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Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
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Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
"I'm not a hero, I never was, I never will be.
So don't try to make me believe I am something I'm not."
So don't try to make me believe I am something I'm not."
Llevaba a penas tres día en aquel pueblo y todavía no comprendía por que no había cogido su coche y se había ido de vuelta a su casa, al fin y al cabo, no había nada que la atase allí, ¿verdad? Además, estaba faltando al trabajo, algo que realmente la fastidiaba, pues su vida giraba en torno a su trabajo. Había tenido que llamar para cogerse unos días libres, alegando que tenía "problemas familiares", algo que sorprendería a los de la oficina, ya que Lucy nunca había hablado de su familia o cogido ningún día libre por algún asunto familiar, es más, las pocas vacaciones que había cogido, las había cogido obligada, por lo que a su jefe no le importó darle unos días, algo que Lu agradeció. Ahora le quedaba aclarar como había llegado a aquella situación y qué era lo que la mantenía allí. Todo había empezado con el maldito deseo de la vela de su cumpleaños, aunque estaba segura que aquello no era más que una casualidad, los deseos no se hacían realidad, por lo menos no por arte de magia. Aún así, había sido Paula, su hija, la que la había llevado hasta allí y la que le había pedido que se quedase. Habían llegado a un acuerdo, Lucy se quedaría, sí, pero solo hasta comprobar que su madre no era una malvada reina, algo de lo que la señorita Roberts estaba completamente convencida.
Aquella mañana, al igual que las dos anteriores, había amanecido en una cama que no era la suya, en una habitación que le costaba reconoces hasta que no han pasado unos minutos y vuelve a recordar lo acontecido el día de su cumpleaños. Entonces, tumbada en la cama con la mirada fija en el techo se pregunta que diablos está haciendo, y luego recuerda su trato con la pequeña Paula y se levanta, a la vez que sus tripas comienzan a rugir, informandola de que es la hora de desayunar. Uno de los puntos a favor de pasar unos día en un hostal es que no tiene que cocinar, y dado que es una nefasta cocinera, eso le viene de perlas; dejar de comer comida pre-cocinada durante unos días seguro que le hace bien. Se viste con la ropa que lavó la noche anterior en el baño, ya que no ha traído nada de equipaje ni nada por el estilo; al fin y al cabo, el motivo de aquel viaje era simplemente devolver a una niña a su casa, no quedarse en su pueblo una temporada. Ahora que lo pensaba, no le vendría del todo mal comprarse algo de ropa, por lo menos un recambio; aunque lavaba la ropa cada noche, eso no quitaba que llevase con la misma ropa tres días.
En cuanto terminó de vestirse y adecentarse un poco, metió las pocas pertenencias que había traído consigo, el móvil, las llaves del coche y la cartera, en los bolsillos de su pantalón y de su chaqueta de cuero y bajó al bar a desayunar, tal y como su estómago lo requería. El el bar sonaba una canción que Lucy desconocía, aunque tuvo el placer de apreciar gracias a que en cuanto entró, todos los que estaban allí se callaron durante unos segundos y se giraron a mirarla, dicho silencio fue rápidamente precedido por varios cuchicheos, que Lu simplemente ignoró mientras se dirigía hacía la barra. Eran las diez de la mañana, un record para ella, ya que nunca se había despertado tan pronto sin necesidad de un despertador; lo bueno de aquello, que todavía servían desayunos. -Un café y un par de tostadas, por favor. - le dijo a la camarera en cuanto ésta se acercó a ella. Se sentó en uno de los taburetes de la barra mientras esperaba a que la camarera le sirviera lo que había pedido, con los cuchicheos aún de fondo. No entendía por qué había causado tanto revuelo, ni como se había enterado todo el mundo con tal rapidez.
Aquella mañana, al igual que las dos anteriores, había amanecido en una cama que no era la suya, en una habitación que le costaba reconoces hasta que no han pasado unos minutos y vuelve a recordar lo acontecido el día de su cumpleaños. Entonces, tumbada en la cama con la mirada fija en el techo se pregunta que diablos está haciendo, y luego recuerda su trato con la pequeña Paula y se levanta, a la vez que sus tripas comienzan a rugir, informandola de que es la hora de desayunar. Uno de los puntos a favor de pasar unos día en un hostal es que no tiene que cocinar, y dado que es una nefasta cocinera, eso le viene de perlas; dejar de comer comida pre-cocinada durante unos días seguro que le hace bien. Se viste con la ropa que lavó la noche anterior en el baño, ya que no ha traído nada de equipaje ni nada por el estilo; al fin y al cabo, el motivo de aquel viaje era simplemente devolver a una niña a su casa, no quedarse en su pueblo una temporada. Ahora que lo pensaba, no le vendría del todo mal comprarse algo de ropa, por lo menos un recambio; aunque lavaba la ropa cada noche, eso no quitaba que llevase con la misma ropa tres días.
En cuanto terminó de vestirse y adecentarse un poco, metió las pocas pertenencias que había traído consigo, el móvil, las llaves del coche y la cartera, en los bolsillos de su pantalón y de su chaqueta de cuero y bajó al bar a desayunar, tal y como su estómago lo requería. El el bar sonaba una canción que Lucy desconocía, aunque tuvo el placer de apreciar gracias a que en cuanto entró, todos los que estaban allí se callaron durante unos segundos y se giraron a mirarla, dicho silencio fue rápidamente precedido por varios cuchicheos, que Lu simplemente ignoró mientras se dirigía hacía la barra. Eran las diez de la mañana, un record para ella, ya que nunca se había despertado tan pronto sin necesidad de un despertador; lo bueno de aquello, que todavía servían desayunos. -Un café y un par de tostadas, por favor. - le dijo a la camarera en cuanto ésta se acercó a ella. Se sentó en uno de los taburetes de la barra mientras esperaba a que la camarera le sirviera lo que había pedido, con los cuchicheos aún de fondo. No entendía por qué había causado tanto revuelo, ni como se había enterado todo el mundo con tal rapidez.
Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
Estaba furioso. Tras haber llegado a las cuatro de la mañana del hospital y pensar que al fin podría dormir, me encontré con el desquiciado forense, quien como venganza me había puesto (o más bien esparcido) un bote de cucarachas por la cama. Claro, mi enfado fue enorme cuando lo descubrí, tanto, que le rompí la nariz y le grité que se marchara del hostal. Al final el cansancio se apoderó de mí y acabé durmiendo en el sillón, en aquel incómodo sillón que cuando desperté sentí mi espada crujir con un sonido que me preocupó. Lo bueno de tener los turnos nocturnos, era que no tenía una hora fija para levantarme por las mañanas, pero claro, si quería aprovechar el día no podía levantarme a las doce de la mañana. Tenía cosas que hacer, y no, en mi lista no se encontraba vengarme del maldito forense.
