¿Desea algo? - August

¡Oh mi herbolario... era mi segunda casa! Me encantaba el olor a especias, a hierbas aromáticas y a todos los productos naturales que allí habían. Era genial sentirse como en plena naturaleza rodeada de todo tipo de plantas. Me gustaba ayudar a la gente con problemas mediante mis remedios naturales, los típicos remedios de la abuela que decía todo el mundo. Incluso me había aventurado a hacer mis propias infusiones mezclando plantas que nadie se había atrevido a mezclar. Las llamaba las "Special Ake's Infussions". Evidentemente antes de sacarlas al mercado las había probado yo misma por si no eran tan sanas como parecían. Tenía que reconocer que algunas mezclas me habían sentado mal, pero a estas alturas ya tenía el estómago a prueba de bombas.

Hoy había decidido reorganizarlo todo. Quería colocar nuevamente las cosas por lo que lo había quitado todo y lo había dejado en el almacén. Comencé colocando los productos que más se vendían y los mejores. Había aprovechado para ponerme los patines y así hacerlo todo más rápido. Suerte que también pedía algunos productos con etiqueta en Braille para saber lo que era, sobre todo en las que no podían reconocerlas por el olor. Iba colocando todo con alegría mientras patinaba. Primero colocaría los productos que me quedaban a la altura, luego ya cogería las escaleras para ponerlo todo arriba. Puse la minicadena con un disco de canciones variadas y así iba al ritmo de la música. Sandy estaba tumbada al lado de la puerta vigilando, no la tenía ahí por desconfianza pero era cierto que no todo el mundo en Storybrooke era bueno y algunos podían robar aprovechando que era ciega.

---She was a fast machine, she kept her motor clean, she was the best damn woman I had ever seen ... Comencé a cantar mientras bailaba y colocaba las cosas en su lugar. Estaba pletórica hoy. Miré a Sandy y sonreí enormemente. -Vamos Sandy! Grité animada. -Shook me all night long.... Sandy se puso a cantar conmigo, bueno ella ladraba al ritmo, era tan inteligente. La mejor amiga que podía tener, hacía todo lo que yo. Era genial esa perra. Cogí el plumero ya que había aprovechado también para limpiar, lo usé como si fuera una guitarra, comencé a mover mi cabeza como un rockero mientras que giraba sobre mí misma con los patines.

Era cosa de la edad. ¡Por supuesto! Por eso había acabado contagiado del catarro de la pequeña Eva, sino no me lo explicaba. Pocas veces a lo largo de la vida había enfermado, aquella había sido de las pocas veces y a una parte de mi anciana mente le frustraba sobremanera ese hecho. Decidí respirar hondo al tiempo que dejaba de tallar aquel trozo de madera que entre mis manos, para darle alguna forma que pudiera agradarle a la pequeña. Ya lo terminaría más adelante, tampoco corría demasiada prisa. Dejé el trozo de madera que había empezado a tomar la forma de un animal sobre la mesa de trabajo.

Tomé la chaqueta del perchero que había junto a la puerta que daba a la calle antes de arropar a la pequeña Eva y meterla dentro del carrito antes de partir camino a la herboleria de Ake, para la pequeña si que había ido al hospital pero a mí nunca me había gustado meterme sustancias químicas dentro del cuerpo y prefería los remedios naturales de mi amiga. Vigilé que Fígaro, el travieso de Fígaro no se me escapara en el momento de abrir la puerta y salir al exterior.

El camino hasta el herbolario de la mujer realmente no se me hacía pesado ni largo, prácticamente lo contrario y antes de darme cuenta había llegado hasta el establecimiento encontrándome una particular escena en el mismo. Alcé las cejas entre sorprendido y divertido con una ligera sonrisa en el rostro. Bastantes veces me había fascinado el hecho de que pudiera manejarse tan bien en el mundo careciendo de vista, pero eso era lo que solía hacer especiales a ese tipo de personas. Podían llevar una vida perfectamente normal sin necesidad de ver nada.

Después de permanecer cerca de dos minutos observando divertido la escena y cuando el perro de la anciana mujer se acercó hasta mí, me agaché para acariciarlo un poco y notar el pelaje del animal entre mis dedos. Posiblemente ese cambió en el perro fue lo que hizo que Ake se percatara de la presencia de otra persona en la habitación – Soy yo Ake – Le dije antes de que pudiera decir o hacer cualquier movimiento. - Lo siento es que te ví tan.... ¿entretenida? - Añadí conteniéndome una risa al tiempo que entraba dentro del herbolario.

Al entrar, seguido de cerca por Sandy, me di cuenta de que parecía estar ordenando las cosas. Siempre me había resultado curioso ver las etiquetas en el idioma braille, además de en el convencional, posiblemente porque aunque los medicamentos, por ejemplo, lo llevaban, pocas veces te dabas cuenta de ello. - ¿Estás muy ocupada? Porque en todo caso puedo volver más tarde... - Me aventuré a decir mientras dejaba a un lado el carrito de Eva que dormía plácidamente en su interior. De día era como un angelito que parecía activarse por las noches, momento en el que desde luego lloraba más que durante el transcurso del día entero. Cualquiera diría que los bebés hacían aquello por fastidiar y aunque en algunos momentos le costaba tener que levantarse a deshoras por la pequeña, no podía evitar adorarla. Era simplemente adorable.

