Algo diferente - Robert

Normalmente no solíamos llevar nada a nadie, si venía alguien a la cafetería y nos pedía la bebida o la comida para llevar lo preparabamos allí mismo y el cliente se lo llevaba, pero como decía, nunca llevabamos nada a fuera. Preparé un par de cafés con leche y cogí dos croissants pasados por la plancha. Avisé a mi compañera de que salía y llevandolos cafés en una bandeja especial para ellos y los croissants en una bolsita salí del Granny's derecha a la comisaría dónde esperaba encontrar a Robert. Sinceramente era un chico agradable, como pocos. Diferente a Edmond, él era agradable pero lo hacía con la intención de agradar, todo premeditado. Robert no, él era agradable sin pensar en tener que ser agradable. Me resultaba más natural, pero Ed era todo un casanova, debía reconocer que aquel rubio me tenía atontada, de momento. No era una de esas chicas que creyese en el amor, así que lo único que sabía es que aquella tontería me iba a durar más bien poco.

Caminaba por la calle pensativa. No sabía muy bien por qué hacía todo aquello, simplemente me apetecía animar un poco a Robert, sabía que lo estaba pasando mal y no me gustaba verlo así. Nadie merecía pasarlo mal por amor, si es que eso no era algo bueno, ya lo tenía demasiado claro. ¿Para qué enamorarse? Para que luego te hicieran sufrir. No podía dejar de pensar en las veces que había sufrido por eso y lo mal que se pasaba. Por eso no quería que alguien tan bueno como Robert estuviera así, así que haría lo posible por animarle.

Entré en la comisaría con la bandeja de los cafés en la mano y busqué a ver si veía a Robert. Parecía que no estaba. -¿Y ahora qué hago? Pregunté un poco en voz alta mientras me apoyaba en una de las mesas con aquello en las manos. Debería haber llamado antes para ver si estaba por allí. Por el momento me esperaría cinco minutos, aunque esperaba que llegase antes porque si no el café se iba a enfriar. A veces era tan despistada... Suspiré lastimeramente mientras optaba por dejar la bandeja y la bolsa sobre la mesa. Comencé a pasearme por la comisaría mientras miraba cada detalle de ésta. Como si estuviera curioseando cuando en realidad no lo hacía, incluso me atreví a mirar los papeles que habían por allí encima. -¡Qué desorden! Dije negando con la cabeza, no podía creer que todo estuviera así de desordenado, era normal que trabajaran con informes y esas cosas pero aquello me ponía algo nerviosa. No estaba acostumbrada a permanecer en sitios en los que las cosas no estuvieran en su sitio. También es cierto que mi trastorno hacía que lo viera todo demasiado desordenado cuando tampoco era para tanto.

Estaba allí de pie, cruzada de brazos mientras el café se enfriaba por momentos. No era de las que tenía mucha paciencia, pero tenía ganas de ver a Robert y saber cómo estaba. Conocía la sensación por la que estaba pasando y eso hacía que me empatizara con él, no me gustaba cómo lo estaba pasando y aquello hacía que mi carácter se endulzara un poco para intentar animarle. Normalmente con los hombres me comportaba de una manera más fuerte y menos sensible, pero con él era diferente.

De pronto entró, estaba de espaldas a él por lo que cuando dijo buenos días me giré con una sonrisa, pero él no hizo ni caso a mi presencia. No se dió ni cuenta de que estaba allí lo que hizo desanimarme un poco. Suspiré agachando la cabeza sin decir nada acercándome a dónde había dejado los cafés. Cogí la bandeja dónde estaban éstos y la bolsa con los croissants. Me acerqué a su escritorio cuando se dio cuenta de quién era. Sonreí de oreja a oreja mientras dejaba todo sobre su mesa y me sentaba al otro lado del escritorio, en frente de él. -Pues mira, que me aburría y te he traído un café y un croissant. Ladeé la cabeza de forma dulce y le tendí su café.

-Llevo un rato aquí, quizás esté algo frio. Me encogí de hombros ante aquello a modo de disculpa. -Debería haber llamado para ver si estabas. Torcí mis labios mientras cogía mi café. -¿Qué tal estás? Dije en un tono dulce y preocupado, quizás no era la mejor pregunta que le podía hacer en aquel momento pero quería saber cómo estaba. Aunque rápidamente rectifiqué mientras negaba haciendo ver mi error. -Lo siento, supongo que no es la mejor pregunta pero me tienes un poco preocupada. Suspiré suavemente mientras me cruzaba de piernas esperando su respuesta.