Eran las nueve y tras comprobar que había matado a todas las cucarachas por la noche, decidí bajar a la entrada del hostal, esperando encontrarme con Michelle o Phoebe, ya que debía decírselo, debía decirles cómo cojones había conseguido él las llaves de mi habitación, cómo las tenían tan mal guardadas. Con cada escalón que bajaba, era como si el buen ambiente que había en el hostal se me contagiase y me fuese relajando. Después de todo, seguramente no sería culpa suya y tampoco merecía la pena pagar mi enfado con ellas dos. Me encontré con Michelle sirviendo el desayuno y me preguntó como siempre que qué quería, a lo que respondí que necesitaba hablar con ella. Con mis mejores intenciones y mi mejor tono de voz, le expliqué lo sucedido aquella madrugada y le pedí que por favor me cambiara de habitación. Sabía que no solían acoger a muchos huéspedes, y que actualmente solamente éramos dos personas, pero seguro que tendrían una habitación nueva para mí. Tras resolverlo todo y cambiar todas mis pertenencias (que eran más bien pocas) al otro cuarto, le sugerí a Michelle que simplemente quemara las sábanas, que ni intentara lavarlas.
Y el tiempo pasó veloz hasta que me encontré con que eran las diez de la mañana y que yo todavía no había desayunado. Bajé de nuevo al bar y me encontré con algo de barullo, con miradas encontradas, era obvio el por qué. Sonreí en mi interior, puesto que se me había presentado una oportunidad perfecta para hablar con ella, ya que después de todo si me encontraba en Storybrooke era por ella. Conocía a Lucy de vista, de un encontronazo por la calle mientras paseaba con su hija Paula. La pequeña me saludó y me presentó como el "otro forastero", y me encontré con la mirada sospechosa de Lucy, pero yo ya estaba acostumbrado. Me senté a su lado como si nada y suspiré apoyando la cabeza sobre la barra, se podía observar el cansancio en mi cara. Esta vez fue Phoebe quien se acercó y me preguntó qué quería. Pedí un zumo de naranja y una magdalena (mi único dulce durante el día), bostecé y cuando me trajo el vaso de zumo, removí el líquido con una cuchara, observando como giraba y giraba.
-Que popular eres, no dejan de hablar de ti -solté a modo de saludo mientras cogía un trozo de magddalena con las manos y me la llevaba a la boca. Esperaba que tuviera el sueño profundo y no se hubiera enterado de lo sucedido con el forense.
Eran las nueve y tras comprobar que había matado a todas las cucarachas por la noche, decidí bajar a la entrada del hostal, esperando encontrarme con Michelle o Phoebe, ya que debía decírselo, debía decirles cómo cojones había conseguido él las llaves de mi habitación, cómo las tenían tan mal guardadas. Con cada escalón que bajaba, era como si el buen ambiente que había en el hostal se me contagiase y me fuese relajando. Después de todo, seguramente no sería culpa suya y tampoco merecía la pena pagar mi enfado con ellas dos. Me encontré con Michelle sirviendo el desayuno y me preguntó como siempre que qué quería, a lo que respondí que necesitaba hablar con ella. Con mis mejores intenciones y mi mejor tono de voz, le expliqué lo sucedido aquella madrugada y le pedí que por favor me cambiara de habitación. Sabía que no solían acoger a muchos huéspedes, y que actualmente solamente éramos dos personas, pero seguro que tendrían una habitación nueva para mí. Tras resolverlo todo y cambiar todas mis pertenencias (que eran más bien pocas) al otro cuarto, le sugerí a Michelle que simplemente quemara las sábanas, que ni intentara lavarlas.
Y el tiempo pasó veloz hasta que me encontré con que eran las diez de la mañana y que yo todavía no había desayunado. Bajé de nuevo al bar y me encontré con algo de barullo, con miradas encontradas, era obvio el por qué. Sonreí en mi interior, puesto que se me había presentado una oportunidad perfecta para hablar con ella, ya que después de todo si me encontraba en Storybrooke era por ella. Conocía a Lucy de vista, de un encontronazo por la calle mientras paseaba con su hija Paula. La pequeña me saludó y me presentó como el "otro forastero", y me encontré con la mirada sospechosa de Lucy, pero yo ya estaba acostumbrado. Me senté a su lado como si nada y suspiré apoyando la cabeza sobre la barra, se podía observar el cansancio en mi cara. Esta vez fue Phoebe quien se acercó y me preguntó qué quería. Pedí un zumo de naranja y una magdalena (mi único dulce durante el día), bostecé y cuando me trajo el vaso de zumo, removí el líquido con una cuchara, observando como giraba y giraba.
-Que popular eres, no dejan de hablar de ti -solté a modo de saludo mientras cogía un trozo de magddalena con las manos y me la llevaba a la boca. Esperaba que tuviera el sueño profundo y no se hubiera enterado de lo sucedido con el forense.
Liam D. Seery- Héroes
- Soy : Pinocho
Mensajes : 114
Empleo /Ocio : Enfermero
Localización : En el hospital o en Granny's
Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
Aquellos tres días habían sido horribles, quitando la extraña alegría que le causaba pasar tiempo con Paula; extraña por qué nunca pensó que se reencontraría con su hija, y mucho menos de aquella manera, además, había supuesto que si en algún momento la conocía, ésta estaría molesta con ella, enfadada incluso, y que le pediría explicaciones o no querría ni acercarse a ella. Pero resultó que su hija de tan solo ocho años, una edad temprana para contarle a tú hijo que es adoptado, en opinión de Lucy, no le había hecho ninguna pregunta referente al por qué no se quedó con ella ni sobre la identidad de su padre. En cambio, se dedicaba a intentar convencerla de que existía un mundo mágico que sufría la maldición de una malvada reina, bruja o lo que fuera, que resultaba que era su actual madre, es decir, su madre legal, que era, también, la alcaldesa del pueblo. Lucy no comprendía como aquellas ideas podían haber llegado hasta la cabeza de aquella pequeña, teniendo en cuenta que se basaba en lo leído en un cuento. ¡Un cuento!
Definitivamente, no estaba hecha para aquello, le encantaba pasar tiempo con Paula, eso no podía negarlo, pero todo eso de los cuentos, las maldiciones y el papel que Paula la había adjudicado de heroína la superaban. Por no decir que no se creía ni una sola palabra de todo aquello, aunque le siguiese el royo a la niña, por no herir sus sentimientos. Lucy no era capaz de cuidar de sí misma, por lo que la idea de tener que cuidar de otra persona se le antojaba complicada, ¿como podía pensar Paula que ella era capaz de ayudar a todo el pueblo, rompiendo una maldición que era prácticamente imposible que existiera? Claramente, aquello no era lo único que le daba vueltas por la cabeza aquellos días. Llevaba escuchando muchos rumores desde su llegada, a cada cual más ridículo que el anterior, y aunque hiciese oídos sordos a todos aquellos chismorreos, no podía evitar pensar si aquello también estaría influyendo de alguna manera en Paula. Lucy no había ido a aquel pueblo para recuperar a su hija, ni para romper aquella maldición, y tan pronto comprobara que Paula estaba realmente bien, se iría.