Así daba gusto trabajar, me encantaba ser tan feliz como era. No habá nada que me parase los pies. Siempre había sido una mujer todoterreno, con los faros estropeados pero todoterreno al fin y al cabo. Nunca me ponía mala, nunca me dolía nada, era un alivio porque a mi edad había muchos que estaban muy estropeados. Yo tenía una salud de hierro y siempre lo achacaría a que me había criado entre hierbas y más hierbas. La Naturaleza es sabia, ¿para qué contradecirla? No iba a ser yo quien lo hiciera. Además estaba hecha una jovencita de veinte con la sabiduría y el cuerpo de una de 62. Eso me gustaba, cada arruga en mi piel era señal de una experiencia vivida.

Seguí ordenando todo, cantando, divirtiendome y trabajando. Sandy me acompañaba en todo momento toda contenta ella, como la dueña, me alegraba que aquella perra tuviera el mismo carácter que yo. Oí la puerta a pesar de que la música estaba alta, pero no me importó que alguien me viera, de hecho no era algo que me quitara el sueño, era como era y si a alguien en aquel pueblo no le gustaba es que no entendía por qué disfrutaba tanto la vida. La cosa es que por esta vida solo pasamos una vez, ¿para qué andarse con amarguras?

Sandy se calló y oí cómo daba unos pasos hacia la puerta. Esuché la voz de mi viejo amigo August. Me encantaba aquel hombre, para qué negarlo. Era tan gentil, todo un caballero y siempre me gustaban sus visitas. -¡Oh August! Eras tú. Dije parando cuando dijo que estaba tan entretenida. -Ya me conoces, sin alegría no funciono. Me reí soltando una leve carcajada. Patiné hacia la minicadena para bajarle la voz esquivando los obstáculos que habían por allí en medio.

-No, hombre, ya sabes que para ti siempre tengo tiempo. Dije con una leve sonrisa mientras volvía hacia dónde él estaba. -¿Cómo está la pequeña Eva? Siempre me preocupaba por saber cómo estaba todo el mundo, aunque hasta aquel momento no me había percatado que August tenía una voz diferente, algo tomada. Quizás estaba resfriado. Torcí mis labios y luego sonreí. -Déjame adivinar, estás resfriado. Comenté poniendome en jarras con un gesto de reproche fingido. -¿Cuantas veces te tengo que repetir que a tu edad no se puede dormir con el culo fuera? Bromeé riendome un poco más.

Sonreí imperceptiblemente para la mujer cuando dijo aquellas palabras y paró de cantar. Sabía que ella no podía ver los gestos en mi rostro, pero, de alguna manera estaba seguro de que de alguna manera se daba cuenta de cuando la gente sonreía a su alrededor. Era como un sexto sentido que poseían aquellos que no gozaban de algo tan maravilloso como lo era la vista. No dije nada, no iba a reafirmar que era yo cuando ya se lo había dicho antes a la mujer yo mismo. Vamos… que no hacía falta en resumidas cuentas.

- Ya veo ya… - Dejé escapar una leve risa de entre mis labios. La verdad que era raro el día en que veías a Akeilya sin hacer de las suyas o parada. Espera un momento…, realmente no recordaba haberla visto descansando en ningún momento, cosa que hasta yo mismo hacia a menudo. Fruncí ligeramente el ceño mientras la veía patinar hacia la minicadena esquivando perfectamente los obstáculos que había por la tienda.

Debía de tener un buen croquis mental de todo lo que tenía allí para conseguir hace de una forma tan sencilla, rápida y eficaz. Esas eran cosas que realmente admiraba de la gente que tenía la deficiencia visual que tenía ella. Eran esas pequeñas cosas las que te hacían sonreír porque era realmente asombroso para alguien como yo que poseía visión que pudiera hacer ese tipo de cosas con tanta soltura. Yo, entre mi cojera y el simple hecho de haber visto toda la vida, me habría llevado por delante alguno de los obstáculos que ella en cambio había esquivado.

Me alegro saber que no la estaba interrumpiendo ni nada parecido y en cuanto hizo la pregunta sobre la pequeña volteé la mirada hacia el carrito – Bien, ya está mucho mejor – Ahora el que estaba “mal” era yo. Volví a sonreír cuando la mujer adivino lo que ahora me estaba pasando a mí y tontamente asentí con la cabeza a pesar de saber que no me veía. Sí, eran de aquel tipo de actos reflejo que no caías en la cuenta hasta que posiblemente era demasiado tarde. – Sí, eso parece… - Respondí llevándome una mano a la nuca antes de soltar una carcajada ante las palabras de Ake – Ya sabes, hay cosas que no se pueden evitar si son rutina – Bromeé siguiéndole el juego durante unos segundos a Akeiyla antes de ponerme serio – En realidad creo que la pequeñaja me lo contagió… y no quisiera volver a transmitírselo a ella – O aquella acabaría siendo un círculo vicioso infinito. – Así que pensé que quizá tenías algún remedio de esos tuyos que tan eficaces son… Ya sabes que la química y yo no nos llevamos demasiado bien – En el caso de Eva había sido diferente por obvias razones.

