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Huyendo del dolor, refugiandome en lo único que queda. [Louis]
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:: Alrededores :: Iglesia
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Huyendo del dolor, refugiandome en lo único que queda. [Louis]
Salgo de casa sin ningún ánimo, con los hombros alicaídos y actitud ausente. Hoy es uno de esos días que por alguna extraña razón del mundo, hoy no quiero escuchar música. No quiero ver una libreta ni tener un bolígrafo entre mis dedos porque me siento incapaz de escribir absolutamente nada. No quiero salir a patinar, ni salir en bici, ni nada de nada. Ni siquiera quiero quedarme tirada en el sofá, envuelta en una manta. No quiero hacer nada, más que caminar, y caminar, y caminar, hasta donde mis pies me lleven. Hasta desgastar las suelas de los zapatos si hace falta...
Hoy es uno de esos dias tristes, grises, pese a que el sol brilla en lo alto del cielo y no haya ni una nube que indica borrasca, que lo estorbe en la cúpula celeste, pero para mi es un día amargo, como el más amargo y oscuro de los cafes que sirven en Granny's.
No quiero volver a casa, que infestada de patos. He conseguido sacar alguno a escobazos, ahuyentandolos y dandoles con el borde de la escoba en esos cuerpos cubiertos de plumas que tanto repelús me dan, pero todavía hay tres, para mi desgracia. Uno de ellos se ha asentado en mi dormitorio, haciendo su nido en mi cama. Y los otros dos se han apropiado del baño. Esta mañana he tenido que arreglarme en la cocina y lavarme los dientes en la pila del fregadero. Ni siquiera a escobazo limpio he conseguido que salgan, y me he ganado un buen picotazo en la pierna que me ha dejado un pequeño moratón. Cada vez me dan mas tirria esos bichos.
Trastabillo con mis pies cuando bajo de la acera y estoy a punto de caerme de bruces al suelo. Me llevo las manos a los ojos limpiandome las lágrimas silenciosas que no me había dado cuenta de que empañan mis ojos y me seco la mano en el borde de la camiseta. ¿Cómo es posible que no me lo hayan detectado hasta ahora...? Nunca me habían dicho nada respecto a eso y ahora.. Bum, de golpe y porrazo... Vale que ahora no me he planteado la idea de tener... pero a la larga es algo con lo que toda mujer sueña... Y es doloroso saber que no podrá ser.
Tropiezo con mis propios pies pero por suerte consigo salvarme agarrandome a una farola. Suelto una risita estupida, acompañada de un largo suspiro más tarde y cierro los ojos. Necesito algo con lo que distraerme, con lo que dejar de pensar en todo esto, el caso es con qué, porque no me apetece hacer absolutamente nada de lo que hago normalmente. Ladeo la cabeza, con la nuca pegada a la superficie de la farola y miro el edificio que hay enfrende de la calle. La torre del campanario de la iglesa se alza imponente hacia arriba y los rayos de sol son reflejados por la pintura blanca de la fachada haciendo que se vea rodeada casi de una luminiscencia celestial. Nunca he sido creyente ni nada, por eso no soy de esas personas que va el domingo a la iglesia, pero me incorporo de la farola cuando veo a un hombre que reconozco como el reverendo con unas tijeras de podar en las manos, situado de pie junto al seto de hierbas que separa la zona de la iglesia de la zona residencial.
Cruzo la acera hasta llegar cerca suyo, repasando los setos con la mirada hasta quedar cerca del reverendo.
-¿Quiere que le ayude, padre? No conozco su nombre, y tampoco sé muy bien si tratarde de usted, de padre, de reverendo o como. Pero necesito distraer un poco mi cabeza de todos los problemas, de todo el dolor que estoy viviendo ultimamente, y tal vez podar unas hierbas me pueda ayudar a dejar la mente en blanco, o en quitarme esos amargos pensamientos de la cabeza.... Quien sabe.