La chica no tardó en servirle su café y sus tostadas, que venían con un poco de mantequilla y un poco de mermelada en el borde del plato, para que el cliente las untara a su gusto. Untó ambas tostadas, primero con mantequilla y, sobre la mantequilla, la mermelada. Las volvió a dejar sobre el plato y echó el azucar que venía en una bolsita en su café; Lucy no era una gran fan de los sabores agrios, aunque, por alguna razón, necesitaba un buen café por la mañana, siempre, no podía faltarle. En su apartamento en Boston era lo único que tomaba por las mañanas, un café bien calentito, antes de partir hacía el periódico. Cada vez que pensaba en Boston, no podía dejar de preguntarse cuantos días podría estar allí sin que su jefe decidiera que, o volvía o la despedía.
Alguien se sentó a su lado, aunque Lucy no se molestó en girarse para mirar quien era; tenía su mirada fija en el café mientras lo revolvía para que se disolviera el azúcar. Escuchó como pedía, y aunque la voz le resultó familiar, ella siguió a lo suyo. Para cuando a su "acompañante" le trajeron lo que había pedido, Lucy ya se había comido casi toda la tostada, aunque todavía le quedaba otra; Lucy no estaba acostumbrada a desayunar tanto, aunque tenía un estómago a prueba de bombas, y comía bastante para ser tan delgadita. Miró de reojo a la persona que tenía al lado, y no le sorprendió para nada que fuera Liam, el otro forastero del pueblo, que se llevaba inexplicablemente bien con Paula. -Yo podría decir lo mismo de ti. - dijo sin girarse para mirarle. Le dio el último mordisco a la tostada que tenía en la mano, o más bien al cachito que quedaba de ella.
Definitivamente, no estaba hecha para aquello, le encantaba pasar tiempo con Paula, eso no podía negarlo, pero todo eso de los cuentos, las maldiciones y el papel que Paula la había adjudicado de heroína la superaban. Por no decir que no se creía ni una sola palabra de todo aquello, aunque le siguiese el royo a la niña, por no herir sus sentimientos. Lucy no era capaz de cuidar de sí misma, por lo que la idea de tener que cuidar de otra persona se le antojaba complicada, ¿como podía pensar Paula que ella era capaz de ayudar a todo el pueblo, rompiendo una maldición que era prácticamente imposible que existiera? Claramente, aquello no era lo único que le daba vueltas por la cabeza aquellos días. Llevaba escuchando muchos rumores desde su llegada, a cada cual más ridículo que el anterior, y aunque hiciese oídos sordos a todos aquellos chismorreos, no podía evitar pensar si aquello también estaría influyendo de alguna manera en Paula. Lucy no había ido a aquel pueblo para recuperar a su hija, ni para romper aquella maldición, y tan pronto comprobara que Paula estaba realmente bien, se iría.
La chica no tardó en servirle su café y sus tostadas, que venían con un poco de mantequilla y un poco de mermelada en el borde del plato, para que el cliente las untara a su gusto. Untó ambas tostadas, primero con mantequilla y, sobre la mantequilla, la mermelada. Las volvió a dejar sobre el plato y echó el azucar que venía en una bolsita en su café; Lucy no era una gran fan de los sabores agrios, aunque, por alguna razón, necesitaba un buen café por la mañana, siempre, no podía faltarle. En su apartamento en Boston era lo único que tomaba por las mañanas, un café bien calentito, antes de partir hacía el periódico. Cada vez que pensaba en Boston, no podía dejar de preguntarse cuantos días podría estar allí sin que su jefe decidiera que, o volvía o la despedía.
Alguien se sentó a su lado, aunque Lucy no se molestó en girarse para mirar quien era; tenía su mirada fija en el café mientras lo revolvía para que se disolviera el azúcar. Escuchó como pedía, y aunque la voz le resultó familiar, ella siguió a lo suyo. Para cuando a su "acompañante" le trajeron lo que había pedido, Lucy ya se había comido casi toda la tostada, aunque todavía le quedaba otra; Lucy no estaba acostumbrada a desayunar tanto, aunque tenía un estómago a prueba de bombas, y comía bastante para ser tan delgadita. Miró de reojo a la persona que tenía al lado, y no le sorprendió para nada que fuera Liam, el otro forastero del pueblo, que se llevaba inexplicablemente bien con Paula. -Yo podría decir lo mismo de ti. - dijo sin girarse para mirarle. Le dio el último mordisco a la tostada que tenía en la mano, o más bien al cachito que quedaba de ella.
Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
Tras remover un poco el contenido del vaso, me permití beber un corto sorbo del zumo de naranja. Ácido, como a mí me gustaba, aunque le faltaba un toque de azúcar, azúcar que obviamente no podía tomar. Me quedé observando la magdalena recién estrenada y después a Lucy como comía su tostada y soltaba aquel comentario a modo de saludo. Me limité a soltar una leve risilla y a sonreír después. Después de todo, no me iba a dar por vencido con ella. Parecía una chica seria (quizás demasiado para lo joven que era), y además no llevaba muy buena cara. Aunque eso último era obvio por qué. Era la primera forastera de Storybrooke, se había reencontrado con una hija que había dado en adopción, y la gente... como que alguna no era muy hospitalaria. Seguramente lo que peor llevaría sería ser el centro de atención en un pueblo tan pequeño, ser el centro de todos los cotilleos.
Suspiré, la compadecía, a mí me estaba ocurriendo lo mismo. Simplemente que de mí no hablaban tanto puesto que era una persona normal y corriente, que había venido en moto y que se había metido a trabajar en el hospital. Me llevé una mano al pecho, como si me estuviera haciendo el ofendido y le dediqué una nueva sonrisa.
-¿Hablan de mí? ¿En serio? Pues mira, no me había dado ni cuenta... Y yo me creía un aburrido del que no se podía hablar... Que curioso, ¿no? -seguramente no estaría dispuesta a hablar así porque sí. Yo tampoco estaba con buen humor, pero tenía que aprovechar aquellas oportunidades que me ofrecía el destino para poder hablar con ella. Yo mismo le había dicho a Paula que la ayudaría a convencer a su madre de la maldición, pero, ¿cómo se podía luchar contra el escepticismo? Cogí otro pequeño cacho de la magdalena y me la llevé a la boca, esta vez saboreé el sabor dulce del "alimento" y sonreí feliz, como si fuera un niño pequeño. Después resoplé un poco y solté como si nada-. ¿Qué tal con Paula? La verad es que se alegra mucho de tener aquí... -claro que no le iba a decir que era porque su madre adoptiva, la alcaldesa del pueblo era la malvada bruja con la que tenía que luchar. Yo, al menos, tenía un poco de cabeza-. Es una chica de lo más ingeniosa, muy inteligente a mi parecer -ya está, unas simples palabras, una indirecta que seguramente pillaría.
