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Always where I need to be [Christian A. Monardi]
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Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Contiene Spoilers del final de la temporada 1/ Principios de la 2. Leer bajo vuestra responsabilidad.
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16:00 pm || Sunny day
No se podía negar que estaba inquieto. El momento que había esperado durante tantos años había llegado mas el tiempo parecía moverse mucho más despacio que durante todo el largo tiempo en el que había permanecido detenido. La llegada de la salvadora, Lucy, había comenzado a desentrañar los mecanismos que desencadenarían en la ruptura de la maldición. Pero su incapacidad para ver aquello que parecía tan claro para su hija hacía que comenzase a impacientarme y, definiticamente, aquello no era ni propio de mi ni de mi agrado. Solía considerarme una persona paciente, al fin y al cabo era muy meticuloso en todas mis decisiones y en todo lo que llevaba a cabo. Todo medido al milímetro para no dejar ningún cabo sin atar. Pero aquello había superado mis espectativas. Estaba claro que ella dudaría, puesto que no había vivido en nuestro mundo y no era consciente de todo lo que podría hacerse con la magia. Había esperado que se mostrase reticente a creer todo aquello, pero no que mostrase esa actitud tan exageradamente reacia. Era un factor que debería haber tenido en cuenta pero que, de todas formas, lejos de suponerme un problema simplemente digamos que era... una piedra en el camino. Y era experto en deshacerme de aquellos inconvenientes.
Llevaba un tiempo dándole vueltas a todo aquello. Casi podía palpar las fracturas que su sola presencia causaba en la poderosa maldición que había diseñado en especial para su Majestad, la Reina. La imagen mental que se me creaba al imaginar el rostro de la reina al darse cuenta de aquello se me antojaba placentero. Pero aquello no era suficiente, no si deseaba alcanzar mi meta final, aquello por lo que había decidido que la maldición nos llevase a aquel mundo y no a otro diferente. Aquello que había perdido tiempo atrás y que ansiaba recuperar. Y no prmitiría que nada ni nadie se interpusiese en mi camino. Por suerte, todo tenía una solución siempre y estaba a punto de comenzar a mover las piezas del ajedrez que me asegurase que aquello iba a tener el final que había diseñado. Simplemente necesitaba encontrar un peón que me allanase el camino, un peón que jugase por mi y lograse cumplir mis objetivos. Y tenía en mente a la persona perfecta, un alma desesperada la cual podría manipular a mi antojo. Al fin y al cabo, nadie conocía mejor que yo la sensación de encontrarte en una habitación sin salida hasta que alguien te tendía una mano para abandonar aquella situación a cualquier precio.
Decidí dar un paseo por el parque con mi bastón. No tenía porque resultar extraño, después de todo la tienda quedaba en manos de mis trabajadores y no necesitaban tener mi constante presencia vigilando todos y cada uno de sus movimientos. No me sería demasiado productivo y la razón de que les hubiese ofrecido aquel empleo carecería de sentido. No obstante, como casi todo lo que hacía tenía una razón de ser y me movían mis propios intereses. Fui caminando entre los árboles con la ayuda de mi elegante bastón de roble. Todavía recordaba los días en los que cojeaba durante la guerra de los Ogros hasta que el Oscuro había poseído mi alma. Bueno, ¿poseer? No, más bien ya había considerado que en realidad éramos ya una única persona. El poder que me proporcionaba, la seguridad y la confianza en mi mismo. No lo veía como una maldición sino como todo lo contrario a pesar de lo que Bae había opinado.
Caminé entre los árboles hasta llegar a una pequeña parte del parque en donde se reunían varios niños jugando. Agudicé la vista hasta que se detuvo en un banco en la lejanía, donde se encontraba una persona sentada. Sonreí al no creerme la suerte que estaba teniendo y comencé a encaminarme hacia allí sin dilación. Cuando llegué a su altura, me senté al lado del joven rubio sin dejar de mirar hacia el frente. Los niños disfrutaban correteando unos tras los otros mientras algunas madres paseaban a sus bebés con el carrito. Me quedé unos segundos sin decir nada como si estuviese disfrutando de la estampa, hasta que decidí romper aquel silencio que se había establecido entre ambos y que seguramente estuviese siendo un poco tenso para él. Al fin y al cabo aquí tampoco era querido sino más bien.. temido. Aunque sinceramente yo lo había escpgido así. - Bueno, bueno... parece que se lo están pasando en grande - Continué mirando al frente sin mirar hacia el rostro del joven. Comenzaba el juego - A veces me olvido de lo feliz que se es de pequeño en compañía de tus padres. - Conocía a cada una de las personas del pueblo, sabía como les había afectado la maldición y, por ello, me era tan fácil el usar aquel conocimiento para manipularlos. Solo había un poder casi más poderoso que la magia y era ese, la sabiduría. Me fijé en que era el banco más alejado de la zona de los niños desde la que aún se los podía observar. Una de mis aficiones favoritas era jugar con la mente de las personas y se me daba realmente bien. - Cualquiera que te viese sentado en este banco podría llegar a pensar cosas extrañas, señor Monardi, pero supongo que deseaba rodearse un rato de la alegría que desprenden los niños... ¿no es cierto? - Fue en ese momento cuando giré mi rostro al suyo y clavé mis penetrantes ojos castaños en los suyos sin mostran la más mínima expresión. Lentamente se fue dibujando una sonrisa, pero que no mostraba ni un atisbo de felicidad.
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16:00 pm || Sunny day
No se podía negar que estaba inquieto. El momento que había esperado durante tantos años había llegado mas el tiempo parecía moverse mucho más despacio que durante todo el largo tiempo en el que había permanecido detenido. La llegada de la salvadora, Lucy, había comenzado a desentrañar los mecanismos que desencadenarían en la ruptura de la maldición. Pero su incapacidad para ver aquello que parecía tan claro para su hija hacía que comenzase a impacientarme y, definiticamente, aquello no era ni propio de mi ni de mi agrado. Solía considerarme una persona paciente, al fin y al cabo era muy meticuloso en todas mis decisiones y en todo lo que llevaba a cabo. Todo medido al milímetro para no dejar ningún cabo sin atar. Pero aquello había superado mis espectativas. Estaba claro que ella dudaría, puesto que no había vivido en nuestro mundo y no era consciente de todo lo que podría hacerse con la magia. Había esperado que se mostrase reticente a creer todo aquello, pero no que mostrase esa actitud tan exageradamente reacia. Era un factor que debería haber tenido en cuenta pero que, de todas formas, lejos de suponerme un problema simplemente digamos que era... una piedra en el camino. Y era experto en deshacerme de aquellos inconvenientes.
