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En busca de diversión [Libre]
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En busca de diversión [Libre]
Era un rollo, un completo rollo. Se estaba cansando ese día, ya se había zampado como dos barras de pan a bocados y se estaba empezando a aburrir demasiado, ya ni comer le saciaba la sed de diversión. Andaba por la calle, no muy lejos de los comercios y tiendas. ¿Sería muy típico intentar robar una cartera? No, desde luego, no se robaban carteras todos los días, pero el plan se iba un poco a pique al ver que en las calles no había ni un alma. Vale que fuera domingo al medio día, pero... Tanto como parecer aquello un desierto... En las tiendas parecía haber gente (no tanto como de costumbre), pero robar en la calle era siempre más seguro, pues lograba esquivar a la persona a la que había robado (en caso de que ésta se diera cuenta) saltando muros y jardines... Aunque luego fuera descubierto por agentes o el mismísimo Sheriff.
Pero al parecer ese día la suerte no estaba de su parte, eso visto desde su punto de vista travieso, claro. ¿El destino quería que entrara dentro de un establecimiento? ¿Quizás el centro comercial? Ahí sí que había más gente, no tanto como era habitualmente pero... ¡Serviría! Además, en cierta manera era mejor que no hubiera tantas personas por en medio, así sería más fácil escapar, y más en un sitio cerrado como aquél. Tenía que tenerlo todo planeado, y, por supuesto, llevaba su sudadera puesta con capucha, la cual decidiría ponerse más tarde... justo antes de pasar a la acción.
Hasta encontrar a alguien despistado a quien poder "saquear", decidió dar unas vueltas por el lugar, viendo escaparates repletos de artículos de deportes, no hablemos ya de ropa, cafeterías, accesorios... Y... ¿Una heladería? Se acercó para ver que variedad de productos había... ¡ey, se le había ocurrido una idea!
- ¡Deme un helado de pistacho, por favor! - sí, era inevitable no clavar los ojos en ese verde vivo que le llamaba desde el otro lado del cristal. La mujer no tardó en servirle, pero a punto estuvo de dejar caer la bola en un cono de galleta cuando Gary alzó la voz - ¡NO! No, ahí no... ¿Me lo puede poner en una tarrina? Me dará pena desperdiciar la galleta...
La mujer frunció el ceño extrañada por lo que le acababa de decir el muchacho, y no lo neguéis queridos lectores, vosotros también lo estáis y os morís de ganas de saber que hará con esa bola de helado, ¿verdad?
- Ah, y póngame dos, por favor... Con saborearlo no me basta, quiero una bola entera para mí - Exigió dejando las monedas al alcance de la mujer. Y ahora todavía tienes más ganas de saber, ¿verdad? Pues la señora que le vendía el helado perdió todo interés, pensando que simplemente eran cosas de críos. Tú eso no lo piensas así ¿verdad? ¿O quizás sí eran tan sólo tonterías de la edad? Bueno, quizás pronto se descubriría. Por el momento, Gary iba saboreando con una cucharilla el helado, como haría cualquier otra persona mientras seguía con su tranquilo paseo. Y de repente, como quien no quiere la cosa... ¡pluf! Ahí estaba su objetivo, distraído, mirando a saber tú qué, pero precisamente sin prestar demasiada atención a su alrededor. El que sí miró a un lado y a otro fue Gary, para asegurarse quien estuviera mirando y quien no, y una vez estuvo seguro se dirigió sigilosamente hacia esa persona aparentemente distraída, pero antes colocándose el gorro de la sudadera y dándole unos lametazos más al helado, sin necesidad de cucharilla.
Un pasito silencioso, otro más a espaldas de esa pobre persona... "¡Vamos, vamos, Gary! ¡Que ya estás! ¡Que te falta poco para llegar a su bolsillo sin que te descubra, que sigue en su mundo. Alarga un poco más tu brazo... Y como una pinza, ¡voilà! Tienes la cartera entre tus manos Gary... Ahora sólo falta apartarte de esa persona disimuladamente sin llamar la atención... Sí... así mismo... Dale un bocado a tu helado como si nada hubiese pasado..." Y dio unos escasos pasos hacia atrás, aunque algo le decía en su interior que no debería haber hecho eso, que en menos que canta un gallo se arrepentiría y que esa persona a la que le había robado la cartera, no era un despistado cualquiera, ¿o sí? La cuestión es que aún no estaba fuera de peligro, ni mucho menos... Todavía tenía esa persona a un metro de distancia, y ni siquiera se había guardado la cartera ajena en el bolsillo de la sudadera. La tensión en su cuerpo estaba en su mayor explendor, era una sensación parecida a la que se tenía antes de morir, sí, semejante quizás... Con la adrenalina que le salía hasta por las orejas.
Pero al parecer ese día la suerte no estaba de su parte, eso visto desde su punto de vista travieso, claro. ¿El destino quería que entrara dentro de un establecimiento? ¿Quizás el centro comercial? Ahí sí que había más gente, no tanto como era habitualmente pero... ¡Serviría! Además, en cierta manera era mejor que no hubiera tantas personas por en medio, así sería más fácil escapar, y más en un sitio cerrado como aquél. Tenía que tenerlo todo planeado, y, por supuesto, llevaba su sudadera puesta con capucha, la cual decidiría ponerse más tarde... justo antes de pasar a la acción.
Hasta encontrar a alguien despistado a quien poder "saquear", decidió dar unas vueltas por el lugar, viendo escaparates repletos de artículos de deportes, no hablemos ya de ropa, cafeterías, accesorios... Y... ¿Una heladería? Se acercó para ver que variedad de productos había... ¡ey, se le había ocurrido una idea!