Sabía que estaba frío porque yo misma di un sorbo del mío y lo estaba así que sonreí negando con la cabeza, pero agradecida por su comentario. Ladeé la cabeza mirandole fijamente. -No mientas Dije dulcemente sonriendo con la misma dulzura que usé en mi tono de voz. Lo cierto es que era un chico que no merecía otro trato que aquel. Odiaba verlo así, si fuera un chulo de mierda pues me alegraría de que lo pasara mal pero no era el caso.

Miré a mi alrededor observando nuevamente la oficina mientras hablaba. -Bueno, yo también me alegro de haber venido, bueno, más bien de haberte encontrado. Reí con suavidad mientras le daba un bocado a mi croissant. -Me encantan pasados por la plancha, le dan un toque buenísimo. Dije relamiendome por si se me había quedado alguna miga por la boca.

Sabía que no debía hacer esa pregunta, pero sabía también que sería de las pocas personas a las que no les diría un simple bien y ya está. Ambos confiábamos el uno en el otro y sabía que podía contar conmigo cuando quisiera. Suspiré al escucharle decir que no era la mejor pregunta. "Ya la has cagado" Pensé para mi. -Lo siento... Dije agachando la cabeza, sabía que había sido en cierto modo un error y que debía estar muy cansado de que todo el mundo le preguntara por ello, ¿Pero qué podía hacer si estaba preocupada por él? Cuando me dijo que estaba mal, cosa que ya imaginaba, se me partió el alma, sobre todo por la sinceridad y dureza con la que sonaban esas palabras. A todos nos encantaba escuchar que las personas que queríamos estaban bien, pero nadie se paraba a preguntar si aquello era real. Cuando dejó caer la cabeza sobre el escritorio no pude evitar levantarme y rodear el escritorio para agacharme a su lado apoyando mis manos sobre su brazo. Le miré fijamente con una sonrisa dulce. -Dejar que pase el tiempo, llorar, sufrir, y renacer. No hay otra manera, poco a poco la irás olvidando y quién sabe... a lo mejor mañana conoces a una chica que te haga olvidar a Sav. Me encogí de hombros aunque la idea de verlo con otra no me agradaba tampoco, pero lo atribuía al cariño y recelo a que le hicieran daño.

Me reí negando con la cabeza por que aún así pensaba que seguía diciendolo por cumplir más que por otra cosa. Luego le sonreí cuando dijo que con más motivo le gustaba si me había molestado en ir. -Bah Rob, no es molestia pasar un rato contigo. Volví a reir suavemente esta vez mientras le miraba directamente a los ojos. La verdad es que era el único chico con el que me sentía tan bien que era verdaderamente yo misma. -Bueno, mejor, así cuando quieras un croissant pasado por la plancha tendrás que venir al Granny's y verme. Alcé ambas cejas haciendo una mueca como si el verme para él fuese un suplicio.

Lo cierto es que estaba desordenado, quizás se me notaba en la cara, pero era así, trasparente como el agua. Necesitaba un repaso ya. De pronto su voz hizo que me centrara de nuevo en sus ojos. -No pasa nada, es normal, no es un trabajo en el que te puedas parar a ordenarlo todo. Deberíais tener a algún tipo de administrativo que os ordenara los papeles, que os hiciera los cafés... Me reí cortamente por la última frase.

-Aunque estuvieras acostumbrado, no tendríamos por qué hacerla tanto... Me encogí de hombros antes de ir a su lado. Moví las manos acariciando uno de sus brazos. Observé su sonrisa, pero era tan triste que me hacía daño verle así. -Aunque ahora no lo creas nadie es indispensable Alcé la mano despacio hacia su cara acariciandole despacio. -Nunca se sabe Rob, cuando aparece aparece, sin más, algunas veces cuando más lo necesitas, y otras cuando menos te lo esperas. Me encogí de hombros pensando en Edmond, el cual me tenía completamente abandonada, vete tu a saber haciendo qué. No pude evitar soltar un leve suspiro.

Puse mis manos sobre el escritorio que nos separaba dando un leve golpe. -No seas tonto! Dije de forma impulsiva, me molestaba mucho que la gente no fuera comprensiva, una persona que había querido así a otra y se veía sin ella no podía de la noche a la mañana ser como siempre. -Si la gente es imbécil pues que lo sea, pero yo pienso pasar contigo tantos ratos como hagan falta. Aseguré de forma decidida mientras me volvía a sentar en mi sitio tomando el croissant y dándole un bocado. Me encantaba aquel dulce francés, era como si echara de menos cosas de aquel país.

