¿Hablamos de una boda o de una guerra? - Akeiyla -

Cierro la puerta de cristal de la floristería tras de mi al salir, escuchando las mismas campanitas que se escuchan al entrar. Suspiro y me abrocho bien la cazadora. Tan cerca de la boda y cada día hace mas frío... menos mal que ninguno somos demasiado frioleros. Saco mi movil y tacho de la lista las flores. Aun quedan tres semanas, pero me han asegurado que tendrán todos los lirios listos. No tenía demasiado presente la forma de la flor antes de ir, pero cuando me la han enseñado he entendido enseguida el porque del favoritismo de Zack por esas flores.
Repaso la lista rápidamente de un solo vistazo. Las flores, los trajes, la iluminación, las sillas, las mesas, la preparación del altar... todo eso esta listo y preparado. Mi vista se queda fija por un momento en un punto de la lista. Catering. Recuerdo las palabras de Zack y miro a ambos lados de la calle hasta que fijo mi mirada en el cartel del herbolario de la vieja Ake. Es probable que la encuentre allí siendo un día entre semana por la mañana. Suspiro, pues sé que la mujer es bondadosa como ninguna pero también terca como ella sola. Voy a necesitar de toda mi palabrería para convencerla de lo que me propongo. Pero eh, yo consigo todo aquello que me planteo.
Cruzo la calle y me encamino hacia el establecimiento, abriendo la puerta y pasando dentro, saludando con una sonrisa a la mujer, que eleva la vista en cuanto oye la campanilla de entrada. Me aparto de la puerta y espero al fondo de la tienda a que acabe con el cliente al que está atendiendo. Me conoce, pues pese a ser algo raro en alguien como yo, me gustan mucho los tés, pero no los de bolsita, sino los preparados a mano y al gusto. Por eso muchas veces le he comprado hierbas.
El hombre al que atendía sale a toda prisa y me deja algo extrañado. Que tipo tan raro. Hola señorita. Siempre me ha parecido una persona con la que puedo permitirme bromear sin temor a que se ofenda. Antes de que digas nada, vengo a negociar esa propuesta que le has hecho a Zack. Ya sabes que no pienso permitir que te encargues de todo y aun encima lo pagues. No es justo. Además, eres una invitada de honor, no puedes dedicarte a ir entre fogones y servir mesas. Me muestro tranquilo, con una mano apoyada sobre el mostrador y la otra en mi bolsillo, con la cazadora semi desabrochada, pero sin embargo le muestro una mirada seria y desafiante, dandole a entender que no daré el brazo a torcer.