No buscaba compañía...

Apoyó uno de los pies sobre el tronco del árbol estirando la pierna mientras levantaba el brazo derecho para comprobar la hora. Luego apoyó la otra pierna en el tronco, pero esta vez mirando a su alrededor. Estaba completamente sola, bueno, acompañada de toda la naturaleza que había en el bosque y de los animales, aunque parecía que todos huían cuando alguien entraba en la espesura del bosque, pues Sydney, personalmente no recordaba haber visto ninguno en ninguna de sus intrusiones.

Se llevo las manos a las rodillas curvando ligeramente el cuerpo intentando recuperar la respiración antes de volver a ponerse en marcha. Aquello de salir a correr era una rutina que había llevado a cabo desde que tenía memoria, al igual que los ejercicios de artes marciales entre otros. Sí, lo de partir alguna que otra plancha de madera usando la fuerza de sus piernas o sus brazos eran algunas de las cosas que más la ayudaban a desahogarse o quitarse el estrés de encima. Alguna de las muchas veces en que Nate se enfadaba lo mandaba al sótano de la casa a que se liara a tortas con el saco de arena que tenían abajo. Incluso creía recordar que el joven le había dicho alguna vez que había sido un consejo muy útil.

Aquella mañana en particular había salido a hacer su ruta diaria sola a pesar de que los últimos días le había acompañado Everett. El caso era, que a pesar de que habían sido siempre buenos amigos, no querían que la gente se pusiera a sospechar y luego los chismes llenaran el pueblo. Si había algo que Sydney odiaba en cierto modo eran precisamente los chismes. No entendía (y creía que jamás lo entendería) que veían de interesante a chismorrear todo el santo día sobre los demás, y que se metieran en vidas ajenas. ¿Tan aburridas eran las suyas? ¿En serio?

Además luego estaba lo que había pasado en el ayuntamiento y el hecho de que no tenía ni la más remota de cómo la iban a señalar a ella, como la iban a etiquetar y como la iban a mirar cuando fuera por la calle. Los pormenores de vivir en un pueblo pequeño perdido de la mano de Dios. Sabía que a Everett si que le habían echado cosas en cara, pero prefería no pensar en ello o aún se pondría furiosa y era lo último que necesitaba de buena mañana.

Al menos podía decir que desde aquella visita totalmente inesperada de Everett y con todo lo acontecido ese mismo día, había empezado a sentir como cierto peso de su corazón, ese que tanto la angustiaba, había desaparecido en parte. Era como si se tratara de un nudo que se había empezado a deshacer aunque no del todo. Al igual que aquellos sueños que aunque no del todo habían remitido y no se producían con tanta regularidad como antes. Gracias a todo ello había vuelto a recuperar parte de su espíritu y estaba segura de que recuperaría el resto.

Sonrió ante aquel pensamiento mientras se erguía dispuesta a seguir con su “carrera” antes de volver a casa cuando un sonido cercano la puso casi de inmediato en alerta, haciendo no sólo que se irguiera del todo, sino también que empezará a escudriñar su alrededor con sus ojos marrones. Habría jurado que era el sonido de una ramita rompiéndose bajo el peso de alguien o algo.

Willow se sentía...

Tan extraña...

Esto iba más allá de los dolores de un corazón roto. Había sufrido por amor antes pero no podía recordar una sola vez en toda su vida en la que sufriera tanto como lo hacía ahora. Comenzaba ya a preocuparse, y más que eso, a asustarse a sí misma.

Lo que le invadía era era un vacío en su pecho que crecía y crecía y no encontraba la manera de detenerlo, como alguna especie de agujero negro que consumía todo lo que tocaba y no encontraba manera de detener su avance. Le dolía todo y al mismo tiempo estaba tan entumecida que no sentía nada. Distraída, ausente... perdida.

Se sentía acosada por un perpetuo nudo en la garganta y una sensación de soledad y desasosiego que se negaba a darle tregua sin importar en compañía de quien estuviera. Ella, siempre tan independiente y acostumbrada a ir y venir a donde le placiera cuando quisiera, no soportaba estar por su cuenta últimamente. Tanto así que incluso a Azula le preguntaba a dónde iba y si tardaría mucho cuando salía, cosa que nunca había ocurrido en todo el tiempo que tenían como compañeras de piso.