Le miré sonriendo y pensativa, así que no podían coger a nadie, y claro meter alguien desconocido con tantos informes no era una buena idea, pero aquello era un poco caótico, aunque a mis ojos era mucho peor. -Tienes razón, mejor no cojáis a nadie, que si no no tendré excusa para venir. Me encogí de hombros riendome un poco. -A ver, no sé, si necesitas algo ya sabes que me lo puedes pedir. No me importaría venir aunque fuera un día a la semana y ayudar con el orden, ya sabes que soy algo maniática con eso. Torcí mis labios levemente.

Vi cómo se apartó cuando rocé su cara por lo que quité la mano y me aparté rapidamente. Fui algo brusca, pero así lo había sentido, al igual que él lo hacía por que se sentía incómodo yo no quería sentirme ridícula. Cosa que me había sentido en ese momento ya que yo no solía hacer esa clase de cariños. -Lo entiendo Dije tranquilamente haciendo como si nada por el momento de antes. Me levanté y me apoyé en la mesa aún a su lado mientras cruzaba mis brazos. -Pues entonces si lo necesitas tampoco te cierres. Sonreí dulcemente correspondiendo al apretón que él me daba en la mano.

Ni si quiera me había dado cuenta del suspiro que había hecho minutos antes. Le miré con curiosidad, sin saber muy bien si contarle o no. Yo no solía hablar de mis problemas aunque tuviera mucha confianza con la gente, pero... necesitaba soltarlo. -Ed... no sé, no creo que lo nuestro vaya a ningún sitio. No me siento querida. Me encogí de hombros y pronto sonreí forzadamente. -Pero bueno, ya sabes que tampoco necesito un hombre a mi lado así que no me afecta tanto. Miré a otro lado cuando dije aquello sin darme cuenta, buscando no mirar a Rob a la cara porque no podía mentirle.

Negué con la cabeza, para nada me tenía que dar las gracias, era su amiga y era lo mínimo que podía hacer por él. Podía ser fría y distante al principio, pero con mis amigos era completamente diferente. Sonreí un poco tontamente cuando dijo que se alegraba de que fuéramos amigos. -Me alegra oír eso, no todo el mundo se alegra de tenerme como amiga. Me reí negando con la cabeza, era cierto, mi sinceridad no gustaba a todo el mundo.

Le miré fijamente esperando una respuesta ante mi ofrecimiento. Pero no decía nada por lo que me mordí el labio inferior. -Y bien? Pregunté ante aquel silencio. A mi no me importaba ir, total en casa me sentía más sola que la una y aunque me habían recomendado no pasarme haciendo esfuerzos yo necesitaba sentirme activa sin parar. Además, era una cosa que podía compatibilizar con el trabajo en la cafetería. Simplemente esperaba que me dijera que sí.

Sí me había molestado, y mucho, pero no era de las que explicara sus cosas ni lo que pasaba cuando se molestaba. Así que me encogí de hombros ante su gracias. -Bueno, sólo te digo que en el momento que haya una oportunidad hagas lo que sientas no lo que pienses. Le miré fijamente encogiéndome de hombros otra vez. -Nunca se sabe Rob, nunca se sabe... Dije sonriendo levemente pensando que realmente aquello era así. Ella no pretendía enamorarse de nadie y había acabado enamorada de Ed. Ahora la cosa era diferente...

Le miraba fijamente, atenta a sus palabras. Negué con la cabeza, desmintiendo todo eso que decía de mi. Para nada se lo perdía él, para nada yo era genial. Desviaba la mirada a cada segundo hasta que él llamaba mi atención, entonces volvía a mirarle. -No todo el mundo se lo merece. Sentencié a todo lo que me había dicho, yo no me merecía a nadie y estaba más que comprobado. -Pero da igual, es... No pude acabar la frase.

Aparté la mirada levantandome de dónde estaba apoyada dando una vuelta quedando de espaldas a él. Cerré los ojos con fuerza para intentar que no cayeran las lágrimas que me solían caer cuando me encerraba en casa. ¿Acaso era tan mala para ser tan desgraciada? ¿Me tenían que joder una y otra vez? No sabía qué hacía mal o qué no hacía, el caso es que tenía novio pero como si no lo tuviera. Robert tenía razón, pero... había algo que me mantenía atada a él... quizás el hecho de no estar sola. -Es mi destino por lo que se ve... Sonreí con amargura notando como mis lágrimas caían por las mejillas.