Llevaba un tiempo dándole vueltas a todo aquello. Casi podía palpar las fracturas que su sola presencia causaba en la poderosa maldición que había diseñado en especial para su Majestad, la Reina. La imagen mental que se me creaba al imaginar el rostro de la reina al darse cuenta de aquello se me antojaba placentero. Pero aquello no era suficiente, no si deseaba alcanzar mi meta final, aquello por lo que había decidido que la maldición nos llevase a aquel mundo y no a otro diferente. Aquello que había perdido tiempo atrás y que ansiaba recuperar. Y no prmitiría que nada ni nadie se interpusiese en mi camino. Por suerte, todo tenía una solución siempre y estaba a punto de comenzar a mover las piezas del ajedrez que me asegurase que aquello iba a tener el final que había diseñado. Simplemente necesitaba encontrar un peón que me allanase el camino, un peón que jugase por mi y lograse cumplir mis objetivos. Y tenía en mente a la persona perfecta, un alma desesperada la cual podría manipular a mi antojo. Al fin y al cabo, nadie conocía mejor que yo la sensación de encontrarte en una habitación sin salida hasta que alguien te tendía una mano para abandonar aquella situación a cualquier precio.
Decidí dar un paseo por el parque con mi bastón. No tenía porque resultar extraño, después de todo la tienda quedaba en manos de mis trabajadores y no necesitaban tener mi constante presencia vigilando todos y cada uno de sus movimientos. No me sería demasiado productivo y la razón de que les hubiese ofrecido aquel empleo carecería de sentido. No obstante, como casi todo lo que hacía tenía una razón de ser y me movían mis propios intereses. Fui caminando entre los árboles con la ayuda de mi elegante bastón de roble. Todavía recordaba los días en los que cojeaba durante la guerra de los Ogros hasta que el Oscuro había poseído mi alma. Bueno, ¿poseer? No, más bien ya había considerado que en realidad éramos ya una única persona. El poder que me proporcionaba, la seguridad y la confianza en mi mismo. No lo veía como una maldición sino como todo lo contrario a pesar de lo que Bae había opinado.
Caminé entre los árboles hasta llegar a una pequeña parte del parque en donde se reunían varios niños jugando. Agudicé la vista hasta que se detuvo en un banco en la lejanía, donde se encontraba una persona sentada. Sonreí al no creerme la suerte que estaba teniendo y comencé a encaminarme hacia allí sin dilación. Cuando llegué a su altura, me senté al lado del joven rubio sin dejar de mirar hacia el frente. Los niños disfrutaban correteando unos tras los otros mientras algunas madres paseaban a sus bebés con el carrito. Me quedé unos segundos sin decir nada como si estuviese disfrutando de la estampa, hasta que decidí romper aquel silencio que se había establecido entre ambos y que seguramente estuviese siendo un poco tenso para él. Al fin y al cabo aquí tampoco era querido sino más bien.. temido. Aunque sinceramente yo lo había escpgido así. - Bueno, bueno... parece que se lo están pasando en grande - Continué mirando al frente sin mirar hacia el rostro del joven. Comenzaba el juego - A veces me olvido de lo feliz que se es de pequeño en compañía de tus padres. - Conocía a cada una de las personas del pueblo, sabía como les había afectado la maldición y, por ello, me era tan fácil el usar aquel conocimiento para manipularlos. Solo había un poder casi más poderoso que la magia y era ese, la sabiduría. Me fijé en que era el banco más alejado de la zona de los niños desde la que aún se los podía observar. Una de mis aficiones favoritas era jugar con la mente de las personas y se me daba realmente bien. - Cualquiera que te viese sentado en este banco podría llegar a pensar cosas extrañas, señor Monardi, pero supongo que deseaba rodearse un rato de la alegría que desprenden los niños... ¿no es cierto? - Fue en ese momento cuando giré mi rostro al suyo y clavé mis penetrantes ojos castaños en los suyos sin mostran la más mínima expresión. Lentamente se fue dibujando una sonrisa, pero que no mostraba ni un atisbo de felicidad.
Arthur S. Gold- Hechiceros/Magos
- Soy : Rumplestiltskin
Mensajes : 23
Empleo /Ocio : Dueño tienda de Antigüedades
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Hoy era uno de esos días en los que odiaba mi vida, por algún motivo estaba sin trabajo otra vez, y no me refiero a las chapuzas que suelo hacer en casa de la gente para entretenerme en las horas vacías antes de que sea irremediable que tenga que volver a casa, sino a los de verdad, a aquellos que consigo para poder llegar a fin de mes sin morirme de hambre por el camino. El mundo entero está en crisis aunque ésto no está afectando a los ricos de toda la vida sino a los que estamos en el culo de la sociedad soportando todas las mierdas.
Tener una libre es casi un tormento para mi, el deseo de volver a casa es más grande que el de la necesidad de descansar porque llevo días sin dormir. Cuando pienso demasiado me doy cuenta de que mi vida no tiene sentido, de que soy como una peonza dando vueltas en el mismo lugar hasta que al final en algún momento la inercia de ese empujón inicial se disipe por completo. ¿Que pasará entonces? que me quedaré suspendido en la nada cómo estaba al principio de todo esto.
No sé exactamente cómo mis pies al final me dirigen al parque, puedo escuchar la risa de los niños que por estas horas están jugueteando en los alrededores después de comer y de alguna extraña manera me hace dejar de pensar y con ello me hace sentir mejor. Diviso la cabellera rubia de la que podría haber sido mi hija, con su uniforme rosa del pre-jardín, el delantal que en la mañana era blanco pero el cual está manchado hasta los bordes de pintura y comida, su cabello largo recogido en una coleta alta que antes era un moño. Sé como sale cada mañana, también sé como regresa a casa a medio día. Casi parece que en vez de a una escuela la llevaran a una pelea callejera; pero aún así, es feliz.
Paso de largo sabiendo que no puedo quedarme a mirarla más que unos pocos segundos para fingir que en realidad mi mirada se ha topado con ella por casualidad, nunca lo hace, añoro esos segundos diarios que a veces me permito cómo si fueran lo más importante en éste mundo. Cuando llego al banco de siempre me dejo caer en él sin muchas ganas sacando la prensa de hoy que he conseguido robar del bar antes de que nadie se diera cuenta buscando todas las ofertas de trabajo disponible e incluso dispuesto a aprender cualquier cosa que se requiere para ellas, sin embargo mi mente está en otra parte y mis ojos se desvían hacia los niños que juegan alrededor de Danerys Gilbert hasta que me doy cuenta de lo que estoy haciendo y regreso mis ojos a la lectura. Así una y otra vez.
La llegada del Señor Gold me pilla bastante de sorpresa porque cuando me percato de su presencia ya le tengo a mi lado soltándome una puñalada por la espalda. Cierro el periódico con gran cuidado, casi cómo el que teme que cualquier movimiento brusco acabe con la fingida amabilidad que parece estar ofreciéndome, aunque de un modo bastante extraño. Suelto un suspiro algo ahogado y quizá bastante cansado procurando moderar mi tono cuando hablo. - No lo sé. Yo no tuve unos para comprarlo - Mi voz, a pesar de mis intentos, suena cargada de desdén.