Me gustaba la energía que desprendía August, era un hombre tan encantador que me animaba muchísimo. Escuché su leve risa y me reí a carcajadas yo, a veces parecía una loca pero podía asegurar que poca gente era tan feliz como lo era yo. Fui a apagar la minicadena y por suerte no me tropecé con nada. Me sabía cada rincón de la tienda a fuerza de haberme caído mil veces, no se aprende a montar en bici si no te caes nunca. Pues lo mismo para un ciego, no aprendes a no ver si no te caes. Quizás lo que más me gustaba de aquel hombre era la dedicación que le ponía a la hora de cuidar de los que más quería, era una persona tan bella de espíritu que era digno de admirar, y lo hacía, por supuesto que le admiraba.

Era más que obvio que el pobre August estaba resfriado, lo más lógico era que la pequeña se lo hubiera pegado. Me hacía gracia porque para mi la vida era un simple ciclo. Nacías y eras un niño hasta que te hacías adulto y envejecías volviendo a ser un niño. Era divertido, a veces pagaría por ver las caras de la gente al verme hacer locuras y cosas que creían que de por sí una persona mayor no podía hacer, mucho menos una persona mayor y ciega. Pero allí estaba yo para romper todas esas tontas normas y prejuicios. Me reí nuevamente con el comentario de August. -Dimelo a mi, tengo la costumbre de levantarme haciendo el pino... y oye por más cabezazos que me doy no dejo de hacerlo... Bromeé, evidentemente no me levantaba haciendo el pino. -Quizás de tantos cabezazos me he quedado así. Negué con la cabeza poniendome en jarras. -Sí, eso me suponía, pero no te preocupes, no creo que se lo vuelvas a pegar. De todos modos... Asentí ante su petición y enseguida me puse a buscar entre las cajas dónde se suponía que estaban mis remedios naturales, los que yo creía. -A veer... Dije sacando un montón de botes. -Aquí está, esta infusión de hojas de laurel, canela y salvia te sentará fenomenal. Le miré torciendo mis labios pensando... -La niña ha tomado medicamentos de farmacia? Pregunté porque no me gustaba eso, prefería cuidar a los niños con aquellos remedios naturales. -Porque tengo un jarabe de cebolla que le iría genial si se volviese a resfriar. Le sonreí buscandolo entre las cajas y lo dejé en el mostrador. -¿Necesitas algo más August? Pregunté un tanto preocupada.

La diferencia entre mi sutil risa y las carcajadas de Ake hizo que una sonrisa se plasmara en mi rostro. Normalmente la mayor parte de la gente huiría o repelería el contacto con alguien tan… ¿escandalosa? Como era la mujer, pero a mí, que estaba ya entrado en años, me gustaba tener a alguien animado al lado. Al menos entonces no parecía que mi vida fuese tan triste. Por supuesto, ahora también estaba Eva y llenaba los días de bastantes alegrías (además de llantos).

Noté casi de inmediato el tono bromista en la voz de la anciana cuando decía que se levantaba haciendo el pino. Muchas veces me había preguntado de donde se sacaba semejantes ocurrencias, porque a mí la mitad no se me hubiesen ocurrido. Me bastaba con mi ironía, la verdad. Sonreí de medio lado a sabiendas de que ella no lo vería, mientras me contenía la risa tras aquella broma por parte de la mujer. – Yo creo que te hubieses quedado peor en caso de darte muchos cabezazos – Comenté medio en broma medio en serio, puesto que realmente era de conocimiento común que darse golpes duros y/o fuertes en la cabeza no era algo ni recomendable ni saludable.

La seguí con la mirada mientras sacaba un montón de botes, rebuscando entre ellos posiblemente aquella hierba que pudiera ayudarle. Infusión de hojas de laurel, canela y salvia. – Estoy seguro de ello. Nunca has fallado. – Una nueva sonrisa, pero aquello era cierto, pocas veces había fallado con sus remedios naturales, por no decir que no lo había hecho nunca – Sí, ha tomado medicamentos de farmacia. – Podía olerme perfectamente porque estaba diciendo aquello. Ake no había sido nunca muy amiga de la medicina tradicional ni de los químicos. – En realidad no hace falta Ake. Las medicinas que recetó el nuevo enfermero, Seery, la verdad que le fueron de maravilla – Sonreí levemente – ¿Has oído hablar de ese chico? El forastero lo llaman por el pueblo… - Me quedé pensativo unos segundos después de decir aquello. En realidad había dos forasteros en el pueblo, el joven enfermero que tan bien nos había atendido y la joven castaña que según decían por el lugar era la madre biológica de la hija de la alcaldesa, Paula. – No, en realidad esto es todo. ¿Cuánto te debo? – Pregunté de inmediato mientras sacaba el monedero de uno de los bolsillos de mi pantalón.

