Espero que nuestro encuentro no inicie una guerra [Brittany C. Johnson]

No le gustaba la gente. Había sentido la necesidad de alejarse de toda civilización que viviese en Storybrooke, el pueblucho donde había acabado sin saber realmente por qué. ¿Qué tenía de especial aquel sitio? Ella no le veía nada de especial... ni siquiera había ritmo, diversión, fiestas en las que pudieras desmelenarte hasta sentir que nada más tiene sentido en la vida que tienes aquí. Eso le enervaba la sangre, ver a tantas personas pero ninguna buscando lo que ella misma hacía: despreocuparse con múltiples luces de colores, música a gran volumen y la sensación de que estaba hecha para esto. Al menos agradecía que en su propia casa pudiera hacer lo que quisiera, allí era de agradecer tanta tranquilidad... los lujos de no vivir con nadie más, sin gente molesta, sin responsabilidades que no pueda dejar para otro día. La gloria.

Ahora buscaba otro tipo de tranquilidad, un lugar que realmente le gustaba, tanto por los misterios que escondía por lo tenebroso que podía convertirse al caer la noche y que toda la oscuridad reinase en cada rincón de ese hermoso establecimiento al aire libre que la naturaleza había otorgado a los alrededores de Storybrooke. Sentía que podía perderse allí, sin la necesidad de verse obligada a llevar algún objeto punzante o a tirar de sus habilidades físicas para salir de una situación de riesgo. Después de todo, había optado por acercarse a dar un paseo por el bosque de bien entrada la tarde y tenía varias horas por delante antes de que cayese la noche, volviendo todo tan espeluznante que los cabellos de la nuca se te herizaban en cuanto notabas la brisa nocturna acariciarte la piel de forma magnética y envolvente.

- Aún quedan cosas buenas aquí, después de todo - resopló, casi agobiada de sentirse demasiado relajada en ese sitio. Necesitaba acción, problemas, algo nuevo que la hiciera sentir totalmente viva, una razón para seguir en este pueblo y no huir despavorida de él en busca de nuevas aventuras que pudieran hacerle sentir la adrenalina que sólo se experimenta en parques de atracciones o deportes de riesgo. Llevaba ya varios días planteándose si provocar ella misma un escándalo, pese a marcarla para toda la vida, pero veía totalmente innecesario ser la delincuente. Aún tenía cierta reputación, pese a no agradarle a casi nadie que cruzase una mirada con ella, normalmente solo se acercaban por su trabajo: su violín. Las notas que salían de éste contradecían totalmente la personalidad de la chica, su exterior, la manera de mostrarse ante los demás. Pero ahora descansaba en un armario, guardado en su casa a buen recaudo, pidiendo a gritos una nueva actuación para sacar todos los sentimientos que alberga en su interior.

Aún a estas horas los pájaros cantaban, amaba la música más que a nada y ese sonido era calmante para sus oídos. Le gustaba la música alta, el ruido, cualquier sonido que a la gente normal desagradaba... pero de igual forma, el piar de los pájaros, un piano, una nana, eran también de su agrado por mucho que nunca llegase a admitirlo abiertamente delante de alguien y mucho menos si se trataba de un grupo de gente. Ese tipo de cosas era mejor que sólo las conociera ella misma, a nadie más le interesaba conocerla tanto, con saber cómo era superficialmente era suficiente para que decidieran si quedarse o no a su lado. Normalmente se daba la segunda opción, algo que agradecía, no todo el mundo era digno de encontrarse a su lado... sí, tenía ese lado selectivo, un poco injusto con el resto.

Llevaba un largo rato andando buscando llegar hasta el corazón del bosque, donde la espesura de las copas de los árboles era mayor y los rayos del sol entraban con mucha más dificultad que en su inicio. Allí podrían verse mejor animales salvajes correteando por el lugar, sobre todo si llevas pasos decididos y silenciosos como un ladrón experto en robar objetos de gran valor en lugares con total vigilancia. Se subió en un árbol, optando por dejar a su lado simio salir pero con muy mala suerte de acabar nuevamente en el suelo. Se quedó sentada en el mismo sitio, frotándose la parte baja de la espalda resentida por el golpetazo y con una mueca de total dolor en su rostro rompiendo la inexpresividad y el enigma que poseía desde hacía rato. El estruendo había espantado a algunos pájaros, cortando su cantar, y alguna que otra ardilla huyó despavorida.

- Argh... ¿cómo narices he podido resbalarme así? - Se reprochó, alzando sus ojos azules hasta la rama a la que pretendía llegar.