Suspiré, la compadecía, a mí me estaba ocurriendo lo mismo. Simplemente que de mí no hablaban tanto puesto que era una persona normal y corriente, que había venido en moto y que se había metido a trabajar en el hospital. Me llevé una mano al pecho, como si me estuviera haciendo el ofendido y le dediqué una nueva sonrisa.
-¿Hablan de mí? ¿En serio? Pues mira, no me había dado ni cuenta... Y yo me creía un aburrido del que no se podía hablar... Que curioso, ¿no? -seguramente no estaría dispuesta a hablar así porque sí. Yo tampoco estaba con buen humor, pero tenía que aprovechar aquellas oportunidades que me ofrecía el destino para poder hablar con ella. Yo mismo le había dicho a Paula que la ayudaría a convencer a su madre de la maldición, pero, ¿cómo se podía luchar contra el escepticismo? Cogí otro pequeño cacho de la magdalena y me la llevé a la boca, esta vez saboreé el sabor dulce del "alimento" y sonreí feliz, como si fuera un niño pequeño. Después resoplé un poco y solté como si nada-. ¿Qué tal con Paula? La verad es que se alegra mucho de tener aquí... -claro que no le iba a decir que era porque su madre adoptiva, la alcaldesa del pueblo era la malvada bruja con la que tenía que luchar. Yo, al menos, tenía un poco de cabeza-. Es una chica de lo más ingeniosa, muy inteligente a mi parecer -ya está, unas simples palabras, una indirecta que seguramente pillaría.
- Spoiler:
- Lo siento T^T No sabía qué más sacar xDDD
Liam D. Seery- Héroes
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Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
Por alguna razón, Lucy no se fiaba en absoluto de aquel tipo. Sí, tenían algo en común, como el ser ambos forasteros en un pueblo al que no había llegado gente nueva en años; además, ambos compartían el cariño de Paula, aunque Lucy no comprendía por qué la niña se llevaba tan bien con él. Terminó su tostada y le dio un sorbo al café, tratando de ignorar a la persona que tenía a su lado y de disfrutar su desayuno, aunque, por desgracia, la aparición de Liam le había amargado el día; ¿por qué razón se empeñaba tanto en hablar con ella? ¿Que se traía entre manos? Sabía que él también era miembro de la Operación Cobra que había organizado su hija, aunque no entendía la razón por la que le seguía el rollo a Paula. - No te hagas el gracioso, ambos sabemos lo que se dice por el pueblo, tanto de ti como de mi. Es imposible no enterarse de las cosas en este pueblo. - comentó antes de darle un segundo sorbo a su café y comenzar a atacar su segunda tostada.
Aquella era una de las cosas que odiaba de aquel pueblo; vale que fuera un pueblo pequeño, ¿pero tenía que enterarse todo el mundo de todo? A Lucy no le importaba lo que pudieran decir de ella, al fin y al cabo, dejaría aquel pueblo tan pronto como pudiera, pero le preocupaba el efecto que pudieran tener las habladurías en Paula. Bastante era ya con que pensara que su madre era una bruja malvada, como para que empezara a creer los rumores que decían los del pueblo. Ladeo la cabeza en cuanto Liam mencionó a Paula, para poder mirarle a la cara y tratar de descifrar qué pretendía sacando a su hija en la conversación. - Sí, parece contenta. - dijo pronunciando cuidadosamente cada una de las palabras. Se había preguntado a sí misma en más de una ocasión si la reacción de su hija era normal; sí, había sido ella la que había ido a buscarla, pero cuando una madre te abandona, lo último que sientes al verla es alegría, ¿no? Por lo menos en un principio; si ella descubriera quien era su madre y fuera a su encuentro, no lo haría precisamente contenta, más bien enfadada o dolida; pero no le gustaba ni si quiera pensar sobre aquello. Escuchó lo último que Liam dijo sobre Paula con atención, se olía hacia donde quería llegar, pero Lucy no quería hablar sobre ello, pues sería como admitir que tiene algo de real, cuando no es así. -Lo es, pero también una chiquilla con mucha imaginación. - comentó antes de darle un par de mordiscos a su tostada.
Si Lucy dijera que no le había dado mil y una vueltas a todo ese tema de los cuentos de hadas, estaría mintiendo. Trataba de encontrar una explicación razonable para que Paula creyera con tanta fuerza en que todos y cada uno de los habitantes de este pueblo eran personajes de cuento enviados a este mundo por una maldición. Pero no había encontrado más que la imaginación de una niña mezclado por el descontento con su madre adoptiva, lo que la hacía creer que algo no iba bien en casa de las Mills. Esa era la única razón por la que seguía en el pueblo. Miró con desconfianza a su acompañante, habiendo dejado previamente la tostada en el plato. -¿Por qué ese interés por Paula? - preguntó en un tono que exigía una respuesta, como solía hacer en las entrevistas que ocasionalmente hacía para algún artículo del periódico. Si hubiera sido una persona que llevaba toda la vida en el pueblo, no le habría preocupado en absoluto, pero al ser una persona que acababa de llegar al pueblo y, por lo tanto, conocía a Paula desde hace poco, Lucy no podía evitar desconfiar de él.
Aquella era una de las cosas que odiaba de aquel pueblo; vale que fuera un pueblo pequeño, ¿pero tenía que enterarse todo el mundo de todo? A Lucy no le importaba lo que pudieran decir de ella, al fin y al cabo, dejaría aquel pueblo tan pronto como pudiera, pero le preocupaba el efecto que pudieran tener las habladurías en Paula. Bastante era ya con que pensara que su madre era una bruja malvada, como para que empezara a creer los rumores que decían los del pueblo. Ladeo la cabeza en cuanto Liam mencionó a Paula, para poder mirarle a la cara y tratar de descifrar qué pretendía sacando a su hija en la conversación. - Sí, parece contenta. - dijo pronunciando cuidadosamente cada una de las palabras. Se había preguntado a sí misma en más de una ocasión si la reacción de su hija era normal; sí, había sido ella la que había ido a buscarla, pero cuando una madre te abandona, lo último que sientes al verla es alegría, ¿no? Por lo menos en un principio; si ella descubriera quien era su madre y fuera a su encuentro, no lo haría precisamente contenta, más bien enfadada o dolida; pero no le gustaba ni si quiera pensar sobre aquello. Escuchó lo último que Liam dijo sobre Paula con atención, se olía hacia donde quería llegar, pero Lucy no quería hablar sobre ello, pues sería como admitir que tiene algo de real, cuando no es así. -Lo es, pero también una chiquilla con mucha imaginación. - comentó antes de darle un par de mordiscos a su tostada.