- ¡Deme un helado de pistacho, por favor! - sí, era inevitable no clavar los ojos en ese verde vivo que le llamaba desde el otro lado del cristal. La mujer no tardó en servirle, pero a punto estuvo de dejar caer la bola en un cono de galleta cuando Gary alzó la voz - ¡NO! No, ahí no... ¿Me lo puede poner en una tarrina? Me dará pena desperdiciar la galleta...
La mujer frunció el ceño extrañada por lo que le acababa de decir el muchacho, y no lo neguéis queridos lectores, vosotros también lo estáis y os morís de ganas de saber que hará con esa bola de helado, ¿verdad?
- Ah, y póngame dos, por favor... Con saborearlo no me basta, quiero una bola entera para mí - Exigió dejando las monedas al alcance de la mujer. Y ahora todavía tienes más ganas de saber, ¿verdad? Pues la señora que le vendía el helado perdió todo interés, pensando que simplemente eran cosas de críos. Tú eso no lo piensas así ¿verdad? ¿O quizás sí eran tan sólo tonterías de la edad? Bueno, quizás pronto se descubriría. Por el momento, Gary iba saboreando con una cucharilla el helado, como haría cualquier otra persona mientras seguía con su tranquilo paseo. Y de repente, como quien no quiere la cosa... ¡pluf! Ahí estaba su objetivo, distraído, mirando a saber tú qué, pero precisamente sin prestar demasiada atención a su alrededor. El que sí miró a un lado y a otro fue Gary, para asegurarse quien estuviera mirando y quien no, y una vez estuvo seguro se dirigió sigilosamente hacia esa persona aparentemente distraída, pero antes colocándose el gorro de la sudadera y dándole unos lametazos más al helado, sin necesidad de cucharilla.
Un pasito silencioso, otro más a espaldas de esa pobre persona... "¡Vamos, vamos, Gary! ¡Que ya estás! ¡Que te falta poco para llegar a su bolsillo sin que te descubra, que sigue en su mundo. Alarga un poco más tu brazo... Y como una pinza, ¡voilà! Tienes la cartera entre tus manos Gary... Ahora sólo falta apartarte de esa persona disimuladamente sin llamar la atención... Sí... así mismo... Dale un bocado a tu helado como si nada hubiese pasado..." Y dio unos escasos pasos hacia atrás, aunque algo le decía en su interior que no debería haber hecho eso, que en menos que canta un gallo se arrepentiría y que esa persona a la que le había robado la cartera, no era un despistado cualquiera, ¿o sí? La cuestión es que aún no estaba fuera de peligro, ni mucho menos... Todavía tenía esa persona a un metro de distancia, y ni siquiera se había guardado la cartera ajena en el bolsillo de la sudadera. La tensión en su cuerpo estaba en su mayor explendor, era una sensación parecida a la que se tenía antes de morir, sí, semejante quizás... Con la adrenalina que le salía hasta por las orejas.
Gary B. Roland- Fauna
- Soy : Meeko
Mensajes : 45
Empleo /Ocio : Robarte y gastarte bromas
Localización : Callejuelas de Storybrooke
Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: En busca de diversión [Libre]
A decir verdad era raro que sus días de descanso cayeran en fin de semana, pero cuando así ocurría, Simone trataba de aprovecharlos al máximo, más de lo que haría cualquier otro día que cayera entre lunes y viernes. Si era la novata en la Protectora de animales era de esperar que le iban a tocar siempre los peores turnos hasta que se fuera haciendo de respeto entre sus colegas. Como con los enfermeros y los doctores recién graduados, vamos: siempre los más desvelados y los que trabajaban en las fiestas cuando nadie más lo hacía. Aún así no se veía dedicándose a nada más que la veterinaria, tal vez a excepción de la cocina, que era lo que ella consideraba su segunda pasión.
Cuando le sobraba algo de dinero a Simone le encantaba pasarse por el centro comercial y abastecerse de cuanto material y herramienta nueva encontrara; nuevas ollas y sartenes, boquillas para repostería, un juego de cuchillos nuevos o colorantes vegetales. La cocina de su departamento no era muy grande pero de alguna manera se las arreglaba para acomodar todo ahí. Cuando tuviera unos años de ahorrar tan disciplinadamente como lo hacía, iba a buscarse una casa propia. Una que no fuera muy lujosa, que pudiera ir pagando sin necesidad de hipotecas, pero lo primordial sería que tuviera una buena cocina para poder invitar a sus amigos y prepararles algo de comer en condiciones.
Pues bien, ese domingo sería domingo de compras. Necesitaba un nuevo par de zapatillas deportivas, porque las que tenía ya se las había gastado en el trabajo. Tras haberlas conseguido y sacarse el apuro de encima, ahora sí, podía darse una vuelta por la tienda de cocina y ver que encontraba de nuevo. En el escaparate anunciaban un nuevo carrier para muffins, de aquellos que te permitían llevar hasta dos docenas de aquí para allá bien guardaditos sin que se aplastaran o arruinaran el betún con el movimiento. Tentador, muy tentador… igual y llegando a casa se ponía a hornear algo y lo llevaba por la mañana al trabajo como un gesto amistoso con su jefe y compañeros, no sonaba nada mal.
Era ahí frente a aquella vitrina que había caído como blanco del descarado ladronzuelo. Allí estaba ella de brazos cruzados y sosteniendo la enorme bolsa que llevaba dentro la caja con sus zapatos nuevos. No sospechaba de nada, por supuesto, ¡cómo iba a imaginarse ella que alguien le quería robar la cartera! Si precisamente por eso no llevaba bolso, como iba a andar todo el día dando vueltas, siempre le había parecido que sería más sencillo que alguien con malas intenciones le arrebatar el bolso y la empujara, a que le metiera la mano por los pantalones sin darse cuenta.