Me encantaba ser así, cada día estaba más orgullosa de mí misma sobre todo porque hacía que los demás fueran felices y me encantaba hacerlo. Muchos me tachaban de loca, ¿pero acaso no era la locura un estado de alegría máximo? Si fuera así me gustaba ser loca. Era más divertida la vida si te la tomabas con alegría y un punto de locura. Además que estar con August hacía que me alegrara mucho más, era un viejito encantador. Lo del pino, no creas que no lo había intentado, pero habían sido demasiados los coscorrones que me había llevado, así que había desistido, aunque algún día lo conseguiría, pero por el momento cuando me pasaran los chichones que tenía en la cabeza.

Me reí con su broma sacandole la lengua. -Creo que más de uno debería darse un cabezazo para quedarse turuleta como yo, seríamos más felices todos. Me reí negando con la cabeza, sabía que a veces era algo basta en mis comentarios pero así era yo una mujer de campo, como se suele decir. Logré encontrar lo que quería para August entre las cajas hasta darle el bote. -Ni fallaré, la naturaleza es sabia querido August. Me coloqué en jarras después de haberle sacado el jarabe para la niña. En cuanto oí que le había dado medicamentos dejé la sonrisa a un lado cruzandome de brazos. -Esos medicuchos se creen que lo saben todo... y solo hacen que meternos porquería en el cuerpo. August, cuántas veces te tendré que decir que no es bueno... Si hay un remedio natural porqué usar algo artificial? Suspiré agachando la cabeza, aquello me apenaba, porque sentía que la gente de hoy en día no se tomaba enserio la medicina natural que era mucho más buena. Pero August que era de mi quinta... Alcé la mirada hacia August negando con la cabeza. -Ya sabes que los médicos y yo no nos llevamos bien.... Me llamó la atención lo de el forastero... -¿Forastero? ¿Otro? Me quedé pensativa unos segundos. -Bueno, es normal, este pueblecito es encantador. En cuanto escuché el repiqueteo de las monedas del monedero de August me reí. -August! Por favor, esconde eso que no lo vea! Ah leche, si no veo... Bueno, pues escondelo que no lo oiga! Dije bromeando una vez más, era tan divertido. -Me conformo con que me invites a cenar. Me reí negando con la cabeza bromeando otra vez. ¿Quién me iba a invitar a cenar a mi? No pretendía que lo hiciera, de hecho no quería nada a cambio.

Pues sí, posiblemente si todos viviésemos la vida como Ake, seríamos más felices. Podría existir incluso la posibilidad de que ni siquiera hubiese una persona infeliz, pero eso sería otro problema. Con el paso de los años me había dado cuenta de que en la vida había de haber de todo, tanto cosas positivas como negativas para equilibrar la balanza. Sino, podíamos estar bien seguros de que el mundo podía acabar yéndose al carajo. Aunque no nos gustase absolutamente nada, las cosas negativas eran tan necesarias como las positivas, después de todo. Tenían que existir.

¡Lo sabía! Por supuesto que sabía que me iba a salir con aquello de que los médicos nos metían porquería en el cuerpo y por eso no pude evitar sonreír. – Bueno, pero ha funcionado. Además era muy tarde y no quería molestarte, mujer. Bastante haces ya todo el día por todos los del pueblo para venir a molestarte por la noche porque la niña haya tenido un ligero resfriado. – En realidad ese había sido uno de los motivos por los que había ido al hospital y no había acudido a ella. No iba a mentirle, desde luego. – Sí. Un joven enfermero. Liam Seery se llama. La verdad que se le ve buen chico, seguro que sus padres están orgullosos de él. – Sonreí a medias al tiempo que echaba un vistazo a Eva que tenía sus enormes ojos azules abiertos en ese momento. – Sí, la verdad que es raro que hasta ahora no hayamos tenido más forasteros, ¿no crees? Este pueblo después de todo tiene su encanto. – Al menos yo veía cierto encanto en él. Tenía algo en el ambiente que lo hacía especial y agradable.

No pude evitar soltar una carcajada ante las palabras de Akeiylia cuando oyó el tintineo de las monedas en mi cartera. ¿Cómo era posible que incluso bromease con aquello? Lo peor es que nos hacía reír al resto sin hacernos sentir mal por ello, como si fuera lo más normal del mundo, reírse de aquel tipo de bromas que a otra persona con su mismo problema podría resultarle cruel y crudo. –¿Seguro que te conformas con eso? – Pregunté alzando una ceja, a sabiendas de que ella no lo vería – Bueno, en tal caso dime cuando te va bien que yo te invito a cenar. – Y vale que ella lo dijera bromeando al contrario de mí que lo decía bastante en serio, ¿por qué no? ¿Qué mal podía hacernos? Además que la mujer la mayor parte de las veces me daba aquellas cosas gratis sin pedirme nada a cambio.