Luego estaba la paranoia que le quejaba al mirar su reflejo y no reconocerse. El pasarse interminables minutos contemplándose a sí misma y observar como suyos esos ojos grandes y claros, los cabellos rubios, la boca de labios rosados, y estar convencida de que algo más faltaba al mirarse, que se sentía incompleta, casi mutilada...

Los sueños... los sueños eran lo de menos... una bosque frondoso y místico que no podía describir con palabras, una playa inmensa que se extendía hasta el horizonte, y gritos, y cañones, y el olor a pólvora y sangre, el tic tac de un reloj... y campanillas, campanillas en todos lados, aún si estaba despierta y bien consciente de lo que pasaba a su alrededor.
Se estaba volviendo loca, no encontraba otra explicación. Que quizá lo que decían de ella resultaba ser verdad y sí que le faltaba un tornillo y la pérdida de la cordura finalmente comenzaba a pasarle factura.

Ni siquiera recordaba bien el cómo o el por qué había llegado al bosque pero ahí estaba, repentinamente extraviada porque no conseguía orientarse a pesar de conocer el lugar muy bien, porque no conseguía encontrar el norte ni en sus pasos ni en su vida y todo y doloroso, y no sabía donde estaba ni desde cuando llevaba perdida ni como regresar al camino que llevaba al pueblo... y no dejaba de escuchar esas campanillas, estúpidas e irritantes campanillas que debían existir tan sólo en su imaginación y eso le asustaba aún más.

Estaba aterrada, completamente desubicada en su propio cuerpo, en sus propios sentimientos y pensamientos y en su propio bosque. Lo que Sydney había escuchado era como, después de andar en círculos por un largo tiempo, se había rendido y sentado (o mejor dicho desplomado) bajo un árbol, con sus rodillas abrazadas contra su pecho y el rosto oculto entre ellas.

¿Pero qué demonios era lo que le pasaba?...

Se quedó quieta. Estática. Con los ojos bien abiertos y atenta a cualquier sonido. Tenía la vaga sensación de que sabía lo que tenía que hacer en aquellas situaciones aunque no recordase con claridad el por qué. El único sonido que llegó a sus oídos después de aquella especie de crujido fue la brisa atravesando los árboles y haciendo que las ramas se movieran y chocaran entre sí, sumado al piar de algunos pájaros que había por la zona. De todos modos decidió que “investigaría el terreno” y al parecer hizo bien.

Había dado unos cuantos pasos por el bosque cuando se encontró con una figura por demás conocida. Se quedó en silencio, quieta, mirándola. La había reconocido prácticamente en el acto y aquella posición en la que se encontraba la conocía muy bien. Creía poder hacerse una idea de cómo había llegado a aquella situación y una parte de ella se sintió horriblemente culpable, porque ahora ella estaba disfrutando de aquello que la muchacha había deseado, pero, ¿qué culpa tenía ella de la quisiera a ella y no a Willow? Se mordió ligeramente el labio inferior antes de decidirse y acercarse hasta la rubia.

No estaba en su naturaleza dejar a las personas tiradas en ese estado aún cuando no hubiesen acudido a ella y algo le decía además que la jovencita estaba ligeramente perdida, desorientada... Era una especie de intuición que la sacudió en ese momento. Ni siquiera estaba segura de que la muchacha se fuese a dar cuenta de su presencia hasta que hablase o la tocase, estando lo suficientemente cerca de ella. Había visto aquella situación bastantes veces.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca se agachó junto a la muchacha y alargó uno de sus brazos para tocarle ligeramente uno de los hombros – ¿Willow? – Susurró, sabía que posiblemente el contacto repentino (en caso de que no se hubiese dado cuenta de que se acercaba hasta ella) podía asustarla, posiblemente por eso añadió casi de inmediato: - Tranquila, soy sólo yo. Sydney... – Apartó la mano de ella rompiendo el contacto que ella misma había iniciado pero no se levantó ni se alejó de ella. Permaneció agachada con las rodillas flexionadas junto a ella que parecía tan perdida y tan pequeña. Claro, en realidad seguía siendo una jovencita. Podría haberle preguntado perfectamente si se encontraba mal o algo parecido, pero era tan obvio que no se encontraba bien y que estaba destrozada que pensó que aquello simplemente sería hurgar más en la herida, algo que no estaba dispuesta a hacer.