Hoy es uno de esos dias tristes, grises, pese a que el sol brilla en lo alto del cielo y no haya ni una nube que indica borrasca, que lo estorbe en la cúpula celeste, pero para mi es un día amargo, como el más amargo y oscuro de los cafes que sirven en Granny's.
No quiero volver a casa, que infestada de patos. He conseguido sacar alguno a escobazos, ahuyentandolos y dandoles con el borde de la escoba en esos cuerpos cubiertos de plumas que tanto repelús me dan, pero todavía hay tres, para mi desgracia. Uno de ellos se ha asentado en mi dormitorio, haciendo su nido en mi cama. Y los otros dos se han apropiado del baño. Esta mañana he tenido que arreglarme en la cocina y lavarme los dientes en la pila del fregadero. Ni siquiera a escobazo limpio he conseguido que salgan, y me he ganado un buen picotazo en la pierna que me ha dejado un pequeño moratón. Cada vez me dan mas tirria esos bichos.
Trastabillo con mis pies cuando bajo de la acera y estoy a punto de caerme de bruces al suelo. Me llevo las manos a los ojos limpiandome las lágrimas silenciosas que no me había dado cuenta de que empañan mis ojos y me seco la mano en el borde de la camiseta. ¿Cómo es posible que no me lo hayan detectado hasta ahora...? Nunca me habían dicho nada respecto a eso y ahora.. Bum, de golpe y porrazo... Vale que ahora no me he planteado la idea de tener... pero a la larga es algo con lo que toda mujer sueña... Y es doloroso saber que no podrá ser.
Tropiezo con mis propios pies pero por suerte consigo salvarme agarrandome a una farola. Suelto una risita estupida, acompañada de un largo suspiro más tarde y cierro los ojos. Necesito algo con lo que distraerme, con lo que dejar de pensar en todo esto, el caso es con qué, porque no me apetece hacer absolutamente nada de lo que hago normalmente. Ladeo la cabeza, con la nuca pegada a la superficie de la farola y miro el edificio que hay enfrende de la calle. La torre del campanario de la iglesa se alza imponente hacia arriba y los rayos de sol son reflejados por la pintura blanca de la fachada haciendo que se vea rodeada casi de una luminiscencia celestial. Nunca he sido creyente ni nada, por eso no soy de esas personas que va el domingo a la iglesia, pero me incorporo de la farola cuando veo a un hombre que reconozco como el reverendo con unas tijeras de podar en las manos, situado de pie junto al seto de hierbas que separa la zona de la iglesia de la zona residencial.
Cruzo la acera hasta llegar cerca suyo, repasando los setos con la mirada hasta quedar cerca del reverendo.
-¿Quiere que le ayude, padre? No conozco su nombre, y tampoco sé muy bien si tratarde de usted, de padre, de reverendo o como. Pero necesito distraer un poco mi cabeza de todos los problemas, de todo el dolor que estoy viviendo ultimamente, y tal vez podar unas hierbas me pueda ayudar a dejar la mente en blanco, o en quitarme esos amargos pensamientos de la cabeza.... Quien sabe.
Evelynn Stratford- Chicas de Storybrooke
- Soy : Una persona sin final feliz
Mensajes : 224
Empleo /Ocio : Escritora anónima
Edad : 33
Localización : Cualquier sitio de Storybrooke
Fecha de inscripción : 10/08/2012
Re: Huyendo del dolor, refugiandome en lo único que queda. [Louis]
“El odio es un sentimiento horrible, el más amargo, el peor que puede sentir un ser humano…” Se repetía mentalmente Louis una y otra vez… pero por Dios, y que Él lo perdonase, como odiaba aquellos setos. A Louis se le daban bien, muy bien de hecho, las plantas. Pero cuando él pensaba en plantas a su mente acudían los delicados parterres de flores que decoraban el acceso a la iglesia, o a la pequeña huerta que había plantado tras su casita, junto al templo. No a aquellos armatostes que no paraban de crecer y, por lo tanto, de necesitar una poda de forma más que constante.
