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¿Y ahora qué?
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:: El Bosque Encantado :: Reinos
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¿Y ahora qué?
((Para que no haya confusiones, esto no es trama, es post normal porque nos apetecía xD))
Cualquiera que no fuera de la realeza podría pensar que la vida de una princesa era apasionante, sin momentos para el aburrimiento... Y no había nada más alejado de la realidad. Más allá de las fiestas (que la mayor parte de las veces también eran torturas largas y tediosas) y de los pocos ratos libres parap oder hacer lo que quisiera, el resto eran clases de protocolo, de história, de baile, de equitación y de un sinfín más de cosas que una princesa debía saber hacer.
Era precisamente por eso que Aurora tenía la mala costumbre de no estar donde debía, aún cuando sabía que ponía de los nervios a su madre con su comportamiento. Siempre podía contar con que su padre calmaría los ánimos, recordándole a la reina lo joven que era Aurora todavía para estar ligada a tantas responsabilidades.
Aquella mañana lo había vuelto a hacer. La intención había sido ir a la maldita clase de protocolo, había caminado hasta la puerta, y una vez ahí, sólo de vislumbrar a su profesora con todos aquellos pergaminos llenos de las cosas que debería hacerle aprender fue suficiente para que fiera media vuelta y se alejara de ahí intentando no hacer ruido.
Tenía intención de salir del castillo y, tal vez, dar una vuelta por los bosques. Ni siquiera supo que le llamó la atención de aquel sobre que había en la gran mesa del recibidor, seguramente dejado ahí por alguno de los sirvientes. Parecía una invitación formal, y la idea de otra fiesta le hizo arrugar la nariz y acercarse al sobre, sólo por la curiosidad de saber quienes eran los que anunciaban su desgraciado compromiso arreglado por sus padres aquella vez.
Por eso sus manos se quedaron congeladas a pocos centímetros del sobre cuando vio su nombre, y no el de sus padres, escrito con una caligrafia perfecta en el dorso.
Desconfiando de aquello, decidió cogerlo y abrirlo. En efecto era una invitación, pero no a una fiesta de compromiso... Eran los padres de Philip, que querían organizar una cena con sus propios padres y con ella en su castillo.
- Oh, vaya... - la exclamación escapó de sus labios, porque a decir verdad aquello no lo esperaba.
Si, había sido su idea fingir que estaban juntos para evitar que les jugaran la misma mala pasada que a Thomas, organizándoles un baile para que eligieran pareja de entre perfectos desconocidos. Que si, que no era el mejor plan del mundo... Pero les daría tiempo. Y en eso habían estado, incluso se habían visto varias veces después de eso, para mantener las apariencias, que había llevado a Aurora al agradable descubrimiento que era realmente fácil pasar tiempo con el principe. Todos estaban convencidos de aquella historia que les habían contado, y habían dejado de lado el hecho de querer casarlos por conveniencia, dándoles a ellos la oportunidad de alargar lo de la vida tranquila y sin complicaciones. O eso creía ella, que no esperaba que la invitaran a ella y a sus padres a una cena oficial.
Con la carta todavia en la mano, salió del castillo, directa a los establos, sin siquiera pensar que montar con vestido iba a ser de todo menos cómodo. Pero lo único que podía pensar es que debía hablar con Philip de todo aquello, que seguramente tampoco sabía nada, o la habría avisado... ¿no?
Le tomó poco tiempo llegar al castillo, porque en las últimas semanas ya había hecho aquel camino unas cuantas veces. Desmontó al llegar a los límites de los terrenos del castillo y dejó el caballo atado a un árbol. Se acercó poco a poco al castillo, intentando pasar desapercibida, porque después de esa invitación lo último que quería era llamar la atención ahí. Sólo esperaba no tener que acercarse más de la cuenta al castillo.
Tuvo suerte, vio a Philip cerca de donde estaba. Estaba sentado bajo un árbol, rodeado de lo que parecían sacos de paja, con una espada a sus pies. Parecía que se tomaba sus clases de las obligaciones como príncipe con el mismo interés que ella las suyas, y eso la hizo sonreir unos instantes antes de intentar llamar su atención. Tomó una piedrecita y la lanzó en su dirección, haciéndole señas rápidas con las manos para que se acercara.
Se alejó de ahí para volver a donde había dejado su caballo, lo suficientemente lejos para tener intimidad, y sin más, se giró para tenderle la carta.
- ¿Sabías algo de esto? ¿Tenemos problemas? - le preguntó directamente.