Y sí, posiblemente Sydney hubiese preferido encontrarse con otra persona, incluso aunque fuese el Sr. Gold, por la sencilla razón de que no sabía muy bien cómo iba a reaccionar Willow ante su presencia a pesar de no tener ni la más remota idea de lo que había pasado recientemente, aunque la psicóloga sí que conocía la visita de la jovencita a casa de Everett.

Sydney era bastante cauta en la manera en que procedía. No sólo por la maestría y sigilo con el que se movía, sino que sus conocimientos como profesional en el estudio del comportamiento humano le ayudaban a anticipar que Willow no se percataría de su presencia hasta que la tuviera casi en frente.

Se sobresaltó cuando escuchó que llamaban su nombre porque en un principio no reconocía la voz y creyéndose sola su rostro se tornó pálido de susto de sólo pensar que ahora además de campanitas escuchaba voces susurrandole. Temblaba un poco y a pesar de que sus mejillas permanecían secas se notaba el llano que trataba de contener en sus ojos. Estaba completamente disminuida. No era más que una Niña Perdida.

Encontrarse con el rostro de Sydney era una sorpresa que debía confesarlo, más que sentirla oportuna la encontraba amarga. No odiaba a la Psicóloga ni se pasaba la mayor parte del día fantaseando con cosas que le hicieran daño con tal de poder satisfacer, aunque fuera en su imaginación, ese impulso de ver sufrir a los rivales que le parecía que todos tenían a mayor o menor medida. Era cierto, ella disfrutaba de eso que Willow había anhelado por años y aquello le sentaba fatal. No tenía idea de que lo de Watson y Everett era al fin oficial, pero Willow siempre lo había intuido, y para la rubia el verlos de la mano caminando por la playa, solos y al atardecer, era justo la confirmación desearía no haber tenido jamás.

Ahora, había una diferencia entre no odiar a Sydney Watson ni desearle mal y el quedarse indiferente cuando le veía. En lo que a Willow respectaba ella quería - y más que eso, necesitaba - tener a Sydney y Everett tan lejos como le fuera posible. Entonces, que de todas las personas del pueblo, que fuera justo ella la que la encontrara y se ofreciera a prestar su ayuda le parecía la peor bofetada que el karma pudiera estarle otorgando. Ya, en serio, ¿a quién había matado en su vida pasada para hacerse merecedora de una mala suerte así?

Permaneció con los ojos claros fijos en el rostro de la mujer, mirándola pero sin observarla en realidad por lo abstraída que estaba en sí misma. Tardó varios segundos en reaccionar y para cuando era consciente de la mano de Sydney sobre su hombro, ella ya la retiraba para regresarle su espacio. - Yo... yo... estoy perdida y... no, no recuerdo cómo llegue aquí y.. y no puedo encontrar el camino de vuelta. No puedo, no puedo. No sé que me pasa... - Comenzó a explicar de manera atropellada y acelerada, estremeciéndose aún a causa de la ansiedad que le provocaba el sentirse ya tan insignificante que ni siquiera podía encontrar la manera de regresar a casa.

Le mataba tener que pedirle ayuda justo a ella, de todas las personas habitando el maldito pueblo, era justo ella la que tenía que encontrar. Para bien o para mal, Willow sabía reconocer que no estaba bien y necesitaba que le echaran una mano para poder salir de ahí. - Creo que... que me estoy volviendo loca, no sé que me pasa, ¡cómo olvida alguien que llegó al bosque! -

Hubiera preferido no decirle nada, pero en verdad que sentía que estaba a punto de quebrarse y no podía hacer más. Para la mala suerte de Sydney, bueno... ella era la única piscóloga del pueblo...

- Tengo miedo... -

Prácticamente al momento se dio cuenta de que la muchacha se había asustado. Aquella palidez que había aparecido en su rostro era la única señal que Sydney había necesitado para saber aquello. Tampoco era tan raro, se creería sola en el bosque y de repente una voz y una persona salían de la nada. Observó los ojos claros de la muchacha dándose cuenta de que estaba totalmente absorta e ida. Casi daba la impresión de que a pesar de poder tocarla simplemente estirando el brazo, ella estaba a miles de kilómetros de distancia. Quién sabía si también en otro mundo.

No sabía muy bien qué hacer, pues sabía que o más bien intuía que la muchacha rechazaría ciertos gestos viniendo de su parte, por lo que por lo pronto decidió sentarse con las piernas cruzadas frente a ella. Se recogió los cabellos oscuros en una coleta sin quitarle el ojo de encima a la muchacha y escuchando sus palabras. “Perdida”. Eso le recordaba precisamente a la conversación que había tenido con Everett aquella mañana. Empezaba a tener la extraña sensación de que últimamente todo el mundo se perdía en mayor o medida ya fuese de una forma u otra.