Louis llevaba un buen rato subido a su precario taburete de plástico mientras se peleaba con las tijeras de podar y las rebeldes ramas de los setos. Tenía tierra en parte de la cara, pues hacía poco que se había caído del taburete al intentar alargar los brazos más de los debido, el cabello revuelto y había tenido que quitarse los guantes de jardinería –que ahora se encontraban tirados en el suelo junto al taburete- para poder agarrar una ramita del fondo del seto que se resistía con titánico empecinamiento a ser cortada.
Alargó la mano desnuda para ver si, agarrando la ramita, podía conseguir que se mantuviese estática el tiempo suficiente como para cortarla. Y cuando ya la tenía, una voz a su espalda le sobresaltó, haciendo que la ramita se le escapase al tiempo que cerraba la tijera de podar en torno a sus desprotegidos dedos, cortándole la yema del dedo índice a media altura.
-¡Ah! –Dejó caer las tijeras al suelo y se llevó el dedo herido a la boca mientras se giraba hacia su inesperada interlocutora, una joven rubia a la que había visto alguna vez por el pueblo, pero nunca en los oficios y de la cual no sabía ni el nombre. Pero lo que más le llamó la atención fue la profunda tristeza que parecía residir en sus claros ojos. Le sonrió a medias y se sacó el dedo de la boca. –No se preocupe, ya lo hago bastante bien yo solo. –Amplió la sonrisa mostrándole el dedo herido, como para querer explicar porque lo tenía entre los labios. –Creo que no nos conocemos ¿verdad? Soy el Reverendo Goncourt, pero casi todo el mundo me llama Louis. –Se sacudió la mano derecha en la ropa antes de ofrecérsela a la joven, esperando que ella hiciese lo propio.
Louis llevaba un buen rato subido a su precario taburete de plástico mientras se peleaba con las tijeras de podar y las rebeldes ramas de los setos. Tenía tierra en parte de la cara, pues hacía poco que se había caído del taburete al intentar alargar los brazos más de los debido, el cabello revuelto y había tenido que quitarse los guantes de jardinería –que ahora se encontraban tirados en el suelo junto al taburete- para poder agarrar una ramita del fondo del seto que se resistía con titánico empecinamiento a ser cortada.
Alargó la mano desnuda para ver si, agarrando la ramita, podía conseguir que se mantuviese estática el tiempo suficiente como para cortarla. Y cuando ya la tenía, una voz a su espalda le sobresaltó, haciendo que la ramita se le escapase al tiempo que cerraba la tijera de podar en torno a sus desprotegidos dedos, cortándole la yema del dedo índice a media altura.
-¡Ah! –Dejó caer las tijeras al suelo y se llevó el dedo herido a la boca mientras se giraba hacia su inesperada interlocutora, una joven rubia a la que había visto alguna vez por el pueblo, pero nunca en los oficios y de la cual no sabía ni el nombre. Pero lo que más le llamó la atención fue la profunda tristeza que parecía residir en sus claros ojos. Le sonrió a medias y se sacó el dedo de la boca. –No se preocupe, ya lo hago bastante bien yo solo. –Amplió la sonrisa mostrándole el dedo herido, como para querer explicar porque lo tenía entre los labios. –Creo que no nos conocemos ¿verdad? Soy el Reverendo Goncourt, pero casi todo el mundo me llama Louis. –Se sacudió la mano derecha en la ropa antes de ofrecérsela a la joven, esperando que ella hiciese lo propio.
Louis D. Goncourt- Chicos de Storybrooke
- Soy : Un jedi
Mensajes : 22
Empleo /Ocio : Pastor prebisteriano
Localización : Por algún lugar de Storybrooke
Fecha de inscripción : 25/08/2012
Re: Huyendo del dolor, refugiandome en lo único que queda. [Louis]
Casi me sabe mal haberle hablado, porque parece que se ha asustado, o sobresaltado nada más oir mi voz. Las tijeras se caen de sus mnos y rebotan en el suelo con un ruido sordo y metálico a la vez que se lleva un dedo a la boca. Creo que se ha cortado, y mis sospechas se confirman cuando se saca el dedo de la boca y me enseña la herida, con lo que aún me siento peor, por haberle distraido y haber hecho que se corte.