-------------------
Cualquiera que no fuera de la realeza podría pensar que la vida de una princesa era apasionante, sin momentos para el aburrimiento... Y no había nada más alejado de la realidad. Más allá de las fiestas (que la mayor parte de las veces también eran torturas largas y tediosas) y de los pocos ratos libres parap oder hacer lo que quisiera, el resto eran clases de protocolo, de história, de baile, de equitación y de un sinfín más de cosas que una princesa debía saber hacer.
Era precisamente por eso que Aurora tenía la mala costumbre de no estar donde debía, aún cuando sabía que ponía de los nervios a su madre con su comportamiento. Siempre podía contar con que su padre calmaría los ánimos, recordándole a la reina lo joven que era Aurora todavía para estar ligada a tantas responsabilidades.
Aquella mañana lo había vuelto a hacer. La intención había sido ir a la maldita clase de protocolo, había caminado hasta la puerta, y una vez ahí, sólo de vislumbrar a su profesora con todos aquellos pergaminos llenos de las cosas que debería hacerle aprender fue suficiente para que fiera media vuelta y se alejara de ahí intentando no hacer ruido.
Tenía intención de salir del castillo y, tal vez, dar una vuelta por los bosques. Ni siquiera supo que le llamó la atención de aquel sobre que había en la gran mesa del recibidor, seguramente dejado ahí por alguno de los sirvientes. Parecía una invitación formal, y la idea de otra fiesta le hizo arrugar la nariz y acercarse al sobre, sólo por la curiosidad de saber quienes eran los que anunciaban su desgraciado compromiso arreglado por sus padres aquella vez.
Por eso sus manos se quedaron congeladas a pocos centímetros del sobre cuando vio su nombre, y no el de sus padres, escrito con una caligrafia perfecta en el dorso.
Desconfiando de aquello, decidió cogerlo y abrirlo. En efecto era una invitación, pero no a una fiesta de compromiso... Eran los padres de Philip, que querían organizar una cena con sus propios padres y con ella en su castillo.
- Oh, vaya... - la exclamación escapó de sus labios, porque a decir verdad aquello no lo esperaba.
Si, había sido su idea fingir que estaban juntos para evitar que les jugaran la misma mala pasada que a Thomas, organizándoles un baile para que eligieran pareja de entre perfectos desconocidos. Que si, que no era el mejor plan del mundo... Pero les daría tiempo. Y en eso habían estado, incluso se habían visto varias veces después de eso, para mantener las apariencias, que había llevado a Aurora al agradable descubrimiento que era realmente fácil pasar tiempo con el principe. Todos estaban convencidos de aquella historia que les habían contado, y habían dejado de lado el hecho de querer casarlos por conveniencia, dándoles a ellos la oportunidad de alargar lo de la vida tranquila y sin complicaciones. O eso creía ella, que no esperaba que la invitaran a ella y a sus padres a una cena oficial.
Con la carta todavia en la mano, salió del castillo, directa a los establos, sin siquiera pensar que montar con vestido iba a ser de todo menos cómodo. Pero lo único que podía pensar es que debía hablar con Philip de todo aquello, que seguramente tampoco sabía nada, o la habría avisado... ¿no?
Le tomó poco tiempo llegar al castillo, porque en las últimas semanas ya había hecho aquel camino unas cuantas veces. Desmontó al llegar a los límites de los terrenos del castillo y dejó el caballo atado a un árbol. Se acercó poco a poco al castillo, intentando pasar desapercibida, porque después de esa invitación lo último que quería era llamar la atención ahí. Sólo esperaba no tener que acercarse más de la cuenta al castillo.
Tuvo suerte, vio a Philip cerca de donde estaba. Estaba sentado bajo un árbol, rodeado de lo que parecían sacos de paja, con una espada a sus pies. Parecía que se tomaba sus clases de las obligaciones como príncipe con el mismo interés que ella las suyas, y eso la hizo sonreir unos instantes antes de intentar llamar su atención. Tomó una piedrecita y la lanzó en su dirección, haciéndole señas rápidas con las manos para que se acercara.
Se alejó de ahí para volver a donde había dejado su caballo, lo suficientemente lejos para tener intimidad, y sin más, se giró para tenderle la carta.
- ¿Sabías algo de esto? ¿Tenemos problemas? - le preguntó directamente.
Grace E. Sullivan- Realeza
- Soy : Princesa Aurora
Mensajes : 253
Empleo /Ocio : Enfermera
Fecha de inscripción : 04/06/2012
Re: ¿Y ahora qué?