Dejo el periódico a un lado del banco y me paso la otra mano por la nuca para liberar una cargante frustración repentina que sus palabras me provocan. Claro que los niños son felices con sus padres, no tienen que preocuparse de las mierdas de las que yo he tenido que preocuparme desde los 10 años de edad. Hago una leve mueca y procuro regresar a mi tono de voz normal incluso ante las últimas palabras que vuelven a crisparme pero esta vez de una extraña manera. - En realidad solo pasaba por aquí - Mentira, pero no pienso admitir que éste era el banco donde dormía antes de que Michael me ofreciera su casa para no morirme de frío durante el invierno. Hago una mueca y me giro para devolverle la mirada cuando me resulta imposible seguir ignorando la suya. - No pretendo ser grosero, ¿pero quiere algo Sr.Gold? -
Tener una libre es casi un tormento para mi, el deseo de volver a casa es más grande que el de la necesidad de descansar porque llevo días sin dormir. Cuando pienso demasiado me doy cuenta de que mi vida no tiene sentido, de que soy como una peonza dando vueltas en el mismo lugar hasta que al final en algún momento la inercia de ese empujón inicial se disipe por completo. ¿Que pasará entonces? que me quedaré suspendido en la nada cómo estaba al principio de todo esto.
No sé exactamente cómo mis pies al final me dirigen al parque, puedo escuchar la risa de los niños que por estas horas están jugueteando en los alrededores después de comer y de alguna extraña manera me hace dejar de pensar y con ello me hace sentir mejor. Diviso la cabellera rubia de la que podría haber sido mi hija, con su uniforme rosa del pre-jardín, el delantal que en la mañana era blanco pero el cual está manchado hasta los bordes de pintura y comida, su cabello largo recogido en una coleta alta que antes era un moño. Sé como sale cada mañana, también sé como regresa a casa a medio día. Casi parece que en vez de a una escuela la llevaran a una pelea callejera; pero aún así, es feliz.
Paso de largo sabiendo que no puedo quedarme a mirarla más que unos pocos segundos para fingir que en realidad mi mirada se ha topado con ella por casualidad, nunca lo hace, añoro esos segundos diarios que a veces me permito cómo si fueran lo más importante en éste mundo. Cuando llego al banco de siempre me dejo caer en él sin muchas ganas sacando la prensa de hoy que he conseguido robar del bar antes de que nadie se diera cuenta buscando todas las ofertas de trabajo disponible e incluso dispuesto a aprender cualquier cosa que se requiere para ellas, sin embargo mi mente está en otra parte y mis ojos se desvían hacia los niños que juegan alrededor de Danerys Gilbert hasta que me doy cuenta de lo que estoy haciendo y regreso mis ojos a la lectura. Así una y otra vez.
La llegada del Señor Gold me pilla bastante de sorpresa porque cuando me percato de su presencia ya le tengo a mi lado soltándome una puñalada por la espalda. Cierro el periódico con gran cuidado, casi cómo el que teme que cualquier movimiento brusco acabe con la fingida amabilidad que parece estar ofreciéndome, aunque de un modo bastante extraño. Suelto un suspiro algo ahogado y quizá bastante cansado procurando moderar mi tono cuando hablo. - No lo sé. Yo no tuve unos para comprarlo - Mi voz, a pesar de mis intentos, suena cargada de desdén.
Dejo el periódico a un lado del banco y me paso la otra mano por la nuca para liberar una cargante frustración repentina que sus palabras me provocan. Claro que los niños son felices con sus padres, no tienen que preocuparse de las mierdas de las que yo he tenido que preocuparme desde los 10 años de edad. Hago una leve mueca y procuro regresar a mi tono de voz normal incluso ante las últimas palabras que vuelven a crisparme pero esta vez de una extraña manera. - En realidad solo pasaba por aquí - Mentira, pero no pienso admitir que éste era el banco donde dormía antes de que Michael me ofreciera su casa para no morirme de frío durante el invierno. Hago una mueca y me giro para devolverle la mirada cuando me resulta imposible seguir ignorando la suya. - No pretendo ser grosero, ¿pero quiere algo Sr.Gold? -
Christian A. Monardi- Chicos de Storybrooke
- Soy : No lo sé... ¿y tú?
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Empleo /Ocio : Camarero
Edad : 32
Fecha de inscripción : 29/07/2012
Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
En cierta parte debía reconocer que veía cierta simitud entre el joven y yo. Me recordaba a antaño, cuando era demasiado débil y fácilmente manipulable por otros, a cuando no tenía el poder suficiente para hacer justicia y hacerme valer. Y como había sucumbido ante aquel oscuro poder para cambiar todo y darle la protección que necesitaba mi hijo. Sabía que para un padre, aquello era lo más importante. Y aunque sería un poco contradictorio que me aprovechase de aquella debilidad, aquellas nimiedades no me importaban lo más mínimo. No cuando tenía unas metas marcadas que deseaba alcanzar. conocía aquella ansiedad y aquella desesperación como si todavía hubiese ocurrido ayer, la fuerte necesidad que te obligaba a actuar de forma rápida y sin pensar en las consecuencias. Por ello, conocer a tus enemigos era más importante que a tus amigos. Sabiendo sus puntos débiles y atacando donde más duele se puede llegar a obtener los resultados más expléndidos.
Por la vista del joven pude llegar a vislubrar a una pequeña con el cabello rubio. Daenerys Gilbert. Que hubiese sido adoptada por aquella ricachona familia simplemente hacía las cosas mucho más interesantes. Tenía algún trato pendiente e influencias en algunos juzgados y orfanatos, como cuando procuré que la alcaldesa adoptase a la hija de la salvadora, Paula. Por suerte ella había sido tan estúpida de haberme pedido aquel favor sin tan si quiera haberse preocupado por averiguar la procedencia de la pequeña aunque, pese a que lo hubiese hecho, no habría conseguido nada. Después de todo, una adopción cerrada era lo que tenía. Aún así aquello no me suponía ningún problema para mí, nada lo hacía.Su rostro reflejaba el abatimiento de un padre que no puede soportar la situación en la que se hallaba pero, por suerte, el destino acababa de cambiar sustancialmente para él. Casi podía saborear ya la victoria. Ante mi llegada, al percatarse, parecía haber intentado desviar mi atención de aquello restándole importancia con sus palabras. Algo completamente comprensible teniendo en cuenta la opinión que tenía el pueblo sobre mí. Escuché el sonido del periódico cerrándose mientras dirigía sus palabras hacia mi. - Algo había escuchado señor Monardi, como sabrá las noticias en este pueblo tan pequeño se extienden como la pólvora. Realmente es una pena que no haya podido hacerlo. - Mi tono mosraba como un leve deje de comprensión, obviamente ficticia. Jamás me había preocupado por aquello ni entendía aquella necesidad que mostraba alguna gente por estar con alguna gente. Sin embargo, aquello era parte del juego mental que utilizaba para realizar mis tratos. - Sin embargo, creo que es incomparable con el que siente un padre al no poder estar con su hijo. - Mi lengua se desplazaba pausadamente, pronunciando cada palabra con cuidado, seleccionándolas. Poco a poco intentaba estruir aquel muro que se había creado a su alrededor para poder acceder más fácilmente a él.