- Willow... Tranquila... ¿Recuerdas al menos por qué decidiste venir al bosque? – A lo mejor su subconsciente la había llevado hasta allí por alguna razón – A veces nos dirigimos a un sitio sin saber realmente que nos mueve hasta él. Es algo que está en nuestra mente y de lo que no somos ni siquiera conscientes... – Ella también se había sentido totalmente desorientada en algunos momentos de su vida. Ladeó ligeramente el rostro sin apartar la mirada de la joven, preguntándose si sería eso lo que la había llevado a aquella perdición y a ese estado de desorientación total.

Aunque tenía la extraña sensación de que todo el mundo iba más desorientado de lo normal. Como si las cosas estuvieran cambiando en Storybrooke, pero sin llegar a entender por qué o si simplemente era una sensación suya. Una más mezclada con todas las que tenía. Al menos había aclarado una.

- Quizá se deba a lo que estás pasando... – Se atrevió a decir sin apartar en ningún momento sus ojos marrones de la chica – Nadie ha dicho que sea fácil y fuiste realmente valiente dando un paso como el que diste... - ¿Lo decía en serio? Si, quizá ella no lo hubiese hecho del modo en que lo había hecho Willow, montando tal escándalo, pero eso quizá se debiera no solo a su edad sino también a que había cosas que pensaba antes de hacer por muy impulsiva que pudiera llegar a ser. Además ella podía controlar mejor sus emociones que mucha gente. A veces se sentía orgullosa de ello, otras veces no tanto – Te han hecho daño. Es normal que eso te provoque todo esto... – Intentó esbozar una sonrisa de aliento para la muchacha, pero se quedó simplemente en eso, un mísero intento – No es fácil recoger los pedazos de un corazón roto... Yo también tuve que hacerlo una vez - ¿De dónde había salido aquel recuerdo? Porque podía jurar que era una especie de recuerdo o al menos la sensación de que le habían hecho pedazos el corazón estaba muy presente en su mente en esos momentos, aunque no lograba recordar quién ni cuando había sido. – ¿A qué tienes miedo? ¿A qué te vuelvan a hacer tanto daño? ... En esta vida nos van a dar muchos golpes duros como el que te han dado ahora a ti, pero lo que tenemos que hacer es volver a levantarnos. No importa cuántas veces nos hagan caer... Nadie dijo nunca que la vida fuera fácil.

Sonrió con cierta amargura... Ahora solo faltaba esperar si la voluble Willow estallaba contra ella o permanecía tan serena como hasta el momento. Desde luego con ella nunca se sabía.

Tranquila Willow, tranquila. Escúchala, porque parece saber de lo que habla, o por lo menos hacerle caso es la mejor opción inmediata a comparación de quedarse ahí sola, perdida y llorando. - ...n... no. Lo último que recuerdo es que estaba en mi casa y... - Y en blanco, todo recuerdo que tuviera de lo que había pasado en ese lapso de tiempo no existía. Sólo la imperativa necesidad en su interior que le había arrastrado a internarse cada vez más y más a dentro del Bosque. Como si estuviera en búsqueda de algo, como si algo en él la llamara de una manera tan insistente que había logrado arrastrarla hacia allá aún incluso de su propia voluntad. ¿Que su mente le había llevado hasta allá de manera incosciente? ¿Era eso?

Se pasó los dedos por el cabello de manera desordenada al alzar la vista hacia el cielo. ¿Qué? ¿Qué era lo que estaba buscando? Se atrevía a decir que conocía el bosque bien, no a la perfección, pero si lo suficiente como para no salirse nunca de su rumbo y para estar muy consciente que no había nada ahí que pudiera producirle aquella ansiedad. Ansiedad. Anseidad era lo que sentía cuando se frotaba las manos, cuando se rascaba la nuca y entonces deslizaba sus dedos hacia sus hombros, hacia lo que alcanzaba a tocar de su espalda. Algo le hacía falta. Algo importante. Algo grande y vital y que necesitaba con desesperación y que no sentir ahí le tenía con el pulso desatado y respirando con agitación. ¿Pero qué? ¿Qué cosa? Qué...