Porque ahí era donde el plan del ladrón fallaba. Tal vez sacar la cartera de los bolsillos de un pantalón cubriendo un culo plano sería más sencillo. Pero lo único plano que Simone tenía era su tabla de picar y esa estaba bien guardada en casa. Simple física, que el movimiento de sacarle la billetera había causado resistencia, y eso a ella le había alertado al instante.
El detalle era que no sospechaba que se trataba de alguien que pretendía hacerse de sus dólares bien ganados con mucho esfuerzo. Ah no, ella creía que se trataba de uno de esos cerdos cualesquiera que creía que podía llegar y frotarse contra una y salir tan campantes. Pues ni tonta ni lenta Simone cogió la bolsa de sus zapatos con ambas manos y dio la media vuelta con tanta fuerza que su compra se había vuelto una especie de catapulta que cobraba impulso con la única intención de darle al majadero la bofetada de su vida. – ¡QUIETO! ¡PERVERTIDO! – ¡Zas! ¡En toda la cara del perpetrador! Del que ahora se daba cuenta tenía mofletes de bebé… ¿¿y su billetera en las manos?? OH HELL NO.
Cuando le sobraba algo de dinero a Simone le encantaba pasarse por el centro comercial y abastecerse de cuanto material y herramienta nueva encontrara; nuevas ollas y sartenes, boquillas para repostería, un juego de cuchillos nuevos o colorantes vegetales. La cocina de su departamento no era muy grande pero de alguna manera se las arreglaba para acomodar todo ahí. Cuando tuviera unos años de ahorrar tan disciplinadamente como lo hacía, iba a buscarse una casa propia. Una que no fuera muy lujosa, que pudiera ir pagando sin necesidad de hipotecas, pero lo primordial sería que tuviera una buena cocina para poder invitar a sus amigos y prepararles algo de comer en condiciones.
Pues bien, ese domingo sería domingo de compras. Necesitaba un nuevo par de zapatillas deportivas, porque las que tenía ya se las había gastado en el trabajo. Tras haberlas conseguido y sacarse el apuro de encima, ahora sí, podía darse una vuelta por la tienda de cocina y ver que encontraba de nuevo. En el escaparate anunciaban un nuevo carrier para muffins, de aquellos que te permitían llevar hasta dos docenas de aquí para allá bien guardaditos sin que se aplastaran o arruinaran el betún con el movimiento. Tentador, muy tentador… igual y llegando a casa se ponía a hornear algo y lo llevaba por la mañana al trabajo como un gesto amistoso con su jefe y compañeros, no sonaba nada mal.
Era ahí frente a aquella vitrina que había caído como blanco del descarado ladronzuelo. Allí estaba ella de brazos cruzados y sosteniendo la enorme bolsa que llevaba dentro la caja con sus zapatos nuevos. No sospechaba de nada, por supuesto, ¡cómo iba a imaginarse ella que alguien le quería robar la cartera! Si precisamente por eso no llevaba bolso, como iba a andar todo el día dando vueltas, siempre le había parecido que sería más sencillo que alguien con malas intenciones le arrebatar el bolso y la empujara, a que le metiera la mano por los pantalones sin darse cuenta.
Porque ahí era donde el plan del ladrón fallaba. Tal vez sacar la cartera de los bolsillos de un pantalón cubriendo un culo plano sería más sencillo. Pero lo único plano que Simone tenía era su tabla de picar y esa estaba bien guardada en casa. Simple física, que el movimiento de sacarle la billetera había causado resistencia, y eso a ella le había alertado al instante.
El detalle era que no sospechaba que se trataba de alguien que pretendía hacerse de sus dólares bien ganados con mucho esfuerzo. Ah no, ella creía que se trataba de uno de esos cerdos cualesquiera que creía que podía llegar y frotarse contra una y salir tan campantes. Pues ni tonta ni lenta Simone cogió la bolsa de sus zapatos con ambas manos y dio la media vuelta con tanta fuerza que su compra se había vuelto una especie de catapulta que cobraba impulso con la única intención de darle al majadero la bofetada de su vida. – ¡QUIETO! ¡PERVERTIDO! – ¡Zas! ¡En toda la cara del perpetrador! Del que ahora se daba cuenta tenía mofletes de bebé… ¿¿y su billetera en las manos?? OH HELL NO.
Simone Brendan- Chicas de Storybrooke
- Soy : Secreto!/ Veterinaria
Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 15/07/2012
Re: En busca de diversión [Libre]
Parecía que lo tenía bajo control, que en menos que canta un gallo podría apartarse de ahí sin que la mujer se diera cuenta de que ya no llevaba consigo la cartera. Le dio otra lametada al helado pero, en un rápido movimiento que pilló totalmente desprevenido a Gary, la mujer se dio la media vuelta, dándole en la mejilla con las bolsas que llevaba en la mano. El joven perdió el equilibrio, cayendo al suelo si no fuera porque amortiguó con una de sus manos apoyada en el suelo. El helado acabó desperdiciado en el suelo, ¡ni siquiera pudo utilizarlo para tirárselo encima a esa mujer! La cartera tampoco estaba ya entre sus manos.
- ¡Ah!... - exclamó acompañado por un gemido de dolor mientras se llevaba las manos a la mejilla. Si fuera un blandegue juraría que bien podría haberle roto una muela. Se decidió a mirar el rostro de quien había hecho eso; le sonaba haberla visto (solía pasarle eso con todos los habitantes de Sotrybrooke), de piel morena. Decidió ponerse en pié impulsándose con la mano con la que se había amortiguado antes de casi caer de lado al suelo por el impulso, con una cara de pocos amigos - ¡Qué bestia! ¡A poco me arrancas la cabeza, vieja! - exclamó malhumorado, mirando con rabia y con ganas de asesinar a esa mujer. Y sí, por si no era evidente, Gary no tenía pelos en la lengua a la hora de dirigirse a cualquier persona que se cruzara por la calle....