Arqueé las cejas ante la mentira que había soltado e inmediatamente no pude evitar soltar una breve carcajada por su última pregunta. - Vaya vaya, parece que tiene más agallas de lo que he creído en un primer momento - me crucé de brazos y continúe con mi vista clavada en la suya. No sabía si pretendía intimidarme con aquello, pero sería imposible que lo consiguiera. Me detuve unos segundos antes de continuar - A mi tampoco me gusta ser grosero, pero no me gusta demasiado la gente que miente a la cara. Aunque he de admitir que es una gran cualidad, al menos si sabes hacerlo. - Esbocé una sonrisa tras la que se me escapó otra risa más corta que la anterior - Sin embargo, ¿nunca te han dicho que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo? Y más cuando intentas engañar a alguien como yo. - Alcé el dedo índice de mi mano derecho y comencé a moverlo lateralmente en señal de negación. Me lebvanté del banco con cuidado debido a la lesión de mi pierna y apoyé el bastón en el suelo. Tras eso, lo agarré por la parte superior con mis dos manos y le hice una seña con la cabeza para que me acompañase - Creo que sería mejor que me acompañases, tengo una propuesta que hacerte y no quiero que nadie escuche más de lo que deba.
Arthur S. Gold- Hechiceros/Magos
- Soy : Rumplestiltskin
Mensajes : 23
Empleo /Ocio : Dueño tienda de Antigüedades
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Hago una leve mueca ante eso de que había escuchado algo sobre mi situación y ni siquiera sé porqué me molesta, después de todo el mundo se conoce en éste estúpido pueblo o conoce a alguien que conozca a los demás. Los rumores se expanden como pan caliente y es imposible escapar de ellos. Suspiro cuando parece condescendiente porque me recuerda a una serpiente enroscada y fingiendo haber sido atrapada esperando a que su víctima se fíe para saltarle a la yugular. Y ahí estaba, el momento que esperaba, ese donde otra puñalada me llegaba por la espalda. - No creo que alguien en realidad haya llegado a saberlo alguna vez - Un suspiro se me escapa, nadie sabe mejor que yo lo que es estar sin padre y lo que es estar sin hija, para mi desgracia ambas situaciones me son terriblemente conocidas aunque si alguien me preguntan no sabría decir que es lo peor. Puede que lo primero, estar sin padres resulta fácil cuando no están, cuando no les ves, no puedes echar de menos a alguien que nunca has tenido. Pero lo segundo... verla crecer, verla siendo inmensamente feliz en una familia a la que yo no pertenezco y que le da todo lo que yo jamás podría darle resulta casi insufrible.
La alabanza que llega después sobre mis agallas ni siquiera me inmuta, no considero que la palabra exactas sea "tener agallas". No se pueden tener agallas cuando estás en una situación cómo la mía ¿que va a hacerme?. Existen rumores sobre el señor Gold de los cuales algunos me parecen demasiado crueles pero otros a pesar de seguir siéndolo sí que parece propios de él. - Gracias, supongo - ¿Qué puede quitarme? ¿La familia que no tengo? ¿el trabajo que no tengo? ¿la casa y el dinero que no tengo?. No se puede ser valiente cuando no tienes miedo, del mismo modo que no se pueden tener agallas cuando no tienes nada que perder.
Sus palabras no paran de irritarme. No entiendo porqué ha despertado su interés que en mi mierda de día libre me pase la tarde en un parque, pero de repente todo cobra sentido cuando una de sus frases culmina de tal manera que toda mi atención se va hacia él como tuviese un imán. Mi mirada le sigue conforme se levanta apenas sintiendo sus manos chocar contra mis hombros y teniendo en la cabeza montones de escenas en el bar donde la frase más característica cada vez que se hablaba del Sr.Gold era ya le debes un favor, y créeme, no querrás deberle más. Eran palabras que la niña de la alcaldesa le soltaba a la sheriff de vez en cuando, a veces tenía la extraña sensación de que parecía saber algo que los demás no, pero nunca tuve tiempo para inmiscuirme en esos asuntos más que cualquier otra persona de Storybrooke.
Levanto mi mano poniendo el dorso sobre la parte lateral de su muñeca que da hacia mi cuello y luego darle un pequeño empujón hacia afuera, no brusco, pero sí sereno. - ¿Por qué iba a interesarme hacer negocios con un hombre cómo usted? - Una risa floja se me escapa a la vez que desvío la mirada hacia el suelo. - Además no sé si se ha dado cuenta pero no hay nada que yo tenga que usted quiera - Ni siquiera estoy seguro de tener algo que quiera tener yo. - Y si realmente hubiera una mínima posibilidad de que la tuviera, ¿por qué se toma tantas molestias? - Un sentimiento extraño me invade de inmediato porque en medio del túnel en el que llevo encerrado casi 10 años ha aparecido una luz, la única luz que he visto en tanto tiempo que a una parte de mi ni siquiera le importa que la posibilidad de seguirla me conduzca al mismísimo infierno.
La alabanza que llega después sobre mis agallas ni siquiera me inmuta, no considero que la palabra exactas sea "tener agallas". No se pueden tener agallas cuando estás en una situación cómo la mía ¿que va a hacerme?. Existen rumores sobre el señor Gold de los cuales algunos me parecen demasiado crueles pero otros a pesar de seguir siéndolo sí que parece propios de él. - Gracias, supongo - ¿Qué puede quitarme? ¿La familia que no tengo? ¿el trabajo que no tengo? ¿la casa y el dinero que no tengo?. No se puede ser valiente cuando no tienes miedo, del mismo modo que no se pueden tener agallas cuando no tienes nada que perder.
Sus palabras no paran de irritarme. No entiendo porqué ha despertado su interés que en mi mierda de día libre me pase la tarde en un parque, pero de repente todo cobra sentido cuando una de sus frases culmina de tal manera que toda mi atención se va hacia él como tuviese un imán. Mi mirada le sigue conforme se levanta apenas sintiendo sus manos chocar contra mis hombros y teniendo en la cabeza montones de escenas en el bar donde la frase más característica cada vez que se hablaba del Sr.Gold era ya le debes un favor, y créeme, no querrás deberle más. Eran palabras que la niña de la alcaldesa le soltaba a la sheriff de vez en cuando, a veces tenía la extraña sensación de que parecía saber algo que los demás no, pero nunca tuve tiempo para inmiscuirme en esos asuntos más que cualquier otra persona de Storybrooke.
Levanto mi mano poniendo el dorso sobre la parte lateral de su muñeca que da hacia mi cuello y luego darle un pequeño empujón hacia afuera, no brusco, pero sí sereno. - ¿Por qué iba a interesarme hacer negocios con un hombre cómo usted? - Una risa floja se me escapa a la vez que desvío la mirada hacia el suelo. - Además no sé si se ha dado cuenta pero no hay nada que yo tenga que usted quiera - Ni siquiera estoy seguro de tener algo que quiera tener yo. - Y si realmente hubiera una mínima posibilidad de que la tuviera, ¿por qué se toma tantas molestias? - Un sentimiento extraño me invade de inmediato porque en medio del túnel en el que llevo encerrado casi 10 años ha aparecido una luz, la única luz que he visto en tanto tiempo que a una parte de mi ni siquiera le importa que la posibilidad de seguirla me conduzca al mismísimo infierno.
