas solo por preguntar algo, aunque “lo vea igual que siempre” él es capaz de preguntarte si le has cambiado algo, por el mero hecho de preguntar. ¿Curiosidad? Realmente no lo sé. Aprendes a vivir con esas preguntas y con los cambios que le hace a las palabras y los nombres, aunque me he dado cuenta a través de los años que curiosamente mi nombre es el único que no ha cambiado nunca. No sé que tendré como para que no lo haya hecho nunca, pero en cierto modo me hace sentirme especial y por qué no, única de un modo diferente.
Víctor. Mis labios se curvan en una sonrisa, porque ahí está el ejemplo de que incluso a nuestro hijo le cambia el nombre. El pobre niño está acostumbrado pero no evita que frunza el ceño mientras mira directamente a su padre – ¡Mamá! – Me mira unos segundos como si yo pudiera arreglar ese gran problema y me limito a encogerme de hombros con una sutil sonrisilla en el rostro – ¡Papá! No me llamo Victor, me llamo Vincent. ¡A mamá no le cambias el nombre y es más raro! – Siempre con esa falsa indignación porque al igual que yo está más que acostumbrado a esa peculiaridad de su padre. Mis ojos también se fijan en la casa que se alza en esa zona más limpia y despejada en mitad del bosque. Quizá no era igual que nuestra casa de antes, ni que nuestra anterior vida pero era suficiente, al menos para mí.
Me topo con la mirada de Malcolm justo en el momento en que acorta las distancias para besarme provocando que en mi rostro aparezca una nueva sonrisa. – ¡Vincent, papá! – Se vuelve a quejar provocándome un nuevo amago de risa. Es posiblemente por cosas como las que estoy viviendo ahora mismo que no volvería a mi antigua vida, porque no necesito más que a las dos personas que tengo ahora a mi lado.
- Bueno, quizás tú no necesites una hada, porque gozas de la suerte de tenerme a mí, pero… - Me quedo pensativa unos segundos llevándome uno de los dedos incluso a la barbilla – Es posible que mucha gente en el mundo necesite a una Hada Madrina. – Cierto, ¿no? En realidad tampoco es que sepa demasiado de ellas, pero he oído hablar sobre sus supuestos poderes y que ayudan a la gente que lo necesita pero que al mismo tiempo de alguna manera se lo merecen. En su mayoría son rumores pero cuando el río suena agua lleva, así que supongo que algo de verdad habrá en todo eso. - ¿Otra vez la misma pregunta? – Es algo imposible no preguntar. Soy capaz de recordar cuantas veces me ha preguntado lo mismo en los últimos cinco o seis años, como también recuerdo que todas esas veces le he respondido exactamente lo mismo, usando otras palabras pero con el mismo significado. – Por muchas veces que me hagas la misma pregunta siempre vas a recibir la misma respuesta y lo sabes. Soy feliz siempre y cuando os tenga a Vincent y a ti conmigo. No necesito nada más. – Y soy capaz de repetírselo las veces que haga falta (en realidad ya se lo he repetido las suficientes veces). Estiro los brazos cuando estamos a ya unos cuantos pasos de la puerta para coger a Vincent en brazos que enseguida enreda una de sus manos entre unos cuantos mechones de mi rubio cabello.
Con la cesta colgando aún de mi otro brazo entro en casa, que si, aunque no esté tan llena de lujos como la de antaño hace su propósito y eso es lo importante. – ¿A qué ayudas a mamá a colocar las setas dónde las guardamos antes de ir al mercado? – Pregunto al pequeño una vez lo he dejado en el suelo del hogar. Asiente con rapidez y sin esperar ni un solo segundo corre hasta la cesta que he dejado sobre la mesa y coge unas cuantas de esas setas que nos sirven de subsidio. Me llevo una de las manos de forma totalmente inconsciente hasta el cabello mientras sigo con mi mirada los movimientos del pequeño antes de acercarme a ayudarle sin darme cuenta de que Malcolm se ha quedado atrás.
Algo totalmente inusual y extraño.
Sutton N. Faraday- Humanos
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Re: Hat Trick - Parte I
No había sido difícil encontrarlo realmente. Después de todo era la Reina y podía afirmar sin ningún tapujo que era la mujer más poderosa de todo el reino. Bueno, sí, poderosa, pero al parecer no lo suficiente como para ir a "ese" lugar, porque verdaderamente necesitaba acudir a él, necesitaba traerla de vuelta, al pilar más importante en mi vida. El sombrerero había participado conmigo en mis antiguos planes, cuando aún empleaba su magia para ganarse la vida. Era un hombre interesante, sin lugar a dudas, pero no lo suficiente para mí, ya que repentinamente, sin dar apenas explicaciones, abandonó lo que mejor hacía, lo que seguramente alimentaba a su familia: el viaje entre distintos mundos. Pero bueno, poco me importaba que hubiera abandonado aquella actividad, después de todo, YO era la Reina y si le ordenaba que volviera al pasado, así haría, por mucho que se me negase... Por supuesto, guardaba varios ases bajo la manga. Esta vida me había enseñado que era mejor ser una mujer precavida, con todo planeado de antemano. Así pues me dirigí hacia el lugar donde había descubierto que estaba residiendo.
Qué decir... Era "peculiar", por no decir pobre, sucio, casi mugriento. Era sorprendente como de una vida llena de lujos hubiera decidido cambiarla por esto. Decepcionante, sin duda.
Vi al sombrerero en las lejanías de su hogar. Era una lástima que pudiera usar una magia tan poderosa y que ahora... que ahora tuviera el sombrero guardado en un lugar oscuro, sucio, y... No soportaba la suciedad, aquella pobreza casi tan extrema. Quién iba a decir que era el mismo hombre con el que había tratado años atrás... Lo vi danzando con una mujer y un niño, claro, su familia. No los envidiaba porque fueran felices, para nada los envidiaba... ¿O quizás sí? Después de todo, el sobrerero había conseguido huir del poder y de la magia para estar con la mujer que amaba, para poder cuidar a su hijo. Tragué saliva acariciándome aquel lugar donde había estado ella, ahora ausente, inexistente. Pero ahora no era momento de debilidades, para nada. Ahora iba a tratar con una persona crucial para mi plan, y tenía que mostrarme fuerte y segura de mí misma. Mientras me iba acercando, notando las hojas de los árboles romperse bajo mis pies, pensaba y pensaba en aquella felicidad que sentía el sombrerero, toda esa felicidad que sentían en el resto del Reino... Toda esa felicidad iba a desaparecer para ellos, y yo sería la única ganadora.
Se dirigían hacia aquella cabaña a la que llamarían hogar, y en esos instantes en los que el sombrerero se perdía entre sus propios pensamientos, yo aparecí. Iba ataviada con un elegante vestido negro, sencillo debido al viaje que había realizado, además iba cubierta con una larga capa negra por el frío y para pasar desapercibida cuando lo requiriera. Sabía que él había notado mi presencia, tenía que haberla notado, después de todo, ambos habíamos realizado unos cuantos viajes juntos, habíamos hecho negocios juntos. Era un hombre realmente exasperante, sin embargo en aquella época del pasado poco importaba, puesto que realizaba bien su trabajo. ¿Cómo sería ahora? Sentía muchísima curiosidad. ¿Se habría vuelto un débil? El amor nos volvía débiles a todos, él era seguro un claro ejemplo. Había renunciado al poder, a ese poder que ahora necesitaba.
-Sombrerero... -su apodo salió de mi boca como una bella canción danzarina que se coló por el bosque y le obligó a parar su camino de regreso a casa. Sonreí abiertamente, diciéndole con la mirada que ahora yo era la que necesitaba de su atención-. He estado en tu casa sombrerero y he de decir que tus "voluminosos" gustos han cambiado un poco... Es muy curioso como la pobreza cambia a las personas, ¿no? ¿Cómo te ha sentado la inseguridad del día a día, el tener que vagabundear por el bosque para llevarte algo de comer? Tu hijo y tu esposa parecen tener una buena salud a pesar de la vida que tenéis que llevar... -sí, fue necesario decir aquellas palabras. Después de todo, me había gustado recordarle de manera indirecta quién había sido en el pasado y quién era ahora-. Necesito de tus habilidades mágicas por una última vez, sombrerero.
Una orden, aquello era una orden, no una petición o súplica.
Qué decir... Era "peculiar", por no decir pobre, sucio, casi mugriento. Era sorprendente como de una vida llena de lujos hubiera decidido cambiarla por esto. Decepcionante, sin duda.
Vi al sombrerero en las lejanías de su hogar. Era una lástima que pudiera usar una magia tan poderosa y que ahora... que ahora tuviera el sombrero guardado en un lugar oscuro, sucio, y... No soportaba la suciedad, aquella pobreza casi tan extrema. Quién iba a decir que era el mismo hombre con el que había tratado años atrás... Lo vi danzando con una mujer y un niño, claro, su familia. No los envidiaba porque fueran felices, para nada los envidiaba... ¿O quizás sí? Después de todo, el sobrerero había conseguido huir del poder y de la magia para estar con la mujer que amaba, para poder cuidar a su hijo. Tragué saliva acariciándome aquel lugar donde había estado ella, ahora ausente, inexistente. Pero ahora no era momento de debilidades, para nada. Ahora iba a tratar con una persona crucial para mi plan, y tenía que mostrarme fuerte y segura de mí misma. Mientras me iba acercando, notando las hojas de los árboles romperse bajo mis pies, pensaba y pensaba en aquella felicidad que sentía el sombrerero, toda esa felicidad que sentían en el resto del Reino... Toda esa felicidad iba a desaparecer para ellos, y yo sería la única ganadora.
Se dirigían hacia aquella cabaña a la que llamarían hogar, y en esos instantes en los que el sombrerero se perdía entre sus propios pensamientos, yo aparecí. Iba ataviada con un elegante vestido negro, sencillo debido al viaje que había realizado, además iba cubierta con una larga capa negra por el frío y para pasar desapercibida cuando lo requiriera. Sabía que él había notado mi presencia, tenía que haberla notado, después de todo, ambos habíamos realizado unos cuantos viajes juntos, habíamos hecho negocios juntos. Era un hombre realmente exasperante, sin embargo en aquella época del pasado poco importaba, puesto que realizaba bien su trabajo. ¿Cómo sería ahora? Sentía muchísima curiosidad. ¿Se habría vuelto un débil? El amor nos volvía débiles a todos, él era seguro un claro ejemplo. Había renunciado al poder, a ese poder que ahora necesitaba.
-Sombrerero... -su apodo salió de mi boca como una bella canción danzarina que se coló por el bosque y le obligó a parar su camino de regreso a casa. Sonreí abiertamente, diciéndole con la mirada que ahora yo era la que necesitaba de su atención-. He estado en tu casa sombrerero y he de decir que tus "voluminosos" gustos han cambiado un poco... Es muy curioso como la pobreza cambia a las personas, ¿no? ¿Cómo te ha sentado la inseguridad del día a día, el tener que vagabundear por el bosque para llevarte algo de comer? Tu hijo y tu esposa parecen tener una buena salud a pesar de la vida que tenéis que llevar... -sí, fue necesario decir aquellas palabras. Después de todo, me había gustado recordarle de manera indirecta quién había sido en el pasado y quién era ahora-. Necesito de tus habilidades mágicas por una última vez, sombrerero.