... Y espera, ¿Le acababa de llamar pervertido? ¿No le llamaba ni ladrón, ni cabrón, ni ladronzuelo ni delincuente? ¿Pervertido, así, sin más? ¿Eso era lo primero que se le pasaba por la cabeza a esa mujer cuando notaba algo raro en sus bolsillos?
- ¿Pervertido? ¿Yo? ¡Más quisieras! A ver si la pervertida vas a ser tú - le respondió, seguramente perdiendo todo el encanto que pudiera llegar a trasmitir su físico. Es verdad que habían chicos en su clase que ya comenzaban a fijarse en las tías, pero él por lo pronto rehuía de esas cosas, sólo le importaba la cartera con el dinero y ya. Ahora venía la cuestión clave; ¿Debía salir de ahí o quedarse donde estaba? La había "cagado" porque la mujer ya le había visto la cara, por mucha capucha que llevara encima, huyera o no podría reconocerlo y no es que Storybrooke fuera demasiado grande como para esconderse indefinidamente de la policía. Ni siquiera iba a preguntarle a esa mujer si iba a llamarlos, no quería mostrarse como un cobardica porque no lo era; Ahora, en cuanto viera que sacaba un móvil o algo semejante, tomaría medidas. Estaba preparado para cualquier movimiento que pudiera delatarlo. Alguna que otra mirada se posó sobre ellos, de gente que también compraba o paseaba por el Centro, pero por suerte para él, el lugar estaba medio vacío.
- ¡Ah!... - exclamó acompañado por un gemido de dolor mientras se llevaba las manos a la mejilla. Si fuera un blandegue juraría que bien podría haberle roto una muela. Se decidió a mirar el rostro de quien había hecho eso; le sonaba haberla visto (solía pasarle eso con todos los habitantes de Sotrybrooke), de piel morena. Decidió ponerse en pié impulsándose con la mano con la que se había amortiguado antes de casi caer de lado al suelo por el impulso, con una cara de pocos amigos - ¡Qué bestia! ¡A poco me arrancas la cabeza, vieja! - exclamó malhumorado, mirando con rabia y con ganas de asesinar a esa mujer. Y sí, por si no era evidente, Gary no tenía pelos en la lengua a la hora de dirigirse a cualquier persona que se cruzara por la calle....
... Y espera, ¿Le acababa de llamar pervertido? ¿No le llamaba ni ladrón, ni cabrón, ni ladronzuelo ni delincuente? ¿Pervertido, así, sin más? ¿Eso era lo primero que se le pasaba por la cabeza a esa mujer cuando notaba algo raro en sus bolsillos?
- ¿Pervertido? ¿Yo? ¡Más quisieras! A ver si la pervertida vas a ser tú - le respondió, seguramente perdiendo todo el encanto que pudiera llegar a trasmitir su físico. Es verdad que habían chicos en su clase que ya comenzaban a fijarse en las tías, pero él por lo pronto rehuía de esas cosas, sólo le importaba la cartera con el dinero y ya. Ahora venía la cuestión clave; ¿Debía salir de ahí o quedarse donde estaba? La había "cagado" porque la mujer ya le había visto la cara, por mucha capucha que llevara encima, huyera o no podría reconocerlo y no es que Storybrooke fuera demasiado grande como para esconderse indefinidamente de la policía. Ni siquiera iba a preguntarle a esa mujer si iba a llamarlos, no quería mostrarse como un cobardica porque no lo era; Ahora, en cuanto viera que sacaba un móvil o algo semejante, tomaría medidas. Estaba preparado para cualquier movimiento que pudiera delatarlo. Alguna que otra mirada se posó sobre ellos, de gente que también compraba o paseaba por el Centro, pero por suerte para él, el lugar estaba medio vacío.
Gary B. Roland- Fauna
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Localización : Callejuelas de Storybrooke
Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: En busca de diversión [Libre]
- ¡Pues bien merecido te lo tienes, mocoso! - No demoró absolutamente nada en responder a sus reclamos. ¿Que si le amedrentaba la manera en que le miraba con odio y empezaba a gritarle sandeces? Por favor, si tenía como trece años o algo así. ¡Que incordio! Con la poca paciencia que Simone tenía para personas así. Y no se le veía ni un poco preocupada o con remordimiento por haberle pegado tan duro a un chiquillo, no señor. Le sostenía firme la mirada, que ella no se intimidaba fácil y menos por alguien como él.
Sólo una vez la habían asaltado en Storybrooke y se atrevía a decir que era uno de los pocos incidentes que llegaban a darse en el pueblo de esa índole. Y ni siquiera había sido un atraco directo contra ella, sino que había ocurrido que estaba comprando un refresco en el autoservicio justo al momento en el que un par de hombres llegaban, arma en mano, pidiendo el dinero de la registradora. Claro, cuando hay pistolas involucradas la cosa es más seria y atemorizante, no era el caso con carteristas prepúberes. Y si mal no recordaba la policía había atrapado a aquellos ladrones unas horas después.
- Pervertido por andar manoseando culos y ladronzuelo de poca monta aparte de todo. ¿Qué te crees? ¿Que no tienes mejores cosas en las que perder el tiempo? - Mantenía los brazos en jarra y se inclinaba ligeramente hacia adelante, como tratando de quedar mejor a su altura, y de la manera más rematadamente "adulta" de todas le dio tremenda colleja de aquellas que las madres se gastan cuando has metido la pata hasta el fondo.