Cálmate, se repetía. Calma, porque entre más aumentara su desesperación peor habría de sentirse. Intentaba tomar aire a grandes bocanadas. Concentrarse en Sydney. Sí, ella la iba a ayudar. Podía separar una cosa de otra. Lo inferior y poca cosa que le hacía sentirse si se comparaba con ella en lo que involucraba las atenciones de Everett, y el mínimo de decencia y sentido común que tiene una persona para no dejar sola a alguien que obviamente necesita ayuda, si.

Entonces la escuchaba comenzar a decirle cosas sobre si lo que le había pasado tendría que ver con lo que sentía ahora mismo. Willow la miró completamente extrañada sin poder comprender a lo que se refería, hasta que comenzaba a hablar de lo valiente que fue, de corazones rotos y del temor a ser lastimada. - ...estás... estás de coña?... -

Las palabras se le atoraron en los labios y clavó sus ojos claros en los de ella, penetrantes y completamente incrédulos mientras su rostro iba deformando poco a poco en una mueca de furia total. Lo... ¿lo decía en serio? ¿Estaba sacando a relucir ese tema? ¿¿Ese??

- ... no... no no no ¡NO! ¡No sigas por ahí! ¿Entiendes? ¡No sigas por ahí! - Se tapó los oídos con las palmas de las manos y tambaleante se puso en pie para alejarse de ella. No podía creerlo. No podía. No viniendo de ella. Lo que quería implicar, aún y si no creyera que lo hacía por lastimarla (porque nunca le había parecido una persona mezquina, no podía serlo si su trabajo era ayudar a los demás), le tenía hecha una furia, tanto que su rostro se enrojecía por completo en cuestión de unos segundos y los puños le temblaban por la fuerza con la que los tenía apretados.

- No, esto no es por Everett, ¡NO! No soy la clase de persona que tiene una crisis nerviosa y se corta las venas porque perdió en el amor, ¡No lo soy! ¡¡No lo soy!! ¡No soy esa chica! - Si, era joven y aún tenía mucho por madurar. Si, se había sentido miserable después de que Everett le partiera el corazón en mil pedazos, pero esto no tenía nada que ver. No, no era esa clase de chica... ¿pero entonces cuál era?

... la que por pelear por amor llegaba a los límites insospechados. No la que se derrumbaba a la primera desilusión.

El problema era que no sabía de dónde venía esa certeza.

- No soy tan débil. No soy una niña. Esto... esto es algo más, yo... - Alterada como estaba iba a costar hacerla entrar en razón. Porque asustado lo primero que se hace uno es elevar todas sus defensas, pero eso Sydney lo debía de ver todos los días. - Esto no es por él. No es por él. - Negó vehementemente mientras se rodeaba con sus brazos... y de nuevo las campanillas... dulces, reconfortantes... pero imaginarias, sólo en su cabeza, sólo una alucinación...

Necesitaba a William. Uno no empieza a tener alucinaciones sólo por que sí. Cerró los ojos. Se cubrió los oídos. Tenía que haber algo mal en ella. Algo realmente malo, porque no dejaba de escucharlas, y cada vez que lo hacía se aterraba más. ¿Pero cómo confesarlo? Asustada se dobló sobre sí isma y volvió a quedar acuclillada. Sydney era psicóloga. Ella sabía de estas cosas. ¿Pero podía confiar?

- ... No puede ser por él. Esto no es una rabieta. Estoy oyendo cosas... - Campanillas, campanillas cada vez que se movía, sutiles y susurrantes en su oído. Pero no eran reales, y saberlo estaba acabando con su cordura.

- Vale, vale... Yo también me puedo equivocar – Se defendió mientras se levantaba y la observaba taparse los oídos con las palmas y levantarse tambaleante. Se alejó de ella y Sydney no hizo ademán de acercarse hasta ella. Se quedó estática cuando mencionó aquello de cortarse las venas y dijo tan a la ligera que ella no era de esa clase de chicas – ¿Y cómo demonios sabes tú eso? – Le preguntó alzando la voz para que la oyera entre sus “lamentos” – Nadie sabe de lo que uno es capaz hasta que lo hace. Puede que ahora mismo creas que no eres ese tipo de chicas, pero puede que un día te den el golpe definitivo y te conviertas en ese tipo de chica... Nunca digas que no harás algo o no eres de una manera, porque es algo que nadie puede saber.