Una orden, aquello era una orden, no una petición o súplica.
Siobhan R. Mills- Reina
- Soy : La Reina
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Re: Hat Trick - Parte I
- De acuerdo, Víctor – se rió Malcolm cuando su hijo se quejó por el hecho de cambiarle el nombre, la diferencia es que esta vez se lo había cambiado a propósito. Cierto era que a la única a la que nunca había llegado a cambiar el nombre era a Sutton. ¿Habría alguna clase de explicación? Era posible, bastante posible, más allá de ser una persona extremadamente especial para él y prácticamente imprescindible en su vida. Pero se podría pensar que Vincent también era imprescindible y una persona única para Malcolm, ¿verdad?... Entonces, ¿Cuál era la diferencia? ¿Por qué a él sí y a Sutton no? Eso eran cosas que sólo el sombrerero podía llegar a saber, tal vez la explicación no era tan difícil de deducir si se investigaba en el pasado, cuando Malcolm conoció a la que sería la mujer de su vida.
Hadas madrinas... No quiso matizar las palabras de Sutton, pero él era muy reacio a creer en esa clase de cosas. Tal vez es que él nunca llegó a tener una, y quizás porque no podían acceder hasta donde él estaba, ni más ni menos que en el País de las Maravillas. Si se detenía a pensar, tampoco creía que hubiera sido una persona de enorme corazón, ni inocente, como a las que solían acudir ese tipo de hadas por lo que tenía entendido mediante habladurías. Las únicas hadas que en todo caso Malcolm podía conocer, tenían forma de caballos mecedores con alas de libélula. Bueno, era posible que la desesperación lo invadiera durante su etapa de estancamiento en la hora del té, porque de hecho sí había tenido su hada, que se presentaría más tarde y se presentaba como Sutton. Pudo haber venido con mucho retraso, pero compensaba los años de condena con la vida que ahora llevaba. La verdad es que no se podía quejar.
Y al parecer ella tampoco, por la respuesta que le había vuelto a dar cuando Malcolm le hizo esa pregunta tan simple pero tan importante para él. Observó su rostro, su expresión incluso un poco cansada de repetir siempre lo mismo. Sí, tenía razón; ¿Cuántas veces le habría contestado que sí, que efectivamente, era feliz? Era como si a Malcolm le costara asimilarlo, como si no pudiera llegar a hacer feliz a la persona con la que convivía día tras día. Él mismo era consciente de que pasar día tras día a su lado no debía ser algo fácil, tenía cierta constancia de que, a ojos de los demás, podía seguir pareciendo un “loco”, era como un sobrenombre no demasiado agradable que lo acompañaría de por vida. Por suerte y gracias a Sutton, había logrado recuperar gran parte de la cordura, y a pesar de las preguntas o palabras que pudiera soltar, era capaz de mantener una conversación mínimamente decente, sobre todo si se trataba de conversaciones serias, ahí pocas veces se permitía ser él mismo y dejarse llevar por las incoherencias que pudiera soltar, trataba de controlarse. Pero cuando se sentía a gusto como era el caso, podía mostrar su auténtica cara, sin represiones, demostrando así que era feliz.
La miraba directamente a los ojos, a aquellos ojos azules que siempre le hacían sentir algo así como paz cada vez que los observaba. Toda ella lo hacía sentir bien. Definitivamente sí, las hadas se quedaban atrás en comparación a ella. Vincent pasó a manos de Sutton, cediéndoselo Malcolm con una enorme sonrisa, muy complacido por la, una vez más, respuesta de su mujer, dejándolo muy tranquilo. Se quedó parado, sin quitarle ojo a ella y su hijo, al tiempo que entre ellos intercambiaban unas palabras y hacían camino a la entrada de la casucha. De alguna manera eso provocó una sutil y enternecedora sonrisa en el rostro del... Antiguo sombrerero.
Pero aquella sonrisa duró relativamente poco, volviendo sus labios a su forma original. Frunció ligeramente el ceño, tenía un mal presentimiento, como si una oscura nube se cerniera sobre él. Tal vez era una paranoia más que su perturbado cerebro creaba, pero al bajar la mirada al suelo, pudo ver la sombra, justo al lado de él que se iba acercando sigilosamente. Aquellas formas sólo podían pertenecer a una persona, igual que su tenebrosa aura y la sutilidad con la que caminaba. Y entonces la oyó, aquella forma tan característica con la que hablaba, pronunciando ese apodo del que Malcolm se había intentado deshacer durante aquél tiempo, a pesar de que aún seguía respondiendo a él, ya que siempre se había sentido orgulloso de su antigua profesión y aún seguía confeccionando de tanto en tanto con los sucios harapos que irían a la basura si no fuera porque él los utilizaba. Decidió girarse lentamente, con la mirada puesta en su sombra hasta que se dio la vuelta completa, quedando frente a ella y, después de tanto tiempo, volvió a cruzarse con aquellos ojos a los que tanto había mirado antes, azules, sí, pero con un brillo muy distinto al que pudiera tener Sutton.
- Su Majestad... – pronunció con algo de sorna en la voz e ironía. Era a esa clase de momentos a los que se refería cuando afirmaba que no podía ser él mismo, no del todo. La sonrisa que “la Reina” mostraba y el tono en que se dirigió a Malcolm no le hacía tener precisamente un buen augurio. Algo tramaba, y nada bueno... Y que lo reclamara no era una casualidad. La conocía lo suficiente como para saber que ella no conversaba con cualquiera así porque sí, ni siquiera con él.
Le escuchó con el ceño fruncido, preguntándose a sí mismo el por qué de su visita, después de tanto tiempo perdiendo prácticamente contacto, y tampoco le interesaba mantenerlo. Saber que había pisado su casa sin su consentimiento era algo que hacía que le hirviera la sangre, así como en alguna ocasión se la había hervido el Gato de Cheshire. No hacía falta ser demasiado inteligente para saber que aquellas palabras no eran precisamente inocentes, y que detrás de todo su discursito había retintineo y un claro objetivo. Malcolm aún sujetaba la cesta con las setas que había logrado recolectar, suponía que eso confirmaba las sospechas que la Reina pudiera tener sobre la vida que ahora llevaba “el Sombrerero”.
- Por lo que a ti respecta veo que sigues igual que siempre, supongo que “la riqueza” conserva a las personas... Pero prefiero la primera opción, gracias – asintió observándola con desconfianza de arriba abajo. Como no, la última petición de la Reina era tan evidente que le parecía haberla oído antes si quiera de que ésta abriera la boca, aquella boca y lengua viperina que poseía y de la que muchas veces lucía – No los metas a ellos por en medio – exigió seriamente, aunque el comentario de ella hubiera parecido inofensivo. La conocía demasiado bien – Lo que a mí respecta, estoy perfectamente. No creo que deba envidiar nada de lo que quedó en el pasado y tengo la conciencia muy tranquila, cosa que no estoy muy seguro respecto a otras personas... – se aventuró a decir, aunque Malcolm al lado de aquella mujer no fuera más que una mota de polvo, sobre todo desde el punto de vista de ella. Aún así no sabía a ciencia cierta el por qué de la visita de la Reina a su casa ni por qué lo buscaba. Había dejado de lado ese trabajo dedicado a saltar de mundo en mundo a través de portales, de poder ser un egoísta y un irresponsable ya que no tenía a nadie del que hacerse cargo ni preocuparse, pero las cosas habían cambio, y por su familia no iba a volver a esas actividades. Aún así, nunca estaba de más preguntar y de paso chinchar sutilmente tal y como a la reina le gustaba hacer - ¿Mis habilidades mágicas? ¿Ahora las necesitas después de tanto tiempo?... ¿Y qué es aquello que ni siquiera la Reina puede conseguir por sí sola, requiriendo de mi... humilde ayuda?... – ironizó y recalcó ensanchando una sonrisa en el pálido rostro, por la de veces que había dado a entender que él era pobre. Pues sí, aunque tampoco se sintiera del todo orgulloso por ello y por no darle mejor vida a su familia.
Hadas madrinas... No quiso matizar las palabras de Sutton, pero él era muy reacio a creer en esa clase de cosas. Tal vez es que él nunca llegó a tener una, y quizás porque no podían acceder hasta donde él estaba, ni más ni menos que en el País de las Maravillas. Si se detenía a pensar, tampoco creía que hubiera sido una persona de enorme corazón, ni inocente, como a las que solían acudir ese tipo de hadas por lo que tenía entendido mediante habladurías. Las únicas hadas que en todo caso Malcolm podía conocer, tenían forma de caballos mecedores con alas de libélula. Bueno, era posible que la desesperación lo invadiera durante su etapa de estancamiento en la hora del té, porque de hecho sí había tenido su hada, que se presentaría más tarde y se presentaba como Sutton. Pudo haber venido con mucho retraso, pero compensaba los años de condena con la vida que ahora llevaba. La verdad es que no se podía quejar.
Y al parecer ella tampoco, por la respuesta que le había vuelto a dar cuando Malcolm le hizo esa pregunta tan simple pero tan importante para él. Observó su rostro, su expresión incluso un poco cansada de repetir siempre lo mismo. Sí, tenía razón; ¿Cuántas veces le habría contestado que sí, que efectivamente, era feliz? Era como si a Malcolm le costara asimilarlo, como si no pudiera llegar a hacer feliz a la persona con la que convivía día tras día. Él mismo era consciente de que pasar día tras día a su lado no debía ser algo fácil, tenía cierta constancia de que, a ojos de los demás, podía seguir pareciendo un “loco”, era como un sobrenombre no demasiado agradable que lo acompañaría de por vida. Por suerte y gracias a Sutton, había logrado recuperar gran parte de la cordura, y a pesar de las preguntas o palabras que pudiera soltar, era capaz de mantener una conversación mínimamente decente, sobre todo si se trataba de conversaciones serias, ahí pocas veces se permitía ser él mismo y dejarse llevar por las incoherencias que pudiera soltar, trataba de controlarse. Pero cuando se sentía a gusto como era el caso, podía mostrar su auténtica cara, sin represiones, demostrando así que era feliz.
La miraba directamente a los ojos, a aquellos ojos azules que siempre le hacían sentir algo así como paz cada vez que los observaba. Toda ella lo hacía sentir bien. Definitivamente sí, las hadas se quedaban atrás en comparación a ella. Vincent pasó a manos de Sutton, cediéndoselo Malcolm con una enorme sonrisa, muy complacido por la, una vez más, respuesta de su mujer, dejándolo muy tranquilo. Se quedó parado, sin quitarle ojo a ella y su hijo, al tiempo que entre ellos intercambiaban unas palabras y hacían camino a la entrada de la casucha. De alguna manera eso provocó una sutil y enternecedora sonrisa en el rostro del... Antiguo sombrerero.