Si Lucy dijera que no le había dado mil y una vueltas a todo ese tema de los cuentos de hadas, estaría mintiendo. Trataba de encontrar una explicación razonable para que Paula creyera con tanta fuerza en que todos y cada uno de los habitantes de este pueblo eran personajes de cuento enviados a este mundo por una maldición. Pero no había encontrado más que la imaginación de una niña mezclado por el descontento con su madre adoptiva, lo que la hacía creer que algo no iba bien en casa de las Mills. Esa era la única razón por la que seguía en el pueblo. Miró con desconfianza a su acompañante, habiendo dejado previamente la tostada en el plato. -¿Por qué ese interés por Paula? - preguntó en un tono que exigía una respuesta, como solía hacer en las entrevistas que ocasionalmente hacía para algún artículo del periódico. Si hubiera sido una persona que llevaba toda la vida en el pueblo, no le habría preocupado en absoluto, pero al ser una persona que acababa de llegar al pueblo y, por lo tanto, conocía a Paula desde hace poco, Lucy no podía evitar desconfiar de él.
Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
Desde aquel comentario, supe (o concluí) que Lucy nunca había vivido en un pueblo (o al menos que ella recordara, claro) y no sabía la mecánica de estos. Todos se conocían, y los extraños en verdad no éramos bienvenidos, sobre todo las personas como Lucy. Yo por el momento había conseguido pasar levemente desapercibido (o eso creía) y gracias al trabajo en el hospital, me mantenía al tanto de los problemas que ocurrían en el pueblo además de poder ayudar a esa gente que había conocido en sus vidas pasadas. Me sorprendía la fuerza del hechizo, ni siquiera mis anteriores conocidos fruncían al ceño al mirarme. No recordaban nada de nada, aunque esperaba que en función del tiempo que Lucy pasase allí, ellos fueran obteniendo flashes o recueros. Esa era mi mayor esperanza. Esa y que lo que me estaba ocurriendo parase. De momento, los dolores no aumentaban, ni los temblores, pero sabía que irían a más si no conseguía que Lucy creyera en el hechizo. El problema era cómo hacerle creer a una escéptica en algo que no se podía tocar u observar.
Sonreí, sin intentar esconder mis intenciones al nombrar a su hija. Por supuesto que desconfiaba de mí y era algo normal. Sus palabras me advertían que era una persona calculadora, precavida, que le gustaba pensar antes de hablar (totalmente contraria a mí, que había veces que no sabía controlar mi bocaza). Suspiré cuando la escuché: una chiquilla con mucha imaginación. Pensaba igual que el resto de Storybrooke, después de todo, iba pareciendo que tenían bastante en común. Tomé un trago de zumo de naranja para saborear el líquido y empapé mis labios un poco.
-La imaginación siempre aparece de la realidad. Nada ocurre así porque sí, tiene que tener una base, algo concreto, ¿no crees? -dije mientras cogía con los dedos algunas migajas de la magdalena. La verdad es que ahora me percataba de lo austero que parecía mi desayuno, y me estaba preguntando si no iba a necesitar más comida para sobreponerme después de lo ocurrido la anterior noche con el necrofílico. Entonces, Lucy fue más o menos directa al grano. Desconocía cuál era su trabajo, pero vamos, sabía preguntar empleando el tono necesario. Yo no me sentí acorralado ni mucho menos, le llevaba años de ventaja, años de conocimiento sobre lo que ocurría allí-. ¿Por qué ese interés en Paula? -repetí como si estuviera cavilando mi respuesta-. En cierta manera me recuerda a mí. Yo siempre fui un niño vivaz y con muchos objetivos en su vida, lo que ocurre es que nadie creía en mí -y había traicionado a la única persona que había puesto su confianza en mí. ¿Cómo iban a confiar en mí?-. Todos los niños necesitan un apoyo adulto, sobre todo por parte de sus padres.
Yo había vivido la mayor parte de mi vida como un huérfano. Lucy también, pero por mi culpa. Los dos en realidad compartíamos sentimientos de soledad, pero no era el momento de anunciarlos.
Sonreí, sin intentar esconder mis intenciones al nombrar a su hija. Por supuesto que desconfiaba de mí y era algo normal. Sus palabras me advertían que era una persona calculadora, precavida, que le gustaba pensar antes de hablar (totalmente contraria a mí, que había veces que no sabía controlar mi bocaza). Suspiré cuando la escuché: una chiquilla con mucha imaginación. Pensaba igual que el resto de Storybrooke, después de todo, iba pareciendo que tenían bastante en común. Tomé un trago de zumo de naranja para saborear el líquido y empapé mis labios un poco.
-La imaginación siempre aparece de la realidad. Nada ocurre así porque sí, tiene que tener una base, algo concreto, ¿no crees? -dije mientras cogía con los dedos algunas migajas de la magdalena. La verdad es que ahora me percataba de lo austero que parecía mi desayuno, y me estaba preguntando si no iba a necesitar más comida para sobreponerme después de lo ocurrido la anterior noche con el necrofílico. Entonces, Lucy fue más o menos directa al grano. Desconocía cuál era su trabajo, pero vamos, sabía preguntar empleando el tono necesario. Yo no me sentí acorralado ni mucho menos, le llevaba años de ventaja, años de conocimiento sobre lo que ocurría allí-. ¿Por qué ese interés en Paula? -repetí como si estuviera cavilando mi respuesta-. En cierta manera me recuerda a mí. Yo siempre fui un niño vivaz y con muchos objetivos en su vida, lo que ocurre es que nadie creía en mí -y había traicionado a la única persona que había puesto su confianza en mí. ¿Cómo iban a confiar en mí?-. Todos los niños necesitan un apoyo adulto, sobre todo por parte de sus padres.
Yo había vivido la mayor parte de mi vida como un huérfano. Lucy también, pero por mi culpa. Los dos en realidad compartíamos sentimientos de soledad, pero no era el momento de anunciarlos.
Liam D. Seery- Héroes
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Fecha de inscripción : 23/07/2012
Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
Lucy siempre había vivido en la ciudad, por lo menos desde que le alcanzaba la memoria; cuando abandonó el orfanato se fue a vivir a la ciudad y no ha salido de allí, hasta ahora. Las cosas en la ciudad eran bastante diferentes, en los pueblos todo el mundo se conocía, en la ciudad en cambio, era bastante inusual cruzarte con algún conocido por la calle. Además, a nadie le importaba lo que fueras, hicieras o dejaras de hacer en tu vida privada, mientras eso no interfiera en tu trabajo; la mayoría de las veces que te preguntaban "¿Que tal?" era por pura cortesía, no porque realmente les importara. Había unos cuantos cotillas, eso sí, en cada lugar de trabajo tiene que haber por lo menos uno, pero nada más; podías llegar a ser un completo extraño para todos y a nadie le importaría. Cuando llegaba alguien nuevo, simplemente se integraba como podía, pero la mayoría de la gente de la ciudad ni se enteraba, además, aquello era una ida y venida de gente constante.