No estaba costumbrada a que me recibieran con buenos ojos, por lo que cuando lo hacían siempre me era extraño y me ponía a la defensiva. Sonreí cuando vi que no había pillado mi pregunta. Aunque pocos segundos después sí que lo entendió y me contestó. -A ver, Robert, me necesitas, y ya. No está mal recibir ayuda. Le miré a los ojos segura de lo que estaba diciendo, no había marcha atrás, iría a ayudar con la limpieza y la organización. -Pues no se hable más. Vendré cuando tenga libre, o me llamas cuando me necesites Le sonreí ladeando la cabeza.

Negué con la cabeza agachandola para mirar al suelo. -No... Me empeñaba, me empeñaba para no tener que quitarme aquella coraza, sin ella sólo sufriría por lo que no iba a permitirlo. Por más frágil que me sintiera, por más vulnerable que fuera, siempre tenía que mostrarme fuerte para que nadie se atreviera a atacarme ni joderme, era como mi seguro de vida. Aún así llegaba el punto en el que los sentimientos volvían a hacerme daño, mierda.

Me giró sobre mí misma mirandole fijamente a los ojos mientras las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas. Volví a negar con la cabeza con lo que decía. Me abrazó y me quedé ahí sorprendida, no estaba acostumbrada a recibir abrazos simplemente apoyé mi cabeza en su pecho, sintiendome protegida. Suspiré en esa posición sin sabes si abrazarle o no. Alcé mis manos lentamente para rodear su espalda, dejando las manos ahí aferrandome a él. -Son demasiados baches Robert... estoy cansada. Reí un poco con lo que dijo. Me aparté mirandole a los ojos fijamente manteniendo una distancia algo corta... lo que me empujó a hacer algo que seguramente no sería nada bueno. Acabé por unir mis labios a los suyos durante un corto plazo de tiempo, cuando me di cuenta de lo que había hecho me aparté enseguida. -Mierda... Rob... lo-lo siento... De verdad.. Mierda joder... Me aparté girandome dandole la espalda de nuevo. Caminé unos pasos nerviosa y me volví a girar hacia él. -Perdona, no he debido hacerlo.. no.. no sé por qué lo he hehco Dije nerviosa.

Quizás las palabras de Rob fueran ciertas, quizás era demasiado joven y tenía que seguir sufriendo, pero con cada desengaño sentía que mi corazón se helaba más y más como si no hubiera remedio, como si al final no pudiera llegar a amar a nadie más que a mi misma para protegerme de todo y cada vez más tenía la certeza de que así debía ser. No dije nada, no contesté a lo que dijo, no había nada que decir.

Sabía en mi interior que aquel beso jodería toda buena relación con él, había sido algo precipitado, sin meditar, un impulso y como tal no iba a tener buenas consecuencias. Por eso me aparté por que sabía su respuesta, la sabía incluso antes de besarle y aún así lo había hecho, así que me disculpé atropelladamente y aunque él dijera que no pasaba nada, sí pasaba, pasaba que por un beso había mandado al carajo mucho tiempo de amistad.

El silencio se me hacía eterno no quería llorar allí en medio, no quería mostrarme débil por lo que respiré hondo girandome para mirarle nuevamente con una sonrisa más que falsa en mis labios, aunque ni tan si quiera se notaba. No quería escucharle y aún así escuché todo lo que me dijo, sin borrar aquella sonrisa implacable, la que ocultaba todo lo que verdaderamente estaba pensando. Sin más, antes de que me dijera que me marchara me giré yo misma. Sabía cuando sobraba en un sitio y allí sobraba hacía rato.

-Creo que es mejor que no venga a limpiar. Concluí con toda la sequedad del mundo a la vez que mis pasos se hacían más rápidos casi corriendo para salir de allí como quien había visto a una fiera que estaba a punto de atacar. Necesitaba irme desahogarme, huir, yo que sé, pero necesitaba no mirarle a la cara, ni verle, ni oirle. No quería saber nada más. La culpa era mía por seguir mis instintos, la culpa era mía por pensar que con un beso se arreglaba todo, por pensar que si le demostraba que había una mujer interesada en él todo cambiaría. No, Rob aún estaba demasiado ciego por esa mujer. Pero no sería yo quien volviera a buscarle, nuevamente aunque fuera por un error mío, era demasiado orgullosa como para arrastrarme, y volver a verle en algún momento sería humillarme a mí misma. Ya había llegado a la conclusión de que arrastrarse por un hombre no iba conmigo. Cerré esa puerta en mi corazón en el mismo instante que cerré la puerta de la comisaría dejando toda esperanza atrás. Quizás se diera cuenta algún día, pero yo no podía prometer que para cuando él se diera cuenta yo estuviera dispuesta.