Lo dijo totalmente seria y demostrando que estaba hablando con propiedad, que sabía que estaba saliendo de su boca. La de veces que había leído casos de chicos y chicas que parecían normales, que nunca habían tenido problemas, a los que les habían hecho de todo y un día llegaban a su propio límite y acababan cortándose las venas o haciendo cosas peores, puesto que ella sabía que aquel no era el único camino de la perdición.

Respiró hondo mientras intentaba ordenar sus pensamientos e ideas dentro de su cabeza y la observaba comportarse de aquella manera tan extraña como si algo la estuviese molestando, como si algo la estuviese trastocando de mala manera y ninguna de las dos pudiera alcanzar a saber que era, aunque teniendo en cuenta que incluso a ella misma le estaban pasando cosas extrañas. Era como si de repente las cosas hubieran empezado a cambiar en Storybrooke y en todos sus habitantes pues no recordaba que hubiese habido tantos casos antes. La pregunta era… ¿cuándo habían empezado a cambiar? ¿Por qué? Pero nunca llegaba a encontrar la respuesta por mucho que meditara sobre ella.

“Esto no es una rabieta. Estoy oyendo cosas…” ¿Oyendo cosas? Ni siquiera en el mundo creado por J.K. Rowling escuchar cosas y voces era algo normal… ¡Menos aún en el mundo real! ¡Allí! Se quedó mirándola unos segundos sopesando si de verdad tendría esas alucinaciones auditivas o le estaba tomando de forma descarada el pelo, aunque llegó a la conclusión de que Willow no era del tipo de personas que irían a tomarle el pelo a nadie. Solo quedaba una opción: que de verdad estuviese oyendo cosas que no oía.

Se acercó hasta la muchacha acuclillándose delante de ella y tomándole con suavidad las manos, apartándolas de sus oídos que se había tapado. Las mantuvo sujetas entre las suyas aunque sin ejercer demasiada presión, dándole libertad de deshacerse de aquel contacto – ¿Oyendo cosas? ¿Qué tipo de cosas? – Le preguntó buscando su mirada azul, aunque era difícil de encontrar puesto que la joven había cerrado los ojos. Entonces recordó su propio caso. El caso de él. ¿Podía ser que…? - ¿Has tenido sensaciones extrañas? Como si te faltara algo en tu vida…, como si hubiese algo que no está bien. ¿Has experimentado eso últimamente?

Aquello empezaba a ser tan extraño que hasta ella empezó a tener un sentimiento que no creía que fuese a experimentar debido a su trabajo. Miedo. Eran demasiadas coincidencias. Si la chica contestaba afirmativamente, no era el primer caso con el que se encontraba y desde luego no era algo que fuese a dejar estar así sin más.

No sabía si Sydney podría intuirlo con ese conocimiento del comportamiento humano que ella tenía gracias a su profesión, pero Willow no iba a escuchar ni una sola palabra de ella. Nada que percibiera como ataque, como reproche, por muy en calma que la mujer tratara de mostrarse y muy razonables que fueran sus argumentos. Estaba demasiado alterada, demasiado asustada, demasiado aterrada por lo que le pasaba y lo que sus oídos no dejaban de hacerle sentir, y lo que eso pudiera significar. Así que ella bien podría comenzar a recitarle definiciones clínicas en el tono de voz más neutral u objetivo posible, pero Willow no iría a responderle.

No obstante, si respondió a cuando Sydney se acercaba a ella con más suavidad, tomándole de las manos. Abrió los ojos lentamente, mostrándolos cada vez más vidriosos por las lágrimas que trataba a toda costa de contener. – Pues, pues… ¡cosas! G-gritos y disparos y campanitas. Campanitas a todo momento, y son cada vez más insistentes, y me están volviendo loca, ¡loca! Y sé que las oigo solo yo porque ni Azula las escucha ni nadie en el taller y tu obviamente tampoco o te estarías volviendo loca como yo, no se callan, no se callan con nada… – Había empezado a escucharlas apenas en un susurro la noche en que se había peleado con Khai a causa de su queridísima Nereida, y desde entonces no habían parado.