Christian A. Monardi- Chicos de Storybrooke
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Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Ver el afligimiento con el que parecía tratar aquel tema me transmitía una nítida imagen de mi pasado, como había intentado remover cielo y tierra para tratar de enmedar aquel error fatidico que había cometido y que me había separado de aquello que más amaba. No había ni un solo día en el que no recordase la expresión de reproche en el rostro de Bae mientras parecía desvanecerse en aquel portal que había convocado para que ambos pudiesemos ser felices; yo había perdido mi oportunidad o, mejor dicho, aquella oportunidad. Siempre encontraba una solución para todos mis problemas y, esta vez, no sería diferente. No mientras tuviese las fuerzas para continuar luchando por aquello que me pertenecía y que se me había arrebatado y más, teniendo en cuenta todas las barreras que había atravesado hasta el momento para lograrlo. Si alguien conociera el alcance de todo, como lo había trazado... ¿podría juzgarme? Sí, sería posible. Aunque yo había hecho todo por mi hijo y nadie podría hacer que me arrepintiese ni de una sola de las decisiones que había tomado. - ¿De veras? Creo que usted podría hacerse una idea bastante buena, en realidad - Arqueé ligeramente la ceja pero sin haber cambiado el tono de mi voz. Sí creía que podía engañarme estaba muy equivocado. Pero bueno, aquello era lo de menos. Lo único que deseaba es que viese que no podía engañarme y que LO sabía todo, así que sería mejor que dejase de fingir porque a mi no me iban esos juegos, desde luego no si yo no era el protagonista.
Me daba la sensación de que el chico parecía reticente a querer escucharme; supongo que mi fama me precedía y aquello resultaba algo molesto. Sin embargo, sabía cual era mi objetivo y no había limites... llegaría hasta donde hiciese falta. El juego que estaba utilizando no parecía ser demasiado de su agrado y aquello era precisamente lo que quería lograr: que se percatase de que en realidad yo tenía el control de todo, que no me detendría hasta cumplir mis objetivos y que para aquello no me importaría nada mover los peones que fuesen necesrios. Que no me importaba que alguien se molestase porque al final... siempre había algo que yo tenía o, en este caso, podría lograr para que cediesen ante mí.
No pude evitar arquear ambas cejas, fingiendo falso sarcasmo ante sus palabras. Llevé mi mano derecha hasta mi pecho fingiendo un gesto de molestia - Me ofenden sus palabras - alcancé a decir mientras tenía que reprimir una sonrisa que amenazaba con adornar mi rostro.La verdad es que había perdido ya la cuenta con el número de veces que me habían repetido aquellas palabras y jamás me habían importado demasiado. Negué con rotundidad cuando dijo que no tenía nada que yo quisiese - En eso no le voy a quitar la razón... Pero no me interesa nada de lo que posee, sino que quiero que haga algo para mí.- ahora si permití que aquella sonrisa se materializase en mi rostro - Los motivos que yo tengo no son de su incumbencia, solo quiero hacer unos tratos con usted que verá de lo más... oportunos - Desde luego, aquello no era algo que fuese a compartir con él. Mis motivos siempre eran una incógnita ya que no era de mi agrado que nadie adivinase mis intenciones y pudiese inmiscuirse. - Lo que yo necesito es algo... muy simple. Simplemente me gustaría que lograse la confianza de alguien y que lo encauzase hacia mi para que confie en mi también. Use los métodos que considere oportunos, eso no me interesa. Usted tendrá sus armas; bien sea dándole pena, contándole su historia o.. simplemente siendo muy amable. Solo me importa el fin, no cómo lo consiga. - Alcé mi vista hacia el cielo e hice una breve parada mientras ensalivaba puesto que notaba la boca algo seca - A cambio, será recompensado. Le pagaré todos los meses una suficiente cantidad de dinero para que pueda vivir y le proporcionaré un hogar para usted y su hija, Daenerys. Por supuesto, también arreglaré el tema de la custodia si es que así lo desea - clavé mi vista en la suya, sobre todo después de haber pronunciado el nombre de la rubia para dejarle claro que sí sabía quien era ella por si le había quedado alguna duda.
Me daba la sensación de que el chico parecía reticente a querer escucharme; supongo que mi fama me precedía y aquello resultaba algo molesto. Sin embargo, sabía cual era mi objetivo y no había limites... llegaría hasta donde hiciese falta. El juego que estaba utilizando no parecía ser demasiado de su agrado y aquello era precisamente lo que quería lograr: que se percatase de que en realidad yo tenía el control de todo, que no me detendría hasta cumplir mis objetivos y que para aquello no me importaría nada mover los peones que fuesen necesrios. Que no me importaba que alguien se molestase porque al final... siempre había algo que yo tenía o, en este caso, podría lograr para que cediesen ante mí.
No pude evitar arquear ambas cejas, fingiendo falso sarcasmo ante sus palabras. Llevé mi mano derecha hasta mi pecho fingiendo un gesto de molestia - Me ofenden sus palabras - alcancé a decir mientras tenía que reprimir una sonrisa que amenazaba con adornar mi rostro.La verdad es que había perdido ya la cuenta con el número de veces que me habían repetido aquellas palabras y jamás me habían importado demasiado. Negué con rotundidad cuando dijo que no tenía nada que yo quisiese - En eso no le voy a quitar la razón... Pero no me interesa nada de lo que posee, sino que quiero que haga algo para mí.- ahora si permití que aquella sonrisa se materializase en mi rostro - Los motivos que yo tengo no son de su incumbencia, solo quiero hacer unos tratos con usted que verá de lo más... oportunos - Desde luego, aquello no era algo que fuese a compartir con él. Mis motivos siempre eran una incógnita ya que no era de mi agrado que nadie adivinase mis intenciones y pudiese inmiscuirse. - Lo que yo necesito es algo... muy simple. Simplemente me gustaría que lograse la confianza de alguien y que lo encauzase hacia mi para que confie en mi también. Use los métodos que considere oportunos, eso no me interesa. Usted tendrá sus armas; bien sea dándole pena, contándole su historia o.. simplemente siendo muy amable. Solo me importa el fin, no cómo lo consiga. - Alcé mi vista hacia el cielo e hice una breve parada mientras ensalivaba puesto que notaba la boca algo seca - A cambio, será recompensado. Le pagaré todos los meses una suficiente cantidad de dinero para que pueda vivir y le proporcionaré un hogar para usted y su hija, Daenerys. Por supuesto, también arreglaré el tema de la custodia si es que así lo desea - clavé mi vista en la suya, sobre todo después de haber pronunciado el nombre de la rubia para dejarle claro que sí sabía quien era ella por si le había quedado alguna duda.
Arthur S. Gold- Hechiceros/Magos
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Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Escuchar sus palabras me hiela la sangre, la sola idea de que necesite que le haga un favor me estremece. Se supone que él lo puede todo, es el hombre más poderoso de la ciudad, tiene casas, tiene dinero, casi todo storybrooke es suyo, no hay nadie que no le pague la renta a él en lugares de ésta ciudad. Bajo mi vista al suelo cuando escucho la palabra "confianza" entre todas las que dice y entiendo de pronto porqué se supone que necesita mi ayuda. Es normal, teniendo en cuenta que ni siquiera yo quien apenas he tenido contacto con él me fío de él. - Armas - Murmuro. Por un momento me imagino a mi mismo empuñando un revólver pero en cuanto especifica el tipo de armas que tengo casi suelto un suspiro.