Pero aquella sonrisa duró relativamente poco, volviendo sus labios a su forma original. Frunció ligeramente el ceño, tenía un mal presentimiento, como si una oscura nube se cerniera sobre él. Tal vez era una paranoia más que su perturbado cerebro creaba, pero al bajar la mirada al suelo, pudo ver la sombra, justo al lado de él que se iba acercando sigilosamente. Aquellas formas sólo podían pertenecer a una persona, igual que su tenebrosa aura y la sutilidad con la que caminaba. Y entonces la oyó, aquella forma tan característica con la que hablaba, pronunciando ese apodo del que Malcolm se había intentado deshacer durante aquél tiempo, a pesar de que aún seguía respondiendo a él, ya que siempre se había sentido orgulloso de su antigua profesión y aún seguía confeccionando de tanto en tanto con los sucios harapos que irían a la basura si no fuera porque él los utilizaba. Decidió girarse lentamente, con la mirada puesta en su sombra hasta que se dio la vuelta completa, quedando frente a ella y, después de tanto tiempo, volvió a cruzarse con aquellos ojos a los que tanto había mirado antes, azules, sí, pero con un brillo muy distinto al que pudiera tener Sutton.
- Su Majestad... – pronunció con algo de sorna en la voz e ironía. Era a esa clase de momentos a los que se refería cuando afirmaba que no podía ser él mismo, no del todo. La sonrisa que “la Reina” mostraba y el tono en que se dirigió a Malcolm no le hacía tener precisamente un buen augurio. Algo tramaba, y nada bueno... Y que lo reclamara no era una casualidad. La conocía lo suficiente como para saber que ella no conversaba con cualquiera así porque sí, ni siquiera con él.
Le escuchó con el ceño fruncido, preguntándose a sí mismo el por qué de su visita, después de tanto tiempo perdiendo prácticamente contacto, y tampoco le interesaba mantenerlo. Saber que había pisado su casa sin su consentimiento era algo que hacía que le hirviera la sangre, así como en alguna ocasión se la había hervido el Gato de Cheshire. No hacía falta ser demasiado inteligente para saber que aquellas palabras no eran precisamente inocentes, y que detrás de todo su discursito había retintineo y un claro objetivo. Malcolm aún sujetaba la cesta con las setas que había logrado recolectar, suponía que eso confirmaba las sospechas que la Reina pudiera tener sobre la vida que ahora llevaba “el Sombrerero”.
- Por lo que a ti respecta veo que sigues igual que siempre, supongo que “la riqueza” conserva a las personas... Pero prefiero la primera opción, gracias – asintió observándola con desconfianza de arriba abajo. Como no, la última petición de la Reina era tan evidente que le parecía haberla oído antes si quiera de que ésta abriera la boca, aquella boca y lengua viperina que poseía y de la que muchas veces lucía – No los metas a ellos por en medio – exigió seriamente, aunque el comentario de ella hubiera parecido inofensivo. La conocía demasiado bien – Lo que a mí respecta, estoy perfectamente. No creo que deba envidiar nada de lo que quedó en el pasado y tengo la conciencia muy tranquila, cosa que no estoy muy seguro respecto a otras personas... – se aventuró a decir, aunque Malcolm al lado de aquella mujer no fuera más que una mota de polvo, sobre todo desde el punto de vista de ella. Aún así no sabía a ciencia cierta el por qué de la visita de la Reina a su casa ni por qué lo buscaba. Había dejado de lado ese trabajo dedicado a saltar de mundo en mundo a través de portales, de poder ser un egoísta y un irresponsable ya que no tenía a nadie del que hacerse cargo ni preocuparse, pero las cosas habían cambio, y por su familia no iba a volver a esas actividades. Aún así, nunca estaba de más preguntar y de paso chinchar sutilmente tal y como a la reina le gustaba hacer - ¿Mis habilidades mágicas? ¿Ahora las necesitas después de tanto tiempo?... ¿Y qué es aquello que ni siquiera la Reina puede conseguir por sí sola, requiriendo de mi... humilde ayuda?... – ironizó y recalcó ensanchando una sonrisa en el pálido rostro, por la de veces que había dado a entender que él era pobre. Pues sí, aunque tampoco se sintiera del todo orgulloso por ello y por no darle mejor vida a su familia.
Malcolm A. Lynch- Hechiceros/Magos
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Re: Hat Trick - Parte I
Y aunque él hubiera dicho son sorna aquellas dos palabras, cada vez que escuchaba "su Majestad" sentía algo en mi interior que saltaba de alegría. Sí, era el poder que me hacía sentir de aquella manera, aquella imposición que les obligaba a tratarme con respeto pero que no impedía que yo a ellos no. Quién iba a decir que tantos años atrás hubiera detestado aquellas dos palabras, que no quería escucharlas y sin embargo me había acostumbrado. ¿Había cambiado? Sí, pero por su culpa. Había noches solitarias en las que me paraba a pensar qué habría sido de mí si no hubiera confiado en aquella endemoniada chiquilla, Blancanieves. Seguramente ahora viviría alejada de la magia junto a mi amado Daniel... Oh Daniel... Un cruel destino para ambos el que nos había tocado, pero todo lo que estaba haciendo era por él, desde luego, siempre había sido por él. Negué con la cabeza mientras sonreía abiertamente, cuanto, cuando se equivocaba mi "querido" sombrerero. Di unos cuantos pasos para acercarme a él completamente y sonreí de manera "dulce".
-La riqueza no, sino el poder. El poder ayuda a conservar la riqueza, la belleza, tu modo de vida... Todo deriva del poder y tú lo sabes muy bien, porque después de todo, en el pasado fuiste una de las personas más poderosas y curiosas que han pisado esta tierra. Aunque, bueno... las cosas han cambiado y ahora simplemente eres un... ¿a qué te dedicas exactamente ahora? -volví a negar con la cabeza-. Los meteré si tú no aceptas mi proposición, ahora mismo no estoy como par aguantar "exigencias" de gente como tú, no, para nada -dejé escapar una risa divertida a la vez que me tapaba con delicadeza la boca ante sus siguientes palabras-. ¿Tu conciencia está tranquila? ¿Estás seguro? Después de todo lo que hiciste... Yo no podría dormir tranquila en su mismo lecho -obviamente me refería a su mujer-. ¿Ella conoce tu pasado? Siento curiosidad -pregunté calmadamente mientras me cruzaba de brazos tras la recuperación de aquella risa-. Necesito ir al País de las Maravillas -le dije tajante, sin ningún tipo de relleno-. Lo que me concierne allí no es asunto tuyo, simplemente serás mi vehículo. Tú me llevas allí, yo hago lo que tengo que hacer allí y cuando regresemos... nunca más volveré a molestarte y podrás vivir "humildemente" -aquella palabra la dije con asco- con tu mujer e hijo. Y quizás, si me quedo contenta con tu trabajo, solo quizás, mejore un poco tu nivel de vida actual... ¿No querrás que tu pequeño enferme dentro de poco por culpa de esta pobreza, verdad?
Y sí, seguramente cumpliría todas aquellas promesas mías, porque, después de todo, cambiaría el mundo que ambos conocíamos, en el que ambos nos habíamos criado, crecido, amado... Sentí una punzada en el pecho pero no reparé en ella. Si el sombrerero aceptaría (que iba a aceptar, por supuesto), viviría después "felizmente", sí claro. No, tenía algo más en mente para él, desde luego, aunque el sombrerero no se podía hacer ni la más mínima idea...
-La riqueza no, sino el poder. El poder ayuda a conservar la riqueza, la belleza, tu modo de vida... Todo deriva del poder y tú lo sabes muy bien, porque después de todo, en el pasado fuiste una de las personas más poderosas y curiosas que han pisado esta tierra. Aunque, bueno... las cosas han cambiado y ahora simplemente eres un... ¿a qué te dedicas exactamente ahora? -volví a negar con la cabeza-. Los meteré si tú no aceptas mi proposición, ahora mismo no estoy como par aguantar "exigencias" de gente como tú, no, para nada -dejé escapar una risa divertida a la vez que me tapaba con delicadeza la boca ante sus siguientes palabras-. ¿Tu conciencia está tranquila? ¿Estás seguro? Después de todo lo que hiciste... Yo no podría dormir tranquila en su mismo lecho -obviamente me refería a su mujer-. ¿Ella conoce tu pasado? Siento curiosidad -pregunté calmadamente mientras me cruzaba de brazos tras la recuperación de aquella risa-. Necesito ir al País de las Maravillas -le dije tajante, sin ningún tipo de relleno-. Lo que me concierne allí no es asunto tuyo, simplemente serás mi vehículo. Tú me llevas allí, yo hago lo que tengo que hacer allí y cuando regresemos... nunca más volveré a molestarte y podrás vivir "humildemente" -aquella palabra la dije con asco- con tu mujer e hijo. Y quizás, si me quedo contenta con tu trabajo, solo quizás, mejore un poco tu nivel de vida actual... ¿No querrás que tu pequeño enferme dentro de poco por culpa de esta pobreza, verdad?
Y sí, seguramente cumpliría todas aquellas promesas mías, porque, después de todo, cambiaría el mundo que ambos conocíamos, en el que ambos nos habíamos criado, crecido, amado... Sentí una punzada en el pecho pero no reparé en ella. Si el sombrerero aceptaría (que iba a aceptar, por supuesto), viviría después "felizmente", sí claro. No, tenía algo más en mente para él, desde luego, aunque el sombrerero no se podía hacer ni la más mínima idea...
Siobhan R. Mills- Reina
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Re: Hat Trick - Parte I
Malcolm tenía la ligera intuición, y creía no andar mal encaminado, de que aquellas palabras como “su majestad” que detonaban cuán superior pudiera estar de él y de los demás, a pesar de haberlas pronunciado con ironía, inflaban el orgullo y el peligroso ego de esa mujer. El apodo de viuda negra que siempre tenía asignado y reservado para ella en su propia mente, le iba que ni pintado, a pesar de no haber estado casada con su difunta pareja, pero la muerte de él le dolió como si lo fuera, sólo había que recordar la actitud de Siobhan y el empeño que le ponía con tal de verlo en vida de nuevo. Desde entonces al parecer su pasatiempo se basaba en arrancar corazones, y esperaba que el suyo no fuera el siguiente, así que, por muy burlón que pudiera ponerse, debía ir con cuidado. ¿Por egoísmo? No, Malcolm creía no ser así... Aquello al menos era por su familia, no quería que Vincent creciera sin un padre, aunque quizás no fuera el más maravilloso en la faz de la tierra, pero lo intentaría. Se mantuvo firme, a pesar de tener a la Reina a muy poca distancia, pudiéndose entender aunque susurraran. Estaba empezando a cansarse de estar siempre bajo las órdenes de Reinas que te arrancaban cosas sin piedad; La cabeza, el corazón... ¿Qué sería lo siguiente? Vigilaba por el rabillo del ojo las manos de la imponente mujer, pero sin mover sus pupilas que estaban clavadas en ella. No quería mostrar ningún signo de achante.