Hoy es uno de esos días lagos y tediosos donde mi entrenador no para de decirme que tengo que dejar de enfadarme por tonterías porque entonces es cuando pierdo la frialdad que necesito para llevar una espada y lo que es mejor, vencer a alguien. De no ser porque no para de desarmarme y mi cabreo crece por cada vez que lo hace diría que no dice más que estupideces, pero tiene totalmente la razón. Soy persona de prontos, de agarrarme a golpes primero y luego preguntar porqué le estoy pegando a alguien, pero es que la calma nunca ha sido lo mío. - Basta, no puedo más. Ésto ya me está tocando la moral - Tiro el arma al suelo y le escucho reírse. Ni siquiera se lo permitiría si no hubiera crecido con él. Es el hijo de la cocinera, y creo que el primer chico de mi edad que vi y que no era parte de la realeza. Digamos que algo así cómo el primer chico del mundo real que existió para mi. Todo lo que tiene ahora se lo ha ganado solo, aunque a mi me gusta fastidiar diciendo que si no fuera por mi seguiría sin saber si quiera cómo coger una espada.
Me dejo caer al suelo un momento boca arriba oyendo el golpe de su cuerpo caer a un par de metros de mi tan exhausto como lo estoy yo. El viento corre lentamente por el lugar moviendo las ramas y creando una sensación de falso frescor en medio del caluroso día en el que estamos. Me limito a cerrar los ojos un rato escuchando su voz que suelta alguna anécdota estúpida que le haya ocurrido recientemente en un bar, soy consciente de reírme pero tampoco demasiado del motivo. En medio de aquella paz algo me da en la cabeza. Abro los ojos de golpe llevándome la mano al sitio en concreto donde la piedra me ha dado y mirando hacia el lugar del que parece venir un "shst" intentando llamar mi atención.
La cabellera rubia de Aurora me hace levantarme tan de golpe que hasta mi acompañante se sienta en el sitio bruscamente. - Amh... - Busco una excusa en mi cabeza como respuesta a su pregunta de que me pasa. Retrocedo un par de pasos señalando hacia un lugar y luego hacia otro. - Me ha dado hambre ¿a ti no? voy a por algo de comer - Sin quedarme a descubrir si ha colado mi mentira o no lo ha hecho me pierdo entre los árboles. Lo último que escucho de él es gritar mi nombre y algún murmullo de que mi castillo está hacia el otro lado. Me aseguro de que no me sigue varias veces, mirando hacia atrás y casi chocando con un par de árboles en el proceso.
No lo hace.
En cuanto llego a donde está Aurora abro la boca para soltarle algún tipo de acusación sobre el motivo que le ha llevado a meterse en mis dominios pero ella, prácticamente, me planta la carta en la cara. - ¿Que haces con una carta con el sello de mi... Oh, no. - De pronto las palabras de mi madre esta mañana, de sus preparativos extraños y repentinos, del catálogo de cosas, incluso de la vajilla nueva, cobran sentido. Abro la carta para leerla rápidamente aunque no me hace falta, la arrugo entre mis manos buscando una palabra que defina la manera en la que me siento en ese momento pero no lo hago, hay una dama delante y la palabra va a sonar asquerosamente inapropiada. Aprieto los puños, me contengo y suelto un siseo que la reemplaza. - No puedo creerlo. Sabía que estaba muy tranquila con todo ésto. Tranquila... esta mañana ha mandado a quitar todas las cortinas de la planta baja... aaarg - Mi madre y la palabra tranquila en realidad no han sido compatibles nunca, por eso descifrar cuando trama algo y cuando se comporta como siempre resulta tan difícil.
Después de que todas esas palabras salen atropelladas de mis labios la miro. Su pregunta sobre si tenemos problemas me tienta a negarlos. - Bueno... - Meneo la cabeza entre un sí, un no y un tal vez que al final se completa con una leve mueca. - Puede que... unos pocos - Hago el gesto de pocos uniendo el dedo indice y pulgar en frente de ella. - Es cosa de mi madre. Siempre es tan... y tan.... y tan... - Por cada pausa entre aquellos tan pongo mis manos en el aire haciendo distintos movimientos entre los cuales uno de ellos es, el estar casi ahorcando a alguien invisible. - Dime que no la han visto tus padres y que vienen hacia aquí -
Me dejo caer al suelo un momento boca arriba oyendo el golpe de su cuerpo caer a un par de metros de mi tan exhausto como lo estoy yo. El viento corre lentamente por el lugar moviendo las ramas y creando una sensación de falso frescor en medio del caluroso día en el que estamos. Me limito a cerrar los ojos un rato escuchando su voz que suelta alguna anécdota estúpida que le haya ocurrido recientemente en un bar, soy consciente de reírme pero tampoco demasiado del motivo. En medio de aquella paz algo me da en la cabeza. Abro los ojos de golpe llevándome la mano al sitio en concreto donde la piedra me ha dado y mirando hacia el lugar del que parece venir un "shst" intentando llamar mi atención.