Alzo mi vista hacia él incapaz de seguir ignorándole o pensando en lo obvio. Quiere algo que yo puedo darle, es por eso que ha iniciado todo éste asunto, aunque aquello no sea material. - No, su custodia no. No es eso lo que quiero. - Me levanto del asiento con lentitud, mi mirada se va fugazmente hacia la pequeña en cuestión que acaba de irse de narices al suelo pero lejos de estar llorando, la oigo reír a carcajadas. Ella es feliz tal y como está, meterme en su vida ahora sería invadirla y si yo fuese ella me odiaría. No puedo esperar que después de tres años obteniendo todo lo que quiere, lo que necesita y más incluso, desee estar con alguien como yo quien apenas tiene un sitio para vivir.
La idea del dinero es otra cosa. Cuanto más dinero mejor, asiento levemente para dejar claro que el resto del trato lo acepto. - Aunque es bueno saber que si quiero a mi hija de vuelta en un futuro usted puede hacer algo al respecto - Aquello ha abierto un nuevo mundo para mi. Siempre he ido sin rumbo, vagando de un lado a otro echándola de menos pero ahora no me hace falta. Ahora no tengo más que conseguir el dinero suficiente para tener una casa, comida, juguetes y ropa para ella y podré recuperarla. Lo que ha hecho Isabel para arrebatármela ya no importa, porque puedo hacer algo al respecto.
Avanzo hacia él para seguir su camino, como en principio quería, esperando el resto de detalles de aquello que quiere que haga. - ¿quien es y por qué le interesa tanto su confianza? - Durante un momento se me pasa por la cabeza la idea de conocer a esa persona, después de todo si no fuese así cualquiera de storybrooke desesperado por dinero le serviría.
Alzo mi vista hacia él incapaz de seguir ignorándole o pensando en lo obvio. Quiere algo que yo puedo darle, es por eso que ha iniciado todo éste asunto, aunque aquello no sea material. - No, su custodia no. No es eso lo que quiero. - Me levanto del asiento con lentitud, mi mirada se va fugazmente hacia la pequeña en cuestión que acaba de irse de narices al suelo pero lejos de estar llorando, la oigo reír a carcajadas. Ella es feliz tal y como está, meterme en su vida ahora sería invadirla y si yo fuese ella me odiaría. No puedo esperar que después de tres años obteniendo todo lo que quiere, lo que necesita y más incluso, desee estar con alguien como yo quien apenas tiene un sitio para vivir.
La idea del dinero es otra cosa. Cuanto más dinero mejor, asiento levemente para dejar claro que el resto del trato lo acepto. - Aunque es bueno saber que si quiero a mi hija de vuelta en un futuro usted puede hacer algo al respecto - Aquello ha abierto un nuevo mundo para mi. Siempre he ido sin rumbo, vagando de un lado a otro echándola de menos pero ahora no me hace falta. Ahora no tengo más que conseguir el dinero suficiente para tener una casa, comida, juguetes y ropa para ella y podré recuperarla. Lo que ha hecho Isabel para arrebatármela ya no importa, porque puedo hacer algo al respecto.
Avanzo hacia él para seguir su camino, como en principio quería, esperando el resto de detalles de aquello que quiere que haga. - ¿quien es y por qué le interesa tanto su confianza? - Durante un momento se me pasa por la cabeza la idea de conocer a esa persona, después de todo si no fuese así cualquiera de storybrooke desesperado por dinero le serviría.
Christian A. Monardi- Chicos de Storybrooke
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Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Parecía que mis palabras estaban haciendo el efecto que deseaba, como solía ser. estaba demaiado acostumbrado a lograr todo lo que me proponía con tratos en el bosque encantado y era de esperar que en Storybrooke fuese de la misma forma. Pese a no disponer de magia para hacer mis tratos mucho más interesantes continuaba gozand del don de la palabra, de ver las debilidades de cada uno para hacerlos caer en mi juego. Estaba seguro que algunas personas podrían pensar que era muy rastrero, pero la verdad es que la opinió de aquellos perdedores que no están dispuestos a intentarlo todo para lograr sus objetivos no me interesaban para nada. Los descalificativos hacia mi persona no hacían más que fortalecerme. Después de todo, sin esa fama terrorífica que me perseguía la gente no me respetaría; todo el mundo sabía que debía tener cuidado conmigo, de la misma forma que era mejor tenerme de amigo que de enemigo.
Me sorprendí al escuchar como murmuraba la palabra armas. Parecía que el jovencito parecía haber entendido otro tipo de armas de las que yo barajaba. Y es que, pese a tener una pistola en mi casa, no consideraba que fuese útil para la misión que le quería encomendar. Hasta que no me dijese que aceptaba el trato, estaba receloso de contarle mis planes. No era de los que les gustaba dejar cabos sueltos al aire, y menos en algo tan importante como aquello. Necesitaba llegar aun punto en el que, si se echaba para atrás, no reberlaría lo que iba a decirle porque me perjudicaría. Pero teniendo de por medio la vida de su hija, seguramente aquello no fuese demasiado complicado. - Simplemente quiero que use aquello que crea más conveniente para lograr mis planes, y estoy seguro de que usted está en la situación correcta para hacerlo. - Probablemente las similitudes que prsentaba con la persona en cuestión, ya sería un gran putno a favor que facilitaria el acercamiento. Solo necesitaba que el rubio se mostrase agradable, amable... Y en caso de ser necesaria, una buena dosis de pena tampoco sería nada descartable.
Escuché sus palabras atentamente. Al principio, no puedo negar que me decepcionó el escuchar que no deseaba su custodia. No podía ser yo quién lo juzgase, ya que tiempo atrás había perdido mi oportunidad, pero de estar en su lugar ahora mismo correría los riesgos sin dudarlo. Al fin y al cabo, por eso nos encontrábamos en aquel lugar tan desconocido para nosotros, aunque los habitantes de aquel "mágico" pueblo no pudiesen darse ni cuenta - Bueno, se puede decir que hay pocas cosas que están fuera de mi alcance. Y esa no es una de ellas - Dibujé una sonrisa en mi rostrod e autosuficiencia. Conocía muy bien el sistema judicial, era un experto en ello. Y tenía contactos en los servicios sociales y en el sistema. Al fin y al cabo, así fue como logré proporcionarle a aquella especial niña a la alcaldesa. Un sutil movimiento que ella fue incapaz de preveer y que me supuso un gran avance en mis planes.
El joven parece impaciente por conocer en que consistiría su tarea, aunque no me interesa lo más mínimo decírselo hasta que no firme el pacto. Al fin y al cabo, que le contase a alguien algo acerca de todo aquello podría arruinar todo lo que había pretendido con aquel acercamiento. Y no era mi estilo dejar cabos sueltos. Cuando se puso a mi altura, di un paso hacia delante, cortándole el camino y situándome ante él - Si quiere saberlo, primero ha de aceptar. Le prometo que no será nada que se aleje de la ética. Pero como comprenderá necesito discreción, no quiero que nada salga de aquí y no estoy dispuesto a correr riesgos. Esto será un secreto entre usted y yo que no podrá rebelarle a nadie. ¿Hay trato? - extendí mi mano firme hacia él
Escuché sus palabras atentamente. Al principio, no puedo negar que me decepcionó el escuchar que no deseaba su custodia. No podía ser yo quién lo juzgase, ya que tiempo atrás había perdido mi oportunidad, pero de estar en su lugar ahora mismo correría los riesgos sin dudarlo. Al fin y al cabo, por eso nos encontrábamos en aquel lugar tan desconocido para nosotros, aunque los habitantes de aquel "mágico" pueblo no pudiesen darse ni cuenta - Bueno, se puede decir que hay pocas cosas que están fuera de mi alcance. Y esa no es una de ellas - Dibujé una sonrisa en mi rostrod e autosuficiencia. Conocía muy bien el sistema judicial, era un experto en ello. Y tenía contactos en los servicios sociales y en el sistema. Al fin y al cabo, así fue como logré proporcionarle a aquella especial niña a la alcaldesa. Un sutil movimiento que ella fue incapaz de preveer y que me supuso un gran avance en mis planes.