- Me dedico a cuidar de mi familia, básicamente – pronunció en un tono mucho más molesto que el anterior. Pudo haber ironizado en un principio, pero una vez esa mujer empezaba a hondar en el pasado, un fuego comenzaba a encenderse dentro de Malcolm. Esa víbora sabía perfectamente dónde estaba la yaga y cómo debía meter el dedo para hacer el máximo daño que pudiera en cada situación que se le planteaba. Hoy al parecer, le había tocado a él. Ahora los ojos de Malcolm eran como dos cuchillos que apuntaban directamente a Siobahn como si quisiera atravesarla con ellos – Ah no, claro que no lo harás... Por encima de mi cadáver. Y no creo que mi cuerpo inerte sea algo que precisamente te interese – dejó claro utilizando un duro tono de voz, dejando entrever parte de la rabia que tenía guardada dentro de él. Tal vez lo que no pudo reprimir fue ese gesto en el que se mordió el labio, al mismo tiempo que metafóricamente se mordía la lengua en cuanto Siobhan sacó su pasado a relucir. Él que siempre trataba de taparlo, y allí estaba ella, experta en dar donde más duele. Su cara de odio era más que evidente – Lo que ella conozca o deje de conocer respecto a mí no te concierne en absoluto. – le espetó, aunque su mujer no era ignorante respecto a su pasado. Pero contra menos supiera la Reina, mejor – Seré humilde, pero no soy idiota, Siobhan – sí, pronunció su nombre, como pudo haber hecho antaño. Su tono de voz iba bajando conforme sentía más rabia en su interior.
– De aquí el más beneficiado serás tú. No pienso rebajarme al nivel sólo para satisfacerte. Cuidaré de mi hijo, de mi mujer, y no me hace falta nada más. Somos felices sin necesidad de tener un palacio. No pienso volver a ese lugar, ya puedes ir buscándote a otro que te haga el trabajo. Tú misma lo has dicho: “En el pasado fuiste una de las personas más poderosas y curiosas que han pisado esta tierra”… Mi sombrero y mi poder ya forman parte del pasado, yo ya no soy el mismo – respondió con rotundidad, aunque ambos sabían que la conciencia de Malcolm aún no estaba del todo limpia, ni mucho menos, por más que Sutton le repitiera que era feliz, y Vincent realmente lo pareciera. Se sentía muy sucio al lado de ellos, pero trataba de remendar los pozos que pudieran quedar en su ser. Egoísta, tal vez sí, seguía teniendo ese defecto, ya que podría aceptar aquél trabajo para que Vincent y su mujer tuvieran un nivel de vida mejor… Pero le había hecho una promesa a Sutton, no iba a faltar a su palabra por nada del mundo y sabía perfectamente que no podía fiarse de la Reina, que con ella, el remedio podía ser peor que la enfermedad.
Las tentaciones en ese momento era dirigirse a su propia casa, pero quería asegurarse de que era Siobhan la que se iba antes que él de ese lugar, no quería arriesgarse a que lo siguiera y Sutton y Vincent notaran su presencia. Su fama no era precisamente la más impoluta del mundo. Las tentaciones de tener más y poder ofrecerle lo que su mujer e hijo merecían eran difíciles de reprimir, pero debía ser fuerte y mantenerse firme. No le gustó en absoluto aquello de que insinuara que su hijo podría ponerse enfermo, era algo que se le había quedado rondando en la cabeza. Y sobre todo cuando venía en boca de ella… A veces la más mínima recomendación o advertencia podía hacerse realidad y convertirse en venganza, así que tendría bien vigilado al pequeño, no iba a dejar que por caprichos de la víbora, su familia se viera afectada, ahora que todo iba… bien. O eso creía. Ni siquiera iba a dejar que Siobhan se acercara más a su casa, se quedaría delante de ella hasta que ésta decidiera marcharse y Malcolm la viera alejarse del lugar.
- Aquí ya no tienes nada más qué hacer…
- Me dedico a cuidar de mi familia, básicamente – pronunció en un tono mucho más molesto que el anterior. Pudo haber ironizado en un principio, pero una vez esa mujer empezaba a hondar en el pasado, un fuego comenzaba a encenderse dentro de Malcolm. Esa víbora sabía perfectamente dónde estaba la yaga y cómo debía meter el dedo para hacer el máximo daño que pudiera en cada situación que se le planteaba. Hoy al parecer, le había tocado a él. Ahora los ojos de Malcolm eran como dos cuchillos que apuntaban directamente a Siobahn como si quisiera atravesarla con ellos – Ah no, claro que no lo harás... Por encima de mi cadáver. Y no creo que mi cuerpo inerte sea algo que precisamente te interese – dejó claro utilizando un duro tono de voz, dejando entrever parte de la rabia que tenía guardada dentro de él. Tal vez lo que no pudo reprimir fue ese gesto en el que se mordió el labio, al mismo tiempo que metafóricamente se mordía la lengua en cuanto Siobhan sacó su pasado a relucir. Él que siempre trataba de taparlo, y allí estaba ella, experta en dar donde más duele. Su cara de odio era más que evidente – Lo que ella conozca o deje de conocer respecto a mí no te concierne en absoluto. – le espetó, aunque su mujer no era ignorante respecto a su pasado. Pero contra menos supiera la Reina, mejor – Seré humilde, pero no soy idiota, Siobhan – sí, pronunció su nombre, como pudo haber hecho antaño. Su tono de voz iba bajando conforme sentía más rabia en su interior.
– De aquí el más beneficiado serás tú. No pienso rebajarme al nivel sólo para satisfacerte. Cuidaré de mi hijo, de mi mujer, y no me hace falta nada más. Somos felices sin necesidad de tener un palacio. No pienso volver a ese lugar, ya puedes ir buscándote a otro que te haga el trabajo. Tú misma lo has dicho: “En el pasado fuiste una de las personas más poderosas y curiosas que han pisado esta tierra”… Mi sombrero y mi poder ya forman parte del pasado, yo ya no soy el mismo – respondió con rotundidad, aunque ambos sabían que la conciencia de Malcolm aún no estaba del todo limpia, ni mucho menos, por más que Sutton le repitiera que era feliz, y Vincent realmente lo pareciera. Se sentía muy sucio al lado de ellos, pero trataba de remendar los pozos que pudieran quedar en su ser. Egoísta, tal vez sí, seguía teniendo ese defecto, ya que podría aceptar aquél trabajo para que Vincent y su mujer tuvieran un nivel de vida mejor… Pero le había hecho una promesa a Sutton, no iba a faltar a su palabra por nada del mundo y sabía perfectamente que no podía fiarse de la Reina, que con ella, el remedio podía ser peor que la enfermedad.
Las tentaciones en ese momento era dirigirse a su propia casa, pero quería asegurarse de que era Siobhan la que se iba antes que él de ese lugar, no quería arriesgarse a que lo siguiera y Sutton y Vincent notaran su presencia. Su fama no era precisamente la más impoluta del mundo. Las tentaciones de tener más y poder ofrecerle lo que su mujer e hijo merecían eran difíciles de reprimir, pero debía ser fuerte y mantenerse firme. No le gustó en absoluto aquello de que insinuara que su hijo podría ponerse enfermo, era algo que se le había quedado rondando en la cabeza. Y sobre todo cuando venía en boca de ella… A veces la más mínima recomendación o advertencia podía hacerse realidad y convertirse en venganza, así que tendría bien vigilado al pequeño, no iba a dejar que por caprichos de la víbora, su familia se viera afectada, ahora que todo iba… bien. O eso creía. Ni siquiera iba a dejar que Siobhan se acercara más a su casa, se quedaría delante de ella hasta que ésta decidiera marcharse y Malcolm la viera alejarse del lugar.
- Aquí ya no tienes nada más qué hacer…
Malcolm A. Lynch- Hechiceros/Magos
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Re: Hat Trick - Parte I
Así que era eso. Ahora se dedicaba a cuidar de su familia, básicamente. Esbocé una sonrisa socarrona. Realmente, nunca pensé que una persona como había sido Malcolm en un pasado acabara volcado totalmente en el cuidado de su familia. Era… algo difícil de imaginar y en cierto modo también de creer. Claro que, si en ese momento le decías a alguien que yo había estado profundamente enamorada y que había sido una joven inocente con sueños como cualquier adolescente… Tampoco se lo creerían, desde luego. – Entiendo… - Dije sin demasiada emoción en la voz mientras miraba distraídamente hacia uno de los lados. – No sabía que una familia pudiera ser algo tan…, importante para ti. – Esta vez si que le mire directamente a los ojos. – En eso no te equivocas. Tu cadáver ya me sería inútil. Total y completamente inútil. - Lo dije como si estuviese hablando de algo totalmente insulso y carente de importancia, pero… ¿algo así era, no?
Esbocé una sonrisa afilada sin apartar la mirada del que anteriormente en el pasado había sido una de las personas más poderosas y curiosas en el Bosque Encantado. – Por supuesto. Lo que imaginé. – Había creído fervientemente que le estaba mintiendo y posiblemente más adelante me diese cuenta de que su mujercita siempre lo había sabido todo sobre él, incluso los detalles más oscuros sobre su pasado. Claro, que de haber imaginado aquello posiblemente le hubiese hecho un comentario afilado sobre todo aquello, como por ejemplo que los seres queridos suponen una debilidad y de haberme dado cuenta de que realmente estaba siendo sincero (cosa que yo no creía posible en ese momento) habría llegado a la conclusión de que su mujer y su hijo eran sus debilidades…
Y entonces podría haberles atacado a ellos directamente…
Por supuesto, aún así estaba dispuesta a atacarlos aunque no fuera realmente consciente del impacto que causaba en Malcolm el hecho de que “amenazase” a su mujer y al pequeño. – Todo el mundo echa de menos los lujos que tuvo en su pasado, incluso ella. ¿Acaso crees que mi “querida” hijastra no echa de menos todos los lujos de los que una vez gozó? – Pregunté con cierta ironía, sobretodo al mencionar las palabras “querida hijastra”, incluso esbocé una sonrisa ligeramente irónica. – Me he dado cuenta de que ya no eres el mismo y que quieres que te diga, es una pena… De todos modos bajo toda esa capa de marido y padre perfecto sigue existiendo la persona que años atrás eras. Estoy segura. Eso no desaparece tan fácilmente.
Yo también era la misma persona que años atrás, ¿no? Simplemente mi carácter se había endurecido y la muerte de Daniel sumada a la traición de Snow White y el poder de mi padre sobre mí toda mi vida habían conseguido corromper y emponzoñar incluso mi corazón convirtiéndole en un órgano de hielo que solo una persona en el mundo era capaz de traspasar. Solo había una persona que conocía a la antigua Siobhan, aquella que de alguna manera seguía dentro de mí bajo muchas capas y solo surgía cuando estaba en su compañía.
- Supongo que volveremos a vernos pronto. Algo me dice que al final accederás al trato que te he ofrecido. – Una nueva sonrisa llena de seguridad y suficiencia apareció en mi rostro al tiempo que me daba la vuelta y caminaba los metros que me separaban de mi carruaje para volver a mi palacio, pero esa no iba a ser la última vez que viese a Malcolm, en absoluto. Mi mente ya estaba maquinando alguna forma de conseguir que accediera al trato, porque lo iba a conseguir, no tenía la menor duda de ello.