Podía parecer imposible, pero compartía algo con los habitantes de Storybrooke, no se fiaba un pelo de Liam, aunque sabía de sobra que la mayoría de los vecinos de aquel pueblo desconfiaban más de ella que de él. Al fin y al cabo, se habían montado sus historias acerca de cada uno, pero con Lucy tenían alguna base, todos sabían que estaba allí por Paula, aunque no supieran realmente la razón y se la inventaran; en cambio, con Liam no tenían ningún dato en le que basarse, pues desconocían la razón por la que había ido a parar a aquel pueblo, además, él trabajaba en el hospital, y la gente solía fiarse -al menos un poco- de los médicos y enfermeros. Puso los ojos en blanco al ver su sonrisa, la ponía de muy mala leche esa fijación que Liam tenía con Paula, ¿a cuenta de qué aparecía de la nada y se interesaba tanto por la pequeña? Además, no solo le seguía el juego con aquello de la Operación Cobra, sino que realmente la intentaba ayudar y le daba ideas nuevas; ¿acaso él también se creía todas aquellas paparruchas sobre la maldición? Lo que le faltaba a Lucy, otra persona que creyera realmente en los cuentos de hadas.
- Sí, pero todo lo que dice lo está sacando de un cuento. - dijo remarcando la última palabra, pues estaba claro que los cuentos no eran reales, eran simples historias inventadas para entretener a los niños, a veces incluso para enseñarles algo y, antiguamente, incluso para asustarles. - Los cuentos no son más que historias inventadas, y en caso de que estén basadas de alguna forma en la realidad, están bastante disfrazados como para que se asemeje realmente a algo real. - tras decir eso, le dio un sorbo a su café, que ahora estaba templado, y después un mordisco a su tostada. Estaba deseando terminar de desayunar e irse de allí, pues aquella conversación no tenía ni pies ni cabeza, ¿estaban hablando sobre la veracidad de la maldición? Era de locos. De todas formas, dijera Liam lo que dijera, Lucy no iba a cambiar de opinión.
Esperó a que Liam contestara a su pregunta sobre su interés por Paula, y escuchó atentamente su respuesta, pues quería saber que se traía entre manos, aunque dudaba que le fuera a dar una respuesta convincente. Cuando dijo que los niños necesitaban sobre todo el apoyo de sus padres, fue como si la abofeteara, en cierto modo. Lucy había dado en adopción a Paula en cuanto ésta nació, es más, ni si quiera se atrevió a mirar a la niña cuando salió de ella. Y ahora que la veía, todavía no podía creerse que fuera su hija. Al fin y al cabo, había salido de su vientre, pero quien la había criado era Siobhan, ¿con que derecho había aparecido ahora ella en Storybrooke? Aunque ahora que había visto a Paula, se negaba a irse sin verificar si estaría realmente bien. - Una cosa es apoyar a un niño en lo que hace, y otra muy diferente dejar que crea que su madre es una bruja malvada, o que hay una maldición sobre este pueblo. Esto es la vida, es así, algún día tendrá que verlo. - dijo mirándole fijamente. Ella no sabía lo que era recibir apoyo por parte de nadie, había estado completamente sola desde que le alcanzaba la memoria y había salido hacía delante. Paula tenía suerte de tener a Siobhan, pues se notaba que ésta la quería, aunque no fuera la persona más simpática de Storybrooke, por lo menos con Lucy. Por eso le preocupaba tanto que Paula estuviera tan segura de que era una bruja malvada, pues era algo que no le cuadraba.
Lucy siempre había tenido miedo, miedo de que alguien dependiera de ella; nadie había cuidado de ella en toda su vida, y ella no tenía ni idea de como cuidar o hacerse cargo de alguien. Por eso dio a su hija en adopción, por que sabía que con cualquier otra persona estaría mejor que con ella. Por eso le entró un miedo atroz cuando la vio de pies en la puerta de su casa, y por eso no tardó en llevarla de vuelta a su casa. Y ahora había decidido quedarse un tiempo, para comprobar que ella estaba bien, para que Paula nunca sintiera aquel miedo, ni que la soledad era su única amiga.
Podía parecer imposible, pero compartía algo con los habitantes de Storybrooke, no se fiaba un pelo de Liam, aunque sabía de sobra que la mayoría de los vecinos de aquel pueblo desconfiaban más de ella que de él. Al fin y al cabo, se habían montado sus historias acerca de cada uno, pero con Lucy tenían alguna base, todos sabían que estaba allí por Paula, aunque no supieran realmente la razón y se la inventaran; en cambio, con Liam no tenían ningún dato en le que basarse, pues desconocían la razón por la que había ido a parar a aquel pueblo, además, él trabajaba en el hospital, y la gente solía fiarse -al menos un poco- de los médicos y enfermeros. Puso los ojos en blanco al ver su sonrisa, la ponía de muy mala leche esa fijación que Liam tenía con Paula, ¿a cuenta de qué aparecía de la nada y se interesaba tanto por la pequeña? Además, no solo le seguía el juego con aquello de la Operación Cobra, sino que realmente la intentaba ayudar y le daba ideas nuevas; ¿acaso él también se creía todas aquellas paparruchas sobre la maldición? Lo que le faltaba a Lucy, otra persona que creyera realmente en los cuentos de hadas.
- Sí, pero todo lo que dice lo está sacando de un cuento. - dijo remarcando la última palabra, pues estaba claro que los cuentos no eran reales, eran simples historias inventadas para entretener a los niños, a veces incluso para enseñarles algo y, antiguamente, incluso para asustarles. - Los cuentos no son más que historias inventadas, y en caso de que estén basadas de alguna forma en la realidad, están bastante disfrazados como para que se asemeje realmente a algo real. - tras decir eso, le dio un sorbo a su café, que ahora estaba templado, y después un mordisco a su tostada. Estaba deseando terminar de desayunar e irse de allí, pues aquella conversación no tenía ni pies ni cabeza, ¿estaban hablando sobre la veracidad de la maldición? Era de locos. De todas formas, dijera Liam lo que dijera, Lucy no iba a cambiar de opinión.
Esperó a que Liam contestara a su pregunta sobre su interés por Paula, y escuchó atentamente su respuesta, pues quería saber que se traía entre manos, aunque dudaba que le fuera a dar una respuesta convincente. Cuando dijo que los niños necesitaban sobre todo el apoyo de sus padres, fue como si la abofeteara, en cierto modo. Lucy había dado en adopción a Paula en cuanto ésta nació, es más, ni si quiera se atrevió a mirar a la niña cuando salió de ella. Y ahora que la veía, todavía no podía creerse que fuera su hija. Al fin y al cabo, había salido de su vientre, pero quien la había criado era Siobhan, ¿con que derecho había aparecido ahora ella en Storybrooke? Aunque ahora que había visto a Paula, se negaba a irse sin verificar si estaría realmente bien. - Una cosa es apoyar a un niño en lo que hace, y otra muy diferente dejar que crea que su madre es una bruja malvada, o que hay una maldición sobre este pueblo. Esto es la vida, es así, algún día tendrá que verlo. - dijo mirándole fijamente. Ella no sabía lo que era recibir apoyo por parte de nadie, había estado completamente sola desde que le alcanzaba la memoria y había salido hacía delante. Paula tenía suerte de tener a Siobhan, pues se notaba que ésta la quería, aunque no fuera la persona más simpática de Storybrooke, por lo menos con Lucy. Por eso le preocupaba tanto que Paula estuviera tan segura de que era una bruja malvada, pues era algo que no le cuadraba.
