Un desayuno con buena compañía {Savannah}

7:15 am.

Hora de levantarse Savannah.

La morena abrió los ojos en medio de la penumbra, pues solo unos rayitos que apenas se percibían de luz entraban por los pequeños huecos de las persianas cerradas. Oía la respiración de Robert junto a ella, aunque de no ser así habría sabido que estaba allí. Notaba su presencia y a pesar de todo no pudo evitar sonreír. En parte tenía que admitir que tenía que sentirse afortunada de que alguien la quisiese tanto como para llegar a ponerse celoso, ¿no? El caso es que el sentimiento de asfixia empezaba a desesperarla. Tenía la sensación de tener que ir siempre con pies de plomo en cuanto a sus relaciones se refería para no encender aquel botón en Robert.

Apartó las sabanas con cuidado de no despertarle antes de dirigirse al baño. Se vio reflejada en el espejo unos segundos antes de desviar la mirada y agarrar el cepillo del pelo para peinarse bien el largo cabello moreno. Salió de vuelta al dormitorio y tomó unos tejanos y una blusa del armario. Se quitó el camisón y se puso la ropa antes de volver a entrar en el baño, esta vez para lavarse los dientes. Por último, echó una última mirada a Robert que aún dormía, dejó la puerta entornada antes de tomar el bolso y salir de la casa.

En realidad, faltaba aún bastante para que fuese la hora a la que había quedado con Fionna, pero Savannah siempre había sido una persona a la que le gustaba pasear por el pueblo y saludar a los demás que como ella madrugaban. Al primero al que se encontró fue al Sr. Gold que como siempre era de los primeros en abrir el negocio. A pesar de las malas vibraciones que le transmitía el hombre, la mujer le sonrió al tiempo que él la saludaba con la mano antes de desaparecer dentro de su tienda.

Ella por su parte siguió andando. Ya estaba cerca de Granny’s y al mirar su reloj de pulsera para comprobar la hora vio que ya era casi la hora a la que había quedado con Fionna. Al final, el paseo sí que había sido rentable y útil después de todo. Había despejado la cabeza después del sueño y consumido el tiempo hasta su encuentro con la pelirroja. Sonrió al tiempo que llegaba al restaurante y subía los peldaños que llevaban a la puerta. La típica campanita avisando de un nuevo cliente sonó nada más abrir la mujer la puerta, que con sus ojos marrones barrió la zona encontrando enseguida aquella melena pelirroja que caracterizaba a su amiga.

Saludó a las camareras que se encontraban en el lugar y a la dueña (allí todos se conocían bastante bien) antes de caminar con decisión hasta la mesa donde estaba sentada su amiga. Buenos días Fly... – esbozó una dulce sonrisa al tiempo que se sentaba frente a la muchacha apoyando ambos codos sobre la mesa y enmarcando su rostro en sus manos – ¿Cómo amaneciste hoy? – A ella se le notaba que había amanecido bien. Se le notaba en la gran sonrisa que iluminaba su rostro y en la forma como brillaban sus ojos – Hoy tiene pinta de que va a hacer buen día - dijo refiriéndose al clima en Storybrooke, pues había vuelto unos segundos la mirada hacia la ventana antes de volver a posarla en su amiga y pasarse sus dos manos por las piernas, antes de volver a dejarlas sobre la mesa, pero esta vez cruzadas, una encima de la otra.

Le alegraba saber que había amanecido bien, alegre y con ganas de enfrentarse al nuevo día. Le hubiese gustado gozar siempre de esa seguridad, porque tenía que admitir que había aspectos en su vida ante los que se encontraba ligeramente insegura y no sabía cómo actuar. Cómo si aún fuese una niña de diecinueve años. Frunció el ceño intentando encontrar algo en su mente pero a los pocos segundos desistió. Parecía no encontrarlo.

- Sí, la verdad que no me puedo quejar. Creo que hoy va a ser un buen día en todos los aspectos – Sonrió divertida sin poder evitar echar un vistazo al reloj que había en lo alto de la pared tras la barra. Un vistazo fugaz, pero que le bastó para saber cuánto tiempo faltaba. Bueno, mejor que se quitara ese pensamiento de encima o no iba a disfrutar de aquel desayuno de la manera como lo había planeado.

Tan absorta había estado que ni se había dado cuenta de que la camarera estaba allí. Justo frente a ellas y que Fionna la miraba. ¿Le habían preguntado que quería? Esbozó una lenta sonrisa hacía la chica que estaba sirviendo los desayunos en ese momento – Pues... Un café con leche y... tortitas de esas que os salen tan buenas – Volvió a esbozar otra sonrisa. Por un momento pensó en pedirlo tal y como a ella le gustaba, pero después de pensárselo unos segundos decidió que mejor no. Así estaba bien. – ¿Las has probado alguna vez? Las tortitas, digo... Están deliciosas – Cerró los ojos al tiempo que decía eso y una pequeña y casi imperceptible sonrisa aparecía en su rostro.

Abrió los ojos al tiempo que echaba una ojeada a su alrededor para ver quien había por allí a esas horas. Casi todos los presentes eran conocidos, pero sobretodo aquellas personas de Storybrooke que madrugaban porque tenían que ir a sus respectivos trabajos. Como ella.

- ¿Un paseo después de trabajar? ¡Por supuesto! Podríamos ir a la playa. Me encanta sentir la brisa del mar contra el rostro – Aunque en ese momento no lograba ubicar en su mente porque. Cualquiera diría que se había levantado más espesa de lo normal, que tenía el cerebro nublado y por eso no alcanzaba esos recuerdos que parecían estar escondidos en lo más hondo de la misma – No te preocupes por Robert. No le importará. Somos amigas y entiende que quiera pasar rato con vosotras – Hizo un gesto con la mano como quitándole importancia a lo que acababa de decir Fionna. En realidad, se le estaba quitando, por aunque luego empezara a darle vueltas y vueltas y más vueltas, por el momento iba a quitarle toda la importancia. No tenía ganas de comerse la cabeza en ese momento. En absoluto. – Además seguro que tiene bastante trabajo en la oficina del Sheriff... Sino, le dejaré una nota en casa para que no se preocupe. Puedes pasarte a recogerme por allí. Si quieres.

Se apartó ligeramente en el momento en que volvía la camarera con lo que habían pedido, que lo dejó todo perfectamente sobre la mesa – Gracias – Dijo la joven sonriendo a la chica antes de que se fuera, para después empezar a remover con la cucharilla el café con leche. El aroma de las tortitas inundo sus fosas nasales y hizo que su estómago rugiera de hambre. – Cuéntame... ¿Ya has cuidado a tu niña o niño de hoy o es la primera vez? ¡Quiero saber cosas! Ya sabes..., me encantan los niños. Creo que me gustaría tener algún día el mío propio – De lo que no estaba segura era de que quisiera tenerlo con Robert. Raro, pero cierto.