Esbocé una sonrisa afilada sin apartar la mirada del que anteriormente en el pasado había sido una de las personas más poderosas y curiosas en el Bosque Encantado. – Por supuesto. Lo que imaginé. – Había creído fervientemente que le estaba mintiendo y posiblemente más adelante me diese cuenta de que su mujercita siempre lo había sabido todo sobre él, incluso los detalles más oscuros sobre su pasado. Claro, que de haber imaginado aquello posiblemente le hubiese hecho un comentario afilado sobre todo aquello, como por ejemplo que los seres queridos suponen una debilidad y de haberme dado cuenta de que realmente estaba siendo sincero (cosa que yo no creía posible en ese momento) habría llegado a la conclusión de que su mujer y su hijo eran sus debilidades…
Y entonces podría haberles atacado a ellos directamente…
Por supuesto, aún así estaba dispuesta a atacarlos aunque no fuera realmente consciente del impacto que causaba en Malcolm el hecho de que “amenazase” a su mujer y al pequeño. – Todo el mundo echa de menos los lujos que tuvo en su pasado, incluso ella. ¿Acaso crees que mi “querida” hijastra no echa de menos todos los lujos de los que una vez gozó? – Pregunté con cierta ironía, sobretodo al mencionar las palabras “querida hijastra”, incluso esbocé una sonrisa ligeramente irónica. – Me he dado cuenta de que ya no eres el mismo y que quieres que te diga, es una pena… De todos modos bajo toda esa capa de marido y padre perfecto sigue existiendo la persona que años atrás eras. Estoy segura. Eso no desaparece tan fácilmente.
Yo también era la misma persona que años atrás, ¿no? Simplemente mi carácter se había endurecido y la muerte de Daniel sumada a la traición de Snow White y el poder de mi padre sobre mí toda mi vida habían conseguido corromper y emponzoñar incluso mi corazón convirtiéndole en un órgano de hielo que solo una persona en el mundo era capaz de traspasar. Solo había una persona que conocía a la antigua Siobhan, aquella que de alguna manera seguía dentro de mí bajo muchas capas y solo surgía cuando estaba en su compañía.
- Supongo que volveremos a vernos pronto. Algo me dice que al final accederás al trato que te he ofrecido. – Una nueva sonrisa llena de seguridad y suficiencia apareció en mi rostro al tiempo que me daba la vuelta y caminaba los metros que me separaban de mi carruaje para volver a mi palacio, pero esa no iba a ser la última vez que viese a Malcolm, en absoluto. Mi mente ya estaba maquinando alguna forma de conseguir que accediera al trato, porque lo iba a conseguir, no tenía la menor duda de ello.
Siobhan R. Mills- Reina
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Re: Hat Trick - Parte I
Oír a hablar de muertos, venganzas o cadáveres en boca de esa mujer hacía que en cierta manera se te pusiera la piel de gallina. Aún así, Malcolm procuró no mover ni un dedo, simplemente manteniendo una dura mirada fija hacia Siobhan. Ella, hablando de familia... Era comprensible que hablara así, si ella no parecía haber sido más que un cero a la izquierda dentro de la suya propia, al menos en lo que la opinión respecta, un simple títere. No es que Malcolm supiera en exceso del pasado de la Reina, pero habían detalles que sólo a un tonto se le pasaría por alto. Y también tenía constancia de los sentimientos que alguna vez ella pudo haber tenido hacia una persona, algo que el sombrerero no acababa de entender, incluso algo de lo que llegaba a reírse. Había estado al lado de la mujer de rubia cabellera, mientras trataba desesperadamente de recuperar a su difunto 'amor', situación de la que simplemente se habían aprovechado, él y un par de personas más... Recordaba con claridad esos días, y no quería terminar igual que ella. Debía tener mucho cuidado con Sutton, mantenerla vigilada tanto a ella como a su hijo, porque la venganza y la envidia eran palabras muy bien definidas en el vocabulario y vida de Siobhan.
Las palabras de la Reina referentes a todo lo que Malcolm había sido en el pasado, eran como cuchillos lanzados a distancia y con velocidad que podían clavarse en el alma y perturbaban su mente de mala manera. Trataba de seguir firme, pero no podía aguantar la mirada, desviándola sutilmente a los árboles que habían detrás de Siobhan. Tal vez no podía seguir con el contacto visual directo debido a que en el fondo, temía seguir siendo el mismo, y que aquella mujer tuviera razón. Ni siquiera tuvo que hacer el esfuerzo de morderse la lengua, porque tampoco sabía qué decir al respecto. Tal vez aquello era darle el beneficio de la verdad, pero, ¿Acaso estaba equivocada?
Tenía prácticamente la certeza de que si algo le sucediera a su familia, enloquecería igual que lo había hecho ella. Tal vez de una manera distinta, pero seguía siendo locura, desquicio... De perder algo que considerabas lo único valioso en tu vida.
Mantuvo la mirada desviada de la suya, hasta que pronunció sus últimas palabras. Frunció sutilmente el ceño, desconfiando y pensando en lo que estaría pasando por la mente de esa mujer retorcida. Nada nuevo, de eso estaba completamente seguro, pero esperaba que fuera lo que fuera, se dirigiera directamente a él y no tocara a su familia para nada. Debía tener mucho cuidado, vigilaría a su mujer e hijo como nunca antes. Prefirió mantenerse callado hasta tener claro que Siobhan había desaparecido del bosque, al menos de los alrededores, pero no tenía seguro de que desapareciera de su propia vida. Cuando algo se le metía entre ceja y ceja a Siobhan, uno debía tener mucho cuidado.
Puso rumbo a su humilde casa, bastante consternado por su inesperado encuentro, pero no quería que se le notara, no quería traer la amargura a su hogar ni su familia. Así que, a tan sólo unos pasos, tomó aire y en un suspiro, traró de exhalar toda preocupación que le rondaba en la cabeza. Quería convencerse de que la advertencia de la Reina no había sido más que una manera de infundirle respeto o miedo, y no debía darle el gusto. Tenía la esperanza de que su hijo y mujer habían estado tan ocupados contando las setas de las cestas que ni hubieran notado la presencia y oscura aura de Siobhan.
- ¡Buenos días Sutton y Vitorio! ... Me parece que nos conocemos, ¿verdad? - sonrió, dejando su cesta en la mesa de madera, junto a las otras, nada más pasar el umbral de la puerta - Me entretuve hablando con un conocido... - se mostró pensativo por unos segundos, vacilando respecto a lo que iba a decir. No olvidaba su encuentro, y la idea de proteger a su familia seguía en pie - Me he... cerciorado de las noticias que corren por el lugar. Al parecer los lobos se han multiplicado en estas dos últimas semanas. Debemos tener más cuidado que antes cuando salgamos de casa - trataba de parecer convincente, distrayéndose con las setas de la cesta. Le costaba mentir si miraba directamente a los ojos de la persona con la que dialogaba - No queremos acabar "bailando con lobos", ¿eh? - bromeó, echándole una ojeada a Vincent, y luego una muy fugaz a Sutton, haciendo más costoso aguantar la sonrisa en su rostro. Antes de que se le pudiera notar cualquier cosa, continuó con las setas. Sutton era demasiado intuitiva, pero no quería añadir más problemas ni preocuparla por algo que seguramente no tendría consecuencias...
Las palabras de la Reina referentes a todo lo que Malcolm había sido en el pasado, eran como cuchillos lanzados a distancia y con velocidad que podían clavarse en el alma y perturbaban su mente de mala manera. Trataba de seguir firme, pero no podía aguantar la mirada, desviándola sutilmente a los árboles que habían detrás de Siobhan. Tal vez no podía seguir con el contacto visual directo debido a que en el fondo, temía seguir siendo el mismo, y que aquella mujer tuviera razón. Ni siquiera tuvo que hacer el esfuerzo de morderse la lengua, porque tampoco sabía qué decir al respecto. Tal vez aquello era darle el beneficio de la verdad, pero, ¿Acaso estaba equivocada?
Tenía prácticamente la certeza de que si algo le sucediera a su familia, enloquecería igual que lo había hecho ella. Tal vez de una manera distinta, pero seguía siendo locura, desquicio... De perder algo que considerabas lo único valioso en tu vida.
Mantuvo la mirada desviada de la suya, hasta que pronunció sus últimas palabras. Frunció sutilmente el ceño, desconfiando y pensando en lo que estaría pasando por la mente de esa mujer retorcida. Nada nuevo, de eso estaba completamente seguro, pero esperaba que fuera lo que fuera, se dirigiera directamente a él y no tocara a su familia para nada. Debía tener mucho cuidado, vigilaría a su mujer e hijo como nunca antes. Prefirió mantenerse callado hasta tener claro que Siobhan había desaparecido del bosque, al menos de los alrededores, pero no tenía seguro de que desapareciera de su propia vida. Cuando algo se le metía entre ceja y ceja a Siobhan, uno debía tener mucho cuidado.
Puso rumbo a su humilde casa, bastante consternado por su inesperado encuentro, pero no quería que se le notara, no quería traer la amargura a su hogar ni su familia. Así que, a tan sólo unos pasos, tomó aire y en un suspiro, traró de exhalar toda preocupación que le rondaba en la cabeza. Quería convencerse de que la advertencia de la Reina no había sido más que una manera de infundirle respeto o miedo, y no debía darle el gusto. Tenía la esperanza de que su hijo y mujer habían estado tan ocupados contando las setas de las cestas que ni hubieran notado la presencia y oscura aura de Siobhan.
- ¡Buenos días Sutton y Vitorio! ... Me parece que nos conocemos, ¿verdad? - sonrió, dejando su cesta en la mesa de madera, junto a las otras, nada más pasar el umbral de la puerta - Me entretuve hablando con un conocido... - se mostró pensativo por unos segundos, vacilando respecto a lo que iba a decir. No olvidaba su encuentro, y la idea de proteger a su familia seguía en pie - Me he... cerciorado de las noticias que corren por el lugar. Al parecer los lobos se han multiplicado en estas dos últimas semanas. Debemos tener más cuidado que antes cuando salgamos de casa - trataba de parecer convincente, distrayéndose con las setas de la cesta. Le costaba mentir si miraba directamente a los ojos de la persona con la que dialogaba - No queremos acabar "bailando con lobos", ¿eh? - bromeó, echándole una ojeada a Vincent, y luego una muy fugaz a Sutton, haciendo más costoso aguantar la sonrisa en su rostro. Antes de que se le pudiera notar cualquier cosa, continuó con las setas. Sutton era demasiado intuitiva, pero no quería añadir más problemas ni preocuparla por algo que seguramente no tendría consecuencias...
Malcolm A. Lynch- Hechiceros/Magos
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Re: Hat Trick - Parte I
Vincent casi de inmediato empieza a sacar las setas de la cesta donde las hemos metido mientras caminábamos por el bosque para ponerlas en la otra que llevaremos mañana al mercado del pueblo que hay cerca de nuestro humilde hogar. Es demasiado pequeño como para llevar las cuentas, así que al tiempo que él las va colocando en la otra cesta yo las cuento. - ¿Ya? – Alzo una ceja sorprendida por la rapidez o quizá más bien estoy sorprendida porque acabo de darme cuenta de que Malcolm no ha venido detrás de nosotros. De una barrida con mis ojos azules recorro la casa entera para verificar que en efecto, Malcolm no está.
Me extraña bastante, motivo por el cual decido acercarme a la ventana y echar un vistazo al exterior, pero ni rastro de él cosa que hace que frunza el ceño unos segundos. No es algo propio de Malcolm lo que hace que me parezca todo aún más raro, pero los pasos de Vincent por la casa hacen que vuelva a virar la vista hacia donde está. Lo veo caminar con aquella gracia que tiene por la casa hasta llegar a la caja donde tiene sus figuritas de madera con las que pasa la mayor parte del día jugando. Eso y sus muñecos y las constantes "Party Teas" que hace él solo o con nosotros.