La cabellera rubia de Aurora me hace levantarme tan de golpe que hasta mi acompañante se sienta en el sitio bruscamente. - Amh... - Busco una excusa en mi cabeza como respuesta a su pregunta de que me pasa. Retrocedo un par de pasos señalando hacia un lugar y luego hacia otro. - Me ha dado hambre ¿a ti no? voy a por algo de comer - Sin quedarme a descubrir si ha colado mi mentira o no lo ha hecho me pierdo entre los árboles. Lo último que escucho de él es gritar mi nombre y algún murmullo de que mi castillo está hacia el otro lado. Me aseguro de que no me sigue varias veces, mirando hacia atrás y casi chocando con un par de árboles en el proceso.
No lo hace.
En cuanto llego a donde está Aurora abro la boca para soltarle algún tipo de acusación sobre el motivo que le ha llevado a meterse en mis dominios pero ella, prácticamente, me planta la carta en la cara. - ¿Que haces con una carta con el sello de mi... Oh, no. - De pronto las palabras de mi madre esta mañana, de sus preparativos extraños y repentinos, del catálogo de cosas, incluso de la vajilla nueva, cobran sentido. Abro la carta para leerla rápidamente aunque no me hace falta, la arrugo entre mis manos buscando una palabra que defina la manera en la que me siento en ese momento pero no lo hago, hay una dama delante y la palabra va a sonar asquerosamente inapropiada. Aprieto los puños, me contengo y suelto un siseo que la reemplaza. - No puedo creerlo. Sabía que estaba muy tranquila con todo ésto. Tranquila... esta mañana ha mandado a quitar todas las cortinas de la planta baja... aaarg - Mi madre y la palabra tranquila en realidad no han sido compatibles nunca, por eso descifrar cuando trama algo y cuando se comporta como siempre resulta tan difícil.
Después de que todas esas palabras salen atropelladas de mis labios la miro. Su pregunta sobre si tenemos problemas me tienta a negarlos. - Bueno... - Meneo la cabeza entre un sí, un no y un tal vez que al final se completa con una leve mueca. - Puede que... unos pocos - Hago el gesto de pocos uniendo el dedo indice y pulgar en frente de ella. - Es cosa de mi madre. Siempre es tan... y tan.... y tan... - Por cada pausa entre aquellos tan pongo mis manos en el aire haciendo distintos movimientos entre los cuales uno de ellos es, el estar casi ahorcando a alguien invisible. - Dime que no la han visto tus padres y que vienen hacia aquí -
Sebastian J. Jones- Realeza
- Soy : Príncipe Philip / Profesor
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Edad : 36
Fecha de inscripción : 29/06/2012
Re: ¿Y ahora qué?
Realmente todavía le quedaba una pequeña esperanza que Philip le dijera que todo había sido una broma, o que aquello no tenía nada que ver con lo que estaban fingiendo y que era simplemente un puro trámite de protocolo entre sus padres, que tenían que mantener buenas relaciones diplomáticas. Pero la reacción de él le dejó claro al instante que nada más alejado de la realidad. ¿Y entonces... en que los dejaba esto?
- Pero entonces... ¿Que pretende tu madre? Hablar con mis padres para... ¿que? ¿Organizar la boda? ¿O es que... Lo sabe?
Cualquiera de las dos opciones era lo bastante mala para que Aurora para que se dejara caer hasta quedar sentada en un tronco caído a su derecha y ocupara sus manos en intentar limpiar los restos de barro de la falda de su vestido mientras no estaba segura de que respuesta prefería escuchar. Habían metido la pata, y si en algún momento en aquellas últimas semanas se le había pasado por la cabeza que quizás algo de todo aquello que se habían puesto a fingir podía llegar a convertirse en verdad, la posibilidad se acababa de esfumar.
