Algo nuevo

Después de su encuentro con Solange en la comisaría Robert se había estado comiendo mucho la cabeza. Había pasado bastante tiempo y él se había dedicado a ir esquivando a la chica cada vez que se la encontraba por la calle o por cualquier lugar del pueblo. No quería que resultara muy evidente para que ella no se sintiera herida, pero era imposible que sus huidas fueran discretas.

En su cabeza Savannah seguía ocupando el lugar principal, pero parecía que ya se había resignado a que su matrimonio había acabado y, siguiendo varios consejos, como antes lo aceptara mejor para los dos. Por esto suponía que seguía en su cabeza más bien por costumbre y Robert llegó a la conclusión que el momento que había pasado con Solange había sido cuando menos había estado Savannah en su cabeza.

Le había costado decidirse, pero cuando se dio cuenta que Sol podía ser capaz de hacer que se olvidara de su ahora ex mujer, el humor de Robert había mejorado de manera impresionante; la gente también lo notó, y ya no era deprimente estar cerca de él. Y, aunque ya no se sentía tan solo, sentía que quería a Solange cerca igualmente.

Robert ya había olvidado cómo funcionaba eso de las relaciones, le habría sido mucho más fácil si fuera Sol la que hiciera el paso… aunque pensándolo mejor ella ya lo había hecho, solo que Robb no estaba preparado entonces. Lo mejor que se le ocurría era que tenían que hablar y sincerarse, así que le había mandado un mensaje para que se encontraran en el salón de té; no era tan concurrido como Granny’s, pero tampoco estarían completamente solos, un terreno más o menos neutro que hacía que Robert no se sintiera tan inseguro.

Cuando la vio entrar medio sonrió y levantó la mano para que le viera. Ni siquiera se creía que hubiera aparecido. ¿Y ahora que le decía? ¿Estaría enfadada? Después de evitarla tanto tiempo seguro que sí. Era increíble que estuviera nervioso. “Venga Robert, que ya tienes una edad y un matrimonio en tus espaldas” se dijo para sí mismo justo a tiempo de sonreír de verdad cuando Solange llegó a su altura.

- Hola. ¿Qué hay? –Tan pronto como cerró la boca se arrepintió de su súper frase inicial. A sus treinta años habría podido sacar algo mejor que eso.

Desde lo que pasó en la comisaría me había encerrado en mí misma, mis muros habían crecido aún más. La desconfianza que había roto al dar el paso de besar a Robert ahora era mucho mayor, no confiaba nada en los hombres y me dolía mucho la actitud que desde entonces Rob había tomado conmigo, puesto que era su amiga ante todo. Lo cierto es que sus huir de mí no me había hecho ni la más mínima gracia, evidentemente podía entender que lo que hice fue a destiempo, pero éramos adultos como para que me tuviera que esquivar. Y en cierto modo para mi había sido como escurrir el bulto.

Sabía que no había hecho bien dando aquel beso y menos cuando acababa de separarse de su mujer, pero seguía mis instintos y me había dejado llevar en aquel momento. Por eso quizás no me había enfadado tanto como pudiera haberlo hecho si no estuviera en aquella situación. Sabía por la gente de el pueblo que su humor había mejorado mucho desde hacía tiempo, en parte me alegraba pero me hubiera gustado que esa alegría la compartiera conmigo. Pero no había sido así y eso me molestaba.

Estaba en mi día libre cuando recibí el mensaje de Robert. En un principio miré el móvil extrañada de que me hubiera llegado un mensaje suyo. No le contesté, me pensé si ir o no ir, pero en el último momento decidí ir. Me puse una camiseta básica blanca, unos tejanos pitillo, un blazer negro y mis tacones. Me puse en camino al salón de té dónde él me había citado. Entré seria mirandolo fijamente puesto que tampoco sabía qué quería decirme. "Hola ¿Qué hay?" Vaya... en mi cara se pudo reflejar la sorpresa por ese tipo de saludo. Simplemente me senté en frente cruzando mis brazos mientras le miraba fijamente. -Tu dirás. Dije algo seca esperando que fuera él el que diera el paso ahora.