"Vitorio" Un amago de risa surge de entre mis labios aunque lo callo casi al instante. No quiero que Vincent piense que me estoy riendo porque su padre ha vuelto a confundir su nombre, sobretodo cuando se vuelve y se queda mirando al susodicho por unos segundos. - ¿Nos... conocemos? Pensaba que tú eras... - Me mira callando al instante y se muerde la lengua. Es pequeño, pero ya sabe que hay cosas que no puede decir, cosas relacionadas con Wonderland y la vida pasada de su padre.
- Eso me imaginé. - Respondo casi de inmediato intentando que Malcolm pase por alto ese momento que acabamos de vivir. Sé perfectamente cuan delicado es el tema. Aún así noto que vacila un poco, como si no supiera muy bien que decir o cómo decirlo - ¿Multiplicado? ¿Cómo es eso siquiera...? - Me callo al momento, realmente no estoy muy segura de que sea "eso" de lo que hayan hablado, como si hubiese algo más, pero no tengo ganas de intentar sonsacarle algo y acabar luego en algún tipo de discusión. Nunca hemos sido de esas parejas que discuten constantemente, aunque es normal que de vez en cuando choquemos en algunas cosas. - Sí, por supuesto. Iré con más cuidado. - Respondo con una ligera sonrisa mientras le veo distraerse con las setas de la cesta que él llevaba y ha dejado sobre la mesa de madera. En realidad tengo mis motivos para ir con más cuidado...,para ir con más cuidado a partir de ahora. Hace días que tengo conocimiento de ello pero aún no he sido capaz de abordar el tema, de decirlo en voz alta. Es como si decirlo en voz alta lo hiciera más real de lo que ya es o quizá simplemente tengo miedo de como pueda reaccionar a algo así teniendo en cuenta nuestra situación.
Normalmente esas bromas que hace consiguen arrancarme al menos una sonrisa, pero la corazonada de que detrás de todo aquello hay algo más hace que en este momento sea imposible. Me muerdo ligeramente el labio inferior poniendo la mirada en Vincent que ya está distrayéndose completamente solo. - ¿Cuándo crees que deberíamos acercarnos al pueblo? - Le pregunto intentando no parecer preocupada por esa corazonada que tengo, como si realmente fuese importante esa visita al pequeño mercado. - ¿Mañana por la mañana? - Tanteo justo después mientras mi mirada azul sigue aún la estela de Vincent por la casa. Desde que ha estado a punto de decir aquella palabra no ha vuelto a abrir la boca.
Y aunque estoy a punto de preguntar “¿Hay algo que quieras decirme?” y permitirle abrirse a mí, decirme que le carcome… En realidad darle una respuesta positiva o negativa a mi corazonada, pero al final me mantengo en silencio. A veces es mejor no intentar hacer hablar a los demás. Tarde o temprano me enteraré… y no lo olvidaré.
Mi mirada azul se detiene unos segundos en aquel baúl donde guardo mis "tesoros", cosas que en una situación desesperada usaré para poder sacar a Vincent adelante. - No he sabido como decir esto. No he encontrado el momento apropiado... - Empiezo a decir sin quitar los ojos azules de Vincent que cuando se mete en "su mundo" parece ajeno a todo lo que ocurre. Ojalá todos fuéramos así y pudiéramos meternos en nuestro mundo tan fácilmente, pero yo hace tres años, cuando él nació, que maduré y solo un ligero rastro de la antigua yo sigue presente en mí. La gente cambia... Soy perfectamente consciente de que las palabras que han salido de mi boca pueden malinterpretarse, en realidad, se pueden sacar una docena de interpretaciones diferentes, malas y buenas, pero la mente humana tiende a interpretar primero mal y luego ver la luz al final del túnel. - Ni siquiera creo que ahora sea el momento apropiado. - Oigo el sonido de mi voz salir de entre mis labios y pronunciar esa frase al tiempo que ahora busco su mirada. Respiro hondo una, dos veces, como si de esa manera fuera más fácil decirlo (aunque realmente solo me siento más nerviosa a cada segundo que pasa) - Estoy embarazada, Malcom.
Me extraña bastante, motivo por el cual decido acercarme a la ventana y echar un vistazo al exterior, pero ni rastro de él cosa que hace que frunza el ceño unos segundos. No es algo propio de Malcolm lo que hace que me parezca todo aún más raro, pero los pasos de Vincent por la casa hacen que vuelva a virar la vista hacia donde está. Lo veo caminar con aquella gracia que tiene por la casa hasta llegar a la caja donde tiene sus figuritas de madera con las que pasa la mayor parte del día jugando. Eso y sus muñecos y las constantes "Party Teas" que hace él solo o con nosotros.
"Vitorio" Un amago de risa surge de entre mis labios aunque lo callo casi al instante. No quiero que Vincent piense que me estoy riendo porque su padre ha vuelto a confundir su nombre, sobretodo cuando se vuelve y se queda mirando al susodicho por unos segundos. - ¿Nos... conocemos? Pensaba que tú eras... - Me mira callando al instante y se muerde la lengua. Es pequeño, pero ya sabe que hay cosas que no puede decir, cosas relacionadas con Wonderland y la vida pasada de su padre.
- Eso me imaginé. - Respondo casi de inmediato intentando que Malcolm pase por alto ese momento que acabamos de vivir. Sé perfectamente cuan delicado es el tema. Aún así noto que vacila un poco, como si no supiera muy bien que decir o cómo decirlo - ¿Multiplicado? ¿Cómo es eso siquiera...? - Me callo al momento, realmente no estoy muy segura de que sea "eso" de lo que hayan hablado, como si hubiese algo más, pero no tengo ganas de intentar sonsacarle algo y acabar luego en algún tipo de discusión. Nunca hemos sido de esas parejas que discuten constantemente, aunque es normal que de vez en cuando choquemos en algunas cosas. - Sí, por supuesto. Iré con más cuidado. - Respondo con una ligera sonrisa mientras le veo distraerse con las setas de la cesta que él llevaba y ha dejado sobre la mesa de madera. En realidad tengo mis motivos para ir con más cuidado...,para ir con más cuidado a partir de ahora. Hace días que tengo conocimiento de ello pero aún no he sido capaz de abordar el tema, de decirlo en voz alta. Es como si decirlo en voz alta lo hiciera más real de lo que ya es o quizá simplemente tengo miedo de como pueda reaccionar a algo así teniendo en cuenta nuestra situación.
Normalmente esas bromas que hace consiguen arrancarme al menos una sonrisa, pero la corazonada de que detrás de todo aquello hay algo más hace que en este momento sea imposible. Me muerdo ligeramente el labio inferior poniendo la mirada en Vincent que ya está distrayéndose completamente solo. - ¿Cuándo crees que deberíamos acercarnos al pueblo? - Le pregunto intentando no parecer preocupada por esa corazonada que tengo, como si realmente fuese importante esa visita al pequeño mercado. - ¿Mañana por la mañana? - Tanteo justo después mientras mi mirada azul sigue aún la estela de Vincent por la casa. Desde que ha estado a punto de decir aquella palabra no ha vuelto a abrir la boca.
Y aunque estoy a punto de preguntar “¿Hay algo que quieras decirme?” y permitirle abrirse a mí, decirme que le carcome… En realidad darle una respuesta positiva o negativa a mi corazonada, pero al final me mantengo en silencio. A veces es mejor no intentar hacer hablar a los demás. Tarde o temprano me enteraré… y no lo olvidaré.
Mi mirada azul se detiene unos segundos en aquel baúl donde guardo mis "tesoros", cosas que en una situación desesperada usaré para poder sacar a Vincent adelante. - No he sabido como decir esto. No he encontrado el momento apropiado... - Empiezo a decir sin quitar los ojos azules de Vincent que cuando se mete en "su mundo" parece ajeno a todo lo que ocurre. Ojalá todos fuéramos así y pudiéramos meternos en nuestro mundo tan fácilmente, pero yo hace tres años, cuando él nació, que maduré y solo un ligero rastro de la antigua yo sigue presente en mí. La gente cambia... Soy perfectamente consciente de que las palabras que han salido de mi boca pueden malinterpretarse, en realidad, se pueden sacar una docena de interpretaciones diferentes, malas y buenas, pero la mente humana tiende a interpretar primero mal y luego ver la luz al final del túnel. - Ni siquiera creo que ahora sea el momento apropiado. - Oigo el sonido de mi voz salir de entre mis labios y pronunciar esa frase al tiempo que ahora busco su mirada. Respiro hondo una, dos veces, como si de esa manera fuera más fácil decirlo (aunque realmente solo me siento más nerviosa a cada segundo que pasa) - Estoy embarazada, Malcom.
Sutton N. Faraday- Humanos
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Re: Hat Trick - Parte I
Estaba aún tan consternado por el encuentro, que apenas había reparado en las palabras de su hijo, ni lo que iba a decir antes de que decidiera rectificar y optar por el silencio. Haber visto a Siobhan le había recordado las ganas que sentía porque su familia fuera feliz, las ganas que sentía por mantenerlos lejos de esa aura oscura tan propia de la Reina, que no quería caer de nuevo en la maldición de alguien tirano que consideraba su reino como una posesión o más propiamente dicho, juguete. Desvió sutilmente la mirada hacia Sutton cuando prácticamente alzó su voz atropellando la de Vincent para desviar el tema. Pero no duró mucho antes de que posara de nuevo sus ojos sobre las setas que había recolectado, contándolas y poniéndolas junto a las otras que pensaban vender. Para Malcolm era un momento ciertamente tenso, aunque quisiera disimularlo en apariencia. ¿Lo notaría Sutton? Es lo que temía. Notaba cómo su mujer empezaba a dudar sobre el tema de los lobos, pero Malcolm se limitó a callar y seguir con las setas, como si esperara a que Sutton asimilara y no cuestionara más. Vamos, rezando para que acabara creyéndose la mentira. Así pues, se sintió aliviado cuando parecía asentir y afirmar a que irían con más cuidado. No pudo evitar cerrar los ojos unos momentos, frenando en su actividad y a los pocos segundos volvió a ello abriendo sus ojos.
- Tampoco permitiré que os hagan nada. Pero... Si podéis evitarlo, no vayáis solos por ahí. Ya sabes, los animales pueden llegar a ser muy impredecibles. Un día te los puedes encontrar sobre tus faldas a punto de pegarte un bocado y que te arranque el brazo, y al otro tranquilamente tomando el té contigo... - comentó distraídamente. Bueno, de las experiencias se aprendía. No le guardaba especial simpatía a ese país de las Maravillas, pero no todo había sido malo allí, aunque fuera un lugar de tarados y él tampoco es que se salvara mucho de las consecuencias que podías acarrear después de vivir allí. Nadie llegaba a Wonderland y se iba sin haber sufrido alguna clase de alteración en su propio ser.
Miraba de reojo a Sutton, y aunque parecía calmada e incluso sonriente en alguna ocasión, notaba un cierto nerviosismo. Esperaba que no tuviera nada que ver con Siobhan porque comenzaría a desahogarse con su innato don por empezar a gritar improperios en pleno acento escocés.