- No, no lo han visto. Pero cuando tu madre no obtenga ningún tipo de respuesta por parte de mis padres... Enviará otra, ¿no? Y luego, otra, y otra... Y yo no voy a poder interceptar todas las malditas cartas.... O peor, irá a verles directamente. Oh, Philip, estamos en un lío. Sabrán que fue todo falso y me mandarán directamente a casarme con cualquier príncipe horrible que se les ocurra, y...
La frase quedó a medias porque entonces recordó su maldición. Si su vida era miserable por todo aquello de los matrimonios por conveniencia, siempre empeoraba cuando recordaba aquello. En cualquier momento iba caer víctima de la maldición durmiente, por cortesía de Malefica, y ya ni siquiera sabía si tendría una vida por la que valdría la pena despertar.
Intentó apartar todos aquellos pensamientos de su mente, porque no era ni momento ni lugar de ponerse a pensar en aquellas cosas, porque además había dejado una frase a medias y seguro que para aquel entonces ya parecía una persona completamente loca.
- ¿Que vamos a hacer? ¿Nos fugamos? – y a pesar de que acompañó esas palabras con una leve risa, no podía dejar de pensar que muy en el fondo era algo a considerar.
- Pero entonces... ¿Que pretende tu madre? Hablar con mis padres para... ¿que? ¿Organizar la boda? ¿O es que... Lo sabe?
Cualquiera de las dos opciones era lo bastante mala para que Aurora para que se dejara caer hasta quedar sentada en un tronco caído a su derecha y ocupara sus manos en intentar limpiar los restos de barro de la falda de su vestido mientras no estaba segura de que respuesta prefería escuchar. Habían metido la pata, y si en algún momento en aquellas últimas semanas se le había pasado por la cabeza que quizás algo de todo aquello que se habían puesto a fingir podía llegar a convertirse en verdad, la posibilidad se acababa de esfumar.
- No, no lo han visto. Pero cuando tu madre no obtenga ningún tipo de respuesta por parte de mis padres... Enviará otra, ¿no? Y luego, otra, y otra... Y yo no voy a poder interceptar todas las malditas cartas.... O peor, irá a verles directamente. Oh, Philip, estamos en un lío. Sabrán que fue todo falso y me mandarán directamente a casarme con cualquier príncipe horrible que se les ocurra, y...
La frase quedó a medias porque entonces recordó su maldición. Si su vida era miserable por todo aquello de los matrimonios por conveniencia, siempre empeoraba cuando recordaba aquello. En cualquier momento iba caer víctima de la maldición durmiente, por cortesía de Malefica, y ya ni siquiera sabía si tendría una vida por la que valdría la pena despertar.
Intentó apartar todos aquellos pensamientos de su mente, porque no era ni momento ni lugar de ponerse a pensar en aquellas cosas, porque además había dejado una frase a medias y seguro que para aquel entonces ya parecía una persona completamente loca.
- ¿Que vamos a hacer? ¿Nos fugamos? – y a pesar de que acompañó esas palabras con una leve risa, no podía dejar de pensar que muy en el fondo era algo a considerar.
Grace E. Sullivan- Realeza
- Soy : Princesa Aurora
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Fecha de inscripción : 04/06/2012
Re: ¿Y ahora qué?
Giro la carta, como esperando ver un "era broma" escrito en el papel, obviamente no lo hay porque no es una broma ni siquiera de lejos. Quiero meterme en la mente de mi madre para intentar averiguar que es lo que quiere conseguir con todo ésto pero por mucho que lo hago no encuentro demasiadas cosas al respecto. La voz de Aurora me hace salir de mis pensamientos y soltar un suspiro abriendo la boca varias veces para decir algo coherente, sin que acuda a mi cabeza. - No lo sé. A mi madre a veces se le va la olla y... oh... oh.... - De pronto la veo capaz de querer ponernos a prueba, de comprobar toda esa versión que nos inventamos solo para no acabar siendo castigados por perdernos en una fiesta importante donde deberíamos haber estado a la luz probablemente buscando maridos.