Si, con capucha y todo ya le había visto bien la cara y ella por lo menos no ea de las que olvidaban un rostro. Ahora, que llamar a la policía... quizá no debería de ser así, pero le parecía algo excesivo. Era un crío. En teoría una buen escarmiento debería de bastar, ¿que no? O tal vez estaba siendo demasiado ingenua al respecto...
Antes de que cualquier otra cosa pasara alcanzó su cartera que estaba en el piso junto al tarro de helado derramado. Que no, que no se la iba a quitar. Trabajaba mucho para ganar su dinero, por poquito que este pudiera ser, y no iba a dejar que el mocoso ese se lo robara. Si quería dinero eso era lo que él también debería estar haciendo, trabajando. ¡Era un Centro Comercial! Los trabajos a medio tiempo para adolescentes abundaban en el lugar.
- Vacíate los bolsillos. - Se cruzó de brazos, una mirada penetrante en sus ojos y una ceja bien en alto. Si a ella ya le había intentado robar bien podía ser que no fuera la primera víctima del día. Lo que había que ver. ¿Y sus padres? ¿Es que nadie le había enseñado que eso no estaba bien? De sobra decir que, o le hacía caso, o entonces si se ponía a gritar como loca llamando a Seguridad, pero esperaba fuera sensato y pudieran arreglar las cosas entre ellos dos, ¿verdad?
Sólo una vez la habían asaltado en Storybrooke y se atrevía a decir que era uno de los pocos incidentes que llegaban a darse en el pueblo de esa índole. Y ni siquiera había sido un atraco directo contra ella, sino que había ocurrido que estaba comprando un refresco en el autoservicio justo al momento en el que un par de hombres llegaban, arma en mano, pidiendo el dinero de la registradora. Claro, cuando hay pistolas involucradas la cosa es más seria y atemorizante, no era el caso con carteristas prepúberes. Y si mal no recordaba la policía había atrapado a aquellos ladrones unas horas después.
- Pervertido por andar manoseando culos y ladronzuelo de poca monta aparte de todo. ¿Qué te crees? ¿Que no tienes mejores cosas en las que perder el tiempo? - Mantenía los brazos en jarra y se inclinaba ligeramente hacia adelante, como tratando de quedar mejor a su altura, y de la manera más rematadamente "adulta" de todas le dio tremenda colleja de aquellas que las madres se gastan cuando has metido la pata hasta el fondo.
Si, con capucha y todo ya le había visto bien la cara y ella por lo menos no ea de las que olvidaban un rostro. Ahora, que llamar a la policía... quizá no debería de ser así, pero le parecía algo excesivo. Era un crío. En teoría una buen escarmiento debería de bastar, ¿que no? O tal vez estaba siendo demasiado ingenua al respecto...
Antes de que cualquier otra cosa pasara alcanzó su cartera que estaba en el piso junto al tarro de helado derramado. Que no, que no se la iba a quitar. Trabajaba mucho para ganar su dinero, por poquito que este pudiera ser, y no iba a dejar que el mocoso ese se lo robara. Si quería dinero eso era lo que él también debería estar haciendo, trabajando. ¡Era un Centro Comercial! Los trabajos a medio tiempo para adolescentes abundaban en el lugar.
- Vacíate los bolsillos. - Se cruzó de brazos, una mirada penetrante en sus ojos y una ceja bien en alto. Si a ella ya le había intentado robar bien podía ser que no fuera la primera víctima del día. Lo que había que ver. ¿Y sus padres? ¿Es que nadie le había enseñado que eso no estaba bien? De sobra decir que, o le hacía caso, o entonces si se ponía a gritar como loca llamando a Seguridad, pero esperaba fuera sensato y pudieran arreglar las cosas entre ellos dos, ¿verdad?
Simone Brendan- Chicas de Storybrooke
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Re: En busca de diversión [Libre]
Gary se estaba convirtiendo en una bomba de relojería; sólo hacía falta ver la mirada que le devolvía a esa mujer, añadiendo a eso el sutil sonrojo que le estaba tiñendo el rostro por aguantarse la rabia y no empezar a gritar improperios en la cara de la extraña que lo había pillado en plena faena. ¿Mocoso? ¿Le había llamado mocoso? Esa se iba a enterar, como él se llamaba Gary. A punto estuvo de abrir la boca para soltar sapos y lagartijas por ella, cuando recibió una buena colleja. Se quejó con un gemido y se llevó la mano a la nuca. ¿Pero qué?... Hacía tanto tiempo que una mujer o chica no le daba un zape así que ni se acordaba si quiera de haberlo recibido alguna vez.
"Con vaya una tenía que haberme topado... Joder, es una bestia, me está cabreando... Como siga así me da igual, le muerdo la mano o el brazo, y ¡que le den! ¿Quién se cree que es? ¿Mi madre o algo?... Aunque no me acuerdo ya de cómo actúa una madre, pero supongo que algo así..."
Y tan cabreado y concentrado estaba en masajearse la cabeza, que apenas le dio tiempo a reaccionar cuando ésta cogió con rapidez su cartera del suelo. Él ni iba a molestarse por el helado, que lo limpiaran las de la limpieza y los barrenderos, que para algo estaban y cobraban, ¿no? Y luego vendría Gary a robarles lo cobrado. Já.