Lucy siempre había tenido miedo, miedo de que alguien dependiera de ella; nadie había cuidado de ella en toda su vida, y ella no tenía ni idea de como cuidar o hacerse cargo de alguien. Por eso dio a su hija en adopción, por que sabía que con cualquier otra persona estaría mejor que con ella. Por eso le entró un miedo atroz cuando la vio de pies en la puerta de su casa, y por eso no tardó en llevarla de vuelta a su casa. Y ahora había decidido quedarse un tiempo, para comprobar que ella estaba bien, para que Paula nunca sintiera aquel miedo, ni que la soledad era su única amiga.
Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
Su expresión mostraba toda la desconfianza que me tenía, ¿por qué seguía sin entender los motivos que me llevaban a acercarme a su hija? Paula era la única en este pueblo que tenía dos dedos de frente (además la alcaldesa, claro, pero ella era la mala de la película, o al menos eso pensaba). Evité llevarme la mano a la cara para tapármela, suspirar con fuerza y gritarle a la cara todo lo que debía saber, todo lo que debía conocer, en lo que debía creer. ¿Cómo había acabado aquel bebé para llegar a convertirse en alguien tan...? Pero debía tener paciencia, la había adquirido gracias a mi trabajo con los pacientes. En esta situación no podía perder los papeles... Para que pensase que además de ser un mentiroso, también estuviera medio chalado. Para nada. Lucy era el punto clave en todo mi plan, incluso en la Operación Cobra de su hija. Si ella no creía, ¿qué más daba que la niña supiera quién era Blancanieves o el Hada Azul, por ejemplo?
Noté un pinchazo en el pecho al acordarme de la segunda, y de sus palabras. Me lo había advertido... Ella y Gepetto, y yo simplemente me había dejado llevar en aquel mundo. Me la habían arrebatado de mis manos, haciéndome creer que estaría mejor, mandándome a mí lejos. Por cómo se comportaba juraba que había tenido una infancia parecida a la mía, sumándole el punto que había tenido una hija siendo adolescente. Sabía que mis palabras habían dado en su punto débil, pero... debía entenderlo. Sonreí abiertamente cuando remarcó la palabra "cuento".
-Los cuentos son vida en estado puro, son interpretaciones de la realidad, ¿qué es la realidad al fin y al cabo? ¿Sabías que existen infinitas realidades? No, supongo que no, ya que la palabra cuento para ti es una simple mentira, algo en lo que no poder basarse para sacar conclusiones. Los cuentos son creencias de gente del pasado, son hechos, son suposiciones, ¿cómo puedes quitarle tanta importancia a los cuentos? -mi tono no sonaba molesto, aunque podría parecerlo en aquel momento. Lo estaba hasta cierto punto, pero me había controlado lo suficiente como para que sonara divertido, desafiante, lleno de "sabiduría"-. ¿Disfrazados? ¿Acaso la gente no se disfraza siempre para ocultar la verdad? Tú eres un claro ejemplo Lucy. No te conozco, tú tampoco me conoces a mí -mentira que sonó completamente convincente-. Pero estoy completamente seguro que tras esa fachada de escepticismo, hay algo más, una creencia que lucha por salir a flote -me tomé al fin mi magdalena y aproveché ese momento de silencio para pensar en mis siguientes palabras. Tragué el delicioso trozo y respiré profundamente-. La vida es cruel, lo sé, lo he vivido en mis propias carnes y estoy completamente seguro de que tú también. ¿Por qué te empeñas entonces de que tu hija lo descubra a los ocho años? Considero a tu hija lo suficientemente madura como para que por ella misma, sin ningún golpe o empujón emocional, lo descubra...
Me levanté de mi taburete y saqué de mi bolsillo un par de dólares para pagarle a Phoebe el desayuno. Aquella conversación no me iba a llevar a nada. Estaba cansado, furioso por lo ocurrido con el forense y mis argumentos no eran de los mejores. Prefería esperar a que mis palabras calasen en ella, que se las replanteara, que pasara más tiempo en el pueblo y que incluso se quedara a vivir allí. Miré por última vez a Lucy con una sonrisa y le di un suave golpe en su hombro a modo de despedida.
-Gracias por tu compañía en el desayuno. Supongo que nos volveremos a ver.
Todo se estaba volviendo demasiado complicado, y el tiempo corría, huía.
Noté un pinchazo en el pecho al acordarme de la segunda, y de sus palabras. Me lo había advertido... Ella y Gepetto, y yo simplemente me había dejado llevar en aquel mundo. Me la habían arrebatado de mis manos, haciéndome creer que estaría mejor, mandándome a mí lejos. Por cómo se comportaba juraba que había tenido una infancia parecida a la mía, sumándole el punto que había tenido una hija siendo adolescente. Sabía que mis palabras habían dado en su punto débil, pero... debía entenderlo. Sonreí abiertamente cuando remarcó la palabra "cuento".
-Los cuentos son vida en estado puro, son interpretaciones de la realidad, ¿qué es la realidad al fin y al cabo? ¿Sabías que existen infinitas realidades? No, supongo que no, ya que la palabra cuento para ti es una simple mentira, algo en lo que no poder basarse para sacar conclusiones. Los cuentos son creencias de gente del pasado, son hechos, son suposiciones, ¿cómo puedes quitarle tanta importancia a los cuentos? -mi tono no sonaba molesto, aunque podría parecerlo en aquel momento. Lo estaba hasta cierto punto, pero me había controlado lo suficiente como para que sonara divertido, desafiante, lleno de "sabiduría"-. ¿Disfrazados? ¿Acaso la gente no se disfraza siempre para ocultar la verdad? Tú eres un claro ejemplo Lucy. No te conozco, tú tampoco me conoces a mí -mentira que sonó completamente convincente-. Pero estoy completamente seguro que tras esa fachada de escepticismo, hay algo más, una creencia que lucha por salir a flote -me tomé al fin mi magdalena y aproveché ese momento de silencio para pensar en mis siguientes palabras. Tragué el delicioso trozo y respiré profundamente-. La vida es cruel, lo sé, lo he vivido en mis propias carnes y estoy completamente seguro de que tú también. ¿Por qué te empeñas entonces de que tu hija lo descubra a los ocho años? Considero a tu hija lo suficientemente madura como para que por ella misma, sin ningún golpe o empujón emocional, lo descubra...