-¡Oh, dios!¡No quería que se hiciera daño! me disculo apresuradamente, con un nudo en la garganya y me agacho, recogiendo las tijeras de pocar para que no las pise o algo y me acerco. -¿Cree que necesitará puntos? Puedo acompañarle al hospital... Dios, me siento fatal, no debería haberle sobresaltado... Ha sido culpa mia, de verdad, lo siento muchisimo..
Suspiro largamente y alargo la mano, estrechando con mucho cuidado la suya que me tiende tras ofrecerme su nombre, no quiero abrir la herida del dedo ni nada, bastante he hecho ya sobresaltandole... -Creo que no nos conocemos, reverendo.. No suelo venir mucho por la iglesia, tengo que reconocer... Evelynn... Evelynn Stratford... Suelo su mano tras unos segundos, dedicandole una leve sonrisa y mirando los setos a medio cortar. Se ve que lleva un buen rato peleandose con ellas..
-Por favor, insisto en que me deje ayudar.. es lo menos que puedo hacer. Por mi culpa se ha cortado el dedo, no me gustaría que volveria a hacerse daño... Debería usar guantes de jardinería para estas tareas.. son una protección bastante eficaz.. Yo suelo usarlos cuando podo los de mi casa... Así además evito pequeños arañazos, que no son mucho, pero luego siempre acaban escociendo.. -le dedico una amable sonrisa y agarro una ramita entre mis dedos, cogiendo las tijeras con la mano y cortándola, dejándola caer a mis pies, y así hago con unas cuantas más. -¿Se encarga usted solo de cortar los setos siempre? Hay muchos, es un terreno muy grande.. pregunto tras unos segundos, observando todos los setos que bordean la iglesia.
-¡Oh, dios!¡No quería que se hiciera daño! me disculo apresuradamente, con un nudo en la garganya y me agacho, recogiendo las tijeras de pocar para que no las pise o algo y me acerco. -¿Cree que necesitará puntos? Puedo acompañarle al hospital... Dios, me siento fatal, no debería haberle sobresaltado... Ha sido culpa mia, de verdad, lo siento muchisimo..
Suspiro largamente y alargo la mano, estrechando con mucho cuidado la suya que me tiende tras ofrecerme su nombre, no quiero abrir la herida del dedo ni nada, bastante he hecho ya sobresaltandole... -Creo que no nos conocemos, reverendo.. No suelo venir mucho por la iglesia, tengo que reconocer... Evelynn... Evelynn Stratford... Suelo su mano tras unos segundos, dedicandole una leve sonrisa y mirando los setos a medio cortar. Se ve que lleva un buen rato peleandose con ellas..
-Por favor, insisto en que me deje ayudar.. es lo menos que puedo hacer. Por mi culpa se ha cortado el dedo, no me gustaría que volveria a hacerse daño... Debería usar guantes de jardinería para estas tareas.. son una protección bastante eficaz.. Yo suelo usarlos cuando podo los de mi casa... Así además evito pequeños arañazos, que no son mucho, pero luego siempre acaban escociendo.. -le dedico una amable sonrisa y agarro una ramita entre mis dedos, cogiendo las tijeras con la mano y cortándola, dejándola caer a mis pies, y así hago con unas cuantas más. -¿Se encarga usted solo de cortar los setos siempre? Hay muchos, es un terreno muy grande.. pregunto tras unos segundos, observando todos los setos que bordean la iglesia.
Evelynn Stratford- Chicas de Storybrooke
- Soy : Una persona sin final feliz
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Empleo /Ocio : Escritora anónima
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