taza de café

Era muy temprano por la mañana, el sol apenas y había salido en el pueblo y él ya estaba despierto. Su rutina diaria consistía en lo mismo, despertar, lavarse la cara y mirar al espejo, ver que en el otro lado parecía haber alguien que no reconocía del todo; ese día en especifico, decidió dejarse la barba de un día, se ducho con rapidez y se vistió, colocándose una camisa de cuadros de franela sobre él. Todos en la casa parecían estar dormidos aun, Fletcher seguro apenas estaba recuperándose de la tremenda alcoholizada de la noche anterior y Ophelie, bueno, ella siempre despertaba tarde.

La caminata de el bosque hacia la ciudad le servía, el olor de los pinos y la tierra húmeda le traía recuerdos nostálgicos, no sabía bien a qué se debía eso, tal vez algún recuerdo bloqueado de su infancia. Suspiró.

Eran las 7:15 de la mañana cuando entro en el café de la abuela, se dirigió directo a la barra e hizo un sonido con una moneda en esta, esperando que le atendieran. Aun que no lo quisiera decir, el hecho de que Rebecca pudiera entrar en cualquier momento por esa puerta lo hacía esbozar una ligera sonrisa. Aun que fuera solo para pelear, aun que ella no quisiera verlo jamás, el solo hecho de cruzar palabras con ella por la mañana hacían que ese fuera un buen día.

7:20… su café había llegado, seguía observando por la calle y con el café en la mano, tal vez este día no le llevarían pasteles a la abuela… solo le quedaba disfrutar de su taza humeante, aun que en esos momentos, irrumpiendo sus pensamientos, sonó la campana de la puerta.

And I've done things in small doses
So don't think that
Im pushing you away

Había sido una noche fría, de esas en las que por más cobijas que te echas encima no puedes sentirte a gusto. "te hace falta su calor" musitó suavemente la voz de su corazón exhausto, extrañandolo. Becca la ignoró cómo venía haciendo desde los últimos meses. De esa manera, pasó esa noche leyendo algunos libros que tenía olvidados debajo de su cama. El sueño la venció rápidamente y durmió como bebé hasta una hora muy temprana. Adormilada aún, no tenía ganas de cocinar así que prefirió quedarse con el ligero rugido de un estómago hambriento. Se limitó a servirle las croquetas a su perrita, Kuma, a recoger la ropa sucia y ponerse algo simple sencillo para trabajar. De reojó vió el reloj, el cual le indicaba que era muy temprano...además, si llegaba a las 7:15 a la pastelería, debería encontrarse con William no tenía ganas de lidiar con eso. Además podría llegarle con una sorpresita, un desayuno calientito a su mejor amiga. Abrochó su chamarra, agarró su bolsa color rosa claro y cerró las puertas de casa para después montarse en su bicileta color verde menta y emprender el camino de 10 minutos hacia el café de la abuela.

El aire frío barría con suavidad su rostro de porcelana. Sus cabellos, amarrados en un chongo flojo, se escapaban y jugaban libres al viento. Iba tarareando una canción, costumbre que se la había pegado. Estacionó su vehículo de dos llantas en el ugar indicado, enfrente de las puertas de Granny's. Amarró con una cadena para su seguridad, aunque nadie en Storbrooke robaba. Bueno, tal vez la alcaldesa con tanta fiesta , tómbolas e impuestos...en fin. Puso el candado, guardó su llavero en el bolsillo de su pantalón y entró en el restaurante.

La campanilla anunció su llegada con un suave tintineo. Observó con una mirada rápida el establecimiento y las mesas vacías que le daban la bienvenida. Su corazón dió un rápido vuelco y comenzó a palpitar fuertemente cuando reconoció su espalda, su cabello...hasta pareció oler su perfume, aún cuando estaban a unos 2 metros de distancia. Afortunadamente, desvió su mirada justo antes de que él pusiera la suya en ella. Ignorando esos ojos castaños, se sentó a unas 3 mesitas de distancia de la barra, haciendo que sus espaldas se encontraran. Una mesera le sonrió amablemente. - ¿Qué va a llevar?- preguntó, lista para tomar la orden. Katherine sonrió de vuelta. - Un capuccino y unos waffles con mermelada. Gracias- pidió y cuando se hubo alejado la simpática mesera, se hundió en el respaldo acolchado de su asiento. Cerró sus ojos fuertemente, tratando de no hiperventilar. No le iba a insultar y muchos menos a aventar el salero o la azucarera. Simplemente quería quedarse ahí, escuchando de nuevo la voz de charlie, esa voz que tanto extrañaba y necesitaba día a día, aunque se empeñara en negarlo.

Pero cuando escuchó esa voz en su oído, becca simplemente esbozó una sonrisa sincera y cálida con temor a voltearse y mostrar el efecto que seguía teniendo sobre su persona.