En cierto modo me alegraba de que August estuviera resfriado porque así había tenido la excusa de venir a verme y hacerme compañía un rato. ¡Oh! No es que estuviera triste por estar sola, pero se agradecía la compañía de otra gente y más yo que era tan vivaz. Torcí mis morros al oir que le había funcionado. -No es bueno acostumbrarlos a las medicinas, sobre todo cuando son pequeños. Suspiré negando con la cabeza, no quería discutir sobre ese tema, sabía que podía hacerme muy pesada y él ya sabía lo que pensaba sobre el tema. Suspiré levemente y mostré una leve sonrisa. -Bueno, lo importante es que la pequeña esté bien. Pero puedes molestarme a cualquier hora.

Parecía que August le conocía bastante bien a pesar de solo haber llevado a la pequeña a que éste la mirara. -Es agradable saber que al menos nuestros forasteros son buena gente. Sonreí de nuevo bastante alegre con este hecho. Me gustaba tener gente nueva por allí, daban soplos de aire fresco a los que ya estabamos instalados desde tiempos inmemoriales. -Claro, y tiene fósiles como nosotros de interesante estudio, eso debería llamar más la atención. Me reí nuevamente bromeando como de costumbre. Era algo que no podía evitar.

Me gustaba oirle reir, era agradable esucharle. Entendía que mis bromas sobre mi ceguera a algunas personas les pudieran parecer de mal gusto, pero era mejor bromear que lamentarme. Además aquella ceguera llevaba tanto tiempo conmigo que tenía todo el derecho a bromear, lo hacía porque ya suficiente negra veía la vida como para amargarmela más. -Era broma August, no tienes que invitarme a nada. Le dije algo más seria, no pretendía que por darle aquella infusión que le vendría realmente bien. -No hace falta, de verdad, no me debes nada. Sonreí amablemente mientras me negaba a pesar de haber sido yo quien le había pedido en broma que me invitara a cenar, pero no esperaba para nada que lo hiciera, y aunque fuera por compromiso me había gustado, no iba a negarlo.

Sí, sabía demasiado lo que pensaba ella de todo lo relacionado con la medicina tradicional y por eso era precisamente que en su presencia pocas veces tocaba aquel tema, más bien intentaba esquivarlo de cualquier manera posible, aunque era obvio que en aquella ocasión esquivarlo había sido más bien una tarea imposible. Después de todo de no ser porque la pequeña Eva estaba enferma el tema ni siquiera habría salido, porque yo tampoco habría acabado congestionado. Todo aquello acababa siendo una rueda sin final. – Sí, eso es lo importante. – Esbocé una sonrisa tras decir aquellas palabras. Realmente al final de toda aquella historia lo más importante era que Eva estuviera bien y que ahora yo mismo también me recuperase.

- Sí, la verdad. Cualquiera lo diría, ¿no? Pueden llegar a ser mejores que mucha gente de este pueblo. Al menos el chico este así de primeras me dio una buena impresión. Educado, amable… - Me encogí de hombros. Realmente había algo en aquel joven me recordaba a algo… a un sentimiento pero que ni siquiera era capaz de descifrar del todo. Una cosa extraña. Realmente era lo más extraño que me había pasado en bastante tiempo, por no decir que nunca me había pasado algo así antes. – ¿Fósiles? Tampoco nos conservamos tan mal, ¡eh! – Bromeé sabiendo perfectamente que aquello de los fósiles lo estaba diciendo completamente como una broma. De todos modos era en parte verdad aquello de que no nos conservábamos tan mal, había gente de nuestra edad que desde luego estaba en peores condiciones.

Suponía que había sido una broma, las bromas en aquella mujer eran algo bastante habitual, pero bueno, ya que lo había dicho y yo le había seguido la corriente, ¿por qué no hacerlo de verdad? – Bueno, no lo veas como una forma de pagarte. Míralo como una forma de pasar un rato con un amigo… y la pequeña Eva, claro. – Porque en todo caso bien que podría decirle que se viniera a casa, así no tenía que molestar a Willow o a otra persona del pueblo para que se quedase a cargo de Eva. – No iras a negarte, ¿no? – Le pregunté mirándola con el ceño ligeramente fruncido a pesar de saber que no lo iba a ver, de alguna manera intuía, que por mi tono de voz sabría que aquella pregunta iba bastante en serio y que me sentiría decepcionado si la mujer se negara.- Sólo dime el día que te va bien para tenerlo todo preparado – Añadí para dar más firmeza a esa decisión en la frase anterior y en mi voz.

