Al final me decidi.. [Con la alcaldesa]

Los rumores sobre la “locura” de William Sullivan después de todo lo acontecido con su esposa, su hija y… bueno, en resumen, se habían empezado a extender por el pueblo, empezando por el hospital y por supuesto que había sido cosa mía. ¿De quién sino? Ahora me quedaba planear algo que destruyese a Cenicienta y su querido príncipe, porque del huerfanito Hansel y su querida oriental no me iba a preocupar… ¿acaso debía? El tiempo me lo diría, si aguantaban el suficiente sin ser infelices significaba que debía destruirles yo misma y no dejar que otro amor verdadero debilitase mi maldición.

Luego estaban Evelyn y Benjamin que aunque se habian separado por inercia parecían volver a estar juntos. Se me estaba pasando por la cabeza quedar algún día de aquellos con James a ver si se aliaba a mí para hundir en la más absoluta miseria a su exmujer, después de todo seguro que le encantaba la idea de hacer sufrir a su exmujercita. El rey del inframundo. Sonreí belicosamente durante unos segundos mientras me levantaba del sofá y me dirigía a la cocina dispuesta a prepararme un té mientras miraba algún programa sin demasiada importancia en la televisión. Llevaba mis tareas del ayuntamiento al día, Paula había salido con unos amigos y yo tenía el resto del día por delante.

Llené la tetera de agua y la puse al fuego mirando a través de la ventana hacia el manzano que tenía en la parte trasera de mi casa mientras esperaba a que el pitido de la tetera me alertara de que el agua ya estaba hirviendo, momento que no tardó demasiado en llegar. El caso es que justo en el preciso instante en que aparte del fuego la tetera y me disponía a echar el agua hirviendo en una taza que había sacado con anterioridad de uno de los estantes superiores de la cocina sonó el timbre de la casa. Enarqué las cejas sorprendida. Tenía vida social, si, pero en ese momento no me esperaba a nadie. Dejé la tetera sobre la encimera, me pasé las manos inconscientemente por la falda y me encaminé hacia la puerta.

En absoluto me esperaba que al otro lado de la puerta se encontrase Alison Hastings – Señorita Hastings – Me costó unos segundos de más esbozar una amable sonrisa – ¿Puedo ayudarla en algo? – No era de las personas que se perdían como el pobre huerfanito así que… - Pase, pase, por favor… ¿Una taza de té? Precisamente me estaba haciendo una a mí misma.

Amabilidad y educación ante todo.

Le devolví la sonrisa mientras me hacía a un lado y la dejaba entrar en la casa. Notaba como le pasaba lo mismo que a todos allí, la intimidaba aunque fuese un poco. Me hacia muchísima gracia que todos se sintieran tan intimidados en mi presencia, cohibidos…, sobretodo por el hecho de que realmente cuando me temían de verdad era cuando era la Reina del Bosque Encantado. Vaya que sí, si recordasen eso se apartarían de mi camino nada más verme con miedo en sus ojos.

Caminé con soltura y tranquilidad hasta llegar a la cocina donde seguía la tetera en el mismo sitio donde la había dejado. Saque dos tazas de té y serví un poco de infusión en cada una de ellas, acercándole después el azucarero a la joven Hastings – Sírvete tu misma – Ofrecí con una renovada sonrisa – Gracias… la verdad es que tuve ayuda de Lena Duchannes. ¿La conoces? Se le da bastante bien lo de decorar casas… - Claro que eso yo lo sabía por la vida que había compartido con Rapunzel en el Bosque Encantado.

La miré durante unos segundos antes de sentarme a la mesa que tenía en la cocina e invitarle con un gesto de la mano a hacer lo mismo, llevándome la taza conmigo. Removí un poco su contenido antes de llevármela por primera vez a los labios y darle un sorbo – ¿Qué le trae por aquí? ¿Algún problema? – Dejé la taza con cuidado sobre la mesa mientras la escudriñaba – No será con Gold, ¿verdad? – Porque me daba la sensación de que ese hombre solo sabía crear problemas una y otra vez.

No era referente a Gold. No supe si eso tenía que tranquilizarme o por el contrario ponerme en alerta y nerviosa. Fuera lo que fuese lo que yo sintiera, de cara a ella siempre parecería una mujer tranquila que no parecía alterarse con nada. La observé tomar un sorbo de la infusión, respirar hondo y como al final parecía decidirse por fin a decirme aquello que le había traído hasta mí. Jugueteé distraídamente con la cucharilla dentro de la taza sin mostrar sorpresa alguna cuando admitió que buscaba a su hermana – ¿Su hermana? No sabía yo que tuviese una hermana – Mentí con cierto descaro. Por supuesto que yo sabía aquello y más, pero no iba a hacer que fuese tan fácil, después de todo en realidad aquello debía de haberlo olvidado. Ni siquiera compartían apellido.

En Storybrooke era como si nunca hubiesen existido la una para la otra. Le sonreí amablemente. Esos fallos en las maldiciones podían ocurrir, no iba a mentirme ni siquiera a mí misma. Siempre podían tener recuerdos extraños que aflorasen en el momento menos oportuno y les hiciera sentir incluso que estaban viviendo alguna episodio de paranoia. Además…, la llegada de Lucy al pequeño pueblo estaba debilitando mi maldición. Estaba claro.