Se encontró con los ojos oscuros de Sydney y asintió a lo que le decía, mostrándose ahora sí mucho más dócil que hacía tan solo unos instantes, estremeciéndose incluso a pesar que la tenía sujeta por las manos. – …s-sí. No sólo como si me faltara algo en mi vida, como, como, como si me faltara un brazo, o no sé, no entiendo, no entiendo… –

Porque no era solamente sentir que algo hacía falta en su vida para poder ser feliz. Se lo había estado planteando desde lo de Everett, si acaso habría algo malo con ella que hacía que ninguna de sus relaciones funcionara, no importaba por mucho que buscara ni por muy distintos que fueran los hombres en los que se interesaba; porque Tristan no tenía nada de parecido con Ian, ni Everett tenía nada que ver con Ferguson tampoco. Entonces el problema tenía que ser ella, ¿verdad? Si era el factor en común…

Pero luego se miraba en el espejo… y había algo ahí que no le permitía reconocerse del todo… algo que le hacía falta, algo que le tenía incompleta, tan importante como lo fueran sus dedos, o sus pies, o….

No lo sabía. Si lo supiera, no estaría así de asustada.

- … tengo… mucho, mucho miedo Sydney. ¿Por qué me está pasando esto? No lo sé, no lo sé… – Le preguntó en un hilo de voz, casi suplicándole que le dijera cualquier cosa que pudiera darle alguna respuesta, sin saber que no era la única en Storybrooke que estaba comenzando a atravesar por algo similar…

Trabajando en lo que trabajaba comprendió que en cierto modo Willow ignorase sus palabras histérica como parecía estar. Fuera de control. Ni siquiera se lo iba a tomar como algo personal. En realidad allí, al menos ella, no tenía nada en contra de la chica que parecía sufrir. El sufrimiento de otra persona nunca le gustaba, en absoluto… y que fuera Willow Swartz la que estaba sufriendo precisamente no lo iba a cambiar.

Gritos, disparos y campanitas por todos lados.

- Tranquila… A lo mejor está ligeramente conectado a tus emociones… ¿No las recuerdas de ningún sitio? ¿Se te hacen familiares? - ¡Oh por Dios! Alucinaciones auditivas, lo que le faltaba… Everett y sus sueños del bosque sumado a aquella sensación de que debía buscar, encontrar y proteger a alguien que no lograba identificar. Ella y sus sueños, esa sensación de su corazón roto y un enorme vacío en el, y el haber matado a alguien, a personas. Ahora Willow oyendo gritos, cañones y campanillas. ¿Qué significaba todo aquello? Incluso para ella era difícil encontrar una respuesta, pero parecía tan extraño… Y que justo a todos les estuviese empezando a pasar en ese preciso momento.

Sydney no creía en las coincidencias. Jamás lo había hecho.

Y no terminaba ahí. Willow también tenía ese tipo de sensaciones tan extrañas. Se quedó en silencio observándola sin saber muy bien que decirle ni como reaccionar. Seguía dándole vueltas a las extrañas coincidencias que estaban ocurriendo justo enfrente de sus narices, sin lograr entenderlas. Odiaba no entenderlo. Odiaba sentirse perdida y por un momento se preguntó si era aquella la sensación que tenía Everett cada vez que se perdía, porque a ella no le gustaba nada. En absoluto.

Se acercó más hasta la muchacha hasta quedar a uno de sus costados sentándose en el suelo con las piernas ligeramente estiradas pasándole un brazo por la espalda hasta que su mano tocó el hombro del otro costado de la muchacha acercándola ligeramente a ella de forma suave, pero de una forma que inspiraba confianza. Eso se le daba bastante bien.

- No…, no tengas miedo. No tengo respuesta para eso… A mí…. – Se quedó en silencio unos segundos que quizá a Willow se le hicieron eternos. ¿Tenía que decírselo? ¿Y si la tomaba por loca? Esperaba que simplemente entendiera que en cierto modo en aquellos momentos empalizaba con ella de una manera que jamás hubiese pensado. – A mí me pasa algo parecido. Llevo unos cuantos días teniendo sueños extraños. Imágenes entremezcladas, como flashes dentro de mi cabeza que no parecen tener sentido alguno… Ni siquiera sé porque sueño con ello…

Era algo tan inexplicable como lo estaba pasando a Willow a quien le retiró ligeramente el cabello rubio del rostro con la mano con la que no la mantenía sujeta.

- Puedo darte algo para que consigas dormir bien y quizá… esos sonidos desaparezcan. No del todo, pero… - Dejó escapar un suspiro de entre sus labios. Ojala supiera como arreglar aquello. Lo suyo, lo de Everett, lo de Willow… - Sea lo que sea se pasará… Ya lo verás…

Lo peor es que ni ella misma creía eso.