Mira que habían pocas cosas que me molestaran, pero aquella era una de las que me ponían de mal humor, siendo realmente difícil que otra cosa lo pudiera conseguir, pero no me gustaba nada lo artificial, ese progreso que el ser humano estaba dispuesto a llevar a cabo destruyendo la naturaleza, me entristecía sobremanera esta actitud. Bajé del burro esquivando el tema por que no me apetecía ponerme de mal humor. Sonreí ante el comentario, por que era cierto, lo único verdaderamente importante era que ambos se recuperasen.

Asentí poniendome en jarras ante lo que decía. -Eso es por que los que son de aquí y tratan mal al resto, es por que conocen los puntos débiles de la gente y se aprovechan. Sin embargo los de fuera no tienen esos conocimientos, no al principio. Comenté tranquilamente notando en la voz de August que el médico le caía enormemente en gracia, quizás, incluso hablaba de él como con cierto cariño, aunque pudiera estar equivocada. Me reí a carcajadas acercandome a acariciar su cara con la yema de los dedos. -Mmm hombre, te han salido más arrugas que la última vez... algo fósil si que empiezas a estar. Bromeé divertida metiendome un poco con él por que sabía que no se iba a ofender. Eso era lo bueno de aquel hombre, era un perfecto compañero con el que bromear.

Me quedé algo sorprendida, normalmente no me pedían salir a cenar, no era una de esas muchachas jovencitas con un cuerpo escultural. Incluso hombres de la edad de August acudían ante mujeres mucho más jóvenes que ellos. -Bueno, en ese caso me es imposible negarme, ¿por qué no cenar con vosotros? Dije completamente sonriente. Alegre por aquello, me gustana pasar tiempo con él y la pequeña no lo iba a negar. -Aunque tendrás que añadir una más a la lista Dije señalando a Sandy la cual sabía dónde estaba por el sonido de su cola chocando contra el suelo. En aquella frase ya le había contestado también a su pregunta. No no podía negarme ante su ofrecimiento, era impensable no pasar tiempo con un hombre tan agradable como August. -Oh, August, cuando tú gustes. Tú avisame y yo buscaré un vestido bonito para ponerme y así seducirte con mis encantos femeninos Dice acariciando mi cuerpo bromeando puesto que a aquella edad no estaba para esas cosas.

En eso no iba a quitarle la razón. No era bueno acostumbrarlos a las medicinas, ni cuando eran pequeños, ni tampoco a nosotros mismos a pesar de nuestros años. – En eso no te voy a quitar la razón… - Le respondí en un murmullo llevándome una de las manos a la nuca que empecé a masajearme suavemente. ¿Tocado y hundido? No, pero realmente no podía hacer otra cosa que darle la razón a la mujer. Además me veía venir que si la conversación seguía ese rumbo, Ake empezaría a hablar demasiado emocionada del tema y luego no habría Dios en la tierra que la parase. Que no es que me molestase en absoluto, pero realmente con todo lo que estaba pasando no tenía ganas de entrar en ese tipo de discusiones. – Sí, al final eso es lo más importante de todo. – Respondí echándole un nuevo vistazo a la pequeña que pareció percatarse de ello y esbozó una sonrisa al tiempo que gorjeaba suavemente, cosa que hizo que yo también sonriese sin darme apenas cuenta. – ¿Molestarte? No, sabes que no me gusta molestar a la gente… - Es más solía ir a pedir favores al resto de habitantes de Storybrooke lo menos posible.

Sí, era bueno saber que al menos los forasteros eran buena gente y al menos de entrada no parecía que fueran a ser de aquellas personas que dieran problemas en el pueblo y a su gente, al menos no el joven. A la muchacha… ¡Lucy Roberts! No la había conocido, aunque sí que había oído hablar de ella. La madre biológica de la pequeña Paula. La chica que estaba teniendo ciertos roces con la alcaldesa Siobhan por ese mismo motivo. Reí bastante con lo que dijo sobre los fósiles asintiendo a sus palabras – En efecto. Somos el mejor material de estudio por aquí… sobretodo dada nuestra longevidad – Mi risa acabó siendo una sonrisa en mi rostro que mantuve durante unos segundos. Aún me preguntaba en numerosas ocasiones como lo hacía aquella mujer para bromear tanto y parece siempre tan feliz, aunque obviamente me imaginaba que debajo de todo aquello había cosas que ocultaría, como todo en el mundo.

¿Broma? Bueno puede que ella lo hubiese dicho como una broma, pero yo desde luego que no. No solía bromear con aquellos asuntos y ahora que lo pensaba más detenidamente, no estaría mal salir a cenar una noche juntos y charlar de nuestras cosas en un ambiente que no fuese su herbolario o mi taller. No era mala, ¿no? – Bueno, pues yo lo digo bien en serio. – Puse los brazos en jarra aunque con aquella leve sonrisa aún mi rostro, demostrando así que no estaba molesto o enfadado con ella en lo absoluto. – ¿Qué me dices? Estaría bien salir una noche al Grannys o en una de nuestras casas. Lo que prefieras. – En ese tipo de situaciones siempre había sido el tipo de hombre al que le había gustado darle la opción de elegir a la otra persona y no ser yo el que tomase todas las decisiones en referencia a algo.

