Ink & Skin {+18}

Que la ayudara en sus movimientos manteniéndola sujeta por la cadera para que pudiera ir más fuerte y más rápido, así como la manera en que alzaba las caderas para buscar anidar tan profundo como su cuerpo le permitiera recibirlo era algo que le tenía extasiada. Encontraba fascinante la manera en que no solo sus sexos se fundían sino como sus respiraciones se sincronizaban e incluso sus gemidos vibraban al unísono. Le sujetaba del cuello mientras sus piernas hacían gala de fuerza y flexibilidad para tomar impulso y sus besos, si bien se tornaban cada vez más desordenados llevaban impresos aquel halo de instinto primordial que solamente había una manera de satisfacer.

Cada caricia y cada beso la llevaba un paso más cerca de esa tan ansiada explosión, aquella contra la que no iba a pelear y que de hecho esperaba ansiosa llegara arrasando con los dos. Que si bien la manera en que lo miraba era de devoción absoluta mientras iba grabándose a fuego en la piel la certeza de que no quería que nadie más la tocara nunca si a cambio lo tenía a él todas las noches para ella de esa manera.

Llegaba al punto en el que el único ritmo que seguía era el de su corazón desbocado. Mordía su cuello, lamía sus labios y su oreja y clavaba los dedos en sus hombros, en su espalda, no con la suficiente fuerza como para lastimarlo pero tal vez si como para dejar alguna marca con la que sonreiría al mirarse en el espejo y recordar porqué estaba ahí. Era todo demasiado fuerte como para no rendirse, entregarse por completo y dejarse consumir dócil por ese fuego que quemaba de la manera más placentera posible.

Le sonrió escucharlo jadear que no podía más y estaba por terminar. No una sonrisa gentil y amorosa, sino una que lucía orgullosa por saber que lo había llevado hasta aquel punto en el que distinguir la realidad era imposible y lo único que quedaba era dejarse llevar por la corriente que estaba por abatirlo. Era consciente que no se estaban cuidando y no le había importado dejarlo entrar en ella así, de hecho hasta lo había incitado a ello, pero aunque le costara mantener un poco de razón en momentos así lo hizo salir de ella cuando le decía que no podía más. Lo empujó un poco para que se recostara y le fuera más fácil así envolverlo en su mano para bombearlo y guiarle la mano hacia entre sus piernas para que le ayudara a venirse también. Y lo besó con desesperación, recostándose a su lado sin dejar de tocarlo hasta que en cuestión de segundos lo sentía deshacerse en su mano, ella misma uniéndosele poco después.

Lo besó como si se le fuera la vida en ello, negándose a separarse de él aunque fuera para respirar. Le acarició el rostro con la mano que le quedaba libre y sabiendo bien que en su rostro había quedado la sonrisa de enamorada, tan permanente como el delineado en su hombro. Volvió a besarlo mientras se acomodaba sobre su pecho, apoyando el rostro en la curvatura de su cuello que acariciaba con los labios y la punta de su nariz.

- ¿Estás consciente de que ahora no voy a dejar que te vayas?... - Le susurró muy bajito, rodéandolo con sus brazos con ternura. - Voy a querer tenerte aquí todo el día para que satisfagas mis impulsos carnales. Vas a bajar mucho de peso... - No eran precisamente las palabras más románticas y quizá lo que correspondía eran declaraciones dulces, no bromas, pero el tono cómplice con que le susurraba y el brillo en su mirada hablaban más de lo que cualquier discurso haría.

Se sentía feliz.

- ¿Qué clase de paladín eres que prefieres dejar a una pobre damisela indefensa sin techo solo para tener más fácil el follar? – La risa le ganó y escapó de sus labios limpiamente y en aquella euforia no pudo resistir la tentación de volver a besarlo. – Además tu casa es más grande. - Comenzó, por supuesto, por sus labios. Siguió por su cuello, su mejilla, su frente, sin seguir ningún orden en particular ni tampoco pretendiendo volverlo a seducir – no aún, que había que reponer fuerzas - , sino que simplemente expresaba así lo feliz que se sentía. Terminó besándolo detrás del oído, dando un pequeño tironcillo juguetón a su lóbulo mientras sus dedos se desvivían en caricias suaves sobre el pecho del artista, dibujando figuras invisibles en su piel.

No obstante, aquella faceta traviesa y pícara que acababa de traer a la luz en ella, esa que de ahora en adelante tan sólo le pertenecería a él – pues aunque no se hubiera hecho explícitamente la pregunta de si estaban juntos ahora ella lo tomaba como verdad absoluta – se domaba con docidilidad ante la suavidad con la que la besaba. Sus labios se amoldaban a la perfección a los de él, como si se trataran de dos piezas de un rompecabezas que encajaban y al hacerlo todo cobraba sentido.

Cuando tuvo que detenerse para tomar aliento se quedó a apenas milímetros de distancia de su rostro, tanto que al hablar la vibración de su voz aún cosquillearía sobre los labios de Alex. La sonrisa que apareció en su rostro junto con la manera en que sus ojos brillaban bien podría haber iluminado la habitación entera de estar a oscuras. Asintió suavemente sin detener las caricias que le obsequiaba y volvió a acortar la distancia que había entre ellos, continuando con aquel beso dulce y profundo a la vez.

- Te quiero. – Volvió a susurrarle, acariciando su mejilla, y aún sonriente se incorporó sobre la cama. – Digo yo… que para surtir tus nuevas necesidades de proteína te acabas de ganar que cocine la cena, ¿quétal? – Se bajó de la cama con coquetería y le guiñó un ojo, se puso las bragas pero en vez de vestirse con su propia ropa tomó la camiseta de él. Le llegaba a medio muslo de lo largo, pero lo más importante era que tenía su aroma impregnado, además que sabía que a los chicos les encantaba cuando hacían eso. No es que le supusiera mucho complejo correr a la cocina desnuda, pero a fin de cuentas no vivía sola, y aunque a Azula no le importara que llevara compañía masculina al departamento pues había pautas de respeto que seguir, como tratar de ser silenciosa cuando ella estaba y sobretodo no andar por ahí en cueros. – … lueeeego me terminas mi tatuaje. Y después de eso nos regresamos a la cama a seguir haciéndolo hasta que no pueda ni caminar. ¿Plan? – Le sacó la lengua de manera juguetona y luego le lanzó los pantalones a la cama. Parte de la intimidad para Willow era el ser capaz de reír y bromear de esa manera. Se sentía de nuevo como ella misma, cómoda y feliz como nunca.

Y era todo gracias a él.