- ¿Qué? ¿Los bolsillos? ¿Es broma, no? ¿Por qué iba a hacer lo que tú me digas? ¡No te importa lo que lleve en los bolsillos! Ya tienes tu maldita cartera, ¿verdad? Y encima te has desahogado a gusto con la colleja y la hostia que me has dado. Pero a la próxima te quedas sin mano, que ya me estoy cabreando... - advirtió con el ceño fruncido, mirando de arriba a abajo aquella mujer, a ver si podía llegar a reconocerla. "Vamos Gary, piensa... Qué te conoces medio pueblo, al menos de vista... ¿Dónde puedo haber visto a esa mujer antes?...". Seguía escudriñándola con los ojos, de arriba a abajo. Tenía pinta de ser de esas que traían problemas, que infravaloraban a Gary, pero juraba por Dios que como se pasara de lista lo iba a pagar. La venganza se servía fría - ¿Vas a llamar a la bofia?... - preguntó ahora clavando su mirada en la de ella. Bien, parecía tonto; ¿Por qué demonios preguntaba y no echaba a correr simple y llanamente? Quizás porque mantenía la esperanza de que aquel episodio quedara entre ellos dos y no saliera de ahí. Si huía sin más, lo más seguro es que esa mujer llamara a seguridad. Eso implicaba otra broncaza con su padre al volver a casa.
Otra opción sería hacerle caso, vaciarse los bolsillos pero... No. Llevaba unas monedas del otro día que le había robado a un anciano que estaba medio ciego y le pidió que le mirara cuanto dinero llevaba en su cartera, y un mechero que le sacó a un tío que se había quedado dormido en un banco. Estaba seguro que si se vaciaba los bolsillos, quedaría como un idiota, seguro que luego acababa llamando igualmente a seguridad y de paso se quedarían con "sus" pertenencias requisadas.
"Con vaya una tenía que haberme topado... Joder, es una bestia, me está cabreando... Como siga así me da igual, le muerdo la mano o el brazo, y ¡que le den! ¿Quién se cree que es? ¿Mi madre o algo?... Aunque no me acuerdo ya de cómo actúa una madre, pero supongo que algo así..."
Y tan cabreado y concentrado estaba en masajearse la cabeza, que apenas le dio tiempo a reaccionar cuando ésta cogió con rapidez su cartera del suelo. Él ni iba a molestarse por el helado, que lo limpiaran las de la limpieza y los barrenderos, que para algo estaban y cobraban, ¿no? Y luego vendría Gary a robarles lo cobrado. Já.
- ¿Qué? ¿Los bolsillos? ¿Es broma, no? ¿Por qué iba a hacer lo que tú me digas? ¡No te importa lo que lleve en los bolsillos! Ya tienes tu maldita cartera, ¿verdad? Y encima te has desahogado a gusto con la colleja y la hostia que me has dado. Pero a la próxima te quedas sin mano, que ya me estoy cabreando... - advirtió con el ceño fruncido, mirando de arriba a abajo aquella mujer, a ver si podía llegar a reconocerla. "Vamos Gary, piensa... Qué te conoces medio pueblo, al menos de vista... ¿Dónde puedo haber visto a esa mujer antes?...". Seguía escudriñándola con los ojos, de arriba a abajo. Tenía pinta de ser de esas que traían problemas, que infravaloraban a Gary, pero juraba por Dios que como se pasara de lista lo iba a pagar. La venganza se servía fría - ¿Vas a llamar a la bofia?... - preguntó ahora clavando su mirada en la de ella. Bien, parecía tonto; ¿Por qué demonios preguntaba y no echaba a correr simple y llanamente? Quizás porque mantenía la esperanza de que aquel episodio quedara entre ellos dos y no saliera de ahí. Si huía sin más, lo más seguro es que esa mujer llamara a seguridad. Eso implicaba otra broncaza con su padre al volver a casa.
Otra opción sería hacerle caso, vaciarse los bolsillos pero... No. Llevaba unas monedas del otro día que le había robado a un anciano que estaba medio ciego y le pidió que le mirara cuanto dinero llevaba en su cartera, y un mechero que le sacó a un tío que se había quedado dormido en un banco. Estaba seguro que si se vaciaba los bolsillos, quedaría como un idiota, seguro que luego acababa llamando igualmente a seguridad y de paso se quedarían con "sus" pertenencias requisadas.
Gary B. Roland- Fauna
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Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: En busca de diversión [Libre]
No pasaba por alto el lenguaje corporal del chico, ese que decía que estaba a punto de ponerse a echar espuma por la boca y a mostrar los dientes para verse amenazador. Su rostro se enrojecía y hubiera jurado que poco le faltaba para ponerse a temblar de puro coraje. Ya nada más le faltaba entrecerrar los ojos y tensar las orejas y le recordaría a un Chihuaha de carácter endemoniado que solían llevar con demasiada frecuencia a la veterinaria. Y así como el perrito ni era consciente de que con un manazo lo ponía en paz cualquiera por lo chiquito que era, el niño - porque ella lo veía así - no parecía prestar mucha atención tampoco a que él llevaba las de perder ahí.
Mantuvo un brazo en jarra, con la mano sobre su cadera mientras mantenía la otra extendida a la espera de que le obedeciera. Y ahora sí que a mostrarse como entrenadora de perros: firme, sin ceder y dejando muy en claro quién era el macho alfa... bueno, la hembra alfa en la situación.
- ¿Es que tengo nariz roja pintada en la cara o algo? - ¿Qué si estaba bromeando? Oh no, iba muy en serio. Si acaso le había robado a alguien mas iba a obligarlo a devolver carteras ajenas a sus respectivos dueños, como si ella misma tenía que arrastrarlo de las orejas a que lo hiciera. Enarcó una ceja mientras lo dejaba decir cualquier cosa que estuviera saliéndole de la boca en esos instantes, pero ella sin perder ni la calma ni la posición dominante dio un paso hacia adelante.
- ¿Ah? ¿Qué? Me vas a decir que te dolió. - Preguntó con sorna. El tortazo con la bolsa bien merecido que lo tenía. Y bien, el zape también. El chico, de quien obviamente ni su nombre conocía, debía aprender que a cada acción hay una reacción. ¿No le gustaba lo que pasaba cuando lo pillaban? Pues tan sencillo como dejar de sacar las billeteras de los pantalones de los confiados compradores. Si no estaba dispuesto a dejar de hacerlo entonces que se aguantara y sin llorar. Collejas y tortazos incluidos en el paquete.