Si se le hacían familiares las cosas que escuchaba y soñaba…

En cierta manera, sí. Pero no tenía ningún sentido, porque ella nunca había estado ni siquiera cerca de cañones a no ser que fuera frente a su televisor viendo una película. No tenía ningún sentido, ¿verdad? Ella ni siquiera había salido de Storybrooke nunca como para poder decir que en algún momento había estado en algún lugar que por motivos que no comprendía se hubieran quedado grabados en su memoria y se manifestaran asía de esa manera.

Asintió lentamente. Era obvio que estaba tratando de aguantarse las lágrimas y que el aliento le faltaba. Por un instante se tensó toda al sentir como Sydney le pasaba el brazo por los hombros, porque aquello no era algo que hubiera esperado. Claro que le dolía el saber (o sospechar, que confirmación oficial no tenía) que ella tenía eso que tanto había querido. Que comparándose a ella se sentía diminuta y se convencía que Everett había escogido a la psicóloga porque Willow tal vez no tenía nada que ofrecer. La hacía sentirse insegura y muy poca cosa, pero ahora mismo, aquel gesto, por insignificante que pudiera parecer, lo necesitaba con todas sus fuerzas.

Se dejó acercar, tragándose un par de sollozos mientras trataba de tomar aire, de inspirar profundamente a ver si así conseguía tranquilizarse y calmar los latidos de su corazón, tan acelerados que comenzaba a marearse y sentirse mal. Le pedía que no tuviera miedo… pero no sabía si podría evitarlo.

Entonces Sydney le decía que ella también estaba atravesando por algo similar, y Willow no podía creerse lo que oía. Se apartó un poco, no con brusquedad sino tratando de poder verla mejor, secándose algunas lágrimas con la muñeca ya manchada de tierra por haber pasado quien sabía cuánto tiempo perdida en el bosque: bosque que la llamaba con insistencia, con una fuerza que no podía explicar, como si necesitara estar ahí, como si aquel fuera el lugar que nunca debió de haber dejado…

– Tú… ¿Tú también?... – Balbucéo con timidez, sus ojos claros recorriéndole el rostro con algo de desesperación. ¿También escuchaba cosas? No, no exactamente. Lo de ella eran sueños, imágenes extrañas pero que a fin de cuentas no era muy distinto de lo que le ocurría a ella.

De alguna manera, escuchar que no era la única con aquellos episodios tan extraños le hizo calmarse un poco. Tomó aire una vez más, dejándose hacer con docilidad cuando le apartaba aquel mechón rubio del rostro. Darle algo para poder dormir. ¿Algún medicamento? Volvió a asentir. Nunca había tomado medicinas para nada… ni siquiera vitaminas. No recordaba la última vez que se hubiera enfermado pero… con tal de sentirse un poco mejor, lo que fuera…

Quería creerle cuando decía que todo pasaría, en verdad que sí, pero no podía hacerlo. No hasta tener las respuestas que necesitaba y descifrar porqué le estaba pasando eso, aunque por desgracia no le iba a ser tan fácil como robar una contraseña y adentrarse en los archivos de alguien más.

Suspiró y cerró los ojos. Ojalá todos los problemas pudieran resolverse con algo tan sencillo como tomar una pastilla. Pero no había químico que fuera a arreglar el mal sabor que le quedaba tras la confesión que Grace le había hecho en su casa, ni la horrible situación en la que se encontraba con Khai, ni las heridas en su corazón a causa del rechazo…

- Oye… quiero que sepas que… no voy a darles problemas… – Confesó en un hilo de voz sin poder mirarla a los ojos. Se refería a ella y Everett, por supuesto. No sabía que eran oficialmente pareja, tampoco que Sydney había estado en la habitación del profesor esa mañana que había ido a despedirse de él – y mejor que nunca lo supiera porque aquello habría sido demasiado duro -, pero había cosas que no se podían ocultar, y a ella no se le olvidaba la manera en que los había visto andar de la mano esa noche en la playa. No era el mejor momento, pero sentía que tenía que decirlo, tal vez correspondiendo a la confianza que ella le mostró al contarle de sus propias experiencias extrañas. Claro que hubiera dado cualquier cosa porque Everett la quisiera a ella y estuvieran juntos… pero eso no había pasado… y podía ser muy caprichosa y era horriblemente celosa pero…