Acostumbrarse a algo era tan malo como abusar de cualquier cosa, sobre todo cuando afectaba a nuestro organismo. Todo lo que lo afectara había que tomarlo en precaución pero en el caso de las medicinas ni eso, ni hablar, los medicamentos eran como veneno. La verdad es que pocas veces me mostraba tan terca pero me molestaba que se usaran elementos químicos cuando podíamos encontrar muchos remedios en la naturaleza. Asentí ante lo que dijo con una enorme sonrisa acercándome a ellos dos hasta toparme suavemente con el carro de la pequeña. Me agaché como pude y acaricié su carita con cuidado. Alcé la cara como si mirara a August, el sonido de su voz me indicaba en todo momento dónde estaba. Sin poderlo evitar esbocé una sonrisa dulce. -Oh August, no molestas, era una forma de hablar ya me entiendes. Le dije alzandome para acariciarle la cara a él también sonriendo.

La verdad es que no tenía el gusto de conocer a los nuevos residentes de Storybrooke, aunque intuía que con el médico si en las conversaciones que tuviera con él salía el tema de nuestros trabajos iban a ser conversaciones más bien caldeadas, no era una mujer de conflictos, pero defendía mis principios por encima de todo. Y a la joven madre de Paula, o al menos eso había oído, tampoco tenía el gusto de conocerla pero, aunque me parecía loable la responsabilidad que había tomado Siobhan con la niña, ella era su madre biológica, y bueno, me emocionaba saber que había venido para estar con su hija y reencontrarse. -Aunque no me gustaría pasar por todas esas pruebas que les hacen a los fósiles. Prefiero contar historias como la vieja loca que soy Me reí de nuevo poniendome en jarras de manera divertida. La risa era lo mejor para espantar los males, no había otro remedio natural más efectivo que reirte de la vida.

-Es usted un cabezota, ¿Lo sabía señor August? Dije medio en broma, sabía que cuando se le metía algo entre ceja y ceja lo cumplía, y bueno, no estaba de más salir un poco y divertirse con buena compañía como la suya. -Oh en ese caso dejeme invitarle a mi casa, me gustaría mucho poder cocinarle algo. Le dije con una enorme sonrisa en mi cara de esas que te llegaban de oreja a oreja. -Pero y la pequeña? Dije señalando a la nada esperando que apuntara hacia la pequeña pero sabía que no la estaba apuntando, vamos, seguramente estaría apuntando cualquier cosa menos a la niña, no era una supermujer tampoco. Reí internamente por esto, me parecía gracioso incluso debía ser cómico visto desde fuera.

Sabía que era una forma de hablar y que posiblemente la anciana solo estuviese bromeando, algo que entraba en su forma de ser, parecía tener la capacidad para bromear con cualquier tipo de tema, fuera de la índole que fuera. Yo en cambio era un tanto…, más realista, sí. Posiblemente los golpes a los que me había sometido la vida a lo largo de los años habían sido un detonante para que mi forma de ser y de ver las cosas fuese más realista y seria, a pesar de que aquella ironía natural en mí parecía no querer desaparecer. Al menos no tan fácilmente. – Lo sé. – Respondí escuetamente aunque de forma alegre, para nada seca o ruda, simplemente me había parecido oportuno matizar que no me gustaba molestar a los demás.

Por un momento intenté imaginar en mi mente cómo sería un encuentro entre el joven canadiense, Liam y Akeiyla. Posiblemente acabaran chocando, sobretodo si teníamos en cuenta las férreas ideas que tenía Ake en todo lo relacionado con la medicina natural y la medicina tradicional. Sí, ese tema en concreto, yo estaba casi 100% seguro de que era mejor no tocarlo en exceso o acabarías metido en una discusión bastante acalorada. – Hombre… Contar nuestras experiencias e historias de la vida siempre es algo bastante satisfactorio para el alma, ¿no crees? – O al menos yo creía que era así. Era una forma agradable de compartir nuestras experiencias y conocimientos, y cuando lo hacías de una forma amena e incluso divertida podías estar seguro de que captabas la atención de incluso los más pequeños. Podías ver en sus ojillos y su mirada la atención que ponían a aquellas historias que les contabas y a veces tendías a teñir con algunos elementos fantásticos para conseguir aún más su atención.

Cabezota. ¿Solo eso? Con mi tenacidad y mi decisión había llegado hasta ahí, hasta ese punto de mi vida. – Lo se señora Seldomridge. – Bromeé usando su apellido para dirigirme a ella aquella vez. Alcé las cejas cuando la mujer dijo que en todo caso la dejara invitarme a su casa. Lo sopesé unos segundos, no más de la cuenta, obviamente.- Sí, por supuesto que te dejo invitarte a tu casa. – Además me había gustado bastante que dijera que le gustaría poder cocinarme algo. En mi caso, sería todo un honor probar algo cocinado por Ake, sobretodo teniendo en cuenta que en una mujer como ella era más que admirable.