Chasco la lengua ante las sugerencias que salen de sus labios. - En absoluto. Probablemente quiera poner a prueba que todavía tenemos la misma versión de la historia. O peor aún, saber si nos hemos visto desde entonces - La idea me altera suficiente como para empezar a despotricar semi en silencio mientras voy de un lado a otro con la carta en la mano sin saber si quiero abrirla y leerla entera o puedo intuir lo que allí está escrito. Le hago "shh" de forma inconsciente cuando dice que si no encuentran la carta enviarán otra y otra hasta que alguna la encuentren y sé que tiene razón pero así no puedo pensar. - Lo siento - Me disculpo por lo del shh inconscientemente soltando un ruidillo de indignación cuando dice que la mandarán a casarse con el primer principe horrible que encuentren. - Oye, que yo no soy taaaan horrible - Hago un gesto con mi mano y de pronto me congelo arrugando un poco la mueca y negando. - Claro, no hablamos de mi. Entonces si... -
Voy menguando la velocidad de mis pasos al igual que con mi nerviosismo, porque reduciendo el nerviosismo consigo pensar mejor. Me paso la punta de la carta por el tabique de la nariz pensando en lo que dice antes de reír suavemente. - Oye, no es momento de propuestas indecentes - Bromeo cuando propone lo de fugarnos porque algo en su tono de voz me lo pone como tal. Suspiro más veces de las que puedo recordar hasta que al final me detengo del todo frente a ella. - ¿Y si probamos? A lo mejor cuela. Aún recuerdo la historia que nos inventamos, o podemos arreglarla ahora - Engañar a mi madre es como intentar superar una prueba de un polígrafo, con la diferencia de que el polígrafo no puede decidir cómo prefiere arruinarte la vida. - No puede ser tan difícil. Otros lo han hecho antes - Mi voz no suena muy segura, empezando porque yo soy hijo único y no conozco persona con vida que haya convencido a mi madre de algo que no es verdad.
Mi intento de parecer seguro dura apenas tres segundos y acabo por caer en la medida desesperada para un momento desesperado. Agarro sus manos entre las mías con carta entre ellas incluida y retomo la idea inicial de todo esto, por loca que sea. - Fuguemonos. Total, ¿que puede pasar?. A lo mejor nos echan tanto de menos que... no se, nos mandan a buscar y hacen como que esto no ha pasado. - tras oírme empiezo a reírme inclinando hacia adelante la cabeza mientras niego suavemente. - ¿Sabes? así me siento un poco cobarde - Pero nadie puede culparme. Mi madre da un miedo atroz.
Chasco la lengua ante las sugerencias que salen de sus labios. - En absoluto. Probablemente quiera poner a prueba que todavía tenemos la misma versión de la historia. O peor aún, saber si nos hemos visto desde entonces - La idea me altera suficiente como para empezar a despotricar semi en silencio mientras voy de un lado a otro con la carta en la mano sin saber si quiero abrirla y leerla entera o puedo intuir lo que allí está escrito. Le hago "shh" de forma inconsciente cuando dice que si no encuentran la carta enviarán otra y otra hasta que alguna la encuentren y sé que tiene razón pero así no puedo pensar. - Lo siento - Me disculpo por lo del shh inconscientemente soltando un ruidillo de indignación cuando dice que la mandarán a casarse con el primer principe horrible que encuentren. - Oye, que yo no soy taaaan horrible - Hago un gesto con mi mano y de pronto me congelo arrugando un poco la mueca y negando. - Claro, no hablamos de mi. Entonces si... -
Voy menguando la velocidad de mis pasos al igual que con mi nerviosismo, porque reduciendo el nerviosismo consigo pensar mejor. Me paso la punta de la carta por el tabique de la nariz pensando en lo que dice antes de reír suavemente. - Oye, no es momento de propuestas indecentes - Bromeo cuando propone lo de fugarnos porque algo en su tono de voz me lo pone como tal. Suspiro más veces de las que puedo recordar hasta que al final me detengo del todo frente a ella. - ¿Y si probamos? A lo mejor cuela. Aún recuerdo la historia que nos inventamos, o podemos arreglarla ahora - Engañar a mi madre es como intentar superar una prueba de un polígrafo, con la diferencia de que el polígrafo no puede decidir cómo prefiere arruinarte la vida. - No puede ser tan difícil. Otros lo han hecho antes - Mi voz no suena muy segura, empezando porque yo soy hijo único y no conozco persona con vida que haya convencido a mi madre de algo que no es verdad.
Mi intento de parecer seguro dura apenas tres segundos y acabo por caer en la medida desesperada para un momento desesperado. Agarro sus manos entre las mías con carta entre ellas incluida y retomo la idea inicial de todo esto, por loca que sea. - Fuguemonos. Total, ¿que puede pasar?. A lo mejor nos echan tanto de menos que... no se, nos mandan a buscar y hacen como que esto no ha pasado. - tras oírme empiezo a reírme inclinando hacia adelante la cabeza mientras niego suavemente. - ¿Sabes? así me siento un poco cobarde - Pero nadie puede culparme. Mi madre da un miedo atroz.
Sebastian J. Jones- Realeza
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