- ¿Mañana por la mañana? - se detuvo un momento en el tema de contar las setas y miró con el rabillo del ojo a Sutton. Tenía que hacer un esfuerzo por pensar, debía ponerse en la mente de Siobhan por un momento. ¿Y si les sucedía algo? ¿Y si volvían a encontrarse con ella? Era demasiado reciente... Aunque puestos a planear, tal vez unas horas no eran suficientes para que la Reina trazara un plan y pudiera hacerles algo. ¿Paranoico? Bueno, a veces serlo podía salvarte la vida. A él se la salvó unas cuantas veces, una de ellas le salvó de ser decapitado... - ¡Me parece estupendo en realidad! - exclamó con energía - Seguro que conseguimos una buena tajada, ¿Verdad Valentino? - hizo un amago de risa mientras le lanzaba una mirada a su hijo, y luego de nuevo a Sutton - Quién me diría a mí, que acabaríamos vendiendo setas... En otro lugar que yo me sé, hacer esto sería todo un espectáculo para quienes decidieran comprarlas - sonrió, intuyendo que Sutton seguramente sabría a qué se refería.
Tras mantener aquel contacto visual y sentirse algo más relajado después de colocar todas las setas y contarlas, Malcolm se dirigió a donde estaba Vincent, agachándose sutilmente para revolverle el cabello al tiempo que éste se entretenía con sus figuras de madera y juguetes varios pero sencillos con los que solía juguetear. Pero no olvidaba a Sutton, ella aún parecía pensar en algo, preocupada. ¿A qué le estaría dando vueltas?... Esperaba que no fuera por nada que Malcolm le hubiera dicho. La conocía demasiado bien para saber que esa positividad y optimismo con los que solía ver la vida, estaban ausentes en sus ojos, en sus gestos. Y cuando ella estaba así, era algo por lo que preocuparse. No cualquier cosa la perturbaba, ella siempre había sido quien le había traído paz a su vida, paz y esperanza. Seguía con la mano sobre la cabeza del pequeño, mientras la miraba con el ceño ligeramente fruncido, como si estuviera esperando a que hablara y dijera el por qué su sonrisa ahora estaba escondida.
Pero al oír sus primeras palabras, Malcolm entendió que lo mejor sería dejar a Vincent entretenido con sus cosas. El tono que usaba Sutton era preocupante, y provocó que frunciera un poco más el ceño, extrañado. Se acercó a ella para que la conversación adoptara un tono más íntimo, pero empezaba a temer por la forma en que había empezado la conversación. Pero... Ella no iba a hacer nada que pudiera perjudicar la familia, ¿no? La inseguridad de Malcolm empezó a bombardearle la mente. ¿Y si quería alejarlo de ellos dos? ¿Y si Siobhan tenía razón? ¿Y si lo mejor para la familia sería que Malcolm los dejara?... ¿Y si él creía que los protegía y en realidad, les hacía tener una mala vida? A pesar de lo nerviosa o indecisa que Sutton pudiera aparentar, siempre llegaba a trasmitir esa serenidad que sólo ella podía tener. Tal vez fue eso lo que obligó a Malcolm a mantener los pies clavados en el suelo mientras esperaba que acabara la frase, eso y lo importante que era para él su familia en esos momentos. Eso es lo que quería pensar a pesar de las palabras de Siobhan. Casi contenía la respiración, más y más cortada a medida que iba soltando, y cuando ella tomó aire y llegó a la cumbre al fin, los ojos de Malcolm no podían haberse abierto más.
Hubo unos minutos de silencio, no era capaz de hablar hasta haber asimilado bien la información que acababa de recibir. Incluso creía que su mente le estaba jugando una mala pasada y lo había interpretado mal.
- ¿Embarazada? - logró repetir al fin, incrédulo, y como un acto reflejo, sus ojos bajaron por un momento hasta el vientre de Sutton antes de volver de nuevo su mirada a sus grandes ojos azules. - Pero... - hizo un amago de risa, incluso logró soltar alguna carcajada, por una mezcla de los nervios y la sorpresa - Eso es... ¡Estupendo, Sutton! - no, los imprevistos no estaban hechos para Malcolm. Era inevitable pensar que no era el mejor momento en sus vidas, pero no iba a torturarla más, ¿no? Ya parecía suficientemente preocupada. Por un momento había olvidado el desgraciado encuentro, había olvidado las setas, la humildad en la que estaban sumidos, en cómo iban a seguir hacia delante... Y lo primero en lo que había pensado había sido en la alegría que suponía tener un hijo, como la primera vez con Vincent. Bueno, ya estaba hecho, ¿no? No podían volver hacia atrás, ni siquiera con uno de sus peculiares relojes.
Pero entonces su expresión ensombreció, porque volvía a la realidad y a la manera en que iban a tirar hacia delante. Necesitaban algo más para alimentar otra boca añadida, comían lo justo actualmente, y mantener a una mujer embarazada también era como multiplicar a Sutton por dos. ¿Cómo iban a hacerlo? No había nada más que él pudie...
... O tal vez sí.
- No te preocupes, lograremos que Vincent tenga un hermanito sano y salvo... - trató de volver a sonreír mientras la miraba a los ojos, y le cogió el rostro con las dos manos antes de besarla, tan hermosa como el primer día. Realmente no estaba seguro de lo que le estaba pasando por la mente en esos momentos, pero podría ser la luz que alumbrara el oscuro túnel en el que parecía que estuvieran sumidos.
- Tampoco permitiré que os hagan nada. Pero... Si podéis evitarlo, no vayáis solos por ahí. Ya sabes, los animales pueden llegar a ser muy impredecibles. Un día te los puedes encontrar sobre tus faldas a punto de pegarte un bocado y que te arranque el brazo, y al otro tranquilamente tomando el té contigo... - comentó distraídamente. Bueno, de las experiencias se aprendía. No le guardaba especial simpatía a ese país de las Maravillas, pero no todo había sido malo allí, aunque fuera un lugar de tarados y él tampoco es que se salvara mucho de las consecuencias que podías acarrear después de vivir allí. Nadie llegaba a Wonderland y se iba sin haber sufrido alguna clase de alteración en su propio ser.
Miraba de reojo a Sutton, y aunque parecía calmada e incluso sonriente en alguna ocasión, notaba un cierto nerviosismo. Esperaba que no tuviera nada que ver con Siobhan porque comenzaría a desahogarse con su innato don por empezar a gritar improperios en pleno acento escocés.
- ¿Mañana por la mañana? - se detuvo un momento en el tema de contar las setas y miró con el rabillo del ojo a Sutton. Tenía que hacer un esfuerzo por pensar, debía ponerse en la mente de Siobhan por un momento. ¿Y si les sucedía algo? ¿Y si volvían a encontrarse con ella? Era demasiado reciente... Aunque puestos a planear, tal vez unas horas no eran suficientes para que la Reina trazara un plan y pudiera hacerles algo. ¿Paranoico? Bueno, a veces serlo podía salvarte la vida. A él se la salvó unas cuantas veces, una de ellas le salvó de ser decapitado... - ¡Me parece estupendo en realidad! - exclamó con energía - Seguro que conseguimos una buena tajada, ¿Verdad Valentino? - hizo un amago de risa mientras le lanzaba una mirada a su hijo, y luego de nuevo a Sutton - Quién me diría a mí, que acabaríamos vendiendo setas... En otro lugar que yo me sé, hacer esto sería todo un espectáculo para quienes decidieran comprarlas - sonrió, intuyendo que Sutton seguramente sabría a qué se refería.
Tras mantener aquel contacto visual y sentirse algo más relajado después de colocar todas las setas y contarlas, Malcolm se dirigió a donde estaba Vincent, agachándose sutilmente para revolverle el cabello al tiempo que éste se entretenía con sus figuras de madera y juguetes varios pero sencillos con los que solía juguetear. Pero no olvidaba a Sutton, ella aún parecía pensar en algo, preocupada. ¿A qué le estaría dando vueltas?... Esperaba que no fuera por nada que Malcolm le hubiera dicho. La conocía demasiado bien para saber que esa positividad y optimismo con los que solía ver la vida, estaban ausentes en sus ojos, en sus gestos. Y cuando ella estaba así, era algo por lo que preocuparse. No cualquier cosa la perturbaba, ella siempre había sido quien le había traído paz a su vida, paz y esperanza. Seguía con la mano sobre la cabeza del pequeño, mientras la miraba con el ceño ligeramente fruncido, como si estuviera esperando a que hablara y dijera el por qué su sonrisa ahora estaba escondida.
Pero al oír sus primeras palabras, Malcolm entendió que lo mejor sería dejar a Vincent entretenido con sus cosas. El tono que usaba Sutton era preocupante, y provocó que frunciera un poco más el ceño, extrañado. Se acercó a ella para que la conversación adoptara un tono más íntimo, pero empezaba a temer por la forma en que había empezado la conversación. Pero... Ella no iba a hacer nada que pudiera perjudicar la familia, ¿no? La inseguridad de Malcolm empezó a bombardearle la mente. ¿Y si quería alejarlo de ellos dos? ¿Y si Siobhan tenía razón? ¿Y si lo mejor para la familia sería que Malcolm los dejara?... ¿Y si él creía que los protegía y en realidad, les hacía tener una mala vida? A pesar de lo nerviosa o indecisa que Sutton pudiera aparentar, siempre llegaba a trasmitir esa serenidad que sólo ella podía tener. Tal vez fue eso lo que obligó a Malcolm a mantener los pies clavados en el suelo mientras esperaba que acabara la frase, eso y lo importante que era para él su familia en esos momentos. Eso es lo que quería pensar a pesar de las palabras de Siobhan. Casi contenía la respiración, más y más cortada a medida que iba soltando, y cuando ella tomó aire y llegó a la cumbre al fin, los ojos de Malcolm no podían haberse abierto más.
Hubo unos minutos de silencio, no era capaz de hablar hasta haber asimilado bien la información que acababa de recibir. Incluso creía que su mente le estaba jugando una mala pasada y lo había interpretado mal.
- ¿Embarazada? - logró repetir al fin, incrédulo, y como un acto reflejo, sus ojos bajaron por un momento hasta el vientre de Sutton antes de volver de nuevo su mirada a sus grandes ojos azules. - Pero... - hizo un amago de risa, incluso logró soltar alguna carcajada, por una mezcla de los nervios y la sorpresa - Eso es... ¡Estupendo, Sutton! - no, los imprevistos no estaban hechos para Malcolm. Era inevitable pensar que no era el mejor momento en sus vidas, pero no iba a torturarla más, ¿no? Ya parecía suficientemente preocupada. Por un momento había olvidado el desgraciado encuentro, había olvidado las setas, la humildad en la que estaban sumidos, en cómo iban a seguir hacia delante... Y lo primero en lo que había pensado había sido en la alegría que suponía tener un hijo, como la primera vez con Vincent. Bueno, ya estaba hecho, ¿no? No podían volver hacia atrás, ni siquiera con uno de sus peculiares relojes.