¿La pequeña? Mi mirada se volvió hacia Eva, aunque me hizo un poco de gracia que la mano de Ake señalara medio metro desviado de donde estaba realmente la pequeña. – Bueno, no creo que me sea difícil que alguien la cuide una noche. Willow seguro que estará más que encantada. – Repuse esbozando una ligera sonrisa a pesar de que la mujer que tenía frente a mí no podía verla. Lo de Willow era totalmente cierto, seguro que la rubia ojiazul estaría más que encantada de hacerse cargo de la pequeña Eva. – Entonces… ¿Quedamos en tu casa? ¿Qué día te va mejor, Ake? – Porque siendo autónomos los dos, realmente no es que tuviéramos mucho problema con cerrar la tienda y en mi caso el taller de carpintería un poco antes algún día.

Me gustaba hablar con él por que sabía que entendía mi humor aunque a veces era tan... digamos.. bromista que era difícil saber cuando hablaba en serio y cuando no. Bueno, casi nunca hablaba en serio a no ser que tuviera que dar un consejo o algo así. Pero que bromeara no significaba que no me tomara las cosas en serio o que no fuera realista simplemente que me gustaba bromear con todo. Incluso con la crueldad de la vida, los golpes debían enseñarte a no cometer los mismos errores pero no a amargar tu caracter o cambiarlo. La vida con una sonrisa era mucho mejor. Le sonreí de oreja a oreja al escuchar su respuesta, me agradaba saber que me entendía.

¿Médicos? No, no, no, no quería saber nada de ellos, podría mantener una conversación distraída hablando sobre cualquier otro tema. Me quedé unos segundos pensando lo que él decía. -Solo si sirven para enseñar algo a alguien más joven Exclamé divertida, me encantaba contar mis aventuras, sobre todo cuando estaba con el joven Jack al que sabía que le entusiasmaba todo lo que podía llegar a hacer siendo ciega.

Me reí nuevamente al oirle y esta vez con ganas -Oye querido fósil, no me llames señora que me haces sentir como si tuviera ochenta años Dije divertida aun riendome. Noté por el silencio y su respiración que se había quedado pensativo, suponía que sopesando las cosas antes de aceptar una invitación así. Sonreí enormemente al saber que aceptaba mi invitación para venir a casa y sin más le di un abrazo -No sabes lo que me alegra saber eso August. Y qué le íbamos a hacer si era así de impulsiva.

Me mordí el labio un poco nerviosa, no por nada, si no por que no sabía dónde iba a dejar a la pequeña ni si era tan buena idea, pero si él confiaba en Willow, pues no sería yo quien dijera lo contrario. -En ese caso no me preocupo Sonreí dulcemente mientras él seguía hablando. -Pues cualquier día, no tengo mucho que hacer, la tienda a las diez la cierro así que... Cuando tu prefieras. Dije con un tono de voz bastante más alegre.

“Solo si sirven para enseñar algo a alguien más joven” Bueno, otra cosa que siempre había pensado a lo largo de mis años de vida, era que cualquier anécdota, aventura o historieta sobre nuestra vida para ellos podía ser algo fascinante y lleno de conocimiento. De un conocimiento del tipo que se adquiere poco a poco, a pequeños pasitos que vas dando en tu día a día y que puedes inculcar en las nuevas generaciones a través de la palabra, siempre y cuando ellos estén lo suficientemente receptivos claro. Sino, de poco va a servir que intentemos de alguna manera darles nuestros conocimientos. – Yo creo que en menor o mayor medida cualquier experiencia de una tercera persona sirve para enseñarte algo. – Era un pensamiento firme en mi cabeza que realmente sería bastante difícil de cambiar, sobretodo teniendo en cuenta mi edad.

Solté una carcajada, con aquella mujer cerca siempre era fácil que te salieran carcajadas a menudo, tenía un don para conseguir que la gente riera y viera las cosas de otra manera, con más humor incluso del habitual en dicha persona. – No te puedo llamar señorita tampoco, pero… - Le respondí con un tono divertido, para que no se lo tomase como una ofensa o algo incluso peor, quién sabía por donde te podían salir las mujeres a veces. – Ahora lo sé, creo. – Le respondí, respondiendo también al abrazo de la anciana que poseía aquella impulsividad que ya pocas veces lograba sorprenderme. ¿Por qué no iba a aceptar una invitación de Ake? No veía motivos a simple vista para declinar la oferta.

No, no hacia falta que se preocupase, de la pequeña ya me ocupaba yo, además confiaba lo suficiente en Willow como para sabe que sería una niñera perfecta y que Eva estaría en buenas manos mientras yo estuviera en casa de Ake. – ¿Qué te parece entonces… pasado mañana? Si quieres puedo pasar a recogerte aquí en la tienda y nos vamos a tu casa o… directamente voy a tu casa sobre las diez y media. Como tú veas mejor. – Tampoco quería imponerle sus cosas o su forma de llevar a cabo una cita.