La note nerviosa, aquella forma de entrelazar sus dedos después de haberme dicho aquello de que yo tenía toda la información sobre los ciudadanos. En eso no andaba nada equivocada, porque en efecto, yo tenía TODA la información de los ciudadanos, aunque algunas de sus historias no las conociera de un modo completo, pero lo haría… Solo necesitaba el libro de Paula y echarle una ojeada. El problema era precisamente que no le quitaba ojo de encima, ni se deshacía de él con demasiada facilidad.

- Pues si, en efecto. Tengo información sobre todos los ciudadanos de Storybrooke – Empecé a decirle a la jovencita. Le di un nuevo sorbo a la infusión antes de dejar la taza con sumo cuidado sobre la mesa y virar mis ojos azules hacia ella. – Pero no recuerdo a otra persona que se llame Hastings que no sea tu prima Savannah, quizá deberías preguntarle a ella. ¿Estás completamente segura de tener una hermana? – Simulé quedarme pensativa durante unos segundos, algo que se me daba bastante bien, antes de volver a hablar – ¿Es posible que os separaran al nacer y quizá tenga otro apellido? Porque en ese caso, te será más difícil encontrarla, por supuesto. Pero puedo ayudarte…

Aunque mi ayuda por supuesto, siempre llevaba a todos por el mal camino. Por el camino erróneo.

No me gustó en absoluto la mirada que me echó la joven. Fruncí los labios unos segundos antes de darle un sorbo a la taza de té antes de volver a dejarla sobre la mesa con la misma delicadeza que había usado antes. – Por supuesto. Haré todo lo que este en mi mano. – Respondí mientras me preguntaba a que venía aquella forma de mirarme extrañada.

Mi sonrisa se ensanchó ligeramente cuando la oí hablar de Savannah. Si ella supiera en realidad cuando odiaba yo a aquella mujer de piel blanca, pelo oscuro y labios rojos como la sangre… El problema era que debía disimular aunque fuese un mínimo de tiempo. No me quedaba otra posibilidad que esa, puesto que no podía quitarme aquella máscara de buena mujer y perfecta alcaldesa. – Bueno…, quizá no sea tan buena como parece – Apunté. Después de todo en mi opinión era buena pero tampoco era ningún angelito, menos aún si me refería estrictamente a Blancanieves. – Y tampoco creo que todos la amen… - Añadí sonriendo suavemente a la joven – Además, si tan buena dices que es, siempre puedes usar su bondad a tu favor – Afilé mi sonrisa unos segundos antes de quedarme nuevamente seria.

- ¿Probaste de ir a la doctora Watson? A lo mejor ella te podría ayudar con esos recuerdos o entender porque los tienes. A veces tenemos recuerdos ajenos… - Esbocé una media sonrisa al tiempo que me pasaba una de las manos por mis rubios cabellos. Era perfectamente consciente de que Sydney acabaría diciendo que era algo que su cabeza imaginaba y recreaba, posiblemente para ocultar algún trauma del pasado. – A mi hija Paula la está ayudando bastante – Sobretodo desde que la había amenazado ligeramente. El problema era que a pesar de que la psicóloga estaba cumpliendo su parte del trato a medias, mi parte del trato no lo cumpliría. No. Yo iba a llevar a cabo el plan que había tejido para ella de todos modos.

Bueno, al menos parecía haber desviado la dirección que tomaba la conversación y eso, me agradaba. Sentía que estaba consiguiendo mi objetivo, alejarla de toda esa tontería de querer encontrar a su hermana. Me ponía ligeramente enferma que empezaran a pensar en esas cosas y a buscar a ese amor perdido. Todo por culpa de Roberts, no podía ser por otro motivo. Las cosas en Storybrooke habían cambiado desde la llegada de Lucy. – A lo mejor te va bien. Es una buena mujer. - ¡Viva mi hipocresía! Sonreí amable, pero falsamente a la muchacha mirándola directamente unos segundos antes de que sacase el tema de Savannah unos segundos más tarde.

Ladeé ligeramente el rostro esbozando una media sonrisa al tiempo que pasaba una de mis manos por sus cabellos doradas – Bueno…, he oído muchísimas cosas sobre ella y está claro que nada es blanco o negro, quiero decir… Ni todos somos tan buenos como aparentamos ni todos somos tan malos como podamos aparentar. No sé si me explico bien… Pero en cuanto a usarla a tu favor…, siempre puedes usar esa bondad para conseguir cosas de ellas. ¿Acaso crees que te las negará? ¡Es demasiado buena! – Por supuesto que Savannah no era de aquellas que negaba ayuda a la gente que se lo pedía.

La observé mirar el reloj y casi me sentí aliviada cuando se levantó de la silla dispuesta a irse, tanto que yo también me levanté sin esperar aquella pregunta por su parte. Me quedé parada unos segundos antes de esbozar una lenta sonrisa. – Bueno, todos tenemos problemas alguna vez con otras personas y tu prima no ha sido la excepción, pero nada demasiado interesante. Además, está prácticamente olvidado. – Vale, aquello era mentira, nunca olvidaría que Blancanieves había llevado a Daniel a la muerte, por lo que… - Nada de lo que preocuparse, en serio, señorita Hastings.