Pero entonces su expresión ensombreció, porque volvía a la realidad y a la manera en que iban a tirar hacia delante. Necesitaban algo más para alimentar otra boca añadida, comían lo justo actualmente, y mantener a una mujer embarazada también era como multiplicar a Sutton por dos. ¿Cómo iban a hacerlo? No había nada más que él pudie...
... O tal vez sí.
- No te preocupes, lograremos que Vincent tenga un hermanito sano y salvo... - trató de volver a sonreír mientras la miraba a los ojos, y le cogió el rostro con las dos manos antes de besarla, tan hermosa como el primer día. Realmente no estaba seguro de lo que le estaba pasando por la mente en esos momentos, pero podría ser la luz que alumbrara el oscuro túnel en el que parecía que estuvieran sumidos.
Malcolm A. Lynch- Hechiceros/Magos
- Soy : Co-Fundador del Foro
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Fecha de inscripción : 25/06/2012
Re: Hat Trick - Parte I
Ser una persona observadora te permite darte cuenta de detalles pequeños que otras personas pasan por alto. El hecho de que Malcolm se haya detenido un momento en el asunto de contar las setas, me deja entrever cosas. Sí, la ventaja de tener mi memoria es que cuando una persona lleva a cabo una determinada conducta era capaz de relacionarla con otra situación en la que había llevado a cabo exactamente el mismo tipo de conducta, gestos, expresión del rostro. Me preguntaba en que estaría pensando con tanto esfuerzo y ojala hubiese tenido poderes para entrar en mentes ajenas porque en ese momento me habría venido de maravilla.
Y luego estaba ese momento en que respondía con esa energía que te dejaba totalmente descolocada y a mi me deja perfectamente claro que hay algo que no me estaba contando, que oculta algo… quizá incluso algo que le preocupa y desde luego está relacionado con la extraña historia de los lobos que me ha contado hace unos momentos. El caso es que no sé que se esconde detrás de todo eso y sí, puede llegar a frustrarme de algún modo. De todos modos no quiero meter el dedo en la llaga, sé que es experto esquivando los temas de los que no quiere hablar y que es mejor no presionar ciertos botones, así que me limito a esbozar mi mejor sonrisa y hacer como que no me he dado cuenta de todo eso. – Perfecto, entonces. – No lo digo con tanta energía. En realidad nunca he sido una persona que levante demasiado la voz o muestre en exceso ese tipo de sentimientos, siempre me he caracterizado por ser una mujer calmada, se podría decir que en comparación con Malcolm voy ralentizada, pero bueno, es otra de las muchas peculiaridades que a pesar de hacernos muy diferentes, nos une.
Vincent por su parte mira a su padre con el ceño ligeramente fruncido cuando vuelve a llamarle con otro nombre que desde luego, no es el suyo antes de que tenga que volver a buscar con mis orbes azules los ojos de Malcolm. – Posiblemente uno de los mayores espectáculos del mundo, en efecto. – Esta vez la sonrisa que esbozo no es la mejor de mi repertorio pero es sincera y pura, y deja a la vista mis dientes blancos. – Lo que darían muchos aquí por tener aunque fuera un trocito de esas setas… - Sí, porque mucha gente se cree que la magia no es más que un juego, cuando en realidad conlleva más peligros de los que uno pueda llegar a imaginar.
Me gusta esta estampa familiar y por ello mismo me quedo contemplándola con una leve sonrisa aún en el rostro, apoyando una de las manos sobre la mesa de madera. Lo mejor de eso, es que todo lo que están captando ahora mis ojos azules, podré recordarlo a la perfección en el momento que yo quiera. Como se acerca hasta el pequeño, se agacha y le revuelve el cabello mientras el pequeño juega con sus figuritas de madera. Frunce el ceño y siento como se acerca hasta mí lentamente, con una expresión de total extrañeza en el rostro y me doy cuenta de que mis palabras y la forma de empezar todo eso le han preocupado.
Silencio. Cuando a una noticia/comunicado del calibre que le he soltado a Malcolm es seguida por un silencio así, la calma que poseo desaparece, porque en cierto modo temo bastante su reacción. No es el mejor momento en nuestras vidas, no es algo que hayamos planeado… Al final solo consigo asentir a su pregunta mientras veo como sus ojos pasan hasta mi vientre antes de volver a tener contacto visual directo.
¿Pero qué…? Esa risa nerviosa y las carcajadas de él consiguen que un amago de risa se me escape durante unos primeros segundos antes de que la frase de Malcolm llegue a su final. – ¿De verdad lo crees? – Sí, estoy insegura con todo el asunto por todo lo señalado anteriormente, sobretodo y especialmente cuando noto como su expresión se ensombrece y soy consciente de que está pensando lo mismo que yo, que si en ese momento vamos justos, con otra boca añadida va a ser aún más complicado.
¿Cómo quiere que no me preocupe? Es imposible no hacerlo… - Eso no depende enteramente de mí. – No, no depende del todo de mí, sé perfectamente que en un embarazo hay muchas cosas que pueden salir mal, muchas de ellas que escapan de mi control. Aún así no puedo evitar sonreír cuando me toma el rostro con ambas manos para besarme haciendo que en un movimiento instintivo le abrace, con fuerza, porque necesito sentirle, necesito saber que está ahí y que no se ha ido.
Por el momento…
- Eso espero… No me gustaría hacerle pasar por algún tipo de trauma… - Susurro para que el niño no me oiga. Sí, perder un hijo me supone solo con imaginármelo, algo lo suficientemente traumatizante como para que me afectase lo bastante y suficiente como para que Vincent se diera cuenta y también se viera afectado, por no hablar de Malcolm. Me separo lentamente de él, antes de volverme nuevamente hacia Vincent que sigue jugando con sus juguetes y figuritas de madera, siempre me parece increíble que sea capaz de entretenerse e esta manera con unas simples figuras de madera y usando tan solo su imaginación. – Bueno principito… - Me acerco lentamente hasta él, pasando una de mis manos por sus cabellos antes de agacharme a su lado – Creo que va siendo hora de acostarse, ¿no crees? Mañana tenemos que ir al mercado y será un día muy largo… Sino pregúntale a papá – Vuelvo la mirada nuevamente a Malcolm cuando digo esas palabras como si quisiera buscar una confirmación en él – Así que será mejor que empecemos a recoger los juguetes. – Me asiente con la cabeza y una sonrisa infantil dibujada en el rostro antes de hacer exactamente lo que le he pedido y empezar a recoger los juguetes.
Y luego estaba ese momento en que respondía con esa energía que te dejaba totalmente descolocada y a mi me deja perfectamente claro que hay algo que no me estaba contando, que oculta algo… quizá incluso algo que le preocupa y desde luego está relacionado con la extraña historia de los lobos que me ha contado hace unos momentos. El caso es que no sé que se esconde detrás de todo eso y sí, puede llegar a frustrarme de algún modo. De todos modos no quiero meter el dedo en la llaga, sé que es experto esquivando los temas de los que no quiere hablar y que es mejor no presionar ciertos botones, así que me limito a esbozar mi mejor sonrisa y hacer como que no me he dado cuenta de todo eso. – Perfecto, entonces. – No lo digo con tanta energía. En realidad nunca he sido una persona que levante demasiado la voz o muestre en exceso ese tipo de sentimientos, siempre me he caracterizado por ser una mujer calmada, se podría decir que en comparación con Malcolm voy ralentizada, pero bueno, es otra de las muchas peculiaridades que a pesar de hacernos muy diferentes, nos une.
Vincent por su parte mira a su padre con el ceño ligeramente fruncido cuando vuelve a llamarle con otro nombre que desde luego, no es el suyo antes de que tenga que volver a buscar con mis orbes azules los ojos de Malcolm. – Posiblemente uno de los mayores espectáculos del mundo, en efecto. – Esta vez la sonrisa que esbozo no es la mejor de mi repertorio pero es sincera y pura, y deja a la vista mis dientes blancos. – Lo que darían muchos aquí por tener aunque fuera un trocito de esas setas… - Sí, porque mucha gente se cree que la magia no es más que un juego, cuando en realidad conlleva más peligros de los que uno pueda llegar a imaginar.
Me gusta esta estampa familiar y por ello mismo me quedo contemplándola con una leve sonrisa aún en el rostro, apoyando una de las manos sobre la mesa de madera. Lo mejor de eso, es que todo lo que están captando ahora mis ojos azules, podré recordarlo a la perfección en el momento que yo quiera. Como se acerca hasta el pequeño, se agacha y le revuelve el cabello mientras el pequeño juega con sus figuritas de madera. Frunce el ceño y siento como se acerca hasta mí lentamente, con una expresión de total extrañeza en el rostro y me doy cuenta de que mis palabras y la forma de empezar todo eso le han preocupado.
Silencio. Cuando a una noticia/comunicado del calibre que le he soltado a Malcolm es seguida por un silencio así, la calma que poseo desaparece, porque en cierto modo temo bastante su reacción. No es el mejor momento en nuestras vidas, no es algo que hayamos planeado… Al final solo consigo asentir a su pregunta mientras veo como sus ojos pasan hasta mi vientre antes de volver a tener contacto visual directo.
¿Pero qué…? Esa risa nerviosa y las carcajadas de él consiguen que un amago de risa se me escape durante unos primeros segundos antes de que la frase de Malcolm llegue a su final. – ¿De verdad lo crees? – Sí, estoy insegura con todo el asunto por todo lo señalado anteriormente, sobretodo y especialmente cuando noto como su expresión se ensombrece y soy consciente de que está pensando lo mismo que yo, que si en ese momento vamos justos, con otra boca añadida va a ser aún más complicado.
¿Cómo quiere que no me preocupe? Es imposible no hacerlo… - Eso no depende enteramente de mí. – No, no depende del todo de mí, sé perfectamente que en un embarazo hay muchas cosas que pueden salir mal, muchas de ellas que escapan de mi control. Aún así no puedo evitar sonreír cuando me toma el rostro con ambas manos para besarme haciendo que en un movimiento instintivo le abrace, con fuerza, porque necesito sentirle, necesito saber que está ahí y que no se ha ido.
Por el momento…
- Eso espero… No me gustaría hacerle pasar por algún tipo de trauma… - Susurro para que el niño no me oiga. Sí, perder un hijo me supone solo con imaginármelo, algo lo suficientemente traumatizante como para que me afectase lo bastante y suficiente como para que Vincent se diera cuenta y también se viera afectado, por no hablar de Malcolm. Me separo lentamente de él, antes de volverme nuevamente hacia Vincent que sigue jugando con sus juguetes y figuritas de madera, siempre me parece increíble que sea capaz de entretenerse e esta manera con unas simples figuras de madera y usando tan solo su imaginación. – Bueno principito… - Me acerco lentamente hasta él, pasando una de mis manos por sus cabellos antes de agacharme a su lado – Creo que va siendo hora de acostarse, ¿no crees? Mañana tenemos que ir al mercado y será un día muy largo… Sino pregúntale a papá – Vuelvo la mirada nuevamente a Malcolm cuando digo esas palabras como si quisiera buscar una confirmación en él – Así que será mejor que empecemos a recoger los juguetes. – Me asiente con la cabeza y una sonrisa infantil dibujada en el rostro antes de hacer exactamente lo que le he pedido y empezar a recoger los juguetes.
Sutton N. Faraday- Humanos
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