Me levanté de mi taburete y saqué de mi bolsillo un par de dólares para pagarle a Phoebe el desayuno. Aquella conversación no me iba a llevar a nada. Estaba cansado, furioso por lo ocurrido con el forense y mis argumentos no eran de los mejores. Prefería esperar a que mis palabras calasen en ella, que se las replanteara, que pasara más tiempo en el pueblo y que incluso se quedara a vivir allí. Miré por última vez a Lucy con una sonrisa y le di un suave golpe en su hombro a modo de despedida.
-Gracias por tu compañía en el desayuno. Supongo que nos volveremos a ver.
Todo se estaba volviendo demasiado complicado, y el tiempo corría, huía.
Liam D. Seery- Héroes
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Re: Café y tostadas, el desayuno de los campeones. Liam D. Seery.
No hacía falta tener muchas luces para comprobar que Lucy estaba molesta, pues no se estaba esforzando lo más mínimo para ocultarlo; aunque de quererlo, lo habría hecho. Pero, ¿quien no lo estaría en su situación? Se encontraba en un pueblo en el que nadie la quería y del que la habrían echado a patadas de haber podido, y tanto su hija, a la que no había visto hasta ahora, y un completo desconocido querían hacerla creer que era una especie de Salvadora, cuando en realidad era alguien que lo único que había conseguido en su vida era un buen trabajo, que perdería tarde o temprano si continuaba allí. Aunque no estaba del todo claro que Liam quisiera hacerla creer en la maldición, pero era lo único que se le ocurría para explicar que él estuviera tan obsesionado con Paula y que estuviera venga a repetirle lo lista que era Paula y cosas por el estilo. Lucy no ponía en duda la inteligencia de la pequeña, pues en aquella cabecita suya guardaba ideas brillantes, pero eso no tenía nada que ver con la desbordante imaginación de la niña, que se había expandido tanto que la hacían creer que todos y cada uno de los habitantes de Storybrooke era un personaje de cuento.
Sabía que no valía la pena hablar con él sobre todo aquello, pues parecía empeñado en sacarle pegas a todo lo que decía Lucy, sin excepción. Pero ella no era una persona de las que se quedaban calladas, casi siempre decía lo que pensaba, menos cuando sabía que aquello iba a perjudicarla a ella o a alguien cercano -aunque el segundo caso nunca se había dado, pues nunca había tenido a nadie a quien proteger-. Estaba claro que solo iban a sacar un gran enfado de aquella conversación; por lo menos, la conversación terminaría en cuanto uno de ellos terminara de desayunar.
Escuchaba lo que Liam decía y le estaban entrando unas ganas tremendas de hacer que se callara, pero se contuvo. Todo aquello iba a conseguir que odiara los cuentos de hadas con todo su alma, pues últimamente se había convertido en el único tema del que hablaba, aunque había que tener en cuenta que con los únicos que hablaba a menudo eran Paula y Liam, y parecía que no les interesaba ningún tema más que ese. - Sí, tienes razón, no me conoces. Y además te equivocas, sé muy bien en lo que creo y en lo que no, y los cuentos pertenecen más bien al segundo grupo. - dijo algo cansada de aquello, ¡los cuentos eran cuentos y ya está! Si todo lo que estaba escrito o lo que se contaba fuera real, aquel mundo sería bastante diferente a como era en aquel momento. No, no quería empujar a su hija hacía la realidad, pues todavía no le parecía necesario que descubriese cómo era al mundo, pero tampoco iba a animarla a creer en los cuentos de hadas con tanto fervor, y menos si aquello la ponía en peligro. Sí, el simple hecho de creer en los cuentos no era algo peligroso, pero Paula lo llevaba tan al extremo que llegaba a hacer cosas tales como colarse en el despacho de su madre -la alcaldesa- en mitad de la noche. -No estoy empeñada en que lo descubra, pero es de locos que piense que todos en este pueblo son personajes de un cuento. - dijo llevándose las manos a las sienes y apretando levemente su cabeza.
Cuando se levantó del taburete, Lucy no pudo evitar sentirse aliviada, pues eso significaba que ya se iba y que ella podría terminar de desayunar con tranquilidad, aunque no le quedaba más que un cacho de tostada y un par de sorbos del café. Forzó una sonrisa de despedida. - Es imposible no encontrarte con alguien en este pueblo. - dijo encogiéndose de hombros, pues estaba más que claro que no tardarían en volver a verse. Lucy volvió su mirada hacía lo que quedaba de su desayuno y se dispuso a terminarlo.
Sabía que no valía la pena hablar con él sobre todo aquello, pues parecía empeñado en sacarle pegas a todo lo que decía Lucy, sin excepción. Pero ella no era una persona de las que se quedaban calladas, casi siempre decía lo que pensaba, menos cuando sabía que aquello iba a perjudicarla a ella o a alguien cercano -aunque el segundo caso nunca se había dado, pues nunca había tenido a nadie a quien proteger-. Estaba claro que solo iban a sacar un gran enfado de aquella conversación; por lo menos, la conversación terminaría en cuanto uno de ellos terminara de desayunar.
Escuchaba lo que Liam decía y le estaban entrando unas ganas tremendas de hacer que se callara, pero se contuvo. Todo aquello iba a conseguir que odiara los cuentos de hadas con todo su alma, pues últimamente se había convertido en el único tema del que hablaba, aunque había que tener en cuenta que con los únicos que hablaba a menudo eran Paula y Liam, y parecía que no les interesaba ningún tema más que ese. - Sí, tienes razón, no me conoces. Y además te equivocas, sé muy bien en lo que creo y en lo que no, y los cuentos pertenecen más bien al segundo grupo. - dijo algo cansada de aquello, ¡los cuentos eran cuentos y ya está! Si todo lo que estaba escrito o lo que se contaba fuera real, aquel mundo sería bastante diferente a como era en aquel momento. No, no quería empujar a su hija hacía la realidad, pues todavía no le parecía necesario que descubriese cómo era al mundo, pero tampoco iba a animarla a creer en los cuentos de hadas con tanto fervor, y menos si aquello la ponía en peligro. Sí, el simple hecho de creer en los cuentos no era algo peligroso, pero Paula lo llevaba tan al extremo que llegaba a hacer cosas tales como colarse en el despacho de su madre -la alcaldesa- en mitad de la noche. -No estoy empeñada en que lo descubra, pero es de locos que piense que todos en este pueblo son personajes de un cuento. - dijo llevándose las manos a las sienes y apretando levemente su cabeza.
Cuando se levantó del taburete, Lucy no pudo evitar sentirse aliviada, pues eso significaba que ya se iba y que ella podría terminar de desayunar con tranquilidad, aunque no le quedaba más que un cacho de tostada y un par de sorbos del café. Forzó una sonrisa de despedida. - Es imposible no encontrarte con alguien en este pueblo. - dijo encogiéndose de hombros, pues estaba más que claro que no tardarían en volver a verse. Lucy volvió su mirada hacía lo que quedaba de su desayuno y se dispuso a terminarlo.
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