El joven parece impaciente por conocer en que consistiría su tarea, aunque no me interesa lo más mínimo decírselo hasta que no firme el pacto. Al fin y al cabo, que le contase a alguien algo acerca de todo aquello podría arruinar todo lo que había pretendido con aquel acercamiento. Y no era mi estilo dejar cabos sueltos. Cuando se puso a mi altura, di un paso hacia delante, cortándole el camino y situándome ante él - Si quiere saberlo, primero ha de aceptar. Le prometo que no será nada que se aleje de la ética. Pero como comprenderá necesito discreción, no quiero que nada salga de aquí y no estoy dispuesto a correr riesgos. Esto será un secreto entre usted y yo que no podrá rebelarle a nadie. ¿Hay trato? - extendí mi mano firme hacia él
Arthur S. Gold- Hechiceros/Magos
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Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Asiento con algo de alivio en cuando me dice que las armas a las que se refiere no son precisamente de esas que pueden herir a alguien, al menos no físicamente. Ni siquiera estoy seguro de que eso me alivie, conforme la conversación ha ido avanzando me doy cuenta de que mi curiosidad no para de crecer. Quiero saber cosas que no va a contarme, y sé que no va a hacerlo porque solo me está diciendo de momento lo que necesito saber para caer en su juego. - Vamos, que le da exactamente igual cómo lo consiga, mientras lo consiga - Al oírme me siento extraño, cómo si esas palabras no hubieran salido de mi boca sino de la de otra persona. Puede que lo hayan hecho, puede que el que esté hablando en esos momentos no sea yo sino ese desesperado que aunque finge un altruismo innecesario realmente sería capaz de vender su propia alma por dinero.
Suspiro cuando parece tan reacio a seguir dándome información al respecto y de alguna extraña manera comprendiendo porqué. Yo podría arrepentirme, cambiar de idea, pero una vez el trato esté cerrado ya será cosa del honor hacer lo que me pida que haga tanto como si sabía que hacer como si no. Hago una leve mueca y mi mirada se va hacia Danerys a la que justo en ese momento llaman para volver a clase. El recreo se ha terminado pero ella más que de estar jugando parece haber salido de una batalla de barro. Son justamente estos pequeños momentos los que me hacen seguir en pie mientras me dedico a verla crecer en una familia a la que yo no pertenezco.
Ahogo una risa y desvío mi mirada hacia Gold otra vez teniendo suficientemente claro que haría cualquier cosa por ella, incluso algo que esté en contra de mis principios. - Acepto - Extiendo mi mano hacia él para estrecharla. - Ahora supongo que viene la explicación de lo que quiere que haga - Y puede incluso que el porqué es a mi a quien necesita se aclare también.
Suspiro cuando parece tan reacio a seguir dándome información al respecto y de alguna extraña manera comprendiendo porqué. Yo podría arrepentirme, cambiar de idea, pero una vez el trato esté cerrado ya será cosa del honor hacer lo que me pida que haga tanto como si sabía que hacer como si no. Hago una leve mueca y mi mirada se va hacia Danerys a la que justo en ese momento llaman para volver a clase. El recreo se ha terminado pero ella más que de estar jugando parece haber salido de una batalla de barro. Son justamente estos pequeños momentos los que me hacen seguir en pie mientras me dedico a verla crecer en una familia a la que yo no pertenezco.
Ahogo una risa y desvío mi mirada hacia Gold otra vez teniendo suficientemente claro que haría cualquier cosa por ella, incluso algo que esté en contra de mis principios. - Acepto - Extiendo mi mano hacia él para estrecharla. - Ahora supongo que viene la explicación de lo que quiere que haga - Y puede incluso que el porqué es a mi a quien necesita se aclare también.
Christian A. Monardi- Chicos de Storybrooke
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Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Parecía que el joven estaba captando la idea de lo que quería que hiciese. abía que lo haría, así era como actuaba la gente en casos desesperados. Yo había sido un buen ejemplo de ello. Todos los seres humanos, por fuertes ideales que tuviesen, tenían un punto débil. Mi diversión era encontrarlo y mi finalidad explotarlo para lograr mis propósitos. - Exactamente, eres un chico muy inteligente. Sabía que eras la persona más indicada para esto - Sonreí inocentemente, como si aquello fuese posible en mi. Una característica que jamás había perdido era precisamente la de sonreír en todo momento, al fin y al cabo aunque todo el mundo pudiese pensar que en algunos momentos habían sido más inteligentes que yo había acabado demostrando que tenía toda la situación bajo control.
Al final, acabé estrechando aquella mano mientras sonreía con autosuficiencia. Ahora mismo, seguramente quien me viera pensaría que tenía el rostro mismo del diablo según la creencia de aquella religión tan extendía en aquel reino que, en mi opinión, no eran más que paparruchas. Pero el simil no podía ser más claro. - Bien señor Monardi, no habría podido tomar una decisión más adecuada - Me reí ante lo que había dicho sobre la explicación y asentí lenamente - Me gusta que vaya directamente al grano. Pues bien, no sé si se habrá dado cuenta de la recién llegada al pueblo Lucy Roberts, la madre de la hija de la alcaldesa. - Hice una pausa corta para que pensase sobre ella, aunqe continué ablando sin dejar que me interrmpiese - Creo haberla visto ir en varias ocasiones hasta Granny's para tomar algo, así que no creo que tenga problemas para reconocerla. Pues bien, quiero que haga que se acerque a mi en busca de amistad. - Me crucé de brazos mientras ladeaba la vista hacia la hija de Christian, la pequeña Daenerys, que parecía estárselo pasando en grande - Después de todo, tienen en común que ambos tienen un hijo y que ambos lo dieron en adopción. Y sí, ambos desean recuperarlo. Puede aprovechar ese punto débil para acercarse a la joven y enviarla a mi. - deseaba más que nada que la salvadora se pusiera de mi lado y haría cualquier cosa para ayudarla a romper la maldición. Al fin y al cabo, aquel había sido mi propósito desde el principio y parecía necesitar un pequeño empujón de mi parte. - Creo que no le estoy pidiendo nada que esté fuera de sus posibilidades, aunque quizás quiera practicar buenas maneras. Creo que la drialdad no es una buena cualidad para ganarse el favor de alguien. - No lo decía por criticar su forma de ser, sino más bien porque realmente consideraba que no sería de gran ayuda.