Tuvo que aguantarse la risa cuando le amenazaba con lo enojado que estaba y con que iba a quedarse sin mano como lo siguiera molestando. Y es que si se reía no iba a tomarla en serio, igualito que pasaba con los perros que entrenaba. Y es que, ay por dios, ¿qué iba a hacerle? ¿Arrancarle los dedos a mordidas? Venga, ya.
- Eso depende. - Llamar a la policía. Lo haría, claro, si tuviera unos años más. Pero si tuviera esos años más no estaría ahí mismo con ella, ¿cierto? Se habría echado a correr sin más como cualquier otro malandrín de cuarta y a gastarse el dinero robado en cigarros o a saber qué más. Tal vez pecaba de ingenua, pero esperaba no tener que involucrar a los oficiales. - ¿Me vas a hacer que los llame? - A esa edad un buen escarmiento todavía funcionaba sin tener que abrirle un expediente de delincuente juvenil, ¿no? O por lo menos eso esperaba. Claro, que a como había procedido se podía intuir que ya tenía experiencia como carterista, pero...
- Los bolsillos. - Volvió a insistir mientras le sostenía la mirada, acercando la palma extendida de tal manera que las barreras de espacio personal dejaban de importar. Y como los perros, con eso se arriesgaba a dos cosas: la primera, llevarse en serio una buena mordida. La segunda, que finalmente cediera y le hiciera caso. La verdad es que de él dependía si quería hacer eso más grande o no.
Mantuvo un brazo en jarra, con la mano sobre su cadera mientras mantenía la otra extendida a la espera de que le obedeciera. Y ahora sí que a mostrarse como entrenadora de perros: firme, sin ceder y dejando muy en claro quién era el macho alfa... bueno, la hembra alfa en la situación.
- ¿Es que tengo nariz roja pintada en la cara o algo? - ¿Qué si estaba bromeando? Oh no, iba muy en serio. Si acaso le había robado a alguien mas iba a obligarlo a devolver carteras ajenas a sus respectivos dueños, como si ella misma tenía que arrastrarlo de las orejas a que lo hiciera. Enarcó una ceja mientras lo dejaba decir cualquier cosa que estuviera saliéndole de la boca en esos instantes, pero ella sin perder ni la calma ni la posición dominante dio un paso hacia adelante.
- ¿Ah? ¿Qué? Me vas a decir que te dolió. - Preguntó con sorna. El tortazo con la bolsa bien merecido que lo tenía. Y bien, el zape también. El chico, de quien obviamente ni su nombre conocía, debía aprender que a cada acción hay una reacción. ¿No le gustaba lo que pasaba cuando lo pillaban? Pues tan sencillo como dejar de sacar las billeteras de los pantalones de los confiados compradores. Si no estaba dispuesto a dejar de hacerlo entonces que se aguantara y sin llorar. Collejas y tortazos incluidos en el paquete.
Tuvo que aguantarse la risa cuando le amenazaba con lo enojado que estaba y con que iba a quedarse sin mano como lo siguiera molestando. Y es que si se reía no iba a tomarla en serio, igualito que pasaba con los perros que entrenaba. Y es que, ay por dios, ¿qué iba a hacerle? ¿Arrancarle los dedos a mordidas? Venga, ya.
- Eso depende. - Llamar a la policía. Lo haría, claro, si tuviera unos años más. Pero si tuviera esos años más no estaría ahí mismo con ella, ¿cierto? Se habría echado a correr sin más como cualquier otro malandrín de cuarta y a gastarse el dinero robado en cigarros o a saber qué más. Tal vez pecaba de ingenua, pero esperaba no tener que involucrar a los oficiales. - ¿Me vas a hacer que los llame? - A esa edad un buen escarmiento todavía funcionaba sin tener que abrirle un expediente de delincuente juvenil, ¿no? O por lo menos eso esperaba. Claro, que a como había procedido se podía intuir que ya tenía experiencia como carterista, pero...
- Los bolsillos. - Volvió a insistir mientras le sostenía la mirada, acercando la palma extendida de tal manera que las barreras de espacio personal dejaban de importar. Y como los perros, con eso se arriesgaba a dos cosas: la primera, llevarse en serio una buena mordida. La segunda, que finalmente cediera y le hiciera caso. La verdad es que de él dependía si quería hacer eso más grande o no.
Simone Brendan- Chicas de Storybrooke
- Soy : Secreto!/ Veterinaria
Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 15/07/2012
Re: En busca de diversión [Libre]
- Joder, no... No dolió, no soy un nena, pero... - respondió, pues nunca debía quedar la duda de la "hombría" y fuerza de Gary, se tenía que considerar como un chico de hierro, imposible de vencer o doblegar, y más delante de una mujer. ¡Y qué mujer, por Dios! Mira que insistía y qué pesada con el tema de vaciar los bolsillos. Es que... ¡No! ¡De ninguna manera! No todos los días conseguía cosas, y para una vez que tenía algo, no iba a dejar que una cualquiera desconocida se las quitara. ¿Por qué demonios no habría vaciado sus bolsillos en casa? De haber sido así ahora no tendría este problema y daría igual darles la vuelta.
Debía pensar en algo, ya. Esa fémina parecía más lista que el hambre, y como le sacara una excusa tonta seguiría insistiendo en lo de los bolsillos. Miró a un lado, después a otro... Y finalmente volvió sus azulados ojos hacia la mujer de piel morena.
- ¿No podríamos simplemente olvidar esto, dejarlo así?... Tú estás en paz porque tienes tus pertenencias, y yo también porque volveré a mis asuntos, ¿Qué te parece la idea, eh? - propuso intentando sonar convincente, pues sin duda iba a seguir buscando "diversión" en cuanto se deshiciera de esa mujer. Bueno, no estaba seguro si en ese día volvería a intentar hurtar, pero al día siguiente volvería con las actividades delinquivas, eso seguro. Pero de repente, Gary se cruzó de brazos y ladeó una sutil sonrisa, dejando atrás su momentánea inocencia que antes había adquirido - Además: Poco podrás decirle a la policía, ¿no? Pues yo no tengo nada tuyo, ¿De qué me iban a acusar? ¿De un intento de robo? Bah… No me da miedo. – afirmó con aparente seguridad. Desde luego si se decidía a llamar a los agentes, Gary no se lo pondría nada fácil a éstos o a ella. Oh sí, de ella se vengaría más tarde... Ya solían decir que la venganza era un plato que se servía frío. La volvería a encontrar, y entonces... ¡Zás! Cuando menos se lo esperara, le gastaría una de sus pesadas bromas que provocaría que odiara a Gary de por vida, y de mientras, él, partiéndose de la risa y haciéndole un corte de manga. Eso es lo que tenía planeado hacer si lo delataba.
Aún así, Gary carraspeó y buscó disimuladamente en sus bolsillos, a la busca y captura de algún caramelo, de esos típicos que todo el mundo solía llevar en los pantalones, y lo encontró. Sacó un par y se los cedió a la mujer.
- Eso es todo lo que tengo, si los quieres… - mintió, y tenía la sensación de que esa mujer no se lo iba a creer, pero le daba igual, lo importante es que las monedas que había robado y demás que tenía en los bolsillos, ahí se iban a quedar. Se divertiría un poco más sacando más mentiras por esa bocaza, observando ahora la mano que seguía tendida frente a Gary –Por cierto, no tendrás una nariz roja pintada, pero sí tienes unas manos muy feas, pero hacen conjunto con tu cara. Hablando de tu cara, yo creo que te he visto alguna por ahí… ¿No trabajas con animales o algo así? Creo haber seguido a algún compañero de clase que tenía un perro, que lo llevaba a la tienda de animales o algo así y creo que te vi por el lugar… Ehm… - se quedó reflexivo unos segundos. En realidad no era otra cosa que intentar entretener a la chica, que se ablandara y se olvidara del tema de los bolsillos o algo así – ¿No ibas a tomarte algo para descansar o acabar de comprar?... Aunque debes ser un poco compulsiva en ese aspecto – dijo mirando descaradamente las bolsas que ésta llevaba en mano, y con las que le había dado un leñazo en la cara hacía unos minutos, ¡La muy…!
Debía pensar en algo, ya. Esa fémina parecía más lista que el hambre, y como le sacara una excusa tonta seguiría insistiendo en lo de los bolsillos. Miró a un lado, después a otro... Y finalmente volvió sus azulados ojos hacia la mujer de piel morena.
- ¿No podríamos simplemente olvidar esto, dejarlo así?... Tú estás en paz porque tienes tus pertenencias, y yo también porque volveré a mis asuntos, ¿Qué te parece la idea, eh? - propuso intentando sonar convincente, pues sin duda iba a seguir buscando "diversión" en cuanto se deshiciera de esa mujer. Bueno, no estaba seguro si en ese día volvería a intentar hurtar, pero al día siguiente volvería con las actividades delinquivas, eso seguro. Pero de repente, Gary se cruzó de brazos y ladeó una sutil sonrisa, dejando atrás su momentánea inocencia que antes había adquirido - Además: Poco podrás decirle a la policía, ¿no? Pues yo no tengo nada tuyo, ¿De qué me iban a acusar? ¿De un intento de robo? Bah… No me da miedo. – afirmó con aparente seguridad. Desde luego si se decidía a llamar a los agentes, Gary no se lo pondría nada fácil a éstos o a ella. Oh sí, de ella se vengaría más tarde... Ya solían decir que la venganza era un plato que se servía frío. La volvería a encontrar, y entonces... ¡Zás! Cuando menos se lo esperara, le gastaría una de sus pesadas bromas que provocaría que odiara a Gary de por vida, y de mientras, él, partiéndose de la risa y haciéndole un corte de manga. Eso es lo que tenía planeado hacer si lo delataba.
Aún así, Gary carraspeó y buscó disimuladamente en sus bolsillos, a la busca y captura de algún caramelo, de esos típicos que todo el mundo solía llevar en los pantalones, y lo encontró. Sacó un par y se los cedió a la mujer.
- Eso es todo lo que tengo, si los quieres… - mintió, y tenía la sensación de que esa mujer no se lo iba a creer, pero le daba igual, lo importante es que las monedas que había robado y demás que tenía en los bolsillos, ahí se iban a quedar. Se divertiría un poco más sacando más mentiras por esa bocaza, observando ahora la mano que seguía tendida frente a Gary –Por cierto, no tendrás una nariz roja pintada, pero sí tienes unas manos muy feas, pero hacen conjunto con tu cara. Hablando de tu cara, yo creo que te he visto alguna por ahí… ¿No trabajas con animales o algo así? Creo haber seguido a algún compañero de clase que tenía un perro, que lo llevaba a la tienda de animales o algo así y creo que te vi por el lugar… Ehm… - se quedó reflexivo unos segundos. En realidad no era otra cosa que intentar entretener a la chica, que se ablandara y se olvidara del tema de los bolsillos o algo así – ¿No ibas a tomarte algo para descansar o acabar de comprar?... Aunque debes ser un poco compulsiva en ese aspecto – dijo mirando descaradamente las bolsas que ésta llevaba en mano, y con las que le había dado un leñazo en la cara hacía unos minutos, ¡La muy…!
Gary B. Roland- Fauna
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