Al final, acabé estrechando aquella mano mientras sonreía con autosuficiencia. Ahora mismo, seguramente quien me viera pensaría que tenía el rostro mismo del diablo según la creencia de aquella religión tan extendía en aquel reino que, en mi opinión, no eran más que paparruchas. Pero el simil no podía ser más claro. - Bien señor Monardi, no habría podido tomar una decisión más adecuada - Me reí ante lo que había dicho sobre la explicación y asentí lenamente - Me gusta que vaya directamente al grano. Pues bien, no sé si se habrá dado cuenta de la recién llegada al pueblo Lucy Roberts, la madre de la hija de la alcaldesa. - Hice una pausa corta para que pensase sobre ella, aunqe continué ablando sin dejar que me interrmpiese - Creo haberla visto ir en varias ocasiones hasta Granny's para tomar algo, así que no creo que tenga problemas para reconocerla. Pues bien, quiero que haga que se acerque a mi en busca de amistad. - Me crucé de brazos mientras ladeaba la vista hacia la hija de Christian, la pequeña Daenerys, que parecía estárselo pasando en grande - Después de todo, tienen en común que ambos tienen un hijo y que ambos lo dieron en adopción. Y sí, ambos desean recuperarlo. Puede aprovechar ese punto débil para acercarse a la joven y enviarla a mi. - deseaba más que nada que la salvadora se pusiera de mi lado y haría cualquier cosa para ayudarla a romper la maldición. Al fin y al cabo, aquel había sido mi propósito desde el principio y parecía necesitar un pequeño empujón de mi parte. - Creo que no le estoy pidiendo nada que esté fuera de sus posibilidades, aunque quizás quiera practicar buenas maneras. Creo que la drialdad no es una buena cualidad para ganarse el favor de alguien. - No lo decía por criticar su forma de ser, sino más bien porque realmente consideraba que no sería de gran ayuda.
Arthur S. Gold- Hechiceros/Magos
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Re: Always where I need to be [Christian A. Monardi]
Llega un momento en el que estoy emocionado sin motivo, el corazón se me acelera una décima de segundo y casi contengo la respiración. Mantengo mi mirada fija en el Sr.Gold mientras los gritos de los niños se desvanecen, en general me habría pasado esos últimos segundos viendo marchar a la que podría haber sido mi hija si me dieran oportunidad, pero delante de mi se ha abierto una puerta que parece llamar mi atención más de lo que lo hace cualquier otra cosa que haya querido antes. Cada una de las palabras del hombre que tengo delante entran en mi cabeza, de modo lento y tortuoso, grabándose a fuego en el cerebro. - Lucy Roberts - Repito al escuchar por fin lo que quiere que haga.
Suspiro y asiento débilmente, claro que la conozco, ¿es que hay alguien en éste pueblo que no lo haga?. Los rumores corren a gran velocidad en Storybrooke vengan de donde vengan y sean de quien sean, y el hecho de que una forastera esté en el pueblo levanta las voces de todos mucho más que los amoríos de algunos otros. - Si, lo he oído - Algunas cosas de las que me dice no me pillan del todo ignorante, después de todo a pesar de que siempre intento pasar desapercibido para todo el mundo y ser lo más invisible posible, eso no significa que pueda bloquear todo lo que sucede en mi exterior. Ojalá pudiera... pudiera sumirme en un mundo donde mi cabeza solo recolecte información sobre mi y sobre mi hija, pero en ese momento ni siquiera estoy seguro de ello porque ahora toda esa información que antes consideraba inútil ahora ha cobrado sentido.
En cuanto termina de hablar me doy un momento para procesar la información, cada cosa que ha dicho, cada palabra, y también todas las de los últimos minutos. Intentar que confíe en mi, utilizar todas las armas que tenga a disposición para conseguirlo. No le importa cómo sino el resultado final. Estoy tentado a preguntar por qué necesita tanto la confianza de esa chica pero sinceramente no creo que vaya a decírmelo y jamás he sido cotilla así que me trago la pregunta para mis adentros. - Hay algo que quiere que le... sonsaque? - Dudo en si "sonsacar" es la palabra adecuada". - ¿específicamente? o en cuanto consiga que confíe en mi medianamente habré terminado? - Se que la respuesta a esa segunda pregunta es obviamente un no, porque si fuese solo por cuestión de que se fiara de mi sería una tontería... un trabajo inacabado. Algo debe querer de ella que solo yo le puedo conseguir.
Cuando se mete con mi manera de comportarme suspiro, he tenido meses malos donde me he tenido que ver obligado a fingir quien no soy por motivos de trabajo; creo que por volver a hacerlo no me voy a morir, al menos para intentar parecer más amable. - No se preocupe por eso, se me da bien ser encantador a veces - Aquella no es una frase mía sino de Isabelle, la misma que dio en adopción a Daenerys sin darme oportunidad de quejarme al respecto, una persona que me traicionó pero que en su momento, confié y me conoció más de lo que admitiré jamás. - No puede ser tan difícil retomar viejas costumbres - Intento bromear, pero no termina de hacerme gracia.
Suspiro y asiento débilmente, claro que la conozco, ¿es que hay alguien en éste pueblo que no lo haga?. Los rumores corren a gran velocidad en Storybrooke vengan de donde vengan y sean de quien sean, y el hecho de que una forastera esté en el pueblo levanta las voces de todos mucho más que los amoríos de algunos otros. - Si, lo he oído - Algunas cosas de las que me dice no me pillan del todo ignorante, después de todo a pesar de que siempre intento pasar desapercibido para todo el mundo y ser lo más invisible posible, eso no significa que pueda bloquear todo lo que sucede en mi exterior. Ojalá pudiera... pudiera sumirme en un mundo donde mi cabeza solo recolecte información sobre mi y sobre mi hija, pero en ese momento ni siquiera estoy seguro de ello porque ahora toda esa información que antes consideraba inútil ahora ha cobrado sentido.
En cuanto termina de hablar me doy un momento para procesar la información, cada cosa que ha dicho, cada palabra, y también todas las de los últimos minutos. Intentar que confíe en mi, utilizar todas las armas que tenga a disposición para conseguirlo. No le importa cómo sino el resultado final. Estoy tentado a preguntar por qué necesita tanto la confianza de esa chica pero sinceramente no creo que vaya a decírmelo y jamás he sido cotilla así que me trago la pregunta para mis adentros. - Hay algo que quiere que le... sonsaque? - Dudo en si "sonsacar" es la palabra adecuada". - ¿específicamente? o en cuanto consiga que confíe en mi medianamente habré terminado? - Se que la respuesta a esa segunda pregunta es obviamente un no, porque si fuese solo por cuestión de que se fiara de mi sería una tontería... un trabajo inacabado. Algo debe querer de ella que solo yo le puedo conseguir.
Cuando se mete con mi manera de comportarme suspiro, he tenido meses malos donde me he tenido que ver obligado a fingir quien no soy por motivos de trabajo; creo que por volver a hacerlo no me voy a morir, al menos para intentar parecer más amable. - No se preocupe por eso, se me da bien ser encantador a veces - Aquella no es una frase mía sino de Isabelle, la misma que dio en adopción a Daenerys sin darme oportunidad de quejarme al respecto, una persona que me traicionó pero que en su momento, confié y me conoció más de lo que admitiré jamás. - No puede ser tan difícil retomar viejas costumbres - Intento bromear, pero no termina de hacerme gracia.
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